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Cultura y representaciones sociales

versão On-line ISSN 2007-8110

Cultura representaciones soc vol.17 no.34 Ciudad de México  2023  Epub 20-Out-2023

 

Fronteras, narraciones, ensayos teóricos - metodológicos

Una lectura de las grandes significaciones de las guerrillas latinoamericanas de los años setenta

A reading about the significance of Latin American guerrillas in the seventies

Ricardo Tirado1  1

1Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM.


Resumen

Este artículo se propone identificar e interpretar las grandes significaciones de las guerrillas revolucionarias latinoamericanas de los años setenta, considerando que aquellas fueron decisivas para que pudieran constituirse e implantarse como actores político militares e interpelar, convocar y constituir a la militancia guerrillera y a otros sectores de la población que simpatizaron y apoyaron su causa. No se atiende tanto a las ideas, sino a otras significaciones, como disposiciones, sentimientos y emociones y ciertos macro símbolos y mitos cuya interpretación parece capturar mejor al sentido de las luchas de esas organizaciones. Se trata de una interpretación de las significaciones de la lucha guerrillera, apuntando muy centralmente a la voluntad de hacer la revolución armada, la acción misma de combatir y la disposición a dar la vida en ello, si fuese necesario.

Palabras clave: significaciones; símbolos; emociones; disposiciones; mitos; guerrillas; revolución; América Latina

Abstract

This article intends to identify and interpret the great significances of the Latin American revolutionary guerrillas of the seventies, considering that these meanings were decisive for them to be constituted and implanted as military political actors and to question, summon and constitute the guerrilla militancy and other sectors of the population who sympathized and supported his cause. Not so much attention is given to ideas, but to other meanings, such as dispositions, feelings and emotions and certain macro symbols and myths whose interpretation seems to better capture the meaning of the struggles of these organizations. It is an interpretation of the meanings of the guerrilla struggle, pointing very centrally to the will to make the armed revolution, the very action of fighting and the willingness to give one’s life in it, if necessary.

Keywords: meanings; symbols; emotions; attitudes; myths; guerrillas; revolution; Latin America

Aunque hay en América Latina una larga historia de luchas guerrilleras, este trabajo se refiere casi solamente a las que estuvieron muy activas por los años 1970 a 1978. No es este un trabajo de reconstrucción histórica de las luchas guerrilleras, ni tampoco se sigue el desarrollo de alguna guerrilla en particular. Se refiere al conjunto de esas guerrillas y apunta a identificar e interpretar los que, en opinión de este autor, son las más destacadas marcas de sentido que les son comunes. Así que, lo que se explora aquí son algunas significaciones muy relevantes del conjunto de las guerrillas a lo largo de un proceso que tiene una coherencia. Se asume aquí que la acción del conjunto de esas guerrillas describió un proceso que permite destacar líneas generales y tendenciales similares; pero sólo eso, pues cada una tuvo su propio desarrollo que muchas veces se apartó del que fue común.

Se trata de hacer la lectura de un aspecto del desempeño de las guerrillas, asumiéndolas aquí, para el caso, como un texto cultural: un constructo expresivo simbólico, acotado y articulado -aunque no exento de tensiones- que se generó en un contexto relacional y dinámico específico (véase Giménez 2016, p. 40). Por eso, la intención del artículo no es demostrar algo, sino solamente mostrar algo que parece relevante.

Argumento que las significaciones actualizadas, transformadas y producidas en un contexto interrelacional, tienen diferentes rangos o jerarquías y las grandes significaciones de las guerrillas -las que más interesan- son aquellos signos de sentido que mejor las caracterizan, y por eso son sus marcas identitarias más sobresalientes. Con base en la literatura que existe sobre aquellas guerrillas de los setenta, se ofrece aquí una selección e interpretación de las expresiones de sentido que parecen ser las expresiones más destacadas que emitieron en el curso de su desarrollo. El corpus en que se apoya son los recuentos y los estudios histórico sociales que sobre aquellas guerrillas han publicado diversos autores en las últimas décadas.2

Se justifica, además, esta reflexión, porque es relevante conocer cómo y porque las marcas de sentido de una época y un contexto específicos suelen interpelar a actores de tiempos y circunstancias distintas. Y también porque es útil desarrollar los instrumentos conceptuales que permitan hacer este tipo de análisis.

Desde otro punto de vista, también es necesario preservar la memoria de esos sucesos, escribir su historia y reflexionar retrospectivamente sobre sus sentidos y examinar las lecciones que dejaron para el porvenir. Porque aquellas luchas guerrilleras tuvieron un gran impacto humano, social, político y cultural en los países de la región y costaron muchas vidas y sufrimientos.

No pretendo emitir juicios ético-políticos sobre aquellas guerrillas y los guerrilleros y sí inteligirlos. Debo decir, sin embargo, que no comparto sus proyectos, que repruebo la terrible represión terrorista de que fueron objeto y también las acciones terroristas en que incurrieron algunas guerrillas.

La gestación de las nuevas guerrillas

El análisis requiere ubicar a estas guerrillas en su tiempo histórico social. Ha habido muchas guerrillas en la historia de América Latina, pero aquí sólo se tratarán las que estuvieron muy activas en los años setenta y fueron luego derrotadas (salvo en Nicaragua)3 y luego casi desaparecieron. Como toda organización, la guerrilla está inserta en un entorno en el que la cultura, las estructuras, las trayectorias, los contextos, los campos, las instituciones, etcétera, la sesgan en su gestación, emergencia, su actuación y sus significaciones. Para inteligir las líneas generales de ese contexto político, social y cultural en el que insurgieron esas guerrillas aludiré aquí al “espíritu de los tiempos”.4

La revolución cubana y la nueva ola guerrillera

El gran modelo de esas guerrillas fue sin duda la guerrilla revolucionaria cubana que encabezaron Fidel Castro y el Che Guevara. La guerrilla es una antigua estrategia defensiva contra un invasor externo: pobladores locales, precariamente armados, pero conocedores excelentes del terreno, atacan sorpresivamente a los extraños y escapan confundiéndose con la población local que los protege y oculta (Hobsbawn 2017, p. 233). Pero la guerrilla cubana fue muy distinta; a partir de un foco rural que establecieron, arropados por los campesinos en una región de difícil acceso, unos cuantos jóvenes dirigieron la revolución que derrotó a su ejército, derribó al dictador y conquistó el poder en sólo 25 meses y se sostuvo en él, contra los pronósticos de muchos, incluso de buena parte de la izquierda partidaria. El Che Guevara (1977a, p. 20) dio la fórmula del triunfo: “hemos demostrado que un grupo pequeño de hombres decididos y apoyados por el pueblo y sin miedo a morir … puede imponerse a un ejército regular y derrotarlo…”; y luego agregó: “[n]o siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco revolucionario puede crearlas...” (1977b, p. 33).5

En estos postulados flota ya la significación más poderosa de la guerrilla: una gran voluntad de producir el gran cambio por medio de las armas y, sobre todo, la realización efectiva de esa resolución.

