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Dilemas contemporáneos: educación, política y valores

versión On-line ISSN 2007-7890

Dilemas contemp. educ. política valores vol.8 no.2 Toluca de Lerdo ene./abr. 2021  Epub 21-Abr-2021

https://doi.org/10.46377/dilemas.v8i2.2541 

Artículos

Repercusiones ante el éxito y el fracaso en una contienda ajedrecística

Repercussions of success and failure in a chess contest

Gonzalo Giraldo García Camejo1 
http://orcid.org/0000-0001-9869-3084

Norma Guerra Martínez2 
http://orcid.org/0000-0002-7812-3225

Maikel Tejeda Piñeiro3 
http://orcid.org/0000-0003-2990-1315

1Doctor en Ciencias de la Cultura Física, Especialista de Posgrado en Ajedrez para el Alto Rendimiento, Licenciado en Cultura Física y Maestro Nacional de Ajedrez. Entrenador y Profesor Auxiliar de la Facultad de Cultura Física, Universidad de Granma, Cuba: ggarciacamejo@udg.co.cu

2Doctora en Ciencias de la Cultura Física, Master en Psicología del Deporte y Licenciada en Psicopedagogía. Profesora Titular de la Facultad de Cultura Física, Universidad de Granma, Cuba: nguerram@udg.co.cu

3Maikel Tejeda Piñeiro. Doctor en Ciencias de la Cultura Física, Máster en Actividad Física en la Comunidad y Licenciado en Cultura Física. Entrenador de Esgrima y Profesor Titular de la Facultad de Cultura Física, Universidad de Granma, Cuba: mtejedap@udg.co.cu


Resumen:

El estudio de las experiencias de éxito y fracaso en el deporte se ubica dentro del contenido correspondiente a las emociones post-competitivas. El artículo invita al lector a reflexionar sobre cómo deben enfrentarse los resultados negativos o positivos; ilustrándose ejemplos de las repercusiones que puede tener el resultado de una contienda, sobre todo una derrota, y especialmente en la partida de ajedrez. Se muestran importantes momentos del mundo ajedrecístico y de cómo la pérdida de una partida, o incluso una victoria, puede incidir negativamente y hasta cambiar la vida del ajedrecista.

Palabras claves: ajedrez; emociones; repercusiones; éxito; fracasos

Abstract:

The study of experiences of success and failure in sport is located within the content corresponding to post-competitive emotions. The article invites the reader to reflect on how negative or positive results should be dealt with; illustrating examples of the repercussions that the result of a fight can have, especially a defeat, and especially in the game of chess. Important moments of the chess world are shown and how the loss of a game, or even a victory, can negatively affect and even change the life of the chess player.

Key words: chess; emotions; repercussions; success; failures

INTRODUCCIÓN

El fracaso en el deportista se percibe en la manifestación de determinadas emociones después de la competencia, las que se producen cuando este evalúa, desde su subjetividad, las consecuencias de su actuación, en correspondencia con sus aspiraciones o las expectativas que sobre su rendimiento se tienen, lo cual hace que reaccione en concordancia con su conclusión acerca de la misma. Por regla general, en las condiciones donde se hace presente una amenaza a la satisfacción de las necesidades del deportista se producen emociones de carácter negativo, ansiedad, enojo, frustración, preocupación.

De igual manera, las situaciones confortables de éxito, logro o reconocimiento suelen ir acompañadas de un estado afectivo de alegría y entusiasmo. Entre los principales antecedentes investigativos están los trabajos de Fayard (1950), Suárez (1972), Karpov y Guik (trad. en 1984), Ilg (1985), Iriarte (1999), González Carballido (2002 y 2004), Bello y Casales (2003), García Ucha (2004), Malico, Rosado, Cabrita y Lancho (2008), García Camejo y Domenech (2006), Rosado, Cabrita y Lancho (2008), Bielsa (2010), Caperán (2010), Giesenow (s.f.), entre otros.

Desde estos referentes, el resultado de una partida de ajedrez puede ser de tres maneras: la deseada victoria, el no siempre pacífico empate y la rechazada derrota. ¿Es el resultado asumido solo desde el punto de vista competitivo o implica otras repercusiones más allá de lo puramente deportivo? Como refiere el gran maestro internacional (GM) Svetozar Gligoric (1923-2012) la derrota “implica quizás uno de los más profundos problemas filosófico del ajedrez” (Gligoric, 1973, p.48), por ello intentar develar sus verdaderas implicaciones es de suma importancia para la preparación integral del ajedrecista y la motivación hacia la práctica deportiva. En el proceso indagatorio se retoman y profundizan aspectos tratados por García Camejo (2005a b), lo cual constituye un referente, para ello se tuvieron en cuentas métodos y técnicas de investigación.

