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Estudios sociales. Revista de alimentación contemporánea y desarrollo regional

versión On-line ISSN 2395-9169

Estud. soc. Rev. aliment. contemp. desarro. reg. vol.32 no.60 Hermosillo jul./dic. 2022  Epub 10-Mar-2023

https://doi.org/10.24836/es.v32i60.1223 

Artículos

Persistencia campesina. Voces desde Palenque, Chiapas, México y El Cauca, Colombia

Peasant persistence. Voices from Palenque, Chiapas, Mexico and El Cauca, Colombia

María Cristina García-Ángel* 
http://orcid.org/0000-0001-6714-4947

César Adrián Ramírez-Miranda** 
http://orcid.org/0000-0001-9324-4597

Tim Trech** 
http://orcid.org/0000-0002-0521-1590

Alfonso Pérez-Sánchez*** 
http://orcid.org/0000-0002-8600-7777

*Estudiante de doctorado en Ciencias en Desarrollo Rural Regional-Universidad Autónoma Chapingo. Profesora Facultad Maya de Estudios Agropecuarios UNACH. México Calle Diego de Mazariegos #85. Barrio La Merced. C. P. 29240. San Cristóbla de las Casas, Chiapas. Teléfono: 9161000282

**Universidad Autónoma Chapingo, México.

***Colegio de Tlaxcala, A. C. México.


Resumen

Objetivo:

Contribuir a la discusión de la cuestión campesina en el siglo XXI. Se considera que las identidades del campesinado son un factor de cambio y continuidad que explica su permanencia en los escenarios hostiles de la modernización.

Metodología:

El soporte empírico lo constituyen las voces de campesinos de Palenque, Chiapas, México y el Departamento del Cauca, Colombia, recuperadas mediante una investigación participativa durante 2019 y 2020.

Resultados:

Estos dan cuenta de una gama de identidades que incluyen las impuestas y las afirmadas, estas permiten entender que la relación con la tierra no es solo de uso, es de bienestar, de libertad, de seguridad y de cuidado; que el trabajo campesino, aunque incluya una multiplicidad de actividades no agropecuarias, no pierde dicho carácter.

Limitaciones:

No se analizaron las especificidades etarias ni de género de los campesinos con quienes se dialogó, ya que los participantes fueron adultos hombres en su mayoría.

Conclusiones:

Las identidades campesinas son reflejo del poder hegemónico en el cual los grupos subalternos se desenvuelven; pero también expresan un sentido del ser campesino que se ha creado en su devenir histórico y que refiere a una forma de vida colectiva que tiene como fundamentos a la familia y a la tierra, por lo que la lucha permanente con el régimen alimentario corporativo mantiene a lo campesino en constante tensión.

Palabras clave: desarrollo regional; identidades campesinas; régimen alimentario corporativo; trabajo campesino; vigencia campesina; hegemonía agroalimentaria

Abstract

Objective:

Contribute to the discussion of the peasant question in the 21st century. It considers peasant identities as a factor of change and continuity that explain their permanence in the hostile scenarios of modernisation.

Methodology:

The empirical support is provided by the voices of peasants from Palenque, Chiapas, Mexico and the Department of Cauca, Colombia, collected through participatory research during 2019 and 2020.

Results:

Those reveal a range of identities that include both imposed and self-affirmed identities, which allow us to understand that the relationship with the land is not limited to its use, but also questions of well-being, freedom, security and care; that peasant work, although it includes a multiplicity of nonagricultural activities, does not lose this character.

Limitations:

The age and gender specificities of the peasants with whom the dialogue took place were not analysed, as the participants were mostly male adults.

Conclusions:

Peasant identities are a reflection of the hegemonic power within which subaltern groups operate; but they also express a sense of being a peasant, created in their historical development and that refers to a collective way of life based on the family and the land, which is why the permanent struggle with the corporate food regime keeps the peasant in constant tension.

Keywords: regional development; peasant identities; corporate food regime; peasant labor; peasant validity; agri-food hegemony

Introducción

Los campesinos han estado insertos siempre en un orden social que los subsume y les impone racionalidades externas. La tensión permanente entre el modo de vida campesino y el modo de producción capitalista se expresa en las formas históricas en que el capital sitúa, moldea y configura al campesino. Los campesinos del siglo XXI están activos en diferentes organizaciones gremiales y sectoriales, en redes locales, regionales, nacionales e internacionales. Los campesinos son diversos y también los temas que ocupan las agendas de sus organizaciones: incluyen derechos campesinos, creación y consolidación de mercados locales, luchas en defensa del territorio, contra la liberalización de los mercados y por la erradicación del uso de agroquímicos y de transgénicos; control local de sistemas alimentarios, diseño de políticas públicas campesinas, entre otros. Estas luchas expresan la resistencia de los campesinos frente al régimen alimentario, cuyo concepto refiere a la configuración del poder en períodos específicos, donde el elemento unificador es la organización de la producción y circulación mundial de alimentos para sostener dinámicas de acumulación en etapas específicas (McMichael, 2016, p. 24).

El artículo realiza un análisis de las identidades campesinas como factor destacado para comprender la persistencia y vigencia campesina en el siglo XXI. Partimos de dos premisas: 1) las identidades campesinas son uno de los elementos movilizadores que les ha permitido permanecer entre identidades asignadas y afirmadas en un sistema capitalista que los subsume y 2) las identidades se construyen, deconstruyen y reconstruyen en espacios de tensión y negociación.

Para sostener el argumento de las identidades como uno de los elementos movilizadores de la persistencia campesina, se presenta una breve recapitulación histórica sobre la hegemonía alimentaria a partir de los regímenes alimentarios, los cuales dan cuenta de una periodización específica, a partir de 1870, de un orden capitalista mundial gobernado por reglas que estructuran la producción y consumo de alimentos en una escala global (Friedmann, 1993, pp. 30-31), este apartado actúa como marco contextual para subrayar la tensión histórica entre el modo de producción capitalista y el modo de vida campesino. En seguida se recuperan algunas formulaciones sobre la conceptualización del campesinado y su persistencia, las que emanan de explicaciones relacionadas con la pobreza, el arraigo a la tierra, el modo de vida y la capacidad de adaptación. A partir de lo anterior, las identidades campesinas se abordan como un elemento diferenciador y de autoidentificación que se construyen en diálogo con lo que está afuera, con las imágenes externas, pero también se construyen al interior y se afirman de generación en generación. La reflexión propuesta tiene como referente empírico las voces de campesinos en zonas rurales de Palenque, Chiapas en México y El Cauca, Colombia que dan cuenta de cómo las identidades forman parte del estar presente en el territorio a través de la “herencia”. Ello implica una relación íntima con la tierra, un trabajo que dignifica, relaciones sociales que no se rigen totalmente por el modo de producción capitalista, una vigencia social y política y, también, de las identidades que el régimen alimentario les ha asignado. En tal planteamiento, interesa analizar cómo los campesinos han logrado mantener sus fronteras, aquellas que los distinguen de los otros a través de los cambios sociales, políticos, económicos, tecnológicos y culturales que han estado presentes en las transiciones que han caracterizado a los regímenes alimentarios.