La revolución triunfante tuvo resonancia mundial; fue aclamada como la gesta heroica de la liberación de un pueblo y se constituyó en un vibrante foco expresivo que lanzó un repertorio de significaciones que se articularon a los poderosos símbolos de las grandes revoluciones sociales del mundo. Más aun cuando sucedió la fallida invasión patrocinada por Estados Unidos en 1961. Cuando la revolución se radicalizó y se declaró socialista y marxista leninista y se acercó al bloque soviético, ciertamente, la opinión sobre ella se controvirtió. Pero no por eso dejó de proyectar el ejemplo revolucionario y sus significaciones rutilantes, entre ellas el gran coraje combativo de sus comandantes.

A la larga, fue la figura del Che la que fascinó especialmente a la izquierda juvenil, Sus comienzos como andariego, aventurero y explorador; luego como guerrillero de gran voluntad, valentía, combatividad, disciplina y lucidez6; más tarde fue un prominente líder del gobierno revolucionario que, de pronto, renuncia a sus relevantes cargos para volver a tomar las armas y arriesgar la vida en las guerrillas de apartados rincones del mundo. Pero fue su muerte sacrificial, crística,7 en la selva boliviana la que catapultó la figura del Che al firmamento mitológico mundial como símbolo libertario, solidario, heroico y sacrificado.8 Muchos movimientos en el mundo; incluso algunos que diferían en importantes aspectos de su trayectoria e ideas puntuales, enarbolaron su efigie y aclamaron su nombre. De ese modo, el Che legó a los revolucionarios latinoamericanos la imagen del guerrillero heroico, pero también la del mito sacrificial de un héroe-mártir laico que encara su fin y muere con una coherencia que se hizo ejemplar. Ambas imágenes se articularon e interpelaron hondamente a la siguiente generación de jóvenes revolucionarios.

Amplia inconformidad juvenil en el mundo

En los años sesenta se manifestó una gran inconformidad juvenil en el mundo occidental y más allá. Entre sus cofactores se han mencionado los movimientos de liberación nacional que fueron triunfando inconteniblemente en el tercer mundo, el resurgimiento del marxismo a partir de mediados de los cincuenta (Furet 1999) y la aparición de una nueva izquierda que enarbolaba los rostros de Mao y el Che. Pero 1968 fue un año especial (Katsiaficas 1987). Proliferaron entonces muchos movilizaciones estudiantiles que mostraban una vaporosa sensibilidad común: inconformidad libertaria contra las imposiciones, deseos de mejorar el mundo, una amplia solidaridad y gran perspectiva internacional. Entre los más destacados figuraron, las protestas contra la guerra de Vietnam; la gran movilización estudiantil de mayo, que cimbró al gobierno de Francia; la primavera de Praga pisoteada por los tanques rusos; el movimiento mexicano con su sangriento final; el de Alemania; el “verano caliente” en Italia y el Cordobazo y las puebladas argentinas del siguiente año.

En ese contexto político, cultural y emocional, pequeños grupos radicales en Italia, Alemania y Estados Unidos formaron organizaciones de tintes terroristas. En América Latina, siguiendo el ejemplo cubano, surgieron en los sesenta varias guerrillas rurales, pero casi todas fueron prontamente aniquiladas (entre ellas la del propio Che en Bolivia) y sólo unas pocas lograron implantarse en zonas aisladas. Pero en los años setenta surgieron otras; esta vez en las ciudades.

La radicalización en Latinoamérica en los primeros sesenta se vincula con los muchos golpes y dictaduras militares que reprimieron con dureza los espacios democráticos, las oposiciones, las movilizaciones y las protestas. En países con gobiernos civiles autoritarios también se recrudecieron la intolerancia y la represión. Prevalecía un ambiente político cultural y emocional propicio a la violencia; y la democracia era pensada como soberanía, independencia nacional y justicia social. Del sometimiento de los sectores populares, se pasó a ocupar las universidades y a reprimir a las amplias capas medias, exacerbando la desesperación de sectores juveniles, universitarios e intelectuales y, en general, del campo de la cultura.

La radicalización de los cristianos

Otro factor importante fue la emergencia de un liberacionismo cristiano (Löwy 1999) que, influenciado también por la revolución cubana y siguiendo al concilio, algunas encíclicas y la conferencia episcopal de 1968, reprobó la pobreza, la opresión y la desigualdad y mostró un claro viraje a la izquierda socialista de reducidos, pero muy influyentes grupos religiosos en los medios estudiantiles católicos. Su expresión más notable, la teología de la liberación, favoreció la emancipación de los pobres, la lucha de clases y la revolución socialista y declaró legítima la violencia defensiva de los oprimidos. Los más radicales, como el cura Camilo Torres muerto en combate, concluyeron que sólo quedaba la lucha armada revolucionaria. Sin duda el Che fue otro nexo entre la guerrilla cubana y el liberacionismo cristiano, por su afinidad en temas como derramar la sangre y sacrificar la vida por los otros. Lo dijo el más destacado teólogo liberacionista: el sentido de la vida es “la total entrega a los demás” y es ineludible el deber de “subvertir un orden de injusticia” (Gutiérrez 1975, p. 377 y 388).

Las guerrillas de esa época

En ese ambiente operaron con intensidad entre 1970 y 1978 un conjunto de guerrillas que, pese a muchas diferencias, coincidían en la lucha armada por el socialismo en una época de crecimiento económico regional e importantes movilizaciones populares, pese a la represión. Eran ellas los Tupamaros en Uruguay, los Montoneros y el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo en Argentina, en México la Liga Comunista 23 de Septiembre; pero hubo más.

Las guerrillas surgieron primordialmente de estudiantes universitarios9, recién graduados, profesores e intelectuales noveles, generalmente de las clases medias. Tenían experiencias previas como dirigentes estudiantiles, militantes de partidos, activistas sociales y sindicalistas. Pero su marca principal era que fueron profundamente interpelados por las significaciones de la revolución cubana y sus líderes y en particular el Che y estaban muy influidos por el marxismo. Eran idealistas en el sentido de utopistas que querían cambiar profundamente al mundo para que fuera sustantivamente mejor.

