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Cultura y representaciones sociales

versión On-line ISSN 2007-8110

Cultura representaciones soc vol.17 no.34 Ciudad de México  2023  Epub 20-Oct-2023

 

Artículo (Casos)

Comiendo con violencia. Comientes frente al Régimen Alimentario Coorporativo

Eating violently. Clients against the Corporate Alimentary Regime

Sandra Ramírez-García1  1

Alma Amalia González-Cabañas2  2

Laura Elena Trujillo-Ortega3  3

1Universidad Autónoma de Chapingo

2UNAM

3Universidad Autónoma de Chapingo


Resumen

El objetivo en este artículo4 es identificar y analizar la violencia ejercida por el poder corporativo alimentario que afecta a participantes de redes alimentarias alternativas (RAA), a partir de las experiencias de nueve personas que conforman distintas RAA en el área metropolitana de Xalapa, Veracruz. Partiendo de la teoría de régimen alimentario, la conceptualización de la violencia y el papel de estas personas como comientes, se observaron tanto las afectaciones que ellas perciben en el plano material como en lo subjetivo, en lo relacionado con la construcción de su identidad y su visión del ordenamiento del mundo. La metodología estuvo basada en Círculos de diálogo con recursos de cartografía participativa; lo cual hizo posible co-crear conocimiento. La violencia detectada se encuentra articulada y ordenada espacialmente por el poder corporativo alimentario y la relación de éste con los Estados; y esta violencia de manera lenta pero cotidiana erosiona las formas de vida, el ambiente y la salud de las personas involucradas. Particularmente, esta violencia atenta contra la libertad de estas y estos comientes de elegir qué comen y qué son; asimismo atenta contra su compromiso de cuidar la tierra y a otros seres; lo que los lleva a sentir tristeza, enojo, culpa o vergüenza. Pero las RAA permiten modificar activamente los lugares de tránsito y resistir la violencia.

Palabras clave: redes alimentarias alternativas; identidad; cuidado; círculos de diálogo; cartografía participativa

Abstract

The objective of this article is to identify and analyze the violence exercised by the corporate food power that affects participants of alternative food networks (AFN), based on the experiences of nine people who make up different AFN in the metropolitan region of Xalapa, Veracruz. Starting with the food regime theory, the conceptualization of violence and the role of these people as eaters, we observed the effects that they perceive both materially and subjectively, in relation to the construction of their identity and their vision of the ordering of the world. The methodology was based on dialogue circles with participatory mapping resources; which made it possibleco-create knowledge. The violence detected is articulated and spatially ordered by the corporate food power and its relationship with the States; and this violence slowly but daily erodes the ways of life, the environment and the health of the people involved. In particular, this violence threatens the freedom of these eaters to choose what to eat and what to be; it also infringes on their commitment to care for the earth and others beings; leading them to feel sadness, anger, guilt or shame. However, the afn allow to modify the places and resist violence.

Keywords: alternative food networks; identity; care; dialogue circles; participatory cartography

Introducción

La idea de escribir un artículo sobre la violencia y alimentación surgió al observar los procesos de deterioro en la salud de consumidores con dietas basadas en alimentos procesados y ultraprocesados, de trabajadores agrícolas expuestos diariamente a agroquímicos tóxicos, así como el estar al tanto de la precarización laboral de estos últimos. Al reflexionar sobre ello, se especuló alrededor de la violencia que se origina en diferentes procesos de las redes de producción y distribución de alimentos. Al decidir escribir sobre las iniciativas que se tejen para el aprovisionamiento de alimentos con características diferentes a las formas actuales y dominantes de producción y distribución de alimentos, la violencia parecía no tener un lugar en el análisis. No obstante, al analizar lo expresado por personas que participan en este tipo de iniciativas se identificaron comentarios que hacían sentir, pensar y cuestionar la violencia en contra de quienes desean alimentarse a través de procesos de producción y distribución de alimentos que no conlleven las consecuencias negativas de la producción y distribución a gran escala. Durante el trabajo de campo exploratorio de esta investigación, una mujer joven, participante de un grupo de agricultura urbana en el área de estudio, expresó que cuando se encuentra en la localidad rural de donde es originaria, no puede alimentarse como a ella le gustaría; allí no hay agua suficiente para cultivar más alimentos en su huerto y en las tiendas más próximas se venden productos ultraprocesados o “verduras marchitas” que no le gustan para comer. Igualmente, otra mujer joven, voluntaria en un huerto comunitario, narró que anteriormente en su lugar de origen había varios árboles de jinicuil (Feuilleea jinicuil), cuyos frutos comía en compañía de su familia, pero la extensión de la ciudad “tiró los árboles y sus recuerdos”.

¿Eran estos y otros casos ejemplos de violencia? Conforme a Nixon (2011, p. 2), la violencia se concibe habitualmente como un evento o acción espectacular derivado del uso de la fuerza, con consecuencias inmediatas y explosivas. En el caso de las personas que aparentemente han elegido por si mismas una dieta basada en comida procesada y ultraprocesada y en los trabajadores agrícolas que se enfrentan a la precarización del empleo existe un deterioro de su salud, pero no se puede señalar fácilmente que exista algún tipo de violencia; mucho menos aún se puede decir, en las experiencias de quienes buscan un aprovisionamiento de alimentos de tipo alternativo.

Siguiendo a Nixon, retomamos el concepto de violencia lenta, aquella que se origina en políticas desarrollistas y destructivas de la naturaleza y afecta principalmente a las comunidades con menos desarrollo económico. Este tipo de violencia puede ubicarse por medio de la teoría de régimen alimentario. Autores como Harriet Friedman, Philip McMichael y Mark Tilzey han analizado el papel de la producción y el consumo de alimentos en la configuración y reconfiguraciones del capitalismo al identificar cómo la agricultura forma parte de arreglos geopolíticos y económicos alrededor del mundo; sus análisis han derivado en la teoría de Régimen alimentario. Conforme a McMichael (2015, p. 18) y Tilzey (2018, p. 1) el Régimen alimentario puede ser entendido como el ordenamiento mundial de las relaciones entre las personas y la naturaleza para asegurar la hegemonía de ciertos actores en los procesos de producción y distribución de alimentos destinados a la población humana. Dicho ordenamiento deviene de reglas y estructuras que condicionan la producción, distribución y consumo de alimentos según formas históricas del ejercicio del poder y cambios mayores en el capitalismo (Friedmann, 2016, p. 673).

En la historia, se identifican tres ordenamientos o regímenes alimentarios. El primero tiene lugar en la época colonial regida por Gran Bretaña de 1870 a 1930, durante este período las naciones colonizadoras controlaron mayormente los procesos de producción y distribución de alimentos alrededor de mundo y con ello se modificó la alimentación de diferentes poblaciones bajo el discurso de civilizar a los colonizados.

El segundo régimen corresponde a la etapa de la posguerra mundial, entre 1950 y 1970, en este periodo Estados Unidos a través de diferentes actores y procesos instauró en el imaginario colectivo que, dicho país podría alimentar al mundo impulsando la modernización de otros países, lo cual fomentó la expansión de monocultivos a gran escala con el uso intensivo de agroquímicos.

El tercer régimen es el régimen corporativo alimentario y va del año 1980 al momento actual, donde redes de corporaciones dirigen gran parte de los procesos de producción y comercialización de alimentos en todo el mundo, justificándose en el discurso de eliminar el hambre a través de su participación extendida en el aparente libre mercado (McMichael, 2015). De acuerdo a Friedmann (2016, p. 672), la instauración del régimen corporativo alimentario ha requerido de la participación de diferentes actores que, como los Estados nacionales y los organismos supranacionales, permiten y fomentan modificar los territorios a fin de favorecer la acumulación de capital de las corporaciones alimentarias sin importar los daños que se generan hacia la naturaleza y a diferentes poblaciones humanas. Si se tiene en cuenta que este esfuerzo conjunto y deliberado para modificar los territorios ha tenido numerosas consecuencias ambientales y sociales negativas, toma sentido identificar la configuración del régimen alimentario actual como origen de violencia.

De esta manera, el objetivo del presente artículo es identificar y analizar la violencia ejercida por el poder corporativo alimentario y que afecta a participantes de redes alimentarias alternativas (RAA); esto a partir de las experiencias de nueve personas que conforman distintas RAA en el área metropolitana de Xalapa, Veracruz en México. En la academia, las iniciativas de producción y distribución de alimentos que intentan no reproducir las negatividades ecológicas, sociales y políticas de los procesos dirigidos por las corporaciones se han estudiado bajo el nombre de redes alimentarias alternativas (González et al., 2020, p. 19; Martindale, 2020, p. 1). Debido a la variedad de RAA y el surgimiento constante de nuevas redes con distintas configuraciones (Sarmiento, 2017), es importante no restringir teóricamente la conceptualización de las ellas (Renting y Marsden, 2003). No obstante, algunos autores como Goodman et al. (2012, p. 20) han puntualizado que las RAA son comunidades de consumidores y productores con prácticas reflexivas que crean nuevos lugares materiales y simbólicos en el aprovisionamiento de alimentos pudiendo tener un fuerte discurso crítico hacia las redes corporativas y que, en cambio, promueve valores éticos como la justicia social y ambiental, o usan discursos más particulares sustentados en la conservación de las culturas alimentarias, el localismo y los paisajes agrícolas tradicionales (Nigh y González 2015). En los estudios sobre RAA, estas generalmente son vistas en oposición a este régimen alimentario (Soler y Calle, 2010; Darolt et al. 2016) aunque también existen investigaciones donde se critican sus intersecciones con la gran industria alimentaria (Isgren y Ness, 2017; Martindale 2020).

