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Intersticios sociales

versión On-line ISSN 2007-4964

Intersticios sociales  no.25 Zapopan mar. 2023  Epub 27-Abr-2023

 

Reflexión teórica

La economía política como disciplina de la organización biopolítica en la modernidad

Political economy as a discipline of biopolitical organization in modernity

Rodrigo Hernández Gamboa* 
http://orcid.org/0000-0002-7563-4484

* Universidad Autónoma Metropolitana, México. arcadios23@gmail.com


Resumen

La vida biológica de los individuos en el modo de producción capitalista es una mercancía más que se prepara para la fabricación de otras, vendiéndose y comprándose de acuerdo a los componentes que la constituyen. La utilización del cerebro, los músculos, los nervios y los sentidos para la manufactura de un bien está directamente relacionado a la reproducción del capital, por lo que al instituirse el régimen de producción de mercancías también se establece un régimen de explotación de la vida, usufructuando la corporalidad, la razón y la comunidad de los hombres en virtud de la producción. El presente artículo analizará las dinámicas de la mercantilización e instrumentalización de la vida orgánica de los individuos desde los postulados de la economía política, reconociendo a esta disciplina como parte de los dispositivos biopolíticos para la gestión, optimización, disciplinarización, protección y exclusión de la vida biológica de los sujetos, siendo sustantiva esta disciplina para la administración de la vida por las relaciones de dominación en la modernidad.

Palabras clave: economía política; capitalismo; biopolítica; estado del bienestar; modernidad

Abstract

The biological life of individuals in the capitalist mode of production is one more commodity that is prepared for the manufacture of others, being sold and bought according to the components that constitute it. The use of the brain, muscles, nerves, and senses for the manufacture of a good is directly related to the reproduction of capital, so when the regime of the production of goods is instituted, a regime of exploitation of life is also established, taking advantage of corporeality, reason and the community of men by production. This article will analyze the dynamics of the commodification and instrumentalization of the organic life of individuals from the postulates of political economy, recognizing this discipline as part of the biopolitical devices for the management, optimization, disciplinarization, protection, and exclusion of life. biological, being this substantive discipline for the administration of life by the relations of domination in modernity.

Keywords: political economy; capitalism; biopolitics; welfare state; modernity

Introducción

El concepto de biopolítica refiere a la gestión y regulación de los procesos de vida de la población, la cual no puede reducirse a la mera expresión de la voluntad del soberano, sino, sobre todo, a las formas de conocimiento, estructuras de comunicación y modos de subjetivación que están directamente relacionados al gobierno de las poblaciones.1 Por lo cual, la biopolítica en los términos de Michel Foucault representa “la entrada de los fenómenos propios de la vida de la especie humana en el orden del saber y del poder, en el campo de las técnicas políticas”.2 Esta amplitud del concepto permite que en el análisis de las relaciones de poder en torno a la biopolítica se inserten temáticas sobre el racismo, la estadística poblacional, la ecología, la tanatopolítica, la subjetivación del cuerpo, la sexualidad, etcétera, amplificándose los campos de intervención de la biopolítica al incrustarse en amplios aspectos de la gubernamentalidad moderna.

En este texto, la biopolítica se relacionará principalmente con la economía política como una técnica de intervención que gestiona la vida orgánica de los sujetos para su aprovechamiento mercantil y para la generación de una serie de conocimientos que redundan en una sucesión de mecanismos detallados para la maximización de los beneficios económicos en función del aprovechamiento corporal, mental y existencial de los sujetos orgánicos inmersos en el sistema de producción capitalista. La biopolítica en torno a la economía política resurge como un principio organizativo de la vida biológica de los hombres para su utilización como un medio de acumulación, en el cual se insertan también los dispositivos de disciplinarización, jerarquización, normalización y regulación de los sujetos como en el resto de las tecnologías de poder que actúan en la existencia orgánica de los individuos en la modernidad.

La vida orgánica se convierte en la herramienta más importante de las relaciones productivas que se asientan en el capitalismo. El trabajo vivo produce el valor de las mercancías, obteniendo de su intercambio un usufructo que es apropiado y acumulado por el capitalista para su posterior reproducción, expresándose la sola existencia humana como un espacio para la rentabilidad.3 La producción de mercancías para su intercambio a través del trabajo vivo y la saciedad de las necesidades, placeres y deseos de la existencia humana para su supervivencia por medio del consumo harán de la vida orgánica el motor y el combustible de la maquinaria capitalista que buscará acaparar cada aspecto de la vida de los individuos.

En estas relaciones de producción el Estado jugará un papel fundamental. A través de la autoridad y legitimidad del poder político como protector y conductor de la vida biológica de los individuos, el Estado generará los marcos jurídicos y administrativos que certificarán la enajenación del trabajo vivo y por ende de la vida al capital. El poder político aseverará la enajenación de la vida para su aprovechamiento económico, siempre y cuando en esta explotación se autentifiquen las funciones del Estado como protector y regulador de la vida, gestionando los tiempos y los modos de esta apropiación y exigiendo una retribución de por medio. El capitalista desembolsará los impuestos necesarios al Estado, el cual normará el aprovechamiento de la vida de los individuos, requiriendo al menos los medios necesarios para la subsistencia de los explotados y demandando al menos el descanso necesario para su recuperación y posterior usufructo, justificando con ello el papel del poder político como garante y administrador de la vida.

El Estado, además de permitir y legitimar la explotación de la vida, también generará los componentes para su optimización, estableciendo los mecanismos para disciplinar y adecuar la corporalidad del sujeto a determinado trabajo usufructuario, edificando a la razón para validar esta instrumentalización y constituyendo los elementos en la comunidad para normar la vida a las necesidades del mercado. El Estado que fundó las bases del capitalismo por medio de la colonización y el mercantilismo, continuará sustentando este modo de producción a través de la conciliación de las capacidades de la existencia orgánica de los individuos con las necesidades de las relaciones de producción, siendo esto parte de las dinámicas biopolíticas tendientes a la administración de la existencia orgánica desde las instituciones del poder político.

La relación entre el capital y la vida disciplinada por el Estado se apreciará mejor en los autores que harán de la disciplina económica, que analiza la distribución de los bienes escasos y la producción de las mercancías, un asunto público y por lo tanto político. La economía política dedicó durante el siglo XIX y XX buena parte de sus argumentaciones al tratamiento de la vida de los individuos y a la gestión de las poblaciones para su utilización, optimización y mercantilización en el proceso productivo de acuerdo a cada momento contextual.

El presente texto tiene por objetivo visualizar a la economía política como una disciplina dedicada, en buena medida, a la administración y gestión de la existencia biológica de los individuos para la generación de un usufructo económico, como parte del cúmulo de dispositivos biopolíticos dedicados al resguardo, protección, control y exclusión de la vida orgánica de los sujetos para su aprovechamiento económico y político. De esta forma, el texto comienza observando el traslado de la disciplina económica de un asunto doméstico y ético, a un tema público y práctico, en donde lo relevante se modificó: de la generación y distribución de bienes escasos para el sustento de la comunidad, a la producción de mercancías y su comercialización con la finalidad de acumular riquezas y sustentar las relaciones de dominación establecidas en el Estado moderno. Posteriormente, se observará como la revolución industrial desarrolló nuevas dinámicas tendientes al disciplinamiento y optimización de la vida de los individuos para la generación del capital y estas modificaron los tiempos fisiológicos de los individuos, así como adecuaron a la corporalidad, razón y comunidad de los sujetos para su compaginación con las relaciones de producción. Finalmente, a través del análisis del modo de producción capitalista, y retomando varios autores de económica política, se abordará a la mercantilización de la vida biológica de los sujetos en la modernidad y su adecuación al paso del tiempo, lo que conducirá a que la gestión de la vida de los individuos dependa del régimen de mercancías que actualmente constituye las relaciones de dominación.

De la economía del zoé a la economía del bíos

La economía en la modernidad cobrará un cariz político debido a la función adquirida por el Estado hobbesiano de satisfacer y gestionar las necesidades de los contratantes, dedicándose a sentar las bases para la administración de la vida desde la esfera pública, así como para la optimización de la fuerza de trabajo dentro de las industrias. Con esta herramienta, el Estado reafirmará la protección de la vida de los hombres, así como de las relaciones de dominación en torno a la explotación y apropiación de la vida por el capital. Esta fisonomía de la economía en la modernidad resultará novedosa. La disciplina económica que había sido tratada por pensadores en la antigüedad no estaba asentada en la gestión de la fuerza de trabajo, en la explotación de los agentes de la naturaleza, en la creación de satisfactores o en las estructuras gubernamentales para aseverar y promover la creación de riquezas. En la antigüedad la economía estaba dedicada a analizar las condiciones materiales de las familias, así como la distribución de los bienes de forma equitativa en torno a una doctrina ética y virtuosa que abordaba a la vida en torno a la concepción de zoé (Ζωή) es decir, de una existencia cualificada, considerada como una vida extratemporal, virtuosa y eterna que existe más allá de la naturalidad orgánica de los individuos.

Para Aristóteles la economía refiere a la administración de la casa (οἶκος: casa, νόμος: leyes), desarrollada en la adquisición y distribución de los bienes para el mantenimiento familiar. Los bienes materiales se reconocerán como los elementos que la naturaleza ofrece a los hombres para procurar el sustento de quienes habían nacido en el resguardo de las γένος. La disposición de estos bienes será requerida para la felicidad familiar, no obstante, los hombres deberán de alejarse de la crematística (χρημα: riqueza), es decir, de la adquisición de riquezas y propiedades ilimitadamente a través del comercio y la usura.4 La acumulación de riquezas y bienes promueve el afán de vivir, más no el de vivir bien en torno a una actitud ética y virtuosa, siendo un falso camino hacia la felicidad, dando placeres al cuerpo de forma excesiva pero alejándose de la prudencia y la medianía de una existencia cualificada.5 La economía para Aristóteles se expresa a través de una vida virtuosa en la cual se producían, consumían y distribuían los bienes para el bienestar de los hombres.