Estos jóvenes se asumen revolucionarios y son apasionados; se encuentran y reconocen en un grupo de discusión política, donde un líder y sus cercanos conciertan la propuesta de la lucha guerrilla. Algunas decenas deciden pasar a la clandestinidad y constituyen la organización guerrillera revolucionaria. Ellos formarán el núcleo de la guerrilla, un espacio secreto y restringido, de intensa convivencia, de conspiración (i.e. “respirar el mismo aire”), que puede pensarse siguiendo las ideas de Collins (2004) como comunidad de muy fuertes convicciones, sentimientos, emociones y disposiciones y otras significaciones que se retroalimentan, se sincronizan y generan un foco de gran energía emocional, liderazgo y un “nosotros” muy fuerte y activo que convertirá en acto la voluntad de combatir. Este núcleo se constituye en el sanctasanctórum, el centro, el dinamo y el mando de la organización.

Las significaciones de la proclama revolucionaria

La irrupción de las guerrillas se expresa en las significaciones de sus proclamas, mismas que van mutando a lo largo de su desempeño. Están sostenidas en recursos lingüísticos, icónicos y quinestésicos como declaraciones, textos, imágenes, acciones, etc.

El concepto de proclama (claim) es útil para pensar las expresiones de las guerrillas como apuestas que hacen para constituirse a sí mismos como representantes y, al mismo tiempo, para constituir a otros como representados (Saward 2006). En ella proponen una identidad en construcción10, a partir de una narrativa en la que externan sus orientaciones político militares, activando una constelación de significaciones relacionales.

Las significaciones o signos o símbolos, puede decirse, son construcciones sociales de sentido (Geertz 2006, p. 90) y pueden tener la forma de ideas, representaciones, estados emocionales, macro símbolos, mitos y otras, que, en el caso que interesa aquí, expresan y van constituyendo a la guerrilla misma y, por otro lado, reconstituye a otros “sujetos”, grupos e individuos, interpelándolos y convocándolos a la guerra revolucionaria.11 Son desde luego muy relevantes las expresiones discursivas lingüísticas, pero muchas otras son metalingüísticas y añaden connotaciones que no son llanas ni directas y aportan conexiones que enriquecen el sentido. Algo peculiar de la proclama guerrillera es que ciertos aspectos muy relevantes de su sentido parecen más asequibles acudiendo a significaciones distintas de las puras ideas.

Sentimiento de indignación

Algunas significaciones revisten la forma de estados emocionales (emociones, afectos, disposiciones, orientaciones) que desde luego tienen una dimensión social, porque se forman en el entramado social y aunque están en las personas, no se reducen a ellas. Y aunque, como todas las significaciones, los estados emocionales se constituyen y se expresan en la socialidad, tienen la peculiaridad de estar anclados en los cuerpos socialmente vividos de los sintientes involucrados.12

De esos estados emocionales, aquí importan de manera muy relevante, dos de ellos: la indignación que presiona a actuar ante una situación ominosa de sometimiento y la disposición de la voluntad de hacer la guerra para cambiar al mundo, arrostrando la muerte. Las dos tienen referentes muy claros: la gran desigualdad social y la opresión de las dictaduras y los autoritarismos de la región; y, en el segundo, el ejemplo de la guerrilla revolucionaria cubana.

Hubo en el origen de las guerrillas un sentimiento de indignación profunda por la opresión, la injusticia y la explotación en los países del subcontinente, misma que se articula a la inquietud juvenil mundial que recorría medio mundo. Dice Tugendhat (citado por De Zan 2002, p. 118) que “(e)n la indignación se expresa la más profunda conmoción de la persona que reacciona frente a una acción moralmente mala.” Es una indignación que presiona a actuar en contra de quienes sostienen y se benefician de la situación e implica también una empatía con quienes la padecen y la sufren.

Pero esta motivación, existente y relevante, parece subordinada a la decisión primera de hacer la guerra ya, porque existía una clara salida exitosa, que había sido “demostrada”: la triunfadora guerrilla revolucionaria cubana. De modo que, pese a las indudables dificultades, a esos jóvenes inquietos les parece una empresa viable, porque en sus análisis aparece que se vive ya una situación prerrevolucionaria y, sobre todo, porque están muy dispuestos a darlo todo, a arriesgar la vida en ello. Se abraza la decisión de combatir con firmeza, con optimismo, sin miedo; si se pudo en Cuba ¿por qué no acá?

La voluntad de la guerra

El estado emocional consistente en la disposición de la voluntad de usar las armas para destruir el orden establecido es una de las significaciones centrales de la guerrilla, su quid será la ruptura radical, el paso a la acción. La guerra tiene una finalidad eminentemente política: tomar el poder por la fuerza, con violencia, con las armas. Se hará una guerra que, conquistado el poder, lo contemplan, probablemente derivará en una guerra civil; y están dispuestos a hacerla.

El entusiasmo revolucionario rememora gloriosas significaciones de otras revoluciones; pero fue el estilo juvenil, apasionado, combativo y heroico de la revolución cubana la que sedujo a los jóvenes guerrilleros con sus significaciones que insuflaron las emociones y la fuerte disposición a hacer la revolución armada.

Las ideas, los macro símbolos y los mitos de la guerrilla revolucionaria

De modo que la decisión de la guerra se sostiene en un hecho: la vibrante revolución cubana comprobó con contundencia, al menos eso pareció, que la revolución guerrillera era una idea y un proyecto viable. Se relanzaría la enseñanza cubana: un puñado armado, con inteligencia, arrojo y valentía férreos iniciará una guerra de guerrillas revolucionaria que de nuevo cambiará la historia. Sin esa influencia decisiva, seguramente todo habría sido muy distinto. Aunque después de la derrota del Che en Bolivia, la guerrilla tiende a hacerse urbana.

Añádase a lo anterior, que calculan que la coyuntura les es propicia; por eso abrazan el combate con seguridad y optimismo. Consideran que el estado opresor carece de legitimidad, que las masas se están movilizando ya, porque están hartas de la subordinación y que fácilmente podrán ser conducidas a la lucha armada revolucionaria. De hecho, la revolución ya empezó y, por eso, aunque hablarán de una guerra prolongada, en realidad esperan ganar muy pronto, como lo hicieron los cubanos. Y se miran a sí mismos como personajes de la lucha heroica que emprenderán; y, si es necesario, darán sus vidas, como héroes.

De modo que los convocantes se declaran avanzada político militar y representantes de las categorías sociales a las que interpelan y convocan: la clase obrera, los trabajadores y el pueblo en general. Nadie los designó sus representantes; el fundamento de esta auto atribución es la idea de la vanguardia revolucionaria y los estados emocionales referidos: la indignación que sienten por la explotación y la opresión del pueblo y la voluntad de guerrear para cambiar la situación. Esas ideas y disposiciones les dan otras certezas: lucharán por los verdaderos intereses de los oprimidos por su gran empatía hacia ellos y porque los conocen; y están seguros de que poseen el discernimiento y los saberes necesarios para conducirlos a la victoria.

