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Cuadernos de Lingüística de El Colegio de México

versión On-line ISSN 2007-736X

Cuad. Lingüíst. Col. Méx. vol.8  Ciudad de México ene./dic. 2021  Epub 06-Dic-2021

https://doi.org/10.24201/clecm.v8i0.237 

Dossier

Temas de fonología otomangue

Presentación al Dossier: Temas de fonología otomangue

Topics on otomanguean phonology

Mario Ulises Hernández Luna1 

1Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, becario posdoctoral. muhernandez@colmex.mx


El tronco lingüístico otomangue está conformado por un gran número de lenguas distribuidas dentro de un extenso territorio cuyos límites geográficos coinciden con los del área cultural y lingüística me so ame ri ca na. El representante lingüístico ubicado más al norte es el pame mientras que la lengua que se ubicaba más al sur era el mangue, lengua que desde 1885 se reconoce como una lengua extinta cuyo pa rentes co con el chiapaneco se pudo establecer gracias a una serie de vocabularios (Brinton 1885).1 Según Kaufman (2006) la gran familia otomangue tiene una profundidad histórica de 6 000 años, la gran distancia temporal corresponde también a un distanciamiento importante con respecto a las características lingüísticas de los miembros de la familia.

Se reconocen dos grandes ramas, el otomangue occidental y el otomangue oriental. De estas dos, la rama occidental es la que tuvo una mayor dispersión, el pame -otopame-chinanteco- al norte y el mangue -mè’phàà chorotega- al sur. El otomangue oriental se extiende por el área central mesoamericana. En la figura 1, adaptada de Campbell (2017) y Kaufman (2009) muestro las ramas, los grupos, subgrupos y familias que conforman al gran tronco otomangue.

Figura 1 Familia otomangue, adaptado de Campbell (2017) y Kaufman (2006) 

Es importante señalar el hecho de que las familias representadas en el extremo derecho de la Figura 1 manifiestan distintos grados de diversificación, por ejemplo, el ixcateco está conformado por una sola lengua, mientras que el zapoteco está constituido por al menos cinco grupos con gran complejidad en sus relaciones internas (Cf. Arellanes 2020). Dado que este dossier está dedicado al nivel fonológico, en lo que sigue enumero un pequeño conjunto de rasgos característicos del tronco otomangue.

Quizá el rasgo fónico más prominente del tronco otomangue es la existencia de tonos léxicos en todas las lenguas que lo integran. Por supuesto, existen características particulares sensibles a los distintos grupos como la densidad tonal -es decir, el número de tonos contrastivos-; la unidad portadora a la que se adjuntan; el número de tonos que pueden asociarse a una sola unidad portadora; el dominio de los procesos de sandhi tonal y si, además de su función léxica, el tono vehicula distinciones morfológicas (DiCanio & Benett 2020). Otro rasgo saliente en las lenguas otomangues es la presencia del rasgo glotis constreñida en distintos dominios. En el chatino, por ejemplo, se manifiesta como una oclusiva glotal (Campbell 2013); en lenguas como el mazahua se asocia a una consonante especificada para los rasgos de localización (Knapp 2008); en lenguas como el zapoteco de Quiaviní (Chávez Peón 2010) o el mazateco de Jalapa (Silverman 1997), el rasgo glotis constreñida se asocia a la vocal -vale la pena resaltar que en estas mismas lenguas se presenta un contraste poco común tipológicamente entre dos tipos de laringización-, en otras lenguas como el triqui de Chicahuaxtla (Hernández 2017) o el miahuateco (Hernández 2020) el rasgo glotis constreñida se comporta como un autosegmento y ocupa la mora como su unidad de anclaje.

