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Cultura y representaciones sociales

versión On-line ISSN 2007-8110

Cultura representaciones soc vol.14 no.27 Ciudad de México sep. 2019  Epub 20-Ene-2021

https://doi.org/10.28965/2019-27-06 

Artículo (Casos)

Segregación socioespacial en Montevideo. “Dar lugar a lugares”: cartografías topológicas de la ciudad

Socio-spatial segregation in Montevideo. “Give places their place”: topological cartographies of the city

Verónica Filardo* 

Jimena Pandolfi** 

Sofía Angulo Benítez** 

* Verónica Filardo es profesora Titular del Grupo de Estudios Urbanos y Generacionales, Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República, Montevideo, Uruguay.

** Jimena Pandolfi y Sofía Angulo son asistentes, Grupo de Estudios Urbanos y Generacionales Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales de la misma Universidad, Universidad de la República, Uruguay.


Resumen

El interés central del artículo es conectar dos órdenes que en ocasiones aparecen distanciados en el estudio de la ciudad: el social y el espacial. Vincularlos implica mostrar que las representaciones de la ciudad -a partir de sus barrios, unidad paradigmática en los estudios urbanos- articulan formas de representar la sociedad que allí se emplaza. Esto supone agregar complejidad a las medidas habitualmente consideradas sobre la segregación socioespacial al incorporar la dimensión simbólica implícita en las formas de representar la ciudad y los atributos a partir de los cuales se realizan distinciones entre barrios, que responden a relaciones sociales y no solo espaciales. Las cartografías topológicas son las configuraciones que condensan las representaciones sociales y espaciales de la ciudad; se especifican en función de la posición en la estructura social en la que se ubican los individuos. Como material empírico se utilizan nueve grupos de discusión sobre la ciudad de Montevideo. El procedimiento analítico topologiza tanto el espacio urbano como el simbólico-social para cartografiar los barrios (como territorios) y los atributos que se les asignan para definir proximidades y distancias; es decir, los criterios de distinción a partir de los cuales se acercan, alejan u oponen los barrios nombrados en los grupos de discusión.

Palabras clave: barrios; segregación urbana; espacios semánticos; representaciones sociales; representaciones espaciales

Abstract

The purpose of this text is to connect two elements that frequently appear to be disconnected in urban studies: the social and the spatial. In order to link these two elements, the city’s representations - arising from its neighborhoods, a paradigmatic unit in urban studies- must articulate ways of representing the society located within. This adds complexity to the usual socio-spatial segregation measures by incorporating the implicit symbolic dimension, which is associated to the forms of representing the city and the attributes through which the neighbourhoods’ “distinctions” are enacted. These, in turn, respond to social and not merely spatial relationships. Topological cartographies are configurations that condense social and spatial representations of the city. They are specified according to the social and structural position in which the individuals are located. The discussions about the city of Montevideo arising from nine groups were used as empirical material. The analytical procedure topologizes both the urban and the social symbolic space, thus allowing the mapping of both the neighbourhoods (as territories) and the attributes assigned to them. This enabled the definition of both proximity and distances, that is, the criteria of distinction from which they approach, bring together or separate, the neighbourhoods as mentioned in the discussion groups.

Keywords: neighbourhoods; urban segregation; semantic spaces; social representations; spatial representations

Introducción

¿Cómo representamos la ciudad en que vivimos? Esta ha sido una pregunta recurrente en la sociología urbana y su respuesta requiere de diversos esquemas conceptuales y estrategias metodológicas existentes. En este trabajo partimos de los “efectos de lugar” de Pierre Bourdieu (1999) con la pretensión de “dar lugar a los lugares”, es decir, de captar las jerarquías simbólicas -las posiciones- en un ordenamiento que ocupan los lugares inscritos en el espacio social, en este caso los barrios de la ciudad. También se busca captar cuáles son los criterios que vectorizan las clasificaciones en función de los atributos que ordenan y jerarquizan, así como identificar la base de su legitimidad que depende, a su vez, de la posición que se ocupe en el espacio social.

En tanto que cuerpos (e individuos biológicos) los seres humanos están al igual que las cosas situados en un lugar (no están dotados de la ubicuidad que les permitiría estar en varios a la vez) y ocupan un sitio. El lugar puede definirse claramente como el punto del espacio físico en que un agente o cosa están situados, “tienen lugar”, existen. Ya sea como localización, o, desde un punto de vista relacional como posición, rango en un orden. (…) Así la estructura del espacio se manifiesta, en los contextos más diversos, bajo la forma de oposiciones espaciales donde el espacio habitado (o apropiado) funciona como una especie de simbolización espontánea del espacio social, en una sociedad jerarquizada no hay espacio que no esté jerarquizado y no exprese las jerarquías y las distancias sociales, de un modo más o menos deformado y sobre todo enmascarado por el efecto de naturalización que entraña la inscripción duradera de las realidades sociales en el mundo como surgidas de la naturaleza de las cosas (basta con pensar en la idea de “frontera natural”) (Bourdieu, 2007: 119-120).

El objeto de este artículo consiste en indagar el lugar que se le otorga a los barrios de la ciudad en las diferentes posiciones sociales que ocupan los habitantes de Montevideo. Los barrios constituyen una unidad inmediatamente aprehensible por parte de la población; a su vez, es la unidad privilegiada desde la órbita administrativa y de la gestión urbana. Interesa reconocer cuáles son los atributos (los criterios de distinción) que se utilizan para otorgar a los barrios su lugar simbólico. ¿Son los mismos criterios los que se utilizan en las diferentes posiciones sociales?

Segregación urbana en Montevideo

Montevideo es la capital del Uruguay, con 1’319,108 habitantes, en tanto la población total del país es de 3’286,314, de acuerdo con el Censo Nacional de Población y Viviendas 2011 (IM, 2013). Las cifras indican que hay un alto índice de concentración poblacional en la capital (mayor al 40%), pero también económica y de servicios. No obstante que el crecimiento de la población de la ciudad de Montevideo ha sido negativo en los periodos intercensales (1996-2004 y 2004-2011), el fenómeno se atenúa al considerar el área metropolitana. La ciudad se divide administrativamente en ocho municipios que, desde 2010, constituyen un tercer nivel de gobierno, tras la aprobación de la Ley de Descentralización Política y Participación Ciudadana (ley núm. 18.567).

La segregación socioespacial urbana alude, en primer lugar, a la aglomeración de grupos socialmente homogéneos que se distinguen de otros, también homogéneos, en áreas específicas de la ciudad (Massey y Denton, 1988; Pérez-Campuzano, 2011; Linares, 2013). Son numerosos los antecedentes que documentan el proceso de segregación socioespacial de Montevideo a partir de la dimensión residencial y su evolución en las últimas décadas. En particular, se observa la conformación de las siguientes áreas homogéneas: (1) un centro urbano; (2) dos áreas de mayor nivel socioeconómico (los barrios de la franja sureste) y una menor hacia el norte; (3) un anillo periférico, fundamentalmente en el oeste y noreste donde se concentran los mayores niveles de pobreza (Macadar et al., 2002; Filardo et al., 2006; Aguiar, 2016). Véase el Mapa 1.

