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Cultura y representaciones sociales

versão On-line ISSN 2007-8110

Cultura representaciones soc vol.13 no.25 Ciudad de México Set. 2018

https://doi.org/10.28965/2018-25-07 

Artículo 2. Casos

Motivaciones y expectativas en las búsquedas de vínculos eróticos y/o afectivos

Motivations and expectations during the searches of erotic and/or affective relationships

Mariana Palumbo* 

*La autora es licenciada en Sociología (UBA), Magister en Investigación en Ciencias Sociales (UBA) y becaria doctoral en Ciencias Sociales (UBA). Ha realizado estancias de investigación y docentes en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). México.


Resumen

En un contexto en el cual los sujetos poseen trayectorias afectivas cambiantes y heterogéneas este artículo describe y analiza, desde una metodología cualitativa, cuáles son las expectativas y motivaciones que poseen las mujeres y varones heterosexuales adultos que no están en pareja, de sectores medios de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina, al momento de buscar encuentros eróticos y/o afectivos. Se centra en aquellas que he denominado románticas y las que provienen del deseo de ser madres y padres. En todos los casos indago en cómo el entorno -familia, amigos/as, terapeutas- interactúa motivando las búsquedas.

Palabras clave: amor romántico; soltería; maternidad y paternidad; entorno

Abstract

In a context in which people have changing and heterogeneous emotional careers, this article describes and analyzes, from a qualitative methodology, which are the expectations and motivations that cis heterosexual adult single women and men that live in Buenos Aires City, Argentina, have when they search for erotic and/or affective encounters. This articles analyzes those romantic motivations and expectations and the ones that come from the desire of being mothers and fathers. In all cases, I study how the environment -family, friends, therapist- contributes in the searches.

Keywords: romantic love; bachelorhood; maternity and paternity; enviornment

Introducción

El modelo de pareja en la Argentina ha cambiado. La premisa de amor para toda la vida ha perdido predominancia y sobresalen las trayectorias eróticas y afectivas zigzagueantes y heterogéneas. Hemos ingresado en una nueva dinámica de reproducción familiar y de conformación de parejas en la Argentina conocida como “segunda transición demográfica”, diferente a la “primera transición demográfica”1 en la cual el modelo legítimo de familia era el nuclear (Ariño, 2007).

Los rasgos sobresalientes de la segunda transición en la Argentina son una mayor aceptación social de las maneras de experimentar la sexualidad, en un sentido amplio del término, la reivindicación de la autonomía individual, un mayor control por parte de las mujeres sobre la reproducción, un avance en legislación y posicionamiento por parte de las mismas y por colectivos de la diversidad sexual2, una apuesta por parte de las mujeres a priorizar sus carreras y actividades personales por sobre el mandato de la familia y la maternidad; como así también una disminución en el número de nacimientos -entre los que aumentan los extramatrimoniales (Ariño, 2007; Jelin, 1989; Mazzeo, 2010a, 2010b; Torrado, 2004)-.

En este nuevo marco, donde los sujetos entablan trayectorias eróticas y afectivas heterogéneas, las búsquedas se configuran cada vez más acorde a sus expectativas y deseos. Las relaciones afectivas que van generando se enmarcan, aunque con tensiones y matices, dentro de guiones del amor romántico basados en la idea de fidelidad, posesión del otro (Alberoni, 1998) como así también de compañerismo en términos más equitativos (Cosse, 2008a, 2008b, 2010, 2017). El modelo del compañerismo en la actualidad, el cual será problematizado en las próximas páginas, posee para el caso de la Ciudad de Buenos Aires antecedentes históricos en las décadas del sesenta y setenta. Es para esos años que se observa una variabilidad de la sociabilidad afectiva y informal y la aparición de un ideal de mayor equidad dentro de la pareja. Es decir, observamos hoy en los sectores medios de la Ciudad de Buenos Aires aquí abordados que el romanticismo continúa re-apareciendo como un horizonte de sentido, pero la forma en el cual se vivencia es a través de formas múltiples de negociación y vinculación.

El romanticismo jerarquiza las interacciones amorosas y “el amor sexual o de pareja ha quedado encumbrado” como vehículo para alcanzar la felicidad en un contexto de desregulación e incertidumbre (Esteban, 2011: 44). El supuesto del cual parte este artículo se basa en el lugar central que posee el amor y cómo esto es reforzado y performado por los relatos terapéuticos3 que colocan a la normalidad y a la autorrealización en la generación de vínculos afectivos y amorosos.

Considero que el amor es una tecnología del yo en términos de Johnson (2005), dado que es el sitio a través del cual la subjetividad es producida, instalada y regulada. Mantiene su poder precisamente porque ofrece un rango de oportunidades para crear un sentido propio de ser en el mundo (Foucault, 1990; Johnson, 2005). El modo en el cual se despliega el amor como tecnología del yo es primeramente una tecnología de género (de Lauretis, 1996) ya que produce papeles románticos diferenciados para sujetos femeninos y masculinos. Diferentes tecnologías de género serán abordadas en el análisis, como por ejemplo los espacios terapéuticos y los discursos que circulan sobre el amor de pareja, la maternidad y la paternidad, y que re-afianzan la importancia en el desarrollo subjetivo de las mujeres y varones heterosexuales.

Teniendo lo anterior este artículo4 describe y analiza cuáles son las expectativas y motivaciones que poseen las mujeres y varones heterosexuales, de entre 35 y 50 años de edad,5 de sectores medios6 de la Ciudad de Buenos Aires al momento de buscar encuentros eróticos y/o afectivos. Se centra en aquellas que he denominado románticas y las que provienen del deseo de ser madres y padres. Estos tipos ideales (Weber, 2002) de motivaciones fueron construidos con base en la condensación de motivaciones a las que refieren en mayor medida los/as entrevistados/as. En todos los casos indago en cómo el entorno -familia, amigos/as- aparece como un actante7 para que las personas entrevistadas entablen vínculos eróticos y/o afectivos.8

Para el análisis se tendrán en cuenta las dimensiones de edad, género y clase, como así también cómo operan los guiones de la heteronormatividad en relación con el amor romántico en las personas que no están en pareja y que buscan encuentros eróticos y/o afectivos.

Metodología

La metodología de este artículo se basa en un abordaje cualitativo. Se llevaron a cabo 30 entrevistas en profundidad,9 de forma equitativa, a mujeres y varones heterosexuales de entre 35 y 50 años de edad que no están actualmente en ningún tipo de relación de pareja -solteras/os,10 divorciados/as y separadas/os-, hayan tenido al menos una relación de pareja, monógama o no, y que estuvieran buscando establecer encuentros eróticos y afectivos.