Para el cristianismo, la economía estaba asociada tanto al legado filosófico de Aristóteles como a las doctrinas escolásticas inmersas en su crítica a la descomposición del Imperio romano obra de su apego a los bienes materiales. San Agustín reconocía que la economía debía de estar guiada por los principios morales del cristianismo, no rechazando terminantemente la inclinación de los hombres hacia la posesión de los bienes terrenales, pero tampoco dedicando su existencia en obtenerlos.

No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos o con qué nos cubriremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas, pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.6

Santo Tomás de Aquino inspeccionó de manera más profunda los problemas económicos de su época, analizando el contexto social del siglo XIII en donde el feudalismo se había consolidado en Europa y en donde el señor feudal excluía de la protección a los comerciantes u otros mercaderes que estaban separados del modo de producción preponderante. La desprotección social obra de las discrepancias económicas generaron poblaciones marginadas y vagabundos en los pueblos, situación que Santo Tomás buscó remediar a través de una respuesta moral en la producción y distribución de los bienes.7 En su texto De regimine principum, el pensador reflexionó sobre la comunidad cristiana para obtener de ella la suficiencia en los bienes para asegurar la vida de los hombres, reconociendo a esta cuestión como un asunto menor para los príncipes debido a que ellos no podían crear de la nada los medios de vida para asegurar el bienestar de sus súbditos, no obstante, si podían escoger adecuadamente el lugar del reino, previendo la función de los individuos en la comunidad.8

El aspecto moral será para Santo Tomás de Aquino el elemento que guiará el intercambio de los bienes, siempre reconociendo este intercambio como un medio para asegurar el bien común de la nación universal de Dios. El comercio tiene una reglamentación estatal en la cual es justo que el comprador y el vendedor se engañen mutuamente sin esto ser excesivo. No obstante, desde el punto de vista moral, la compraventa de un artículo tiene como finalidad la utilidad en común que tiene este intercambio para el vendedor y el comprador, por lo cual, tal condición no deberá gravar más a uno que a otro, de manera que la ganancia obtenida en el intercambio de mercancías se desvanecerá por la injusticia propiciada en el aprovechamiento de las necesidades de los sujetos. La justicia deberá ser recíproca en el intercambio de productos y el precio asignado deberá estar en relación directa con cierta estimación del gobernante y de la costumbre. Incluso cuando la oferta supera a la demanda y el producto puede ser vendido a un mayor precio, el vendedor estará obligado a manifestar los vicios y defectos de la cosa vendida, en este caso, el precio de compra, para así hacer más justo y virtuoso el comercio entre cristianos. Por lo tanto, la repartición de los bienes para Santo Tomás debía de estar supeditada a la vida virtuosa, es decir, al bienestar moral de la población:

Para vivir bien un hombre, se requieren dos cosas: la principal de ellas es obrar conforme a virtud, porque la virtud es por la que se vive bien; y otra secundaria, que es como instrumental, conviene a saber tener suficientemente los bienes temporales, cuyo uso es necesario para las obras de virtud.9

No es de extrañar que el primer teórico de la economía política moderna, Adam Smith (1723-1790) haya dedicado sus primeros esfuerzos intelectuales en elaborar una teoría de los sentimientos morales en el cual analizó el comportamiento virtuoso de los hombres. Adam Smith buscó desentrañar la supuesta dogmática racionalista que había imperado en el pensamiento de la ilustración, considerando a esta como una imposición de la razón sobre el alma. En este trabajo Smith fue incisivo en su crítica hacia la conducta egoísta que Thomas Hobbes había considerado como el fundamento del Estado moderno. El hombre egoísta, vanidoso, racional e interesado de Hobbes era, según Smith, un sujeto también impulsado por la simpatía, la decencia, la lástima y en definitiva el amor al prójimo, de ahí que tales impulsos egoístas tengan un término medio dispuesto por la providencia que guiará el comportamiento de los sujetos.10 Smith en su afán de encontrar el término medio en la conducta de los hombres se internó en la economía como la disciplina que estudiaba la distribución de los bienes escasos, intentando mostrar la avidez del lucro como una forma de alcanzar el bienestar general. El egoísmo de los hombres, así como otros valores que también intervienen en las decisiones económicas como la simpatía y la empatía, conllevarán hacia un interés común, generando riquezas y ampliando la distribución de estas para así lograr el bienestar de la comunidad.11

Adam Smith ubicó al zoé en la economía, aunque al mismo tiempo introdujo al bíos como el fundamento de las relaciones económicas modernas. En el texto La riqueza de las naciones, Smith apuntó hacia una conducta económica erigida alrededor de los intereses privados, desencadenando su afamada mano invisible que actuaría con justicia en la distribución, siempre y cuando exista un Estado que certifique la paz y la justicia entre los productores, generando las condiciones para el desarrollo económico y la prosperidad.12 Smith reconoció que la riqueza de las naciones concebida como el suministro de las cosas necesarias y convenientes para la vida procedía del trabajo humano, siendo este quien le integraría el valor a las mercancías así como su medida real del valor. El esfuerzo y la fatiga que generará en los hombres la producción de una mercancía será el valor de tal bien, de ahí que toda la riqueza sea trabajo humano acumulado en mercancías.13 La riqueza además dependerá de las capacidades productivas del trabajo generadas en determinado tiempo y lugar, las cuales resultarán de la división del trabajo, es decir, de la distribución de actividades laborales entre un grupo de trabajadores que ejecutarán individualmente pero de manera coordinada una tarea para la producción de una mercancía, generando trabajos monótonos, mejorando los procesos productivos, aumentando la producción de mercancías y reduciendo los costos, generando mayor valor en menor tiempo.14

La señal patente de la prosperidad de las naciones será el aumento en el número de habitantes, mejorando la economía al mejorar la demografía. Este aumento en la población añadirá mayor trabajo y con ello mayor valor.15 Esto es lo que ha sucedido en las colonias británicas de América del Norte, dice Smith, que no siendo tan ricas como Inglaterra avanzan con mucha rapidez. La población de estas provincias se ha duplicado en veinte años, provocando que las riquezas de las familias numerosas aumenten vertiginosamente.16 La gestión de las poblaciones consolidará el aumento en la riqueza nacional; de su crecimiento y aportación como fuerza de trabajo se establecerá el aumento del excedente apropiado por el agente productivo y de este se fijará el aumento al salario en torno a la proporción de los medios de subsistencia necesarios para mantener con vida al trabajador.

Adam Smith reconoce que los dueños de las industrias no siempre escuchan los dictados de la razón y la humanidad al amainar la dedicación de sus trabajadores y, por el contrario, extienden la jornada laboral el mayor tiempo posible, no observando que si los trabajadores conservan su salud más tiempo a lo largo del año ejecutarán una mayor cantidad de trabajo, en cambio, si agotan la fuerza de sus trabajadores en la misma proporción se agotarán las magnitudes de su patrimonio.17 Al disminuir las jornadas laborales en favor de la salud y al aumentar el consumo para el trabajador se optimizará la vida biológica de los obreros, siendo el capital y los agentes productivos beneficiarios de esta acción, estabilizando el aumento de la población y obteniendo de esta los medios necesarios para aumentar su tasa de ganancia.18

La innovación del pensamiento económico de Smith reside en la optimización de la vida humana como parte esencial del desarrollo económico capitalista. La división del trabajo como una de las fórmulas para mejorar las capacidades productivas solo podrá desarrollarse a través de una disciplinarización de la existencia biológica, instaurando un orden y una vigilancia permanente sobre el comportamiento de la fuerza de trabajo, sacrificando los individuos buena parte de sus vidas para la creación de un bien que no les pertenecerá, teniendo como única motivación el obtener los emolumentos necesarios para consumir los bienes que asegurarán la conservación de su vida biológica por un mayor tiempo.

La gestión y subordinación de la vida al capital se desarrollará mediante los mecanismos de coerción estatales, llámese policía, ejército, tribunales, cárceles, etcétera, no obstante, Smith reconocerá otras instituciones no necesariamente coercitivas que incidirán en la gestión de la vida para su optimización en las relaciones productivas. Las instituciones públicas de instrucción serán fundamentales para mantener el orden y la paz dentro de las naciones. Los pobres dedicados a tareas sencillas por la división del trabajo no tendrán la posibilidad de ejercitar su mente e invención más allá de la creación de una mercancía, abrigando en ellos sentimientos funestos y torpezas en su espíritu que convocarán al desorden y al “rencor entre las clases”.19 La educación pública permitirá que los pobres desarrollen sentimientos “generosos, nobles y tiernos” incentivándolos a la adquisición de conocimientos a través de su obligatoriedad que se complementará con la aprobación de un examen para su integración en las industrias.20 El gobierno sobre el bíos no solo se ceñirá al disciplinamiento corporal como el castigo por el robo de una mercancía, sino también y de manera más sutil, en la regulación sobre la razón de los hombres, incidiendo para que estos abriguen sentimientos, juicios y valores que no atenten en contra de las relaciones de dominación establecidas en la reproducción del capital.