Fuente: Elaboración propia con base en ECH 2016, INE

Mapa 1 Promedio de Índice de Nivel Socioeconómico por barrio Montevideo, 2016 

Sin embargo, la experiencia urbana no se agota en la dimensión residencial, el domicilio; también implica circulación, uso de distintos espacios públicos, movilidad, uso de medios de transporte, tiempos de traslados, acceso a servicios, etcétera. Las divisiones sociales en el espacio urbano reflejan cómo la sociedad procesa, administra y gestiona los conflictos en torno a esas diferencias (económicas, étnicas, culturales, religiosas o de otra índole). Por tal motivo, la segregación socioespacial tiene vínculos, necesariamente, con la representación de quienes son los “otros” que residen en los barrios -connotados como lugares de esos otros- y con la identificación del lugar propio (territorial y social). Si bien la dimensión residencial ha sido la que generalmente conduce los estudios de segregación socioespacial, se registra una creciente producción académica que atiende a estas otras dimensiones, relativas a los imaginarios urbanos, la carga simbólica asignada a los espacios, las relaciones entre grupos sociales y entre territorios (Lindón, 2007; Filardo, 2008). Las intervenciones públicas en la ciudad, el ordenamiento urbano y las acciones de gobierno local, así como las desigualdades en el poder de decisión de los grupos sociales que habitan en los diferentes barrios, también tienen relación directa en los procesos de segregación socioespacial (o su mitigación) y, en consecuencia, su estudio se ha incrementado (Smolka y Mullahy, 2007).

Estrategia metodológica

El material empírico de este trabajo se basa en nueve grupos de discusión realizados en la ciudad de Montevideo -entre setiembre y diciembre del 2016- en el marco del proyecto “Jóvenes, ciudades y generaciones” del Grupo de Estudios Urbanos y Generacionales (GEUG).1 Las personas de los grupos se definieron con base en tres rangos de edad (jóvenes de 18 a 29 años; adultos de 30 a 60 años, y adultos mayores de 61 años), pertenecientes a tres niveles socioeconómicos (bajo, medio y alto), según el Índice de Nivel Socioeconómico (INSE).2 En teoría, cada uno de los grupos representa una posición social dada a partir del tramo de edad y una categoría del INSE. En este trabajo se analizan las diferencias atribuidas por el nivel socioeconómico y con independencia de la edad.

Para el análisis de los datos se siguieron las siguientes fases: en primer lugar, se identificó la mención de los barrios de Montevideo en el discurso de cada uno de los grupos; posteriormente se codificaron los atributos que corresponden a la referencia al barrio; a continuación se armaron los espacios semánticos, en función de cada atributo. Desde una perspectiva topológica (Conde, 1990), tanto los barrios próximos como distantes se ubican en función de los conglomerados analizados (espaciales y simbólicos) para cada una de las posiciones sociales consideradas. Después se realizó el análisis de los atributos asignados a los barrios -los criterios de clasificación- a partir de los cuales cada posición social jerarquizó los barrios nombrados. Esto permitió captar el sentido atribuido a las clasificaciones; es decir, el lugar que las personas dan a los barrios de la ciudad desde su posición social. Se priorizan las estrategias discursivas para ello. Como conclusión, el sistema de conglomerados construidos para los barrios (que conjugan lo simbólico-espacial), para cada una de las posiciones sociales, se obtuvieron las cartografías topológicas y se interpretan en clave comparada.

Barrios

Los grupos de discusión del proyecto tenían la consigna “hablemos de Montevideo” para uno de los módulos. En general, al hablar de manera espontánea de la ciudad, se mencionan los barrios como unidades intuitivas para representarla. Entre ellos aparecen algunos emblemáticos, como “condensadores” de tipos de barrios. Asimismo, se mencionan barrios que no se corresponden con la división administrativa. Más adelante se creó una consigna sobre cuáles eran los favoritos, los que menos gustados y por qué.

Desde la perspectiva administrativa, los barrios de la ciudad configuran una unidad territorial relevante para la gestión, también de utilidad para los gobiernos locales.3 Además, pueden constituirse en un elemento estructurante de identidad y ser marcos de referencia para los habitantes. Los barrios se caracterizan como un “universo entre iguales, relativamente cerrado y uniforme” (Girola, 2013: 39). En este sentido los barrios son territorios en que se convive con otros que se reconocen en función de la cercanía, la visibilidad y la repetición.

La Intendencia de Montevideo (IM) y el Instituto Nacional de Estadística (INE) definen sesenta y dos barrios en la ciudad. De ellos, treinta y seis fueron mencionados en los grupos de discusión. Esto implica que algunos, pertenecientes a la nómina formal de barrios de los organismos públicos, no se nombraron en las conversaciones de los grupos. Por otra parte, el material de campo muestra que se nombran veintiún barrios que no pertenecen al listado administrativo, pero que se identifican como tal por los participantes.4 Un primer hecho constatable sería, por tanto, que la identificación de los barrios por la población de Montevideo no corresponde necesariamente con los instituidos; esto manifiesta la movilidad de la delimitación de los barrios que se nombran, ubican y marcan. Por otra parte, no generan cuestionamientos ni discusiones sobre si lo son o no, lo que supone un acuerdo tácito en el grupo sobre la legitimidad que adquieren dichos barrios. La falta de coincidencia entre la perspectiva administrativa y la del habitante de Montevideo acerca de la identificación de los barrios ya había sido objeto de estudio en investigaciones previas (Filardo et al, 2008; Aguiar, 2016), al igual que en otras ciudades de la región (Cabral, 2016). Valera (1997) registra el mismo fenómeno al analizar el barrio del Poblenou de Barcelona:

... puede observarse cómo esta delimitación no coincide en absoluto con los límites administrativos del barrio, reforzándose la idea del barrio como categoría natural (Wirth,1945; Amérigo, 1990) fruto de las percepciones de los sujetos y del grado de vinculación con el entorno (Valera, 1997: 13).

Para efecto de este estudio, se consideraron los cincuenta y siete barrios nombrados en los grupos de discusión: tanto aquellos que conforman la nómina oficial de barrios de los organismos de gestión urbana como los que surgen en las conversaciones, aun sin pertenecer al listado oficial.

Atributos y Espacios semánticos

Al nombrar un barrio se reconoce su existencia. Los barrios se asocian a atributos asignados por las poblaciones que los habitan y pueden ser paisajísticos, estéticos, patrimoniales, culturales, sobre la funcionalidad urbana; o bien, connotaciones que parten de alguna emoción. Se propone, entonces, analizar los atributos asignados a los barrios con el objetivo de ordenarlos y construir conglomerados por criterios de proximidad. Estos atributos indican cómo son representados por los habitantes y cómo las representaciones varían según posición social.

Los barrios y sus atributos pueden analizarse como un espacio semántico; esto es, un ámbito que comparte un atributo o una serie de atributos que estructuran las representaciones de los objetos de los que se habla (Conde, 2004). En este estudio los objetos son los barrios y la intención es captar la configuración del “sistema” que se conforma en la ciudad para cada una de las posiciones sociales trabajadas y a partir de la superposición de los espacios semánticos.5

Dicho de otro modo, este sistema -que se representa como una cartografía topológica- es resultado de los diferentes espacios semánticos definidos a partir de los criterios de distinción considerados en los discursos; es decir, de los atributos que se consideran al hablar de los barrios identificados en cada una de las tres posiciones sociales. Los barrios (próximos o lejanos) se ordenaron en función de la pertenencia a dichos espacios semánticos. Mediante este procedimiento se obtienen dos resultados: en primer lugar, una cartografía de barrios realizada a partir de su proximidad en diferentes espacios semánticos; en segundo lugar, una cartografía como representación gráfica de los diferentes atributos utilizados para clasificar los barrios. El sistema que se obtiene de la superposición de ambos (el espacio semántico-simbólico y el ordenamiento de barrios como territorios) define, precisamente, lo que llamamos cartografías topológicas. En este caso, se elaboraron tres cartografías topológicas, que corresponden a cada una a las posiciones sociales definidas para el estudio, y que se realizaron con el material discursivo de los tres grupos socioeconómicos considerados. Las tres son diferentes desde lo simbólico (aun cuando se repiten los barrios mencionados), por lo que las estrategias discursivas hacen posible la interpretación y comparación analítica. Las representaciones que los habitantes de Montevideo tienen de la ciudad y sus barrios son diferentes y dependen de la posición que ocupen en la estructura social.6