La nasalidad es otro rasgo que juega un papel importante dentro de las lenguas otomangues. A partir de 40 variantes lingüísticas -en el sentido que plantea el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (2009) - Chávez Peón (2014) analiza la gran presencia del rasgo en las lenguas otomangues que, por su puesto, no se restringe a las con sonan tes nasales, sino que despliega un amplio abanico de manifestaciones. En algunas lenguas como el chinanteco (Castellanos 2014) o el mazateco de Ixcatlán (Wagner 2017) las consonantes nasales trascienden su distribución desde el margen izquierdo hasta el núcleo silábico como consecuencia de la pérdida diacrónica de vocales pretónicas. En lenguas como el mazahua, las consonantes nasales complejizan su estructura mediante la integración de rasgos laríngeos (Knapp 2008). Existen también los casos en los que la nasalidad se integra a la estructura fonológica de las obstruyentes como en el mazateco de Najndiá (Filio 2014), lengua en la que la nasalidad complejiza la estructura interna de algunas consonantes que da como resultado la ocurrencia de segmentos prenasalizados. En contraste, en el amuzgo (Herrera 2010) las nasales adquieren un rasgo oral, por lo que pueden ser mejor analizadas como nasales posoclusivizadas (Cf. Kim & Hernández en este dossier). El contraste vocálico oral-nasal es bastan te común tipológicamente, pero en el tronco otomangue se constata una rareza en al menos tres lenguas. En los chinantecos de Palantla (Herrera 2009) y Quiotepec (Castellanos 2014), así como en el chatino de Panixtlahuaca (Kingston & Woodbury 2014) se da un contraste entre dos grados de nasalización vocálica. La nasalidad, como se ha planteado para los rasgos laríngeos, puede pertenecer al nivel segmental como en los casos que he evocado o puede pertenecer al nivel autosegmental.

Respecto a la estructura silábica, DiCanio & Bennett (2020) notan que en la familia otomangue son bastante toleradas las rimas complejas; en el 52% de las lenguas que conforman su muestra se constatan consonantes en coda. Este hecho se contrapone a la tendencia translingüística estipulada por Cairns & Feinstein (1998) que desfavorece las codas. La notable presencia de codas especificadas para los rasgos de localización se relaciona con el desgaste prosódico que ha sufrido un buen número de lenguas otomangues y que involucra la pérdida de las vocáles átonas. Este desgaste no solo se reflejó en una gran tolerancia a las codas -cuando se perdió la vocal postónica-, también en una tolerancia remarcable a los inicios complejos -cuando se perdió la vocal pretónica-.

Vale la pena mencionar la ausencia de consonantes bilabiales; este rasgo es tan prominente que la única reconstrucción que existe del proto-otomangue exluye el punto de articulación labial y propone que las lenguas que cuentan con consonantes labiales las innovaron a partir de otros elementos (Rensch 1976), así sucede en el zapoteco medular que desarrolló obstruyentes labiales a partir de *kw ( Kaufman 2016).

Los artículos reunidos en este dossier tienen un doble fin; el objetivo general es mostrar un panorama amplio de la fonología otomangue a través de la descripción y el análisis de problemas fonológicos particulares de una pequeña muestra representativa de lenguas. La muestra de lenguas comprende cada uno de los grupos incluidos en la Figura 1, de modo que el grupo Mè’phàà-chorotega está representado por el tlapaneco de Malinaltepec, el grupo otopame-chinanteco por el mazahua, el amuzgo-mixtecano por el triqui de Chicahuaxtla y el amuzgo de San Pedro Amuzgos. Finalmente, el grupo popoloca-zapotecano está representado por el mazateco y los zapotecos de Teo ti tlán del Valle y el miahuateco. Así pues, la muestra, aunque pequeña, ilustra cada uno de los cuatro grupos mayores.

El segundo objetivo del dossier es resaltar el aporte de las lenguas otomangues a la discusión de problemas fonológicos actuales, de tal modo que confluyen temas como la vigencia de la distinción dicotómica entre valor monofonemático y valor polifonemático, las secuencias de nasal más obstruyente y los argumentos fonéticos; fonológicos y morfológicos que esclarecen su estatus, la complejidad de los inicios silábicos, la epéntesis y su relación con la estructura rítmica, los procesos demarcativos en el nivel de la palabra fonológica y la representación subyacente de clíticos carentes de contenido segmental. Las interpretaciones teóricas se mueven entre la teoría de la optimidad, la fonología prosódica y la fonología métrica autosegmental. En lo que sigue hago referencia puntual a cada uno de los trabajos que integran este dossier.

