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México y la cuenca del pacífico

versión On-line ISSN 2007-5308

Méx.cuenca pac vol.3 no.7 Guadalajara may./ago. 2014

 

Análisis

La participación de fray Luis Sotelo y los japoneses de la Misión Hasekura

Ma. Cristina E. Barrón Soto1 

1 Universidad Iberoamericana, Departamento de Estudios Internacionales, México. Correo electrónico: cristina.barron@ibero.mx


Resumen

La finalidad de este artículo es ofrecer una breve explicación del destacado papel que el franciscano Luis Sotelo desempeñó en la Misión Hasekura; para alcanzar sus propósitos misioneros y aumentar las conversiones en Japón, logró conjuntar sus intereses con los objetivos comerciales de Date Masamune. Asimismo se hará un recuento, muy general, de los avatares que sufrieron los japoneses que participaron en esta empresa.

Palabras clave: relaciones transpacíficas; Misión Hasekura; Date Masamune; fray Luis Sotelo; cristianización

Abstract

The purpose of this article is to offer a brief explanation of the prominent role played by the Franciscan Luis Sotelo in the Hasekura Mission; to reach their goals and increase conversions in Japan, he managed to combine their interests with the business objectives of Date Masamune. It also will count very general avatars suffered by Japanese company involved in the mission.

Keywords: transpacific relations; Hasekura Mission; Date Masamune; Luis Sotelo; christianization

En 1582 Alejandro Valignano, el visitador general de la Compañía de Jesús para Asia, envió a Roma una embajada de cuatro jóvenes conversos a nombre de tres daimyō(s):2 Ōtomo Yoshishige (don Francisco), Ōmura Sumitada (don Bartolomé) y Arima Harunobu (don Protasio) todos ellos señores menores de la región de Kyūshū en el sur del país. Es posible que imitando dicha empresa, en 1613 el franciscano Luis Sotelo haya orquestado la vistosa Misión Hasekura enviada por Date Masamune; a diferencia de los mencionados señores, este religioso estaba apoyado por uno de los daimyō más poderosos de Japón cuyos señoríos, en la región de Tōhoku al noreste de la isla de Honshū, abarcaban casi la cuarta parte de la isla con una notable capacidad productiva que incluía, entre muchos otros recursos, minas de oro y plata.

Con esa embajada Valignano quería poner de manifiesto los frutos misioneros de los jesuitas; sin embargo, lo que el visitador perseguía era la prohibición del paso de los mendicantes de Manila a Japón. En otras palabras, que le concediera a la Compañía de Jesús la exclusividad de la actividad misionera en ese país, concesión que obtuvo, a principios de 1585, por medio del breve Ex Pastorali Officio emitido por Gregorio XIII.3 Breve que los mendicantes, en particular los franciscanos, después de sostenidas argumentaciones lograron que Paulo V lo derogara, en 1608, mediante el breve Apostolicae Sedis.

Pese a dicha prohibición, los franciscanos recurrieron a las justificaciones religiosas que les permitieran extender su trabajo misionero hasta Japón y buscaron la forma para entrar a ese país; la ocasión se dio en 1594, cuando fueron enviados en calidad de embajadores por el gobernador de Filipinas, para poner en claro las pretensiones que el regente Toyotomi Hideyoshi tenía en aquella colonia española y se quedaron a misionar. A pesar de que salieron a raíz del “martirio de Nagasaki” de 1597, cinco años después su ingreso a Japón fue constante con el beneplácito del shōgun Tokugawa Ieyasu quien pretendía, además de la regularización del comercio con Filipinas y la participación en el lucrativo tráfico del Galeón de Manila, el establecimiento de la contratación entre Japón y la Nueva España. Es así que los franciscanos, sin buscarlo abiertamente como los jesuitas, llegaron al centro del poder; los intereses comerciales de las autoridades y los grandes daimyō(s) les habían abierto, a los mendicantes, las puertas para la cristianización de Japón.

Por su parte, el propósito de la Misión Hasekura obedecía tanto a intereses del mencionado señor feudal, Date Masamune, como del propio fraile, Luis Sotelo. Siguiendo la iniciativa de Ieyasu, el poderoso daimyō pretendía el establecimiento de la Contratación con la Nueva España, en otras palabras, el trato directo, en su caso, entre sus señoríos y México, y al igual, injerir en el comercio del Galeón de Manila, como le manifestó al fraile:

[…] holgaría que en su tierra hubiese puertos buenos y capaces para que nuestras naos, así de las Filipinas como de Nueva España, viniese a ello, que desde luego aseguraba el buen tratamiento y despacho; y que deseaba tener amistad con el rey nuestro señor y correspondencia con los virreyes de Nueva España (Gil, 1991).

Asimismo, apoyando en los intereses de conversión de Sotelo, Date también quería que se enviaran más religiosos para que predicasen en sus tierras, ya que la “florenciente” cristiandad de sus señoríos gozaba con todo su apoyo; hasta había publicado un edicto a favor de la “ley de Dios”,4 por lo que al igual pedía la creación de un obispado.

Es así que el 25 de enero de 1614 arribó al puerto de Acapulco el San Juan Bautista, un navío de 500 toneladas cuya capitanía inicialmente había sido confiada al experto navegante y gran cartógrafo Sebastián Vizcaíno. A cargo de la Misión estaba Hasekura Rokuemon Tsunenaga y lo acompañaban un nutrido grupo de japoneses, entre samurai(s), comerciantes y hombres de servicio así como los franciscanos Diego Ibáñez, Ignacio de Jesús, Pedro Bautista y el protagónico fraile Luis Sotelo, quien muy pronto se puso al frente del navío ya que redujo al capitán a simple pasajero e incluso se puede decir que hasta asumió el liderazgo de la empresa, puesto que Hasekura se concretó a secundar las instrucciones del religioso (Mathes, 1973: 108).

A principios de 1611 Sebastián Vizcaíno había sido enviado a Japón como embajador del virrey de la Nueva España. Sin pasar por Manila, se dirigió al puerto de Uraga -cercano a Edo, centro del shogunato- y pese a las tormentas sufridas que dañaron seriamente al San Francisco, en un lapso de tres meses llegó a dicho puerto. El objetivo de la expedición era agradecer el buen trato dado a Rodrigo Vivero y Velasco, ex gobernador de Filipinas, quien en su derrotero de regreso a la Nueva España había naufragado en las costas japonesas de Kazusa en la región de Kantō. Tenía que devolver el préstamo otorgado a Vivero y pagar el valor del San Buenaventura que compró el virrey, Luis de Velasco, a nombre del rey y por supuesto debía entregar los regalos que tanto impresionaron a los Tokugawa, entre otros, el famoso reloj.5 Además, llevaba de regreso a la mayoría de los japoneses, encabezados por el comerciante Tanaka Shōzuke, que habían venido a México con el mencionado Rodrigo Vivero para aprender la navegación e informarse del comercio.