DESARROLLO

¡Hurra! ¡Victoria! El grito de alegría invade los corazones de los triunfadores, olvidando por momentos lo que ha costado. Los seguidores se unen a los campeones, haciendo suya la gloria. ¿Y a los derrotados qué les sucede? En la guerra, como en cualquier esfera de la vida, el perdedor es víctima de sentimientos deprimentes que lo ahogan, que no siempre puede soportar, pues para el ser humano la peor desgracia es el fracaso.

Afligido y desmoralizado se siente el general y su ejército, después de ver caer su bandera en el campo de batalla. Destrozado, con la cabeza baja va para las duchas el equipo deportivo, que vencido por su contrincante de turno, no recibe el aplauso de su público, porque este también llora. El ajedrecista se entristece, tanto como el general, cuando ve caer al monarca que representa después de intenso batallar en el tablero escaqueado. Aunque, como sentenciaría el 1er Campeón del Mundo, Wilhelm Steinitz (1836-1900): “…como maestro de ajedrez, no tengo más derecho a estar enfermo que un general en el campo de batalla” (Gufeld y Lazarev, 2003, p.41).

Las derrotas en contiendas ajedrecísticas decisivas

Sin pretender hacer un análisis científico de la psicología del ajedrecista, se ejemplificarán momentos transcendentales del juego ciencia donde una partida decisiva no solo influyó en el resultado de una competición, sino hasta en el propio destino de un maestro de ajedrez. Entre estas partidas se encuentran las que han definido el vencedor en campeonatos del mundo. En esas disputas determinantes se juega el todo por el todo y la fortuna sonríe al jugador que, además de talento y elevados conocimientos, pone en función otras cualidades, entre ellas: carácter, fuerza de voluntad y las propiedades fundamentales de la atención (intensidad, capacidad de reconcentrarse, estabilidad y variabilidad), ya que las competencias ajedrecísticas le presentan grandes exigencias al sistema nervioso del atleta, por desencadenar altas tensiones.

Cuando la tensión es grande se origina una reacción de excitación y la conducta puede desorganizarse, llegando a la inhibición. Bello y Casales (2003) plantean que: [...] en los estados de tensión pueden ocurrir errores de percepción y de la memoria, reacciones inadecuadas a estímulos inesperados, reducción de la atención y de la percepción, errores al determinar la duración de los intervalos de tiempo, etc. Sin embargo, todas estas manifestaciones negativas de los estados emocionales de tensión no son siempre observables: una tensión insignificante puede provocar una intensificación de las fuerzas, una activación de la actividad, una especial claridad y nitidez del pensamiento y emociones vigorosas (p.180).

Las maneras en que se asumen o se somatizan los estados de tensión dependen de los recursos personológicos que posea el atleta, de la significación o relevancia social que posee la competencia en concordancia con lo que esta representa para el atleta y de la estrecha relación entre el grado de dificultad de las exigencias de la tarea, el desarrollo deportivo alcanzado por el deportista, su nivel de aspiraciones y los resultados concretos alcanzados en la actividad.

En la trayectoria ajedrecística de importantes jugadores abundan los ejemplos donde una partida o un evento ejercieron tal influencia en sus desempeños, que nunca volvieron a lograr los resultados antes alcanzados. Por ejemplo, en el siglo XIX La Habana fue sede de dos campeonatos del mundo (1889 y 1892), en dichas porfías el ruso Mijaíl Chigorin (1850-1908) intentó destronar al campeón Steinitz.

En el segundo encuentro, Chigorin estuvo muy cerca del objetivo, pero al final le fallaron los nervios. En la vigésimo tercera partida del match, después de 31 movimientos, el Padre de la Escuela Rusa alcanzó una posición ganadora. Si vencía empataba y conforme al reglamento establecido para ese encuentro se prolongaría hasta tres partidas ganadas, o sea que mantenía las esperanzas. Sin embargo, realizó la jugada inconcebible, que permitía el Jaque Mate a su Rey. A partir de entonces decaerían sus resultados competitivos, a tal punto que nunca más lograría disputar el título del orbe.