La relevancia de esta investigación se centra en dos aspectos: a) el tema de la identidad forma parte de las agendas de los grupos con los que se trabajó y b) el estudio da cuenta de la mirada de aquellos que se autoreconocen como campesinos pese a la insistencia de estructuras globales, nacionales y locales para denominarlos con diferentes acepciones como agricultor familiar, trabajador agrario, pequeño productor, entre otros. Las áreas y comunidades de estudio son representativas de espacios predominantemente rurales que viven intensos procesos de transformación. El municipio de Palenque en Chiapas, México con una extensión de 282 598 hectáreas, cuenta con 132,265 habitantes, de los cuales el 41.27% son indígenas y el 60% es población rural, concentrando su población urbana en la cabecera municipal.1 En lo que se refiere al Departamento del Cauca, Colombia, integrado por 42 municipios en 3.050.900 ha, se trata de uno de los departamentos con mayor cantidad de población en zonas rurales, con 573 164 habitantes en el área rural y 853 774 en las ciudades (Becerra y Mosquera, 2021).

Metodología

El estudio se basa en la investigación cualitativa, sustentada filosófica y epistemológicamente en que el método para acercarse a la realidad, para explicar y comprender interacciones y significados individuales o grupales, es realizar investigación en el entorno del mundo real (Bonilla-Castro y Rodríguez-Sehk, 2005). El abordaje cualitativo permitió explorar la profundidad, riqueza y complejidad de las identidades como un elemento movilizador de la persistencia campesina en condiciones de adversidad. El tema de identidad campesina es parte de las discusiones que los grupos con los que se trabajó tienen en su agenda y que fortalecen con diferentes procesos teórico-prácticos en sus reuniones, procesos formativos, intercambios y encuentros. Por ello el tema de esta investigación fue acogido como una oportunidad de fortalecimiento interno, con el reto de desplegar las categorías que ellos mismos utilizan para describir su vida, su reproducción social, en lugar de debatir con criterios puramente abstractos sobre su vigencia y persistencia.

El trabajo de campo se realizó durante 2019 y 2020 y se enfocó en grupos campesinos desde su propia autoidentificación. El acercamiento con campesinos en Colombia fue posible gracias a la vinculación que nos hizo la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad del Cauca con el Comité de Integración del Macizo Colombiano (CIMA) que forma parte del Coordinador Nacional Agrario (CNA) con apuestas de lucha por espacios de interlocución nacional desde propuestas y espacios campesinos y, la Fundación Colombia Nuestra que trabaja con organizaciones con historias de lucha por la tierra y reivindicación campesina como la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) bajo la convicción de defensa de derechos humanos, con especial énfasis al reconocimiento del campesino. Esta fundación facilitó la interacción con Ecopaz, constituida desde 2006, por dos organizaciones que trabajan con el enfoque agroecológico y les interesa resolver problemas del medio ambiente, de recuperación de semillas y de soberanía alimentaria: Asociación de Productores de Café Especiales (Aspocafe) y Asociación de Cafeteros Afrodescendientes de Cajibío (Afronet). Cabe resaltar que el CIMA surgió de la Movilización del Macizo Colombiano, una amplia gama de procesos organizativos que desde hace más de tres décadas lucha para exigir al Estado la superación de las condiciones de marginación existentes en la región (Corredor- Jiménez, 2014:10). A finales de los ochenta, el CIMA retomó la identidad campesina para sus reivindicaciones, asumió liderazgo y se configuró como actor político en el panorama regional y nacional. En su trabajo, la identidad es un elemento central.2 Forma parte de las organizaciones que exigieron al Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) que considerara la categoría de campesino dentro de los censos poblacionales, demanda que fue satisfecha en 2019.

En México se trabajó con los Servidores de la Madre Tierra (SMT), organización con la que se colabora desde la Universidad Autónoma de Chiapas y el Colectivo Feminista Casa de la Mujer Ixim Ansetic desde hace 6 años en temas de agroecología y soberanía alimentaria como elementos en la lucha por la defensa de la tierra y el territorio. Los SMT provienen de un trabajo derivado de la teología de la liberación y forman parte también del Pueblo Creyente.3 Pertenecen a la Pastoral de la Madre Tierra de la zona Ch’ol de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas con presencia en seis zonas de la entidad. Este grupo se conformó al amparo del Congreso Diocesano Pastoral de la Madre Tierra realizado a principios de 2014 y representa la continuidad de la resistencia étnico-campesina, sostenida de manera ininterrumpida a partir de 1974.4

Esta investigación inició con un estudio exploratorio en Palenque sobre el significado que tiene lo campesino para los SMT, a partir de lo cual se generaron temas detonadores que derivaron en categorías analíticas construidas con base en dos dimensiones: subjetiva/inmaterial y la dimensión material que refiere al lugar de vida y la pluriactividad como elemento del trabajo campesino, advirtiendo que lo material y lo simbólico van unidos en la concepción de la vida campesina. Estos elementos dieron la pauta para construir las cartas descriptivas para talleres con grupos focales, así como los guiones de entrevistas a profundidad y de observación.

El acercamiento inicial con los equipos coordinadores permitió plantear esta investigación y la valoración de la pertinencia para ellos. En Palenque se hicieron tres reuniones para que el tema fuera discutido con la base de los colectivos que integran a los SMT y una vez aprobado, se elaboró un calendario de trabajo conjunto mismo que fue cumplido. En Colombia, con el CIMA se realizaron cuatro reuniones análogas y se acordaron rutas de trabajo que no fueron cumplidas en su totalidad debido al cierre indefinido de las fronteras de Colombia, derivado de la pandemia del COVID-19. Con la Fundación Colombia Nuestra, quedó pendiente un taller.

Se llevaron a cabo seis talleres con grupos focales; en Palenque en tres localidades que son: el Porvenir, Graciano Sánchez y Nuevo Jericó y en el Cauca en tres veredas5 que son Las Mercedes municipio de Popayán, El Carmelo municipio de Cajibío y El Arrayán municipio de Piendamó (Figura 1). Se realizaron ocho entrevistas, cinco en Palenque y tres en el Cauca a campesinos y campesinas en reuniones y sitios de trabajo. La observación participante se llevó a cabo en reuniones de trabajo de los grupos y en recorridos a parcelas/fincas; solares/huertos y en hogares.6 El acuerdo con los grupos fue hacer un trueque, ellos colaboran con sus saberes y sentires respecto al ser campesino y nosotros les compartimos algún conocimiento que les pueda ser de utilidad, ese conocimiento fue a partir de talleres prácticos sobre el uso de la agrohomeopatía para el manejo de plantas y animales. Esto se llevó a cabo en Palenque y el Cauca.