Por otra parte, Vizcaíno solicitaría el permiso para fondear en toda la costa del Pacífico nipón algunos puertos para encontrar los idóneos que sirvieran de apoyo para el Galeón de Manila en su derrotero a la Nueva España.

Después de la muerte de Toyotomi Hideyoshi, en 1600 se libró la batalla de Sekigahara que a pesar de que todavía no puso fin al largo proceso de luchas intestinas entre los daimyō(s), sí permitió que Tokugawa Ieyasu asumiera tres años más tarde el título de shōgun. Él adoptó una postura mucho más contemporizadora con los extranjeros, en especial con los religiosos hispanos, puesto que estaba interesado en adquirir los conocimientos de navegación para formar una poderosa marina, la tecnología de la extracción de plata utilizada en la Nueva España para hacer más eficiente su propia producción;6 también quería el establecimiento de la contratación con México para ampliar su mercado con el exterior. A cambio de todo ello ofrecía el apoyo portuario, que en su caso resultaría de mucha utilidad para el galeón en su prolongado y azaroso viaje, de hasta de seis meses, entre Manila y Acapulco.

Sin embargo, el proyecto fundamental de la expedición de Vizcaíno, que se tenía contemplado aun antes del regreso de Vivero y cuyos preparativos se estaban llevando a cabo, era la colonización de las islas Rica de Oro y Rica de Plata7 que debían encontrarse al noreste de Japón; dicho proyecto complementaría el realizado por el mismo Vizcaíno en las costas de California. El propósito era salvaguardar el predominio hispano en el Pacífico ante la amenaza de los holandeses, quienes en forma intrépida se habían hecho de las Molucas desplazando a portugueses y españoles de la región, y se abrían paso en Japón. Asimismo, se querían contrarrestar las pretensiones inglesas, quienes buscaban un paso entre el Pacífico y el Atlántico por el norte del Nuevo Mundo.

Con el beneplácito tanto del shōgun Hidetada como de su padre Ieyasu,8 Vizcaíno y el piloto Lorenzo Vázquez fondearon algunos puertos, desde Kyushū hasta Tōhoku, mismos que fueron registrados con la ayuda de pintores japoneses. Al igual, llevó a cabo la búsqueda de las mencionadas islas Rica de Oro y Rica de Plata, en más de una ocasión en medio de excesivas tormentas, razón por la cual el San Francisco resultó totalmente averiado.

Por su parte los holandeses en forma oportuna utilizaron las acciones de Vizcaíno para desprestigiarlo y generar la inquietud de que aquellas islas debían pertenecer a Japón e insinuar que los reconocimientos que hacía en los puertos eran acciones de espionaje. Más allá de la controvertida personalidad del embajador hispano, que dificultó el trato con las autoridades, los constantes e incisivos comentarios de los holandeses despertaron el recelo del shōgun y al cabo del tiempo lograron que Vizcaíno se quedara sin apoyo y cayera en desgracia hasta que se le prohibió construir otro navío para regresar a la Nueva España.

En 1600 los holandeses, capitaneados por el piloto inglés William Adams, habían naufragado en las costas de Hirado en Kyūshū. Gracias a sus buenos oficios, paulatinamente Adams, Anjin Miura, se convirtió en el extranjero de mayor confianza de Ieyasu, porque lo apoyó con su experiencia mercantil e incluso le construyó el San Buenaventura, en el que regresó Rodrigo Vivero a la Nueva España. Prácticas y conocimientos que portugueses y españoles se habían negado a dar.

Un grupo de comerciantes holandeses se habían presentado, en 1609, en una embajada a nombre de Mauricio de Nassau pidiendo permiso para abrir una factoría en Hirado, como se le acababa de otorgar a los ingleses y estaban dispuestos, entre otras cosas, a enseñarles el arte naval y marítimo y terminar con el monopolio luso de la seda china, en el que ellos tenían particular interés.9

Valiéndose de todo tipo de argucias, ingleses y holandeses fueron debilitando la influencia ibérica en la corte de los Tokugawa al esparcir rumores de que “los españoles envían a los reinos extranjeros a religiosos, los cuales hacen cristianos a muchos gentiles y después los sujetan y tiranizan, como […] en la Nueva España, Perú y otras partes” (Gil, 2012: 63). Los españoles por su parte trataban de persuadir a las autoridades de que era mejor la amistad con el rey católico que con los vasallos [neerlandeses] rebeldes, “hombres de mal trato y modo de proceder, que andan salteando por la mar [por lo que] no debía darles amparo ni abrigo en sus tierras.”10 Es así que perdían oportunidad para pedirle a Ieyasu que derogara el permiso comercial que les había concedido, a lo que él siempre se negó diciéndoles: “[los holandeses] tienen palabra de seguro mío hasta que en adelante huelgo de conocer sus ruines acciones”.11

Sin embargo, las afirmaciones de los holandeses no hicieron tanto daño, la mayor desconfianza sobre los españoles se generó producto de las acciones de cohecho perpetradas por Okamoto Daihachi (Pablo), un funcionario converso de la corte de Ieyasu.12 Delito que tuvo profundas consecuencias ya que paralelamente se descubrió que habían varios miembros de la Corte que eran conversos por lo que fueron privados de sus funciones, se les confiscaron sus bienes, se les encarceló y dos años más tarde fueron expulsados del país.13

Producto de esta situación, en junio de ese año de 1612 se emitió el edicto de prohibición del cristianismo, por lo que la iglesia y el convento de los franciscanos en Edo fueron destruidos; empero, Sotelo no respetó el mandato y continuó predicando, por lo que fue condenado a la hoguera. La tolerancia que en un principio había observado Ieyasu para con los iberos comenzó a decaer; no obstante, el interés del shogunato por el comercio exterior permitió que continuaran en Japón.

Los enfrentamientos vividos en Europa entre protestantes y católicos se reprodujeron en Japón; los intereses económicos y de dominio salieron a la luz entre los poderes protestantes, constituidos por holandeses e ingleses que incluso formaron una alianza defensiva en contra los poderes católicos de españoles y portugueses. Finalmente, fueron los neerlandeses a quienes se les permitió permanecer en la isla de Deshima pero en condiciones un tanto degradantes; para entonces el escenario había cambiado, en particular la relación con China, puesto que los Qing, a quienes la nueva dinastía en el poder reabrió sus puertas al comercio con Japón y ya no tenían la necesidad de un intermediario, como lo habían sido los portugueses, por años, en el tráfico de la seda.