Carl Schlechter (1874-1918) no logró ser recordado como titular del orbe. Si el GM austriaco hubiera ganado o empatado la décima partida de su match de Viena y Berlín, 1910, con Emmanuel Lasker (1868-1941) -2do Campeón del Mundo- se hubiera proclamado 3er Campeón del Mundo. Después de la jugada 34 de las blancas, conducidas por Lasker, las negras disfrutaban de una posición ventajosa. Sin embargo, Schlechter cometió un grave error, que sólo le permitió luchar por tablas y en la jugada 39 nuevamente se equivoca provocando la derrota. Con este resultado Lasker igualó el match, reteniendo la corona. Schlechter nunca más le discutiría el título al alemán.

De Robert James Fischer (1943-2008) son célebres sus encuentros de pretendiente y final por la corona mundial. Después de ganar convincentemente el Interzonal de Palma de Mallorca de 1970, en mayo del siguiente año, en Vancouver venció en la primera fase de los matches de candidatos al afamado GM y pianista ucraniano Mark Yevgénievich Taimanov (1926-2016) con un demoledor ¡¡6-0!! En la etapa semifinal celebrada en EE.UU., en el mes de julio del mismo año venció al GM danés Bent Larsen (1935-2010), ¡con idéntico marcador! Finalmente, tres meses después en Buenos Aires hizo caer fácilmente al ex Campeón Mundial Tigran Vartanovich Petrosian (1929-1984), con score 6.5 a 2,5, producto de cinco victorias, tres empates y una sola derrota.

Antes de dichos encuentros, nadie podía imaginar que Taimanov y Larsen no alcanzarían frente a Bobby Fischer ni un empate, como tampoco se esperaba de Petrosian una derrota tan aplastante. Ninguno de los tres grandes maestros se pudo reponer a estos fracasos.

El propio Taimanov había logrado clasificar para el Interzonal después de un pedregoso camino en el 37mo Campeonato Zonal de la URSS, Moscú 1969, donde se vio obligado a ganar en la última ronda, con piezas negras, al GM Anatoli Lutikov, la que se conoce como la “partida de su vida”. Sobre esta contienda, Taimanov expresó: [...] influyó sustancialmente en mi vida ulterior, y por tanto, justificó del todo su calificativo. En fin de cuentas el triunfo en ella me elevó a la cima de los logros deportivos y al mismo tiempo me trajo los más profundos desengaños. Si damos a los acontecimientos carácter fatal, puede decirse que esa partida inició una serie de virajes dramáticos en mi vida, no sólo en el aspecto ajedrecístico. Todo se entrelazó ahí: el ajedrez, mi afición musical, la vida íntima. (Karpov y Guik, trad. en 1984a, p.59).

En el Interzonal, Taimanov se ganaría el derecho al ya mencionado match de pretendiente ante Fischer. De modo que se aprecian dos momentos en un mismo jugador, cuyos resultados, aunque opuestos, han sido igualmente determinante en su carrera. Sobre el encuentro con Fischer, declaró Taimanov: Me acuerdo de haber experimentado esa sensación de estar jugando contra una máquina, incluso cuando me encontraba en una posición ventajosa, él me respondía con una buena defensa y yo pensaba: este hombre es un brujo o qué. […] la mayoría de las veces colocaba sus piezas tan bien, de una forma tan armoniosa que parecía casi invencible; aquella situación me provocó un estado psicológico que me llevó a resultados críticos; aquello tuvo consecuencias dramáticas […] (Gaillard, 2002).

Por su parte, Larsen, después de clasificar segundo detrás de Fischer en el Interzonal, venció en su primer match al GM alemán Wolfgang Uhlmann (n.1935) y enfrentaría a Fischer con el orgullo de haber jugado como primer tablero del equipo Resto del Mundo en el célebre match contra la URSS, donde empató con el Campeón Mundial Boris Vasilievich Spasski (n.1937) y ganó como premio un auto italiano, después de vencer al suplente GM Leonid Stein (1934-1973). Mientras que Fischer se tuvo que conformar con la caprichosa designación del ex Campeón Mundial Max Euwe (1901-1981), capitán de la selección Resto del Mundo, como defensor del segundo tablero.

Después de finalizado el encuentro Larsen versus Fischer, fueron muy recordadas las palabras del danés cuando Bobby, con apenas 20 años, ganó el Campeonato de EE.UU. de 1963, haciendo ¡¡once puntos de once posibles!!, frente a grandes maestros y maestros internacionales de reconocida fuerza, entre los que se encontraban los afamados Samuel Herman Reshevsky (1911-1992), Larry Melvyn Evans (1932-2010), Pal Charles Benko (1928-2010) y Robert Byrne (1928-2013): “Han jugado como niños inocentes frente a un chiquillo travieso” (Suárez, 1972a, p.15).

