SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.15 número29Representaciones sociales en el cine de arte experimental: de la estética a la indignación socialEl componente afectivo de las representaciones sociales índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Cultura y representaciones sociales

versión On-line ISSN 2007-8110

Cultura representaciones soc vol.15 no.29 Ciudad de México sep. 2020  Epub 07-Mar-2022

 

Sección temática (dossier)

Imaginarios y representaciones sociales, Teoría del Actor-Red y cambios en la socialidad y la gestión de los afectos1

Imaginaries and Social Representations, Actor-Network Theory and changes In sociality and the management of affects

Lidia Girola1 

1Profesora-investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco. Correo: girola.lidia@gmail.com


Resumen

El propósito de este artículo es, primero, definir muy brevemente, lo que puede entenderse por Imaginarios y Representaciones sociales y señalar su necesaria articulación en la investigación sociológica. En segundo término, mencionar algunas ideas de la Teoría del Actor-Red (tar), que permiten ligarla con los imaginarios y representaciones sociales. En tercer lugar, mostrar cómo las ideas de la TAR permiten esclarecer la relación entre constructos simbólicos y los artefactos tecnológicos que inundan nuestra vida cotidiana. Finalmente, y como ejemplo, mostrar cómo el imaginario tecnológico ha incidido en las formas de relacionarnos y buscar lazos afectivos con los demás, a través del uso de las aplicaciones de citas.

Palabras clave: Imaginarios sociales; representaciones sociales; teoría del actor red; imaginario tecnológico; socialidad; aplicaciones de citas

Abstract

The purpose of this paper is, first, to define very briefly what can be understood by Imaginaries and Social Representations and to point out their necessary articulation in sociological research. Secondly, to mention some of the ideas of the Actor-Network Theory (ant) that help link it with Imaginaries and social Representations. Thirdly, to show how the ant proposals clarify the relationship between symbolic constructs and the technological artifacts that flood our daily lives. Finally, and as an example, to show how technological imaginary has influenced the ways of relating and seeking emotional ties with others through dating applications.

Keywords: social imaginaries; social representations; actor-network theory; technological imaginary; sociality; dating applications

Introducción

Imaginarios y representaciones sociales son dos estratos ideacionales distintos, con diferentes características, pero que en la acción cotidiana se complementan. Los imaginarios son estructuras de sentido, esquemas de interpretación de la realidad, generados social e intersubjetivamente y compartidos por grupos sociales, en cada sociedad en momentos determinados, que permiten entender el mundo y proporcionan bases y significados para movernos en él. Hablo de imaginarios, en plural, porque en cada sociedad y época distintas, existen diversos imaginarios, a veces contrastantes entre sí, que son ámbitos de confrontación y negociación entre diferentes actores sociales. Las representaciones sociales (Araya 2002) son la concreción, la especificación de esos imaginarios. Ya sea en forma de imágenes, estereotipos, discursos, monumentos, comportamientos, opiniones generalizadas, artefactos, etcétera. La articulación entre imaginarios y representaciones no solo es posible, sino que es una cuestión de hecho, ya que las representaciones sociales son la vía para acceder a los imaginarios. En la medida en que los imaginarios sociales son constructos abstractos, profundos, que colectivamente se comparten pero que están en las mentes de cada sujeto, no pueden ser aprehendidos más que a través de su objetivación, sea ésta del tipo que sea. Por esa razón hay que considerar un enfoque plural en el abordaje de la problemática: no solo la fenomenología, sino también una teoría que reivindique la importancia de los aspectos materiales de la interacción, como la Teoría del Actor-Red3, pueden ser miradas fructíferas para entender tanto a los imaginarios como a las representaciones sociales. El análisis propuesto en este artículo contempla, a manera de ejemplo, el estudio acerca de cómo el imaginario sociotécnico que impregna nuestras vidas cotidianas ha modificado las formas en que los humanos nos relacionamos a través del uso de artefactos diversos y para ello, se mostrará el uso que en la actualidad se hace de las aplicaciones de citas para gestionar la búsqueda de afecto.

I

Las teorías acerca de los imaginarios y las representaciones sociales, en tanto han partido hasta ahora principalmente de una perspectiva fenomenológica4 y trabajan con lo simbólico y lo subjetivo, aparentemente son lo más alejado que se podría pensar de la Teoría del Actor-Red. Y, sin embargo, la perspectiva de la TAR acerca del mundo y de cómo la acción humana no puede pensarse separada del mundo material, posibilita una concepción mucho más fructífera que la habitual consideración de lo mental, lo simbólico y la naturaleza y la tecnología como ámbitos o dominios autónomos y con lógicas propias. No puede negarse que cada dimensión tiene sus propios criterios de validez. Ya Weber, Habermas, Luhmann e incluso más recientemente Latour habían reconocido esto; el arte opera con criterios de veridicción como lo bello y lo feo; la justicia con lo bueno y lo malo; la ciencia con hipótesis acerca de la verdad o falsedad de sus afirmaciones; pero la realidad es el fruto de la articulación de esas diferentes dimensiones. Si algo caracteriza a la TAR es su rechazo a asumir como válidas las tradicionales distinciones entre naturaleza y sociedad, entre la materia y lo simbólico, entre individuo y sociedad. En el mundo real, no debemos pensar a la naturaleza como algo exterior a las personas; lo simbólico tiene expresiones en lo material; la sociedad se compone de individuos que a su vez la construyen, reconstruyen, reproducen y cambian todo el tiempo a través de sus pensamientos, sistemas normativos, obras y relaciones. Los individuos no existen como personas fuera del marco de la sociedad. No somos personas y luego seres sociales, somos personas porque somos seres sociales que nos encontramos formando parte de redes que involucran personas, objetos, animales no humanos y sistemas simbólicos, empresas, etcétera.

Y es en ese sentido que la TAR puede abrir nuestra mirada a una comprensión inclusiva, holística, si se quiere, del mundo en el que vivimos.

La hipótesis que guía el trabajo, es que los imaginarios sociales y sus concreciones, o sea las representaciones sociales, constituyen un modo de existencia peculiar. Tienen un componente material y no solo simbólico y, por lo tanto, para estudiarlos, hace falta tomar en cuenta que, así como el resto de lo que llamamos mundo, son entidades que, junto con un sinnúmero de asociaciones, naturfactos5 y dispositivos tecnológicos conforman redes complejas; e implican tanto trayectorias específicas en su instauración, como la articulación e intersección de lo que Bruno Latour llamó “modos de existencia” plurales y diversos (Latour 2013). Los imaginarios y representaciones se modifican a través del tiempo, y su manera de ser es precisamente el perdurar a través del cambio y de la contraposición y el conflicto.

Desde la perspectiva que se intenta sustentar en este texto, los imaginarios sociales son constructos simbólicos abstractos, mentales, pertenecientes a una época pero que pueden trascender a través del tiempo,6 que operan como esquemas y marcos de significación de la realidad. Son un cúmulo de conceptos, imágenes mentales, prejuicios y estructuras simbólicas que generan interpretaciones que hacen inteligible el mundo en un momento y lugar determinados. Y definen la manera de relacionarnos y las expectativas mutuas y con respecto a la sociedad en su conjunto. (Taylor 2006) Son motores para la acción, legitimadores o contestatarios del orden social vigente, pueden operar como instrumentos cognitivos frente al mundo, también como utopías en el sentido de plantear un mundo mejor, brindan una identidad común a aquellos que los comparten, son construidos socialmente a través de las prácticas recurrentes de los actores, aunque éstos lo hacen de una manera no consciente, y a la vez construyen la realidad en la que esos actores conviven e interactúan. Son o pueden ser, en determinado momento, espacios de lucha y confrontación, dado que en cada sociedad y época pueden corresponder a sectores dominantes o dominados. No hay que pensar en un único imaginario social homogéneo, sino que es más útil considerar que en cada sociedad y época coexisten imaginarios dominantes y subalternos, (Baeza 2008; Hiernaux y Lindón 2008) ligados con la “emisión de los discursos… de los diferentes niveles del poder” (Baczko 1991; Vergara 2015). Y que, además, para cada dimensión de la realidad, (lo urbano, lo rural, lo científico, lo estético, lo religioso, lo tecnológico, lo económico…) existen imaginarios diferentes7. Todos, sin embargo, conectados para conformar una red simbólico-cultural-social que tiene a su vez expresión, manifestación, en las representaciones sociales. Y es a través de éstas que podemos captar a los imaginarios.

