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Intersticios sociales

versión On-line ISSN 2007-4964

Intersticios sociales  no.26 Zapopan sep. 2023  Epub 23-Oct-2023

 

Sección general

De la resistencia a la caridad. Hacia el Ideal, un boletín católico femenino para el modus vivendi en Sonora (1939-1940)

From resistance to charity. Towards the Ideal, a feminine catholic bulletin for the modus vivendi in Sonora (1939-1940)

Elizabeth Cejudo Ramos* 
http://orcid.org/0000-0003-4489-247X

*Departamento de Historia y Antropología de la Universidad de Sonora, SNI I, México. Doctora en Historia, Universidad Nacional Autónoma de México, México. elizabeth.cejudo@unison.mx


Resumen

En el marco de la tercera ola anticlerical desplegada en México durante la década de los treinta, se desarrolló en el estado de Sonora la campaña desfanatizadora, diseñada y financiada por el gobierno estatal, cuyo objetivo se enfocó en desaparecer la religiosidad de la cultura sonorense a través de diversas acciones, como el cierre de templos, la expulsión de sacerdotes y la prohibición del culto público, entre otras. En este escenario, bajo la supervisión de la diócesis de Sonora y tomando la acción católica como bandera, las mujeres laicas encabezaron la resistencia a través de diversas estrategias que fueron eficaces para revertir los efectos de la campaña, y las llevaron a participar en la arena política para convertirse en interlocutoras válidas con influencia en la resolución del conflicto, que significó el establecimiento definitivo del modus vivendi en el estado. Este artículo aborda la forma que tomó la participación de las mujeres católicas organizadas en la diócesis luego de la crisis que supusieron las campañas anticlericales a través del análisis del boletín Hacia el Ideal, fundado en 1939, dirigido por Francisca Rodríguez y enfocado a un público femenino, el cual contaba con la aprobación y supervisión del Obispo. Se propone que la publicación configuró un discurso público que promovió un deber femenino basado en la Virgen María, entregado a la acción católica, ya no entendida como resistencia e incidencia política, sino como un ejercicio de caridad que a la postre ayudaría a consolidar el proyecto de intervención social de la diócesis sonorense.

Palabras clave: acción católica; prensa católica; modus vivendi; activismo femenino; Sonora

Abstract

In the context of the third anticlerical wave which unfolded in Mexico during the decade of the thirties, the State of Sonora developed an anti fanatic campaign, designed and financed by the state government, whose objective focused on disappearing religiosity from the Sonoran culture through diverse actions such as the closing of temples, expulsion of priests and prohibition of public worship, within others. In this scenery, under the supervision of the Sonoran diocese and taking the Catholic action as a banner, laywomen lead the resistance through different strategies that were effective to revert the effects of the campaign and made them participate in the political arena turning them into valid interlocutors with influence in the resolution of this conflict, which meant the definite establishment of the modus vivendi in the state. This article approaches the configuration that took place within the participation of organized Catholic women after the crisis that came with the anticlerical campaigns through the analysis of the “Towards the Ideal” bulletin, founded in 1939, directed by Francisca Rodriguez which was in focus to the feminine public, which had the Bishops approval and supervision. We propose that the publication configured a public discourse that promoted a feminine duty based on the Virgin Mary, committed to Catholic action, not understood as a resistance or political incidence, but more likely as an opportunity for charity which in the end would help to consolidate for social intervention of the Sonoran diocese project.

Keywords: catholic action; catholic press; modus vivendi; female activism; Sonora

Introducción

Todo, todo esto puede hacer sentir una mujer, porque mujer quiere decir delicadeza y ternura. Sí son muchos los consuelos que una mujer puede proporcionar a tantas miserias, mucho el bien que puede hacer, muchas las lágrimas que puede secar, con solo sentir la acción católica.1

La política anticlerical puesta en marcha en Sonora durante 1932 registró efectos importantes en sus primeros años: expulsión de sacerdotes y orden de aprehensión para el obispo, cierre de templos, prohibición del culto público y la instauración de la escuela socialista con marcado tinte antirreligioso. En este marco, el laicado sonorense respondió al llamado de la Santa Sede, la jerarquía eclesiástica regional y los propios sacerdotes para configurar una resistencia católica que permitiera revertir las medidas anticlericales y mantener la religiosidad en la comunidad sonorense. Dicha resistencia fue encabezada por mujeres, cuyo proceso de participación e incidencia en los asuntos de la Diócesis de Sonora se remonta a la postrimerías del siglo XIX; así, ante el llamado del obispo Juan Navarrete y asumiendo la acción católica, diseñaron diversas estrategias para contrarrestar los efectos de la campaña. El testimonio de la señorita Refugio Oviedo, da cuenta del compromiso expresado por el sector femenino del catolicismo sonorense hacia la defensa de la libertad religiosa:

La Iglesia necesita de la mujer y la mujer de la Iglesia, el Rdo. Padre acentuó esta frase, la repitió dos veces, parece quiso que se quedara grabada intensamente en nuestras almas. Nuestra acción católica, naturalmente, debe ser dirigida y encausada [sic] por la jerarquía eclesiástica, pero nos hizo notar que cuando un sacerdote se descuide de sostener y avivar las organizaciones católicas; pues, que entonces, sigamos aunque sea solas, haciendo lo que podamos. Que las persecuciones no deben desanimarnos en lo más mínimo: pues la palabra del Señor no puede fallar.2

Como resultado de una persistente resistencia católica y la reconfiguración de fuerzas políticas en Sonora, para 1938 fue posible consolidar una relación armónica entre las autoridades estatales y la jerarquía eclesiástica, lo cual planteó un nuevo escenario para la incidencia de las mujeres católicas. Este ejercicio analiza la forma que tomó su participación a través del estudio de Hacia el Ideal, boletín del Círculo de Estudios y Acción Católica, la primera publicación católica femenina en Sonora, que surge a los pocos meses de la consolidación del modus vivendi3 en la región, luego del fuerte conflicto Iglesia-Estado que se extendió por décadas y que tuvo su episodio más intenso a causa de la campaña desfanatizadora iniciada en 1932.

El artículo propone que las mujeres católicas fueron protagonistas de las actividades de la diócesis sonorense desde el periodo porfirista, su intervención fue más potente a partir de la implementación de un programa de catolicismo social en la década de los veinte y la defensa organizada de la libertad religiosa durante los episodios anticlericales desarrollados en 1915, 1926 y 1932; con base en lo anterior, se indaga sobre la reconfiguración de las mujeres católicas después del conflicto: la organización y definición de metas en un escenario que ya no presentaba crisis, sino conciliación entre la clase gobernante y la jerarquía eclesiástica.

Para realizar este ejercicio, el artículo se divide en tres grandes apartados. El primero se enfoca en definir a la iglesia como un espacio bisagra que permitió a las mujeres sonorenses participar en actividades fuera de sus entornos domésticos hasta convertirse en el principal activo de la diócesis de Sonora. El segundo apartado aborda la participación femenina en la resistencia católica ante políticas anticlericales, particularmente en el marco de la campaña desfanatizadora en la década de los treinta, que les permitió ingresar a lo público a través de la interlocución con actores políticos, uso del espacio público para protestas y participación en procesos electorales. El tercer apartado se ocupa del análisis del boletín Hacia el Ideal, publicación del Círculo de Estudios y Acción Católica, adherida a la Liga Diocesana de Sonora, editado en Hermosillo y con circulación en Sonora, Arizona y Baja California, que proponía un modelo de mujer católica basado en la virgen María, con cualidades que se entendían como inherentes a la naturaleza femenina, como la abnegación y el sacrificio, que participaban de la acción católica, entendida ahora como el ejercicio de la caridad.

La Liga Diocesana de Sonora: un proyecto de acción católica femenina

En consonancia con el panorama nacional, la Iglesia católica sonorense presentó un crecimiento notable durante el periodo porfirista. El auge económico que vivió Sonora en el cambio de siglo, así como la relación armónica entre las autoridades estatales y la jerarquía eclesiástica, permitieron el aumento de las parroquias, la instalación de escuelas confesionales y casas mutualistas, la inauguración del seminario, la circulación de prensa católica y el impulso al asociacionismo.4 Lo anterior, en palabras del entonces Obispo Ignacio Valdespino (1902-1912), se logró en buena medida gracias al apoyo del sector femenino, que se convirtió en uno de los pilares de la iglesia católica en Sonora, pues colaboraron en la reunión de fondos para la construcción de parroquias, escuelas y el propio seminario durante las últimas décadas del siglo XIX. Asimismo, contribuyeron, a la continuidad de la práctica religiosa en los hogares.5

El estallido de la Revolución Mexicana provocó cambios en la Diócesis de Sonora. En 1912, Ignacio Valdespino dejó el estado para convertirse en obispo de Aguascalientes, entonces Martín Portela actuó como vicario en sede vacante hasta 1919. La ola anticlerical constitucionalista provocó el cierre del seminario en 1915 y la expulsión de sacerdotes en 1916. La instauración de la Constitución de 1917 permitió a la comunidad católica solicitar el regreso de sus ministros con base en la libertad religiosa establecida en la Carta Magna.6

En mayo de 1919 se expidió la ley que establecía cuántos sacerdotes podrían ejercer en Sonora con base en el número de habitantes, entonces se permitió su retorno. En junio de ese mismo año, fue preconizado obispo de Sonora Juan Navarrete y Guerrero. El joven de 33 años fue formado en el Colegio Piolatino, establecido en Roma con la intención de formar una nueva jerarquía eclesiástica cercana a la Santa Sede y a su proyecto de catolicismo social,7 que, según palabras de Navarrete, practicó en la diócesis de Aguascalientes, donde se desempeñaba bajo la autoridad de Ignacio Valdespino antes de su nombramiento como obispo.8

A pesar de que a su llegada a Sonora el obispo Navarrete describió el panorama de la diócesis como desolador, durante los primeros siete años de su administración eclesiástica encontró la forma de poner los cimientos de su proyecto pastoral encaminado al catolicismo social. Bajo ese esquema enfocó su proyecto y aunque guardó algunas similitudes con líneas de acción de su antecesor, Ignacio Valdespino, como la creación de escuelas y la formación de sacerdotes, Navarrete consolidó de forma más evidente dos aspectos de gran importancia desde la óptica del catolicismo social: la formación de círculos de obreros y sindicatos, así como la organización de seglares bajo la acción católica, que entenderemos como el apostolado del laicado para contribuir a la construcción de diferentes proyectos pastorales dirigidos a la intervención social de la iglesia.

Había tres elementos que dificultaron la puesta en marcha del proyecto navarretiano: el deterioro de templos, la indiferencia religiosa y el bajo número de sacerdotes que oficiaban en Sonora, algunos de ellos enfermos, ancianos e incluso desinteresados de las actividades llevadas a cabo en la diócesis. Dado lo anterior, el obispo buscó la forma de allegarse del apoyo de la comunidad católica a través de la formación de la Liga Diocesana de Sonora (LDS), una organización de laicos, con estructura jerárquica que consideraba al obispo y los sacerdotes a la cabeza y a un grupo de mujeres en el organigrama general.