En el caso de Petrosian, que seguía siendo un jugador de elite, a pesar de no estar a la altura de los años en que ostentaba la corona mundial, estaba acostumbrado a este tipo de encuentros; recuérdese que había vencido en matches por el título mundial a Mijaíl Botvinnik (1911-1995) en 1963 y a Boris Spasski en 1966, y en 1969 perdió la corona ante Spasski, con marcador cerrado. Además, antes de la final de candidatos había eliminado a los grandes maestros Robert Hübner (n.1948) y Víctor Lvovich Korchnoi (1931-2016).

Es difícil explicar la actuación de Petrosian en el match. En la primera parte del encuentro, aunque un poco cauteloso, llevaba las riendas; sin embargo, en la etapa final se desplomó por completo, parecía que era otro el que jugaba frente al norteamericano. Sobre este desempeño comentaría él posteriormente: ¿Qué puedo decir sobre el pasado match? Para mí será siempre muy difícil, si puede expresarse así, olvidarme de los encuentros… Quisiera señalar que en semejantes matches se plantean muchos problemas para los cuales no siempre hay pronta respuesta. Uno de tales problemas, uno de los inesperados enigmas que para mí todavía es inexplicable fue la caída de mí visión ajedrecística a partir de la sexta partida. Posiblemente esta caída era temporal y en una mayor distancia pudiera recuperarme. Pero el match ya terminaba […] (Suárez, 1972b, p.46).

Los análisis de las partidas en los tres matches corroboran que Bobby Fischer estuvo en algunas ocasiones en posiciones comprometidas; sin embargo, sus oponentes cometieron errores, en varios casos elementales, que los llevaron a derrotas inminentes. La filosofía del norteamericano era siempre jugar a ganar, en su juego se cumplía la máxima del 8vo Campeón del Mundo, Mijaíl Tal (1936-1992): “El ajedrez es reflejo del carácter y el temperamento del hombre […]” (García et al., 2003, p.322); con sus resonantes victorias ante estos tres encumbrados rivales, se convertía en retador de Boris Spasski por la corona mundial, encuentro pactado para Reikiavik, 1972.

Con anterioridad al llamado “Match del Siglo”, ambos jugadores se habían enfrentado en cinco ocasiones, con tres victorias para Spasski y dos empates; por lo que, el mundo daba como favorito al representante de la ex-URSS, lo cual se avalaría después de las dos primeras partidas, pues el GM ruso se puso rápidamente delante 2 a 0, tras una victoria en la primera, después que Fischer capturó un peón envenenado en un final parejo, y un insólito triunfo en la segunda, por no presentarse el norteamericano.

Ese punto regalado provocaría una reacción desconcertante en Spasski. Se cuenta que el ruso-francés no aceptaba la entrega, pero Fischer permaneció todo el tiempo en su habitación con el teléfono descolgado. A partir de ese momento el encuentro cambió por completo. El gobierno soviético calificó la actitud del retador de ultrajante y le exigieron al campeón que abandonara el encuentro. Sobre el reclamo, Spasski declaró: “Me negué a obedecer […], […] les dije que disputaría el Campeonato del Mundo” (Gaillard, 2002).

En la tercera partida, con piezas negras, Bobby le propinó un importante revés al Campeón del Mundo. Sobre ese suceso, el ruso-francés declaró: Cuando empezó la partida, estalló una disputa entre Lothar Schmid, el árbitro, y Fischer, empezaron a discutir y en un momento dado Fischer le dijo a Schmid: - ¡Cállese! En ese preciso instante yo cometí un error fatal, creo incluso que fue en ese momento cuando perdí el campeonato, porque había aceptado seguir en esas condiciones. En calidad de Campeón del Mundo había podido decir simplemente: - ¡Discúlpeme, señor Fischer, pero no me gusta esta atmósfera, había prometido jugar esta partida pero abandoné!, y marcharme. Habría conservado toda la ventaja psicológica que tenía en ese momento […] En lugar de eso yo acepté jugar, había dado mi palabra y terminé perdiendo […]. Ahí perdí contra Fischer por primera vez en mi vida; fue como si yo le hubiese abierto la puerta, él percibió mi debilidad, había destruido con mis propias manos mi posición ventajosa […]. A partir de ahí comencé a atormentarme […]. Yo mismo había minado mi propio intelecto, psicológicamente estaba condenado […] (Gaillard, 2002).

