SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.2 número3El racismo y las tres formas básicas de combatirloIdentidad aymara en San José de Kala, Bolivia índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Cultura y representaciones sociales

versión On-line ISSN 2007-8110

Cultura representaciones soc vol.2 no.3 Ciudad de México sep. 2007

 

Artículos

 

Segregación socio-urbana y representaciones sociales de inseguridad en dos comunas de Santiago de Chile

 

Rosa María Guerrero Valdebenito

 

Socióloga chilena; Maestra en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Sede México. Actualmente es alumna del Doctorado en Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, México. Tesis de Investigación doctoral: Construcción y apropiación social del patrimonio cultural urbano. Correo electrónico: rosyguerrero6@yahoo.com.mx.

 

Resumen

El presente artículo muestra algunos resultados y reflexiones derivados de una investigación cualitativa sobre las percepciones sociales de la inseguridad urbana en Santiago de Chile. El estudio toma como base la particular situación de la ciudad que, a pesar de tener una de las menores tasas de victimización a nivel latinoamericano, presenta uno de los mayores índices de percepción social de inseguridad. Se aborda la fuerte segregación socio territorial urbana como un marco simbólico que pone de manifiesto las distintas representaciones sociales respecto al discurso de la inseguridad y a las políticas sociales derivadas de ésta. Se exploraron las representaciones sociales de inseguridad de dos grupos espacial, social y económicamente diferenciadas. Los resultados del estudio permiten observar que las diferentes representaciones sociales de inseguridad de las comunidades objeto de estudio vienen a expresar dos polos de la experiencia urbana profundamente delineadas por las fronteras sociales, económicas y espaciales existentes en la ciudad.

 

Abstract

The present article shows some results and reflections derived from a qualitative research on the socialperceptions of the urban insecurity in Santiago of Chile. The study takes as a base the particular situation of the city that, in spite of having one of the minor rates of victimisation to Latin-American level, he presents one of the major indexes of social perception of insecurity. This work deal with the strong-social-territorial-urban segregation as a symbolic frame that reveals the different social representations related to the discourse about insecurity and social policies derived from this one. There were explored the social and economically differentiated representations of spatial, social insecurity of two groups. The results of the study allow observing that the different social representations of insecurity of the communities are objected by me of study come to express two poles of the urban experience deeply delineated by the social, economic and spatial existing borders in the city.

 

Segregación urbana e inseguridad en Santiago de Chile

El Área Metropolitana de Santiago se compone de 34 comunas.1 Según el Censo del año 2002, la ciudad posee una población de 6'038,974 habitantes, lo que representa un 40.1% del total país. Entre 1940 y 2002 Santiago ha agregado en promedio aproximadamente 70,000 habitantes cada año. El aumento de la población ha ido acompañado por una expansión de la superficie urbana que ha conformado la ciudad como una estructura urbana altamente heterogénea y desigual, observable en la forma que tomó la distribución de la población al interior de la ciudad. En 1992, las comunas que presentaban una mayor densidad de población (sobre 12 mil habitantes por km2) eran comunas habitadas por población de bajos recursos2 que se localizaban en la periferia urbana, que son las comunas donde además se concentran actualmente los mayores percepciones y problemas de inseguridad ciudadana (Sabatini, Cáceres y Cerda, 2001; Sabatini 2004).

Este elevado crecimiento de la marginalidad periférica es resultado de una política impulsada por el Estado en los años 80, fundamentalmente como resultado de la liberalización del uso del suelo y de una mayor valoración económica de las zonas céntricas por parte del mercado. Este proceso originó que las comunas centrales y las de elevados ingresos fueran expulsoras de población, mientras que las comunas periféricas, que normalmente albergaban a la población pobre, fueran receptoras de población (Labbé y Yébenes, 1986). Estos procesos contribuyeron a la segmentación social de la ciudad, ya que las comunas "ricas" prácticamente eliminaron los bolsones de pobreza en su interior, y las comunas "pobres" vieron expandida su calidad de tales con la llegada de los erradicados (Vignoli, 1993). Este proceso, nos dice De Mattos, dio forma a un mapa de segregación urbana donde es posible identificar la existencia de verdaderos guetos urbanos, tanto para ricos como para pobres, segregación que se expresa también en la distribución de los beneficios y de las carencias sociales, educacionales y de infraestructura urbana para las distintas clases sociales. Los sectores más pobres evidencian malas condiciones de vida, carencia de viviendas, conflictos sociales, pobreza, marginalidad soció cultural, etcétera, que los distancian de una pequeña parte de la población que detenta estándares muy altos de vida (De Mattos, 1999: 48).

