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Cuadernos de Lingüística de El Colegio de México

versión On-line ISSN 2007-736X

Cuad. Lingüíst. Col. Méx. vol.7  Ciudad de México ene./dic. 2020  Epub 02-Oct-2020

https://doi.org/10.24201/clecm.v7i0.147 

Artículos

El pasado casi nunca queda atrás: gestualidad y expresión del tiempo en español

The past is not often left behind: gesture and the expression of time in Spanish

Luis Escobar1 

Italia Ramírez1 

1Universidad Autónoma de Sinaloa, luisescobar@uas.edu.mx, italiaramirezgarrido_25@hotmail.com


Resumen

Diversos estudios han descrito patrones de expresión del tiempo en términos del espacio que distinguen a las lenguas del mundo. Mientras que expresiones como ‘deja el pasado atrás’ muestran un patrón común a lenguas como el español y el inglés, otras lenguas, como el aymara y el chino mandarín, pueden expresar el pasado situado al frente o arriba, respectivamente. No obstante, al observar con mayor detalle el alcance de estos patrones, se evidencia también que la gestualidad y la lengua son componentes complementarios del lenguaje y no sirven los mismos propósitos comunicativos. Mientras que un hablante puede expresar oralmente que un evento futuro está frente a él, gestualmente puede ubicarlo a su derecha. En el presente estudio describimos a la gestualidad que participa en las expresiones temporales en español, mostrando cómo la caracterización de las lenguas según sus distintos marcos referenciales tempoespaciales no describe adecuadamente los recursos observados en las interacciones comunicativas. Los hablantes, fuera de algunas expresiones orales y, más frecuentemente, de la lengua escrita, no reproducen patrones del tipo EL PASADO ATRÁS en una conversación y, en cambio, ubican gestualmente a los eventos en distintas zonas del espacio de acuerdo con su percepción y representación: la posición de su interlocutor, la representación de las relaciones espaciales y, en general, claves de las características perceptuales del evento. Los resultados de este estudio coinciden con otros trabajos que parten de una perspectiva según la cual las representaciones conceptuales sobre el tiempo y el espacio no son únicas ni fijas, sino múltiples y emergentes, respondiendo a distintos contextos de interacción. Se presenta una perspectiva diferente de la gestualidad, según la cual, su papel en el lenguaje es la expresión de la información perceptual, icónica o metafórica, que solo ocasionalmente interviene en la codificación lingüística del tiempo.

Palabras clave: metáforas temporales; gestualidad; gestos temporales; locus espaciales; marcos referenciales

Abstract

Different studies have described patterns of conceptual metaphors of time in terms of space that distinguish the languages of the world. While expressions like ‘leave the past behind’ show a pattern common to languages such as Spanish and English, others, such as Aymara and Mandarine Chinese, can express the past as being in front or above the speaker, respectively. However when observing in greater detail the scope o these patterns, it is also evident that speech and gesture are components of language that do not serve the same communicative purposes. While a speaker can orally express that a future event is in front of him, he can gesturally place it on his right. In the present study, we describe gestures that are part of temporal expresions in Spanish, showing how the characterization of languages according to their different temporal-spatial frames of reference does not adequately describe the resources observed in communicative interactions. The speakers, besides some examples coming from speech and, more frequently, from writing, do not reproduce patterns like PAST-BEHIND in a conversation and, instead, they locate the events or express their properties in different zones of the symbolic space according to their perception and representation: the position of their interlocutor, the relation with other symbolic positions in the space and, in general, keys of the situational context. The results of this study resonate with other works that part from a perspective according to which the conceptual representations about time and space are not unique or fixed, but multiple and emergent, sensitive to various conditions of interacive communication. A different view on gesture is proposed, one that presents its roll in language as the expression of perceptual, iconic or metaphoric information that only occasionally intersects with the linguistic codification of time.

Keyword: temporal metaphors; gesture; temporal gestures; locus; frames of reference

1. Introducción

En general, se piensa que la gestualidad que acompaña al habla es aquella hecha con las manos. Sin embargo, cuando nos fijamos más detenidamente en una persona mientras habla, podemos notar que mueve las cejas, dirige la mirada en distintas direcciones, ladea la cabeza, encoge y relaja los hombros, modifica su postura corporal. Sin duda, no todas las acciones hechas con el cuerpo son parte de lo que uno quiere decir, del mensaje que se trata de comunicar o, al menos, no lo son de la misma forma.

Los gestos que propiamente utilizamos como parte de lo que queremos decir en una conversación se pueden distinguir con bastante consistencia de aquellos que son casuales o prácticos (como tomar una pluma para escribir algo).1 Los gestos comunicativos, a su vez, tienen distintas propiedades como símbolos. Algunos señalan en distintas direcciones y tienen, por tanto, propiedades deícticas; otros se mueven al ritmo del habla y tienen propiedades rítmicas; un tercer tipo representa la forma, el tamaño o delinea la figura o la trayectoria de objetos y conceptos y tiene, entonces, propiedades representativas. Otros más, los emblemas, se parecen mucho a las palabras, en tanto son convencionales como el gesto de OK, que no representan ni señalan ni tienen propiedades rítmicas, pero, como son tan comúnmente utilizados, tienen un significado relativamente estable asociado a su forma.

Antes queda nada, es necesario aclarar que, comúnmente, lengua se utiliza para nombrar a la lengua oral, es decir, al sistema lingüístico compuesto por signos arbitrarios y discretos organizados por patrones morfológicos y sintagmáticos. Gestualidad, en cambio, son todos los recursos expresivos que son graduales y motivados (porque reflejan parte de la información perceptual, icónica o metafórica, de aquello que representan), no integran oraciones ni tampoco son analizables desde un punto de vista morfológico (su forma no es el resultado de integrar partes con significados fijos). Ambos, lengua y gestualidad, desde perspectivas como la de McNeill (2000, 2005, 2016), Enfield (2009) y Kendon (2000, 2004), son componentes esenciales del lenguaje. Enfield, en particular, también insiste en que todo enunciado, toda expresión de la comunicación interactiva es multimodal (cf. Enfield 2013), es decir, integra los recursos de la lengua y los gestuales más los elementos presentes en el contexto interactivo como la posición que ocupan los interlocutores.

Los estudios sobre gestualidad en el lenguaje se han preguntado, entre otras cosas, cuál es el papel de estas expresiones en la comunicación. En particular, desde la perspectiva cognitivista (Haviland 2000; McNeill 2005; Kok & Cienki 2016; Ruth-Hirrell & Wilcox 2018, entre otros), la gestualidad es responsable de las expresiones viso-motoras del lenguaje (también llamadas imaginería, cf. McNeill 2005), es decir, de la expresión de propiedades perceptuales representadas de manera icónica o metafórica. La lengua, en cambio, está especializada en la expresión de la información codificada que, siendo relativamente arbitraria y discreta, permite una categorización sistemática de los significados. Aunque el tema de la semiótica gestual es amplio y escapa a los objetivos de este trabajo profundizar en él, basta decir que, en tanto componentes del lenguaje, las funciones semióticas (comunicativas) de lengua y gestualidad son complementarias y no redundantes (cf. McNeill 2005: 91).