En la cuarta, el árbitro principal -GM alemán Lothar Schmidt (1928-2013)- se alegró de las primeras tablas. En la 5ta y 6ta volvió a vencer Fischer, poniendo a su favor el marcador. Boris no se recuperó de los fracasos, perdiendo la 8va y la 10ma, con dos empates intercalados. En la 11na, Spasski dio una excelente demostración, a pesar de que fue su última victoria. Fischer ganó la 13ra, después de entablar la 12ma, así como las restantes, hasta ganar la 21ra partida y lograr los 12,5 puntos que, de acuerdo a lo reglamentado para ese encuentro, lo proclamaba 11no Campeón del Mundo de Ajedrez. Luego, Spasski expresó: Cuando lo que está en juego es un Campeonato del Mundo, las emociones negativas se imponen sobre las emociones positivas, porque lo que uno desea es aniquilar a su adversario, eso es lo característico de un Campeonato del Mundo. Además del potencial creativo, el Campeón del Mundo debe tener instinto asesino […] (Gaillard, 2002).

Casi nunca estamos preparados para la derrota, como tampoco muchas veces lo estamos para el triunfo, llegando a dañarnos, de ahí el enorme papel que desempeña la preparación psicológica y el control médico.

Corría el año 1975, cuando el mundo esperaba ansioso el match por el Campeonato del Mundo entre el flamante campeón Robert James Fischer de EE.UU. y la nueva estrella del ajedrez soviético Anatoli Evguénevich Karpov (n.1951). Sorprendentemente el norteamericano no se presentaría a defender su corona, así Karpov subía al trono sin luchar contra el Rey y se convertía en el 12mo Campeón de Mundo.

Tratando de explicar el actuar de Bobby, hay que decir que el ajedrez era todo el sentido de su vida y al coronarse Campeón del Mundo reafirmaría su papel de Mesías del juego ciencia, de ahí que todos sus juicios estuviesen reservados para los trebejos.

Después del match de Reikiavik, retiró de la circulación todos los libros que había publicado, estimando que no se correspondían con su nuevo título. Se consideraba sin derecho a jugar un mal torneo y hasta de perder una partida. Quedó aplastado al cargar sobre sus hombros tanto peso, evitando el juego y venciéndolo el temor hacia la derrota sobre el amor incomparable que sentía en años precedentes hacia el ajedrez. Sus temores lo llevaron a evitar la lucha. Coelho (2012) escribió: “Hay personas a las que nadie ha derrotado. Son aquellas que nunca han luchado”.

Sobre la decisión de Fischer, Taimanov agregó: “… nos es difícil comprender por qué el monarca del ajedrez, hallándose en la plenitud de sus fuerzas, abandonó su reino. Pero cada individualidad excepcional puede tener otra verdad, aunque sea enfermiza, que también merece respeto” (Karpov y Guik, trad. en 1984b, p.357).

Después de veinte años, Fischer reapareció para enfrentar por el “Campeonato del Mundo” a Spasski, quien ya no era de los primeros jugadores, derrotándolo nuevamente y desaparecer hasta el día de su muerte, el 17 de enero de 2008 en Reikiavik, Islandia.

¿Cómo enfrentar las derrotas?

A juicio de los autores, al asumir a (Ilg, 1985), uno de los factores que incide en la manera en que el ajedrecista enfrenta la derrota, es el programa de acciones que lo conducirán al logro de sus objetivos, dicho programa orienta y regula los esfuerzos que éste realizará, debe comprender las expectativas que desde el punto de vista objetivo se tienen acerca del rendimiento del atleta, considerando también sus capacidades y nivel de autoconfianza en ellas.

En este sentido, según las consideraciones de García Ucha (2004), esta programación debe ser planificada por el entrenador y colectivo técnico, con la correspondiente discusión con el atleta, empleando el tiempo y la dedicación necesaria, pues a veces el ajedrecista sobrevalora sus posibilidades y este error valorativo se traduce luego en experiencias reiteradas de fracaso, determinadas por lo que se conoce como un nivel de aspiraciones artificialmente elevado.

Por otra parte, puede suceder que el atleta, en lugar de sobrevalorar, subestime los resultados que puede llegar a obtener, dadas sus potencialidades, y esto es tanto o más perjudicial. En su base se encuentran cualidades volitivas insuficientemente desarrolladas y el ajedrecista se conforma con metas cómodas que les aseguren vivencias de éxito. La mediocridad deportiva en estos casos no demora en instalarse. El llevar a cabo o no este programa puede dar al traste con la obtención de un resultado positivo y su correspondiente vivencia de éxito o representar el fracaso en la competencia acompañado de sus respectivas respuestas emocionales.

