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Sociedad y ambiente

versão On-line ISSN 2007-6576

Soc. ambient.  no.13 Lerma Campeche Mar. 2017

 

Artículos

Género y etnia en el devenir del maíz nativo del pueblo matlatzinca

Gender and Ethnicity in the Future of the Native Maize of Matlatzinca Indigenous People

Ana Gabriela Rincón Rubio* 

Ivonne Vizcarra Bordi** 

*Doctorado en Ciencias Agropecuarias y Recursos Naturales por la Universidad Autónoma del Estado de México, México. Profesora en la Universidad Autónoma del Estado de México, México. Líneas de interés: estudios de género, estudios étnicos y medio ambiente. Correo electrónico: ana-rincon-mkt@hotmail.com

**Doctorado en Antropología por la Universidad de Laval, Quebec, Canadá. Profesora-investigadora en la Universidad Autónoma del Estado de México, México. Líneas de interés: género, etnia y maíz. Participa en la Red Temática "Género, Sociedad y Medio Ambiente" de CONACYT. Correo electrónico: ivbordi@hotmail.com


Resumen

El propósito de este trabajo es conocer las actitudes, valores sociales y tácticas actuales que mu jeres y hombres matlatzincas recrean en su vida cotidiana frente al dilema de seguir produciendo maíz nativo como parte de su seguridad alimentaria, al transitar hacia modos de vida urbanos, o bien una combinación de ambos. Es un estudio cualitativo basado en la etnografía feminista que busca la comprensión de la interseccionalidad género-etnia en la producción de maíz nativo. Como técnica de investigación se realizaron veintidós entrevistas semiestructuradas, aplicadas a siete hombres y quince mujeres, miembros de la comunidad de San Francisco Oxtotilpan, Estado de México, que participan en actividades agrícolas relacionadas con los maíces nativos. Los resultados agrupan tres preocupaciones: variabilidad climática, perspectivas de mejora de la situación socioeconómica y arribo de nuevos paquetes biotecnológicos. Asimismo, se discuten las perspectivas sobre el futuro del maíz nativo. Se concluye que para el pueblo matlatzinca el maíz nativo es eje de identidad, y a la vez un recurso de control económico y social, que para ser preservado requiere que los principios de igualdad de género y etnia permanezcan.

Palabras clave: género; etnia; maíces nativos; cambios socioambientales

Abstract

The main objective of this qualitative study is to know the attitudes, social values, and prevailing tactics that Matlatzinca women and men recreate in their day-to-day lives when they face the present dilemma of continuing to produce native maize as part of their food security, to advance toward urban ways of life, or to seek a combination of both. The study is based on feminist ethnography, which aims to understand gender-ethnicity intersectionality in the native corn production process. As a research technique, 22 semi-structured interviews were applied to 7 men and 15 women, all members of the community of San Francisco Oxtotilpan in the State of Mexico. The-se persons are involved in agricultural activities related to native maize. Results show concerns grouped in three categories: climatic variability, socioeconomic resources to cope with the current situation, and the arrival of new biotechnological packages. Perspectives on the future of native maize are discussed as well. It is concluded that for the Matlatzinca people, native maize is both their axis of identity and a resource of economic and social control. However, in order to be able to safeguard this valuable resource, it is necessary to follow the principle of gender equality and ethnicity in an overlapping manner.

Keywords: gender; ethnicity; native maizes; socioenvironmental changes

Antecedentes

El campesinado mexicano, gran parte de adscripción indígena, históricamente ha resistido grandes transformaciones sociales y territoriales, como por ejemplo, las políticas nacionalistas e integracionistas (Vizcarra, 2002). Actualmente el campesinado se enfrenta a una triple transformación: el neoliberalismo, el cambio climático y la globalización (Vizcarra et al., 2013).

Entre las comunidades rurales e indígenas que luchan por persistir con sus identidades y dinámicas propias, se encuentra la matlatzinca, asentada en San Francisco Oxtotilpan, Estado de México, último poblado bastión de dicha etnia (Quezada, 1996). En la última década, hombres y mujeres matlatzincas se han enfrentado a nuevas dinámicas sociales y económicas que los coloca en la disyuntiva de seguir produciendo maíces nativos (cónico, chalqueño y cacahuacintle) para autoconsumo como estrategia de reproducción familiar, o bien depender de mercados locales y regionales enfocados en cultivos comerciales (que ellos han introducido a sus modos de vida campesino) como la papa, chícharo, lechuga, nopales, brócoli, chile manzano y el mismo maíz cacahuacintle.

Este dilema responde a diversas amenazas que ponen en riesgo la preservación de los maíces nativos en México, entre las que destacan: degradación del suelo agrícola; falta de políticas integrales de desarrollo rural; concentración oligopólica de producción de maíces con fines comerciales, como híbridos, mejorados y transgénicos; cambio climático a nivel hemisférico, y adversidad ante la variabilidad climática localizada.1 Una de las amenazas más latentes para la continuidad de la transmisión de saberes locales, intrínsecos al cultivo de maíz nativo, es la variabilidad del clima, asociado con el calentamiento global, además de los fenómenos de migración, pobreza y falta de apoyos institucionales para la agricultura campesina (Eakin, 2006).

Por otro lado, la política pública se ha orientado a desalentar la producción comercial de maíz de los pequeños y medianos productores al desprotegerlos y marginarlos de la mayor parte de los recursos públicos, lo cual los conduce a una dependencia alimentaria cada vez mayor (De la Tejera et al., 2013). Los mismos autores señalan que se requieren cambios en diversos rubros, como por ejemplo en el diseño de las políticas públicas, en el comportamiento de los mercados, y en la acción de los consumidores. Es necesario, señalan, la recuperación de la producción campesina milpera y de maíz para enfrenar las amenazas a la seguridad alimentaria y la economía campesina de México. Asimismo se debe propiciar la diferenciación de maíces nativos informando a los consumidores y dando incentivos para el desarrollo de mercados locales y regionales, rurales y urbanos que tengan como base estos productos, e igualmente invertir en investigación y desarrollo de infraestructura, tecnologías y capital humano para el desarrollo de la agricultura en términos medioambientales.

En el ámbito de la opinión pública, una de las amenazas más perceptibles para resguardar la diversidad de maíces nativos es la posible introducción de granos transgénicos, lo cual ha generado la así llamada por San Vicente y Carreón (2013) "disputa por el maíz", en la que por un lado se encuentran las empresas oligopólicas que pretenden la comercialización de granos transgénicos patentados, junto con el paquete tecnológico que estos implican, y por otro algunas poblaciones campesinas, en conjunto con organizaciones ambientalistas y científicas.

Las mismas autoras afirman que si bien se codicia la planta completa del maíz, las semillas son el principal objeto de disputa por su capacidad de resumir la vida, la historia y el conocimiento: "la semilla es la estructura biológica que almacena los nutrientes, el reservatorio genético que posibilita su reproducción y el contenedor de un conocimiento colectivo producto de un esfuerzo milenario" (San Vicente y Carreón, 2013: 497). En este reconocimiento se ha divulgado la idea de que los grupos indígenas de México son los mejores custodios para conservar la biodiversidad de los maíces nativos (Boege, 2008), no sólo porque poseen el conocimiento, sino porque su identidad es construida en torno a la vida del maíz.

Si bien esta postura es ideal para posicionar al maíz como patrimonio biocultural (Boege, 2008) y una bandera de lucha política en términos de seguridad y soberanía alimentarias, oculta en su discurso las desigualdades de género que se establecen en las estrategias de subsistencia de los hogares indígenas y campesinos, sobre todo a nivel del acceso a los recursos y la toma de decisiones sobre la orientación de la producción (Vizcarra, 2002).

Además, en el discurso idealista desaparecen las negociaciones de género y comunitarias para mejorar la calidad de vida, cada vez más cercana a las sociedades de consumo, lo cual va orillando a los grupos indígenas a realizar actividades económicas y sociales que no corresponden necesariamente a la cultura del maíz. Aunado a lo anterior, en medio de las relaciones heterárquicas de despojo que se fraguan en el sistema alimentario mundial, los pueblos indígenas y campesinos, en especial las mujeres, sólo aparecen en los discursos oficiales y pocas veces son tomados en cuenta, incluso en temas que les conciernen directamente, como en este caso, el futuro del maíz nativo (Vizcarra et al., 2013).

El propósito de este trabajo es dar a conocer las actitudes, valores sociales y tácticas actuales que mujeres y hombres matlatzincas recrean en su vida cotidiana frente al dilema entre seguir produciendo maíz nativo como parte de su seguridad alimentaria, o bien combinar esos modos tradicionales de subsistencia con los modos de vida urbanos. Es de nuestro interés visibilizar este problema con los pueblos indígenas (etnia) y con sus hombres y mujeres (desde el género), no sólo para conocer sus voces en los temas relacionados con la defensa de sus maíces, sino también para establecer un puente entre sus preocupaciones y las agencias que puedan atender sus demandas, sin que su trato se traduzca en nuevas desigualdades sociales, o en la profundización de las ya existentes.

En efecto, este estudio considera dos categorías de análisis: la de etnia y la de género; toda vez que la división internacional del trabajo y la división sexual del trabajo han permitido la continuidad del maíz nativo (Vizcarra, 2002), las cuales además son grandes condicionantes de las transformaciones futuras de la cultura del maíz. Ambas categorías son abordadas con base en un análisis interseccional,2 el cual tiene como objetivo revelar los diferentes tipos de opresión y/o privilegios que se dan como consecuencia de la combinación de identidades en el marco de relaciones sociales y de la operación de estructuras de poder más amplias (AWID, 2004). Desde una perspectiva feminista, esta herramienta analítica permite entender y responder a las maneras en que el género se intersecta con otras identidades, y cómo estos cruces contribuyen a formar experiencias particulares de opresión (AWID, 2004), por ejemplo, las que ocurren en el cruce mujeres-indígenas campesinas (véase Siliprandi y Zuluaga, 2014).

Por otro lado, las investigaciones sobre amenazas naturales y sus efectos en las poblaciones humanas son incipientes (Ruiz, 2014; McLaughlin y Dietz, 2008); aun así, se han realizado algunas que dan cuenta de las actitudes, valores sociales y tácticas de las personas frente a las amenazas ambientales, aunque muchas desde un ámbito urbano y sin perspectiva de género. Entre los estudios que rescatan las diferencias de etnia, clase o género, se encuentran los realizados por Leiserowitz (2006) y Oltra et al. (2009), quienes concluyen que las personas conciben el cambio climático como ajeno a su cotidianidad, identificándolo más bien con el derretimiento del Ártico, la pérdida de hábitat para los osos polares y no pocas veces llegando a confundirlo con el agujero en la capa de ozono.

En cambio, la percepción del cambio climático en el ámbito rural está estrechamente relacionada con la variabilidad del clima que afecta sus modos de vida. Retamal et al. (2011) señalan que los estudios de adaptación al cambio climático están centrados en los grupos más proclives a padecer sus impactos, como los grupos indígenas y campesinos, cuyos medios de vida deberán adecuarse a nuevas condiciones de subsistencia. Por su parte, Olmos et al. (2013) subrayan que los estudios de percepción social campesina sobre estos fenómenos "toman en cuenta variables culturales en el sector agrícola, percepción y conocimiento, y redes sociales de apoyo, preocupación ambiental, valores ambientales y acciones para el cambio, nivel de conciencia, estilo de vida, barreras sociales, representaciones visuales del cambio climático, percepción del riesgo, entre otras" (Olmos et al., 2013: 466).

Uno de los estudios que más ha captado nuestro interés es el realizado por Ruiz (2014), quien identificó las semejanzas y diferencias entre las percepciones de hombres y mujeres campesinos sobre el cambio climático en una comunidad rural de Chiapas. La autora explica las diferencias con base en las identidades de género, los patrones de división sexual del trabajo, y las condiciones de vulnerabilidad diferenciada en las que viven unas y otros. Para ella, trabajos de este tipo coadyuvan en el diseño de proyectos ambientalistas con dimensiones sociales, humanas y políticas sobre la vulnerabilidad ante el cambio climático, así como en el impulso de acciones inscritas en procesos guiados por el diálogo intercultural y la equidad de género.

No son muchas las investigaciones que intersectan las categorías etnia y género, y menos si las críticas sobre ellos provienen de las propias mujeres indígenas, como lo recrea Chirix (2010), quien denuncia que han sido representadas por el "feminismo blanco" bajo un discurso monolítico que las describe como personas sin control sobre su cuerpo, atadas a la familia y al trabajo doméstico, ignorantes y pobres, convertidas en vulnerables a los desastres que desencadenan los fenómenos globales.

Lo cierto es que los estudios de género y feministas no son un campo disciplinario hegemónico, por ello es preciso reconocer que en el proceso de investigación interseccionales (género, etnia, ambiente, clima, desarrollo, subsistencia) se pueden dar relaciones desiguales de poder. Por eso se toman en serio los cuestionamientos al feminismo académico, tales como: acercamientos a las mujeres indígenas con pretensiones de superioridad, una concepción homogénea de sus realidades y su expulsión del ámbito del conocimiento en virtud de que no son tomadas en cuenta como interlocutoras, sino tan sólo como informantes (Gargallo, 2014). El trato teórico que desde las ciencias sociales se le da a la interseccionalidad, debe evitar la objetivación de los sujetos, e implica un esfuerzo por liberarse de la subordinación para visibilizar a las mujeres indígenas con sus atributos de acción y reflexión.

Desde las ciencias sociales y ambientales debemos estar atentos/as a las amenazas que el cambio climático y las biotecnologías representan para los pueblos indígenas, centrando nuestro interés en las mujeres que custodian el maíz. El reto estriba en su reconocimiento no como víctimas vulnerables al cambio climático, sino como agentes expertas en términos de adaptación. Precisamente, las observaciones de los pueblos indígenas, en particular de las mujeres, quienes pasan mayor tiempo en el campo por diversos fenómenos como la feminización del campo (véase Vizcarra, 2014), pueden proporcionar datos valiosos a nivel local. De ahí nuestro interés en conocer las similitudes y diferencias en la posición que adoptan hombres y mujeres frente a la disyuntiva entre seguir produciendo maíz y transitar hacia otros modos de vida; posición que puede orientarse a elegir uno solo de estos modos o bien a combinar ambos, preservando el maíz nativo como parte de su identidad de etnia y de género.

Área de estudio y método

Delimitación temporal y geográfica

La localidad de San Francisco Oxtotilpan está ubicada en el municipio de Temascaltepec, Estado de México, en las faldas del volcán Nevado de Toluca. Se sitúa en las coordenadas GPS: longitud (dec): -99.901944 y latitud (dec): 19.169167, a 40 km al sudoeste de Toluca. Se extiende en un valle a 2 643 m sobre el nivel del mar (INEGI, 2010). Sus colindancias están: al norte con Santa María del Monte, al sur con La Comunidad, al este con Mesón Viejo, al sudoeste con San Miguel Oxtotilpan, al sudoeste con San Mateo Almomoloa y al noroeste con Corral de Piedra (Hernández, 2016). Cuenta con una población total de 1 435 personas: 671 hombres y 764 mujeres (INEGI, 2010).

El ejido de San Francisco Oxtotilpan fue dotado en 1939 con una superficie total de 2 270 ha repartidas entre 28 beneficiarios; de los cuales 3 eran mujeres viudas. A finales de la década de 1960, se otorgaron alrededor de 8 ha para la construcción de la carretera que va de Toluca a Temascaltepec-Valle de Bravo, quedando con una superficie registrada ante Procede, ya en el año de 1998, de 22 629 126 ha pertenecientes a 90 beneficiarios (ejidatarios y comuneros): 17 mujeres y 60 hombres. Los bienes comunales constituyen casi la mitad de la superficie de la comunidad. Pero no fue hasta 1968 que 2 138 ha fueron registradas como comunales, beneficiando en el año de 1973 a 178 personas (comuneros); de los cuales 10 eran mujeres (Hernández, 2016).

Para cuando llegó la certificación de Procede (año 2000), los bienes comunales habían perdido más de 500 ha, quedando registrada para ese entonces una superficie de 1 516.14 ha. Gran parte de la superficie boscosa bajo el régimen comunal se encuentra dentro del Área Natural de Protección de Flora y Fauna del Nevado de Toluca; de ahí la poca incidencia de los beneficiarios en su manejo y cuidado (Hernández, 2016).

Fuente: Elaborado por Noé Aguirre en 2017.

Figura 1 Ubicación de San Francisco Oxtotilpan 

Técnicas de investigación

Se llevó a cabo una etnografía con el objetivo de analizar cuestiones sociales como el poder, la injusticia y la hegemonía; este tipo de estudios pretenden esclarecer las situaciones de inequidad con fines de denuncia (Creswell, 2005). Como ya se ha mencionado, el enfoque crítico de este trabajo se sustenta en los estudios feministas. Por otra parte, el trabajo de campo, realizado por más de 24 meses, abarcó dos ámbitos: uno se centró en la vida comunal, religiosa, cívica y agrícola, donde se capturaron los principios sociales por los cuales se organiza la comunidad; y el segundo incluyó 22 entrevistas semiestructuradas (Hernández et al., 2006) a quince mujeres y siete hombres que producen maíces nativos, con la finalidad de comprender las relaciones de género en las actividades de producción agrícola, extra agrícola (comercio, servicio doméstico, trabajo obrero) y del ámbito doméstico. No se trata de un muestreo probabilístico, sino que se empleó la técnica de bola de nieve a partir de las mujeres que participaron en un grupo focal inicial, dentro del cual se dio a conocer el proyecto general. La Tabla 1 aporta información sobre los y las participantes, donde se puede observar la edad, el estado civil y el tipo de posesión de tierra.

Tabla 1 Características de los y las participantes 

Nombre* Edad Estado civil Posesión de tierra
Alberto 31 Unión libre
Carlos 48 Unión libre
Eduardo 33 Casado No
Héctor 41 Casado No
Rosa 50 Unión libre No
Leticia 42 Casada
Diana 45 Divorciada No
Paulina 45 Divorciada No
Paola 49 Casada Sí (a nombre de su esposo)
Laura 65 Viuda Sí (a su nombre)
Carmen 70 Viuda Sí (a su nombre)
Yazmín 33 Casada Sí (a nombre de su madre)
Adriana 65 Casada Sí (a su nombre)
Claudia 45 Casada Sí (a nombre de su esposo)
Lilia 36 Casada Sí (a nombre de su esposo)
José 57 Casado Sí (a su nombre)
Armando 48 Casado Sí (a su nombre)
Guadalupe 43 Casada Sí (a nombre de su esposo)
Aureliano 51 Casado Sí (a su nombre)
Araceli 21 Madre soltera No (terreno prestado/jornalera)
María 74 Casada Sí (a nombre de su esposo)

Fuente: Elaboración propia con datos de trabajo de campo.

*Para garantizar la confidencialidad y anonimato de las y los informantes, los nombres son ficticios.

Las entrevistas fueron realizadas a partir de un guion temático que incluyó: principales amenazas ambientales, sociales, económicas y biotecnológicas para sus maíces nativos, distribución de las labores agrícolas y domésticas al interior del hogar, así como su visión a futuro del maíz.

Resultados

En este apartado se analizan tres grandes temas que la población entrevistada expresó como amenazas para conservar el maíz nativo, las cuales fueron contextualizadas a través de la etnografía: cambio y variabilidad climática; situación socioeconómica, y arribo de nuevos paquetes biotecnológicos. Asimismo, se discuten las perspectivas sobre el futuro del maíz nativo y cuáles son las propuestas para preservarlo en condiciones más justas en términos de reconocimiento étnico e igualdad de género. Para tal efecto, se dialoga con las narrativas extraídas de las entrevistas, porque sostenemos que sus voces tienen el protagonismo de reclamo social, situando el debate de género en el contexto de la creatividad de vivir día a día y reinventar la subsistencia frente a las dificultades que la limitan.

Amenazas para el maíz nativo del pueblo matlatzinca.

Cambio y variabilidad climática

La incertitud del temporal forma parte del cotidiano matlatzinca. Aunque por lo general cuentan con abundante agua, los cambios en la temperatura, el aumento del periodo de secas y las lluvias torrenciales han obligado a cambiar las dinámicas sociales en cuanto a la organización para producir maíz, pues continuamente tienen que adecuar las fechas para realizar actividades del ciclo agrícola. Todo ello constituye en la actualidad una de las principales preocupaciones de la población, que está siendo llevada a repensar la efectividad de sus conocimientos tradicionales sobre la variabilidad del clima; en especial en lo que se refiere al aumento de temperatura que acarrea plagas y las fuertes lluvias que han caído últimamente, dañando los cultivos.

"El clima está cambiando mucho, este lugar era más frío. Ahora ya se dan cosas que antes no se daban. Antes el maíz se sembraba en marzo, ahorita se puede sembrar a finales de mayo y no pasa nada. El clima más caliente ayuda, pero también perjudica porque hay más plagas" (José, 57 años). "Lluvias con granizo y aire, que no son normales" (Claudia, 45 años). "Ahorita el tiempo está muy cambiado y es muy riesgoso para nosotros. Con las granizadas a veces el maíz sí da, pero ya no como daría. No hay manera de protegerlo" (Armando, 48 años). Los cambios inesperados del clima son vistos como una dificultad que provoca una nueva enfermedad que "le viene" al cultivo del maíz, por lo que requiere de "remedios o curas" para aminorar los efectos y evitar así una pérdida total.

Cuando cae el granizo hay que fumigar los cultivos, los chícharos, las habas, porque están estresados. También el maíz, cuando ve uno que está estresado hay que echarle medicina, cuando se ve el color diferente, o por aquí ya andan los ingenieros y nos dicen: ¿sabes qué? esto se necesita y hay que echarle (Alma, 35 años).

La utilización de agroquímicos como parte del proceso productivo, y ahora como remedio para subsanar los daños causados por lluvias y granizo han acelerado tanto la erosión del suelo como la dependencia a estos productos a fin de garantizar el autoconsumo de alimentos. Conscientes de esta dependencia, el abuso de agroquímicos resulta ser una de las cuestiones más mencionadas y que más preocupación causa a la gente. Precisamente, la aplicación de químicos es percibida con cierta culpa al ser una práctica de "doble filo".

Anteriormente se sembraba con el estiércol de los animales, ya con eso se componía el maíz. Se daba el maíz solito sin nada de fertilizante y se daban unos mazorcones, pero ahorita es completamente diferente. Lo que pasa es que las tierras, no es que estén cansadas, sino que uno mismo las acostumbra que se les pone el fertilizante (José, 57 años).

Ante esta situación, productores y productoras se están planteando reivindicar las estrategias ancestrales para maximizar el rendimiento de sus cultivos, no sólo recuperando los suelos a través de los métodos de fertilización, sino también de almacenamiento y selección de semillas que sobrevivan a las granizadas. Mientras tanto, las mujeres han encontrado diferentes usos culinarios para aprovechar la producción que obtienen de los siniestros: "granos frustrados o mazorcas picadas", "papas quemadas", "chícharos manchados". "Las mismas vecinas te dicen cómo hacer para que te duren más, y hasta ya freímos papas con maicitos" (Paulina, 45 años).

En menor medida, mencionan que una amenaza más al cultivo de maíz, y asociada a la variabilidad del clima, es el cambio en el comportamiento y en la población de la fauna local; en especial de aves y gusanos. "Los pájaros, la tuza que come maíz, los puedes espantar, pero luego te descuidas y llegan..." (Carlos, 48 años). La población percibe que antes estas especies no se "porta ban así" y que era fácil "controlarlos", "como que ahora se han vuelto medio necios", a pesar de que ha disminuido su población.

La mayoría de estos riesgos son vistos como parte de una "voluntad divina" y no como re sultado de actividades antropogénicas a nivel mundial: "Eso no lo puedes detener, es naturaleza, solamente el de arriba" (Alberto, 31 años). Perciben los fenómenos climáticos como un castigo divino por maltratar a la naturaleza y a los atributos de ésta como proveedora de alimentos. Mujeres y hombres sostienen una relación de prosopopeya con el maíz nativo. Humanizado, es susceptible de ser protegido, y cualquier descuido o maltrato como el abuso de agroquímicos puede traer dificultades, según su visión. Sin embargo, como las calamidades provienen de la "voluntad divina", el cultivo de maíz no sólo requiere de mayores cuidados, sino de reivindicaciones espirituales con la naturaleza y acomodos sociales para preservarlo: "Las lluvias afectan, pero eso sí que ya es la voluntad de Dios, de la naturaleza, pero aquí el problema es la economía" (Eduardo, 33 años).

Entre los arreglos que presuponen, se encuentran los de género y generacionales:

...el maicito (criollo o nativo) puede aguantar (lluvias torrenciales, largos periodos de secas, plagas, granizadas), pero creo que nos necesita más a nosotras, porque estamos más tiempo y como que lo conocemos y le agarramos más cariño; más que los hombres pues se van toda la semana, así como los jóvenes que sólo vienen el fin de semana (Paulina, 45 años).

En suma, los pobladores hablan de la fragilidad de los saberes locales ante el cambio climático, pero también de otras situaciones que poco pueden controlar como la migración. Para mitigar las consecuencias, al menos desde los discursos, recurren al carácter sagrado del maíz, cimiento de la identidad indígena, así como de su relación espiritual con la naturaleza para aceptar un "dejo de culpa" por el maltrato a la tierra, sobre todo cuando se perciben conscientes del uso de tóxicos en algunas prácticas agrícolas, llevadas a cabo como parte de la adaptación a la variabilidad del clima.

Amenazas socioeconómicas

No es sorpresa encontrar que los problemas ambientales se minimicen frente a los socioeconómicos. La población matlatzinca sabe que producen y autoconsumen su maíz por razones de seguridad alimentaria campesina, y hasta hace poco no lo sometían a una racionabilidad de renta. En efecto, desde los años 80 del siglo XX, esta comunidad introdujo gradualmente a sus cultivos agroquímicos para aumentar su producción, gracias a dinámicas campañas gubernamentales de modernización. En la actualidad, el tema de la rentabilidad de la producción de maíz se aborda sobre todo en el ámbito masculino.

El maicito de ahí mismo sacamos la semilla, eso no nos cuesta, pero el fertilizante sí. En mi caso que no tengo animalitos, yo tengo que comprar la lama, el abono y aparte alquilar yunta. Todo se tiene que pagar, en cambio para los que tienen animales entonces ya no pagan, para ellos lo único sería el fertilizante. Entonces el principal problema es la economía (Héctor, 41 años).

Por otro lado, los intermediarios se han convertido en agentes claves para que algunas variedades de maíz y cultivos como la papa, sean tratados como mercancías. "Para el cacahuacintle aquí mismo llegan los compradores y compran el terreno completo, pero el elotero nada más" (Araceli, 21 años). "Vienen compradores a la comunidad en camionetas, eligen las papas que se ve bien y buscan a la persona" (Lilia, 36 años). Los productores y las productoras no tienen control sobre el precio de venta de los cultivos con propósito comercial -maíz cacahuacintle, papa y chícharo- pues éstos entran al juego del mercado, cuyas reglas las establecen los intermediarios: "vas y vale tu kilo de papa a cinco pesos cuando al mercado está hasta veinte pesos" (Rosa, 50 años). Tradicionalmente, se esperaría que los maíces no entraran al juego comercial, como se ha venido haciendo con los cultivos introducidos (como la papa), en tanto los maíces guardan una estrecha relación humanizada con el ser matlatzinca; condición que faculta a estos campesinos para convertirse en sus custodios, empero

...definitivamente el maíz es muy costoso producirlo, demasiado; lo siembra uno por amor al arte y por decir: "tengo mi maíz", pero si nos ponemos a hacerle cuentas, olvídese, el maíz nos sale debiendo. No es costeable definitivamente, ya no, no hay ni dónde venderlo, llega maíz de otros países demasiado barato. ¡No! con el maíz ahí muere. Yo siembro papas, es lo que me deja, eso es más costeable. El maíz casi ni para la familia, porque ya ni quieren echar tortillas (José, 57 años).

Cabe mencionar que estos maíces nativos (chalqueño y el cónico y sus variedades -colorado, rosado, negro, amarillo-) son los preferidos por las mujeres por sus propiedades organolépticas adaptadas para elaborar comida (tortillas, tamales, atoles y pinoles). Si los hombres perciben que el maíz puede desaparecer no sólo por sus elevados costos de producción, sino también por que las mujeres no quieren "echar las tortillas", se debe a razones asociadas con los cambios sociales que están experimentado las y los jóvenes. Las nuevas generaciones tienen mayores niveles de educación escolar que la de sus padres y madres, y sus expectativas laborales por lo general no se encuentran en la localidad ni en la región (Hernández, 2016). Por otra parte, desde hace un par de décadas, las mujeres han incursionado poco a poco en los mercados de trabajo remunerado (jornaleras, trabajo doméstico, pequeño comercio), y como productoras se han visto obligadas a tomar decisiones para ajustar constantemente sus responsabilidades femeninas dentro del hogar y en la comunidad.

Trabajo fuera de aquí, tres días a la semana, y en la cosecha. También le entro a la parcela para que saque dinerito extra. Si el tiempo no alcanza a veces compro tortillas a las vecinas (Paulina, 45 años).

Yo vendo aquí el maíz, puro menudeo, no en la central, porque te roban. Mis elotes y la cempasúchil aquí los vendo, prefiero venderles a mis paisanos, o regalarles, luego nos podemos ayudar a algo. A Temascaltepec también voy a vender, pero por kilo directamente a los de la casa o por encargo (Armando, 48 años).

El maíz nativo no se somete a las fluctuaciones de los precios en el mercado, lo que permite de alguna manera garantizar el acceso a la mayoría de los hogares matlatzincas: "Revendedores del maíz aquí no hay, es para uso doméstico, sí se vende, pero entre nosotros, aquí mismo nos enteramos quién está vendiendo, pero lo venden directamente" (Alberto, 31 años). "Si falta maíz, lo traen de la rinconada, pues ya se sabe quién está vendiendo y no hay revendedores" (Carlos, 48 años). Aunque el maíz nativo tenga cierta independencia frente a los vaivenes del mercado, las pérdidas de otros cultivos deterioran la economía familiar, limitando la variedad y cantidad de alimentos que se consumen en el hogar. "Ahí estamos pellizcando, pues ni modo, no voy a hacer bistecs, voy a hacer una sopa, pero voy a comprar mis dos kilos de tortillas o las voy a tener que hacer yo, pero nuestras tortillas no deben de faltar" (Paulina, 45 años).

Inclusive hay programas de parte del gobierno en donde si uno sigue sembrando lo apoyan, pero es difícil porque vivimos en un país donde existe mucha demagogia y no le llega a quienes verdadera mente les debería llegar el apoyo, les llega a otros, a algunos líderes que se dedican a gestionar, les dan cualquier cosita a los campesinos y ellos se quedan con todo, es parte de lo que ocurre aquí y por eso se pierde el interés (José, 57 años).

El desaliento, relacionado con la falta de apoyos gubernamentales, va aunado con la exhaustiva carga de trabajo y la demanda selectiva del mercado: "De todo lo que hago lo más pesado es el campo, trabajo de sol a sol si es necesario, los fines de semana también" (Armando, 48 años).

Tanto hombres como mujeres matlatzincas señalan que por su condición de pertenencia (indígena y campesina) ni el gobierno, ni los compradores, ni los consumidores urbanos son sensibles al trabajo pesado que ellos realizan: "En el mercado ya no te lo reciben así, ellos quieren todo limpio, hasta parece que se van a comer la cáscara, parece que nos tratan como de otra raza si no lo llevamos limpio" (Lilia, 36 años). "Don Damián cortó las habas y les salpicó arena, le bajaron un peso nada más por la arena, por eso cuando las vamos a cortar las vamos lavando, para que vean que sí somos limpios" (Yazmín, 33 años).

A este sentimiento de discriminación étnica, se le suma la de género, cuando los hombres de la comunidad se refieren a que las mujeres ya no quieren echar las tortillas, como si se tratara de una responsabilidad obligadamente femenina, cuyo esfuerzo se encuentra totalmente desva lorizado. En el encadenamiento de discriminaciones, sobreviene el gusto por alguna variedad de maíz, por ejemplo, el color de las tortillas hechas con maíz rojo "no gusta a la gente", lo que puede provocar, en última instancia, desmotivación para preservar esta variedad de maíz.

Las amenazas socioeconómicas no sólo se relacionan directamente con el fenómeno de las discriminaciones de etnia y género, sino con las propias estrategias de seguridad, despertando un sentimiento de vulnerabilidad, que a su vez lleva a percibir al maíz de dos formas. Por un lado, al ser un cultivo que depende de ellos mismos, les ayuda a disminuir la sensación de incertidumbre, ya que la desvinculación de este grano básico de los vaivenes del mercado les aporta cierta autonomía alimentaria. En contraparte, la producción de maíz puede también ser vista como una actividad "ingrata", que si bien no es controlada por completo por el mercado internacional, sigue estando sujeta a situaciones incontrolables de otra índole, como las ambientales, las relacionadas con el mercado laboral y hasta al relevo generacional.

Esto pone a prueba las estrategias de subsistencia campesina, tanto de hombres como de mujeres. En algunos casos, a través de la pluriactividad como estrategia, las personas encuentran situa ciones y actividades que les brindan placer, e incluso un sentimiento de autorrealización; mientras que en otros, esta adición de tareas lleva al agobio. Es verdad que, en momentos de crisis, se despliegan estrategias de adaptación al mercado y muchas veces se logran resultados de forma inmediata y exitosa. Sin embargo, a pesar de que éstas requieren de sus habilidades intelectuales, sociales y emocionales, no son identificadas como tales; más bien, suelen quedar en el plano subconsciente, y cuando llegan a identificarse, son interpretadas como producto de la "mala o buena suerte".

Amenazas biotecnológicas

La mayoría de las y los informantes desconocen qué son los maíces transgénicos o genéticamente modificados. Por lo general los asocian con la tecnología y los consideran semillas "mejoradas" que aceleran el proceso productivo: "modifican su evolución", "en ese maíz se acelera su proceso, como le han hecho a la papa", "como el chícharo que ya viene preparado", "el maíz nativo lo siembran en abril y lo cosechan en diciembre, el transgénico como que lo aceleran, lo pueden sembrar en abril y cosechar en junio".

En realidad, no existe evidencia empírica en la localidad de cultivos con semillas de maíz transgénico. Si bien es común que las confundan con las semillas híbridas, dependiendo del manejo de la información sobre éstas, las personas elaboran distintos discursos sobre el arribo de nuevas biotecnologías, sus posibles consecuencias en la pérdida de los maíces nativos y sus implicaciones en la autosuficiencia alimentaria.

En efecto, los discursos difieren principalmente porque existen personas que han tenido un mayor contacto con argumentaciones provenientes de las arenas de la divulgación científica, y/o de los escenarios políticos de defensa del maíz ante los transgénicos. De esta manera, las personas con menos movilidad -como lo son muchas mujeres dedicadas al hogar y a la agricultura familiar- son las que suelen desconocer las repercusiones de los maíces transgénicos en la seguridad alimentaria. A razón de las limitaciones que impone su rol, se advierte no sólo que cuentan con menor información que los hombres, sino que aquella que les llega se la apropian con tintes de veracidad y a veces de forma un tanto alarmista. Grosso modo se refieren a los maíces transgénicos con preocupación y descontento: "Somos conejillos de Indias, experimentos de extranjeros" (Diana, 45 años). "Es querer retar a todo, quieren ser mejor que todo" (Araceli, 21 años). Sin embargo, los hombres que tienen más conocimiento no siempre reaccionan con preocupación.

En algunos lugares han estado tratando de meter transgénico, pero aquí en primera no hemos dejado y en segunda ya ni nos preocupa. Este tipo de cosas no es de ahorita, tiene aproximadamente 10 años, yo asistí a varias reuniones para ver lo del maíz y efectivamente no se acepta meter el transgénico porque acarrea más enfermedades, aparte de que el transgénico ya no produce o sea es un maíz que no sirve para semilla, y el maíz criollo, lo siembra y aparta uno de ahí mismo para la semilla del próximo año (José, 57 años).

Asistir a reuniones sobre el maíz hace que se tenga un sentimiento de control en la decisión de introducir estos maíces. Por otro lado, algunas personas piensan que si se motivara a la gente por medio de dinero, sería posible introducir maíces transgénicos en su comunidad, por su situación vulnerable: "Te vas a encontrar a ese tipo de gente que por dinero hasta van a meter ese maíz" (Paulina, 45 años).

Si ese maíz (transgénico) fuera muy barato, la gente se inclinaría ahí, porque desgraciadamente aquí la gente se mata en el campo... pobres. Desde el principio hasta el final son unas friegas bien buenas, y luego para que no valgan sus chícharos, sus papas... (Leticia, 42 años).

A pesar de todo, ni hombres ni mujeres perciben a los transgénicos como un peligro inminente para sus maíces nativos; tal vez la amenaza biotecnológica sea tan grande que sus efectos sean rehusados a nivel subjetivo. Sin embargo en caso de introducirse, el sistema de creencias basado en las relaciones íntimas entre el cultivo del maíz, la alimentación y la vida comunitaria matlatzinca de alguna manera sería trastocado.

Por qué custodiar el maíz

El futuro

Respecto a la conservación del maíz nativo existen opiniones diversas. La mayoría sí imagina la prevalencia del maíz, pero en menor cantidad y con la pérdida del conocimiento tradicional asociado a este cultivo: "Yo creo que sí va a haber de aquí a 50 años" (Claudia, 45 años). "Sembrar el maíz para nosotros es algo sagrado, inclusive se lleva a bendecir la semilla. Antes de sembrar mi papá ponía el copalito y no sé qué tanto, también cuando se cosecha. Muchas cosas que ahorita ya no, ya se perdió todo eso" (José, 57 años). "Lo que sí el maíz casi ya no se siembra, es muy poco, cosechaba arriba de 370 costales grandes, ahorita mi cosecha fue de unos 12, 14 costales" (Aureliano, 51 años). Quienes plantean la posibilidad de un futuro sin maíz lo atribuyen a la no rentabilidad del cultivo y al cambio de uso de suelo.

De aquí a 20 años yo siento que el maíz va a andar hasta desapareciendo, porque ya hay otras cosas que se siembran, en primera a la gente poco le interesa la agricultura por lo mismo de que los insecticidas, los fertilizantes y todo, está muy carísimo (Carlos, 48 años).

Yo digo que sí va a haber, pero menos; mucha gente está dejando de sembrar. Todavía en nuestro pueblo, pero mi papá es de Huixquilucan y cuando era yo chica mi abuelito sembraba; ahora que fui ya nadie siembra, están vendiendo los terrenos. Todo Tecamachalco se está vendiendo por las casotas, están comprando las tierras para hacer residenciales y yo siento que así va a pasar en nuestro pueblo (Paulina, 45 años).

En contraparte, otras personas opinan que el maíz nativo seguirá siendo cultivado: "Aquí es muy difícil que desaparezca porque de aquí mismo sale la pastura para los animales" (Carlos, 48 años). "No desparece porque aquí nos dedicamos a esto. Aquí es tradición, uno mismo se las ingenia, a ver cómo le hago" (Héctor, 41 años). "No se va a perder porque aquí es el ciclo, así es la naturaleza de la semilla sagrada, la depositas a la tierra y te la devuelve, de todas maneras sale todavía para la semilla" (Eduardo, 33 años). Al preguntarles ¿Qué cree que pasaría si el maíz dejara de producir? Responden que lo comprarían, porque no lo dejarían de comer.

En general, la mayoría de las personas entrevistadas, aunque miran con desánimo el futuro del maíz, no se imaginan sin él, ya que es parte central de su cultura y modo de vida. Cabe mencionar que si la desaparición a nivel local del maíz nativo no puede ser del todo concebida por los matlatzincas, les es incluso más difícil creer en la idea de perder el grano a nivel regional o nacional.

Un motivo para preservarlo

Para la elaboración de futuros escenarios del maíz, resulta importante conocer las principales razones que motivan a las personas a seguir consumiéndolo, en un sentido más amplio que el de la reproducción social (cultural, económico y espiritual), y a pesar de los problemas mencionados. Sin duda, la motivación más íntima es la alimentación. Tenerlo a su disposición para satisfacer las necesidades alimentarias de su familia y de sus animales, les otorga seguridad y cierta autonomía, porque aun en condiciones de extrema pobreza pueden sembrar maíz y otros cultivos asociados para su autoconsumo: "El comprar (maíz) como que no rinde, económicamente es mejor sembrar maíz y hacer tus tortillas, pagas cinco pesos por cubeta, que te salen cuatro o cinco kilos de tortillas y si las compras son cincuenta pesos" (Paola, 49 años). "Porque es para comer, no para hacer negocio" (Carmen, 70 años). "Yo tengo sesenta pollos criollos, son negocio, pero sí es gasto darles de comer, por eso siembro" (José, 57 años).

La economía de autoconsumo se sustenta en la autonomía para acceder a los alimentos que local y culturalmente son aceptados: "Mis cultivos están escalonados, tengo maíz, habas, cempasúchil. Yo no compro leche de cartón, yo ordeño de mis vacas y hasta vendo y tengo avena y pastura para darles de comer, estoy preparado para todo el año" (José, 57 años). "Por aquí lo que nos salva es el maíz y que se come lo que se produce, a nadie se le ocurriría vender todo para luego comprar otros alimentos que ni son de aquí (Claudia, 45 años)".

Cabe mencionar que dentro de la comunidad existen familias que han dejado de producir maíz por dedicarse de tiempo completo a actividades comerciales o extra agrícolas, o bien porque sus hijos han emigrado y prefieren rentar o prestar sus tierras para que avecindados sigan cultivando maíz. Aun en estos casos, el consumo de tortillas, tamales y atole sigue siendo parte de su dieta cotidiana, e inclusive quienes han dejado de cultivar maíz compran el grano a sus vecinos, amigos y familiares para realizar todo el proceso culinario que comienza con la nixtamalización. Aunque la molienda del metate ha sido totalmente sustituida por la molienda mecanizada, en muchos hogares se conserva este artefacto de piedra volcánica, ya que las mujeres afirman que de no tener dinero para la molienda e incluso en las peores condiciones "al menos están sus manos y el metate para moler". Como muchas mujeres no están dispuestas a regresar al metate, buscan diversas estrategias sociales para llevar su nixtamal al molino.

No seguir el proceso ancestral del cultivo del maíz para "echar la tortilla", no significa que la cultura del maíz se encuentre amenazada. Hasta el momento se puede observar que las nuevas dinámicas sociales del campo son un nicho de oportunidad para revalorar el maíz nativo, al mismo tiempo que son reconfiguradas las relaciones étnicas en cuanto a prestigio, y las de género en cuanto a la posibilidad de reducir el tiempo de preparar los alimentos (tortillas).

Para decir que tiene uno el maíz (José, 57 años).

Luego siembran cuando ven que ya sembró el otro. Acá el de junto sembró después que sembré yo, dijo "este canijo ya sembró, yo también voy a sembrar" (Héctor, 41 años).

Únicamente por decir que tenemos una milpita y que queremos unos elotes los vamos a cortar frescos (Eduardo, 33 años).

No, pues por eso mi esposo ya a veces no siembra, prefiere comprar el costal a $700, dura de cuatro meses a medio año y así ya puede ir a trabajar fuera... conviene más comprar aquí el maicito de aquí, y luego yo ya lo nixtamalizo, para llevarlo a moler, y con el aplastón, rápido entre mi suegra y yo echamos la tortilla... porque eso sí, nos gustan recién hechas y calientitas (Yazmín, 33 años).

En otro pueblo siembran papas, hortalizas y otras cosas, pero ya el maíz lo compran, hace falta con ciencia de que es mejor comer una tortilla hecha a mano de este maíz que de tortillería. Antes golpeaban el maíz con la piedra, entonces dicen que todos los minerales de la piedra entraban al maíz, ahora ya no, por eso hay tanta osteoporosis, ya no vivimos tanto porque nos hemos desmineralizado. Pero sinceramente, ¿quién va a querer continuar moliendo maíz en piedra? ¿Sólo por los minerales que nos aporta? (Alma, 35 años).

Propuestas para preservar el maíz

Es de interés de esta investigación conocer las demandas que tienen los productores y las productoras de San Francisco Oxtotilpan para preservar su maíz en condiciones más justas. En ese sentido enlistamos los principales aspectos comentados:

  1. Precios de garantía al maíz: "Que siempre hubiera un precio mínimo que vas a obtener, sin que pierdas" (Alberto, 31 años).

  2. La eliminación o regulación de intermediarios. Si bien no se refieren al maíz, sino a cultivos introducidos como papa y chícharo, la experiencia que han tenido con las prácticas de intermediarismo debilita la idea de producir maíz para mercados regionales: "Que no existieran las mafias, los revendedores son los que te dicen a cómo vas a vender tu producto. Llegan muchas camionetas y bajan el precio, entonces ya no nos conviene y se quedan los productos sin cose char" (Paulina, 45 años).

  3. Otorgar valor simbólico y económico a sus saberes, a su trabajo y a la posibilidad de contribuir a la soberanía alimentaria: "Valorar que tenemos que ser autosuficientes, o sea la autosuficiencia alimentaria en México. Dicen unos que el importar sería más caro. Las autoridades no deben impulsar las importaciones, sino más bien que estimulen la producción aquí... Sabemos cuidarlo, comerlo y repartirlo" (Guadalupe, 43 años). "Poner unos lugares donde se hiciera tortilla hecha a mano como negocio. Aquí en la carretera una señora puso un negocio así y le estaba yendo bien. Para la gente de aquí sería un buen estímulo tratar de entrar al mercado" (Rosa, 50 años).

  4. Información oportuna y certera que los lleve a tomar las mejores decisiones respecto a la po sible introducción de maíz transgénico: "Para evitar que entre el maíz transgénico, yo siento que con concientizar a los productores, porque yo fui a una plática de agricultura orgánica y dicen que no debe entrar, mi hija también lo dice, que la semilla transgénica son como un perro fino, que la traes a tu tierra y la atacan muchos gérmenes y la semilla no se defiende, no es como nuestra semilla, nuestros perros de aquí aguantan. Y dice mi hija que no puede servir para volver a sembrar, es como estéril, como una mula. Dicen que valoremos mucho nuestras semillas y veamos lo inútil del maíz transgénico, que nos va a afectar porque es lo que come mos, sobre todo porque somos ignorantes, pero si nos dicen todas esas cosas, ya no tan fácil lo vamos a dejar entrar, pero no entiendo por qué no nos lo dicen pues somos los más interesados" (Guadalupe, 43 años).

  5. Apoyos por sembrar maíz para estimular la producción: "Que el gobierno diera apoyo para comprar abono, porque a veces se invierte y no se gana nada, ahorita tenemos eso de Prospera y ya nos vamos ayudando, no mucho, pero en algo. Muchos todavía no tienen ese apoyo y creo que también les deberían apoyar, si a nosotras nos apoyan, pues también a ellos para la siembra, y así ya no hay pelea" (Carmen, 70 años).

  6. Capacitación agrícola con sentido ético: "Lo que necesitamos nosotros es traer un ingeniero agrónomo, pero de esos que están dedicados por convicción, no porque se quieran hacer ricos, porque hay mucha gente que le gusta estudiar no para hacerse ricos, que le gusta hacer las investigaciones y sacar ¿cuál es el problema?, ¿por qué las tierras ya no dan como antes? Y entonces sí damos en el clavo, y yo me he dado cuenta [de] que en muchas ocasiones surgen esos problemas por tanto insecticida que ponemos; de ahí surgen los fertilizantes orgánicos que están enseñándonos a usarlos, ingenieros que fueron a Cuba o algunos que son originarios de allá han estado viniendo aquí y ya se extendió el fertilizante orgánico. Eso ya nos dimos cuenta que es muy efectivo y no daña las tierras, nada más que se requiere de más trabajo. Pero yo siento que sería mucho mejor ponerlo en práctica, se sacarían mejores cosechas, no se erosiona la tierra, no se acaba (José, 57 años).

Estas propuestas emanadas directamente de los productores y las productoras, son similares a las recomendaciones que se han hecho desde la academia, orientadas casi siempre a realizar cambios tanto en el diseño de las políticas públicas, sus mecanismos de implementación y ejecución, así como en la promoción de cambios en la comercialización y el consumo, brindando información e incentivos para el desarrollo de mercados locales y regionales, entre otras medidas (De la Tejera et al., 2013).

Consideraciones finales

Las amenazas manifestadas por hombres y mujeres matlatzincas para conservar los maíces nativos en su comunidad (comercial y de subsistencia) se encuentran ligadas a las variaciones climáticas (fuertes lluvias con viento y granizo), la erosión del suelo agrícola, la escasa existencia de políticas que incentiven la producción campesina, los altos costos de agroquímicos, fertilizantes y maquinaria, así como la migración, el debilitamiento del relevo generacional y el lento cambio de las relaciones de género.

Desde el punto de vista teórico, este artículo coloca puntos reflexivos sobre la interseccionalidad de género y etnia en torno a la conservación del maíz nativo. La perspectiva feminista sobre la subjetividad no significó dejar de lado las prácticas discursivas acerca de que el papel que hombres y mujeres tienen como protectores del maíz nativo resulta en una especie de subordinación desde el punto de vista occidental. Se trata de una discusión de dos conceptos clave en torno a la conservación del maíz nativo frente a los desafíos para lograrlo: la espiritualidad y la complementariedad. Bajo esta crítica, es posible vincular los saberes de las mujeres y los hombres matlatzincas que pueden ayudar a impulsar procesos de solidaridad indígena más amplios que trascienden la localidad.

En una dimensión política, podemos apuntalar dos conclusiones principales:

  1. No hay una disputa generalizada por el maíz, sin embargo, aunque no toda la población indígena-campesina esté participando, se están creando estrategias de adaptación al cambio cli mático y reconociendo su variabilidad; asimismo, seguir produciendo maíces nativos para la subsistencia puede representar una resistencia empírica ante la introducción de transgénicos.

  2. En San Francisco Oxtotilpan, el ajuste de los roles femeninos es producido desde su propia subjetividad, lo cual representa un tipo ideal de resistencia. Si bien los y las productoras matlatzincas no participan activamente en dicha disputa, desde su punto de vista, aparentemente la introducción de los transgénicos no representa una amenaza lo suficientemente perceptible que los motive a la formación de grupos en defensa de su maíz nativo, puesto que la mayoría de las personas entrevistadas no tiene una idea clara de los transgénicos ni de sus implicaciones biológicas, económicas, políticas y sociales.

Es posible que esta situación se repita en otras localidades productoras de maíz nativo, y que los grupos campesinos que participan en la disputa que mencionan San Vicente y Carreón (2013) tengan mayor visibilidad, y discursivamente representen al sector campesino, aunque no el de los pueblos indígenas u originarios; en este sentido no necesariamente representan el sentir de la mayoría del campesinado mexicano, ni mucho menos el de los pueblos indígenas (mujeres y hombres). Seguro es que los esfuerzos de comunicación de la ciencia contrahegemónica no tienen los alcances para impactar a todo el país, como lo percibido en la Sierra de Juárez, Oaxaca, donde se denunció la primera contaminación de maíces transgénicos (García y Toscana, 2017).

En este sentido, existe una apreciación ambivalente del maíz por parte de los productores y las productoras:

  1. Las consideraciones empíricas y simbólicas muchas veces son contradictorias, y bajo este vai vén es que se toman las decisiones sobre seguir produciendo maíz o abandonar total o parcialmente esta actividad.

  2. Una de las razones que puede explicar la continuidad de la etnia matlatzinca es su gran flexibilidad, que los lleva a elegir formas de vida que no se anclan, para adaptarse a las adversidades y no desaparecer.

  3. La producción de maíz en el pueblo matlatzinca sí está cimentada en relaciones de poder por motivos de género, y también de etnia, al igual que sucede en otros pueblos indígenas del Estado de México (Vizcarra, 2002).

  4. Aunque a las diferencias por edad no se les dio un tratamiento profundo, se observó que ésta es una de las categorías más determinantes para la conservación del maíz nativo dadas las amenazas que representan el cambio y variabilidad climática, los problemas socioeconómicos y el arribo de biotecnologías no deseables.

Tanto hombres como mujeres comparten al igual que el gusto por el maíz, la conciencia sobre el cambio del clima y la erosión de la tierra, la incertidumbre por su futuro inmediato y, en general, el sentido que comporta la custodia obligada del grano. Ello nos da, al menos, una pista para recu perar el concepto de complementariedad en los estudios de género y ambiente. Hemos atribuido un peso político y una responsabilidad socioambiental muy grandes a las comunidades indígenas y a las mujeres, sin considerar sus intereses individuales y colectivos, colocando de ese modo en una línea frágil la biodiversidad y la soberanía alimentaria del país.

La interseccionalidad género-etnia estudiada a través de la conservación del maíz nativo in situ, no significa que haya una relación armónica entre ambas categorías; por el contrario, es necesario un acercamiento crítico para profundizar en el origen de las desigualdades. Y es que la igualdad en una de estas categorías no puede lograrse sin la otra; de ahí que para salvaguardar la biodiversidad del maíz nativo se requiera de una visión más amplia en términos de justicia social e inclusión. En suma, para proteger al maíz debe ser un principio fundamental la igualdad de género y etnia, imbricadamente.

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1 Se refiere a las variaciones en el estado medio, y otros datos estadísticos del clima, en todas las escalas temporales y espaciales, más allá de fenómenos meteorológicos determinados, y que pueden ser observados y registrados con mayor precisión en espacios regional y territorialmente localizados (IPCC, 2007).

2El término interseccionalidad fue acuñado por Crenshaw (1995) para referirse a un sistema complejo de estructuras de opresión que son múltiples y simultáneas.

Recibido: 06 de Noviembre de 2016; Aprobado: 31 de Marzo de 2017

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