Hasta ahora tenemos cuatro libros de Foucault dedicados a la experiencia ética del sexo: en los griegos con la aphrodisia, en los cristianos con la carne y en los modernos con la sexualidad.

Hoy en 2020 celebramos el tomo cero titulado La sexualidad. Seguido de El discurso de la sexualidad, que trata de dos cursos impartidos por Foucault, el primero en 1964 y el segundo en 1969. La pregunta nodal y que puede articular a ambos cursos es: ¿qué es la sexualidad en nuestra cultura?

Identifico al menos dos características que distinguen a este tomo cero de los otros cuatro. La primera es que se trata de dos cursos y no de un libro escrito por Foucault, sabemos que no es lo mismo leer al profesor impartiendo las clases que leer los frutos del trabajo del investigador. En otras palabras, no es lo mismo leer al pensador en escena que una obra “acabada”. En este mismo sentido, me pregunto de qué manera el profesor Foucault, con su práctica docente en el aula, como un pensador en escena, nos permite reanimar sus cuatro libros sobre Historia de la sexualidad. En esos extraños años 60 Foucault se inclina en sus investigaciones y en sus libros por la episteme y el análisis arqueológico.¹ Ahora, 60 años después, en un mundo otro, este tomo cero confirma que Foucault es un caleidoscopio que nos permite mirar la vida y la verdad sobre la sexualidad de infinitas maneras.

La segunda peculiaridad que diferencia este tomo cero del resto, es que el curso de 1964, ―según Edgardo Castro con quien coincido―, tiene un tinte feminista por el uso que Foucault hace de la noción de patriarcado en su inquietud por definir qué es “nuestra cultura” (Cfr.^{Foucault, 2020}). Al respecto identifico dos líneas para rastrear este feminismo en Foucault: 1) ante la desigualdad, principalmente política, jurídica y económica de los sexos en la cultura contemporánea, surge una búsqueda de igualdad relacionada con el derecho al voto, al ejercicio profesional, a las funciones religiosas, etcétera. 2) En algún momento, Foucault reconoce la igualdad entre hombres y mujeres en las sociedades socialistas, sobre todo en la fuerte participación de las mujeres en el trabajo industrial, en las asambleas y en las instancias políticas.

Tal vez, una postura crítica a ambos planteamientos es el reconocimiento que hace Foucault de tres aspectos de la mujer: 1) la mujer crea y destruye el vínculo, se trata de la mujer infiel, recordemos, por ejemplo, a la madre de Pierre Riviere; 2) la mujer inspiradora es al mismo tiempo la que perturba a la sociedad, aquí está la mujer como fuente de desdicha y muerte del hombre, por ejemplo, Madame Bovary; y 3) la mujer de la piedad interior es también la de las prácticas prohibidas, aquí están las llamadas brujas, como pudiera ser Juana de Arco. Pienso que en esta cualidad femenina de germen y aniquilación está la fuerza de la posibilidad de toda cultura, incluyendo la nuestra, la occidental.

El tema de la sexualidad en Foucault puede concebirse como genealogía de las experiencias éticas del sexo, o como arqueología ética de la sexualidad, o bien como genealogía del deseo y del sexo y su relación con la verdad. Sin embargo, no hay que perder de vista que el asunto de la sexualidad está en el centro del giro que va de la arqueología del saber, pasando por la genealogía del poder, a la hermenéutica del sujeto. Es decir, la sexualidad como experiencia que se encarna en las prácticas, está atravesada por las preguntas en torno a las formas de veridicción, a las relaciones de poder y a los procesos de subjetivación.

Pero más allá de esta interesante filigrana de formas de aproximación foucaultianas al tema de la sexualidad, lo que me interesa preguntar es ¿qué hemos hecho que nos hace hacer lo que hacemos? y con ello ¿cómo el tema de la sexualidad en Foucault permite hacer un diagnóstico de nuestro presente? En palabras de Foucault “la cuestión del ‘presente’ se vuelve una interrogación de la cual la filosofía no puede separarse: ¿en qué medida este ‘presente’ depende de un proceso histórico general y en qué medida la filosofía es el punto en que la historia misma debe descifrarse a partir de sus condiciones?” (^{Georgi y Rodríguez, 2009}).

Un presente pandémico que nos impide el contacto corporal y que disloca la forma de vida actual. Ante el análisis por la corporalidad deseante, yo me pregunto por la vida, la experiencia y la ciencia. Específicamente ¿cómo este tomo cero de Historia de la sexualidad nos permite pensar lo que hacemos y vivimos aquí y ahora? Y ¿Qué pensaría el maduro Foucault de 1984 desde su último texto titulado La vida: la experiencia, la ciencia de aquel joven profesor de los años 60 que impartía dos cursos sobre sexualidad? No lo sé.

Yo pienso que no debe dejarse de lado la pregunta en Occidente y a Occidente sobre qué derechos podían esgrimir su cultura, su ciencia, su organización social y, finalmente, su propia racionalidad para reclamar validez universal. Y con ello no debemos olvidar la pregunta central de ambos cursos ¿qué es la sexualidad en nuestra cultura occidental? Asimismo, cabría preguntarse en la experiencia y el discurso de la sexualidad por el error. Error habido en un nuevo modo de “decir la verdad”. Podría leerse con esta mirada de ^{Foucault (2013)} sobre el error en uno de sus escritos titulado “La vida: la experiencia y la ciencia” todo el curso de 1969. También habría que considerar que las transformaciones sucesivas del discurso de verdad, en este caso sobre sexualidad, producen sin cesar modificaciones en su propia historia, la historia de la sexualidad es la historia de sus discontinuidades y, por ello, carece de permanencia, por eso hay que retomarla una y otra vez y ese es nuestro trabajo. De igual manera, el conocimiento científico de la sexualidad como parte de una ciencia de lo viviente debe tener en cuenta, como esencial a su objeto, la posibilidad de la enfermedad, la muerte, la monstruosidad, la anomalía y el error, con este ojo pueden leerse las clases de 1964. Del mismo modo, el biólogo podría entender que lo que ha hecho de la vida es un objeto de conocimiento específico, y que no se debe olvidar que Canguilhem quiere descubrir lo que del conocimiento de la vida corresponde al concepto en la vida, es decir ¿qué de la biología de la sexualidad corresponde en la vida sexual? pregunta que haríamos al curso de 1969.

Plantear esta pregunta sin olvidar, como afirma ^{Foucault (2013}, p. 248), que “la vida es lo que es capaz de error” y por eso, el hombre es un ser vivo condenado a equivocarse.

Finalmente, así como aphrodisia, carne y sexualidad no refieren a lo mismo, tampoco el feminismo de mediados del siglo XX es el mismo que de principios de este siglo XXI. Foucault, en homenaje a Canguilhem, dice que la verdad es el error más reciente en el enorme calendario de la vida. Y en esto no se equivoca, la verdad sobre la sexualidad, la enseñanza y lo femenino de nuestra época es un errar y un error de la vida.