La mayoría de estos estudios se suelen centrar en las formas de construcción de las RAA y han mostrado importantes hallazgos. Aquí se decidió ampliar el campo de observación al espacio social para tener en cuenta la influencia del poder corporativo alimentario en el aprovisionamiento cotidiano de personas que conforman las redes. Conforme a Friedmann (2016, p. 273) aún no es clara la forma en la que cambia la alimentación en relación a la configuración del régimen, por lo que a través de la presente se procuró conocer la relación de las personas que participaron en la investigación con su espacio social y sus alimentos, teniendo en cuenta que el poder corporativo alimentario configura no solo los procesos de producción y distribución de alimentos, sino que también configura el espacio. Con esto presente se diseñó e implementó una metodología que visibilizó las relaciones entre las personas que participan en RAA, sus alimentos y su espacio social.

El concepto de espacio social permite articular el análisis de distintos enfoques con escalas explicativas propias y que discurren entre el Régimen alimentario que se explica en el contexto global para luego articularse con explicaciones en contextos nacionales y regionales, hasta llegar al espacio privado de los hogares de las personas. Pero el espacio social trasciende las fronteras impuestas por la concepción epistemológica dominante que segmenta la comprensión de los problemas sociales. Este mismo concepto nos permite adentrarnos en el espacio íntimo de las personas para conocer la toma de decisiones y las relaciones que definen cuáles son los alimentos que forman parte de su plato, que sacian su hambre y que entrarán a formar parte de sí mismos como moléculas de su cuerpo.

En esta investigación, primeramente, nos enfocamos a identificar el complejo de relaciones de los actores en las distintas escalas y, una vez que éstas se hicieron visibles, fue posible detectar la violencia generada por el poder corporativo alimentario. En esta perspectiva, sabemos que el reto de este planteamiento radica en la articulación de los enfoques teóricos que remiten a escalas que abarcan desde lo global hasta el espacio íntimo de las personas que se alimentan, pero estamos seguras de la necesidad de abordar la alimentación como un hecho social total en el sentido maussiano que permita, identificar las violencias en sus distintos niveles y expresiones hacia los comientes. La mayor parte de los estudios sobre consumo alimentario se posicionan justamente en el acto de comprar, dejando de lado la perspectiva que ofrece el concepto comiente5 , acuñado desde la socioantropología de la alimentación y que permite abordar el espacio social alimentario en sus múltiples escalas, tal como planteamos en este trabajo, a fin de rebasar los planteamientos epistemológicos que fragmentan o acotan el conocimiento (Poulain 2002).

Y ¿a qué se llamará violencia? Inclán (2016) y Martínez (2016) replantean el concepto de violencia para abarcar tanto sus formas evidentes como aquellas más sutiles en el tiempo contemporáneo. Conforme a Inclán (2016, p. 13) “la violencia es un proceso, una voluntad materializada que intenta imponer una situación” y su valoración, esta imposición se hace por medio de una fuerza o conjunto de fuerzas materiales, simbólicas, cognitivas o afectivas. Por su parte, Martínez (2016, p. 16) después de hacer una revisión conceptual llega a definir la violencia como “una forma de relación social caracterizada por la negación del otro”. La definición de Inclán lleva a preguntarse sobre cuáles son esas fuerzas y quiénes y cómo las articulan; además, el uso del verbo “intentar” hace pensar en aquellos momentos, lugares y personas que resisten la imposición, y finalmente con este concepto también se puede reflexionar en torno a la velocidad con la que se impone la situación y su razón. En cuanto a la definición de Martínez, ésta plantea tres posibilidades: la primera es la inclusión de las y los distintos sujetos de la relación, es decir, el foco no se cierra al acto del agresor y al agresor mismo, sino que permite abarcar las características, intereses y respuestas de quien es violentado; la segunda es la consideración del contexto de la relación, porque el espacio social influye y es influido por las relaciones que allí suceden, así cada situación temporal y espacial caracteriza la violencia y permite ciertas interpretaciones de ésta y, la tercera, es que una violencia inicial da cabida a otras formas de violencia, no únicamente a la que se origina como un acto físico (Martínez, 2016, p. 16). Entonces, ambas definiciones se encuentran abiertas y pueden usarse para caracterizar hechos específicos.

Conjuntando estas definiciones, en este trabajo se propone como violencia un tipo de relación social en el que una voluntad materializada intenta, por medio de una o distintas fuerzas, imponer una situación y las formas de su valoración, negando a través de ello al otro. Las oportunidades que brindan los conceptos de partida encajan con los siguientes intereses: 1) dar voz a las y los participantes de RAA que desean alimentarse sin reproducir las negatividades originadas por los procesos dominantes de producción y distribución de alimentos en el actual régimen; 2) aceptar que en la alimentación cotidiana influyen fuerzas globales, políticas y económicas que no deben dejarse como telón de fondo; 3) no dejar en lo abstracto cómo se materializan las fuerzas del poder corporativo alimentario y sus afectaciones; 4) prestar atención a las relaciones espacio-temporales en los cambios en el territorio que, desde la percepción de estas personas, afectan su alimentación, y 5) ver más allá de las consecuencias físicas de la violencia. Por todo esto, se parte de este concepto para identificar y caracterizar la violencia ejercida por el poder corporativo alimentario hacia las y los comientes que intentan comer de manera alternativa.

Martínez (2016, p. 18) indica que el uso de su concepto de violencia requiere ser precisado, señalando en qué consiste la relación observada, el contexto de lo observado, quién es el otro y el tipo de negación del otro. Enseguida se describen los aspectos antes señalados y conforme se presenten los resultados, la discusión y las conclusiones se profundizará en la identidad de estos otros, lo que se les niega y el tipo de negación, así como las dinámicas o el discurrir de la violencia entre sus orígenes y consecuencias. Como se ha mencionado, se estudiaron las experiencias de personas que participan en diversas RAA en el área metropolitana de Xalapa, específicamente sus experiencias al transitar entre los lugares donde producen, venden, compran, intercambian, cocinan y comparten comida; aquí tan solo se muestran las afectaciones que perciben estas personas en su alimentación y la alimentación de quienes les son cercanos, y que tienen su origen en el funcionamiento del régimen alimentario actual; esto es en un momento histórico donde las corporaciones dirigen la organización de los sistemas de producción y distribución de alimentos y, en general, el espacio se ordena mayormente conforme a los intereses del capital neoliberal. Por lo que, las partes de esta relación son: las corporaciones alimentarias y sus aliados y las y los participantes de RAA; a estos últimos se les verá en su papel de comientes.

El hecho que entrelaza a las personas participantes en esta investigación es el acto mismo de comer, su rol como comientes, donde el valor recae en el acto de alimentarse, de llevar el alimento a ser parte de su cuerpo, de su propio yo (González et al., 2020, p. 11); lo cual pone en escena la construcción de identidad. De acuerdo a Fischler (1995, p. 66), el consumo de alimentos se diferencia de los otros consumos porque traspasa la frontera entre el mundo y el cuerpo; en este traspaso, los alimentos influyen en la composición bioquímica del organismo en el plano real, al mismo tiempo que en el plano imaginario modifican la identidad del comiente. De esta manera, como señala dicho autor, la incorporación del alimento funda la identidad. Adicionalmente, la absorción de una comida incorpora al comiente a un sistema culinario y al grupo que lo práctica, vinculándolo a una visión del mundo, donde cada cultura ordena el mundo de una manera propia (Fischler, 1995, p. 68). Así que referir a las y los otros en su papel de comientes llevará a conocer cuestiones sociales, simbólicas, cognitivas y afectivas; dimensiones también atravesadas por la violencia y puestas en juego en la construcción de la identidad y el ordenamiento (también espacial) del mundo. Es decir, el término comiente permite observar tanto las afectaciones en el plano material como en lo subjetivo de un grupo social; en este caso, un grupo que para alimentarse y construir su identidad han decidido establecer una RAA.

El orden de exposición es el siguiente; después de la introducción se señalan brevemente los fundamentos epistemológicos y teóricos de la metodología construida y se dan detalles de su implementación. Continua el texto con los resultados obtenidos y su discusión. Primero se describen a las y los comientes participantes, después se presentan las acciones que llevan a cabo los diferentes grupos en los que participan estas personas, identificado cómo se conforman variadas RAA. Posteriormente se muestran las percepciones de las y los comientes participantes sobre las afectaciones que perciben en su alimentación y se pueden relacionar con el poder corporativo alimentario, identificando las causas de dichas afectaciones. Enseguida se identifican los rasgos que le confieren a estas afectaciones el carácter de violencia; y se finaliza la sección de resultados y discusión describiendo las características y dinámicas propias de la violencia alimentaria ejercida por el poder corporativo alimentario hacia las y los comientes de las RAA en cuestión. Finalmente, se exponen conclusiones y consideraciones que pueden relacionarse no sólo al caso de las y los comientes participantes, sino a todas y todos aquellos comientes que buscan un aprovisionamiento de alimentos procurando el cuidado de la tierra y de los demás seres, humanos y no humanos.

Metodología

Se construyó una metodología cualitativa con una etapa participativa centrada en el diálogo y en la reflexión de las personas que participaron en esta investigación. En junio y julio 2019 se realizó observación participante; en tres eventos públicos (dos reuniones sobre el cultivo de alimentos y un festival con talleres sobre sustentabilidad y expo-venta de productos reconocidos como locales) de dos grupos dedicados a fomentar la producción y la comercialización de alimentos etiquetados como agroecológicos o artesanales en el área metropolitana de Xalapa. Se eligieron estos eventos porque se promocionaban con un discurso a favor de la producción local de alimentos, por lo que era viable encontrar en esos lugares consumidores y productores con prácticas reflexivas en torno al aprovisionamiento de alimentos; el propósito de ese primer acercamiento fue identificar personas que conformaran RAA. Durante esos eventos se concertaron entrevistas con algunas personas organizadoras para obtener información sobre sus grupos, en particular: sus objetivos, sus actividades, los discursos con lo que respaldaban sus acciones y las interacciones de esos grupos con otros actores; igualmente, dichas entrevistas permitieron establecer contacto con otras y otros miembros de esos y de otros colectivos similares. En esta etapa se realizaron trece entrevistas semi-estructuradas a profundidad a las personas con quienes se estableció contacto. A partir de estas entrevistas se identificaron dos tipos de grupos: 1) aquellos conformados por productores y/o consumidores que indican que comercializan alimentos producidos bajo criterios agroecológicos, y que procuran la venta directa entre productor y consumidor con precios establecidos con solidaridad hacia quien produce; y 2) grupos dedicados al intercambio de conocimientos sobre el cultivo agroecológico para la producción de alimentos destinada al autoconsumo. Por medio de dichas entrevistas también se observó que independientemente del grupo al que estas personas se encuentren adscritas, ellas realizan prácticas reflexivas para su propio aprovisionamiento de alimentos, lo cual las lleva a establecer lazos de diferentes tipos con otras personas y grupos; igualmente, con lo relatado en estas entrevistas se hizo evidente que en los últimos años en el área metropolitana de Xalapa ha habido un auge en la conformación de este tipo de grupos.