La distinción entre imaginarios y representaciones sociales es importante, pero éstos no debieran ser conceptos mutuamente excluyentes. Si bien debemos considerarlos sistemas simbólicos, son estratos ideacionales distintos y diferenciables, son nociones complementarias, ya que es solo a través de las representaciones (y de los comportamientos, asociaciones, relaciones que ellas nutren, y de sus productos tanto materiales como simbólicos y de variados tipos) como podemos llegar a descubrir los imaginarios subyacentes, creo que es fundamental tener en cuenta la complementariedad de ambos enfoques. ¿Y qué son las representaciones sociales? Pueden ser dibujos, mapas mentales, discursos, imágenes, opiniones generalizadas y estereotipos que surgen a partir de un acervo común de significados con respecto a algo o a alguien, a algún tipo de persona o lugar; mitos, leyendas, monumentos, y también pueden ser artefactos y dispositivos tecnológicos. Que las cabinas telefónicas o los abridores de latas o las palancas de cambios en los automóviles estén hechos para ser utilizados con la mano derecha, son un ejemplo del imaginario que privilegia lo diestro frente a lo siniestro. Y que la palabra diestro signifique también, en otra acepción, hábil, mientras que siniestro signifique también algo tenebroso o infausto, no es casual… ser zurdo en una sociedad que privilegia a los que utilizan la mano derecha, puede ser algo complicado…

Las representaciones sociales son formas de conocimiento de sentido común objetivadas, que pueden constituir universos de opinión (Maric 2008), que se encuentran estrechamente relacionadas con las prácticas cotidianas y la acción social. Las representaciones sociales son co-construidas (o instauradas, para respetar la terminología propuesta por Latour) entre los sujetos y grupos que comparten un momento histórico y un espacio cultural determinado, y cuyas prácticas recurrentes consolidan una determinada idea y valoración del objeto de representación. Están asociadas al acervo de conocimiento a mano del que hablaba Alfred Schutz, e implican tipificaciones de sentido común. Lo que quiero remarcar aquí es que las representaciones sociales no son solamente sistemas simbólicos específicos, referidos a alguien o a algo (Araya 2002) sino que implican objetivaciones de la dimensión simbólica que están conformadas por la incidencia de una multiplicidad de elementos diversos, entre ellos artefactos y naturfactos, y que, por lo tanto, como reiteradamente se ha insistido en la TAR, la separación habitual entre lo simbólico y lo material debe ser revisada. Las representaciones sociales son complejos sistemas simbólicos de significados comunes, que a su vez son manifestaciones, expresiones, objetivaciones, concreciones y especificaciones de los esquemas de interpretación de la realidad que denominamos imaginarios y son una vía para descubrirlos.

¿Por qué es importante estudiar a los imaginarios sociales? Porque, por una parte, “son entidades intersubjetivas que dependen de la comunicación entre humanos (y no de las creencias y sentimientos de uno o más individuos humanos)” (Harari, 2017, p. 164). Por otra, son capaces de articular múltiples dimensiones de lo real (lo que Latour va a llamar modos de existencia diversos), y son producto de múltiples agentes (actores/actantes). Finalmente, porque se transforman en y nutren instituciones (como la familia, la escuela, el Estado, la Iglesia, las clases y movimientos sociales, la ciencia, el dinero, las relaciones de género…) y son a la vez instituidos por ellas.

II

Lo que me propongo enfatizar aquí es la veta heurística que nos abre la utilización de la Teoría del Actor-Red (TAR en español y ANT, Actor-Network Theory en inglés), para el estudio de los imaginarios y las representaciones sociales. Si, como se dijo más arriba, las representaciones son objetivaciones, concreciones de los imaginarios, entonces considerar esa dimensión objetivada y objetivante es imprescindible. Objetivada porque lo simbólico se manifiesta en discursos, imágenes, estereotipos, etcétera, y objetivante porque manifiesta en algo sensorialmente perceptible lo que está en la psiquis de los que la crean y comparten colectivamente. Y representan la opinión común y compartida que un grupo tiene sobre algo. Lo que quiero decir es que la dimensión simbólica de la representación no puede ser abordada sin considerar su dimensión material, corporal, lingüística, figurativa, concreta. Esto se relaciona con la demanda formulada hace ya tiempo por Jeffrey Alexander en el sentido de que la investigación sociológica debe ser multidimensional. Si bien por necesidad analítica uno puede aislar y diferenciar aspectos, y enfatiza aquello que suscita su interés, la realidad es articulación de dimensiones, el mundo de la vida es tanto material como simbólico. Asimismo, cada proceso o hecho que estudiemos, debe considerarse en su historicidad8 y su temporalidad 9específicas; y a la vez, un principio heurístico fundamental debe ser tener en cuenta su multidimensionalidad, aunque por la necesidad de acotar la investigación, no podamos siempre abordar todas las dimensiones a la vez. Dilucidar cuáles son los imaginarios sociales presentes en una sociedad y época determinadas, o que están por detrás de algún proceso específico, requiere entonces, desde mi perspectiva, encontrar cuáles son sus manifestaciones, que son las representaciones sociales. Y vuelvo a señalar que éstas tienen un aspecto simbólico cultural innegable, pero también que se manifiestan a través de aspectos materiales que deben ser considerados, ya sean textos, discursos, características físicas, vestimenta, artefactos, etcétera. Paso subsecuente es identificar los nodos de los cuales surgen, ya sean personas, asociaciones, medios de comunicación, etcétera. Ya no deberíamos hablar de actores con sus circunstancias, sino de actantes10 en relación e interacción, como nodos de redes complejas, cada uno con sus especificaciones y especificidades, pero ninguno totalmente autónomo ni con supremacía absoluta. Y es entonces cuando la Teoría del Actor Red nos puede proporcionar una aproximación heurística útil.

En su versión más conocida, la TAR propone una sociología relacional, que considera que la realidad está constituida por entidades heterogéneas interconectadas, articuladas y mutuamente incidentes, que incluyen a seres humanos y no humanos, y todo tipo de objetos, naturales o producidos por los seres humanos, incluidos los simbólicos. ¿Cuáles son según mi punto de vista algunas propuestas sugerentes de esta teoría? Por una parte, que considera a la realidad como producto socialmente construido a partir de la interacción de múltiples elementos, que se organizan en redes de índole diversa, y que, para explicar cualquier hecho, proceso o resultado, sea este científico, político, económico, religioso o del tipo que sea, es necesario tomar en consideración esos múltiples elementos asociados en red. Tanto los actores humanos en distintas posiciones que han incidido en él, los conflictos y/o acuerdos entre ellos; como los diversos actantes no humanos que operan como soportes y mediadores materiales y simbólicos que han permitido al hecho o proceso ser lo que es. Lo que en la jerga propia de esta perspectiva teórica11 se denomina “asociaciones” y “articulaciones” de las “trayectorias” de los distintos “nodos en una red”. Esto me lleva a pensar que lo que la TAR propone nos brinda un punto de partida fundamental para el análisis multidimensional del que hablaba Alexander, donde lo importante no es solamente el elemento humano, sino las relaciones que los humanos construyen con todos los otros elementos de la realidad, y cómo es el conjunto de todos los elementos, humanos, no humanos, artefactos, instituciones, grupos, los que construyen mutua y recursivamente el mundo, organizándose en redes complejas.

Otro aporte que considero sustantivo de la TAR es el reconocimiento del papel que los objetos no humanos y/o materiales tienen en la configuración de la acción. Para esta teoría, los objetos, además de intervenir en la construcción de significados, juegan un papel activo en un espacio tiempo que rebasa con mucho los límites de la interacción cara a cara y otorgan soporte y materialidad a un cúmulo de representaciones simbólicas colectivas. (Pozas 2016, 56) Los objetos no son solo intermediarios pasivos de las relaciones en las redes, sino que con frecuencia son mediadores activos, es decir, con el potencial para transformarlas, como ocurre en la actualidad con la comunicación mediante las redes sociales (Pozas 2016, 58). En circunstancias críticas como las que se han vivido con la pandemia de covid-19 en todo el mundo; nos enteramos de lo que ocurre, nos comunicamos con nuestros seres queridos, nuestros jefes o nuestros estudiantes; mediante artefactos tecnológicos relativamente novedosos para la mayoría, como son los chats de WhatsApp, las plataformas virtuales o las conferencias por Zoom, Google Classroom y demás. O cuando aún podíamos circular libremente por nuestras ciudades, con el uso de los GPS, el Google Maps o Waze que utilizábamos para definir las rutas más rápidas o expeditas para llegar a nuestro destino. Frente a hechos graves, como la muerte de una persona de color a manos de la policía en los Estados Unidos o en Francia, o el deshielo en los polos con sus consecuencias potencialmente desoladoras para el planeta, o el exterminio de fauna y flora en todos los continentes por el abuso en la explotación de los recursos naturales por parte de intereses económicos que pretenden escapar a toda regulación, se han opuesto personalidades, grupos diversos, empresarios, gobiernos, y han manifestado su sentir a través también de plataformas digitales e internet. Y es a través de esos medios como nos enteramos de lo que pasa en el mundo. También son una vía, no la única, a través de la cual podemos incidir en lo que ocurre. Es prácticamente imposible pensar nuestra vida actual, sin esas redes de comunicación e interacción de las cuales los seres humanos, individualmente o formando grupos o asociaciones, por ejemplo, somos parte crucial; pero precisamente, somos una parte. Lo demás, son los artefactos tecnológicos, las redes que conforman ONG’S, los virus, los animales no humanos que sufren, las políticas implementadas por los grupos de presión, los instrumentos que se usan para contravenir o defender las leyes, etcétera.