La disciplina económica en el pensamiento de Adam Smith dejó de concebir a la vida humana como parte de un atributo ético al que se le otorgan los bienes para su manutención, emprendiendo un nuevo camino en donde la vida biológica es reconocida como parte de un engranaje necesario para la acumulación de riquezas. La adecuación del cuerpo, la mente y la comunidad se desarrollará a través de un trabajo monótono y redundante, que afectará las capacidades cognitivas y corporales de los individuos, debiendo desarrollarse una vigilancia y control permanente sobre su existencia con la finalidad de evitar sentimientos y acciones que amenacen la instrumentalización de su existencia y fomenten la optimización de su vida para el capital, situación que se desarrollará a profundidad durante la revolución industrial.

La economía política como razón gubernamental y el desarrollo de la revolución industrial

Señala Foucault que la economía política durante los siglos XVII y XVIII se instaló como una razón gubernamental, es decir, una razón que le permitió a las relaciones gubernamentales ser sólidas y permanentes, e incluso enriquecerse para llegar a ser fuerte frente a todo lo que amenace con destruirlas, tanto de otros Estados como por sus propios ciudadanos.21 Por ello, la economía política se abstuvo de reflexionar sobre la legitimidad del soberano, la virtud de las prácticas gubernamentales en torno a la distribución de los bienes escasos o el tratamiento ético de los individuos, dedicándose a reflexionar sobre el éxito o el fracaso de la acción gubernamental en relación con su objetivo primario que es mantener y proteger a las relaciones de dominación. Los fisiócratas y los mercantilistas debatieron durante estos siglos la forma de alcanzar este objetivo, siendo el mercado quien determinó un nuevo régimen de verdad para las prácticas gubernamentales, discerniendo lo erróneo o lo benevolente, lo útil o inútil de estas teorías asentadas en el objetivo de vigorizar y enriquecer al gobierno y a sus instituciones.22

El mercado como régimen de verdad impulsó la utilización del cuerpo, los músculos, los nervios y los sentidos de los individuos para obtener de ellos un usufructo económico. El tiempo en donde las relaciones económicas de los sujetos buscaban ser justas y equitativas se dejó atrás por el objetivo de sostener y conservar las relaciones de dominación que ejecutan estas prácticas gubernamentales para conservarse a sí mismas. En este sendero se enmarcan las medidas económicas presentadas por Smith en torno a la apertura del mercado nacional, a la eliminación de los monopolios, al predominio del interés privado y a la competencia entre los agentes productivos en favor de la reducción de precios. Estas acciones condensadas en la liberalización de las fuerzas productivas estaban encaminadas a un nuevo arte de gobernar que se fortificaba justamente en gobernar lo menos posible a los agentes económicos. La riqueza de las relaciones gubernamentales y el control de los mercados internacionales que impulsaba el liberalismo creó un nuevo horizonte de dominación que se suscribía al planeta entero y que se amoldaba con el régimen de acumulación capitalista.23

Fue así que la hegemonía inglesa durante los siglos XVII y XVIII se articuló en torno a esta razón gubernamental que obviaba cualquier regulación tendiente a la distribución justa de los bienes escasos, a la virtud en las actuaciones de los poderes públicos y al tratamiento justo de los individuos en sus actividades económicas. La racionalidad gubernamental centrada en la verdad del mercado, justificó que el gobierno inglés reglamentara durante este periodo el tráfico y la propiedad de esclavos en sus territorios de África y ultramar, enajenando la vida humana como creador de riquezas. La acumulación de capital que permitió el enriquecimiento y la hegemonía británica fue en gran medida producto de la utilización y comercio de esclavos africanos en las colonias americanas para la producción extensiva de mercancías, lo que estimularía no solo las rutas comerciales y la colonización en América y otras regiones del mundo, sino particularmente la industrialización de Inglaterra a finales del siglo XVIII.24

La utilización y gestión de la vida orgánica de los sujetos para su aprovechamiento mercantil se volvió un espacio para la rentabilidad económica y la hegemonía política. La vida orgánica de los esclavos africanos comerciados en América era como la de cualquier otra mercancía en la que su precio residía del estado en el que se encontraba, así como del valor que esta pudiera generar, refrendando los esclavistas la propiedad de los esclavos a través de una normatividad gubernamental que regulaba estas prácticas.25 Así los esclavos provenientes de Angola tenían muy poco valor por su debilidad, los de la Costa Dorada eran reconocidos por su rebeldía, los mandingas de Senegal estaban catalogados como ladrones, los eboes de Nigeria eran tímidos y desganados y los whydahs del centro del África eran los más dóciles y dispuestos al trabajo agrícola, por lo cual, eran los más caros. Las mujeres y los niños africanos también se comerciaban, aunque en menor cantidad, ya que las mujeres estaban sujetas a los embarazos y los niños todavía no podían valerse por sí mismos, aunque eran funcionales para ciertas industrias como la algodonera. La afirmación vital de la existencia biológica de los esclavos residía en la utilidad que tenía para los procesos productivos, disciplinándolos y catalogándolos de acuerdo a sus funcionalidades, otorgándoles únicamente los medios para su subsistencia y desdeñándolos cuando estos resultaban inadecuados para su tarea. La hegemonía política y económica de Inglaterra durante este periodo no se puede entender sin la trata de esclavos que cimentó las transformaciones sociales a partir de la utilización y explotación de la vida biológica de los esclavos hasta su muerte.

La razón gubernamental basada en la maximización de los beneficios generó grandes réditos a los capitalistas ingleses que gradualmente fueron acumulando mayores riquezas, invirtiendo buena parte de estos ingresos en la mejora de las capacidades productivas, renovando los transportes y las comunicaciones para interconectar a las mercancías, desarrollando mejoras tecnológicas para proporcionar mayores ventajas con respecto a sus competidores europeos, delineando actividades comerciales como la banca privada y los seguros mercantes para solventar las inversiones, y amplificando los cambios demográficos al fomentar la migración de los individuos a las ciudades costeras e industriales para su utilización como fuerza de trabajo. Estos fenómenos sociales dieron paso a la revolución industrial, que más que ser una transformación técnica en la producción de las mercancías, fue una revolución social en la utilización y gestión de la vida de los individuos libres en las industrias.

La revolución industrial trajo consigo nuevas dinámicas tendientes a la vigilancia, disciplinamiento y optimización de la vida de los individuos de los obreros. La administración sobre el bíos supuso novedosas capacidades organizativas y mecanismos de control en torno a la división del trabajo, por ejemplo, en el pago por el trabajo a destajo, en la supervisión permanente a través del panóptico, en la exactitud de las actividades realizadas, en el manejo del tiempo de acuerdo a las necesidades laborales, en la concepción de la corporalidad como parte de la máquina, en la organización de la ciudad en torno a los espacios de trabajo y en la uniformidad cuartelaria de las fábricas. La “despótica campana” de las industrias normó los procesos de existencia biológica de los obreros: desde la hora de comer, el momento para las necesidades fisiológicas, así como el tiempo para dormir. Esta gestión del bíos resultó tan ventajosa para el capital que dejó de ser redituable la utilización de esclavos en determinadas industrias con menores márgenes de ganancia. El trabajo obrero resultaba más barato, eficaz y dócil que el trabajo esclavo, así como más fácil de conseguir, impulsando el mercado de hombres libres e iguales en donde los vendedores y compradores de la fuerza de trabajo acudían para comerciar la corporalidad, el sentido y la vida de los obreros sin ninguna restricción de por medio.

La gestión de la vida en el capitalismo se cimentó en el trabajo esclavo y se hizo factible en el trabajo asalariado que se expandió por todo el mundo derivado de la revolución industrial, pues aunque esta revolución se tradujo en una serie de innovaciones tecnológicas para la producción de mercancías como la máquina de hilar algodón, el motor de vapor, el reloj con péndulo o la turbina de gas, tales descubrimientos no eran insuperables décadas atrás, presentando adelantos a estas innovaciones tecnológicas sin que esto supusiera una revolución a gran escala.26 En la administración de la vida por parte del capital es que se encuentran las alteraciones que transformarían a occidente durante este periodo. La administración del bíos inmerso en las relaciones de producción se centraron en la redistribución demográfica de las poblaciones,27 en la división del trabajo y en el establecimiento de los marcos jurídicos para la explotación de la fuerza de trabajo y la apropiación del plusvalor. La revolución económica que se impulsó desde finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX estuvo sustentada en una mejora en los mecanismos para la gestión y administración de la vida y su aprovechamiento en las industrias que florecieron alrededor del comercio interoceánico.

La máquina de hilar fue importante para la revolución industrial transformando el tiempo y el esfuerzo para hilar algodón y convertirlo en tela, no obstante, más importante fue el proceso de concentración de individuos en una ciudad para su utilización por doce horas o más en una fábrica de telas, en donde el individuo luchaba por vender su fuerza de trabajo en las industrias a cambio de un salario para vivir hacinado en un barrio pobre de la periferia, adecuando sus alimentos, sus tiempos y sus necesidades a las reglamentadas por las relaciones económicas, adaptándose a los mecanismos de vigilancia y disciplinamiento para su aprovechamiento. Lo mismo puede señalarse del reloj con péndulo, siendo aprovechado en las industrias para regularizar los procesos productivos, no obstante, más importante fue para las relaciones de dominación su imposición como organizador de la vida laboral y cotidiana de los hombres, dejando de lado la rotación del mundo y las horas canónicas para temporalizar la vida, tanto así, que el reloj fue considerado por los obreros durante la revolución industrial como parte de los mecanismos de opresión capitalista. Grandes fueron los avances tecnológicos de la revolución industrial, pero más grandes fueron los avances para el control, vigilancia, disciplinarización y optimización de la existencia biológica de los hombres, gestionando su vida biológica para la valorización del capital.

El desarrollo de estos mecanismos de administración y gestión de la vida que sustentaban la acumulación capitalista no puede explicarse sin el impulso intelectual que los economistas-políticos les dieron a estas prácticas, posibilitando y legitimando la utilización de la vida través de una disciplinarización y control permanente para su utilización adecuada en las industrias de su época. A principios del siglo XIX se publicarían los trabajos de Jean-Baptiste Say, Thomas Robert Malthus y David Ricardo, los cuales expondrían desde diferentes vertientes la relevancia de la administración de la vida biológica para el desarrollo del modo de producción capitalista.

En 1803 se publicó el Tratado de economía política obra del economista protestante de origen francés Jean-Baptiste Say (1767-1832) en donde expuso sus principales argumentos como la Ley de los mercados, la cual concebía una relación causa y efecto entre la oferta de una mercancía y su demanda. En este tratado, Say discrepaba de la propuesta de Smith en torno al valor de las mercancías como derivación del trabajo humano. Say consideraba que el valor de una mercancía derivaba de la utilidad que esta generaba a los hombres la cual variaba en función del tiempo y el lugar en donde se encontraba, por lo tanto, el valor sería subjetivo, pensamiento que influyó en posteriores escuelas de economía que se alejaron de la tendencia retomada por el marxismo alrededor de la forma valor-trabajo. El trabajo, al no ser más que la forma que tienen los hombres para obtener los medios de subsistencia, se establecería como análogo al capital y a la tierra, considerándolo como un conducto para la obtención de los medios necesarios para el consumo. Por ello resultaba importante para Say regular la vida biológica de los obreros, pues si no obtenían los trabajadores los medios necesarios para solventar su existencia a través del consumo, tampoco se generarían los medios para integrar valor y riquezas a la comunidad. La importancia de la división del trabajo residirá en optimizar la vida de los obreros dedicados a una actividad,28 multiplicándose los productos fabricados, reduciéndose los gastos operativos y el precio del bien al consumidor, desarrollándose en esta ecuación una valorización de la mercancía al existir una demanda mayor por la reducción del precio, aumentando los medios de consumo.

La economía política para Say no solo se reducía en comprender los procesos productivos dentro de la fábrica, sino también se traducía en administrar a las poblaciones para que estas crecieran a la par que la valorización de las mercancías desarrolladas en torno al consumo. No será suficiente que el gobernante trace las magnitudes de una ciudad e imponga las leyes a sus integrantes, también será indispensable que el gobernante provea a los hombres de las cosas necesarias y convenientes para su vida, suministrándoles el conocimiento y las habilidades para que la vida se sostenga a través del intercambio de mercancías. La economía política para Say se convertirá en la ciencia del hombre, ya que además de enseñar cómo se forman, distribuyen y consumen las riquezas, también se mostrarán los caminos para el aumento de las poblaciones, así como de los medios específicos para generar en ellas su felicidad y prosperidad.29

Thomas Robert Malthus (1766-1834) ahondará en la maximización de riquezas y en la administración de la vida como tema fundamental de la economía política. En su texto Primer ensayo sobre la población, el economista inglés buscó establecer el punto medio entre el aumento de la población necesaria para el crecimiento de las industrias y el nivel latente de los medios de subsistencia necesarios para que una comunidad no se precipite en la pobreza o, por el contrario, carezca del número de individuos necesarios para proveer a las industrias de la fuerza de trabajo que se requieren para su crecimiento. Malthus inicia su planteamiento con dos premisas; la primera es que el hombre necesita de alimento para asegurar su existencia, la segunda es que la pasión entre los hombres y las mujeres se mantendrá como inalterable, con lo cual aumentará el tamaño de la población, duplicándose cada veinticinco años. Teniendo presente estos postulados Malthus elabora una deducción en la que afirma que el crecimiento de la población es infinitamente mayor al de las capacidades para producir alimentos. Esta situación implicará una dificultad para la subsistencia de los hombres, atentando en contra de la vida, ya que al no estabilizar estos dos parámetros (crecimiento de la población y capacidades de las fuerzas productivas) se aumentará la miseria entre los pobres, provocando menos matrimonios y menor crecimiento poblacional, lo que conllevará a una oscilación ante la caída de los nacimientos y la carencia de la mano de obra, escapando las industrias a otras regiones. El objetivo es intervenir en estos vaivenes para gestionar los procesos de vida de los hombres, evitando un descontrolado aumento de la población así como un estancamiento en las capacidades productivas de la nación.30

El Estado, señala Malthus, tendrá que fijar su mirada en el crecimiento de la población si quiere reducir la pobreza, eliminando las poor-laws o leyes asistenciales establecidas por el Estado inglés las cuales agravan el nivel de miseria de los hombres, tendiendo a aumentar el crecimiento de la población al satisfacer las necesidades básicas de los pobres sin aumentar el tamaño de los medios de consumo, conllevando a que el precio de los alimentos aumente, más aún cuando estos alimentos están dedicados a los asilos u otros centros de beneficencia de sectores de la población que no pueden ser considerados como los más valiosos, reduciendo las raciones a los miembros más hacendosos de la sociedad.31 El Estado deberá derogar estas leyes asistencialistas para evitar la subsistencia de poblaciones superfluas, así como para mejorar las capacidades laborales de las poblaciones activas.

La preocupación de Malthus sobre las capacidades laborales de los obreros estará relacionada también con la administración de la salud. El Estado deberá hacer lo posible para reducir las epidemias a través de la limpieza urbana, buscando erradicar el vicio entre los jóvenes para alargar su vida, interviniendo en la malnutrición de los niños, futuros obreros, por la insuficiencia de los alimentos, progresando en el campo de la medicina para eliminar gradualmente las enfermedades hereditarias e infecciosas y estableciendo restricciones morales entre los trabajadores honestos y acomodados para equilibrar la natalidad. Estas acciones ponderarán el crecimiento de la población sana, dedicada a laborar y a consumir, generadora de riquezas y de los medios necesarios para asegurar su existencia biológica.

David Ricardo (1772-1823) se vuelve corresponsal recurrente de las obras de Malthus, a pesar a que está en desacuerdo con algunos de sus planteamientos, no en torno a la gestión de la vida de los obreros, sino a los mecanismos necesarios para allegar a estos de los medios necesarios para el mantenimiento de su vida. Ricardo considera que el aumento de la demanda de los alimentos producto del aumento de la población conllevará a que los hombres se vean obligados a trabajar tierras de peor calidad por el elevado precio de los alimentos, con lo cual se reducirá el rendimiento físico de la tierra, aumentando el capital invertido en ellas, dando márgenes de ganancia ínfimos, contagiando a otras industrias que inevitablemente caerán por sostener altos salarios al depender del alto costo de los alimentos, aletargando a toda la economía y llevándola a un estancamiento a largo plazo.32 La solución para la reducción de la tasa de beneficios y la sobredemanda de alimentos estará en el aumento de la producción mediante mejoras tecnológicas, pero sobre todo en la liberalización de las importaciones de cereales, con lo cual se reducirán los costes de la producción de alimentos sin necesidad de contener el crecimiento de la población, aumentando esta a la par que aumentarán las capacidades industriales. Esta solución irá contracorriente de los terratenientes que buscarán mantener alto el precio de los alimentos, pero favorecerán a los capitalistas y a los obreros,33 debido a que el precio del trabajo se reducirá y el salario le alcanzará al obrero para obtener mayores bienes.

El trabajo industrial se volverá fundamental para el planteamiento teórico de Ricardo, pues “el valor de un artículo, o sea, la cantidad de cualquier otro artículo por el cual puede cambiarse, dependerá de la cantidad relativa de trabajo que se necesita para su producción”, ya que el trabajo será quien procurará la gran mayoría de los bienes que son objetos de deseo, por ello, únicamente será el trabajador quien podrá multiplicarlos para bien de toda la comunidad. Ricardo reconoce que hay una vinculación entre el precio del trabajo y el de los alimentos como señalaba Smith, pues el trabajador depende de los nutrientes de estos para realizar la producción de una mercancía, estos es lo que él llama precio natural del trabajo, pero además de este, existe el precio de mercado del trabajo, que depende de otros factores como lo son el crecimiento de la población o el ritmo con el que se desarrolla la industria en un país en específico, si estos factores logran un equilibrio los obreros estarán en una condición “floreciente y dichosa”, no obstante, la mayoría de las veces se manifiesta una oscilación en torno a este equilibrio, ocasionando que cuando los salarios estén por debajo del mínimo de su precio natural las poblaciones decaigan y cuando los salarios se eleven provocadas por la reducción en la oferta de la mano de obra, las poblaciones crezcan, generando en ambos casos una restricción en la acumulación de capitales debido a la disminución de la ganancia. Para Ricardo el equilibrio entre el precio de las cosas necesarias para la subsistencia del trabajador y el beneficio del capitalista se establecerá en el mantenimiento de un precio del trabajo en torno a los medios necesarios para su subsistencia y reproducción, pero sin situarse por encima de lo necesario y sin causar perjuicio a la producción de riquezas en una nación.

De este modo, las capacidades productivas del trabajador, los medios necesarios para su subsistencia, la tasa de su reproducción y los niveles en que estos se enfermaban o holgazaneaban se convertirán en temas fundamentales de la economía política durante el siglo XIX, que dejando de lado cualquier indicio de virtud, ascetismo o distribución justa de los bienes escasos, se decantarán por calcular y optimizar las actividades de los individuos como una criatura biológica empeñada en sobrevivir y reproducirse. La economía política como una razón gubernamental se dedicará a reconocer los componentes del bíos, centrados en sus necesidades, pasiones e intereses para que estos fueran gestionados desde el ejercicio del poder político de acuerdo a las relaciones de dominación calculadas en las formas de acumulación capitalista. Smith, Say, Malthus y Ricardo analizaron al bíos de los hombres, ubicando en la existencia orgánica los mecanismos para obtener de ellos un usufructo económico, pero fue Carlos Marx (1818-1883) quien esclareció esta situación al determinar que la vida biológica de los hombres dentro del modo de producción capitalista se constituye como una mercancía más que se vende y se compra, que se utiliza y se desecha, que se supervisa y se gestiona en cada momento, ya que a través de ella la riqueza se convertirá en capital y los hombres se convertirán en cosa cuya utilidad dependerá de su optimización en las relaciones de producción.

