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Estudios sociales. Revista de alimentación contemporánea y desarrollo regional

versão On-line ISSN 2395-9169

Estud. soc. Rev. aliment. contemp. desarro. reg. vol.29 no.54 Hermosillo Jul./Dez. 2019  Epub 30-Abr-2020

https://doi.org/10.24836/es.v29i54.799 

Artículos

Construcción social de la soberanía alimentaria por la organización campesina OCEZ-CNPA en Chiapas, México

Social-construction of food sovereignty by the peasant´s organization OCEZ-CNPA in Chiapas, Mexico

Julissa Gómez-Núñez* 
http://orcid.org/0000-0003-2842-3729

Emanuel Gómez-Martínez** 
http://orcid.org/0000-0002-9527-7672

Helda Morales*** 
http://orcid.org/0000-0001-7583-2125

Virginia González-Santiago* 
http://orcid.org/0000-0002-9726-7136

Katrin Aiterwegmair**** 
http://orcid.org/0000-0003-0683-608X

*Universidad Autónoma Chapingo.

**Universidad Autónoma Chapingo. Posgrado en Ciencias en Desarrollo Rural Regional. Dirección de Centros Regionales Universitarios (DCRU) sede Chiapas. Diego de Mazariegos 85, La Merced, San Cristóbal de Las Casas, 29240. Chiapas, México, Tel. (52 / 967) 6780896 y 6782939 ext. 106.

***El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), México.

****Doctorante en El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), México.


Resumen

Objetivo:

Analizar la soberanía alimentaria como proceso social y con base en un estudio de caso en La Trinitaria, Chiapas.

Metodología:

Se aplicó una metodología de sistematización participativa de la experiencia de capacitación en agroecología en el Centro de Formación de Aprendizaje para el Desarrollo Campesino e Indígena (CEFADECI), escuela popular en la que los integrantes de la Organización Campesina Emiliano Zapata-Coordinadora Nacional Plan de Ayala (OCEZ-CNPA) se han capacitado desde 2008. La metodología incluyó talleres, entrevistas cualitativas, recorridos y reuniones con campesinos de cinco comunidades rurales del municipio La Trinitaria, Chiapas. Se aplicó la tipología de procesos agroecológicos de Glissman para analizar las distintas etapas en las que se encuentran los campesinos en su proceso de construcción de la soberanía alimentaria.

Resultados:

Ente los resultados del estudio destacamos la caracterización del proceso de construcción de la soberanía alimentaria con aprendizajes que podrían ser tomados en cuenta para masificar la agroecología y la soberanía alimentaria y los retos que enfrentan las organizaciones campesinas para lograrlo.

Limitaciones:

Entre los límites de este artículo está que la metodología de sistematización de experiencias puede incluir recomendaciones para mejorar procesos organizativos que no necesariamente serán tomadas en cuenta por los integrantes de las organizaciones sociales.

Conclusiones:

Entre las conclusiones a las que se llegaron se destaca que la estrategia de construcción social de la soberanía alimentaria podría mejorarse con un programa de capacitación y producción de insumos agroecológicos.

Palabras clave: alimentación contemporánea; organización campesina; movimientos sociales; soberanía alimentaria; agroecología; acciones colectivas

Abstract

Objetive:

Is to analyze food sovereignty as a social process, based on a case study in La Trinitaria, Chiapas.

Methodology:

A participatory methodology was applied to analyze the experience of the popular school “Learning Center for Peasants and Indigenous Development” (CEFADECI, by their acronyms in Spanish), where members of the Emiliano Zapata Peasant's Organization-Plan de Ayala National Coordination (OCEZ-CNPA) have being trained in agroecology topics since 2008. The methodology included qualitative interviews, transects and meetings with peasants of five rural communities in La Trinitaria municipality, in Chiapas. The Glissman's typology of agroecological process was used to analyze the different stages that the organization members are in their social construction of food sovereignty.

Results:

We highlight the social process and strategies to scale out agroecology for the construction of food sovereignty and the difficulties faced by the peasants to achieve it.

Limitations:

Within the limits of this paper, is that the systematization of experiences can include recommendations to improve organization process, but not necessarily have been taken into acount by the militants of social organizations.

Conclusions:

Among the conclusions are reached stands that the food sovereignty social construction's strategy can be improving whit an agroecological training and production program.

Keywords: contemporary food; peasant organization; social movements; food sovereignty; agroecology; collective actions

Introducción

La política neoliberal ha profundizado el abandono de la producción campesina y ha conllevado a la pérdida de la soberanía alimentaria con graves consecuencias para la población rural (Rubio, 2014). Las medidas neoliberales caracterizadas por la desregulación, privatización y libre comercio han ocasionado que gran parte de la agricultura dependa de la industria, contribuyendo a la actual crisis socio-ecológica planetaria (Rosset y Martínez, 2016). La acumulación del capital ha degradado las condiciones productivas, los recursos naturales, las fuentes de agua y la biodiversidad (Ayala, Schwentesius, Almaguer y Márquez, 2014).

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social registró que en el periodo 2012-2016 las personas en situación de pobreza pasaron de 53.3 a 53.4 millones, lo que representa al 43 % de la población total de México (Coneval, 2016). Chiapas es el estado con la mayor cantidad absoluta y relativa de pobreza del país. En el municipio de La Trinitaria, donde se ubica nuestro estudio de caso, el 87 % de la población total se encuentra en situación de pobreza. En cuanto a carencia alimentaria, para el mismo año, el 31.10 % de la población presentaba dificultades para acceder a la alimentación (Coneval, 2015).

Ante esta problemática es necesario sistematizar procesos sociales que impulsan una agricultura sustentable capaz de garantizar una soberanía alimentaria, que disminuya los problemas sociales, económicos y ecológicos. En este sentido, algunas organizaciones sociales han implementado estrategias para hacer frente a estos grandes problemas, especialmente para lograr la soberanía alimentaria, entre ellas, identificamos el caso de la Organización Campesina Emiliano Zapata-Coordinadora Nacional Plan de Ayala (OCEZ-CNPA), con sede en Chiapas.