La decisión de la guerra implica la negación de la legitimidad del estado dictatorial o autoritario, y desde luego, del régimen político, los partidos y las elecciones que son vistos como carentes de contenido real.

Los convocados

Los convocados que acuden al llamado guerrillero tienen un perfil social similar al de los convocantes y son interpelados por las mismas significaciones. Sienten la misma indignación y tienen la misma voluntad de tomar las armas. Su moral es muy alta; quieren pertenecer y dar un gran sentido a sus vidas. Adhieren plenamente a la causa de la revolución; y están también decididos, si fuera necesario, a morir en la lucha. Por otro lado, están generalmente dispuestos a seguir la dirección del mando guerrillero, porque no tienen gran interés en “los detalles” estratégicos y tácticos que decidan los jefes; en ellos delegan la responsabilidad de conducirlos y cumplirán las pautas y órdenes que se les den. Constituyen un recurso fundamental de la guerrilla.

La estrategia revolucionaria

Se plantea la violencia como estrategia defensiva contra la violencia opresora. Una guerrilla importante favorecía la elección de un gran líder que condujera al pueblo a un socialismo nacionalista y antimperialista. Pero las más radicales son polarizadoras y proponen una hercúlea actividad militar para suprimir al otro; “nosotros” los revolucionarios que con el pueblo venceremos y terminaremos la opresión, contra “ellos”, los opresores que derrotaremos. Definen a los enemigos político-militares que deben ser derrotados: el imperialismo, el estado, la burguesía, las fuerzas armadas y un arco de cómplices de aquellos.

Asumen, aunque no es ésta una fórmula que prefieran, el derecho a hacer la guerra justa, en defensa y para liberarse del opresor, aunque se causen muchas muertes y sufrimientos, pues al final habrá paz, justicia y armonía.

La estrategia original de las guerrillas tenía en general, dos componentes:

a) el militar, que aunque contemplaba la formación ulterior de un verdadero ejército revolucionario, se sustenta en ataques armados que libran pequeñas unidades guerrilleras urbanas que golpean a las fuerzas armadas para debilitarlas y, sobre todo, para demostrar al pueblo que son vulnerables; y b) un trabajo político de masas que considera fundamental para sus fines; y que consiste en insertarse en las organizaciones sindicales y populares para politizarlas e integrarlas en una gran fuerza social y política que será decisiva para el triunfo de la lucha armada. Estos esfuerzos pasan por las luchas en favor de las reivindicaciones específicas de los diversos grupos sociales, pero no deben quedar limitadas y encasilladas en ellas, puesto que son sólo un momento de un desarrollo más amplio que tiene el primordial objetivo político militar de tomar el poder por medio de las armas (véase Pozzi 2015).

La revolución (ideas, macro símbolos y mitos)

Existe, desde luego, la idea de la revolución, entendida como “una ruptura brutal con el régimen pasado” (Furet 1999, p. 10); ella permitirá establecer el necesario socialismo igualitario, justo y fraternal. Pero lo fundamental no es un discurso de ideas y argumentos, de estrategias y tácticas de lucha, ni de planes y propuestas sobre lo que se hará cuando se tenga el poder. Por eso la idea de la transformación se subordinada a otro elemento más determinante, que es la disposición de la voluntad a tomar ya, de inmediato, las armas. Pero esta disposición no es un planteamiento frio, porque como dice Furet (1999, p. 77): desde 1789 la revolución fascina, pues “es la afirmación de la voluntad en la historia, la invención del hombre por sí mismo”, más aún si está adornada “con el encanto irresistible de la victoria”; en este caso, claro, la de la revolución cubana.

Emociones, actitudes, disposiciones

Entre las emociones, disposiciones y actitudes que afloran indirectamente en la proclama, se detectan además de la indignación, el repudio, el hartazgo y la desesperación; otras son de determinación y resolución: coraje, temeridad, arrojo; muchas de éstas que sugieren violencia, concurren con otras que implican generosidad y altruismo y están vinculadas al amor, la solidaridad y la compasión por los oprimidos, por quienes sufren, padecen y son explotados.

También destaca mucha llamativas referencias a las lecciones del Che, de las que extraerán el más fuerte impulso para su desempeño: tienen la disposición de ir hasta el fin; más allá de teorías, doctrinas y cálculos sobre la revolución, la guerrilla está lista para ganar la guerra irrenunciable que ya decidió o, y esto lo subraya estentóreamente, regando sangre en sacrificio, si es necesario, muriendo en la lucha por el pueblo, pero de manera productiva, generando al relevo que continuara la heroica epopeya. Estos aspectos de la proclama pueden ser leídos como cierta pulsión tanática heredada del Che, que los orienta tanto a destruir a sus enemigos como a morir ellos mismos en la lucha.

Macro símbolos y mitos

Los mitos son creencias colectivas que perduran y suelen adoptar la forma de relatos extraordinarios que interpelan a los individuos y los colectivos y de alguna manera los aleccionan. Suelen arraigarse en las identidades colectivas, pero hay algunos que concitan macro símbolos que por remiten a experiencias vitales de la condición humana que han sido elaboradas en la cultura, tienen equivalentes similares que los hacen comprensibles en espacios sociales muy amplios y muy antiguos. Es decir, son tan potentes que dan lugar a significados casi universalmente inteligidos (véase Durand 2004). Entre los que interesan para este análisis están: el triunfo liberador de la opresión; el derramamiento de la sangre y la muerte, que portan reverberaciones de significados que siguen elicitando significaciones actualizadas con capacidad interpelante.

Aunque la revolución es desde luego una idea, también tiene resonancias míticas, en tanto que sugiere el remontamiento a una raíz original del mal para enderezar lo torcido en su mismísimo crisol; y son también míticos el “asalto al cielo” de los revolucionarios, el ascenso a la gloriosa cima y la aurora de un tiempo nuevo. En las proclamas se alude indirectamente a lo alto, espacioso e iluminado, que da fuerza al mito revolucionario, sugiriendo la experiencia de las altas cumbres que, bajo un cielo radiante de luz, dominan largas distancias, generando sensaciones de expansión, gozo y alegría, que brindan el elaborado macro símbolo del triunfo y la liberación. Las proclamas insinúan también un macro símbolo opuesto, desprendido de la vivencia de lo hondo, obscuro y estrecho, como es la estancia en cuevas profundas y frías y la sensación de encierro, anulación y tristeza que transporta a la significación cultural de la sujeción opresora y la dominación.