En el caso de las lenguas de señas, tanto los elementos del lenguaje graduales y motivados como aquellos discretos y arbitrarios se realizan en un mismo canal de expresión o modalidad: la viso-gestual.2 Por lo tanto, el discernimiento de aquello que es gestual y aquello que es de lengua es más difícil, al grado de que, en muchos casos, se ha propuesto que las lenguas de señas están integradas por un buen número de expresiones que combinan elementos gestuales y elementos lingüísticos (Emmorey & Herzig 2003; Escobar 2019; Liddell & Metzger 1998).

En el tema de la expresión temporal, la gestualidad ha sido estudiada, en particular, desde los trabajos que exploran las distintas metáforas del tiempo en el espacio. Como cuando hablamos de las distintas características que tienen las lenguas del mundo en cuanto a su concepción del tiempo y decimos ‘los hablantes de esa lengua ubican al futuro detrás de ellos’, ‘para estos otros el futuro está abajo y no frente a ellos’ o ‘su representación temporal es cíclica’. Sin duda, como han probado numerosos estudios (Bender & Beller 2014; Radden 2011; Evans 2010, son revisiones generales) existe un conocimiento compartido por los miembros de distintas comunidades culturales según el cual hay una ‘manera común de pensar al tiempo’ con relación al espacio (en general, de acuerdo con una posición relativa al cuerpo del hablante o EGOCÉNTRICA). En particular, por lo que se observa en las expresiones de su lengua oral o cuando son cuestionados, explícitamente, con respecto a la ubicación de los eventos en el espacio.

Por ejemplo, un buen número de investigaciones han surgido alrededor de las lenguas donde hay evidencia a favor del patrón FUTURO ATRÁS contrario al más común FUTURO ENFRENTE del español y muchas otras lenguas, en expresiones como ‘tienes toda tu vida por delante’ o ‘looking forward to see you’ (en inglés, lit. ‘viendo hacia adelante para verte’ o ‘esperando verte en el futuro’). Los aymaras, en la región andina de América del Sur, ubican al futuro detrás y no adelante (cf. Nuñez & Sweetser 2006). Otras culturas que, supuestamente, se identifican por este patrón de FUTURO ATRÁS son la malgache (en Madagascar, cf. Dahl 1995), la vietnamita (cf. Sullivan & Linh Thuy 2016) la wolof (en Senegal, Gambia y Mauritania, cf. Moore 2011), los toba del Gran Chaco en Argentina y los maoríes de Nueva Zelanda (Klein 1987; Thornton 1987, respectivamente).

Otros patrones poco comunes de representación del tiempo en términos del espacio se reportan en lenguas como el chino mandarín (cf. Yu 1998, 2012) que puede expresar espacialmente al tiempo en una lógica vertical PASADO ARRIBA y FUTURO ABAJO (Gu et al. 2017), en expresiones como shàng zhōu (lit. ‘la semana de arriba’ o ‘la semana pasada’) y xià zhōu (lit. ‘la semana de abajo’ o ‘la semana próxima’). En cambio, no expresan el tiempo en estas metáforas basadas en los planos espaciales lenguas como la amondawa (Sinha et al. 2011) de la amazonia brasileña; el maya yucateco, en el sur de México (Le Guen & Pool Balam 2012); también, el hopi (Malotki 1983) de la meseta central de Estados Unidos y el yélî dnye (Levinson & Majid 2013) en Papúa Nueva Guinea.

Algunos trabajos han encontrado evidencia de la existencia de múltiples patrones de representación del tiempo en el espacio en una misma lengua, como Brown (2012) en el tzeltal, donde, además de un marco de referencia absoluto3 según el cual el futuro está ‘cuesta arriba’ los hablantes muestran patrones cíclicos y egocéntricos para ubicar el tiempo. Faller & Cuéllar (2003) encuentran una pluralidad de patrones también en el quechua donde, aparte de expresar pasado y futuro en términos de los planos espaciales horizontal y sagital (de referencia egocéntrica), en expresiones como wichay ‘subir’ y uray ‘bajar’, se evidencia, por ejemplo, el uso del plano vertical en la expresión de la temporalidad.

Aunque, en general, estos estudios se han centrado en las expresiones de la lengua oral, la suposición de que es una misma representación conceptual la que subyace a todo el sistema de organización del espacio (cf. Levinson 2006) y del tiempo en términos del espacio, nos permite tomar como evidencia la dirección en la que apuntan o se mueven los gestos que participan en las expresiones temporales. Así, se muestra el patrón FUTURO ATRÁS en la gestualidad espontánea entre los darija (en Marruecos, cf. De la Fuente et al. 2014) y entre los hablantes de chino mandarín (cf. Yu 2012).

No obstante, Casasanto & Jasmin (2012) encuentran disparidad entre el plano al que corresponden las metáforas del tiempo en el espacio en la lengua y aquel al que se ordenan los gestos que participan en esas mismas expresiones temporales. En inglés, encuentran los autores, las expresiones de la lengua oral ubican, generalmente, al futuro enfrente y al pasado atrás. No existen, por otra parte, expresiones en la lengua que ubiquen a estos tiempos en el plano horizontal (a la izquierda y a la derecha). No obstante, al observar a los hablantes de esta lengua, encontraron que, en la mayoría de los casos, los gestos espontáneos que acompañan a las expresiones temporales señalan a la izquierda cuando el hablante dice algo como ‘deja el pasado atrás’.

Otros como Casasanto (2016) y Gijssels & Casasanto (2017) han argumentado que la información lingüística no es suficiente para afirmar que las personas piensan en el tiempo en términos de uno o más planos espaciales, sino solamente que hablan sobre el tiempo utilizando determinadas metáforas. La evidencia acumulada muestra que todos los patrones de relación entre cognición, lengua y gestualidad se presentan en algún caso. La lengua contradiciendo a los patrones de tiempo en el espacio mostrados en la cognición a través de experimentos con estímulos no lingüísticos, la cognición mostrando patrones que no se manifiestan en la lengua, la gestualidad alineándose a un plano espacial que no existe en las metáforas de la lengua.