A partir de los años noventa, a los problemas tradicionales de las zonas pobres, vinculadas a la pobreza y segregación de la ciudad, se unió el problema de la inseguridad urbana. La ciudad, aunque posee uno de los menores niveles de victimización (haber sido víctima efectivas de violencia o daño físico) a nivel latinoamericano, es una de las urbes que presenta uno de los niveles más altos de percepción de inseguridad (Dammert y Lunecke, 2002: 10). Desde inicios de la década de los noventa la opinión pública ha colocado a la delincuencia entre los tres primeros lugares de las preocupaciones ciudadanas, siendo uno de los temas prioritarios de preocupación, por sobre el empleo, la salud o la educación (Frühiling y Sandoval, 1997: 256). No obstante, la percepción de inseguridad de Santiago no se asocia particularmente con la victimización; gran parte de la construcción del discurso y de las acciones mediáticas y públicas están orientadas a la disminución de los delitos, a las medidas preventivas y de control y a un mejoramiento de las estadísticas delictuales. Distintos programas nacionales y comunales tienden a abordar el problema de la delincuencia y la inseguridad social a través de la configuración de mapas de riesgo, mayor dotación policial, o bien a través de la apertura de programas locales. Sin embargo, desde nuestra perspectiva, el hecho de que un número estadísticamente considerable de sujetos manifieste la inseguridad como una de sus principales preocupaciones no nos dice mucho respecto a la inseguridad urbana como un significado socialmente elaborado y compartido, ya que precisamente se desconoce cuáles son sus significados y sobre qué contenidos socialmente compartidos se articula.

Si bien es cierto que las iniciativas señaladas han proporcionado datos relevantes sobre la prevalencia del delito y variables asociadas, el problema es que se tiende a ver la inseguridad fundamentalmente como un problema objetivo3 y homogéneo, exacerbándose los aspectos criminalísticos y violentos del problema. El discurso público sobre inseguridad no es una construcción aséptica; transporta significados y sentidos que motivan a reafirmar o a reconstruir prejuicios y estereotipos sociales. Cuando se definen mapas de riesgo social se establecen zonas y actores "peligrosos". Estas calificaciones tienden a influir en las percepciones sociales que los actores "peligrosos" o "no peligrosos" tienen de sí mismos y de sus comunidades, constituyéndose en fuentes de orientación para la elaboración de prácticas sociales respecto al tema. La exacerbación de la inseguridad como un problema objetivo, —nos explica L. Placencia—, no ha generado una disminución de los delitos, sino un aumento de la violencia, haciendo que la población pida mayor represión y justifique los excesos, y dando pie a posturas que tienen como orientación la restricción de los derechos individuales más que el abordaje social del problema (Placencia, 2002).

Esta manera de abordar socialmente la inseguridad va generando también —nos explica Cerda—, una naturalización del problema. Ello significa que nadie se interroga por los orígenes, factores o causas de la inseguridad urbana. Simplemente el asunto se da por cierto y los individuos actúan en consecuencia. Ello genera que desde los barrios más pudientes hasta los asentamientos más pobres se elaboren estrategias de protección de unos contra otros, resquebrajando la sociabilidad urbana y constituyendo el territorio urbano como un espacio teñido de desconfianza y temor (Cerda, 2001).

Oviedo atribuye a los medios de comunicación un rol determinante en la exacerbación de esta idea de inseguridad. Los medios, nos dice este autor,

tienden a sobredimensionar el problema y por ello en muchos países o sociedades que no tienen una tasa objetiva de violencia alta tienden a sentir un miedo muy superior al que objetivamente correspondería con las probabilidades de ser efectivamente víctima de delito en los espacios que ellos habitan (Oviedo, 1994: 318).