Construcción de cartografías topológicas

a. Identificación de atributos (atractores semánticos)

Los participantes de los grupos de discusión produjeron discursos polisémicos y multívocos, a través de nominaciones de barrios con diversos significados que han podido interpretarse como elementos en relación con un contexto sociohistórico; en función con la persona que los dice, y el contexto en el cual se expresan. Para la construcción de los espacios topológicos (Conde, 1990) se identificaron y ordenaron los atributos relativos a los barrios y los espacios semánticos definidos. De este modo se redujeron y ordenaron las significaciones, sentidos y connotaciones que, en un inicio, eran muy amplias y abiertas. Con ello se redujo esta vastedad y polisemia inicial de las palabras y los textos para agruparlos en conjuntos articulados, ordenados en función de “atractores”; esto es, “significantes” o “atributos” que funcionan como articuladores del espacio topológico.7 Como un tipo de estructura y de esquema de significantes, permite realizar una representación análoga a las representaciones sociales de los barrios de la ciudad de Montevideo.

b. Construcción de conglomerados de barrios por criterio de proximidad

Se ha mencionado cómo nominar una región en el espacio implica un proceso de distinción respecto a otra(s). Dicha distinción, a nivel de las representaciones, consiste en la asignación de atributos que le son propios y, por tanto, distintos a otros atributos. En este caso, se trabajó el nivel de análisis de verosimilitud referencial,8 así como la lógica del discurso9 -en términos de Ibáñez (1996) - con el objetivo de identificar esquemas clasificatorios o categoriales de atributos, a partir de los cuales los participantes de los grupos de discusión distinguieron barrios en su ciudad que se ordenaron posteriormente en conglomerados (espacio topológico).

Se entiende por conglomerado al conjunto de barrios cuyas representaciones son próximas en el discurso. Para construir los conglomerados se eligieron tres criterios de identificación de proximidad: secuencial, por analogía y por oposición conjunta. La proximidad secuencial representa la forma más directa de construcción de un conglomerado de barrios en el discurso dado que son los mismos sujetos quienes clasifican un conjunto de regiones a partir de un atributo común. Aparece en aquellos discursos que enumeran una serie de barrios para asignar un mismo atributo. Por ejemplo, puede referenciarse la siguiente expresión: “Pocitos y Punta Carretas son barrios iluminados, llenos de gente y eso te da seguridad”; ambos barrios conforman un conglomerado de barrios que comparten tres atributos: la iluminación, el movimiento y la sensación de seguridad.

El segundo criterio de proximidad está dado por la identificación de analogías en el discurso. Esto es cuando, en dos intervenciones distintas, individuos de un mismo nivel socioeconómico asignan atributos análogos a distintos barrios. Para ilustrarlo veamos el siguiente testimonio: “Como conozco Punta Gorda siento seguridad”; en este caso, Punta Gorda comparte el atributo de Pocitos y Punta Carretas como espacios que “dan”, en que las personas “sienten” seguridad y, por tanto, pueden ser parte de un conglomerado que es posible denominar “barrios seguros”. En este ejemplo, Punta Gorda, a diferencia de los otros, no formaría parte del conglomerado de barrios iluminados o con movimiento.

Finalmente, el tercer criterio de proximidad está dado por la identificación; por un lado, de atributos análogos asociados a unos barrios determinados y, por otro lado, atributos con valoraciones contrarias, vinculadas a barrios opuestos a los primeros. Esto es, de acuerdo con el ejemplo anterior, producto del hecho de que exista un conglomerado de barrios seguros, barrios iluminados, barrios con movimiento, e implicaría la existencia de otros conglomerados constituido por barrios no seguros, no iluminados y sin movimiento.

De este modo, los conglomerados quedarían conformados a partir de los atributos compartidos por un conjunto de barrios. Por lo tanto, un barrio puede formar parte de distintos conglomerados, mientras que otros no se incorporan a ninguno. Queda por señalar que dos o más barrios pueden formar parte de un mismo conjunto, pero contraponerse en diferentes conglomerados a causa de otro atributo. Estos procesos de distinción implican nominaciones polisémicas que estructuran un conjunto complejo de representaciones de marcación y significación de los barrios.

c. Interpretación de las cartografías topológicas

Hasta ahora se ha presentado la identificación de aquellos barrios nombrados, las connotaciones asociadas y sus atributos, y cómo se relacionan a partir de la organización de un espacio topológico. En la etapa final se construyen las cartografías, lo que implica el ordenamiento de los conglomerados en una imagen gráfica que permite presentar el modo en que las representaciones se acercan, se alejan, se ordenan o se jerarquizan.10 Se denominará cartografía topológica a la forma específica de espacio topológico al que arribamos después de realizar el análisis de las representaciones de los barrios. Este proceso permite “dar lugar a lugares” en dos sentidos: otorga, por un lado, localizaciones gráficas de los espacios; por el otro, localizaciones simbólicas de los mismos. Los barrios son espacios simbolizados, ordenados en función del lugar asignado por las personas.

Desde el punto de vista de los habitantes, la distinción de barrios implica un proceso de marcación, división, simbolización y jerarquización de espacios, de modo que cada categoría espacial adquiere sentido en su relación con las demás. Los habitantes representan a un conjunto de barrios con determinados atributos, por lo que las estrategias discursivas permiten captar y comprender el orden asignado. Las cartografías topológicas no preexisten, son elaboraciones realizadas a partir de la interpretación de lo que los sujetos dicen -en un determinado contexto y en interacción con otros iguales- y de identificar qué y cómo lo dicen. En este sentido, en la misma línea de Criado (2014), el análisis atiende lo que está en juego en el discurso, considerando tanto al contenido de lo enunciado como a la situación, que incluye saber quiénes son los interlocutores y, en función de eso, qué se dice y cómo se dice; al decir de Canales (2014): ¿por qué dice así?

Cartografías topológicas de Montevideo por nivel socioeconómico

A continuación, se presenta el análisis de los grupos de discusión ordenados con base en los niveles socioeconómicos bajo, medio y alto, con el objetivo de delinear la topografía socioespacial e interpretar las diferencias entre las posiciones.

a. Posición de nivel socioeconómico bajo

Se analizó la topografía barrial de la posición de nivel socioeconómico bajo a partir de tres grupos de discusión. Las dos primeras Ilustraciones presentan la cartografía topológica de Montevideo, en dos de sus dimensiones, a partir de la opinión de los participantes de estos grupos. La primera Ilustración muestra la localización de las nominaciones en torno a los barrios; la segunda, la localización respectiva de atributos vinculados a estos. Las elipses que agrupan las nominaciones de barrios en cada ilustración representan la pertenencia a un conglomerado de atributos. Por su parte, las zonas coloreadas indican grandes conglomerados de barrios y atributos. Una primera observación da cuenta de la gran heterogeneidad y pluralización de nominaciones de barrios y áreas, ubicados en el territorio norte y oeste de la ciudad (Casavalle, Marconi, Villa del Cerro, Aires Puros). Esta heterogeneidad implica, a la vez, procesos de distinción que se complejizan en regiones donde se forman subconglomerados -es decir, conglomerados que se encuentran dentro de otros- y superposiciones e intersecciones entre éstos. Por otra parte, se observa una mención significativa, aunque con un menor nivel de distinción, de barrios ubicados al sureste de Montevideo (Pocitos, Punta Gorda, Malvín, Carrasco).

FUENTE: elaboración en base de Grupos de Discusión de NSE Bajo.

Ilustración 1 Cartografía topológica de barrios en nivel socioeconómico bajo. Montevideo, 2016 

FUENTE: elaboración con base en grupos de discusión de NSE bajo.

