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Iztapalapa. Revista de ciencias sociales y humanidades

versión On-line ISSN 2007-9176versión impresa ISSN 0185-4259

Iztapalapa. Rev. cienc. soc. humanid. vol.45 no.96 Ciudad de México ene./jun. 2024  Epub 11-Mar-2024

https://doi.org/10.28928/ri/962024/rl3/castillo/arias 

Reseñas de libros

François Hartog (2022). Cronos. Cómo Occidente ha pensado el tiempo, desde el primer cristianismo hasta hoy.

Nicolás Castillo Jiménez-Trainor1  , Maestrante en Historia Ambiental
http://orcid.org/0009-0000-1592-7704

Matteo Arias Díaz1  , Maestrante en Historia Ambiental
http://orcid.org/0000-0001-7626-5345

1Maestrante en Historia Ambiental en Trinity College, Dublín, Irlanda, nicolascastillojt@gmail.com, ariasmatteo19@gmail.com

Hartog, François. 2022. Cronos. Cómo Occidente ha pensado el tiempo, desde el primer cristianismo hasta hoy. México: Siglo XXI Editores, 360p. ISBN: 978-607-03-1261-8.


François Hartog tituló su más reciente obra Cronos, haciendo referencia al titán de la mitología grecolatina. Por “Cronos”, Hartog entiende la “sustancia”, que a nuestros ojos parecería como metafísica, que atraviesa todo y a todos; una sustancia determinante de experiencias y cultura: el tiempo, sin más. A partir de esto, su escrito se adentra en lo que denomina las “texturas del tiempo” con el propósito principal de desentrañar qué producciones de sentido están en juego cuando los seres humanos nos enfrentamos al titán griego.

La pregunta central del autor de Regímenes de historicidad radica en cómo el tiempo moderno occidental se ha configurado históricamente desde, en concreto, la emergencia de “la revolución en el tiempo que trajo la pequeña secta apocalíptica que se había apartado del judaísmo” (Hartog, 2022: 14). Esto último debido a que, como confiesa el historiador francés, el tiempo de Occidente es el tiempo cristiano. Este tiempo de Occidente, razonado como tiempo histórico en términos de Koselleck, revela las diferentes tentativas por domesticar, asegurar, fijar, anticipar, dominar… a Cronos.

En el texto mencionado Hartog propone la siguiente definición como premisa para estudiar el tiempo:

un régimen de historicidad [...] no es más que la expresión de un orden dominante del tiempo; tejido a partir de diferentes regímenes de temporalidad, es, para terminar, una manera de traducir y de ordenar las experiencias del tiempo -maneras de articular el pasado, el presente y el futuro- y darles sentido” (Hartog, 2007: 132).

Precisamente, lo que busca con la categoría de regímenes de historicidad es explicitar las tensiones entre experiencias y expectativas (Hartog, 2007: 39) cuando estas se vuelven visibles en las brechas de las conceptualizaciones acerca del tiempo; es decir, cuando “las articulaciones entre el pasado, el presente y el futuro dejan de parecer obvias” (Hartog, 2007: 38).

Dicho de otra manera, con este libro Hartog pretende adentrarse en el régimen de historicidad (cristiano) que atraviesa la Antigüedad, el Medioevo, la Modernidad y nuestros días. Claro que, para ello, primero rasga el tiempo en busca de las brechas, las crisis en las que las redes arrojadas sobre Cronos se fragilizan, se vuelven vulnerables. Es decir, se interesa por los momentos de conflictividad, entre los regímenes de historicidad, en que las formas y los procedimientos por los que se busca atrapar a Cronos devienen inestables, ya que es a partir de estas discontinuidades como se vuelven explícitas las conceptualizaciones sobre el tiempo (Hartog, 2022: 16 y 130).

En segundo lugar, se vale de un análisis de conceptos acuñados para comprender el tiempo, tales como kairós, como preparación en el presente para la Parusía (Hartog, 2007: 85), y krisis, como el momento del Juicio anticipado, pero cuya fecha precisa se desconoce. Estas categorías son protagónicas en el libro, pero también hay otros conceptos en juego como presentismo, urgencia, progreso, aceleración, reforma, revolución, simultaneidad, etcétera.

