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México y la cuenca del pacífico

versión On-line ISSN 2007-5308

Méx.cuenca pac vol.5 no.13 Guadalajara ene./abr. 2016

 

Opinión invitada

La importancia actual y al futuro de la región Asia-Pacífico 1

Omar Martínez Legorreta* 

*El Colegio Mexiquense


Deseo agradecer el honor que me dispensaron los organizadores del Seminario Conmemorativo del 25 Aniversario del Departamento de Estudios del Pacífico (DEP), al invitarme a pronunciar la conferencia que abre el programa de actividades de esta efeméride importante, entre otras razones porque la institución que lo creó y abriga, la Universidad de Guadalajara, entre sus muchos méritos tiene el de estar a la vanguardia en la apertura de programas educativos y de investigación que son de importancia para el presente y el futuro de México.

Una muestra de lo anterior es que desde hace 25 años estableció un programa de investigación y estudios sobre un ámbito cuyo estudio desde hace muchos años debiera formar parte del "interés nacional" de México, o del estatal de cada una de las 11 entidades federativas que tienen costas en el Océano Pacífico, y no lo ha sido. Es muy reciente el despertar a la realidad que le impone su geografía y la vecindad internacional en sus orillas: México tiene un largo litoral sobre el Pacífico y, tan sólo por eso, todo lo que acontece en sus aguas y en sus orillas, cercanas y distantes, debiera interesarle, tanto más cuanto que lo que acontece en esa enorme cuenca oceánica, los proyectos para organizarla o dividirla, estudiarla, explotarla o conservarla, afecta, cada vez más, a su población, a su desarrollo, a su seguridad nacional, como quiera que ésa se defina o se mida, y a su futuro inmediato y al mediano y largo plazos.

Este año está lleno de conmemoraciones importantes, además de la que hacemos con este Seminario. Si vemos atrás, a la segunda mitad del siglo anterior, vemos que pasados 70 años de que terminó la Segunda Guerra Mundial, llamada también la Guerra del Pacífico, en la región Asia-Pacífico quedaron huellas profundas que dificultan hoy las relaciones internacionales y la cooperación, en particular entre China, Corea y Japón, los vecinos del noreste de Asia, así como en las naciones agrupadas en la ANSEA. El problema se refiere a la actuación de Japón durante su ocupación militar en esos países, principalmente las tragedias humanas de la Masacre de Nanjing y de las mujeres coreanas enviadas para solaz de las tropas en las zonas ocupadas.

Hace 20 años, cuando se recordó el 50 aniversario del final de esa guerra, Japón, por voz de su entonces primer ministro Tomiichi Murayama, se disculpó por las atrocidades cometidas durante la guerra. La exigencia desde hace varios años de que esa disculpa se refiera, específicamente, a esos dos asuntos, sigue dificultando un avance en la mejoría de las relaciones entre los tres países del noreste de Asia. Existe una terca persistencia de los elementos más radicales, políticos e intelectuales japoneses que impiden una revisión de la historia de aquellos años, una que satisfaga a las élites gubernamentales e intelectuales coreanas y chinas que insisten sobre el mismo tema. Con mayor conciencia, el actual emperador de Japón, Akihito, en su discurso conmemorativo del 50 aniversario de la derrota, fue más allá de lo expresado por el actual primer ministro Abe, y dio sus sentidas condolencias por el terror y daño que causó su país a la región. Hace 70 años que se lanzaron bombas atómicas contra ciudades japonesas habitadas.

¿Acaso no es tiempo de dejar atrás rencores históricos que impiden que su población actual y futuras generaciones disfruten los beneficios que traería la cooperación mayor entre los tres países que conforman el noreste de Asia, la subregión más importante para toda Asia-Pacífico? ¿No es tiempo de considerar seriamente el ejemplo que sentó Europa sobre la herencia de la misma guerra? Se necesitan estadistas audaces y un concepto especial del significado del perdón entre las naciones. Los vecinos de Japón no le pueden exigir que pida perdón una y otra vez. La historia de esa guerra, según la escribe y enseña cada país, corre el riesgo de perpetuar el odio en las generaciones futuras. Así lo dijo recientemente el primer ministro de Singapur; ésa es también la opinión de los países del sudeste de Asia, los de la ANSEA.

Hace 50 años estábamos en plena Guerra Fría. El panorama estratégico mundial lo definían dos grandes potencias: la Unión Soviética y Estados Unidos. Ambas potencias se enfrentaban en varios lugares, como en la crisis de los proyectiles nucleares de Cuba, tan cercana a nuestro país, y no había prácticamente países no alineados. En Asia ese conflicto se manifestaba en la Guerra de Vietnam, donde el bombardeo de Vietnam del Norte por Estados Unidos se inició hace 50 años, en marzo de 1965, así como la tensión constante del congelamiento aparente del conflicto en la península coreana. La unificación se logró, se venció al invasor y hoy existen relaciones diplomáticas y un Tratado de Libre Comercio (TLC) entre ambos países.

En ese entonces China no figuraba como una potencia de peso en la región ni al nivel mundial. La República Popular estaba inmersa en sus propios problemas ocasionados por la Revolución Cultural, pero sus vecinos del sudeste de Asia pensaban que era un peligro para su seguridad, pues sufrían el apoyo que daba a los movimientos comunistas de insurgencia en varios de ellos, encaminados a derrocar a los gobiernos por las armas. En 1967 se unieron cinco de esos países para formar la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia, la ANSEA, que llegaría paulatinamente a ejercer un papel muy importante en la región.

Japón, de enemigo, se convirtió en el aliado más importante de Estados Unidos en Asia, por medio del Tratado de Seguridad Mutua que atendía la seguridad estratégica de toda la región. En los decenios de los sesenta a los ochenta, Japón se convirtió en la potencia económica mayor de la región y su dinamismo y crecimiento vigorizaron a la parvada de "gansos voladores" que, en su seguimiento, levantaron el vuelo como las "nuevas economías en desarrollo": Corea del Sur, Hong Kong, Taiwán y Singapur. Seguirían más tarde las "economías de nueva industrialización", todas en el sudeste de Asia. La crisis económica de 1997 afectó fuertemente a esas economías; Japón, en crisis desde 1991, presentó las iniciativas más efectivas para combatirla pero se estrellaban contra la oposición de su aliado principal, Estados Unidos. Hoy, las relaciones internacionales más importantes en el este de Asia son las de Japón y China; los problemas entre ambas se resumen en dos capítulos: historia y seguridad.

Los años noventa vieron un cambio en la configuración del balance estratégico de seguridad y crecimiento económico de la región. Los factores principales de ese cambio fueron el fin de la Guerra Fría y la desaparición de la Unión Soviética como una de las dos superpotencias; su implosión, se dijo, significó la desaparición del "socialismo real" como opción a seguir en la construcción del desarrollo de varias naciones. El año en que se fundó el DEP, la potencia económica más importante en la región, Japón, se declaró en crisis económica y Estados Unidos se proclamó como la única superpotencia global, encargada de garantizar la seguridad estratégica y económica en Asia y el Pacífico, donde el peso de sus intereses definía la importancia global de la región. Habíamos llegado al "Fin de la Historia" según decretó un académico de ese país (Francis Fukuyama). Sin embargo, el deterioro gradual de su influencia y su presencia en ese mismo ámbito marcó su declinar. El "Siglo Americano" llegaba a su fin.

En el nuevo siglo XXI, contra todo lo esperado, la historia mundial entró a una nueva etapa: la guerra contra el terrorismo internacional. El ataque a las torres del Centro Mundial de Comercio en Nueva York en 2001, inició la primera centuria. Apareció el terrorismo de la jihad, el movimiento pseudo-religioso nacido de una perversa desviación del Islam. La esperanza de que la cooperación internacional campearía, cayó con el inicio de las nuevas guerras del contraataque. La invasión de Irak y la persecución del líder de Al-Qaeda que decretó el gobierno del presidente George W. Bush de Estados Unidos, dieron la tónica de lo que sería el nuevo siglo.

La persecución y ejecución del líder de Al-Qaeda, Osama bin Laden, no liquidaron ese movimiento. El terrorismo religioso reapareció, en forma más virulenta, en el ISIS. Más de 20 mil jóvenes ilusos, desocupados y discriminados viajaron a unirse a ese movimiento en Irak y Siria, donde han proclamado su Estado islámico o califato. Abu Bakar al Baghdadi, su líder, desde su prisión envió un nuevo llamado utilizando hábilmente los medios de comunicación y la Internet, para convocar a jóvenes mahometanos de Europa, Estados Unidos, Asia y Australia, a la Hijra, emigrar al nuevo Estado para pelear ¿por qué causa? En el sudeste de Asia están las naciones de población más numerosa y de mayoría islámica: Indonesia, Malasia y el sur de Filipinas; hoy allí está el centro de reclutamiento más importante para el ISIS.

En el nuevo siglo, "el siglo de Asia", la economía internacional guiada por la bonanza del petróleo principalmente, se vino abajo y las finanzas internacionales, apegadas a los dictámenes de las instituciones residuo del sistema de Bretton Woods, con la crisis inmobiliaria que se inició en las grandes corporaciones de Wall Street, se convirtieron en 2008 en la más severa crisis económica mundial. Ahora, una nueva crisis petrolera nos azota, más la desaceleración de la economía china, que afecta a todo el mundo.

En Estados Unidos, el gobierno del presidente Barack Obama sucedió al de Bush en 2009. Al terminar su primer mandato, cuando se refirió como "liquidados" a los conflictos de Irak y Afganistán, tan costosos en recursos económicos y vidas humanas, y en campaña para obtener su reelección en 2012, definió en términos precisos una serie de políticas englobadas en la definición de su nueva política exterior que tomaba como "pivote" al Asia, y más precisamente al Asia-Pacífico, donde el monto de su déficit lo empuja a buscar en la región del crecimiento económico más acelerado, la recuperación de su preeminencia económica y estratégica. En ambos aspectos necesita a Japón como su aliado más importante, para contener a China.

Estamos en el retorno de la geopolítica al primer plano. Esta vez el factor determinante en el nuevo balance estratégico establecido en la región es China. Su crecimiento acelerado la ubica actualmente como la segunda potencia económica en la región y al nivel mundial. Es el socio económico y comercial más importante, o el segundo en importancia, para todos los países de Asia-Pacífico, incluida América Latina. La interdependencia de China al nivel mundial ha crecido, tanto por su importación de recursos naturales como por el tamaño de su mercado, sus exportaciones de mercancías, en tecnología o en inversiones. En igual forma ha crecido su interés en hacer amigos y socios e influir en resultados, así como en su habilidad para hacerlo.

China continúa creciendo y afianzando su poderío militar. El gobierno del presidente Xi declaró que China será una potencia marítima, así como una potencia pacífica (y del Pacífico). A mediados del mes de mayo del presente año participó, por primera vez, en ejercicios marítimos conjuntos con Rusia en el Mediterráneo. Hasta ahora China actúa dentro de los parámetros del orden internacional actual, pero la clave de la continuidad de su ascenso pacífico está en la relación que mantenga con Estados Unidos.

La relación entre ambas potencias no es semejante a la que se daba entre Estados Unidos y la Unión Soviética. No se trata de un juego de "suma cero". Desde luego existen aspectos de competencia entre ambos, hay una mayor interdependencia y grandes oportunidades de beneficio mutuo. China es el segundo socio comercial de importancia para Washington, el primero es Canadá, y es también el acreedor extranjero mayor de Estados Unidos, al tener la mayor cantidad de Bonos del Tesoro de ese país, que es, a su vez, el mayor proveedor de tecnología para China, así como es el país en cuyas universidades e institutos de investigación estudian más de 250 mil estudiantes promisorios, entre quienes se cuentan muchos hijos de los principales funcionarios y miembros de la élite económica y política china. Uno y otro país se necesitan para cooperar en la solución del problema del calentamiento global, la proliferación nuclear y otros problemas mundiales.

En el ámbito de Asia-Pacífico todos los países asiáticos esperan que las relaciones entre China y Estados Unidos sean positivas y ven con satisfacción que los gobiernos de ambos países sucesivamente procuran mantener esa relación así, a pesar de los problemas que surgen de las posiciones nacionalistas que se dan en cada uno, y de los roces inevitables que se producen continuamente. Ninguno de los países asiáticos desea tomar partido, o tener que escoger entre cualquiera de los dos lados.

La competencia entre grandes países es inevitable, lo que preocupa es qué tipo de competencia se registra. Un modelo preferible sería el que esa competencia fuera dentro de las normas internacionales en uso, un campo en que las potencias puedan incrementar su influencia. En Asia ese ejemplo se da en la forma como China está muy activa en aumentar su cooperación y hacer amigos en toda Asia por medio del marco de referencia de su Acuerdo de Cooperación concluido con la ANSEA, o mediante las iniciativas chinas, anunciadas en 2014, del Cinturón Económico Terrestre, trazado sobre las sendas de la mítica Ruta de la Seda, para enlazar a Europa vía el Asia central, y la complementaria Nueva Ruta de la Seda Marítima, que inició con todos sus vecinos hacia el sudeste y el sur de Asia, incluyendo a la India.

Para apoyar esta iniciativa era necesario contar con una fuente especial de financiamiento, y China la inició al convocar la creación del Banco de Inversiones en Infraestructura de Asia (Asian Infrastructure Investment Bank), con sede en Beijing, al cual destinó una aportación inicial de 40 mil millones de dólares. Ese proyecto ya iniciado, al que se han afiliado 57 países desarrollados y en desarrollo, europeos y asiáticos, ciertamente aumentará la influencia mundial de China, puesto que pretende resolver un problema real y urgente: la necesidad de tener mayor infraestructura en Asia para el desarrollo de la región. Ésta es una forma de que China participe de un modo constructivo en el orden internacional, junto con los otros países y sociedades. Otro proyecto más fue el establecimiento del Banco de los BRIC.

Esto nos permite tener presente la incertidumbre actual del grupo de los BRIC, al que pertenecen China y la India. El Fondo Monetario Internacional prevé que la economía de India crezca a una tasa de 7.5% para 2016, superando el crecimiento de China por primera vez en 10 años. Estima que la economía china crecerá 6.8% en este 2015, mientras que Brasil y Rusia se contraerán 1.5 y 3.4% respectivamente, según el mismo FMI. Sin embargo, con la crisis de China estas cifras es posible que ahora ya no sean tan halagüeñas.

Ganar influencia, como lo hace China, es la misma forma como Estados Unidos y los países europeos influyen en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, es así como Japón actúa en el BAD (Banco Asiático de Desarrollo). Esa manera se considera aceptable, por lo que muchos países dieron la bienvenida al proyecto del AIIB y se afiliaron como miembros fundadores, no sólo los asiáticos sino también lo hicieron Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Australia y otros más que consideran con interés la posibilidad de adherirse. ¿Le interesaría hacerlo a México respecto a la importancia de su relación económica con China y la ANSEA? ¿Cómo podemos explicarnos que las recientes devaluaciones del yuan o renminbi, respecto del dólar estadounidense, que golpearon al peso, hagan depender nuestra recuperación únicamente de la recuperación de la economía de Estados Unidos? Parte de la respuesta está en si se abre a revisión el funcionamiento del TLCAN.

Estados Unidos insiste en la recuperación de su presencia en Asia; en lo económico utiliza el proyecto del TPP (Transpacific Economic Partnership Agreement, la Asociación Económica Transpacífica), para lo cual el presidente Obama obtuvo la autorización de su Congreso para firmarlo. ¿Se trata de ampliar el TLCAN al Asia-Pacífico, que muchos previeron en el Consejo de Cooperación Económica del Pacífico (PECC)? Sin embargo, para poder concluir las negociaciones del TPP, Washington necesita firmar un TLC con Japón, para lo cual se reanudaron las negociaciones. Ese TLC es la última barrera a salvar para terminar las negociaciones del TPP. En esas discusiones participa México: ¿cuál será el costo de su asociación a ese acuerdo? ¿Cancelará el TLCAN, y qué ganará México? En ese proyecto no participa China, porque tiene su propio proyecto sobre la región.

En respuesta al TPP, la ANSEA anunció en 2010 el inicio de las negociaciones de un acuerdo económico regional, más afín a sus condiciones e intereses, que llamó el Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP), que suma a los 10 países de la ANSEA más Australia, Nueva Zelanda, India, Japón, Corea del Sur y China, 16 economías desarrolladas y en desarrollo. En ese proyecto no figura Estados Unidos; su líder es China.

Recordemos que existe también otro modelo de competencia, en el que es más difícil encontrar arreglos, uno en que ganen todos y en el cual los resultados negativos sean más difíciles de evitar. El ejemplo está en los actuales conflictos por las reclamaciones territoriales en el Mar del Este de China y en el Mar del Sur de China, conflictos que se agravan periódicamente por los episodios de ocupación entre China y Japón de las Islas Senkaku/Diaoyutai, en las que uno y otro país perforan para buscar petróleo y gas, erigen torres de observación y hacen desembarcos que refuerzan su presencia militar.

Esos actos provocan reacciones de parte de Estados Unidos contra las actividades de China y por ello este último aumentó sus ejercicios navales cerca de las Islas en disputa con vuelos de reconocimiento y ha indicado que no aceptaría hechos consumados unilaterales de recuperación de territorios. Con esto todos los países, sean reclamantes o no, actúan conforme a sus propios intereses.

Los países que no están directamente involucrados en las reclamaciones, tienen sin embargo el mayor interés en mantener la estabilidad de la región. Por las aguas del Mar del Sur de China y por encima de éstas, cruzan todas las comunicaciones. El comercio y transportes transcurren por ese mar, sus barcos y aviones lo hacen bajo las normas de libertad de navegación existentes según los tratados internacionales. El Mar del Sur de China y los Estrechos de Malaca y Sonda son arterias vitales para la existencia de todos los países de la región, a las que se debe agregar a la India, cuya vitalidad la definió como una parte muy importante de Asia-Pacífico.

Por otra parte, en la región se espera que la ANSEA y China concluyan un "Código de Conducta en el Mar del Sur de China" lo antes posible, que rompa el círculo vicioso y evite los conflictos que llevarían a choques. Si los países reconocen la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, ése sería el mejor resultado. Si no, si los choques armados continúan y aumentan escalando a un conflicto mayor; si este conflicto se arreglara con la fuerza del más fuerte se sentaría un precedente negativo; el orden en la región no puede sostenerse por la fuerza. Se requiere construir la legitimidad en el orden internacional, así como un cierto balance del poder que deberá darse entre China y Estados Unidos.

En segundo lugar, en la región vienen la integración y la cooperación. Sobre esos temas no se hablaba hace 50 años. Entonces llegaba a su fin la descolonización y se formaban nuevos países. La mayoría de los nexos internacionales y los arreglos de mercado en la región eran con las antiguas metrópolis de los países, pero no entre sí, dentro de la región. La cooperación se daba sobre aspectos de seguridad, las alianzas militares, conforme lo exigía la Guerra Fría. La Península Coreana estaba al borde de la guerra entre el Norte y el Sur. China y Taiwán estaban en guerra, con el cañoneo cada tercer día sobre el Estrecho de Taiwán, entre Kiumen y la costa del continente. La Guerra de Vietnam crecía y estaba el conflicto de baja intensidad entre Indonesia en su Konfrontasi contra Malasia. La ANSEA no existía todavía y las condiciones en el sudeste de Asia no eran las más propicias con el conflicto entre Malasia, Indonesia y Filipinas entre sí.

Hoy se puede ver que en la Península Coreana continúan los problemas, pero la tensión entre China y Taiwán decreció considerablemente, China se convirtió en el socio comercial más importante de Taiwán. Más de un millón de taiwaneses viven y trabajan en China, pero Taiwán continúa con el problema de su identidad y su relación a largo plazo con China. Un factor de estabilidad es el hecho de que todos saben que el tema de la independencia de Taiwán ya no se discute, lo que elimina la posibilidad de un movimiento independentista.

El comercio intrarregional creció. La mayor parte de ese comercio es con China, pero también es posible decir que ha crecido el comercio entre el noreste y sudeste de Asia. En los últimos 10 años el comercio entre la ANSEA y Japón se duplicó, en tanto que el comercio entre la ANSEA y Corea del Sur creció en cinco veces. Para México son socios estratégicos Japón, China y Corea del Sur, mediante los acuerdos económicos respectivos.

En el sudeste de Asia los países continúan acercándose y los antiguos adversarios se reúnen en la ANSEA y trabajan en lograr la integración regional. Este año la ANSEA celebra su 48 aniversario y sus integrantes tienen ante sí una amplia agenda para dialogar y cooperar. La Asociación tiene una lista considerable de logros obtenidos en la búsqueda de oportunidades en que todos ganen en la participación económica más cercana, con la mira de establecer este mismo año la Comunidad ANSEA, en la que se resuelvan problemas que afectan a la región, como el de la polución transfronteriza que causan los incendios forestales inducidos, o los desastres naturales que causan los tifones y los tsunamis.

Un ejemplo de esa cooperación regional tan necesaria es la reciente crisis humanitaria causada por el tráfico de personas rohaingya y de bangladeshis que ocasionó que muchos se embarcaran para sufrir y morir tanto por las terribles condiciones en las embarcaciones, como por el maltrato de los traficantes, en realidad quienes los secuestraron. Este problema ocasionó una gran presión sobre los países a los que arribaron: Malasia, Tailandia e Indonesia. La solución requiere de una respuesta en los orígenes de donde salieron y no sólo en el mar. También exige que los países actúen con decisión contra los traficantes y pongan un alto a esa banda del crimen organizado regional. Miran cómo se resuelva, mediante la cooperación, la crisis de los refugiados de Siria e Irak que llegan a Europa.

Éste es un imperativo actual, sobre todo en vista del proyecto chino de la Ruta de la Seda Marítima, cuya realización será, necesariamente, utilizando las rutas marítimas tradicionales que pasan por los estrechos de Malaca y Sonda para entrar en el Océano Índico y enlazar las terminales marítimas en los puertos de las costas de Myanmar, Bangladesh y el subcontinente indio, alrededor del cual navegan los buque-tanques que transportan petróleo y otras materias primas, hasta la nueva terminal marítima del Gwadar en Pakistán, donde avanza a su conclusión el más importante oleoducto y gasoducto del proyecto del Cinturón Económico Terrestre de la Ruta de la Seda, que además de suministrar petróleo y gas a Pakistán, penetrará hacia el oeste de China.

Ese ambicioso proyecto chino, que está ya en ejecución y avanza para enlazar a China con el Asia central y el Medio Oriente para llegar a Europa, cuenta, en cada caso, con el apoyo convencido del gobierno de cada país que atravesará esa enorme red de oleoductos y gasoductos, paralela a las obras de infraestructura de carreteras, presas y centrales eléctricas y otras obras que renuevan el concepto de la antigua Ruta de la Seda. El reciente reencuentro de la amistad entre China y Rusia lo avalan.

Los depósitos de litio descubiertos recientemente en Afganistán, así como otros importantes yacimientos de materiales y elementos necesarios para el desarrollo científico y tecnológico de la zona, son de gran importancia para el Occidente. Igualmente importantes son los bosques maderables de Siberia, los yacimientos de hierro de Mongolia, el petróleo de Kazajstán, el gas de Turkmenistán y el cobre también de Afganistán, son todos elementos que viajarán directamente a China, al mismo tiempo que impulsarán el crecimiento de esos países a través de la enorme red de infraestructura destinada al desarrollo de las regiones más pobladas de Eurasia.

Algunos observadores internacionales piensan que ésta es una nueva versión de lo que se conoció como el "gran juego" de los años finales del siglo xix, relacionado con la ambición de todas las potencias europeas de obtener los valiosos recursos naturales del Asia central para lograr su supremacía. Ahora, China abre el camino más amplio para el Asia central rumbo a Europa y tanto ese continente como toda el Asia-Pacífico pueden colaborar al éxito del proyecto de esa Nueva Ruta de la Seda para unir el Oriente con el Occidente. Debe verse como un gran esfuerzo para transformar el Asia central, de ser una región de Estados "cojín" entre el Este y el Oeste, a ser un corredor de comunicación entre ambas partes. Si consideramos la historia del siglo XX, en especial en lo que se refiere al este de Asia, se debe reconocer que, como antes, los gobernantes chinos consideran a Eurasia como la fuente rica de recursos naturales para alimentar su economía tan pujante, región a la que geográficamente pertenecen.

En México y en América Latina, así como en los países de Norteamérica, se deben considerar cuidadosamente las posibilidades de participar en los beneficios que, al mediano y largo plazos, les representará la realización de esos proyectos iniciados por los países asiáticos. Más que seguir pensando al estilo de los días de la Guerra Fría, en que esas iniciativas y avances chinos en el Asia central y en África representan una nueva forma de colonialismo, los gobiernos deben poner a sus expertos a pensar, imaginar y planear las formas de cómo toda esa extensa red de comunicaciones terrestres y marítimas pueden aprovecharse para aumentar el desarrollo de nuestra región. La respuesta que surge de inmediato es mediante la cooperación tanto entre los países latinoamericanos costaneros del Pacífico, más Argentina y Brasil, como con los Estados desarrollados del Pacífico sur, Australia y Nueva Zelandia, así como con los miembros de la ANSEA y las tres grandes economías del noreste de Asia e India, para que esa cooperación les permita ser considerados como socios importantes en la ejecución de aquellos magnos proyectos.

El XXI es el siglo de Asia-Pacífico indudablemente, y México y los otros países latinoamericanos deben considerar y trabajar sobre las mejores formas de construir esa cooperación. Otra forma importante es observar muy de cerca los proyectos paralelos que se han iniciado en el este de Asia, en particular en el AIIB, el Banco de Inversiones en infraestructura de Asia, participar en su membresía, así como en fortalecer los lazos de amistad y cooperación con la ANSEA. La OEA debiera ser un observador activo en la ANSEA, así como los bancos internacionales regionales, el BID y el BAD. Los proyectos de integración económica entre los países latinoamericanos, tan disímbolos, debieran observar y aprender lo que puede lograr la unión.

Obligado por las condiciones que le impusieron su aceptación y participación en las negociaciones del TPP, el Gobierno mexicano tuvo que revisar en unos casos, y negociar y firmar, por vez primera, en otros, acuerdos comerciales o TLC con países asiáticos y latinoamericanos. Con estos últimos las iniciativas que llevaron a esos acuerdos inspiraron la iniciativa de la Alianza del Pacífico. En ella se afilian otros, además de México, Chile, Perú y Colombia, y los acuerdos que alcanzan sus líderes en sus reuniones, en la práctica dan resultados tangibles de cooperación y facilitación de las relaciones económicas y comerciales. Esto hizo que otros países latinoamericanos, y algunos europeos y asiáticos se hayan unido como observadores a esa Alianza. De interés para el tema de esta conferencia, es el hecho de que la Alianza se acerca ahora a la ANSEA, y es recíproco el interés que muestran los países participantes en ambos organismos para aprender "las mejores prácticas" que cada uno ha logrado, así como para incrementar y afianzar sus intercambios comerciales y de otro tipo.

Desde hace más de 20 años, entre varios amigos y colegas asiáticos y yo, entonces el único observador por México en las reuniones iniciales de la cooperación transpacífica, hablamos de la necesidad de un acercamiento entre el sudeste de Asia y América Latina, debíamos conocernos mejor. Acordamos iniciar el acercamiento primero entre el sector académico, universidades e institutos de investigación latinoamericanos, con sus contrapartes en el sudeste de Asia. Una primera reunión preparatoria se reunió en Beijing, en 1997, al terminar el seminario del PECC. El proyecto que se presentó entonces fue aprobado con entusiasmo por los 17 participantes de las dos partes.

El programa para los encuentros sucesivos lo coordinarían: por América Latina el autor, desde El Colegio de México, en tanto que por el sudeste de Asia lo haría el desaparecido amigo y reconocido economista de Indonesia, director ejecutivo del CISS de Yakarta, Hadi Soesastro, conocido en toda la región como Mr. Pacific, por su visión y constante aportación de iniciativas sobre los temas que consideraba el Foro para la Cooperación Económica del Pacífico (PECC), del que surgió el APEC. Debido a la incomprensión y celos entre colegas en nuestra orilla, ese proyecto no se logró. Hace algunos años fue el primer ministro de Singapur, Goh Chok Tong, quien habló de la necesidad de ese acercamiento, entonces se le hizo caso y se inició un foro de patrocinio y participación gubernamental. Me pregunto si aquel proyecto más académico, destinado al intercambio de profesores y estudiantes, con la visión de los dirigentes de la Universidad de Guadalajara, la labor de su Departamento de Estudios del Pacífico, el apoyo del Gobierno del estado de Jalisco y el patrocinio de la Secretaría de Relaciones del Gobierno federal, podría lograrse.

Desde los años finales del pasado siglo, en que los resultados de la Guerra Fría y la voracidad empresarial de las multinacionales norteamericanas pronunciaron conjuntamente la liquidación de la bipolaridad y la supremacía de la única superpotencia que se encargaría de guiar el futuro mundial, los estudios sobre las relaciones internacionales parecieron entrar en declinación y marchar a su extinción. La forma como esos estudios se habían dado en aquellos años terminaba, lo que hizo que los "sovietólogos", "sinólogos", "latinoamericanistas", los expertos sobre Europa del Este y Europa Occidental, etc., empezaran a considerar otros enfoques a sus estudios y a cambiar sus proyectos. La disciplina de las relaciones internacionales se había dedicado más a los estudios estratégicos y de seguridad que a otros aspectos.

Sin embargo, una muestra de aquel concepto, el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, con sede en Londres, se renovó con la creación del "Diálogo Shangri-La". Sus reuniones anuales en Singapur revisan el estado de las cuestiones estratégicas y de seguridad en Asia, del que forman parte, además de China, Rusia, los países de la ANSEA, Australia y la última adición, la India, por medio de los secretarios y ministros de Defensa, así como los altos mandos de las fuerzas militares de cada país. La esperanza está en lo más notable: que juntos discuten los riesgos y posibilidades de la escalada de los conflictos locales y logran acuerdos e intercambian información.

Hay un nuevo rumbo para el estudio de las relaciones internacionales, el estudio de la cooperación internacional y las múltiples modalidades que ésta adopta, o puede adoptar, entre los países más adelantados y los que luchan por sacar de su atraso a sus poblaciones. La región Asia-Pacífico, como toda Eurasia y las Américas, entran en esa nueva órbita y, por lo tanto, los programas de estudio sobre las relaciones internacionales, que toman una inspiración e ímpetu renovados, deben ser revisados y puestos al día de acuerdo con esta tendencia.

Esos programas deben ser formulados de tal forma que ofrezcan un menú atractivo para los jóvenes estudiosos a quienes importa saber cómo y de qué maneras pueden aportar sus ideas y entrar a proyectos de cooperación en aquellos aspectos que más les interese. Hoy el futuro del planeta es el punto central de toda reflexión, individual o conjunta que se haga, y la cooperación internacional que ahora hace que universidades e institutos de investigación ubicadas en el ámbito del Pacífico, en sus orillas continentales e insulares, organicen y abran programas que ofrecen numerosos apoyos a los estudiantes que seriamente deseen dedicar su futuro a esta importante disciplina, cuya finalidad es asegurar la supervivencia y desarrollo de nuestras poblaciones, la reorganización de las sociedades y el ascenso de la importancia de la mujer y nuevas oportunidades para los jóvenes, en un medio más propicio y menos proclive a aceptar proyectos de dominación. Nuevos problemas esperan a los estudiosos: la migración internacional, los refugiados y migrantes ilegales y los problemas de la demografía. El significado del "empoderamiento" de la sociedad. Temas éstos que también urgen a México. Más que otro, el siglo XXI debe ser de la cooperación internacional.

Sabemos que el centro de gravedad de la economía mundial se trasladó al Asia-Pacífico, por lo que también sus problemas afectan a todo el mundo. Por esa razón podemos preguntarnos: en las instituciones educativas ¿qué tanto de Asia-Pacífico sabemos en México? Esperemos que en la reforma de la educación que ahora se impulsa, ese tema haya quedado incluido.

Asia-Pacífico, a la que México pertenece, es, por ello mismo, la región más importante en el siglo presente. Debemos alentar a nuestros jóvenes a estudiarla, a viajar por ella y conocerla, a recibir a sus estudiantes para realizar sus aspiraciones en ese medio. Renovemos el currículum de estudios sobre Asia-Pacífico, abramos nuevas cátedras e intercambiemos profesores e investigadores. Incluyamos a México, con conocimientos, como un participante informado y activo en las oportunidades de ahora y los años subsecuentes. En ello está parte de su supervivencia ante lo incierto.

Por todo ello, y mucho más que no se ha dicho, celebramos el acierto de la Universidad de Guadalajara de iniciar estudios sobre esa área geográfica tan importante para México y deseamos larga vida y mayores logros al DEP de esta institución.

¡Muchas gracias!

1Conferencia magistral en el 25º aniversario del Departamento de Estudios del Pacífico, del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara, 21 de septiembre de 2015.

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