A ese papel activo de los nodos humanos, no humanos y artefactuales en las redes, se debe que los principales autores de la TAR los denominen “actantes”, porque son constituyentes de, y constituidos por, la acción conjunta. Los actantes (humanos y no humanos) tienen la capacidad de afectar el curso de la acción, y de ser afectados12 por ella, aunque de manera distinta, según la trayectoria, y el proceso del que se trate. Para seguir con el ejemplo de las apps que nos dirigen en nuestras travesías por la ciudad, podríamos decir que, así como las indicaciones del Waze afectan nuestras decisiones, también la información que le brindamos afecta los derroteros posteriormente sugeridos. Y sí, en “última instancia”, los humanos decidimos. Pero sobre circunstancias y elementos que constantemente cambian e inciden en nuestras decisiones.

Para la TAR, el tiempo y el cambio, la permanencia y a la vez la modificación continua, son elementos constitutivos de cualquier red.

Creo que cada vez está más claro el papel de otras “entidades”, que no son exclusivamente sociales, en la definición del curso de las acciones y procesos sociales. O más bien que, aun siendo sociales, porque son instituidos, interpretados, simbolizados por las personas, son “no humanos”. Aquí conviene, por lo tanto, abundar un poco en qué se entiende por “no humano” en la TAR. Tanto los componentes animales y naturales del entorno, aquello que habitualmente llamamos Naturaleza, como los artefactos y constructos diversos que en cada momento de la historia han sido producidos, significados y utilizados por los humanos.

La TAR postula que la realidad es una construcción. Tanto la naturaleza, como los artefactos, como los seres humanos, y todo ello está en mutua relación, todo ello constituye el mundo. Las dualidades a las que estamos acostumbrados: naturaleza/sociedad, sociedad/individuo, lo simbólico/lo material, en realidad son articulaciones de distintas dimensiones, de distintos modos de existencia de lo real, que solo pueden ser explicadas en su mutua articulación.

La TAR propone que lo que estudiamos sea el papel de los diferentes elementos en su articulación, su diferente peso e incidencia. Por lo tanto, la idea de la naturaleza, o lo material como contexto, como algo fijo, que está ahí y que solemos considerar el marco de la acción, debe ser dejada de lado ya que el contexto nunca es tan fijo como algunos solían pensar. Así como las circunstancias económicas, sociales y políticas son cambiantes, debemos considerar que el mundo natural no es simplemente un dato, algo externo que nos rodea, no es algo que simplemente está ahí. Somos parte de ese mundo natural, del que sin embargo durante mucho tiempo nos hemos alienado, y al que hemos considerado solo como objeto de estudio o de manipulación y dominio.

Latour propone una visión de lo real en la que todo está interconectado: los humanos y no humanos, formamos parte de redes, en las cuales nos afectamos mutuamente (Latour 2008). Si bien hay una diferencia entre los humanos, que tienen intereses y propósitos propios, y lo no humano, que tiene formas de funcionar e incluso “propósitos” propios en el caso de los animales y plantas, y desarrollan acciones que responden a objetivos que en un principio pueden haber sido obra de humanos, como en el caso de los artefactos e instrumentos tecnológicos, pero que en algún momento puede tener funciones propias o generar consecuencias no buscadas, todos formamos parte de redes, y la agencia (la capacidad transformadora de la acción) es básicamente de esas redes de elementos interconectados, no de un actor en específico13.

Latour propone, como ya lo había hecho Giddens, que el conocimiento afecta a lo natural, y que lo natural y lo no humano, también cambia, se modifica y nos modifica. Ambos polos son cambiantes y dinámicos, se afectan mutuamente y deben ser concebidos como partes, como nodos de una red en constante cambio, y no pueden ser pensados, o al menos no deberían ser pensados como entes separados. Desde la perspectiva de Latour, sería más correcto hablar de las “cadenas de referencia” que van conformando redes donde conocimiento y mundo se constituyen mutuamente. Esto obviamente pone en cuestión el sentido que habitualmente se le ha dado al término “objetividad”. Y aunque el tratamiento que del asunto hace Latour me parece aun insuficientemente sustentado, abre la posibilidad para repensar en qué consiste lo que habitualmente llamamos “conocimiento objetivo”. Y también las nociones de “materia”, “sociedad” y “naturaleza”. La materia no es lo que está fijo, lo que se reproduce más o menos de la misma manera, algo que está ahí; sino que, para reproducirse, para subsistir, pasa continuamente por discontinuidades y alteraciones; puede o no, ser incidido por humanos (que también son materia). El río es y no es el mismo río, y no solo porque cambia según el que lo mira, sino porque su manera de ser es cambiar para permanecer. Si bien esto es más fácil de entender cuando nos referimos a seres vivos, también debe aplicarse a seres inertes. Para Latour no existe “un mundo material exterior”, porque lo material no es solo materia, sino intersecciones, trayectorias de diversas entidades que habitualmente definimos, por la historia del pensamiento de la cual formamos parte, como cosas, objetos, lenguaje y también, imaginarios. Lo material (Latour prefiere nombrarlo así, en lugar de hablar de “materia”) no es lo que está ahí, no es un dato que habla por sí mismo, fuera de nosotros, homogéneo e incambiante, siempre igual; es construcción, sí, pero a la vez, en sus propios procesos de reproducción, permanencia y cambio, nos construye, nos constituye.

Creo que en esto reside uno de los principales aportes de Latour en este tema: el mundo es articulación, instauración de elementos heterogéneos a lo largo del tiempo, y una investigación seria debe tener en cuenta que toda diferenciación es meramente analítica.

III

¿Por qué utilizar la TAR, en el estudio de los Imaginarios, que son por definición algo simbólico, inasible salvo a través de sus manifestaciones como las representaciones sociales, los discursos, las imágenes, las interacciones, los objetos? Principalmente, creo, porque los Imaginarios sociales tienen en su manifestación, un componente material, ya sea en imágenes, comportamientos, discursos o artefactos, opiniones y rituales, una expresión concreta, ya sea en los sujetos que los crean, los mantienen y reproducen, como en los elementos de naturaleza y los artefactos de los que los sujetos se valen, se rodean y a través de los cuales actúan e intentan imponer sus ideas y sus visiones del mundo. Los imaginarios son esquemas profundos de interpretación, construcciones simbólicas del mundo, y sus manifestaciones, son también constructos sociales de características diversas, que aúnan o pueden reunir aspectos materiales, simbólicos y, sobre todo, pueden tener incidencia en el mundo social, ya sea como artefactos que se nos imponen o que nos facilitan la vida o como elementos que reafirman o cuestionan las relaciones de poder vigentes. Los imaginarios y las representaciones son actantes; y en tanto nodos de una red simbólico material, participan de la agencia.

Es conveniente entonces, repensar también, la noción de agencia. Según una definición aceptada, al menos desde su formulación por Anthony Giddens (1987, 1995), la agencia es la capacidad transformadora de la acción de los sujetos. Misma que puede no ser voluntaria o consciente, pero que debemos medir e interpretar sobre todo por sus resultados. Ahora bien, creo que hay que considerar que la acción de los sujetos no se da en el vacío. En el ejemplo conocido planteado por Giddens, del sujeto que entra a una casa a robar y que se asusta y huye corriendo porque el dueño que estaba durmiendo enciende una luz y baja las escaleras, provocando que el ladrón espantado, en su huida, sea atropellado por un autobús, el resultado de la acción, inesperado como es, no es consecuencia tan solo de la acción del dueño de casa, ni del ladrón, ni del conductor del autobús: hay objetos materiales, emociones, representaciones sociales e imaginarios en esa acción. La luz que el dueño enciende, las escaleras, el ruido que hace al bajarlas, el perro o el gato que comienzan a maullar o ladrar por el ruido o al percibir una presencia extraña en la casa, la calle, el autobús mismo. El miedo, el atolondramiento, el imaginario del peligro y su representación en el intruso, pero también la representación de la cárcel en la mente del ladrón, que obviamente no quiere ir a parar ahí; la soledad nocturna que permite al conductor manejar quizás sin tanto cuidado porque supone que no hay nadie a esas horas cruzando la calle y que en la mente del ladrón puede significar que puede gozar de impunidad porque el propietario de la casa está durmiendo. ¿De quién es la agencia? ¿Solo de los humanos involucrados? Sin lo que habitualmente y por economía expresiva llamamos contexto, ¿hubiera ocurrido lo mismo? El contexto cambia constantemente: puede o no haber perros o gatos en las inmediaciones, el perro puede ser viejo o ciego o sordo y no escuchar o ver al ladrón, la casa puede o no tener escaleras y éstas pueden chirriar o no; sin autobús no hubiera habido atropellamiento… Sin esos elementos o con otros en su lugar, las acciones hubieran tenido consecuencias diferentes. Por lo tanto, la agencia, desde mi punto de vista, es de la combinación de todos esos elementos, no solo de los humanos que participan, sino de los no humanos, los artefactos, las emociones, los imaginarios y representaciones en tanto artefactos simbólicos, etcétera.

Reitero: los imaginarios y representaciones son artefactos simbólicos. Forman parte del modo de existencia simbólico,14 para usar, adaptándola, la terminología peculiar de Latour, y son parte de redes políticas, económicas, de género, que se intersectan y articulan y constituyen lo que conocemos como realidad. Impregnan la vida social y su existencia depende de nuestras subjetividades, que, a su vez, no existirían sin ellos (Latour 2013, 233-234).