La sangre derramada y el sacrificio

Otro poderoso macro símbolo es el de la sangre derramada o, dicho de otra manera, la construcción de sentido a partir de experiencias de destrucción cruel y violenta de cuerpos humanos que quedan muertos y teñidos de sangre. Esas experiencias, trabajadas por la cultura, son el referente del macro símbolo de la sangre derramada, que connota dolor, frustración sufrimiento, sometimiento, opresión y derrota de las víctimas.

Pues bien, este macro símbolo actúa en el mito muy antiguo del sacrificio, que es la creencia mágico religiosa de que el dolor humano no puede ser vano e inútil; que merece una recompensa; que el mundo, los poderes o los dioses que lo gobiernan no pueden ser tan crueles e indiferentes a nuestro padecer (Escalante 2000). Por eso, cuando fluye la sangre en ciertas circunstancias, se espera que el infligido o su comunidad reciban un beneficio que compense el dolor y el sufrimiento vivido, a veces incluso en una operación calculada quid pro quo: tanto dolor amerita tanto premio (Durand 2004, p. 319). En la actualidad, la antigua creencia ha casi desaparecido (aunque hay terroristas que en nombre de Alá se sacrifican), pero subsiste algo que suele formularse en estos términos: ya que fulano fue sacrificado, que se vertió su sangre, que fue dolorosamente asesinado, demos a su muerte un sentido positivo; por ejemplo, lancemos un ¡basta ya! y movamos las conciencias para impedir que se repitan más muertes como la suya.

Otra versión, que emerge en la lucha guerrillera, se formula así: los guerrilleros que dieron su sangre y murieron combatiendo digna y heroicamente por la revolución, ni mueren del todo, ni su sacrificio es inútil, porque dan un ejemplo señero de entrega a la causa. Y ese ejemplo será luego un incentivo para que otros sigan su camino. Es decir, esos sacrificios son útiles a la revolución, la apalancan, la sirven, porque producirán nuevos combatientes.

El Che Guevara insistió con vigor, en que el deber inexcusable de los combatientes revolucionarios incluía desde luego, si fuese necesario, el de su propio sacrificio, regando su sangre y muriendo por la revolución.13 Un famoso escrito suyo tenido por algunos como su testamento guerrillero, habla muy explícitamente del sacrificio de individuos y pueblos y de la sangre que habrá que regar y derramar para el triunfo de la revolución en el mundo. Premonitorio de su propio sacrificio, el texto contiene este conocido pasaje: “En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ése, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo, y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a entonar los cantos luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de victoria.” (Guevara 1967).14

Siempre asumió el Che la posibilidad de caer muerto en combate y lo considero como una parte central del compromiso guerrillero. Y es verosímil que haya considerado dar a su propia muerte la connotación de un sacrificio que luego interpelaría y convocaría a otros a tomar las armas y continuar la lucha.

Este legando del Che tuvo gran recepción en las proclamas revolucionarias y en el desarrollo de la lucha guerrillera. En ellas se exaltan las significaciones de la muerte, el derramamiento de la sangre y el sacrificio, que investigadores como Longoni (2007), Carvonale (2010 y 2011), Donatello (2010) e Iazzetta (2014) consideran muy presentes en el accionar de las guerrillas.

El hombre nuevo

Otro mito asumido por las proclamas alude a la constitución del hombre nuevo, como lo proclamó el Che Guevara (1978) en uno de sus últimos escritos.

Éste sería un hombre que, asumiendo los grandes valores revolucionarios, prefigura a los hombres justos, esforzados, desprendidos y amorosos que serán sustento y fruto del nuevo orden y la nueva humanidad nacidos de la revolución, porque la revolución rescata, redime y salva. El postulado tiene una clara afinidad con el mito de la comunidad del amor, la paz y la armonía, como la ciudad de Dios que pensó Agustín de Hipona (Chuaqui y De Hipona 2005); ciudad de la virtud que sería habitada por hombres salvados del mal, como los hombres nuevos de Guevara.

Las significaciones surgidas en la lucha guerrillera

Conviene mirar a las guerrillas y a las fuerzas del estado como actores en una relación interactiva que es la del combate entre ambos, en el desarrollo del cual van emergiendo otras significaciones. En la medida en que las hostilidades se hacen más intensas, se puede hablar de un proceso que genera constricciones, influencias recíprocas y ajustes mutuos y también efectos no previstos ni deseados.

Se trata de un proceso que afecta de manera parecida al conjunto de esas guerrillas y permite hablar de líneas generales y tendenciales similares que apuntan a lo que podría ser el bosquejo de un tipo ideal weberiano que muestra cierta coherencia. Y desde luego, lo que se dice aquí del conjunto, no necesariamente aplica a cada guerrilla, porque cada una tuvo su propio desarrollo.

Es clave en el proceso el tiempo de la acción, pues la dinámica cambiante de las interacciones imprime distintos ritmos al combate. En el desarrollo de la lucha guerrillera se dibujan tres fases de cambios, que comienza con un primer tiempo auto controlado del pase a la clandestinidad, la preparación y el unilateral inicio de los ataques guerrilleros. Sigue luego otra etapa de ataques y contraataques en la que la contienda arrecia y el tiempo y la velocidad son mutuamente impuestos. Al final las fuerzas armadas instauraron un tiempo muy rápido de acoso y persecución a las guerrillas que terminó con la derrota que les infligen.

Las taxativas de la pauta del combate

La guerra que emprenden las guerrillas es desde el principio una lucha político militar (como lo es toda acción militar), porque su clara voluntad fundadora es la de tomar el poder por la fuerza; es decir, hacer política por medio de las armas. Y como dijo Mao de quienes se integran a una guerrilla: “cuando empuñan las armas se convierten en soldados y si están organizados se transforman en unidades militares” (1989, p. 73).

Consecuentemente, en el accionar de la guerrilla destaca un momento crucial: el del bautizo de sangre y fuego cuando se libran los primeros combates armados. Es éste el momento del nacimiento de la guerrilla, porque es en esa hora que se pasó de la idea, la disposición y la voluntad; se empuñaron las armas y se formó una unidad militar y, ahora, se ha actuado y ha fluido la sangre. Es esta otra situación que da lugar a una nueva significación, pues si los guerrilleros son auténticos y la revolución es verdadera, como lo proclaman, deberían ser congruentes e ir hasta el fin. Podrían replegarse, cambiar de táctica y esperar un momento más oportuno; pero, en sus propios términos, tenían ante sí un deber ser inexorable: no abandonar la lucha, cueste lo que cueste. (Aunque, desde luego, hubo muchas deserciones). Lo había dicho el Che al despedirse de Cuba para retornar a la lucha guerrillera, aludiendo a los que en “la hora definitiva” caen, porque “en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera)”.15

Al principio, las guerrillas controlan plenamente el tiempo, pues ellas deciden el momento y el ritmo de las intervenciones con que inician las hostilidades armadas. Y desplegando ataques con acciones más o menos audaces, bien planeadas y ejecutadas, la guerrilla logra implantarse. Porque sus acciones y significaciones tienen proyección, se hace conocida y es reconocida, recluta nuevos guerrilleros, concita el apoyo o la simpatía de apreciables francas sociales y deviene un actor con presencia innegable.