Sin embargo, el impacto que tienen los medios y el discurso público en la circulación de creencias, valores e informaciones sobre el tema es siempre una construcción sociocultural matizada por diferencias sociales y culturales. En la apropiación social que los distintos grupos sociales hacen de los discursos mediáticos o políticos concurren factores personales, culturales, económicos y sociales que orientan y definen las percepciones y las prácticas sociales en torno al tema. Hablar, entonces, sobre percepción de inseguridad urbana nos debe remitir necesariamente a actores sociales culturalmente contextualizados, y a la apropiación y reelaboración que éstos hacen de los discursos mediáticos y políticos en el ámbito de sus vidas cotidianas y de sus prácticas sociales (Douglas, 1996). La recepción de cualquier política sobre inseguridad comporta siempre un cuestionamiento, al ser cotejado con la experiencia personal, social y cultural, y a través de la interacción social. La posición social, los estilos de vida y las distintas necesidades orientan diferentes representaciones y prácticas respecto al tema.

Autores como Naredo han evidenciado que la percepción de inseguridad está relacionada con factores como:

... condiciones personales (edad, sexo), condiciones sociales (entorno, trabajo), redes de socialización, hábitos de vida y mayor o menor vulnerabilidad al mensaje violento de los medios de comunicación de masas (Naredo, 1998: 2).

La percepción de inseguridad varía desde la que tiene el ama de casa que teme abrirle a un extraño, la de una adolescente mujer que necesita transitar por la calle y teme ser violada, o la de un dueño de una tienda, hasta la de cientos de habitantes que buscan la protección tras unas rejas de seguridad o en un conjunto residencial con guardias armados (Concha-Eastman, 2000).

 

Problema y objetivos del estudio

Bajo estas consideraciones, la investigación se planteó explorar cómo el territorio y las experiencias colectivas diferenciadas de las distintas comunas de Santiago se constituían en marcos simbólico-identitarios que condicionan cierta forma de percibir, representar y elaborar la inseguridad y, consecuentemente, de modular ciertas prácticas sociales en torno a ello. Bajo este marco se realizaron 25 entrevistas a dos grupos sociales territorial, social, cultural y económicamente diferenciados: Cerro Navia y Las Condes. Ambas comunas fueron seleccionadas para resaltar diferencias: primero, en cuanto a su ubicación espacial (norte y poniente); segundo, en cuanto a su configuración socioeconómica (clase alta y clase baja); y tercero en cuanto a su "peligrosidad", utilizándose como criterio el que la última comuna fuera definida como segura y la primera como insegura en el mapa de riesgo social definido por las autoridades policiales.4 Se pretendía así que ambas comunas representaran dos polos de experiencias urbanas, asumiendo la segregación social como un marco que modula la elaboración de significados sociales diferenciados de la inseguridad urbana. Además, en cada territorio los entrevistados fueron seleccionados a partir de la distribución homogénea de las variables: ocupación, sexo y edad.

Por cuestiones de espacio expondremos de manera general los resultados de una de las dimensiones principales del estudio: significados, causas y consecuencias de la inseguridad urbana. Para la recopilación de la información se utilizaron dos técnicas. La primera fue un juego de asociación libre por el que mencionábamos a los entrevistados la palabra "inseguridad" y les pedíamos que nos dijeran las ideas y palabras que se les venían a la cabeza a raíz de la evocación de dicha palabra. Después les pedíamos que las jerarquizaran y que nos relataran por qué elegían esas palabras o ideas y qué significados tenían para ellos. En un segundo momento les preguntábamos, a través de una entrevista semi-estructurada, cuáles eran las causas y consecuencias de la inseguridad urbana a juicio de ellos.

El análisis se centró en ordenar las principales ideas en torno a tres grandes categorías: primero, las causas de la inseguridad, ordenadas por la importancia asignada; segundo, ciertas subcategorías, entendidas como los conceptos o ideas que se asociaban a las categorías-causas; y tercero, la relación que los actores establecían entre ambas y las prácticas sociales derivadas de las mismas. Con respecto a esto último, no se consultó directamente a los entrevistados, sino que fue inferido o construido a partir de los elementos asociados libremente por los mismos.

Las representaciones de ambos grupos se han organizado en forma de esquemas jerarquizados de tipologías o categorías para cada grupo. En la parte superior se ubican las categorías organizadoras de la representación, luego las subcategorías y significados derivados de ésta y finalmente las prácticas sociales asociadas.