En el primero de los artículos, titulado Clusters vs units in otomanguean: the case of tlapanec (Mè’phàà) and Zapotec (dixsa:), Hiroto Uchihara establece que la distinción entre secuencias y unidades no es dicotómica sino multidimensional. A partir de un conjunto de seis criterios diagnósticos basados principalmente en Trubetzkoy (1939[1969]) y Pike (1947), muestra que las secuencias ambiguas se comportan simultáneamente como unidades según algunos criterios, pero como secuencias respecto a otros. En el tlapaneco, por ejemplo, la palatalización se comporta como una unidad en términos del número máximo de elementos que pueden presentarse en el inicio silábico, pero como una secuencia consonántica en contextos morfológicos donde los gestos se reparten en dos morfemas distintos. Por otro lado, la palatalización en el zapoteco de Teotitlán del Valle se comporta como unidad de acuerdo a sus restricciones de distribución, pero como una secuencia de consonantes respecto a la metátesis que invierte el orden /Cj/ a [jC]. La aparente inconsistencia entre los criterios y la manera en la que se comporta una misma secuencia ambigua es interpretada mediante la tipología canónica (Brown et al. 2012, Hyman 2006), así pues, el autor propone un conjunto de propiedades canónicas de las secuencias y un conjunto de propiedades canónicas de las unidades, ambos inspirados en los criterios de Trubetzkoy (1939[1969]) y Pike (1947).

Yuni Kim y Natalia Hernández describen el comportamiento de las secuencias NT y ND en el amuzgo de San Pedro Amuzgos en el artículo “El estatus fonológico de ND y NT en amuzgo de San Pedro Amuzgos”. Mediante criterios distribucionales, morfológicos y acústicos, proponen que la secuencia [nt] deriva subyacentemente de /nt/ mientras que la secuencia [nd] tiene distintas representaciones subyacentes. En particular proponen que la fuente principal de la secuencia [nd] deriva de /n/ en el contexto de vocal oral como efecto de shielding o protección de la oralidad, mientras que la segunda fuente deriva de la sonorización de la oclusiva /t/ en contextos morfológicos en el plano nominal como la prefijación del plural n- a raíces con /t/ inicial. El artículo de Kim & Hernández revela que la fonología segmental del amuzgo tiene una gran relevancia teórica más allá de la tonología, que ha sido el tema central en los estudios dedicados a esta lengua durante los últimos años.

El artículo “Fonotáctica consonántica y rasgos laríngeos de las lenguas mazatecas” de Mario Chávez Peón e Israel Filio tiene una fuerte base empírica sustentada en el Proyecto Nanginá. Corresponde a un estudio comparativo de la fonotáctica de las lenguas mazatecas, por lo que su valor no se restringe a la fonología, sino que tiene repercusiones sobre el conocimiento actual de la diversificación y la configuración diacrónica de las lenguas mazatecas, así como sobre el desarrollo y el origen de la complejidad fonotáctica. El trabajo parte de una exploración amplia y detallada de los elementos distintivos en varias lenguas mazatecas y restringe su análisis a aquellas lenguas con sistemas consonánticos complejos. Se muestra que la complejidad de los inicios se da, desde un punto de vista diacrónico, a partir de la pér dida vocálica y el mantenimiento consonántico de las sílabas pretónicas. Los autores muestran que la complejidad fonotáctica se manifiesta en distinto grado en las variantes mazatecas, en particular respecto a la tolerancia de consonantes extracomplejas. Los datos empíricos son analizados a la luz de un conjunto de restricciones, desprendidas de la Teoría de la Optimidad estándar, que dan cuenta de la temporización de los rasgos subsidiarios en los segmentos complejos. En par ticu lar, para los rasgos laríngeos se proponen distintas representaciones subyacentes que coinciden con distintas áreas dialectales mazatecas.

El cuarto artículo del presente dossier corresponde al trabajo de Francisco Arellanes y Antonio Romero, titulado “La complejidad de la epéntesis vocálica en el mazahua”. En este trabajo se propone que la epéntesis en mazahua corresponde a un mecanismo reparador de la estructura rítmica. En términos descriptivos, exponen la epéntesis desde dos aristas: la prosódica -en tanto que su función es la de completar un pie silábico con ritmo trocáico- y la segmental -en tanto que es posible predecir el timbre de la vocal epentética si se atiende a la organización del sistema vocálico de la lengua-. En términos teóricos, los autores proponen una interesante adecuación a la tipología de la epéntesis vocálica de Kager (1999) en la que se presentan dos tipos de epénte sis, una que tiende a lo no marcado y otra que tiende a adaptarse al contexto. Los autores muestran de manera contundente que el mazahua hace uso de los dos tipos de epéntesis y, además, recurre a un tercer tipo, al que llaman mixto, en el que la vocal es parcialmente marcada y parcialmente influida por el contexto. A partir de los hechos descriptivos y la formulación teórica planteada en Kager (1999) se ofrece una reformulación de las restricciones que configuran la tipología factorial que predice los distintos tipos de epéntesis en las lenguas. Finalmente, en términos de la tradición descriptiva otopamiana, el artículo cuestiona fuertemente la pertinencia de la noción de formativo como dominio morfológico distinto a la raíz y muestra convincentemente que los constituyentes prosódicos pie y grupo clítico son cruciales respecto a la presencia o ausencia de las epéntesis vocálicas.