Son construidos en nuestra imaginación, pero no son producto solo de nuestras mentes, sino que resultan de las condiciones materiales, socio-económicas, culturales, y políticas de cada época.

Los instituimos, los reproducimos, aunque no los inventamos (individual o conscientemente). No sabemos quién o quienes los crearon, pero podemos identificar las trayectorias que han ido conformando las redes que los constituyeron a lo largo del tiempo. Podemos identificar sus componentes, sus consecuencias, sus modificaciones; qué elementos permanecen y cuáles cambian. Se puede decir, siguiendo a Latour, que dar lugar al mundo simbólico es, paradójicamente, permitirse ser, finalmente, materialista (Cfr. Latour 2013, 247). No porque los símbolos sean “cosas” sino porque pueden manifestarse de múltiples maneras; representan y se representan visual, material, sensorialmente. Y surgen y se desarrollan, por ejemplo, en los imaginarios y representaciones sociales y en la cultura. Si bien en la investigación se puede diferenciar, analíticamente, el modo de existencia de lo simbólico de los demás, es la convergencia de distintos modos lo que constituye el mundo real. Y es en la articulación de imaginarios y sus concreciones representacionales como podemos identificar modos de vida. Es como Latour dice, un juego doble, de diferenciación y de articulación e incidencia mutuos, lo que nos permite conocer el mundo y a nosotros mismos como nodos en modos de existencia inextricablemente unidos y complejos. No estoy segura de que Latour comparta este punto de vista personal, pero es siguiendo y llevando un poco más allá sus afirmaciones, como podemos integrar el estudio de los imaginarios y representaciones sociales y la TAR.

El “mundo simbólico” del cual los imaginarios forman parte, es ese artefacto producido por la superposición de todos los invisibles necesarios al sentido15 y que los hacen ser lo que son: actantes reales, no falsos, no ficticios, no ilusorios ¿Y cuáles son esos invisibles necesarios? Son los elementos específicos provenientes de los otros modos de existencia que contribuyeron a instituir un imaginario determinado.

Para retomar el ejemplo planteado más arriba, en el imaginario racista de la “blanquitud” (prefiero utilizar un neologismo, ya utilizado anteriormente por Bolívar Echeverría, si bien en un sentido un tanto diferente (Echeverría 2010), en lugar de hablar simplemente de blancura, porque me quiero referir al tono de la piel y no a los colores de la ropa o las sábanas, que en diferentes culturas significan tienen significados distintos), prevaleciente en México y en general en Occidente, por ejemplo, inciden tanto los relatos bíblicos que convirtieron a uno de los hijos de Noé en sirviente de los demás, como ya se mencionó, y que ¡oh casualmente!, era moreno. La prédica de los evangelizadores que al arribar al nuevo mundo se toparon con gentes a las que les convino considerar seres humanos salvajes, promiscuos, de segunda (sic!), para ejercer dominio sobre ellos. Los intereses económicos que requerían de población sometida; la estratificación por castas y clases, que dieron origen a la extrema desigualdad que la sociedad mexicana aún no ha podido superar; los estándares de belleza eurocéntricos, plasmados en cuadros, revistas y actitudes discriminatorias de diversos agentes, etcétera. Cada uno de esos elementos, puede a su vez ser de-construido, y podríamos rastrear también sus propias trayectorias y procesos de construcción e instauración. El imaginario de la “blanquitud”, por ejemplo, se encuentra presente todavía en México y en toda América, asociado con el racismo y el clasismo, de tal manera, que cuando una persona va a buscar trabajo, o quiere entrar a una discoteca, o cometió una infracción en el espacio público, el color de la piel es un elemento fundamental de trato, y es un insumo crucial para definir si va a ser discriminada o no (Solís, Güémez, Lorenzo 2019). La dupla inclusión/exclusión está siempre presente como alternativa en los procesos de interacción. Esos son, por ejemplo y según mi lectura, los “invisibles necesarios”, provenientes de múltiples “modos de existencia” o dimensiones o esferas diferenciables, aunque articuladas, que necesitamos para rastrear las trayectorias de los imaginarios.

Si, como señala Latour, todo modo de existencia cuenta con su propio criterio de veridicción, (otros autores lo llamarían criterio de validez) ¿cuál sería en el caso de los imaginarios y las representaciones sociales? Podríamos decir que es su eficiencia como impulsores de acciones, su validez como constructores de mundos, al mismo tiempo que su opacidad para los legos. Los imaginarios sociales son un modo de existencia analíticamente diferenciable, aunque articulado con los demás porque estructuran e instauran los significados que otorgamos al mundo, y lo hacen la mayoría de las veces, sin que las personas se den cuenta. Para rastrearlos hace falta ser un poco un abogado del diablo: identificarlos por sus concreciones, por sus manifestaciones, a las que por economía del lenguaje llamamos representaciones, sin ser, como el término parecería indicar, ni solo imágenes, ni discursos, ni mucho menos espejos de la realidad, sino una variedad amplísima de productos material/simbólicos. Es habitual identificarlas con los estereotipos, mitos, tipificaciones, siguiendo las sugerencias de la fenomenología y la antropología (en los textos de Alfred Schutz o Gilbert Durand por ejemplo), pero creo que son mucho más que eso, son la conexión, la articulación entre lo material y lo simbólico, la convergencia de mundos plurales y diversos aunque en estrecha intersección.

Imaginarios y representaciones son la fórmula que permite identificar ese específico modo de existencia que refiere a lo imaginado subjetivamente, no consciente las más de las veces, objetivado y objetivante, instituido e instituyente, para retomar los términos que usa Castoriadis, y sin embargo común y compartido.

IV

Para tratar, aunque sea someramente, el tema de los imaginarios y cómo la TAR puede constituir un aporte heurístico significativo y fértil, voy a poner como ejemplo los imaginarios tecnológicos en una de sus concreciones más recientes: las aplicaciones de citas por internet.

Si bien todas las sociedades han tenido a lo largo de la historia su propio grado de desarrollo tecnológico, con el surgimiento del capitalismo y lo que habitualmente denominamos modernidad, ese desarrollo se aceleró. Y desde la mitad del siglo XX hasta ahora, los cambios tecnológicos han sido notorios. Si nos asombrábamos con los automóviles y el cine a principios del siglo xx, y con la televisión en los años cincuenta de ese siglo, el internet, las múltiples plataformas digitales, los avances en la nano medicina, los cohetes y la inteligencia artificial, han tenido tal impacto en nuestras vidas que no nos es posible imaginar nuestra cotidianeidad sin todos esos artefactos que nos simplifican y/o complejizan la cotidianeidad o nos entretienen. Esos cambios en el terreno de lo simbólico, lo material y lo tecnológico han tenido un gran impacto personal y en nuestras relaciones con los demás, dando lugar a lo que llamo “nueva socialidad”. Prefiero utilizar el término “socialidad” en lugar del más común de sociabilidad, porque este último tiene para mí una connotación relativa al agrado por la convivencia social, mientras que socialidad supone las relaciones interpersonales y con los objetos no humanos y los artefactos que conforman el mundo en el que vivimos (Girola 2017). Ese mundo, es un mundo nuevo.

En la actualidad, el sistema tecnológico impregna absolutamente nuestras formas de vivir y relacionarnos con los demás. Desde siempre, somos seres tecnológicos, los conocimientos y artefactos, y las redes de relaciones que ellos suponen, han formado parte de lo que somos, desde tiempos inmemoriales, y esto es válido para cualquier grado de desarrollo del sistema tecnológico. Lo tecnológico no son solo los conocimientos necesarios para producir y utilizar las tecnologías, ni los artefactos producto de la aplicación de esos conocimientos, sino el conglomerado articulado de actores, actantes y elementos económicos, políticos, simbólicos y de todo tipo, entre los cuales se encuentran también los supuestos de trasfondo a los que llamo imaginarios, que permiten el desarrollo y la aceptación y utilización de esos conocimientos y artefactos. Esos imaginarios, esos esquemas de interpretación y explicación, conformados como mencioné antes, por ideas, visiones del mundo, prejuicios e imágenes mentales, articulados con las representaciones sociales que los concretizan y expresan, son significativos socialmente y dan sentido, instituyen formas de organización social y a la vez son reproducidos por las conductas recurrentes de las personas.

En las sociedades actuales, el sistema tecnológico16 no se refiere solo a los artefactos que la ingeniería ha producido, sino comprende al conjunto de instituciones, asociaciones, redes empresariales y gubernamentales, discursos, marketing, publicidad y estilos de consumo existentes. Las sociedades actuales, sobre todo las industrializadas, se piensan a sí mismas como sociedades tecnológicas de consumo de masas, porque el sistema tecnológico, orientado básicamente a incrementar el consumo y mejorar la rentabilidad, ha pasado a ser parte constitutiva del imaginario social.