La mercantilización de la vida humana

Entre el espeso examen del modo de producción capitalista, Marx dejó entrever un elemento que se mantendrá como recurrente a lo largo de su análisis del valor, la mercancía, la circulación de esta, el trabajo y la generación del capital, el cual será la vida de los hombres, entendiéndola como una facultad del ser viviente que se manifestará a través de una verdad fisiológica incontrovertible mediante las funciones del organismo humano como la utilización del cerebro, los nervios, los músculos y los sentidos dentro del proceso productivo. Marx, en sus textos económicos y para sus fines demostrativos, vislumbrará a la vida de los hombres como una existencia biológica centrada en sobrevivir y reproducirse, por ello, todas las categorías anteriores se asociarán a la vida en tanto encarnación de una existencia biológica que tiene deseos, intereses y pasiones, los cuales serán desdoblados en un momento histórico, privilegiando su satisfacción a través de su ubicación en el proceso mismo de producción. La vida para Marx, desde su concepción económica, estará alejada del zoé establecida a través de una existencia virtuosa, no así cuando se resuelvan las contradicciones del modo de producción capitalista y el antagonismo entre las clases desaparezca. El hombre nuevo satisfecho en sus necesidades orgánicas al producir solo el tiempo necesario para generar el valor de su existencia y reproducción se emancipará de sus insuficiencias y se dedicará a ejercitar los sentidos de sus capacidades físicas y espirituales, transformando con ello su vida que se desenvolverá como virtuosa con la llegada de la sociedad comunista, estableciéndose esta como una idealización a la que será imposible acceder en tanto se conserve el régimen de mercancías al que le dedica su análisis.

El planteamiento económico de Marx en torno a la vida orgánica puede rastrearse en la célula del modo de producción capitalista, es decir, en la mercancía, la cual es un objeto externo a los hombres y apto para satisfacer las necesidades humanas que brotan del estómago o de las fantasías de los hombres, desarrollando un valor en la satisfacción de estos deseos. Esto es lo que Marx llamó valor de uso, diferente al valor de cambio que son mercancías que establecen su valor en tanto pueden ser intercambiadas por otras mercancías sin perder su utilidad. Ambos valores se reconocen como tales debido a que han sido productos del trabajo humano, por lo que la mercancía se manifestará como una acumulación y materialización del trabajo en un objeto útil, de ahí que su magnitud de valor no sea otro que la cantidad de trabajo socialmente necesario para su producción. Estas dos caras que muestran las mercancías, como valor de uso y como valor de cambio, serán fundamentales para reconocer en esta disociación una transformación en la gestión de la vida, manifestándose un recambio de una sociedad centrada en la producción de mercancías para su satisfacción social, a una sociedad centrada en la producción de mercancías para su intercambio.34

Marx señala que en la antigüedad la producción de bienes tenía por objetivo el obtener un valor de uso para la sobrevivencia de la comunidad, lo mismo la división del trabajo, pues esta distribución de las labores productivas entre las familias, clanes y pueblos tenían como finalidad su preservación,35 por ello únicamente el excedente de la producción era intercambiado por otros artículos igual de necesarios para el mantenimiento en la comunidad, o en su caso este excedente era apropiado por las diferentes relaciones de dominación como parte de un servicio, tributo o prestación que los hombres tenían que pagar. El trabajo humano en torno al desgaste de músculos, nervios y cerebro para la fabricación de una mercancía resultaba inseparable de su producto. La cuantificación del valor de una mercancía establecida a través de su valor de uso siempre se representaba en torno a la utilidad que esta tenía para mantener con vida a la comunidad.36

Esto se modifica en el régimen de producción de mercancías, como califica Marx al capitalismo, en el cual predomina el valor de cambio debido a que las mercancías son fabricadas esencialmente para intercambiarse en tanto son cristalizaciones del trabajo humano, poseyendo una forma en común a través de su determinación de valor, lo cual les asegurará una equivalencia en el proceso de intercambio. La maduración de las fuerzas productivas es lo que provocará que a fuerza de repetirse el intercambio de mercancías los productores planifiquen cierta parte de su producción para el intercambio, separando con ello la utilidad de los objetos producidos de las necesidades de quienes los producen, divorciando, de cierto modo, el valor de uso y el valor de cambio, sin independizarse uno de otro. El dinero es sumamente importante para este proceso, no solo porque es el equivalente general, encarnación social del trabajo humano y expresión relativa de valor concebida de forma puramente ideal e imaginaria, sino porque el dinero es germinador del ciclo del capital. La fórmula general del capital regida por el valor de cambio, comienza cuando el dinero atesorado por el capitalista se intercambia por mercancías como materias primas, maquinaria o fuerza de trabajo, para la generación de una nueva mercancía, la cual posteriormente se intercambiará por dinero más un excedente (D-M-D') ciclo que desembocaría en un absurdo, el intercambio de dinero por dinero, si este proceso no representara además la obtención de una plusvalía durante esta metamorfosis, en la cual se manifestará la finalidad del productor, no por satisfacer una necesidad concreta, sino por obtener un beneficio individual en el intercambio de las mercancías.

La metamorfosis de las mercancías para la generación del plusvalor está profundamente ligada a la gestión y mercantilización de la vida de los hombres para su utilización en los procesos productivos. El valor de una mercancía está determinado por el tiempo de trabajo invertido para su producción, de ahí que en el intercambio de dinero por mercancías que constituye el primer paso de la fórmula general del capital (D-M), el capitalista lo que adquiera sea particularmente fuerza de trabajo, es decir, mercancía generadora de valor la cual compra para utilizarla durante una jornada laboral completa con el objetivo de extraer de esta existencia biológica la mayor cantidad de trabajo añadido a una nueva mercancía que jurídicamente le pertenece. Esta nueva mercancía valorizada en su transformación por la fuerza de trabajo será comercializada posteriormente por el capitalista para obtener de ella un plusvalor (M-D'), siendo esta la segunda fase de la fórmula general del capital, en la cual el beneficio será apropiado por el capitalista. La existencia biológica invertida en una mercancía será la cantidad de plusvalor que el capitalista obtendrá de la misma. A mayor cantidad de valor-trabajo extraído de los hombres y añadido a determinado número de mercancías mayor será el volumen de plusvalor que obtendrá el capitalista.37

La intensificación en la extracción de valor de la fuerza de trabajo, es decir, la intensificación de los mecanismos de optimización y gestión de la vida dentro de los procesos productivos se manifestarán por dos vías: la primera a través del aumento en el tiempo que durará la jornada laboral con lo cual se extenderá el tiempo de vida apropiado en la valorización del capital, algo que Marx llamó plusvalía absoluta, la segunda, mediante la mejora de las capacidades productivas y organizativas del trabajo, alentando con ello a la productividad de la fuerza de trabajo en un menor tiempo a costa de un mayor esfuerzo, lo que a su vez Marx llamó plusvalía relativa. El capitalista velará celosamente que el trabajador no disipe su tiempo de vida comprado en otra cosa que no sea la producción de mercancías. El capitalista no tolerará que se le robe lo que ha adquirido en el mercado para la generación de un plusvalor, que no es otra cosa que las capacidades físicas y mentales de la existencia orgánica de los obreros para la fabricación de una mercancía y su optimización a largo del proceso productivo. La vida orgánica de los sujetos será la mercancía que tendrá que ser optimizada y gestionada para la generación de un plusvalor.

El valor de la fuerza de trabajo o, lo que es lo mismo, el valor de la vida orgánica de los individuos inmersos en el proceso productivo, como el de cualquier otra mercancía, lo determinará el tiempo de trabajo necesario para su producción, es decir, los medios necesarios para mantener con vida a los obreros y recuperar las energías necesarias para completar una jornada de trabajo más. Medios tales como el alimento, el vestido, la calefacción, la vivienda, etcétera. Además, a este valor se le integrarán las habilidades y destrezas del obrero, la salud del mismo y el estado en general en el que se encuentre, ya que estas competencias también condicionarán una mayor o menor cantidad de tiempo de trabajo necesario para su producción y reproducción, lo que en definitiva determinará su valor y su magnitud imaginaria en mercancía forma dinero. La fuerza de trabajo, como cualquier otra mercancía, perderá su vigor y utilidad al paso del tiempo, de ahí que será necesario para los procesos productivos reponer un número por lo menos igual de nuevas mercancías destinadas a la valorización de otras, lo cual se llevará a cabo a través de la reproducción humana. Esta cuantificación se contabilizará dentro del precio de la fuerza de trabajo, asegurando con ello su reproducción y mantenimiento. Todos estos elementos de la mercancía fuerza de trabajo, como una materialización de la existencia orgánica inserta en las relaciones productivas, se gestionarán para así asegurar la plusvalía del capitalista, debiendo de ser administrados tanto por el capital como por el Estado para que se impulsen los procesos productivos en favor de las industrias que centrarán todas sus capacidades en obtener de esta vida un beneficio económico.

El capital, como menciona Marx, es trabajo muerto que no sabe alimentarse de otra cosa que no sea trabajo vivo, ya que a través de él es que vive y se reproduce, viviendo más cuanto más trabajo vivo consume, por ello expresa sus ansias de más y más vida, no sacrificada en las fábricas de manera prematura, sino por el contrario, el capitalista es consciente de que la vida humana es una mercancía particular que tarda tiempo en recuperarse y volverse útil, por ello no dilapida generosamente sus energías, sino las consume a intervalos dándole la posibilidad de que se recupere para que a la siguiente jornada laboral la respuesta de esta existencia biológica sea resistir y completar el proceso de valorización del capital. A esto se deben los mecanismos de gestión de la vida biológica como parte de la economía política, los cuales buscan resguardar y optimizar esta existencia biológica, no derivado de un canon moral o de un postulado teológico que los incite a tales acciones piadosas, sino porque en su resguardo se determinará la cantidad de valor a extraer en un futuro, de su cuidado se condicionarán las energías que se les exigirán a los obreros en su jornada de trabajo y de su protección se justificarán los mecanismos de legitimación política que conducirán y condicionarán su existencia orgánica.

Algunos ejemplos de esta gestión, optimización y mercantilización de la vida Marx los aborda en El capital. Sobresale el papel de los supervisores de las fábricas de Manchester y Liverpool dedicados a reportar las condiciones laborales que se presentaban en las distintas manufacturas inglesas, sugiriendo algunas medidas para proteger a ciertas poblaciones, especialmente a los niños y a las mujeres, pues de su existencia y salud dependían los futuros obreros de las industrias británicas. En el Reports of the Inspection of Factory, los inspectores notaban que los niños y jóvenes menores de dieciocho años trabajaban más de las once horas y media permitidas, laborando al igual que el resto de los trabajadores más de trece horas. La excusa de los empresarios estaba ligada a su protección, ya que no deseaban sacar a los jóvenes una hora antes de la fábrica ante el “frío mundo exterior”38 mientras esperaban a sus padres que seguían laborando, peligrando la salud física y espiritual de los jóvenes, pudiendo ser presa de la holgazanería y del vicio de las calles.39 Evidentemente este intento por mantener en trece horas la jornada laboral estaba orquestado por el capitalista, justificando esta explotación en la protección de la vida y en el cuidado de la salud de los jóvenes.

Ante estas condiciones laborales la vida de los obreros se volvió precaria, sin embargo, esto no quiere decir que para el Estado y el capital esta vida sea irrelevante, como lo manifiesta un informe de la industria alfarera que Marx utilizó para explicar las complejidades de la jornada laboral. En este informe de 1863 se reconoce que la población laboral de esta industria es degenerada física y moral por regla general, siendo raquíticos, mal formados y famélicos, expuestos a múltiples enfermedades respiratorias, de ahí que el distrito donde se asienta está industria padezca una decadencia sin precedentes. El Dr. J. T. Arlegde, autor del informe, manifestaba que era necesario para la viabilidad de la población de este distrito y para la industria alfarera en su conjunto, reclutar a los pobladores de las aldeas vecinas para trabajar en esta industria y asentarlos en este distrito, impulsando “los enlaces matrimoniales con razas sanas”, eliminado la mácula de la degeneración física y moral de sus trabajadores, mejorando sus capacidades somáticas e intelectuales para la realización del trabajo encomendado.40

Estas mismas circunstancias se repetían en la industria cerillera, panadera, alfombrera, hilandera, etcétera, en donde el valor extraído de la fuerza de trabajo incidía para que la explotación de esta mercancía se equilibrara entre el mantenimiento de la tasa de ganancia y la inquietud por conservar la fuerza de trabajo con vida y con energía para laborar una jornada laboral más. La preocupación por gestionar y optimizar la vida biológica se volverá sumamente relevante para el capitalista, mediando el poder político para su resguardo al menos lo suficiente para justificar su papel como defensor de la vida de sus ciudadanos, pero también con la finalidad de reproducir esta existencia para equilibrar la oferta y demanda de la mercancía fuerza de trabajo en el mercado, conservando de manera íntegra las relaciones de dominación dependientes de esta mercancía.

Estado de bienestar, el neoliberalismo y la gestión del bíos

El desarrollo del capitalismo que Marx explicó solo es posible entenderlo a través de la libertad de los agentes productivos, pero también de la liberalización de la tierra, de la propiedad, del mercado, del Estado, etcétera. Por lo tanto, se está en presencia de un régimen económico que consume libertad, desarrollándose como una práctica para fortificar las relaciones de poder que tienen como trasfondo al Estado. El régimen de mercancías consume la libertad de los hombres al enajenar la vida, la corporalidad y la mente de los individuos, pero también al nutrirse de la libertad de los mercaderes que intercambian sus productos libremente en el mercado, así como la libertad de las propiedades que se traspasan sin ninguna limitante. Este consumo de libertades, como señala Foucault, implica establecer limitaciones, controles, obligaciones y coerciones.41 La libertad que se consume tiene que ser arbitrada a cada instante buscando administrar los peligros que esta existencia libre se enfrenta, de ahí que se generen los mecanismos de vigilancia, disciplinarización, seguridad y control de los individuos, pero también de ahí se establecen los mecanismo de política económica tendientes a optimizar la fuerza de trabajo buscando resguardarla de la voracidad del capital.

Los mecanismos de protección y gestión de la vida desde el ejercicio del poder político se generalizaron en el siglo XIX, muestra de ello son las políticas de bienestar que se propagaron por Europa durante este periodo. El primero que las implementó fue el canciller alemán, Otto von Bismarck, quien desarrolló una especie de economía planificada, la cual sirvió tanto para impulsar el desarrollo industrial de la competencia exterior, tanto para controlar todo aquello que comprometiera la unidad nacional.42 El Estado alemán, quien durante el mando del canciller (1862-1890) experimentó un florecimiento del sector industrial así como una crisis del capital en 1873 debiéndose entre otras cosas a la debilidad del mercado interno, intervino, elaborando una serie de leyes proteccionistas para alentar el consumo, renunciando a los esquemas liberales que los Estados europeos del siglo XIX seguían a pie juntillas.

Estas reformas económicas colocaron al Estado en el centro de las trasformaciones, reafirmando su papel como guardián de la vida y de la prosperidad de sus ciudadanos.43 Tales medidas fueron valoradas y plasmadas por los economistas del régimen en el Manifiesto de Eisenach, en donde se describía un modelo de Estado a favor de una intervención sobre múltiples aspectos de la vida económica y social del país.44 El Estado deberá de ser la más grande institución moral y educativa de los hombres, siendo el que proteja su vida por encima de los “intereses egoístas de la clase burguesa”.45 Los trabajadores deberán de alcanzar condiciones de vida dignas en lo material y en lo espiritual, para ello el Estado intervendrá en las fábricas protegiendo a los más débiles, otorgándoles un seguro de salud, velando por el pago íntegro de su salario y por la disminución de las horas laboradas.46 Bismarck promulgó un seguro por enfermedad, así como un seguro por accidentes laborales que pagaba una pensión a los inválidos o a las viudas. En 1889 se aprobó un seguro de vejez que permitía a los trabajadores de 70 años jubilarse.47 A estas medidas se le añadieron la intervención del Estado en las industrias, supervisando las condiciones laborales, la ampliación de las escuelas y hospitales públicos para la atención de las poblaciones marginadas, vislumbrando una preocupación del Estado por hacer valer su objetivo como protector y optimizador de la vida y de los peligros que la libertad enuncie, haciendo viables las relaciones de dominación al optimizar la vida de los hombres a las necesidades del modo de producción.

Estas medidas de protección y bienestar se ampliaron posterior a la crisis económica de 1929, la cual generó una crisis del liberalismo y del resguardo y gestión de la vida por parte de las relaciones de dominación. La publicación de otra obra de economía política alentaría la protección a los peligros del libre mercado y a la administración de la vida de los individuos. El economista británico John Maynard Keynes publicó en 1936 su obra más importante, Teoría general del empleo, el interés y el dinero, el cual desafiaba el paradigma dominante en torno a la participación de agentes externos como el Estado o los sindicatos en las relaciones económicas entre particulares, como los capitalistas y los obreros. Los peligros a la vida y las propiedades que el liberalismo particularmente financiero generó en la economía y, por lo tanto, en la razón gubernamental, incidieron para que estos agentes externos intervinieran en la economía para desarrollar garantías que estaban estrechamente relacionadas a la enajenación de la vida por parte de las relaciones de producción. Para Keynes, el Estado deberá de asumir el papel de bisagra entre la producción de riquezas y su distribución, tratando este asunto como parte del interés público, interviniendo únicamente en ciertos sectores y con ciertas facultades para no inhibir la iniciativa de los individuos en los asuntos económicos.48

El principal argumento económico de Keynes giró en torno a la importancia de la demanda agregada como motor de la actividad económica y del empleo, la cual estimulará al mercado y reducirá la depresión económica y el paro que se hacían patentes en los años posteriores a la crisis. Es ahí en donde el Estado tomará relevancia, siendo él quien estimulará la demanda a través de programas en contra del desempleo, en la construcción de obras públicas, en la propensión al consumo, en el aseguramiento de un salario mínimo y en el impulso a sectores económicos que no son rentables para la inversión privada pero que son relevantes para el bienestar de la población. El Estado incidirá directamente sobre la producción y la distribución de bienes, así como en la generación de empleos y salarios, asegurando con ello la vida y el bienestar de la población, particularmente de la clase obrera, que vinculando sus necesidades orgánicas con los satisfactores que ofrecía el Estado obviarían el canto de las sirenas que encarnaban las revoluciones socialistas, cumpliendo el cometido básico del bíos que es vivir de la manera más plácida la mayor cantidad de tiempo posible.

La promoción y protección de la vida no fue lo único que inquietaba a los capitalistas. La optimización del bíos siguió siendo el punto central de la valorización del capital, ideándose distintas dinámicas en la gestión de la mercancía fuerza de trabajo para extraer de ella la mayor cantidad posible de valor en la jornada laboral. Fue Frederick W. Taylor quien reconoció que para obtener mayores márgenes de ganancia en las industrias se tenía que aumentar la productividad mediante el control de los tiempos de producción que el obrero regulaba a través de sus propias capacidades motrices. En los Principios de la organización científica Taylor ubicó la manera de eficientar la fuerza de trabajo a través de la sistematización de las tareas, la organización racional del trabajo y el cronometraje de las operaciones, definiendo científicamente los movimientos de los hombres, cronometrando el tiempo necesario de cada acción a ejecutar, eliminando todos aquellos movimientos que se consideraban innecesarios para la producción, reuniendo aquellos que resultaban eficientes para su cometido. Esto provocaría una baja en los costos de producción, así como un control total sobre el accionar de los trabajadores. Tal esquema se operó en la producción en cadena a principios del siglo XX, en donde se estandarizaron las labores de cada trabajador y se maximizaron los niveles de producción, aumentando con ello la división del trabajo, el control sobre los tiempos productivos y la circulación de la mercancía dentro de la fábrica. Estos mecanismos de optimización no son más que una gestión sobre la vida, en donde se disciplinan y planifican la corporalidad y la racionalidad de los sujetos para que actúen según lo reglamentado, ya que cualquier disociación a esta planificación provocará la reducción de la tasa de ganancia.49

En el siglo XX el taylorismo quedó desfasado posterior a la crisis del paradigma económico keynesiano. La crisis económica de 1973 mostró la incompetencia del Estado para gobernar sobre precios regulados, así como las magnitudes que habían adquirido sus instituciones con la finalidad de controlar y gestionar la vida de los individuos en el libre mercado. El neoliberalismo, como señala Foucault, demandó eliminar las restricciones estatales en las libertades económicas que había regulado, y exigió que el Estado solo estableciera las responsabilidades en las actuaciones excesivas de los individuos para su castigo. Las limitantes que tendría que implementar el Estado al mercado se transfiguraron por las limitantes que el mercado tendría que implementar sobre el Estado, en donde la vigilancia no se establecería del poder político a las relaciones económicas, sino viceversa. Ahora el mercado vigilará la actuación del Estado sobre los monopolios, sobre su ordenación económica y sobre la política social, por ejemplo.50 Es decir, el mercado va a señalar cuáles aspectos en la economía debe intervenir el Estado, exigiéndolo que lo haga para la ordenación de la población y qué aspectos deberá liberar para impulsar la competencia y la veridicción del mercado.

En una economía neoliberal con una situación de desempleo los precios de la fuerza de trabajo como de cualquier otra mercancía deberán de ser libres de cualquier regulación, no así su intervención sobre las poblaciones. Será menester del Estado intervenir en la regulación demográfica, en el control de las migraciones, en las dinámicas de educación, en el control sanitario, etcétera, para establecer las condiciones óptimas para la competencia de los agentes económicos libres. De igual forma deberá el mercado vigilar que el Estado no se entrometa en la producción de los bienes distorsionando al mercado, no así en su consumo, en el cual el Estado estará obligado a reducir las brechas de su distribución, permitiéndole a través de una política social que las capas más vulnerables de la población tengan acceso a diferentes bienes de consumo para reducir los efectos destructivos que pudieran tener sobre la sociedad.51 El Estado en el neoliberalismo estará centrado en gobernar a las poblaciones para su adecuación en el mercado, no para restringir las libertades de los agentes económicos en el mercado, sino para asegurar la competencia a través de la promoción de las capacidades productivas.

El neoliberalismo, derivado de la recuperación de la libertad de los agentes económicos, promovió una nueva cultura organizacional dentro del trabajo llamada toyotismo, en el que la especialización de una tarea dentro de las plantas de ensamblaje cambió por la flexibilidad laboral y la rotación de los puestos de trabajo, lo que conllevó a que los trabajadores fueran más fáciles de suplir y por lo tanto más baratos, ya que las actividades más complejas eran desarrolladas por la automatización de las máquinas. La mercancía fuerza de trabajo fue adaptada para mejorar aún más su labor, sancionando cualquier error, demora o avería, en el que la supervisión de su actividad ya no corría por parte del capataz sino de sí mismo y cualquier dificultad en la integración del valor a la mercancía impactaba directamente sobre su salario. Se especializaron los mecanismos de gestión sobre la existencia biológica, desarrollándose dispositivos de autovigilancia y autodisciplinamiento sobre su labor dentro de las industrias para extraer de ellos la mayor cantidad posible de valor, encubriendo aún más su explotación al determinar mínimamente su participación en la mercancía producida.

La administración de la vida se mantiene como fundamental para el desarrollo del modo de producción capitalista. De la participación y asimilación del bíos como una mercancía más que se comercia en el mercado es que se logra extraer de ella un usufructo que es apropiado por el capitalista, y de su disciplinamiento y vigilancia, es que se optimiza esta existencia orgánica para mantener al alza la tasa de ganancia. El capital, evidentemente gestionó, vigiló, disciplinó y castigó esta vida para hacerla redituable, pero tal gestión no puede ser posible sin la ayuda del Estado y sus instituciones que intervinieron para hacer de esta vida orgánica, plagada de necesidades, intereses y pasiones, manejable, saludable y apta para las necesidades del capital, derruyendo cualquier traba para ofrecerla libre y útil en el mercado. No obstante, estas capacidades del Estado fueron puestas en entredicho por la globalización económica y el crecimiento de otros polos de poder como las empresas transnacionales, los gobiernos supranacionales y los organismos económicos y políticos globales, los cuales pusieron en entredicho el papel del Estado como agente regulador y controlador de las poblaciones.

Sin embargo, un fenómeno que expresa la relevancia del Estado-nación a pesar del desarrolló de la economía globalizada son las migraciones de personas con fines económicos, que solo ha podido ser resuelta, en el aspecto instrumental para el desarrollo económico a través de los mecanismos de control, optimización, adecuación, integración y exclusión desarrollados por el Estado-nación. La migración de personas con fines económicos en las sociedades contemporáneas es un fenómeno de la globalización económica, en donde americanos del sur y centro se trasladan al norte, europeos del este se trasladan al occidente, asiáticos del sur y sudoeste se trasladan a los países de Asia occidental y oriental, y en donde africanos migran a cualquier lado en donde puedan mejorar sus condiciones de vida. Las migraciones contemporáneas son globales y se presentan en todos los géneros, edades, credos y niveles educativos, así como en casi todos los Estados, en mucho mayor magnitud que en cualquier otro momento histórico de la humanidad, siendo este un fenómeno que se extiende por diferentes culturas, credos, lenguas, legislaciones, etcétera. Las migraciones con fines económicos ostentan en casi todas las regiones del mundo los mismos problemas en su aceptación y tratamiento, ya que son conducidos hacia su rechazo, desprotección y muerte.

Las migraciones económicas globales se enfrentan al rechazo en su entrada, al repudio en su estadía, a la despersonalización de su existencia al otorgarles mínimos derechos, a la obligatoriedad a los mecanismos de integración, a la explotación de su fuerza de trabajo, a movimientos políticos organizados para su exclusión, a ataques directos por sus diferencias fenotípicas, ideológicas y culturales, a discursos políticos que los revelan como amenazas biológicas y sociales, a la ultimátum constante de reclusión, castigo y expulsión, así como a la exclusión de aquellos que de forma explícita revelan sus diferencias e indisciplinas a las establecidas por las políticas de integración.

Las presumibles amenazas al bíos de la población nativa no solo parten de las patologías biológicas y sociales que se les adjudican a las migraciones como epidemias, enfermedades, drogadicción, prostitución, delincuencia, etcétera, sino también porque ponen en riesgo las capacidades que tienen los individuos nativos para allegarse de los bienes necesarios para su subsistencia. Los inmigrantes ingresan al mercado global con una mercancía depreciada, no porque su fuerza de trabajo genere menos valor, sino porque sus condiciones sociales les impiden valorizarla, lo cual promueve que el precio de su fuerza de trabajo sea menor a la del resto de los ciudadanos en el mercado. Esto sin duda beneficia al entorno económico. El capitalista genera igual cantidad de valor con una mercancía depreciada, lo que aumenta la tasa media de ganancia, desplazando presumiblemente al trabajador nativo a pesar de que este puesto de trabajo en otro momento no hubiera tenido demanda o que el capitalista hubiera preferido no desarrollar esta actividad económica por no resultarle lucrativa. La presunción del desplazamiento de los trabajadores nativos, genera en estos una incertidumbre sobre el devenir de su vida que parece ensombrecerse por las “amenazas” que se vierten desde el exterior, afectando no solo su cultura y su comunidad de manera evidente por la introducción de las poblaciones extranjeras, sino también presumiblemente su trabajo, su salud y todo lo que reconocía como normal. Estos riesgos biológicos son achacados a las políticas económicas del Estado, ya que permite que ingresen estas poblaciones en su territorio, descuidando su principal deber que es velar por la vida de sus poblaciones, por ello se les exige que restrinjan el paso a estos grupos sociales y los adecuen solo a las necesidades del país en cuestión.

El Estado-nación no tiene empacho en realizar medidas de normalización y disciplinamiento sobre los inmigrantes con la finalidad de que sus “anormalidades” y diferencias se perciban como menos riesgosas para el conjunto, al mismo tiempo que son utilizados para la generación de riquezas y placeres a gran escala en el mercado global. La políticas de integración son las encargadas de realizar esta normalización de las conductas, pensamientos y organizaciones comunitarias para hacerlas menos riesgosas, buscando adaptar sus actuaciones a determinados cánones culturales, sociales y políticos, interviniendo en múltiples aspectos de la vida de los inmigrantes para reconducirlos como el lenguaje, la vestimenta, los alimentos, la reproducción biológica, la interacción familiar, la religión, la apariencia y, en general, cada aspecto de su existencia orgánica.

