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Intersticios sociales

versión On-line ISSN 2007-4964

Intersticios sociales  no.22 Zapopan sep. 2021  Epub 03-Nov-2021

 

Reflexión teórica

El encuentro Poulantzas/Althusser (1964-1968): resonancias sobre Estado y práctica política

The Encounter between Poulantzas and Althusser (1964-1968): Resonances on the State and Political Practice

*IMESC/IDEHESI/CONICET-FCPyS/UNCuyo, Argentina. gracielainda@hotmail.com

**Doctora en Ciencias Políticas y Sociales, Universidad de Cuyo, Argentina.


Resumen:

Si habitualmente se reconoce la influencia que ejerce el dispositivo althusseriano en la primera teoría política de Poulantzas, no es fácil encontrar un análisis preciso y minucioso tanto de los conceptos y tesis que dan cuenta de esa impronta como de los desajustes y las distancias que evidencian un vínculo más complejo. Con la intención de contribuir a subsanar esta carencia, en este trabajo se identifican las formas precisas que asume y los efectos teóricos que suscita el encuentro de Poulantzas con Althusser (1964-1968) en lo relativo al Estado y la política. Emplazado en las particulares condiciones abiertas por la crisis del marxismo, ese encuentro constituye un vínculo complejo que no puede ser pensado ni como repetición devota de fórmulas ni como adhesión superficial o pasajera. En las conclusiones, se subrayan que merece ser comprendido según tres aspectos o dimensiones: como una apropiación de insumos teóricos para la formulación de una teoría marxista del Estado y de la política, como un ejercicio de contrapuntos o desacuerdos conceptuales y como una elaboración de aportes innovadores que abre vías singulares para el estudio del Estado capitalista, algunas de ellas, reconocidas luego por el propio Althusser.

Palabras clave: Poulantzas; Althusser; encuentro teórico/político; Estado; práctica política

Abstract:

While the influence that the Althusserian approach exerted on Poulantzas’ early political theory is widely recognized, it is a challenge to find a precise, thorough analysis of the former’s concepts and thesis that would explain this imprint, or of the maladjustments and distances between them that suggest a much more complex link. Seeking to contribute to efforts to fill this gap, this study identifies, precisely, the forms assumed and the theoretical effects that led to Poulantzas’ encounter with Althusser in relation to the State and politics (1964-1968). Framed by the specific conditions produced by the crisis of Marxism, that encounter revealed, in reality, a complex link that cannot be conceived adequately as either a devoted repetition of formulas or a superficial or casual adhesion. Our conclusions underscore the importance of understanding the encounter in three aspects or dimensions: as an appropriation of certain theoretical inputs in the formulation of a Marxist theory of the State and politics; as an exercise in conceptual counterpoints or disagreements; and as an elaboration of innovative contributions that opened unique pathways for the study of the capitalist State, some of which Althusser himself later recognized.

Keywords: Poulantzas; Althusser; theoretical/political meeting; State; political practice

Introducción

Los estudios sobre las intervenciones teóricas que realiza Nicos Poulantzas entre mediados de los sesenta y la publicación de Poder político y clases sociales en el Estado capitalista (1968)1 se muestran especialmente preocupados por calificarlas como el momento althusseriano estructuralista de su trayectoria.

Carnoy sostiene que la lectura estructuralista que realiza Althusser de Marx y sus ideas sobre las estructuras económicas, políticas e ideológicas como un todo articulado son el terreno en el que Poulantzas plantea su investigación sobre el Estado en la segunda mitad de los sesenta, mientras que en su obra posterior abandonaría esta concepción del Estado como una estructura para dar lugar a una visión que lo define como un conjunto de aparatos moldeado por la lucha de clases y dotado de una autonomía relativa.2

Jessop entiende que si bien el joven Poulantzas utiliza argumentos de Althusser para criticar los enfoques marxistas dominantes del derecho, la ideología y el Estado, no recurre a ellos para desarrollar sus argumentos sustantivos. Participa de las reuniones del grupo althusseriano de mediados de los sesenta -aclara-, pero no forma parte de su núcleo duro ni está plenamente comprometido con sus posiciones. Es cierto, continúa, que se siente atraído por las posiciones del estructuralismo althusseriano contra el economicismo, el historicismo y el humanismo, pero también abreva en otras tradiciones teóricas, en primer lugar, en la teoría gramsciana a partir de la cual desarrolla sus conceptos más sustanciales y distintivos.3

Barrow afirma que a partir de 1968 Poulantzas supera el abstraccionismo estructuralista althusseriano con un estructuralismo histórico que hace énfasis en las formaciones sociales. Que si bien nunca abraza decididamente el pensamiento determinista y metafísico de Althusser, recién en su obra de 1968 expone sus diferencias en forma explícita y polémica. Thomas pronuncia una idea similar cuando señala que después del golpe de Estado griego de 1967 y de los acontecimientos de mayo de 1968, Poulantzas se distancia de Althusser.4 Y Löwy, durante años asistente de Poulantzas, opina que si en sus primeros años es “demasiado althusseriano, demasiado estructuralista”, en sus últimos textos alcanza un tratamiento más político de la cuestión de las clases sociales y del Estado.5

No se puede ignorar, sin embargo, que Poulantzas rechaza esa etiqueta estructuralista cuando reconoce la filiación althusseriana de su proyecto teórico. Ante la pregunta de si es posible asignarle a la lucha de clases el lugar que se merece en el seno del althusserianismo, Poulantzas sostiene que no hay en los fundamentos de este pensamiento una ausencia de la historia y de la lucha de clases debida a una imposibilidad teórica.6 Que el estructuralismo no está en la esencia de la teoría althusseriana. Que al dirigir toda su atención a denunciar el historicismo y la problemática del sujeto, quizás torció demasiado el bastón en el sentido opuesto. Que se mantiene más cerca de la función crítica del althusserianismo que de sus análisis propiamente dichos, que bien puede criticar ciertos conceptos, pero no la orientación general del trabajo teórico en que se sustenta.

Por su parte, en Elementos de autocrítica (1972), Althusser señala que si la definición de una posición teórica como estructuralista se basa en su consideración de los agentes como soportes involuntarios de una estructura y de la historia como un proceso sin sujeto, entonces hay que empezar por reconocerla en el propio Marx. Pero si por estructuralismo se entiende una ideología formalista de la combinatoria que tiende a la premisa idealista de la producción de lo real por la combinación de cualesquiera elementos, hay que rechazarla. Y añade: el marxismo no es un estructuralismo ni nuestra lectura de Marx es estructuralista, porque la lucha de clases ocupa en ella un lugar primordial. No se trata solo del primado del proceso sobre la estructura sino también del primado de la contradicción sobre el proceso.7 Y antes, en el prólogo que realiza en 1968 a la edición revisada de la obra colectiva Para leer El Capital,8 Althusser asevera que si bien la presencia en esta obra de ciertos términos cercanos a la moda estructuralista provoca equívocos, no hay que olvidar que los conceptos decisivos, totalmente ajenos al estructuralismo, son los de dominación/subordinación, determinación en última instancia, sobredeterminación y proceso de producción, entre otros.9

Aciertan así los abordajes que se resisten a calificar sin más como estructuralistas las posiciones adoptadas por Althusser y Poulantzas en los años sesenta. Tal el caso del examen de Gallas que enfatiza el rechazo de Poulantzas al mito del estructuralismo, esto es, a la descripción común de Althusser como padre fundador de una escuela del marxismo que reduciría la acción a un mero reflejo de una lógica estructural subyacente, y que toma debida nota de que más allá de las diferencias, algunas de las cuales se tornan importantes, Poulantzas no rompe su vínculo con Althusser.10

En síntesis, si habitualmente se reconoce, generalmente mediante el empleo de la fórmula estructuralista y a veces con un sentido peyorativo, la influencia que ejerce el dispositivo althusseriano en la primera teoría política de Poulantzas, no es fácil encontrar un análisis preciso y minucioso tanto de los conceptos y tesis que dan cuenta de esa impronta como de los desajustes y las distancias que evidencian un vínculo más complejo. Para contribuir a saldar este déficit, este trabajo se propone identificar las formas precisas que asume el encuentro de Poulantzas con Althusser entre sus primeros artículos y la publicación de Poder político y clases sociales en el Estado capitalista. Lejos de una indagación biográfica, interesa el vínculo teórico-político que se despliega entre el naciente proyecto poulantziano de elaboración de una teoría marxista del Estado y de la política y el andamiaje conceptual althusseriano conocido hasta entonces. Sin olvidar que se trata de un punto -o mejor, de una serie de puntos- de intersección entre dos empresas teóricas densas que no se privan de correcciones, autocríticas, desplazamientos y mejoras en los años venideros.

A contramano de una lectura que en su ambición por valorar su autonomía subestima la influencia decisiva del programa althusseriano se mostrará que en el trabajo teórico que realiza Poulantzas entre 1964 y 1968 es posible identificar conceptos y argumentos sobre el Estado y la política que se inscriben en ese programa. Y versus una lectura que apunta a reducir las elaboraciones conceptuales de esos años a una repetición acrítica del credo althusseriano se señalará la potencia propia que las caracteriza y las vías novedosas que abren. Si bien no es imperativo tomarlas al pie de la letra, no dejan de ser una pista para seguir las palabras que emplea el propio Poulantzas. Cuando descubrí a Gramsci -relata en una entrevista-, casi de inmediato comencé a trabajar con Althusser pues compartíamos esa referencia teórica y si bien desde un principio tuvimos “puntos de acuerdo” y “puntos de desacuerdo”, aprobaba sus primeros textos, principalmente los filosóficos y los metodológicos, ya que encontré en ellos una comprensión muy profunda de la lucha de clases y de sus problemas.11

Por otra parte, es un error pensar la relación entre ambos como una vía de dirección única. Aunque excede los límites de este artículo tratar esta cuestión, no puede dejar de subrayarse que Poulantzas realiza aportes conceptuales específicos a la labor que realiza Althusser en el campo de la teoría marxista del Estado. En este sentido, Pallotta destaca que los avances sobre la relación entre poder de Estado y poder ideológico exhibidos en Poder político y clases sociales en el Estado capitalista anticipan claramente la tesis que Althusser desarrolla muy poco tiempo después sobre la reunificación de las ideologías en el Estado.12

La correspondencia que mantienen confirma que su vínculo teórico y político no puede ser pensado en términos unilaterales. Hay comentarios de Althusser sobre los tópicos desarrollados por Poulantzas, mediante los cuales le solicita una mayor precisión o marca una diferencia conceptual -ya se verán-, y también opiniones del segundo sobre ciertos argumentos teóricos del primero. Un ejemplo, mientras Althusser redacta Sobre la reproducción (1969) recibe una carta de Poulantzas referida a este manuscrito.13 En sus líneas, se muestra conforme por el reconocimiento indirecto que efectúa allí Althusser de dos tesis por él defendidas durante años, a saber, que la lucha política es específica en tanto tiene por objetivo y gira en torno del poder estatal -a su vez, distinto del aparato estatal- y que un proceso revolucionario requiere articular la lucha económica y la lucha política.14 Se volverá sobre estos temas, sin duda.