De la Fuente et al. (2014), desde la psicología experimental y a partir de un experimento diseñado para contrastar la ubicación de pasado atrás o enfrente en hablantes de distintas lenguas, notaron que no eran solo las distinciones culturales y lingüísticas, sino que otros factores, como pertenecer a un grupo sociolingüístico particular dentro de una misma comunidad lingüística (jóvenes contra mayores de edad), podían influir en la ubicación conceptual del tiempo en el espacio. Bautizaron a esta perspectiva la HIPÓTESIS DEL FOCO TEMPORAL, refiriéndose a que es la concepción misma de los hablantes sobre los eventos, la modalidad epistémica, en donde está puesto el foco de la evaluación de la temporalidad, la que determina la representación espacial del pasado o el futuro.

Tomando como ejemplo a los hablantes de árabe, en particular de una variante conocida como ‘darija’, de Marruecos, y comparándolos con hablantes de español peninsular, encontraron que, a pesar de tratarse de dos lenguas donde las expresiones (como en muchas otras lenguas) corresponden al patrón FUTURO ADELANTE, en distintas circunstancias, los hablantes conceptualizan FUTURO ATRÁS (el patrón contrario). En una prueba donde debían llenar dos recuadros en una hoja de papel (uno adelante y otro atrás de una persona representada con un dibujo), la mayor parte de los españoles (88%) ubicaron al futuro enfrente, mientras que la mayor parte de los marroquíes (84%) ubicaron al pasado enfrente. Mostrando distintas ‘actitudes’ con respecto al tiempo, pero no distintas concepciones del tiempo en términos del espacio. Es decir, que el hecho de que se ubique un evento enfrente o atrás del hablante (desde la gestualidad o las pruebas no lingüísticas) nos informa, más precisamente, sobre la construcción del escenario narrativo.

Otros estudios han reproducido este y otros marcos experimentales probando que también pueden influir las actitudes negativas o positivas sobre el futuro (Margolies & Crawford 2008), qué tan conscientes están los hablantes sobre los gestos que están haciendo mientras hablan (Walker & Cooperrider 2016), la dirección del sistema de escritura (Fuhrman & Boroditsky 2010), la influencia de otros artefactos culturales como los calendarios o los relojes (Duffy 2014), la carrera profesional elegida por los hablantes (Li & Cao 2017), referentes como un inminente examen final o la proximidad de festivales o fechas culturalmente importantes (Li & Cao 2018b), el embarazo (Li & Cao 2018a) e, incluso, si las entrevistas fueron hechas en distintos momentos del día (Li 2018). Es decir, en suma, que las mismas condiciones experimentales y la relación que en ese momento tienen los hablantes con los eventos concebidos son también factores determinantes de la representación del tiempo en el espacio (cf. Bender & Beller 2014).

Frente a esta evidencia, miradas que parten de la multimodalidad como Pagán Cánovas & Valenzuela (2017) y Wallington (2015) han sugerido revisar dos suposiciones. La primera es que las metáforas de tiempo en el espacio de la lengua realmente sean expresiones del tiempo en lugar de, por ejemplo, juicios sobre la lejanía o la cercanía de los eventos. Pues las expresiones en inglés como ‘Eastern is ahead…’ (la primavera está adelante) son mucho menos comunes que expresiones del tipo ‘Eastern is around the corner…’ (la primavera está a la vuelta de la esquina) que expresan proximidad y no direccionalidad temporal (cf. Wallington 2015). La segunda suposición coincide con perspecticas cognitivas como la de McNeill (2005) y Barsalou (2008), pues dice que la gestualidad (y las representaciones cognitivas) no expresa lo mismo que expresa la lengua, es decir, que la marcación temporal puede perfectamente ser una categoría puramente lingüística y que la gestualidad y los patrones cognitivos son más abstractos o esquemáticos con respecto a ella, dando claves de otros aspectos de la interacción comunicativa.

El principal objetivo de este estudio es considerar un contexto de elicitación informal para la obtención, principalmente, de ejemplos sobre la participación de la gestualidad en la expresión temporal en el lenguaje. Cabe aclarar que, siguiendo el análisis de la semiótica gestual propuesto por McNeill (2005), no proponemos que los gestos mostrados en los ejemplos sean expresiones temporales. Nos referimos a gestos que participan en la expresión temporal en el lenguaje, pero que no tienen, como parte de su papel en la comunicación, la función de ubicar los eventos en el tiempo.

Lo anterior se debe a que, dada la semántica global de la gestualidad, su marcación o membresía categorial siempre es más abstracta que los elementos léxicos de la lengua oral, es decir, siempre está subespecificada hasta que entra en relación con los otros elementos de una construcción multimodal (cf. Enfield 2013). Un gesto deíctico puede señalar hacia adelante pero no sabemos si se refiere a un evento (lingüísticamente ubicado en el pasado), a un lugar, a una persona o a un referente abstracto, hasta que no tomamos en consideración las demás claves informativas como las aportadas por la lengua oral.

El resto del artículo se compone de tres secciones. En la sección 2, describimos las condiciones en las que se obtuvieron los datos y presentamos los resultados descriptivos de la distribución de los gestos en expresiones temporales en cuanto a su orientación espacial. Discutimos acerca de la diversidad de los recursos comunicativos en el uso del espacio y cómo la interacción entre ellos implica comportamientos que no parecen mostrar una representación del tiempo en el espacio, sino de la construcción de escenarios simbólicos para la expresión de distintas propiedades icónicas o metafóricas de los eventos. En la sección 3, presentamos una distinción esencial entre los gestos que participan en las expresiones que dan claves para la interpretación temporal o marcan la temporalidad de los eventos y los gestos que dan, por sí mismos, las claves para la interpretación temporal o incluso marcan la temporalidad de los eventos como en las lenguas de señas. Por último, en la sección 4 describimos una mirada multimodal que resulta, a nuestro juicio, descriptivamente más adecuada a la evidencia presentada.

2. Las manos se mueven con el tiempo

Los datos se obtuvieron de cuatro videos de entrevistas grabadas para este fin. Ninguna de las entrevistas tuvo un protocolo de elicitación formal. No se pidió al hablante que se ajustara a ningún formato en particular. Para tener una perspectiva encrónica de la lengua, se incluyó al entrevistador a cuadro, cuidando que la descripción y categorización de los gestos tomara en cuenta, también, la comunicación interactiva.