Sebastian Vizcaíno conoció a Date Masamune14 días después de su llegada a Edo, el día de San Juan, cuando se dirigía a la iglesia a oír misa; el daimyō lo interceptó y por curiosidad le pidió que detonara sus armas; de ese primer encuentro quedó muy complacido. Durante el tiempo que hacía el reconocimiento de los puertos de Sendai, Masamune indirectamente le manifestó su interés en facilitar un puerto para el Galeón de Manila y sus planes de construir un navío para enviarlo a Nueva España. De manera que cuando Vizcaíno se quedó sin el beneplácito del shogūn y no contaba con navío para regresar, ya que como se explicó el San Francisco estaba totalmente destruido por las tormentas a las que estuvo expuesto, no dudó en aceptar la propuesta de Date Masamune para formar lo que sería la Misión Hasekura y aceptar el cargo como capitán del navío, el San Juan Bautista, a cuya dirección, seguramente, estuvo la construcción;15 embarcación que entre 1613 y 1618 circunnavegó, en dos ocasiones, el Pacífico.

Por otra parte, durante las iniciales audiencias de este embajador novohispano con el shōgun Hidetada y su padre, Luis Sotelo había estado presente, generalmente como intérprete. Desde entonces a Vizcaíno le llamó la atención la cercana relación que el franciscano tenía con Ieyasu, comprensible por demás ya que Sotelo, junto con su colega Alonso Muñoz y el ex gobernador Rodrigo Vivero, habían redactado las capitulaciones que sirvieron de base para la contratación entre Japón y la Nueva España; incluso en aquel entonces Sotelo se ofreció como emisario para hacer llegar a la Corte en Madrid dichas capitulaciones; no obstante, el enviado de Ieyasu fue Alonso Muñoz, posiblemente por cuestiones de jerarquía, ya que él era el superior de los franciscanos en Japón, o tal vez por la inquietante personalidad del fraile, poco dócil e incontrolable.

II

Luis Sotelo (1574-1624) había nacido en Sevilla;16 de su abuelo materno Luis Sotelo, alguacil de la Inquisición, tomó nombre y apellido. Ingresó a la Universidad de Salamanca y al término de sus estudios inició su preparación religiosa; en 1594 profesó en el Convento del Calvario, perteneciente a la Provincia Franciscana Descalza de San José. Desde muy temprano momento se interesó en misionar en Asia y con ese fin se embarcó, en junio de 1599, para la Nueva España. Si bien en México se le pidió que se dedicara a enseñar teología a sus compañeros, su vocación lo llevó a proseguir su camino con destino a Manila, donde se encontraba ya a finales de 1600.

Su intención era proseguir hasta Japón pero el gobernador Francisco Tello lo persuadió de que no debía pasar a aquel reino porque “a pesar de haber ya fallecido el tirano Taiko [Toyotomi Hideyoshi] no había aún seguridad para vivir con quietud entre aquellos bárbaros” (Pérez, 1924: 16), por lo que en Manila se dedicó a la administración espiritual de los japoneses que residían en Dilao y a petición suya la provincia franciscana de San Gregorio de manera permanente quedó a cargo de la comunidad nipona.

En Manila por lo regular los japoneses eran vistos con suspicacia; aunque la mayoría se decía cristiana, habían aceptado el bautismo, ya fuera en su país o a su llegada a Filipinas, por conveniencia. Por su carácter aguerrido y su habilidad para el manejo de las armas siempre fueron muy temidos, por lo que el gobernador García Pérez Dasmariñas, que pensaba que en cualquier momento podían perpetrar un ataque, durante su gestión (1589-1593) reconstruyó el Fuerte Santiago y comenzó el amurallamiento de la ciudad.

En mayo de 1602 llegó Pedro Bravo de Acuña como nuevo gobernador de Filipinas y de inmediato se puso al tanto de los intereses de Tokugawa Ieyasu por regular el tráfico comercial entre Filipinas y Japón y sobre todo de su manifiesto objetivo de establecer una contratación con la Nueva España. Tratos que se habían empezado gracias a la insistente intermediación del franciscano Jerónimo de Jesús, pero que su predecesor no había prestado mayor atención, entendible por demás pues los acontecimientos de 1597, en los que se había confiscado la hacienda del San Felipe y martirizado a seis franciscanos en Nagasaki, lo habían hecho desconfiar profundamente de las relaciones con los japoneses.

Para dar respuesta a Ieyasu, el gobernador Bravo de Acuña decidió enviar una embajada a cargo del franciscano Diego Bermeo; por supuesto Luis Sotelo no perdió la oportunidad para formar parte de la comitiva.

Cabe mencionar que (1598) cuando Jerónimo de Jesús accedió ir a Manila como emisario de Tokugawa Ieyasu, pidió permiso para el regreso de los franciscanos que habían salido el año anterior a raíz del martirio de Nagasaki, y el ingreso de sus colegas mendicantes, dominicos y agustinos, de manera que de inmediato comenzaron a pasar a Japón un buen número de religiosos, no así de comerciantes.

Debido al mal tiempo, el navío en el que viajaban Bermeo y Sotelo no pudo llegar hasta Uraga, puerto de los señoríos de los Tokugawa en la región de Kantō, sino que tuvieron que quedarse en Kyushū en las costas de Satsuma, señorío de los Shimazu, señores a quienes el shōgun no había podido someter, situación que molestó sobremanera a Ieyasu y cuando Bermeo llegó a Edo de inmediato escribió al gobernador Bravo de Acuña: “tienen a los religiosos por mentirosos y engañadores pues le habían dicho [hacía cuatro años] que iría bajel y no llegaba” (Pérez, 1924: 20).

Luis Sotelo se dirigió a Kyoto, donde permaneció por algún tiempo dedicado a perfeccionar la lengua y, gracias a su abierta personalidad, contó con el apoyo de algunos daimyō(s) de quienes recibió limosnas que le sirvieron para fundar iglesias en las ciudades cercanas de Fushimi, Osaka y Sakai; sin embargo, sus proyectos de conversión eran muy ambiciosos y el apoyo misionero era muy reducido, por lo que siempre buscó la forma de que pudieran pasar más religiosos a Japón.

En Edo, el daimyō que más le llamó la atención fue el mencionado Date Masamune, por lo que el franciscano trató de entablar relaciones y la ocasión se dio días después cuando una de sus concubinas cayó enferma y, al no encontrar alivio entre los médicos japoneses, recurrió al hospital que los franciscanos tenían en dicha ciudad, donde el hermano Pedro Burguillos pudo curarla; en pago y de acuerdo con las costumbres japonesas, Masamune les hizo costosos obsequios que Sotelo rehusó pero le pidió licencia para visitarlo en su señorío.