La LDS tenía tres objetivos centrales, combatir la indiferencia religiosa, el crecimiento de la educación católica y allegarse de fondos para la gran misión. Para ello, se deberían concentrar en la oración, la colecta y la acción a través de las siguientes estrategias:

1) propaganda a través de escuelas dominicales, escuelas de instrucción primaria, conferencias, bibliotecas, diversiones acordes a la moral cristiana, entre otras; 2) resistencia ante la generalización del espíritu anticristiano, ya sea absteniéndose de abrazarlo, protestando contra él u organizándose para acabar con esa nueva forma de paganismo; y 3) ataque directo a la descristianización a través de la formación de sociedades protectoras de las costumbres cristianas, la prensa católica y la presión económica hacia quienes poseen negocios y embisten al cristianismo.9

La Liga contaba con una estructura que iba desde la Diócesis a cada manzana de las diferentes localidades. De acuerdo con el reglamento de la LDS, el organigrama tenía al Obispo a la cabeza, en segundo término, se encontraban los sacerdotes encargados de cada parroquia. A partir del tercer nivel, la organización de la Liga Diocesana de Sonora se escribía en femenino. Cada parroquia contaba con presidenta, secretaria, prosecretaria, tesorera y protesorera. De la presidenta dependía la jefa de demarcación, quien supervisaba las actividades de la jefa de cuartel, la cual a su vez se hacía cargo de las jefas de manzana, quienes eran responsables de recolectar las cuotas de todas las personas integrantes de la LDS.10

La labor de la Liga Diocesana de Sonora se extendió por décadas, al menos hasta los sesenta, y significó el ejercicio más exitoso de la pastoral social de Juan Navarrete y Guerrero, quien para la década de los treinta reconoció en la LDS el medio para hacer acción católica en Sonora; asimismo se convirtió en el principal sostén económico para las actividades de la Diócesis.11 A pesar de las diversas tribulaciones producto de las políticas anticlericales expresadas durante las décadas de los veinte y treinta, la Liga Diocesana de Sonora pervivió y se consolidó a partir del establecimiento del modus vivendi en 1938, para convertirse en una suerte de “asociación paraguas”, que abrigó a diversas agrupaciones católicas promovidas por la diócesis, tal es el caso del Círculo de Estudios y Acción Católica, responsable de la publicación del boletín Hacia el Ideal.

Con base en lo establecido en líneas anteriores, podemos observar que al menos desde el periodo porfirista, las mujeres se convirtieron en un importante activo para la Diócesis de Sonora, que, ante la escasez de sacerdotes, la ausencia de alguna orden de religiosas, los recursos limitados, la vasta extensión territorial y la indiferencia religiosa (observada en mayor medida en los varones), se vio en la necesidad de sostener su proyecto en el laicado, centralmente en el femenino. Las mujeres católicas laicas encontraron en la iglesia un espacio bisagra que les permitió participar en espacios públicos, extrapolando su papel de madre de familia a una suerte de madre social que cuidaría de los más desprotegidos y también de su religión cuando la consideraron bajo ataque, en el marco de las políticas anticlericales planteadas por los gobiernos revolucionarios.

El conflicto Iglesia-Estado y la intervención política femenina por la libertad religiosa

Luego de siete años de trabajo tras la llegada del obispo Juan Navarrete, la labor de la Diócesis de Sonora se ve interrumpida por el conflicto Iglesia-Estado que inició en 1926 y finalizó el verano de 192912 con los arreglos firmados entre la jerarquía eclesiástica y el Estado mexicano. A pesar de que una buena parte de la comunidad católica quedó inconforme con los detalles del convenio, en Sonora las actividades continuaron su marcha hacia finales de la década.

Para 1931, diferentes facciones del Partido Nacional Revolucionario se mostraron preocupadas por la influencia del clero en el terreno electoral a través de los votantes católicos, así que dio inicio una campaña desfanatizadora en varios estados de la región, coordinada por el PNR y ejecutada por los gobernadores de las diferentes entidades. De acuerdo con Miguel García Valladares, los partidarios del anticlericalismo gubernamental usaban despectivamente el término fanático para definir a:

[…] los católicos organizados (fueran cristeros o no), mientras que fanatismo se aplica a las expresiones populares de la religión católica (fiestas, misas, ritos, devociones), de donde se entiende que los proyectos de descristianización se nombraran: desfanatización de la sociedad.13

Para el caso de Sonora tomó las riendas el joven Rodolfo Elías Calles, primogénito del general, quien ganó las elecciones ese mismo año e inició las actividades de la campaña a los pocos meses de su toma de protesta. La campaña se desarrolló en varias dimensiones: vigilancia y expulsión de sacerdotes, cierre de templos, instauración de la educación socialista, prohibición del culto público y catecismo, así como la realización de actos iconoclastas, como la quema de objetos religiosos y la realización de “misas socialistas” en las cuales se hacía escarnio del clero. Las actividades buscaban eliminar de la cultura sonorense cualquier rastro de religiosidad para configurar un “hombre nuevo” que basara su destino en la razón y no en la fe.14 En este periodo el gobernador Calles mantuvo una presencia constante en la entidad y contó con apoyo del gobierno federal para llevar a cabo sus actividades.

Las políticas anticlericales en México generaron una airada respuesta por parte de la jerarquía eclesiástica que, ante las restricciones impuestas hacia el clero, vio en el laicado el motor de la resistencia católica. Así, el llamado a defender la libertad religiosa se dirigió a los seglares de manera clara por parte de Leopoldo Ruiz y Flores, delegado apostólico de México ante la Santa Sede en 1934:

Los seglares trabajen positivamente en hacer un hecho de las instituciones públicas: República, democracia, elecciones, etc, pues en gran parte dichas instituciones no son una realidad debido a la falta de actuación de los ciudadanos que se abstienen de usar de sus derechos; el uso recto de los mismos hará sentir a las autoridades la verdadera opinión pública y contribuirá a detener a las mismas en sus extra limitaciones... NI ES NUEVA ESTA LUCHA, NI SERÁ LA ÚLTIMA. NADIE SE ACOBARDE.15

El Obispo, que había sido expulsado del estado por cargos de sedición, mantuvo contacto con Monseñor Leopoldo Ruiz, a quien le expresaba constantemente que la situación en Sonora era deplorable, que apenas unos cuantos sacerdotes apoyaban la causa contra la mayoría que expresaban no tener “complejo de mártir”. Asimismo, reprochaba que ante la vigilancia del Estado era imposible hacer una protesta, por tanto el laicado no acudía siquiera a la resistencia pasiva. A pesar de su pesimismo, reconoció la labor de las mujeres católicas, quienes se hacían cargo de la poca actividad que se registraba en la Diócesis.16

Ante el llamado de la Santa Sede y de la jerarquía católica mexicana a los laicos con el fin de que defendieran su Iglesia de los embates que percibían por parte del Estado mexicano, Navarrete manifestaba su escepticismo, sin embargo, las mujeres católicas respondieron y durante esa primera etapa de la campaña manifestaron su resistencia a través de diversos repertorios de acción: práctica del culto en forma privada, realización de actos sacramentales como bodas y bautizos en espacios domésticos, organización de reuniones y distribución de propaganda, apoyo al Obispo para enviar y recibir correspondencia, así como la promoción del ausentismo a la escuela socialista.17 Si bien este ejercicio de resistencia pasiva no frenó las actividades de la campaña, contribuyó a la continuidad del ejercicio espiritual entre la comunidad católica sonorense.

Para 1936, a raíz del rompimiento del presidente Lázaro Cárdenas con el grupo callista, que generó su expulsión y el desconocimiento de poderes en Sonora y otros estados de la república, las mujeres católicas ubicaron un contexto de oportunidad política que les permitiría iniciar su resistencia en el terreno de lo público, principalmente a través de tres vías: la interlocución con autoridades locales, estatales y federales a partir de peticiones escritas, la irrupción de espacios públicos a través de manifestaciones y actos simbólicos en espacios abiertos, y la participación en la política electoral a través de la campaña del candidato a gobernador, el penerrista Román Yocupicio, quien a la postre ganaría las elecciones.18

Las actividades citadas anteriormente ocurrieron en un periodo de efervescencia en la actividad política femenina. La incursión masiva en el ámbito escolar y laboral, su participación en partidos políticos, la fundación del Frente Único Pro Derechos de la Mujer19 y el debate generado sobre el posible reconocimiento hacia la plena ciudadanía de las mujeres mexicanas, fueron elementos que sumaron para provocar una movilización inusitada de las mujeres en diversas dimensiones del campo político. Las estrategias desarrolladas por las mujeres católicas en resistencia a las políticas anticlericales contribuyeron a la eventual resolución del conflicto en Sonora, asimismo les dio la posibilidad de ingresar al terreno público, mediante el uso público de la razón, la interlocución con actores políticos y la participación en procesos relacionados con la política electoral.

Estas prácticas, si bien no estaban enfocadas a reivindicaciones feministas, implican un reconocimiento por parte de las mujeres hacia su capacidad de identificar problemas en su entorno social, el reconocimiento de sus derechos, la posibilidad de organizarse, de resistir y de negociar con autoridades civiles, de construir discursos y formar parte de la esfera pública, todo lo anterior configura un construcción ciudadana, que se antoja relevante en un periodo cuyas leyes no reconocían por completo los derechos cívicos de las mujeres, pero sí su centralidad en el hogar y en la crianza de los hijos dentro del ámbito doméstico.

La trayectoria de las mujeres católicas en los diferentes proyectos de la Diócesis de Sonora durante las primeras décadas del siglo XX, coincide con lo que Matthew Butler reconoce como “la maduración del laico como actor religioso”,20 pues con el paso de los años su protagonismo se hizo más claro. Durante el periodo porfirista se convirtieron en “el pilar de la religiosidad”, a través de una tímida incursión en lo público mediante el ejercicio de la caridad y diversas actividades para el financiamiento de la diócesis; fueron la base y motor de la Liga Diocesana de Sonora, el proyecto estelar del obispo Juan Navarrete y Guerrero para impulsar el catolicismo social en Sonora, lo cual les proporcionó la oportunidad de desenvolverse en espacios ajenos a lo doméstico como los círculos de obreros, asociaciones, escuelas y enseñanza del catecismo.