Ilustración 2 Cartografía topológica de atributos en nivel socioeconómico bajo. Montevideo, 2016 

Del análisis realizado se identifican cinco conglomerados principales: identidad barrial, céntrico, distancia, cante-cante y cheto. El primer conglomerado, denominado identidad barrial, está constituido principalmente por barrios como el Cerro, La Teja, Belvedere. El modo en que se connotan hace alusión a atributos como “familiero”, “barrio-barrio”, calidez y vecindad. El segundo conglomerado que se distingue es el céntrico, constituido por barrios como el Centro y Ciudad Vieja, a partir de connotaciones que hacen referencia a su valor histórico, por ejemplo, la arquitectura y su valor patrimonial. Además, se le reconoce el atributo de ser un lugar de circulación de diversos grupos sociales. Por su parte, el conglomerado distancia se compone de barrios como Piedras Blancas y Nuevo París, que se perciben lejanos y se caracterizan como barrios que se encuentran “a trasmano”, difícil de llegar y con escaso servicio de transporte. El cuarto conglomerado, cante-cante, lo conforman barrios considerados inseguros, peligrosos o feos -como El Palomar, 40 Semanas, Marconi, Casavalle- al tiempo que se despliegan estrategias discursivas contra su estigmatización y buscan colocar estas representaciones como ajenas: “fama de que”; “supuestamente”, o “se dice que”. Finalmente, el conglomerado cheto hace alusión a los barrios que se encuentran, fundamentalmente, al sureste de la ciudad como Punta Gorda, Malvín, Pocitos, Carrasco. Estos barrios están asociados a atributos vinculados a sus residentes, por ejemplo: “te miran de otra manera”, “te sacan que no sos de ahí”, “se persiguen mal”.

Interesa retomar dos grandes distinciones: la primera vinculada al “nosotros”, en que “los otros” marca el adentro y el afuera, el barrio y el entorno; la segunda hace referencia a coordenadas espaciales, por ejemplo, quiénes se ubican delante y detrás del Cerro.

Adentro-afuera

Una primera distinción de espacios delimita la pertenencia al barrio Casco del Cerro; los habitantes se refieren a las fronteras que refuerzan los límites de quienes se encuentran dentro del Cerro -de aquellos que forman parte del “nosotros”- y evocan un sentido de pertenencia. A modo de ejemplo se toma el siguiente fragmento:

(…) a nosotros nos gusta el Cerro porque somos nacidos y criados acá, creo que a todos. Pasás el puente Pantanoso y ya estás en casa. Otra cosa, el Cerro, los que somos del casco del Cerro, tenemos bien limitado lo que es el Cerro porque si tú mirás por ahí todo lo que es el Cerro (…) para nosotros los que somos viejos de la zona, el Cerro está bien limitado: Carlos María Ramírez, Camino Las Tropas, la playa y la bahía (adultos mayores, NSE bajo).

El comienzo del fragmento, en primera persona del plural, sitúa la intervención como una interpretación común al grupo: “a nosotros nos gusta el Cerro porque somos nacidos y criados acá”. Hay un lazo, un vínculo latente con el Cerro, implícito porque se dice “nosotros” sin consultar al grupo; se da por sentado. De este modo, se reitera la presencia de un grupo con elementos en común: “los que somos del casco del Cerro”, “los que somos viejos de la zona”, que puede interpretarse como la dimensión temporal de la identidad que señala Valera (1997) refiriéndose al sentido de compartir una historia común.

Delante-detrás

Los límites establecidos de forma precisa sirven para delimitar el nosotros (los de dentro) de los otros (los de fuera); además, con base en estas fronteras, permiten observar quiénes están “detrás” del Cerro. Se ponen en evidencia procesos de distinción de espacios que se presentan como similares por “los de afuera”. Como ejemplo se presenta el siguiente fragmento:

Por ejemplo mataron a uno cuando yo trabajaba en otro lado, “mataron a uno en el Cerro”, “mataron a uno en tu barrio”. No, el Cerro es grande, era de Tomkinson11 y metían Cerro12. Para nosotros el Cerro, para mí, es esta parte de acá, después tenés atrás del Cerro, Rincón del Cerro (adultos mayores, NSE bajo).

Para quienes se sienten del Casco del Cerro, los de afuera nominan su barrio para referirse a espacios que, desde su perspectiva, son distintos: Tomkinson, atrás del Cerro, Rincón del Cerro. Para ellos, “para nosotros”, “para mí”, esas regiones que otros llaman Cerro no son el Cerro; Esta parte de acá, acá, son expresiones que se utilizan para hacer referencia a la cercanía: el Cerro es donde me encuentro, por lo tanto, estoy dentro de ciertos límites. Otras como “Después tenés atrás del Cerro” aparecen como expresiones que hacen referencia a todo lo que se encuentra detrás del Cerro y que está definido por los otros, “los que están allá”. Se deja entrever la recurrencia de los límites entre lo que es el Cerro y los barrios aledaños; aparecen esta vez en la segunda delimitación, asociada con las ubicaciones delante y detrás. Se agrega una distinción que tiene que ver con coordenadas espaciales que refuerzan las fronteras. El Cerro se ubica delante, lo que está detrás del Cerro son los otros, los recién llegados. Son barrios nuevos como Cerro Norte, Casabó y Santa Catalina que contribuyen a consolidar límites y distancias. Se ubican detrás, con los otros que no pertenecen al Cerro y dejan entrever la pretensión de distinguirse de las cargas valorativas y atributos negativos con las que los asocian.

b) Posición de nivel socioeconómico medio

Las Ilustraciones tercera y cuarta identifican los cinco grandes conglomerados que surgen en los tres grupos de discusión conformados por los habitantes de Montevideo de nivel socioeconómico medio. Los atractores que conglomeran los barrios son: periférico, funcional-céntrico, realidad-aparente, estigmatizado e intervención municipal. El conglomerado periférico está constituido por los barrios Sayago, Peñarol, Nuevo París, Piedras Blancas y Melilla, ubicados sobre la periferia de la ciudad. Aquí se identifica la problemática de la movilidad, generada por el transporte y que refuerza la distancia para transformarse en distancia social. En segundo lugar, tenemos el conglomerado funcional-céntrico compuesto por el Centro, Cordón, Parque Rodó, Pocitos, en los cuales se identifican diferentes servicios y ofertas de movilidad. En tercer lugar, el conglomerado realidad-aparente está conformado por Carrasco, Pocitos y Punta Gorda; en ellos está en juego la autopresentación en términos de pertenencia a una clase o posición social (la simulación, la imitación, el gusto, el habitus) en la que se evidencian estrategias de distanciamiento con respecto a quienes viven en los barrios ubicados en la costa. El conglomerado estigmatizado, constituido por Cerro, 40 Semanas y Marconi, se caracteriza por atributos que los otros suelen asignar a estos barrios, tales como inseguros y peligrosos. Finalmente, el conglomerado intervención municipal integran Pocitos, Parque Rodó y Cordón. Estos barrios se consideran privilegiados debido la intervención y gestión municipales en los últimos años.

FUENTE: Elaboración con base en grupos de discusión de NSE medio

Ilustración 3 Cartografía topológica de barrios en nivel socioeconómico medio. Montevideo, 2016 

FUENTE: Elaboración con base en grupos de discusión de NSE medio

Ilustración 4 Cartografía topológica de atributos en nivel socioeconómico medio. Montevideo, 2016 

A continuación se presentan dos grandes distinciones espaciales que surgen de estos grupos. La primera está vinculada con las distancias y la segunda con lo aparente y lo real. La primera delimitación hace referencia a experiencias como cerca o lejos; centro y periferia. La segunda se vincula a los aspectos exteriores de las cosas, se identifican apariencia y realidad de manera simultánea.