La OCEZ-CNPA Chiapas y sus esfuerzos para construir la soberanía alimentaria

La OCEZ-CNPA es una organización campesina que ha implementado diversas estrategias en contra de la exclusión, explotación y marginación que padecen los campesinos de Chiapas. Agrupa cerca de mil militantes entre hombres y mujeres, en su gran mayoría campesinos, de 40 comunidades de siete municipios del estado: La Trinitaria, Chicomuselo, Frontera Comalapa, Amatenango de la Frontera, La Grandeza, Siltepec, Motozintla, Escuintla, Mazatán, Tapachula, Tuzantán, Huixtla y Ángel Albino Corzo (mejor conocido como Jaltenango).

La organización surgió en 1979 como Coordinadora Provisional de Chiapas, con sede en Venustiano Carranza. Posteriormente, en 1982 se constituyó oficialmente como OCEZ, y en el mismo año participó en la fundación de la Coordinadora Nacional Plan de Ayala (CNPA), una alianza nacional de varias organizaciones campesinas que al 2019 tenía representación en 30 estados de la república mexicana.

En sus orígenes, las acciones de la organización se enfocaban a las demandas por el acceso a la tierra, por los servicios públicos y, de manera general, hacer frente a la opresión y represión por parte del gobierno (Harvey, 1999). Esta organización se dedicó a las luchas agrarias y participó en el reparto de tierras en la coyuntura de 1994-1995 por el levantamiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) (Villafuerte, 2002). Un principio básico del trabajo político y social de la OCEZ-CNPA ha sido el establecimiento de alianzas. Por ello, formó parte de la Coordinadora de Organizaciones Autónomas del Estado de Chiapas (COAECH, 2000-2009), del Movimiento de Organizaciones Indígenas y Campesinas Mesoamericanas (MOICAM, 2001-2009), de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo-La Vía Campesina (CLOC-LVC; 1995-2010) y de los movimientos nacionales “El Campo no aguanta más” (2003-2005), “Sin maíz no hay país” (2008-presente) y actualmente es parte del Movimiento Campesino Plan de Ayala Siglo XXI y del Movimiento de Escuelas Campesinas. Estas alianzas nacionales e internacionales propiciaron espacios de aprendizaje que contribuyeron a la reorientación de la agenda de la OCEZ-CNPA hacia la soberanía alimentaria con base agroecológica.

A partir del año 2000, la organización inicia su proceso de construcción de la soberanía alimentaria a través del discurso movilizador en diversos espacios sociales, esto con el fin de sensibilizar sobre temas de importancia acerca de la alimentación, el medio ambiente y el sistema sociopolítico. Desde el 2006 han intensificado estos esfuerzos, primero con la implementación de ferias de semillas de maíz y derivados. En 2008 se concentran en un espacio físico de capacitación, conocido como el Centro de Formación y Aprendizaje para el Desarrollo Campesino e Indígena (CEFADECI) en Santa Martha, La Trinitaria, Chiapas e inician un proceso de formación de promotores en agroecología. En esta fase de reorganización, en 2012 se restructuran los ejes de trabajo de la organización para quedar como sigue: 1) Educación y cultura, 2) Soberanía alimentaria, 3) Agroecología, 4) Poder popular y 5) Economía local. En 2015, con el fin de fortalecer su proceso de aprendizaje agroecológico, impulsan vínculos con profesores y estudiantes de los siguientes centros de investigación: Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH), Universidad Autónoma Chapingo, El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) y el Instituto Tecnológico de Comitán.

A pesar de sus esfuerzos e inversión material, simbólica y cognitiva, el objetivo de llegar a una soberanía alimentaria aún dista de alcanzarse. Esto se debe a una serie de retos que dificultan avanzar en la apropiación práctica de la agroecología, cuyo análisis es el objetivo de este artículo. La pregunta que guió la investigación fue: ¿Cuál ha sido el proceso de construcción colectiva de la soberanía alimentaria con base agroecológica entre las familias de la OCEZ-CNPA ubicadas en el municipio La Trinitaria? Esta pregunta se trabajó a través de un estudio de casos con grupos de trabajo en cinco comunidades del municipio de La Trinitaria, cercanas geográfica y sociológicamente en cuanto a tamaño de la población rural campesina, actividades productivas con base en la agricultura, condiciones de suelos sedimentarios y clima cálido con bajas precipitaciones. En cuanto a la educación formal, destacan en este municipio los bajos índices de educación formal, que muestran un alto rezago educativo.

Metodología

La metodología aplicada para el levantamiento y el análisis de la información fue participativa e incluyó procesos de diálogo con los integrantes de la organización y la autorreflexión por medio de preguntas de análisis colectiva. Se utilizaron técnicas de observación participante en reuniones, asambleas, foros, capacitaciones, congresos y encuentros regionales, nacionales e internacionales. La OCEZ-CNPA participó en el proyecto internacional de educación popular con el nombre Sistematización de Experiencias en Aprendizajes Agroecológicos (Systematization of Agroecological Learning Experiences-SALE), en cooperación con el Instituto Paulo Freire de Austria y la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF) en el periodo 2016-2018, permitió la investigación colectiva de la propia experiencia agroecológica vivida.

Además, durante seis meses, se llevaron a cabo estancias de dos a tres días con cada familia campesina que ha participado en los programas de capacitación agroecológica. Para profundizar en los principales problemas de la producción agrícola, se realizaron recorridos en las parcelas de los principales promotores formados por la OCEZ-CNPA y se hicieron entrevistas semiestructuradas a dos dirigentes y a ocho campesinos (cuatro mujeres y cuatro hombres) reconocidos por la organización por sus innovaciones en la agroecología. Para contrastar la información se entrevistó a cinco campesinos de la misma organización que trabajan la agricultura con agroquímicos.