Asimismo, entre la mayoría de las y los entrevistados se percibió un ánimo por reflexionar sobre problemas sociales que van más allá del funcionamiento de sus grupos; por ejemplo, una de las mujeres entrevistadas mencionó que en su cotidianidad faltaban lugares para hacer reflexiones críticas e hizo alusión a que en su grupo las actividades se centraban mayormente en cuestiones prácticas sobre cómo sembrar o la organización del mismo. Para aprovechar este ánimo, se decidió incorporar a la metodología una etapa de diálogo, reflexión y construcción de conocimiento significativo entre y para quienes participaran en la investigación. El método elegido para esta etapa fue Círculos de diálogo, un método derivado de los Círculos de Paz; los cuales han sido mayormente utilizados en prácticas de justicia restaurativa. Kay Pranis ha sistematizado este método para ser implementado en otras áreas. Los Círculos son una forma de reunir a las personas alrededor de una conversación en un espacio físico y simbólico, construido para ser seguro y bajo un objetivo determinado. Durante el proceso se procura la presencia plena de todas las personas participantes y se valora su voz y su derecho a expresarse; por lo que se trata de crear un ambiente de equidad, conexión e inclusión, donde se cuenten libremente anhelos, miedos, errores y aciertos (esto es regulado con elementos propios de la estructura del método y con la identificación de valores compartidos entre los participantes) (Pranis, 2014). De manera general, los Círculos se conforman por cuatro momentos: 1) ceremonia de apertura, con la cual se espera introducir un ritmo para el encuentro; 2) revisión del estado de ánimo de las y los participantes, para crear empatía y fortalecer las relaciones entre ellas y ellos; 3) respuesta a las preguntas o actividades relacionadas a los objetivos del Círculo, y 4) ceremonia de cierre, para marcar el fin del Círculo y procurar un buen ánimo entre las y los participantes al re-incorporarse a sus propias dinámicas de vida (Pranis, 2014). Un elemento central es “la pieza del habla”, la cual cumple la función de regular el diálogo, pasando de mano en mano entre todas las personas participantes. Quien facilita el Círculo hace una pregunta con la pieza en sus manos y después pasa la pieza a uno de los participantes que se encuentre a un costado; cuando los participantes tienen la pieza en sus manos están invitados a hablar y cuando no la tienen deben escuchar sin interrumpir a quien hable. La pieza pasa de mano en mano, avanzando una persona a la vez en el mismo sentido, sin saltar a alguien, aunque se puede decidir no hablar, hasta regresar a la o el facilitador, quien también responde las preguntas (Pranis, 2014).

Para esta investigación se diseñaron cinco Círculos de diálogo cuyo objetivo fue conocer y reflexionar sobre las relaciones entre las personas participantes en su papel de comientes, sobre sus alimentos y su espacio social. En la sección de resultados se analizan específicamente aquellas relaciones y situaciones donde se observa la influencia del poder corporativo alimentario, que es percibida como negativa por partes de quienes participaron. Es importante indicar que cada uno de los Círculos contenía actividades que, además de sumar a alcanzar el objetivo de conocer y reflexionar sobre las relaciones mencionadas, también buscan promover la familiarización y la conexión entre las personas asistentes; porque los Círculos pueden caracterizarse como un método relacional. Para Kovach (2012), los métodos relacionales son un esfuerzo holístico que sitúa la investigación dentro del nido de las relaciones, comprendiendo que el conocimiento se co-crea dentro de la dinámica relacional del yo, y que las relaciones pueden fortalecerse para la comprensión y el trabajo futuro. Enseguida se presenta una explicación breve sobre los objetivos particulares y las temáticas centrales que se trataron en cada Círculo:

  • Círculo uno: reconociéndonos y honrando las comidas que disfrutamos. El objetivo de este Círculo fue que las personas participantes se familiarizarán con el método y se reconocieran, para ir construyendo un espacio en el que se pudiera dialogar de manera cómoda y segura; igualmente, se buscó conocer qué aspectos de la comida como actividad social son relevantes a las personas participantes, desde lo que disfrutan.

  • Círculo dos: ¿cómo nos relacionamos con nuestros alimentos? Su objetivo fue conocer cuáles actividades realizan las personas participantes cotidianamente en torno a su alimentación y les son significativas, identificando las actividades y alimentos que difieren a lo predominante en la producción y distribución convencional de alimentos, y su motivación para pertenecer a grupos de intercambio de conocimiento agroecológico o comercialización de alimentos agroecológicos o artesanales. Asimismo, se pretendía conocer algunas de las inquietudes que se generan en las y los asistentes por el consumo de alimentos a través de un aprovisionamiento convencional. Por otro lado, con este círculo también se reconocieron otros temas que de interés de quienes participan, en relación a la alimentación, el cultivo o comercialización de alimentos.

  • Círculo tres: lo que sentimos sobre nuestras formas de alimentarnos. Aquí el objetivo fue conocer qué piensan y sienten las personas participantes sobre su alimentación y sus formas de comer, Igualmente, se visibilizaron las estrategias que estas personas ponen en práctica para un aprovisionamiento de alimentos que les generen bienestar; para ello se tuvo un diálogo sobre lo que consideran es alimentarse bien. Y finalmente, con este círculo se pudo también conocer qué sienten y piensan estas personas de la alimentación de quienes les rodean.

  • Círculo cuatro: reconociendo nuestro espacio alimentario. El objetivo de este círculo fue hacer un primer consenso sobre qué es alimentarse bien para identificar qué les impide a estas personas y a sus seres cercanos alimentarse de esa forma. Además, con este Círculo se buscó reconocer los cambios espaciales que estas personas perciben al transitar en su territorio, y cómo relacionan dichos cambios con su alimentación y la alimentación en su comunidad. Para ello, se hicieron preguntas que fueron respondidas a través de ejercicios de cartografía participativa. De igual manera, en este Círculo hubo una pregunta encaminada a dar cuenta de los cambios que se suscitan en la vida de estas personas debido a su participación en distintos grupos de producción y distribución de alimentos agroecológicos o artesanales.

  • Círculo cinco: paisajes alimentarios y sueños colectivos. El objetivo aquí fue identificar los sentimientos y los pensamientos que estas personas tienen sobre los problemas que observan en su entorno, problemas que les parecen importantes y están relacionados a la alimentación; para esto se utilizaron dibujos que devinieron en paisajes alimentarios y se reflexionó acerca de ellos. Otro propósito de este último Círculo fue conocer las utopías alimentarias de las y los participantes.

Conviene señalar dos cosas, la primera es que si bien los Círculos se crearon de manera previa a la implementación de la etapa participativa, su diseño se fue adaptando conforme se avanzaba su puesta en marcha. Por otro lado, se precisa que en los Círculos cuatro y cinco se incluyeron ejercicios de cartografía participativa; los cuales no devinieron en mapas en el sentido estricto, a veces se solicitó a quienes participaran que acompañaran sus narraciones y reflexiones sobre el espacio con fotografías de lugares que estas personas recorren en su día a día; otras veces se pidió a las y los asistentes realizar dibujos sobre lo observado en sus colonias y en el área metropolitana. De acuerdo a Canosa y García (2017, p. 149), la cartografía participativa formaliza otras percepciones del espacio y no refiere únicamente a la construcción de un mapa; lo importante son las percepciones. En este caso, se establecieron preguntas para hacer visibles las percepciones sobre las afectaciones generadas por el poder corporativo alimentario en el área estudiada y las acciones de las RAA para resistir o cambiar lo que les afecta. La estructura propia de los Círculos, aunada a preguntas generadoras que llevaban la mirada al espacio y el tiempo hizo posible relacionar la cotidianidad íntima con la globalidad (también cotidiana) de las acciones del capital. Así se develaron paisajes alimentarios que fueron interrogados y reflexionados de manera colectiva.

En junio 2021, se invitó a miembros de los grupos identificados en la etapa exploratoria a participar en un proceso de reflexión conformado por los cinco Círculos de diálogo diseñados, en los que las y los asistentes reflexionarían sobre sus propios sentimientos y pensamientos entorno a sus prácticas personales de aprovisionamiento de alimentos y su espacio social próximo. La invitación para participar se hizo de manera presencial, por vía telefónica y a través de mensajes de texto instantáneos con la aplicación WhatsApp, se contactó e invitó directamente a las personas entrevistadas en la etapa exploratoria y se les pidió que invitaran a otras personas que formaran parte de colectivos similares. Se combinaron estas formas debido a las condiciones derivadas por la pandemia provocada por el virus SARS-CoV-2. El criterio de selección para las y los asistentes a los Círculos fue participar en algún colectivo de los tipos mencionados y comprometerse a estar en todos los Círculos, cuya duración individual sería de 2 horas 30 minutos aproximadamente; es decir, se realizarían cinco Círculos con las mismas personas asistentes en cada sesión. Los cinco Círculos de diálogo se realizaron entre el 24 de junio de 2021 y el 29 de julio del mismo año. Debido al alto número de contagios por la pandemia en el periodo de trabajo de campo, los Círculos se llevaron a cabo por medio de reuniones virtuales utilizando la aplicación Zoom. El audio de las reuniones fue grabado con autorización de las y los asistentes. Igualmente se registró un diario de campo. Después se utilizaron las notas del diario de campo y las grabaciones para realizar transcripciones de los diálogos y describir los encuentros. Los registros finales fueron analizados utilizando el software QualCoder,6 un programa de acceso libre y código abierto que facilita la sistematización de información cualitativa por medio de la identificación de los datos relevantes por medio de códigos, previamente establecidos por la o el investigador.