La actitud del ajedrecista ante el fracaso, e incluso ante el triunfo, influye de manera peculiar sobre el posible desempeño en posteriores competiciones. Todo ajedrecista experimenta derrotas después de haber logrado una buena posición o una ventaja considerable debido a un error inconcebible. Estas partidas perdidas afectan mucho más que las derrotas provocadas por un mejor juego de nuestro oponente. No se angustie y trate de olvidar ese mal momento. Hay maestros que aconsejan que cuando se pierde una partida en un match debe tratar de hacer tablas rápidas la siguiente y descansar, ya que la búsqueda del desquite, sin reponerse, lo puede llevar a otra derrota. Decía Petrosian: El gran ideal en el ajedrez es jugar sin equivocaciones, eso es lo que le hace atrayente, cuando se juega contra un competidor. Primero que todo cada uno pelea contra sí mismo. Yo he perdido muchas partidas cruciales precisamente porque no pude derrotarme a mí mismo (García et al., 2003, p.322).

Por su parte, sobre los resultados negativos del match contra Fischer, Taimanov explicó: Debo decir que aunque ese match me trajo muchos disgustos estoy contento de haber participado en él. Robert Fischer es un fenómeno extraordinario en la historia del ajedrez y he tenido la suerte de disputar con él un match entero, por más que su resultado haya sido tan adverso para mí. En el aspecto creador esas partidas fueron interesantes y no me avergüenzo de ellas (Karpov y Guik, trad. en 1984b, p.356).

Trate de deleitarse con la belleza del ajedrez, tome el ejemplo de algunos jugadores, entre ellos el GM cubano Walter Arencibia -Campeón Mundial Juvenil de 1987-, que la filosofía que conciben es jugar una buena partida, disfrutar un buen ajedrez, no importa el resultado, y critican a los que buscan la victoria a cualquier precio e incluso acudiendo a métodos deshonrosos. Decía Mijaíl Tal: “Para tener éxito en el ajedrez usted debe amarlo y darse a él […]” (García et al., 2003, p.322).

Si usted toma en serio el ajedrez debe estudiar mucho y ser combativo, independientemente de su estilo de juego, sin el temor a la derrota. Anatoli Karpov, que a lo largo de su carrera ha jugado sin arriesgar mucho, planteó: El ajedrez para mi representa lucha. La victoria es mi objetivo. Yo he sido criticado frecuentemente por mi estilo racional, demasiado seco. Yo realmente considero la partida en una forma práctica y mi estrategia de juego está basada en la técnica. Nunca juego con nadie para tablas ni con blancas ni con negras (García et al., 2003, p.322).

Hay quienes van a los extremos, un buen ejemplo es el GM ucraniano Oleg Romanishin (n.1952), al que le preguntaron si le gustarían cinco empates seguidos y así contestó: “Es preferible cinco derrotas” (Karpov y Guik, trad. en 1984c, 431). Tenga presente lo planteado por Steinitz: “El ajedrez combina ciencia, arte, espíritu de competencia y la tarea armónicamente deportiva. No es adecuado para los caracteres débiles. Es difícil, requiere trabajo permanente y espíritu crítico hacia sí mismo” (García et al., 2003, p.321).

Legado de Capablanca

En el libro Fundamentos del Ajedrez, José Raúl Capablanca (1888-1942) -3er Campeón del Mundo- exhibe varias de sus derrotas para dictar las lecciones, pues él aseguraba que se aprendía más de las derrotas que de las victorias. Otra de las grandes enseñanzas del genial cubano fue el plantear: La mayoría de nosotros teme ser derrotado como si eso fuera vergonzoso. Eso es erróneo. Para acercarse a la perfección debemos asimilar las derrotas como lecciones y extraer conclusiones de ellas. También debemos estar determinados a tomar decisiones, una vez que haya considerado bueno un movimiento hágalo, la experiencia es todavía el mejor maestro (García et al., 2003, p.321).