Pero pasada la sorpresa inicial, el estado refuerza todas sus defensas, sus blindajes, sus guardias, sus vigilancias y sus tareas de información, inteligencia e infiltración y emprende la búsqueda de los combatientes, peinando las ciudades, checando los espacios públicos, allanando todo lugar dudoso y, sobre todo, capturando e interrogando a toda persona sospechosa. En un táctica que irá endureciendo progresivamente.

Una inflexión en el curso de la guerra lo dan las cúpulas estatales al adoptar una estrategia de guerra terrorista, en buena parte clandestina, para aniquilar al “enemigo interno”. Esta táctica se propone romper la secrecía que es vital para la guerrilla y para eso redobla los esfuerzos para capturar a todo tipo de sospechosos y arrancarles mediante torturas salvajes, la información sobre la ubicación y la identidad de los combatientes y de sus jefes. Quebrantan los cuerpos para quebrar a las personas y obtener la información. Al final, los bárbaros suplicios y la inteligencia represora logran extraer información, con lo que las detenciones se multiplican, con un gran efecto desarticulador de las guerrillas.

Centralización del mando

En la medida en que se intensifica el combate y aumenta de la velocidad de la acción, la guerrilla es compelida a tomar e implementar decisiones muy rápidamente y a canalizar sus mayores y mejores recursos al combate. Tiene que dar respuestas urgentes, eficaces y contundentes a numerosos problemas que surgen del creciente fuego enemigo, y también de los que aparecen en la realización de sus propios operativos ofensivos. Y para poder hacerlo se necesita que la conducción guerrillera proceda con resolución y energía en plazos perentorios.

La presión de las circunstancias militares absorbe el interés del liderazgo en las operaciones y facilita que el alto mando asuma más responsabilidades y, de ese modo, se reduce la participación colectiva en la toma de las decisiones, dejándolo progresivamente en un número menor de personas. De hecho, se va produciendo un cambio en la conducción; se hace visible en torno al Jefe un círculo que integran los responsables de la instancia militar (táctica, inteligencia, información, logística, operativos, comandos especiales, etcétera) que cada vez pesan más en la conducción de la guerrilla. Todo esto contribuye a que la guerrilla se incline más hacia la realización de operativos militares y como la guerra arrecia, su dinámica constriñe y justifica que se sigan concentrando las responsabilidades para dar respuestas inmediatas, que disminuyan las consultas y las discusiones y que se reserve más la información. De modo que los cambios en la guerrilla promueven un protagonismo mayor del Jefe y un mando más fuerte y guerrerista.

Giro estratégico

La estrategia original de las guerrillas contemplaba que al tiempo que se realizaran los primeros ataques armados, la guerrilla se insertaría en las organizaciones sindicales y populares, que en aquellos primeros años setenta estaban muy activas. Pero muy pronto la guerrilla comprueba que el trabajo político de la vinculación con las masas es mucho más difícil de lo que había previsto, porque esas luchas tienen sus propias dinámicas, sus tiempos y sus objetivos. Aunque se hacen movilizaciones en favor de las reivindicaciones obreras y populares y contra la burocracia sindical y otras de mayor contenido político, sólo excepcionalmente se comprometen los líderes de las organizaciones de base con la lucha armada guerrillera.16 A esa gran dificultad, debe sumarse que la represión de las fuerzas del estado contra los movimientos sociales, las organizaciones y sus líderes es especialmente dura contra las más activas y las que supone vinculadas a la guerrilla. Todo esto tiende a separar más a las guerrillas de las masas.

Esto sucede al tiempo que la dinámica de la acción va imponiendo el ritmo de un combate en el que ambos contendientes intercambian golpes recíprocos. No puede la guerrilla ignorar los ataques recibidos; está precisada a continuar y aumentar el toma y daca de los golpes y contragolpes.

De modo que la acción guerrillera se va orientando a propinar golpes que deben ser destructivos, y que además deben funcionar como “propaganda armada”; es decir, deben ser demostraciones fácticas muy visibles, que muestren que el enemigo es vulnerable y puede ser derrotado y humillado. Esos golpes contundentes serán la prueba de que los rebeldes merecen la confianza popular para conducir al triunfo a la lucha revolucionaria.

De hecho, las nuevas circunstancias presionan un cambio en la estrategia original; ahora calcula el mando que los golpes contundentes funcionando como “propaganda armada” serán la chispa que de pronto encenderá la conciencia popular, porque en su diagnóstico se vive una situación prerrevolucionaria que en cualquier momento se convertirá en la crisis revolucionaria que despejará el camino para la insurrección armada generalizada.

Este desarrollo conduce a que la guerrilla cambie su estrategia potenciando la confrontación militar y se militarice aún más. El cambio tiene coherencia, pues la guerrilla hizo de la proclamación y realización de la lucha armada su gran significación; fue a través de acciones armadas que irrumpió e implantó su presencia y ante la dificultad del trabajo de masas, se concentra en lo militar. Este giro parece acercarla al principio maoísta de que la política manda al fusil y por medio del fusil se obtiene y se retiene el poder estatal (Mao 1976, p. 231-232).

Tendencias

La priorización de lo militar alienta ciertos desarrollos. Se incuba la oposición de quienes han tenido a su cargo el trabajo político, pues observan que el gran énfasis en las acciones militares incrementa la represión de las fuerzas armadas contra las organizaciones sindicales y populares y sus líderes, lo cual dificulta aún más su trabajo.

Se bosquejan así dos corrientes en tensión: una militarista que encabezan el Jefe y la instancia militar y la de los activistas políticos que, sin renunciar a la vía armada, consideran que en la coyuntura del momento debe darse preeminencia al trabajo político en las organizaciones obreras y populares a fin de activarlas, concientizarlas y acoplarlas a la vanguardia armada. Es la típica contradicción entre el partido y el ejército. A la larga es la hegemonía de la corriente militarista la que tiende a prevalecer.