De acuerdo con Sotelo, por días “hizo al rey muchos sermones sobre el catecismo” y logró que Masamune se convenciera de su propuesta doctrinal; hasta “el rey de Voxu confesó que la ley de Dios era sana y buena” y emitió un edicto17 ordenando que en todos sus dominios se predicase dicha ley, que fuesen cristianos todos los que quisieran serlo pero mandó destruir templos y monasterios, pero no se bautizó porque “ello me acarrearía el odio de mis padres y amigos, antes bien, me impediría ascender al [trono del] imperio”.18

La mayor parte de la documentación de la época son textos escritos por los misioneros cuya atención se centra en el interés despertado en los japoneses, en particular entre los daimyō(s), por el cristianismo y pocas reseñas hacen sobre sus inquietudes manifestadas por saber de Europa y el Nuevo Mundo, por los conocimientos científicos y artísticos, que si bien las crónicas religiosas registran, hacen muy pocas referencias al respecto. Es por esto que se podría pensar en que Date Masamune se debe haber interesado más por saber del mundo y aparentemente admitir el cristianismo.

III

Date Masamune (1567-1639) heredó uno de los clanes más poderoso de la región de Tōhoku, el de los Date, fundado en los inicios del periodo Kamakura (1192-1333). A los 18 años sucedió a su padre, quien le transfirió el título de daimyō. Identificado como “el dragón de un solo ojo”19 era un excelente estratega militar. Apoyó a Hideyoshi en las campañas de Corea y sobre todo a Tokugawa Ieyasu en la batalla de Sekigahara, por lo que fue recompensado con más tierras; sin embargo, éstas no producían lo que Ieyasu le había ofrecido; no obstante, convirtió a su región en uno de los más poderosos centros del país.

Habiéndole quedado muy obligado por este favor y servicio,20 el emperador no sólo le profesaba más respeto y estima que a los demás […] haciéndolo partícipe de sus asuntos y dejándolo en guardia de su reino, estados e hijos […] sabedor, como hombre prudente, de que después de su muerte el rey con mayor fuerza y ejército podía pretender y pretende entrar a poseer el imperio es el susodicho Idate Masamune rey de Voxu.21

Si bien la batalla de Sekigahara en gran media había puesto fin a la prolongada lucha intestina entre los señores feudales, hasta se podría considerar que daba inicio la pax tokugawa, en realidad todavía el grupo de daimyō(s) que seguían apoyando a Hideyori, heredero de Toyotomi Hideyoshi, contaban con la fortaleza suficiente como para derrocar a los mencionados Tokugawa, por lo que no era difícil que Date Masamue pudiera liderarlos, hasta poner a su yerno, Tadateru, esposo de su hija Iroha, como shōgun, quien era el sexto hijo de Tokugawa Ieyasu.

Hasta qué punto Date Masamune pretendía fortalecerse aún más con la contratación comercial con la Nueva España, por lo que en sus planes los misioneros desempeñaban un importante papel, de ellos conseguiría conocimientos de tecnología, que en Japón estaban muy atrasados, y lograría establecer relaciones con el Imperio español, el más poderoso de la época. Los religiosos serían los mejores negociadores, en particular el franciscano Luis Sotelo, porque él también obtendría beneficios para su labor misionera. Seguramente en aras de congeniárselo, hasta había emitido el edicto a favor de la cristianización, aunque posiblemente era otra forma de desafiar el poder de los Tokugawa, ya que meses más tarde el shōgun proclamó un edicto de prohibición de esta religión.

La carta de Luis Sotelo dirigida al Consejo de Indias, en febrero de 1618, confirma lo antes propuesto:

En Japón dos solos son los que él [shōgun] no ha podido superar, el uno es nuestro señor Masamune y su casa, y el otro el rey de Satsuma, Shimasu. De ellos el de Voxu, Masamune, es mucho más poderoso en estado y más valeroso en persona como es público y notorio. Y como éste ve que es tan grande el número de cristianos en Japón, que pasa de trescientos mil, y sabe cuan fieles son los cristianos a su señor, desea que lo sean sus vasallos y aun él serlo, para que le allegue todos los demás cristianos del imperio que por no tener príncipe andan perseguidos y descarriados, y con ellos acometer el imperio, y que éste se quede siempre en su casa y familia, como están los imperios y estados entre los cristianos (Pérez, 1924: 164).

Por todo esto, no es factible considerar que secundaba los deseos de Tokugawa Ieyasu de establecer relaciones comerciales directas con la Nueva España, sino que Date tenía su propio proyecto, y obedecía a fines muy particulares. Al igual, algunos especialistas japoneses como Oizumi Koichi, considera que: “Masamune soñó con alzarse con el poder contando con el apoyo de la cristiandad japonesa” (Gil, 2012: 58).

Por su parte Ieyasu llevaba más de 10 años solicitando por conducto de los gobernadores de Filipinas y los virreyes de la Nueva España la contratación, hasta que en 1610 pudo mandar al franciscano Alonso Muñoz como su emisario ante la Corte en Madrid, en el navío en el que regresó don Rodrigo de Vivero a México. Sin embargo, como después de dos años la respuesta no había llegado, al parecer Ieyasu parece que organizó una segunda expedición y por fin, en esa ocasión, Sotelo estaría a cargo.

Ante la prolongada espera, pues habían pasado casi dos años desde que el emisario del shōgun, Alonso Muñoz había partido rumbo a la Corte en Madrid para negociar la tan deseada contratación entre Japón y la Nueva España y la respuesta no llegaba, se mandó construir un nuevo navío, el San Sebastián bajo la supervisión de Lorenzo Vázquez, piloto de Vizcaíno.

De acuerdo con el propio Luis Sotelo, era una doble representación a nombre de Tokugawa Ieyasu y de Date Masamune y en esa ocasión iba como representante, por lo que llevaba cartas de ambos para el rey de España. Se embarcaron “en 1612, vísperas del padre san Francisco [3 de octubre] pero aquella misma noche, a la salida del puerto, la nave se rompió en un escollo y se partió en muchos pedazos con la pérdida de un solo hombre” (Gil, 2012: 64).

Por su parte Date Masamume mandó construir un navío en el que se pusieron a trabajar, a marchas forzadas, cientos de personas, como se dijo antes, bajo la supervisión de Sebastián Vizcaíno, por lo que estuvo listo en unos cuantos meses.

Para entonces en Edo la persecución contra el cristianismo iba en aumento, producto del edicto emitido hacía unos meses, y muchos conversos estaban presos, por lo que Sotelo decidió ir a las cárceles para confortarlos y predicarles, de manera que fue arrestado y el shōgun ordenó su martirio y cuando estaba a punto de morir en la hoguera, oportunamente llegó una misiva de Date en la que se pedía su liberación porque estaba por partir una embajada a la Nueva España. Sotelo de inmediato se dirigió a Sendai, donde rápidamente se incorporó a la preparación de la empresa y a unos días de partir, Date le entregó sus pretensiones para el rey de España y el papa.

[…] se embarcó con el padre Ignacio y fray Diego y juntamente con ellos el embajador [Rocuyemon Faxicura] y ciento cincuenta japoneses22 su séquito y servidumbre el 28 de octubre de 1613. Después de grandes tempestades y borrascas llegaron a la Nueva España y, atravesando seis mil millas de golfo, desembarcaron en el puerto de Acapulco el 25 de enero de 1614 (Gil, 2012: 73).

