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Cultura y representaciones sociales

versión On-line ISSN 2007-8110

Cultura representaciones soc vol.10 no.19 Ciudad de México sep. 2015

 

Contribuciones

 

El amor en los tiempos de Tinder

 

Love in Tinder’s time

 

Paola Bonavitta*

 

* Dra. en Estudios Sociales en América Latina, mg. en Sociología, Lic. en Comunicación Social por la Univ. Nacional de Córdoba. Diplomada en Feminismos Políticos por la UNAM. Becaria postdoctoral de CONICET. Docente universitaria e investigadora.

 

Resumen

El amor romántico del siglo XVIII y XIX es historia. Hoy, las redes sociales y las nuevas tecnologías modificaron las formas de comunicar y de amar. Las personas se conocen a través de una pantalla y establecen vínculos desde allí: vínculos efímeros, líquidos, superfluos. ¿Son relaciones sin sentido o son las nuevas relaciones que se plantean en la postmodernidad? El amor "a la carta" es parte de una sociedad de consumo que todo lo quiere en el instante, un aquí y ahora prolongado en un presente eterno. Todo está marcado por la satisfacción de necesidades instantáneas, efímeras y egocentradas. Relaciones líquidas en un mundo líquido, que comienzan y se evaporan en el mismo instante, donde la pasión dura segundos y el amor es efímero. Donde la apuesta no trasciende el presente y los vínculos no apuntan a la perdurabilidad.

Palabras clave: amor; vida líquida; redes sociales.

 

Abstract

Romantic love eighteenth and nineteenth century is history. Eighteenth and nineteenth century romantic love is history. Nowadays, social networks and new technologies have changed the ways of communicating and loving. People get to know each other through a screen and establish ephemeral, liquid and superfluous links from there. Are those nonsense relationships? Or are they new relationships that arise in postmodernism? Love "a la carte" is part of a consumer society that wants everything instantly, the here and now extended in an eternal present. Everything is marked by instant satisfaction, ephemeral and ego-centered needs. Liquid relationships in a liquid world start and evaporate instantly, passion takes seconds and love is ephemeral; the bet does not transcend the present and the links are not concerned with durability.

Key words: Love, Liquid Life, Social networks

 

A principios del siglo XX, los bailes, las tertulias, los vínculos familiares eran los espacios donde podíamos conocer y elegir —los más afortunados— a nuestras parejas, o aceptar a regañadientes las imposiciones familiares. En el transcurso del siglo, los romances fueron cambiando, las pasiones dejaron de ser ocultas y la vida social activa, diurna y nocturna fueron los lugares donde uno podía toparse con la popular "media naranja".

Transitando la segunda década del siglo XXI, el amor, el romance y la pasión hallan nuevos escenarios que tienen que ver con el mundo virtual y la revolución tecnológica. En un principio, el chat permitía "conocer" personas desde la intimidad del hogar y dependiendo de una computadora que hacía de vínculo-puente entre una y otra persona. Ambos, a cada lado de la pantalla, gestionaban encuentros reales sin la mediación de esa pantalla que había permitido conocerse. Luego, se pasó a Facebook como un sitio virtual desde donde mostrarme, visibilizar mi vida, mis deseos, pensamientos e imagen. Como una gran vidriera social, Facebook permitía conocer a los demás y darnos a conocer. Actualmente, se aceleraron los tiempos del chat y los de Facebook, y se crean aplicaciones que se usan directamente desde el celular y que funcionan a modo de "delivery sexual-amoroso". Tinder, Kickoff y Brenda llegaron al mundo para instalarse como espacios propios de una modernidad líquida que usa y abusa del amor líquido, y donde la inmediatez se vuelve urgente y las emociones ocupan segundos planos.

Como todo, debemos verlo en su contexto social. Claramente, en épocas de amor romántico, estas aplicaciones hubieran fracasado. Hoy no hay tiempo para el romance, el poema o el diálogo intenso y constante. Los ritmos de la globalización y el capitalismo presionan y estas opciones "a la carta" permiten adaptarnos a nuevos vínculos que satisfacen la idea de amor actual. Esto conlleva también otras consecuencias como el incremento de la desconfianza en las parejas ya consolidadas, las violencias que acarrean la celotipia y el descreimiento en tradiciones ancestrales como el matrimonio.

¿Estas aplicaciones están marcando la desaparición del amor y los vínculos amorosos? ¿O sólo los están reconfigurando? ¿Qué tipo de comunicación se establece entre estos "usuarios"? Este servicio de amor "a la carta", ¿qué nos está planteando en esta postmodernidad líquida? ¿El amor se convierte en un negocio que beneficia a compañías transnacionales que programan aplicaciones destinadas a satisfacer la voracidad con la que constituimos y vivimos las relaciones?

Giddens (1999) menciona el paso histórico del amor romántico al amor confluente, ambos completamente distintos, el primero más tradicional relacionado con una visión idílica de las relaciones afectivas, y el segundo, libre y prácticamente sin ataduras. Esto, considerándolo en un contexto donde todo se vuelve fugaz, inmediato y superficial.

En este contexto capitalista, globalizado y postmoderno, se hace necesario reflexionar sobre el paso a una nueva forma de amor típica de la modernidad reflexiva: cada vez más mediada tecnológicamente, complementada y, en algunos casos, sustituyendo poco a poco el encuentro cara a cara. Estas mediaciones tecnológicas en las relaciones afectivas están constituidas por dispositivos que van desde el artefacto que permite a una pareja continuar su interacción sin importar espacio o tiempo, hasta las aplicaciones que le facilitan a sus usuarios identificar personas en su entorno con quienes podrían entablar una relación. La transición a formas de relación afectiva mediadas por ciertas tecnologías tiene importantes consecuencias que se hace preciso teorizar. Esta reconfiguración del amor podría contribuir a la descomplejización y erosión de las relaciones sociales, así como a un cambio sin retorno en la manera de vincularnos.

En la actualidad, la nueva "Celestina" pasa a ser el sistema operativo que permite descargar aplicaciones de este tipo. En ellas, los usuarios y las usuarias observan un "menú" en el que se exponen fotos y datos personales básicos sobre las personas. A partir de allí, se elige qué consumir. El amor en un chasquido de dedos, a la orden, sin preámbulos.

 

Tinder, y la reconfiguración del amor

Hombres y mujeres, mediante una aplicación que les especifica la distancia geográfica que existe entre ellos, son presentados con su nombre de Facebook y una serie de fotos. Los usuarios observan y aprueban o desaprueban al otro usuario. Si ambos se aprueban entre sí, automáticamente la aplicación los conecta y comienza la acelerada carrera por satisfacer la necesidad de encuentro. Pues, si hay algo que está claro, es que estas redes han modificado vínculos, pero nunca acabarán con ellos, pues el contacto real es indispensable para el amor y la sexualidad. Así funciona Tinder, la más emblemática de las aplicaciones diseñadas para heterosexuales.

Tinder...

... opera como un intermediario que, tomando en cuenta los datos de perfil de Facebook del usuario, brinda opciones de personas compatibles en edad, intereses, zonas geográficas y amigos en común (Moscato, 2014).

Es decir, toda la información que la o el usuario ha registrado en Facebook se convierte en un filtro para indicarle quién es la persona más cercana para una posible interacción social.

Según Moscato (2014) la popularidad de Tinder se debe a que se ha convertido en una plataforma para conocer gente, sin la carga o el prejuicio de estar frecuentando un sitio de citas.

Otras herramientas similares, basadas en el empleo de ordenadores y otros dispositivos, tienen como fin producir una apariencia de realidad que permita al usuario tener la sensación de estar presente en ella (Raya González, 2011). Estas buscan, sobre todo, solucionar el problema del amor a distancia. Dos son los que más han llamado la atención: LovePalz y Frebble. El primero se pensó para las parejas, o mejor dicho, para vivir las relaciones socioafectivas mediadas tecnológicamente. Esta es una tecnología pensada mercadotécnicamente para ambos sexos. Para el hombre toma el nombre de Zeus y para la mujer, Hera.

Ambos están diseñados de acuerdo con la fisiología de cada sexo, vale decir, al modo de un vibrador con forma fálica […] y con la forma de un masturbador —imitando la cavidad vaginal (Espinoza Rojas: 2015).

Esta tecnología también fue pensada para parejas homosexuales.

La segunda de estas tecnologías (Frebble) es un aparato que se ajusta a la mano; al presionarlo la persona que sostiene el otro, esté donde esté, siente el apretón (Framebits, 2014). Ambas herramientas se basan en la tecnología háptica, es decir, aquella que permite el contacto físico entre ser humano-máquina o ser humano con otro ser humano, en la que un aparato media la relación (Raya González, 2011). Estas aplicaciones posibilitan la comunicación con los demás sin recurrir a las relaciones cara a cara.

Tal como señala Espinoza Rojas (2015)

... el caso de Tinder y otras aplicaciones o plataformas parecidas, buscan llenar el vacío que produce la soledad de una sociedad conectada en redes digitales, pero no en redes humanas, en una sociedad que ha desgastado la colectividad y sobrepone la individualidad y alejamiento de las y los otros. Toda esta sustitución a partir de la mediación tecnológica busca además la descomplejización de las relaciones sociales. Si la tecnología permitió hacer fácil el trabajo, entonces por qué no hacer fácil también toda dinámica social.

Estas aplicaciones no son más que una representación del entramado social actual. Relaciones líquidas en un mundo líquido, que comienzan y se evaporan en el mismo instante, donde la pasión dura segundos y el amor es efímero. Donde la apuesta no trasciende el presente y los vínculos no apuntan a la perdurabilidad.

 

Amor efímero y lógica casual

El amor ha ido modificándose con el tiempo y las épocas históricas, que han marcado maneras de vincularse y de sentir. Giddens (1999) realizó un estudio sociohistórico en el que observó la evolución de la forma en que se concebía el amor. Así, vio cómo, durante el siglo XVIII-XIX, el amor romántico era el predominante y se unía a la popularización de la novela romántica. En este tipo de amor, "los afectos y los lazos, el elemento sublime del amor, tienden a predominar sobre el ardor sexual" (Giddens, 1999).

En esta posmodernidad actual (o modernidad reflexiva, como la llama Giddens) el amor romántico ha perdido su razón de ser. Las redes sociales han permitido que las personas se conozcan mediante plataformas digitales de interacción, abandonando cada vez más las nociones de "conquista", "coqueteo" y "romance". Las computadoras e internet están contribuyendo a reflexibilizar y replantear el mapa de las relaciones amorosas y sexuales al abrir nuevas posibilidades, modelos y estereotipos.

En estas plataformas virtuales, las y los individuos se conectan para entablar en algún sentido una relación de pareja, pero muchas de estas relaciones son líquidas, en términos de Bauman (2006): la globalización, que nos lleva al consumismo, se ha apoderado del amor para convertirlo en otra mercancía más. Bauman (2006) explica que la definición romántica del amor ("hasta que la muerte nos separe") está pasada de moda, ya que ha trascendido su fecha de vencimiento debido a la reestructuración radical de las estructuras de parentesco de las que dependía y de las cuales extraía su vigor e importancia.

La desvinculación del amor romántico en la modernidad reflexiva permitió también, en algún grado, una liberalización de la sexualidad. El espacio mediado por las tecnologías, especialmente por Internet, ha podido llegar a significar un lugar para poder hacer lo que generalmente las personas no harían en los espacios tradicionales y físicos de la vida cotidiana (Espinoza Rojas: 2015).

Este amor, que se nutre de la virtualidad, podría denominarse, en palabras de Giddens (1999) amor confluente, pues es un amor contingente, activo y por consiguiente, choca con las expresiones de "para siempre", "solo y único", que se utilizan en el complejo amor romántico. Podría decirse que es un tipo de amor más libre, desvinculado de los prejuicios de antaño sobre el estar necesariamente juntos en el mismo espacio para demostrar afecto, hasta posiblemente sin la base de una institución religiosa en la que se busque la legitimidad de su unión —temporal, en la mayoría de casos—, etcétera. Giddens (1999) explica:

El amor confluente presupone la igualdad entre los sexos y en el dar y recibir emocionalmente. Incluye el erotismo como un elemento decisivo del éxito o fracaso de la relación, esto es, busca la plenitud en el logro del placer. No se basa en el matrimonio como institución legal o religiosa. Este amor no es necesariamente monógamo, mientras sus partícipes crean conveniente que así sea, no es exclusivo de las relaciones heterosexuales; los ideales románticos también permean a las parejas del mismo sexo (Coran Berkin y Rodríguez Morales, 2000: 53).

Es un amor también más individualista, donde prima el deseo de satisfacer ya, aquí y ahora, el deseo sexual/sensual/erótico, sin necesidad de proyectar hacia el futuro, sin necesidad de entregar nada a cambio, ni de desnudar el alma y las emociones. Es una propuesta para mantener las emociones resguardadas, de consumo rápido, propia de una sociedad consumista y capitalista. Así, podríamos decir que Tinder y las demás aplicaciones semejantes, no tienen mucho de qué diferenciarse con respecto a una hamburguesa de McDonald’s o una Coca Cola.

La metáfora de la liquidez o fluidez es la adecuada, según Bauman (2006), para aprehender la naturaleza de la fase actual de la era moderna. La modernidad líquida comenzó con el cambio en las relaciones espacio-temporales: cuando el espacio y el tiempo llegaron a separarse en la vida misma y entre sí, para comenzar a ser teorizadas como categorías independientes.

Esta nueva visión y experimentación de lo espacio-temporal acarreó como consecuencia la idea de velocidad y aceleración: el cambio espacio-temporal se explica cuando la distancia recorrida en una unidad de tiempo pasó a depender de la tecnología y pudieron transgredirse los límites heredados de la velocidad del movimiento, mediante el acceso a medios de movilidad más rápidos. Comenzó, en fin, a vivirse la "vida instantánea" (Bauman: 2006).

Bauman predice, así, "el fin de la era del compromiso mutuo" (Bauman: 2006); pues, la técnica principal de la vida instantánea es la huida, el escurrimiento, la elisión, el rechazo concreto de cualquier mantenimiento a largo plazo, el no involucramiento con responsabilidades que lleven a asumir consecuencias de cualquier índole. Es un proceso de individualización que genera una desintegración total de la trama social y se entiende como una necesidad de aislarse y de romper con todo vínculo humano; es decir, de des-solidificar o licuar las relaciones personales. Así, la sociedad de la modernidad líquida es inconsistente en sí misma y es incapaz de ofrecer sostén a cualquiera de los vínculos humanos.

Asimismo, Bauman instala la noción de amor líquido (Bauman: 2005), que sería la manera de relacionarse en la actualidad. El amor líquido fluye determinado por la pasividad de la tecnología que provee Internet, en el sentido de que el modo de vinculación actual se entiende como metáfora de las relaciones virtuales o del ciberamor. Esto no significa que las relaciones se construyan únicamente por Internet, pero sí que las relaciones se generen "como si" lo hicieran por Internet, es decir, en el flujo virtual de la no estabilidad. Por esta razón Bauman prefiere hablar de "conexiones" en vez de "relaciones", y de "redes" en vez de "parejas", para denominar mejor las dinámicas interpersonales actuales (Bauman: 2005). Es decir, a diferencia de las "relaciones" e ideas semejantes que resaltan el compromiso mutuo, la "red" y sus "conexiones" resaltan y dan vía a la falta de compromiso.

A pesar de este panorama sobre las conexiones en nuestras sociedades actuales, Bauman asegura que existe una desesperada necesidad de "interconectarse" y, en definitiva, esto es lo que anima a exhibir la vida privada en la escena pública. A este "mostrar intimidades", Bauman no deja de predecirlo como una consecuencia misma de la modernidad líquida. Es que hoy...

... lo público se encuentra colonizado por lo privado (…) [y] el arte de la vida pública queda reducido a la exhibición pública de asuntos privados y a confesiones públicas de sentimientos privados (…), [que] cuanto más íntimos, mejor (Bauman: 2006).

 

En transición permanente

Estos cambios en las maneras de relacionarnos no son, como hemos visto, aislados. A nivel macroestructural, podemos señalar que la sociedad occidental se encuentra, desde hace ya unas décadas, atravesando un proceso de transformaciones que alcanza todos los ámbitos y, obviamente, Internet no es ajena a ello. Estamos pasando de un régimen de poder propio de una sociedad capitalista, a otro proyecto político, sociocultural y económico. Una transición de un mundo hacia otro: de aquella formación histórica anclada en el capitalismo industrial, que rigió desde fines del siglo XVIII hasta mediados del XX —y que fue analizada por Michel Foucault (1975) bajo el rótulo de "sociedad disciplinaria"—, hacia otro tipo de organización social que empezó a delinearse en las últimas décadas. Foucault había destacado lo que llamó una anatomopolítica (Foucault: 1975), caracterizada por ser una tecnología individualizante del poder, basada en el escrutar en los individuos, en sus comportamientos y en sus cuerpos, con el fin de atomizarlos, es decir, producir cuerpos dóciles y fragmentados. Está basada en la disciplina como instrumento de control del cuerpo social, penetrando en él hasta llegar a sus átomos: los individuos particulares. Al individuo concreto se le aplica, entonces, el control, la vigilancia y el castigo.

Foucault compara a la sociedad moderna con el diseño de prisiones llamadas panópticos: allí, un sólo guardia puede vigilar a muchos prisioneros mientras el guardia no puede ser visto. El oscuro calabozo de la pre-modernidad ha sido reemplazado por la moderna prisión brillante, pero Foucault advierte que "la visibilidad es una trampa" (Foucault: 1975). A través de esta óptica de vigilancia, dice, la sociedad moderna ejercita sus sistemas de control de poder y conocimiento. Foucault sugiere que en todos los planos de la sociedad moderna existe un tipo de "prisión continua": todo está conectado mediante la vigilancia (deliberada o no) de unos seres humanos sobre otros, en busca de una "normalización" generalizada (Foucault: 1975).

Asimismo, Foucault describe la emergencia del bio-poder y el "control total sobre los cuerpos vivos" (Foucault: 1976), es decir, todas las políticas económicas, geográficas y demográficas que establece el poder para el control social. Como el poder se encuentra difuso e impregna todas las relaciones sociales, ataca las "hipótesis represivas", la creencia común de que hemos "reprimido" nuestros impulsos sexuales desde el siglo XIX. Y propone una visión de la sexualidad como "promovido" a través de la construcción discursiva del sexo. Sin embargo, esta supuesta libertad sexual se enfrenta continuamente al "control sobre los cuerpos vivos"; y el derecho de espada, la muerte, típica de sociedades disciplinarias, ha cedido el paso a la "interiorización de la norma", que constituye un mecanismo más acorde con las sociedades de control en las que vivimos. Por tanto, el autor concibe el discurso sexual y la libertad sexual "lograda" en las últimas décadas como un dispositivo falso, que pretende distraer de lo que debe ser verdaderamente objeto de lucha en nuestra sociedad: el control sobre nuestros propios cuerpos, sobre nuestros deseos y pasiones.

No obstante, las sociedades han cambiado y, por ende, también lo han hecho las subjetividades. La necesidad de ocultar lo íntimo, lo privado, el temor a la censura y al castigo, ya no son las máximas. El punto, ahora, es todo lo contrario: me muestro, me exhibo, estoy, aparezco y, por todo ello, pertenezco. Sin embargo, no desaparece el panóptico, no desaparece la vigilancia. Unos y otros nos vigilamos mutuamente, constantemente, aunque protegemos nuestros cuerpos reales. Aparecemos virtualmente, nos mostramos virtualmente a través de una cámara, una pantalla, un blog... pero nuestro cuerpo permanece en el ámbito privado, protegido por mí mismo.

El deseo de lograr una total compatibilidad con el tecnocosmos digital se ha convertido en un imperativo interiorizado que torna al cuerpo obsoleto.

Esta evolución poshumana (o postevolución) muestra los cuerpos insertos en un régimen digital donde se presentan como sistemas de procesamiento de datos encargados de disolver su propia materialidad. En este nuevo régimen de poder y saber nada queda fuera de control (Sibilia: 2005).

Si bien todavía seguimos siendo cuerpos disciplinados, dóciles y útiles como decía Michel Foucault (1975), tan eficaces para el proyecto del capitalismo industrial, hay algunos cambios. No somos exactamente eso. El auge de la genética y el desciframiento del código genético contribuyeron a expandir esa retórica. El panorama ha cambiado y, ahora, se recurre a lo que Gilles Deleuze llamó "sociedades de control": regímenes apoyados en tecnologías electrónicas y digitales para establecer el dominio del alma, lo que podría llamarse "biopoder" (Deleuze: 1991).

En la actualidad se están generando otro tipo de cuerpos, más ávidos que disciplinados. Sería otro perfil subjetivo el que sería privilegiado, estimulado. Los nuevos cuerpos son ansiosos, excitados, incitados a consumir constantemente, cuerpos que quieren siempre algo nuevo, experiencias extremas, antes mal vistas. Es un cuerpo, además, que necesita ser visto para ser: sólo reconoce su materialidad bajo la pupila del otro, bajo su comentario y su reconocimiento. Las subjetividades cambiaron: ya no quiero soledad, ni intimidad, ni introspección. Ahora, a visibilizarme compulsivamente, puesto que, al parecer, la pantalla es lo único que otorga legitimidad en épocas del fin de los grandes relatos.

Las redes virtuales son, en realidad, un fenómeno social muy amplio, que atraviesa toda nuestra cultura y da forma a nuevos modos de trabajar, amar, estar en el mundo. Porque ya no nos rigen ni el temor al castigo ni la devoción por el cumplimiento del deber: para bien o para mal, estamos regidos por el culto al cuerpo, la autorreferencia, la fascinación por el éxito individual. Nos convertimos en una cultura que, cada vez más fuerte, exclama: "Yo, yo... y yo".

En este mundo egocentrado, la construcción del amor sólo pasa por mí y por mi deseo personal e instantáneo. Selecciono del menú la cara más bonita, el cuerpo más llamativo y la edad más joven, que todo "encaje" en los patrones culturales de la belleza y la juventud. Y, a partir de allí, me meto de lleno a satisfacer mi voraz deseo de conquista. En el marco de la vida líquida, el amor se vuelve instantáneo y fugaz.

 

A modo de conclusión

Si bien, por lo novedoso de estas herramientas, es aún muy difícil establecer con certeza qué sucederá con el nuevo o los nuevos tipos de amor que se están gestando a partir de la revolución tecnológica, podemos esbozar algunas conclusiones.

Queda claro que los tiempos que corren son tiempos de exaltación del Yo, obsesión por la imagen y propagación de realities shows y blogs; de reconocimiento de las diferencias y estímulo a la construcción de la individualidad, tanto como de exhibicionismo, insatisfacción y soledad. Tiempos, en fin, habitados por millones de seres que contemplan extasiados el espejo que les dice que son ellos, ahora sí, los que tienen el cartel de protagonistas.

Por otra parte, es indiscutible que aumentó el número de medios para comunicarnos; sin embargo, eso no conlleva el creer que mejora la comunicación, el diálogo, la interacción entre los sujetos. Pero todo está cambiando: no podemos hablar de relaciones consolidadas o de relaciones vacías, de vínculos virtuales que no existen en la realidad o de vínculos virtuales que fortalecen la solidaridad. Los vínculos cambian, así como las redes creadas interactivamente; las necesidades y las maneras del decir se alteran, los discursos y sus contenidos se modifican... ¿Añoranza del pasado o un culto al presente? Ni una ni otra cosa. Estamos frente a realidades diferentes que llegaron para quedarse, frente a un mundo compuesto por personas que ya no quieren vivir el amor ni las relaciones de manera romántica o con visión de futuro.

El amor está modificando sus pautas de comportamiento y de acercamiento; es muy tajante hablar del fin del romance, pero ya no podemos seguir apostando a que un bolero y unas velas encendidas son la fórmula del amor. Hoy, colabora mucho más en la conquista la pantalla táctil y un "me gusta".

Las lógicas de vida, convivencia y consumo han cambiado. El mercado conquistó cada rincón de nuestras vidas. ¿Cómo no iba a conquistar el terreno sentimental? El amor "a la carta" es una de las aristas de un "mundo delivery" que se está planteando en la era global.

 

Bibliografía

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