En fin, más allá de las pasiones personales, ¿por qué es pertinente volver a Poulantzas e interesarse por sus elaboraciones sobre el Estado y la política en el espacio abierto por la intervención althusseriana? Porque su práctica teórico-política cumple una doble condición singular. Por una parte, representa el punto culminante de las reflexiones de un siglo sobre la cuestión del poder y del Estado dentro de la tradición marxista.15 Síntesis no necesariamente complaciente, puede añadirse, pues vino a contradecir, con el socialismo en el horizonte y el resurgir de las luchas populares, el meditado silencio sobre la maquinaria del Estado capitalista y las estrategias para trastocarlo en el que había incurrido el marxismo occidental nacido de la derrota de los grandes movimientos populares de los años veinte.16 Por otra parte, si quizás exagera Keucheyan cuando sostiene que “un objeto tan central para el marxismo clásico como el Estado capitalista no ha recibido ningún tratamiento original desde el debate entre Poulantzas y Miliband […]”,17 es indudable que Poulantzas, como le gusta decir a Jessop,18 merece ser tratado con respeto y consideración porque los problemas que plantea son reales y los argumentos y las ideas que propone son todavía pertinentes. Incluso más que nunca en el campo de reflexión suscitado por la crisis de la política neoliberal.19 Las formas en que García Linera retoma los aportes de Poulantzas para pensar las problemáticas latinoamericanas dan cuenta de ello.20

En una coyuntura de crisis de las profecías del libre mercado, de resistencias populares y reclamos crecientes a las capacidades estatales, las preguntas estratégicas sobre la política y el Estado vuelven a ocupar el centro de la escena, no como dilemas abstractos sino como encrucijadas concretas. En este sentido, el pensar poulantziano, tan hábil para dar cuenta de esa condensación terriblemente material pero con cierta porosidad que es el Estado, sin caer en maniqueísmos, está a la orden del día.

Las citas inaugurales (1964-1967)

En sus primeros años en Francia, Poulantzas establece relaciones estrechas con Jean-Paul Sartre, Maurice Merleau-Ponty, Simone de Beauvoir y otros intelectuales asociados a la influyente revista Los tiempos modernos. Si bien proviene del área del derecho y la filosofía jurídica, pronto comienza a interesarse por otros aspectos de la teoría del Estado y entra en contacto con la filosofía de Sartre y Goldmann, con el marxismo italiano de Della Volpe y de Gramsci y sus intérpretes de posguerra, y con el trabajo de los marxistas británicos, especialmente, Tom Nairn y Perry Anderson. Al mismo tiempo, se asocia con el círculo althusseriano en la Escuela Normal Superior y por muchos años regularmente se reúne y discute problemas teóricos y políticos con Althusser.21

La madurez de Marx y una visión no voluntarista y no economicista del Estado

La concepción que reduce el Estado a un sujeto emisor de normas y a un instrumento, herramienta o máquina de violencia represiva manipulado por una conciencia de clase entendida como pura voluntad política, como expresión de una esencia unificada, sin contradicciones internas; que piensa la unidad interna del Estado no según su autonomía relativa y su eficacia específica sino como expresión o reflejo de la supuesta unidad de la clase dominante, que en su consideración del Estado en general hace imposible pensar la especificidad histórica de un Estado determinado: he aquí la contendiente de peso que Poulantzas identifica con claridad temprana a la hora de definir su propia empresa teórica.22 Y el primer paso que avizora para batallar contra ella consiste en reconocer el contenido científico presente en la concepción marxista del Estado de clase que se produce en el pasaje de la juventud a la madurez de Marx. En el cual el Estado deja de ser un simple fenómeno de la sociedad civil, alienación de una esencia, para convertirse en una realidad objetiva, específica y de eficacia propia gestada a partir de la lucha de clases en un modo de producción históricamente determinado.

Es evidente que esta periodización que separa un joven Marx de un Marx maduro tiene el inconfundible sello de Althusser, quien de manera polémica argumenta que la juventud de Marx solo nos conduce al marxismo al precio de arrancarla de sus orígenes para entenderla como un proceso de rupturas efectivas con el mundo ideológico que la cubría.23 Entre uno y otro Marx, subraya Althusser con insistencia, tiene lugar una ruptura epistemológica que indica la mutación de una problemática ideológica en una disciplina científica. Mientras que en su juventud la noción de alienación juega un papel central -en efecto, el Estado, la propiedad y la religión son pensadas como la esencia humana enajenada, mientras que la política queda definida como una reapropiación práctica por el Hombre de su esencia-, a partir de 1845 Marx “[…] rompe radicalmente con toda teoría que funda la historia y la política en la esencia del hombre”.24 Y adopta una problemática nueva, anunciada por palabras como modo de producción, formación social, determinación en última instancia por la economía, etcétera. La madurez teórica de Marx, su rompimiento con la filosofía idealista y con Feuerbach, según plantea Althusser, no puede ser pensada en términos de superación sino como resultado de su contacto efectivo con las realidades del movimiento obrero organizado, en definitiva, como una irrupción de la historia real en el campo mismo de la ideología.

Se pregunta Poulantzas:

¿Cuál es el esfuerzo de los marxistas más serios que intentan poner en vigencia esta evolución y originalidad incontestables del Marx de la madurez con relación al Marx joven, concernientes a las relaciones de la base y de la superestructura y el problema particular del Estado?25

Demostrar que la expresión Estado de clase, tal como la emplean el Marx maduro, Engels y Lenin, no pretende indicar que el Estado depende de la voluntad de una clase sino que se encuentra emplazado en una sociedad dividida en clases. Que el Estado no traduce al nivel político los intereses de las clases dominantes sino la relación de esos intereses con los de las clases dominadas. Que la idea misma de un sujeto totalizador -incluso la clase social o la praxis- como “factor de generación del Estado” debe ser abandonada para potenciar una problemática que, por el contrario, torne posible definir en su especificidad la práctica política y el Estado.

¿Y en qué consiste esa especificidad? Situándose en el terreno de la teoría propuesta por Althusser de los diferentes niveles específicos de la práctica humana (práctica económica, práctica política, práctica ideológica, práctica teórica) y sus articulaciones propias, Poulantzas avanza una respuesta. En las sociedades esclavistas y medievales, en las cuales la pertenencia a una comunidad pública se identifica con una función económica corporativa según una estructura jerárquica, lo político no constituye un nivel específico con lógica interna propia y prácticas autónomas. En la sociedad capitalista, en cambio, la autonomización de los productores privados se corresponde con la separación de la sociedad civil y del Estado y con la constitución progresiva de un nivel político fundado en los valores formales de libertad e igualdad. El Estado capitalista:

[…] cumple la función objetiva de establecer el marco formal de cohesión externa de un campo práctico de relaciones competitivas y de cambio en la sociedad civil fraccionada en una multiplicidad de centros de voluntades autonomizadas.26

Mientras que en el Estado económico-corporativo feudal los intereses de las clases dominantes son impuestos de manera directa a la sociedad por el Estado-fuerza y por una ideología justificadora -lo económico y lo político están estrechamente imbricados-, en el Estado moderno los intereses económico-sociales de esas clases son concebidos y presentados como el interés general, formal y abstracto de la sociedad en su conjunto. Y es esta abstracción y formalidad la que permite “[…] captar políticamente a los hombres-gobernados en tanto que individuos-personas políticas, separados de sus determinaciones económico-sociales concretas”.27

La principal crítica que realiza a los análisis de la teoría marxista británica encabezados por Anderson y Nairn es que evidencian una perspectiva historicista y subjetivista que atribuye la unidad de una formación social a una “clase-sujeto” de la historia, al estilo de Lukács. En tanto no cuentan con una teoría de las clases, esos análisis ceden además a la tentación, constante en el pensamiento marxista, de intentar subsanar esa ausencia introduciendo la noción de conciencia de clase. Las superestructuras políticas quedan así reducidas al carácter de productos de la conciencia de la clase políticamente dominante, sin ninguna autonomía propia, mientras que la clase dominante queda erradamente definida como aquella que posee una conciencia de clase coherente y propia. Paralelamente, reducen el problema de la estrategia de la clase obrera a la constitución de una concepción del mundo propia y descuidan el estudio del conjunto de las coordenadas objetivas de su lucha política, de la que su formación ideológica constituye solo un aspecto.28 De la misma manera, no duda en caratular como una deformación la tendencia voluntarista que considera el derecho como un conjunto de normas emitidas por el Estado en tanto encarnación de la voluntad de la clase dominante.29

En definitiva, reflexiona Poulantzas de nuevo en diálogo con Althusser, voluntarismo y economicismo son dos expresiones de una misma problemática ideológica historicista del sujeto cuyo rasgo esencial consiste en pensar los diversos niveles del conjunto de la estructura social y sus relaciones como fundadas genéticamente por un sujeto creador de la sociedad o por un principio unilineal que se autodesarrolla en la historia -la economía-.30 Al tratarlas como expresiones fenoménicas de una esencia central, esta problemática circular, presente en los textos del joven Marx, impide plantear la cuestión de la autonomía y la especificidad de las superestructuras. Cuando comienza a referirse a estructuras y pone en marcha una verdadera ruptura teórica con sus concepciones previas, el Marx de la madurez nos permite pensar en la estructura social como un conjunto de niveles con estructuras propias y eficacia específica, con predominio, en última instancia, de la economía.31

Un salto cualitativo: la definición de las ideologías

A la hora de pensar la función, la eficacia particular y el carácter político de las ideologías en la explotación de clase, nuestro joven teórico acude nuevamente a Althusser.32 Es preciso, recalca, abandonar la problemática subjetivista de la ideología presente en el joven Marx que identifica ideología con falsa conciencia y la considera producto de una clase o de la praxis alienada del sujeto, según un esquema voluntarista. Para adoptar, en cambio, la perspectiva científica de Marx que aborda las ideologías (conceptos, representaciones, valores, etcétera) como un nivel objetivo y específico con realidad propia que forma parte de toda formación social. Hasta en una sociedad comunista, advierte contra los creyentes en el reinado de la transparencia social tras la emancipación del capitalismo, las ideologías son necesarias.