De esta forma, Cronos es un libro que versa no sobre el tiempo, sino sobre cómo se ha aprehendido “el escurridizo Cronos” (Hartog, 2022: 15) a partir de un detallado estudio de las significaciones dadas a este. Así, Hartog, empleando el “régimen de historicidad” como instrumento heurístico (Hartog, 2022: 318) y los otros conceptos que ya mencionamos, se aproxima a textos bíblicos y teológicos, a cronografías, calendarios y a escritos de hombres de letras y eruditos, así como a novelas contemporáneas o películas con una lectura atravesada por ciertas categorías temporales muy específicas.

El libro inicia con un análisis del régimen de historicidad de la Antigüedad a partir de los desdoblamientos de Cronos en los conceptos grecolatinos de kairós (tiempo de oportunidad, momento favorable en la tragedia) y krisis (momento decisivo, momento crucial para el juicio [krinein]) (Hartog, 2022: 26-32). Con ello, lo que busca el autor es hacer patente el fuerte contraste que traerá consigo el cristianismo al reformular estos desdoblamientos temporales mediante una lógica apocalíptica, profética y presentista.

Con el arribo del cristianismo se trasladaron las formas de aprehensión del tiempo grecolatino a las de la Biblia, especialmente al Nuevo Testamento, lo que condujo a la resignificación de los tiempos kairós y krisis en una lectura teológica del mundo -mediada por los evangelios, las epístolas de san Pablo y, desde luego, el Apocalipsis de san Juan- (Hartog, 2022: 35-37). La urgencia e inminencia del Apocalipsis en el horizonte transformó el tiempo-presente en un kairós perenne con miras a la preparación para el Juicio Final, entendido este último ahora como krisis, como momento decisivo. Con esto, más otros elementos que iremos comentando, “Cronos fue escatologizado, apocaliptizado y mesianizado” (Hartog, 2022: 37).

Bajo este nuevo régimen temporal, el cristianismo conjugó una historia en la que pasado, presente y futuro formaban parte de lo mismo puesto que el pasado se representaba como anticipación recapitulativa (Hartog, 2022: 63) -desempeñando un papel modélico, de exempla- y el futuro era la manifestación de un horizonte apocalíptico que permeaba las expectativas y experiencias (Hartog, 2022: 44-50). Dicho de otra manera, en el orden cristiano del tiempo, presente, pasado y futuro se articulaban en una simultaneidad eterna (Hartog, 2007: 88).

De lo anterior deriva que la experiencia del tiempo en estos primeros siglos de cristianismo fuera presentista: todo confluía en un continuum kairológico de cara al Juicio Final (Hartog, 2022: 82-84). En el presente, pausado, en espera de la Parusía, la luz de lo viejo iluminaba lo nuevo, pues, para la óptica apocalíptica cristiana, lo único nuevo por venir era el Juicio Final, y todo lo pasado se leía tipológicamente para anunciar ese fin (Hartog, 2022: 171-172).

A fin de observar estas fronteras de significado respecto al tiempo, el autor de Le Miroir d’Hérodote estudia cuidadosamente el vocabulario empleado en el Nuevo Testamento, pero también reconstruye los campos de significación en juego en las obras de varios teólogos o artífices del cristianismo primitivo y altomedieval. Remitirse a estos y otros textos -y a las texturas de tiempo que entretejen- tiene como propósito recuperar la manera en que el régimen cristiano de historicidad logró imponerse paulatinamente hasta consolidarse como parámetro de la medición, la datación, la experiencia y las relaciones con el tiempo (Hartog, 2022: 89).

Posteriormente, en esta idea de seguir diseccionando los desdoblamientos de Cronos, el autor se dedica a historiar las experiencias contenidas en cuatro conceptos específicos que vienen a fungir como “operadores temporales”. Esto es, el subyugamiento de Cronos al presentismo apocalíptico cristiano no se puede entender si no se revisan las repercusiones de los conceptos accommodatio (adaptarse al curso divino de los acontecimientos, acomodarse a la voluntad de Dios), translatio (que parte de la noción de los cuatro imperios del profeta Daniel, resignificada y adaptada diacrónicamente), renovatio (renacer desde lo viejo) y reformatio (recuperar el mensaje original [kerygma] de Cristo, el cual estará presente en Lutero y en las herejías medievales y modernas) (Hartog, 2022: 138-170).