Fuente: elaboración propia, 2021.

Figura 1 Ubicación de las zonas de estudio. 

Tensiones históricas entre los campesinos y los regímenes alimentarios

La forma histórica en la que el modo de producción capitalista subordina al campesino implica una lógica hegemónica;7 esta lógica tiene que ver con las formas históricas de organizar la alimentación y la agricultura a escala mundial a través de los “regímenes alimentarios” que constituyen la manera en que se proveen los alimentos y el ejercicio de poder8 que ello implica (Friedmann, 1993). Esta forma de organizar la agricultura y la alimentación a escala global dirige el establecimiento de una hegemonía del capital sobre los campesinos.

En el primer régimen alimentario, llamado colonizador (1870-1930),9 los alimentos eran producidos de manera intensiva y especializada para abastecer a los obreros urbanos en Europa, aportando con ello al proceso de industrialización; distintas economías latinoamercanas se especializaron en la producción de un solo producto (café, cacao, plátano, azúcar) para responder a la división internacional del comercio. Debido a estas características, este regimen fue de carácter extensivo y un factor responsable de la expansión geográfica del sistema capitalista. En el segundo, denominado intensivo (1950-1970), la sobreproducción de alimentos del norte global es colocada en el mundo a través de esquemas de “ayuda alimentaria” con venta de alimentos a precios por debajo de los costos de producción y la diseminación de paquetes tecnológicos de la revolución verde. En el actual régimen alimentario corporativo (RAC), que data de los años ochenta, se privilegia el papel de la biotecnología, los agroquímicos y la automatización de la producción; la explotación y el despojo de la tierra, el trabajo y la producción se exacerban (Friedmann, 1982; Holt-Giménez, 2018; McMichael, 2005); la robotización de la agricultura 4.0 plantea la sustitución del hombre y el control digital de cada centímetro de tierra cultivada (Mooney, 2019).

Esta forma histórica de tratar la agricultura y la alimentación ha demostrado su ineficiencia para alimentar al mundo (crisis alimentarias, índices altos de desnutrición, enfermedades ligadas a la forma de alimentación), también al tenor de procesos de exclusión, desigualdad y daños ambientales al planeta.10 La pandemia del COVID-19 y recientemente el conflicto Rusia-Ucrania han profundizado la crisis del RAC, estamos frente a una nueva crisis alimentaria mundial11 y los pronósticos derivados de su gran interconectividad no son halagüeños.12 La contradicción principal del RAC está en su propia configuración: altas tasas de ganancia concentradas en pocas empresas por un lado y, hambre, desigualdad y deterioro de la base material bajo la cual se reproduce, por el otro. Estas contradicciones se hacen más evidentes por la pandemia del COVID-19, dado que las comorbilidades están directamente relacionadas con la forma de alimentación y también la explosión misma de la pandemia tiene que ver con la forma industrial de producir alimentos (Wallace, 2020).

El agotamiento del RAC está dando lugar a escenarios complejos de reestructuración y pone de manifiesto la necesidad de recuperar la centralidad del campesino como sujeto capaz de construir sistemas alimentarios de base territorial (Ramírez-Miranda y Ayala-Sierra, 2018). En el actual momento de inflexión los campesinos, pueblos indígenas y afrodescendientes, encarnan diversos movimientos de reivindicación, de lucha por un cambio económico real, por la soberanía alimentaria y la autonomía territorial;13 en contraparte, en el discurso todavía hegemónico del RAC, la agroindustria y una renovada base tecnológica siguen siendo las respuestas a la crisis.

Campesinos en el siglo XXI

A contrapelo de las prescripciones del RAC, que consideran a la gran empresa corporativa agroindustrial como la imagen de la productividad y la competitividad, la agricultura campesina se caracteriza por su gran diversidad y su alta capacidad de recuperación, fundamentalmente relacionada con la base de recursos propios que se reproducen permanentemente (Van der Ploeg, 2020). La base de esos procesos de reproducción incluye elementos biológicos y sociales que se expresan en aspectos materiales y simbólicos; representan la esfera económica, política y social de la vida campesina (Ávila-García y Ramírez-Miranda, 2015).

En contraste con la meta-interconexión característica del RAC, “dos mil 500 millones de personas -casi todas ellas habitantes del Sur global- obtienen parte o la totalidad de sus alimentos del pequeño comercio local o de vendedores informales que se surten directamente de campesinos” Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (Grupo-ETC, 2017, p. 14). Holt-Giménez (2018, p. 4) subraya que “más del 70% de los alimentos del mundo son producidos por pequeñas granjas familiares en menos del 25% de las tierras cultivables del planeta, esto incluye el 10% de los alimentos producidos en predios urbanos”. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO, 2019) indica que el 90% de las granjas de agricultura familiar producen más del 80% de los alimentos que consumimos globalmente.14

Definiciones de lo campesino

La construcción de un concepto general que defina al campesino se ha relacionado con la interrogante sobre su futuro en la sociedad capitalista y muestra distintos matices que transitan entre persistencia, cambio y fin de los campesinos. Los estudios clásicos destacaron la importancia de comprender al campesinado a partir de su estructura y dinámica interna, así como de su inserción en un sistema social mayor (Chayanov, 1974; Shanin, 1976); las tipologías también han sido parte de estos estudios, ya que “las investigaciones empíricas demandaban cierto ordenamiento conceptual en el que las tipologías constituirían el recurso teórico más expedito” (Tocancipá-Falla, 2005:, p. 24). En torno a la mencionada interrogante principal, el debate mexicano entre campesinistas y descampesinistas fue un referente en América Latina (Feder, 1977).

En un esfuerzo por teorizar lo campesino, Van der Ploeg (2010) postula un resurgimiento campesino a partir de rupturas del RAC que han dado lugar a procesos de continuidad entre antiguos y nuevos campesinos, y a la aparición de nuevas formas de agricultura campesina a partir de la restructuración de relaciones mercantiles y no mercantiles. El hecho es que en el siglo XXI no existe consenso académico al respecto, aunque la diversidad campesina sí parece tener cierta aceptación en tanto está ligada a contextos históricos específicos que refieren un entorno ecológico, social y económico diferenciado (Bartra, 2002, 2020; Contreras-Román, 2021; Devine et al., 2020).

El establecimiento de la categoría campesino también forma parte del quehacer de los movimientos sociales; para la Vía Campesina “la definición de ´campesinxs´ incluye a las personas que cultivan la tierra para producir alimentos, lxs pescadorxs, lxs pastorxs, lxs trabajadorxs agrícolas, lxs sin tierra, lxs trabajadorxs migrantes, lxs trabajadorxs rurales indígenas, de diversas identidades, géneros y grupos de edad”;15 en el Movimiento de Pequeños Agricultores (MPA) de Brasil se afirman campesinos con una discusión centrada en el trabajo familiar. El Coordinador Nacional Agrario de Colombia y el Comité de Integración del Macizo Colombiano (CIMA) hacen referencia a la identidad propia campesina (Saade-Granados, 2020; Da Silva, 2014). Una consideración crítica respecto a la construcción de la categoría campesino al interior de los movimientos sociales, es que a menudo estos esfuerzos de conceptualización gravitan en torno al propósito de ganar adeptos y plataformas políticas.