Si bien la tecnología17 ha formado parte inextricablemente unida a la historia de la humanidad, es en las sociedades actuales donde sin sus artefactos y relaciones, condicionamientos e imposiciones ya no se puede vivir. Los conocimientos, los instrumentos y las perspectivas de futuro son impensables sin la tecnología. Pero a la vez, y esto es lo que creo que la TAR puede aportar al estudio del tema, “no hay ningún dominio ni institución que pueda identificarse (exclusivamente) como de la técnica…porque si uno se pone a seguir la lista de los seres [otros humanos, artefactos, organizaciones y redes] necesarios para mantener un ser cualquiera, entonces todo en ese sentido pasa a ser técnico” (Latour 2013, 211) Thomas, Fressoli y Lalouf, reflexionan acerca de la trayectoria de cualquier ser u objeto común al que consideremos “técnico”: la luz con la que iluminamos nuestras casas18, o la cafetera con la que preparamos el café que nos despierta por las mañanas. Si algo caracteriza a las redes tecnológicas (y a casi todas las demás redes que conforman los modos de existencia), es su interconexión, su interdependencia. No hay una relación sociedad-tecnología, como si se tratara de cosas separadas, nos dicen estos autores; las sociedades son tecnológicas, las tecnologías son sociales. Volviendo a Latour ¿qué es lo social? Lo social es la concatenación de todos los modos (2013, 288). La sociedad existe como la suma de las transacciones (1993-94, 77-97) entre los modos de existencia plurales: economía, política, derecho, religión, arte, imaginarios…

El desarrollo tecnológico tiene un papel que va más allá de ser una mera objetivación, tiene una incidencia lo suficientemente potente como para modificar nuestra concepción de lo social, ya que esa incidencia genera efectos en los que hasta ahora considerábamos actores preponderantes, y lo tecnológico (objetos, conocimientos, organizaciones, instituciones, redes, políticas, intereses económicos, artefactos, inteligencia artificial, etcétera) y lo no/humano en general, está realmente ocupando un sitio fundamental en las redes de “socialidad”.

Parafraseando a Pinch y Bijker (2013), que nos dicen que el éxito de un artefacto no es lo que explica su existencia, sino que es precisamente su existencia la que debe ser explicada, podríamos decir que no deseo aquí reflexionar sobre la existencia de la tecnología, sino sobre su aceptación creciente, incuestionada e impregnante en nuestras vidas. Y eso puede hacerse, creo, no por la utilidad, eficacia o interés de los artefactos tecnológicos, sino porque lo tecnológico ha pasado a formar parte de nuestros imaginarios. De los imaginarios de la gente común y corriente, y de los imaginarios de las gentes con poder: empresas, gobiernos, instituciones. El imaginario tecnológico nos hace ver a esos artefactos, juegos y objetos de todo tipo, como connaturales a nuestra existencia.

Si nos remitimos a los datos, podremos ver que el incremento en la tenencia de celulares, televisores, tablets y computadoras en México -que tiene en la actualidad una población que sobrepasa los 127 millones de habitantes-, ha crecido en progresión geométrica19 (INEGI 2017). Las aplicaciones se multiplican, la brecha tecnológica entre niños y adolescentes con sus abuelos no informatizados se hace cada vez mayor. El internet de las cosas y las casas domóticas, se conocen y utilizan ya en muchos países.20

A título meramente ilustrativo, ya que un análisis en profundidad de la información contenida en esos estudios es algo que escapa a los objetivos de este trabajo, y que además hay que tener en cuenta que la disposición a la tecnología que se nutre de, e instituye el imaginario tecnológico, es algo que va mucho más allá de la utilización y la percepción positiva con respecto a su uso, es importante señalar que en México, los usuarios de computadora, de 6 años o más, que eran 15 millones aproximadamente en el año 2001, pasaron a más de 50 millones en 2017.

Los usuarios de internet son, en 2017, más de 71 millones, que usan esa tecnología para buscar información, para comunicarse, para participar en redes sociales, y para entretenimiento, fundamentalmente, quedando en lugares más distantes los que las usan para leer revistas o libros o para ordenar o comprar productos. Los usuarios de teléfono móvil celular son casi 81 millones de personas.

Con un crecimiento de la población de 2010 a 2015 de aproximadamente 1.4 %, la población de menos de 15 años representa el 27 % del total, mientras que la población de edad avanzada (64 años y más), es del 7.2 % del total. La población de México muestra una distribución donde predominan los jóvenes y los adultos jóvenes, al menos por ahora, lo que puede tener influencia en la percepción acerca del papel de la ciencia y la tecnología, y mostrar, por inferencia, el impacto que el imaginario tecnológico puede tener en el conjunto de la sociedad mexicana. El 71 % de la población de 6 años o más, dice tener información acerca de nuevos inventos, descubrimientos científicos y desarrollo tecnológico. Los más involucrados son los jóvenes de 18 a 29 años y lo que más les interesa son fundamentalmente los desarrollos en medicina y ciencias de la salud. Lejos queda el interés por las matemáticas, ciencias de la tierra, biología o química y la ingeniería. También es ese grupo etario el que dice leer más artículos de ciencia y tecnología en revistas y periódicos en línea semanalmente.

En cuanto a la percepción sobre afirmaciones con respecto a la investigación básica, el mismo grupo etario manifestó estar de acuerdo o muy de acuerdo con que la investigación científica y tecnológica juega un papel fundamental en el desarrollo tecnológico; en que siempre la investigación básica produce desarrollo tecnológico, y en que debe ser apoyada por los gobiernos, aunque no brinde beneficios inmediatos, y que con base en la investigación básica, aplicada y el desarrollo tecnológico, la economía podrá ser más competitiva.

También señaló que internet es esencial para el desarrollo de nuevas actividades económicas, que ayuda a mejorar la calidad de vida de las personas (en este ítem, los grupos etarios de 30 a 59 años están aún más de acuerdo que los jóvenes).

Los productos industriales, con la investigación básica, aplicada y el desarrollo tecnológico son más baratos y los desarrollos tecnológicos son útiles o prácticos. Todos los grupos etarios dicen estar de acuerdo o muy de acuerdo en que el crecimiento económico de un país está estrechamente ligado con la cantidad y calidad de su investigación básica (27 millones de personas piensan eso, contra 5.5 millones que están en desacuerdo o muy en desacuerdo, y 4.5 millones que no saben), y casi 25 millones piensan que los beneficios generados por la investigación científica son mayores que los daños asociados a dicha investigación, contra 6 millones que están en desacuerdo o muy en desacuerdo, y casi 6 millones que no saben.

Como dicen Thomas, Fressoli y Lalouf, “La dimensión tecnológica atraviesa la existencia humana.[…] Lo curioso es que en nuestra vida cotidiana reflexionamos poco sobre la tecnología. Pasa desapercibida, naturalizada, como la lluvia o las olas. Solo se hace visible cuando deja de funcionar o cuando cambia rápidamente” (2013, 10). Esa naturalización de la tecnología es producto de la presencia y aceptación no cuestionada del imaginario tecnológico en nuestras vidas. “Aunque algunas personas están ciertamente horrorizadas por esta situación, hay millones que la aceptan de buen grado. Hoy en día, en realidad, somos muchos los que cedemos nuestra privacidad y nuestra individualidad, publicamos todo lo que hacemos, vivimos conectados a la red y nos ponemos histéricos si la conexión se interrumpe, aunque sea solo unos minutos. La transferencia de autoridad de los humanos a los algoritmos se está dando a nuestro alrededor, no como resultado de alguna decisión gubernamental crucial, sino debido a una avalancha de decisiones mundanas” (Harari 2017, 377).21 ¿Cómo no permitir que nuestros hijos tengan una tablet, o un teléfono celular, cuando todos los niños los tienen? ¿Cómo solucionar la falta de relación sentimental o sexual en tiempos de pandemia?

Podemos considerar a Harari (2017) como un gurú del “antropoceno”, como un anunciador de catástrofes o como una versión siglo XXI de Casandra, pero no podemos descuidar algunos de sus pensamientos: millones de seres humanos cada día, en su búsqueda de salud, felicidad y placer, deciden conceder a su teléfono inteligente un poco más de control sobre sus vidas, o probar un nuevo medicamento antidepresivo más eficaz,22 o, como es el ejemplo del que quiero hablar aquí; deciden conceder a una plataforma digital, el poder de conectar (se, lo/la) con otras personas para un posible intercambio emocional, amoroso o sexual. A lo que quiero referirme aquí, entonces, es a la importancia creciente del imaginario socio técnico como componente de la vida cotidiana e íntima de las personas, que ha implicado cambios sustantivos en la socialidad.

El imperativo de estar conectado (Cabrera 2006, 142-143), de manera instantánea, continua, sin filtros, a una comunidad virtual de “amigos” o “seguidores”, futuros o posibles compañeros sentimentales o de cama, a través de redes sociales que consideramos hasta cierto punto neutras y libres (no tenemos que pagar por ellas, su papel de vigilantes es relativamente poco conocido por los consumidores, es sutil), para comentar hasta los más ínfimos y triviales sucesos de nuestra vida, y nuestra conversión en adictos potenciales a ese afán de conexión, es parte de esa “nueva socialidad”, derivada y a la vez constituyente del imaginario sociotécnico contemporáneo. Las redes de socialidad comprenden a humanos, no humanos (animales, plantas, elementos meteorológicos o movimientos tectónicos, etcétera) y objetos tecnológicos tales como tablets, teléfonos móviles, automóviles, carreteras, bicicletas, computadoras, aviones, instrumentos nano para la intervención del cuerpo, medicamentos basados en ingeniería genética, aplicaciones para los más diversos gustos y apetencias, entre las que se encuentran, las aplicaciones de citas, más los constructos simbólico-culturales que han generado y generalizado esas redes de interacción.