Las entrevistas giraron en torno a historias de vida, narración de anécdotas personales y la opinión del hablante sobre acontecimientos históricos y noticias recientes. Los participantes fueron un hombre de alrededor de 70 años, versado en historia, aunque médico de profesión; una mujer de alrededor de 70 años con estudios en contaduría y administración, actualmente jubilada; y una mujer y un hombre con alrededor de 30 años con estudios en artes escénicas y teatro. En total, se analizaron 75 minutos de video en el programa de transcripción ELAN 5.5 (Lausberg & Sloetjes 2009; The Language Archive 2019), obteniendo 285 gestos que participaban en expresiones temporales.4

Uno de los autores realizó la transcripción que, posteriormente, el otro autor revisó. El criterio fue simple, se tomó en cuenta cualquier gesto con propiedades deícticas o representativas que coincidiera con la expresión (en la lengua oral) de la temporalidad del evento: un verbo flexionado o las frases adverbiales con adverbios temporales (posicionales, relativos o de duración, cf. Klein 1994). Como es sabido, el momento articulatorio más prominente de los gestos es la fase del movimiento conocida en inglés como stroke (golpe o trazo) (cf. Kendon 2004), aunque también es posible considerar las ‘detenciones’, cuando las características articulatorias del gesto son más estables, precisamente, porque han llegado a un punto en el que son visualmente más claras. En la transcripción, se consideró el trazo o golpe como referencia para los gestos con movimiento de desplazamiento direccional y la detención para los gestos representativos.

Como se verá en los ejemplos, la forma en la que los gestos participan en la expresión del escenario espacial de los eventos es global (McNeill 2005, 2016; Ruth-Hirrell & Wilcox 2018), es decir, contribuyen con la expresión de las características viso-motoras icónicas o metafóricas del evento en su conjunto y no parece haber especificidad semántica5 con relación al ítem léxico con el que coincide el trazo o la detención. Sin duda se trata de una clave interpretativa importante, sin embargo, no condiciona su participación como elemento de una expresión temporal. Basta con que el gesto (su trazo o detención) se articule en algún momento de la expresión de un evento ubicado temporalmente para poder suponer que los interlocutores lo toman como parte de ella. Este principio se conoce como la “heurística general de unidad semiótica” (cf. Enfield 2013), las expresiones del lenguaje que percibimos como ocurriendo juntas suponemos que pertenecen al mismo mensaje, hasta que algo nos invita a pensar lo contrario.

Si bien, al revisar el corpus completo tomamos en cuenta todos los gestos relacionados con la expresión de las características temporales de los eventos, para los fines del presente artículo, nos centraremos en los gestos involucrados en la expresión del pasado. Se trata de los ejemplos más numerosos por el tipo de narraciones que se documentaron en las entrevistas. No obstante, antes de presentar los ejemplos, proponemos una breve revisión sobre la clasificación de los gestos en cuanto a su semiótica. En el sentido, sobre todo, de cuál es su comportamiento articulatorio y qué tipo de conceptos viso-motores aportan a la expresión multimodal. En total, los 285 gestos de la base se dividieron en tres clases: señalamientos,6 desplazamientos y representacionales.

Los señalamientos son aquellos gestos en donde, ya sea con la clásica forma de mano con el dedo índice extendido o algún equivalente articulatorio, el hablante indica al interlocutor la posición o dirección en el espacio de algún referente (ya sea presente o representado). Los desplazamientos, en cambio, aunque también son frecuentemente deícticos, no solo señalan, sino que también se mueven en la dirección del referente (que puede ser puramente locativo). A veces, acompañan a frases como ‘está hasta allá’ en donde importa expresar, principalmente, el lugar y la distancia relativa de un referente. También, pueden acompañar a frases como ‘me iba hasta el río’. Un desplazamiento semejante al del ejemplo anterior, aunque, en este caso, no solo expresa una distancia relativa sino también la acción de desplazarse de un lugar a otro. En cuanto a sus características semánticas, los desplazamientos pueden ser locativos, icónicos o metafóricos. Es decir, expresar dónde están las cosas, dibujar la trayectoria de un movimiento representado o, por último, ser metafóricos en el sentido de que expresan conceptos abstractos: por ejemplo, si un gesto semejante al utilizado con la oración ‘me iba hasta el río’ se utilizara con la oración ‘había una larga lista de pendientes’.

Estas dos primeras clases, los señalamientos y los desplazamientos, tienen en común un rasgo de DIRECCIONALIDAD. Es decir, se dirigen o señalan hacia algún lugar en el espacio. Aunque en sentido estricto no son los únicos, sí se trata de los gestos que, de manera más evidente, expresan las relaciones espaciales de los eventos codificados7 temporalmente8 en la lengua oral. Juntos, como se muestra en la Figura 1, representan el 73% de los ejemplos del corpus (33% los de señalamiento más 40% de los gestos temporales de desplazamiento).

Figura 1 Distribución de los tres tipos de gestos temporales en la muestra  

La clase de los representativos (que son el 27% de la muestra) agrupa gestos que pueden dirigirse u ordenarse hacia un punto en el espacio (i.e. locus) pero no están, propiamente, señalando hacia un referente ni desplazando un referente en el espacio hacia una locación representada. Comúnmente, en cambio, representan acciones (distintas a las perfiladas por los verbos de movimiento que corresponden a los gestos de desplazamiento), las características de los intervalos temporales (su inicio, su fin, su longitud) o a gestos rítmicos que representan la frecuencia con la que se realizan los eventos. Son, en general, conceptualmente metafóricos, es decir, no presentan directa o análogamente características de sus referentes, sino que corresponden a características abstractas como la LONGITUD de los intervalos temporales o sus LÍMITES.

En la Figura 2, se muestran dos ejemplos de gestos temporales representativos. En el ejemplo 2a, a la oración ‘Era como empezaba…’9 la acompaña un gesto en el que, como se puede observar, las dos manos representan el inicio de un evento o proceso ubicándose una sobre la otra (en una relación vertical). El contexto de esta frase es una narración donde el hablante describe el inicio de un programa de radio. Habla del anuncio que hacía el locutor al principio de cada episodio. En 2b, describe una etapa de su vida cuando trabajó como mesera en un local de comida rápida. El establecimiento era bastante exitoso pues temprano vendían toda la comida. A la oración ‘Después ya se terminaba la venta…’, la acompaña un gesto representativo (también hecho con las dos manos) que indica el FIN del intervalo temporal del evento de la venta de comida.

Figura 2 Ejemplos de dos gestos representativos en expresiones temporales 

Como mencionamos al principio de este apartado de presentación de resultados, por mucho, la expresión temporal más común en la que participaba la gestualidad en la muestra corresponde a intervalos anteriores al momento de la enunciación: 118 gestos de los 191 que, en su conjunto, tuvieron un rasgo de DIRECCIONALIDAD que correspondiera a la expresión de las relaciones espaciales del evento. Los demás gestos (94) divididos entre aquellos que participaban en expresiones de intervalos posteriores al momento de la enunciación (futuro) y de ubicación en el presente (un ahora deíctico o un ahora más genérico como en ‘ahora que terminé la carrera’).