Su esencia y su función residen en el hecho de ‘expresar’ la relación ‘vivida’ de los hombres con sus condiciones de existencia, la forma en que los hombres viven esas condiciones. Éstas constituyen en realidad el punto de inserción de los hombres en un sistema objetivo de relaciones, que comprende a la vez la base y las superestructuras en el sentido estricto del término, constituyendo la ideología de alguna manera la ‘materia de cohesión’ de los diversos niveles de prácticas y de estructuras sociales.33

En otras palabras, la ideología dominante en una formación social tiene como función objetiva primordial el cimiento de la unidad de los diversos niveles de la estructura social.34

Fórmula calcada de la definición althusseriana de la ideología como un sistema de representaciones inconscientes que atañe a la relación vivida de los hombres con su mundo.

En la ideología, los hombres expresan, en efecto, no su relación con sus condiciones de existencia sino la manera en que viven su relación con sus condiciones de existencia: lo que supone, a la vez, una relación real y una relación vivida, imaginaria.35

Si bien pueden verse modificadas sus formas históricas, y también puede variar la región que domina en el dominio general de las ideologías (religiosa, jurídica, política, moral), las sociedades humanas, incluida una posible sociedad comunista, no pueden subsistir sin ideologías pues tienen un papel histórico irremplazable: dotar a los hombres de las representaciones necesarias para que se adapten a sus condiciones de existencia, en provecho de la clase dominante.36 O lo que es lo mismo, en una sociedad dividida en clases, las representaciones de la ideología tienen como función ligar a los hombres con las tareas que les son asignadas y tornarlos capaces de soportar sus propias condiciones, ya sean miserables o privilegiadas.37

Atendiendo a la metáfora del edificio, la ideología se ubica en la superestructura, pero:

[…] al mismo tiempo, para comprender su forma de presencia más general hay que considerar que la ideología se introduce en todas las partes del edificio y que constituye ese cemento de naturaleza particular que asegura el ajuste y la cohesión de los hombres en sus roles, sus funciones y sus relaciones sociales.38

Ahora bien, Poulantzas no se detiene en este ejercicio de apropiación del tratamiento althusseriano de las ideologías sino que, por el contrario, realiza algunas aportaciones sugestivas. El Estado moderno y sus clases hegemónicas, aduce, elaboran un conjunto ideológico político particular que apunta a reconstituir en un plano imaginario la escisión entre la relación real de los hombres con sus condiciones de existencia en la sociedad civil -existencias desiguales según la división de clases- y su relación real con sus condiciones de existencia en el Estado (seres libres e iguales). La función propiamente política de las ideologías consiste en imponer al conjunto de la sociedad una concepción del mundo en la cual las clases hegemónicas son erigidas como representantes del interés general. Pero también involucra privatizar y dividir molecularmente a la sociedad civil, despolitizando a las clases dominadas, para así proceder a su unificación abstracta por parte de las instituciones del Estado y las clases hegemónicas.39

Y va más allá todavía, inaugurando uno de sus aportes más célebres y decisivos: las clases o fracciones dominantes se convierten en tales por medio del Estado. En sus palabras “[…] sólo puede existir una clase dominante en relación al Estado”.40 Si bien existen diferentes clases y fracciones en lucha en una formación social, definidas según su ubicación en el proceso de producción y según su relación con la propiedad de los medios producción, en el nivel político los grupos enfrentados en lucha revisten una forma relativamente simple: dominantes y dominados, gobernantes y gobernados.41 Esta polarización expresa la conformación por medio del Estado de un bloque en el poder como unidad contradictoria que se realiza en torno a los intereses específicos de la clase o fracción hegemónica.

Y en medio de esa formulación, que es un salto cualitativo, encontramos una toma de distancia respecto de Althusser. La cuestión en juego: la noción de sociedad civil.42 Poulantzas conserva el término sociedad civil para incluir, tal como lo han hecho -asegura- Lenin, Luxemburgo y Gramsci, la lucha económica en tanto diferenciada de la lucha política. Todavía no tenemos, dice, un estudio marxista de ciencia política sobre el concepto de poder y es de lamentar porque

[…] sólo en el cuadro de este estudio puede decidirse si hay que rechazar definitivamente el concepto de ‘sociedad civil’, condenado hoy con demasiada ligereza; me refiero aquí a los artículos de Althusser.43

¿En qué consiste la condena de Althusser? Si Marx todavía usa la expresión sociedad civil es para designar el lugar de un descubrimiento, no para emplear el concepto en el sentido fuerte. Cuando trastoca la problemática hegeliana, abandona la noción que remite al mito del homus economicus, a un mundo de necesidades e intereses personales, para fundar una concepción de la economía política que vincula los comportamientos económicos individuales con sus condiciones de existencia, con un modo de producción en una formación social determinada. Con la noción de Estado sucede algo similar, si conserva la expresión no es para designar el mismo contenido que Hegel, la realidad de la idea, sino un instrumento de dominación al servicio de la clase de los explotadores. Con la intervención del concepto de clase social, en relación directa con el de relaciones de producción, Marx no solo modifica ambas nociones, sociedad civil y Estado sino también, lo cual es determinante, la relación entre ambos. Ya no se trata de una relación de esencia a fenómeno -el Estado como la realización de la sociedad civil- sino de una concepción nueva de las relaciones entre la estructura y la superestructura -determinación en última instancia por la economía, autonomía relativa de las superestructuras y su eficacia específica-.44

Poulantzas no se muestra convencido. Desde su perspectiva, el campo económico social designa la sociedad civil y está referido a la explotación de clase y a la división general del trabajo, mientras que el campo político concierne a la lucha política de las clases y a la función del Estado en esa lucha. Sin olvidar, contra toda concepción funcionalista, que la sociedad civil está sobredeterminada por el nivel político, es decir, por las relaciones de las clases dominantes y dominadas con el Estado: “[…] A propósito del concepto de ‘sobredeterminación’ me refiero a la obra de Althusser, con las reservas planteadas”.45

¿En qué consiste ese concepto al que alude, no por única vez, Poulantzas? Dicho de manera esquemática, bajo el nombre de sobredeterminación, Althusser busca indicar que las superestructuras no son la mera expresión de una esencia económica sino que tienen su propia especificidad y su autonomía relativa, que determinan a su vez la base económica en que se sostienen. También pretende mostrar que las relaciones económicas no se presentan en un estado puro, cosa imposible, sino históricamente articuladas con determinadas relaciones políticas, jurídicas e ideológicas.46 Semejante apuesta le va de perillas a Poulantzas, preocupado por plantear seriamente una cuestión poco abordada en el seno del marxismo: la autonomía relativa del Estado capitalista.

Lucha económica y lucha política

Cuando la mencionada revista Los tiempos modernos, dirigida por Sartre, dedica su sección principal a discutir la obra de Althusser, uno de los artículos que la componen tiene la firma de Poulantzas. En este trabajo, lo primero que hace es explicar la importancia, en varios sentidos, que revisten los artículos reunidos en La revolución teórica de Marx. En concreto, asegura que exponen una línea de pensamiento impulsada por la actividad militante, establecen las coordenadas básicas para comprender el proceso de producción de conocimientos propio de la teoría marxista y su vínculo con la práctica política, descubren la existencia de una ruptura en el pensamiento del propio Marx y proporcionan una crítica a la problemática historicista hegeliana vigente en buena parte de las ciencias sociales. En un segundo momento, recrea y comenta algunos conceptos althusserianos que le parecen esenciales, como el de práctica teórica. Finalmente, plantea algunas objeciones, entre las que destaca la que apunta al problema de los dominios respectivos de lo económico y lo político.47

En los análisis de Althusser, lo económico, sugiere Poulantzas en este artículo de 1966, carece de un claro estatus científico. Si no quedan dudas que lo económico es siempre determinante en última instancia, no parece posible que la práctica económica pueda ocupar un papel dominante, pues la lucha de clases es necesariamente lucha política de clases. El concepto de lucha económica carece de significado en dichos análisis. Esos dos dominios y las relaciones entre ellos, añade, no pueden ser comprendidos por referencias genéricas sino solamente a través de una investigación concreta de su especificidad en una formación social históricamente determinada. Y las formaciones capitalistas se caracterizan, como lo demostró claramente Marx, por una autonomización de lo económico y lo político, de la lucha económica y la lucha política. Si es cierto que para Marx la lucha política es el motor de la historia, de ninguna manera es cierto que para él toda lucha de clases es una lucha política.

No se comprende, continúa diciendo en el mismo trabajo, cómo es posible que Althusser, quien apela constantemente al concepto leninista de prácticas económicas, políticas e ideológicas, al tiempo que aclara que interpreta la práctica como lucha, solo mencione la práctica política y la práctica teórica, dejando de lado la lucha económica. Esta omisión, insiste, conlleva el peligro de una sobrepolitización, tan errada como su aparente contrario, esto es, el economicismo que desconoce la especificidad de las prácticas políticas y teóricas y espera el advenimiento del socialismo, como critica acertadamente Althusser, por la sola eficacia de la economía.

Con sus réplicas, Poulantzas se refiere especialmente a los pasajes en los cuales Althusser argumenta que reconocer la diferencia real entre la lucha económica y la lucha política es lo que distingue al marxismo de todas las formas espontáneas u organizadas del oportunismo.

¿Cómo dar cuenta de la necesidad de pasar por el nivel distinto y específico de la lucha política, si ella no fuera, en tanto distinta y en tanto que distinta, no simplemente un fenómeno, sino la condensación real, el punto nodal estratégico, en el cual el todo complejo (economía, política e ideología) se refleja?48

Esa definición de la política como práctica que tiene como materia específica la coyuntura entendida como condensación o fusión de contradicciones desiguales y desplazamientos no persuade a Poulantzas, por ahora, porque en un par de años, como se verá, cambia notablemente de posición. En particular, piensa que esta concepción de lo político como momento introduce el riesgo de un historicismo de lo político como agente consciente opuesto a la economía con sus supuestas leyes inconscientes. Tras semejantes objeciones, igualmente no duda Poulantzas en defender la fertilidad de la nueva problemática inaugurada por Althusser.49 Como lo demostrará, no se trata para él de abandonar sus premisas sino de alcanzar mayores grados de explicación, ya que conforman un instrumento de trabajo esencial para todo investigador marxista.