El mundo campesino se ha transformado mediante múltiples y diversas interacciones con los procesos de modernización agrícola que los diferentes regímenes alimentarios le han impuesto. En estas interacciones ha destacado su alta capacidad de adaptación a la incertidumbre y a ecosistemas extremadamente diversos y cambiantes. El resultado es un complejo proceso de cambios y continuidades en cada fase histórica del capitalismo, es decir en cada régimen alimentario que lucha por adecuar al campesinado a sus necesidades.

Persistencia campesina

Al interrogarse sobre las razones de la persistencia campesina y de su estrecha relación con la pobreza, Boltvinik explica que “el capitalismo no puede existir en forma pura en la agricultura sin la oferta de mano de obra estacional y barata de campesinos […y que] un campesino está obligado a vender su trabajo estacionalmente solo si es pobre” (2020:74). Hewitt (2018) destaca que al “hablar” con campesinos del mundo -sea cual sea su posición estructural en el mundo capitalista mayor-, se encontrará una relación estrecha con la tierra, que es su hogar familiar, en donde se funda su identidad, es el refugio en los peores momentos, lo que explica también su persistencia.

La persistencia campesina tiene que ver con elecciones para construir-reconstruir sus sociedades con base en cubrir necesidades propias y buscando autonomía. No está dada solamente porque resulta funcional a la agricultura capitalista, también por sus imaginarios sociales, tradiciones y prácticas culturales y su apego al territorio. En esta existencia genera actividades no mercantiles que son la base de su reproducción social y una barrera para el dominio total de la agricultura capitalista (Barkin y Lemus, 2020; Bartra, 2020; Holt-Giménez, 2018; Leff, 2020).

Este artículo se suma a las aportaciones de Chayanov (1974) respecto a que el campesino opera con racionalidades dirigidas a satisfacer el bienestar de la familia; también se subraya la contribución de Shanin respecto a su permanencia, sintetizada en su frase clásica: “día a día, los campesinos hacen que los economistas se lamenten, que los políticos suden y que los estrategas maldigan, destruyendo sus planes y profecías” (Shanin, 1983, p. 274). El campesino es vigente sí, en su aportación a la producción de alimentos a la sociedad, pero su importancia radica también en que reproduce diversidad social y natural, valores de uso y no solo de cambio (Bartra, 2002). La permanencia del campesinado es un hecho político, económico y social; por ello es importante mirar al campesino no solo con relación al sistema dominante, sino también en su propia racionalidad, “implica asumir que lo campesino toma múltiples formas que se gestan dentro de condiciones históricas específicas, se territorializan de determinadas maneras, se producen de forma relacional y ocurren en el marco de luchas profundas” (Devine et al., 2020, p. 12). Se requiere pensar los procesos de diferenciación y las estrategias de reproducción campesina en sus propios términos, y no solo como procesos de descomposición (Scalerandi, 2010). La actualidad campesina está en sus luchas abiertas, en el reclamo por tierras-territorio y una reforma agraria integral, también en lo oculto, lo camuflajeado (Scott, 2016); implica defender un modo de vida donde las decisiones están mediadas por un modo de producción capitalista que por un lado los requiere y por el otro los obstaculiza, pero también por una lógica interna que les ha permtido conservar su especificidad, su racionalidad.

Identidad campesina

La configuración de lo campesino en el siglo XXI guarda una relación con la identidad, con las relaciones sociales basadas en nociones de pertenencia a la tierra y con relaciones parentales complejas; “aun cuando económicamente no dependan de la actividad agrícola, los campesinos mantienen su identidad desde lo social y cultural, e incluso, lo político” (Zamora Lomelí, 2015, p. 25); desde su concepción, ser campesino va más allá de lo que hacen (González et al., 2021, p. 6). Las identidades no son estáticas, varían con el tiempo, se retraen o se expanden según las circunstancias y, a veces, habiendo desaparecido una forma identitaria puede resurgir (Giménez, 2007, p. 201). Se trata de esa movilidad en las identidades que hacen referencia al campesino como sujeto histórico, donde los modos de identificación han variado a partir de identidades atribuidas por un régimen que insta una forma de ser y, de identidades construidas o reivindicadas por el propio campesinado; de ahí que la identidad es considerada aquí como un proceso relacional, estratégico y posicional. Desde esta perspectiva, las identidades “emergen en el juego de modalidades específicas de poder y, por ello, son más un producto de la marcación de la diferencia y la exclusión que signo de una unidad idéntica y naturalmente constituída” (Hall, 2003, p. 18). Este acercamiento permite subrayar el carácter político de las identidades.

Las identidades son históricamente creadas por ensamblajes de discursos y prácticas […] es pensada como un conjunto de prácticas culturales compartidas y enraizadas […] es vista en términos de las diferencias creadas por la historia; este aspecto enfatiza el volverse antes que el ser, el posicionamiento antes que la escencia, y la discontinuidad cultural, así como las continuidades. […] anclada en prácticas y formas de conocimiento “tradicionales”, y como un proyecto siempre cambiante de la construcción cultural y política (Escobar, 2007, p. 25).

Desde el argumento de esta investigación interesa analizar cómo las identidades campesinas hacen parte de la capacidad que tiene este sujeto histórico para mantenerse vigente. Las identidades campesinas soportadas en racionalidades diferentes al modo de producción capitalista, quedan así traducidas en luchas y resistencias tanto desde la cotidianidad como en movimientos a diferentes escalas. Según Giménez (2005, p. 7-8) la identidad “está inscrita dentro una teoría de los actores sociales […], se trata de un atributo relacional y no de una ‘marca”. Las identidades necesitan de lo que está afuera para consolidarse, para demarcarse de lo que no es.

Lo que está fuera del ser campesino son reglas, instituciones, discursos, que giran alrededor de la modernidad capitalista; pero es fundamental, como dice Silva Prada “rescatar la narrativa centrada en la capacidad de resistencia de los campesinos […] en contravía de las miradas descampesinistas y marginalistas que solo captan la negatividad, incapacidad y pobreza en estas comunidades” (2016, p. 641). La identidad en esta perspectiva no solo refiere a la diferencia y a la pertenencia, hace alusión a la desigualdad y la dominación ligadas a la confrontación de jerarquías económicas, sociales y políticas por las cuales el campesino ha recorrido su historia (Restrepo, 2007, p. 27).