La zona de estudio corresponde al área metropolitana de la ciudad de Xalapa, capital del estado de Veracruz; está conformada por 20 localidades comprendidas en siete municipios; estos son: Tlalnelhuayocan, Emiliano Zapata, Coatepec, Banderilla, Rafael Lucio, Jilotepec y Xalapa. La mayor parte de estas localidades tienen características urbanas bien definidas; sin embargo, se encuentran mayormente rodeadas por un entorno rural (Peralta, 2020, p. 6). Por otro lado, desde 1980 se nota una disminución significativa de las actividades agrícolas y ganaderas para la producción de alimentos debido al crecimiento poblacional (Morales, 2014, p. 93). Acerca del crecimiento de la población, algunos investigadores afirman que en la próxima década se formará en un continum urbano de la ciudad de Xalapa (Morales, 2014, p. 93). A pesar de esto, las actividades de los grupos mencionados reflejan cierto interés por la agricultura a pequeña escala y, como se verá más adelante, también son muestra de la resistencia a aceptar un espacio concebido7 por y para el beneficio del poder corporativo alimentario y el crecimiento económico desigual de la ciudad.

Resultados y discusión

Durante los cinco Círculos participaron nueve personas, siete mujeres y dos hombres. Los dos hombres viven en localidades rurales, mientras que las mujeres radican en asentamientos urbanos, cinco de ellas en la periferia del área metropolitana de Xalapa, en colonias de interés social con altos índices de población, y las otras dos en el centro de la ciudad. En el Cuadro I se muestran algunos datos que permitirán identificar a las y los participantes y puntualizar quien expresó los comentarios retomados en el análisis.

Cuadro I Descripción de participantes 

Identificador Sexo Edad en años Ocupación principal
Comiente uno Mujer 32 Estudiante de posgrado con ingresos fijos derivados de una beca
Comiente dos Mujer 38 Docente en nivel preescolar con ingresos fijos
Comiente tres Mujer 68 Jubilada y agricultora con ingresos fijos
Comiente cuatro Mujer 39 Comerciante de comida casera con ingresos variables
Comiente cinco Mujer 61 Jubilada y agricultora con ingresos fijos
Comiente seis Mujer 25 Estudiante de licenciatura y trabajadora con ingresos fijos
Comiente siete Mujer 28 Autogestora individual y comunitaria con ingresos fijos
Comiente ocho Hombre 40 Campesino con ingresos variable
Comiente nueve Hombre 55 Productor agroecológico en empresa familiar con ingresos fijos

Fuente: Elaboración propia con datos proporcionados por las personas participantes.

Cabe señalar que las ocupaciones fueron señaladas por ellas y ellos mismos. Por otro lado, esta caracterización hace posible notar la diversidad de personas que conforman RAA; pero en esta diversidad destaca que la mayoría sean mujeres, lo cual no parece arbitrario al considerar que la tarea de alimentar a otros suele ser asignada al género femenino. González et al., (2020) reconocen el protagonismo de las mujeres dentro de las RAA, ya sea como organizadoras de mercados orgánicos, agricultoras en parcelas o cocineras que transforman los alimentos para ser vendidos.

Los grupos en los que participan estas personas tienen un carácter variado. Comientes dos y tres participan cada una en un grupo de agricultura urbana; sus grupos se reúnen periódicamente para explicar de manera práctica algún tema relacionado con el cultivo de alimentos y posteriormente trabajan en el huerto donde haya sido la reunión (en una escuela, casa particular, parcela particular o lugar público).

Comientes cuatro, cinco, seis y siete pertenecen a un grupo que da mantenimiento a un área natural protegida en la periferia del área metropolitana; este colectivo también cuenta con un huerto demostrativo en dicha área, y gestiona allí un mercado de alimentos y otros artículos de productores de la ciudad de Xalapa y de localidades cercanas a ésta, todo con el objetivo de compartir conocimiento sobre el cultivo de alimentos a las y los vecinos del lugar, así como acercar a productores y consumidores. Comientes tres y cinco también participan en un equipo de consumidores voluntarios que recolectan y distribuyen alimentos etiquetados como agroecológicos de productores de localidades rurales cercanas a la ciudad de Xalapa, esta iniciativa tiene la prioridad establecer precios justos para los alimentos, beneficiando a las y los productores. Comiente siete colabora en una tienda comunitaria, es decir una tienda administrada de manera colectiva, en este caso la tienda es administrada por un grupo de mujeres que comercializan diferentes artículos y también alimentos artesanales. Comientes siete, ocho y nueve participan en un mercado regional de trueque, en el que de manera mensual se intercambian, alimentos artesanales, hortalizas y otros productos; este mercado cambia de ubicación cada reunión. Comientes ocho y nueve forman parte de otra tienda comunitaria, administrada por productores de lugares cercanos a Xalapa, allí se comercializan hortalizas, alimentos artesanales y otros productos. Y Comiente uno participa como consumidora en distintos mercados etiquetados como alternativos, entre ellos el mercado en el área natural protegida y la iniciativa de consumo donde Comientes tres y cinco son voluntarias

Otras actividades que realizan estos grupos son: el uso momentáneo pero regular de lugares públicos, como parques, avenidas y escuelas para la realización de diferentes actividades, principalmente talleres relacionados con la agricultura urbana, festivales donde la temática es el huerto urbano y reuniones para convivir entre los miembros de los grupos, y todas las actividades suelen ser gratuitas; y la promoción constante para no generar residuos sólidos en ninguna de sus actividades, esto a través, de entre otras cosas, el uso de empaques reutilizables para el transporte y la venta de alimentos, compostas vecinales en las colonias donde se encuentran, etc. Respecto a las actividades individuales, relacionadas al aprovisionamiento de alimentos todas y todos los comientes, a excepción de Comiente uno, cultivan algunos alimentos, aunque la cantidad de éstos varía, debido a su disponibilidad a la tierra. Comientes tres, cinco y seis también realizan el trueque de alimentos, plantas y semillas en el espacio privado. Y Comientes siete y ocho recolectan hortalizas próximas a perecer en verdulerías de la ciudad, sin dar un pago económico a cambio, aunque algunas veces realizan trabajo físico en esas tiendas. Todo ello conforma diversas RAA en el área metropolitana de Xalapa. Estas redes enlazan huertos, parcelas y aulas en lugares públicos o privados; lugares que se disponen para el aprendizaje, la convivencia y el aprovisionamiento alternativo de alimentos. Igualmente, estas redes permiten a estas y estos comientes obtener alimentos que de otra forma no podrían obtener debido a: la poca disposición de alimentos agroecológicos en el área metropolitana, la falta de recursos económicos para comprarlos y/o sus limitantes de movilidad para desplazarse (relacionado esto último con los recursos de los que disponen, por ejemplo: tiempo y dinero).

Para todas y todos los participantes, su asistencia a los distintos grupos ha conllevado cambios en sus formas de pensar; mencionan que a través de las actividades en las que se involucran van conociendo problemáticas sociales relacionadas con la producción y comercialización de alimentos. Por ejemplo, Comiente tres indicó: “si bien el grupo está orientado hacia la siembra de nuestros propios alimentos, atrás de ello hay todo un sustento de la agroecología, que va más allá de sembrar nuestros huertos, es como ver los procesos más globales”; por su parte Comiente seis señaló que está “reflexionado y cuestionando más todo esto… en los últimos meses (participando en su grupo) ha aprendido a trabajar cooperativamente, a sumar esfuerzos para pensar que un mundo mejor es posible”; y Comiente uno dijo que cada uno de los lugares que conforman estas redes son “como una semilla… para aprender nuevas formas de comer, nuevas formas de consumir y repensarnos en el espacio… estar en constante cuestionamiento de cómo estamos aquí”. Las actividades que ha emprendido y sus formas de estar en el espacio, bien pueden relacionarse con lo que Lefebvre (2013, p. 44) llama habitar. Habitar es negarse a estar en un espacio estandarizado y consumar un protocolo determinado desde arriba (como lo es la configuración de las regiones de acuerdo a los intereses del poder corporativo alimentario) y es en lo cotidiano crear creativamente el espacio y la vida social; pero esto no significa romper con la cotidianidad programada, donde el poder hegemónico limita aspectos materiales para la vida y manipula necesidades y deseos.

Además de estas lecturas críticas del mundo que se construyen en las RAA, es importante mencionar que las redes enlazan a las y los comientes a su territorio a través del trabajo para el autoabasto alimentario, el placer por comer alimentos regionales, el cuidado y las experiencias de enseñar-aprender (Ramírez-García y González en proceso de dictamen); y en gran medida en el carácter alternativo de las redes recae la acción de cuidar el territorio a través de la propia alimentación. En uno de los Círculos, las y los participantes expresaron lo que para ellas y ellos es una buena alimentación, y después de una reflexión se llegó a esta definición colectiva “Alimentarse bien es procurar una comida con los nutrientes adecuados y necesarios que contribuyan a la salud de mi cuerpo. Es un ciclo donde cuidamos a la tierra y nos cuidamos todos. También es disfrutar esta comida con buena compañía, la propia y/o la de otros. Igualmente es una práctica política que busca la sustentabilidad de manera creativa”. Esta definición fue un primer intento de reflejar las múltiples dimensiones que se imbrican en su deseo de alimentarse conforme a sus gustos para nutrir su cuerpo, construir su identidad y ordenar el mundo; como lo indica Fischler (1995, p. 69) es natural que el comiente intente construirse comiendo y cada incorporación es una oportunidad y una esperanza de volverse más lo que se es o lo que se desea ser. Y ¿cómo se definen estas personas? En diálogo, ellas y ellos se identificaron como “personas de diferentes edades, mayoritariamente mujeres, que nos cuidamos y cuidamos la casa común, somos agricultores, que gustan de alimentarse bien, utilizando prácticas tradicionales y generando cambios de forma amorosa”.