Finalmente, ya con una sólida estructura, se convirtieron en las actoras visibles de la resistencia católica durante los embates anticlericales enmarcados en la campaña desfanatizadora en la década de los treinta. La crisis las catapultó a la esfera pública para transformarse en contendientes e interlocutoras válidas en el conflicto, presentándose en el campo político como católicas, como católicas y ciudadanas.21

El fin de conflicto y la buena prensa: Hacia el Ideal

De acuerdo con el historiador Ignacio Almada, el triunfo de Román Yocupicio en las urnas y su posterior desempeño como gobernador de Sonora, de 1937 a 1939, reconfiguró de manera drástica las fuerzas políticas en el estado, dando lugar a una suerte de desagravio generalizado para actores e instituciones que resultaron afectadas durante el dominio callista, entre los que se cuenta el sector católico.22

La política conciliatoria de Román Yocupicio con la iglesia católica fue evidente desde su campaña, pues se reconocía como el candidato que podría terminar con las políticas anticlericales. De acuerdo con Adrian Bantjes, la jerarquía eclesiástica apoyó la participación de Yocupicio en razón de que acabaría con la llamada persecución religiosa,23 lo cual es expresado, tal vez no de forma tan optimista, por el obispo Juan Navarrete en uno de sus comunicados con el delegado apostólico Ruiz y Flores para informarle de los resultados electorales:

Gracias a Dios la situación promete despejarse por aquí. Han elegido por gobernador a un hombre que sin ser santo, ni siquiera de los nuestros, ha prometido que dejará que se reanude el culto y no se mezclará en los negocios de la religión.24

Con la llegada de Lázaro Cárdenas a la presidencia de la república, la intensidad de las políticas anticlericales en los estados disminuyó, tal es el caso de Sonora. Al desaparecer los poderes en el estado, nombró a Jesús Gutiérrez Cázares como gobernador provisional, quien tuvo la encomienda de convocar a elecciones, durante su periodo se mostró tolerancia a apertura de templos, que sería replicada por Román Yocupicio en su periodo como gobernador.25

Para septiembre de 1938, el obispo Juan Navarrete predicó un sermón en la Basílica de Guadalupe, en el cual se puede confirmar que la campaña desfanatizadora era entonces algo que pertenecía al pasado:

[…] seis años de persecución comparable a los primeros años de la iglesia. Seis años de odio, seis años de lucha terrible… de vagar por los montes… de pasar malos días y peores noches… pero pasaron esos seis años, pasaron esas amarguras, ahora […] ya no más vida de catacumbas; podemos decir ¡Viva Cristo Rey! en todas partes; ahora se sienten tranquilos todos los padres, aunque no tengamos toda la libertad que fuera de desearse.26

Una vez que se reabrieron los templos, acción promovida y encabezada por mujeres católicas, que regresaron los sacerdotes y se eliminó la prohibición al culto público, el escenario para Sonora era completamente distinto. La crisis provocó una participación inusitada de mujeres católicas en actividades públicas a través de distintas vías, incluidas las expresiones violentas, con el objetivo de recuperar su libertad religiosa. Una vez que el conflicto encontró resolución gracias a su activismo, ¿cuáles fueron los siguientes pasos para contribuir en la reconstrucción de su iglesia? ¿La experiencia en el conflicto generó aprendizajes que serían utilizados de manera posterior? ¿Quién era la mujer católica que requería la diócesis sonorense para continuar con su proyecto de intervención social en un nuevo escenario que por primera vez en más de veinte años planteaba una relación armónica con el gobierno estatal?

Aunque, sin duda, las anteriores preguntas requieren diversos acercamientos investigativos para ser resueltas, el análisis del periódico católico Hacia el Ideal puede ofrecer elementos para entender la vida después del conflicto, el rumbo del activismo católico femenino en Sonora al concertarse el modus vivendi.

Apenas unos meses después de haber sido pronunciado el discurso del obispo Navarrete en la Basílica de Guadalupe, en febrero de 1939, fue publicado el primer número del periódico Hacia el Ideal, boletín del Círculo de Estudios y Acción Católica (CEAC), una organización perteneciente a la Liga Diocesana de Sonora. El CEAC estaba compuesto por señoritas, muchas de ellas catequistas, que se reunían semanalmente para revisar textos religiosos bajo la dirección del Obispo o de sacerdotes de su confianza. El círculo formaría espiritualmente a las jovencitas sonorenses, al tiempo que impulsaría diversas expresiones de ayuda a las clases menesterosas.27

Según Jorge Mario Álvarez, la publicación tenía como objetivo circular una hoja en el interior del CEAC, que dejara en el papel el estudio que el señor obispo daba verbalmente en el círculo. Serviría, además, para tener al tanto a las socias de las actividades de la agrupación.28 El boletín tenía una dirección femenina, en manos de Francisca Rodríguez, contaba con colaboraciones de las integrantes del círculo, el obispo y algunos sacerdotes, y el público al que iba dirigido estaba compuesto por mujeres. Se trataba de un medio que construyó un discurso público configurado por mujeres y dirigido a una audiencia femenina, bajo la supervisión y aprobación de la Diócesis de Sonora.

Un boletín para el CEAC

La publicación en 1897 de la constitución apostólica Officiorum munerum, en la cual se motivaba a los creyentes católicos a defender “la buena prensa” y utilizar las publicaciones católicas “como formas de moralización y recreación del espacio social para la Iglesia”,29 generó el crecimiento de periódicos y revistas católicas en todo el país durante las primeras décadas del siglo XX. A pesar de que el Obispo Navarrete incluyó el uso de la prensa en su proyecto pastoral, la creación de periódicos durante los primeros años de su administración fue mínima comparada con la que realizó su antecesor, Ignacio Valdespino, hasta 1913.

Según Carlos Moncada en su estudio sobre el periodismo en Sonora, los gobernantes del estado durante el periodo posrevolucionario vieron en la prensa un elemento de gran peso para llevar a cabo sus contiendas políticas, siendo Adolfo de la Huerta quien creó una gran cantidad de publicaciones.30 El control hacia los medios de comunicación hacía difícil la creación de periódicos contrarios a su régimen, máxime tratándose de la Iglesia católica, sin embargo, a partir de 1931 se registró la publicación de El Boletín Diocesano, en Magdalena, bajo la dirección del Obispo Navarrete.31

No fue sino hasta finales de la década de los treinta que el proyecto periodístico de la diócesis tomó forma. Así, el 12 de febrero de 1939, el boletín Hacia el Ideal salió a la luz pública. En su editorial, la directora de la publicación escribió que nacía a fin de compartir la labor del círculo con amigos y conocidos:

Todas las que de este periódico nos ocupados somos ignorantes de la labor del periodismo pero estamos llenas de buenos deseos. Queremos trabajar por nuestras compañeras, queremos simplificarles la labor que les toque. Esta es la labor de este periodiquito.32

A pesar del modesto objetivo planteado en el primer número, en posteriores ediciones, el equipo del boletín expresó con claridad que la publicación formaba parte de la “buena prensa” y que la labor periodística tenía estrecha relación con la acción católica:

¿Qué hacer? A la mala prensa debemos a poner la buena prensa. El periodismo debe servir para organizar, ya que ha servido para destruir.

Se ha dicho que si San Pablo volviese al mundo, se haría periodista.

Pero fuera de la iglesia hay una Tribuna desde la cual puede hacerse oír más de 500,000 hombres. ¡Esta Tribuna es la prensa! Pues bien, como si San Pablo volviese al mundo lo haría, el santo apóstol no volverá. Como a nosotros nos toca hacer lo que él hubiese hecho y con la misma energía y el mismo entusiasmo que él hubiese puesto en la empresa.

El apostolado por medio de la prensa, el libro o el periódico es una necesidad en la época actual; por consiguiente debemos prepararnos a ejercerlo.

¿Cómo? Aprendiendo a escribir para poder entregar al público el fruto de nuestros trabajos

¿Qué debemos escribir? es la pregunta que se dirigen todos a sí mismos.

Escribamos, no por la gloria, no por el aplauso, sino por Jesucristo.33

Durante su primer año de circulación, Hacia el Ideal inició con un tiraje de 300 ejemplares, para llegar su primer aniversario, había aumentado a 800. Lo mismo ocurrió con el número de sus páginas, pues de seis pasaron a ocho en tan solo 11 meses, luego llegaron a doce. El precio, de 10 centavos, no varió entre un año y otro. El periódico era maquilado en los talleres de una imprenta local en Hermosillo, Sonora y su directora, Francisca C. Rodríguez, se mantuvo en el cargo hasta la década de los sesenta, cuando el boletín desapareció.

Las suscripciones eran parte importante de la vida del boletín, por tanto, las socias del Círculo eran motivadas a que la venta de las mismas fuera parte central de su labor como integrantes de la agrupación. Como estímulo, se organizaron concursos entre las participantes, que premiaban con moldes de vestidos, rosarios, libros de oración y diferentes objetos religiosos34 a quien lograra la mayor cantidad. Como resultado del concurso organizado en marzo de 1940, se obtuvieron 342 nuevas suscripciones, la mayor parte eran de lectoras de Hermosillo, pero también se colocaron en diversos municipios del estado, así como en la ciudad de México, Tijuana, Los Ángeles y San Diego, California.35

El programa del Círculo de Estudios y Acción Católica se dividió en tres dimensiones: piedad, estudio y acción.36 La piedad y el estudio se articulaban en reuniones semanales y retiros espirituales que eran documentados para el boletín; en referencia a la acción, las socias hacían énfasis en “la necesidad de la Acción Católica” y urgiendo a sus compañeras en “que cada una puede trabajar en el medio en que se encuentre y según sus circunstancias”, así, colaboraban impartiendo catequesis y apoyando las actividades planteadas por las Damas de la Caridad.37

Con base en esos tres pilares del CEAC se definió la estructura del boletín con secciones establecidas: la primera plana era siempre ocupada por la noticia de actualidad, relacionada con fechas importantes como la cuaresma, el día de las madres o nochebuena. La sección de estudio, que abarcaba una plana completa, era generalmente escrita por los sacerdotes que guiaban al grupo y marcaba claramente la postura de la publicación respecto a temas como la familia, el matrimonio, la caridad, entre otros, además explicaba el desarrollo de algunos sacramentos católicos.

Estaba también la sección de correspondencia, generalmente llenada por señoritas de otros municipios reportando su labor como catequistas, quienes pocas veces firmaban las notas con su nombre. La sección “Cosas nuestras” que luego fue “Nuestras cosas” reportaba las actividades del Círculo de Estudio, así como también de otras asociaciones como las Damas de la Caridad que buscaban construir un hospital para enfermos de tuberculosis. Las actividades iban desde reportes de sus retiros espirituales, relación de dineros generados por sus eventos, noticias sobre la salud o el estado civil de sus integrantes.

Otra sección era “apreciaciones sobre películas cinematográficas” en la cual se publicaba qué películas eran recomendables para niños, adolescentes y adultos, además cuáles no debían de verse por ningún motivo pues, “estaban prohibidas por la moral cristiana”.38 La lista era retomada de la Legión Mexicana de la Decencia, confederada de la Acción Católica Mexicana.