Para analizar la sostenibilidad de las parcelas visitadas, se aplicó una evaluación con diez indicadores: fertilidad de suelo, manejo de pendientes, disponibilidad del agua, uso y cuidado del agua, acceso y reproducción de semillas nativas o criollas, control biológico de plagas, uso de insectos benéficos, manejo de malezas, presencia de animales silvestres, prácticas para evitar la deforestación y manejo de policultivos. Esta herramienta de diagnóstico fue diseñada con base en planteamientos de Gliessman et al. (2007), Altieri y Nicholls (2002) y Morales et al. (2011). Posteriormente, se sistematizaron los datos registrados y se agrupó el manejo que hacen los campesinos en sus parcelas de acuerdo a los cinco niveles de transición agroecológica (Gliessman, et al. 2007). Esta metodología permitió identificar los retos que enfrentan las familias de la OCEZ-CNPA en la construcción de la soberanía alimentaria y se sistematizó la experiencia a partir de tres ejes de análisis: ecológico-productivo, socioeconómico y sociopolítico. A continuación, se sintetizan los resultados.

Soberanía alimentaria con base agroecológica

La soberanía alimentaria ha sido impulsada por La Vía Campesina (LVC), una red internacional de 182 organizaciones en 81 países (LVC, 2018) que promueve un modelo de producción campesino con base en la agroecología como propuesta política para erradicar el hambre y garantizar una alimentación nutritiva y sustentable para todos los pueblos. LVC considera la agroecología como el único camino pertinente, viable y éticamente admisible para lograr la soberanía alimentaria (LVC, 2015). Se entiende la soberanía alimentaria como el derecho de los pueblos, las naciones o países a definir sus formas de producción, distribución y consumo de sus alimentos y a gozar de una alimentación culturalmente apropiada, con calidad y en cantidades suficientes para llevar una vida sana, que garantice la dignidad humana (LVC, 2003). Implica también el derecho a la participación campesina en la definición de las políticas públicas que apoyen el modelo de producción diversificado con principios agroecológicos (Sevilla y Soler, 2010).

La agroecología es una ciencia que emerge de un campo transdisciplinaria en el cual confluyen las ciencias sociales, los estudios agrarios y las ciencias naturales, así como las experiencias, prácticas y saberes indígenas y campesinos (Cuéllar y Sevilla, 2009). Además de ser una ciencia, la agroecología es una práctica y un movimiento social (Wezel et al., 2009) constituido por campesinos, consumidores y ambientalistas, quienes se apoyan en postulados políticos y éticos que les permiten proponer condiciones de equidad, solidaridad, competitividad e igualdad (Altieri y Toledo, 2010) con enfoque de género y sustentabilidad ambiental (García y Soler, 2010).

Por lo tanto, la agroecología, desde su concepción holística, es un modo de ser, de vivir y de producir de manera diversificada. La soberanía alimentaria con base agroecológica busca mejorar la calidad de vida a través del reconocimiento del campesinado como sujeto colectivo transformador, capaz de mejorar sus condiciones ecológicas, productivas, socio-económicas y socio-políticas. Tanto la soberanía alimentaria como la agroecología requieren de procesos de construcción social a través de metodologías participativas de educación popular e investigación-acción participativa. La educación popular no trata de transferir conocimientos, sino de crear las posibilidades de generarlo, se basa en el diálogo horizontal respetuoso entre saberes y seres diferentes, cual se realiza mediante métodos interactivos (Freire, 1997).

En el proceso de educación popular realizado a través del proyecto SALE, los campesinos participantes reflexionaron y sistematizaron su práctica y sus concepciones sobre la soberanía alimentaria y la agroecología. En un ejercicio grupal en el primer taller de SALE, el 26 julio de 2016, se definió la soberanía alimentaria como la libertad del campesino “de decidir qué se va a sembrar, cómo lo va a conservar, dónde y cómo lo va a vender.” Otro equipo complementó la definición anterior diciendo que alcanzar la soberanía alimentaria es “ser autosuficiente, tener alimentos en cantidad y de calidad para el consumo de la familia y no depender de las empresas de agroquímicos o de semillas”. Un tercer grupo señaló que la soberanía alimentaria se basa en “los conocimientos y buenas prácticas de producir y consumir alimentos sanos, a través de utilizar todos los métodos de conservación de semillas y del suelo, e impulsar y diversificar el sistema Milpa.”

Respecto a los retos con que se enfrentan los campesinos en este camino de transición y transformación, el problema más mencionado fue la transición del manejo convencional del agroecosistema con base exclusiva en insumos externos, a uno que permita mantener la productividad “sin degradar su base de recursos” (Gliessman, 2002, p. 303). Los campesinos entrevistados coinciden con los autores citados al resaltar el riesgo de reducir el rendimiento en comparación con la producción convencional.

De acuerdo con Gliessman y Rosemeyer (2010), después de unos años críticos el agroecosistema debería recuperar los niveles de productividad que tenía en el manejo convencional anterior, y en el mejor caso, aún superarlas, lo que han logrado algunos promotores agroecológicos en la OCEZ-CNPA. El tiempo que tarda el agroecosistema en recuperar su productividad es crítico para los campesinos porque es determinante para el éxito o fracaso (Gliessman y Rosemeyer, 2010). La transición hacia un agroecosistema más diversificado y equilibrado es un proceso lento, con base en la integración y complementación de elementos agroecológicos y así mejorando la dinámica y reciclaje de nutrientes, la eficiencia en el uso de energía y la productividad total del agroecosistema (Gliessman et al., 2007).

