Introducción
Relación entre ambiente/salud y conformación socio-productiva de la provincia de Santa Fe
El avance que aquí se presenta y que actualmente se encuentra en curso hasta fines del año 2020,1 indaga una problemática que, hasta el momento, ha sido poco estudiado en forma interdisciplinar. Son escasos los estudios que aunan en un mismo diseño, no solo las problemáticas relacionadas con los cambios ambientales, precipitados en estas últimas décadas por la inclusión de nuevos sistemas productivos a gran escala, sino también la repercusión de estas problemáticas en la conformación de las representaciones sociales que sobre el riesgo poseen los grupos afectados; específicamente los grupos de poblaciones menores a 5,000 habitantes.2
El proyecto general pertenece al campo disciplinar de la salud pública, la medicina social y la antropología médica y ecológica (Brown y Barret, 2009), estos, desde diferentes enfoques y concepciones sobre el ambiente, han estudiado la relación de los sujetos con él y las relaciones de este con la salud y la calidad de vida. En ellos, se parte de considerar que “la relación del hombre con la naturaleza y del ambiente con la salud, también inciden directamente sobre la calidad de vida del hombre” (Baldi y García, 2005, p. 10). Las representaciones sociales como categoría teórica central del proyecto cuentan con un gran alcance para el análisis de dicha relación. Estas se conciben teóricamente como una ligazón entre el sujeto y el ambiente; ellas son la manera en la cual los grupos hablan de lo que los rodea (Durkheim, 1992). En tal sentido, una representación social siempre remite a un objeto real, pero desde una forma de percepción selectiva, la cual puede ser mágica (el mundo es un todo) como sucede en los pueblos originarios, o puede ser analítica (el mundo es una sumatoria de partes) como sucede entre los integrantes de nuestras culturas occidentales y en la ciencia moderna (Staffolani, 2018). Categorizar los elementos que forman parte de una situación de la realidad, genera que ante la toma de decisión sobre la aplicación o no de una nueva tecnología productiva se establezcan jerarquías o preferencias, como sucede a la hora de priorizar el cuidado de la salud o el mantenimiento del capital económico (este último bajo el lema de la clásica ecología-política del desarrollismo). Al respecto de la validez del uso de las representaciones sociales como categoría teórica, ya han sido utilizadas anteriormente en investigaciones del campo ambiental-sanitario, en estudios de polución del ambiente principalmente en poblaciones urbanas (Trimano y Emanuelle, 2012; Ursino, 2012; Rodríguez de Ávila y Paba, 2013; Porras, 2016) y también en procesos de salud-enfermedad (Girardo-Mora, 2009; Monteza, Vera y Gálvez, 2014; Staffolani y Enria, 2018).
Ciertamente, las representaciones sociales contienen las formas en las que se percibe la realidad histórica y cotidiana. Al arribar a conclusiones derivadas del análisis de las percepciones (que viven y sientes los sujetos) es necesario contemplar la amplitud de circunstancias (momentos históricos, sistemas de producción imperantes, existencia de políticas públicas, etc.) e intereses (económicos, productivos, inmobiliarios y de clases) que los atraviesa, así como la incertidumbre que podrían provocarles (Auyero y Swistun, 2007). La percepción del riesgo ambiental, si bien imposible de universalizar (Marris, Langford, Saunderson y O’Riordan, 1997), ha sido objeto de numerosos estudios. En los Estados Unidos (Solé y Cruz, 2000) algunos recalcan que en la percepción de riesgo la injerencia de factores cualitativos (Thacker et al., 1996; Marris et al., 1997) como la percepción de amenaza para generaciones futuras, es importante.
Debido a la incidencia diferencial que tienen las circunstancias e intereses que señalamos anteriormente, lo estadísticamente definido en el análisis de la percepción de riesgo pasa a un segundo plano y resulta prioritario atender a la información de la que se alimenta el proceso cognitivo que se realiza a través y dentro de la interacción interpersonal, de la misma manera que los juicios o valores que condicionarán las decisiones (Burns y Slovic, 1992).
El riesgo percibido se genera a través de creencias o experiencias, así como el riesgo “objetivo” se estima en base a modelos, por lo que, aunque se sustente en teoría y técnica, en última instancia es -al igual que el percibido- solo una descripción fundada de la realidad (Rohrmann, 1998; Peluso, 2003). Es posible que algunas de las razones por las cuales existen pocos estudios sobre la percepción del riesgo (Lupton, 1999; Tulloch y Lupton, 2003) puedan ser las dificultades de dar cuenta de los procesos multidimensionales que se hallan detrás de la ponderación del riesgo que las diferentes sociedades realizan de su medio ambiente.
Durante la revisión de estudios del campo del riesgo, se observó que las preguntas más frecuentes son ¿Cómo los sujetos perciben diferentes riesgos? y ¿Cómo los diferentes factores influencian estas percepciones? Algunos ejemplos son los estudios de la percepción de riesgo sobre el uso de hidrógeno como fuente de energía de Rob Flynn, Paul Bellaby y Miriam Ricci (Flynn, Bellaby y Ricci, 2006).3
El riesgo, como categoría social, se ha convertido en la expresión de un cambio en el entendimiento y en la relación con el ambiente: cada vez se encuentran menos implicadas las categorías de dioses o Dios y más aquellas que depositan la responsabilidad en lo humano (Bernstein, 1997). Y, efectivamente, como categoría social, la percepción de riesgo es un proceso de construcción poco evidente, que revaloriza el rol de la participación comunitaria como necesaria dentro de la investigación sobre el riesgo (Klinke y Renn, 2002).
La deriva de la innovación productiva en la Argentina
La Región Centro Argentina (RC) está conformada por tres Provincias (Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba) con un total de 7,739,407 habitantes, viviendo en comunidades predominantemente rurales -según la OCDE de menos de 5,000 habitantes, < 100 habitantes por km2- más del 50 % de su población (Instituto Nacional de Estadística y Censos, 2010). En ella, la actividad agrícola se ha expandido considerablemente durante la segunda mitad del pasado siglo y los primeros años del presente, hasta la actualidad. La actividad agraria en Argentina tiene cien años, principalmente en la región pampeana, y su impacto ambiental ha sido significativo, especialmente sobre la distribución territorial y los cambios antropogénicos introducidos (Viglizzo, Pordomingo, castro y Lertora, 2003; Montico, 2013; Rótolo, Montico, Francis y Ulgiati, 2014).
Durante la década de 1980, se inició un proceso de profunda transformación económico-política liderada por el sector agrario. Esta transformación estuvo signada por la adopción a gran escala de nuevos cultivos y métodos de siembra que provocaron, en relativamente poco tiempo, un gran aumento en la capacidad productiva de los suelos. En Argentina, la transformación se basó en tres pilares: la producción de soja tradicional (cuya introducción se sitúa en la década de los ochenta del siglo XX), la siembra directa (o también llamada agricultura de conservación, sistema traído del vecino país Chile, y que se expandió a partir de los noventa) y la biotecnología (principalmente aplicada a la producción de agro-químicos y fertilizantes que comenzó a florecer en torno de 1995 junto a la soja transgénica). La Argentina cuenta con el 20 % de las hectáreas cultivables del mundo, se encuentra solo un puesto por debajo de los Estados Unidos (que cuenta con el 21 %) y comparte el segundo lugar con Brasil (Kassam et al., 2012). Es decir, Argentina y especialmente la RC (universo de estudio de este proyecto) se encuentran dentro de los tres países que, a nivel mundial, cuentan con más tierras cultivables. Ante estos datos, no es posible desatender la necesidad de producir estudios sobre el impacto amplio en las poblaciones que provocan las transformaciones del manejo ambiental.4
Juntamente a esta transformación agrícola, se produjo otra gran transformación en el sector ganadero; específicamente en el modelo de establecimientos, ahora denominados feedlot.5 La mayor proporción de estos establecimientos se encuentran ubicados en la RC, cerca geográficamente de las plantas de faena y los grandes centros urbanos de consumo (Robert, Santangelo, Albornoz y Gastón, 2009). La elevada carga animal que promueve este tipo de establecimiento produce alto retorno de excretas al suelo con exceso de nutrientes y, por tanto, riesgo de contaminación del suelo, cursos de agua superficial y subterránea, también de la atmósfera -por emisión volátil de amoníaco y dióxido de carbono- y grandes cantidades de orina con desechos nitrogenados que se filtra por el suelo contaminando las napas (Domingo, Picone, Videla y Maceira, 2013). Estas transformaciones, aún no completamente estudiadas en la totalidad de sus dimensiones, son de suponer que impactaron en el modo en que las poblaciones, en su mayoría desde la dependencia económica y laboral, ponderan y experimentan actualmente el riesgo a su salud.
Con respecto a la situación de salud y cáncer en Argentina y, específicamente en la RC, se puede indicar que para el año 2017 la tasa ajustada de mortalidad (TAM) por cáncer para el total país era de 118 por 100.000 para varones y de 87 para mujeres. Existen disparidades de estas TAM entre las provincias argentinas variando desde 81 para varones en Jujuy y 66 para mujeres en Catamarca y hasta 147 para los primeros en La Pampa y 112 las segundas (en la provincia de Tierra del Fuego). Cuando se ven cifras departamentales dentro de cada provincia, también se observan disparidades muy significativas, observándose muy por debajo o muy por encima de las medias provinciales, particularmente en las del núcleo pampeano en el que se encuentra la RC. (Instituto Nacional del Cáncer. INC, 2020). La evolución de las TAM en general por cáncer, a nivel nacional, se han visto en progresiva disminución, mientras que en algunos niveles provinciales se han incrementado (Bertone, Pujol, Álvarez y Eleonora, 2012; Oliva, Montico, Di Leo y Fleitas, 2019). Esta disparidad expresa, posiblemente, características diferentes en las condiciones socio-económicas, en las ambientales y/o en los hábitos poblacionales en términos de tabaquismo y consumo de alcohol; si bien los sistemas de salud oncológicos son similares en todo el territorio nacional.
Diseño para el conocimiento de la percepción y las representaciones.
Los objetivos generales que guían el proyecto son lograr una descripción de las representaciones sociales sobre el impacto de factores ambientales de riesgo que afectan a la salud de poblaciones rurales de la RC y analizar los comportamientos de cuidado de la salud sustentados por estas representaciones sociales en las poblaciones inmersas en dichos escenarios de transformación.
El diseño metodológico del estudio se encuadra dentro de los estudios de caso múltiple (Montero y León, 2007; Landini, Beramendi y Vargas, 2019) cualitativos (Smith, Cebulla, Cox y Davies, 2006) y comparativos; de carácter exploratorio y descriptivo (Sabino, 1986; Hernández, 2007, Borsotti, 2009). Las técnicas que se utilizan para la recolección de información son las entrevistas individuales a profesionales, representantes de la producción y actores sociales reconocidos; las entrevistas grupales (grupos focales)6 (Taylor y Bogdan, 1987; Denzin y Lincoln, 2012) y los grupos de discusión (Callejo, 2001).
Se emplea, también, como fuente de información, reuniones plenarias con la comunidad que se realizan al finalizar el trabajo de campo en cada una de las poblaciones y en las que, además de comunicar algunos resultados parciales,7 se propician métodos de contrastación de información. La observación del espacio local a través del recorrido por los ejidos urbanos y periurbanos es otro recurso que se emplea para nutrir el proceso de triangulación8 (Fielding y Schreier, 2001).
La unidad de estudio está constituida por nueve localidades rurales, tres por cada una de las provincias que integran la RC y cada una de estas localidades se incluyen siguiendo el criterio de presentar uno de los siguientes escenario productivo: 1. predominantemente agrario, 2. predominantemente ganadero y 3. mixto: agro-ganadero.9 La información recopilada se analiza y categoriza constantemente (Cornejo, Faudez y Besoain, 2017) a través de la técnica de análisis de discurso (Ricoeur, 1995) buscando la significación (Vasilachis, 2014), rescatando la ponderación del riesgo de los factores, la comparación entre localidades y triangulando con las observaciones. Las poblaciones estudiadas fueron Santa Clara de la Buena Vista (Departamento Las Colonias) con perfil productivo preponderantemente ganadero-tambero, Saladero Mariano Cabal (Departamento Garay) con perfil productivo mixto y Los Molinos (Departamento Caseros) con perfil productivo predominantemente agrícola.
Las poblaciones de la provincia de Santa Fe
La población de Santa Clara de la Buena Vista (3,100 habitantes) es una localidad de origen patricio, pero identitariamente marcada por la llegada de colonos de migración italiana de la zona del Piamonte. Actualmente, su producción se ordena por la ganadería afectada a la lechería, cuenta con 25 tambos, seis de los cuales se encuentran en el ejido urbano, mientras que hace una década existían aproximadamente 50 tambos; feedlots de producción porcina y vacuno, pasturas y granos. Se encuentra ubicada en la zona de deriva oeste de las napas de la provincia de Santa Fe las cuales poseen altos niveles de arsénico (Ente Regulador de Servicios Sanitarios Santafesinos. ENRESS, 1999).
Saladero Cabal (900 habitantes), presenta un proceso histórico asociado a la producción de derivados de carne vacuna que dio gentilicio y fuente laboral a sus primeros pobladores; se aglutinan alrededor del saladero a partir de los últimos años del siglo XIX. Si bien la producción ganadera sigue existiendo en la forma de crianza a campo y pastura, fue complementada con mucha fuerza a mediados del siglo XX por la producción de madera (eucaliptus) y su consiguiente industrialización. En los últimos quince años, ambas producciones han sido remplazadas aceleradamente por la siembra de arroz y su manufactura en forma de grano y harina. Al mismo tiempo, también en las últimas dos décadas, aprovechando su ubicación costera del Río San Javier,10 inició un desarrollo turístico de pesca deportiva sobre la existencia previa de pescadores artesanales.
Los Molinos (2,000 habitantes) forma parte de la denominada zona núcleo agrícola Argentina (Nava, 2006; Huter y Lopez, 2017), esta zonificación es utilizada por su producción agrícola exclusiva, preponderantemente de la oleaginosa soja. Existen también en la zona rural de Los Molinos feedlots que se encuentran a una distancia considerable del espacio urbano, pero en lugares no recomendados ambientalmente por la cercanía de un curso de agua a cielo abierto (Río Carcarañá). Cuenta con un desarrollo industrial importante de pequeñas empresas, poco frecuente en poblaciones como esta, entre las que se destaca una fábrica de robots. El perfil productivo de Los Molinos no ha variado a lo largo de su historia, sí en cambio ha experimentado una actualización tecnológica tanto en la agricultura, como en la ganadería. La localidad se encuentra ubicada en una zona de concentración de arsénico en el agua de napas por encimas de la recomendada en el Código Alimentario argentino (Ley Nº 18284:1969); la localidad también posee una alta densidad de antenas de telefonía celular (Calzada y Sigaudo, 2019) y de tendido eléctrico (Secretaría de Energía de la Nación, 2016).
La conformación de los espacios urbanos de las tres localidades presentan diferencias en a) la cantidad de población dentro del criterio definido por la muestra, b) la conformación histórica, y c) el perfil productivo. Las tres poblaciones cuentan en su ejido urbano y en sus zonas rurales próximas con tratamiento del agua de red obtenida de vertientes subterráneas, un sistema público de educación y salud, empresas y plantas de silos de acopio de cereal y fitosanitarios.
Resultados
Factores de riesgo ambiental percibidos por las poblaciones estudiadas en Santa Fe
Respecto de lo que percibe la población entrevistada sobre factores de riesgo de cáncer, las fuentes sospechadas en Santa Clara de la Buena Vista son el polvillo y olor que desprende el cereal acopiado y su acondicionamiento; olores derivados de feedlots de ganado ovino y porcino; humo por la producción artesanal de ladrillos a partir del uso de madera verde y de la quema en un basural próximo; agua de red sin tratamiento de arsénico u otros elementos contaminantes; y por último, desconfianza del mantenimiento de la planta de ósmosis inversa que potabilizaría el agua que se distribuye entre la población.
Otro elemento vinculado a la percepción de riesgo que se halló fuertemente entre los habitantes de Santa Clara, fue una gran preocupación por el presente y la perspectiva de futuro, específicamente en la dimensión económica. La pérdida y/o fragilidad de la renta agropecuaria deja muchas familias, anteriormente acomodadas, en situación de vulnerabilidad, al mismo tiempo que arrastra a trabajadores rurales y cooperativas que perdieron su empleo y actualmente se encuentran sin posibilidades para encontrar otro; también propicia la ocupación ilegal de viviendas rurales (ocupas) en campos productivos y la disminución de la ganancia neta en el arrendamientos de campos.
Saladero Cabal tiene un perfil socioeconómico disminuido respecto de Santa Clara de la Buena Vista. A partir de la recorrida en terreno y por los relatos preocupados de los informantes se identificó que una parte de la población migró como trabajadores golondrina de otras regiones de Argentina y de países vecinos y actualmente no cuenta con las necesidades básicas satisfechas. En esta parte de la población no aparece el riesgo como perspectiva, dado que su situación previa estaba signada por mayores carencias y, por tanto, asume su realidad como natural.
En Saladero Cabal y como contraposición de la población recientemente arribada a la localidad, existe una polarización con el grupo de pobladores que se identifican como autóctonos. Estos señalan una transformación económica y abrupta a partir de la instalación de un aserradero y de un molino y secadero de arroz (ubicado a menos de cinco kilómetros del ejido urbano). Ambas instalaciones, según los entrevistados, generan polvillo, olor y consecuencias aún no claramente delimitadas de la construcción de tuberías y bombas que toman agua del Río San Javier para facilitar las tareas de siembra y riego del arroz. El agua que se bombea y achica (dependiendo de la pluviosidad ocurrida) con estas bombas y se encauza con la ayuda las tuberías suele retornar por vía superficial y subterránea al mismo Río San Javier pero, según la percepción de los entrevistados, con la suma de aditivos (especialmente productos fitosanitarios) utilizados para la producción del mismo arroz.
Otro aspecto percibido como factor de riesgo y que se encuentra inmerso en la representación social, es la consecuencia social de la desocupación de los trabajadores precarizados y desocupados. En los discursos no se halla preocupación o queja por la calidad del agua de consumo, más allá de que Saladero Cabal se encuentre ubicado en una deriva de aguas subterráneas de la Provincia de Santa Fe que presenta altos niveles de arsénico (ENRESS, 1999).
Los informantes entrevistados de Los Molinos reconocieron a una cantidad excesiva de galpones destinados a estacionamiento de maquinaria agrícola, depósito de granos y agroquímicos que se encuentran en el ejido urbano como factor de riesgo ambiental para su salud. El tránsito de maquinarias pesadas que genera esta existencia dentro de la localidad es percibido como altamente riesgoso para la salud de la población. El personal sanitario entrevistado no identificó, por otra parte, aspectos ambientales potencialmente riesgosos para la población.
Los habitantes de Los Molinos, al igual que los de Saladero Cabal, centran su mayor preocupación en las transformaciones sociales recientes producidas por la ola migratoria desde la ciudad de Casilda (Departamento Caseros) y de otras zonas de Argentina, como las del norte del país. Esta inmigración ha repercutido de forma importante en la percepción de comunidad tranquila y segura que la población sostenía.
Respecto de la calidad del agua, si bien la población entrevistada de Los Molinos comparte las mismas características de las otras dos poblaciones, no es percibida como un factor altamente riesgoso; no tan riesgosa como la actividad de producción de granos asociada indefectiblemente al uso de agroquímicos. Esta última ponderación se sustenta en la representación de que el inicio del uso de estos productos fitosanitarios sería el principal sospechoso de provocar la aparición de enfermedades graves (principalmente cáncer) en la población. Dentro de esta ponderación alarmante, las antenas de telefonía ubicadas en el límite del ejido urbano y en la zona rural contarían con un lugar. A continuación, se describirá con mayor profundidad tres de los factores más recurrentes en la percepción de las tres localidades.
El riesgo percibido en el agua
Para regir el agua de consumo humano, la provincia de Santa Fe cuenta con la Ley Nº 13740, donde en su Artículo 8 menciona que:
El Estado provincial debe garantizar el derecho humano de acceso al agua potable, el cual implica contar con agua suficiente, físicamente accesible y de calidad apta para ingesta humana y usos domésticos, de conformidad con los criterios generales que surgen del Derecho Internacional de los derechos humanos (Ley Nº 13740, 2017, p. 3).
Sin embargo, en cada una de las localidades estudiadas la distribución del agua de consumo humano está a cargo de una cooperativa local de servicios con supervisión periódica del ENRESS. Esta situación genera que pequeñas localidades, como las estudiadas, no cuenten con la capacidad para reducir los niveles arsénico que se encuentran por encima de los recomendados en el Código Alimentario argentino (Ley Nº 18284, 1969). De hecho, sin el apoyo económico de niveles superiores del Estado (provincial o nacional) para afrontar los costos derivados de la construcción de las plantas de tratamiento de agua capaces de disminuir el nivel de arsénico y de otros elementos como metales pesados, nitratos o agroquímicos -y que son considerados potencialmente perjudiciales para la salud- los municipios o comunas de las pequeñas localidades estudiadas de la Provincia de Santa Fe no pueden garantizar agua totalmente libre de estos elementos para su población. Este hecho se traduce en encubrimientos u omisiones que aún así son conocidas tanto por vecinos, autoridades y profesionales de la salud; así es que las sospechas que poseen la población, sobre la calidad del agua, se mantienen como una percepción de riesgo naturalizada.
Fue posible reconocer que la confianza en la calidad del agua de consumo aumenta en la medida que ésta no cuenta con elementos físicos y biológicos visibles, esto favorece que la práctica de filtrado y uso de cloro sea frecuente entre la población. Esta práctica es enarbolada en el discurso de los funcionarios públicos como el estándar del agua segura. Ante la posibilidad de que sea necesario buscar en el agua de consumo otros elementos presentes en la naturaleza (como el arsénico) o vertidos por prácticas humanas (como las de la actividad productiva agropecuaria o ganadera) la confianza en la seguridad del agua no se ve afectada y la población entrevistada se encuentra remisa ante dicha posibilidad.
En el análisis de la representación sobre la forma en la que el consumo doméstico puede ser riesgoso, hallamos que solo el consumo por vía oral y no así el dérmico (Programa Nacional de Prevención y Control de Intoxicaciones, 2020) cuenta con esta ponderación. El consumo dérmico no es ponderado como una práctica de riesgo aún si su consumo se lleve a cabo por parte de un gestante, un niño o un adulto.
Lo que implica la representación sobre el potencial riesgo o no de los modos de consumo se traduce en una resistencia a dedicar mayores recursos económicos (en este caso familiares, público ya se trató anteriormente) para asegurar la calidad del agua al interior de las viviendas (filtrado de toda el agua que se utiliza, tratamientos en tanques de agua, etc.). Percibir el agua como un factor de riesgo a la salud, solo en la práctica de consumo vía oral condiciona que las tácticas (De Certau, 1996) para reducir la exposición a este riesgo percibido estén exclusivamente direccionadas hacia la compra de agua mineral o beber el agua que reparten algunos municipios o comunas en bidones.