Estos operadores, al actuar en conjunto, dice el historiador francés, constituyeron la red eclesiástica para hacer de Cronos un tiempo-de-liturgia, si se nos permite la expresión; es decir, un tiempo deshistorizado que entrecruza pasado (Antiguo Testamento, encarnación y resurrección de Jesucristo), presente (Epístolas de san Pablo; kairós: preparación para la salvación) y futuro (Apocalipsis; krisis: el fin de los tiempos) (Hartog, 2022: 136-137). No nos olvidemos de que una de las características fundamentales del régimen cristiano de historicidad es el monopolio de la salvación. La Iglesia, como única institución capaz de aplazar la llegada del Juicio Final, se consolidó como un sistema de poder político y social muy amplio. La historia era la historia de la Iglesia, de la Salvación (Hartog, 2022: 133).

Al entrar en la temprana modernidad -entendida como un periodo de transición hacia el orden del tiempo moderno-, el tiempo cristiano y el tiempo del mundo se van dislocando paulatinamente (Hartog, 2007: 88). El declive del régimen cristiano de historicidad y la llegada de uno propiamente moderno se comienzan a dilucidar con el incumplimiento de la promesa escatológica, que cuestiona, en las fisuras emergidas, el monopolio del tiempo de la Iglesia. De esta forma la Iglesia católica, en el contexto del gran drama luterano, perdió su control centenario sobre el tiempo. Esto se muestra, siguiendo a Hartog, en los debates surgidos entre los pensadores de los siglos XVI y XVII, que retomaron la renovatio para distanciarse de los “siglos oscuros” y retornaron a la gloria del conocimiento clásico. Asimismo, la translatio escatológica fue rechazada, pues fue superada por las nuevas condiciones geopolíticas del inicio de la modernidad.

Con la filosofía de la historia, que separó la modernidad temprana de su pasado, se abrió un nuevo futuro -en el que el eschaton medieval fue destronado por el telos moderno-. La noción del llamado “progreso” predicó la apertura de un futuro abierto que trascendía lo predecible y se autoalimentaba en aceleración hacia la utopía, a la vez que dejaba el control del tiempo en manos de los Estados-nación y articulaba pronósticos-previsiones y política-economía (Hartog, 2022: 254). El futurismo de “el Dios progreso” (Hartog, 2022: 233) se puede diseccionar en dos componentes principales: la velocidad (acelerada) con la que se acerca el futuro, la Revolución Industrial y su calidad de tiempo desconocido y abierto, y la Revolución Francesa (Hartog, 2022: 23). Ahora el futuro era la meta y la luz que iluminaba el pasado (Hartog, 2022: 270).

Posteriormente, desde el plano conceptual, el autor de Mémoire d’Ulysse aterriza las concepciones de la historicidad contemporánea con el cambio de siglo. Los conflictos del siglo xx resultaron en la caída del ídolo del progreso: el periodo entre guerras y su producción intelectual muestra el desencanto por el futuro, lo cual invocó un presente nihilista. Esta situación llegó a su punto último tras la Segunda Guerra Mundial, “después de la cual ya no es posible creer en el progreso de la humanidad” (Hartog, 2022: 270). Con ello se activaron las condiciones para un nuevo régimen del tiempo presente, suspendido y atormentado por el horror en la memoria.

Así, François Hartog llega al tiempo presente y reactiva la categoría de análisis de “presentismo”. A diferencia del presentismo apocalíptico del medievo, el mundo contemporáneo se presenta como un tiempo en crisis: “el sentimiento de que sólo el presente existe, un presente caracterizado inmediatamente por la tiranía del instante y por el desplazamiento de un ‘ahora’ sin fin” (Hartog, 2022: xv). En esta situación la concepción del tiempo se ve reducida por el corto plazo, la inmediatez y la simultaneidad. Como punto de partida en la transición al régimen presentista, Hartog subraya como zonas de inflexión la detonación de la bomba nuclear en Hiroshima y el campo de concentración de Auschwitz. La primera inauguró una nueva concepción del futuro como catástrofe y la urgencia por combatir el cambio climático, y del segundo surge la “era de la víctima”, que marca la suspensión de un tiempo en la memoria; “por lo tanto la memoria y el presentismo van de la mano” (Hartog, 2012: 8).