Para emprender y analizar el proceso de transición, se han propuesto cinco niveles de transición a un sistema alimentario sostenible. Nivel 1: Incrementar la eficiencia de prácticas convencionales para reducir el consumo y uso de insumos costosos, escasos o ambientalmente nocivos; nivel 2: Sustitución de insumos sintéticos por otros alternativos u orgánicos; nivel 3: Rediseño del agroecosistema de forma tal que funcione sobre las bases de un nuevo conjunto de procesos ecológicos; nivel 4: Establecer relación más directa entre quienes producen y los que consumen los alimentos; y nivel 5: Erigir un nuevo sistema alimentario global basado en la equidad, la participación, la democracia y la justicia, que ayude a restaurar y proteger los sistemas de soporte vital de la tierra de los que todos dependemos (Gliessman, 2015).

Mientras las primeras tres etapas describen un desarrollo lineal de la transición agroecológica de un agroecosistema, los dos últimos niveles se encuentran en otra escala de carácter global, político, ético y transdisciplinario (Gliessman y Rosemeyer, 2010). Los primeros tres niveles, que Gliessman ya había publicado con anterioridad (Gliessman, 1996), pueden ser considerados como etapas que orientan la transformación gradual de la unidad productiva. A lo largo del tiempo, y ante la reivindicación de la soberanía alimentaria por parte de los movimientos sociales en la década de 2000, Steve Gliessman reconoció que los factores que condicionan la transición van más allá de la unidad productiva y, por lo tanto, ahora enfatiza que la construcción de un agroecosistema sostenible tiene que ser pensada desde la transformación del sistema alimentario global.

Transición a la agroecología

Las experiencias agroecológicas de las familias de la OCEZ-CNPA se ubican en los traspatios y las parcelas, con superficies que oscilan entre una y dos hectáreas y el principal cultivo es maíz (Zea mays) de temporal y otros productos con menor volumen como calabaza (cucúrbita), frijol (Phaseolus vulgaris), chile (Capsicum annuum) y tomate (Physalis philadelphica). Las parcelas se encuentran circundadas por predios de monocultivos con manejo convencional.

En las parcelas visitadas se observó la implementación de las siguientes técnicas agroecológicas: reciclaje de nutrientes, estrategias de conservación de suelo y agua (norias o pozos profundos), alta agrobiodiversidad y uso de semillas nativas y criollas. La identificación de 14 variedades de maíz1 se considera como un resultado notable de las diez ferias de semillas que ha organizado la OCEZ-CNPA. Además, a través de las ferias de semillas nativas de maíz, han fomentado la recuperación de los alimentos y saberes tradicionales, visto como parte de la identidad cultural y campesina.

Las prácticas de las y los campesinos entrevistados y visitados se sitúan en los tres primeros niveles de transición de Gliessman (2014). Dado que los niveles 4 y 5 de transformar las relaciones económicas se refieren a un contexto global que está más allá del dominio de la familia campesina, no se tomó en cuenta para el diagnóstico.

El 39 % de los entrevistados son practicantes de la agricultura convencional, por lo que no se consideran en transición agroecológica. Existe una amplia utilización de productos sintéticos. Sin embargo, se sigue sembrando mayoritariamente con semillas nativas o criollas. Quienes están en esta posición por el momento no tienen el interés de dejar de utilizar los insumos externos debido a la decadencia de la fertilidad del suelo, lo que genera una dependencia a los agroquímicos. Cabe señalar que, dichas personas no han recibido la formación agroecológica, pues consideran que “nadie les va a enseñar cómo trabajar la tierra” (Entrevista a Ersilio López, octubre de 2017).

Nivel 1. En este nivel se encuentra el 23 % de las parcelas de campesinos, quienes practican la agricultura de monocultivo con una mínima cantidad de insumos químicos (Urea, CO [NH2] 2 y herbicida glifosato), con el objetivo de dejar de utilizarlos paulatinamente. La escasa cobertura de cultivos en la tierra ha ocasionado que los suelos tiendan a erosionarse fácilmente y a aumentar la incidencia de malezas que afectan la capacidad de producción de las parcelas e imposibilitan el desarrollo sano del maíz. Sufren frecuentes ataques del gusano cogollero (Spodoptera frugiperda) y poca disponibilidad de agua de lluvia y en consecuencia tienen poca productividad.

Nivel 2. En este nivel se considera al 15 % de los campesinos porque han dejado por completo los agroquímicos. Sus tierras se encuentran en proceso de recuperación, pero la cosecha resulta insuficiente para garantizar la alimentación familiar. Han sustituido los agroquímicos por abonos líquidos tipo lixiviados, caldos o purín para fertilizar la tierra y controlar plagas. Sin embargo, no han logrado manejar los problemas que se les presentan: evitar el impacto por gusano cogollero, baja productividad, contaminación por agroquímicos de parcelas vecinas y falta de agua. Cabe señalar que, quienes se encuentran en este nivel han participado en las capacitaciones agroecológicas, sin embargo, es evidente que el conocimiento adquirido no ha podido resolver un limitante fundamental: la falta de agua disponible en las parcelas.

Nivel 3. Los campesinos que han avanzado a este nivel, 23 % de los entrevistados, lo hicieron gracias a las capacitaciones facilitadas por la OCEZ-CNPA en el CEFADECI, y a los recursos disponibles en las parcelas como agua y la alta agrobiodiversidad. Con esto, han consolidado estrategias para evitar problemas de plagas y erosión del suelo. En el periodo en que no hay lluvia dejan descansar la tierra, de tal manera que evitan la labranza. Buscan ahora diversificar aún más los cultivos en las parcelas.

Nivel 4. Todos los entrevistados han abierto sus propios canales de comercio regional, pero no los consideran una forma justa de comercialización, pues no se valora la calidad agroecológica ni se paga un precio diferenciado por tratarse de alimentos sanos y mejores condiciones de trabajo que en la agricultura convencional. Además, no existe una relación directa entre consumidores y campesinos.

Retos para construir la soberanía alimentaria con base agroecológica

Se retomó la metodología de Sevilla y colaboradores para analizar los retos que inhiben la construcción de la soberanía alimentaria con base agroecológica a partir de tres ejes que caracterizan este tipo de experiencias: 1) Ecológico y técnico-productivo, 2) Sociocultural y económico y 3) Político (Sevilla, Soler, Gallar, Vara y Calle, 2012).