La preponderancia del imaginario tecnológico en las sociedades actuales, tanto en las post industrializadas como en las supuestamente emergentes, por su aceptación casi general, y la naturalización de un cierto modo de existencia donde lo humano, lo no humano y los artefactos tecnológicos se intersectan, se penetran, genera una socialidad nueva, diferente. Que está constituida por sujetos hiperconectados en redes virtuales que no controlan en absoluto, así como desconocen los mecanismos, conocimientos y destrezas que las han hecho posibles. Una sociedad de consumidores de tecnología, ¿individualistas extremos?, que tienen más facilidad para conectarse vía mediadores tecnológicos como las apps que cara a cara, adictos tecnológicos desde su más tierna infancia, quizás con dificultades para sentir empatía. Al incremento en el uso de artefactos tecnológicos, en las últimas décadas se han sumado infinidad de aplicaciones que a través de sus plataformas que pueden ser utilizadas desde diversos medios (computadoras, tablets, teléfonos celulares); aplicaciones y plataformas que se utilizan cotidianamente para pedir comida, jugar, hacer compras, saber llegar a determinado sitio, y para conocer gente.

Es cierto, muchos temores acompañan a esa aceptación, hay corrientes y movimientos que se ocupan de alertar sobre los peligros de la tecnologización “excesiva” ya que puede traer pérdida de empleos por la robotización, vigilancia e intromisión en la privacidad, injerencia de los gobiernos y empresas sobre nuestras decisiones, gustos y compras…Pero todo se pierde en la adicción al celular, la facilidad de las compras por Amazon o como dice Harari (2017), lo tierno de los videos de gatitos que nos llegan por internet. Y obviamente, frente a la necesidad de encontrar pareja, o al menos un compañero circunstancial, las redes tienen una propuesta de solución que, al menos para algunas personas, puede significar el fin de la soledad o al menos su ilusión.

En la época de mis abuelos, mis papás y en mi lejana juventud, ¿cómo se hacía para ligar? Uno iba a fiestas, a bares, a eventos deportivos, a los museos; los hermanos, hermanas y conocidos presentaban a sus amigos/as, y obviamente en el trabajo o en la escuela uno podía conocer gente; e incluso miradas en la calle (que ahora probablemente se considerarían políticamente incorrectas o incluso muestras de acoso) podían ser vías para conocer posibles parejas. En la actualidad, quien más quien menos ha utilizado o está considerando utilizar aplicaciones electrónicas de citas, que están lo suficientemente diferenciadas como para que cada uno/a sepa a qué le tira, qué espera cuando las usa. Tinder, Bumble, Match.com, dating.com, o la infinidad de sitios que surgen como hongos después de la lluvia de primavera, y que permiten contactarse (ya no digamos conocer) con personas que estén en la misma onda: sexo casual, pareja estable, compañía para ir al cine, o lo que a uno/a se le antoje. La tecnología ha invadido el espacio íntimo; el imaginario tecnológico ha sido completamente incorporado al ámbito más personal y privado casi sin que nos diéramos cuenta. El imaginario tecnológico ha llegado incluso a modificar la visión acerca de la propia humanidad, al menos para los científicos y tecnólogos bio-informáticos que hacen investigación de punta: somos, al igual que las plantas y los demás animales, algoritmos bioquímicos de procesamiento de datos.23 Y son esos algoritmos los que les permiten a plataformas como Tinder, Bumble Match.com o cualquier otra, proponernos candidatos/as para una posible relación.

Según un estudio de The Competitive Intelligence Unit (CIU) de 2019, casi una tercera parte de los internautas en México utilizan apps de citas. De ellos, el 42,1% los descargan inmediatamente después de haber terminado una relación (en mayor proporción los hombres que las mujeres). Uno de los descubrimientos más interesantes que he hecho al estudiar las apps de citas, es que, por una parte, no son utilizadas solo por los jóvenes, sino que su uso se da en “constelaciones generacionales cruzadas”, para usar el término propuesto por Beck y Beck Gersheim (2008).

El otro descubrimiento es que según sea el interés, los sujetos emplean una u otra aplicación: Tinder para sexo; Bumble para mujeres que quieren decidir ellas y no el hombre; Match.com para una relación más tradicional y estable. Pero el reconocimiento de su uso, aún se toma como algo privado, no se dice públicamente. De hecho, por ejemplo, cuando se realizan grupos focales, o se entrevista a los usuarios de redes sociales y plataformas diversas, éstos difícilmente reconocen que usan las redes no solo para entretenerse, platicar con amigos o informarse, sino que también las utilizan para encontrar a su alma gemela o tener sexo casual (Crovi 2016). De allí que las fuentes para estudiar el comportamiento de los usuarios sean escasas y solo relativamente confiables. Dicho esto, y siguiendo con la información proporcionada por el estudio de ciu, entre los usuarios de estas aplicaciones, el 25,3 % reportó acceder al menos una vez al día. El 32,2 % lo usan para tener un encuentro sexual, el 36,6% buscan al amor de su vida y el 31,2 % solo desea conocer gente con quien salir a tomar un café o conocer la ciudad. En México 106,3 millones de líneas telefónicas son usadas en smartphones. El 80,2 % de ellos se conectan a internet permanentemente. 91,1 millones de mexicanos mayores de 15 años usan las herramientas tecnológicas para “romancear” en línea.24

En los tiempos de la pandemia de covid-19, en México, el tráfico en el sitio web de Pornhub creció hasta 40 % tan solo en el mes de mayo de 2020, según un dato periodístico. También aumentaron las diversas opciones de sexo virtual: flirteo a través de Internet, el sexting, las hot lines, el cibersexo, entre otras. La tienda en línea www.cherish.com, dedicada a la venta de juguetes sexuales aumentó su tráfico en aproximadamente un ochenta por ciento. Y las apps de citas crecieron en número de miembros y deslizamientos (swipes) a la derecha que significan que el/la posible candidato/a interesa, lo mismo que las pláticas y las citas virtuales (Curia 2020).

Vemos en las calles (al menos antes de la pandemia de covid-19), gente caminando y a la vez hablando por su celular, ajenas a todo, aunque eso implique la posibilidad de un accidente; parejas que están frente a frente sin mirarse ni hablar porque están mensajeando con sus WhatsApp. Sabemos de personas que, en lugar de intentar entablar una relación con alguien próximo, prefieren o necesitan hacerlo a través de las aplicaciones de citas, procurando un vínculo afectivo y/o sexual a través del Tinder, Match.com, o alguna otra red de encuentros. Esto nos lleva a pensar en qué se basan las aplicaciones para generar esos encuentros. Tinder ha utilizado durante años un algoritmo basado en ELO, un sistema de puntuación que se usa en las competencias profesionales de ajedrez, que le permitió determinar qué perfiles se ofrecían a cuáles usuarios (as), a través de establecer un ´score´ con base en la cantidad de likes recibidos. La idea detrás de este mecanismo es que la aplicación califica a las personas según su ‘atractividad’ y procede a segregar: mantiene a quienes considera anatómicamente más ‘deseables’ interactuando entre sí. Como las variables que utilizaba eran solo tres, género, preferencia sexual y locación, la belleza física era el parámetro fundamental. Tinder ha dicho que los algoritmos han ido cambiando y que ahora cuenta con muchos más datos de usuarias (os) y hace mejores selecciones. De cualquier manera, es dable suponer que, así como en las búsquedas de Google el algoritmo Page Rank le responde al que consulta según los datos que posee acerca de sus intereses, lo que las apps de citas hacen es reforzar la endogamia y el narcisismo exacerbado de los consumidores, devuelve a cada quien un espejo de sí mismo. Y eso puede provocar que en un gran porcentaje las citas o encuentros sean fallidos y frustrantes (Curia 2020).

Existen también voces críticas, basadas en experiencias personales, pero también en un análisis crítico de lo que significa brindar a las apps de citas los datos personales (Duportail 2019).

Consideraciones a manera de cierre

De este brevísimo panorama, ¿qué podemos extraer como reflexión? Que las formas de socialidad, y específicamente las formas de entablar una relación emocional, sentimental o sexual con otro u otra, están influidas notoriamente por el imaginario tecnológico. El papel fundamental de la tecnología en la vida de las personas no solo es aceptado mayoritariamente, sino que el uso de la tecnología ha modificado aún los espacios más íntimos.

También, que la irrupción y aceptación acrítica del imaginario tecnológico ha incidido en los cambios del modo de existencia de lo simbólico, ya que en la actualidad, predominan, al menos en lo que se refiere a la socialidad, la inmediatez y el presentismo.25 Y sin embargo… junto con todo eso, en el mundo actual nos encontramos con que los imaginarios en torno al género, las relaciones de pareja, la intimidad, los animales no humanos, el medio ambiente, los efectos devastadores del cambio climático, están cada vez más en el debate cotidiano. Quizás esto sea un ejemplo de que las controversias, los debates, las luchas entre modos de existencia diversos, entre las ideologías y los imaginarios de las grandes empresas tecnológicas y los imaginarios y grupos cada vez más presentes en torno a la construcción de relaciones equitativas de género, la autonomía y libertad para elegir quién se quiere ser, la defensa de la tierra y los derechos de todos los seres sintientes, son parte constitutiva y fundamental del mundo actual.