Ocasionalmente, aparecía una lista de libros que formaban parte de la biblioteca del círculo a disposición de sus integrantes. En las páginas restantes, se incluían pequeños cuentos, poemas y pensamientos de las integrantes del grupo, que en su mayoría firmaban con sus iniciales o de manera anónima.

Nuevos enemigos: la vida después de la revolución

En 1935, justo en los momentos más intensos de la campaña desfanatizadora en Sonora, el obispo Juan Navarrete publicó una carta pastoral instando a la comunidad católica a manifestarse y resistir frente a la imposición de la escuela socialista; el documento, además de insistir en evitar la injerencia del estado en las decisiones de los padres de familia sobre la educación de sus hijos, dejó claro que había un enemigo común: la revolución.

Oponerse uno solo a la revolución sería una locura sublime, pero al final locura y por lo tanto un sacrificio estéril; pero si frente a ese fetiche horripilante se yergue en toda su majestad la patria; es decir del conjunto de hogares, sagrario bendito de instituciones veneradas, de ideales sublimes, de tradiciones gloriosas, estamos seguros del triunfo. Es preciso demostrar que es enteramente falso que la Revolución ha logrado imponerse.39

Si bien es cierto la concertación de un modus vivendi al finalizar la década de los treinta permitió una relación armónica (eventualmente de cooperación) entre la Iglesia y el Estado sonorense, la noción de revolución aún causaba cierto escozor entre la comunidad católica sonorense. El boletín Hacia el Ideal no enfocaba sus esfuerzos a la cobertura o análisis de sucesos políticos, sin embargo, fue posible encontrar un par de menciones al proceso revolucionario, considerado como un fenómeno negativo que había quedado en el pasado, pero cuyas consecuencias seguían afectando a la comunidad.40

Igualmente se utilizaba como recurso para resaltar las cualidades del obispo Juan Navarrete, quien se consideraba un sobreviviente de la llamada persecución. En conmemoración del 21 aniversario de su llegada a Sonora, el periódico dedicó un número para hacerle un homenaje, ahí el presbítero Ricardo Monge, uno de los sacerdotes más cercanos al prelado, habló justamente sobre la revolución mexicana:

Largos y tristes habían sido para nuestra iglesia 6 años de orfandad; el huracán revolucionario había amontonado ruinas por doquier, destruido el seminario y permitido el ejercicio del santo ministerio a unos cuantos hacer dotes, perdidos en vasta extensión hostil.

Comenzó entonces una era de actividad asombrosamente reconstructiva bajo la dirección y con el esfuerzo personal del excelentísimo y reverendísimo prelado. Para él no había dificultades, ni fatigas, ni pobrezas insuperables.41

Esta narrativa de reconstrucción se encuentra presente en los discursos del periódico, un editorial dedicado a conmemorar el aniversario de la independencia, da cuenta no solo de los efectos dañinos de la revolución mexicana, sino de la relación explícita que los cristianos debían tener con la patria para contribuir en la reconstrucción del país, asimismo enseña por asomo un tema que tomaría fuerza en los años posteriores, la lucha contra el comunismo:

Aún cuando por obra de la propaganda de ideas comunistas que tanto ha privado entre nosotros al amparo de tan decantada Revolución se haya deturpado el concepto de patria y desleído casi hasta perderse el sentimiento que dicho concepto original, no debemos, no podemos los cristianos de convicción ser de ello indiferentes…

El Señor Jesús nos enseñó a amar la patria y a sacrificarnos por ella. Él se glorifica en los montes, las praderas coman las riquezas y bellezas de su tierra. Él se enorgullece santamente de la magnitud de Los Héroes de su pueblo. Él pedía a su padre el bienestar de sus conciudadanos…42

La indiferencia religiosa, exacerbada por las campañas anticlericales, acusada por Navarrete a su llegada a Sonora, parecía permanecer en el panorama. Ante ello surgía la figura idílica del obispo, liderando el campo de batalla:

Excmo. Sr. Habéis luchado estáis llamados a luchar aún más; pero cuando el terrible desaliento pretenda apartaros del combate, acordaos que entre vuestros hijos de Sonora hay quienes se interesan por vuestros trabajos porque saben que trabajar con el Prelado es trabajar con Dios.43

En este escenario se asomaba un nuevo enemigo a vencer: los actos inmorales que ofrecía el mundo moderno, particularmente a través de la cinematografía. Hacia el Ideal, expresaban sus editoras, ha luchado “contra la inmoralidad en el cine publicando las apreciaciones sobre películas tomadas del boletín de la Legión Mexicana de la Decencia”.44 Es así que en todas las ediciones del boletín aparecía la sección “apreciaciones sobre películas cinematográficas”, que clasificaba los estrenos en cuatro categorías: clase A, las pueden ver todos; clase B, para personas de criterio formado; clase B.2, no propias para jóvenes y clase C, no se deben ver y se debe impedir que se vean, prohibidas para la moral cristiana.45

Como se ha dicho, la lista era retomada de la Legión Mexicana de la Decencia, confederada de la Acción Católica Mexicana (ACM), que, durante las décadas de los treinta, cuarenta y cincuenta ejerció una influencia importante en los proyectos de moralización y control social promovidos por la Iglesia católica.46 Es importante anotar que la reproducción de este listado supone un ejercicio de colaboración con la ACM, que aparece como novedoso frente a las décadas anteriores, caracterizadas con una suerte de aislamiento de los seglares sonorenses que parecían poco interesados en formar parte de las redes nacionales.

De acuerdo con la investigación de Laura Camila Ramírez, los proyectos de moralización dirigidos al cine tuvieron como origen la encíclica papal Vigilanti Cura (1936) de Pio XI, que obligaba a la jerarquía eclesiástica a promover una mirada vigilante sobre ese medio de comunicación, pues lo consideraba el más potente para influir sobre las masas y dicha influencia fácilmente podría usarse de manera negativa.47 En ese orden de ideas se inscribe el artículo “Seamos conscientes”, publicado en el boletín acompañando el listado de películas prohibidas.

El cine es un elemento poderoso, puede ser un elemento de civilización y de progreso si se encamina a desarrollar sentimientos nobles, a instruir, a fomentar las sanas costumbres, de amor a nuestros hermanos; por el contrario, cuando sus miras son la destrucción del hogar, la disgregación de la familia, la proclamación del divorcio, la relajación de las costumbres, el odio, el asesinato, el robo, las tramas para eludir la acción de la justicia, las libertades en las relaciones de los jóvenes de ambos sexos que dan tan funestos resultados, en fin, ese cúmulo de males que estamos palpando diariamente y que la mayor parte de las veces dimanan de las enseñanzas recibidas en el cine, pero que, sin embargo de lamentarnos, autorizamos con nuestra presencia y fomentamos con nuestro dinero semejantes espectáculos y no digamos que inconscientemente puesto que la Legión Mexicana de la Decencia, constantemente se ocupa de indicar los escollos, los peligros graves y las prohibiciones a tales exhibiciones.

De acuerdo al ensayista Carlos Monsiváis, las películas señaladas por la Legión Mexicana de la Decencia solo aumentaban el morbo y aumentaban la audiencia de las cintas prohibidas,48 tal vez por eso además de publicar la lista, se incluía un mensaje que buscaba la reflexión sobre el tema, dichos discursos expresaron con claridad que las responsables de controlar el consumo de cine entre la juventud eran las madres de familia:

Madres de familia, dar a vuestros hijos en todas las épocas de vuestra vida, ejemplos enaltecedores, no le dé el mal ejemplo de asistir al cine inmoral con ellos ni de mandarlos a esa clase de espectáculos. Tener en cuenta que es muy seria la responsabilidad que sobre vosotras pesa. Contribuir con vuestra acción a que crezcan en las almas y corazones de vuestros hijos sentimientos nobles, puros y bellos…

…en manos de las madres está pues, en gran parte la solución de este problema que tan seriamente afecta el bienestar de sus familias, como de la sociedad y de la patria.49

Otra misión de las madres de familia relacionada con la lucha de la iglesia católica contra el relajamiento moral en la sociedad mexicana se relacionaba con la virtud de las jóvenes que ante los peligros modernos corrían el riesgo de perder su pureza, esa no solo se entendía como la castidad, también contemplaba “evitar en nuestro corazón todo aquello desordenado o que manche… que le quita la gracia le hace enemiga de Dios e hija del demonio”.50 Ante esto, aparecían publicaciones para alertar a las madres de familia sobre los peligros que acechaban a las jovencitas en la vida social, el artículo “Cuando las colegialas pasan” es un ejemplo claro de ello.

Cada una va a acompañada de un ángel, encargado de guardarla contra las miradas de muchos jovenzuelos atrevidos, contra las enseñanzas con que tropiezan sus ojos ante las descaradas pinturas de los cines, esas leyendas, eso que no es arte por más que así lo digan, porque sacan dinero de las inclinaciones bajas. Ojalá nosotras pudiéramos defender a estas limpias colegialas de la podredumbre que se respira en los espectáculos públicos, en las conversaciones, en las hojas periódicas, en la poca decencia y las traidoras enseñanzas en las mal llamadas canciones, si nos fuera dado defenderlas a como lo haría la madre más cuidadosa.

¿Cuántas se mancharán mañana?¿Cuántas tropezarán mañana con un novio que no las aprecie, con una compañera de ‘sabe mucho’, con un hombre infame, con una amiga demasiado a la moda o con una tertulia imprudente?

Oh colegialas modestas y puras, pido a dios por vosotras, porque su corazón se mantenga puro.51

En este sentido, también fueron publicados testimonios de jóvenes que vieron en el Círculo de Estudios y Acción Católica una barrera protectora ante los peligros de la modernidad, o bien, un espacio de redención para aquellas que habían perdido el camino, seducidas por los encantos de lo que boletín entendía como la vida frívola, tal es el caso de una señorita que se mantuvo en el anonimato para ofrecer su testimonio en la sección de correspondencia, dejando claro que el arrepentimiento siempre estaba sobre la mesa:

[…] debo decirle, que no hace mucho tiempo era esclava del cine y hoy hago firme propósito de alejarme completamente de él y ser más empeñosa en poner en práctica los sanos consejos que ud. tan desinteresadamente nos da. La más ignorante de sus hijas.52

La acción católica en el modus vivendi

Para inicios de la década de los cuarenta, la Liga Diocesana de Sonora contaba con veinte años de funcionamiento, que habían sido interrumpidos de forma abrupta por los efectos de la campaña desfanatizadora. Como señalé en líneas anteriores, la LDS, cuyo organigrama se escribió mayormente en femenino, se convirtió en la asociación más exitosa de la Diócesis y en el medio de la acción católica en Sonora, según lo asentó el Obispo Navarrete.

Luego del conflicto, se realizó un ejercicio de fortalecimiento de la Liga, que incluía la promoción de la misma como el espacio que generaba y administraba la acción católica en Sonora. El boletín Hacia el Ideal constantemente tocaba el tema, publicaba artículos informativos sobre los objetivos de la Liga, e invitaba a sus lectoras a unirse a la “Santa cruzada” de la LDS, bajo la dirección de la jerarquía eclesiástica, en aras de instaurar “el reino de Cristo en nuestra patria chica”.53 En el periódico fue definida con claridad la acción católica como:

la participación de los seglares católicos en el apostolado jerárquico para defender los principios religiosos y morales, para ejercer acción social sana y benéfica, bajo la dirección de la Jerarquía eclesiástica, fuera y sobre todo partido político, con la intención de restaurar la vida católica en la familia de la sociedad.54

Estaba claro que la actividad sería desarrollada fuera del ámbito de la política formal, parecería que luego de la experiencia electoral de años anteriores, la participación partidista de los católicos debía ser disminuida por parte de la jerarquía:

[…] acción política, a la que los buenos católicos no deberían mostrarse extrañados, viene a ser como el fruto sazonado de la vida íntegramente cristiana de la sociedad. Pero estos frutos no hay que esperarlos, mientras el árbol no haya echado profunda raíz y haya amacizado su vida cristiana.55

El llamado sería a restaurar el orden social cristiano a través de cuatro vías: la oración, el ejemplo, la propaganda y el apoyo moral y material. De la misma forma, la caridad aparecía como central en el proyecto, esto es, ayudar al prójimo en sus necesidades espirituales y materiales. Con un tono bélico, se aseguraba que la LDS era el “ejército de la acción católica en Sonora”.56

En el artículo “La Liga Diocesana. Qué es, para qué sirve, cómo trabaja”, se explica a las lectoras de Hacia el Ideal que la LDS se estableció por las autoridades eclesiásticas ante la instrucción clara de la Santa Sede y representaba la “fuerza viva” de los católicos, que debían sentirse orgullosos de formar parte de un ejercicio que se extendía a nivel mundial para lograr que los católicos conscientes de su religión lograran “la preponderancia del espíritu de fe, de rectitud y de caridad que ella pregona, en todos los distritos de la vida individual doméstica y social”.57 La asociación se concentraría en:

Prestar pequeños servicios de propaganda de la verdad cristiana, en contraposición a las ideas y costumbres anticristianas en la familia y en la sociedad, de cooperación económica en el trabajo general de la iglesia, y sobre todo, pidiendo a cada coaligado que recite una pequeñísima oración en la que pide a Dios la gracia de que venga la diócesis, cuanto antes, su reino soberano.58

Para lograr sus objetivos hacía un llamado a los católicos para organizarse en cuarteles, demarcaciones y manzanas: “nadie deje, pues, de buscar a la jefa de manzana o cuartel de dónde vive para alistarse cuanto antes en este ejército al que todo cristiano de convicción debe sentirse obligado a pertenecer”.59 A pesar del vehemente llamado, era claro que no se lograba la respuesta deseada, pues en un balance publicado en 1940, se expresó que el avance era más lento de lo esperado, encontraban explicación en la indiferencia religiosa, que parecía un hueso duro de roer en Sonora:

Falta comprensión del ideal.

Falta amor hacia él mismo.

Falta actividad en los jefes.

Falta abnegación para el trabajo

Falta desprendimiento en los socios

Se ha hecho bastante, es verdad

Pero más, mucho más se podría hacer, si todos procuramos quitar esas causas.60

Luego de la consolidación del modus vivendi, la Diócesis de Sonora concentró su empeño en promover la participación del laicado a través de la LDS, de donde se desprendieron varias asociaciones, entre ellas el Círculo de Estudios y Acción Católica y la organización de beneficencia las Damas de la Caridad, que, a decir de estudiosos del periodo, se convirtieron en la “columna vertebral” del proyecto navarretiano, que encontró su mejor momento en las décadas de los cuarenta y cincuenta.61

Un deber-ser femenino hacia el ideal

El periódico Hacia el Ideal significó la oportunidad de colocar un discurso público a disposición de la comunidad católica, en el cual no solo se presentó una voz femenina, también se construyó un modelo de mujer, un deber-ser que respondiera a una nueva etapa para el catolicismo mexicano. Aunque el obispo Juan Navarrete encontró su base de apoyo en las mujeres laicas, rara vez expresó en sus mensajes alguna idea sobre la concepción católica femenina, sin embargo, es posible observar esta noción en su carta pastoral de 1936, dedicada a la educación socialista:

¿En qué quedarán los hogares del mañana con madres que desde sus más tiernos años perdieron la influencia de la llamada educación que se les impartió, no digo ya el temor a Dios, el pudor y la modestia cristianos, sino el respeto a sí mismas, el respeto de su valor moral, de ese que constituye la única arma con la que la mujer podrá vencer en la lucha por la vida, puesto que pese a quien le pese, la naturaleza la ha hecho físicamente más débil que el hombre, dado que su misión sobre la tierra no ha de complementarse a base de fuerza bruta, sino a base de su grandeza de alma, espíritu de sacrificio, de suavidad, de dulzura y de amor.62

Si bien el periódico Hacia el Ideal era un esfuerzo de “un grupo incansable y empeñoso de muchachas”,63 su publicación contaba con la supervisión y aval de la diócesis de Sonora, en la figura del obispo Navarrete y sus colaboradores más cercanos, esto implica que los discursos sobre lo femenino que subyacen en el boletín responden a la concepción institucional del catolicismo, lo cual pueden darnos algunas pistas sobre el ideal planteado por la jerarquía eclesiástica sonorense y difundido por las integrantes del CEAC. En el artículo “Las mujeres del Gólgota”, de autoría anónima, se expresa con claridad la visión de la mujer generada por el cristianismo:

En tanto que ningún hombre, había ahí tres mujeres, llamadas Marías, las tres, acompañaban al hijo de Dios agonizante y le sostenían con su compasión. Eran una virgen, una esposa y una pecadora arrepentida, en una palabra ‘era la mujer’ en todas las condiciones que puede hallarse sobre la tierra, ¿no había en esto un simbólico profético del papel que debía desempeñar en el cristianismo la mujer? En pie junto a la cruz, es decir, segura, inquebrantable, sostenida en la fe, llena de amor y misericordia, asistirá siempre a Jesucristo abandonado frecuentemente por los hombres.64

Según explica Inmaculada Blasco, la idea de una fidelidad incondicional por parte de las mujeres hacia la iglesia católica provenía de su instinto materno que las obligaba a “ver con claridad el peligro del proyecto que nos amenaza”, y de no poder consentir ver a sus hijos, esposos y padres “criados sin Dios”,65 de esta manera, las colaboraciones de Hacia el Ideal representaban una mujer incansable, omnipresente en “todos los calvarios humanos”,66 como madre, esposa o hermana, se esperaba fe inquebrantable y optimismo incansable. Por supuesto este ideal no era asumido por todas las mujeres, así, en el artículo “Lo que debe hacer la mujer por la religión”, se invitaba a las católicas a “comprender el papel que deben interpretar como mediadoras entre Dios y las almas, aliviar a quienes sufren el peso de los dolores…ser madre de los niños, hermana de los adultos e hija de los ancianos”.67

Las colaboraciones del boletín expresaban con claridad cuál era su ideal: la virgen María, que se presentaba como ejemplo y como meta. En 1854 se instituyó el dogma de la Inmaculada Concepción por Pío IX, con lo cual la Virgen María ocupó un lugar sustancial dentro del imaginario católico, solo por debajo de la Santísima Trinidad68 “Nadie conoció a Cristo tan profundamente como ella; nadie más apta que ella como guía y maestra para conocer a Cristo”, expresó el papa Pío X en la Ad Diem Illud Laetissimum, encíclica sobre la devoción a la virgen, a propósito de cumplirse 50 años del establecimiento del dogma.69 En dicho sentido, para 1912 en Sonora se conformó la Asociación las Hijas de María, que concentraba señoritas de clase media y alta,70 abocadas a realizar obras de beneficencia y promover la devoción hacia la virgen María, que se incrementa con el paso de las décadas.

La virgen María sería de quien aprenderían a vivir de manera humilde y sacrificada, para convertirse en “verdaderas procuradoras del Reino de Dios” a través de un “apostolado en la vida social”, que consistía en la creación, la propaganda y el ejemplo.71 En el editorial dedicado al día de las madres, Hacia el Ideal estableció el modelo para sus lectoras:

Hacia el Ideal es un lema, es un programa, y bien; todo ese programa puede traducirse en esta palabra: María. Porque María es para el cristiano el camino que lleva a Jesucristo. Porque María es el modelo suscitado por Dios para que la mujer cristiana sepa en todo detalle cómo el sexo débil ha de responder a la misión que su Creador le confiriera, y así merecer la recompensa de su destino eterno.72

Las jóvenes integrantes del círculo y sus lectoras debían asumir el compromiso de alcanzar el ideal y no perderse en el camino a causa de las tentaciones modernas; la frivolidad, entendida como la vida alejada de la fe y la preocupación por los más necesitados, debía evitarse bajo cualquier circunstancia, pues su misión primera sería abrazar a Dios y llevarlo a todos lados donde se encuentre. Las mujeres que no se comprometían con esta lucha, eran consideradas “flores artificiales”, las cuales “solo agradan a la vista; carecen de perfume, no tienen vida, están muertas. Ser vosotras flores vivas y exhalar entorno vuestro el suave aroma de Jesucristo”.73

Además de alejarse de la frivolidad, las jóvenes debían guiarse por la humildad y la abnegación, estos valores acrecentarían su virtud y debían representarse en la ayuda al prójimo, así también en la disciplina ante las instrucciones por parte de sus padres, sacerdotes y el propio obispo, quien interactuaba de forma permanente con la mesa directiva del CEAC. En los discursos del boletín, de manera frecuente se recalcaba no solo el cúmulo de cualidades del prelado, también se referían a su liderazgo, guía en el llamado ejército que configuraba la acción católica en Sonora. A propósito del informe de actividades del Círculo, las socias agradecieron la labor de Juan Navarrete:

Excelentísimo señor, querido padre, las socias y especialmente la mesa directiva os agradecemos en el fondo del alma todo vuestro cariño, todos nuestros desvelos por nosotras, y ya que no somos capaces de pagar tanto bien, pedimos a Dios nuestro señor que os proteja como merece. Os prometemos no separarnos nunca de vuestro lado, ser dóciles a vuestros consejos y ponernos enteramente a vuestra disposición para ayudar en cuanto nos sea posible en los trabajos de la acción social católica.74

La trayectoria de las jóvenes católicas dentro del CEAC finalizaba cuando partían al estado matrimonial, de esa forma, “rendían honor al círculo al convertirse en verdaderas esposas, madres y cristianas”.75 A pesar de que ya no podían formar parte activa del círculo, se mantenían como integrantes honorarias, a través de pago de cuotas y participación en sus actividades para reunir fondos, así también con la compra de suscripciones del boletín. El matrimonio, cuyo fin último era la procreación y educación de la prole,76 aparecía como el destino ideal de las señoritas católicas; en la colaboración “Esposa modelo” de Antonia Figueroa, se detalla la posición central que adquirían las mujeres en la formación de las familias cristianas:

No hay sombra, ni noche, ni dolor donde viven estos Ángeles. Su presencia es para su morada como una perpetua Aurora, y los efluvios de su noble corazón proporcionan a los seres que están en su derredor, señales de una satisfacción pura y Santa.

Dios nuestro señor, que siempre alienta y premia la virtud, a la esposa modelo en este mundo la ayude, conforte, aliente en las penas y sacrificios que irremisiblemente trae consigo tan Sublime estado.

Sea el quién sostenga a nuestra buena compañera, en el cumplimiento de sus sagrados deberes, y quién derrame la felicidad en su Nuevo Hogar.77

La publicación mostraba una postura neutral hacia el ingreso de las mujeres al terreno laboral, uno de los síntomas de la emancipación femenina, a pesar de que esta situación significó una preocupación importante para la jerarquía católica en décadas anteriores, puesto que el descuido de su labor al centro de la familia podría generar consecuencias desastrosas para el entorno social.78 En concordancia con diversas asociaciones católicas femeninas en México, que buscaron organizar a las trabajadoras en el marco de los proyectos de catolicismo social, al tiempo que buscaban ser una suerte de contención de la moralidad de las empleadas, en la publicación se reseñaba la participación de enfermeras, profesoras, oficinistas y obreras que cumplían una doble jornada: cumplir con sus funciones laborales y con la acción católica.

Como ejemplo, se reseña la vida de Rosa María, una joven enfermera, quien antes de cubrir su turno en el hospital para cuidar de enfermos de tuberculosis, ofrecía desayuno a una veintena de niños humildes, quienes diariamente asistían a su casa “descalzos, mal vestidos, tiritando de frío”,79 a tomar quizás su único alimento del día.

Para Hacia el Ideal, era tan importante la labor al centro del hogar como participación en el ámbito social. Como señalé anteriormente, las tres columnas del CEAC eran el estudio, la piedad y la acción. La última engloba diversas actividades, entre las que observo centrales el catecismo y los ejercicios de beneficencia. El boletín publicaba de manera frecuente experiencias de jóvenes catequistas que significaban un ejemplo a seguir, pues bien sacrificaban su periodo vacacional para impartir las enseñanzas en alguna población o aprovechaban las pocas horas de descanso luego de una ardua jornada laboral para cumplir con su misión, que tendría su recompensa:

Una hora de catecismo con niños sucios y bulliciosos, trae consigo más gozo nuestras almas, que horas enteras del espejo, de lecturas, de cine, de visita… nuestros corazones hablaran y desde el cielo Nuestro Señor como padre bueno, nos reservará el premio que ha prometido a los que enseñan a los que no saben.80

De acuerdo con los textos publicados en Hacia el Ideal en el periodo de estudio, la caridad era entendida como aquellas acciones encaminadas a atender las necesidades materiales y espirituales de las clases menesterosas. Este llamado apostolado, no solo consistía en “dar limosna”, además debería ayudar “al alma apartándola del camino del error, del vicio, del pecado; pues al pobre, demás del pan le falta la fe, la instrucción, el respeto, la consideración y el amor”.81

El modelo a seguir sería el desarrollado en Estados Unidos durante la Gran Guerra “Give ‘till it hurts”, que aducía a dar más de lo que sobre, incluso compartir aquello que para quien ayuda suponga una necesidad.82 Sara Thompson, asidua colaboradora del boletín, integrante del CEAC y activa participante de la resistencia católica ante la campaña desfanatizadora,83 definió para las lectoras la noción de caridad según el clero sonorense:

[…] el padre Navarrete con frases sencillas y tiernas nos habló de la caridad cristiana, de aquella, que después de haber dado de lo suyo, se da a sí mismo, de aquella caridad ardentísima que nos lleva a remediar las necesidades del prójimo, sea este quien fuere.84

En el boletín frecuentemente relacionaba de manera directa el ejercicio de la caridad con la acción católica, en ocasiones como complemento, otras como sinónimo. Una mujer de acción católica era aquella que cumplía con el apostolado de la caridad a través de pequeñas acciones cotidianas o de apoyo a las organizaciones establecidas, como las Damas de la Caridad, asociación de beneficencia ligada a la diócesis de Sonora, que se encargaba de coordinar los trabajos para promover comedores comunitarios, visitas a prisioneros, celebración de posadas para niños de escasos recursos, entre otras actividades, siendo su proyecto más ambicioso la construcción de un hospital para atender a personas enfermas de tuberculosis, padecimiento que se convirtió en la segunda causa de muerte entre los sonorenses a inicios de la década de los cuarenta.85

A partir del número de noviembre de 1939, el boletín anunció que en adelante se dedicaría una de sus páginas a las Damas de la Caridad para “publicar sus informes y todo lo concerniente a sus trabajos”;86 así, en cada edición aparecía diversas actividades encaminadas a la colecta de fondos para el hospital, así como listados de personas que contribuyeron con donativos (en efectivo y en especie) para lograr su construcción. Entre los donantes aparecían comerciantes, propietarios e integrantes de la clase política como Ignacio Soto, Horacio Sobarzo y la propia Sra. Margarita de Macías, esposa del gobernador Anselmo Macías (1939-1943), lo cual da cuenta de un ambiente de conciliación entre Iglesia y Estado para esos años. Esta idea se refuerza en el artículo “Pro Asilo de Tuberculosos”, publicado en la sección de las Damas:

-‘Señor, algunas damas se proponen construir un asilo para tuberculosis’- y el buen gobernante, deseoso del mejoramiento de los suyos, suspendió sus labores, para oírlo; y ya es digno de tomarse en cuenta. Dijo: ‘yo mismo iré a visitarlo y lo ayudaré’, y uniendo dicho a la palabra lo visitó, lo ayudó generosamente, y el sueño se convirtió en realidad.87

Si bien es cierto las Damas de la Caridad era compuesta por señoras que contaban con altos recursos económicos, era importante para el boletín dejar claro que el apostolado les correspondía a todos sin excepción: hay trabajo para pobres y ricos, para chicos y grandes como para sabios e ignorantes.88 Así, se reseñaba la actividad de jóvenes de escasos recursos, que hacían mucho con poco, invitando a quienes tenían más recursos a tomar sus ejemplo y lograr mayores resultados:

Y un día la conocí …Contra todo lo que yo me había imaginado, la pobrecita no era bonita ni joven, ni vestida siquiera con elegancia. Su traje oscuro y muy usado, su calzado barato indicaban a las claras que pertenecía a la clase trabajadora, y que enseñaba el catecismo en sus horas de descanso…no tiene ni juventud, ni dinero ni belleza exterior: pero ella ha sabido traer a su semblante, a sus labios, la hermosura de su alma, y así la sienten los niños, y así la aman…Pensando en ella, imaginen el gusto que yo siento al ver que ustedes han acogido con tanto cariño la enseñanza del catecismo, porque me digo estás muchachas tan guapas, que tanto han recibido de nuestro señor, que tienen en sus manos abundancia de recursos, ¿qué no podrían hacer por los niños?89

En el artículo “una mujer de acción católica”, el boletín define lo que se espera por parte del sector femenino en este apostolado que incluía a toda la comunidad católica. Se trata de Mamá Conchita, una mujer que construyó un pequeño albergue para atender a niñas familiares de enfermos de tuberculosis internados en el hospital. Día con día salía a pedir limosna a los principales puntos de encuentro con el fin de reunir fondos para “sus hijitas” y asegurarles techo, ropa y alimentos; pero Mamá Conchita no restringía sus actividades a cubrir necesidades materiales, era también quien:

Procura que los niños pobres no permanezcan sin gracia del bautismo; convence a las jóvenes para que se casen cristianamente y también es la que con toda caridad, prepara con sus oraciones al que se encuentra al borde de la tumba y la que lleva a sacerdote para que se le administren los últimos sacramentos.

En pocas palabras, Conchita era “una madre, una amiga, un apóstol, es una mujer de alma grande, de acción católica, de verdadera caridad de Cristo”.90

Si bien es cierto el boletín mantuvo una visión tradicional sobre los roles asignados a las mujeres, no eligió expresarse abiertamente en contra del feminismo liberal o a favor de un antifeminismo, como se planteó en otros discursos católicos públicos durante las primeras décadas del siglo XX.91 En este sentido, podemos enmarcar la política editorial del boletín Hacia el Ideal, en lo que Inmaculada Blasco define como “feminismo católico”, cuyos orígenes en el mundo hispano se remontan al cambio de siglo y propone un “feminismo basado en la diferencia de género y en la extensión del papel social de las mujeres como madres y esposas al espacio público”, que cuestionaron elementos del discurso decimonónico, como la dicotomía de las esferas separadas.92

Este feminismo católico o “sensato”, fue una soporte central para la marcada intervención femenina en la llamada acción social de la iglesia, pues permitía “irradiar el espacio público con las cualidades femeninas y maternales, con el objetivo de transformarlo”.93 La concepción encuentra coherencia con lo que Karen Offen y Marissa Ferrandis denominaron “feminismo relacional”, que tuvo un marcado auge hasta la entrada del siglo XX, la autora define a esta tradición como un feminismo que proponía una organización social basada en el género, pero igualitaria. Esta idea ponía énfasis en los derechos de las mujeres como mujeres, definidas por su capacidad de engendrar y criar, insistía en que las cualidades de las mujeres contribuyen de manera específica en el terreno público y por ello reclamaban los derechos que le confería esta contribución.94 Este discurso, sin duda distaba de lo que las autoras llaman la argumentación individualista, que apelaba de manera más general a los derechos humanos individuales y exaltaba la búsqueda de la libertad personal; asimismo rechazan los roles, cualidades y contribuciones relacionadas con el sexo.95

En este sentido, es posible encontrar elementos de las argumentaciones feministas citadas en el boletín del Círculo de Estudios y Acción Católica, pues lejos de censurar la presencia de las mujeres en los espacios públicos, buscaban que las mismas asumieran la responsabilidad de abordarlo para consolidar la acción católica. Las mujeres no podían abandonar su lugar en el centro familiar, ni las cualidades inherentes a su “sexo”, pero su deber ser incluía salir de los espacios privados para convertirse en columna de los proyectos pastorales planteados por la diócesis. Lo dicho anteriormente parecía tener sus restricciones, aunque no se enunciaba en los discursos publicados una censura directa, el campo de la política electoral que habían ocupado en los comicios de 1937 ya no era mencionado, tampoco los espacios sindicales o partidistas, en los que la resistencia católica tuvo un lugar importante en el contexto político de ese mismo año.

La valentía y arrojo, características mostradas por las mujeres en años anteriores, serían sustituidas por la abnegación, la dulzura y el sacrificio, cualidades entendidas como inherentes a la naturaleza femenina y que resultaban efectivas para los diversos proyectos de beneficencia social. El artículo “La mujer”, de Elvira Bórquez, da cuenta de la centralidad que tuvo el sector femenino en el llamado ejército de acción católica sonorense y las labores que le correspondieron en dicha cruzada:

Mucho se ha hablado de la mujer... Pero yo, amigo lector, yo te la presentaré de otra manera: ¿No has reparado, no has reflexionado sobre la mujer en la acción social?...Mira, cuando una mujer se dedica de lleno a la acción católica, al par que hambres corporales, sacia el hambre de cariño que cada uno de estos desgraciados siente al tender humildemente su mano, esperando con una misma conformidad que su misma desgracia le infunde, el gesto, si no desdeñoso, por lo menos indiferente de esos otros seres que están colocados en un nivel superior al suyo, según el mundo.

Imagina pues la alegría de esos pobres al ver que una mujer cariñosamente inquiere sobre sus dolencias, sobre sus sufrimientos, y es tal su delicadeza que ellos no se avergüenzan, no se sienten humillados, por el contrario, confortados y aún esperanzados. Si esa mujer es ya una señora de cabeza plateada, sienten en ella una madre comprensiva y cariñosa. ¿Y si es una jovencita? Para ellos es la hermanita dulce y delicada que a ellos no les fue deparada o bien la hijita que fue su alegría y la muerte inexorable les arrebató.

Todo, todo esto puede hacer sentir una mujer, porque mujer quiere decir delicadeza y ternura. Sí son muchos los consuelos que una mujer puede proporcionar a tantas miserias, mucho el bien que puede hacer, muchas las lágrimas que puede secar, con solo sentir la acción católica.96

Consideraciones finales

La centralidad de las mujeres católicas laicas sonorenses en los diversos proyectos de la diócesis de Sonora parece evidente al analizar sus dinámicas de organización marcadas desde el periodo porfirista; dicha participación tomó diferentes formas de acuerdo a las necesidades de la diócesis, el contexto sociopolítico del estado de Sonora y las propias dinámicas de participación femenina surgidas en el cambio de siglo, el estallido revolucionario y los intentos de construcción del Estado Nacional durante las décadas siguientes. Es claro que la jerarquía eclesiástica reconocía la capacidad de agencia femenina y su capacidad de organización, pues, siempre bajo la supervisión del obispo y sacerdotes, encabezaron los diversos proyectos de la diócesis, tal es el caso del proyecto más relevante del Juan Navarrete y Guerrero: la Liga Diocesana de Sonora.

Sin duda, uno de los elementos que modificó de manera clara los objetivos y estrategias de participación de las mujeres laicas fue la organización de la resistencia católica ante diversos embates anticlericales, principalmente contra la campaña desfanatizadora iniciada en 1932, pues por primera vez se presentarían en el escenario político asumiendo su identidad católica. Una vez pasada la crisis, el modus vivendi presentó un nuevo escenario que planteó nuevas metas y diferentes maneras para lograrlas. La publicación del Boletín Hacia el Ideal significó una estrategia novedosa por parte de las mujeres católicas que permitió la incursión de un discurso femenino en la opinión pública sonorense, en un periodo en el cual las voces femeninas en el periodismo todavía se consideraban escasas.97 Se propone que la crisis que supuso la campaña desfanatizadora (1932-1938) catapultó la participación política de las mujeres en la arena política, con ello construyeron agencia y desarrollaron nuevas estrategias para participar en las actividades de su iglesia, una de ellas es la colocación de un discurso público a través de la prensa, que les permitiría expresar su visión del mundo y poner sobre la mesa su ideal.

La publicación definiría qué se esperaba de las mujeres sonorenses y ofrecería un deber-ser que contrastaba con las muchachas modernas representadas en los medios de comunicación contemporáneos, principalmente el cine. Para las jóvenes católicas sonorenses el ideal sería la Virgen María, de quien aprenderían diferentes virtudes como la bondad, el sacrificio y la abnegación para convertirse en una suerte de presencia luminosa de todos los escenarios en desgracia. Aunque el boletín no marcó el feminismo como espacio de enunciación, es posible identificar en sus discursos trazos de un feminismo católico o “sensato”, que atiende una postura relacional, en la cual las mujeres serían poseedoras de derechos, como la ampliación de la ciudadanía, pero su participación en espacios extra domésticos sería marcada por cualidades definidas por su supuesta naturaleza femenina, relacionada con la maternidad. Para el boletín Hacia el Ideal, el destino de las señoritas era el matrimonio, donde serían las responsables primeras de la crianza de sus hijos e hijas; pero su misión no terminaba en los límites del hogar. La iglesia les exigía extrapolar su naturaleza materna al entorno social y abrazar a los desprotegidos.

Por supuesto, la publicación fue supervisada por la diócesis de Sonora encabezada por el obispo Juan Navarrete y Guerrero. La construcción de un modus vivendi entre la jerarquía eclesiástica y autoridades de gobierno, recién inaugurado en 1938, no podía ponerse en riesgo, ello implicó un ejercicio de despolitización de la comunidad católica, en el caso particular de esta investigación, se observó una tímida mención al proyecto revolucionario, como algo que había quedado en el pasado y cuyas consecuencias pervivían principalmente en la forma de indiferencia religiosa. No se observaron críticas a las administraciones estatales vigentes en el periodo de estudio, acaso algunas menciones al apoyo que algunos integrantes de la clase política que colaboraron en proyectos de las Damas de la Caridad.

En ese sentido, la acción católica se observa como una idea polisémica, que se carga y descarga de significados en momentos específicos de la iglesia católica sonorense. Ante las políticas anticlericales emanadas de los proyectos revolucionarios se convirtió en un grito de lucha, y aunque posterior al modus vivendi se hablaba aún en términos bélicos de un ejército de acción católica, esta se expresaría en el ejercicio de la caridad, esto es, cubrir las necesidades espirituales y materiales de los pobres; ante ello el deber ser femenino tallado a partir del modelo de la virgen María parecería perfecto para cumplir la misión de la diócesis sonorense.

Si bien el estudio de la recepción del boletín Hacia el Ideal, así como la sociabilidad de las ideas expresadas por sus editoras entre las mujeres católicas sonorenses, desborda el objetivo de este artículo, será interesante analizar en estudios posteriores los procesos de resistencia y negociación del laicado femenino organizado ante este cambio de timón que encaminó todos sus esfuerzos hacia el ejercicio de la caridad. La trayectoria de Francisca Rodríguez, estudiada por Mercedes Zúñiga, ofrece un ejemplo particular al respecto: participó de manera activa en contra de la campaña desfanatizadora y en apoyo a Román Yocupicio, fue integrante y dirigente del Sindicato de Actividades Domésticas y Similares de Hermosillo, ocupó diversos puestos en el Partido de la Revolución Mexicana, luego Partido Revolucionario Institucional, entre ellos la Secretaría de Acción Femenina, para posteriormente convertirse en diputada suplente en 1955.98 Aunque a la luz del periodo, la historia de Francisca parecería excepcional, da cuenta de la diversidad de expresiones generadas por el catecismo femenino local que merece la pena seguir investigando.

Referencias

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1 Elvira Bórquez, “La mujer de acción católica”, Hacia el ideal (Hermosillo, Sonora, en adelante Hacia el Ideal), 12 de agosto de 1939, 4.

2Señorita Refugio Oviedo, sin remitente, en el marco de la visita del sacerdote Manuel Durazo a la región de Álamos, fechada al 20 de diciembre de 1936, en el marco de la campaña desfanatizadora, en Elizabeth Cejudo, “El gobierno no puede más que Dios”. En Género, ciudadanía y conflicto Iglesia-Estado en el Sonora posrevolucionario (Hermosillo: Universidad de Sonora, 2021), 182 y 226.

3El modus videndi supone el establecimiento de relaciones armónicas -incluso de colaboración- entre la iglesia católica y el Estado Mexicano. De acuerdo con Roberto Blancarte este proceso logró consolidarse ya entrado el periodo cardenista, en el contexto de la expropiación petrolera y el pago de la deuda que este proceso dejó al gobierno mexicano en 1938. En este sentido, la jerarquía eclesiástica brindó su apoyo público al mandatario, instando a la comunidad católica a integrarse al llamado de unidad nacional planteado por Lázaro Cárdenas. Roberto Blancarte, “La iglesia católica en el México contemporáneo”. En La Iglesia católica en México. Historia Mínima, coordinado por Antonio Ruibal, Brian Connaughton, Manuel Ceballos y Roberto Blancarte (Ciudad de México: El Colegio de México, 2021), 222.

4 Dora Elvia Enríquez, Pocas flores, muchas espinas. Iglesia católica y sociedad en Sonora (1779-1912) (Hermosillo: Pearson-Universidad de Sonora, 2012), 111-174.

5 Enríquez, Pocas flores, 237-239.

6 Cejudo, “El gobierno no puede…”, 56-58.

7El catolicismo social toma fuerza con la publicación de la encíclica papal Rerum Novarum en 1891, en la cual León XIII habló de la necesaria intervención de la iglesia en el terreno social, en franca preocupación de los efectos del capitalismo en detrimento de la vida de los obreros y sus familias. Según Escontrilla, la intervención que plantea el catolicismo social se entiende como: “todas aquellas acciones que, inspiradas, motivadas, dirigidas, asesoradas o legitimadas por la jerarquía eclesiástica, están destinadas a mejorar, transformar o cambiar las condiciones sociales, materiales, culturales o económicas de vida de los fieles católicos”, Héctor Escontrilla, “El catolicismo social en la Iglesia mexicana”, Cultura Política 31 (2009): 42.

8 Cejudo, “El gobierno no puede…”, 60.

9 Elizabeth Cejudo, “Participación de mujeres católicas laicas organizadas en la construcción de la pastoral social de Juan Navarrete y Guerrero en Sonora (1919-1926)”. En Mujeres y participación pública en Sonora. De la exclusión a la paridad electoral (1890-2018), coordinado por Mercedes Zúñiga, Elizabeth Cejudo y Leyla Acedo (Hermosillo: El Colegio de Sonora, 2020), 42.