Evidentemente hay “anormalidades” que son “irresolubles” para el Estado como el color de piel, otras que resultan muy difíciles de modificar como la religión o la cultura, pero lo único que se requiere es que estas anormalidades no se manifiesten como una amenaza para la población nativa, aceptándose mientras estas sean dóciles, mientras acepten los designios de las relaciones de dominación y se adecuen a ellas, siendo su vida funcional al Estado y al mercado globalizado. En algunas ocasiones estas políticas de integración fallan y los inmigrantes reafirman sus diferencias al mismo tiempo que se reconocen como marginados socialmente, excluidos culturalmente y explotados económicamente. Es ahí en donde se desafían los mecanismos de normalización y son excluidos, recluidos y expulsados por ser una amenaza para el conjunto de la población nativa, lo que los conduce provisoriamente a su muerte.

La globalización económica y su intervención en la gestión de la vida biológica de los individuos se actualizará por lo que se ha dado a llamar como biocapital, en el cual los descubrimientos de las biociencias imprimirán una nueva fase del capitalismo al desarrollar adelantos en la biotecnología y al innovar en la interpretación médico-genética de los sujetos, interpretando sus enfermedades, características físicas y aptitudes fisiológicas en correspondencia con las relaciones de producción y consumo capitalistas.52 Las innovadoras características de esta economía política se relacionarán a la vida, no como una mercancía para la fabricación de otras que generará un plusvalor, sino cómo una mercancía que contendrá ya un plusvalor desde su gestación en la modificación de sus condicionantes genéticas. Aunado a que basará su producción en las visiones y expectativas de las diferentes modificaciones de la vida orgánica en la corporalidad y la conciencia de los sujetos.53 La revolución biotecnológica centrará al capitalismo en la vida humana como no ha sucedido en los siglos anteriores. La salud, la corporalidad, la enfermedad, las capacidades orgánicas y las aptitudes fisiológicas se comprarán y venderán en el mercado sin más limitantes que la existencia efímera, misma que no tardará en hacerse cuestionable.

Conclusiones

En la modernidad la administración de la vida biológica de los hombres se convertirá en una herramienta del poder político, en la que a través de su defensa y protección se legitimará el mandato para gobernar sobre los individuos, mediante su gestión y control se sostendrán los mecanismos para satisfacer a esta existencia finita otorgándole a los sujetos los deseos y placeres necesarios para mantenerlos dóciles y disciplinados a los procesos de explotación, y en la exclusión y muerte es que se equilibrarán los comportamientos y pensamientos diferentes tendientes a poner en riesgo el ejercicio del poder político.

La existencia biológica se mantendrá en el centro de las relaciones de dominación en la modernidad siendo las relaciones de producción capitalistas un ejemplo de ello, en las cuales requerirá a la vida orgánica disciplinada, adecuada y vigilada para darle viabilidad al sistema económico. La vida se integrará al modo de producción como una mercancía que le añadirá valor al resto, por lo cual de su gestión se podrá obtener un usufructo que será apropiado por el capitalista del cual va a depender su ganancia y en definitiva su posición en las relaciones sociales de producción. Del disciplinamiento, control y vigilancia de la existencia orgánica de los hombres dependerá el régimen de mercancía que actualmente se constituye como el modo de producción hegemónico.

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1 Thomas Lemke, Introducción a la biopolítica (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2017), 17.

2 Michel Foucault, Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber (Ciudad de México: Siglo XXI, 1998), 85.

3 Karl Marx, Contribuciones a la crítica de la economía política (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1989), 7.

4 Aristóteles, Política (Madrid: Gredos, 1992), 71.

5 Aristóteles, Ética Nicomáquea (Ciudad de México: Porrúa, 2016), 243-247.

6 San Agustín, Ciudad de Dios (Ciudad de México: Porrúa, 2017), 235.

7 Tomás de Aquino, Summa Teológica (Buenos Aires: Colección de Espiritualidad Cristiana, 1931), 138.

8 Tomás de Aquino, Del gobierno de los príncipes (Buenos Aires: Colección de Espiritualidad Cristiana, 1945), 25.

9De Aquino, Del gobierno de los príncipes, 26.

10 Adam Smith, Teoría de los sentimientos morales (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2010), 12-54.

11 Adam Smith, La riqueza de las naciones (Madrid: Alianza, 2016), 24.

12Smith, La riqueza de las naciones, 285.

13Smith, La riqueza de las naciones, 64-74.

14Smith, La riqueza de las naciones, 27-37.

15Smith, La riqueza de las naciones, 110-125.

16En Europa, dice Smith, una viuda con cuatro o cinco niños pequeños tendría muy poca oportunidad para conseguir marido, en cambio en América se verá como una oportunidad de progreso para los hombres derivado del trabajo que los hijos entregarán al matrimonio antes de su independencia derivado de la demanda de brazos para laborar.

17Smith, La riqueza de las naciones, 135.

18Smith, La riqueza de las naciones, 134-137.

19Para el año 1831, la escuela de domingo en Gran Bretaña, dirigida principalmente por la iglesia anglicana, educaba semanalmente a 1 250 000 niños, aproximadamente el 25 % de la población total. Estas escuelas fueron aumentando a medida que obtuvieron mayor financiación estatal a mediados de siglo.

20Smith, La riqueza de las naciones, 704-718.

21 Michel Foucault, Nacimiento de la biopolítica. Curso en el College de France 1978-1979 (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2007), 19.

22Foucault, Nacimiento de la biopolítica, 41-59.

23Foucault, Nacimiento de la biopolítica, 65-75.

24 Eric Williams, Capitalismo y esclavitud (Madrid: Traficantes de Sueños, 2011), 65.

25Williams, Capitalismo y esclavitud, 71.

26 Eric Hobsbawm, Los orígenes de la revolución industrial (Madrid: Siglo XXI, 1971), 22.

27Hobsbawm, Los orígenes de la revolución industrial, 32.

28La división del trabajo reconocida por Say se establecerá en tres momentos: en el primero, el espíritu y el cuerpo de los hombres adquirirán una singular habilidad en tareas sencillas y repetitivas, posteriormente se optimizará la actividad del obrero para evitar la pérdida de tiempo entre una ocupación y otra, por último, se descubrirán métodos para la realización de una tarea de forma más pronta y expedita, perfeccionando los conocimientos necesarios para mejorar esta operación.

29 Jean-Baptiste Say, Tratado de Economía Política o Exposición sencilla del modo con que se forman, se distribuyen y se consumen las riquezas, tomo I (Madrid: Universidad Carlos III de Madrid, 1992), 127-129.

30 Robert Malthus, Primer ensayo sobre la población (Madrid: Altaya, 1993), 43-67.

31Malthus, Primer ensayo sobre la población, 103-107.

32 David Ricardo, Principios de economía política y tributación (Madrid: Pirámide, 2003), 36.

33Ricardo, Principios de economía política, 78.

34 Karl Marx, El capital (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1989), 147-148.

35Marx, El capital, 27.

36Esto no quiere decir que en las sociedades antiguas no se produjeran bienes destinados para el intercambio, así como tampoco que en el capitalismo los productores dejaran de lado el uso personal de las mercancías para su satisfacción individual, sino más bien, se establece a lo largo del tiempo y de acuerdo al desarrollo de las fuerzas productivas, un modelo hegemónico de producción en el cual la fabricación de mercancías se amolda a las finalidades de las relaciones de dominación.

37Marx, El capital, 125-202.

38En 1848 el parlamento aprobó un ley que solo permitía a los jóvenes obreros de las hilanderas de lino de las localidades de Dorset y Somerset trabajar por máximo diez horas debido a la dureza del trabajo, no obstante, posteriormente “los obreros” enviaron una carta al parlamento para evitar esta prohibición, pues “Vuestros peticionarios, padres de familia, creían que una hora más de descanso no conduciría a más resultado que a la desmoralización de sus hijos, pues el ocio es el origen de todos los vicios”.

39Marx, El capital, 256.

40Marx, El capital, 258-259.

41Foucault, Nacimiento de la biopolítica, 88.

42Foucault, Nacimiento de la biopolítica, 137-140.

43 Pierre Rosanvallon, La crisis del Estado Providencia (Madrid: Civitas, 1995), 147.

44Bismarck les disputó esta bandera a la socialdemocracia alemana que intensificaba sus esfuerzos por influir en los obreros industriales, concientizándolos en la labor histórica del proletariado al frente de la transformación social hacia el comunismo.

45 Ma. Esther Gómez de Pedro, El Estado del Bienestar: presupuestos éticos y políticos (Madrid: Fundación Universitaria Española, 2002), 219.

46Gómez de Pedro, El Estado del Bienestar, 221.

47Gómez de Pedro, El Estado del Bienestar, 225.

48 John Maynard Keynes, Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1956), 16-24.

49 Frederick Winslow Taylor, Los principios de la administración científica (Ciudad de México: Herrero Hnos., 1969), 16.

50Foucault, Nacimiento de la biopolítica, 166-168.

51Foucault, Nacimiento de la biopolítica, 175.

52 Kaushik Sunder Rajan, Biocapital. The Constitution of postgenomic life (Londres: Duke University Press, 2006), 3-15.

53Lemke, Introducción a la biopolítica, 140-141.

Recibido: 13 de Septiembre de 2021; Aprobado: 09 de Marzo de 2022

Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma Metropolitana, México.

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