Resultados y discusión. El sentipensar de campesinos en México y Colombia

Las voces de campesinos del municipio de Palenque, Chiapas, México y del Departamento del Cauca, Colombia, constituyen el referente empírico para dialogar con ellos su sentir-pensar.16 Proponemos como ángulo para observar las identidades campesinas una perspectiva descolonial en que las relaciones sociales están mediadas por el poder como “una relación social de dominaciónexplotación-conflicto por el control de cada uno de los ámbitos de la experiencia social humana: trabajo-recursos-productos; sexo-recursos-productos; subjetividades-recursos-productos; autoridad colectiva-recursos-productos” (Quijano-Obregón, 2019:23). Lo anterior queda de manifiesto en las disputas multidimensionales que se verifican en las zonas de estudio.

En Palenque, de manera general se pueden observar tres grandes paisajes que corresponden a diferentes usos de la tierra: pastizales, maíz y palma de aceite. El cultivo de maíz, que en 2020 ocupó 42,255 hectáreas, que representa el 15% de la superficie del municipio, tiende a perder terreno frente a la palma de aceite que pasó de poco menos de 4 mil hectáreas en 2003 a cerca de 9 mil hectáreas en 201817, constituyéndose en el cultivo que más creció en la entidad en la última década (Castellanos-Navarrete, 2018, p. 10). La ganadería, que en 2016 usufructuaba un poco más del 40% de la superficie ocupada del municipio18 es otra actividad que recientemente tributa al vector agroindustrial, pues algunos ganaderos han decidido cambiar una parte de la superficie dedicada a pastos, para dedicarla al cultivo de palma africana. En la historia contemporánea de esta zona, la disputa territorial expresa la reconfiguración continua del modo de producción capitalista. En los primeros años del siglo XX y aun en el periodo desarrollista que concluyó con la década de los setenta, la disputa fue por el acceso a la tierra y los actores en conflicto fueron los campesinos, el estado, los ‘rancheros’, ‘finqueros’ y las empresas madereras. A partir del giro neoliberal la tierra sigue siendo el elemento central de la disputa, pero los mecanismos tienen que ver con lo que Harvey llama ‘acumulación por desposesión’ donde predominan formas ‘legales’ pero no legítimas de agricultura por contrato, renta de tierra por hasta 50 años y la venta de tierras ejidales. La disputa es también de orden inmaterial, simbólica, que implica desterritorializar las formas de estar, hacer, aprender, ser campesino (García-Ángel y Ramírez-Miranda, 2022). Destaca que en el municipio el control territorial por parte del crimen organizado es cada vez más referido por las comunidades rurales; el cartel Nueva Generación es el que reclama esta zona que abarca más allá del municipio (Entrevista personal Diácono de Palenque. Septiembre 2021).

En el Departamento del Cauca su economía está basada principalmente en la producción agrícola, especialmente fique, caña de azúcar, caña panelera, café, papa, maíz, yuca, frijol, tomate, mora y espárragos; la ganadería y sus derivaciones de productos cárnicos y lácteos también es relevante y la piscicultura ha ido ganando espacio (Becerra y Mosquera, 2021, p. 10-11). La tensión entre el espacio rural y el urbano ha sido una constante histórica, considerando fenómenos tan complejos como el desplazamiento forzado y el conflicto armado, que contrastan con las migraciones orientadas y la expansión de los cultivos de coca y amapola (Tocancipá-Falla, 2005, p. 30). Como parte de la disputa territorial frente al modo de producción capitalista que se expresa principalmente en la expansión de los monocultivos de caña de azúcar, eucalipto y pino agenciada desde el sector empresarial, las comunidades campesinas proponen no solamente acceso a tierras y formalización de la propiedad, sino además la consolidación de distintas figuras territoriales, como las Zonas de Reserva Campesina (figura reglamentada en la Ley 160 de 1994) y, en años más recientes, la figura de los Territorios Agroalimentarios, impulsada por las organizaciones campesinas que forman el Coordinador Nacional Agrario (CNA) (Rojas, 2015, p. 101-102).

Tanto en Palenque como en el Cauca el avance de la agroindustria monocultivadora es un hecho documentado; en esos espacios los campesinos han generado respuestas diversas con una racionalidad que a menudo resulta difícil de comprender en el contexto de la modernidad capitalista. En ambos casos los campesinos se muestran diversos en los mecanismos para su reproducción social: algunos dependen de la exportación de sus productos, como el café en México y Colombia; otros participan en actividades del turismo, o como productores de materias primas para la agroindustria, o bien como trabajadores asalariados; también abastecen los mercados locales-regionales y se incorporan a otros oficios, como albañiles, jardineros choferes, entre otros.

La relación con la tierra

En el dialogar sobre lo que significa ser campesino, el trabajo con la tierra es fundamental, ahí se materializan las enseñanzas de padres y abuelos, se observa y se experimenta, se disfruta el silencio, se comparten saberes (Tabla 1). Desde lo subjetivo y lo simbólico, este lazo tiene afirmaciones que enfatizan y denotan también el lazo material de esta relación con la tierra.

Tabla 1 Lazos con la tierra. Campesinos en Palenque, Chiapas, México y Cauca, Colombia 

Palenque, Chiapas, México Cauca, Colombia
Gusto por el trabajo con la tierra Estoy muy honrada de vivir en el campo y producir mis propios alimentos
Tienes un lugar dónde trabajar. Los hombres tienen su lugar y las mujeres también Se aprende con el ejemplo de la familia, primero viendo, después cogiendo la pala y sembrando, hasta que uno aprende de todo
El trabajo se planea En el campo se trabaja con nuestras matas, ya sabemos qué hacer
Vivir en el campo es tranquilo, no hay ruido La tierra nos da libertad, paz y tranquilidad
Es felicidad, es lo más bonito que hay Aire puro, felicidad
La tierra es lo más importante, pero también se trabaja en la que no es de uno. Poner en práctica lo que nos enseñaron nuestros padres, a trabajar con honestidad y honradez
La madre tierra hay que respetarla, ella nos da comida y si no le regresamos nada pues no se vale La tierra no solo es para producir, también para conservar lo que nos da.
No nos morimos de hambre Se tiene todo a la mano, alimentos propios
No depender de nadie para comer El campo brinda todo lo que el ser humano necesita para vivir
Acá está el agua, el oxígeno que dan los arboles El campo es el pulmón del mundo
Se vive con los animales, las hojas, los árboles Es magia y es vida

Fuente: elaboración propia, 2021.

En esa relación con la tierra, se le reconoce como proveedora de alimentos, medicina, agua, árboles, suelo; la que necesita trabajo constante; la que concede tranquilidad, seguridad y libertad; es la convivencia con otros seres. La tierra no es únicamente un lugar de trabajo, es la manera en cómo las territorialidades -elementos de apropiación y significado- le dan cabida a una forma de ser, de estar, de trabajar.