Afectaciones originadas por el régimen alimentario corporativo

Comiente ocho mencionó “si estamos aquí (en el primer Círculo) es porque estamos haciendo algo sobre nuestra alimentación, el sistema nos está diciendo cuál es la alimentación que quiere que comamos, y nosotros decidimos hacerlo de una forma distinta, nosotros estamos decidiendo de qué forma queremos alimentarnos y siento que eso es rebeldía”; ante esta idea, otras y otros participantes mostraron acuerdo, incluso Comiente tres sugirió “hablar desde el rebelde que llevamos dentro” durante los Círculos. En la obra de Freire, la rebelión es tratada en un sentido positivo, como parte inicial del proceso de concienciación y de transición a otras sociedades y se menciona que ésta debe adquirir dimensiones mayores y más radicalizadas (Zanini, 2008, pp. 608-609). La rebeldía desde la que estas personas expresaron sus percepciones sobre cómo los afecta el régimen actual puede entenderse como el inicio, aunque también el resultado, de otras formas de insertarse en el mundo. Y es necesario indicar que no se preguntó a las y los asistentes sobre consecuencias particulares del régimen y su posicionamiento al respecto; no se utilizó la palabra violencia; en cambio, se realizaron diferentes preguntas abiertas para conocer los problemas que ellas y ellos perciben para alimentarse conforme a sus intereses; y aquí se evidencian las afectaciones relacionadas con el funcionamiento del actual régimen, que como se verá, encajan con el concepto y el desarrollo de la violencia. De esta manera, las percepciones nombradas se encuentran estrechamente relacionadas con lo que sienten estas personas al transitar por mercados, escuelas, calles y senderos, y al reflexionar sobre sus formas de alimentarse y las formas de alimentarse de quienes les son cercanos.

La ocupación del espacio para la distribución de alimentos ultraprocesados

“[...]“En todos los lados hay un oxxo, y seguro próximamente habrá un Fasti o un 7/24 porque van junto con pegado, y terminan haciendo más accesible una alimentación que implica mucha explotación y contaminación” expresó Comiente siete al mostrar una fotografía de una tienda oxxo que se construía a escasos metros de la tienda comunitaria donde ella trabaja. Comentarios de este tipo fueron dichos por todas y todos los participantes. Cerca de los lugares donde viven hay numerosas tiendas de autoservicio en formato de supermercados o tiendas de conveniencia. Las afectaciones de esta ocupación del espacio varían entre las y los participantes; por ejemplo, para Comiente siete, el oxxo en construcción también representa una amenaza a la propia existencia de la tienda comunitaria donde ella colabora porque “pega en los negocios pequeños”. Por otro lado, Comiente tres vive rodeada de tiendas de conveniencia, y a inicios de la pandemia le fue difícil acceder a alimentos de su preferencia porque el traslado a sus puntos usuales de compra (mercado tradicional, mercados agroecológicos y tiendas de alimentos orgánicos) implicaba mayores riesgos sanitarios. Generalmente sus recursos económicos y de tiempo amplían sus posibilidades de elegir alimentos diferentes a los que se comercializan cerca de su casa, pero los primeros años de la pandemia con menos frecuencia y con mayor esfuerzo pudo trasladarse en ocasiones a sus lugares usuales de compra.

Conforme a Izurieta (2022, p. 160), en el actual régimen la configuración de los mercados alimentarios tiene características homogéneas (aunque muy probablemente esta homogenización varía de acuerdo a la región); una de estas características es la proliferación de autoservicios y la desaparición paulatina de los mercados y bodegas tradicionales administradas por familias. Respecto a la desaparición de otro tipo de lugares de comercialización de alimentos, es importante aludir la experiencia de Comiente ocho. Él formaba parte de una tienda comunitaria ubicada en el centro de la ciudad de Xalapa, allí comercializaba pan artesanal que él mismo preparaba e impartía talleres para enseñar a cultivar alimentos; en esta misma tienda, también se vendían otros alimentos y se aceptaba una moneda local creada por diferentes colectivos. La tienda cerró debido a que los integrantes no pudieron continuar pagando la renta del lugar8 . Al respecto, Comiente ocho dijo “fue un lugar comunitario… donde compartimos y aprendimos un montón de cosas, era un espacio muy importante, representaba lo que se está haciendo en la ciudad…pero el capital nos ahuyentó de allí, ahora esa casa tiene un letrero grande de se vende”. Así la forma actual de ordenar y utilizar el espacio en esta área metropolitana favorece las dietas basadas en productos procesados y ultraprocesados de grandes cadenas, al mismo tiempo que disminuye las oportunidades de encontrar otro tipo de comida afectando de igual manera los ingresos de pequeños productores y su propia alimentación.

La publicidad alimentaria

“Los medios de comunicación nos invaden con cosas muy tontas, muy vacías, muy absurdas, y además de eso con una propaganda muy tremenda de ¡come, bebe, gasta!…” mencionó Comiente tres. La publicidad alimentaria aparece constante y cotidianamente por los lugares donde transitan estas personas; lo cual contribuye a que en ocasiones consuman productos ultraprocesados a pesar de estar en desacuerdo con su consumo, debido a que los califican como no saludables y generadores de contaminantes. Por ejemplo, Comiente cuatro, al hablar sobre su experiencia disminuyendo el consumo de este tipo de comida en su familia, señaló “desafortunadamente la publicidad nos rebasa y a veces caemos en el pecado”. Por otro lado, algunos de las y los asistentes caracterizan la publicidad alimentaria como agresiva y engañosa, y les gustaría que hubiera más información disponible para la mayoría de la población sobre los riesgos que conlleva el consumo de esta comida. Estas observaciones concuerdan con lo señalado por Nisbett (2019, p. 11), respecto a que la industria alimentaria se ha enfocado en la creación de una alta demanda de productos nutricionalmente perjudiciales; con publicidad que contrarresta la valoración negativa de esta comida.

La dieta mercantilizada y nociva

“Los supermercados nos venden supuestamente todo para que no cocinemos y que sean alimentos rápidos” dijo Comiente cinco al hablar sobre la basura que frecuentemente observa en las calles de la colonia donde vive; para ella, una de las cusas de esta situación es la alta oferta de alimentos ultraprocesados en supermercados y tiendas de conveniencia. Las calles sucias generan en esta y otras participantes tristeza y enojo. En sí, identifican en la mercantilización de las dietas el origen de dos problemas en sus comunidades, estos son: 1) alta generación de desechos y mal manejo de los mismos; y 2) enfermedades relacionadas con el alto consumo de alimentos ultraprocesados, como las bebidas azucaradas y carbonatadas. Cabe señalar que estas personas también están conscientes de la contaminación generada durante la producción y distribución a gran escala de este tipo de alimentos; sin embargo, no mencionan lugares puntuales donde observen el origen o los efectos de dicha contaminación.

Respecto a las enfermedades relacionadas al alto consumo de productos ultraprocesados, véanse los siguientes casos: Comiente uno comentó sobre el consumo de este tipo de alimentos en su familia “antes me enojaba mucho y en algún punto creo que ya le caí mal a todas las personas de mi casa por decirles ¡no comas! ¡no comas!, pero ahora ya no les digo tanto… me siento muy triste e impotente porque si bien yo no sé mucho y no tengo la mejor alimentación, no sé cómo hacerle para contagiar a mi mamá y a mis hermanos, para que cambien lo que compran… me lleno de tristeza e impotencia, me siento desanimada porque no son personas lejanas, son mi mamá, mis hermanos”. Comiente cuatro narró que llevó a su hija al médico por un problema de salud y así se dio cuenta que la niña no estaba recibiendo los nutrientes necesarios y reconoce que esto se debía a la preferencia por consumir productos ultraporcesados. Comiente tres indicó que siente preocupación por una parte de su familia “porque por exceso de trabajo o malos hábitos quizás, hay una despreocupación o algo a lo que no quisiera ponerle un adjetivo hiriente, que los lleva a tener una alimentación mala y una salud bastante deteriorada”. Y Comiente dos siente una “gran preocupación” por el alto consumo de este tipo de comida entre los niños con quienes trabaja (Recuérdese que ella es profesora en nivel preescolar).

Es necesario enfatizar que, en estos comentarios no se menciona que la elección de una dieta nociva corresponda meramente a decisiones individuales; por el contrario, a través de la cartografía y las expresiones sobre el espacio y el tiempo se visibilizaron factores de índole social que contribuyen a este tipo de consumo. Por ejemplo, las largas jornadas de trabajo para obtener los ingresos necesarios para vivir, y la disminución de la transmisión de conocimiento sobre preparación de alimentos y nutrición. Sobre este último factor, Comientes dos y tres señalan que el conocimiento alrededor de la preparación de comida tradicional (la cual es identificada por ellas mismas como saludable) y sobre nutrición, se transmite poco en la actualidad, tanto de manera formal (por medio de escuelas) como en los espacios íntimos de la familia y amigos. Es oportuno señalar que la disminución de la transmisión de conocimientos en los espacios íntimos de la familia está relacionada con la incorporación de las mujeres a la vida laboral fuera del hogar y los modelos sexistas sobre la carga doméstica que desfavorecen la participación de todos los miembros de la familia en la preparación de los alimentos. Como lo ha mencionado Ilich (2008, p. 221) la integración del “ama de casa” al mercado laboral implicó la erosión de las capacidades necesarias para la subsistencia.