Tomando como evidencia central a estos 118 gestos en expresiones temporales de pasado, presentamos los distintos porcentajes en cuanto a su direccionalidad en cinco zonas con respecto al cuerpo del hablante: IZQUIERDA, DERECHA, ENFRENTE, ATRÁS y ABAJO (no hubo ejemplos de pasado ARRIBA en la muestra). Como se puede observar en la Figura 3, los gestos más frecuentes son aquellos que ubican al pasado enfrente (un 38%), seguidos de aquellos que lo ubican a la izquierda (un 28%), a la derecha (un 20%) y, por último, aquellos que lo ubican atrás y abajo (9% y 5%, respectivamente).

Figura 3 Distribución de los gestos que participan en expresiones de pasado 

Si interpretamos los resultados según los planos espaciales, tenemos que un 47% de los gestos que participan en expresiones de pasado fueron realizados en el plano sagital (con una contundente preferencia por la posición posterior o ENFRENTE del cuerpo del hablante con un 38%), mientras que un 48% fueron realizados con relación al plano horizontal; y solo un 5% se realizaron con respecto al plano vertical, correspondiendo los ejemplos con eventos en donde algo se encontraba representado en una posición espacial inferior relativa a la posición del hablante.

En la Figura 4, observamos cómo los gestos que participan en las expresiones de pasado pueden coincidir tanto con un intervalo temporal de duración, con un verbo flexionado o con un intervalo puntual de tipo calendárico en el sentido de que expresa unidades temporales convencionales (cf. Klein, 1994:150-158); las ‘once y media…’, en este caso.

Figura 4 Gestos de señalamiento en expresiones de pasado I 

Como veremos en los ejemplos más adelante, la coincidencia del trazo o la detención del gesto con alguno de estos tipos de expresiones no es determinante de la orientación del gesto en el plano sagital (ENFRENTE o ATRÁS). También, podemos observar cómo la orientación misma del gesto puede resultar arbitrariamente interpretada como coincidiendo con alguna de las zonas en el espacio preestablecidas de acuerdo con los estudios antecedentes. En el ejemplo 4c, mientras que el brazo está extendido hacia enfrente, el dedo señala, en realidad, hacia abajo. Es solamente en virtud de que reconocemos la representación del lugar al que llegaban a las once y media en un punto próximo enfrente del hablante, a la altura de su frente, que podemos poner a este gesto en el patrón ENFRENTE y no en el de ABAJO. Adicionalmente, reconocemos las características locativas del gesto aun cuando su trazo y detención son coincidentes con un intervalo temporal convencional y no con el verbo ‘llegar’. No obstante, es innegable que el evento de llegar está ubicado en un intervalo anterior al momento de la enunciación. La llegada a ese punto a las once y media ocurrió en el pasado.

Podríamos, aun así, pensar en la posibilidad de que el tipo de expresión oral con la que coincide el gesto condicionara (en términos de la expresión temporal o locativa) su función y, por tanto, buscáramos un patrón consistente en aquellos gestos que acompañan a un mismo tipo de expresión lingüística. No obstante, en la Figura 5, se evidencia que, aunque los tres gestos coinciden con el verbo flexionado, esto no impide que en el ejemplo 5a, el señalamiento sea hacia ENFRENTE, mientras que en 5b sea hacia ATRÁS y, en 5c, sea hacia ENFRENTE pero también hacia ABAJO. En este último caso, no sólo por la orientación del gesto de la mano sino también por la orientación de la mirada, se representa una entidad que había sido dejada en la calle.

Figura 5 Gestos de señalamiento en expresiones de pasado II 

Una posible explicación de este contraste tiene que ver con la representación perceptual del evento, cabe recordar que los gestos (a diferencia de las expresiones lingüísticas) son expresiones viso-motoras (graduales y motivadas) que interactúan con la representación situada del contexto. Así, si un gesto acompaña a una expresión relacionada con ‘mirar algo’, implícitamente estará ubicado ENFRENTE si el hablante asume el papel de ‘aquel que mira’. Una propiedad que podríamos llamar de locus implícito por la relación que los órganos sensoriales del hablante tienen con el evento.10 En 5a, por ejemplo, el evento de haberlo visto pone al objeto representado ENFRENTE, en la línea de la mirada del hablante. En 5b, en cambio, el objeto representado es sonoro, el evento de escuchar se acerca a la oreja izquierda del hablante al tiempo que señala hacia ATRÁS. Por otra parte, 5c, está condicionado por la locación representada de aquello dejado en la calle.

Aun cuando, no teniendo motivos descriptivamente adecuados para hacerlo, restringiéramos la muestra solo a los gestos coincidentes con adverbios temporales, entonces tendríamos que seguir considerando la representación del escenario del evento como elemento determinante de la orientación de los señalamientos o los desplazamientos. A esto se le conoce como zonas de influencia (del inglés catchment, cf. McNeill 2005:116-117) o, por decirlo de otra manera, la coherencia de los rasgos articulatorios a lo largo de varios gestos que componen una unidad gestual (incluyendo la dirección del señalamiento o desplazamiento) según aquello de lo que se está hablando. Por ejemplo, en la Figura 6 se presentan dos gestos que pertenecen al mismo evento de una narración. En 6a, un suceso se ubica como habiendo ocurrido en otro país, un gesto al mismo tiempo participante de una expresión temporal de pasado, pero, claramente, orientado a la representación espacial de un lugar. En 6b, en cambio, el gesto coincide con un adverbio temporal, sin embargo, sabiendo que se trata de dos gestos en el mismo contexto narrativo, es claro que la orientación fijada por la representación de ese otro país influye en la dirección del señalamiento del gesto que acompaña a la frase ‘eso era antes…’.

Figura 6 Un gesto sobre un adverbio no temporal y sobre un adverbio temporal 

3. El tiempo entre lengua y gestualidad

Para dar mayor claridad a la perspectiva adoptada en el presente trabajo, es importante distinguir un par de nociones esenciales en la interpretación de la relación que la lengua y la gestualidad tienen como componentes del lenguaje. Como hemos mencionado anteriormente, los papeles de las expresiones gestuales y las expresiones lingüísticas en la comunicación no son redundantes. En palabras de McNeill (2005), gestualidad y lengua establecen una dialéctica entre signos arbitrarios y motivados, entre expresiones discretas y graduales, entre la comunicación de significados componenciales y fijos, y la expresión de significados viso-motores o de la imaginería del lenguaje.

La distinción entre gestualidad y lengua en una lengua de señas, por ejemplo, no puede hacerse (como tampoco debería de hacerse en una lengua oral, desde algunas perspectivas, cf. Okrent 2002) con referencia a la modalidad viso-gestual versus la modalidad auditivo-oral. En cambio, para el análisis de los componentes del lenguaje en una lengua como la Lengua de Señas Mexicana, resulta de especial utilidad distinguir entre convencionalidad y codificación.