Tenemos de los trabajos más importantes, es el trabajo con la tierra, algo muy importante dentro de nosotros que es convivir con la naturaleza, ella es la madre. Cuando estaba chiquito, mi papá me regañaba si daba un machetazo así nomás, decía que es lastimarla, si vas a utilizar el machete que sea con un sentido, no por gusto (E2Jo. 25 septiembre 2019.).

Las referencias de la relación con la tierra denotan naturalidad y contundencia sobre una relación íntima, amorosa que sobrepasa la acción productiva realizada; no es solamente de uso, es de bienestar, de libertad, de seguridad y de cuidado; no es de carácter individual ni unidireccional. Hay diferentes intensidades de los atributos a esa relación, no se pretende ofrecer una visión homogénea, se trata de contribuir a comprender ese lazo con el sentipensar de los campesinos. En la agricultura capitalista, la relación con la tierra se reduce a su explotación para aumentar la productividad, es el “capital natural” mediante el que se puede competir, la tierra es una mercancía. Desde esta racionalidad se insta a sustituir el nombre campesino por el de agricultor familiar, pequeño agricultor, emprendedor, entre otros; mientras que, desde los movimientos sociales, se está trabajando con intensidad para reforzar esa relación intima con la tierra, en tensión permanente con el despojo (agricultura por contrato, usufructo de tierras, cambio de uso de suelo, pérdida de la propiedad social, latifundio, entre otros). En esta tensión gravitan las identidades impuestas hegemónicamente a la forma en que lo campesino se debe expresar, y las identidades que se construyen al interior del campesinado “Imagínese que la tierra lo es todo, es magia, es amor, es comida, es trabajo, hasta cuando uno se muere es importante, porque ella a una la recibe” (E7Ai. 3 marzo 2020).

El trabajo campesino

En los talleres se pudo observar una característica importante y es que al socializar las actividades en las que están inmersos los participantes hicieron la siguiente reflexión “Y pensar que todo eso hacemos los campesinos y no nos valoramos, no nos damos cuenta que sabemos hacer muchas cosas (T3NJ, T4LM, T5EC. 12 noviembre 2019, 4 marzo y 9 marzo 2020).

Tabla 2 Descripciones respecto del trabajo campesino 

El trabajo campesino en Palenque, Chiapas, México El trabajo campesino en El Cauca, Colombia
• Se sabe cosechar varias cosas y también criar animales. Ahora también hay varios oficios que se hacen, como atender tienda, hacer pan, tocar teclado, chofer, vender nuestros productos, y cuando se sale, se hace de todo como albañiles, jardineros, jornaleros, etc. • Hay conocimientos para cultivar muchos productos, para criar también muchos animales y también para oficios como transformar productos, vender productos u otros como carpinteros, albañiles, etc.

Fuente: elaboración propia, 2021.

Ellos se saben diversos en sus múltiples actividades productivas, pero eso no significa que dejan de ser campesinos, recordemos que de esta capacidad de actuar fuera de la unidad doméstica dio cuenta Chayanov19. Esta capacidad es una estrategia obligada que obedece a procesos históricos por los cuales la población del campo ha visto deterioradas sus condiciones de reproducción (Ávila-García y Ramírez-Miranda, 2015, p. 68), sin embargo, en la globalización neoliberal, esta capacidad es motivo de formulaciones que orientan formas de entender el mundo rural a través de enfoques como la “nueva ruralidad”, donde lo campesino se escinde de su vigencia social, política y productiva.

Un elemento coincidente en los talleres fue el orgullo de trabajar por cuenta propia, con la familia, donde no hay que seguir órdenes de nadie, no hay que rendir cuentas a nadie y el trabajo es por el gusto de mantener a la familia y el dinero es para que la familia tenga lo que no puede dar la tierra: “En el trabajo no se siguen órdenes y normatividades de tener patrón” (T5EC. 9 marzo 2020); “Aquí nadie me da órdenes o me trata mal, no como cuando trabajas para algún patrón; aquí el trabajo se planea conforme nos enseñaron nuestros padres y como viene el clima” (E1G. 21 agosto 2019). En palabras de Bartra, lo anterior tiene un importante significado:

Los campesinos andan sueltos, a diferencia del obrero, a su aire y por su pie, sin duda dependen del capital, y en última instancia le rinden su trabajo, pero ni el tiempo, ni el modo, ni el ritmo, ni la intensidad de su quehacer están predeterminados por el autómata fabril; en la parcela disponen de algunos medios de trabajo y laboran por su cuenta y esta libertad es el caldo de cultivo de pensamientos peligrosos, de malas ideas (Bartra, 2018, 24m18s).

En efecto, si bien la hegemonía capitalista ha legitimado y privilegiado el trabajo asalariado, se puede observar en lo expresado por los campesinos, que se da otro significado al trabajo, uno que no se ajusta a la imagen dominante de trabajo equivalente a empleo. Es ese trabajo, lo que Ceceña, (2014, citado por Marañón, 2019, p. 255) refiere al entender la producción y el trabajo como espacios de libertad y goce en los que se establece relación con otros sujetos como el maíz y las aves, entre otros; el trabajo como un ejercicio de reafirmación de la vida. En este sentido, la labor campesina “concentra una serie de elementos que no solo permiten visualizar la forma en cómo el individuo resuelve y da sentido a su vida, también el cómo se percibe a sí mismo como campesino” (Vázquez-Garcia, Ortiz-Torres, Zárate-Temoltzi y Carranza-Cerda, 2013, p. 8). El trabajo campesino no asalariado invita a una vía de reflexión en torno a la construcción de un proceso de humanización donde el trabajo, despojado de la lógica del capitalismo, pueda generar dignidad y no ser un mecanismo de enajenación subordinado a la acumulación del capital.

Ser campesino

Ser campesino entrama un significado profundo, ahí hay historia, lucha, conocimientos, ilusiones, retos y temores. Sobresalen palabras como gusto, sembrar, amor, sangre, que refieren a ese lazo íntimo con la tierra, pero también a dejar claro que lo campesino se lleva en la sangre, es de herencia. También hay contundencia al decir que sí se puede dejar de ser campesino y es porque te dejas cambiar, disciplinar.

“Ser campesino se lleva en la sangre, no se puede renunciar”; “si vamos a trabajar a la ciudad de todas maneras eres campesino”, “es irrenunciable, aunque vivas en los estados”; “hay campesino de práctica y hay campesino de corazón”; “mi raza es campesino” (T1EP, T2GS y T3NJ. 20 agosto, 24 septiembre y 12 noviembre 2019).

“Nunca dejaré de ser campesina, me siento orgullosa de serlo”, “no se puede dejar de ser campesino, el campo arraiga”, “el mundo tiene que saber que aquí estamos”, “nunca se deja de ser campesino, se lleva en la sangre”, “me gusta que me digan campesino” (T4LM, T5EC y T6FP. 4, 9 y 10 marzo 2020).