 

Las comunas de Cerro Navia y Las Condes: historia y antecedentes

La comuna de Cerro Navia surge inicialmente en la década del 70 mediante tomas de terrenos ilegales motivados por la carencia de viviendas (Municipio Cerro Navia, 2002). Este proceso generó una organización ciudadana bastante fuerte, que finalmente fue lo que determinó su legalización y constitución en comuna en el año 1981.

Durante la década de los ochenta esta comuna se constituyó en una comuna receptora de poblaciones marginales erradicadas del centro y de otras comunas más centrales. En este mismo período la comuna se distinguió y fue reconocida por su resistencia al régimen militar, resistencia que fue fuertemente reprimida, lo cual mermó considerablemente la fuerza de sus organizaciones de base.

De acuerdo al Censo de 2002, la comuna posee 148,312 habitantes y es considerada una de las comunas más pobres de la región y del país. Su población económicamente activa alcanza el 40.38% de la población total. La población cesante, sin trabajo, constituye el 13.51%. El 16% de la población comunal pertenece a la categoría de "pobre no indigente" y el 8% es indigente. El 80.48% de la población se desempeña en el sector terciario de la economía, principalmente en el comercio al por menor y en la construcción. La escolaridad promedio es de 7.81 años, inferior a la media del país.

De acuerdo a un estudio de la Fundación Paz Ciudadana en el año 2001, la comuna de Cerro Navia es señalada como una población de índice de temor alto (20.3%), superior al promedio urbano de la región que es de 19.3%. La comuna, según datos del CONACE,5 presenta, además, una alta tasa de venta de pasta base y micro-tráfico. De acuerdo a las estadísticas del Ministerio del Interior, esta cifra aumentó un 34% con respecto al año 2001.

La comuna de las Condes se constituyó como tal a partir del traslado de población de nivel socioeconómico alto que habitaba las zonas céntricas hacia la periferia cordillerana, motivado esencialmente por el deseo de alejarse de la contaminación del centro, y de construir y mejorar su calidad de vida. La población total de la comuna, según el Censo de 2002, es de 249,893 habitantes, de los cuales el 0.23% es no pobre y el 99.77% es de nivel socioeconómico alto y medio alto. La comuna de Las Condes, de acuerdo a las estadísticas policiales, se encuentra entre las comunas con más baja percepción de temor (7.9%) y victimización (8.1),6 aun cuando el problema de la inseguridad y la delincuencia sea uno de los que más preocupan a sus habitantes, de acuerdo a los datos municipales. En esta comuna se concentran los principales condominios, calles privadas y equipamientos de vigilancia privada de la ciudad (Vargas, 2001).

 

Representaciones sociales de inseguridad urbana de habitantes de la comuna de Cerro Navia

Podemos decir que este grupo construye los significados de inseguridad mediante un modo discursivo axiológico (valores), evaluativo y temporal, articulando la dimensión social, cultural e ideológica con la experiencia temporal personal y micro-social. Esta articulación se elabora a través de la noción de "progreso", entendido como proceso macro-social, y de la evaluación y posición personal con respecto al mismo: "negativo", "desigual". Desde esta posición, la inseguridad es entendida como resultante de una característica particular y actual del progreso: "su carácter desigual", condición percibida a través de los efectos producidos sobre los actores implicados y a través de una construcción comparativa entre un tiempo anterior "mejor" y un tiempo actual "de pérdida". Según los relatos, en un primer momento el progreso de la ciudad era bueno y vinculante: "había confianza", "libertad", "trabajo", significados vinculados a una forma de progreso "igualitario". Luego el progreso dejó de ser positivo y se convirtió en excluyente: "surgen inestabilidad laboral", "malos pagos"; el progreso deja de producir beneficios sociales y se configura en un proceso que perjudica. La "desigualdad" se configura, entonces, como un tipo de progreso que genera percepciones de inseguridad, constituyéndose como el principio desde el cual se organizan los otros significados de inseguridad.

No obstante, la idea de "progreso desigual" no es una evaluación o construcción abstracta, sino que resulta de una evaluación crítica de los actores que son tipificados como administradores del proceso, lo que es conceptualizado a través de la categoría valórica de "malos gobernantes". "Progreso desigual" es, por tanto, una condición (no dinámica) resultante de la práctica social de los "malos gobernantes", representando todo ello un mismo principio organizador.