La problemática marxista del Estado en estado práctico (1967)

En referencia a sus trabajos publicados entre 1964 y 1967, Poulantzas advierte que si bien presentan cierta unidad, pues se refieren a un mismo objeto, la investigación sobre los problemas del Estado y del derecho, no poseen una “unidad de problemática teórica”. Adjudica la razón de esa carencia de unidad a que las obras políticas del marxismo, escritas para guiar la acción política o para intervenir en las luchas ideológicas de coyunturas concretas, no tienen la sistematicidad propia de la teoría sino que contienen conocimientos en estado práctico.50

Acude así de manera literal a la fórmula que emplea Althusser para explicar que sigue pendiente en el campo marxista la elaboración de una teoría de la naturaleza propia y la eficacia específica de la política y de las ideologías, a pesar de la lucidez de muchos de los análisis de coyuntura de los intelectuales y militantes marxistas y de la reserva inagotable de experiencias que contiene la práctica política del movimiento socialista y comunista.

Esta teoría permanece como el mapa de África antes de las grandes exploraciones, un dominio reconocido en sus contornos, en sus grandes cadenas y en sus grandes ríos, pero con mayor frecuencia, a excepción de algunas regiones bien dibujadas, desconocido en sus detalles.51

Como sucede con otros problemas propios de la teoría marxista,52 en lo que se refiere a la práctica política contamos, dice Althusser, con conocimientos que son esenciales como punto de partida pero que se encuentran en estado práctico. Los textos leninistas son de uso político directo, redactados por un dirigente político que reflexiona sobre el campo mismo de su experiencia, sobre el momento actual de la lucha de clases. Responden prácticamente, a través de un ejemplo preciso -la práctica política de un dirigente marxista en 1917- a la cuestión teórica sobre la acción política en general, pero no contienen una reflexión rigurosa sobre ella. La tarea consiste entonces en pasar de las citas célebres de los clásicos del marxismo, en las que hay reconocimiento práctico de una existencia, a un conocimiento teórico.53

También remite a Althusser el empleo que hace Poulantzas del concepto de problemática54 para designar la unidad específica de una formación teórica, esto es, la matriz conceptual y el modo de funcionamiento que la diferencia de otra teoría o de su propia prehistoria ideológica. Su entusiasmo es ostensible:

[…] en épocas de crisis, la revolución teórica actúa en la historia del pensamiento como una locomotora. […] La aventura de esta historia teórica, el establecimiento del pensamiento de Althusser, las batallas que hemos librado y que todavía libramos, comienzan a ser conocidas.55

El cambio de tono entre el artículo de 1964 y los demás, publicados entre 1965 y 1967, es notorio. Las nociones de valores históricos -como mediadores entre la base económica y la superestructura- y de alienación de las clases oprimidas, por ejemplo, pasan de ocupar un lugar importante a prácticamente desaparecer. Y ello en la misma medida en que se torna cada vez más impactante la presencia, a veces disputada, de los argumentos althusserianos.

En las antesalas de mayo de 68

Conceptos y tesis básicos

Vendida por varios miles entre los estudiantes unos días antes de la ocupación de la Sorbona en los eventos de mayo de 1968,56Poder político y clases sociales en el Estado capitalista es una obra que se inscribe en la empresa de refundación del marxismo emprendida por Althusser y sus colaboradores cercanos pues en ella Poulantzas se propone producir una teoría marxista del Estado compatible con sus requisitos epistemológicos.57 En efecto, desde la primera página de su introducción recurre a Althusser para definir el campo de su intervención -el materialismo histórico- y los conceptos que le sirven de punto de partida: objeto real y objeto de conocimiento, niveles de análisis (modo de producción, formación social, coyuntura), relaciones de producción (de propiedad y de posesión), modo de producción como un todo complejo con predominio en última instancia de lo económico y una estructura con un papel dominante, sobredeterminación, entre los principales.58

Una mención especial amerita la definición de las clases sociales desde una visión no historicista que Poulantzas esgrime apuntalado en Althusser, pues se convertirá en una pieza esencial de su empresa teórica. Las estrategias conceptuales que desarrolla en Las clases sociales en el capitalismo actual (1974) y en Estado, poder y socialismo (1978), correcciones y desarrollos más minuciosos mediante, tienen en este texto de 1968 su punto de arranque.

Poulantzas entiende que tanto la interpretación hegeliana que concibe a la clase como sujeto de la historia y como origen genético de las estructuras de una formación social como el enfoque weberiano funcionalista59 que tiende a escindir la situación económica de clase -lugar en la estructura- de la función de clase -clase para sí, lucha política de clase- forman parte de una misma problemática historicista. La cual tiene por rasgo central considerar a los agentes de la producción como sujetos creadores o productores de sus propias relaciones, desconociendo que los agentes de la producción, capitalistas y obreros, por ejemplo, son portadores de un conjunto de estructuras y sus relaciones. La problemática economicista, por otro lado, comete el error de localizar a las clases exclusivamente en el proceso de producción ignorando la importancia de la determinación política e ideológica. Una concepción científica de las clases implica una crítica radical de toda antropología económica que refiere lo económico a las necesidades de los sujetos humanos y reduce las relaciones sociales a relaciones intersubjetivas, y requiere de una definición justa de la instancia económica.60

¿Dónde la encuentra esbozada? En el artículo que Althusser destina a identificar la diferencia radical que existe entre la economía clásica y el marxismo.61 Retomándolo, indica, dicho brevemente, que la instancia de lo económico es la unidad del proceso de trabajo (condiciones materiales y técnicas del trabajo, relación de los agentes con la naturaleza) y las relaciones de producción (concernientes a las relaciones de los agentes de producción con los medios de trabajo). Que esta estructura de relaciones de producción determina lugares y funciones62 que son ocupados y asumidos por los agentes de la producción, que no son otra cosa que “[…] portadores [Träger] de estas funciones”. Las relaciones de producción tienen como efecto una distribución de los agentes de producción en clases sociales. Pero atención, la constitución de las clases no se relaciona únicamente con el nivel económico sino que consiste en un efecto del conjunto de los niveles de un modo de producción o de una formación social. Además, hay que considerar, dice Poulantzas, que en el nivel de análisis de una formación social, en tanto combinación específica de varios modos y formas de producción, tienen lugar fenómenos de fraccionamientos, disolución y fusión de clases, de aparición de categorías específicas, en suma, formas de sobredeterminación o subdeterminación de las clases, términos que retoma del trabajo althusseriano, como ya se indicó.

La traza althusseriana también queda de relieve en un aspecto puntual de la lectura que hace Poulantzas de Gramsci.63 Si bien advierte, mediante una interpretación sintomática de los textos, que puede localizarse una ruptura entre sus obras de juventud, de factura típicamente historicista, y sus obras de madurez de teoría política, en las que se ve aparecer la problemática leninista, aún aquí siguen siendo numerosas las secuelas de historicismo. Para un análisis del historicismo gramsciano, Poulantzas recomienda el texto que le dedica Althusser, a lo largo del cual sostiene, en resumidas cuentas, que Gramsci tiene el mérito de haber expuesto contra las corrientes positivistas del marxismo la naturaleza política de toda filosofía y la exigencia de una unión de la teoría y la práctica. Pero, en tanto reduce toda filosofía a una concepción del mundo, se muestra incapaz de pensar la relación que establece con las ciencias, abriendo el paso a las interpretaciones relativistas del conocimiento.64

En fin, más allá de esta batería de conceptos y tesis básicos, a partir de los cuales se propone elaborar una teoría regional del Estado capitalista como parte de una teoría general de las formaciones sociales capitalistas, ¿qué aspectos de su teorización sobre el Estado y la política surgen de su encuentro, no siempre complaciente, como ya se señaló, con el proyecto althusseriano?

La especificidad de la práctica política

Recuperando una convicción que encuentra en el marxismo clásico, Poulantzas define la política como una práctica o lucha de clase que amerita ser distinguida como actividad específica respecto de la superestructura jurídico-política del Estado. Y contra la sobre politización de carácter voluntarista de la política que localiza en algunas secciones de Gramsci y en la obra de Lukács declara su adhesión a la concepción no historicista desarrollada por Althusser que en lugar de reducir la historia a un proceso lineal simple propone considerar el desarrollo desigual de las diferentes instancias del todo social.65 También acepta, con cierta reserva, pues advierte que el concepto de práctica (transformación de una materia prima en algo nuevo mediante el empleo de medios de producción) requiere mayores desarrollos, la definición althusseriana de la política como una práctica que tiene como objeto específico el momento actual (Lenin), esto es, la condensación de las contradicciones de los diversos niveles de una formación social con desarrollo desigual y sobredeterminado.

Evidentemente, Poulantzas cambia su posición en lo referido al vínculo política/coyuntura, pues si en 1966 la definición althusseriana le incomoda e incluso la considera afectada de historicismo y politicismo, ahora la incorpora a su glosario al tiempo que rescata la concepción de la historia que conlleva. Lo curioso de este giro, para nada insólito en un proceso de indagación, es que ambas lecturas toman como materia prima el mismo texto de 1963 de Althusser sobre la dialéctica materialista incluido en La revolución teórica de Marx. Parafraseando al propio Althusser, que no deja de insistir en la primacía de la conciencia política de clase sobre la conciencia teórica, o lo que es lo mismo, en el carácter decisivo de la posición política sobre la posición teórica, podría aventurarse que es la experimentación de las luchas populares y estudiantiles de fines de los sesenta en conjunción con sus lecturas militantes de Marx, Engels, Lenin y Mao, la que prepara el terreno para una reconsideración de ciertos aspectos de su enfoque.

Puede resultar propicio volver ahora al gran texto de 1968 para encontrar las palabras justas mediante las cuales Poulantzas delimita el rasgo propio de la lucha política, precisamente aquel que le menciona a Althusser en su carta de 1969. La práctica política actúa sobre la coyuntura como punto estratégico -dice- en el que se fusionan las diversas contradicciones. Pero solo puede producir una transformación -o una conservación- en ella “[…] en la única medida exacta en que tiene por blanco, por ‘objetivo’ estratégico específico, las estructuras políticas del Estado”.66

Al interrogarse sobre la relación entre la lucha económico/sindical y la lucha política, llega a la conclusión que la lucha política “[…] es el nivel sobredeterminante de la lucha de clases, por cuanto concentra los niveles de lucha de clases”.67 No se trata, según indica, de una sucesión de etapas de lucha, primero la económica, después la política, sino de una primacía de la lucha política (partido), única capaz de producir transformaciones profundas, sobre la lucha económica (sindicatos).