Retos ecológicos y técnico-productivos

En 84.61 % de las experiencias visitadas se encontró una escasa disponibilidad de agua en las parcelas, lo que dificulta producir de manera permanente y suficiente. Los campesinos asocian cambios en el régimen de lluvias con el cambio climático. Este fenómeno resultó en una sequía muy severa en el ciclo 2017-2018, que causó una pérdida total de la cosecha de los campesinos, quienes en su mayoría no disponían de riego.

Aunado a la escasez, los campesinos entrevistados padecen también de la contaminación de agua. El drenaje de la cabecera municipal de La Trinitaria Chiapas desemboca en un río que lleva su cauce hasta estos lugares, del cual las personas obtienen el líquido para consumo familiar y para regar sus cultivos.

Pese a provenir de una organización con experiencia de lucha por la tierra, el espacio físico para sembrar resulta aún insuficiente en cantidad y calidad: el 75 % de los campesinos entrevistados poseen de dos a cuatro hectáreas y el otro 25 % cuenta con 0.5 a dos hectáreas que dedican a la siembra de maíz. Cabe señalar que los dueños de las tierras, principalmente, son hombres y, sólo tres mujeres de la población entrevistadas tienen derechos agrarios plenos.

Aunque el cultivo principal sigue siendo el maíz nativo o criollo, un reto clave es el acceso a semillas para hortalizas. Para adquirir estas semillas, los campesinos recurren a proveedores de agro-insumos, dudando de su calidad. Esta dependencia los posiciona en una combinación de insumos productivos propios y externos.

Pese a las capacitaciones agroecológicas y el discurso movilizador de los dirigentes, se observa que aún faltan conocimientos específicos: en 80 % de los campesinos entrevistados existe el desconocimiento de las propuestas técnicas de la agroecología. Incluso se espera su aplicación como receta, lo que evidentemente es erróneo.

Retos Socioculturales y económicos

Entre los dilemas cotidianos de los campesinos se percibe que la radio local es un medio por el que se difunde el consumo de productos agroquímicos con un discurso que ofrece mejorar los rendimientos productivos, reducir el esfuerzo físico y mejorar las cosechas. Es importante señalar que, el cien por ciento de las parcelas visitadas están rodeadas de predios de campesinos altamente dependientes de paquetes tecnológicos convencionales: semillas híbridas comerciales, fertilizantes, insecticidas, herbicidas, entre otros. Los agroquímicos afectan el manejo agroecológico del maíz en policultivo (milpa). El 23 % de los campesinos visitados se encuentra en el nivel 3 de transición, ha implementado barreras vivas para proteger las cañas de maíz con árboles frutales en el sistema Milpa Intercalada con Árboles Frutales (MIAF) (Cadena-Íñiguez, Camas-Gómez, López-Baez, López-Gómez y González-Cifuentes, 2018; Juárez et al. 2008). Los campesinos agroecológicos son desacreditados por sus propios vecinos, en consecuencia, hay un sentimiento de soledad. De esto se destaca la importancia de los intercambios de experiencias de campesino a campesino (Holt, 2006) que promueve la OCEZ-CNPA al nivel regional, nacional e internacional, como se va a explicitar en el apartado de análisis.

Uno de los retos en el camino hacia la soberanía alimentaria está ubicado en la dimensión económica. El mercado capitalista no ofrece condiciones de intercambio justo para los campesinos por la competencia desleal de productos a costos que se encuentran debajo de los costos locales de producción campesina. En consecuencia, para los campesinos que producen con agroquímicos, en el corto plazo les resulta más rentable comprar que producir (Rubio, 2014), situación que pudo observarse en los niveles 1 y 2 de transición agroecológica.

Esta situación económica crítica inhibe a los campesinos a experimentar, para no arriesgar una pérdida de cosechas, lo que afecta directamente en la alimentación y solvencia económica de las familias campesinas. Consideran que, si no gozan de una diversificación de actividades económicas es difícil insertarse en este proceso de transición. Hay una concepción de que “la producción orgánica es para ricos, solo ellos pueden sembrar sin tener miedo a las pérdidas que tengan” (Entrevista a campesino, 28 de octubre de 2017).

Por su parte, los campesinos convencidos de la alternativa agroecológica se dicen conscientes de que este proceso de transición implica más trabajo, pero consideran que vale la pena, incluso económicamente, pues se ahorran costos de producción. Así, los principales motivos para la experimentación en agroecología son criterios económicos, de salud ambiental y autonomía en los procesos de producción, transformación y consumo. Los campesinos agroecológicos más exitosos han podido recuperar y, en el mejor de los casos, lograron aumentar su productividad con base en la diversificación productiva, mejorando, además, las condiciones de salud en sus familias. Adicionalmente, y esto en realidad es muy importante, se valora que con la experimentación agroecológica se recuperan prácticas que estaban en desuso como la producción de algunos alimentos, formas de trabajar la tierra y rituales agrícolas.

Una dificultad radica en que, si bien por medio de la experimentación en agroecología los campesinos se capacitan para producir sus propios insumos, como semillas o abonos, aún no logran resolver sus necesidades de equipo e infraestructura para mejorar la producción, por lo que demandan a la organización la gestión de pozos profundos, galeras para guardar los módulos de compostas, medios de transporte, mangueras y bombas para riego.

La sustitución de insumos externos por recursos locales se dificulta también en cuanto a la mano de obra familiar disponible. La participación plena y equitativa de la familia en la agricultura es una necesidad social clave de la agroecología y soberanía alimentaria (Altieri y Nicholls, 2012; Zuluaga, Catacota y Siliprandi, 2018). No obstante, en las familias campesinas visitadas existe una baja participación de los jóvenes en los procesos productivos y la economía campesina. La pobreza en ingresos económicos ha generado emigración del campo a la ciudad, del sur al norte. El 62.5 % de las familias campesinas entrevistadas tienen o tuvieron a un familiar de género masculino (hijo o papá) emigrante, cuyo destino han sido ciudades en otras regiones de México o los Estados Unidos. A consecuencia de la emigración hay escasez de mano de obra familiar, por lo que los jefes de hogar contratan jornaleros para garantizar los trabajos en las parcelas.

