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Cultura y representaciones sociales

versión On-line ISSN 2007-8110

Cultura representaciones soc vol.3 no.5 Ciudad de México sep. 2008

 

Reseñas

 

Pérez Ruiz, Maya Lorena (2008). Jóvenes indígenas y globalización en América Latina

 

Maya Lorena Pérez Ruiz

 

México, INAH, Colección Científica

 

El libro reúne 13 ensayos sobre jóvenes indígenas, rurales y urbanos, de México, Guatemala, Colombia, Ecuador, Bolivia y Chile. En él se indaga lo que significa ser joven indígena en una época impactada por los medios masivos de comunicación, por el dinamismo de las migraciones humanas y por la creciente mundialización de la cultura.

En la Primera Parte se narra la situación general de los jóvenes indígenas, en contextos nacionales fuertemente caracterizados por la asimetría y la desigualdad, algunos de los cuales actualmente desarrollan una lucha por el reconocimiento. Escriben sobre México: Maya Lorena Pérez Ruiz que expone un panorama nacional sobre la situación de los jóvenes indígenas urbanos y Laura Valladares que discute la situación de las mujeres indígenas frente al reconocimiento de sus derechos humanos y de género. Sobre Chile escriben Milka Castro Lucic, Gemma Rojas Roncagliolo y Carlos Ruiz Rodríguez, y sobre Ecuador lo hace Alexis Rivas Toledo; estos autores, además de señalar las condiciones generales de los jóvenes en sus países, analizan los crecientes procesos políticos en los cuales éstos participan para reivindicar derechos propios e incidir en la vida política nacional. En la Segunda Parte del libro se da cuenta de lo que sucede en la cultura y la identidad entre aimaras y quechuas de Bolivia, entre purépecha de México y entre los refugiados guatemaltecos que viven en la frontera sur de México. Todos ellos habitantes de localidades rurales pero en condiciones de permanente contacto intercultural, ya sea mediante fuertes procesos migratorios o por la influencia de los medios masivos de comunicación e información. Escriben: Eva Fisher, Maziel Terraza, Álvaro Bello y Verónica Ruiz Lagier, respectivamente. Y la Tercera Parte, se enfoca a los indígenas que viven en las ciudades ya sea porque llegaron a ella recientemente o porque nacieron en ella de padres inmigrantes. Marta Romer, analiza lo que sucede con las segundas y terceras generaciones de mixes y mixtecos nacidos en la ciudad de México, Rebeca Igreja reflexiona sobre los jóvenes indígenas y su participación en organizaciones también de la ciudad de México, mientras que Manuela Camus discute la situación de los jóvenes indígenas en la Ciudad de Guatemala y relativiza el papel de la ideología y la denominación de esta población como indígena. Por su parte, Martha Lilia Mayorga analiza la presencia de los jóvenes indígenas en la Universidad Nacional de Colombia.

Para resolver el problema de la definición de lo joven en las diferentes culturas, varios autores investigan si dicha noción existe en las lenguas indígenas de los grupos con los que se trabajó, y de allí parten para conocer los cambios de su significado y de las prácticas asociadas al ser joven. Sin embargo, lejos de poner el acento sólo en el conflicto y el cambio cultural asociado con la globalización y la migración a las ciudades, los autores se introducen en los complejos procesos de negociación entre el cambio y la continuidad de las culturas y las identidades, de modo que se matizan, se contextualizan y se discuten nociones como las de hibridación, desterritorialización transnacionalización y deslocalización, ampliamente usadas para explicar los procesos culturales contemporáneos. El libro, entonces, además de brindar información etnográfica diversa y de primera mano, toca aspectos comunes que dan unidad al libro, y que son parte de sus aportaciones.

La primer aportación de este libro es que a diferencia de lo que comúnmente se cree acerca de que lo joven no existe en las culturas tradicionales indígenas, se constató que la noción de joven sí existe en los casos analizados, de modo que es alrededor de esa noción que ahora se dan las tensiones por darle un nuevo sentido y un nuevo significado a ser joven. En las lenguas en las que existe, el concepto de joven marca una etapa de vida que se inicia con la madurez biológica de los individuos y que concluye con la madurez social, que se inicia con la incorporación del joven a la vida adulta; es cuando el individuo asume compromisos y responsabilidades asociados con el matrimonio, la familia y la comunidad. Las investigaciones de campo muestran, sin embargo, que ahora el ser joven, y reivindicarse como tal, está asociado a la lucha que emprenden los miembros de este sector por conseguir un estatus diferente al que tenían antes y por adquirir nuevos derechos, entre ellos el hacer deporte, divertirse, estudiar y vestirse como lo hacen los jóvenes de todo el mundo. Además de que para las mujeres jóvenes implica la búsqueda de derechos específicos como el de escoger libremente a su pareja y tener una vida sin violencia.

Una segunda aportación la constituye la evidencia de la heterogeneidad y aun desigualdad al interior de las poblaciones y comunidades indígenas, tanto urbanas como rurales; así que, a pesar del discurso reivindicativo indígena y de algunos académicos que subrayan la unidad y la homogeneidad indígena, es evidente que se trata de poblaciones inmersas en las diferencias de género, de generación y de posiciones socioeconómicas así como en las estructuras de poder, lo cual genera tensiones y conflictos de índole también diversa. Así que a la noción tradicional de ser joven, se están agregando ahora nuevas valoraciones y significados, que expresan las nuevas condiciones de vida y socialización, y en torno a los cuáles se generan nuevas prácticas y confrontaciones sociales.

Una tercera aportación, derivada de la anterior, es la constatación del fuerte impacto que tienen entre los jóvenes los cambios en los procesos de socialización: si éstos antes se desarrollaban fundamentalmente en el seno de la familia y de la vida comunitaria, hoy los jóvenes socializan en la escuela básica, en las universidades, en la migración, en las iglesias de diferentes denominaciones, en los medios masivos de comunicación e información, en las experiencias de destierro generadas por conflictos bélicos, así como en las conflictivas relaciones interétnicas de una sociedad globalizada. De esta forma, si antes el ciclo de socialización de una individuo estaba integrado a un sistema social, normativo y prescriptivo —con determinadas formas de percepción y de acción social, y con reglas claramente definidas para establecer actitudes y comportamientos, basados en tradiciones mayoritariamente compartidas—, hoy los contenidos de los procesos de socialización son múltiples, se producen y llegan desde diversos ámbitos, y no siempre son compatibles entre sí. Por lo cual la producción del sentido y de la significación de los procesos de socialización está mayoritariamente fuera de los ámbitos del control comunitario indígena.

Una cuarta aportación, es la que evidencia que los jóvenes viven hoy la tensión no resuelta entre los requerimientos que les hacen los adultos y sus propias expectativas de vida, lo cuál en muchas ocasiones resulta contradictorio, y lo es, no sólo por el conflicto intergeneracional en torno a proyectos culturales que pueden resultar diferentes y opuestos, sino incluso debido a las propias tensiones y conflictos no resueltos entre los miembros de una misma generación, incluso la joven, cuyos miembros, por razones diversas, no comparten un mismo proyecto cultural. Así que existen casos en los que los jóvenes se sienten presionados para migrar, para estudiar, para salir y realizar estudios superiores, es decir para que "mejoren" y se "modernicen", al tiempo que se les exige que mantengan la tradición; y de la misma forma existen conflictos entre los jóvenes que han logrado estudiar o salir al trabajo migratorio y los que se han quedado, haciéndose cargo de la tradición.

Asociado con el anterior, la quinta aportación tiene que ver con las reflexiones en torno a la diversidad prevaleciente entre el sector joven indígena; mismo que se deriva de la desigualdad social, de las opciones que cada individuo o subgrupo construye en interacción con su propia localidad y con su entorno inmediato, así como con las alternativas que puede tomar del mundo globalizado; y ello sucede a pesar de la homogeneidad que impulsan los medios de comunicación e información en términos de estilo de vida y de consumo. Así que el propio carácter y las condiciones en que se desarrolla la globalización ponen de manifiesto, tanto la proclividad como la resistencia local a la homogeneización cultural, así como el grave problema de la asimetría y de la desigualdad en que viven, se conectan y se interrelacionan, o permanecen sin conexión, millones de seres en el planeta.

Una sexta aportación, se presenta en torno a la construcción de lo que significa ser mujer y ser mujer joven en las comunidades indígenas contemporáneas, ya que este es uno de los aspectos que más fuertemente está cambiando al interior de las poblaciones indígenas. Y tal cambio está asociado con las transformaciones de los contextos que afectan a las comunidades rurales y urbanas indígenas, así como con la interacción múltiple y dinámica que cada vez más tienen las mujeres indígenas con otros actores sociales. En ese marco general de cambio, en los diversos trabajos de este libro, se advierte cómo las mujeres jóvenes comparten con los jóvenes varones muchas demandas, pero cómo también están construyendo demandas específicas de género, comunes a las mujeres de todas las edades y posiciones sociales.

La séptima aportación, muestra cómo si bien es cierto que dentro de las comunidades indígenas contemporáneas existe la tendencias hacia la apropiación de bienes culturales producidos por las industrias culturales hegemónicas y que esto genera modos y estilos de consumo globalizados, también muestra que ello no debe verse de forma mecánica, ya que tales consumos no suceden de la misma manera en todos lados, además de que varía la apropiación y la resignificación que de ellos hacen los jóvenes en cada lugar. Algo que se evidencia en todos los trabajos es la condición asimétrica y de pobreza de la población indígena, que limita las opciones para decidir autónomamente el sentido del cambio que se está viviendo. No obstante, y a pesar del panorama desolador que provoca el impacto de las políticas nacionales y de la globalización, algunos trabajos dan cuenta de los esfuerzos que realizan significativamente algunos sectores de jóvenes indígenas, que más que enarbolar demandas como sector generacional, buscan modificar las condiciones estructurales, ideológicas y culturales que contribuyen a la reproducción de las condiciones de pobreza y exclusión que han vivido sus pueblos, y que influyen en el desinterés de sus miembros por conservar las culturas e identidades propias.

Como octava aportación, los trabajos muestran que así como la globalización y la hibridación cultural no son la única opción para los pueblos indígenas, tampoco en las demandas políticas y las luchas indígenas contemporáneas existe un rechazo total y general a la cultura externa, moderna y globalizada. Así que existen tendencias y movimientos sociales, muchas veces encabezados por los jóvenes, en los las cuales no se busca cerrarse a lo nuevo, pero sí fortalecerse políticamente para que sus pueblos puedan decidir y cambiar según sus propias decisiones y en beneficio de su desarrollo autónomo, en ámbitos locales, regionales, nacionales y aún globales. De modo que frente a la pregunta de si la globalización está creando entre los jóvenes indígenas una identidad híbrida y global, única y que sea común a una gran diversidad de jóvenes en el mundo, las respuestas dadas por los autores de este libro apuntan a una misma dirección: si bien la pérdida de identidad es una posibilidad, lo mismo que la autoadscripción a otra (sea nueva, híbrida o inventada), el proceso no es unidireccional ni mecánico; así que es posible que junto a la transformación de las identidades locales —que se flexibilizan para acoger y acomodar los cambios que están sucediendo— se agreguen otras identidades nuevas, que no necesariamente se oponen ni destruyen sus otras identidades. Un aspecto importante, sin embargo, es que en los trabajos se advierte cómo en esos complejos procesos de cambio cultural e identitario, no predominan sólo los deseos y los gustos individuales, que harían posible que los jóvenes indígenas por voluntad y libremente entraran y salieran de un modo de vida a otro, transitaran de una identidad a otra, y optaran a su gusto por la tradición o la modernidad; y por el contrario, se demuestra que existen condiciones estructurales y subjetivas que intervienen tanto para inducir el sentido del cambio, como para limitarlo, acotarlo, y para inhibir, o posibilitar, la perdida o la adquisición de nuevas identidades. Así que, frente a ciertas lecturas que ven en el cambio cultural contemporáneo campos propicios para la híbridación, y hacia la adopción individualizada de identidades globales y deslocalizadas, en los trabajos aquí reunidos se demuestra cómo en esa poderosa tendencia hacia la modernidad y el cambio en las comunidades indígenas, existen asimetrías, relaciones de poder, además de condiciones de subordinación, exclusión, disciminación y exclusión, que influyen, dirigen y también limitan el cambio cultural. A ello, además, se suman las tendencias que desde lo local, empujan hacia el fortalecimiento y la revitalización de lo propio.

Por sus contenidos y las reflexiones que suscita este libro, se recomienda ampliamente su lectura. Puede adquirirse en: www.tiendadelmuseo.com.mx

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