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México y la cuenca del pacífico

versión On-line ISSN 2007-5308

Méx.cuenca pac vol.5 no.15 Guadalajara sep./dic. 2016

 

Opinión invitada

Sociedad y cultura en la República de Corea

Leandro Arellano* 

* Escritor y diplomático. Fue embajador de México en Corea. Es colaborador de La Jornada Semanal.


I

Como un sinfín de cosas originarias de Asia, Corea es una nación ancestral, milenaria por su existencia y sus tradiciones, pero nueva, joven por la sangre renovada y advertida en sus impulsos y deseos de participar con el conjunto de naciones. Que la historia no va en línea recta lo demuestra fehacientemente el desarrollo de Corea. Cómo una nación se elevó en tan sólo tres o cuatro décadas de un país eminentemente rural a una nación industrial y desarrollada, es admirable.

Todos los indicadores de la economía coreana dan testimonio de la voluntad y la decisión del país por alcanzar el nivel de nación desarrollada. Tales han sido sus éxitos y logros en el plano económico, que a menudo parece olvidarse que la vitalidad de la cultura y la sociedad coreanas son los pilares en que se sustenta aquélla. Estas observaciones se refieren a la Corea de la presente generación, la de las Olimpiadas de 1988 a la fecha, digamos. Con esas Olimpiadas, Corea como que hubiese adquirido la mayoría de edad a nivel mundial, reafirmó la seguridad que en sí misma había poseído en siglos anteriores y que extravió durante la primera mitad del siglo pasado.

II

Todos conocemos la ubicación geográfica de la península, enmarcada en medio de pueblos y territorios más grandes y poderosos. La geografía de un país no es una opción, pero sí un fenómeno que influye y delimita el carácter propio. En ese contexto Corea halló, en general, no sólo acomodo con China, sino comprensión y amistad casi siempre. Más aún, China significó durante siglos modelo e inspiración en el desarrollo de Corea como entidad nacional. En las rivalidades de poder actuales, la ubicación de Corea, como en el pasado, sigue siendo estratégica, decisiva.

La historia coreana se remonta a milenios antes de nuestra era, bien que la historia escrita comienza más o menos durante la época de Augusto, el emperador romano y, muy importante, esa historia fue escrita por escribas chinos. Hacia el año 668, durante la dinastía Shila (57 a. C. a 918 d. C.) Corea se unificó, influida por la cultura china: filosofía confuciana, budismo, educación, cultura, ritos... Corea se mantuvo enclaustrada por siglos frente al mundo exterior, en nada que no se tratase de China. Pueblo homogéneo y cerrado, adquirió el mote de reino ermitaño.

En el siglo diecinueve su debilitamiento se produjo como consecuencia de que no tuvo ningún rey de valía y sí mucha intriga en la Corte, aseguran los historiadores. Sólo en 1876 Corea fue forzada a abrirse. China lo había hecho durante la Guerra del Opio, 1839-1842, y Japón en 1853. En 1905 Corea se convirtió en protectorado primero y luego, en 1910, en colonia de Japón. Hasta 1945 Corea continuó siendo una sociedad agraria a la que los japoneses sometieron con rudeza. Entonces conoció Corea un padecimiento ignorado en toda su larga historia, que de algún modo moldeó su actual carácter. Desde 1910, a la caída de la dinastía Chosón, Corea ha estado en guerra, colonizada o dividida. Su nacionalismo actual proviene seguramente del sometimiento que les impuso Japón, con quien hoy conviven y rivalizan.

Al acabar la Segunda Guerra Mundial no hubo razón para la división de la península, como no haya sido un anuncio de la Guerra Fría. En agosto de 1948 se proclamó la República de Corea en el sur y en septiembre la República Popular Democrática de Corea en el norte. Esa guerra no resolvió nada, no obstante que cobró más de dos millones de vidas humanas; mostró eso sí crueldad, tanto del Norte como del Sur.

III

La historia contemporánea de Corea empieza realmente en 1962, cuando el general Park Chung-hee asumió el poder. Entonces comenzó no sólo la etapa industrial del país, sino sobre todo una transformación profunda en todos los aspectos. Cualquier persona interesada sabe del prodigioso éxito de la economía nacional. En 1962 el PIB coreano fue de 2.3 mmd. En 1997 de 442 mmd y en 2015 de alrededor de 1,392 mmd. Fueron varios los factores que se congregaron en el logro de esta hazaña: un liderazgo muy firme, trabajo sin cuartel, voluntad de cambio e imaginación.

Una característica, quizás la más notable de la economía coreana, fue la formación de los grandes conglomerados industriales: Samsung, Hyundai, Lucky Star, Daewoo, etcétera, los que con mucha habilidad y persistencia conquistaron los mercados mundiales. Los productos coreanos se hallan hoy en todas partes.

IV

La "democracia liberal" y la economía de mercado son rasgos distintivos del sistema y de la sociedad coreana de hoy, valores que mantienen y vigilan con enorme celo. Los coreanos tienen la habilidad de imitar un sinfín de objetos y cosas, desde coches o teléfonos hasta instituciones y hábitos. Por lo tanto, no es sorprendente observar cómo viven y practican la democracia y la alternancia, en una república con división de poderes y un equilibrio cuidadosamente construido alrededor de las libertades civiles y sociales reconocidas a nivel mundial, con una equidad y un sistema de seguridad social que el Estado y la sociedad vigilan y procuran.

Corea puede parecer una Babel religiosa. Se profesan casi todos los credos y la cantidad de santuarios que alberga el país es incontable. Introducido en los tiempos de la Roma de Augusto, el confucianismo es la filosofía moral que permea la península. También acarreado por China, pero originario de la India, el budismo fue adoptado siglos más tarde, y es la religión que profesa la mayoría de la población. De esas dos doctrinas asimiló y desarrolló Corea buena parte de sus usos y costumbres.

El animismo —primer intento del hombre por asir el mundo circundante—, como en otros pueblos, tuvo un desarrollo natural desde los albores de la historia y andando el tiempo se transformó en una forma de chamanismo que todavía se practica con asiduidad. El cristianismo arribó a la península hasta épocas recientes, pero se ha extendido profusamente, tanto en la vertiente católica como de otras variantes del protestantismo. Si bien un alto porcentaje de la población declara no profesar ninguna fe, las religiones de Corea, como las del lejano Oriente en general, enseñan que no hay nada más importante que la correcta meditación.

Entre los valores de la sociedad coreana, acaso ninguno aventaja a la educación. La educación vista no sólo como el camino, como la vía de la formación del ser humano, sino también como símbolo de estatus y de poder. Sociedad confuciana al fin, la educación es la llave del reconocimiento a todos los niveles. Al lado de la educación, la consideración de la familia es valor central. Alrededor de ella gira la vida de todos sus miembros, igual que en el trabajo todo fluye entre los grupos y clanes, esto es, las amistades forjadas en la escuela o en el lugar de trabajo.

La coreana ha sido una sociedad homogénea y cerrada, aunque cada vez se abre más, cada vez teme menos y confía más en sí misma. Y los coreanos, creemos, son más libres y expresivos que chinos y japoneses, pero como aquéllos, adoran también el ceremonial. E, igual que en todo el noreste de Asia, las relaciones entre la personas empiezan por conocer la profesión u oficio del interlocutor.

La generación actual está orgullosa del grado de desarrollo alcanzado, que iniciaron sus abuelos. La ética del trabajo es primordial. Corea es un pueblo muy esforzado y eficiente. Pocas naciones compiten con ellos en el apego y la conciencia laboral. La competencia en todos los campos —empezando en la educación— es un valor central de la sociedad, pero esa misma sociedad asegura las redes de protección y cobijo para que nadie quede en el desamparo.