Alguien podría pensar que existe una contradicción en mi planteamiento, pero ésta, considero, es solo aparente: si somos seres tecnológicos, y nos hacemos personas a medida que hacemos y transformamos, o sea que lo que hacemos nos hace, entonces, ¿cómo podríamos liberarnos o no ser absorbidos por la tecnología? Aquí entra la agencia. Si todos los nodos de una red pueden tener agencia, entonces pueden también existir controversias y conflictos y luchas dentro de las redes; el peso de cada actor/actante puede cambiar. El problema con el imaginario tecnológico en tanto modo de existencia es que predispone a los nodos humanos a naturalizar ese aspecto del modo de existencia, a aceptar cuasi automáticamente los avances de la tecnología porque “son inevitables”. En suma, a ser dominantes dentro de la red. Finalmente, es un problema de poder; pero ¿el poder de quién? O ¿de qué? De Steve Jobs, ahora de Tim Cook ¿o el de su equipo de marketing? ¿O es el propio encanto de la última versión del Iphone el que genera en los humanos una adicción tan fuerte al artefacto como el de la heroína (otro artefacto)? Es sobre la agencia de los actantes no humanos sobre lo que la TAR nos puede ayudar a pensar.

¿Por qué puede la TAR ser útil para analizar los imaginarios sociales? No solo porque nos ayuda a captar en toda su complejidad lo real, y entender que los imaginarios son reales, existen, no son mera ficción, constituyen y forman parte de un modo de existencia material/simbólico entre otros; sino porque permite verlos como conglomerados y convergencias de elementos heterogéneos: los imaginarios en un momento y lugar determinados pueden ser contrapuestos o no, estar en conflicto entre sí, representar de manera explícita o no los intereses, fobias, prejuicios, estereotipos de los actantes humanos, y expresarse de múltiples maneras, como vimos, no solo en imágenes o discursos sino en trato interpersonal, artefactos, dispositivos, algoritmos, políticas públicas, etcétera.

Referencias bibliográficas

Araya Umaña, Sandra. 2002. «Las representaciones sociales: ejes teóricos para su discusión». En Cuaderno de Ciencias Sociales 127. San José, Costa Rica: FLACSO. [ Links ]

Baczko, Bronislaw. 1991. Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión. [ Links ]

Baeza, Manuel. 2008. Mundo real, mundo imaginario social. Teoría y práctica de sociología profunda. Santiago: RIL Editores. [ Links ]

Barabas, Alicia. 2002. «La construcción del indio como bárbaro: de la etnografía al indigenismo». En Alteridades 10 (19), 9-20. [ Links ]

Beck, Ulrich y Elisabeth Beck-Gernsheim. 2008. Generación Global, Barcelona: Paidós. [ Links ]

Bijker, Wiebe. (1987). 2013. «La construcción social de la baquelita: hacia una teoría de la invención». En H. Thomas, & A. Buch (coords.), Actos, actores y artefactos. Sociología de la tecnología. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes Editorial, pp. 63-100. [ Links ]

Bourdieu, Pierre. 2000. La dominación masculina. Barcelona: Anagrama. [ Links ]

Cabrera, Daniela. 2006. Lo tecnológico y lo imaginario. Las nuevas tecnologías como creencias y esperanzas colectivas. Buenos Aires: Editorial Biblos. [ Links ]

Callon, Michel. (1992). 2013. «La dinámica de las redes tecno-económicas». En Hernán Thomas, & Alfonso Buch (coords.), Actos, actores y artefactos. Sociología de la tecnología. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes Editorial, pp. 147-184. [ Links ]

Castoriadis, Cornelius. 1980. «Reflexiones sobre el desarrollo y la racionalidad». En J. Attali et al., El mito del desarrollo. Barcelona: Kairós, pp. 183-222. [ Links ]

Crovi, Delia. 2016. Redes sociales digitales. Lugar de encuentro, expresión y organización para los jóvenes, Ciudad de México: UNAM/Ediciones La Biblioteca. [ Links ]

Curia, Dolores. 2020. «El algoritmo de Tinder o la segregación por la belleza». Página 12, Buenos Aires. http://www.pagina12.com.ar/247785-el-algoritmo-de tinder-o.la-segregacion-por-la-belleza [Consultado el 16-022020] [ Links ]

Duportail, Judith. 2019. El algoritmo del amor. Un viaje a las entrañas de Tinder. Barcelona: Contraediciones. [ Links ]

Echeverría, Bolívar. 2010. Modernidad y blanquitud. México: Ediciones era. [ Links ]

Giddens, Anthony. (1987). Las nuevas reglas del método sociológico. Buenos Aires: Amorrortu. [ Links ]

________. 1995. Constitución de la sociedad. Buenos Aires: Amorrortu. [ Links ]

Girola, Lidia. 2017. «Socialidad e imaginarios: cómo puede la Teoría del Actor Red enriquecer nuestra comprensión de las formas de relación humana». En Anthropos, 248, 51-64. [ Links ]

________. 2018. «Elites intelectuales e imaginarios sociales contrapuestos en la era del ‘milagro mexicano’ y su expresión en la revista Cuadernos Americanos». En Sociologias, 20 (47), 170-208. [ Links ]

________. 2020. Imaginarios y representaciones sociales: reflexiones conceptuales y una aproximación a los imaginarios contrapuestos. Revista Investigación Psicológica 23,107-126. [ Links ]

Girola, Lidia. y de Alba, Martha. 2018. «Imaginarios y Representaciones sociales. Un estado del arte en México». En F. Aliaga, M. Maric, y C. Uribe (Eds.), Imaginarios y representaciones sociales. Estado de la investigación en Iberoamérica. Bogotá: Ediciones USTA (Universidad de Santo Tomás), pp. 349-424. [ Links ]

Harari, Yuval. 2017. Homo deus. Breve Historia del mañana. Ciudad de México: Penguin Random House. [ Links ]

Hiernaux, Daniel., y Lindón, Alicia. 2008. «Imaginarios urbanos de la dominación y la resistencia». En Iztapalapa 64-65, 7-14. [ Links ]

Hughes, Thomas. (1987). 2013. «La evolución de los grandes sistemas tecnológicos». En H. Thomas, & A. Buch (coords.), Actos, actores y artefactos. Sociología de la tecnología. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes Editorial, pp. 101-145. [ Links ]

INEGI. 2017. Encuesta Nacional sobre disponibilidad y uso de Tecnologías de la información en los Hogares (Endutih). Ciudad de México: Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática. [ Links ]

________. 2017a. «Resultado Sobre La Movilidad Social Intergeneracional». En Comunicado, de Prensa,Número 261/17, Ciudad de México: Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática. https://www.inegi. org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2017/mmsi/mmsi2017_06. pdfLinks ]

________. 2017b. Encuesta sobre la Percepción Pública de la ciencia y la Tecnología en México 2017 (Empecyt). Ciudad de México: Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática. [ Links ]

Latour, Bruno. (1993-1994). «Etnografía de un caso de ‘alta tecnología’». En Política y Sociedad, 14-15, 77-97. [ Links ]

________. 1999. On recalling ant, The Editorial Board of The Sociological Review. London: Blackwell Publishers. [ Links ]

________. 2008. Reensamblar lo social. Una introducción a la Teoría del Actor-Red. Buenos Aires: Manantial. [ Links ]

________. 2013. Investigación sobre los modos de existencia. Una antropología de los modernos. Buenos Aires: Paidós. [ Links ]

Mafessoli, Michel. 1990. El tiempo de las tribus. El declive del individualismo en las sociedades de masas. Barcelona: ICARIA. [ Links ]

Maric, María Lily. 2008. «Estado del arte sobre imaginarios y representaciones sociales en Bolivia». En Aliaga, Maric, Uribe (eds.) Imaginarios y Representaciones Sociales. Estado de la investigación en Iberoamérica, Bogotá: USTA, pp. 101-124. [ Links ]

Pinch, Trevor J. y Bijker, Wiebe E. (1987). 2013. «La construcción social de hechos y de artefactos: o acerca de cómo la sociología de la ciencia y la sociología de la tecnología pueden beneficiarse mutuamente». En H. Thomas, & A. Buch (coords.), Actos, actores y artefactos. Sociología de la tecnología. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes Editorial, pp. 63-100. [ Links ]

Pintos, Juan Luis. 1995. Los imaginarios sociales: la nueva construcción de la realidad social. Cantabria: Editorial Sal Terrae. [ Links ]

Pozas, María. 2016. «La teoría del actor red: Objetos, actores y cursos de acción». En M. Pozas, y M. Estrada Saavedra (Eds.), Disonancias y resonancias conceptuales: Investigaciones en teoría social y su función para la observación empírica. Ciudad de México: El Colegio de México, pp. 53-76. [ Links ]

