1. Introducción
Andrews et al. (2013) destacan la importancia de estudiar las narrativas desde múltiples enfoques. Una forma de abordarlas es, según estos autores, la de la co-construcción, puesto que “This […] field may operate with the assumption that its more ‘social’, co-constructed, stories are expressions of internal cognitive or affective states” (p. 6). Tomando como base este supuesto y el hecho de que las narraciones son configuradoras de la realidad social y cultural (Thornborrow y Coates 2005), en esta investigación se contrasta el empleo de los rasgos lingüísticos de superficie (por oposición a la estructura semántica profunda que alude a las partes básicas del relato) de la construcción de narraciones de experiencia personal generadas individualmente con los de las narraciones co-construidas (conversacionales o interaccionales) en relación con las variables sexo y grupo socioeconómico. Considerando los hallazgos de Guerrero (2017a), se sostiene que existe una estructura semántica profunda invariante de los relatos que se relaciona con las diferencias superficiales ocasionadas por las características sociales de los hablantes. Esto, como era de esperarse, ya lo había sugerido Labov (1972). En consecuencia, se trabaja con una muestra de 90 narraciones, 36 generadas por un único hablante y 54 narraciones co-construidas. De manera concreta, se compara la ocurrencia de empleo de los recursos de orientación -tiempo, lugar, personajes y situación- y los recursos de evaluación -emociones, estados cognitivos, discurso referido, presente histórico y relevancia negativa- empleados en ambos tipos de narraciones y, luego, se estudia la sensibilidad a la variación de dichos recursos cuando se asocian con las variables sexo y grupo socioeconómico. Para esto, se incluyen dos hipótesis de trabajo: a) que los mecanismos de evaluación son más sensibles a la variación y b) que la mayor variación se manifiesta en relación con el factor sexo de los hablantes.
El trabajo se sustenta en los aportes de la sociolingüística variacionista e interaccional. Desde este último enfoque se reconoce que las narrativas no deben elicitarse en entrevistas, sino que se debe atender al trabajo interaccional en el que se despliegan (Juzwik 2012).
Con esta investigación intentamos responder, en parte, a las críticas de Johnstone (2001; 2006) acerca de que Labov y Waletzky (1967) presentan un estudio de la sintaxis narrativa en el contexto de la sociolingüística variacionista, pero en la mayor parte de los trabajos la narrativa no es el objeto de estudio. Junto con esto, intentamos profundizar en el conocimiento sobre la descripción de estereotipos asociados con las variables sociodemográficas y estilísticas de los hablantes, si es que los hubiese. La investigación se aproxima, además, a las características del uso oral de la lengua española en Chile intentando contribuir al estudio de la interacción discursiva desde una perspectiva sociolingüística.
2. Marco teórico
2.1. La narración de experiencia personal y su estudio desde la sociolingüística
Narración, relato e historia pueden aplicarse al estudio sociolingüístico de la narrativa oral (cf. Riessman 2008; Norrick 2000; Guerrero 2017b), de manera indistinta. Esta investigación, en particular, se refiere a narraciones o relatos de experiencia personal que deben ser dignos de contarse, esto es, ser reportables (Labov 2004) y, además, deben constituir narraciones sobre hechos que se supone ocurrieron realmente (Labov 1972: 360 y ss.; Labov 2013: 21).
Los estudios sobre narrativas en sociolingüística han mostrado que las narraciones son formas privilegiadas de discurso que desempeñan un papel central en casi todas las conversaciones, y que se trata, además, en su versión prototípica, de un ejemplo de evento de habla bien formado, esto es, con un principio, un medio y un fin (Labov 1997). Estrictamente hablando, Labov (1972: 360) define la narración como “one method of recapitulating past experience by matching a verbal sequence of clauses to the sequence of events which (it is inferred) actually occurred”, y distingue entre relatos mínimos, compuestos de -al menos- dos cláusulas narrativas en pasado y relatos completos, que exhiben seis rasgos estructurales claramente definidos: resumen, orientación, acción de complicación, evaluación, resolución y coda.
Con base en este marco, se han desarrollado múltiples estudios. Un conjunto de ellos se ha centrado en mostrar cómo se vinculan los relatos con la construcción y la expresión del sexo-género de los hablantes (cf. Silberstein 1988; Tannen 1996; Reyes 2002; Soler 2004; Coates 2009). Otro aspecto es el que se relaciona con el análisis de la oralidad (cf. Prieto y San Martín 2002-2003; Camargo 2004; Gallucci 2013; Gallucci y Vargas 2015; San Martín y Guerrero 2013; Guerrero 2014a y 2014b; Benavent 2015; Grajales 2017; entre muchos otros). En lo que respecta al vínculo entre factor edad y narración, destacan trabajos provenientes de comunidades de habla inglesa (cf. Labov 1972) y otros en el español chileno vinculados con el grupo etario juvenil (Guerrero 2011a y 2011b). Los estudios sobre grupo socioeconómico -o de clase social, como fueron denominados inicialmente- y su incidencia en la elaboración de narraciones de experiencia personal se concentran, sobre todo, en el ámbito angloparlante (cf. Labov y Waletzky 1967; Horvath 1979; Macaulay 1991 citado en Smith 2005; Reyes 1996).
Pese a la diversidad de investigaciones, las críticas hacia ellas son múltiples, en especial, porque se basan en narraciones que se obtienen a través de entrevistas sociolingüísticas (cf. Guerrero 2017b). Por esta razón, en este trabajo comparamos narrativas provenientes de dos técnicas de recolección muy diferentes.
2.1.1. Los elementos de superficie de la narración de experiencia personal: recursos de orientación y recursos léxicos de evaluación
Johnstone (2001; 2006) señala que Labov y Waletzky (1967) presentan un estudio de la sintaxis narrativa en el contexto de la investigación sociolingüística variacionista, pero en la mayor parte de los trabajos el objeto de estudio no es la narrativa. Su argumento es que los estudios no se han detenido a analizar la manera en que la estructura y las funciones propias de la narrativa podrían influir en la variación y el cambio lingüístico. Tanto esta autora como Guerrero (2013; 2015) proponen que la estructura y la función de la narrativa, en tanto proceso de construcción y narración resultante, pueden contribuir a la descripción de la lengua vernácula, ya que podrían asociarse a conjuntos particulares de rasgos lingüísticos vinculados con la región, el género, las características socioeconómicas y otras fuentes de identidad, incluidas aquellas relacionadas con la ideología. También en relación con este punto, Georgakopoulou (2006) señala que hay que poner el énfasis en el surgimiento de identidades en el discurso, particularmente en sitios interactivos, donde pueden presentar una multiplicidad de significados.
Tomando en consideración que las historias orales se caracterizan por ser incompletas y selectivas, en este trabajo consideramos como elementos de superficie tanto los recursos de orientación extratemática como los recursos de evaluación. Se parte de la base de que el narrador siempre representa su papel desde una posición ventajosa, puesto que construye el mundo de la historia de acuerdo con sus propias referencias espacio-temporales, selecciona las acciones y los personajes que las desarrollan y elige la perspectiva desde la cual verbalizar su narración (Camargo 2004; 2006; 2010).
En Guerrero (2014c) se señala que aquellas orientaciones que no son estrictamente necesarias dentro de la narración y que dan la sensación de más credibilidad y exactitud acerca de los sucesos relatados corresponden a orientación extratemática. Una narración prototípica comienza haciendo referencia a un tiempo, un lugar, unas personas y una conducta esperada en cierta situación. Esos son los componentes de una orientación narrativa (adaptado de Labov y Waletzky 1967; 2013), por tanto, se estudian a) especificación de tiempo, b) especificación de lugar, c) especificación de personajes y d) descripción de la situación, en tanto elementos orientacionales claves de una historia. Se trata de elementos que acreditan lo narrado y otorgan detalles en la medida en que el interlocutor lo requiera (Moreno Fernández 2012).
Por su parte, la evaluación corresponde, según Labov y Waletzky (1967), a la sección del relato que es utilizada por el narrador para validar su narración, es decir, para dejar en claro cuál es la razón de ser de su relato y su meta al narrarlo. La evaluación marca la parte central o informativa de un relato, aunque puede ser transversal a este. Conocidas son las tipologías sobre recursos evaluativos de Labov 1972, Reilly et al. 1990, Shiro 2003, Jiménez 2006, entre otros,1 sin embargo, en este trabajo solo se consideran los recursos que, en indagaciones previas, han mostrado ser más recurrentes y sensibles a la variación (cf. Guerrero 2011a; 2014a). Se trata, además, de ítemes léxicos explicitados por los narradores, para diferenciarlos de recursos de evaluación como los gestos y el paralenguaje. En concreto, se analizan los recursos léxicos que aluden a: a) emociones (“estaba muy feliz”), b) estados cognitivos (verbos como saber, querer, desear, pensar, suponer, creer, por ejemplo, “yo en mi sueño pensé que era como la otra señora”), c) discurso referido, en cualquiera de sus formas, esto es, discurso directo convencional (me dijo: vete), discurso directo con pronombre personal (y él: vete), discurso directo libre (no quería hablar, ¡vete!), discurso indirecto (me dijo que me fuera) y discurso directo narrativizado (me dijo muchas cosas), según la propuesta de San Martín y Guerrero (2013),2 d) presente histórico (“cuando me toman del cuello”)3 y e) recursos de relevancia negativa (“pero no se fueron con los celulares”).
2.2. La narración de experiencia personal conversacional
En lo que respecta al enfoque sociolingüístico, las investigaciones sobre narrativas han construido las muestras de estudio sobre la base de relatos que se producen en el marco de una entrevista sociolingüística, donde el entrevistador constituye un público ideal (Labov 1997). No obstante, son muchas las críticas hacia este enfoque. Norrick (2000) y Juzwik (2012) señalan que Labov (1972) se concentra en narrativas completas, orales, de experiencia personal desde la perspectiva del entrevistado, pero no considera los efectos de la interacción. También Thornborrow (2012) destaca que la narración es un fenómeno interactivo y que Labov no solo no trata con el discurso narrativo contextualmente situado, sino que además no presta atención a aspectos inherentes a la interacción. La misma crítica es la de De Fina y Johnstone (2015), quienes precisan que Labov solo se concentra en la producción de cláusulas del narrador, y no considera las contribuciones de los demás participantes ni del contexto interaccional.
En este mismo orden, Mandelbaum (2013) señala, respecto de la historia conversacional, diferentes maneras en las que un hablante puede dar inicio a una narración. Estas diversas formas no corresponden necesariamente a un resumen. Del mismo modo, los narradores pueden terminar su relato indicando los aspectos de este que pueden ser relevantes para la continuación de la conversación, o simplemente dejando de contarlo.
Las historias conversacionales “a menudo son producidas en conjunto por varios narradores, y las interrupciones por parte de la audiencia pueden formar parte de los eventos comunicacionales narrativos” (Van Dijk 1997: 167).
3. Metodología4
3.1. Corpus
En esta investigación se tomaron como muestra de estudio 90 narraciones de experiencia personal producidas por hablantes santiaguinos (Prieto 1995-1996) del grupo de edad que va entre los 35 y los 54 años. Las narraciones fueron extraídas de dos corpus, como se describe a continuación: a) 36 narraciones que corresponden al corpus sociolingüístico del Proyecto para el Estudio Sociolingüístico del Español de España y de América correspondiente a la variedad de Santiago de Chile (PRESEEA-SA).5 Dichas narraciones fueron construidas de manera individual y obtenidas mediante entrevista sociolingüística6 y b) 54 narraciones que forman parte del Proyecto FONDECYT Nº 11150007. Este último grupo de narraciones son co-construidas, grabadas audiovisualmente, y obtenidas a través del diseño narrativo para el estudio autobiográfico y de tópico.7
3.2. Población y muestra
Las 90 narraciones fueron generadas por sujetos que conforman lo que en buena parte de los estudios sociolingüísticos del ámbito hispánico y, en concreto, los que siguen las directrices teórico metodológicas del PRESEEA, se conoce como el segundo grupo etario (35 a 54 años de edad) (cf. Blas Arroyo 2005). Esta decisión se fundamenta en que todos los hallazgos de Guerrero (2014a) apuntan a que este es el grupo de edad más sensible a la variación en la construcción de narraciones de experiencia personal generadas individualmente.
Respecto del tamaño muestral, se siguen las sugerencias de Moreno Fernández (1990) y Hernández Campoy y Almeida (2005). En los dos corpora se trabajará con una muestra por cuotas uniforme (López Morales 1994), como se observa en las Tablas 1 y 2.8
GRUPO SOCIOECONÓMICO | MUJER | HOMBRE | TOTALES |
Bajo (B) | 6 | 6 | 12 |
Medio (M) | 6 | 6 | 12 |
Alto (A) | 6 | 6 | 12 |
Totales | 18 | 18 | 36 |
3.3. Procesamiento de los datos
De acuerdo con los objetivos de esta investigación, el análisis tuvo cuatro etapas: 1) selección de las 90 narraciones que conforman la muestra, 2) identificación y cuantificación de los recursos de orientación extratemática y de los recursos léxicos de evaluación, 3) comparación entre el empleo de estos recursos y el tipo de narración en la que se utilizan y 4) asociación entre el empleo de dichos recursos y los factores sociodemográficos de los hablantes.
En lo que respecta a la descripción de los procedimientos estadísticos aplicados, se incluye análisis descriptivo e inferencial, en cuyo caso el grado de significación se define en el 5%, según el cual p<0.05. Dichos procedimientos siguen las sugerencias de Moreno Fernández (1990), López Morales (1994) y Hernández Campoy y Almeida (2005). Para el análisis estadístico, los datos fueron procesados con el software R (R Core team 2015; Wickham 2009; Zeileis, David y Hornik 2007). Tomando en consideración que los rasgos lingüísticos escogidos fueron medidos en términos dicotómicos (presencia o ausencia), los análisis estadísticos se efectuaron recurriendo a estadística no paramétrica (chi cuadrado en el caso de las tablas de contingencias de dos vías y un modelo loglineal para las tablas de contingencia de tres vías). De manera general, los análisis se efectuaron sobre tres conjuntos de datos: a) el correspondiente a las narraciones individuales, b) el correspondiente a las narraciones conversacionales (diadas) y c) el correspondiente a los dos conjuntos colapsados.
4. Presentación y discusión de resultados
4.1. Comparación del empleo de recursos de orientación y recursos léxicos de evaluación en las narraciones de la muestra
En lo que sigue, se presentan los hallazgos correspondientes al estudio de la frecuencia con la que se utilizan los recursos de orientación básicos de un relato en ambos tipos de narrativas, junto con las ocurrencias de los recursos léxicos de evaluación que, en otras investigaciones, han mostrado mayor variabilidad (cf. Guerrero 2014a).
RECURSOS DE ORIENTACIÓN Y EVALUACIÓN | FRECUENCIA Y PORCENTAJE EN NARRACIONES INDIVIDUALES | FRECUENCIA Y PORCENTAJE EN NARRACIONES CONVERSACIONALES | |
Especificación de recursos de orientación | Tiempo | 21/36 (58.3%) | 30/54 (55.5%) |
Lugar | 21/36 (58.3%) | 29/54 (53.7%) | |
Personajes | 19/36 (52.7%) | 32/54 (59.2%) | |
Situación | 15/36 (41.6%) | 29/54 (53.7%) | |
Especificación de recursos léxicos de evaluación | Emociones | 22/36 (52.7%) | 35/54 (64.8%) |
Estados cognitivos | 8/36 (61.1%) | 19/54 (35.1%) | |
Discurso referido | 31/36 (86.1%) | 53/54 (98.1%) | |
Presente histórico | 15/36 (41.6%) | 25/54 (46.2%) | |
Relevancia negativa | 12/36 (33.3%) | 22/54 (40.7%) |
La Tabla precedente da cuenta de que, desde el punto de vista descriptivo (o porcentual), no hay diferencias en el empleo de los recursos de orientación que en este trabajo nos abocan. En lo que respecta a la orientación, el único caso donde se aprecia una diferencia un poco mayor de uso es en la especificación de situaciones (41.6% vs. 53.7%), como la que se incluye a continuación:
(1) A: hace un tiempo atrás ¿cachái? llegaron los pacos/ hubo una protesta y mi compañero fue a cerrar la puerta / y los pacos nos tiraron lejos ¿cachái?//B: sí po/ ese día / ese día/ mira / eeh / fue bastante grande/ estaban más de cincuenta encapuchados/ se agarraron un buen rato (con) carabineros / carabineros trató de entrar hartas veces/ nosotros los sacamos/ porque aquí no pueden ingresar porque las universidades son autónomas. (H-H04B)9
La descripción de situación es definida por Guerrero (2014c) como la alusión al contexto general donde acontecen los hechos, a las circunstancias o al escenario global. En (1) los co-narradores A y B, antes de narrar el incidente vivido, incluyen una serie de cláusulas, cuyo propósito es situar al interlocutor en un escenario más amplio, que permita identificar, luego, la reportabilidad del relato. En este estudio, las descripciones de situaciones suelen ser más recurrentes en los relatos construidos entre dos personas (41.6% vs. 53.7%, como ya se señaló). Podría decirse que este escenario interaccional influye en que haya una mayor cantidad de datos generales que para los co-narradores parecen necesarios de explicitar.
Por su parte, la especificación de recursos léxicos de evaluación muestra que, en general, son más recurrentes en las narraciones conversacionales; solo se aprecian diferencias descriptivas en el uso de emociones y en la especificación de estados cognitivos. Este último caso, de hecho, es muy interesante, porque es el único recurso de evaluación que se emplea notoriamente más en narraciones individuales (61.1% vs. 35.1%). Ejemplos recurrentes de emociones son los que aluden a estados emocionales atribuidos a los personajes, como en (2):
(2) bueno/ finalmente en la posta le sacan el poroto [bueno]/ y después era contárselo a la mamá/ bueno la mamá no estaba muy/ [muy contenta] muy contenta [sí] pero en el fondo tampoco ella se había dado cuenta porque el niño estaba con el poroto desde el día anterior. (M-M01M)
En el ejemplo (2) se observa una valoración por emoción en el que el adjetivo “contenta” es puesto de relieve mediante un recurso de relevancia negativa “no estaba muy contenta” y del intensificador “muy”. Se trata de un recurso léxico de evaluación, dado que es la percepción que tiene la narradora de un personaje de la historia.
Los estados cognitivos, por su parte, son los que incluyen verbos de estados mentales, como se muestra en (3).
(3) se había calentado el auto y se había roto el buje que llevaba la hélice del motor// entonces había que volver a buscarla […] y yo pensaba entre mí qué vamos a hacer ahora/ la cantidad de cuestiones que van atrás y qué onda. (H-M06M)
Lo que evidencian los datos es que, desde el enfoque descriptivo, las diferencias de superficie son muy menores en los distintos tipos de narraciones. Se trataría de recursos muy propios y recurrentes en las historias que exigen un alto nivel de involucramiento (Tannen 2011) y, por lo mismo, no variarían, en términos generales. En este sentido, lo que digan los datos según las variables externas en estudio podría ser más relevante.
4.2. Sensibilidad a la variación de los recursos de orientación y recursos léxicos de evaluación en relación con las variables sexo y grupo socioeconómico
En este apartado se revisan los datos correspondientes a la sensibilidad a la variación de los recursos que aquí se estudian, según los factores externos sexo y grupo socioeconómico de los hablantes.
Como puede verse en la Tabla 4, los recursos de orientación en los relatos individuales son un poco más frecuentes en las narraciones de hablantes hombres (61.1% vs. 55.5% en relación con el tiempo; 66.6% vs. 50% en lo que respecta al lugar y 55.5% vs. 50% en lo referido a los personajes), excepto por la especificación de situación o escenario narrativo (38.8% los hombres vs. 44.4% las mujeres). Aun así, se trata de diferencias porcentuales bastante menores. En lo que respecta a la relación con las narraciones conversacionales, es interesante que la especificación de tiempo y de lugar se presentan de manera muy similar en narraciones construidas por hablantes del mismo sexo, y se presentan diferencias cuando se narran por parejas mixtas (hombre-mujer). Los datos orientacionales de tiempo y lugar en los que acontecen los hechos narrados quedan ejemplificados en (4) y (5):
(4) fue el 2012 porque éramos compañeros de todo ¿te acordái?/ sí/ estábamos con la Marcela/ con toda la gente. (M-M04A)
(5) A: hicimos (u)n paseo en moto desde // eh Punta de Choros a Huasco// B: sí / en Punta de Choros que(d)amos/ fuimos en auto desde Santiago/ queda pasado La Serena/ pasando la que se llama la Cuesta del Buenos Aires . (H-H01A)
RECURSOS DE ORIENTACIÓN Y EVALUACIÓN | FRECUENCIA Y PORCENTAJE EN NARRACIONES INDIVIDUALES | FRECUENCIA Y PORCENTAJE EN NARRACIONES CONVERSACIONALES | ||||
H | M | H-H | H-M | M-M | ||
Especificación de recursos de orientación | Tiempo | 11/18 (61.1%) | 10/18 (55.5%) | 9/18 (50%) | 11/18 (61.1%) | 10/18 (55.5%) |
Lugar | 12/18 (66.6%) | 9/18 (50%) | 11/18 (61.1%) | 7/18 (38.8%) | 11/18 (61.1%) | |
Personajes | 10/18 (55.5%) | 9/18 (50%) | 8/18 (44.4%) | 11/18 (61.1%) | 13/18 (72.2%) | |
Situación | 7/18 (38.8%) | 8/18 (44.4%) | 8/18 (44.4%) | 10/18 (55.5%) | 11/18 (61.1%) | |
Especificación de recursos léxicos de evaluación | Emociones | 9/18 (50%) | 13/18 (72.2%) | 6/18 (33.3%) | 14/18 (77.7%) | 15/18 (83.3%) |
Estados cognitivos | 4/18 (22.2%) | 4/18 (22.2%) | 7/18 (38.8%) | 4/18 (22.2%) | 8/18 (44.4%) | |
Discurso referido | 15/18 (83.3%) | 16/18 (88.8%) | 17/18 (94.4%) | 18/18 (100%) | 18/18 (100%) | |
Presente histórico | 8/18 (44.4%) | 7/18 (38.8%) | 10/18 (55.5%) | 7/18 (38.8%) | 8/18 (44.4%) | |
Relevancia negativa | 6/18 (33.3%) | 6/18 (33.3%) | 7/18 (38.8%) | 6/18 (33.3%) | 9/18 (50%) |
Por su parte, la especificación de personajes y de situación presentan diferencias de casi 30% y 20%, respectivamente, en su uso entre parejas del mismo sexo, y un rango intermedio en parejas mixtas. En términos generales, podríamos decir que solo en lo referido a personajes y a situación se observan algunas diferencias de sexo; en concreto, los personajes son más frecuentes en las narraciones de hombres generadas de manera individual (55% vs. 44.4%) y más recurrentes en las mujeres que colaboran narrativamente (72.2% vs. 50%). Asimismo, la situación es más frecuente en narraciones de parejas conformadas por mujeres (61.1%) que en aquellas que cuentan una historia individualmente (44.4%). Ejemplo de situación es el que se observa en (1), mientras que especificación de personajes corresponde a (4), en el caso de “estábamos con la Marcela”, o en (6).
(6) mira la historia parte en lo siguiente//él es amigo mío // trabajamos / él se dedica a /a las compras // al tema de los traslados de personal // y nosotros trabajábamos por una empresa que se llamaba H S // esta empresa estaba localizada en San Diego con Romeral en // el centro // la cabeza de la empresa era eeh / mi cuñado Carlos / él era el dueño de la empresa. (H-H06B)
El ejemplo (6) se diferencia de (4), ya que no solo incluye un nombre propio (“Carlos”) de uno de los personajes, sino que presenta a otro en términos más específicos (“él es amigo mío”), proporcionando datos de la relación de amistad entre ellos, que se convertirán, luego, en los protagonistas de la historia.10
En lo que respecta a la especificación de recursos léxicos de evaluación, en los relatos individuales prácticamente no existen diferencias; solo se observan en el empleo de ítemes léxicos referidos a emociones, donde las mujeres superan a los hombres en su empleo en un 22.2% (72.2% vs. 50%). En las narraciones co-construidas, las diferencias de sexo en léxico evaluativo siguen estando presentes, y se emplean sobre todo en historias de mujer-mujer (83.3%); en aquellas que construyen parejas mixtas (hombre-mujer), se utilizan en un 77.7%, mientras que en las de hombre-hombre solo se registran en un 33.3% de las ocasiones. En las narraciones conversacionales, además, se registran diferencias en el empleo de recursos de relevancia negativa, como muestra el ejemplo (2), que también es un recurso más típico de las narraciones generadas por mujer-mujer (50%). Al contrastar todos los datos, puede apreciarse que las mayores diferencias a nivel descriptivo se dan en el empleo de emociones, que constituyen un recurso menos usado por hombres, ya sea de manera individual (50%) o conversacional (33.3%); en el resto de las narraciones, los porcentajes oscilan entre el 72.2% (mujeres narrando individualmente) y el 83.3% (mujeres co-narrando). Algunas diferencias menores se observan en el uso de verbos que aluden a estados cognitivos, que son claramente más empleados en narraciones conversacionales, sobre todo, en las de mujer-mujer (44.4%) y en las de hombre-hombre (38.8%).
Como vemos, las diferencias de superficie según el sexo de los hablantes son escasas, excepto para los ítemes léxicos que aluden a emociones. Además, se observan diferencias menores en relación con la especificación de personajes y de situaciones.
A continuación, se revisan los datos correspondientes a la relación con la variable grupo socioeconómico.
De acuerdo con los datos proporcionados en la Tabla 5, personajes y situación presentan las mayores diferencias en las narraciones individuales, pues la inclusión de personajes se presenta sobre todo en las narraciones de los hablantes del grupo bajo (83.3%) y muy poco explicitados en los hablantes del grupo alto (25%). La situación, de manera inversa, se presenta más entre los hablantes del grupo alto (66.6%) y muy poco en los grupos medio (25%) y bajo (33.3%). La situación, a su vez, presenta variaciones interesantes en las narraciones conversacionales, donde presenta un patrón inverso al de las narraciones individuales, esto es, se da menos en los hablantes del grupo alto (33.3%) y más en los hablantes de los grupos bajos (72.2%).
RECURSOS DE ORIENTACIÓN Y EVALUACIÓN | FRECUENCIA Y PORCENTAJE EN NARRACIONES INDIVIDUALES | FRECUENCIA Y PORCENTAJE EN NARRACIONES CONVERSACIONALES | |||||
B | M | A | B | M | A | ||
Especificación de recursos de orientación | Tiempo | 7/12 (58.3%) | 7/12 (58.3%) | 7/12 (58.3%) | 12/18 (66.6%) | 9/18 (50%) | 9/18 (50%) |
Lugar | 6/12 (50%) | 8/12 (66.6%) | 7/12 (58.3%) | 11/18 (61.1%) | 9/18 (50%) | 9/18 (50%) | |
Personajes | 10/12 (83.3%) | 6/12 (50%) | 3/12 (25%) | 12/18 (66,6%) | 11/18 (61.1%) | 9/18 (50%) | |
Situación | 4/12 (33.3%) | 3/12 (25%) | 8/12 (66.6%) | 13/18 (72.2%) | 10/18 (55.5%) | 6/18 (33.3%) | |
Especificación de recursos léxicos de evaluación | Emociones | 9/12 (75%) | 7/12 (58.3%) | 6/12 (50%) | 11/18 (61.1%) | 12/18 (66.6%) | 12/18 (66.6%) |
Estados cognitivos | 4/12 (33.3%) | 2/12 (16.6%) | 2/12 (16.6%) | 5/18 (27.2%) | 8/18 (44.4%) | 6/18 (33.3%) | |
Discurso referido | 10/12 (83.3%) | 10/12 (83.3%) | 11/12 (91.6%) | 17/18 (94.4%) | 18/18 (100%) | 18/18 (100%) | |
Presente histórico | 4/12 (33.3%) | 5/12 (41.6%) | 6/12 (50%) | 9/18 (50%) | 8/18 (44.4%) | 8/18 (44.4%) | |
Relevancia negativa | 4/12 (33.3%) | 5/12 (41.6%) | 3/12 (25%) | 3/18 (16.6%) | 11/18 (61.1%) | 8/18 (44.4%) |
En cuanto a los recursos léxicos de evaluación en relatos individuales, descriptivamente, solo es pertinente destacar el caso del presente histórico, que se da más en las narraciones de los hablantes de grupos altos (50%) y escasamente en los del bajo (33.3%).11 Entre los recursos léxicos de evaluación, en las narraciones conversacionales, es destacable la diferencia que se da en el empleo de relevancia negativa, en cuyo caso son los hablantes del grupo medio los que más la usan (61.1%), le siguen los del grupo alto (44.4%) y los que menos la utilizan son los hablantes del grupo bajo (16.6%).
La observación de los datos completos permite destacar los hallazgos referentes a la situación, en tanto recurso de orientación, y a los recursos de relevancia negativa, en lo que respecta a los recursos léxicos de evaluación. En el primer caso, la mayor diferencia se da entre las narraciones individuales del grupo medio (25%) y las conversacionales del grupo bajo (72.2%). En el caso de los recursos de relevancia negativa, las mayores diferencias porcentuales están entre los relatos conversacionales de los hablantes del grupo bajo (16.6%) y los individuales del grupo alto (25%), y los conversacionales del grupo medio (61.1%).
En lo que respecta al análisis estadístico, con el propósito de determinar si era posible considerar las narraciones individuales de manera unitaria, esto es, con independencia del sexo del informante, se efectuaron pruebas de chi cuadrado solo con los datos correspondientes a las narraciones individuales en todas las variables lingüísticas estudiadas. Dado que ninguna de las pruebas resultó estadísticamente significativa, se consideró que estas narraciones podían ser analizadas en forma conjunta. Consiguientemente, se efectuaron análisis sobre el total de los datos, esto es, pruebas de chi cuadrado (2x2, n=90) para inspeccionar la asociación entre el tipo de narración (individual y conversacional) y la presencia o ausencia de cada rasgo de la estructura narrativa. Los resultados, en este caso, apuntan a que el discurso directo convencional y el discurso indirecto narrativizado son estadísticamente significativos, en cuyo caso los valores de la prueba son X 2 (1, N=90)=9.40, p=0.001, W=0.43 y X2 (1, N=90)=3.31, p=0.04, W=0.39, respectivamente. Se incluyen a continuación los Gráficos y los ejemplos correspondientes.
Como hemos señalado en 2.1.1., en este estudio hemos revisado el empleo de cinco formas de discurso referido. El discurso directo convencional, definido por San Martín y Guerrero (2013: 265) como aquel que implica una “reproducción aproximativa a lo literal del discurso propio o de otros interlocutores emitido en situaciones de enunciación diferentes a la actual utilizando los verbos de habla (verba dicendi) como elementos marcadores o introductores”, por ejemplo, “estaba con llave por dentro y dije “qué raro/ si yo no le puse/ ¿qué habrá pasado?” (M-M02B). Este suele ser el tipo de discurso más recurrente en las narraciones orales (cf. Guerrero 2014a y 2014b) y fue uno de los elementos de superficie que presentó asociación con los tipos de narración analizados -conversacionales (diadas) e individuales-. En este caso, puede observarse que se trata de un caso de habla reportada que suele utilizarse en el desarrollo de las historias y, además, que es mucho más recurrente en relatos que se van co-construyendo, con independencia del sexo y del grupo socioeconómico de los informantes. La alta presencia de discurso directo convencional en las entrevistas sociolingüísticas ha sido descrita recientemente, entre otros, por Guerrero (2014b) para el español de Chile y Grajales (2017) para el español de Colombia. En todos los casos se destaca el valor de dinamismo del habla reportada.
Como se precisó antes, se incluye ahora el Gráfico que muestra la asociación entre los tipos de narración -individual y conversacional o diádica- y el uso del discurso indirecto narrativizado.
El discurso indirecto narrativizado corresponde a la “referencia simple a un acto de discurso propio o de otros interlocutores emitido en situaciones de enunciación diferentes a la actual […] En este caso, un verbo de comunicación funciona como elemento sintetizador de la cita” (San Martín y Guerrero 2013: 265), como en “y me acuerdo que en uno de esos viajes en taxi/ la Vero así súper aproblemada me cuenta/ así/ que tenía esta oportunidad que era una súper oportunidad de viajar” (H-M02M). Este tipo de habla reportada presentó asociación con el tipo de relato. En este caso, se trata de un tipo de discurso poco recurrente que, cuando se utiliza, suele hacerse, al igual que el discurso directo convencional, en las narraciones conversacionales.
En un análisis posterior, se modelaron las tablas de contingencia de 2x2x3 (n=90) con un análisis loglineal no saturado, para estudiar la posible asociación entre la presencia o la ausencia de cada rasgo de la estructura narrativa en estudio, el tipo de narración (individual y conversacional) y el grupo socioeconómico. En este caso, el empleo del discurso directo libre mostró un comportamiento estadísticamente significativo (X 2 (6, N=90)=6,16, p < 0.001, W=0.5), como muestra el Gráfico 3.
Es interesante que, de los cinco tipos de discurso referido analizados, haya tres que presentan asociaciones con distintas variables lingüísticas o sociales. En este caso, es el discurso directo libre, es decir, la “reproducción aproximativa a lo literal del discurso propio o de otros interlocutores […] sin presencia de elementos marcadores o introductores como pronombres personales o verbos de habla” (San Martín y Guerrero 2013: 264), por ejemplo, “lo único que me acordé del whatsapp/ saquen el whatsapp” (H-H02B), el que presenta una relación estadísticamente significativa cuando se le asocia, por un lado, con el tipo de narración y, por otro, con el grupo socioeconómico de los hablantes de la comunidad de Santiago de Chile. En los datos de la muestra, se trata de un tipo de discurso reportado escasamente empleado, que se utiliza sobre todo en las narraciones conversacionales y que se emplea particularmente en el grupo medio de la escala social. Asimismo, es interesante que cuando se registra en los relatos generados de manera individual, se da exclusivamente en los hablantes del grupo socioeconómico alto, que corresponde al de los informantes con mayor nivel educacional.
Posteriormente, se realizaron pruebas de chi cuadrado considerando solo los datos correspondientes a las narraciones individuales para observar la posible asociación entre el grupo socioeconómico y la presencia o la ausencia de las variables lingüísticas estudiadas. Los análisis realizados muestran que existe asociación entre el grupo socioeconómico y la inclusión de personajes de la historia (X2 (2, N=36)=8.41, p=0.01, W=0.37, y entre el grupo socioeconómico y la inclusión de recursos de relevancia negativa (X2 (2, N=36)=5.76, p=0.05, W=0.32). Los Gráficos 4 y 5 ilustran los hallazgos del mencionado análisis.
Los datos sobre el análisis de las narraciones generadas individualmente permiten destacar la inclusión de personajes, en tanto recurso de orientación, en asociación con el factor grupo socioeconómico. Como muestra el Gráfico 4, se trata de un recurso ampliamente utilizado, cuyo empleo aumenta conforme descendemos en la escala social de los informantes. Este hallazgo ya se había descrito al revisar la Tabla 5. A este respecto, consideramos que la diferencia porcentual observada es la que genera, luego, la asociación estadística.
Asimismo, pese a que desde el punto de vista descriptivo el empleo de recursos de relevancia negativa en asociación con el factor grupo socioeconómico en narraciones individuales no parecía relevante, las pruebas de chi cuadrado señalan que se trata de un fenómeno léxico de evaluación que, de usarse, se presenta más en los grupos medio y alto de la escala social. Es interesante que los hablantes de estos grupos suelan valorar sus narraciones destacando aquello que no sucedió, en oposición a los informantes del grupo bajo.
Por último, se efectuaron pruebas de chi cuadrado considerando solo los datos correspondientes a las narraciones conversacionales (diadas). Primeramente, se observó la eventual asociación entre el sexo de los participantes de cada diada (hombre_hombre, hombre_mujer y mujer_mujer) con la presencia y la ausencia de los rasgos lingüísticos en estudio. A este respecto, solo la inclusión de léxico referido a emociones resultó ser estadísticamente significativo (X2 (6, N=54)=11.85, p < 0.001, W=0.49). Se procedió luego a observar la asociación entre el grupo socioeconómico y la presencia o la ausencia de los rasgos de la construcción narrativa escogidos, pero no hubo resultados estadísticamente significativos. El Gráfico 6 permite observar los hallazgos de la incidencia del factor sexo en las emociones.
En este caso, es el factor sexo el que incide en el empleo de léxico referido a emociones, cuyo propósito es evaluar aquello que se relata. Lo interesante es que, tal como ha señalado la bibliografía que alude al tema, son las mujeres las que suelen hablar de sentimientos y emociones (cf. Tannen 2011; 2017). De acuerdo con el Gráfico 5, las emociones son incluidas en la mayor parte de las narraciones conversacionales, pero se registran sobre todo en los relatos contados por parejas de mujeres o por parejas mixtas. Las ocasiones en las que una pareja de hombre-hombre alude a léxico referido a emociones son escasas, por ejemplo, “¡Ooh! ¡esa hue(v)a(da) que me dolió hue(v)ón!” (H-H03M), donde el informante no habla de dolor físico, sino del emocional por la ofensa recibida. En relación con estos hallazgos, Tannen (2011: 136) postula “Why are women more attuned to metamessages? Because they are more focused on involvement, that is, on relationships among people are established and maintained”. Parece ser entonces que se aplica la noción de ‘buenos estereotipos’, esto es, “[…] skills as feminine will have lasting impact on one of the ‘good stereotypes’ considered earlier: it seems that, sometimes at least, women's talk is no longer being judged against an ideal of female silence” (Talbot 2006: 484).
Los resultados expuestos en este estudio permiten comprobar la primera hipótesis, es decir, que los recursos de evaluación son más sensibles a la variación en comparación a los recursos de orientación extratemática. Este hallazgo, no obstante, era esperable toda vez que la evaluación es transversal a la historia. Sin embargo, la hipótesis que señalaba que la mayor variación se manifestaría en relación con el factor sexo de los hablantes no se comprobó, pues solo el recurso de evaluación “emociones” mostró asociaciones en relación con dicha variable externa. Si bien los resultados muestran que son el tipo de narrativa -individual o conversacional- y el grupo socioeconómico los factores que más inciden en los resultados, es igualmente llamativo que las emociones, en tanto ítemes léxicos, sean tan poco recurrentes en los relatos hombre-hombre. Este hallazgo viene a reforzar la idea de que el estilo conversacional de las mujeres es más colaborador e involucrado que el de los hombres (Tannen 2017).
En otro orden, es destacable la relevancia de investigar lo que Johnstone (2001; 2006) denomina la ‘narración resultante’ en lugar de investigar únicamente la sintaxis narrativa de Labov y Waletzky (1967). En consecuencia, se pone el énfasis en el producto y en las diferencias que pueden darse entre el conjunto de rasgos lingüísticos vinculados con las características sociodemográficas de los informantes, lo que sin duda puede aportar datos interesantes sobre la descripción de algunas características identitarias de estos grupos. Se trata, en definitiva, de reflexionar acerca de un tipo de discurso intrínseco a la vida social: “We make narratives many times a day, every day of our lives. And we start doing so almost from the moment we begin putting words together” (Abbott 2008:1), y de ahondar acerca de la construcción textual de estilos distintivos, prácticas y rituales, dado que las elecciones sociolingüísticas podrían resultar altamente deliberadas y estratégicas (Hernández Campoy 2016).
5. Conclusiones
Las principales conclusiones a las que se ha llegado en esta investigación son las siguientes:
Desde el punto de vista meramente descriptivo, el empleo de recursos de orientación extratemática no registra diferencias, aunque la descripción de situaciones muestra un mayor uso en las narraciones conversacionales. Los recursos léxicos de evaluación, en tanto, son más recurrentes en las narraciones conversacionales, sobre todo, los referidos a emociones. Sin embargo, los estados cognitivos se destacan por ser más frecuentes en las narraciones individuales.
El análisis de asociación entre los recursos aquí estudiados y los factores externos da cuenta de que solo los ítemes léxicos referidos a emociones presentan un uso diferenciado en la variable sexo. Sobre el factor grupo socioeconómico, se puede concluir que tanto la especificación de personajes como la de situación presentan algunos usos diferenciados, y que son los recursos de relevancia negativa los que destacan por su uso entre los hablantes del grupo medio.
De los seis recursos que presentaron datos estadísticamente significativos, tres corresponden a formas de discurso referido -discurso directo convencional, discurso indirecto narrativizado y discurso directo libre- y dos a otros tipos de recursos de evaluación: los recursos de relevancia negativa y los ítemes léxicos que aluden a estados emocionales. Es decir, la variación se da, en general, en los recursos léxicos de evaluación y no en los recursos de orientación extratemática. Así, se comprueba la primera hipótesis de trabajo.
La variación se da en relación con el tipo de relato -individual o conversacional- o con el factor grupo socioeconómico, pero no en asociación con el factor sexo de los informantes. Se destaca, en este sentido, el posible vínculo entre este hallazgo y lo que Talbot (2006) denomina ‘buenos estereotipos’.