Pasión combativa

Otro desarrollo que en ocasiones trajo consigo la espiral de la violencia y la obsesión guerrera fue la aparición de una pasión por el combate. Un grupo de destacados combatientes, descubren que el fragor del combate les produce un frenesí que los hace conducirse con gran energía y destreza y los induce a asumir riesgos temerarios. También se constata que se han forjado nuevos lazos fraternos entre quienes libran juntos los combates.

Por otra parte, el aparato del estado va incrementando cada vez más la ferocidad y el terror salvaje contra la guerrilla y los milicianos capturados. En esa situación, el coraje y la pasión combativa de la guerrilla destila en algunos grupos milicianos sentimientos y emociones de odio y deseo de venganza que los llevan a la ejecución de represalias impuntuales y desmedidas que llegan a calificar como actos terroristas (Vezzetti 2009). Puede decirse que, en una evolución especular impelida por el terrorismo del estado, el desempeño de la guerrilla llego a alcanzar también extremos de cruel automatismo militarista.

Infiltración y sospechas

Otros sucesos dan pie a otra significación relevante. La guerrilla comprueba que ha sido infiltrada, porque el enemigo estaba informado de los ataques planeados y cuando atacaron los esperaban emboscados y los repelieron muy ventajosamente.

Paradójicamente, no obstante las sospechas, la guerrilla se ve precisada a apresurar la incorporación de nuevos reclutas para cubrir las numerosas bajas de milicianos que ha sufrido. Lo expedito del procedimiento reduce los filtros que se aplican a los nuevos reclutas y hace a la guerrilla más vulnerable a la infiltración de espías.

En varias guerrillas se descubrió que efectivamente había infiltrados, los cuales fueron sentenciados y ejecutados de inmediato; pero algunas de las ejecuciones suscitaron dudas en la misma guerrilla y enrarecieron el ambiente.

Culto a la personalidad

Hegemonizada por la corriente militarista, tiende a generarse en la organización un culto a la personalidad del Jefe que se expresa en la gran deferencia con que se escuchan sus opiniones y sus evaluaciones. Se le llega a tener como a una especie de artista o genio de la revolución, que en su momento sabrá calibrar la correlación de las fuerzas, sentir el estado de ánimo del pueblo y medir la temperatura del conflicto para tomar la gran decisión correcta.17 Tanto el giro militarista, como la concentración del poder y el culto a la personalidad del Jefe son significaciones que muestran el rumbo que fue tomando la guerrilla.

La estrategia del golpe final

Lo que se dice a continuación, no sucedió en todas las guerrillas, pero lo relevante es que sí latía en la subjetividad del conjunto de las guerrillas, es por eso una gran significación que las distingue.

En algunas guerrillas sucede que muy avanzado el proceso, la guerrilla vive una persecución y un acoso por parte de las fuerzas armadas. Las cada vez más frecuentes capturas, los allanamientos de las casas de refugio, las desapariciones forzadas de milicianos y los caídos en los combates han desangrado sus filas y la desarticulan.

Pero pese a los golpes recibidos, el núcleo duro de la guerrilla no cede y eleva la apuesta preparando asaltos a objetivos más conspicuos. La guerrilla calcula el combate ha llegado a un clímax y ha llegado el momento de tomar la gran decisión, pues está ante una disyuntiva crucial: o retrocede o se lanza a fondo y con todo.

El mando interpreta que el estado ha destruido su propia legitimidad y que la brutal represión terrorista de las fuerzas armadas es síntoma de la debilidad y desesperación de la cúpula estatal. Estima, sin embargo, que aún hay temor e indecisión en las masas obrero-populares, pero que éstas podrán superarse si se actúa con gran audacia y energía, así que se prepara para emprender una gran contraofensiva. Calculan que, si logran infligir varias estruendosas derrotas a las fuerzas armadas, se producirá una especie de choque eléctrico que disparará el prestigio y la credibilidad de la guerrilla, y entonces sí se unirán a la lucha armada los trabajadores y el pueblo. Su estrategia es multiplicar los golpes; si éstos son potentes y efectivos, estiman, exhibirán la vulnerabilidad del enemigo, convencerán a los masas de que son derrotables y hasta, tal vez, dividirán a las fuerzas armadas. Algunas guerrillas desisten y abandonan, pero otras no, y las que se deciden se preparan para el “todo o nada”18, o vencer o morir, porque, como lo dijo el Che, las revoluciones verdaderas sólo pueden terminar con la victoria o la muerte. Viven su propio desempeño como una página estelar de la épica revolucionaria que están dispuestos a transitar.

Así que hay una tendencia a realizar las mayores operaciones militares que jamás han intentado. Saben que si fracasan será el fin y morirán; pero aceptan afrontar ese riesgo, porque, como lo dijeron siempre, están dispuestos a morir y lo aceptan. Porque en la hora definitiva están muy presentes las grandes significaciones de la narrativa de la guerrilla, con sus ideas, emociones y disposiciones a darlo todo; incluso a verter la sangre en sacrificio, a morir dignamente y convertirse así en signo heroico que contribuya a la continuación de la revolución interpelando a otros.

Grandes significaciones del momento final

Cuando se acerca la última hora, la de jugarse el todo por el todo, arrostrando la muerte, se revitalizan las significaciones gloriosas de la proclama original y las palabras testamentarias del Che que dan gran sentido a la aceptación del previsible momento final de los combatientes. Bienvenida la muerte si se siembra el relevo revolucionario.

Acuden imágenes dramáticas y estetizadas de la muy probable muerte que cerrará la epopeya revolucionaria de los guerrilleros. Parece llegado el turno de dar su sangre, de demostrar que la lucha revolucionaria es verdadera; de morir por la causa, por amor a los sometidos y odio al enemigo; y deberá ser, como fue la del Che, “una muerte grandiosa: a sangre fría, heroica, hermosa y estoica” (Castañeda 1997, p. 477), ejemplar.

Esta gran significación expresa que la vida será breve, pero la muerte tendrá sentido; no será casual, ni fatal, ni pasiva, pues morirán disparando sus armas y con pleno conocimiento previo de lo que podía pasar; por decisión propia. De algún modo será gestionada la propia muerte que se insinúa próxima; y, si sucede, como lo postula el mito del sacrificio, tendrá una gran significación, será un potente llamado que llegará a otros oídos, una inversión de sangre y dolor de muy altos quilates, que fertilizará al mundo para que surjan nuevos luchadores que tendrán una nueva oportunidad. Habrá la efusión de sangre que podrá generar nuevos rostros, mitos y significaciones heroicas, que serán útiles y productivas, para interpelar a otros que continuarán la lucha.

No pueden dejar de advertirse, por un lado, la fascinación por la caída heroica elaborada por el romanticismo en el XIX y, por otro, el eco del conocido elogio del martirio que hizo Tertuliano (1927: 329) en el siglo III: “Segando nos sembráis: más somos cuanto derramáis más sangre; que la sangre de los cristianos es semilla.”

