Con nuestro número 21, Intersticios Sociales comienza su undécimo año de vida, en medio de la alerta sanitaria mundial por la pandemia causada por el coronavirus SARS-CoV-2, que tiene en máxima alerta a todos los gobiernos y comunidades médica y científica del mundo. Esta crisis que se vive actualmente ha dejado al descubierto la importancia y, a la vez, carencias en materia científica y tecnológica a lo largo y ancho del orbe, sobre todo en aquellas naciones llamadas en vías de desarrollo.

Pero esta pandemia no solo ha evidenciado la vulnerabilidad humana ante las limitantes de la ciencia, también ha mostrado las diversas reacciones de la gente, desde las más solidarias hasta las más egoístas en todas las escalas, desde las personales (para respetar el confinamiento y el uso responsable del cubrebocas) hasta las transnacionales (como el que diez países concentren el 75 % de las vacunas disponibles a nivel mundial).

Las noticias de pronto nos saturan con cifras de muertos, crisis económica, llamados de alerta, exhortos a acatar las disposiciones oficiales, protestas de población vulnerable, y un largo etcétera que deja entrever como, a pesar de tratarse de un asunto netamente sanitario, la pandemia ha sido usada por intereses mezquinos para obtener beneficios políticos y económicos, legitimar o derrocar liderazgos mediante el engaño y la farsa, convirtiendo al ciberespacio en el escenario ideal para propagar desinformación que lejos de beneficiar ha perjudicado al control de la pandemia.

A que nos lleva todo esto, pues a concluir que en medio de una emergencia de corte sanitario no puede dejarse de lado la cuestión social, en donde no sólo los científicos de bata y probeta son útiles, sino también aquellos otros científicos que representan la voz de la conciencia del pueblo, esos que analizan las necesidades de la gente, las estrategias útiles para lograr un acercamiento y diálogo, esos que interpretan las frías estadísticas de enfermos y contagiados, esos que pueden explicarnos (mediante la observación del pasado y del presente) que las desigualdades sociales y faltas de apoyo para alcanzar el desarrollo han sido un virus perenne que allanó el campo para que los pobres sufran más este tipo de crisis, pues si bien es cierto que el dinero no cura la enfermedad, sí resulta de gran ayuda, no solo por el acceso a atención médica particular y tratamientos costosos, sino por múltiples factores: la alimentación, el acceso a servicios básicos, evitar el hacinamiento en que viven millones de personas, el acceso a transporte particular y muchos otros factores que faltan por analizar también como parte de esta emergencia mundial.

Por esta razón, en Intersticios Sociales, además de los 13 artículos que suelen publicarse semestralmente, en esta ocasión, y dada la pertinencia del tema, se han incorporado dos artículos extras y una reseña, que versan sobre la situación imperante tras la llegada del COVID-19, con el ánimo de aportar en algo desde la trinchera del análisis de las ciencias sociales y las humanidades.

Así como a la pandemia le queda largo rato, igual de prolongado ha de ser el análisis que los científicos sociales comienzan a realizar desde muy variados enfoques: médicos, económicos, legales, históricos, antropológicos, sociológicos, políticos, entre otros más, y de ello, muy seguramente, daremos cuenta en nuestra revista, pues no cabe duda que esta crisis dejará hondas huellas en nuestras vidas que marcarán la historia en el devenir de este siglo XXI.