Solís, Patricio; Güémez Graniel, Braulio. y Lorenzo Holm, Virginia. 2019. Por mi raza hablará la desigualdad. Efectos de las características étnico-raciales en la desigualdad de oportunidades en México. https://www.oxfammexico.org/sites/default/files/Por%20mi%20raza%20hablara%20 la%20desigualdad_0.pdfLinks ]

Schutz, Alfred. 1974. El problema de la realidad social, Buenos Aires: Amorrortu. [ Links ]

Taylor, Charles. 2004. Modern Social Imaginaries. London, Durham: Duke University Press. [ Links ]

The Competitive Intelligence Unit (CIU). 2019. http://www.N+1, tecnología que suma. [ Links ]

Thomas, Hernán, Fressoli, Mariano, Lalouf, Alberto. 2013. «Introducción». En H. Thomas, & A. Buch (coords.), Actos, actores y artefactos. Sociología de la tecnología. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes Editorial, pp. 9-18 [ Links ]

Thomas, Hernán. y Buch, Alfonso (coords.). 2013. Actos, actores y artefactos. Sociología de la tecnología. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes Editorial . [ Links ]

Vergara, Abilio. (2015). Horizontes teóricos de lo imaginario. Mentalidades, representaciones sociales, imaginario, simbolismo, ideologías y estética. México, DF: Nava. [ Links ]

1Esta es una versión revisada, modificada parcialmente y aumentada, de ideas que ya han sido presentadas en trabajos anteriores que se citan en la bibliografía al final.

3Autores clásicos de la Teoría del Actor -Red, son por ejemplo Bruno Latour, John Law, Michel Callon. En este texto voy a basar mis propuestas específicamente en la obra del primero.

4J. L. Pintos ha propiciado un enfoque sistémico para los imaginarios sociales, pero creo que por ahora, esa orientación es minoritaria (Pintos 2005).

5“Un naturfacto es una herramienta creada por la mera acción de tomar algo de la naturaleza en el estado en que se encuentra y asignarle una cierta función, una cierta utilidad” (Thomas, Fressoli, Lalouf 2013, 9), como las piedras con las que los chimpancés rompen nueces o las ramitas con las que sacan termitas de los hormigueros para comérselas. Podemos suponer que los primeros humanos hacían ese mismo tipo de cosas. ¡Y las seguimos haciendo!

6Con esto quiero decir que cada época tiene los suyos. Son por lo tanto construcciones simbólicas dinámicas, cambiantes, que fundamentan la visión que diferentes grupos en cada sociedad tienen de su propia vida y de las relaciones sociales y materiales que la conforman Sin embargo, existen imaginarios, como el de la superioridad que implica tener una piel blanca, que han traspasado las fronteras del tiempo y permanecen entre nosotros desde épocas muy antiguas. Desde la prevalencia que Noé les da a sus hijos de piel clara frente a Cam, su hijo moreno (por la razón que fuese, que podríamos pensar que es más bien una anécdota en la narrativa bíblica), a los porteros de los locales nocturnos de clase alta en México, que impiden la entrada a las personas de piel muy morena (Barabas 2000); o los resultados de una investigación de INEGI sobre quiénes consiguen más fácilmente trabajo en México (INEGI 2017).

7Para una descripción de las investigaciones sobre diferentes imaginarios sociales en distintos campos, y los estudios que se dedican a los imaginarios y a las representaciones sociales en México ver Girola y de Alba (2018).

8Historicidad se refiere al conjunto de circunstancias que a lo largo del tiempo constituyen el entramado de relaciones en las cuales se inserta y cobra sentido algo.

9Temporalidad se refiere a que cada proceso o elemento de una situación se ubica en una secuencia histórica, en una relación con el pasado, el presente y su probable futuro.

10“Actante” es un término utilizado en semiótica para referirse al participante (persona, animal o cosa) en un programa narrativo. Según Greimas, actante es quien realiza el acto, independientemente de cualquier otra determinación. Para Bruno Latour, “actante” es cualquier ente, humano o no humano, que tiene agencia, o sea, que incide en la acción de los participantes en una red (Latour 2008).

11Aunque Latour afirmó en un momento relativamente temprano de su obra que la TAR era más bien una metodología y no una teoría, creo que en sus últimas propuestas ha devenido en una teoría con aspiraciones explicativas generales e incluso, uno podría pensar en que se basa en una ontología propia. Obviamente, esto es tema de debate (Latour 1999).

12Afectar/ser afectado/aprender a ser afectado son características propias de los actantes. Sin embargo, el tema del aprendizaje creo que podría establecer una diferencia, entre agentes humanos, animales y artefactos, por ejemplo. Y aunque los últimos desarrollos en inteligencia artificial nos indican que las máquinas pueden ser capaces de aprender, en qué consiste ese aprendizaje y hasta dónde puede llegar, es tema de debate.

13Para abundar en la definición del papel del actor en la TAR, véase el ya citado artículo de Pozas (2016).

14 Latour habla de “el modo de existencia de la ficción” (2013). Yo estoy extrapolando algunas de sus afirmaciones para dar cabida a los imaginarios y representaciones, que para mí, forman parte del modo de existencia simbólico que incluye por ejemplo todos los signos, lenguajes, la cultura, el arte y la ficción; además de formas de comportamiento que tienen que ver con estereotipos, discursos, prejuicios; y que pueden también formar parte de relaciones de dominación (Bourdieu 2000).

15“Sentido” como los antecedentes y consecuentes en una trayectoria que hay que elucidar…

16Conceptos asociados al de “sistema tecnológico” (Hughes 1987), son los de “marco tecnológico”: como el conjunto de conceptos y técnicas empleadas por una comunidad para la resolución de sus problemas. Es una combinación de teorías corrientes, conocimientos tácitos, prácticas de ingeniería, procedimientos de prueba, metas, prácticas de manipulación y uso (Bijker 1987). También el concepto de “redes socio-técnicas” como el conjunto coordinado de actores heterogéneos, quienes participan colectivamente en la concepción, desarrollo, producción y distribución o difusión de procedimientos para la producción de bienes y servicios, algunos de los cuales dan lugar a transacciones de mercado. (Callon 1992). Todos ellos citados en Thomas & Buch, 2013.

17 Thomas, Fressoli y Lalouf (2013) sostienen que “las sociedades están (desde sus inicios), tecnológicamente configuradas, exactamente en el mismo momento y nivel en que las tecnologías son socialmente construidas y puestas en uso. Todas las tecnologías son sociales”.

18Las redes y actantes implicados van desde lo más cercano a nosotros, el foco y el interruptor, pasando por sistemas de cables, los sistemas troncales de distribución, subestaciones, unidades de generación (centrales eléctricas), hasta los sistemas de control informatizados, los ingenieros y empleados, el know how correspondiente, los empresarios, los gobiernos, los científicos y los agentes de atención al público, los demás usuarios.

¿Qué porcentaje de los hogares mexicanos cuenta con cuáles artefactos tecnológicos? 

Computadoras Conexión a internet Televisión Televisión de paga Telefonía Energía eléctrica
2001 11.8% 6.2% 91.9% 13.5% 40% ND/NA
2017 45.4% 50% 93.2% 49% 92% 99%

Fuente: INEGI (2017)

20El concepto de IoT (Internet de las cosas) fue propuesto por Kevin Ashton en el Auto-ID Center del MIT en 1999 y se refiere a la interconexión digital de objetos cotidianos con Internet. Las SD (viviendas inteligentes) permiten controlar los sistemas eléctricos, de calefacción y seguridad, la necesidad de compras para la logística doméstica y la limpieza de las casa a través de dispositivos móviles.

21Lo interesante es que los altos ejecutivos en Silicon Valley ¡ya han prohibido a sus hijos menores el uso de teléfonos y tablets! (ver nota en El País. 24/3/2018)

22Nuestro carácter de seres tecnológicos se ha ido agudizando en las últimas décadas. ¿Qué haríamos si por las mañanas no pudiéramos tomarnos un café, tomar una ducha de temperatura agradable, utilizar jabones, desodorantes, cremas para tener apariencia saludable, vestirnos con ropa confeccionada de acuerdo a nuestros gustos, enterarnos de las noticias a través de nuestra tablet o nuestro periódico, hablar con amigos y colegas a través de nuestros teléfonos, entrar rápidamente en alguna de las redes sociales disponibles para conocer el último impactante tuit y finalmente salir y subirnos al transporte público o a nuestro propio vehículo para ir a trabajar, o en estos momentos de pandemia abrir nuestras computadoras y hacer el tan mentado “home office”?

23Esta nota apareció en diversos medios mexicanos como periódicos y revistas. http://www.N+1, tecnología que suma (consultado el 12-9-2019)

24Un algoritmo es un conjunto metódico de pasos que pueden emplearse para hacer cálculos, resolver problemas y alcanzar decisiones. No es un cálculo concreto, sino el método que se sigue cuando se hace el cálculo. Supuestamente, los seres humanos somos un conjunto de algoritmos, y la Inteligencia Artificial también, e incluso, podría resolver problemas de manera más eficaz que lo seres humanos…pensemos en el caso de Deep Blue, la computadora que gana al ajedrez a los grandes maestros.

25Agradezco a Leandro Rodríguez sus sugerencias al respecto.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons