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Cultura y representaciones sociales

versión On-line ISSN 2007-8110

Cultura representaciones soc vol.6 no.12 Ciudad de México mar. 2012

 

Artículos

 

Quedar afuera: experiencias y vivencias de los jóvenes que no logran ingresar a la universidad

 

To be left out: experiences and narratives of youngsters who did not manage to enter university

 

Carlota Guzmán Gómez

 

* Investigadora de tiempo completo del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM. Cuernavaca, Morelos. Correo electrónico: carlota@unam.mx. Socióloga egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Obtuvo su maestría en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) sede México y su doctorado en Ciencias de la Educación por la Universidad de París VIII en Francia. Imparte cursos de formación para la investigación a profesores de educación media superior y es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Ha desarrollado una línea de investigación en torno a los estudiantes, que la ha llevado a incursionar en las características de los estudiantes, sus valores, preocupaciones y puntos de vista. Cuenta con tres libros publicados, además de numerosos artículos y capítulos de libro.

 

Resumen

En este artículo se analizan las experiencias y vivencias de los aspirantes que intentaron ingresar a la licenciatura de Universidad Nacional Autónoma de México que no fueron admitidos y que, a partir de este hecho, participaron en el Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior (MAES). Se concibe la experiencia social, desde la propuesta de François Dubet, entendida como un trabajo que realiza el actor para darle sentido a su quehacer. A través de un estudio de corte interpretativo, basado en entrevistas a profundidad, se trata de conocer cuáles eran sus expectativas para ingresar a la UNAM, cómo se sintieron en el examen, cómo vivieron los resultados y las estrategias que desplegaron. Con ello, se trata de dar cuenta de los procesos de selectividad y de exclusión que llevan a cabo las instituciones de educación superior. Los resultados muestran el arduo trabajo de los jóvenes en el proceso de transición del bachillerato a la universidad. Desde el punto de vista de la experiencia social, la falta de integración a las instituciones educativas los hace sentir vulnerables. Su primera reacción es la autoculpabilización y, de manera paulatina, se va dando un proceso de subjetivación, mediante el cual se distancian de esta posición y van perfilando nuevas estrategias. Este proceso queda marcado por múltiples intentos para ingresar a distintas instituciones y, como última salida, vislumbran su participación en el MAES.

Palabras clave: desigualdad educativa; exclusión educativa; políticas de ingreso a la educación superior; jóvenes universitarios; experiencia social.

 

Abstract

This article analyzes the experiences and narratives of those youngsters who tried to enter the B.A. programmes of The National Autonomous University of Mexico (UNAM) and were not admitted; this fact led them to participate in the Movement of Excluded Aspirants of Higher Education (MAES). Based on François Dubet's proposal, social experience is seen as an action carried out by the actor in order to give meaning to his/her living. An interpretive study, based on in-depth interviews, was used to find out what expectations the applicants had of getting into the UNAM, how they felt during the examination, what their reactions were to the results and which strategies they used. This study aims to show how institutions of higher education select and exclude applicants. The results show the arduous work of the youngsters in the process of transition from the baccalaureate to the university. From the point of view of the social experience, the lack of integration into educational institutions makes them feel vulnerable. This process remains marked by the multiple attempts to enter different institutions and they consider their participation in the MAES as their last resource.

Key words: educational inequality; educational exclusion; entrance policies of higher education; university youngsters.

 

Introducción

Cada año alrededor del 90% de los jóvenes que desean ingresar a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para estudiar una licenciatura no lo logran. Muchos lo intentan nuevamente, algunos otros buscan distintas opciones a las que llegan a ingresar, pero también, un gran número se queda definitivamente sin estudiar. ¿Qué piensan estos jóvenes?; ¿cómo afrontan su situación?, ¿cómo la viven?

A partir de estas preguntas y tomando en cuenta que la cifra del 90% la forman jóvenes con deseos y aspiraciones por estudiar, me propuse analizar la experiencia vivida por aquellos que solicitaron su ingreso a la licenciatura de la UNAM sin lograrlo, y que, a partir de este hecho, participaron en el Movimiento de Estudiantes Excluidos de la Educación Superior (MAES).1

Se trata de conocer cuáles eran sus expectativas para ingresar a la UNAM, cómo se sintieron en el examen, cómo vivieron los resultados y las estrategias que desplegaron. Este estudio permite conocer, desde la perspectiva de los propios actores, los procesos de selectividad y de exclusión que llevan a cabo las instituciones de educación superior. El estudio se centra en el análisis de la experiencia social, desde la perspectiva de François Dubet, entendida ésta como un trabajo que realiza el actor para darle sentido a su quehacer.

El artículo inicia con un debate en torno a los conceptos de rechazados y de excluidos. Posteriormente se ubica el problema en el contexto de la inequidad educativa y de los mecanismos de ingreso a la UNAM. Los resultados de este estudio se presentan a partir del recorrido que inicia desde las expectativas construidas por los aspirantes para ingresar a la UNAM, hasta las estrategias que despliegan cuando no son aceptados.

 

El acceso a la educación superior: aceptados y rechazados

A los jóvenes que no logran ingresar a la universidad, los medios de comunicación suelen nombrarlos rechazados, este término se ha hecho extensivo y se llega a utilizar en distintos ámbitos sociales; incluso hay quienes llegan a asumirse como tales. Asimismo, a estos jóvenes se les llega a reconocer como excluidos, tal como apela el propio Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior (MAES).

Desde la perspectiva sociológica, la exclusión es un concepto polisémico, laxo y poco preciso, ya que remite a situaciones muy diversas y extremas, tales como la segregación, la eliminación, la expulsión, el despido, etcétera, a la vez que va más allá de la esfera política y económica (Karsz, 2004). Al reconocer las limitaciones del concepto de exclusión, Castel propone el de desafiliación; Gaulejac el de desinserción y Autés el de desligación (íbid). Diversos autores señalan las dificultades para comprender el fenómeno de exclusión, debido a las implicaciones de tipo económico, social, político y cultural que tiene y que en muchas ocasiones, se llega a tomar alguna de estas perspectivas, como el núcleo fundamental para explicar su significado. Asimismo, se reconoce que la exclusión es un proceso multidimensional, acumulativo y secuencialmente combinado de exclusión de una pluralidad de sistemas funcionales. Es un concepto tan amplio que también requiere precisar su ámbito espacial y temporal (Luengo, 2001).

A partir de este debate y tomando con cautela el concepto de exclusión, la situación de quienes no logran ingresar a la universidad remite a un fenómeno en el que sujetos anteriormente insertos en un espacio social —como en este caso, en una institución educativa de nivel medio superior—, quedan fuera y viven una situación de no pertenencia y de pérdida de un proyecto que ellos habían delineado. Estos hechos marcan una línea divisoria de oportunidades de los jóvenes y un estigma difícil de asumir.

Los jóvenes que no logran ingresar a la UNAM forman un grupo heterogéneo en cuanto al origen socioeconómico y a las trayectorias educativas y, por tanto, sus oportunidades son distintas. En este sentido, algunos aspirantes efectivamente son excluidos de la educación superior, porque provienen de los grupos sociales más desfavorecidos y no cuentan con posibilidades de ser aceptados en otra institución; en estos casos, la exclusión educativa puede ser el comienzo de un proceso excluyente que sobrepase la esfera meramente educativa. Caso distinto es el de los jóvenes que al no ser aceptados en la UNAM, buscan otras opciones y su espectro de posibilidades es más amplio e incluso, contemplan además de otras universidades públicas, a las universidades privadas como una opción para continuar con su formación.

Desde este mosaico socialmente heterogéneo de los jóvenes, los procesos de ingreso a la educación superior, ponen al descubierto mecanismos de selectividad social, ya que si bien, el concurso de selección se basa en un examen de conocimientos, se ha encontrado que los aspirantes que cuentan con un nivel socioeconómico más alto, tienen mayores probabilidades de ingresar a la UNAM que aquellos que provienen de los grupos sociales más vulnerables. Este fenómeno se explica a partir de que el primer grupo ha contado con mejores condiciones materiales para estudiar, ha tenido acceso a escuelas con mejor nivel de formación, así como sus padres cuentan con un mayor nivel educativo y un entorno cultural más favorable para el cumplimiento de las metas educativas (Guzmán y Serrano, 2011).

La irrupción de un gran número de jóvenes rechazados o excluidos de la educación superior cada año, pone al descubierto un problema de inequidad educativa, en la medida que se muestra claramente que no todos los jóvenes cuentan con las mismas oportunidades y que no es suficiente con abrir las puertas por igual a todos lo jóvenes, ya que ellos mismos son diferentes.

Por su parte, la falta de cupo para ingresar a la licenciatura de la UNAM no es un caso aislado, sino que forma parte de un problema estructural del sistema educativo para dar cabida a quienes desean ingresar. Cabe mencionar que desde la década pasada, las políticas de educación superior, desde un pretendido enfoque de equidad, se han orientado hacia la ampliación de la oferta educativa, lo cual implicó la apertura de nuevos espacios, así como el intento por diversificar y distribuir la oferta educativa en distintos puntos del país (Miller, 2009).2 Este crecimiento, sin embargo, se ha orientado primordialmente hacia la creación y fortalecimiento de las opciones tecnológicas, cuando la demanda sigue concentrada en el modelo de las universidades autónomas. Para el sexenio 2006-2012 se estableció como meta llegar a un 30% de la cobertura. Desde el discurso oficial se afirma haber aumentado en casi 5% la cobertura durante el sexenio y por tanto, haber superado esta meta antes de llegar al 2012. Se ha llegado a afirmar que se podría alcanzar entre un 33% y un 34% en dicho año. Otros cálculos menos optimistas como el de Manuel Gil, muestran que la cobertura de educación superior para el grupo de edad de 19 a 23 años corresponde a 25.2%.3 Cualquiera de estas dos cifras muestra un nivel de cobertura muy inferior a países de América Latina como Argentina que tiene el 60%; Chile y Panamá, 45%; Uruguay 40%. Y peor aún si se le compara con Corea, 95%; y Finlandia 94% (IESALAC, 2006).

Como parte de este escenario, en 2011 se calcula que hubo un total de 376,000 aspirantes que no lograron ingresar a alguna universidad del país. En la zona metropolitana de la Ciudad de México se estima que fueron 200,000 los jóvenes que no lograron ingresar. Esta cifra va en aumento, ya que en 2006 se calculaba que el total de estudiantes rechazados era de 150,000.4

La falta de lugares es un problema que se presenta en diversas universidades, sin embargo es la UNAM la que tiene una mayor demanda y también un mayor número de estudiantes no aceptados. Si bien, la UNAM ha hecho un esfuerzo por asegurar un número mayor de estudiantes y por utilizar su capacidad instalada, la demanda de exámenes para cursar la licenciatura se ha incrementado notablemente, así entre 2001 y 2009 aumentó en 88%. Hoy en día la UNAM cuenta con la matrícula más alta de la historia (316,589 estudiantes en todos los niveles), sin embargo, en los últimos años, sólo se ha podido dar cabida alrededor de un 8% del total de aspirantes para la licenciatura por medio del concurso de selección.5

Mecanismos de ingreso a la UNAM

Para ingresar a la licenciatura a la UNAM, tanto al sistema escolarizado como abierto, existen dos vías posibles: el pase reglamentado y el concurso de selección. Pueden ingresar por medio del llamado pase reglamentado aquellos estudiantes que concluyeron el bachillerato dentro de la propia UNAM, ya sea en la Escuela Nacional Preparatoria o en el Colegio de Ciencias y Humanidades y que cumplen con los requisitos establecidos, tales como un promedio mínimo de siete y un máximo de cuatro años cursados, a partir de su ingreso a este nivel.6 El concurso de selección se abre dos veces al año: en febrero y junio y lo pueden presentar los estudiantes que provienen de cualquier bachillerato ya sea público o privado que hayan obtenido un promedio mínimo de siete en el último nivel de estudios. Este examen consta de 120 reactivos que se refieren a las distintas áreas de conocimiento. Cada aspirante tiene opción de elegir la carrera que desea cursar y el plantel. Se asigna un lugar a los aspirantes que obtienen un puntaje mínimo establecido para cada carrera, sin importar el lugar de residencia.7

Cabe aclarar que la mayoría de los lugares los ocupan los egresados del bachillerato de la UNAM (55%) y el 45% restante se abrió a concurso de selección.8

El Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior (MAES)

Ante el alarmante número de aspirantes que no logran ingresar a la educación superior se formó el MAES con la finalidad de luchar por el derecho a la educación de estos jóvenes y por obtener un lugar en el sistema educativo. El MAES agrupa especialmente a los aspirantes de la UNAM, la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y tiene sus orígenes en el Comité de Estudiantes Metropolitanos, quienes desde 1996 luchaban en contra del examen único para el ingreso al bachillerato y por la apertura de nuevos lugares. A partir de la huelga de la UNAM de 1999-2000, esta organización se desintegra al quedar varios de sus líderes presos y sus integrantes disgregados. En el 2006 se retoma este movimiento, pero ahora centrado en el ingreso a la educación superior. A partir de las movilizaciones efectuadas ese año, los aspirantes rechazados lograron negociar con las autoridades el llamado pase diferido a la UNAM, que consiste en el otorgamiento de becas a los participantes del MAES en universidades privadas incorporadas a la UNAM durante un año, con la condición de que si éstos logran un promedio mínimo de ocho podrían ser aceptados en el segundo año de la carrera. Esta modalidad de ingreso diferido utiliza los lugares que dejaron libres los estudiantes que abandonaron la carrera durante el primer año y se aplica sólo a determinadas carreras que se imparten en ambas universidades.9

Desde 2006, año con año, el MAES convoca a los estudiantes que no fueron aceptados a unirse a las movilizaciones, tales como volanteos, semáforos informativos, marchas, pero sobre todo, a un plantón frente a las oficinas de la Secretaría de Educación Pública (SEP) para presionar por la instalación de una mesa de negociación entre los aspirantes y las autoridades tanto de la SEP, la UNAM y el Instituto Politécnico Nacional (IPN). Hasta el momento cada año se ha logrado el ingreso de algunos de los participantes del MAES a la UNAM por esta modalidad de pase diferido y se ha tratado de ir mejorando los acuerdos. Para el año 2011 lograron ingresar 1,200 aspirantes, así como fueron otorgados 1,400 lugares en el Sistema de Universidad Abierta de la UNAM, con posibilidad de que los estudiantes puedan cambiarse al segundo año al sistema escolarizado, si obtienen un promedio mínimo de ocho. Este año se logró también el otorgamiento de un número de becas de la SEP y la promesa por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), de ocupar todos los lugares disponibles. Si bien, con estas negociaciones se ha logrado el ingreso de algunos de los participantes a la UNAM, los líderes del MAES han insistido, en que se trata de respuestas inmediatas y que se requiere de una solución más profunda ante la falta de oportunidades educativas para los jóvenes. Ellos sostienen otras demandas, tales como la anulación del examen de admisión como mecanismo de ingreso, el pase automático de los Colegios de Bachilleres a la UAM y de los bachilleratos tecnológicos al IPN, así como el pase automático de los bachilleratos públicos y de los Colegios de Bachilleres del Estado de México a la Universidad Autónoma del Estado de México, pero sobre todo, sostienen la necesidad de aumentar el presupuesto y la matrícula para la educación superior, con el fin de que sea garantizado el derecho a la educación.10

 

La experiencia de los que no ingresaron: elementos para el análisis

Los jóvenes aspirantes que no lograron ingresar a la licenciatura de la UNAM, se configuran como el centro de atención de este estudio y su experiencia como el eje de análisis. Se concibe a la experiencia, desde la perspectiva de François Dubet, como una construcción subjetiva en la que los sujetos le confieren un sentido a su actividad. La sociología de la experiencia social, es eminentemente comprensiva y concibe al sujeto como un ser activo y reflexivo, pero inmerso en estructuras sociales que se configuran en el marco de su acción y que muchas veces lo constriñen. De esta manera, la sociología de la experiencia se ubica en la interfase entre las estructuras sociales y las acciones individuales (Guzmán, 2004).

La experiencia social resulta de la articulación de tres lógicas de la acción: la integración, la estrategia y la subjetivación. Cada actor individual o colectivo adopta necesariamente estos tres registros de la acción que definen simultáneamente una orientación del actor y una manera de concebir la relación con otros (Dubet, 1994). A su vez, cada una de estas lógicas remite a las funciones básicas de la sociedad. La lógica de la integración remite a la función socializadora de la sociedad, que bien podría considerarse como "comunidad"; en esta lógica el actor se define por su pertenencia en el seno de la sociedad. Dentro de la lógica de la estrategia, el actor trata de realizar sus intereses dentro de una sociedad concebida como un mercado. La estrategia se encuentra en relación con la función económica de la sociedad y a su percepción como un campo de competencia; esta lógica implica una racionalidad instrumental, el utilitarismo de la acción, que tiende a adecuar medios y fines. La lógica de la subjetivación remite a un sistema cultural y a la dimensión creativa de la actividad humana, que no se reduce ni a la tradición ni a la utilidad. En esta lógica, el actor se presenta como un sujeto crítico en confrontación con una sociedad definida como un sistema de producción y de dominación (ibíd).

Tomando como criterios generales de observación cada una de las tres lógicas que constituyen la experiencia, nos preguntamos en términos de la lógica de la integración, de qué manera afecta a los aspirantes quedar fuera de la UNAM, en una etapa de formación y con un proyecto educativo que se interrumpe. Desde la lógica de la estrategia, nos preguntamos cuáles son los recursos con los que cuenta un aspirante para hacer frente a su situación de rechazado, qué estrategias emplea y cómo las despliega. A partir de la lógica de la subjetivación, nos preguntamos cuál es el valor que los aspirantes le confieren a la educación, al hecho de estudiar y de ingresar a la UNAM; cómo afrontan su situación de rechazados y se alejan del discurso dominante. El análisis de estas lógicas se constituye en el telón de fondo para analizar el recorrido de los aspirantes desde que deseaban ingresar, cuando conocieron el resultado y cómo lo asumieron. Por su parte, abrimos un espacio analítico para recuperar las vivencias de los aspirantes, en cada uno de los momentos mencionados, en la medida que consideramos que estas lógicas están permeadas de sentimientos, emociones y maneras de afrontar los acontecimientos.

 

El universo de estudio

El universo de esta investigación está conformado por 12 jóvenes (seis hombres y seis mujeres) que no han logrado ingresar a la licenciatura de la UNAM y que participaron en el MAES. Estos jóvenes deseaban ingresar a carreras de alta demanda: administración, ciencias de la comunicación, derecho, diseño gráfico, medicina y psicología. La mayoría de ellos solicitaron su ingreso a Ciudad Universitaria, pero otros también a la Facultad de Estudios Superiores de Acatlán y de Zaragoza.11

El trabajo de campo lo realicé durante el mes de agosto de 2009 y consistió en la observación de distintas movilizaciones, tales como marchas, un plantón de varios días frente a las oficinas de la Secretaría de Educación Pública en la Plaza de Santo Domingo de la Ciudad de México, así como la asistencia a diversas asambleas. Para obtener la información apliqué entrevistas semi-estructuradas a los jóvenes que se encontraban en dicho plantón. Para ello, me basé en una guía temática. Los ejes de indagación se establecieron a partir de los tres registros de la experiencia social propuesta por Dubet: la integración, la estrategia y la subjetivación, además de esto, se intentó rescatar los aspectos emocionales vertidos en las narrativas. Las entrevistas fueron grabadas, sin embargo, por el contexto en el que fueron realizadas, la calidad del sonido no permitió la transcripción total de las entrevistas. De cada una de dichas entrevistas construí un relato que sintetiza la narración hecha por los jóvenes. Como una etapa posterior de análisis confronté los distintos relatos con el fin de reconstruir el recorrido seguido por los jóvenes desde el bachillerato hasta el momento en el que se encontraban.

 

El camino para obtener un lugar

Las expectativas para ingresar

Los jóvenes al solicitar su ingreso a la UNAM, tenían una clara preferencia por esta universidad; es decir, fue, en todos los casos, su primera opción. Algunos de los jóvenes entrevistados, sustentaban su preferencia en el prestigio que tiene la UNAM, aunque también hay casos en que se trata de una tradición familiar, en la que padres, tíos y primos allí estudiaron. Su deseo de ingresar les significaba, un proyecto de formación profesional que los llevaría a definir su futuro laboral. Estos estudiantes buscaban ingresar a carreras que son consideradas de alta demanda e iniciaron este recorrido llenos de expectativas y sin imaginar lo que seguiría.

No poder ingresar: todo comenzó desde antes

La historia de los jóvenes que no fueron aceptados en la UNAM, inició desde antes que solicitaran su ingreso a la licenciatura. Es muy frecuente que intentaran también ingresar al bachillerato de la UNAM, ya sea al Colegio de Ciencias y Humanidades o a la Escuela Nacional Preparatoria y no quedaron. Algunos mencionan que tuvieron que inscribirse en su cuarta o quinta opción, tal es el caso de quienes fueron asignados al Colegio de Bachilleres, a los CETis o al CONALEP.12 Deseaban ingresar al bachillerato de la UNAM, porque lo consideraban una buena opción, pero también porque les interesaba garantizar un lugar en la universidad.

Algunos de estos jóvenes se adaptaron fácilmente a su nueva escuela, pero para otros, no fue fácil aceptarlo, sobre todo para aquellos que les tocó un plantel lejano o que no les gustó. En este caso se puede ubicar a Frida, a quien le asignaron el Colegio de Bachilleres del Aeropuerto y nunca le gustó "el ambiente, ni los maestros, ni nada". No se llevaba con nadie, andaba siempre sola y no tenía a amigos, de hecho llegó a pensar en salirse de la escuela, tomar algún curso y volver a hacer el examen de admisión el año siguiente, sin embargo, nunca se decidió. En aquellos momentos pensó que si le "echaba ganas a la escuela" podría entrar a la UNAM, pero ahora se da cuenta que eso es mucho más difícil.

Un caso similar es el de Humberto, quien vive por el Desierto de los Leones y le tocó el Colegio de Bachilleres del Rosario. Tardaba casi tres horas en llegar; pero eso no era lo más grave, sino el clima de violencia que impera en el plantel; en el que diversas bandas lo tienen tomado y coercionan a los que recién ingresan a incorporarse a dichos grupos, con el fin de fortalecerse y ante lo cual, Humberto dice: "para sobrevivir, no te queda más que unirte". Esta situación, aunada a la lejanía de la escuela, lo llevó a pensar en un cambio, pero lo más que pudo lograr, fue cambiarse en el segundo año al Colegio de Bachilleres de Cuajimalpa en donde terminó el bachillerato.

Para algunos aspirantes, la historia se remonta todavía más atrás, cuando en la secundaria les asignaron el turno vespertino y deseaban el matutino. Fue este el caso de Vilma y del mismo Humberto, quien por eso afirma: "creo que estoy salado".

Más allá de las diversas vivencias de los jóvenes al cursar el bachillerato en una opción que ellos no eligieron, este hecho significó el inicio de un recorrido, en el que perdieron la oportunidad de contar con el pase reglamentado de la UNAM y no se encuentran en condiciones de poder ingresar por la vía del concurso de selección. Estos testimonios ilustran también cómo existen condiciones estructurales que van marcando la trayectoria de los jóvenes y que van delineando un espectro de oportunidades distinto.

Miradas hacia el bachillerato

Salvo algunas excepciones, la mayoría de estos jóvenes se refieren al bachillerato como una buena experiencia social: de amigos, fiestas y convivencia. Eduardo lo ilustra claramente cuando dice: "fue una época de desarrollo personal: la primera novia, el primer mejor amigo, la primera borrachera, las fiestas". Sin embargo, cuando lo comparan con la secundaria, encuentran que durante el bachillerato "se tomaron las cosas más en serio". Así se refiere Roberto cuando reconoce que en la secundaria "era muy rebelde" y después cambió. Omar recuerda la secundaria como una etapa de mucha flojera y obtuvo un promedio muy inferior al de la preparatoria. Estos jóvenes reconocen un crecimiento de la etapa de la secundaria al bachillerato y hacen referencia a un mayor esfuerzo y desempeño. Cabe tomar en cuenta que se trata de jóvenes que lograron concluir su bachillerato en tres años y muchos de ellos, con promedios arriba de ocho, que, en el contexto de la situación de los jóvenes de ese rango de edad en México, están muy por encima del promedio.

En lo que se refiere al ambiente académico de la escuela, las apreciaciones cambian por completo. Si bien, todos los jóvenes reconocen que durante el bachillerato tuvieron maestros "de todo", esto es: buenos, regulares y malos. Resulta muy significativo que especialmente los egresados del Colegio de Bachilleres mencionen que tuvieron maestros a los "que no les importaba nada", que no asistían, que sólo les dejaban hacer un trabajo final y con eso calificaban el semestre, que les ponían a hacer resúmenes y les decían que estudiaran por su cuenta. Eduardo narra que tuvo una maestra de inglés que durante todo el semestre sólo fue dos semanas, es decir, cuatro clases, obviamente no aprendieron nada y con eso calificó. Hay jóvenes que mencionaron haber tenido maestros que llegaban a dormirse al salón de clases, o que aprobaban el semestre a los alum-nos a cambio de dinero, una botella, un celular; e incluso una joven se refiere a un maestro que les pedía a las alumnas que le llamaran a su casa por la madrugada para darles la calificación. Eduardo resume "en el bachilleres se vivía un ambiente de flojera tanto por parte de los alumnos como de los maestros". Omar dice que en esos momentos no le importaba no tener clases, pero que ahora lamenta no haber aprendido.

Si bien el Colegio de Bachilleres ofrece especializaciones, ninguno de los entrevistados hace referencias a su utilidad o beneficio. En el caso de Maribel, estudió la especialización de administración de recursos humanos y no ha podido encontrar trabajo en esa rama, porque no cuenta con experiencia. Ella quiere estudiar medicina, por lo tanto, tampoco le será de utilidad. Vilma también cursó la opción de administración, se le hizo interesante al realizar sus prácticas profesionales, pero más allá de esto, no tuvo un valor especial.

Algunos de los jóvenes entrevistados consideran que la mala formación del Colegio de Bachilleres influyó para que no lograran ingresar a la UNAM, otros de ellos, sin establecer esta relación directa, sí mencionan que gran parte de los contenidos del examen, ellos no los alcanzaron a cubrir en la preparatoria. Los jóvenes egresados del Colegio de Bachilleres, al no ser aceptados en la UNAM, no lo vivieron como un caso único, ya que ellos reconocen que la mayoría de sus compañeros de generación tampoco lograron ingresar a la UNAM.

Estas vivencias y experiencias de los egresados de los Colegios de Bachilleres, van formando parte del imaginario social, que lleva a afirmaciones tan contundentes como: "los que salen de bachilleres, nunca entran a la UNAM", como le dijeron siempre a Vilma, o bien, como dice Eduardo: "si sales del bacho y entras a la UNAM, eres un dios".

El caso de los jóvenes entrevistados que estudiaron en los Cetis y el CONALEP es un poco distinto, ya que a pesar de que tuvieron también malas experiencias con algunos maestros, ellos encontraron en las especializaciones que ofrece este sistema, la posibilidad de aprender algo interesante y útil. Éste es el caso de Yareth, quien estudió la especialización en computación y aprendió cosas con las que quiere continuar, o bien Alberto, quien estudió la especialización en administración y quiere continuar en esta carrera. Ambos coinciden que estas opciones técnicas, no son suficientes para poder encontrar un trabajo, pero que sí ofrecen una base para continuar estudiando. El problema es para aquellos que siguieron una especialización y que no les interesa continuar.

Todos los jóvenes entrevistados que egresaron tanto del Cetis, como del CONALEP, coinciden en afirmar que estas escuelas no preparan para ingresar a la UNAM ya que se enfocan más hacia el desempeño laboral o a la preparación para escuelas técnicas como el Instituto Politécnico Nacional (IPN). Estos jóvenes se sienten en desventaja frente a los egresados del bachillerato general. Según refieren los jóvenes entrevistados, son pocos los egresados de estas escuelas los que aspiran ingresar a la UNAM, ya que muchos prefieren buscar trabajo, casarse o "no hacer nada". En su opinión, de los pocos que desean ingresar a la UNAM casi nadie lo consigue. Omar dice que de su grupo de 20 compañeros, 14 presentaron el examen de la UNAM en febrero y ninguno se quedó. En junio lo hicieron cuatro, tres de ellos no quedaron y del otro no sabe.

Podemos observar que estos jóvenes iniciaron su recorrido por el bachillerato con tropiezos, es decir, de una manera distinta a la que hubieran querido. Su integración a la escuela no fue fácil para todos, pero al parecer, lograron una mejor integración social que académica. Si bien, en el momento no parecía tener repercusiones y salieron con promedios relativamente altos, llegaron al examen de ingreso con deficiencias que ellos mismos reconocen. Los relatos nos dan también indicios de un problema estructural en el nivel medio superior público, que parece no tener control sobre los profesores que no cumplen con los objetivos de las asignaturas o que tienen un comportamiento poco ético frente a los alumnos. Todos estos elementos se traducen en un nivel académico deficiente de las instituciones, que no brinda las condiciones para que los jóvenes puedan acceder a la universidad y, de esta manera, se segmentan sus oportunidades.

El concurso de selección: un obstáculo a vencer13

Para los jóvenes que no lograron ingresar a la UNAM, el examen de selección lo viven como un obstáculo que no han podido vencer. Para unos se trata de un examen "fácil", "lógico", mientras que para otros es "confuso" y "difícil". A pesar de que los jóvenes tienen una formación distinta y aspiran a entrar a distintas carreras, varios de los entrevistados coinciden en afirmar que los contenidos de física y de historia son las más difíciles. Muchos de ellos, agregan también a las matemáticas como una parte difícil, pero lo atribuyen a que siempre se les ha dificultado a lo largo de su trayectoria. Otros consideran también difícil la parte de química y de geografía. Sin embargo, la queja principal de algunos jóvenes es que las preguntas del examen se refieren muchas veces, a contenidos que ellos no vieron en el bachillerato. Esta queja proviene sobre todo, de quienes egresaron de los Cetis y del CONALEP, que llevaron muy pocas materias humanísticas. En términos comparativos, los jóvenes entrevistados coinciden que el examen de la UAM es más fácil, en términos de que se enfoca, no tanto en los conocimientos, sino en las habilidades. Sin embargo, a pesar de esta percepción, tampoco han logrado obtener el puntaje para ingresar a la UAM.

Más allá del contenido del examen, hay casos de jóvenes que sienten que se ponen demasiado nerviosos al contestar el examen. Éste es el caso de Vilma quien siente que se bloquea y que se le olvida todo, tan es así que le faltaron 20 aciertos para poder quedar, cuando en el primero le faltaron sólo diez. Cuando vio el resultado dijo "¡otra vez!... ¿pero por qué me pongo tan nerviosa?"

Varios de los jóvenes entrevistados expresan su desconcierto y a veces desesperación de no saber desde antes del examen, el puntaje que se requiere para poder ser aceptado. Si bien, hay jóvenes cuyo resultado queda muy lejos del que se requiere, hay otros que siempre quedan "a un paso" de lograrlo. Éste es el caso de Frida, quien en el primer examen quedó a dos puntos de entrar a la carrera de medicina, esto la motivó a continuar, pero en cada ocasión fue quedando más lejos del número de aciertos solicitados, a pesar de que se preparó cada vez mejor para el examen. De tal manera, que este sistema basado en asignar un número de lugares a los que obtengan el mayor puntaje, representa para los aspirantes una fuente de incertidumbre y lo viven como un tope al que nunca pueden llegar.

Los intentos por aprobar el examen: del nerviosismo a la tristeza14

La mayoría de los entrevistados se ha presentado al concurso de selección de la UNAM varias veces y la percepción que tienen de éste, así como la situación en que lo presentan, es cambiante. Podemos distinguir claramente dos momentos: la primera vez y la segunda. Gran parte de los jóvenes entrevistados reconocen que la primera vez que presentaron el examen no habían estudiado y no se sentían preparados, de tal manera, que cuando conocieron su resultado, no se sorprendieron. Incluso, algunos comentan que se lo "tomaron con calma" y que lo vieron como una oportunidad para descansar, hacer otras cosas, tomar algún curso y estudiar, o bien, como lo llama Eduardo "una especie de sabático". Mientras tanto, esta primera vez, llevó a algunos jóvenes a "tomarse más en serio" el examen y decidieron entrar a algún curso de preparación, otros a cursos particulares o a los cursos que imparten de manera gratuita en el MAES de la Facultad de Ciencias de la UNAM, o bien, estudiaron por su cuenta.

La segunda vez que estos jóvenes presentaron al concurso de selección se sentían mucho más seguros, más preparados y sintieron que les fue mucho mejor en el examen, por lo tanto, el resultado negativo, los sorprendió muchísimo. Éste es el caso de Frida, quien dice que llegó al examen muy bien preparada y afirma "casi me sabía de memoria la guía". Eduardo, por su parte, al terminar el examen dijo : ¡ahora sí me quedo! En el caso de Yareth la primera vez sí se puso nerviosa y al terminar, sabía que no lo iba a pasar, pero la segunda vez estuvo más tranquila, pues ya sabía cómo era el examen y ahora sí estaba segura de que quedaría. No podía creer que el puntaje que obtuvo fue menor (en el primero obtuvo 58 aciertos y en el segundo 49) y así lo expresa: "el segundo se me hizo más fácil, pero salí más baja, no sé porqué". Por eso, dice: "la primera vez no sentí nada y la segunda sí sentí feo pues creía que me iba a quedar". Si bien Guadalupe se puso más nerviosa la segunda vez que la primera, fue porque, como ella dice, "ya no te la tomas tan a la ligera". Cuando vio el resultado, no lo creía, estaba bastante confiada y comenta "yo sí sabía", "no lo podía creer, hasta lo busqué dos veces por Internet. Mi mamá tampoco lo creía cuando le di la noticia, ella pensaba que la estaba engañando". Julián asevera "sinceramente yo sí pensaba que me iba a quedar, ya que le "machetié" e iba muy seguro de mis conocimientos". Efectivamente hay una gran distancia que no pueden comprender, entre la manera como se sienten los jóvenes en el examen y los resultados que obtienen. Este desfase se expresa también en los resultados por áreas de conocimiento. Para José Antonio su sorpresa mayor fue que obtuvo sólo dos aciertos en historia, cuando él asegura que es lo que más sabía y que más repasó. O bien, Eduardo quien en el examen de la UAM salió más bajo en habilidades verbales, cuando es justo, en lo que se siente más fuerte. Esta situación, más que generarles una reflexión en torno a lo que saben, les genera dudas en los procedimientos establecidos para evaluar los resultados.

La primera respuesta de los jóvenes cuando se enteraron de los resultados, contiene una dosis de auto culpabilización, ya que ellos explican su resultado, porque no estudiaron lo suficiente para el examen o "porque no le echaron ganas". Así varios de ellos dicen "si hubiera estudiado un poco más", o más precisamente Omar dice "si por lo menos hubiera dedicado una hora diaria para estudiar, sí lo hubiera pasado".

Después del momento de la primera impresión con la subsecuente culpabilización, algunos de ellos, toman distancia, reflexionan y tratan de salir de esta etapa, tal es el caso de Eduardo quien reconoce que en algún momento llegó a pensar "realmente no sirvo para estudiar... estoy perdiendo el tiempo... me pude quedar trabajando, pero el coraje me hizo reflexionar y continuar". De esta manera, se dan los primeros pasos hacia un proceso de subjetivación, mediante el cual puedan ubicar los elementos personales y sociales que están en juego.

Los sentimientos y las emociones en el momento de enterarse de los resultados afloran en los jóvenes. Casi todos se refieren a la tristeza, al enojo, a la frustración de no haberlo logrado, otros lo viven como fracaso y sienten impotencia por no poder lograr lo que quieren. Roberto dice:

... he hecho varios intentos por entrar y cada vez que veo el resultado que dice «aspirante no asignado», me siento muy mal, porque llega el día del examen, luchas por un lugar que quieres y no lo logras.

Eduardo expresa su enojo diciendo: "yo he estudiado, yo he luchado, no lo he tomado a la ligera". Marco Antonio, quien tampoco había sido aceptado en la Universidad de Tlaxcala, cuando vio su resultado comenta

... me sentí muy mal porque esperaba un resultado favorable y más mal, por ser rechazado de dos universidades [y agrega] lo que más me molesta es que en tres horas que dura el examen se pone en juego todo... todo lo que aprendiste desde la secundaria y en la preparatoria y en tres horas se vienen abajo todos tus sueños.

Heriberto coloca su resultado en el contexto de su vida y se lamenta, ya que considera que esta etapa es muy difícil "porque primero te deprimes por una chava y luego porque no quedas". Julián se siente muy triste pues dice "ves cómo tus aspiraciones se van cayendo". De esta manera, el problema estructural de falta de oportunidades educativas se traslada a los jóvenes, a quienes se les responsabiliza por no poder alcanzar un lugar. Esta situación los lleva a asumirse y a enfrentarse a la vida como perdedores, al tiempo que van perdiendo también la confianza en ellos mismos. Si bien, puede darse un proceso de subjetivación, implica un fuerte trabajo poder remontar. De igual manera, el hecho de no alcanzar un lugar en la universidad, trastoca y pone en entredicho la posibilidad de realizar otros proyectos que habían construido a más largo plazo, como es un proyecto laboral, que se derivaba necesariamente de su formación universitaria.

 

La familia: del apoyo a la presión

El papel que juegan las familias en el ingreso al sistema educativo de nivel superior tiene dos facetas. Por una parte se movilizan ante este evento un conjunto de elementos de carácter estructural, relacionados con las condiciones económicas y culturales con las que cuenta un joven al momento de solicitar el ingreso. Por otra parte, se trata de respuestas más inmediatas y coyunturales cuando los hijos no logran ingresar a la universidad.

En cuanto a los elementos de orden estructural, se encuentran las condiciones económicas de las familias, que se traducen en el apoyo material para estudiar, como puede ser, por ejemplo, la compra de útiles, uniformes, la alimentación, el acceso a determinadas escuelas etc. Los recursos educativos y culturales de las familias también marcan las diferencias entre las condiciones de los jóvenes, ya que éstas pueden traducirse en: ayuda en tareas, acceso a fuentes de conocimiento, interés y valoración por los estudios, conocimiento de la oferta educativa, etcétera. De esta manera, en el proceso de ingreso se movilizan estas diferencias que se cristalizan en los resultados del concurso de selección.

En cuanto al papel coyuntural que juegan las familias cuando sus hijos no logran ingresar a la universidad, hay diferencias: por una parte, aquellas familias que han apoyado siempre los estudios de los hijos y que ante esta situación, tratan de apoyarlos para que encuentren una solución. Otras familias en cambio, presionan a los hijos y los culpan o les reclaman por no lograr el ingreso, mientras que otras, se mantienen al margen y dejan que los hijos resuelvan su situación.

La mayor parte de los jóvenes entrevistados dicen haber contado con el apoyo de su familia en sus estudios. De igual manera, hay padres que comprenden a sus hijos cuando no logran ingresar a la universidad y tratan de apoyarlos, por lo menos, moralmente y les dicen: "no te des por vencido", "prepárate y preséntalo otra vez". En los casos en que hay solvencia económica, los padres les ofrecen a sus hijos la opción de las universidades privadas.

En otros casos, el apoyo recibido cambia, cuando no logran ingresar a la universidad. Muchos se enfrentan a las presiones de la familia, quienes inmediatamente juzgan a los hijos por no haber estudiado lo suficiente. Así son frecuentes los reclamos "ya ves por no estudiar", "el que sabe, sabe" o como la madre de Eduardo le reclama: "¿de qué sirvieron los cursos que tomaste?, se me hace que nada más te ibas a tomar [emborracharse]". Algunos padres, recapacitan y van entendiendo el problema. Otros "están encima", como es el caso de la madre de Vilma quien le insiste "que ya se te pasó la convocatoria de la UAM... que cuándo es la fecha para el siguiente examen", esta situación lejos de ayudarla, la abruma.

Una presión especial sienten los jóvenes cuyos familiares son egresados de la UNAM y que educaron a sus hijos para estudiar allí, sin embargo, ante estas nuevas condiciones de competencia, no se puede cumplir ese sueño. Julián reflexiona y muestra claramente este cambio generacional, cuando narra cómo en la familia de su mamá cuatro de seis hermanos estudiaron en la UNAM y ahora ellos son sólo dos y ni su hermana ni él han podido entrar. El padre de Maribel es ingeniero químico egresado de la UNAM y siempre imaginó a su hija estudiando la carrera de medicina también en la UNAM.

Hay padres que apoyan a sus hijos pero no se involucran, éste es el caso de Yareth, cuyos padres la han apoyado siempre, pero no la presionan ni la obligan a estudiar, ellos le dicen "si quieres estudiar bien y si no quieres, también", pero le aconsejan "que haga lo posible por lograr lo que quiere". De manera similar, en los casos en que los estudiantes nunca contaron con el apoyo de la familia, en esta situación no tienen nada que decir, tal es el caso de Roberto quien se paga los estudios desde la secundaria, ya que sus padres no le podían apoyar, de esta manera, cuando no logró pasar el examen sus padres le dijeron: "no tenemos nada que reclamarte, porque nosotros no te hemos dado nada, todo te lo has pagado tú", en este caso por lo menos, no ha contado con el apoyo, pero tampoco con la presión.

Hay familias para las que el ingreso de los hijos a la universidad se ha convertido en un problema más grave, ya que no se trata sólo de un hijo, sino de varios. Éste es el caso de Julio quien no ha podido entrar a la carrera de Derecho, pero su hermana tampoco lo ha podido hacer a la carrera de Medicina. En la misma situación está Maribel, cuya hermana tampoco pudo entrar a la carrera de Arquitectura. A nivel familiar esta situación resulta complicada y difícil de afrontar. De esta manera, así como la falta de oportunidades educativas trastoca los proyectos de los jóvenes, los padres de familia ven también truncadas las expectativas que habían fincado para sus hijos y, por ende, el proyecto familiar que habían delineado. Se pone también en entredicho el papel de los padres como proveedores de un capital educativo.

Después del resultado: las decisiones y los caminos

Una vez que los estudiantes conocen los resultados y pasan de la etapa inicial de shock, comienzan a pensar en los posibles caminos a seguir, es decir, llega un momento de reflexión y de replanteamiento de sus planes iniciales. Es un momento en el que se despliegan estrategias que van a definir su futuro inmediato, pero también su proyecto a más largo plazo.

Como hemos mencionado, después del resultado del primer examen, los estudiantes entrevistados optaron por diversos caminos. En los casos en que siendo aún estudiantes de bachillerato presentaron el examen en el mes de febrero y no lo pasaron, no suelen tomarlo con gravedad, ya que optan por prepararse mejor para presentarlo nuevamente en el mes de junio, ya sea estudiando por medio de las guías o tomando algún curso de preparación. El hecho de no pasar el primer examen, los lleva a pensar en otras opciones y hacer solicitudes en distintas instituciones. La oferta educativa a la que recurren casi todos se centra en la UNAM, la UAM y el IPN.

En los casos en que los jóvenes no pasaron el examen en el mes de junio y que les implica quedarse fuera de la escuela durante un año, las decisiones son distintas. Algunos deciden tomar una pausa en los estudios, descansar y estudiar de manera más tranquila en su casa para el siguiente examen, o bien, tomar cursos de preparación, en este caso; varios optaron por los cursos impartidos de manera gratuita por el MAES en la Facultad de Ciencias. Otros tomaron cursos de idiomas y algunos otros jóvenes optaron por trabajar en los más diversos oficios: Frida como recepcionista; Eduardo como vendedor; Marco Antonio como mesero; Roberto como auditor y Julio en un bufete de abogados. Ellos vivieron el trabajo como una actividad pasajera, teniendo claro que volverían a presentar el examen de admisión.

Uno de los rasgos característicos de esta búsqueda, es que los jóvenes no se circunscriben a una sola opción, sino que al mismo tiempo están solicitando el ingreso a diversas instituciones, es decir, conocen los riesgos que implica jugarse todo "con una sola carta". De esta manera, los jóvenes se convierten en unos estrategas, que buscan por diversos medios lograr su fin. Es también frecuente que los jóvenes no se "aferren" a una sola carrera y después de no haber logrado su ingreso en dos o tres opciones, soliciten el ingreso a carreras de más baja demanda, con la idea de cambiarse posteriormente. Tal es el caso de Frida quien después de varios intentos por ingresar a la carrera de Medicina, solicitó la carrera de Químico Farmacobiólogo; o bien, Eduardo, quien también después de varios intentos por ingresar a la carrera de Comunicación, solicitó Sociología. Si bien, no lo han logrado, es importante destacar cómo las estrategias se replantean de acuerdo con los resultados y que los recorridos en la búsqueda de un lugar en la universidad implican presentar, cinco, seis y hasta siete exámenes.

La situación cambia cuando el hecho de no ingresar a la universidad implica permanecer un año más fuera de ésta, en este momento, los jóvenes llegan a un límite en el que quieren evitar a toda costa que esto se vuelva a repetir. Muestran una especie de fastidio y no están dispuestos a "perder más el tiempo". Es en estos momentos que empiezan a pensar en otras medidas, como por ejemplo, bus-car más allá de las tres opciones en las que han jugado casi todos: UNAM, UAM e IPN, es así como también empiezan a pensar en ingresar a universidades privadas —quienes lo pueden hacer—, otros a buscar otra carrera, o bien, participan en el MAES para obtener una beca; también hay quienes se mantienen en la idea de seguir intentándolo.

La participación en el MAES: una última carta que jugar

De las posibles salidas de los jóvenes que no fueron aceptados en la UNAM, este grupo de entrevistados decidió acercarse y participar en dicho movimiento. La mayoría se enteraron por un amigo o por un volante que fue entregado tanto en el lugar del examen, como en sus propias escuelas, o bien, porque tomaron los cursos de preparación para el examen que se imparten en la Facultad de Ciencias de la UNAM.

En realidad son jóvenes que no habían tenido alguna participación política y su interés en participar, responde a la expectativa de obtener una beca en una universidad privada incorporada a la UNAM y, después de un año, gestionar el cambio a la UNAM. De esta manera, el móvil de la participación es respuesta clara a una acción estratégica para lograr su objetivo de ingresar a la universidad.

En la mayoría de los casos es una acción extrema cuando ya han probado otras alternativas. Una parte importante de este movimiento se nutre de los estudiantes que ya están cansados de presentar varios exámenes (cinco, seis y hasta siete intentos) y que encuentran que, por esta vía, no lo lograrán. Éste es el caso de Vilma, quien ha presentado el examen para la carrera de Psicología seis veces y sus resultados están muy lejos de alcanzar el puntaje requerido, de tal manera, que prefirió optar por la participación. Karina está en una situación similar de cansancio, aunque ella ha estado muy cerca de lograr el puntaje: en el primer examen logró 83 puntos, pero se requerían 84 y en el segundo obtuvo 85, pero en esa ocasión ya se necesitaban 87, ante lo cual dice: "¿qué espero?, ¿volver a presentar el examen y quedar a punto de alcanzarlo?, ya no quiero perder más tiempo". Para Eduardo su participación en el movimiento ha significado jugarse como él dice su "última carta", ya que él ha hecho cinco intentos por entrar a la carrera de comunicación de la UNAM y ha buscado también entrar a la UAM. Pareciera también que la decisión de participar en el MAES la toman un año después de que no lograron ingresar, o bien, después de cuatro intentos, cuando ya no están dispuestos a perder un año más.

Además del interés por obtener un lugar, hay estudiantes que destacan que su participación en el MAES es una forma de "no quedarse con los brazos cruzados", como lo expresa Yareth, o bien de luchar por lo que merecen, es decir, es una respuesta ante la impotencia de no poder ingresar a la UNAM. En estos casos se muestra claramente una posición de afirmación de los jóvenes, quienes han logrado transitar del enojo y la frustración a la acción.

Los jóvenes viven su participación en el MAES como un trabajo, como un esfuerzo necesario para lograr un fin estratégico. Este trabajo consiste en asistir a las marchas, a las asambleas, estar en el plantón, cubrir las distintas comisiones y volantear. Vilma dice que llega desde las nueve de la mañana al plantón y que se va hasta en la noche. Humberto incluso, se puso en huelga de hambre junto con otros compañeros. Hay estudiantes que prefirieron dejar de trabajar para poder participar de lleno en las actividades. Éste es el caso de Frida, quien trabajaba como recepcionista y de Roberto quien trabajaba de auditor. Desde su perspectiva y de acuerdo con un balance personal, vale la pena sacrificar el trabajo por obtener un lugar.

El objetivo de estas acciones es presionar a las autoridades para que firmen los acuerdos de los años anteriores y se comprometan a otorgar las becas y el pase diferido a la UNAM, un año después. Ellos expresan cansancio y desgaste, pero también compromiso para presionar a las autoridades para que firmen los acuerdos y por otra parte, reconocen que hay que tener presencia y asistir a estas acciones, ya que es un requisito para poder ser considerados dentro de las listas.

Como toda organización política, ésta se construye una imagen. Si bien, los jóvenes están convencidos de participar, se enfrentan cotidianamente en las calles con gente que los apoya, pero también quienes denostan el movimiento porque consideran que en "en lugar de andar de revoltosos se deberían de poner a estudiar".

Se puede percibir un cierto recelo de algunos entrevistados hacia los estudiantes de los bachilleratos de la UNAM que tienen pase reglamentado, ya que constantemente se hace referencia a la demanda de los lugares que "abandonan" los estudiantes de la licenciatura después del primer semestre. Esta posición la expresa claramente Karina:

... me desespera que los que salen del CCH y prepas tengan pase directo, ya que a muchos ni siquiera les interesa estudiar y sólo van a cotorrear y a embriagarse fuera de las facultades y a la mitad del semestre dejan los lugares... como dicen, la UNAM es muy maternalista y protege mucho a los del CCH y prepas, cuando debían de dejar más lugares a todos.

Desde esta misma lógica, una de las demandas del MAES es el pase directo del Colegio de Bachilleres a la UAM, esto es, extender este privilegio hacia los egresados de otros bachilleratos.

Con respecto a las familias, hay distintas posiciones. Hay padres de familia que apoyan a sus hijos y los acompañan a las movilizaciones, es más, que son los propios padres quienes impulsan a los hijos a participar, como es el caso de Julio. Si bien, hay otros padres que no apoyan a sus hijos de manera activa, sí les generan las condiciones para que puedan participar, proporcionándoles dinero, recogiéndolos, etcétera, como lo hacen diariamente los padres de Roberto. Sin embargo, hay padres que se oponen a que sus hijos participen, ya que consideran que "la única manera de entrar a la UNAM es pasando el examen", como dice la madre de Vilma, o bien, acusan de que sólo van a perder el tiempo, como afirma el padre de Frida, o que los están engañando, como aseguran los padres de José Antonio.

Si bien, el objetivo principal para la mayoría de los entrevistados es obtener una beca, su participación en el movimiento les brinda un espacio de socialización, en un momento en el que se sienten vulnerables. Saben que se encuentran fuera de las instituciones educativas y que han perdido un espacio de pertenencia. Encuentran así una posibilidad de integrarse y participar en un espacio en el que son reconocidos y no juzgados. De esta manera, los jóvenes se identifican con los otros, quienes tienen historias similares, o bien, les sirve de referente para comprender mejor su propia historia. Resulta muy significativo que en todas las entrevistas aflora su satisfacción por tener nuevos amigos, por conocer cada día más gente, pero también por realizar actividades de grupo. Eduardo relata cómo se hizo amigo de un grupo a quienes les tocaba volantear juntos y cómo después de las acciones, salían también juntos o se iban a algún lugar, pareciera que se trata de volver a vivir esa camaradería que se suele dar a la salida de la escuela. Los jóvenes hablan de diferencias pero no de rivalidades, ya que reconocen que todos tienen el mismo objetivo y como dice Frida: "todos somos rechazados al final de cuentas".

El movimiento también proporciona a los jóvenes recursos para encarar su situación de manera distinta. Como mencionamos, algunos jóvenes ingresaron al MAES creyendo que no fueron aceptados porque "no estudiaron lo suficiente para el examen", o porque "no le echaron ganas". Estas ideas que los autoculpabilizan se van transformando y ellos van incorporando en su discurso nuevos elementos de explicación, o bien, podríamos afirmar que se gesta un proceso de politización. Un caso muy claro es el de Frida, quien afirma "te vas dando cuenta que el problema es más de fondo" y con ellos se refiere a la falta de espacios para que los jóvenes puedan ingresar a la educación superior, como consecuencia de una política que no le interesa invertir en educación. Yareth cuando afirma que participar en el movimiento es una manera de no "quedarse con los brazos cruzados", retoma la consigna de las marchas y afirma "el estudiante callado, jamás será escuchado". O bien Alberto, a quien el examen de selección se le hizo muy confuso, porque había cosas que no entendía, retoma una conferencia que les dieron en el MAES y dice "es que los que venimos de familias pobres no hablamos de la misma manera que los que vienen de familias ricas y por eso no entendemos". De la misma manera, José Antonio está convencido de que tienen que luchar "porque las oportunidades para estudiar se las dan sobre todo, a las clases altas, que son las que pueden pagar la educación, mientras que hay muchos rechazados que no tienen otras oportunidades". El eje común de todas estas producciones discursivas es la incorporación de elementos sociales en la explicación y el reconocimiento de ciertas determinantes sociales, que escapan a las posibilidades y al esfuerzo de los individuos.

 

Reflexiones finales

A lo largo de este trabajo hemos sido testigos del arduo trabajo para los jóvenes que implica enfrentar la transición del bachillerato a la universidad. Para ellos ha sido una etapa de tropiezos, en la que han visto frustrados sus anhelos por ingresar a la UNAM. En este proceso por intentar ingresar a la educación superior, ha quedado claro que los elementos estructurales, las grandes desigualdades sociales y educativas existentes entre los jóvenes, juegan un papel importante y que son el marco en el que se da la lucha por un espacio.

En términos de la experiencia de los jóvenes, podemos afirmar que uno de los aspectos que más los vulnera es el sentimiento de "no pertenencia", esto es, quedan fuera del circuito escolar; si bien, ya habían abandonado el bachillerato, su expectativa era seguir estudiando y, por tanto, continuar su vida como estudiantes. De allí que el resultado del examen les genera un cambio repentino en el lugar social que ocupan, tanto frente a sí mismos, como frente a los demás. Por ello, se sienten prácticamente a la deriva. En este sentido, la falta de un espacio de integración se convierte en un referente importante en la construcción de su experiencia.

La experiencia de no ser aceptados en la UNAM, los confronta y los mueve internamente. La primera respuesta y la más frecuente es la autoculpabilización, esto es, atribuyen los resultados de manera individual a su falta de esfuerzo y dedicación. Al parecer esta etapa la logran superar cuando conocen situaciones similares, cuando entienden que se trata de un problema de falta de lugares y algunos llegan a plantearlo como resultado de políticas restrictivas hacia la educación. De esta manera, los jóvenes se colocan en una posición distinta y comienza un proceso de subjetivación, que los lleva a encarar el problema de manera distinta. Además de las propias culpas, los jóvenes tienen que enfrentar los juicios y comentarios de los otros, ya sea la propia familia o de los amigos. El hecho de tener que dar "la cara" les afecta, sobre todo, en la primera etapa de las culpas.

De igual importancia para los jóvenes, es que sus planes y proyectos se vienen abajo, si bien, para muchos fue difícil concluir el bachillerato y tomar la decisión de qué carrera estudiar. El hecho de no ser aceptados, los regresa a una etapa anterior que creían superada. De esta manera, estos jóvenes inician con un trabajo de pensar qué hacer y allí despliegan un sinnúmero de estrategias para remontar esta situación. Aflora una dimensión estratégica que los lleva a indagar opciones, posibilidades y oportunidades.

Ante el hecho de no ser aceptados, las estrategias son múltiples, pero hemos podido observar cómo se da este recorrido para poder ingresar a la UNAM. Se compone de numerosos intentos por lograrlo: cuatro, cinco y hasta siete intentos. En este recorrido van cambiando las instituciones y las carreras, pero también los ánimos, y llegan momentos de hastío y desesperación. En este sentido, podemos hablar de una verdadera lucha por poder ingresar.

En el plano de las estrategias, la participación en el MAES, reviste una gran importancia, ya que implica pasar al terreno de la acción política, aunque queda claro que su objetivo es obtener un lugar. Desde esta perspectiva, el MAES abre una nueva puerta en el campo de la visibilización de oportunidades. De igual manera, se convierte en un espacio posible de integración y de pertenencia a un colectivo del que ellos carecen. Encuentran que su acción es importante y de allí que la vislumbran como un trabajo. El contacto y la sociabilidad que logran con jóvenes que se encuentran en una situación similar, los reconforta y les da fuerza para seguir adelante. Por su parte, el MAES también los dota de recursos que les permiten verse a sí mismos y explicar su situación de manera distinta, de allí que posibilita un distanciamiento con la visión imperante del rechazado y sienta las bases para un proceso de subjetivación.

La conformación social de los integrantes del MAES y sus accidentadas trayectorias educativas, nos muestran a un sector especialmente vulnerable, que tiene el gran riesgo de quedar excluido del sistema educativo y pasar a las filas del desempleo, de los empleos precarios, o bien, de otros proyectos que implican contar con una formación profesional.

Las grandes fallas del sistema educativo están detrás de todas estas historias, de un bachillerato deficiente que los deja completamente indefensos frente a los procesos de selección. Si bien, algunos de los jóvenes llegan a reconocer su bajo nivel de formación, sus críticas se circunscriben a algunas malas experiencias de su plantel, pero son muy pocos los que logran establecer alguna relación de este problema con la imposibilidad de ingresar a la universidad, no parece haber conciencia de sus limitaciones académicas y mucho menos de formular un juicio crítico a las instituciones educativas que los han formado.

Al conocer los relatos de estos jóvenes, no se puede seguir evadiendo una discusión a fondo de las implicaciones del pase reglamentado del bachillerato a la licenciatura de la UNAM. Si bien, en términos políticos es un asunto delicado de abordar por la obvia oposición que habría entre los estudiantes que gozan de este pase, no hay que olvidar que en términos de la equidad educativa no se está actuando de la mejor manera. Se tiene que pensar en nuevos mecanismos, más abiertos, pero también más justos en términos sociales.

De igual relevancia, es la necesidad de repensar el concurso de selección como vehículo de ingreso; al parecer es un instrumento incuestionable. Algunos jóvenes dieron indicios de cierto cuestionamiento, sobre todo, en cuanto al contenido y a algunas dudas que genera el procedimiento. Sin embargo, los jóvenes han dado evidencias claras de que se trata de un instrumento que selecciona con base en ciertos criterios, que no necesariamente son los más adecuados para elegir a los "mejores estudiantes" y que retomando la experiencia de los entrevistados, saber Física e Historia para lograr un puntaje más alto, no garantiza ser un buen estudiante en cualquier carrera. Por su parte, el concurso de selección está pensado para un joven que debe saber mucho más de lo que realmente saben los egresados del bachillerato. Los jóvenes se sienten humillados y rechazados, por no cumplir con lo que se espera de ellos.

La existencia del MAES juega un papel político de presión frente a las autoridades y no cabe duda que ha abierto un canal de ingreso que antes no existía, sin embargo, en relación con el número de jóvenes que desean ingresar, los resultados son todavía limitados. Esta vía seguramente tendrá cada vez más demanda y los mecanismos de asignación de becas tendrán que irse mejorando, pero de ninguna manera se resuelve la falta de lugares. En términos de un movimiento social, se presenta un desfase entre los objetivos estratégicos de los jóvenes por obtener un lugar y la orientación política que los líderes del MAES intentan darle al movimiento. Este movimiento tendrá pocas posibilidades de crecer y lograr un mayor impacto, si se utiliza solamente como una vía para obtener una beca.

A partir del panorama presentado, no cabe duda, que es necesario ampliar el sistema de educación superior en las opciones que los jóvenes desean, ya que la demanda no está satisfecha y que cada lugar que no se otorga, representa un suplicio en la vida de los jóvenes y trunca las expectativas que ellos se delinearon.

 

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Notas

1 El estudio se basa en el caso de la UNAM, ya que es la universidad pública más grande del país y la que tiene mayor demanda, por lo que los procesos de exclusión se agudizan.

2 Esta autora hace referencia a un pretendido enfoque de equidad de la política hacia la educación superior, en la medida que los programas que se han puesto en marcha son de tipo compensatorio y no inciden en el aumento de las oportunidades para ingresar a la educación superior, para permanecer, egresar y contar con mejores oportunidades en el mercado laboral.

3 En el V Informe de Gobierno (2011), Felipe Calderón dio a conocer que la cobertura de nivel superior había alcanzado el 30.1%, sin embargo, Manuel Gil advierte que dicha cifra fue calculada a partir del total de la matrícula (independientemente de la edad) y dividida entre el grupo de edad entre 19 y 23 años, además de que no se especificó si se incluye también posgrado, por ello no se puede afirmar que el 30% del grupo de edad de 19 a 23 años estudie el nivel superior (Cfr. Rojas, 2011).

4 Cifra que maneja el MAES en el Boletín de Prensa del 29 de julio de 2009. Sin embargo, cabe aclarar que no se puede tener una cifra precisa del número de rechazados, ya que los jóvenes intentan de manera simultánea su ingreso a diversas instituciones.

5 En febrero y junio de 2009 el número de aspirantes correspondió a 135,906, de los cuales fueron admitidos 16,829, lo que corresponde al 8.07% Cfr. Desplegado de la UNAM publicado en La Jornada el 29 de julio de 2009.

6 Los alumnos que obtuvieron un promedio de nueve en adelante y cursaron el bachillerato en tres años desde su ingreso, tienen derecho a elegir la carrera de su preferencia y la escuela, no así los demás que tienen que sujetarse a la demanda o bien, elegir una segunda opción.

7 A todos los aspirantes provenientes de cualquier escuela, pública o privada o de la Escuela Nacional Preparatoria y el Colegio de Ciencias y Humanidades, se les exige como requisito tener promedio mínimo de siete. Los puntajes requeridos son muy variables y dependen de los lugares que cada carrera y plantel tiene disponibles, así como de la demanda, de tal manera que los lugares se otorgan a los más altos puntajes. Para el periodo 2011-2012 de un total de 120 aciertos, la carrera de medicina exigió un mínimo de 106; Psicología 96 en C.U y en la FES-Iztacala 72; Ciencias de la Comunicación 91 en C.U. y en la FES Aragón 77; Derecho 87 en C.U y en la FES-Acatlán 73.

8 Cálculo realizado a partir del número total de aceptados por concurso (16,829) reportado en el desplegado de la UNAM publicado en La Jornada el 29 de julio de 2009 y el total de estudiantes de nuevo ingreso (37,683) en el ciclo escolar 2009-2010 reportado en la Agenda Estadística de la UNAM.

9 El MAES tiene su centro de operación en la Facultad de Ciencias de la UNAM, de donde provienen algunos de sus líderes y en donde imparten cursos gratuitos de preparación para el concurso de selección a la UNAM. Estos cursos son impartidos por estudiantes voluntarios provenientes de distintas carreras y es a partir de estos cursos que muchos de los aspirantes conocen al MAES y se integran a las movilizaciones.

10 Cfr. http://aspirantesexcluidos.blogspot.com

11 Cfr. Cuadro anexo con algunos datos de los entrevistados.

12 El Colegio Nacional de Estudios Profesionales (CONALEP) , el Centro de Estudios Tecnológicos e Industriales (CETis) y El Colegio de Bachilleres son instituciones de nivel medio superior públicas, las dos primeras ofrecen al mismo tiempo, una carrera técnica.

13 Si bien, en términos administrativos se denomina concurso de selección, los jóvenes frecuentemente lo refieren como examen de admisión, por lo que se mantendrá la segunda denominación, cuando así sea expresado.

14 En términos del procedimiento de ingreso a la UNAM, por medio del concurso de selección, no son correctos los términos de aprobar o reprobar el examen, así como tampoco pasar o no pasar, ya que el número de aciertos para ingresar, depende de la demanda de cada carrera. Sin embargo, los jóvenes utilizan muy frecuentemente estos términos, de allí que se manejan así en este texto, en los casos que ellos mismos los utilizaron.

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