10 Cejudo, “Participación de mujeres…”, 46.

11 Cejudo, “Participación de mujeres…”, 49.

12El conflicto Iglesia-Estado desarrollado entre 1926 y 1929, detonó en un levantamiento armado llevado a cabo en la región del bajío mexicano. En Sonora, se suspendió el culto público y el obispo Juan Navarrete fue expulsado del estado por instrucciones de las autoridades federales. La reacción de la comunidad católica se expresó en actos de resistencia pasiva, a saber: peticiones a autoridades, distribución de propaganda y participación en el boicot económico planteado por la Liga Nacional de la Libertad Religiosa. Por su parte el obispo Navarrete instaló el seminario en Nogales, Arizona, su lugar de permanencia central, donde se mantuvo hasta la firma de los arreglos, cuando regresó al estado a continuar su proyecto pastoral. Elizabeth Cejudo, “Ingratos hijos de Sonora. Conflicto entre la Iglesia y el Estado en una entidad del noroeste mexicano, 1926-1929”, Región y sociedad 33, e1506.

13García Valladares, citado en Cejudo, “El gobierno no puede…”, 88.

14 Cejudo, “El gobierno no puede…”, 88.

15 Cejudo, “El gobierno no puede…”, 116.

16 Cejudo, “El gobierno no puede…”, 117.

17 Cejudo, “El gobierno no puede…”, 120-133.

18 Cejudo, “El gobierno no puede…”, 169.

19El 19 de agosto de 1935 se fundó el Frente Único pro Derechos de la Mujer, integrado por más de 50 mil mujeres, y dirigido por líderes del Partido Nacional Revolucionario y el Partido Comunista. El organismo contó con el respaldo del presidente Lázaro Cárdenas y durante años promovió la participación política y derechos laborales del sector femenino, así como las modificaciones constitucionales necesarias para reconocer la ciudadanía plena de las mujeres mexicanas. Jocelyne Olcott, “El centro no puede sostenerse. Las mujeres en el Frente Popular”, Género, poder y política en el México posrevolucionario, coordinado por Gabriela Cano, Mary Kay Vaughan y Jocelyne Olcott (Ciudad de México: FCE, 2009), 351-352.

20 Matthew Butler, “Su hija Inés: católicas laicas, el obispo Luis María Martínez y el conflicto religioso michoacano, 1927-1929”, Historia Mexicana 67.3 (2018): 1289, doi: 10.24201/hm.v67i3.3528

21 Cejudo, “El gobierno no puede…”, 142.

22 Ignacio Almada, La conexión Yocupicio. Soberanía estatal y tradición cívico liberal en Sonora, 1913-1939 (Ciudad de México: El Colegio de México, 2009), 311.

23 Adrian Bantjes, As if Jesus walked on earth. Cardenismo, Sonora and the Mexican Revolution (Wilmington: SR Books, 1998), 69.

24 Cejudo, “El gobierno no puede…”, 173.

25 Almada, La conexión Yocupicio, 311.

26 Almada, La conexión Yocupicio, 312.

27 Cejudo, “El gobierno no puede…”, 222.

28 Jorge Mario Álvarez, Sursum. La voz de una juventud católica. Análisis de los contenidos publicados en un periódico laico de Hermosillo. 1942-1946 (Hermosillo: El Colegio de Sonora, 2013), 110.

29 Manuel Ceballos, El catolicismo social: un tercero en discordia. Rerum novarum, la “cuestión social” y la movilización de los católicos mexicanos (1891-1911) (Ciudad de México: El Colegio de México, 1991), 140.

30 Carlos Moncada, Dos siglos de periodismo en Sonora (Hermosillo: Ediciones EM, 2000), 95.

31 Moncada, Dos siglos de periodismo, 184.

32 S.a., “A modo de editorial”, Hacia el Ideal, 12 de febrero de 1939, 1.

33 S.a., “Al cumplir un año de vida”, Hacia el Ideal, 12 de febrero de 1940, 8.

34 S.a., “Gran concurso”, Hacia el Ideal, 12 de marzo de 1940, 6.

35 S.a., “Al cumplir un año de vida”, 1.

36 S.a., “Al cumplir un año de vida”, 3.

37 S.a., “Al cumplir un año de vida”, 3.

38 S.a., “Apreciaciones sobre películas cinematográficas”, Hacia el Ideal, 12 de julio de 1939, 6.

39 Cejudo, “El gobierno no puede…”, 178.

40 S.a., “Al margen de las fiestas patrias”, Hacia el Ideal, 12 de septiembre de 1940, 1.

41 Ricardo Monge, “Al EXMCO. Obispo”, Hacia el Ideal, 12 de junio de 1940, 8.

42 S.a., “Al margen de las fiestas patrias”, 1.

43 S.a., “Humilde ofrenda”, Hacia el Ideal, 8 de junio de 1939, 1.

44 S.a., “Apreciaciones sobre películas cinematográficas”, Hacia el Ideal, 12 de febrero de 1940, 1.

45 S.a., “Apreciaciones sobre películas…”, 7.

46 Laura Camila Ramírez, “El radar moral de los cincuenta. La Comisión Nacional de Moralización del Ambiente frente a los medios de comunicación en México”, Historia y grafía 51 (julio-diciembre 2018): 279.

47 Ramírez, “El radar moral…”, 283.

48 Ramírez, “El radar moral…”, 283.

49 S.a., “Las madres de familia y el cine”, Hacia el Ideal, 12 de junio de 1940, 8.

50Hacia el Ideal, 12 de septiembre de 1940, 3.

51 S.a., “Cuando las jovencitas pasan”, Hacia el Ideal, 12 de agosto de 1939, 3.

52 Anónima, “Rayos de sol”, Hacia el Ideal, 8 de junio de 1939, 3.

53 S.a., “Santa Cruzada”, Hacia el Ideal, 12 de julio de 1939, 1.

54 S.a., “Santa Cruzada”, 1.

55 S.a., “Santa Cruzada”, 1.

56 S.a., “Acción católica”, Hacia el Ideal, 12 de agosto de 1939, 1.

57 S.a., “La Liga Diocesana de Sonora”, Hacia el Ideal, 12 de septiembre de 1939, 1.

58 S.a., “La Liga Diocesana de Sonora”, 1.

59 S.a., “La Liga Diocesana de Sonora”, 1.

60 S.a., “Vida nuestra”, Hacia el Ideal, 12 de enero de 1940, 3.

61 Álvarez, Sursum. La voz de una juventud, 110.

62 Cejudo, “El gobierno no puede…”, 146.

63 Anónima, “Las mujeres del Gólgota”, Hacia el Ideal, 12 de marzo de 1939, 3.

64 Anónima, “Las mujeres del Gólgota”, 3.

65 Inmaculada Blasco “Identidad en movimiento: la acción de las «católicas» en España (1856-1913)”, Historia y Política 37 (2017): 38.

66 S.a., “Lo que debe hacer la mujer por la religión”, Hacia el Ideal, 12 de agosto de 1940, 3.

67 S.a., “Lo que debe hacer la mujer…”, 3.

68 Raúl Mínguez, “La paradoja católica ante la modernidad: modelos de feminidad y mujeres católicas en España (1851-1874)” (tesis de doctorado, Valencia, Universidad de Valencia, 2014), 210.

69 Cejudo, “El gobierno no puede…”, 222.

70 Enríquez, Pocas flores, 263.

71 S.a., “Lo que debe hacer la mujer…”, 1.

72 S.a., “Venid y vamos todos”, Hacia el Ideal, 12 de mayo de 1939, 1.

73 S.a., “La asunción de María y el CEAC”, Hacia el Ideal, 12 de noviembre de 1939, 3.

74 S.a., “Del campo social”, Hacia el Ideal, 12 de agosto de 1940, 7.

75 S.a., “Del campo social”, 7.

76 S.a., “El matrimonio”, Hacia el Ideal, 12 de agosto de 1939, 2.

77 Antonia Figueroa, “Esposa modelo”, Hacia el Ideal, 12 de octubre de 1939, 3.

78 José Manuel Parilla, “La condición de la mujer en la doctrina social de la iglesia”, Studium Ovetense 26 (1998): 7.

79 María Cristina Becerra, “Desayuno a los niños pobres”, Hacia el Ideal, 12 de septiembre de 1940, 4.

80 S.a., “Hora que parece minuto y minutos que parecen siglos”, Hacia el Ideal, 12 de mayo de 1940, 8.

81 S.a., “Modelo de caridad”, Hacia el Ideal, 12 de julio de 1940, 1.

82 S.a., “Damas de la caridad”, Hacia el Ideal, 12 de noviembre de 1940, 5.

83 Cejudo, “El gobierno no puede…”, 222.

84 Sara Thompson, “Caridad cristiana”, Hacia el Ideal, 12 de agosto de 1939, 4.

85 Lucía Castro, Travesías azarosas. Relato demográfico del siglo XX sonorense (Hermosillo: El Colegio de Sonora, 2015), 55.

86 S.a., “Damas de la caridad”, 5.

87 S.a., “Damas de la caridad. Pro asilo tuberculosos”, Hacia el Ideal, 12 de noviembre de 1939, 4.

88 S.a., “Modelo de caridad”, 1.

89 Sara Thompson, “Tan linda mi señorita”, Hacia el Ideal, 12 de septiembre de 1940, 4.

90 S.a., “Una mujer de acción católica”, Hacia el Ideal, 12 de octubre de 1939, 5.

91El antifeminismo católico es definido por Christine Bard como una “reacción a las reivindicaciones feministas y a los cambios ocurridos en las relaciones de género, resultado de los procesos de modernización, las cuales no estarían restringidas al conservadurismo ni a la derecha, sino que se encontrarían también entre liberales y socialistas”, Pedro Espinoza, “Antifeminismo y feminismo católico en México. La Unión Femenina Católica Mexicana y la revista Acción Femenina, 1933-1958”, Revista Interdisciplinaria de estudios de género de El Colegio de México 6 (2020): 12.

92 Inmaculada Blasco, “Feminismo católico”. En Historia de las mujeres en España y América Latina, tomo IV, Del siglo XX a los umbrales del XXI, coordinado por Guadalupe Gómez, Gabriela Cano, Dora Barrancos y Asunción Levin (Madrid: Cátedra, 2006), 56-58.

93 Blasco, “Feminismo católico”, 58.

94 Karen Offen y Marissa Ferrandis, “Definir el feminismo. Un análisis histórico comparativo”, Historia Social 9 (1991): 117.

95 Offen y Ferrandis, “Definir el feminismo…”, 118.

96 Bórquez, “La mujer de acción católica”, 4.

97 Elizabeth Cejudo, Mujer, periodismo y opinión pública. El caso de los periódicos El Pueblo y El Tiempo de Hermosillo (1934-1938) (Hermosillo: El Colegio de Sonora, 2013), 163.

98 Mercedes Zúñiga, “Algarada femenina en la posrevolución sonorense”, Secuencia 112 (enero-abril de 2022), e1890, doi: 10.18234/secuencia.v0i112.1890

Recibido: 23 de Junio de 2022; Aprobado: 10 de Enero de 2023

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