Cerca-lejos

Los discursos de los habitantes de nivel socioeconómico medio permiten establecer una primera delimitación en Montevideo de la oposición espacial cerca-lejos que la divide en al menos dos ciudades. Mientras la lejanía está marcada por un recorrido caracterizado por la escasa movilidad y poca frecuencia del transporte público para acceder a “aquellos barrios” de la periferia, la cercanía está asociada con los accesos y la movilidad fluida en los barrios céntricos. Expresiones como “Parece que viviera afuera” o “Uno mismo lo toma así a veces”, “¡Hasta allá!”, reflejan la percepción de lejanía, distancia y la demora que implica trasladarse a estos barrios que dan la impresión de no ser de Montevideo. Otro ejemplo sería el siguiente discurso: “Pero hay gente que vive todo el tiempo y se traslada en un ómnibus”; hay un quiebre al enunciar el “pero”, pues se refiere al hecho de que hay personas que viven “allá” y se desplazan en transporte público. Se pone en consideración la noción de lejanía en la ciudad, no sólo asociada con la distancia entre dos puntos -en este caso entre el centro y la periferia-, sino al tiempo que consume el recorrido: “no precisa, pero da quince vueltas para llegar”. Lo que hace aparecer en el imaginario la idea de que hay dos ciudades y que una se circunscribe al centro y la otra al cinturón. Esto tiene consecuencias en la cotidianeidad de los habitantes, como muestra la expresión “hay dos ciudades, si vivís lejos es otra historia”.

De forma simultánea se pone de manifiesto que la “única” desventaja de quienes residen en la periferia es causada por la demora para llegar al centro. La tensión no está en los barrios periféricos sino en el tiempo del recorrido, en la demora del transporte público: “lo que demorás en moverte de un lugar a otro (…), vayas a cinco cuadras siempre demorás”. La distancia entre un punto y otro de la ciudad aumenta debido a tiempos de traslado que exceden lo necesario para realizar el recorrido; a esto se suma la escasa frecuencia del transporte y el desajuste entre la oferta y la demanda del servicio. La problemática aleja e incrementa la distancia de los residentes de la periferia de la ciudad, además de quienes, sin residir allí, visualizan las zonas periféricas como “un problema ir hasta allá”. En consecuencia, la movilidad en la ciudad refuerza las distancias sociales: “eso empeora cada vez más porque la gente que está más afuera está más aislada, más complicada para movilizarse, para volver a su casa”.

El hecho de residir en la periferia de la ciudad genera percepciones alteradas en torno a la distancia “real” de ir “hasta allá”, así como también de los imaginarios que se construyen sobre quienes la habitan. Los discursos permiten reconocer, por ejemplo, la asociación que generalmente realizan entre los barrios que están lejos y los inseguros. El barrio lejano se construye a partir de la percepción de los otros, pero en esta construcción se identifica a los medios de comunicación como una figura central que le da forma y contenido a las imágenes asociadas al barrio periférico y la inseguridad: “el tema está en cómo te lo venden”, “es la influencia de las telecomunicaciones en la inseguridad”. Se desnaturalizan los imaginarios colectivos en torno a los barrios situados hacia la periferia y las sensaciones de inseguridad, al tiempo que se problematiza el rol de los medios de comunicación en la creación de estas imágenes que traspasan las pantallas para “parecer reales”. Esto pone en evidencia una configuración del espacio que no siempre es perceptible y está asociada a las delimitaciones entre “los de acá” y “los de allá”.

En oposición a lo lejano y lo distante aparece lo cercano que hace referencia al centro como espacio barrial que garantiza el acceso a las demandas de sus habitantes. No importa en dónde residan, en el centro consiguen lo que buscan, ya que hay variedad de servicios administrativos, comerciales, financieros y públicos. La cercanía hace referencia al Centro y al barrio Cordón, que comparten atributos: los servicios, la certeza y la seguridad en la cotidianeidad de los habitantes.

Lo aparente-lo real

La segunda delimitación parte del hecho de que las cosas “no son lo que parecen”. En otras palabras, los objetos “como son” y frente a “lo que aparentan” tienen implicaciones sobre la realidad material, fáctica, y simbólica. De este modo, la realidad y la apariencia son “reales en sus efectos”. Las diferenciaciones entre realidad-real y realidad-apariencia se construyen por los sujetos en un contexto y tiempo determinados. Desde este criterio demarcatorio, interesa tanto el objeto como su apariencia, dado que ambas forman parte de lo que “el otro es”, lo que “la gente se cree que es”. Lo que está en juego en los discursos son los atributos vinculados al ser-no ser, lo aparente-lo real. Los discursos permiten distanciarse de quienes viven en los barrios ubicados en la costa de Montevideo (de la clase alta) y de los que se ubican en la periferia. Barrios como Carrasco y Pocitos son despreciados, desvalorizados, debido a la fuerza de la realidad-aparente por sobre la realidad-real: “me parece el barrio más falso de Montevideo”. Lo aparente, por encima lo real, adquiere un sentido negativo: aparentar, hacer creer lo que no se es, es clasificado como una mentira o falsedad. Esta idea se asocia a una forma de vida connotada en aquellos que residen en los barrios costeros, aquí “hay gente que se cree”; “la gente se cree que es”. Lo que se pone de manifiesto no es el hecho de estar en una posición socioeconómica alta sino la apariencia de llevar un estilo de vida que no corresponde a la posición del individuo. Por ejemplo: “La gente que está forrada en guita no te anda mostrando la plata que tiene, el que no tiene esa guita y la quiere tener, vive esa vida de falsedades” (Jóvenes, NSE Medio).

Las personas ubicadas en una posición económica alta, con un estilo de vida distinto no necesitan mostrar lo que tienen, pues el hecho de “tener” un producto o acceder a un servicio es suficiente para que las identifiquen dentro la posición que ocupan. Sin embargo, expresiones como “el que no tiene esa guita y la quiere tener”, señalan a aquellos sujetos que no están en dicha posición económica y que quieren acceder a ella; hay un deseo, un anhelo, marcado por el “querer tener”. A la vez, al expresar que “vive esa vida de falsedades” se puede interpretar que son estos sujetos “que no están forrados en guita” quienes recubren la realidad-real con un velo ilusorio que busca emular una posición social superior a la que se encuentran. Se aparenta “ser como” otro que está en una posición superior dado que el entorno social valoriza el poder de las clases dominantes y no la carga del estigma que llevan las clases sociales subordinadas.

La tensión no se coloca en la distancia entre lo real y lo aparente, sino en cómo “el que no es se la cree que es”; es decir, cómo la realidad-aparente tiene tanta fuerza que se transforma para estos sujetos en su realidad-real. De esta manera, la realidad ilusoria se muestra bajo un manto que intenta, y por momentos logra, ocultar la realidad-real.

c. Posición de nivel socioeconómico alto

En la cartografía topológica estructurada, para la posición de nivel socioeconómico alto (Ilustraciones 5 y 6), se observa una gran heterogeneidad y pluralización de nominaciones de barrios y áreas ubicados fundamentalmente en el sureste de la ciudad, región habitada por esta población. La diversidad y la heterogeneidad de los atributos y procesos de distinción relacionados con esta área es significativamente mayor que en el resto de la ciudad, lo que implica procesos de distinción complejizados en determinada región, existiendo subconglomerados, superposiciones e intersecciones.

Elaboración con base en grupos de discusión de NSE alto

Ilustración 5 Cartografía topológica de barrios en nivel socioeconómico alto. Montevideo, 2016 

FUENTE: Elaboración con base en grupos de discusión de NSE alto

Ilustración 6 Cartografía topológica de atributos en nivel socioeconómico alto. Montevideo, 2016 

Se identifican cuatro conglomerados: pertenencia, funcional-céntrico, desconocido y deteriorado. El conglomerado de pertenencia, conformado por los barrios del sureste de la ciudad (Pocitos, Punta Gorda, Carrasco, Punta Carretas, Malvín) tiene atributos asociados a las frases “mi circuito”, “lejos de las cosas”, “de donde hay cosas”, “lindo”, “verde”. Después, el conglomerado funcional-céntrico -compuesto por barrios como Centro, Ciudad Vieja, Cordón, Palermo y Barrio Sur- se caracteriza por su funcionalidad y por reunir lugares a los que se va ocasionalmente por trabajo, para realizar gestiones o estudios, aunque, al mismo tiempo, se caracterizan por ser ruidosos, llenos de gente o sucios. En tercer lugar, el conglomerado desconocido, asociado a atributos como inseguridad, falta de iluminación o “jodidos”, hacen referencia a barrios como 40 Semanas, Aparicio Saravia, Marconi, Cementerio del Norte. Finalmente, el conglomerado deteriorado hace alusión a barrios que se consideran que han sufrido transformaciones en el tiempo: “eran muy lindos”, “eran hermosos”, “donde vivían familias y ahora hay muchas casas vacías”.

En el siguiente apartado nos concentraremos en el análisis de dos estrategias discursivas que expresan procesos de distinción de estos espacios: la utilización de la delimitación cercano-lejano, como distancia invertida, y la contraposición certidumbre-incertidumbre.

Lejos-cerca: distancia invertida

Al analizar los discursos de los grupos de nivel socioeconómico medio se ha observado cómo la delimitación lejos-cerca es parte de un proceso de distinción de espacios que habilita la identificación de “otros”, “los de allá”, “los que están lejos”. En este caso, la referencia de distancias para significar los espacios alude a un “nosotros cercano” y un “ellos lejano”. A la estrategia discursiva que analizaremos a continuación le denominaremos “distancia invertida” dado que el uso de oposiciones lejos-cerca invierte la relación nosotros-ellos, observada con anterioridad. En términos sintéticos podría expresarse que, en el caso de la posición de nivel socioeconómico alto, lo lejano es lo propio: “nosotros estamos lejos”.

Esta estrategia habilita la identificación de un conglomerado de pertenencia conformado por los barrios de mayor nivel socioeco-nómico y ubicados al sureste de la ciudad que representan y que, además, incluye los barrios de residencia de quienes participaron en estos grupos de discusión. Este conjunto de barrios suele describirse como “mi circuito”, “barrios que me gustan”, “barrios en los que me muevo” y comparten algunos atributos comunes que representan estrategias de distinción frente a otros espacios y grupos. Véase el siguiente ejemplo:

En realidad, ahora, tengo que venir al Centro por la Facultad, pero si me sacás la Facultad me puedo quedar en mi radio de Punta Gorda, Malvín, Carrasco, ahí. No me gusta moverme. No me gusta ir al Centro. A no ser algo puntual. Odio las distancias. Eso es lo que me embola de Punta Gorda, es estar lejos de, de a veces de las cosas, de donde hay cosas (Jóvenes, NSE Alto).

En esta intervención se identifican atributos que expresan procesos de distinción particulares. En primer lugar, se trata del lugar en el que “me puedo quedar” y, por tanto, es un lugar en el que “me ubico” a partir del discurso; es decir, si “me puedo quedar” significa que es el lugar en el que “estoy” -no físicamente, sino discursivamente- en la representación. El espacio se describe como “mi radio” y señala un proceso de apropiación y sentido de pertenencia. Por el contrario, la expresión “no me gusta ir al Centro” indica la distinción de un espacio ajeno, “otro”. El Centro no es el lugar en que “me puedo quedar” sino un lugar al que “voy” (“ir al Centro”). Además, se señalaron reiteradamente las frases “no me gusta ir”, “no me gusta moverme”, “odio las distancias” que enfatizan emociones negativas respecto al desplazamiento que implica “moverse” de “mi radio”.

El conglomerado de barrios de pertenencia se sitúa “lejos de las cosas, de donde hay cosas”. En el mismo sentido se señalan expresiones como que “en Pocitos te empezás a acercar a algo”. Las personas asignan continuidad espacial a los barrios y permiten ordenar una cartografía que ubica distancias relativas de proximidad/lejanía entre espacios y conglomerados a los cuales se les atribuyen significados y atributos diversos. En este marco, el barrio de Pocitos emerge como nodo central, no únicamente por la convergencia de su uso en el discurso con nominaciones polisémicas y reiteradas, sino por tratarse de una referencia espacial; esto es, un lugar que se ubica entre el espacio propio y “donde hay cosas”. Por otro lado, se sitúa un espacio propio-lejano y otro conglomerado “donde hay cosas” o “funcional-céntrico” (Centro, Ciudad Vieja, Cordón, Pocitos).

Los barrios que componen el conglomerado funcional-céntrico suelen ser descritos como lugares caóticos, sucios, llenos de gente y ruidosos. Por un lado, este conglomerado posee atributos similares a aquellos utilizados para describir a la ciudad de Montevideo en su conjunto: “Me parece gris y sucio. Montevideo, el Centro, me parece una ciudad sucia”. En este sentido, se observa un encadenamiento Montevideo-Centro, en que este último es nombrado para ejemplificar un atributo asignado a la ciudad de Montevideo en su conjunto. Así, al describir a la ciudad se tiende a describir, al mismo tiempo, el modo en que se percibe este conglomerado barrial. Por otro lado, los atributos que describen a Montevideo o al conglomerado funcional-céntrico se contraponen a los asignados al conglomerado de pertenencia. Se observa cómo dichos atributos están vinculados a espacios tranquilos, “que tienen verde”, “lindos”, distinguiéndose de aquellos que no comparten estos atributos: no son tranquilos, ni verdes, ni lindos, etcétera.

Certidumbre-incertidumbre

Una segunda distinción también divide aquellos espacios identificados como de “otros espacios”. Los atributos que habilitan la distinción están vinculados a lo conocido/desconocido, oscuro/iluminado, seguro/inseguro. En este sentido se recupera la siguiente frase: “varios lugares están complicados por el tema de seguridad”; si bien este argumento es relativo, ya que otras personas señalan que “tampoco es tanto por la inseguridad”. sin embargo, identifican zonas a las que no irían. En cambio, otras personas dan por entendido que sí irían, aunque también comparten el atributo de “inseguridad” (“la Rambla es re insegura de noche”; “estoy caminado por Punta Gorda y estoy igual de regalada que en todos los barrios”).

Del mismo modo que en el apartado anterior, las intervenciones sitúan un lugar de pertenencia común. En este caso se refieren a lugares que “vos conocés”, “vos a la Rambla vas”, “te animás”. El uso del sujeto “vos” para referenciar al interlocutor sitúa una posición compartida por el grupo; “vos con quien dialogo” (al igual que yo), “transitamos lugares que conocemos”. Se trata de lugares en los que “se te ocurre algo para ver” y con ello se reafirma el sentido de pertenencia, que también es de posesión (tener). A la vez, la expresión “estoy caminando”, a diferencia de otros barrios mencionados (Casavalle/Cerro), donde “a mí me tirás” o de los cuales “no sé para donde salir”. Llamaremos a este nuevo conglomerado, conglomerado de incertidumbre. En él se distinguen zonas en función de aquellas que generan certidumbre/confianza/seguridad, de aquellas de incertidumbre/desconfianza/ inseguridad. A la vez, se estructura un conglomerado de los barrios Casavalle, Marconi y Cerro, los cuales comparten atributos con representaciones que están próximas en el discurso. Este mismo sentido se expresa en el siguiente ejemplo:

De noche no voy ni loca al Palacio Legislativo, a Ciudad Vieja, no sé, sí, obvio, las zonas oscuras no me gustan, están poco iluminadas, está muy marcado las clases, la jerarquía en Uruguay, eh, porque pienso, ¿por qué no iluminan más esa zona? porque en realidad no voy porque me asusto, porque pienso que me van a robar, al tener poca iluminación en pocos lugares también todo eso te da como inseguridad y decís “no, prefiero no ir” (adultos, NSE alto).

Se distinguen aquí dos tipos de zonas: las iluminadas/seguras y las oscuras/ inseguras. La ausencia de iluminación se encadena a la percepción de inseguridad al momento de describir espacios, hecho que genera una “marcación de clases”, una jerarquía. Se realiza un giro en el que, quien habla al grupo, no se ubica únicamente desde una posición compartida (“te da inseguridad”, “decís no”) referida a un conglomerado sino que se expresa, a la vez, una posición común de clase en una estructura jerárquica.

Cartografías de Montevideo en clave comparada

Las cartografías topológicas resultantes en los tres niveles socioeco-nómicos presentan diferencias en cómo se connotan los conglomerados barriales (plano simbólico), aunque los barrios (plano espacial), que se agrupan como próximos entre sí y distintos a los otros, revisten estabilidad en las tres posiciones. Esta primera apreciación señala la consolidación que adquiere, en la experiencia urbana de los habitantes de Montevideo, la segregación socioespacial.

En los grupos a) de nivel socioeconómico bajo se identificaron cinco grandes conglomerados: identidad barrial, céntrico, distancia, cante-cante y cheto; b) en los grupos medios se constituyeron los conglomerados: periférico, funcional-céntrico, realidad-aparente, estigmatizado e intervención municipal; c) finalmente, en el nivel socioeconómico alto se identificaron cuatro conglomerados: pertenencia, funcional-céntrico, desconocido y deteriorado.

En el nivel socioeconómico bajo la fealdad se asocia con características como la inseguridad, la periferia, lo desconocido, lo lejano, lo barato; esto da lugar al conglomerado cante-cante. Por el contrario, la belleza -lo lindo- se asocia a atributos que también son de la costa: la tranquilidad, los barrios caros, en referencia al conglomerado cheto; además, se asocia a atributos como vecindad, calidez, lo familiar, los barrios de gente trabajadora, esto es, en relación con el conglomerado de identidad barrial. Por su parte, en el caso de los grupos de nivel alto existe una clara concatenación de atributos como la oscuridad, la suciedad, la peligrosidad y el hacinamiento, asociados a lo desconocido. El conglomerado de pertenencia, como contraparte, reúne atributos de tranquilidad, belleza, seguridad, iluminación, la costa, la presencia de espacios públicos y el movimiento.

El tipo de atributos y las concatenaciones que se establecen son variables en las tres posiciones: mientras que en el nivel socioeconómico alto se revelan características asociadas a los espacios físicos (iluminado, oscuro, conocido, desconocido), a los edificios (deteriorados, altos) o las calles (verdes, sucias), en el nivel socioeconómico bajo las referencias se relacionan con los sujetos, lo relacional o lo vecinal (“al barrio lo hace la gente”, “la gente de Pocitos”, “la gente que vive en”, “ningún barrio zona roja se hizo zona roja desde que lo hicieron al barrio”). En el nivel socioeconómico medio, por su parte, los atributos se refieren tanto a los espacios (lejos, cinturón de Montevideo, caserón grande, edificios altos) como a sujetos y relaciones (“gente que se cree”, “códigos de barrios”, “vecindad”).

Los conglomerados de barrios hacen alusión a representaciones sobre un “nosotros” con distintos niveles de rigidez en función del nivel socioeconómico y el lugar de residencia. Para quienes residen en el Cerro existe una construcción del “nosotros”, “los que somos del casco del Cerro”, con fronteras concretas. Entre las personas del nivel socioeconómico alto se expresa un “nosotros” construido en torno a un circuito considerado como propio. Finalmente, entre los habitantes de nivel medio la construcción se vuelve más difusa, estructurada más bien por la oposición de varios “otros” (“no soy el estigmatizado”, “no soy el cheto”, “no soy quien aparenta”).

Pero, ¿quiénes somos nosotros? Y, ¿quiénes son los otros? Estas preguntas no son planteadas en la conversación del grupo, aunque guían el análisis de los discursos de los habitantes de cada una de las tres posiciones estudiadas. En el nivel socioeconómico bajo se distinguen varios otros, unos que se ubican hacia arriba de su posición socioeconómica y que se caracterizan por “marcar su presencia”, “son los que sobresalen”, quienes “te miran de otra manera” y “te sacan que no sos de ahí, que no sos como ellos”. Este “nosotros” de posición socioeconómica baja reconoce y distingue a los “otros” de posición socioeconómica alta, cuando los primeros “van hacia los barrios de la costa”. Así, el énfasis se coloca en cómo se comportan en relación con el “nosotros” de nivel socioeconómico bajo y la forma en que los otros ponen de manifiesto la extrañeza de visualizarlos en su barrio. Al mismo tiempo aparecen otros que se ubican hacia abajo; son los del cante-cante, que tienen una “fama que no es así”. Si bien forman parte del nivel socioeconómico bajo, despliegan estrategias discursivas para colocar límites y fronteras, para ubicar ese otro del que procuran distanciarse, en barrios baratos y periféricos.

El “nosotros”, para quienes se encuentran en un nivel socioeconómico medio, también se distingue de varios otros: hacia arriba y hacia abajo. Por un lado, se identifican a “otros” que se encuentran por encima de su posición socioeconómica, con una marcada impronta caracterizada por la apariencia: esta sería “gente que se cree algo que no es”; residen en barrios que se ubican en la costa este de la ciudad, en caserones grandes, edificios altos que no dejan ver el sol. También aparecen “otros” que se ubican por debajo y que residen en barrios inseguros y peligrosos; barrios que cargan con el estigma de la violencia y la criminalidad. Por lo que desde el “nosotros” de nivel medio se identifica esta victimización de la pobreza y despliegan estrategias discursivas contra estigmatizantes asociados con los códigos de barrio y al hecho de ser “barrios como cualquiera”. Finalmente, en el nivel socioeconómico alto se identifican otros en un único sentido: hacia abajo. Estos “otros” están constituidos por “todo lo que no tienen” (y no todo lo que no soy): no tienen espacios verdes, no tienen costa, no tienen iluminación. Los otros se construyen a partir de sus posesiones, de sus pertenencias: los lugares son sucios, no tienen plazas preciosas, las calles son oscuras y las cosas se deterioran; para este “nosotros” la existencia del “otro” está fuertemente marcada por lo material y no por el vínculo entre sujetos, lo vecinal.

Las diferentes construcciones del nosotros/otros articulan simultáneamente formas de experimentar la segregación urbana en cada nivel socioeconómico. En el caso de los grupos de nivel alto, la ciudad se encuentra fragmentada entre barrios iluminados/conocidos/seguros frente a otros que son oscuros/desconocidos/ inseguros. La segregación se expresa en formas de uso: hay lugares a los que “no tengo razón para ir” y si voy es porque “me tiran” y “no sé cómo salir”. Lo que refuerza aquella idea de “mi circuito”, “donde nos movemos”, de un espacio apropiado entre pares que refuerza la distancia con respecto a aquellos grupos sociales que se ubican en barrios oscuros/ desconocidos/ inseguros. Los grupos medios, por su parte, describen una ciudad dividida en términos de servicios, transporte, espacios públicos, recursos y gestión municipal. Hay barrios caracterizados por la frecuencia y la diversidad de líneas de ómnibus; posibilidades de acceso y uso de bienes púbicos, lo que genera cercanía, movilidad, seguridad y ejercicio de derechos. Por el contrario, otros barrios son caracterizados por la carencia de estos recursos y generan circuitos restringidos, movilidad reducida y escaso margen para el uso de la ciudad. La segregación se representa en términos de uso y acceso a servicios y bienes públicos. En los grupos de nivel socioeconómico bajo se manifiesta una ciudad fragmentada en función del poder adquisitivo. Hay barrios caros en los que la gente se mueve en auto, en los cuales residen habitantes que incorporan actitudes estigmatizantes hacia quienes no son de allí; “nos miran mal y se corren”, señalan. Estos grupos cargan con el estigma de vivir en barrios baratos que se consideran peligrosos, inseguros, lejanos. De forma simultánea, los grupos de nivel bajo procuran distanciarse del estigma otorgado al tiempo que lo desplazan hacia otros que residen “de Carlos María Ramírez para allá”, “atrás del Cerro”.

Reflexiones finales

Desde una mirada administrativa de la ciudad, el término “barrio” alude a la delimitación de unidades territoriales en la gestión. Sin embargo, para los habitantes de Montevideo, los barrios no corresponden necesariamente con la nómina oficial. Este fenómeno muestra que la delimitación de las fronteras simbólicas de los montevideanos trasciende las administrativas. Los trabajos que se enfocan diferentes en estudios de caso, como el barrio Poblenou, en la ciudad de Barcelona (Valera, 1997), o el barrio Horizonte, en la ciudad de La Plata, en Argentina (Cabral, 2016), registran procesos similares. La diferencia estriba en que, en este estudio, se enfoca en la ciudad toda.

Las cartografías topológicas permiten ver la forma en que los habitantes diagraman sus ciudades y, con ello, responden a un ordenamiento basado en criterios desde los cuales clasifican y ordenan los barrios. Los atributos asignados, al igual que las concatenaciones, permiten identificar conglomerados de barrios, según habitantes de la ciudad de diferentes posiciones sociales. A pesar de que los barrios que aparecen simbólicamente próximos en los tres niveles socioeconómicos estudiados presentan relativa estabilidad, el tipo de atributos a partir de los cuales se definen, varía. Más aún, un mismo atributo puede adquirir sentidos distintos: un barrio es lindo por su patrimonio arquitectónico, sus espacios verdes o su equipamiento urbano en el nivel socioeconómico alto; mientras que la belleza de un barrio en el nivel socioeconómico bajo está dada por la vecindad, la proximidad relacional (como en la expresión “acá todos nos conocemos”). Esto requiere que la construcción de las cartografías topológicas como instrumento analítico, no solo elaboren los espacios topológicos de atributos y de espacios barriales, sino que permitan estudios profundos sobre los significados que adquieren en la conversación entre habitantes de la misma posición.

Por otra parte, cada conglomerado representa distinciones de espacios físicos, así como procesos de distinción y demarcación de grupos sociales. Connotar un espacio implica señalar quiénes son los “otros” que lo habitan y dónde se ubican (fuera, atrás, lejos, cerca). Al mismo tiempo, permite ver aspectos permeables o rígidos de las fronteras simbólicas: los barrios a los que voy, a los que no voy; los que vienen al barrio. Asimismo, la identificación de “otros” disímiles del “nosotros” -que lo observa, lo construye y lo pone en relación-, reviste diferencias en las tres posiciones sociales estudiadas.

A partir de las cartografías topológicas ha sido posible identificar un ordenamiento y una jerarquización simbólica de los espacios en función de los barrios, para diferentes posiciones en la estructura social. Esta herramienta ha permitido evidenciar el modo en que los habitantes distinguen límites y fronteras en el espacio físico, así como las formas en que trascienden y abarcan el plano simbólico. El análisis de las diferentes cartografías construidas en clave comparada permite, a su vez, identificar las relaciones que se experimentan (en los barrios y entre ellos) en los diferentes espacios connotados, aportando a la comprensión de la significación que adquiere la segregación socioespacial de la ciudad para quienes en ella habitan.

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1 Grupo perteneciente al Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República, en Montevideo, Uruguay.

2La información sobre el INSE se puede consultar en CINVE (2012)Índice de Nivel Socioeconómico. Disponible en: http://www.cinve.org.uy/wp-content/uploads/2012/12/Indice-de-nivel-socioecon%C3%B3mico.pdf Consultado el 6 de mayo de 2019.

3La división administrativa de los barrios de Montevideo, con valores INSE promedio de cada uno de ellos, se presenta en la Figura 1 (p. 156).

440 semanas, Aduana, Aparicio Saravia, Barrio de los Judíos, Borro, Cementerio del Norte, Cerro Norte, Curva de Maroñas, Los Palomares, Goes, La Petisa, Malvín Sur, Maracaná, Marconi, Nuevo Casabó, Pocitos Alto, Pocitos Bajo, Punta Yegua, Puntas de Sayago, Rincón del Cerro, Santa Catalina.

5Una de las formas para identificar los espacios semánticos es la de comparar los barrios respecto a un atributo Tomemos el siguiente testimonio como ejemplo: “Parque Rodó, a mí me gusta porque dentro de todo su movimiento es uno de los barrios más tranquilos de los que he estado.” En este caso se comparan los barrios (en que la participante ha estado), a partir de la tranquilidad. El barrio Parque Rodó se encuentra en el extremo del eje “más tranquilo”. La operación realizada, la comparación de los barrios relativa al atributo “tranquilidad” permite situar el espacio semántico definido por ese atributo y situar (ordenar) a los barrios.

6Vale aclarar que el mismo procedimiento fue aplicado para estudiar las cartografías topológicas que se producen en función del rango de edades de los habitantes (18 a 29 años; 30 a 60 años y 61 años y más). Estas no revisten las variaciones que se registran en el caso de considerarse las posiciones socioeconómicas.

7Para Conde (1990) la construcción de espacios topológicos “trata (siempre que fuese posible en la investigación) de ‘reducir’, de ir fijando y transformando la inicial amplitud y apertura de los textos producidos por los grupos en unos conjuntos articulados y ordenados de campos semánticos formalizables en un Sistema de Campos Semánticos que tendría como Elementos Articulantes de dichos Campos a los ‘significantes’, a los términos que articulan un Campo Semántico completo. Significantes, Términos que actuarían, en este sentido, a modo de ‘operadores’, de atractores semánticos” (Conde, 1990: 105). Cabe resaltar que este proceso de reducción de la amplitud inicial de significantes, como lo expresa Conde, “es un proceso equivalente a ir concretando uno/s de los sentidos posibles existentes en el texto abierto e inicial” (Proceso que, por otro lado, no elimina, ni se opone, a otras posibles lecturas ni fijaciones de sentido a partir de los textos iniciales) (Conde, 1990:106).

8En palabras de Ibáñez (1996) la verosimilitud referencial “se inscribe en el ámbito de las relaciones del lenguaje y el mundo -en la función referencial-: es una verosimilitud de deducción, señalando y clasificando las cosas del mundo que retiene (…) Lo verosímil referencial clasifica y valora las referencias: las clasifica en contextos (asignando a cada una su lugar en cada contexto); valora los contextos y los elementos de cada contexto” (334-335).

9La verosimilitud lógica de acuerdo con Ibáñez (1996) forma parte de cada tipo de discurso, por lo que “cada discurso tiene una estructura sintáctica, un modo de encadenar sus secuencias, que produce un efecto de cierre del discurso sobre el mundo (y constituye el discurso como alternativa al mundo).” (335).

10Cada una de las elipses en las figuras que se presentan en el análisis representa un conglomerado.

11El Cerro y Tomkinson conforman dos barrios administrativos distintos según el INE.

12“Y metían Cerro” en el lenguaje popular expresa “y decían que era el Cerro”

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