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Cultura y representaciones sociales

versión On-line ISSN 2007-8110

Cultura representaciones soc vol.6 no.11 Ciudad de México sep. 2011

 

Ficha teórico-metodológica

 

Notas críticas acerca de las identidades

 

Ivy Jacaranda Jasso Martínez*

 

* Profesora investigadora de tiempo completo de la Universidad de Guanajuato, Campus León, División de Ciencias Sociales y Humanidades, desde 2010. Candidata a SNI. Maestra y Doctora en Ciencias Sociales, especialidad en Estudios Ruarles, por El Colegio de Michoacán (2002-2008). Actualmente coordina el proyecto "Derechos sociopolíticos y procesos de ciudadanización entre la población indígena del Guanajuato actual". Los temas que maneja se refieren a los movimientos indígenas en México, las identidades étnicas, interculturalidad y género, políticas hacia poblaciones indígenas., ivyjasso@gmail.com Este texto forma parte de mi tesis doctoral: Los movimientos indígenas, un marco para el análisis de las construcciones identitarias. Los casos de Organización Nación Purhépecha (Michoacán) y Servicios del Pueblo Mixe (Oaxaca).

 

Resumen

En este texto se presentan, brevemente, algunas notas críticas acerca de las corrientes y perspectivas que han estudiado a las identidades. Se abordan los diferentes niveles de análisis así como los principales autores que han abonado a la discusión en la conformación de identidades. Se retoman algunos de los aspectos que consideramos centrales para aplicarlos a un ejemplo de estudio: la identidad de las organizaciones de un movimiento social.

Palabras clave: identidades, diferencia, negociación, identidad individual, identidad colectiva.

 

Abstract

Critical remarks about identities. In this text some critical remarks about the trends and approaches which have studied identities are briefly presented. The different levels of analysis and the main authors who have subscribed to the discussion in the construction of identities are presented. Some of the aspects that are considered as central are applied in the study of an example: the identity of the groups that participate in a social movement.

Keywords: identities, difference, negotiation, individual identity, collective identity.

 

La identidad es resultado de un proceso social porque surge y se desarrolla en la interacción cotidiana; nace de la dialéctica entre el individuo y la sociedad y sólo es inteligible dentro de un mundo social (Berger y Luckmann, 1991). De esto se infiere que toda identidad es social. Estos presupuestos corresponden con las corrientes del interaccionismo simbólico y de la fenomenología social. El interaccionismo simbólico alega que las identidades están enmarcadas por reglas de interacción convencionales dependientes de las diferentes situaciones dadas en el proceso de dicha interacción; es así que la identidad tiene un carácter procesal y está sujeta a una constante negociación.

Nagel y Snipp (1993) argumentan que la identidad es resultado de una dialéctica entre identificación (voluntaria) y adscripción (forzada), y sólo es posible explicarla en referencia al contexto en el cual se conforma. Esto implica una dinámica interna que poco se ha estudiado. Para Guy Bajoit existen tres tipos de identidad: la identidad deseada (aquella idea que el individuo hace acerca de lo que desea llegar a ser y que asegure su realización personal); la identidad asignada (aquella idea que se hace el individuo de las expectativas que los otros tienen o esperan de él); y la identidad asumida (es el conjunto de los compromisos identitarios que asumió consigo mismo y que está realizando en sus relaciones por los otros) (Bajoit, 2003: 160-162). De forma similar, Giménez (2002) distingue entre identidades internamente definidas (identidades subjetivas) e identidades externamente imputadas (identidades objetivas). Todas estas aproximaciones indican una tensión existente entre los aspectos definitorios de la identidad que son escogidos o deseados de forma "voluntaria" y aquellos que son impuestos o "forzados". A pesar de que este fenómeno es difícil de observar, las adecuaciones que los agentes hacen de sus identidades en momentos de crisis pueden aportar elementos en este sentido.

Por su parte, la fenomenología social ve en la identidad el resultado de "la internalización de un llamado 'mundo de la vida cotidiana'" (Cruz, 1998: 73). Esta especie de "mapa de significados" impone al individuo (al ser internalizado) una estructura psíquica y cognitiva definitoria de una identidad. Las prácticas cotidianas constituyen las formas propias y específicas de ese "nosotros" en la confrontación (real o imaginaria) con el "ellos". En esta línea, las identidades tienen la capacidad de reestructurarse en el interjuego de la subjetividad. Sin embargo, no hay un claro acercamiento a los factores que propician esa reestructuración, por no decir cambio o transformación. Esta perspectiva rescata el ámbito social en el que se crean las identidades, pero se centra en el estudio de identidades individuales.

De modo semejante, pero más cercano a la integración normativa, el funcionalismo arguye que la identidad es inseparable de la socialización y de su eficacia: "el "actor' interioriza los roles y el estatus para crear su "personalidad social'" (Cruz, 1998: 72). Esta corriente resalta la estratificación social y la formación de estructuras que determinan la interacción; sin embargo, también tiene dificultades para abordar el conflicto.

La transmisión de "mapas de significados" en la vida social es innegable, pero la identidad también presupone cierta reflexividad: depende de la experiencia subjetiva inmediata y de la transformación de la sociedad y el individuo. La reflexividad y la conciencia de la diferencia son, entonces, el primer paso para la construcción de identidades. Giménez (2002), afirma que la distintividad y diferenciación requieren ser percibidas y reconocidas por los demás agentes para "poder existir socialmente". Los atributos —incluso los biológicos— son materia social, ya que derivan de la percepción del otro en la interacción. Por tanto, la identidad sólo existe en y para agentes sociales, de esto se desprende que su lugar de estudio son las relaciones sociales (Giménez, 2002: 98).

Giménez afirma que la identidad posee tres dimensiones: locativa, porque se sitúa en el interior de un lugar o "mundo simbólico" definidos; selectiva, por su ordenamiento de preferencias, alternativas y acciones; e integradora, porque liga experiencias pasadas, presentes y futuras unificándolas (Giménez citado en Cruz, 1998: 71). La construcción de una identidad no se realiza de manera arbitraria y no es exclusivamente subjetiva, sino que también ocurre dentro de marcos sociales de constreñimiento. Bourdieu (1980) admite que aquellos que disponen de autoridad legítima pueden imponer la definición de sí mismos y la de los demás. En este caso, las instituciones de gobierno son las que se han adjudicado la autoridad de nombrar e identificar a los grupos sociales. El Estado tiene la capacidad de crear identidades, sobrevalorarlas o minar su desarrollo. Sin embargo, no se trata de una imposición sin resistencia. El control centralizado del que dispone para administrar la identificación está siendo cuestionado actualmente, por ejemplo por los indígenas. Éstos declaran (en desplegados y foros) que su pertenencia étnica se cimienta en su territorio y en sus formas propias de pensamiento y organización. Esto indica que existe margen de maniobra.

Bajoit (2003), desde una postura que privilegia la conflictividad en este proceso, llama la atención sobre las tensiones estructurales que actualmente atraviesan los procesos de construcción identitaria, y que finalmente se convierten en tensiones existenciales. Las relaciones sociales son afectadas por la incertidumbre, las contradicciones, y las tensiones del cambio sociocultural en curso. Existe una gran preocupación por el individuo, pero las sociedades se repolarizan, la desigualdad se generaliza y la exclusión aumenta (Bajoit, 2003). Este autor nos exhorta a reflexionar sobre el futuro de estas construcciones y su calidad de emergentes.

Los agentes sociales tienen un abanico de posibles identidades (como portador de un género, de una edad, de una clase, etcétera) y privilegian unas sobre otras con respecto a las circunstancias. La identificación es, entonces, un proceso relacional, situacional y flexible.1 Esto último hace suponer que las identidades tienen un valor.

Los agentes dotan de valor a las identidades, ya que en torno a éstas organizan su relación con el mundo y buscan valorizaciones positivas de sí mismos con respecto a los demás. El valor que se otorga a una identidad suele diferir de un agente a otro y cambiar en el tiempo. Se tiende a valorizar positivamente las identidades propias, aunque también se puede tener una valorización negativa de éstas.2 Lo anterior responde a que dichas identidades han dejado de proporcionar el mínimo de ventajas y gratificaciones o porque el agente social ha introyectado estereotipos y estigmas atribuidos por otros (Giménez, 2002: 106). Cabe aclarar entonces que las identidades sociales se desarrollan entre el cambio y la permanencia, tratan de parecer continuas y uniformes a pesar de las discontinuidades. Responden a transformaciones de los sistemas sociales de los cuales forman parte, lo que indica que están en continua negociación.

Las identidades pueden ser individuales (personales) o colectivas. Cardoso (1992) afirma que ambas están interconectadas y son dos dimensiones de un mismo e inclusivo fenómeno. En esta línea, la teoría crítica alemana considera la identidad del grupo y del individuo como conceptos complementarios: identidad de rol y del yo. Las representaciones del "yo", el "nosotros", el "tú", los "otros" responden por igual a intereses subjetivos y a normas establecidas en la sociedad.3 Esta perspectiva resalta la importancia de la esfera social (y su complementariedad) en la conformación de identidades, sin embargo, parece desatender el proceso histórico de estas construcciones y la cualidad de flexibilidad de la que gozan.

La escuela francesa de sociología otorga mayor peso a la memoria colectiva como un componente que estructura el "nosotros". La comunión y fortaleza de una identidad colectiva depende de si los elementos atribuidos a ella pueden movilizar emociones de las esferas de la experiencia personal y colocarlas como parte de un mismo proceso de identificación. Así, la identidad es concebida como "el elemento que permite garantizar a un grupo su continuidad y permanencia" (Cruz, 1998: 76). En el momento en que las representaciones colectivas4 adquieren mayor importancia que las individuales, las identidades colectivas se vuelven factibles. Esto no implica negar las identidades individuales, sino reconocer que la potencialización de elementos comunes puede crear unidad. Las identidades colectivas e individuales están estrechamente vinculadas.

A manera de ejemplo, se puede analizar la identidad colectiva de las organizaciones que conforman un movimiento social cuando se expresan y presentan públicamente como una unidad, es decir, cuando expresan una identidad común. Aunque es preciso recordar que las identidades colectivas no implican la existencia de un grupo organizado ni tampoco se puede asumir que se comparte unívocamente y en el mismo grado las representaciones de un mismo núcleo (Giménez, 2000: 62).

Siguiendo con el ejemplo de las organizaciones de un movimiento social, las identidades colectivas se crean a partir de la priorización de semejanzas. Los agentes experimentan sentimientos de pertenencia, que se refuerzan con la coincidencia de visiones e interpretaciones de la realidad. Esto influye en la apreciación que las organizaciones hacen de oportunidades o momentos propicios para la acción colectiva. Aunque pueda parecer para otros un momento oportuno para la movilización, si el grupo (o la dirigencia) no lo considera así, muy probablemente, no tomará la decisión de actuar, y viceversa (McAdam et al., 1999).

Las identidades colectivas también se apoyan en los lazos afectivos que regulan las relaciones sociales, a partir de las cuales se forman redes. Los agentes sociales recurren a los vínculos de parentesco, amistad, vecindad para articular una imagen del "nosotros".5 A este respecto, Epstein (1978) sugiere que la identidad es siempre psicosocial, aunque es común que se marginen sus raíces afectivas.

Para recapitular, las identidades individuales y colectivas son construcciones dinámicas hechas por agentes, que responden a un mundo social (marcos de constreñimiento). Se fundan en las normas sociales (roles, estatus) para lograr la interacción, pero son flexibles y están en constante negociación. Tienen referentes históricos, y se privilegian y ocultan en razón del contexto y el "otro" ante el que se presentan. Se forman por contraste e involucran sentimientos de pertenencia; posicionan al agente social en su relación con el otro. Existen formas de ser y no un ser uniforme e inmutable (Bartolomé, 1997: 42).

 

Bibliografía

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Cruz Burguete, Jorge Luis (1998). Identidades en fronteras, fronteras de identidades. Elogio de la intensidad de los tiempos en los pueblos de la frontera sur, México, COLMEX.         [ Links ]

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Notas

1 En este punto aparece lo que algunos han llamado dimensión instrumental de las identidades, esto se refiere a la capacidad del actor social para "manipular" su identidad individual cuando está fuera de su grupo de referencia (Cruz, 1998: 70). Por ejemplo, en el caso de los migrantes en ocasiones son oaxaqueños, mexicanos, latinos, hispanos.

2 Cardoso alega que una identidad negada (que no implica que no exista), como la llama Erikson, es una "identidad latente a la cual se "renuncia" tan sólo como un método y en atención a una praxis dictada por las circunstancias, pero que en cualquier momento puede ser invocada, o actualizada" (1992: 28).

3 En esta corriente, Habermas afirma que la clave de la construcción de la identidad es lingüística, debido a que el proceso comunicativo es esencial para entender la acción social (en Cruz, 1998: 77-78).

4 Entiendo, junto con Bartolomé, por representaciones colectivas "una forma de conocimiento compartido, de saber común derivado de las interacciones sociales y orientado a fomentar la solidaridad grupal al otorgar sentidos específicos para las conductas" (Bartolomé, 1997: 44). Además, contribuyen a la construcción de una realidad común, y sirven de marcos de percepción y de interpretación de ésta (Giménez, 2000: 54-55).

5 Warman (2003) sugiere que la identidad colectiva puede llegar a representar una red de protección más amplia que el parentesco.

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