Definimos la primera como el uso recurrente de una forma que adquiere, en mayor o menor medida, una interpretación estable a lo largo de un número considerable de contextos. Es decir, una forma que los hablantes usan regularmente para que sea interpretada de una manera relativamente predecible. Sin embargo, la convencionalidad no implica que la forma deba ser discreta ni tampoco arbitraria. Buena parte de los gestos que utilizamos cotidianamente son altamente convencionales pero graduales y motivados (icónica o metafóricamente). Por otro lado, el que sean convencionales también les impone restricciones para su uso y su forma: el gesto de “amor y paz” debe tener los dedos índice y medio extendidos y separados entre sí, mientras que el pulgar debe sostener a los dedos anular y meñique presionando, con su yema, sobre ellos (ver Figura 7b). Cualquier versión que fuera distinta en estos parámetros articulatorios sería juzgada como ‘rara’ o ‘inadecuada’.

Figura 7 Tres gestos convencionales 

La codificación, por otra parte, es la propiedad de las unidades de la lengua de ser, precisamente, discretas y arbitrarias. Se asigna una forma para un significado sin atención a que exista una relación análoga (basada en sus propiedades perceptuales directa o indirectamente) o motivada, es decir, se trata de una verdadera codificación cuando la forma del signo es inmotivada. Esta característica les permite a los signos lingüísticos ser discretos. Sus funciones no están dadas por una representación ostensiva (cf. Sperber y Wilson 1996) de los escenarios de los eventos o la información que se quiere comunicar sino por la integración sintagmática de expresiones con categorías marcadas por su forma o por su comportamiento en las construcciones.

Toda unidad codificada es convencional, no obstante, no toda expresión convencional está codificada; tanto en las lenguas de señas como en la gestualidad que acompaña a las lenguas orales encontramos relaciones análogas entre la forma y la imaginería o la información viso-motora que se expresa. Una caja más grande, por ejemplo, se representa con las manos más separadas (ver Figura 7c), a una distancia mayor, corresponde una mayor extensión del brazo en un gesto de señalamiento11 (ver Figura 7a).

Si la lengua y sus unidades codificadas marcan el tiempo en el verbo como en español, dan claves para la ubicación temporal a través de marcas aspectuales y de modo, como en navajo (cf. Smith et al. 2007), o utilizan expresiones del tipo de los adverbios temporales, como en la Lengua de Señas Mexicana (Escobar 2013, 2016); la pregunta entonces es ¿qué expresa la gestualidad? Si, como hemos asumido, ambos componentes no tienen papeles redundantes en el lenguaje, entonces la gestualidad en casi ninguna circunstancia (y menos en una lengua de flexión obligatoria como el español) es responsable de expresar el tiempo.

En cambio, podemos analizar el papel de la gestualidad que participa en las expresiones temporales como aportando claves para la construcción de los escenarios a partir de la representación viso-motora de las relaciones espaciales y de la puntualidad, duración o frecuencia de los intervalos temporales; además de ser responsable de buena parte de las expresiones indexicales que organizan la interacción y su estructura conversacional (Enfield 2001, 2013; Enfield & Sidnell 2014).

En la Figura 8, se muestra una narración completa como ejemplo de estas propiedades. En ella, la hablante (a quien llamaremos Gloria) platica sobre una ocasión en la que se peleó con su jefe y renunció a su trabajo. Su jefe no era cualquier persona, era amigo de su papá. El papá de Gloria era pescador. Él le había conseguido el trabajo. El amigo de su papá era un señor que tenía una casa en Altata, Sinaloa, una conocida playa muy cerca de la ciudad de Culiacán, a donde iba su papá a ayudarle a reparar las lanchas para pasear a sus invitados. El lunes que él volvió de Altata, Gloria esperaba una confrontación, un regaño, por haberse peleado con su jefe y haber renunciado. Sin embargo, contra todas sus expectativas, su papá no le dijo nada y ella se fue tranquila a ayudarle a su mamá en la venta en el mercado.

Figura 8 Una narración con 6 loci tempoespaciales 

En lugar de clasificar estos gestos según sus orientaciones ordenadas a los planos espaciales (sagital, horizontal o vertical), acorde con la perspectiva adoptada aquí, utilizamos la noción de locus (Liddell 2003) también identificada en la literatura como deixis abstracta (McNeill et al. 1993). Esto es, las expresiones gestuales que indican un lugar en el espacio (en la forma de señalamientos o desplazamientos de diversos tipos) como asociado a una entidad que es parte del escenario del evento expresado: un lugar, un momento en el tiempo, un participante o una entidad más abstracta.

Sobre por qué los hablantes ubicamos en determinados puntos del espacio tal o cuál elemento del escenario representado no hay una respuesta simple. Se trata de una combinación de factores entre los que están la focalización espacial12 en términos generales (los escenarios generalmente se posicionan frente al hablante), la posición de los interlocutores, elementos del contexto como puertas y ventanas u otras entidades en relaciones de foco locativo o deícticas asociativas (Quine 1971; Enfield et. al. 2007; Núñez et. al. 2012).

En esta narración, el hablante establece 6 loci. La manera de distinguir entre distintos loci combina la observación de la articulación viso-gestual con la expresión de la lengua oral. Por ejemplo, en 8i Gloria dice ‘Cuando tenía quince años me metí a la UAS a estudiar contabilidad’ y establece un locus (1) a su lado derecho. En 8ii, dice ‘A los diecisiete me recibí…’, y establece otro locus (2), también a su lado derecho. Es evidente que estos son distintos loci, dado que los intervalos temporales referidos son distintos, su posición en el espacio y las formas de mano del gesto están claramente diferenciadas.

‘Cuando tenía 15 años me metí a la UAS (Universidad Autónoma de Sinaloa) a estudiar contabilidad… a los 17 me recibí. Cuando vino mi apá de Altata, porque allá se iba (con su amigo) y mi papá le ayudaba a arreglar las lanchas, porque se llevaba gente para allá (sus invitados). Cuando vino el lunes mi apá… eso fue un viernes (cuando me peleé con mi jefe), no me dijo nada y ah pus me fui a vender con mi mamá (al mercado)…’

En 9iii, en cambio, Gloria establece un locus que sí se mantiene a lo largo del discurso y es referido en otras dos ocasiones, tratándose del mismo lugar y articulando los gestos en la misma dirección específica. Dice ‘Cuando vino mi apá de Altata…’ y señala hacia una ubicación enfrente y hacia arriba, a la altura de su cabeza (3). La posición en el eje vertical, probablemente, expresando una distancia relativa: Altata está a una hora de la ciudad de Culiacán donde se realizó la entrevista.

Las otras dos ocasiones en las que se rescata este locus son en 8v y en 8vi. En la primera, Gloria dice ‘Se llevaba gente para allá…’, refiriéndose al mismo lugar, aunque en otro intervalo temporal, uno de ubicación menos específica en el pasado. En el segundo, la hablante repite el evento de 8iii aunque con una variación en la forma de expresarlo ‘Cuando vino el lunes mi apá…’ mencionando, ya no el lugar del que vino (habiendo establecido el locus), sino el día en que vino su papá.