Derrota y fin

Pero los grandes operativos militares fallaron, pues son derrotados sin lograr mostrar al enemigo vencido y humillado. Poco tiempo después caen más refugios y es asesinada gran parte del mando guerrillero. Las fuerzas armadas y el estado celebran la victoria, la muerte de los jefes y el fin de la “insurrección terrorista”. Y la guerrilla deja de existir o queda reducida a un grupo menor que languidece, a veces durante años y finalmente desaparece.

Por el disminuido prestigio de la guerrilla en nuestra época, tal parece que la sangre gastada en el sacrificio de la hora final para la construcción de un nuevo ejemplo mítico, la gran significación lanzada al final, no rindió los frutos apreciables que se esperaban.

Conclusión

Es pertinente leer, identificar e interpretar las grandes significaciones que emergen en la secuela de los grandes acontecimientos sociales y para ello es necesario afinar los instrumentos conceptuales que permitan hacerlo.

Las guerrillas latinoamericanas de los años setenta fueron actores sociales y político militares que se constituyeron a partir de significaciones que recrearon y enriquecieron. Esas significaciones revolucionarias estaban en sintonía con el clima cultural, intelectual, moral y emocional del tiempo en que insurgieron.

Las significaciones de la proclama y las surgidas en el desarrollo de la guerrilla misma, pueden verse como parte de un texto cultural cuyo sentido expresado en ideas, disposiciones, emociones, macro símbolos y mitos, podría “traducirse” así: estamos indignados por la opresión y la desigualdad reinantes y tenemos la firme voluntad de remontar, con arrojo y temeridad, las tinieblas de la opresión y la desigualdad indignantes y acceder al tiempo de la comunidad de los hombres nuevos. Por eso hemos tomado las armas y hacemos la guerra, para ascender a la cima de la luz refulgente del triunfo liberador, “asaltando al cielo” con coraje y valentía; para transformar abruptamente y de raíz al mundo; por amor al pueblo y con odio a los opresores que aniquilaremos, para salvar a los oprimidos de su execrable postración; y si es necesario, moriremos por la causa derramando en sacrificio nuestra sangre y toda la ajena que sea necesaria; dejando el ejemplo de nuestra lucha a nuevos combatientes.

Se reconoce aquí que lo expuesto apunta a líneas generales y tendenciales similares de un proceso ocurrido en el conjunto de las guerrillas consideradas, pero no puede decirse que en todas las guerrillas haya sucedido lo mismo.

En mi lectura advierto dos grandes significaciones que interpelaron a aquellos jóvenes guerrilleros: la acción de hacer la guerra y la decisión del sacrificio heroico.

La gran significación fue hacer la guerra, usar las armas para tomar el poder; misma que fue precedida por una gran indignación por la desigualdad y la dura represión y una gran disposición emocional: la voluntad de ir a las armas. Es muy notable en esta significación cómo se sentían libres respecto de las múltiples determinaciones que limitaban la capacidad de realizar la lucha. La otra gran significación, muy influenciada por la figura del Che, fue la disposición de morir, si fuese necesario; de dar la vida por la causa, sacrificándose de manera heroica.

Más resumido y concentrado: hacen la guerra para tomar el poder y si en el curso de la lucha tienen que morir, lo harán con heroicidad ejemplar.

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1Del Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM. Agradezco un apoyo del programa paspa de la DGAPA de la UNAM.

2Esos autores han hecho contribuciones muy importantes para el conocimiento de la cuestión y soy deudor de sus obras. Recurro a estas fuentes secundarias para encontrar y reflexionar sobre las significaciones que parecen estar presentes en casi todo el conjunto de esas guerrillas.

3Aunque esta revolución se apartó en la coyuntura decisiva de la estrategia guerrillera.

4Entendido como “las líneas generales de la historia de nuestro tiempo y especialmente la dirección general y la significación de esa historia” (Geertz 2006, p. 208).

5Se han aducido otros factores que hicieron posible la revolución; pero aquí lo que importa es que ésta fue la explicación que dio uno de sus más reconocidos jefes.

6La famosa fotografía del Che conocida como “el guerrillero heroico”, de Korda, plasmó esa imagen.

7Las imágenes del Che muerto evocaban las de Cristo (Castañeda 1997, p. 21, 477 y ss.)

8Véanse las biografías del Che de Castañeda (1997), Anderson (2010), Taibo (1996) y Kalfon (1997).

9Dice Hobsbawn (2003, p. 300) que los universitarios de la época eran “políticamente radicales y explosivos” y muy expresivos.

10La identidad de una guerrilla sería el conjunto compartido y relativamente estable de rasgos, representaciones sociales y orientaciones de su participación político militar directa, en los que sus miembros se reconocen y por los que son reconocidos (véase Giménez 2016, p. 207).

11 Turner (1975, p. 150) dice que los símbolos “son formulaciones tangibles de ideas, abstracciones de la experiencia fijadas en formas perceptibles, representaciones concretas de ideas, de actitudes, de juicios, de anhelos o de creencias.”

12Dice Ariza (2016, p. 17), refiriendo a Barbalet, que las emociones (y el “ser disposicional”) son “experiencias ‘sentidas’ mediante circunstancias sociales, como una propiedad más de la interacción social”, y cita a Denzin diciendo que: “la emoción y la emocionalidad no se encuentran ubicadas en el sujeto o su cuerpo, sino en la relación del sujeto con su cuerpo vivido en un contexto social dado”. Es claro que estas proposiciones son afines al muy conocido concepto de habitus de Bourdieu.

13Las biografías del Che coinciden en señalar su valentía temeraria, su desdén por el peligro, su desprecio por la muerte y sus persistentes exhortaciones a ser coherentes hasta el fin.

14La disposición sacrificial del Che (1977c) alcanzó una cota extraordinaria cuando durante la llamada “Crisis de los misiles” de octubre de 1962 exaltó la disposición del pueblo cubano “a inmolarse atómicamente para que sus cenizas sirvan de cimiento a las sociedades nuevas…”

15En la muy conocida carta a Fidel Castro de marzo de 1965 (reproducida por Taibo 1996:526-527).

16Esta subjetividad no mostró la esperada determinación clasista directa de la dinámica social.

17Para Lenin (1961), la insurrección es “un arte” que, se desprende, está a cargo del Jefe revolucionario; y en la coyuntura propicia, en un tiempo muy breve, las masas pueden cambiar de opinión y apoyar la insurrección.

18Así título Seoane (2003) su libro sobre el Jefe revolucionario del prt-epr y el sentido de éste es el que se retoma aquí.

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