Del tamaño de Inglaterra, con unos 74 millones de habitantes, la península está rodeada de mar y de montañas. El clima de la península enfatiza las estaciones, creando algunos paisajes únicos. Es bella por los cuatro puntos cardinales. Aunque cada vez reciben mayor número de visitantes, todavía la industria turística coreana no ha alcanzado todas sus posibilidades. De la antigua Seúl sobreviven unos cuantos monumentos, ocultos entre los modernos rascacielos. La actual, moderna, limpia y ordenada, reconstruida tras el desastre que significó la Guerra de Corea, exhibe la riqueza material que ha alcanzado el país.

Todo visitante que no acceda a sus mercados, perderá una importantísima faceta de la mentalidad, el carácter y la cultura popular coreanos. Los mercados de Seúl (Namdemun, Dongdemun, Yongsang, Kyondong y muchos otros) representan el latido espiritual de la ciudad. Más allá de la vitalidad y el colorido que revela el movimiento de esos mercados, es posible advertir una manifestación que trasciende lo puramente material.

El noreste de Asia destaca por la riqueza y variedad de su alimentación. Como China y Japón, Corea posee una cocina amplia y única, abundante en sabores fuertes y delicados, de la que hemos descubierto que casa muy cómodamente con el tequila como acompañamiento. La tecnología electrónica es pivote del desarrollo. Corea es una de las naciones con mayor desarrollo y conectividad. La Internet y las llamadas redes sociales son determinantes tanto en la vida privada como pública coreanas.

Como una tromba en la cultura popular, han ganado fama internacional el K-pop y las telenovelas provenientes de Corea, lo mismo que el hallyu, la korean wave y los karaoke bar. Son íconos de la cultura popular del país y una industria poderosa.

V

Los coreanos son ricos en cultura docta —como la llamaba Amado Nervo— y en cultura popular. Sobre todo, creo, destacan en literatura, en música, en artes plásticas y en cinematografía. La historia de una lengua es la historia más profunda de un país, y la continuidad de la lengua coreana no ha sufrido interrupciones, desde que los coreanos se reconocieron como tribu distinta a las que poblaban la zona más oriental de Asia. A diferencia de otras lenguas, la coreana carece de libros fundacionales, pero desde los albores de su historia los coreanos han mantenido una identidad, una lengua y un carácter propios.

En 1443 el rey Seyón creó el alfabeto coreano, el hangul. Hasta entonces habían hecho uso de los caracteres chinos para escribir. El idioma coreano es homogéneo en general, bien que existen algunas diferencias dialectales que no van más allá de los acentos y matices que usamos los hispanoamericanos de distintas regiones. La lengua coreana es diferente a la china en léxico, fonología y gramática. El coreano y el japonés son lenguas hermanas, pero no lo son del chino. Aquéllas pertenecen a la familia altaica, junto al turco y el mongol, en tanto que el chino pertenece a la familia sino-tibetana. Lo mismo que el japonés, el coreano posee un complicado sistema de referencias lingüísticas en las relaciones familiares, sociales y honoríficas.

No es fácil el sistema de traslación fonética al español. Las autoridades coreanas crearon el "Nuevo sistema de romanización", buscando reemplazar el sistema creado por McCune y Reischauer, pero sería conveniente contar con una traslación fonética directa al español y no a través del inglés. La historia de la literatura coreana propiamente dicha se inicia hace unos mil años y comienza con la literatura oral, de la que existió gran riqueza. La historia escrita empieza con mitos y leyendas como en todas partes. La historia de los tres reinos y Leyendas de los tres reinos fueron escritos durante la dinastía Koryo (935-1392).

Con la constitución del hangul, del alfabeto coreano, se generó una ola de traducciones del hannum —el coreano escrito con ideogramas chinos— tanto de obras coreanas como chinas, difundiéndose entonces la narrativa a gran escala. La poesía, como en todas partes, representaba el género literario más elevado, independientemente de la lengua en que se escribía. La ficción, como en Japón, estaba reservada a las mujeres, sin embargo; en tanto que el teatro era considerado un pasatiempo. Recordemos que en la época de Shakespeare —ahora que se celebra el cuarto centenario de su fallecimiento— el teatro era también un género subalterno.

La forma de expresión más alta de la poesía coreana es el siyo o shiyo, quien se hermana con el haikú y el poema corto chino. Con ellos comparte la visualidad, la sencillez y la brevedad. El siyo clásico es un poema corto, de sólo tres versos, con notable equilibrio rítmico y retórico entre las líneas primera y segunda, en tanto que la tercera da un giro de imagen o de pensamiento. Formalmente atiende al ritmo y no a la rima. Su origen se remonta a las postrimerías de la dinastía Koryo, pero floreció hasta los albores de la dinastía Chosún (1392-1910). En el siglo dieciséis florecieron sus más reconocidos cultivadores: Song Kang, pero sobre todo Kosan o Gosan.

Damos un salto hasta las primeras décadas del siglo diecinueve, cuando florecieron varios de los mayores poetas de Corea, no como grupo sino de manera individual. Murieron jóvenes, durante el colonialismo japonés, pero heredaron a Corea alguna de su mejor poesía. Me refiero a Kim Sowol (1902-1934), a Yun Tong-ju (1917-1945) y Chong Chi-yong (1902- ¿1950?).

La literatura coreana actual es vasta y fecunda. En los últimos lustros el volumen de traducciones de literatura coreana al español ha aumentado considerablemente. Pero queda por traducir aún más y, muy importante, trabajar en su apropiada difusión. Por razones de espacio y de afecto, citaré sólo a dos autores. Ko Un es el más reconocido poeta coreano vivo. Octogenario ya, cuenta con una vastísima y rica obra (Sensibilidad desde la otra orilla, Cantos a la orilla del mar, Diez mil vidas, Fuente en llamas, son algunos títulos publicados en español). Goza de gran popularidad en su país y ha sido candidato casi permanente al Premio Nobel.

Yi Munyol, seguramente el mayor narrador que tiene Corea en este momento, ha sido también candidato al Premio Nobel. El poeta, su novela más reconocida —y tiene varias en esa categoría como Nuestro héroe torcido, El invierno de aquel año, Para el emperador...—hasta donde sé no tiene una edición en México, el mayor país de habla hispana. El pánsori es una especie de drama musical que floreció en los siglos dieciocho y diecinueve, pero mantiene una vitalidad asombrosa en la actualidad. Sus orígenes se remontan a la narrativa oral. Es ejecutado por un cantante profesional solitario, que al mismo tiempo que narra asume el papel de los caracteres. Sostiene un abanico en la mano, y durante horas narra con voz potente una historia, cantando y gesticulando. Los historiadores insisten en incluir en los registros literarios a este género híbrido que navega entre el canto, la ópera y el drama. Pánsori significa: cantar una historia.

Corea posee una riqueza musical enorme y vital, tanto en el género de la música clásica occidental como de su opulenta música tradicional. Cuenta con varias orquestas sinfónicas, compañías de ópera y facultades de música. Es llamativa la calidad y cantidad de compositores e intérpretes de música clásica occidental de primera categoría, así como del número de estudiantes de música. Su música tradicional es tan antigua como la historia del pueblo coreano. Puede incluir una combinación de música folclórica, religiosa, ritual y vocal. En la superficie, la música tradicional coreana comparte muchas similitudes con la cultura musical de China y Japón, en los instrumentos, notas y compases; sin embargo, una honda y distinta sensibilidad es reconocible entre una y las otras.

Ejecutada con instrumentos autóctonos (de cuerda, de viento y de percusión), es altamente conmovedora, creada más como motivo de meditación o como vehículo de fusión con la naturaleza, que como motivo de entretenimiento y diversión, que también la hay. La textura de la música tradicional coreana es monofónica y se organiza linealmente. Es lenta en general y solemne.

Fueron los chinos los primeros en reconocer que la pintura no se reducía sólo a una empresa manual, colocando al pintor al lado del poeta inspirado, ha señalado Ernst H. Gombrich. Las religiones del lejano Oriente enseñaban que nada importaba más que el modo correcto de meditar. Así fue quizás cómo el arte religioso en China fue menos empleado para catequizar, que para ayudar a la correcta meditación. Artistas devotos comenzaron a pintar el arroyo y la montaña, la luna o el bambú con espíritu reverente, y no sólo con fines decorativos.

La concisión y la sencillez son características del paisaje físico, uno de los motivos más recurrentes de la pintura oriental. Grabados, dibujos, tintas y acuarelas reiteran esa visión honda y delicada que invita a la contemplación. A menudo el artista escribe algunas líneas poéticas en el mismo rollo donde ha pintado un paisaje. Paisajistas y calígrafos, con unos cuantos trazos de la brocha, algo de tinta y un pliego de seda o de papel, crean un paisaje con elementos no poco subjetivos.

La caligrafía —el arte de escribir con un pincel— en Corea es tan antigua como la introducción de los caracteres chinos. Las caligrafías sirven menos de adorno que para iluminar las sombras que nos rodean. El artista coreano entiende que debe realizar un cuadro, un paisaje, con un conjunto de caracteres.

Corea alberga una no escasa lista de pintores, calígrafos y escultores extraordinarios. Cito sólo una obra que da testimonio de la fuerza plástica de Corea: el (Irworobongdo) biombo en tinta sobre papel, conocido como "El sol, la luna y las cinco montañas". Ese paisaje representa la concepción del Universo basada en la complementariedad del yin y el yang y los cinco elementos, así como la tierra coreana bendecida y en armónico equilibrio.

Hay pocas disciplinas en las que se funden mejor el arte y la industria como en la cinematografía; y desde hace más o menos un cuarto de siglo, Corea es poseedora de una cinematografía excelente. Así lo revela la cantidad de filmes que producen año con año, el número creciente de aficionados —la contraparte del filme— y, desde luego, a los cineastas de ese país que cada vez obtienen más reconocimiento internacional.

La industria cinematográfica coreana produce cada año algunos cientos de cortometrajes y varias decenas de largometrajes. Los melodramas son favoritos del público coreano, pero la riqueza temática abarca todos los aspectos de la vida. Sólo para ejemplificar la calidad de la cinematografía coreana del presente, menciono a tres de sus mejores realizadores: Park Chan-wook, Kim Ki-duk y Lee Chang-dong.

No es improbable que los lectores hayan visto ya la famosa trilogía cinematográfica de la venganza de Park Chang-wook: "Sympathy for Mr. Vengeance", "Old Boy", "Sympathy for Lady Vengeance", además de otras, desde luego. "Área de seguridad común" fue el filme que le dio fama inicial. Kim Ki-duk es el creador de algunos monumentos cinematográficos, como es "Las estaciones de la vida". Su cinematografía forma parte de la vanguardia del cine coreano. "Animales salvajes", "La puerta azul", "El guardacostas", son algunas otras de sus obras. El maestro Lee Chang-dong ha dirigido, entre otras, "Poesía", "Oasis", "Green Fish", "Peppermint Candy", "Secret Sunshine"...

VI

El panorama social y cultural de Corea es vigoroso y alentador, si nos atenemos a todas las señales que advertimos. Persiste el nada fácil problema de la reunificación de la península. Es ése un riesgo latente. Pero seguramente se hallarán las vías del entendimiento para una solución pacífica y tranquila. Se requiere para ello de constancia y paciencia, dos virtudes que los coreanos conocen bien.

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