La agroindustria basada en monocultivos y monopolios

“Estoy representando las montañas de la cuenca alta del Sedeño [un río que atraviesa el área metropolitana de Xalapa] y lo que no quisiera que pasara es la pérdida de diversidad que se da por la siembra de papa” dijo Comiente ocho mientras enseñaba un dibujo sobre lo que le preocupa más en su comunidad. Igualmente, esta persona habló sobre el uso de agroquímicos y la contaminación del ambiente a causa de los monocultivos. Aunque este comentario fue el único que aludió a un lugar específico donde se perciben las consecuencias de la agroindustria basada en mococultivos y dominada por monopolios, varias de las y los asistentes reconocen las siguientes consecuencias de esta forma de producción: la pérdida de biodiversidad, la contaminación del suelo y el agua, la privatización de las semillas y las desventajas de los pequeños productores al enfrentarse a los monopolios de distribución de alimentos. Esta consciencia se hace presente al decidir qué alimentos comprar en mercados convencionales; sin embargo, en numerosas ocasiones es difícil tomar una decisión que satisfaga sus intereses de justicia social y ambiental, además de sus gustos y requerimientos de presupuesto. Ante esto se llega a sentir frustración, por ejemplo, Comiente uno mencionó “viviendo en la ciudad me da culpa comer todo… hace tiempo que he decidido leer las etiquetas, comprar productos sin empaques, acercarme a los productores... sin embargo, hay cosas que son demasiado caras o no llegan a donde vivo… cada que me pongo a ver lo que provoca cada alimento ya no quiero comer nada… Sentir culpa [por comer] es algo que no debería ser, pero lo hago y la siento todos los días”. Incluso hay quien siente vergüenza: aunque Comiente ocho debido a su convicción de disminuir el derroche alimentario recolecta hortalizas cuyas oportunidades de consumo están próximas a expirar, siente vergüenza porque está comiendo alimentos que conllevaron el uso de agroquímicos contaminantes, y eso es algo contra lo que él se declara cuando promueve la agroecología “pero no hay de otra, mientras no podamos sembrar todo lo que comemos” señaló.

Falta de tierra para sembrar

“No tener tierra es una de las cosas que no nos permite alimentarnos bien, y la ejemplifico con un alambre de púas, un alambre que nos está prohibiendo pasar hacia el otro lado, donde está la tierra para todos” mencionó Comiente ocho cuando mostraba un dibujo que elaboró para representar las causas de no tener la alimentación que le gustaría. En coincidencia con esta idea, Comiente uno expresó que la privatización de los bienes naturales, como la tierra y el agua, impide que se pueda practicar una alimentación más consciente. Asimismo, entre otras y otros asistentes se identifica el deseo de poder tener más tierra para cultivar de manera colectiva, y aparece una crítica al crecimiento inmobiliario, ya sea en los espacios verdes dentro de la ciudad o en las zonas rurales. En relación a los espacios verdes dentro de la ciudad, Comiente cuatro manifestó que se sentía vulnerada a raíz de la construcción de una zona residencial sobre una ladera cercana al río Sedeño y a unos metros del área donde su grupo administra el huerto demostrativo; anteriormente su grupo sembró allí algunos árboles frutales, pero estos fueron removidos por la empresa constructora. Semanas después de dicho comentario, se presentó un deslave en la zona de construcción, quedando restos del deslave a unos metros del área de trabajo de ese grupo. Por otro lado, en la zona rural (en la cuenca alta del río Sedeño) se observa también la construcción de casas destinadas a la clase media alta, lo que hace más difícil acceder a tierra para sembrar dijo Comiente ocho. Esta falta de tierra es parte del proceso histórico de acumulación originaria en el capitalismo; un proceso que como lo señala Tilzey (2018: 30) es central para generar dependencia hacia el mercado.

El Estado favorecedor del poder corporativo alimentario

“Escribí políticas alimentarias entre interrogaciones porque ¿son verdaderas? ¿se cumplen? ¿se concretizan? ¿quedan en el espacio? O ¿hay carencia de ellas?” este comentario hecho por Comiente tres refleja incertidumbre respecto a quiénes favorecen las políticas públicas. Por su parte Comiente cuatro opinó: “por la política económica que hay, la industria alimentaria es la que está acaparando y queriendo vendernos todo”. Aunque únicamente estas dos comientes hicieron referencia al papel del Estado, se identifica en lo que dicen cierto favorecimiento a las grandes empresas; lo que concuerda con lo indicado por Guerrero et al. (2021, p. 28), respecto a que si bien las políticas alimentarias en México tienen la intención de garantizar el derecho a una alimentación sana y adecuada, las formas en que éstas se aplican acentúan la transformación hacia el consumo de alimentos de procesos globalizados, usualmente menos saludables.

Caracterización de la violencia alimentaria experimentada por las y los comientes participantes

Martínez (2016, p. 15) señala tres rasgos que le dan sustantividad a la violencia; estos pueden verse en los paisajes alimentarios que perciben las y los comientes. El principal rasgo es la producción de daños en alguna de las partes de la relación; en los ejemplos relatados tan sólo el contenido emocional de las narraciones da prueba del daño que experimentan estas personas. Otro rasgo fundamental es la repetitividad de ciertos comportamientos o la recurrencia de los mecanismos desde donde se produce la violencia; a lo largo del paisaje alimentario del área de estudio, ya sea en el centro de la ciudad, en la periferia o en las localidades rurales se observan mecanismos que promueven la acumulación de capital del poder corporativo alimentario y no permiten el acceso a tierra suficiente y a otros recursos necesarios para el aprovisionamiento alternativo de alimentos. El tercer rasgo es que la violencia se actualiza de manera constante, lo que concuerda con los cambios históricos de régimen alimentario, siempre en favor del capital y a través de la relación con los Estados. Además de estos rasgos generales presentes en la violencia que ejerce el poder corporativo alimentario a continuación, se identifican otras características y dinámicas propias del discurrir de esta violencia entre las causas y las consecuencias.

Violencia articulada y ordenada espacialmente

Galtung (1969, p. 171) define la violencia estructural como los efectos negativos que se derivan de los procesos de estratificación social y afectan las oportunidades de supervivencia, bienestar, identidad y/o libertad de las personas. Por su parte, La Parra y Tortosa (2003, p. 69) enfatizan que el acceso desigual a los recursos, condicionado por las relaciones políticas, militares, económicas o culturales, pueden considerarse violencia estructural cuando conlleva privación de necesidades humanas debido al reparto de los recursos sistemáticamente desfavorable para algunos grupos sociales. Estas definiciones dan pie a calificar como violencia estructural los procesos políticos, económicos y militares que han configurado históricamente las regiones de producción y consumo de alimentos a favor de la acumulación de capital y en detrimento del bienestar de otras y otros sujetos. Sin embargo, al no aceptar el determinismo de las estructuras se ha decidido no calificar la violencia alimentaria que experimentan estas y estos comientes como estructural, sino como articulada y ordenada espacialmente por las corporaciones alimentarias. Las aportaciones de dichos autores, junto con la teoría del régimen alimentario y las percepciones de las y los comientes participantes hacen concebir una violencia articulada por las corporaciones alimentarias y el Estado a través de acciones a diferentes distancias espaciales (por ejemplo, los ajustes en políticas públicas negociados por medio del Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio, las decisiones de las corporaciones para invertir en determinado territorio, la concesión de la tierra y el agua a empresas que operan en y desde el mismo territorio, etc.) que ordenan los territorios, pero no de manera fija, porque el capital se adapta para sortear sus contradicciones, ni tampoco de forma abosoluta debido a que existen resistencias tratando de ordenar el espacio. Dichas acciones articuladas se materializan de maneras distintas a través del espacio, por ejemplo, en las localidades rurales del área estudiada las acciones originan un paisaje deforestado y en la ciudad un entorno saturado de tiendas de conveniencia.

Asimismo, en los relatos presentados se nota como todo este favorecimiento a las grandes empresas ahonda el abismo entre las oportunidades para comercializar que tienen los pequeños productores y las corporaciones; incrementa las amenazas a la supervivencia de las y los pequeños productores y aumenta la preocupación de estas y estos comientes por la salud de personas que les son cercanas, al mismo tiempo que reduce su libertad para elegir alimentos de acuerdo a sus intereses. Esta reducción de libertad se encuentra estrechamente relacionada con la dependencia que estas personas tienen hacia el mercado convencional, a pesar de su constante búsqueda de alternativas para proveerse de alimentos. A excepción de Comientes tres y ocho, la mayoría de las y los comientes participantes no pueden acceder a una extensión de tierra que les permita cultivar alimentos para integrar diariamente sus dietas. La dependencia hacia el mercado es parte del proceso de acumulación originaria producido por capital; por lo que, resulta pertinente señalar que el régimen corporativo al ser un ordenamiento basado y promovido por el capitalismo, violenta desde su estructura, la cual varía en el espacio y el tiempo, a quienes intentan no reproducir las negatividades de las formas dominantes de producción y distribución de alimentos.

Por otro lado, la articulación de distintas prácticas por parte de las corporaciones conlleva consecuencias donde se entrelazan dimensiones materiales, simbólicas, cognitivas y afectivas, para continuar con la reproducción del capitalismo por medio de la mercantilización de las dietas. Estas consecuencias se pueden apreciar en los distintos relatos en lo que estas personas detectan: la imposición de productos alimenticios y gustos, la extracción que hace el capital de los espacios que disfrutan y la falta de acceso a la tierra para cultivar directamente los alimentos que requieren o para dar la oportunidad a las y los agricultores de practicar una agricultura respetuosa de la tierra y todas las especies. Y conviene mencionar que el conocimiento crítico alrededor de las RAA hace posible detectar algunos orígenes y consecuencias de la violencia alimentaria por el poder corporativo alimentario; lo que es destacable sobre todo al considerar que conforme a Galtung (1969, p. 171) en la violencia estructural no es posible identificar al agresor; pero la participación de estas y estos comientes en distintas RAA va permitiendo visibilizar a los agresores: las corporaciones alimentarias y el Estado.

Violencia lenta y cotidiana

Como se mencionó en la introducción, Nixon (2011, p. 2) reflexiona sobre la violencia que ocurre usualmente bajo cierto ocultamiento y derivada de políticas desarrollistas y destructivas de la naturaleza, del imperialismo y la carga ecológica impuesta sobre ciertos lugares; llamándola lenta. Ésta afecta directamente a las comunidades, sus formas de vida, su ambiente y sus conocimientos. Retomo dicho adjetivo para calificar la violencia que se ha dispersado en el tiempo y en el espacio durante años a través de la articulación de los regímenes alimentarios que favorecen la acumulación de capital, y atenta principalmente contra las y los comientes que no tienen los recursos necesarios para alimentarse conforme a sus intereses a través del mercado. Al tener en cuenta que las personas participantes observan la destrucción de sus formas de vida, el deterioro de su ambiente y la disminución de los conocimientos estrechamente relacionados a las capacidades de abasto alimentario, es posible notar cómo se va erosionando y violentado sus vidas a una velocidad lenta pero de manera constante. Aumentan las afectaciones que las y los comientes participantes perciben; estas afectaciones van modificando sus formas de vida y limitando las formas en que les gustaría vivir.

Violencia contra la libertad de elegir y ser

Igualmente, la configuración del actual régimen violenta la libertad de elegir qué comer. En los relatos presentados se identifica que las y los comientes participantes pierden, en alguna medida ,la libertad de elegir cómo van a nutrirse, dado que otros actores desde otros lugares han decidido las condiciones que predominarán en la producción y distribución de alimentos y cuáles alimentos prevalecerán en sus territorios; además, las condiciones de acceso a la tierra, los ingresos económicos, los recursos y las limitantes para desplazarse en el espacio, etc. van definiendo quiénes podrán comer cada tipo de alimento-mercancía. Así, el dominio de las corporaciones se ejerce también al disminuir las posibilidades de estas y estos comientes para alimentarse con lo que quieren incorporar a sus cuerpos, con lo que es bueno para ellas y ellos comer. Conforme a (Fischler, 1995, p. 69), la o el comiente tiene la necesidad vital de identificar los alimentos de manera material, simbólica y subjetiva, pero en el período contemporáneo es difícil saber lo que se come y por tanto, es difícil saber lo que somos. Y si a esto se le suma que las y los comientes participantes desean y deciden elegir qué comer sabiendo cómo fueron cultivados, distribuidos y preparados los alimentos que incorporarán (Ramírez-García y González en proceso de dictamen) es posible entender la frustración que genera el ordenamiento dominante de las relaciones entre las personas y la naturaleza en su día a día. Porque las y los comientes de RAA desean con cada bocado expresar algo de sí mismos y quieren hacer del acto de comer una vía de transformación de la realidad (González y Durand, 2020, p. 63), pero sus intenciones no siempre encuentran cómo expresarse ni materializarse, así que su identidad y sus utopías de paisajes alimentarios no tienen ni momento ni lugar para materializarse plenamente.

Cuando estas y estos comientes incorporan el objeto malo, de pecado o vergüenza (los alimentos que no satisfacen sus intereses de justicia social y ambiental), como lo dijeron algunas y algunos comientes, queda el temor de una serie de riesgos. Para Fischler (1995, p. 69) son la vida, la salud y la identidad del comiente lo que está en juego con la incorporación; es decir, el alimento incorporado puede contaminar el cuerpo, transformarlo y poseerlo. Y este fantasma de la incorporación del alimento malo se manifiesta en los grandes temores de las y los consumidores contemporáneos. En el caso de las y los comientes participantes, que se unen a su territorio por medio de la incorporación de aquellos alimentos que circulan por las RAA y por medio de las propias redes, lo que está en juego es su vida, su salud y la de las personas que les son cercanas afectivamente; su identidad de agricultores que gustan comer bien y cuidar su territorio porque ¿qué es una o un agricultor sin tierra? ¿qué es una o un comiente con la intención cuidar su territorio y a los otros, sin los recursos para hacerlo? Es natural que la o el comiente busque construirse comiendo (Fischler, 1995, p. 69) y que estas y estos comientes generadores de RAA intenten construir su realidad comiendo, y es violencia que el poder corporativo alimentario y el capital, en general, a través de un conjunto de prácticas les nieguen los recursos para expresar su subjetividad.

Violencia contra el cuidado

“El capitalismo nos despoja de la tierra y de nuestro cuidado” afirmó Comiente ocho durante uno de los Círculos cuando se dialogaba sobre lo que les impide alimentarse bien a ellas y ellos mismos y a otras personas de sus comunidades. Esto coincide con lo que señala Inclán (2016, p. 23), para este autor en la actualidad hay una lucha contra el cuidado, contra las formas concretas de hacer y ser en el mundo que son implícita o explícitamente opuestas al modelo capitalista. De acuerdo a las filósofas Joan Tronto y Berenice Fisher, el cuidado se trata de una actividad de la especie humana que incluye todo lo que hacemos con la intención de mantener, continuar o reparar nuestro mundo, para así poder vivir bien tanto como sea posible (Barbier et al., 2020, p. 249). Por medio del cuidado se teje una red que sostiene la vida; y es esto lo que pretenden las y los comientes participantes al establecer RAA para alimentarse bien y cuidarse ellas y ellos mismos, además de cuidar a la tierra y cuidar a otros (véase en la primera parte de esta sección la definición y el pronunciamiento sobre quiénes son). Y el cuidado no debe ser visto exclusivamente en su enfoque moral, sino que debe ser captado bajo una mirada política, porque considera principalmente la integración de las mujeres como sujetos políticos (Tronto 2009 en Barbier et al., 2020, p. 250) en las revoluciones para transformar la sociedad; asimismo, una mirada política del cuidado permite ver la violencia que el capitalismo, y en este caso el poder corporativo alimentario, ejercen contra quienes buscan la reproducción de la vida fuera del mercado.

El cuidado cuestiona la vida precaria y recuerda que comer bien, vivir dignamente y soñar son responsabilidades de todas y todos (Inclán, 2016, p. 29). El interés por estas responsabilidades se reflejó en varios de los comentarios de las personas participantes al reflexionar en el último Círculo sobre los problemas que observan en su comunidad. Asimismo, estas responsabilidades se ven en los cuestionamientos que anteceden sus elecciones de alimentos; en relación a esto Comiente tres declaró que “siente una gran responsabilidad con la comunidad para alimentarse bien”. Entonces, la responsabilidad surge desde el compromiso con el cuidado y se entiende como un deber, el cual se cumple por medio del establecimiento de RAA y se pone en tensión a través de las causas mencionadas en el apartado Afectaciones originadas por el régimen alimentario corporativo; causas que llevan a sentir culpa, vergüenza y tristeza; por ejemplo también Comiente tres expresó: “Siento una profunda tristeza y una profunda esperanza” cuando observaron los paisajes alimentarios dibujados por todas y todos los participantes; tristeza por la coincidencia en los problemas identificados en los diferentes lugares y esperanza por “los proyectos pequeños, colectivos, de mucho compromiso desde los que estamos intentando transformar esta sociedad tan compleja en la que vivimos”. Por tanto, aunque a veces las acciones del poder corporativo alimentario no atenten directamente contra ellas y ellos, sí les afectan en el sentido de disminuir sus posibilidades de materializar el cuidado de las otras vidas actuales y las que están por venir como lo indicó Comiente dos en el último Círculo, ella dijo “mi gran preocupación es que la infancia ya no pueda convivir o estar en esos espacios (los que las RAA construyen y los espacios verdes en lo que hay alimentos cultivados), en el territorio que se está perdiendo… pero reconocer que ustedes (las y los otros comientes asistentes) se están esforzando en cambiar sus familias o sus entornos inmediatos, eso me da una gran esperanza porque sé que va a habr niños y niñas cerca de ustedes a los que les van ofrecer otra alternativa, algo distinto a lo que probablemente estén consumiendo o viendo a través de la televisión… hay algo distinto que tal vez pueda hacer comer diferente, sentir diferente y construir algo distinto”.

Por tanto, el poder corporativo alimentario articula diferentes acciones y ordena el espacio conforme a sus intereses, violentando lenta pero cotidianamente a aquellas y aquellos comientes que intentan ordenar el espacio y se esfuerzan por practicar un aprovisionamiento de alimentos basado en el cuidado, que también les permita construir sus identidades deseadas. Además, esta violencia se materializa de manera puntual en numerosos lugares de los territorios y se dispersa entre los cuerpos de este tipo de comientes, afectando su sentir y hacer, pero no como un determinismo social que pesa sobre las ingestas alimentarias, sino como límites o constricciones para sus intenciones. Cabe destacar que la exposición a la violencia y las expresiones de ésta sobre los cuerpos son heterogéneas; es decir, la violencia marca los cuerpos con desigual intensidad y duración (Boitio, 2014, p. 23), porque busca la producción de diferencias (Inclán, 2016, p.15). La desigualdad se puede relacionar a las identidades que se cruzan en cada persona (clase, género, etnia, etc.) y las relaciones de poder que atraviesan esas identidades. Por ejemplo, en las narraciones aquí recopiladas, el cercamiento de las tiendas de conveniencia se vive diferente de cuerpo a cuerpo debido, en gran medida, a la estabilidad económica. Entonces, la violencia que se inscribe en el espacio afecta de forma diferenciada a los cuerpos, dependiendo de las identidades que se cruzan en ellos (femenino o masculino, clase media o clase baja, anciano o joven, etc.).