El ser campesino implica un compromiso con su mundo, pero no se trata de la subjetividad individual, pues “toda relación social tiene una cara y dimensión perceptible de forma externa y una cara o dimensión perceptible solo de manera mental […] subjetiva […] la dimensión de la subjetividad-intersubjetividad es constitutiva de la existencia social” (Quijano-Obregón, 2019, p. 27), ahí las identidades se construyen-deconstruyen-reconstruyen.

Ellos vislumbran la pérdida de la direccionalidad del ser campesino, cuando hablan de “dejarse disciplinar”, aquí hay referentes en los supuestos de la modernidad y el progreso. En el discurso de la modernización la enajenación evoca un mundo de estándares de productividad, competitividad, éxito. El RAC se sostiene de esta enajenación construida con los aparatos ideológicos del Estado, las grandes corporaciones y su capacidad comunicativa; esa forma estatal que ha conducido a la sociedad a la lógica de la competitividad global (Millán, 2019; Ramírez-Miranda, 2011). “Sí se acaba lo campesino si nos dejamos disciplinar por ideas diferentes; a algunos les están cambiando la mente la televisión, la radio, ahora el internet” (T3NJ. 12 noviembre 2019).

Dentro del RAC se ha intentado convertir al campesino en una figura lastimosa al que el gobierno debe dar asistencia, bajo la consideración de que la agricultura campesina no es viable. La desvalorización del campesino es constante en ese discurso y está presente en sus percepciones. “Es difícil cambiar al campesino, no creemos en nosotros mismos, no somos disciplinados, el Estado no nos voltea a ver” (T5EC. 9 marzo 2020); “Pues sí hay pobreza aquí entre nosotros, no a todos nos tocan los programas que el gobierno trae, la gente si no hay dinero de por medio no quiere participar” (T2GS y T3NJ. 24 septiembre y 12 noviembre 2019).

Si bien el concepto de pobreza alude al ingreso insuficiente para adquirir bienes y servicios para satisfacer necesidades, así como a carencias sociales, en el modo de producción capitalista la creación permanente de nuevas necesidades es condición para mantener el crecimiento económico; en esta lógica, las necesidades son infinitas, pues de otra manera el sistema capitalista se derrumbaría (Caballero, 2019). Con esto no se intenta decir que no hay carencias, solo dimensionar que las necesidades creadas por efecto de la modernidad han sobrepasado por mucho las necesidades básicas que el trabajo campesino puede solventar y la percepción de pobreza con esos estándares se normaliza.

El discurso del RAC se sigue sosteniendo, se siguen naturalizando la desposesión, el trabajo asalariado y el productivismo. El campesino lleva a cuestas ese discurso, por lo que cabe preguntarse ¿Cómo se sienten los campesinos al saber que el resto del mundo los ve como pobres, como los que viven en condiciones infrahumanas, como proletarios errantes? o también ¿Cómo a pesar de llevar a cuestas esta forma de ser percibidos y en muchos casos asumirse con esas características, siguen presentes en el siglo XXI? Desde el argumento de esta investigación las identidades campesinas son uno de los factores de su permanencia y vigencia, entendiendo que las identidades no solo son afirmadas, sino también atribuidas, asignadas por identidades dominantes o hegemónicas, que en muchos casos son naturalizadas al punto de universalizarse (Restrepo, 2007, p. 28). La pobreza y el atraso representan una parte de la fuerza dominante en la asignación de identidades que se llegan a naturalizar en los discursos campesinos y representan también los retos en la construcción y reconstrucción identitaria: “los de afuera nos ven como pobres, pero en realidad no lo somos porque tenemos agua, tierra, tranquilidad, salud” (T4LM.4 marzo 2020). Las identidades gravitan en esa tensión.

En esta construcción, deconstrucción y reconstrucción de identidades campesinas y haciendo eco de sus percepciones, es inoperante reemplazar la categoría campesino por otras como pequeños productores o agricultores familiares, empresarios rurales o minifundistas; estas etiquetas “reducen la vida de una persona a un aspecto y la convierten en un ‘caso’ […], producen un tipo de realidad que no es la del campesino, […] hace olvidar a la gente los orígenes de sus mediaciones históricas” (Botero, 2010, p. 159). Este intento de remplazo deviene del discurso hegemónico que mutila el sentido político que da contenido a las identidades; por ello debe entenderse que las identidades son reflejo del poder hegemónico en el cual los grupos subalternos se deben expresar; pero también son un sentido del ser campesino que se expresa en una forma de vida desde los lazos íntimos con la tierra, la colectividad, la importancia de la familia y el trabajo.

Ante sus voces, renombrarlos carece de todo sentido. El argumento para hacerlo deriva del intento que el capital hace por franquear los límites en los que no ha podido ingresar, aquellos donde no todo es mercancía, donde en el centro está la vida, la familia y el territorio. En este nombrarse no solo está presente la agricultura, también su inserción al mercado por diferentes vías, el trabajo familiar y colectivo, la herencia de los conocimientos y saberes, la satisfacción de saberse autónomos y la seguridad de nunca dejar de ser campesinos.

La persistencia campesina forma parte de esa tensión en la cual sus identidades gravitan desde las asignadas por el RAC, que sitúa al campesino y le impone formas de expresión, hasta sus propias construcciones identitarias de lucha y resistencia. Dicha tensión está ligada al hecho de que el campesino “no sigue la lógica capitalista de la valorización y […] no depende totalmente del mercado capitalista; la perspectiva campesina trasciende los activos monetarios y además incluye su acervo social, cultural y político como estrategias para su reproducción cotidiana” (Ávila García y Ramírez Miranda, 2015, p. 67 y 68). En este trabajo afirmamos que el tiempo y el espacio modifican imágenes, narrativas e historia -que es la forma de construir identidades- y, desde esta mirada las voces escuchadas refieren a esa modificación en lenguaje, discursos y prácticas, pero también a elementos que, a pesar de los cambios, permanecen. Son las historias y narrativas las que garantizan la continuidad.

Conclusiones

El suministro de alimentos que los campesinos aportan a la sociedad está ampliamente evidenciado; en esos productos hay experiencia vital, alegría y corazón; se sabe cómo cultivar, criar, experimentar y cuidar la tierra. Los saberes históricos se expresan en su actuar político y ahí los campesinos siguen siendo protagonistas en diferentes escalas. En estos conocimientos, saberes y sentires, las identidades campesinas forman parte de su estar y actuar, en constante tensión con esa imagen estática que el régimen alimentario ha legitimado y que lo reduce a un elemento de su reproducción social y, a un sector de la población al que se debe brindar asistencia.

Las construcciones identitarias que en el tiempo y el espacio se han modificado refieren a diferentes racionalidades con las que los campesinos se han diferenciado; se puede hablar de una racionalidad agraria, una racionalidad económica y en los últimos tiempos, una racionalidad ambiental. Estas racionalidades se han establecido con imágenes del exterior, en momentos históricos específicos, donde diversos actores han contribuido a esa construcción identitaria. Pero también a pesar de los cambios, hay algo que permanece y es esa relación íntima-amorosa con la tierra, el papel fundamental de la familia y la comunidad, la alta capacidad de adaptación a tiempos difíciles y su articulación al modo de producción capitalista del cual forma parte y desde donde es explotado.

El tiempo-espacio modifica las imágenes que construyen identidad, introduce cambios, pero la narración, como parte de la historia, da cuerpo a las identidades y garantiza la continuidad de lo mismo. Esas imágenes y narrativas que construyen identidades, se enmarcan hoy en la hegemonía de un régimen alimentario que se encarga de imponerles una forma de actuar, en tanto que la continuidad basada en las narraciones, historias, son las que han soportado contextos hostiles a un modo de vida campesino que no se ha dejado subordinar plenamente por el modo de producción capitalista.

La persistencia campesina en el siglo XXI expresa las tensiones entre su propia racionalidad y un régimen alimentario que lo insta a modificar su lógica de reproducción; en estas tensiones hay cambios y continuidades, lo campesino se mueve en un proceso dinámico: responde activa y adaptativanente a situaciones de crisis, pero además tiene una estructura, consistencia e impulsos propios que le han permitido mantener una memoria colectiva que se nutre de identidad, arraigo y cultura. Estas identidades y subjetividades que le han permitido ser adaptativo y persistente están llamadas a ser el soporte de propuestas alternativas frente a la nueva crisis alimentaria mundial.

Agradecimientos

A la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad del Cauca por facilitar la vinculación con organizaciones campesinas; al CIMA por compartirme su historia, trabajo cotidiano y esperanzas; a la Fundación Colombia Nuestra por acercarnos a sus proyectos; a los SMT por dejarme ser parte de su caminar hacia un mundo más justo; a la UNACH, a la Universidad Autónoma Chapingo y Conacyt por las facilidades para mis estudios doctorales.

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2Su trabajo está organizado por zonas y procesos regionales en cinco temas articuladores: a) agroambiental, b) derechos humanos, c) voceros y voceras, d) educación y cultura, y e) mujeres macizeñas y jóvenes macizeños.

3Esta figura de Pueblo Creyente no existe en ninguna otra parte del mundo, ni viene de otra parte del mundo. Hace raíz en la historia de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas. Su base y estructura se encuentran en las diferentes zonas existentes en la diócesis. https://www.sipaz.org/enfoque-el-caminar-del-pueblo-creyente-reflexion-y-accion-sobre-los-signos-de-los-tiempos/

4En 1974 se llevó a cabo el Primer Congreso Indígena de Chiapas con una mirada crítica de catequistas y representantes comunitarios para discutir las precariedades del sistema económico y social para sus pueblos. Hubo discusiones previas durante 1973 y 1974, en torno a cuatro temas: a) tierra, b) comercio, c) educación y d) salud, organizadas por los equipos Ch’ol, tzotzil, tojolabal y tzeltal (Lerna Rodríguez, 2015:72-73). La Pastoral de la Tierra constituye una manifestación del movimiento indígena campesino contemporáneo, hasta cierto punto resultado de la organización diocesana de la década de los setenta (Lerna-Rodríguez, 2015).

5Vereda en Colombia, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) refiere a una división territorial de carácter administrativo en el área rural de los municipios, concebida como una agrupación comunitaria caracterizada por la proximidad de residencia de sus miembros. Es sinónimo de localidad para el caso de México.

6Para identificar las fuentes primarias de información se usó el siguiente código: Talleres en Chiapas (T1EP= El Porvenir; T2GS= Graciano Sánchez; T3NJ= Nuevo Jericó). Talleres en el Cauca (T4LM= Las Mercedes; T5EC= El Carmelo; T6FP= El Arrayán) y Entrevistas (E1G= German; E2Jo=Jomar; E3Ja=Javier; E4F=Francisco; E5A=Arturo; E6R=Rodrigo; E7Ai=Andrea y E8C=Candelario).

7Considerando lo que Gramsci refiere: una dirección política que representa la capacidad de una clase dominante de articular con sus intereses los de otros grupos y una dirección intelectual y moral que implica incorporar condiciones ideológicas que deben ser cumplidas para la constitución de la voluntad colectiva (Albarez-Gómez, 2016).

8“El poder está establecido por medios militares, financieros e institucionales […], así como formas de acumulación de capital acompañadas de ideologías desarrollistas” (McMichael, 2016, p. 45).

9La referencia al régimen colonizador alude a un sistema internacional que localizó la producción agrícola especializada en colonias de asentamientos europeos.

10Según Holt-Giménez, esto “ha globalizado la comida chatarra, malgasta los recursos naturales, destruye la agrobiodiversidad, monopoliza el 90% de agua potable y genera el 30% de los gases invernaderos” (2018, p. 7).

12“Los países pobres y los importadores de alimentos enfrentan de nuevo grandes dramas, los países ricos y los exportadores de alimentos también están experimentando escasez específica de alimentos, la pérdida de salidas comerciales, excedentes […] y la necesidad de que el Estado intervenga con miles de millones de dólares o euros para prevenir una parálisis completa” (Van der Ploeg, 2020, p. 946). Rusia y Ucrania exportan casi una tercera parte del trigo y la cebada del planeta y son grandes proveedores de maíz. Rusia es el mayor productor de fertilizantes del mundo https://www.latimes.com/espanol/internacional/articulo/2022-06-18/ap-explica-como-fue-que-ucraniadesato-crisis-alimentaria

13Véase recopilaciones recientes sobre procesos de resistencia en tiempos de pandemia: Hernández García y Medellín (coords). 2022. El campo latinoamericano en tiempos de covid-19. Crisis, escenarios y alternativas. Universidad Autónoma Metropolitana. Quijano Valencia y Corredor Jiménez (comps). 2020. Pandemia al Sur. Prometeo libros.

14Existe un debate en torno a la contribución porcentual que la agricultura campesina aporta a la sociedad, fundamentalmente relacionado con la conceptualización y caracterización de la agricultura familiar y el pequeño productor, aunque siempre partiendo de reconocer su importancia. Véase: Ricciardi et al., 2018 en https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2211912417301293

16Se toma el planteamiento de Arturo Escobar como el arte de sentir y pensar combinando el corazón con la razón.

17Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP). http://infosiap.siap.gob.mx/gobmx/datosAbiertos.php

18Actualización del Marco Censal Agropecuario 2016. https://www.inegi.org.mx/programas/amca/2016/

19“El volumen de la actividad económica […] corresponde a todas las formas de actividad económica de la familia, tanto en la agricultura como en la totalidad de las actividades artesanales y comerciales” (Chayanov, 1974, p. 56).

Recibido: 18 de Febrero de 2022; Revisado: 22 de Abril de 2022; Aprobado: 10 de Junio de 2022

Autora para correspondencia: María Cristina García-Ángel. Dirección electrónica: chispuela@hotmail.com

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