De estas dos grandes categorías ordenadoras se derivan cuatro subcategorías o significados que son construidos desde una posición personal evaluativa e implicativa, asociada reiterativamente a una percepción de "pérdida" personal y social. Es decir, las significaciones se construyen reiterativamente a partir de un esquema de dos juegos de oposiciones: social/personal, y antes/ahora.

1. Deterioro de las relaciones sociales y personales: Esta subcategoría se organiza como una condición social actual que articula una serie de significados y prácticas y es, a la vez, consecuencia de los mismos.

Se la asocia con cambios (negativos) de la noción de familia y de los roles parentales, y se la presenta, a la vez, como proceso resultante de los mismos. Este significado se construye en función de la observación no implicativa a nivel personal (uno ve a "otros") de una serie de prácticas: "callejeo" juvenil e infantil, relaciones juveniles sin supervisión adulta, violencia intrafamiliar, violencia callejera, delincuencia, etcétera.

A nivel social esta representación se asocia con la ausencia de control y reglas sociales, lo cual genera una percepción de amenazas a la libertad individual. Algunos significados expresan una suerte de "nostalgia" por un orden social de rasgos represivos y normativos, con normas y reglas que regulen y ordenen las acciones. Se atribuye a las restricciones y a la vigilancia una efectividad social: "tomar conciencia" frente a las conductas y actos.

Como resultado de lo anterior, las relaciones sociales y personales se elaboran en torno a la desconfianza y el temor, como hilos que conducen las relaciones y que evitan problemas. Esta representación modula ciertas prácticas sociales relativas a la "protección personal y familiar" mediante medidas como "poner cadenas y candados en las puertas" y "no salir o quedarse encerrado". En el ámbito social toma forma a través de prácticas de retracción de la vida comunitaria, o baja participación en actividades sociales. Un tercer tipo de prácticas tiene que ver con agruparse o asociarse de manera informal en relación con la vida en la calle, al margen de otras organizaciones más formales.

2. Deterioro de la calidad de vida: Esta representación vincula la inseguridad con las percepciones negativas de la vida urbana: "locomoción excesiva", "atropellos", "gente estresada" y "mucha rapidez", son percepciones de fenómenos y problemas que los entrevistados describen como asociados con el deterioro de la calidad de vida, y que generan "intranquilidad y preocupación". Estas percepciones orientan prácticas que son entendidas como "estrategias" cotidianas para enfrentar las situaciones negativas de la vida urbana: "me siento delante en las micros", "no ir al centro", "no andar sola".

3. Pérdida de referentes tradicionales de seguridad: Esta representación vincula la inseguridad con la percepción de merma de anteriores fuentes de seguridad social, específicamente tres: el trabajo, la familia y la justicia. Se percibe la inestabilidad y precariedad laboral como pérdida de una fuente asociada a estabilidad personal y familiar, a una percepción de "paz social" y de un Estado "que se preocupaba de las personas". La disgregación familiar se presenta como menoscabo de un espacio de vínculo, confianza y estabilidad emocional. La falta de justicia y de acceso a ésta aparecen vinculadas con una percepción de impunidad social, de privilegios y de pérdida de creencia en la ley y el orden establecido.

A esta representación de pérdida se asocian prácticas sociales como el alcoholismo, especialmente de los jefes de familia y de los jóvenes; violencia intrafamiliar; conductas violentas y anárquicas de los jóvenes, y actos delictivos.

4. Percepción de aumento de las diferencias sociales: Esta representación concibe a la inseguridad como resultante de la percepción de sí mismo y de la propia comunidad como un territorio excluido y marginalizado de la ciudad, del Estado, de los intereses políticos y finalmente de la sociedad. Igualmente se articula con sentimientos como: resentimiento, frustración juvenil, rabia y desencanto asociados a prácticas de reacción social como delincuencia, violencia, aislamiento y consumo de drogas; esta representación se encuentra con más frecuencia entre los entrevistados jóvenes.