Como se ha visto, en los comportamientos y percepciones asociados a la representación del agua como factor de riesgo a la salud, existen ciertas incongruencias que descansan en procesos empíricos, pero por, sobre todo, cognitivos. Por una parte, confían en la calidad de agua y los métodos utilizados para potabilizarla (como antes se señaló, esta confianza se basa en la prueba visual de la ausencia de partículas en el agua), pero por otro, son reticentes a indagar en la confiabilidad de los métodos utilizados para potabilizarlos, limitando el proceso de indagación cognitiva en el reposo sobre el argumento: al agua la analizan. Respecto de otros factores percibidos como potenciales contaminantes del agua (agroquímicos, feedlot, desechos industriales, basurales o cementerio) no se halló motivación para que, por medio de la inversión en delimitar, relocalizar, o eliminar dichos factores, se promuevan ambientes más saludables11 (Haglund, Nilstun, Smedby, Westrin, 1991).
El riesgo percibido en el aire
El uso de agroquímicos, la quema de basura en los espacios periurbanos, el polvillo que genera el acopio y procesamiento de cereales y el feedlot de vacunos, cerdos o aves, nos lleva al aire como otro factor percibido de riesgo y necesario de analizar. El olor putrefacto, la acumulación de polvillo en las casas y ropa y el color oscuro del humo, son factores que la población de las localidades estudiadas asocian directamente con el riesgo, sobre todo cuando su percepción va acompañado simultáneamente con la aparición de patologías de emergencia y sintomatología rápida (problemas dermatológicos, respiratorios o alergias); no ocurre lo mismo con los casos de cánceres, que tienen una evolución con lapsos de tiempo más largos. En el análisis de los discursos de los entrevistados de las tres localidades se reconoce una vaga asociación entre los casos de cánceres y factores ambientales. Los casos de cáncer, preponderantemente, son vinculados a factores genéticos, estilos de vida nocivos y particulares y fatalidades fortuitas. Depositar el riesgo de padecer cáncer a factores individuales o fortuitos, deslinda la responsabilidad que puede encontrarse en la producción colectiva de ambientes no saludables.
Cuando se cuestiona la inocuidad del sistema productivo de la localidad o su posible vinculación con las afecciones de salud nombradas por los entrevistados se observa claramente cómo la ponderación del riesgo disminuye a favor de sostener la dinámica económica, sin diferenciar sectores sociales o actividad.
Se aclara las afecciones de salud debido a que el concepto de salud contenido en las representaciones sociales sobre el riesgo de factores ambientales tiene el significado de atención de la enfermedad (Staffolani, 2018), en tal sentido no se observa una preminencia de la representación de salud como cuidado o promoción de la salud (es decir, acciones que eviten o reduzcan el riesgo de enfermar). El significado de salud se encuentra destinado al control de patologías. Es en este significado de salud y que, se halló de forma regular en las localidades estudiadas, en el que descansa las decisiones individuales y colectivas del continuo ambiente-salud. Este significado, es coherente con la utopía moderna (Woolgar, 1991; Lizcano, 2006) que ubica en el conocimiento científico la solución futura de todas las problemáticas, incluso las sanitarias, sin límite o consecuencias no deseadas.
El riesgo percibido en el ambiente socio-psicológico
A lo largo del trabajo de campo realizado hasta el momento ha surgido un factor que no tiene una expresión en el ambiente químico, físico o biológico, sino en el psíquico. Percibido como riesgo ambiental a la salud, el malestar individual psíquico que padecen los integrantes de estas pequeñas localidades y que remiten, según los entrevistados, principalmente a conflictos en las interacciones sociales, comienza a visualizarse como potencial impacto negativo en la salud (Arbizu, 2000; Sirena, Sánchez y Camps, 2006) Este factor es aquí simplemente enunciado, ya que se reconoce que actualmente se cuenta con una primera aproximación limitada para poder describirlo con mayor profundidad. En este sentido, el trabajo aquí presentado posee la limitación de ser el resultado de un análisis provisorio y de una parcialidad de las unidades de estudio que integran el total del estudio.
Conclusiones
La encrucijada entre el desarrollo y la salud: lo micro, el espacio de la disputa y la omisión.
Las representaciones sociales sobre los factores de riesgo medio ambiental a la salud de las poblaciones analizadas de la Provincia de Santa Fe, hasta el momento se estructuran desde una percepción de matriz analítica. Esto quiere decir que la realidad es conceptualizada como una sumatoria de elementos que interactúan entre sí bajo una relación causal. Al amparo de este formalismo, las hipótesis se organizan en función de lo que ven (observación empírica) y la percepción de lo cotidiano está marcada por la necesidad y los intereses individuales (color y olor del humo, polvillo, gusto del agua, entre otros que se han señalado aquí).
En las localidades estudiadas, la productividad y el trabajo en la población que depende o ha dependido de un sueldo, se priorizan por sobre la salud. Los casos de patologías que podrían relacionarse con determinantes ambientales -si bien existe un impacto diferencial cuando son casos cercanos- se naturalizan como un precio que, indefectiblemente, hay que afrontar. Las representaciones sociales analizadas denotan que entender la salud colectiva como una meta a alcanzar puede constituir un freno al desarrollo.12
En Santa Fe, los hallazgos dan cuenta parcialmente que, más allá del reconocimiento de los factores de riesgo, la dificultad se establece en la posibilidad de encontrar un ámbito donde dirimir la encrucijada (Beck, 1998) entre esta ponderación de la salud y el sistema productivo que actualmente genera la mayoría de los ingresos económicos. Desde el punto de vista ambiental, como señalamos anteriormente, las poblaciones de menos de 5,000 habitantes estudiadas poseen una morfología espacial homogénea. Esta característica pareciera condicionar el siguiente hecho en Santa Fe: la esfera social se encuentra en estrecha conjunción con la estructuración de las funciones y distribución de roles.
Hasta el momento se identificó, también, la limitación en las poblaciones estudiadas para desempeñar funciones económicas/políticas por fuera de la venta y compra de fuerza de trabajo. La sumatoria entre estas limitaciones, la escasa distancia espacial y las relaciones afectivas y consanguíneas que existen con el sector productivo representan, para los entrevistados, obstáculos para alcanzar el ambiente que idealizan. Encauzar un proceso de cambio, es visto desde una visión no sin conflictos, y que en lo inmediato generaría una disminución en las ganancias (parciales o totales) de los dueños de los medios de producción o, indefectiblemente, una baja en los ingresos y/o pérdidas de puestos de trabajo.
Quienes en principio podrían ubicarse por fuera de esta encrucijada (Beck, 1998) (docentes, médicos, enfermeros, funcionarios o empleados comunales, etc.), no lo logran en su totalidad, no sólo porque ellos podrían tener otras participaciones paralelas en el sistema productivo de la localidad, sino también porque familiares o amigos serían los perjudicados.
Esto nos remite a la particular ecología-política de concebir los recursos de la naturaleza y el desarrollo, que determina la marcha del Estado y condiciona la salida de un modelo exclusivamente extractivista o, como se denomina actualmente, neoextrativista (Gudynas, 2012). Hasta el momento la información recopilada sugeriría que en este tipo de pequeñas poblaciones de parte de la RC (la Provincia de Santa Fe) de Argentina se conforman ambientes sociales con carácter de encrucijadas trágicas (Ulloa, 1995) que impiden el surgimiento de terceros de apelación como recurso para dirimir los riesgos ambientales sanitarios percibidos por la población. Y que como se sospecha, podría ser un factor generador de sufrimiento psíquico en las pequeñas poblaciones.