En otra ocasión, escribió: “Nada es tan saludable como una paliza en el momento oportuno. De pocas partidas ganadas tengo aprendido tanto como de la mayoría de mis derrotas” (Capablanca, s.f.). Se aprende más de las derrotas que de las victorias, lo que es válido para la vida. Mursell (s.f.) planteó: “…Cualquier aprendizaje es un proceso de experimentación y descubrimiento. No temamos los fracasos mientras conservemos la actitud experimental” (Fayard, 1950, p.79). Debemos encontrar y analizar los errores que cometemos, valorar toda nuestra situación y trazarnos un objetivo que esté a nuestro alcance; y una vez que lo logremos, fijemos otro un poco más elevado, y así sucesivamente. De esta manera podemos evitar frustraciones haciendo de los fracaso victorias. Simón Bolívar (1783-1830) decía: ¡El arte de vencer se aprende en las derrotas!

No permita que el fracaso lo quebrante

De la historia de la humanidad son muchos los modelos de fracasos inminentes que se convirtieron en paradigmas de valor y dignidad, y para el otro bando una victoria deshonrosa, una derrota moral; por ejemplo, los numantinos prefirieron inmolarse antes de entregarse al Imperio Romano. Numancia, reducida a cenizas, no pudo ser doblegada ni saqueada por la antigua Roma, silenciando el canto de victoria de la Ciudad Eterna.

Por otra parte, los rusos, al conocer la superioridad del ejército napoleónico, abandonaron Moscú. Napoleón, con 500 000 hombres, había partido a conquistar Rusia. Al llegar triunfante a Moscú, la encontró desolada, a pesar de ello esperaba que le entregaran las llaves de la ciudad, de acuerdo a la vieja costumbre romana. Cuando iba a festejar el triunfo, se dio cuenta que el Zar Alejandro había incendiado la Ciudad Santa. Ségur, que se encontraba junto al emperador francés, hace el relato de la turbación del corso ante las llamas y se refiere a las exclamaciones que se le escaparían: “¡Qué pavoroso espectáculo! ¡Y ellos mismos! ¡Tantos palacios! ¡Qué resolución extraordinaria! ¡Que hombres! ¡Son verdaderos escitas!” (Ludwig, 1956, p.313).

La decisión rusa provocó que Napoleón abandonara la urbe al no encontrar abrigo ante el frío, ni alimentos para la gran armada y fue obligado a huir de Rusia. Después de sufrir las pérdidas más terribles, salvando solo la décima parte de su ejército, 50 000 hombres destrozados y desmoralizados, dijo: “… ¿quién se iba a figurar que se les ocurriría un golpe como el incendio de Moscú? ...” (Ludwig, 1956, p.326).

La historia de Cuba exhibe numerosas muestras de decoro y valía, de ellas se hará referencia a un acontecimiento de notable significación: el 12 de enero de 1869 en acto democrático, los bayameses decidieron que la ciudad de Bayamo ardiera en llamas antes de ser entregada al dominio español. La ciudad había sido tomada por las tropas mambisas al mando de Carlos Manuel de Céspedes (1819-1874), el 22 de octubre de 1868. Su ocupación permitió a los cubanos apoderarse de las armas que encontraron y ganaron numerosos adeptos que pronto se sumaron a la gesta independentista.

El pueblo bayamés, con júbilo, se dio a tarea de colaborar con Céspedes y los mambises a organizar la administración pública y a editar el primer periódico mambí, El Cubano Libre. De esta forma Bayamo se convertía en el primer pueblo liberado por los mambises, la residencia del primer gobierno de la República en Armas y el escenario donde se compuso y cantó el Himno Nacional.

Por su parte, el alto mando español, luego de la derrota, concentró esfuerzos para recuperar la plaza perdida, dada su importancia estratégica. El propio conde Valmaseda (1824-1882), Jefe de operaciones del ejército español, partió desde Camagüey al frente de unos 3000 soldados con destino a Bayamo a principios de enero de 1869.

Los patriotas bayameses, guiados por el general Donato Mármol (1843-1870), no pudieron detener en el río Saladillo a la fuerza enemiga, quedando abierto el camino a la hoy Ciudad Monumento para los ibéricos. Cuando la noticia de la derrota del Saladillo llegó a la ciudad, los jefes cubanos convocaron a una asamblea pública en la que, después de analizar minuciosamente la posibilidad de defensa, decidieron junto al pueblo, darle candela a la ciudad ante la imposibilidad de conservarla y así evitaría que cayera en manos del enemigo. Después de tomarse las medidas necesarias de seguridad con niños, mujeres, ancianos y españoles residentes, en la noche del lunes 11 de enero de 1869 y madrugada del martes 12, los bayameses prendieron fuego a la ciudad, poniendo por encima de sus intereses personales, los de la patria.

Poco quedaría de la próspera ciudad, que incendiada escribiría una de las páginas más gloriosas de la nación. Los colonizadores ibéricos y el mundo quedaron estupefactos ante el patriótico acto, se anunciaba que el movimiento iniciado el 10 de octubre de 1868 se llevaría hasta sus últimas consecuencias. Hoy, cada año el pueblo de Bayamo festeja con una velada cultural la resolución de sus antepasados. Coelho (trad. en 1995), en uno de los diálogos de sus personajes, escribió: Existen derrotas. Pero nadie está a salvo de ellas. Por eso, es mejor perder algunos combates en la lucha por nuestros sueños que ser derrotado sin siquiera saber por qué se está luchando (p.40).

No permita que el fracaso lo quebrante, usted debe soportar estoicamente la derrota y despojarse de la obsesión de que los esfuerzos de largos años fueron arruinados en una contienda. Una buena muestra es la derrota que le propinó Capablanca al célebre GM norteamericano Frank James Marshall (1877-1944). Marshall había preparado durante diez años una nueva variante para enfrentar con negras la Apertura Española y la oportunidad se le dio ante el genio cubano en el Internacional de Manhattan, 1918. En ese encuentro, Capablanca destrozó todo el estudio de dos lustros de su adversario. Sin embargo, el campeón norteamericano reviviría la variante y en el Torneo de Maestros de Chicago, 1926, enfrentó con ella al afamado Maestro Internacional Eduard Lasker (1885-1981), aunque solo logró empatar. La variante Marshall se mantiene vigente en la práctica magistral, gracias a la perseverancia de su creador.

Años antes, en 1909, Marshall había perdido en un match frente al joven Capablanca (-8+1=14), lo cual fue una sorpresa para el mundo. Después de lo cual, el estadounidense insistió en apoyar al cubano, ante la negativa de algunos maestros de que jugara el Torneo Internacional de San Sebastián, 1911; pues, este era un evento elitista, donde sólo invitaban a grandes jugadores. En tierra ibérica, Capablanca no solo dio muestras de merecer la gentil defensa de Marshall, sino que ganó el torneo entre 15 jugadores. Por su parte, el caballero del norte terminó 4to, con tablas ante el genial isleño.

La capacidad de quitarse el peso psicológico de un fracaso hace mérito a cualquier persona. No le tema a la derrota, luche con dignidad que así habrá vencido. Debe entenderse que las derrotas y las victorias forman parte de la vida de todos. Einstein (s.f.) expresó: ¿Qué es lo que da consistencia a tu vida? La forma en que vivas los éxitos y fracasos, sabiendo que estos últimos son guías útiles que te ofrecen una valiosa información para averiguar por qué no sabes convertir tus errores y fallos en sabiduría y experiencia para tu vida futura. En realidad la mayor parte de los grandes éxitos son consecuencia de la experiencia obtenida tras el error y aprovechada con mucha inteligencia […]. La actitud del aprendiz de sabio no es otra que pasar a la acción y mantener una actitud positiva como constante, lo mismo ante los éxitos que ante los fracasos, procurando averiguar qué debe hacer, cómo, cuándo y con qué medios, es consciente de que tras el fracaso, si se actúa con inteligencia puede llegar el éxito, simplemente con perseverar cuando los demás ya han desistido […].

El miedo no puede ganarle al amor. Recuerde los consejos de José Martí: ¡Levántate y anda! ¡A los hombres no se miden por las veces que se caen, sino por las que se levantan!

CONCLUSIONES

El trabajo presenta como conclusiones que:

  • Las experiencias de éxito y de fracaso en el deporte no se producen de manera mecánica y en directa relación con el resultado concreto en la actividad, estas dependen del significado que tenga la competencia para el deportista, su calidad deportiva percibida, en correspondencia con la magnitud del reto y sus características de personalidad.

  • Dentro del programa de preparación psicológica que se realiza con los deportistas se definen acciones que pueden determinar el éxito o el fracaso en las competencias, a partir de las expectativas que estos se hacen en torno a su actuación en ellas.

  • El éxito y el fracaso en los escenarios deportivos tienen, indistintamente, consecuencias tanto positivas como negativas. Los técnicos que trabajan directamente con quienes experimentan estas vivencias deben ser muy cuidadosos en su tratamiento; el manejo que se hace de ellas, determina en el estado emocional de los deportistas en el justo momento en que se suceden, en la actitud y disposición general con que se enfrenta la siguiente preparación deportiva y en su personalidad.

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Recibido: 09 de Septiembre de 2020; Aprobado: 22 de Septiembre de 2020

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