[…] Si la práctica política tiene como objetivo específico el Estado, el poder político institucionalizado, factor de cohesión de una formación social determinada y punto nodal de sus transformaciones, tiene por objeto el momento actual, que refleja la individualidad histórica, siempre original, por ser singular, de una formación.68

Y qué otra cosa es la coyuntura sino como enseña Althusser, la acción combinada de las fuerzas sociales, esto es, la práctica de las clases, fracciones de clase y categorías sociales (burocracia, ejército, etcétera) con participación efectiva y autónoma, no siempre organizada, en el nivel de la práctica política.

A propósito de la coyuntura, en una breve nota al pie, Poulantzas recomienda (además de Para leer el Capital, costumbre más arraigada) los Cuadernos marxistas leninistas, número 9-10.69 En torno a ellos, una nueva pista del nexo no solo teórico sino también político con Althusser y su grupo de la Escuela Normal Superior. Enfrentando la línea soviética de una coexistencia pacífica del capitalismo y el socialismo, que domina tanto en el Partido Comunista Francés (PCF) como en el Partido Comunista Italiano (PCI), estos cuadernos reivindican la doctrina leninista-maoísta que considera a la lucha de clases como vía privilegiada para la toma del poder y defienden el derecho de resistencia de las masas populares.

[…] Althusser y sus discípulos se reunieron durante octubre y noviembre de 1966 para estudiar y discutir la novedosa ‘revolución cultural proletaria’. De esas reuniones surgió una serie de artículos que fue publicada de forma anónima en el número de diciembre de 1966 de una revista parisina de gran tirada: los Cahiers Marxistes Léninistes que dirigía el filósofo Dominique Lecourt-Chenot y editaba el sello Maspero.70

Si bien no renuncia al PCF, ni siquiera en los setenta, cuando su crítica al mismo se torna abierta e implacable,71 pues lo considera fundamental para no perder el contacto con las masas, Althusser simpatiza con la revolución cultural y se resiste a la política soviética precipitando la discusión teórica y proponiendo un regreso no dogmático a los textos de Marx.72 Poulantzas, por su parte, milita en el Partido Comunista de Grecia hasta la ruptura producida en 1968 como efecto de la dictadura de los coroneles y desde entonces en el Partido Comunista del Interior, cercano a posiciones eurocomunistas.73

El número al que se refiere Poulantzas como herramienta para abordar la coyuntura se publica en 196674 y se encuentra dedicado al estudio sistemático del leninismo como base para la apertura de un campo científico original que verse sobre la política y ponga el acento en el estudio a fondo de la originalidad del momento actual o situación concreta como condición necesaria de toda acción política reflexiva. También en 1966, Althusser publica en los Cuadernos (número 11) su intervención sobre materialismo dialéctico e histórico, ya mencionada y citada por Poulantzas, y como muestra el ya referido trabajo de Celentano, de manera anónima, un artículo sobre la revolución cultural entendida como una revolución ideológica de masas, esto es, como una acción de masas con predominio de la instancia ideológica.75

Para terminar este apartado, importa mencionar que el reconocimiento que hace Poulantzas de la especificidad de la práctica política no es superficial. Cuando trata de las diferentes formas de régimen (monarquía constitucional, república parlamentaria, república presidencialista, etcétera) bajo las cuales se puede presentar una forma de Estado (liberal, intervencionista, etcétera), alega que dependen de la temporalidad particular del nivel político, relativamente autónomo y con un ritmo propio que, articulado con las temporalidades de las otras instancias, constituye un estadio histórico de una formación social.76

Autonomía de lo político y de lo económico (ya no sociedad civil y Estado)

La cuestión de los principios de explicación del Estado capitalista provoca en la teoría marxista una referencia muy frecuente al concepto de sociedad civil (individuos económicos, sujetos de la sociedad intercambista y competitiva), en tanto separado del Estado (superestructura política).

Pero ese concepto de sociedad civil, tomado a Hegel y a la teoría política del siglo XVIII, remite muy exactamente al mundo de las necesidades e implica ese correlato de la problemática historicista que es la perspectiva antropológica del individuo concreto y del hombre genérico concebidos como sujetos de lo económico. El examen que de ahí se desprende del Estado moderno, iniciado partiendo del problema de la separación de la sociedad civil y del Estado, está calcado sobre el esquema de la enajenación y aun sobre el esquema de una relación del sujeto [individuos concretos] con su esencia objetiva [el Estado].77

Si tiempo atrás consideraba conveniente conservar esta distinción, ahora piensa que imposibilita el estudio del Estado capitalista al ignorar su vínculo con la lucha de clases y la autonomía específica de lo económico y lo político.

La famosa frase de Marx sobre el trabajador desnudo o libre como precondición del capitalismo no alude a la emergencia mítica de individuos atomizados, fundamento de la problemática de la sociedad civil, sino al proceso de separación del productor directo de los medios de producción en la etapa histórica de la gran industria y de la reproducción ampliada del modo de producción capitalista. Y es esta separación del productor directo respecto de los medios de producción en el proceso de trabajo la que está en la base, dice Poulantzas,78 de la autonomía específica de lo político y de lo económico en el modo de producción capitalista, pues determina la instauración de los agentes como sujetos jurídico-políticos despojados de su determinación económica de clase. A diferencia de los modos de producción feudales, en los que el proceso de extracción de plusvalor requiere de una coacción extraeconómica (siendo así lo político-ideológico la instancia predominante), en el modo de producción capitalista prima la razón económica puesto que se produce la separación del productor directo de sus condiciones naturales de trabajo, convirtiéndose el trabajador en un elemento del capital y el trabajo en una mercancía.79

La autonomía específica de las estructuras políticas y económicas propia del modo de producción capitalista se expresa en “[…] la autonomización, subrayada por Marx, Engels, Lenin y Gramsci, de la lucha económica y de la lucha propiamente política de clase”.80 La ideología jurídico política, región dominante de la ideología en el modo de producción capitalista que reemplaza en importancia a la región religiosa -dominante en el modo de producción feudal-, oculta a los agentes de la producción sus relaciones de clase, produciendo un efecto de aislamiento que es esencial para la reproducción de las relaciones de producción capitalistas.

Si ya en la producción misma los agentes están distribuidos en clases “[…] la lucha económica no es vivida como lucha de clases por razón de los efectos de lo jurídico y de lo ideológico sobre las relaciones sociales económicas, sobre la lucha económica”.81 Pero su función respecto de la lucha económica de clases no termina allí, añade Poulantzas, pues el Estado se presenta como la unidad propiamente política de esos aislamientos, como el representante de un interés general que oculta los intereses económicos divergentes. Mediante el funcionamiento complejo de lo ideológico, en suma, el Estado capitalista oculta sistemáticamente en el nivel de sus instituciones políticas su carácter de clase y se configura como encarnación de una voluntad popular y nacional.

La función ideológica del Estado capitalista

Tras reeditar sus críticas a la problemática de la ideología del joven Marx, centrada en el sujeto y montada sobre el esquema de la enajenación, y a las corrientes marxistas subjetivistas e historicistas que la mantienen viva, en su libro de 1968 Poulantzas pone el acento en explicar el vínculo entre ideología y dominación política.

Para oponerse a la idea de una clase hegemónica que se comporta como clase-sujeto de la historia que impone su propia concepción del mundo, considerada idéntica a su conciencia política de clase, despliega una serie de argumentos. En lo que atañe a la definición de ideología, una vez más se apoya en los textos de Althusser para subrayar que consiste en una relación imaginaria de los hombres con sus condiciones de existencia, que está presente en todas las actividades de los agentes hasta el punto que es indiferenciable de sus experiencias vividas. La ideología tiene su propia estructura, su unidad interna, pero lejos de provenir de una conciencia resulta opaca e incluso invisible para los agentes.

La ideología tiene precisamente por función, al contrario que la ciencia, ocultar las contradicciones reales, reconstruir, en un plano imaginario, un discurso relativamente coherente que sirva de horizonte a lo ‘vivido’ de los agentes, dando forma a sus representaciones según las relaciones reales e insertándolas en la unidad de las relaciones de una formación. Éste es sin duda el sentido más profundo de la ambigua metáfora de ‘cemento’ que Gramsci emplea para designar la función social de la ideología. La ideología, deslizándose por todos los pisos del edificio social, tiene esa función particular de cohesión […].82

Mantener la cohesión social quiere decir, ante todo, conservar la explotación y el predominio de clase. En tanto asegura la inserción de los agentes en la estructura social, está claro que en la ideología dominante en una sociedad predominan las representaciones que perpetúan el dominio de la clase explotadora. Pero esta ideología dominante no tiene una forma simple o cerrada, no es el producto de una conciencia de clase/concepción del mundo. Por el contrario, a menudo presenta rasgos procedentes de otras ideologías (feudales, pequeño burguesas e incluso obreras). De la misma manera que es preciso comprender que las clases dominadas viven necesariamente su relación con sus condiciones de existencia en el discurso de la ideología dominante, hay que reconocer que ese discurso presenta, de manera subordinada, elementos provenientes de otros modos de vida.

Puede retomarse la cuestión de la función social de la función de cohesión social, que en el caso del capitalismo tiene una forma específica para Poulantzas. Como ya se mencionó, la ideología jurídico política, en un primer movimiento, separa, libera a los agentes de sus lazos naturales para convertirlos en “sujetos de derecho”, libres e iguales entre sí, esto es, capaces de participar del contrato de fuerza de trabajo que les propone el capitalista, para en un segundo movimiento, cohesionarlos como partícipes libres e iguales de una comunidad nacional, haciendo desaparecer toda huella del dominio de clase. Llegado a este punto, Poulantzas muestra nuevamente su potencia propia al despejar el camino para abordar el vínculo ideologías/Estado. Por un lado, porque adjudica al Estado capitalista un papel de organización respecto del discurso de la ideología dominante, por el otro, porque muestra que la ideología jurídico político burguesa está presente constantemente en el funcionamiento del Estado mismo. La burocracia, por ejemplo, no se presenta como un aparato de dominio de clase basado en el monopolio del saber sino, gracias a la ideología jurídica y organizacional, como una institución con una racionalidad legal formal al servicio del bienestar general. En la escena política, otro ejemplo, la ideología interviene para vestir a los actores de clase como representantes de una voluntad popular homogénea.

Puede terminarse este apartado resaltando otro contacto fuerte. En sus publicaciones de los sesenta, Althusser no solo reconoce, con los clásicos del marxismo, la importancia decisiva que tiene el aparato represivo, el ejercicio de la violencia organizada, como garantía última de toda acción jurídica estatal, sino que también le adjudica un papel activo en la construcción y conservación del consentimiento/sujeción.83 Del mismo modo, Poulantzas destaca que en las condiciones capitalistas el monopolio de la represión física organizada y legítima, formalmente sometida a la reglamentación del derecho, tiene un carácter propiamente político, pues no puede ser ejercida directamente o de manera desnuda por los agentes en el dominio de las relaciones de producción. E insiste en que la concentración de la fuerza en manos del Estado, contrafuerte de la inculcación ideológica, se encuentra legitimada cada vez más como correspondiente al interés general del pueblo nación.

Estado y clases dominadas

El Estado capitalista es el centro del poder político de las clases dominantes pues conforma el factor de organización de su lucha política. No se trata de que representa directa o ciegamente sus intereses económicos/corporativos, sino más bien todo lo contrario. Puede cumplir con ese rol organizador de la dominación política de clase porque lejos de ser un mero instrumento inscribe en sus propias estructuras un juego que permite, dentro de los límites del sistema, cierta garantía de los intereses de ciertas clases dominadas.

La noción de interés general del pueblo, noción ideológica pero que comprende un juego institucional del Estado capitalista, denota un hecho real: ese Estado permite, por su misma estructura, las garantías de intereses económicos de ciertas clases dominadas, contrarios eventualmente a los intereses económicos a corto plazo de las clases dominantes, pero compatibles con sus intereses políticos, con su dominación hegemónica.84

En otros términos, en la medida en que se encuentra dotado de cierta autonomía respecto del poder económico, el Estado capitalista puede favorecer los intereses económicos de ciertas clases dominadas, quizás limitando los intereses económicos de las clases dominantes en el corto plazo, siempre y cuando su poder político y el aparato de Estado queden intactos. Dentro de ciertos límites, que dependen principalmente de la correlación de las fuerzas en lucha, el Estado puede establecer con las clases dominadas compromisos y equilibrios inestables. En este sentido, señala Poulantzas, la característica propia del Estado capitalista de representar el interés general de un conjunto nacional y popular no constituye una simple mistificación.

Teniendo en sus manos una versión anterior del manuscrito que se publica en 1968 como Poder político y clases sociales en el Estado capitalista, Althusser le escribe a Poulantzas presentándole algunas objeciones. En primer lugar, le dice que la garantía de los intereses económico-sociales de las clases dominadas en la estructura del Estado capitalista no es un rasgo permanente sino, por el contrario, inestable y circunstancial. En segundo lugar, le indica que no corresponde hablar de “los intereses de las clases dominadas” como si fueran un conjunto homogéneo, puesto que puede haber intereses, como los del proletariado, que no son protegidos ni garantizados por el Estado. En la estructura del Estado capitalista se inscribe un juego que permite satisfacer ciertos intereses y en ciertas condiciones, tal es el dictamen de Althusser.85 Si la versión publicada no deja dudas de que Poulantzas tiene en cuenta estos apuntes críticos, pues, entre otras cosas, se cuida de expresar que los intereses de las clases populares son heterogéneos, no puede dejarse de señalar que esta cuestión de la existencia de un consenso popular material, no reductible a la actuación ideológica aunque recubierta por ella, apenas esbozada aquí, se convertirá en un tiempo más en un desacuerdo más significativo -y también más complicado- entre ambos.

Breve paréntesis sobre el después

Sin pretensión alguna de entrar en el detalle, parece apropiado subrayar que el vínculo intelectual y político pergeñado en los sesenta, objeto de interés en este trabajo, no permanece impávido. Los textos de la década del setenta atestiguan no solo un interés mayor de ambos por la cuestión de los aparatos en desmedro del problema de las instancias o niveles, sino también un repertorio de diferencias más nutrido y un debate más abierto. En ellos, por ejemplo, Poulantzas no duda en acusar de simplista y reduccionista la fórmula althusseriana que define el Estado a partir del binomio represión más ideología en tanto menosprecia tanto el papel económico del Estado en la reproducción de las relaciones de producción como el impacto que pueden tener algunas de sus políticas en la construcción de un consenso material por parte de las masas populares.86

Haciendo foco en las cuestiones estratégicas, Motta encuentra que si bien hay ciertas convergencias en sus intervenciones de los setenta -la crítica al partido político revolucionario y a su tendencia a la burocratización y fusión con el Estado, la defensa del papel de las masas-, son sus diferencias las que pasan a primer plano. Mientras que Althusser defiende la centralidad del concepto de dictadura del proletariado para definir el socialismo como momento de transición al comunismo y el carácter externo de las luchas populares respecto a los aparatos del Estado, Poulantzas se muestra partidario de abandonar la idea de dictadura del proletariado en favor de formas políticas novedosas y defiende la tesis de articular las luchas internas con las externas. Si Althusser considera que el socialismo implica una ruptura radical con la política y el Estado burgués y su sustitución por las organizaciones de masas en una democracia inédita, Poulantzas propone un socialismo democrático conformado a partir de la articulación de las formas de democracia directa o autogestivas con las formas de la democracia representativa existentes.87 Kalampokas, Betzelos y Sotiris señalan, de manera análoga, que el giro que tiene lugar a partir de 1975, con la caída de las dictaduras del sur de Europa, trae aparejado un creciente interés teórico de Poulantzas por el problema de la transición democrática y parlamentaria al socialismo, y con él, un alejamiento del programa althusseriano marcado por el antiestatismo.88 También en sintonía, Garau entiende que en los setenta despliegan posturas adversas respecto del Estado: instrumento de opresión (Althusser) versus posible herramienta de transición al socialismo (Poulantzas).89

Desde la perspectiva de Gallas, en cambio, las disparidades que muestran Althusser y Poulantzas en los setenta no son sustanciales sino que forman parte de un enfoque integrado que podría denominarse marxismo coyuntural por la atención que presta a la naturaleza de los alineamientos histórico-concretos de las estrategias políticas que reflejan tendencias estructuralmente.90 En un tono similar, Bruschi considera que las posiciones de los setenta de Althusser y Poulantzas constituyen, en su radical diferencia, intentos de cuestionar desde adentro los callejones sin salida y las posibilidades de una política contra el capitalismo.91

Otra cuestión para tener en cuenta a la hora de apreciar la singularidad del encuentro entre ambos derroteros teórico-políticos es que cada uno de ellos registra, como ya se sugirió, sus propios desplazamientos y cambios. De hecho, no son pocos los trabajos dedicados a identificar respecto de cada caso periodizaciones minuciosas según diferencias temáticas y de posiciones. La definición de la ideología como cemento de una formación social, mencionada en este trabajo, es un buen ejemplo, ya que más tarde y como parte de su autocrítica, Althusser la rechaza acusándola de obturar el principio del primado de la lucha de clases sobre los aparatos ideológicos de Estado.92

Consideraciones finales

Como resultado del paciente recorrido expuesto en las páginas anteriores puede ofrecerse un repertorio de las resonancias teóricas emergentes del encuentro polisémico y disruptivo de Poulantzas con Althusser (1964-1968). Ni mera repetición de fórmulas carente de una elaboración propia ni adhesión superficial y pasajera que no afecta conceptos sustanciales, la relación entre ambos, o mejor, entre sus discursos teórico-políticos, emplazada en las particulares condiciones abiertas por la crisis del marxismo, merece ser visitada considerando tres aspectos o dimensiones.

  1. Como señala buena parte de la literatura -aunque generalmente de manera imprecisa y con la intención principal de atribuirles un estructuralismo desbocado que desestima las explicaciones de los autores-, hay una apropiación por parte de Poulantzas de una colección de conceptos y argumentos que proviene del proyecto althusseriano y de su lectura singular del marxismo clásico: modo de producción como objeto abstracto formal, formación social como combinación históricamente determinada de modos y formas de producción con una instancia predominante, determinación en última instancia por lo económico, efectividad de una ruptura entre las obras de juventud y las obras de madurez de Marx, etcétera. Es innegable que hay en ese ejercicio una enérgica atracción por los problemas relativos a las estructuras, las relaciones entre ellas, los índices de eficacia, las determinaciones, los efectos recíprocos, etcétera. En forma subalterna, como se mostró, hay también un esfuerzo por reflexionar en términos de prácticas y luchas. Como es sabido, el lenguaje estructural irá menguando en el itinerario de Poulantzas en favor de una definición del Estado como condensación material de una relación de fuerza entre las clases y fracciones de una formación social, que de todas maneras no hace concesiones a las tendencias que ignoran el vínculo determinante del Estado capitalista con las relaciones de producción ni a las que lo transforman en un sujeto dotado de voluntad. Más allá de la polémica sobre el peso del estructuralismo, importa reconocer que Poulantzas encuentra en la propuesta althusseriana una serie de convicciones teóricas -planteadas en medio del fragor de la batalla con otras concepciones- que le sirve de insumo para su plan de formular una teoría marxista del Estado y de la política con rango autónomo, alejada tanto de las vertientes historicistas como de las economicistas: a) Hay que abandonar toda perspectiva, aun cuando esté presente en ciertos textos de los clásicos del marxismo, que remita las superestructuras a un sujeto cualquiera, sea la voluntad de una clase o el desarrollo unilineal de las fuerzas productivas. En tanto niveles de una unidad compleja, no son el simple producto de lo económico/sujeto sino que tienen su propia especificidad y conforman las condiciones de existencia de lo económico; b) No hay que confundir las expresiones descriptivas de los clásicos del marxismo, destinadas a la lucha política e ideológica, con los conceptos científicos cuya rigurosidad depende de la problemática en la que se constituyen. Pero tampoco pueden abandonarse, porque aunque se encuentren “en estado práctico” son esenciales como punto de partida; c) Las ideologías, siempre de clase y en lucha, se definen no según una problemática genética del sujeto con conciencia sino según su relación con lo vivido, con la relación imaginaria que tienen los hombres con sus condiciones de existencia. La ideología dominante tiene una función de cohesión social, pues actúa asegurando que los agentes puedan habitar su propia condición de clase y desempeñen adecuadamente sus papeles asignados por la división en clases, y d) En la base de la emergencia de los sujetos jurídicos políticos se encuentra la especificidad de las relaciones de producción capitalistas, en concreto, la desposesión absoluta del productor directo de los medios de producción. En la forma de comprender la historia en tanto marcada por la desigualdad y la temporalidad diferencial de las instancias del todo social, la cual hace del presente de la coyuntura un tiempo plural, y en la insistencia sobre la necesidad de dotar al universo conceptual marxista de un estatuto científico, se encuentran convergencias tan notables como profundas. Como motor de todo este proceso, la decisión política compartida de revivir el vocabulario del marxismo, de revolucionar y potenciar la teoría marxista, no como lujo de intelectuales sino como arma de las militancias y las luchas de masas.

  2. También se vislumbran ciertos puntos de desacuerdo. En una ocasión, breve por cierto, pues en poco tiempo más cambia de parecer para coincidir con Althusser, Poulantzas considera que la definición de la práctica política como intervención nodal en la coyuntura conforma una reedición subrepticia del punto de vista de la conciencia de clase, con el consiguiente peligro de un monismo de la lucha política, es decir, de un menosprecio o una ceguera ante las formas de la lucha económica. Pero hay otro desacuerdo más persistente que atañe a la distinción entre lucha económica y lucha política que Poulantzas considera vital. Si bien la lucha política tiene un papel primordial, no hay que dejar de reconocer la forma económica de la lucha de clases y su relación con la primera. En la carta que le escribe en 1969, Poulantzas insiste en que hay que comprender que no toda lucha económica es economicista, esto es, acotada a una reivindicación corporativa, porque puede suceder que una lucha sindical por aumento de salarios y mejora de las condiciones de trabajo eleve o intensifique el nivel general de las luchas obreras en un momento histórico determinado al basarse, por ejemplo, en una comprensión de los mecanismos del ejército industrial de reserva bajo el imperialismo. Este es un punto que le parece descuidado en Althusser. La lucha política no está al final del camino, como una especie de etapa superior de la lucha económica que finalmente lleva a la toma del poder estatal. La posición o línea política/partidaria está presente todo el tiempo como intervención larga, paciente y tenaz en la lucha económica/sindical.93

  3. También puede apreciarse que el encuentro con el proyecto althusseriano de los sesenta suscita en Poulantzas la elaboración de aportes innovadores y la apertura de vías singulares para el estudio del Estado capitalista. Se trata, para empezar, del trazado de un vínculo orgánico entre las ideologías y los aparatos de Estado y de la identificación del papel primordial que tiene el Estado en la organización política de las clases y fracciones dominantes. Punto preciso que, en un ir y venir productivo, retomará en poco tiempo más Althusser para reflexionar sobre el Estado y sus aparatos desde el punto de vista de la reproducción. Las instituciones del Estado, argumenta Poulantzas, no solo se ocupan de imponer al conjunto de la sociedad una ideología del interés general que en realidad oculta/deniega el dominio de clase, también dividen y desorganizan a las clases dominadas para representarlas como unificadas bajo la figura de la soberanía popular y nacional. El Estado tiene como función ordenar y unificar políticamente las diferentes fracciones de la clase dominante haciendo que los intereses de la fracción hegemónica se conviertan en los intereses del conjunto. Tópico crucial que Poulantzas retomará y profundizará en su obra de 1978. También puede reconocerse otra avanzada notable. Si es cierto, como señala Althusser, que la práctica política acciona sobre la coyuntura entendida como fusión de contradicciones objetivas y subjetivas desiguales, y también que tiene siempre un final abierto, azaroso, no prefigurado por una base económica, hay que completar el concepto -y aquí entra en escena Poulantzas-, indicando que esa práctica, que es una lucha, tiene por objetivo propio las estructuras políticas del Estado. Finalmente, puede localizarse un tercer paso adelante, que sigue el compás de los dos anteriores. Si antes de su autocrítica, Althusser asigna el papel de cohesión social a la ideología dominante, sin relacionarla abiertamente con el Estado, Poulantzas se atreve a introducir una precisión valiosa: la ideología dominante es una ideología de Estado, esto es, una ideología que lejos de ser espontánea se encuentra organizada/inculcada/impuesta por sus instituciones. A través de mecanismos de individualización/homogeneización, la función ideológica específica del Estado consiste en preservar la unidad social de la desintegración, es decir, en mantener las contradicciones dentro de los límites de las relaciones de producción existentes para asegurar su reproducción. Poulantzas le dice a Althusser, quizás con tono de reproche, que es una fortuna que defendiera casi en solitario el principio de la relación particularmente estrecha del Estado capitalista con las ideologías, muy relacionado con la tesis del Estado como centro de unidad y principio fundamental de cohesión.94 Que el Estado no es la encarnación ni el instrumento de una clase sujeto que impone su concepción global del mundo y organiza el conjunto de la sociedad conforme a sus intereses, esbozada de manera tan clara y en contienda con las concepciones instrumentalistas. Otra avanzada de Poulantzas, en este caso, reconocida por el propio Althusser en Sobre la reproducción.95 También recupera en este texto otra tesis importante elaborada por Poulantzas, la referida a la distinción entre poder de Estado y aparato de Estado, como piso elemental para pensar el aparato de Estado en tanto compuesto por un aparato represivo, unificado y visible, y por una pluralidad no visible a simple vista de aparatos ideológicos de Estado.

REFERENCIAS

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1Nicos Poulantzas, Poder político y clases sociales en el Estado capitalista (Ciudad de México: Siglo XXI, 2007).

2Martín Carnoy, The State and Political Theory (Nueva Jersey: Princeton University Press, 1984), 89-127.

3Bob Jessop, Nicos Poulantzas Marxist Theory and Political Strategy (Londres: Macmillan, 1985), 11-17.

4Paul Thomas, Alien politics: Marxist state theory retrieved (Londres: Routledge, 1994), 146-164; Clyde Barrow, “(Re) reading Poulantzas: State theory and the epistemologies of structuralism”. En Reading Poulantzas, editado por Alexander Gallas, Lars Bretthauer, John Kannankulam e Ingo Stützle, 27-40 (Londres: Merlin, 2011).

5Michael Löwy, “Nicos Poulantzas tel que je l’ai connu”, Contretemps. Revue de Critique Communiste, diciembre de 2014, disponible en https://www.contretemps.eu/nicos-poulantzas-tel-que-je-lai-connu-par-michael-lowy/ (fecha de acceso: 5 de marzo de 2020).

6Nicos Poulantzas, “I. Parcours: vers un eurocommunisme problématique - Juillet 1979”. En Repères: Hier et aujourd'hui, Nicos Poulantzas, 9-32 (Paris: Maspero, 1980). Entrevista realizada por Stuart Hall y Alan Hunt para la revista británica Marxism Today en 1977.

7Louis Althusser, Elementos de autocrítica (Ciudad de México: Editorial Laia, 1975), 37-43. En este texto señala que si hubo una desviación en sus ensayos de principios de los sesenta fue la del teoricismo, esto es, la reducción de la ruptura de Marx a una cuestión epistemológica cuando se trata de un hecho histórico, político, ideológico y teórico que se desarrolla bajo los efectos de la lucha de clases.

8En su edición francesa de 1965 participan además de Louis Althusser, Étienne Balibar, Pierre Macherey y Jacques Rancière. Las ediciones en español solo incluyen las contribuciones de los dos primeros.

9Louis Althusser, “Al lector”. En Para leer El Capital, Louis Athusser y Étienne Balibar, traducido por Marta Harnecker, 3-4 (Ciudad de México: Siglo XXI, 1990).

10Alexander Gallas, “Revisiting Conjunctural Marxism: Althusser and Poulantzas on the State”, Rethinking Marxism 29.2 (2017): 256-280.

11Poulantzas, “I. Parcours: vers un eurocommunisme…”, 12.

12Julien Pallotta, “Retour sur l’Intervention de Poulantzas au sein de l’Althussérisme: la Tentative de Constitution d’une Théorie Marxiste de l’Etat dans le Champ de la Science Politique”, Décalages 2.2 (2016).

13Manuscrito (inédito hasta el 2011) del que extrae Althusser su célebre ensayo publicado originalmente en 1970 con el título Ideología y aparatos ideológicos de Estado. Louis Althusser, Sobre la reproducción, traducido por Alfredo Brotons Muñoz (Madrid: Akal, 2015).

14Nicos Poulantzas, Lettre à Althusser (1969). París, Francia. Archives Fonds Althusser/IMEC, ALT2. A17-04.03. Transcripción de la carta cedida muy amablemente por Julien Pallotta y Gabriela Manini.

15Razmig Keucheyan, “Préface: Lénine, Foucault, Poulantzas”. En L’État, le pouvoir, le socialismo, Nicos Poulantzas, 7-36 (Paris: Les Prairies ordinaires, 2013).

16Perry Anderson, Consideraciones sobre el marxismo occidental (Ciudad de México: Siglo XXI, 1985), 59.

17Razmig Keucheyan, “Las mutaciones de la teoría crítica. Un mapa del pensamiento radical hoy”, Nueva Sociedad 261 (enero-febrero de 2016): 46.

18Bob Jessop, “On the originality, legacy and actuality of Nicos Poulantzas”, Estudios en Economía Política 34 (1991): 75-108.

19Para una lectura que reivindica y explica la potencia actual de la teoría propuesta por Poulantzas haciendo foco en su obra de fines de los setenta, puede verse Graciela Inda y Gabriela Manini, “Estado y luchas populares: una lectura bajo coyuntura de la posición de Poulantzas”, Décalages 2.2 (agosto de 2018).

20Álvaro García Linera, “La vía democrática al socialismo”, Revista Nueva Sociedad 259 (septiembre-octubre de 2015): 143-161.

21Jessop, Nicos Poulantzas Marxist, 10.

22Nicos Poulantzas, “Introducción al estudio de la hegemonía en el Estado” (1965), traducción de María T. Poyrazián, Cuadernos de Pasado y Presente 48 (1969): 43-105.

23Louis Althusser, “Sobre el joven Marx (cuestiones de teoría)” (1961). En La revolución teórica de Marx, Louis Althusser, traducción por Marta Harnecker, 39-70 (Ciudad de México: Siglo XXI, 1983).

24Louis Althusser, “Marxismo y humanismo” (1964). En La revolución teórica de Marx, Louis Althusser y Marta Harnecker (Ciudad de México: Siglo XXI, 1983), 187.

25Poulantzas, “Introducción al estudio…”, 49-50.

26Poulantzas, “Introducción al estudio…”, 58.

27Poulantzas, “Introducción al estudio…”, 59.

28Nicos Poulantzas, “La teoría política marxista en Gran Bretaña” (1967), traducción de María T. Poyrazián, Cuadernos de Pasado y Presente 48 (1969): 107-133.

29Nicos Poulantzas, “Marx y el derecho moderno” (1967), traducción de María T. Poyrazián, Cuadernos de Pasado y Presente 48 (1969): 135-161.

30Poulantzas, “Marx y el derecho moderno”, 141.