Los saldos positivos de la emigración son recursos económicos (remesas), que también contribuyen a la agricultura, pues ofrecen la posibilidad de contratar a jornaleros para el proceso de producción, así como de adquirir o mejorar la infraestructura agrícola, como ocurre en otras regiones de Chiapas (Morales, Aguilar-Stoen y Castellanos, 2015).

Considerando que la agroecología y la soberanía alimentaria están incompletas sin un enfoque eco-feminista (Zuluaga et al., 2018), es importante analizar las relaciones de género en el proceso de construcción de la soberanía alimentaria. En 84.62 % de las familias entrevistadas son hombres (hijos, padres, esposos) quienes están al frente de las parcelas; sólo en un 15.38 % son mujeres las que desempeñan este papel, y se encontró, únicamente, un caso sin hombres en el hogar. En la región, y aún entre algunos militantes de la organización, predominan prejuicios de género como considerar que las únicas responsabilidades de las mujeres son cuidar a los hijos y los quehaceres domésticos del hogar. La desigualdad de género dificulta a las mujeres su participación en los procesos productivos, políticos, educativos y a ocupar cargos de representación. Frecuentemente, no se reconocen sus conocimientos, capacidades y experiencias. Se encontraron casos recurrentes de mujeres jóvenes que se habían capacitado como promotoras agroecológicas y que al contraer matrimonio dejaron de participar para cumplir con obligaciones de cuidado en su nuevo hogar. Si bien predomina el machismo, entre los campesinos más capacitados en agroecología sí se reconoce la importancia de la participación de las mujeres.

Retos políticos

Este apartado puede considerarse fundamental para analizar los principales retos que requieren superarse para avanzar al nivel 5 en la transición agroecológica. Existen muy pocas políticas públicas, programas sociales o iniciativas que fomenten la organización colectiva de los campesinos para la producción, transformación y comercialización. Las políticas agrarias neoliberales han sido desfavorables a la producción agroecológica. Los programas de desarrollo rural han sido diseñados para incrementar la producción con base en paquetes de agroquímicos, política conocida como “Revolución Verde”, o en programas sociales destinados a administrar la pobreza (Agudo-Sanchíz, 2015).

Los campesinos entrevistados han participado en proyectos productivos gestionados por la OCEZ-CNPA. Estos han permitido el acceso a recursos productivos, como fertilizantes, aves de corral y granjas porcinas. En cuanto a los programas sociales, antes del cambio de gobierno de 2018, las madres de familia eran beneficiadas con subsidios del programa Prospera (antes: Oportunidades), y los hombres con subsidios del programa Procampo-Proagro. En ninguno de los casos se encontró que estos subsidios representaran una inversión en los procesos productivos, ni en la agricultura convencional, mucho menos en la transición agroecológica.

El análisis colectivo a partir del proyecto SALE resultó en la comprensión de que la política asistencialista no ha sido capaz de responder a las necesidades agroecológicas locales. Al final, se ha profundizado la dependencia mental y material y de esa manera se ha impedido la construcción de la soberanía alimentaria. Varios campesinos enfatizaron, la urgencia de establecer un precio justo para su producción de calidad, como ocurría con el sistema de tiendas rurales Conasupo, que se canceló con la implementación del Tratado del Libre Comercio en 1999 (Appendini, 2014). El nuevo gobierno mexicano de Andrés Manuel López Obrador reconoce en su discurso esta demanda campesina fundamental y se ha propuesto retomar un programa de precios de garantía, sin embargo, aún es pronto para evaluar sus resultados.

Análisis y discusión

Se han identificado los siguientes factores que pueden facilitar la masificación de la agroecología: 1) Crisis que motiva a la búsqueda de alternativas, 2) Organización social, 3) Discurso movilizador, 4) Procesos constructivistas de aprender y enseñar, 5) Prácticas agrícolas efectivas, 6) Aliados externos, 7) Mercados solidarios y 8) Políticas favorables (Mier y Terán, Giraldo, Aldasoro, Morales, Ferguson, Rosset, Khadse, y Campos, 2018). En la experiencia de la OCEZ-CNPA encontramos los factores uno a seis como elementos clave que facilitan la construcción de la soberanía alimentaria con base agroecológica.

El primer factor, la crisis permanente que viven los campesinos chiapanecos por la economía capitalista en su fase neoliberal, tiene efectos contradictorios al proceso de construir la soberanía alimentaria.

Los campesinos convencionales declaran que la inseguridad económica no les anima a arriesgarse a un cambio agroecológico, sin embargo, también se encontró lo opuesto: que las crisis promueven la transición agroecológica como alternativa sistémica. Los campesinos agroecológicos entrevistados señalaron razones económicas como motivación para iniciar el proceso de transición agroecológica

El segundo factor, la organización social, es notable a partir de la reflexión y análisis promovido por la OCEZ-CNPA, quienes llegaron a la conclusión que no es rentable producir para el mercado y han reorientado su estrategia productiva a la autosuficiencia familiar.

El tercer factor, el discurso movilizador, también está presente. La OCEZ-CNPA ha modificado y actualizado su discurso a partir del intercambio con movimientos sociales y campesinos de otros países latinoamericanos, con grupos académicos afines y con organizaciones promotoras de educación popular. Recientemente se articulan discursos que vinculan las posturas políticas y teóricas con la reivindicación de la agricultura campesina, que funda motivación, convicción y conciencia y ayuda a poner en práctica los conocimientos técnicos. Se busca vincular la agroecología con categorías propias que los hagan sentir cohesionados, ya que, muchas veces los conceptos derivados de la agroecología se presentan como cuestiones abstractas poco familiarizadas con el vocablo de los sujetos. En palabras de una campesina: “Primero nos hablaban de soberanía alimentaria. Después de las capacitaciones del 2000 ya hablábamos de agroecología. Creíamos que era diferente a nuestra agricultura campesina, pero vimos que más que ser diferente era una forma de recuperarla” (Entrevista a campesina, 24 de octubre de 2017).