Luis Sotelo siempre encontró la manera para formar parte en todas las negociaciones entre Japón y el Imperio español; tanto con Tokugawa Ieyasu y Hidetada, las autoridades del shogunato, como con Date Masamune, Sotelo hizo todo cuanto estuvo de su parte para afianzar las relaciones de amistad y comercio. Comenzó con el gobernador de Filipinas, siguió luego con el virrey de la Nueva España, por último hasta llegó con el rey y el papa. La constante injerencia de Sotelo en cuestiones políticas y de comercio, que él veía como el medio de afianzar la conversión de Japón, le trajo la censura de quienes se oponían a las formas de llevar a cabo su proyecto, aunque otros lo veían como un personaje digno de alabanza por la tenacidad con la que actuaba.

Luis Sotelo siempre encontró la manera para formar parte en todas las negociaciones entre Japón y el Imperio español; tanto con Tokugawa Ieyasu y Hidetada, las autoridades del shogunato, como con Date Masamune, Sotelo hizo todo cuanto estuvo de su parte para afianzar las relaciones de amistad y comercio. Comenzó con el gobernador de Filipinas, siguió luego con el virrey de la Nueva España, por último hasta llegó con el rey y el papa. La constante injerencia de Sotelo en cuestiones políticas y de comercio, que él veía como el medio de afianzar la conversión de Japón, le trajo la censura de quienes se oponían a las formas de llevar a cabo su proyecto, aunque otros lo veían como un personaje digno de alabanza por la tenacidad con la que actuaba

IV

Del San Juan Bautista desembarcaron en Acapulco Vizcaíno, quien se decía estaba enfermo, y algunos de los hombres que lo habían acompañado en su embajada, aunque otros más se habían quedado en tierras japonesas. Junto con Sotelo y los demás franciscanos al igual desembarcaron el numeroso grupo de japoneses que por supuesto llamaron sobremanera la atención de la población local, aunque ellos estaban acostumbrados a tratar con los asiáticos, en su mayoría filipinos y chinos que con regularidad llegaban a dicho puerto en el Galeón de Manila. Es factible que algunos japoneses se quedaran en Acapulco, como sucedía con los filipinos, se internaron por los alrededores del puerto pero la mayoría partieron para la capital.

A principios del mes de marzo, antes de que entraran a la ciudad de México, el virrey Marqués de Guadalcázar ordenó el desarme de los samurái(s), ya que se supo que durante el viaje se habían suscitado varios altercados.

Según Chimalpáhin, primero entraron a la capital 20 japoneses que se habían adelantado y el resto de ellos lo hicieron el 24 del mismo mes de marzo, con Hasekura y Sotelo.23 En medio de la solemnidad de las celebraciones religiosas de Semana Santa, un buen número de la comitiva nipona fue bautizada en una suntuosa ceremonia en la iglesia de San Francisco y confirmados, con el apadrinamiento por gente de la nobleza novohispana, por el arzobispo Pérez de la Serna.

Hasekura y Sotelo continuaron su camino a Europa; partieron el 29 de mayo, con rumbo a Veracruz, en compañía de alrededor de 30 japoneses; el resto permaneció en la ciudad México en compañía del padre Diego Ibáñez a la espera de regresar a Japón. Es posible que algunos se hayan hospedado en la denominada Casa de los Azulejos por la cercanía con el convento de San Francisco donde debe haber estado la mayoría.

Cabe abrir un paréntesis para hablar sobre los frescos de la Catedral de Cuernavaca. En el trayecto de Acapulco a la ciudad de México, pasaron por dicha ciudad, y a pesar de que hasta la fecha no hay certidumbre sobre quiénes los pudieron haber pintado, es posible que estos japoneses que vinieron con la Misión Hasekura hayan sido los responsables de dichos murales por diversas razones. En primer lugar, narran el martirio de Nagasaki, donde solamente murieron franciscanos, entre ellos el criollo novohispano Felipe de las Casas, después santificado con el nombre de Felipe de Jesús, quien había naufragado en las costas de Japón en octubre de 1596, tan sólo tres meses antes del martirio. Recordemos que la embajada estaba liderada por el franciscano Luis Sotelo; en segundo lugar, la Catedral de Cuernavaca “La Asunción de María” es un convento de la misma orden religiosa, de hecho fue la quinta fundación franciscana en México, establecida en 1525, todavía por los 12 primeros frailes que llegaron al país.

El jueves 29 de mayo de 1614 se celebró la fiesta del Santísimo Sacramento y, pasada la fiesta, a los pocos días partió con rumbo a España el mencionado embajador japonés; al marcharse, dividió [en dos grupos] a sus súbditos japoneses, llevándose a unos consigo y dejando a los demás para que aquí [se quedaran] a mercadear como comerciantes.24

Para fines de octubre de 1614 estaban ya en Sevilla, ciudad de origen de Luis Sotelo, quien volvía triunfante en compañía de japoneses que representaban los alcances de su labor misionera. En dicha ciudad permanecieron la mayoría y sólo Hasekura, Sotelo en compañía de unos cuantos, continuaron hasta Madrid, donde permanecieron en espera de ser recibidos por Felipe III.

El Consejo de Indias se mostró suspicaz sobre los intereses de la Misión Hasekura, no comprendían, a ciencia cierta, quién la había enviado porque Sotelo también se presentó a nombre del shōgun Tokugawa Hidetada y su padre Ieyasu.

Por otra parte, a lo largo de más de un año en dicho Consejo se había deliberado sobre la conveniencia de instaurar el comercio directo entre la Nueva España y Japón. En beneficio de la cristianización, ante la insistencia del franciscano Alonso Muñoz, en su caso el primer emisario de Ieyasu, se aceptó el establecimiento del tráfico comercial.

Después de varios días de discusión, el Consejo de Indias determinó que no se podía considerar embajada la de Date Masamune porque “el rey de Voxu estaba sujeto al emperador” y por tanto Felipe III podía excusarse de recibir a Hasekura.25

Ante la imposibilidad de algún reclamo formal por parte de los portugueses, los jesuitas de inmediato notificaron a sus superiores con encargo para que informaran al rey y al papa sobre el poco fundamento que tenía la Misión Hasekura; si bien reconocían el poderío de Date Masamune, no dejaba de ser súbdito del shōgun, y que su verdadero objetivo era el que “fueran las naves españolas a sus puertos, por el crecido lucro que le podrían proporcionar de lo cual se seguirían grandes inconvenientes” (Pérez, 1924: 137).

Sin embargo, Hasekura fue recibido por el rey en solemne audiencia el 30 de enero de 1615, en la que se manifestó el deseo de Date Masamune de apoyar la cristianización y ofrecer su amistad. Por su parte Sotelo aprovechó el momento para presentarse ante el rey, a nombre del shōgun Hidetada, quien si bien perseguía “negocios temporales y trato comercial”, era muy importante “establecer alianzas para oponerse a los holandeses” (Pérez, 1924: 141 y 151).

La estancia en Madrid también sirvió para que en el Monasterio de las Descalzas Reales y en presencia del rey, el 17 de febrero se bautizara Tsunenaga Rokuemon Hasekura con el sugestivo nombre de Felipe Francisco y fuera apadrinado por el duque de Lerma.

Ante la insistencia de Luis Sotelo de abrir un obispado franciscano en las tierras de Masamune, el Consejo de Indias fue igualmente precavido y dio instrucciones para que no se cediera ante las peticiones del fraile y se siguieran los términos aprobados por el rey, pues como era sabido, Japón estaba bajo la jurisdicción del Patronato portugués y los jesuitas, por su parte, no dejaban de poner de manifiesto las dispensas con las que contaba dicho patronato.

Después de ocho meses de estancia en Madrid por fin se les autorizó pasar a Roma donde, al igual que en las otras ciudades por las que pasaron los japoneses, fueron recibidos en medio de grandes festejos. Finalmente la audiencia con el papa Paulo V se llevó a cabo a finales de octubre de 1615 y Hasekura entregó al papa la carta de Date en la que se ponía de manifiesto su interés por la propuesta cristiana y el comercio con Nueva España:

Habiendo venido el P. fray Luis Sotelo, religioso de la Orden de San Francisco a mi reino y en él predicado la ley cristiana, me visitó y la oí de él y declaró muchos misterios, que son de costumbre y ceremonia de los cristianos, la cual tengo por ley santa y verdadera y camino de salvación, y así quisiera hacerme luego cristiano; mas, por impedírmelo causas graves e inexcusables, aunque yo no lo pueda ser por ahora, es tanto como si lo fuese, a lo menos deseo que mis gentes y pueblos sujetos se hagan cristianos. Y para que esto suceda felizmente, ruego a V. P. de enviarme los que de esa misma religión se llaman de la Observancia, que venidos, yo los serviré y regalaré todo lo posible y levantaré sus iglesias y acudiré a lo demás necesario. Principalmente, con insistencia suplico que [en mi reino] se instituya y ponga un gran Prelado con cuya observancia y solicitud, todos los que en él habitan, no dudo se harán cristianos bien presto […] Por cuya causa envío al dicho Fr. Luis Sotelo mi legado para que mejor negocie y consiga mi deseo […] también lo acompañará un caballero noble de mi casa, el cual se llama Taxecura Rocuyemon, que de la misma manera es mi legado.

Fuera de esto, he conocido que entre los reinos de Japón, este mío está más cerca y más fácil la navegación al de la Nueva España, que está sujeto a la potestad y mando del poderosísimo Rey de España, Philipo; por lo cual escribo al señor Papa, como a causa y principio de quien todo a de dimanar […] lo cual en verdad confío será, por su intervención y autoridad. 26

Muy posiblemente Date Masamue tenía conocimiento de la autoridad papal que mediante las Bulas Alejandrinas había delimitado el mundo a favor de las coronas portuguesa y española, a cambio de la cristianización de los pueblos de tierras descubiertas y por descubrir; de ahí se había generado el poderío de ambos imperios, uno marítimo y el otro territorial. Hasta donde Masamune esperaba fortalecerse, apoyando a los cristianos de sus señoríos y desafiar a los Tokugawa, aun cuando ya se había emitido (1612) el edicto de prohibición del cristianismo.

Cuando Sotelo y Hasekura habían emprendido el viaje de regreso de Roma a Madrid, el Consejo de Indias dio por concluida la Misión Hasekura, por lo que ya no había razón para que los japoneses permanecieran en Sevilla y ordenó que se embarcaran en la primera flota que saliera con destino a Veracruz; entonces regresaron 13 japoneses ya que cuatro habían muerto el año anterior.27 Es posible que el resto, posiblemente entre cinco y ocho, se hayan establecido en Coria del Río, donde se dice se generó una colonia. Además, la Misión había ocasionado gastos excesivos a la Real Audiencia.28

Por otra parte, se emitió la carta de respuesta de Felipe III a Date Masamune, en la que tan sólo se reiteraba la amistad y buena voluntad, pero dicha carta fue enviada a Manila, donde Hasekura debía recogerla.29 Posiblemente aconsejado por Sotelo, Hasekura determinó que no se regresaría a Japón sin llevar personalmente una comunicación oficial, además argumentó estar enfermo. Sotelo por su parte quería ganar tiempo para ver si, ante su insistencia, se daba una resolución respecto a su solicitud de la apertura de un obispado en las tierras de Date Masamune.

Otra de las razones por las que Sotelo prolongó su estancia en España era porque estaba en espera del nombramiento de comisario apostólico de la Observancia, bajo la inmediata dependencia de los comisarios generales de Indias, de Madrid y de la Nueva España (Pérez, 1924: 12-14). Meses antes de su partida de Sendai había llegado de la Provincia de San Gregorio de Filipinas, de la que dependía Japón, la orden del regreso de los franciscanos a Manila y sólo se permitía que se quedaran los cuatro que estaban en Nagasaki, de ahí la urgencia de Sotelo por buscar la manera de que las misiones de Japón corrieran a cargo de la Observancia Franciscana y para ello también quería dicho nombramiento. Pensaba que como en México, entre peninsulares y criollos se contaba con mayor número de religiosos que podían ser enviados a aquel país.

Sin respuesta alguna, en julio de 1617 Hasekura y Sotelo finalmente partieron rumbo a la Nueva España con los japoneses que los habían acompañado durante todo su trayecto en Europa.

V

Mientras tanto en la Nueva España, por órdenes reales, el virrey Marqués de Guadalcázar organizó una embajada para llevar la carta que daba respuesta a la solicitud de Tokugawa Ieyasu. A pesar de que inicialmente se había aceptado el comercio directo entre la Nueva España y Japón, gracias a las buenas negociaciones que Alonso Muñoz había hecho en el Consejo de Indias, el contenido del comunicado se modificó y acabó siendo un documento protocolario porque se supo que en Japón las persecuciones y los martirios iban en aumento y las condiciones por las que pasaba el cristianismo eran cada vez más adversas; sin embargo, la embajada estuvo a cargo de los franciscanos Diego de Santa Catalina, Bartolomé Burguillos y Juan Matute.

Otra finalidad de dicha embajada, era el regresar a los japoneses de la Misión Hasekura que estaban en la Nueva España, tanto los que habían permanecido en la ciudad de México con el padre Ibáñez, como los que se habían quedado en los alrededores de Acapulco. Paralelamente, de acuerdo con Chimalpáhin, “el martes 14 de octubre de 1614 salieron de [la ciudad de México] con rumbo a Japón, su tierra, unos japoneses que habían estado viviendo aquí cuatro años; otros más se quedaron negociando y comerciando para vender las mercancías que habían traído de Japón” (Tena, 2001: 389). Ellos habían llegado con Rodrigo Vivero y Tanaka Shōzuke. ¿Es posible que estos japoneses se hayan agregado a la embajada de Santa Catalina? Por disposición del virrey, los japoneses no podían volver a la Nueva España más que por la vía de Manila. Para dicha embajada se utilizó la embarcación de Date Masamune, el San Juan Bautista, que estaba anclado en Acapulco, puerto del que zarpó el 28 de abril de 1615.

Cuando llegaron a Uraga (15 agosto 1615), el shōgun Hidetada no les permitió desembarcar por varios motivos: en primer lugar, arribaron dos meses después de que se había librado la batalla de Osaka, en la se obtuvo el triunfo definitivo sobre la casa de los Toyotomi y reafirmaron el poderío de los Tokugawa en el shogunado. En segunda instancia, los japoneses que regresaban, casi todos se habían bautizado en México y en su mayoría eran los súbditos de Date Masamune, quien, como se ha sostenido, abiertamente había permitido la conversión en sus señoríos como mecanismo de desafío a los Tokugawa y para entonces desde el poder central ya se habían emitido dos edictos en contra del cristianismo. Fue así que Date Masamune cambió su política y posteriormente comenzó a perseguir a sus súbditos cristianos.

Cuando más, el shōgun sólo aceptó la carta pero no los obsequios que Felipe III mandaba, y su padre, posiblemente ya enfermo, ni recibió al mencionado embajador; semanas más tarde murió. Después de una larga espera y de negociaciones fallidas, en septiembre de 1616 Diego de Santa Catalina emprendió el viaje de regreso a México en el mismo navío, con los japoneses, a los que no se les había permitido desembarcar, y un franciscano que estaba encarcelado en Edo hacía meses. Sin embargo, el shōgun todavía envió una carta al rey en la que insistía en el comercio pero reiteraba que el cristianismo no era compatible con la cultura japonesa, por lo que no deberían enviar más misioneros.

El viaje de regreso fue muy azaroso, en medio de tormentas y riñas que se suscitaron a bordo, todo ello, según Santa Catalina, derivó en la muerte de cerca de cien personas, de ellas tres españoles de los 10 que se habían embarcado (Pérez, 1924: 82). Por estas razones, desde que se acercaron a las costas de California los sobrevivientes querían desembarcar y lo pudieron hacer hasta que el San Juan Bautista tocó las costas de Nueva Galicia, en la bahía de Tintoque (hoy Bahía de Banderas) a últimos de febrero de 1617.30

Por la cercanía geográfica, es de suponer que alguno de los japoneses que se quedaron en dicho puerto se haya establecido en Ahuacatlán (hoy sureste del estado de Nayarit).31

Ante tales acontecimientos, el marqués de Guadalcazar, virrey de la Nueva España, escribió al rey, con fecha del 13 de marzo de 1617, sobre la llegada de los japoneses a dicha bahía de Tintoque; además pedía instrucciones para saber cómo proceder con los japoneses que habían arribado a Acapulco: “respecto de haber vuelto aquí los japoneses contra la orden que se les dio […] y se hará con ellos alguna demostración, o la forma que se ha de guardar en su despacho”. Finalmente se ordenó que no se les diera ningún castigo pero no se les consintiera vender, si traían alguna mercancía, y de haberlo hecho, no se les permitiera quedarse con la plata, y se procurara devolverlos a Japón (Pérez, 1924: 82).

A mediados de 1617 Hasekura, Sotelo y sus compañeros llegaron a México y se enteraron que en el puerto de Acapulco estaba anclado el San Juan Bautista, en el que pensaron hacer el viaje directamente a Japón; sin embargo, Alonso Fajardo, el nuevo gobernador de Filipinas, llevaba un numeroso contingente de soldados y el galeón que tenía preparado no era lo suficientemente grande como para albergar a todos, por lo que partieron con rumbo a Manila, puerto al que arribaron el 2 de julio de 1618.

En realidad el desvío a Filipinas obedecía a otras razones. Luis Sotelo fue obligado a permanecer, prácticamente, en calidad de prisionero, es por ello que en 1620 Date Masamune mandó un navío a Manila para recoger a Hasekura y a los japoneses restantes. Posteriormente Sotelo logró escaparse y se embarcó en un navío tripulado por un piloto chino, quien al saber que él era un misionero, a su arribo en septiembre de 1622 a Deshima, lo entregó a las autoridades, que lo enviaron a la prisión de Ōmura (Pérez, 1924: 224).

Ya encarcelado, Sotelo todavía propuso al papa mejorar las misiones con el propósito de “aminorar” la persecución en Japón: primero, planteaba la formación de un clero indígena para ahuyentar las sospechas de conquista de los misioneros europeos; y después, una mejor organización jerárquica en la que hubiera un obispo por cada orden religiosa, que dependieran de uno en la metrópoli (Pérez, 1924: 237).

Después de dos años de estar en prisión fue condenado a muerte y quemado vivo el 25 de agosto de 1624. El papa Pio IX lo beatificó el 7 de julio de 1867.

Tanto Date Masamune como Luis Sotelo hicieron extraordinarios esfuerzos para alcanzar sus objetivos por medio de la Misión Hasekura; ambos convinieron intereses en este proyecto pero los resultados no fueron los esperados.

Referencias bibliográficas

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2En japonés no existe el plural, es por ello que la (s) del español está entre paréntesis. Para la transliteración fonética del japonés se emplea el alfabeto latino conocido como “romaji”, cuya pronunciación coincide, en el mayor de los casos, con la sonoridad del español.

3Las razones que Valignano esgrimía para solicitar el monopolio de la cristianización van desde los intereses económicos y sobre todo de comercio en los que los jesuitas estaban involucrados, hasta por cuestiones políticas como las implicaciones que para ellos podría significar la unión, en 1580, de las dos coronas ibéricas bajo la soberanía de Felipe de Habsburgo. No obstante, su mayor preocupación eran las diferencias en las formas de llevar a cabo conversión; consideraba que los mendicantes tratarían de cristianizar a Japón con base en la experiencia de la Nueva España y Filipinas, y el visitador proponía “la acomodación” como método de conversión dirigida por los jesuitas a la que aquellos religiosos no se iban a supeditar (Valignano, 1954: 145-148). Véase tesis doctoral de esta autora, Jesuitas y mendicantes: Dos proyectos de cristianización de Japón, 1549-1639, Universidad Iberoamericana, 2009.

4“Cómo el rey [Date Masamune] publicó un edicto de que se predicase la ley de Dios y de que todo el reino se bautizase”, en: Gil, 2012: 57-59.

5Reloj de campana que daba las horas. Hoy día considerado como tesoro nacional y se encuentra en el Museo de Kunousan-Toshogu, en la prefectura de Shizuoka.

6Japón compraba anualmente gran cantidad de seda a China pues consideraba que era de mejor calidad que la propia y el pago se hacía en plata. Cómo se sabía que la tecnología del sistema de patio, utilizado en México, era muy eficaz pues producía un metal de mayor pureza, Tokugawa Ieyasu estaba ávido por que fueran mineros novohispanos a enseñarles. Véase: Kimura, 1987.

7En el mapa del Océano Pacífico de Abraham Ortelius de 1587 aparecen dichas islas.

8En las fuentes españolas Tokugawa Ieyasu era designado como el emperador y su hijo Hidetada como el príncipe, aunque este último ostentaba el título de shōgun, cedido por su padre en 1605 apenas dos años después de haberlo adquirido. Hidetada estaba a cargo de los asuntos de gobierno bajo la dirección de su padre, mientras que éste se encargaba de la política exterior. Ieyasu al igual se encargó de dictar las leyes básicas que rigieron la pax tokugawa hasta la segunda mitad del siglo XIX. Cada uno residía en su propio palacio; el shogun vivía en Edo mientras que su padre en Sumpu.

9Relación que hacer D. Rodrigo de Vivero y Velasco, gobernador y capitán general de las islas Filipinas, Barcelona, Imprenta Barcelonesa, 1904, pp. 32-34.

10Relación que hacer D. Rodrigo de Vivero y Velasco, gobernador y capitán general de las islas Filipinas, Barcelona, Imprenta Barcelonesa, 1904, p. 34.

11Relación que hacer D. Rodrigo de Vivero y Velasco, gobernador y capitán general de las islas Filipinas, Barcelona, Imprenta Barcelonesa, 1904, p. 43.

12A principios de 1612 estalló el escándalo de Okamoto Daihachi (Pablo). Él había prometido a Arima Haranobu (Protasio) promover el aumento de su señorío en compensación por su buen desempeño en el asunto del navío portugués Madre de Dios. Haranobu, después de haberle entregado una fuerte cantidad de dinero y esperar de dicha compensación, por más de dos años, decidió denunciarlo, situación que molestó sobremanera a Ieyasu y en castigo ambos fueron ejecutados, aunque Haranobu por ser daimyō debió haber cometido sepukku, se negó a suicidarse por su fe cristiana. Para Ieyasu “aquello no era cosa que hacían los japoneses, más que ellos lo hacían por ser cristianos”. Relación que hacer D. Rodrigo de Vivero y Velasco, gobernador y capitán general de las islas Filipinas, Barcelona, Imprenta Barcelonesa, 1904, p. 180.

13Relación del viaje hecho para el descubrimiento de las islas llamadas “Ricas de Oro y Plata” situadas en el Japón siendo virrey de la Nueva España Don Luis de Velasco hijo, y Sebastián Vizcaíno general de la expedición, Madrid, Impreso por Luis Torres de Mendoza, 1867, Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de América y Oceanía, vol. VIII, pp. 164 y 180.

14Una de las formas como el shōgun ejercía control sobre los daimyō(s) era con la visita anual. Todos los señores debían presentarse en Edo para rendir pleitesía, pagar tributo y visitar a su propia familia que residía en dicha ciudad como rehén.

15El escribano de la expedición de Sebastián Vizcaíno fue Alonso Gascón y Cardona, quien llevó un acucioso registro hasta que decidió separarse de don Sebastián para prodigar su propia fortuna en Japón, ya que el capitán había caído en desgracia y no podían ni encontrar manera de regresar a la Nueva España. A partir entonces, cuando Date comenzó las negociaciones con Vizcaíno, éste ya no contó con un buen relator que dejara testimonio certero de la Misión Hasekura.

16“Nacimiento y primeros años de la vida religiosa del Beato Luis Sotelo”, en: Pérez, 1924: 9-21.

17Relación breve u sumaria del edito que mandó publicar en todo su reyno del Boxu el rey Idate Masamune y del embaxador que envía a España, Madrid, Imprenta de Antonio Clazo, 1628.

18“Cómo el rey publicó un edicto de que predicase la ley de Dios y de que todo el reino se bautizase”, en: Gil, 2012: 57.

19Algunas fuentes afirman que le faltaba un ojo producto de la viruela; sin embargo otros autores afirman que simplemente tenía un ojo más pequeño que el otro.

20La referencia es a Tokugawa Ieyasu, quien recibió gran apoyo de Date Masamune en la batalla de Sekigahara, de la que como ya se comentó, permitió el ascenso de los Tokugawa al shogunato.

21“Del valor, excelencia y grandes partes de Idate Masamune, rey de Voxu”, en: Gil, 2012: 49.

22Las fuentes primarias revelan un número indistinto de japoneses que llegaron a la Nueva España. Por un lado, Chimalpáhin, quien fue testigo presencial de su llegada a la Nueva España, dice que eran 120 japoneses; mientras que Amati sostiene, según le había comunicado Sotelo, que eran 150. De acuerdo con la reglamentación virreinal, mencionada de manera constante en la documentación, sólo se les permitiría la entrada a México a aquellos japoneses que vinieran por la vía de Manila y no de manera directa; es por ello que el grupo de nipones, poco más de 20 personas, que llegaron con Rodrigo Vivero, los llevó de regreso Vizcaíno, aunque Chimalpáhin refiere que se quedaron cuatro para comerciar y que uno prestaba sus servicios con el virrey Luis de Velasco e incluso tomó este nombre al ser bautizado.

23Diario, Domingo Chimalpáhin, en: Tena, 2001: 367-371.

24Diario, Domingo Chimalpáhin, en: Tena, 2001: 377.

25Californiana, documento 134, Consulta del Consejo de Indias sobre la embajada japonesa, 16 de enero de 1615.

27Californiana, documento 143, Consulta del Consejo de Indias sobre la embajada japonesa, 4 de junio 1615.

28De acuerdo con el Consejo de Indias, los gastos de manutención de los japoneses tan sólo el tiempo que estuvieron en Sevilla ascendieron a cinco mil pesos; en su totalidad se calculó que el costo fue de 20 mil pesos, mismos que se tomaron de la Caja de México. Californiana, documento 145, Consulta del Consejo de Indias sobre la embajada japonesa, 9 de julio de 1615.

29Californiana, documento 174, Consulta del Consejo de Indias sobre la embajada japonesa, 16 de junio de 1616.

30Carta del P. Diego de Santa Catalina al Virrey de Méjico, fechada en la costa de California el 24 de febrero de 1617, en: Pérez, 1924: 82.

31De acuerdo con Melba Falck, Luis de Encío podría ser uno de dichos japoneses (Falck y Palacios, 2009: 46).

Recibido: 14 de Marzo de 2014; Aprobado: 21 de Marzo de 2014

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