31Al referirse a estos temas, adhiere al concepto de desplazamiento de la dominancia y menciona tanto Para leer El Capital (1965) como La revolución teórica de Marx (1965). Poulantzas, “Marx y el derecho moderno”, 142.

32Para ponerse al día sobre el tema de las ideologías, Poulantzas recomienda específicamente el texto de Althusser publicado en junio de 1964 sobre Marxismo y humanismo. En 1968 hará exactamente la misma recomendación. Poulantzas, “Introducción al estudio”, 70.

33Poulantzas, “Introducción al estudio”, 70.

34Poulantzas, “La teoría política marxista…”, 122.

35Althusser, “Marxismo y humanismo”, 19.

36Althusser, “Marxismo y humanismo”, 195.

37Louis Althusser, “Práctica teórica y lucha ideológica” (1965). En La filosofía como arma de la revolución, Louis Althusser, traducción por Oscar del Barco (Córdoba: Cuadernos de Pasado y Presente, 1968), 52.

38Althusser, “Práctica teórica y lucha ideológica”, 50.

39Poulantzas, “Introducción al estudio”, 71.

40Poulantzas, “Introducción al estudio”, 82.

41Más adelante desarrollará una definición de las relaciones de clase que escapa a esta dinámica entre nivel económico y nivel político como espacios cerrados para reconocer en el seno mismo de las relaciones de producción la presencia constitutiva de las relaciones políticas e ideológicas. Cf. Nicos Poulantzas, Estado, poder y socialismo (1978) (Ciudad de México: Siglo XXI, 1984), 12-26.

42La afirmación de Jessop según la cual Poulantzas adopta por estos años la consigna de Althusser de que la distinción entre sociedad civil y Estado no es científica es incorrecta si atendemos este texto. Por el contrario, hay una toma de distancia, por más que sea esporádica. Jessop, Nicos Poulantzas Marxist, 57.

43Poulantzas, “Introducción al estudio”, 79.

44Louis Althusser, “Contradicción y sobredeterminación. Notas para una investigación” (1962). En La revolución teórica de Marx, Louis Althusser, traducido por Marta Harnecker, 89-91 (Ciudad de México: Siglo XXI, 1983). Este texto citado frecuentemente por Poulantzas está afectado y hasta modelado por la reflexión sobre Maquiavelo que comienza a interesar sobremanera a Althusser. Cf. François Matheron, “Louis Althusser o la pureza impura del concepto”, traducido por Marcelo Starcenbaum, Demarcaciones 1, (2014): 45-62. Otro punto de encuentro entonces, esta vez subterráneo, pues también pueden hallarse singulares y repetidas referencias de Poulantzas a Maquiavelo.

45Poulantzas, “Introducción al estudio”, 97.

46Louis Althusser, “Sobre la dialéctica materialista (de la desigualdad de los orígenes)” (1963). En La revolución teórica de Marx, Louis Althusser, traducido por Marta Harnecker, 132-181 (Ciudad de México: Siglo XXI, 1983).

47Nicos Poulantzas, “Vers une théorie marxiste”, Les Temps Modernes 240 (1966): 1952-82.

48Althusser, “Sobre la dialéctica materialista…”, 179.

49Poulantzas, “Vers une théorie marxiste”, 12.

50Nicos Poulantzas, “Prefacio” (1967), traducción de María T. Poyrazián, Cuadernos de Pasado y Presente 48 (1969): 7.

51Althusser, “Contradicción y sobredeterminación. Notas…”, 93-94.

52Tal es el caso de la cuestión, crucial para Althusser, de la diferencia radical y específica entre la dialéctica marxista (modelo de una unidad compleja estructurada que implica el desarrollo desigual de las contradicciones y la sobredeterminación) y la dialéctica hegeliana (modelo de una unidad simple originaria). “Engels y Lenin lo sabían. Sabían que la dialéctica marxista existía en El Capital pero en estado práctico. Sabían también, por lo mismo, que Marx no nos había dejado una dialéctica en estado teórico”. Althusser, “Sobre la dialéctica materialista…”, 143.

53Althusser, “Sobre la dialéctica materialista…”, 143. Alcanzar esta forma de existencia teórica requiere de una lectura sintomática de las obras de Marx y del marxismo que a diferencia de una lectura literal funcione como práctica productiva y no como mera visión de la letra escrita. Cf. Louis Althusser, “El objeto de El Capital” (1965). En Para leer El Capital, Louis Althusser y Étienne Balibar, traducido por Marta Harnecker, 81-209 (Ciudad de México: Siglo XXI, 1990).

54Al respecto: Louis Althusser, “Prefacio: hoy” (1965). En La revolución teórica de Marx, Louis Althusser, traducido por Marta Harnecker, 13-30 (Ciudad de México: Siglo XXI, 1983).

55Poulantzas, “Prefacio”, 9.

56Jessop, Nicos Poulantzas Marxist, 13.

57Teniendo a la vista la correspondencia que mantiene con Althusser a mediados de la década del sesenta, Pallotta comenta que esta empresa no deja de generarle cierta “incomodidad epistemológica” a Poulantzas, quien tiene la sensación de actuar a “tientas”. Se interroga, en concreto, si los conceptos implementados en El capital son suficientes para un análisis del campo de la política. Pallotta, “Retour sur l’Intervention…”, 1-27.

58Poulantzas se refiere aquí no sólo a los textos del 65 sino también a Materialismo histórico y materialismo dialéctico, publicado en abril de 1966 en los Cuadernos marxistas leninistas y al escrito titulado Sobre el trabajo teórico. Dificultades y recursos, publicado un año después, en abril de 1967.

59Vale la pena subrayar que Poulantzas dialoga y confronta no sólo con referentes del pensamiento marxista inglés, francés e italiano sino también con autores clásicos y contemporáneos de la teoría sociológica y de la ciencia política.

60Poulantzas, Poder político y clases sociales, 67.

61Althusser, “El objeto de El Capital”, 81-209.

62Poulantzas, Poder político y clases sociales, 72.

63Sus lecturas de Gramsci, cabe decir, están lejos de ser equiparables y merecen un análisis detallado. Sobre la lectura que realiza Althusser de Gramsci puede verse, entre otros, Vittorio Morfino, “Althusser lecteur de Gramsci”, Actuel Marx 57.1 (2015): 62-81. Sobre la lectura poulantziana de Gramsci: Peter Thomas, “Conjuncture of the Integral State? Poulantzas’s Reading of Gramsci”. En Reading Poulantzas, compilado por Alexander Gallas (Londres: Merlin Press, 2011), 277-292, y Sotiris Panagiotis, “Neither an Instrument nor a Fortress: Poulantzas’s Theory of the State and his Dialogue with Gramsci”, Historical Materialism 22.2 (2014): 135-157.

64Louis Althusser, “Acerca de Gramsci” (1967). En Para leer El Capital, Louis Althusser y Étienne Balibar, traducido por Marta Harnecker, 13-17 (Ciudad de México: Siglo XXI, 1990).

65Poulantzas, Poder político y clases sociales, 36.

66Poulantzas, Poder político y clases sociales, 41.

67Poulantzas, Poder político y clases sociales, 108.

68Poulantzas, Poder político y clases sociales, 110.

69Poulantzas, Poder político y clases sociales, 110.

70Adrián Celentano, “Althusser, el maoísmo y la Revolución Cultural”, Políticas de la Memoria 16 (2015-2016): 220.

71Puede verse entre otros: Louis Althusser, Lo que no puede durar en el Partido comunista (1978), traducido por Pedro Vilanova Trías (Madrid: Siglo XXI, 1980).

72Louis Althusser, El porvenir es largo, traducido por Carles Urritz (Barcelona: Ediciones Destino, 1992), 262.

73Poulantzas, “I. Parcours: vers un eurocommunisme…”, 14-20.

74Autores anónimos, Cahiers Marxistes Léninistes: Vive le léninisme! 9-10 (primer trimestre de 1966): 1-83.

75Anónimo (atribuido a Louis Althusser), “Sur la révolution culturelle”, Cahiers Marxistes Léninistes 14 (noviembre-diciembre de 1966): 5-16.

76Poulantzas, Poder político y clases sociales, 192.

77Poulantzas, Poder político y clases sociales, 151.

78Poulantzas, Poder político y clases sociales, 164-165.

79Poulantzas, Poder político y clases sociales, 25-33.

80Poulantzas, Poder político y clases sociales, 159.

81Poulantzas, Poder político y clases sociales, 160.

82Poulantzas, Poder político y clases sociales, 265.

83Cf. Graciela Inda, “Masas populares y poder político en el campo marxista: la intervención de Louis Althusser entre 1962 y 1965”, Revista de Ciencias Sociales 154 (2016): 93-111.

84Poulantzas, Poder político y clases sociales, 242.

85Louis Althusser, Lettre à Poulantzas (Non daté. Légèrement antérieur à la suivante datée du 4 mai 1967) (Archives Fonds Althusser/IMEC: ALT2 C5-03), 10-11. Transcripción de Julien Pallotta y Gabriela Manini.

86Nicos Poulantzas, Las clases sociales en el capitalismo actual (1974), traducido por Aurelio Garzón del Camino (Ciudad de México: Siglo XXI, 1987), 91-92; Poulantzas, Estado, poder y socialismo, 27-34.

87Luiz Eduardo Motta, “Acerca de la cuestión de la democracia en el marxismo de Althusser y Poulantzas”, Demarcaciones 2 (octubre de 2014).

88Giorgos Kalampokas, Betzelos Tazzos, Sotiris Panagiotis “State, Political Power and Revolution: Althusser, Poulantzas, Balibar and the ‘Debate on the State’”, Décalages 2.2.

89Michele Garau, “L’ipotesi comunista e lo Stato nel dibattito tra Althusser e Poulantzas”, Cahiers du GRM 15 (2019), disponible en http://journals.openedition.org/grm/1967 (fecha de acceso: 20 de noviembre de 2019).

90Gallas, “Revisiting Conjunctural Marxism…”.

91Fabio Bruschi, “Dualité du pouvoir, stratégie du communisme et dépérissement de l’Etat. Le débat entre Althusser et Poulantzas”, Actuel Marx 63.1 (2018): 171-187.

92Ver, por ejemplo, Louis Althusser, Marx dentro de sus límites (1978), traducido por Juan Pedro García del Campo (Madrid: AKAL, 2003), 159.

93Poulantzas, Lettre à.

94Poulantzas, Lettre à.

95Althusser, Sobre la reproducción.

Recibido: 27 de Marzo de 2020; Aprobado: 15 de Enero de 2021

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