El cuarto factor, las pedagogías constructivistas, tienen un papel esencial en la creación de consciencia sobre el sistema agroalimentario y la apropiación de la agroecología desde la identidad y realidad campesina. En palabras de otra entrevistada: “Se necesitan buscar estrategias para integrar a este proceso a otras personas, ya que muchas veces los técnicos les dan material escrito a los campesinos, pero no existe la costumbre de leer; es mejor en la práctica: ver y vivir la experiencia, que pase por nuestro cuerpo” (Entrevista a campesina, octubre 2017).

Los factores quinto y sexto están relacionados. En cooperación con aliados, que se dedican a la educación popular, la OCEZ-CNPA está aplicando métodos de educación e investigación campesina, que parten de la praxis y de la realidad de los participantes. Entre las metodologías pedagógicas exitosas realizadas destaca el intercambio de experiencias “de campesino a campesino” (Holt, 2006), donde el aprendizaje es facilitado a través del ejemplo y el diálogo entre campesinos.

Esta metodología se basa en compartir conocimientos y experiencias de manera horizontal, contribuido esencialmente al aprendizaje y la motivación agroecológica. Ha ayudado a la identificación de oportunidades, fuerzas y retos que alientan avanzar en el camino agroecológico hacia la soberanía alimentaria. Un campesino promotor agroecológico resalta: “Quizá la organización no nos da un reconocimiento económico, pero la forma en como nos motivan es que otras personas nos visiten y conozcan lo que estamos haciendo. Eso nos da gusto y nos deja tareas para seguir avanzando más, eso vale más que el dinero.” (Entrevista a campesino, noviembre de 2017).

Desde 2008 la OCEZ-CNPA ha promovido el intercambio entre sus militantes a través de ferias de semillas y de alimentos de maíz, pero reconocen que les hace falta intensificar las visitas a las parcelas de sus compañeros campesinos. El intercambio con campesinos agroecológicos en Cuba, realizado en el marco del proyecto SALE, facilitó aprender por la praxis campesina, porque “la vista hace fe” (Machín, Roque, Ávila y Rosset, 2010).

Otro principio que caracteriza a la OCEZ-CNPA, es la creación de alianzas con organizaciones y colectivos que coincidan con su identidad y principios políticos, como la participación en la Red de Escuelas Campesinas. Dentro del proceso de acción colectiva para la agroecología, estos aliados generan apoyos de diversa índole (material, humano, moral) lo que incide en el proceso de transición. Para la OCEZ-CNPA, las alianzas son oportunidades para ampliar su acción colectiva, fortalecer su proceso político, organizativo y educativo, y sus capacidades de autogestión.

A pesar de los esfuerzos desempeñados, algunos campesinos se han desencantado de la agroecología porque, según testimonios levantados, la experimentación de técnicas agroecológicas no resultó funcional en los espacios productivos de cada uno de ellos. La idea que predomina entre los campesinos entrevistados con respecto a la agroecología es que ofrece beneficios a largo plazo, que son graduales y muy difíciles de observar. Lo que sí es fácil de visualizar son las pérdidas económicas si se dejan de utilizar insumos químicos sin una estrategia de transición que contemple el mejoramiento de los suelos. Es necesario diseñar una estrategia de transición agroecológica con prácticas eficaces para reducir los insumos y costos de producción, tratando que la producción no disminuya drásticamente y que se recupere en pocos años para llegar a una productividad aún mayor a través de la recuperación de un sistema agroecológico más diversificado (Gliessman y Rosemeyer, 2010).

La propuesta de educación campesina agroecológica de la OCEZ-CNPA se enfoca al intercambio de campesino a campesino (Holt, 2006), a través de involucrar a los campesinos con experiencia agroecológica como promotores. De esta manera, pone en práctica la demanda articulada de “que el campesinado se reapropie activamente de sus sistemas de producción, adecuándolos a su conocimiento local, su ingenio y a su capacidad de innovación” (Rosset y Martínez, 2016: 282). En esta perspectiva autogestiva, el reto más relevante es fortalecer el liderazgo y compromiso de los campesinos en su papel de educadores, investigadores y de promotores de acción colectiva al nivel local. La OCEZ-CNPA pretende capacitar a los campesinos para rescatar y fortalecer sus prácticas, mediante la experimentación agroecológica.

La educación popular se basa en la praxis, esto es, la dialéctica entre acción y reflexión y el intercambio de saberes, conocimientos y prácticas culturales. En el proceso de educación popular agroecológica vigente, se aplican métodos de autodiagnóstico participativo que permiten a los campesinos investigar sus propios contextos y condiciones agrícolas y culturales. La investigación propia estimula la “curiosidad gnoseológica” y por lo tanto motiva a los campesinos a aprender y aplicar prácticas agroecológicas que respondan a los problemas y necesidades particulares de sus parcelas y de sus comunidades (Freire, 1997).

En los procesos de educación popular, los campesinos han desarrollado competencias de organización, trabajo en equipo, sistematización, reflexión y autoanálisis crítico, que han llevado a nuevas perspectivas, ideas y propuestas para mejorar la organización. Sin embargo, existe una brecha entre ideas/discurso y acción/práctica. Queda pendiente transformar los resultados de investigación en estrategias y acciones concretas, sobre todo en el ámbito económico, donde se ubica la necesidad de los campesinos que aún está sin resolverse.