En el artículo de Mario Hernández “Procesos fonológicos demarcativos a nivel de la palabra fonológica en miahuateco” se argumenta que la palabra fonológica constituye un dominio prosódico activo al que están adscritos distintos procesos segmentales, prosódicos y métricos en la lengua. En términos segmentales, se muestra que la fortificación se restringe a los procesos de formación de palabras y que no se presenta en niveles más altos de la jerarquía prosódica como el grupo clítico. Se muestra también que, en procesos de composición, los contrastes laríngeos y la asociación tonal múltiple se simplifican en la posición átona del compuesto, mientras que en la posición tónica los contrastes se mantienen. Respecto a la estructura métrica, se demuestra que los compuestos siguen un ritmo yámbico canónico [L.P] en términos de Hayes (1995). Este hecho se sustenta en una primera exploración de los correlatos acústicos del acento, siendo la duración de la rima por entero el correlato más prominente y la intensidad uno de los correlatos subsidiarios.

En el último artículo del dossier titulado “Morfofonología de los clíticos tonales en el triqui de Chicahuaxtla”, Fidel Hernández establece la forma subyacente de un conjunto de clíticos carentes de estructura segmental. Explica las alternancias tonales provocadas por la adjunción de dichos clíticos a una base léxica y establece una interesante distinción entre tonos de registro alto y tonos de registro bajo que rige las alternancias provocadas por el clítico tonal. Los tonos de registro bajo bloquean la asociación de tonos altos, hecho observado en la tonología general de la lengua y también reportado en el triqui de Itunyoso (DiCanio 2008). Por otro lado, el autor comprueba con abundante evidencia que las unidades autosegmentales no se restringen a los tonos en esta lengua, sino que incluyen también los rasgos glotis constreñida y nasal. En el plano morfosintáctico, se describen detalladamente las funciones sintácticas del tono de linde de frase nominal que, dada su capacidad de acoplarse con diferentes clases léxicas, debe corresponder a un clítico. Finalmente, Fidel Hernández evalúa dos explicaciones a las alternancias tonales, glotales y nasales en las formas clitizadas, decantándose por la alternativa morfológica que implica cierto grado de supletivismo en el enclítico.

En síntesis, los trabajos reunidos en este dossier buscan exponer un panorama amplio de la fonología de las lenguas otomangues con base en extensa evidencia empírica y mediante un manejo cuidadoso de los datos. Esperamos que este dossier resulte de interés para fonólogos y otomanguistas: quien esté interesado en la fonología encontrará una gran riqueza de procesos que invitan a la discusión de problemas actuales en fonología; quien esté interesado en las lenguas otomangues encontrará una buena cantidad de datos interpretables a la luz de la comparación y la caracterización de las lenguas que componen el tronco otomangue. Sirvan las líneas que he escrito como una invitación a la lectura del dossier que aquí se presenta.

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1 En general, las familias lingüísticas se denominan tomando los nombres de las lenguas más alejadas geográficamente. Siguiendo este principio, el termino otomangue daría la falsa idea de que el grupo otomí ocupa la parte más norteña del tronco, esto no es verdad dado que el pame norte se habla en lo que hoy en día conocemos como San Luis Potosí. El nombre del tronco otomangue no se formó a partir del pame (la lengua más norteña) y el mangue (la lengua más sureña) por dos razones. En primer lugar, el grupo otomí es el que cuenta con una tradición descriptiva más longeva y, en segundo lugar, el reconocimiento del pame como una lengua independiente del chichimeco se dio en una etapa tardía respecto a la clasificación de las lenguas otopames (Lizárraga c.p.)

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