En 8viii, Gloria, al haber introducido un intervalo temporal específico en su narración (el lunes) aclara que, con respecto a cuando vino su papá, el evento de pelearse con el jefe ocurrió tres días antes y dice ‘Eso fue un viernes…’ estableciendo un locus a su izquierda (5). La aclaración está dirigida a su interlocutor (el entrevistador) que se ubica en esa dirección. Como se trata (8vi) de la primera vez que habla del día en el que ocurrió el evento narrado, Gloria se percata de que podría causar confusión si no ubica ambos eventos (la pelea con el jefe y la llegada de su papá) en sus respectivos días. Este gesto de señalamiento es una instancia de lo que Enfield et al. (2007) llaman señalamientos cortos (del inglés s-points) que funcionan para hacer saber al interlocutor información útil en el contexto de la conversación sin ser demasiado explícitos con respecto a la presuposición de que el interlocutor ignora la información dada (una tensión entre claridad informativa versus cortesía).

Por último, establece dos loci que son, por decirlo de alguna forma, marginales a la narración. El primero en 8iv, cuando aclara que ‘Mi pa le ayudaba a arreglar las lanchas…’. La presencia de un clítico de tercera persona (‘le’) hace pensar que el locus (4) tiene una relación simbólica con el amigo de su padre y no con un lugar como su casa en Altata. Puede ser esta la razón por la cual no se acerca al locus (3) y, en cambio, se ubica muy cerca del cuerpo de Gloria de su lado izquierdo. El segundo de estos locus (6) es con el que termina la narración en 8viii, distinto a los loci adyacentes tanto en la representación del lugar como en el intervalo temporal al que corresponde, Gloria dice ‘Me fui a vender con mi mamá…’ refiriéndose a un puesto en el mercado, en el centro de la ciudad y, temporalmente, a un momento del lunes después de haber visto a su papá que regresó de Altata.

4. Los gestos no son del tiempo

Cuando decimos que una expresión lingüística “ubica a un evento temporalmente”, nos referimos a que parte de su significado es posicionar el intervalo temporal del evento con respecto al momento de la enunciación (un tiempo deíctico), con respecto a otro evento que funciona como referente (un tiempo relativo) o con ayuda de intervalos temporales convencionales como los días de la semana, los meses, las fechas o las horas del día. El hecho de que otras claves como las marcas aspectuales o el aspecto inherente a la conceptualización de los eventos13 (un evento terminado o que no sabemos si está concluido) o, incluso, las inferencias provenientes de la construcción en su conjunto, apoyen la interpretación temporal de los eventos (en lenguas sin marcación temporal obligatoria), no se considera marcación temporal.

En la Lengua de Señas Mexicana, por ejemplo, existe una clase de señas que ubican temporalmente a los eventos con respecto a referentes deícticos o relativos (Escobar 2016). En el primer caso (Figura 9a), la mano se mueve en el plano sagital hacia atrás del cuerpo del hablante para intervalos de PASADO y hacia enfrente para intervalos de FUTURO (Figura 9b), la forma de estas señas es convencional y, aunque motivada por esta representación del tiempo en el espacio, se integran sintagmáticamente y, en efecto, en muchas ocasiones es la única marca explícita de posicionamiento temporal de los eventos. Asimismo, establecen contrastes consistentes, no se puede utilizar una seña temporal deíctica que se mueve hacia enfrente para el pasado ni viceversa.

Figura 9 Dos señas temporales deícticas 

En el caso de las señas temporales relativas, la mano izquierda (para los señantes diestros) sirve para representar al referente temporal (que puede ser una fecha, como 1950), la mano derecha, en cambio, se mueve, en el plano horizontal o sagital,14 hacia la izquierda o hacia atrás para expresar que el evento sucedió ‘antes de 1950’ o hacia la derecha o hacia enfrente para expresar que sucedió ‘después de 1950’. En la Figura 10, se muestra un señante zurdo que prefiere utilizar el plano sagital, su mano de referencia (la que representa la fecha, por ejemplo) es la derecha, la izquierda se mueve hacia atrás en la seña ANTES-DE (un intervalo anterior, de pasado, con respecto al referente temporal). Por el contrario, se mueve hacia enfrente en la seña DESPUÉS-DE.

Figura 10 Dos señas temporales relativas 

Estas expresiones gestuales se consideran propias de la lengua dado que, aun cuando están motivadas por la representación espacial del tiempo, integran cadenas sintagmáticas y funcionan como marcas temporales. Se basan en un sistema de contrastes que es consistente y que se evidencia en juicios de inadecuación de, por ejemplo, el uso de la seña ANTES-DE para expresar la relación que 1930 tiene con 1950 (una relación de anterioridad si esta última fecha es el referente relativo). Sería considerada una construcción incorrecta en la Lengua de Señas Mexicana: 1930 está DESPUÉS-DE 1950. Lo mismo sucedería con una seña temporal deíctica como la seña de FUTURO (la mano se mueve hacia ENFRENTE del señante), la oración FUTURO 1950 (dicha actualmente), sería inaceptable.

En este trabajo, hemos mostrado cómo los estudios antecedentes han considerado tanto las metáforas del tiempo en términos del espacio en la lengua como a la gestualidad que la acompaña como posibles evidencias de la consistencia de los planos espaciales (sagital, horizontal y vertical) como referentes de metáforas conceptuales (Lakoff & Johnson 1980, 1999), es decir, representaciones fijas como parte de los patrones cognitivo-culturales que organizan, al menos, las expresiones del lenguaje en distintas culturas.

Sin embargo, trabajos recientes han encontrado que las expresiones de la lengua que parecen corresponder con esas metáforas conceptuales, en realidad, se utilizan más frecuentemente como expresiones de la proximidad y la lejanía de los eventos y no tienen relación directa con la ubicación temporal de los eventos. La gestualidad, por otra parte, puede no ordenarse al mismo plano espacial al que se ordenan, metafóricamente, las expresiones de la lengua.

Cuando se observa la gestualidad que acompaña a las expresiones temporales en el material documentado para este trabajo, mostramos cómo ninguno de los planos espaciales tiene preferencia para los gestos que acompañan a la expresión de eventos ubicados en un momento anterior al momento de la enunciación: el pasado. Tanto el plano sagital (en ambos sentidos, aunque predomina la zona ENFRENTE del hablante) como el horizontal se utilizan en estos casos.