Ante el presentismo que Hartog indica al final de su libro, entendido como un régimen de historicidad propio del mundo de hoy, se presenta el concepto del Antropoceno como un nuevo paradigma que señala la época en la historia de la Tierra en la que la especie humana se convierte en un factor de cambio geológico: un límite profetizado por la ciencia y ya no por la religión, pero que de manera similar concibe el presente “como el tiempo que queda” ante un futuro de amenaza (ya no de promesa) que trajimos sobre nosotros mismos (Hartog, 2022: 327).

En esta última reflexión, Hartog profundiza en la idea de la simultaneidad en el tiempo: el tiempo humano como preparación para la catástrofe climática (kairós) y el de la Tierra (el tiempo “real”, de la naturaleza). El autor concluye su viaje por la historia del tiempo en Occidente con una propuesta:“¿se puede plantear la hipótesis de un régimen antropocénico de historicidad?” (Hartog, 2022: 336).

En su posdata, Hartog se pregunta si la pandemia de la covid-19 implicó un cambio en la concepción del tiempo de Occidente, pero, más que nada, si afectó necesariamente la operatividad de las categorías que acuña para presentar sus argumentos: el confinamiento, la urgencia por una vacuna y la era digital no hicieron más que agudizar los síntomas de un presente que nunca deja de ser presente, una idea de que todos los días son el mismo. En fin, un presentismo severo y latente que, por su parte, alimentó un creciente sentimiento de angustia que terminó por convertirse en miedo.

Cronos es un libro cuyo objetivo es desenmascarar a Cronos en el juego de presencias y ausencias, de sujeciones y agitaciones, con el que nos vinculamos con él. Cuando hacemos historia reabrimos la multiplicidad de los acontecimientos y reapropiamos semánticamente, en este caso, a Cronos. Para nosotros, el autor logra visualizar las conceptualizaciones del tiempo a lo largo de la historia europea occidental. Ahora bien, el reto sería llevar estas herramientas de lo historiográfico/ teórico a lo histórico experiencial. Es decir, ahora es necesario observar cómo operan las concepciones del tiempo, los regímenes de historicidad de Hartog, en el plano “real”, el mundo de las experiencias sensoriales, en el plano donde los conceptos son inmanentes.

Por último, a manera de cierre, la lectura de este texto desprendió en nosotros una interrogante más al relacionar Regímenes de historicidad y Cronos. En ambos libros hay un cambio en la designación como punto de inflexión del régimen posmoderno de historicidad, pues este se desplaza de la Caída del Muro de Berlín (1989) a Auschwitz e Hiroshima, incluyendo los juicios a criminales de guerra. ¿Perdió vigencia la delimitación temporal de 1989?

Referencias bibliográficas

Hartog, François 2007 Regímenes de historicidad. Presentismo y experiencia del tiempo, México, Universidad Iberoamericana. [ Links ]

______2012 El tiempo de las víctimas, Revista de Estudios Sociales, 44, pp. 12-19. doi: https://doi.org/10.7440/res44.2012.02 [ Links ]

______2017 Regimes of Historicity: Presentism and Experiences of Time, Nueva York, Columbia University Press. [ Links ]

Recibido: 08 de Mayo de 2023; Aprobado: 20 de Septiembre de 2023; Publicado: 30 de Diciembre de 2020

Nicolás Castillo Jiménez-Trainor

Maestrante en Historia Ambiental en Trinity College, Dublín, Irlanda. Obtuvo la Licenciatura en Historia en la Universidad Iberoamericana, plantel Santa Fe, de la Ciudad de México. Sus líneas de investigación son: teoría de la historia, historia ambiental y giro espacial

Matteo Arias Díaz

Licenciado en Historia por la Universidad Iberoamericana, plantel Santa Fe, de la Ciudad de México. Actualmente se desempeña como ayudante de investigación, a través del Conahcyt, en el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Sus líneas de investigación son: historiografía mexicana, historia cultural y teoría de la historia.

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