Como parte de la violencia, se ejerce un castigo para todas aquellas maneras disidentes de ser y estar en el mundo (Inclán, 2016, p. 18) que no aceptan la razón impuesta por quienes ejercen la violencia. El castigo, en el régimen corporativo alimentario viene dado por el reordenamiento material, simbólico, cognitivo o afectivo, que sin duda tiene una expresión en el espacio. Este reordenamiento no es igual en las metrópolis que, en las áreas rurales, en cada región y en cada lugar es distinto. En el área aquí estudiada, el reordenamiento se evidencia en la exclusión que hace la ciudad de quienes desean plantearse en contraposición al capital corporativo, desde un sentido contrahegemónico, o en la reducción de los espacios, usualmente verdes, que permiten o permitirían ampliar las capacidades de abasto alimentario. Sin embargo, es importante reconocer que el cuidado también reorganiza la sociedad y el espacio; esto puede verse a través de las RAA que construyen estas personas, en la apropiación temporal del espacio público, y en los lugares que conectan y acercan por medio de sus actividades de intercambio de alimentos y conocimientos. Además, esta reorganización motivada por el cuidado se expresa en los platos. Seguir dialogando sobre las violencias que se han visibilizado y sobre aquellas que aún no salen a la luz, es un primer paso para que estas y estos comientes, y en general las y los comientes de RAA se inserten de maneras más críticas a sus territorios, y puedan establecer nuevas formas e incrementar sus fuerzas para no experimentar las afectaciones del capital corporativo alimentario.

Conclusiones

Sin duda alguna en las decisiones personales sobre qué comer convergen factores biológicos, psicológicos, económicos, culturales, etcétera, al igual que la organización del espacio. Aquí se analizó únicamente la relación entre la organización del espacio, el poder corporativo alimentario y las y los comientes de RAA desde una perspectiva cercana a la socioantropología de la alimentación y a la geografía humana, para identificar un tipo de violencia en el régimen alimentario corporativo; se dice un tipo de violencia, porque seguramente dependiendo del lugar donde se situé la mirada, la violencia variará. Llevando la atención a la incorporación del alimento al cuerpo y a la identidad que este acto funda, así como a la pertenencia del comiente a un sistema culinario con su propia visión del mundo, se identificaron afectaciones originadas por el poder corporativo alimentario en dimensiones materiales, simbólicas, cognitivas y afectivas durante el aprovisionamiento de alimentos de las y los comientes que participaron e hicieron esta investigación. A partir del análisis realizado se identifica que, la violencia detectada se encuentra articulada y ordenada espacialmente por el poder corporativo alimentario y la relación de éste con los Estados; y esta violencia de manera lenta pero cotidiana erosiona las formas de vida, el ambiente y la salud de las y los comientes involucrados. Particularmente, si se tiene en cuenta que conforme a Fischler (1995, p. 66) “somos lo que comemos”, esta violencia atenta contra la libertad que deberían tener estas y estos comientes de elegir qué come y qué ser; asimismo atenta contra su compromiso de cuidar la tierra y a otros seres. Lo que les lleva a estas y estos comientes a sentir tristeza, culpa o vergüenza. Entonces ¿cómo construirse comiendo y transformar la realidad a cada bocado si se tiene poco control sobre el territorio? Su identidad y sus utopías de paisajes alimentarios, difícilmente encuentran momento y lugar para materializarse plenamente.

La violencia referida disminuye las posibilidades de estas y estos comientes de convertirse en aquello que quieren llegar a ser, pero sus distintas prácticas les permiten aumentar su capacidad de dar forma a lo que son y a su territorio. Para seguir incrementando dicha capacidad es necesario profundizar en el estudio de las afectaciones del actual régimen alimentario con y para las y los integrantes de RAA. Este artículo constituye un esfuerzo colectivo por identificar y entender algunas de esas afectaciones a partir de la conceptualización de la violencia, y de poner juntos el pensar y sentir de las y los comientes involucrados. Con los resultados obtenidos es posible ver que, como lo señala Holt-Gimenez (2018), no se puede cambiar el régimen alimentario sin cambiar el capitalismo9 porque el origen de varias de las afectaciones está en la acumulación originaria, la desposesión de la tierra y la dependencia hacia el mercado. Y si bien no corresponde únicamente a las RAA dicho cambio, avanzar en este entendimiento permitiría seguir diseñando y construyendo otras formas de evadir o erradicar las afectaciones para las y los comientes de estas redes y sobre aquello (humano y no humano) que cuidan y desean continuar cuidando. Además, a medida en que se identifiquen las afectaciones experimentadas por las y los comientes de las RAA, e incluso otro tipo de comientes, se determinará para cuáles procesos violentos se establecen respuestas que los aminoren y para cuáles queda trabajo pendiente. Estos son pasos faltantes en la presente investigación, que se espera dar más adelante en colectivo con estas y estos comientes.

Por ahora, las experiencias estudiadas han permitido detectar, entre otras cosas, que si bien hay una serie de factores que violentan la libertad de las y los comientes para elegir qué ser, qué comer y cómo proveerse de sus alimentos, también existe una conexión íntima con la comida (relacionada con el principio de incorporación que expone Fischler) y un conocimiento crítico de la realidad (circulando a través de las redes) que han modificado sus formas de sentir y pensar y los llevan a buscar a alimentar sus cuerpos con alimentos que no provengan de los circuitos convencionales de producción y distribución, y a modificar activamente los lugares por donde transitan. Sobre esto último, de acuerdo a Giraldo (2018, p. 191), los espacios condicionan las formas de ser, y en las ciudades cada vez más artificiales, el auto-entendimiento se comprende separado de la naturaleza, aislado de los semejantes, y entregado a los deseos producidos por el capital; pero como lo señala este mismo autor, las personas no sólo se adaptan al ambiente, sino que pueden inventar hábitats, de la misma forma que lo han hecho las y los comientes con quienes se estudió. Y esos lugares transformados también configuran a las y los habitantes, así que los cambios en el espacio que se han hecho por medio de las RAA, no sólo modifican el paisaje también cambian las formas de valorizar las situaciones, porque las personas involucradas tienen la posibilidad de auto-entenderse o construir su identidad conectada a la naturaleza y a los semejantes, y con el deseo de cambiar su impacto en el mundo. Por todo esto, parafraseado a Freire (2005, p. 57) es posible decir que en las respuestas de estas y estos comientes a la violencia del régimen actual se encuentra el gesto de amor y el anhelo profundo del derecho de ser.

Para finalizar, es importante mencionar la pertinencia de la metodología construida. Primero, poner en escena las experiencias de las y los integrantes de RAA al transitar el espacio social sin ceñirse a lo que sucede en los lugares etiquetados como alternativos o las formas en que estas redes se construyen, evidenció otros efectos del capitalismo globalizado; usualmente dichos efectos se consideran con el propósito de marcar diferencias entre las RAA y las redes guiadas por los principios del poder corporativo alimentario o para identificar sus intersecciones. Aquí se profundizó en el funcionamiento del actual régimen alimentario a partir de la percepción de las personas participantes y la conceptualización de la violencia, los hallazgos pueden tomarse como una oportunidad para el fortalecimiento de las RAA. Segundo, los métodos utilizados (los Círculos de diálogo en combinación con los recursos cartográficos participativos) hicieron posible enfrentar el desafío de representación de la violencia que no es física, ni espectacular ni inmediata. Nixon (2011, p. 3) se refiere a este desafío cuando señala que la violencia lenta tiene efectos retardados, por lo que resulta difícil hacerla visible, él se pregunta cuáles historias, imágenes o símbolos pueden mostrar su existencia. En este trabajo se logró hacer visible la violencia a partir de juntar los sentimientos y los pensamientos, una operación tanto material (corporal) como semiótica (simbólica y narrativa); porque las y los comientes involucrados teorizaron trazando una relación entre lo sentido, lo pensado y lo construido u ordenado en el espacio. Por otro lado, con el diálogo el sentir y el pensar de estas y estos comientes se hizo más útil, porque suscitó la reflexión colectiva para seguir aprendiendo críticamente sobre el mundo, por ejemplo, durante los Círculos hubo comentarios como “hasta antes de escucharles yo pensaba…” (Comiente uno) y “los problemas ya no están invisibilizados, hay algo que no está bien” (Comiente seis en el último Círculo). Así que se invita a las y los interesados en estudiar las RAA, a acercarse a ellas a través de conceptos y métodos que permitan a las y los participantes de RAA situarse en y con el mundo aceptando que la práctica intelectual es encarnada.

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1Centros Regionales, Universidad Autónoma de Chapingo.

2Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur, UNAM.

3Centro Regional Universitario Oriente, Universidad Autónoma de Chapingo.

4Este artículo es producto parcial de la tesis doctoral de la primera autora en la Universidad Autónoma Chapingo. Becaria Conacyt.

5 “Aunque el participio activo [del verbo] comer está en desuso, es correcto según las reglas gramaticales de la lengua española. Situación similar ha sucedido con el vocablo en francés mangeur, reutilizado en la literatura sobre socioantropología de la alimentación” (Poulain 2002, citado por González et al. 2020 p. 11).

6Software libre, disponible en https://qualcoder.wordpress.com/

7 Lefebvre (2013, p. 15) propone una triada conceptual para el análisis del espacio; esta se conforma por espacio percibido, espacio concebido y espacio vivido. Siendo el espacio concebido el espacio planeado por los expertos, que pudieran ser los estrategas de la industria alimentaria que busca los lugares de producción y los mercados más apropiados para la acumulación de capital.

8 La autonomía de las iniciativas alternativas se plantea muchas veces por su establecimiento en lugares que no pasan por la aprobación de las autoridades municipales, por ejemplo, en calles o parques. Y cuando llegan a establecerse en lugares aprobados, el pagar la renta del inmueble implica un alto costo para las y los productores.

9 Es importante no perder de vista que este trabajo se ha enfocado a señalar la relación entre el poder corporativo alimentario y la violencia en tiempos del capital neoliberal. Sin embargo, la violencia se ha dado en otros en otros momentos históricos e incluso en sociedades donde el Estado pretendía asegurar el bienestar colectivo a través de la regulación explicita del mercado. Se pueden consultar los trabajos de López-Barrera (2019) y Pohl-Valero y Vargas (2021) para conocer como el hambre ha sido utilizada como una herramienta de poder en distintas regiones y periodos.

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