Origen
¡¡¡De repente me cayó un montón de agua!!! Una pipa mandada por el ayuntamiento de Jiutepec va mojándonos a todos los que pasamos y nos dejamos. Es la víspera de la fiesta del San Juan Parrandero, y… ¡¡ya la comenzaron!!
Se anuncian las lluvias y le pedimos a este San Juan que nos bendiga una temporada de agua suficiente para que la milpa fructifique y la vida siga; y este pedimento no es un lamento o un rezo, sino una “parranda” con los símbolos de la fertilización y el fruto de la tierra, lo que a su vez es el sincretismo de los tlaloques prehispánicos y la imposición de los valores y símbolos cristianos con la conquista.
Por eso, este es un santo totalmente fuera de serie, pues estos símbolos son un tamal, una botella de aguardiente y un cigarro.
Y claro, es un santo que no vive en la iglesia, no tiene nicho ni pedestal en la parroquia, está a nuestra altura y al lado de nosotros. Se vuelve como nuestro compadre, pues vive y convive todo el año en casa de un Juan (su mayordomo en turno).
El 23 de junio
Esta víspera lo llevamos a misa bailando con él por las calles del pueblo. Los sacerdotes, de muy mala gana, le tienen que hacer caso al pueblo que les exige misa y bendición; pero, claro, tiene que entrar a la iglesia sin botella y cigarro, y a veces sin sombrero, y no lo dejan subir al altar.
De aquí, nos vamos donde los mayordomos ofrecen tamales, arroz y mole verde, y claro el infaltable café de olla, mientras la banda toca la música especial de esta ocasión, y bebe y come.
La fiesta central comienza cuando, después del taco, nos vamos en procesión a donde nace el agua, en el manantial de “Las Fuentes” (hoy un balneario popular) donde se le lleva al mero borbollón para que lo bendiga, y después compartir esta bendición metiéndonos a bañar bailando con él en las albercas, donde, los distraídos acaban en el agua empujados por los cuates.
Al salir del agua le vamos pasando los cigarros que vamos fumando, y nos vamos en procesión al panteón a visitar a los idos, y regresamos a la casa del mayordomo a más tamales y café.
Ya pardeando y cayendo la noche se pasea por el parque, donde se le tributan unos “toritos”, y sigue la “parranda”, parte de la noche, con la visita a casas de muchos Juanes donde esperan los altares, las ofrendas, la comida, la bebida, y la mojada antes proporcionada por los anfitriones, y ahora por las autoridades municipales con pipas y mangueras a presión.
Esa noche a veces duerme fuera de su altar de la casa del mayordomo en turno.
El 24 de junio
Este día es de procesión y de visita donde se lo van turnando para bailar con él; va a casa de todos los Juanes que lo quieran seguir recibiendo y ofrecer tamales, pan y agua fresca o café o atole.
También va al mercado y a los negocios del centro a recibir la cooperación que permite a los mayordomos mantener la tradición un año más.