Para los niveles 4 y 5 de transición agroecológica (Gliessman, 2014) se ha planteado la constitución de redes solidarias para desarrollar un tipo de comercio justo que vaya en vinculación con productores y consumidores, sin embargo, aún es un proyecto. En esa lógica, es pertinente fomentar cadenas cortas de comercialización, con base en las relaciones entre actores sociales directamente implicados en la producción, transformación, distribución y consumo de nuevos alimentos (Sevilla et al., 2012).

A pesar de que la OCEZ-CNPA no ha materializado un proyecto de economía solidaria, un 60 % de los entrevistados muestra cierta conciencia agroecológica, en cuanto a la codependencia entre ser humano y medio ambiente, que motiva la praxis agroecológica desde una espiritualidad indígena profunda. Además, la formación política de la OCEZ-CNPA, a través del análisis del sistema político económico, ha creado conciencia política crítica, que les ha llevado a reconocer la necesidad de construir otro tipo de relaciones económicas, lo que coincidiría con el nivel 4 de la transición agroecológica (Gliessman, 2014).

Se puede considerar una “hipótesis de acción” (Martinic, 1987) la propuesta de fortalecer una red regional de economía solidaria entre productores agroecológicos capacitados por la OCEZ-CNPA y consumidores conscientes que potencialmente se identifiquen con la soberanía alimentaria. Sin embargo, una transformación requiere un impulso a partir de la relación dialéctica entre el mundo de las ideas (la educación y la concientización) y el mundo material (la economía y producción), porque el conocimiento y la conciencia por sí mismos no resuelven los problemas alimentarios.

No obstante, aún si consideramos la concientización como punto de partida que permitiría instaurar otro sistema económico a nivel local, el proceso está estancado en este paso de avanzar “del dicho al hecho”. Sin duda, sentar las bases sociales para otra economía es una misión difícil, pero alcanzable con el fortalecimiento de la organización colectiva de los campesinos, la gestión de su articulación con posibles consumidores conscientes y con experiencias exitosas y, eventualmente, con otros aliados y asesores.

Un clima político favorable a estas propuestas campesinas facilitaría las condiciones para realizarlas. La masificación de la agroecología requiere no sólo de un escalamiento horizontal (scaling-out), que se refiere a la cantidad de familias campesinas que la practican en un espacio social o geográfico, sino también necesita un escalamiento vertical (scaling-up) o institucionalización de la agroecología a través de la implementación de políticas públicas que beneficien la transición y masificación agroecológica (Mier y Terán et al., 2018).

En la coyuntura del cambio de régimen político en México, la OCEZ-CNPA pretende incidir en el diseño de la política rural a través del “Movimiento Campesino Plan de Ayala-Siglo XXI”. En alianza con varias organizaciones campesinas con representación regional y nacional, han contribuido a la actualización de un Plan de Ayala para un nuevo campo en México y exigen una política de estado para la soberanía agroalimentaria y nutricional, que sea considerada como cuestión de seguridad nacional, y dan por hecho que la transformación de los modelos agrícolas predominantemente químicos por modos técnicos agroecológicos es un sustento la soberanía alimentaria y nutricional (La Jornada del Campo, 2018).

Tanto el presidente de México como el gobernador de Chiapas firmaron ese pacto durante su campaña electoral en 2018 y un año después, ya en el poder, ratificaron el compromiso adquirido: a mediados de 2019 se instalaron mesas de diálogo entre las autoridades federal y estatal con las organizaciones de este movimiento, entre las que destacan la OCEZ-CNPA, el CEFADECI y la Red de Escuelas Campesinas de Chiapas. Queda pendiente analizar las acciones que se implementen, para evaluar si realmente se logró aprovechar la coyuntura.

Conclusiones

El caso de la OCEZ-CNPA demuestra que una transformación se fortalece con procesos participativos de educación popular e investigación, en los que la base campesina sea un protagonista central. Las acciones de formación en agroecología empezaron a tener más éxito cuando se abandonó la idea de que la agroecología podría ser una receta para la sustitución de insumos, y se le reconoció como una alternativa de vida holística e integral con base en el trabajo colectivo y comunitario. Los procesos de educación popular lograron una reconceptualización y apropiación de la agroecología y de la soberanía alimentaria desde la reivindicación de la propia agricultura campesina (González-Santiago, 2014).

La educación popular impulsada por la OCEZ-CNPA, a través de la escuela campesina CEFADECI en La Trinitaria, ha facilitado la capacitación de campesinos como promotores agroecológicos. Sin embargo, la educación no ha aportado a su capitalización económica. Si bien con este estudio logramos identificar algunos campesinos en proceso de transición agroecológica, observamos retos económicos urgentes, que la OCEZ-CNPA no ha podido solucionar. Sin embargo, la experiencia documentada permite afirmar que las organizaciones campesinas pueden dirigir acciones colectivas para transformar la situación crítica en la que se encuentran las familias de sus bases sociales. Concluimos que para la construcción colectiva de la soberanía alimentaria es indispensable diseñar e implementar procesos pedagógicos horizontales, erigidos a partir de los saberes de los campesinos y campesinas. No obstante, para consolidar el proceso de construcción de la soberanía alimentaria con base agroecológica, el conocimiento y la conciencia formada necesitan ser materializadas en prácticas concretas que mejoren la economía y la calidad de vida de las familias campesinas.

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1Cáscara morada, Cintalapa, Tacsa, Olotillo, Amarillo, Grano de oro, Negrito o Morado, Chimbo, Híbrido blanco, Chimbo híbrido, Híbrido amarillo, Blanco, Ixhuatán, Sangre de Cristo; así como de otros cultivos como frijol (Phaseolus vulgaris L), cacahuate (Arachis hypogaea) y calabaza (Cucurbita pepo).

Recibido: 02 de Abril de 2019; Revisado: 22 de Mayo de 2019; Aprobado: 09 de Junio de 2019

Autor para correspondencia. Emanuel Gómez-Martínez. Dirección: pinotzin@gmail.com

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