Al observar con más cuidado las condiciones en las que la expresión gestual se integra con la expresión lingüística en lo que respecta a la temporalidad de los eventos (desde una perspectiva multimodal e interactiva) nos percatamos que es descriptivamente más adecuado analizar la gestualidad (en particular aquella con propiedades deícticas) como participante en la construcción del escenario del evento mediante la representación viso-motora de sus relaciones espaciales, magnitud, repetición, puntualidad o continuación, tanto icónica como metafóricamente sobre las características dinámicas del evento mismo o de sus intervalos temporales. Teniendo, también, un papel importante la interacción comunicativa, la posición de los interlocutores y otros elementos del contexto situado (cf. Goodwin 2003).

Por último, propusimos distinguir más finamente las nociones de “marcación temporal” y “claves de la interpretación temporal”. Pues si gestualidad y lengua son componentes no redundantes del lenguaje, en el caso del español, con flexión temporal obligatoria en el verbo, la gestualidad no tiene la responsabilidad de expresar tiempo. El tiempo en las construcciones multimodales es una categoría lingüística y no gestual.

Aun cuando presentamos expresiones de la modalidad viso-gestual que verdaderamente expresan tiempo, nos percatamos de que no son de la gestualidad sino de la lengua (la LSM, en este caso). Se trata de señas, unidades léxicas de una lengua, las que tienen la función de ubicar temporalmente a los eventos, muestran propiedades de su codificación (contrastes semántico-construccionales) como signos lingüísticos; aunque, también, tienen la motivación de la representación simbólica del tiempo en el espacio (el futuro enfrente y al pasado atrás; o el pasado relativo hacia atrás de la mano que funciona como referente temporal y el futuro relativo frente a esa mano).

La gestualidad no expresa tiempo, esa es una función de la lengua. Sin duda, en construcciones donde no exista ninguna clave temporal explícita (en lenguas sin marcación temporal obligatoria) se podrá argumentar que la expresión gestual, por ejemplo, al representar a un evento como puntual, contribuye con claves para la interpretación temporal. Sin embargo, como hemos discutido, ser una expresión temporal o apoyar a la interpretación temporal, no son la misma cosa.

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1 Kendon (2004), entre otros, ha probado esta capacidad de discernimiento con hablantes de inglés observando un video de una conferencia en Papúa Nueva Guinea, dos lenguas y culturas distintas. En el experimento, los entrevistados fueron capaces de discernir a detalle los gestos comunicativos de aquellos casuales o prácticos (por ejemplo, cambio de postura, manipulación de la ropa e incidentales).

2 Okrent (2002) argumenta a favor de una definición “libre de modalidad” de la gestualidad. Se refiere a que fenómenos como la entonación, los alargamientos vocálicos y expresiones orales como ‘mmh’ (cuando queremos hacerle saber a alguien que lo estamos escuchando), son tan gestuales como las expresiones hechas con las manos. Ambas son graduales y motivadas..

3Según el análisis a partir de marcos de referencia espacial (Levinson 2003), existen, al menos, tres tipos: los absolutos, que toman como referente un elemento del contexto espacial como la inclinación del terreno en un entorno montañoso; los relativos, que toman como referencia una entidad contextual no fija; y los egocéntricos, en donde es el hablante el centro respecto al cual el tiempo se ubica atrás o adelante, por ejemplo, en el plano espacial sagital.

4El acuerdo entre la transcripción de ambos autores fue de cerca del 100% en el caso de los gestos con un rasgo de direccionalidad (desplazamientos y señalamientos). El mayor desacuerdo se presentó con los gestos representativos de intervalos temporales, principalmente, porque la definición de esta categoría se estaba formando durante el análisis y fue después de la transcripción que se acordaron los criterios de delimitación de este grupo de gestos.

5Aunque sin duda la coincidencia del trazo o la detención con los segmentos del habla sí tiene consecuencias prosódicas e interactivas, en cuanto a la semántica global del gesto los datos no muestran contrastes que evidencien especificidad con respecto a la naturaleza locativa o temporal según esta sincronicidad rítmica. Además, desde la perspectiva de este trabajo, la gestualidad no funciona según categorías lingüísticas atribuibles a la identidad léxica de las expresiones orales. En estudios y revisiones sobre la relación entre gestualidad y lengua se reconoce también que la coincidencia de estas dos expresiones (la oral y la gestual) no es, necesariamente, el vínculo que motiva la interpretación de sus papeles, es decir, algunos autores (cf. Engle 2000; McNeill 2005:34-38) también consideran que los gestos anticipan la aparición de su asociación léxica (ing. lexical affiliate, cf. Schegloff 1984) con la expresión oral. Es decir, que los gestos no necesariamente coinciden temporalmente con la expresión oral con la que están semánticamente asociados.

6La decisión de llamar señalamientos y no deícticos a los gestos de esta primera clase responde a que, al menos desde el trabajo de McNeill (2005), la DEIXIS y otras características de la semántica gestual (como la iconicidad, metaforicidad y marcación temporal) se reconocen como rasgos que se pueden combinar en una misma frase gestual. Es decir, un gesto puede ser deíctico, rítmico y metafórico.

7Codificación, en el sentido de los significados en expresiones discretas y relativamente arbitrarias. Un ‘signo lingüístico’ desde una definición tradicional.

8Es decir, episódicos y no genéricos, anclados temporalmente (cf. Carlson 2005).

9Se indica con negritas la o las sílabas a las que corresponde el trazo del gesto (su estado transicional o movimiento) y, con subrayado, a la sílaba que corresponde a la detención (de existir). Es sabido que, entre los estados articulatorios postrazo o posteriores al movimiento significativo en la estructura gestual, la detención no es obligatoria, puede seguirle, simplemente, un estado de retracción (cf. Kendon 2004).

10En varios ejemplos de las narraciones documentadas para este trabajo, donde el hablante se refería a cosas que había visto en la televisión, los gestos consistentemente eran dirigidos al frente, independientemente de si coincidían con el verbo flexionado, un adverbio temporal o una expresión de otro tipo participante de la expresión del evento en su conjunto.

11Cuando se trata de señalamiento de foco locativo (cf. Enfield et al. 2007) y no necesariamente en otros casos.

12En el sentido adoptado por la Hipótesis del Foco Temporal (De la Fuente et al. 2014; Li y Cao 2017)

13También llamado aktionsart o aspecto léxico (Smith 1997; Vendler 1957).

14Dependiendo de la variante de la Lengua de Señas Mexicana. Generalmente las variantes de la LSM se dividen diatópicamente. El hablante de la ilustración vive en Culiacán, Sinaloa.

Cómo citar: Escobar, Luis & Ramírez, Italia. 2020. El pasado casi nunca queda atrás: expresión gestual del tiempo en español. Cuadernos de Lingüística de El Colegio de México 7, e147. DOI: 10.24201/clecm.v7i0.147.

Recibido: 30 de Junio de 2019; Revisado: 19 de Septiembre de 2019; Aprobado: 23 de Abril de 2020

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