Construí una muestra teniendo en cuenta si poseen hijos/as, estado civil (en el caso de las personas que son solteras incluyo si alguna vez convivió con una pareja aunque no se hayan casado), en qué ámbito y qué tipo de puesto desarrolla laboralmente, máximo nivel de instrucción alcanzado y carrera cursada, tipo de hogar en el cual vive, sí tiene hijos/as (en aquellos casos que manifestaron explícitamente no querer tener más hijos/as también fue indicado) y cuáles son los ámbitos donde busca vínculos eróticos y/o afectivos.

Realicé entrevistas en profundidad de tipo biográfico (Denzin, 1989), identificando aquellos repertorios de motivos yturning points(puntos de inflexión) que configuren atmósferas decisionales con el objeto de identificar las búsquedas de encuentros eróticos y/o afectivos.

Coordenadas teóricas en torno al amor

Desde perspectivas feministas (De Beauvoir, 1998; Esteban, 2008; Esteban y Távora, 201; Firestone, 1976; Jónasdóttir, 1991, 1993; Rich, 1983), los guiones sociales del amor romántico han sido criticados a lo largo del siglo XX hasta nuestros días, en tanto parten de “un pensamiento amoroso” (Esteban, 2011: 23) conformado por un conjunto articulado de símbolos, nociones y teorías en torno al amor, que permea los espacios sociales e influye en las prácticas de los individuos estructurando relaciones desiguales de género, clase y etnia, y un modo heterosexual y normativo de entender el deseo, la identidad y el sujeto en su generalidad. Esta forma de comprender el amor romántico implica una ideología en torno al amor que abarca a todas las relaciones afectivas de los sujetos.

En contraste con este modo de evaluar críticamente el amor romántico, Giddens (2006) entiende que para principios de la década del noventa hubo una transformación democratizadora de la intimidad y de las relaciones de género, a la cual el autor denomina “amor confluente”. Este tipo de amor, si bien posee características del amor romántico, se diferencia de él, dado que reviste un carácter contingente que cuestiona la condición necesaria de la fidelidad y del amor para toda la vida. En este tipo de amor prima una mayor democratización y reciprocidad entre los sujetos.

Si bien ambos enfoques -pensamiento amoroso y amor confluente- son antagónicos con relación al carácter opresivo del amor, considero que desde ambas perspectivas puedo observar y analizar, por un lado, qué características y discontinuidades aparecen cuando mujeres y varones se vinculan erótica y afectivamente, y por el otro, cómo son percibidos estos vínculos por los propios sujetos.

A partir de estas concepciones disímiles sobre el amor romántico, que serán abordadas como series (Foucault, 1970) coexistentes y en tensión, caracterizo al amor romántico como la idealización del sujeto amado, la promesa de fidelidad (monogamia) y la propuesta de un proyecto compartido que dure en el tiempo (Alberoni, 1998; Tenorio Tovar, 2012). En el amor romántico -que incorpora elementos del amor pasión, como la idea de “búsqueda” del ser amado ideal-, los afectos y sus expresiones corporales, como caricias o besos, pasan a ser relevantes. Asimismo, la conexión entre el amor y la atracción sexual, propias del amor pasión, se perpetúan en los idearios románticos (Alberoni, 1998). Otros elementos que configuran el amor romántico son el amor agápico, que implica la entrega total al sujeto amado (Bataille, 2010; Illouz, 2009), la intimidad y la representación de que el lazo amoroso debe ser el vínculo más importante en los sujetos.

Resultados

a) Motivaciones y expectativas románticas

En las investigaciones de Isabella Cosse (2008a, 2008b, 2010, 2017) sobre las relaciones de pareja y la familia durante la década del sesenta, en la Ciudad de Buenos Aires, se observa que el modelo del compañerismo11 sobresalió entre sectores medios porteños como un horizonte de sentido amoroso. El mismo asumió connotaciones que apuntaban a la comprensión, la autenticidad, la entrega, la valorización de la realización sexual, una mayor equidad entre los miembros y la realización de cada uno en el otro. Este modelo se nutrió del uso creciente de la psicología y el psicoanálisis para entender los problemas sentimentales y amorosos. La comunicación, a través del diálogo, pasó a ser considerada el medio que posibilitaba la solución de los problemas de pareja y la mayor equidad y realización de las partes.

Para mediados de la década de 1970 estaban institucionalizadas la sociabilidad afectiva informal y la flexibilización del cortejo y del noviazgo. Había un cuestionamiento del carácter indisoluble del matrimonio por el avance de la cultura divorcista y comenzaba a haber una mayor apertura a las uniones consensuales. Asimismo, aparecen aspiraciones de igualdad entre las mujeres respecto a la división de roles de la domesticidad (Cosse, 2008a, 2010). En esta década, el ideario de compañerismo basado en la equidad y la lealtad, era una noción extendida en los medios de comunicación como así también dentro de la izquierda revolucionaria de aquellos años en la Argentina (Cosse, 2017) tanto para la noción de compañero/a político como amoroso.

El modelo vincular del compañerismo, forjado durante las décadas del sesenta y setenta, en el siglo XXI, aparece como un modelo aspiracional entre las personas heterosexuales que buscan vínculos eróticos y/o afectivos. Este modelo se basa en la idea de la falta (Johnson, 2005). Desde el vínculo con un otro, como una tecnología del yo (Foucault 1990), los sujetos se completan y elaboran su sexualidad.

E : ¿Y cómo sería tu pareja ideal?

Cintia: Que sea compañero en todo. Puede ser que sea muy hinchapelotas, pero, si estoy mal que me apoye. Que no me diga “son tus quilombos”. Tengo compañeras que están juntadas con chicos que son separados y se re ocupan de los chicos de ellas o los llevan al club, los van a buscar. Se ocupan de un montón de cosas, o sea como si fuese una pareja normal, como si fuese el padre de los chicos (Cintia, 39 años).

Cintia, una entrevistada de 39 años de edad divorciada, vive con su hijo de 13 años en un barrio de clase media de la Ciudad de Buenos Aires y trabaja a jornada completa como secretaria en una empresa. Hace varios años que busca una pareja, en términos monógamos, utiliza páginas web de citas y concurre a eventos de speed dating (citas rápidas o multicitas). En su relato, el compañerismo aparece como una aspiración que pone su foco en el diálogo, la comunicación, el cuidar y el apoyar al otro y no coloca su acento en aspectos pasionales del amor romántico, como por ejemplo las relaciones sexuales o el conflicto. La importancia que se le otorga al diálogo se enmarca en la emergencia de un modelo de sociabilidad basado en la comunicación. Éste se nutrió del ideal terapéutico de la comunicación que tiene como objetivo

... inculcar el control emocional, el punto de vista «neutral», y la capacidad de escuchar e identificarse con los otros y de llevar adelante relaciones que sigan procedimientos de discurso justos (Illouz, 2010: 300).

Este modelo comunicacional, que “intelectualiza” o “racionaliza” los vínculos más íntimos (Illouz, 2007: 81; Illouz, 2012: 215), lleva a un estilo de amor romántico denominado por Illouz (2009) como “realista”. Este tipo de amor se nutre de un ideal de autonomía del yo impulsado desde la masificación de la psicología (Illouz, 2012: 215). La idea de fusión (Bataille, 2010) se contrapone a dicha autonomía y lo que priman son negociaciones entre dos entidades autónomas, reflexivas y maduras.12 Lo importante es poder dialogar y compartir desde lo simple. En el amor realista las experiencias románticas transcurren dentro de la cotidianeidad: compartir un mate, tener charlas. Otro elemento del amor realista es la compatibilidad y evitar el conflicto. Esto remite a la figura del fluir, “en un continuo de acciones y ámbitos naturalizados sobre los cuales existe un acuerdo tácito y confiable” (Illouz, 2009: 219). Los/as entrevistados/as refieren a este aspecto con frases como “que pensemos parecido”.

Las personas entrevistadas asocian al amor realista, basado en el aspecto dialógico y comunicacional del modelo de compañerismo, con la edad. Cuando las personas se acercan a los cuarenta años relatan sus aspiraciones de vínculos eróticos y/o afectivos en términos realistas, a diferencia de sus primeras relaciones de noviazgo y aquellas que tuvieron cuando tenían veinte años que son relatadas en términos agápicos y pasionales. El ágape posee los atributos de la pasión romántica, es irracional y es conferido sin razones. En el amor como agápe, amamos al otro aunque vaya en contra de nuestros intereses sociales o emocionales (Boltanski, 2000). El amor como ágape está definido por el don, no se espera nada a cambio (el contra-don). Es el dar sin ponderar la reciprocidad.

Los/as entrevistados/as diferencian entre el amor cuando se tiene veinte, treinta y cuarenta. Marcan etapas diferentes en relación con el amor para cada década de su vida.

E : Contame, ¿cómo serían las etapas?

Miguel: A los 17 amor platónico y a los 25 el amor es para siempre y la familia.

E : Uno empieza a proyectar la familia, ¿decís?

Miguel: Sí, a los 28, empezás a proyectar. Y una vez que te separas, a los 37, te das cuenta que no todo es para siempre y tratas de disfrutar el momento…Lo que te decía, la casa era a nombre de los dos. A los 40 la casa es a nombre mío, el auto a nombre mío y con lo económico que no tenés a los 25. Por eso también seleccionas (…) A los 40 podés conocer al amor de tu vida, pero con más recaudos y te cuidas más. En cambio, a los 20 y pico estás dispuesto a demostrar que sos el amor de mi vida, que sos un poeta, que soy romántico, que te corro la silla y abro la puerta, que te traigo rosas (Miguel, 38 años).

Miguel tiene 38 años de edad, está divorciado hace cuatro años y es dueño de una pequeña empresa. Se casó con su novia de los “veintes” y pensó que sería para siempre. Ahora que está soltero concurre asiduamente a bares y a discotecas a buscar vínculos de tipo sexual, aunque me comenta que siempre está expentate de encontrar a alguien con quien “ponerse en serio”. En su relato el amor a su edad se aleja de su componente agápico y se asemeja al amor como eros. En eros lo económico o el interés por el bienestar personal se acentúan y aparece una mayor evaluación del otro; “vengo con pie de plomo” o lo “miro con lupa”, son expresiones que aparecen en las entrevistas. Explica Illouz que si bien el eros en sí mismo no es necesariamente premeditado o interesado apunta a una interpretación del amor como una emoción racional e interesada, pues posee las propiedades cognitivas de los sentimientos inducidos por la razón (Illouz, 2009: 282).

Referencias al estatus económico de la otra persona y al bienestar aparecen tanto en varones como mujeres. La comodidad es parte del amor como eros y del amor realista. Las aplicaciones y sitios de citas marcan la distancia en la cual se encuentra la otra persona. La cercanía geográfica es un aspecto que juega un rol central al momento de buscar un vínculo erótico y/o afectivo. La preferencia por personas que se encuentren cerca se debe a la mayor facilidad y el menor tiempo que implica encontrarse, pero también se vincula a un contexto de individualización y hedonismo donde hay una exacerbación, por parte de las personas, de la búsqueda de la realización personal y de cumplir con sus deseos de la forma más expeditiva posible (Lipovetsky, 2000).

Si bien el amor a la edad de los entrevistados está cargado de componentes más racionales y de la predominancia del interés por el yo, esto no implica que no haya aspiraciones románticas, que incluyan lo agápico. El compañerismo, a partir del diálogo y del cuidar al otro, aparece en las distintas entrevistas como representaciones románticas deseadas. Por ejemplo en el caso de Leonardo (35 años), quien nunca convivió y usa las aplicaciones Tinder y Happn en pos de tener encuentros sexuales pero también para conocer mujeres con quienes poder entablar una relación de más largo alcance, el amor implica un don en tanto entrega total, en términos monógamos, a una única persona.

Otra de las motivaciones románticas es la posibilidad de poder compartir en pareja. Los rituales románticos, incluidos los viajes, están anclados en el consumo de bienes y servicios (Illouz 2009). Los viajes en pareja son el ejemplo prototípico para los/as entrevistados/as al momento de narrar una experiencia que les gustaría compartir de a dos y como hitos en el desarrollo de un vínculo de pareja. Hay una íntima vinculación entre mercado y representación romántica en mis entrevistados/as de clase media. Por ejemplo, para Ángeles (39 años), quien hace más de quince años que no está en pareja y nunca convivió, aspira a poder irse de vacaciones con una persona con quien esté de novia. Marca este hito junto con el de convivir como experiencias románticas que hacen a la construcción de una pareja y que ella desea vivenciar.

Los viajes también implican una evolución en el desarrollo de una relación. Edith (42 años), divorciada de su primer marido y padre de su hija y separada de quien fue “el amor de su vida” luego de ocho años de pareja, relata una escena en la cual su ex pareja le propuso irse juntos de vacaciones por una semana, como una primera experiencia de convivir con la otra persona, cuando hacía alrededor de cuatro meses que estaban juntos. La misma implicó un proyecto compartido y una evolución del vínculo.

E : ¿Y cómo fue el momento en que decidieron irse de vacaciones juntos?

Edith: Nada, estamos los dos grandes y teníamos en claro lo que queríamos. Él me dijo “tengo ganas de tener un proyecto con vos, hacer algo”, eso me lo habrá dicho un sábado o domingo y yo que soy re pragmática el lunes le dije “encontré esto”. No me preguntes por qué el norte de Brasil o qué se me cruzó en la cabeza. Me habían llegado justo unas promociones buenísimas. “Bueno, sacalo”, me dijo. “Bueno, chau. Lo saco” (Edith, 41 años).

Dentro de los paisajes paradisíacos, como las playas de Brasil, priman las utopías de lo natural, lo exótico, lo sencillo dentro de un mundo cotidiano atravesado por las lógicas del trabajo, la oficina y la industria. Illouz (2009) explica que existe una asociación entre el romance y el turismo que evoca a la pureza, autenticidad y naturaleza del yo, “tanto el amor romántico como la naturaleza supuestamente representan el costado más auténtico del yo, en oposición a la falta de autenticidad vinculada a la vida urbana” (Illouz, 2009: 193). Los viajes están dotados de una potencia especial porque permiten que las personas se abstraigan de la rutina, del trabajo y de las obligaciones sociales. En consonancia con la estética inclusiva del posmodernismo, estos paisajes naturales, en tanto no son opulentos, parecen, a primera vista, accesibles para todos/as y como lugares donde las personas pueden sentirse libres. Sin embargo, detrás de esta imagen bucólica priman las lógicas del ocio consumista que promueve el turismo (Illouz, 2009: 144-146). Los rituales románticos, como los viajes, están atravesados por el consumo de bienes y servicios.

La playa “virgen” para las personas de sectores medios y altos es un lugar ideal para experimentar sensaciones cercanas a la libertad y la intimidad debido a que se alejan no sólo del mundo industrial sino también de visitantes de sectores populares, como sería ir a una playa céntrica en un balneario popular de la costa argentina. Resume Illouz la tensión entre naturaleza y consumo de la siguiente manera:

El potencial de la utopía romántica reside entonces en la doble capacidad simultánea de reafirmar los valores del capitalismo posindustrial y convertirlos inversamente en símbolos de sencillez primitiva y emotividad pura. La utopía romántica posmoderna contiene la fantasía de un mundo de ocio, auténtico e igualitario, pero a la vez consolida las nuevas divisiones e identidades sociales (Illouz, 2009: 146).

En los perfiles de las aplicaciones y de los sitios web de citas de los/as usuarios/as de sectores medios aparecen fotos en lugares turísticos y sobre todo en playas desiertas o caribeñas. Desde estas imágenes, los sujetos que están buscando vínculos eróticos y/o afectivos se presentan, a la vez que son visualizados como deseables. A partir de las fotografías en paisajes naturales muestran su posición social y se acercan a lo que ellos/as consideran su autenticidad o “naturaleza”.

b) Motivaciones: maternidad y paternidad

La maternidad y la paternidad aparecen como aspiraciones fundamentales del proyecto de vida de los/as entrevistados/as. Coral Herrera Gómez (2012), en una línea de análisis similar a la de Eva Illouz (2009, 2010) explica que el sistema capitalista gira en torno a la pareja heterosexual en edad reproductiva.

La cultura mitifica e idealiza a la pareja feliz, y vende historias de amor para ser consumidas. Las parejas felices llenan los centros comerciales, sostienen la industria inmobiliaria, viven en la industria del entretenimiento: todo el consumo pasa por estas parejas, que a lo largo de su vida compran niditos de amor, coches, joyas y flores, muebles para la casa, ropita y accesorios de bebé, etc. (Herrera Gómez, 2012: 12).

Durante la primera etapa de la investigación apareció como un emergente que si bien hay mujeres y varones que han retrasado la maternidad y la paternidad en pos de sus carreras profesionales (Beck, 2001; Gillespie, 2000; Schwarz, 2010), igualmente desean ser padres y madres, como primera opción, a partir de la constitución de una pareja estable. No obstante, en algunos casos, mujeres que están cercanas a los cuarenta años de edad y no han podido tener hijas/os con una pareja buscan alternativas mediadas por el mercado en clínicas de reproducción biotecnológica o de congelamiento de óvulos. La imposibilidad de llegar a cumplir con estas expectativas les genera emociones de inseguridad, ansiedad y angustias. Según Illouz (2012), el mandato y el deseo de reproducción de las personas varían según el género y recae principalmente sobre las mujeres heterosexuales. La maternidad es percibida por la sociedad como natural y el deseo materno aparece como inevitable y central para la construcción normal de la feminidad, a pesar de las resistencias que se han articulado a lo largo de más de medio siglo (Dever y Saugeres, 2004; Gillespie, 2000; Letherby, 1999; Maher y Saugeres, 2007; Morell, 1994; Schwarz, 2010).

Tanto en varones como en mujeres que no tuvieron hijos/as aparece el deseo de tenerlos/as. En ninguno de estos casos refieren a que no lo hicieron por una elección personal, sino más bien porque no lograron formar parejas estables con quienes tenerlos/as; y en el caso específico de dos mujeres por problemas de salud que no les permiten llevar un embarazo a término.

Si bien el deseo reproductivo se presenta en ambos géneros, hay diferencias en la forma de vehiculizarlo entre mujeres y varones. La diferencia en la adecuación a este deseo se desprende de que dentro de la construcción de género femenina (de Lauretis, 1996) la maternidad es una forma de realización y reconocimiento, en tanto lo femenino está vinculado a la idea de cuidado y afectividad (Burin, 2003). Mujeres que pospusieron la maternidad y quieren tener hijos/as, al acercarse al final del “reloj biológico” (Dever y Saugeres, 2004; Klinenberg, 2012) se informan y/u optan por medios de reproducción biotecnológica. Aparece en sus relatos una agencia en pos de alcanzar sus propósitos por encima de posturas pesimistas. Estas mujeres primeramente apostaron al modelo de maternidad dentro de un marco de conyugalidad junto con un varón, pero cuando se acercan a los cuarenta años de edad averiguan solas con sus médicos/as ginecólogos/as sobre estas técnicas de reproducción biotecnológica. En ningún caso, los/as entrevistados/as se refirieron a la maternidad o a la paternidad desde la posibilidad de la adopción. Es decir, con o sin pareja, la maternidad o paternidad es querida idealmente a partir de lazos consanguíneos.

Cuando Ángeles tenía 40 años, siete meses después de la primera entrevista, volví a entrevistarla. Con al apoyo de su familia había tomado la decisión de comenzar tratamientos médicos de reproducción biotecnológica y ya había tenido el primer intento. Otro actante que aparece como fortaleciéndola e incentivándola en el cumplimiento de su deseo de ser madre es la terapeuta.

En la modernidad tardía las personas actúan de manera más acentuada racionalmente según arreglo a valores en términos weberianos. Para seguir las leyes de la competencia y la carrera se imponen valores como la rapidez, la eficiencia y la disciplina. La figura del/a hijo/a representa el lado natural -basado en afectos como la sensibilidad, el cariño, la cercanía- y lo opuesto a los valores del trabajo (Beck y Beck-Gernsheim, 2001: 150).

Por su parte, los varones apuestan a medida que tienen más años a encontrar una pareja estable más joven con quien tener hijos/as. La figura del reloj biológico femenino (Dever y Saugeres, 2004; Klinenberg, 2012) asociado con la pérdida de la fertilidad como así también de la juventud opera en los varones al momento de elegir con quien tener una pareja. Si bien a partir de medios “naturales” las mujeres respecto a los varones tienen menos cantidad de años para concebir, los varones posponen también sus búsquedas porque dentro de su construcción de género hay una mayor aceptación social a que entablen vínculos con mujeres más jóvenes. Esto es diferente de mujeres a varones.

Dentro de una estructura heterosexista desigual de relaciones entre los géneros, la pérdida del look age (parecer de una edad) joven (Featherstone y Hepworth, 1991), entendida como parte del capital erótico de los sujetos (Hakim, 2012), es percibida más negativamente sobre las mujeres que sobre los varones. Asimismo, la edad y el tener o no hijos/as moldea las búsquedas, los varones consideran que una mujer sin hijos/as cercana a los cuarenta años edad y que busca vínculos eróticos y/o afectivos está “desesperada” o apresurada por encontrar un varón con quien tenerlos.

c) El entorno como actante motivacional en las búsquedas

El entorno, a saber amigos/as, familia, compañeros/as de trabajo incentivan a que las personas que no están en pareja entablen vínculos eróticos y/o afectivos. Los/as amigos/as solteros/as que usan las aplicaciones y sitios de citas son quienes, principalmente, les sugieren a los/as entrevistados/as a que se las instalen.

Las amigas aparecen como actantes que acompañan a las mujeres en la gestión del no estar en pareja y las incentivan en los momentos iniciales de sus búsquedas de encuentros. En las mujeres se visualiza un prejuicio o timidez inicial, más marcada que en los varones, sobre utilizar aplicaciones o sitios de citas. Ante esta circunstancia, una amiga le arma el perfil. Esto es relatado en tono alegre y cómo un juego. Esteban (2011) comprende a la amistad como un tipo de vínculo desde el cual se generan lazos comunitarios de mayor reciprocidad en contraposición a los eróticos-afectivos, que son los vínculos privilegiados en la modernidad tardía y en los estudios existentes sobre amor.

A diferencia de los varones, las mujeres introducen en sus relatos a sus amigas como actantes intervinientes, por ejemplo ellas se crean los usuarios de las aplicaciones en caso de que alguna le de vergüenza. Por su parte, en las relaciones de amistad entre varones lo que aparece es que entre ellos se comparten información sobre las aplicaciones y sitios web de citas. En el caso de la entrevista a Mateo (44 años) se suma a que son sus amigas quienes le presentan amigas propias para que él entable vínculos eróticos y/o afectivos.

Como en el caso de las mujeres, los varones son proactivos a salir y “conocer gente”, y van acompañados de otros amigos como forma de acompañarse. Lejos de vivir la soltería con angustia, como se ve en estos fragmentos, la tramitan junto con un entorno en el cual también hay otras amigas/os solteras/os o no con quienes compartir, darse consejos y divertirse mientras se busca.

Un actante que aparece motivando las búsquedas es la terapeuta mujer. La figura de la terapeuta como apoyo e incentivo para buscar vínculos eróticos y/o afectivos aparece en las entrevistas a las mujeres. En un contexto de individualización y donde la realización del sujeto pareciera ser fruto del mérito individual, depende íntegramente de los sujetos generar lazos de este tipo para constituirse como sujetos plenos. En el caso de las mujeres, un relato que reafirma y perfoma al amor como horizonte de sentido y como tecnología del yo son los discursos terapéuticos.

Los psicólogos han postulado a la intimidad como un ideal a alcanzar en las relaciones sexuales y conyugales. En el contexto de relaciones estrechas, la intimidad, así como la autorrealización y otras categorías inventadas por los psicólogos se convirtieron en sinónimo de “salud” (Illouz, 2007: 105).

Eva Illouz (2010) postula que la terapia le brinda a los yoes desorganizados herramientas para que puedan manejar las conductas de sus vidas en los contextos actuales. Para la autora, la contribución más distintiva que realizó el psicoanálisis a la cultura norteamericana ha sido la de formular un lenguaje y proporcionar marcos de significado que colocaron a la vida diaria, la salud mental y la normalidad en el centro de la identidad de hombres y las mujeres modernos. Ofrece recetas, planes de acción, metáforas y patrones narrativos que ayudan a las personas a arreglárselas ante la complejidad creciente y la incertidumbre de las vidas modernas tanto en el ambiente sexual y familiar como así también en el laboral (Illouz, 2010: 301-303).

El planteamiento de Illouz es extrapolable a los sectores medios en el contexto de la Ciudad de Buenos Aires, que aquí nos ocupa, por el gran valor e injerencia que tienen en estos sectores las terapias psicológicas en general y sobre todo el psicoanálisis (Acha, 2007; Plotkin, 2003; Visacovsky, 2002). Explica Plotkin (2017) que en la Argentina el psicoanálisis ha desbordado ampliamente su estatuto de “discurso experto” y se ha convertido en una lente a través del cual, al menos ciertos sectores sociales, filtran la realidad, desde comienzos de la década del siglo XX hasta nuestros días.13

Los relatos terapéuticos refuerzan la idea de que depende de los sujetos su desarrollo personal. Los valores del mérito y la fortuna son efecto de emociones bien manejadas y de una actitud proactiva de cada persona (Illouz, 2010). Esta producción de subjetividades activas en la búsqueda de la generación de vínculos eróticos y afectivos se da en las mujeres y no así en los varones. En las mujeres que hacen terapia (en todos los casos sus terapeutas son también mujeres) este espacio es una tecnología de género (de Lauretis, 1996) que promueve la construcción de una feminidad que busque formar una pareja estable, como modo de alcanzar la realización subjetiva y el bienestar.

En cambio, los varones si bien mencionan que fueron a terapia luego del corte en una relación de pareja, la figura del terapeuta cuenta con un lugar secundario en los relatos. Aparece cuando yo les consulto si han ido a terapia y no es ponderado como un actante central que los apoya, en su presente, en las búsquedas de vínculos eróticos y afectivos. Más bien es un actante que los ayudó a transitar situaciones pasadas, sus malos momentos con sus ex parejas y las rupturas amorosas. Esto aparece en los casos de Elías (41 años), Pedro (39 años) y José Luis (50 años) fueron a terapia porque sus relaciones con sus ex parejas atravesaban momentos conflictivos. En la terapia reflexionan sobre esos vínculos y les dan un cierre.

En el caso de José Luis -quien se separó luego de tener una relación de 10 años basada según explica en mucha sinergia sexual entre las partes aunque atravesada por diversos conflictos-, aparece el padre, quien era psicoanalista, recomendándole a su hijo que haga terapia. La familia -hijos/as, hermanos/as, primas/os, padres y madres- intervienen, en algunos/as entrevistados/as, dando opiniones o consejos en sobre sus búsquedas de vínculos eróticos y/o afectivos.

En las entrevistas a mujeres aparece la familia opinando sobre su estado sentimental, queriendo averiguar si estaban o no en algún tipo de vínculo erótico y/o afectivo o armándoles perfiles para que conozcan gente. Por ejemplo en el caso de Laura de 48 años-usuaria de la aplicación Tinder, divorciada dos veces y madre de dos hijos/as-, el hermano le armó un perfil en un sitio web de citas. Por el contrario, en los varones esas referencias no aparecen. Sólo en un caso, Horacio de 49 años, quien hacia dos años que se había divorciado luego de una relación de más de 25 años, comenta que cuando se divorció a sus padres les llamó la atención pero no tanto ya que notaban que con su ex esposa no estaban bien.

La figura de la mujer soltera tiene un peso más negativo en el entorno que la del varón soltero (Klinenberg, 2012).14 Desde una perspectiva que ponga en análisis al género son diferentes las expectativas y representaciones culturales que se construyen para las subjetividades femeninas y masculinas (de Lauretis, 1996). Micaela (44 años), quien tuvo su última pareja hace cuatro años y tiene un hijo adolescente, vive la soltería como soledad, esto le duele y le pesa. Los actantes como su madre y sus conocidos/as le marcan y cuestionan por qué no está en pareja, a partir de resaltarle los aspectos positivos de su personalidad “sos una chica buena, linda, inteligente, divertida, mucha gente querría salir con vos. Vas a encontrar a alguien”. Ella considera que esos actantes en vez de actuar ayudándola a conocer a alguien, no le presentan gente y le realizan comentarios que la hacen cuestionar sobre por qué no está en pareja, a pesar de tener capital erótico (Hakim, 2012). Es decir, su entorno no la contiene ni actúa propositivamente, más bien le marcan la falta, y esto es experimentado por ella con dolor. Estas emociones de tristeza y dolor tienen lugar en un contexto en el cual el amor vuelve a las personas, especialmente a las mujeres, que están en parejas como sanas y autorrealizadas (Illouz, 2009; Johnson, 2005). Contra este panorama ella gestiona individualmente la búsqueda de pareja.

Otro actante que estimula las búsquedas son los/as hijos/as. Estos/as aparecen como actantes que preguntan desde la complicidad a sus madres si están en pareja, las informan sobre aplicaciones de citas o les consultan con quién están chateando. Estos diálogos son posibles en nuevos marcos culturales a partir de los cuales la sociabilización en las distintas edades está signada por una mayor apertura a hablar abiertamente del placer como dimensión valiosa y positiva de la sexualidad (Elizalde y Felitti, 2015: 6). Asimismo, existe un prolifero mercado tanto cara a cara como virtual de encuentro de vínculos eróticos y/o afectivo.

Ernestina: Mi hija que tiene 12 me puso Tinder. Ella me puso la aplicación en un principio, creo que era para buscar en un rango de 38 a 45 años. Y fue un flash de verdad. Porque empecé a ver a un sector al que de verdad yo no accedo socialmente. Yo no me cruzo a esa gente en la calle. No es gente accesible a mí. Y eso era como un flash, accesible a mí. Me divertía muchísimo, me interesaba muchísimo saber qué estaba haciendo la gente de mi edad que yo no la tengo alrededor mío (Ernestina, 43 años).

Cuando una pareja se separa, generalmente quienes se quedan con los/as hijos/as son las mujeres. Este es el caso de Ernestina de 43 años, madre de dos hijos/as (uno pequeño y otra adolescente), bailarina y actriz. El hecho de que las madres sean las encargadas del cuidado se sustenta en estructuras desiguales y jerárquicas que ubican a las mujeres como las encargadas de mantener y garantizar el cuidado de la familia. Explica Burin (2003) que las mujeres son las proveedoras de afectos tanto dentro como fuera del hogar. Se crea así en la feminidad, según la autora, el ideal materno y de proveedora de afectos como fundante de su subjetividad. En nombre de estos ideales, entendidos en un carácter trascendental, se perpetúan las desigualdades de género (Estaban y Távora, 2005). En tanto son las mujeres quienes se quedan mayoritariamente con la tenencia de los/as hijos/as, ellos/as interactúan, en su cotidianeidad, con las búsquedas de vínculos eróticos y/o afectivos de sus madres. Esta es una de las razones que lleva a que aparezcan referenciados como actantes y espectadores de forma más reiterada en las entrevistas a las mujeres que a los varones.

Algunos datos que echan luz sobre este aspecto en la Ciudad de Buenos Aires son que los varones muestran mayor propensión a la reincidencia nupcial, mientras que las mujeres, en las uniones que han tenido hijos, son las que generalmente obtienen su tenencia, hecho que condiciona la formación de lazos eróticos o nuevas uniones (Mazzeo, 2010a). El aumento creciente de los divorcios y de las separaciones de parejas consensuales es la primera causa del aumento de familias monoparentales, preferentemente de jefatura femenina (Mazzeo, 2010b). La feminización de la jefatura de hogar es una tendencia observada en las últimas décadas del siglo pasado en todo el país y ha cobrado mayor dinamismo en la primera década del siglo XXI, tanto en las familias monoparentales como en las familias nucleares completas (Ariño, 2014). La jefatura femenina en los hogares monoparentales ha seguido incrementándose, para el año 2010 más del 80% de estas familias estaba a cargo de una mujer (Ariño, 2007, 2014).

Las mujeres y los varones separados o divorciados con hijos/as no salen a bares o a bailar cuando les toca estar con ellos/as, los sitios de citas y aplicaciones devienen los medios ideales desde los cuales encontrarse virtualmente con otros. En tanto que los/as hijos/as viven principalmente, más días de la semana, con sus madres este aspecto se acentúa en las mujeres quienes deben negociar los espacios, tiempos y las formas para poder concretar los encuentros cara a cara. Laura (48 años) busca vínculos eróticos y/o afectivos a través de una aplicación virtual de citas, pero para poder concretar los encuentros debe realizar dichas estrategias que le permiten equilibrar sus búsquedas. Las citas cara a cara que más se adecúan a sus posibilidades son las de ir a almorzar en el horario de trabajo o ir a tomar un café hasta temprano.

Mientras que en las entrevistas a las mujeres aparecen relatos sobre las estrategias que ellas realizan para poder equilibrar, durante sus búsquedas, el hecho de ser mujeres deseadas y deseantes eróticamente con las expectativas de sus hijos/as sobre sus papeles como madres, en las entrevistas a los varones no suele haber referencias sobre cómo incide el hecho de tener hijos/as. Los días que están con sus hijos son pocos y eso hace que sólo ciertos días no puedan tener encuentros cara a cara.

No obstante estas limitantes que experimentan las mujeres por el hecho de tener la mayor parte del tiempo (o siempre) a sus hijos/as a cargo, los días que ellos/as no están salen y se vinculan erótica y afectivamente cara a cara con otros. Cuanto más equitativa es la distribución de los días con el padre más tiempo tienen para sus actividades sociales les queda.

Discusión

Según la bibliografía especializada sobre amor romántico y conformación de parejas, entablar vínculos eróticos o amorosos y la heterosexualidad son hechos naturalizados y presupuesto por parte de nuestra sociedad (Estaban y Távora, 2005; Johnson, 2005; Rodríguez Salazar, 2012). Asimismo, Johnson (2005) y Esteba Galarza y Távora (2005) señalan que el amor contribuye a la normalización y naturalización de la heterosexualidad en tanto produce a los géneros. Facilita la producción y adscripción de las subjetividades en la distinción binaria masculino-femenina. Las narrativas románticas del amor heterosexual postulan que los sentimientos románticos son experimentados en un cuerpo, visto como natural, y que son causados por alguien del género opuesto. La falta es el principio organizador de la heterosexualidad y es supuestamente resuelta a través de la relación amorosa.

Si bien me distancio de estas lecturas totalizantes sobre los vínculos amorosos, en tanto visualizo tensiones, quiebres y negociaciones de los sujetos con los guiones sociales (Gagnon y Simon, 2005) imperante sobre el amor romántico, retomé las nociones de tecnología del yo y de género para echar luz sobre cómo desde distintos ámbitos, por ejemplo el terapéutico, se reinstala una idea de completud subjetiva a partir del amor.

Los relatos terapéuticos han difundido la idea de que los vínculos amorosos, sus rupturas, y el no estar en pareja se explican en función de la historia individual del sujeto, por lo que se encuentran en la esfera de su propio control. Es decir, prima un imaginario de responsabilidad individual ante el hecho de que una persona busque o no estar en pareja. Hacen de la experiencia de estar sin pareja una situación que debe ser analizada (Illouz, 2007, 2012). Esto se debe, en términos de Foucault y Sennett (1988), a que el desarrollo de la subjetividad se ha mezclado con la sexualidad. Desde los discursos terapéuticos, fuertemente anclados en la sexualidad, se pretende interpretar al desarrollo subjetivo y a la supuesta verdad del sujeto. Quienes no entablen relaciones eróticas y/o afectivas serán considerados como individuos solitarios, no realizados emocionalmente. Esto se observa en cómo actantes como la terapeuta y la familia intervienen activamente en pos de que la persona soltera logre vincularse afectivamente con otros.

Estos discursos sobre el amor sustentan las motivaciones al momento de las búsquedas de encuentros eróticos y/o afectivos y las interacciones, sin con esto presuponer que estas búsquedas tengan como propósito la constitución de una pareja en términos tradicionales -monógama y fija-, como forma de anclaje y realización del yo. Entiendo que en las búsquedas de encuentros eróticos y/o afectivos las personas no están necesariamente buscando pareja y que no prima en sus vínculos un contenido amoroso entendido como eros, sino que también persiguen búsquedas simplemente eróticas -que los/as entrevistados/as denominan como “amigos/as”, “amantes”, “estar viendo a alguien”- o formas de amor de tipo racional como así también expectativas vinculadas a la maternidad y paternidad.

Recapitulación y conclusiones

En este artículo analicé cuáles son las motivaciones y expectativas que se ponen en juego al momento de buscar vínculos eróticos y/o afectivos. Para tal fin tuve en cuenta cómo el género, la edad y los estilos de vida de sectores de clase media aparecen moldeando la vivencia del no estar en pareja y las motivaciones y expectativas al momento de buscar vínculos.

A partir del análisis de las entrevistas, los aspectos que aparecieron como centrales son: motivaciones y expectativas románticas; el deseo de ser madres y padres; y el entorno familiar y de amistad como actantes motivacionales. Dentro de las motivaciones románticas desarrollé cómo la edad genera búsquedas de amores más racionales o intelectualizados. El modelo preconizado como horizonte romántico de sentido es el del compañerismo, basado en el diálogo, la comunicación y rituales consumistas como los viajes. Pero que a su vez este modelo estereotipado convive con idearios del amor romántico como proyectos a futuro que incluyen al amor por siempre o la entrega total, en términos agápicos.

En relación con el deseo de tener hijos/as se presenta en ambos géneros, pero los tiempos y las formas de vehiculizarlo son diferentes según el género de los actores. El “reloj biológico”, la pérdida de la juventud, entendida como capital erótico, y la mayor aceptación social a que varones mayores salgan con mujeres más jóvenes, y no a la inversa, apremia los tiempos de las mujeres, quienes optan cada vez más por ser madres solteras y por técnicas de reproducción biotecnológicas.

El entorno, a saber, amigos/as, familia, compañeros/as de trabajo, terapeutas (sobre todo en las mujeres) incentivan y apoyan a que las personas que no están en pareja entablen vínculos eróticos y/o afectivos. A su vez, que la multiplicidad de ámbitos virtuales facilita las búsquedas de encuentros. No obstante, las mujeres, quienes más se encargan del cuidado de los/as hijos/as, esgrimen estrategias que les permitan equilibrar su soltería, en tanto mujeres deseadas y deseantes, con la maternidad.

A partir de mis hallazgos desarrollé una discusión analítica con aquellas perspectivas y discursos que apuntan a la obligatoriedad de la felicidad y del bienestar, entre ellos los psi, que vuelven, por un lado, a la satisfacción emocional y a los intereses individuales como vectores que guían las búsquedas; y por el otro, que ubican al amor como una tecnología del yo que nos conforma como sujetos autorrealizados.

Por último, considero que la soltería es vivida como estado paréntesis en las carreras emocionales de las personas. El amor romántico y los postulados de la heteronormatividad, a saber la cohabitación, la pareja en términos monógamos y el deseo materno/paterno, son horizontes de sentido con los cuales las personas heterosexuales negocian, se acercan y se alejan. Sin embargo, estas formas de tramitar la soltería y sus motivaciones no son estáticas y perennes, van mutando dentro de la trayectoria de cada entrevistado/a como así también de un caso a otro.

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1La primera transición demográfica tuvo lugar en la Argentina desde fines del siglo XIX. Se basó en la aceleración del crecimiento vegetativo por desfase de la caída de la natalidad respecto a la mortalidad (Ariño, 2007; Pantelides, 1988, 1989).

2En Argentina se sancionaron diversas leyes sobre la temática en los últimos años, dentro de las cuales se destacan: en el año 2004, la ley de Parto Humanizado (ley 25.929), en 2006 la ley de Educación Sexual Integral (ley 26.150), en 2009 la ley de Protección Integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres (ley 26.485), en 2010 el Matrimonio Igualitario (ley 26.618), en 2012 la ley de Identidad de Género (ley 26.743) y en 2013 la ley de Reproducción Medicamente Asistida (ley 26.862).

3El discurso terapéutico, anclado en la autorrealización convergió en “la creación de un campo de acción en el cual la salud mental y emocional es la principal mercancía en circulación. Todos contribuyeron a la emergencia de lo que llamo un campo emocional” (Illouz, 2007: 138). En este campo confluye el Estado, la academia, los grupos de profesionales acreditados por el Estado, segmentos de las industrias culturales, la universidad, el mercado de medicamentos y la cultura popular, para crear un campo de acción y discurso con reglas propias, objetos y límites.

4El artículo es fruto de los resultados de mi tesis doctoral. La investigación fue realizada desde el año 2015 al 2017.

5En relación con el grupo etario, el interés de analizar a las personas heterosexuales de entre 35 y 50 años que no estén en pareja se debe a dos razones. En primer lugar, los cuarenta años se presentan como el umbral de la fertilidad femenina para el discurso médico hegemónico, como por ejemplo para la “American Society for reproductive Medicine” y para los Institutos Nacionales de Salud (NIH por sus siglas en inglés), del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos. Según estas instituciones una mujer alcanza su mayor fertilidad entre los 20 y los 25 años de edad. Las probabilidades de que una mujer quede embarazada disminuyen considerablemente después de los 35 años (y especialmente después de los 40). De todos modos, la edad en la que la fertilidad comienza a declinar varía de una mujer a otra (American Society for Reproductive Medicine, 2015; Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos 2012). Este discurso se hace presente también en los varones y mujeres que entrevisté. Ellos/as consideran que la fertilidad y la capacidad de reproducción biológica se disminuyen cuando las mujeres se acercan a los cuarenta años de edad y que la forma deseable de ser padres o madres es a partir de embarazos “naturales” -excluyen, como primera opción, a aquellos embarazos logrados a partir de algún tipo de tratamiento médico de reproducción biotecnológica o la adopción-. En segundo lugar, la concentración de los divorcios, al momento de su sentencia, está dada en los grupos de 35- 39, 40-44 y 45-49 (Dirección General de Estadísticas y Censos. Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, 2014).

6Retomo la caracterización y tipología de clase media en la Argentina que desarrolla Sautu (2016), a partir su abordaje de dichos aspectos estructurales. La clase media comprende fracciones compuestas por ocupaciones que se desempeñan en el sector privado y en el sector público de la economía. Su rasgo común es que no se insertan donde está el poder económico y político, pero tampoco en el otro extremo de la estructura de clase. Los gerentes operativos, los profesionales, los propietarios y agentes de sector privado conforman la clase media junto con diversos niveles de la burocracia nacional, provincial, y municipal (Sautu, 2016:180).

7Los actantes son personajes o fuerzas impersonales que habilitan o no acciones y relaciones del actor (Meccia, 2012).

8Respecto a mi planteo de “encuentros eróticos y/o afectivos” tiene como finalidad dar cuenta de la multiplicidad de búsquedas de vínculos que aparecen cuando las personas acceden a los espacios de sociabilidad analizados, tanto a los que son cara a cara como a los virtuales. Las personas entrevistadas pueden o no buscar pareja. Aparecen una variedad de búsquedas de tipo eróticas, que pueden incluir sólo encuentros sexuales y otras que no conllevan tener relaciones sexuales como compañía o flirteo.

9Las mismas fueron realizadas de manera anónima y confidencial. Los nombres que aparecen son ficticios.

10Entiendo por personas separadas aquellas que han convivido sin casarse y ya no lo hacen.

11Cosse (2008) explica que la noción de compañerismo basado en el amor, la valoración mutua, la satisfacción sexual, junto a una aspiración igualitaria que seguía siendo cuestionada por la concepción aún vigente de la naturaleza diferente de mujeres y varones, surge en Europa y Estados Unidos a principios del siglo XX .

12A este ideario romántico reflexivo, Illouz (2007, 2012) lo generaliza para todos los vínculos amoroso de todas las clases sociales, en el contexto de los Estados Unidos de Norteamérica. A partir de investigaciones propias sobre el amor romántico y la violencia en la pareja, en jóvenes del Área Metropolitana de Buenos Aires (Argentina), considero que en esos noviazgos el ideario del amor como fusión sigue teniendo un peso significativo, aunque haya en los jóvenes discursos y prácticas de mayor autonomía (Palumbo, 2016).

13La injerencia del psicoanálisis en la Ciudad de Buenos Aires es de larga data. Entre 1930-1950 espacios interactivos en periódicos donde “expertos” -en algunos casos lo eran- analizaban y discutían sueños enviados por lectores y oyentes desde una perspectiva psicoanalítica (Plotkin, 2007: 23). En 1942 se funda la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y en 1957 la carrera de Psicología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. La década del sesenta en el país estuvo signada por cambios sociales y una creciente modernización que permitieron una permeabilidad masiva del psicoanálisis en sectores medios urbanos que continúa hasta el día de hoy (Plotkin, 2007, 2012). Plotkin identifica en torno a ello tres grandes factores. En primer lugar, que los sectores sociales que comprendían a los potenciales clientes de los psicoanalistas -una clase media acomodada y con altos niveles de educación con nuevas expectativas y patrones de consumo- se expandieron rápidamente en el contexto de crecimiento económico que venía experimentando la Argentina. En segundo lugar, la modernización social implicó cambios en el concepto de familia y en el rol de la mujer en la familia y el hogar, a saber, su entrada masiva en el mercado de trabajo, mayores niveles de educación femeninos y modificaciones en la edad de matrimonio (Plotkin, 2012: 188). En tercer lugar, el papel de los movimientos contra-culturales. A esto se le puede agregar que este proceso fue acompañado por el gran interés que mostraron las editoriales en publicar textos sobre la temática; y la demanda entorno a los mismos (Ponza, 2011).

14Para Eric Klinenberg (2012), el proceso de individualización y el contexto urbano habilita, cada vez más, el vivir solo/a como una opción elegida y no implica sentirse solo/a. No obstante, el autor reconoce cómo este deseo y el mandato social es diferenciado según el género de las personas (2012: 194).

Mariana Palumbo.

Es miembro del Ubacyt “Sexualidad, Salud y política” (UBA), del Programa de Investigaciones Feministas (UNAM) y del Programa contra la Violencia de Género (Universidad Nacional de San Martín). Ha escrito artículo especializados para revistas nacionales e internacionales.

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