 

Representaciones sociales de inseguridad urbana de habitantes de la comuna de Las Condes

A diferencia de las representaciones del grupo anterior, éstas son construidas desde una posición externa, no implicativa ni evaluativa. Dentro de este grupo los significados de la inseguridad son construcciones abstractas sin sujetos, sin actores, como procesos en los que los sujetos no se implican como actores activos. Al igual que en el grupo anterior, la estructura de las representaciones responde a esquemas de oposiciones dicotómicas de carácter temporal: "antes/ ahora", o relativas a una clasificación socio-territorial: "nosotros/ los otros". Las principales categorías de significados que organizan las representaciones de este grupo son dos:

1. Inseguridad como exigencia de la vida moderna: Esta categoría presenta la inseguridad como una condición externa a las decisiones de los actores, como una "exigencia de la vida moderna urbana". En este sentido, la inseguridad no se percibe como resultante de acciones de individuos o de problemas de convivencia social, sino como una condición estructural. Esta conduce a una actitud personal y social que puede definirse como "individualismo exacerbado", el cual se expresa a través de sentimientos como estrés, excesivas preocupaciones, intolerancia, etc., que generan a su vez relaciones sociales distantes e indiferentes.

Esta representación vincula también las exigencias de la vida urbana con la diferenciación social existente al interior de la ciudad. La categoría "diferencias sociales" concibe la inseguridad como un valor (negativo) desigualmente distribuido. Su mayor o menor importancia es función de la ubicación social y territorial de las personas. Las demarcaciones territoriales configuran aquí un marco social y simbólico de distinción social y de construcción de identidad colectiva. El territorio "propio" y "conocido" es fuente de seguridad, pero los "otros" territorios que son desconocidos (que no son los propios) suponen riesgos e inseguridades. En esta percepción la inseguridad se constituye como un límite simbólico entre lo conocido y lo desconocido. Aun cuando la diferenciación social aparece en los relatos de los actores como una condición externa a ellos —es decir, como definida por los urbanistas o por las políticas públicas—, los actores tienden a apropiarse de la misma y a reelaborarla a través de diversos estereotipos: "a mí aquí no me ha pasado nada"; "el sector alto es tranquilo, pero en el resto asaltan más"; "sabes que si vas a ciertos barrios... te pueden agredir". Consecuentemente, se elaboran prácticas que tienden a reafirmar la segregación: "no hay que ir a otros barrios", "ser más solidarios entre nosotros", "reunimos más aquí en el barrio", "poner ojo con quien se ve que no es de acá".

2. Pérdidas de Valores de convivencia social y personal: Esta representación concibe la inseguridad como vinculada a la "pérdida de valores de convivencia social y personal", específicamente: "falta de respeto, de honestidad y convivencia", pérdida que se establece comparativamente con un tiempo anterior. Existe seguridad cuando sientes que te van a respetar, cuando las otras personas están "imbuidas" de ciertos valores. Este sentimiento de pérdida se elabora como "desconfianza social", sentimiento que comporta temores sociales y prejuicios diversos con respecto "a los desconocidos" y a "los que son muy raros"; "miedo a una persona que se viste de negro", "al que no es de aquí"; y temores personales: "que te agredan", "que te falten el respeto".

A partir de la casi inexistente interacción entre grupos diferentes, el desconocimiento del otro alimenta la desconfianza social que, como forma de relación, va generando un miedo difuso hacia los otros: "miedo a que te mientan", "a que te ofendan". Este miedo permea las relaciones cotidianas erosionándolas; y se generaliza en forma de una evaluación axiológica del propio mundo social como un espacio deteriorado espiritual y valóricamente.

El individualismo, la segregación social y la desconfianza social como condiciones y expresiones sociales de la inseguridad, modulan u orientan una serie de prácticas sociales, como las siguientes: relaciones sociales distantes, desconfianza hacia los desconocidos, enclaustramiento en el propio barrio ("no salir del barrio"), discriminación social, etc., prácticas que retroalimentan y justifican una representación construida como una "condición" estructural y más bien externa.

 

Comentarios finales: diferencias sociales y representaciones de la inseguridad

Los resultados del estudio nos permiten comprobar que las diferencias sociales reflejadas en el territorio urbano a través de diversas formas de segregación social, condicionan la formación de realidades, percepciones e historias sociales diferenciadas que, a su vez, se configuran como eficaces fronteras simbólicas, tanto en la construcción de representaciones sociales de la inseguridad, como en la orientación de las prácticas sociales. Los relatos de los entrevistados nos permiten verificar que la elaboración de las representaciones de la inseguridad en los distintos grupos no se vinculan con la percepción de la amenaza de ser víctima directa de delitos, sino más bien con la percepción de la pérdida de seguridades básicas o tradicionales a partir de las cuales los sujetos ordenan y construyen su vida social.

En el caso de los habitantes de Cerro Navia, las representaciones de inseguridad se constituyen a partir de la evaluación de un desarrollo social y urbano percibido como desigual, y de un Estado percibido como ajeno y contrario a las propias necesidades. Dentro de este marco, las representaciones de inseguridad implican demandas de un Estado más cercano y protector. La idea de "progreso", presente en los relatos, expresa la percepción de un modelo de desarrollo negativo, sin mediadores que protejan a las comunidades como antes. En la idea de progreso se expresa la percepción de una modernización social que ha deteriorado las condiciones de vida actual, y que ha conducido a la desestabilización de seguridades fundamentales, como la estabilidad del trabajo. La demanda de un Estado garante de "seguridades" resulta de la comparación (real o ficticia) con una situación anterior en la que el Estado habría sido "benéfico" y "equitativo", y "administraba justicia".

La construcción de la representación social de inseguridad en términos de "pérdidas" sociales y personales, comporta la desconfianza como un elemento base para comprender la elaboración de relaciones sociales y personales, y de prácticas de retracción social, violencia y desencanto. Constituye también un antecedente de gran importancia para abordar problemas sociales como participación comunitaria o violencia intrafamiliar y urbana, que son de gran relevancia en el abordaje policial, social y político del problema.

En definitiva, para los habitantes de Cerro Navia, la inseguridad pareciera ser otra manera de expresar su vulnerabilidad social y personal generada por las condiciones de pobreza y de marginalidad. Dentro de este marco, las representaciones de inseguridad tienden a concebir la pobreza como un proceso que no sólo se vincula a las carencias materiales, sino también a la percepción de desestabilización y quiebre de seguridades sociales básicas.

Para los entrevistados de las Condes, la inseguridad es un proceso percibido como externo, que no está ligado con la posibilidad inminente de volverse víctima en términos personales, sino con la modernización social y la forma en que está estructurada, de las que la primera sería una consecuencia "natural". La separación o segregación social no se percibe como un problema que genere inseguridad, sino más bien como una situación que permite afrontarla y circunscribirla mejor. Para los entrevistados de Las Condes la inseguridad es un problema de "ubicación" en la ciudad. El espacio de ellos es el espacio seguro y tranquilo; por consiguiente, mientras se mantengan en "su" espacio, con su gente, estarán protegidos de las amenazas de la ciudad. La seguridad del espacio se nutre también aquí de experiencias que refuerzan la idea de que la segregación urbana constituye un elemento que permite controlar la seguridad y la inseguridad.

Las representaciones de los entrevistados de Cerro Navia y Las Condes ponen de manifiesto la necesidad de incorporar las diferencias sociales y espaciales como aspectos relevantes para comprender los diferentes sentidos que tiene la percepción de inseguridad urbana en Santiago. La distribución social y espacial, como marco de historias, necesidades y expectativas diferenciadas, condiciona la manera en que sus habitantes estructuran su sentido de seguridad o inseguridad urbanas. Bajo esta perspectiva, podemos afirmar que las representaciones sociales de la inseguridad por parte de ambos grupos constituyen también esquemas de sentidos a partir de los cuales los actores miran lo social, a los otros y a sí mismos.

 

Autores citados

Cerda, Claudio (2001). Imágenes de Ciudad. Ponencia presentada en el Cuarto Congreso Chileno de Antropología, campus Juan Gómez Millas, de la Universidad de Chile. Santiago de Chile.         [ Links ]

Concha-Eastman, Alberto (2000). "Violencia urbana en América Latina y el Caribe: dimensiones, explicaciones, acciones", en: Rotker, Susana (edit), Ciudadanías del miedo. Caracas: Nueva Sociedad.         [ Links ]

Dammert, Lucía y Alejandra Lunecke (2002). Victimización y temor en Chile: revisión teórico-empírica en doce comunas del país. Santiago Chile: CESC (Centro de Estudios en Seguridad Ciudadana). Universidad de Chile. Instituto de Asuntos Públicos.         [ Links ]

De Mattos, Carlos (1999). "Santiago de Chile, globalización y expansión metropolitana: lo que existía sigue existiendo". Revista EURE, die, vol.25, no.76, p. 29-56. (Santiago de Chile).         [ Links ]

Douglas, Mary (1996). La Aceptabilidad del riesgo según las Ciencias Sociales. Barcelona: Editorial Paidós.         [ Links ]

Frühiling, H. y L. Sandoval (1997). "Percepciones de inseguridad y realidad delictiva en tres comunas populares de Santiago". Revista de Estudios Públicos, n° 68. (Santiago de Chile).         [ Links ]

Fundación Paz Ciudadana (2001). Índice de temor ciudadano. Santiago: Octubre 2001.         [ Links ]

Labbé, F y M. Yébenes (1986). "Proceso de erradicación de poblaciones en el Gran Santiago". Revista de Estudios Públicos, n° 24. (Santiago de Chile).         [ Links ]

Municipalidad de Las Condes, www.lascondes.cl

Municipio Cerro Navia, 2002. Síntesis: informe de sistematización desde la mesa institucional a la mesa de concertación de actores: una experiencia en localidades de extrema pobrera urbana.         [ Links ]

Naredo, Maria. (1998). Seguridad y ciudadanía, necesidad de un pacto de convivencia. Madrid: Edit, Instituto Juan Herrera.         [ Links ]

Oviedo, Enrique (1994). Violencia urbana, percepción o realidad: el caso de la ciudad de Santiago. Quito, Ecuador: Programa de Gestión Urbana de Naciones Unidas PGU Ciudad y Violencia.         [ Links ]

Pegoraro, S. Juan (2000). "Las Políticas de seguridad y la participación comunitaria en el marco de la violencia social". Revista Violencia y Sociedad. Buenos Aires: Clacso.         [ Links ]

Placencia González, Luis (2002). Ciudades Seguras: V Percepción Ciudadana de la Inseguridad. México: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

Sabatini, F; G. Cáceres, y J. Cerda (2001). "Segregación residencial en las principales ciudades chilenas: Tendencias de las tres últimas décadas y posibles cursos de acción". Revista Eure, Vol. 27, n° 82.         [ Links ]

Sabatini, Francisco (2004). "La segregación residencial en las ciudades latinoamericanas: causas, posibles políticas y rol de los mercados del suelo". En: F. Arenas, JL. Coll & R. Hidalgo (Eds), Los nuevos modos de gestión de la Metropolitanización. Santiago. Le Mirail, Francia: Instituto de Geografía de la PUC e Universidad de Toulouse.         [ Links ]

Vignoli Rodríguez, Jorge (1993). "Metrópoli, globalidad y modernización", en: Bolívar, A. Coulomb, René, Muñoz (coord.) Programa de reencuentro de dos ciudades: México-Santiago de Chile. México.         [ Links ]

 

Notas

1 Las comunas son las unidades administrativas menores dentro del organigrama del poder del Estado. Son dirigidas por el Consejo Comunal, cuya magnitud depende de la cantidad de gente que habita en la comuna, que es presidido por un Alcalde. El Municipio, o gobierno comunal, tiene amplias esferas de acción en varios aspectos de la vida de sus habitantes, como por ejemplo la salud, la educación, la vivienda, la higiene pública, el mantenimiento de lugares de recreación, etcétera (Vignoli, 1993: 30).

2 Lo Espejo, Lo Prado, San Ramón, Cerro Navia, Conchalí, Pedro Aguirre Cerda, entre otras.

3 Seguridad objetiva es entendida como el grado real de seguridad de una sociedad, medida en base a elementos mensurables tales como los índices de criminalidad y las estadísticas oficiales. Esta última dimensión es la más analizada y difundida. Su resonancia redunda en la construcción de la primera. En: Pegoraro, 2000.

4 Los criterios de distinción entre comunas seguras o inseguras son una definición gubernamental y policial, fijada a través de variables cuantitativas y cualitativas establecidas de acuerdo a estudios sociológicos y culturales que permiten inferir la problemática delictual dentro de la cual dichas comunas se hallan inscritas. Dichas variables abarcan desde el diseño urbanístico del sector, (características geográficas, densidad poblacional) hasta índices que expresan las actividades económicas y sociales realizadas en dicha área: cantidad de empresas, colegios, bancos, hospitales, comercio, etc. Fuente: Plan Cuadrante de Carabineros de Chile.

5 Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes. Informe Anual de consumo nacional de Drogas 2002. Santiago de Chile.

6 Índice de paz ciudadana realizado por la empresa Adimark en octubre de 1999.

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons