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Intersticios sociales

On-line version ISSN 2007-4964

Intersticios sociales  n.19 Zapopan Mar. 2020  Epub Feb 24, 2020

 

Espacios sociales a debate

De las migraciones a las movilidades. Los Altos de Jalisco

From migrations to mobilities. Los Altos de Jalisco

1 Universidad de Guadalajara, SNI III, México. mparias1983@gmail.com


Resumen

En los últimos años se observan desplazamientos de población que corresponden a movilidades más que a procesos migratorios, menos aún a Estados Unidos como sucedió durante décadas en varias regiones de México. Con base en información de los Altos de Jalisco, el artículo documenta cómo, en menos de dos décadas (1995-2016), se han desarrollado movilidades que corresponden a un cambio que parece irreversible: la imposibilidad de migrar a Estados Unidos, opción laboral con la que los alteños enfrentaron, durante más de un siglo, las transiciones en las dinámicas económicas, laborales y sociales de sus comunidades rurales de origen. A pesar de ese cambio no se advierte una intensificación de la migración interna, es decir, la salida, temporal o definitiva, de la región. Lo que se observa es una generalización de las movilidades al interior mismo de la región, así como a los estados vecinos, donde el hogar permanece en las comunidades de origen, incluso en localidades pequeñas. En ese sentido, el artículo contribuye a actualizar el conocimiento acerca de los cambios socioespaciales y los desplazamientos recientes en una región tradicionalmente vinculada a la migración a Estados Unidos.

Palabras claves: migración a Estados Unidos; migración interna; movilidades; relaciones de género

Abstract

In recent years, population displacements have occurred that correspond to mobilities rather than migratory processes. This is even true for the case of migration to the U.S., which had been the dominant pattern for decades in several areas of Mexico. Based on information from the region of Los Altos de Jalisco, the article documents how -in just two decades, 1995-2016- new mobilities have emerged that correspond to an apparently irreversible change: the impossibility of migrating to the U.S. Alteños (residents of Los Altos) had to confront the loss of this work option through transitions in the economic, labor and social dynamics of their rural communities of origin. Despite this change, no noticeable increase in internal migration -that is, temporary or definitive departures from the region- has occurred. What is observed is a generalization of mobilities within the region and into neighboring states in which people maintain their homes in their communities of origin, even in small localities. The article thus contributes to updating our knowledge of socio-spatial changes and recent displacements in a region traditionally linked to U.S. migration.

Keywords: Mexican/U.S. migration; internal migration; mobilities; gender relations

El objetivo de este trabajo es conocer y analizar la movilidad actual de la población en uno de los ámbitos centrales y más antiguos de la migración México-Estados Unidos: los Altos de Jalisco. Allí, la migración, centenaria e ininterrumpida, dio lugar a una geografía, migraciones, movilidades y relaciones socioespaciales sólidas y persistentes entre localidades de esa región y Estados Unidos. Sin embargo, desde 1995 la región comenzó a experimentar los impactos de un gran cambio en el patrón migratorio: la cancelación de la circularidad que hacía posible el tránsito fluido de personas entre ambos países.1

En este sentido la pregunta es ¿Cómo ha cambiado la movilidad de la población en una región que al estar tan estrechamente vinculada a la migración internacional fue afectada de manera directa e inmediata por la ruptura de la circularidad migratoria con Estados Unidos? La hipótesis es que ese cambio ha impactado las dinámicas económica, laboral y social de las comunidades y los grupos domésticos que, en sus reacomodos, han empezado a elaborar formas novedosas de movilizarse -migrar y desplazarse- al interior y fuera de la región.

La información etnográfica, de los años 2014-2016, proviene de 120 historias de vida de mujeres que incluyen la trayectoria migratoria de los miembros de los hogares de los que ellas forman parte. En este caso, vamos a utilizar los datos de los hogares, no solo de las mujeres. El relato que se presenta corresponde a una historia de vida que fue elaborada en sucesivas visitas y entrevistas realizadas en ese grupo doméstico, pero refleja las situaciones de muchos hogares de la región. La información sobre los abarroteros de San Ignacio Cerro Gordo proviene de entrevistas realizadas en la localidad, así como en Guadalajara y León en 2016. Información pormenorizada acerca de las investigaciones que son las bases de este artículo se encuentran en los libros Quehaceres y obras. El trabajo femenino en los Altos de Jalisco2 y en Migrantes exitosos. La franquicia social como modelo de negocios.3

La migración desde los estudios etnográficos

Preocupados por el intenso éxodo rural hacia las tres principales ciudades del país -la ciudad de México, Guadalajara y Monterrey- los estudios etnográficos y geográficos de la década de 1970 hicieron hincapié en los procesos de migración rural-urbana que se habían suscitado en el país. En general, el objetivo era conocer las migraciones laborales de la población, es decir, los desplazamientos que llevaba a cabo la gente del campo en busca de trabajo e ingresos. Por esa razón, quedaron en la penumbra otras movilidades, las diferencias generacionales y los propósitos y trayectorias de los y las migrantes en cuanto a la duración, distancia, permanencia, retorno a las comunidades de origen o su establecimiento en las ciudades.

En las décadas siguientes se comenzó a trabajar sobre esos temas. Por una parte, en cuanto a la clarificación conceptual de los diferentes tipos de movilidades. Se trata de conocer la “carga de población”, es decir, la cantidad de población -residente y flotante- que soportan diferentes espacios y que dan cuenta de las demandas, características, oportunidades y limitaciones de los distintos territorios.4

Garrocho ha elaborado una propuesta conceptual acerca de las movilidades actuales con base en dos grandes distinciones: la migración definitiva y la población flotante. La migración definitiva es aquella que implica un cambio de residencia permanente, es decir, se trata de “una transición espacial definitiva”.5

La población flotante incluye, a su vez, dos tipos de movilidad. Por una parte, la migración temporal, que supone un cambio de residencia por algunos años, meses o semanas. Las migraciones temporales pueden ser de largo plazo, cuando “los migrantes permanecen en el destino por varios años; estacionales, es decir, las “que se repiten de acuerdo a las estaciones del año, especialmente entre los migrantes del campo”; o periódicas, que son las que “usualmente duran varios meses”.6

La población flotante incluye también la movilidad diurna o cotidiana de las personas que se bifurca en la de “producción”, o sea, los viajes al trabajo, que pueden durar horas o minutos; y los viajes por motivos sociales: educación, salud, visita a familiares o amigos.7

En la actualidad, la migración temporal es la que más se ha incrementado, por lo que requiere ser conocida y considerada en la planeación territorial. Sin embargo, es la más complicado de captar y medir por dos razones: el diseño de las preguntas y las percepciones de las mismas por parte de los encuestados y porque esas migraciones, al ser efímeras, pueden no ser captadas adecuadamente cuando suceden en los lapsos intercensales.8

Romo, Téllez y López, por su parte, han llamado la atención sobre el incremento reciente de las movilidades, no tanto de las migraciones. Ellos han detectado la estabilización de la migración interna y de las migraciones intraestatales, es decir, los cambios de residencia entre municipios de una misma entidad. Su hipótesis es que, ante situaciones de crisis económica y disminución de las migraciones de larga distancia, la población prefiere los desplazamientos cercanos a sus comunidades de origen.9

Esto depende, claro, de las condiciones. En las movilidades actuales de la población hay que tener presente la consolidación urbana del país, fenómeno que no estaba presente en las décadas anteriores y que sin duda modifica los escenarios y desplazamientos de las poblaciones. La consolidación urbana significa, por una parte, la formación de espacios metropolitanos que amplían sus fronteras en torno a una gran ciudad lo que ha dado lugar a intensos procesos de periurbanización.10

O bien, el crecimiento de ciudades medias que, como sucede en El Bajío, conforman un extenso corredor conurbado, muy poblado, con especializaciones microrregionales de gran dinamismo industrial, comercial y de servicios.11 Los municipios de Purísima del Rincón, San Francisco del Rincón, León y Silao conforman “el mayor conglomerado urbano y demográfico” de Guanajuato.12

En la actualidad, es en las zonas metropolitanas donde se concentra cada vez más la población13 porque allí es donde se localizan las actividades que generan empleos lo que, a su vez, potencia dinámicas de trabajo de muy diversa índole. En 2010 casi dos terceras partes (72.3 %) de la población nacional vivía en zonas metropolitanas, conurbaciones y centros urbanos.14 En 2015 más de la mitad (61.1 %) de la población de Jalisco vivía en ocho municipios de la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG).

Si bien es cierto que las movilidades actuales siguen teniendo un fuerte contenido laboral, también es cierto que la conformación de zonas metropolitanas o espacios interconectados ha dado lugar o han facilitado desplazamientos de la población sobre bases y motivaciones diferentes.

Finalmente, hay que señalar que en este trabajo se insiste en una distinción que los estudios sobre migración, los realizados hasta la década de 1990 a lo menos, no consideraban: las diferencias entre la movilidad de hombres y mujeres en términos de sus motivaciones, características y consecuencias. Ese fue un aspecto que los estudios clásicos sobre las migraciones dejaron también en la penumbra pero que hoy resulta insoslayable considerar.

Como es sabido, desde la década de 1990 se detectó un incremento notable de la migración femenina hacia Estados Unidos, así como de la migración interna hacia los espacios metropolitanos y a los estados del norte del país, en especial, a las entidades fronterizas.15 Esa constatación y la creciente influencia de las investigaciones con perspectiva de género,16 han llevado a la certeza de que es preciso estudiar los flujos migratorios tomando en consideración que las mujeres han tenido propósitos, proyectos y trayectorias de vida que suponen movilidades diferentes a las de sus padres, hermanos, esposos, compañeros.

El estudio etnográfico en una región particular, como los Altos de Jalisco, permite captar las movilidades actuales de hombres y mujeres que corresponden, por una parte, a los escenarios regionales y locales y, por otra, a los ajustes puestos en marcha frente a la cancelación de la posibilidad de migrar a Estados Unidos. A partir de este caso no es posible hacer generalizaciones, pero puede resultar ilustrativo y comparable con lo que ha sucedido o puede suceder en otras sociedades y espacios.

Migración y espacialidad, 1940-1980

Hoy se puede decir que en las migraciones rurales de esos años se advierte una espacialidad distinta entre la migración internacional e interna. Durand y Massey mostraron que los primeros flujos migratorios hacia Estados Unidos se iniciaron, a fines del siglo XIX, en comunidades rurales de las regiones norte y centro-occidente de México.17 Hasta la década de 1990 se trató de una migración de origen rural, predominantemente masculina, de larga distancia, laboral, temporal, indocumentada y de retorno a las comunidades de origen.18 Ellos calcularon que un migrante indocumentado, como era la mayoría de los que cruzaban la frontera, solía realizar entre cuatro y cinco viajes a Estados Unidos, de alrededor de nueve meses cada uno, en los cuales lograba alcanzar los objetivos que se había propuesto como meta después de los cuales se quedaba en su comunidad y sus hijos empezaban a migrar. Fue la larga etapa de la migración rural por relevos.19 En términos de Garrocho se trataba de una migración temporal y esporádica.20

Massey et al., establecieron también una distinción entre migrantes activos e inactivos. Los migrantes activos eran aquellos que en el momento de la aplicación de la etnoencuesta se encontraban en Estados Unidos. Los migrantes inactivos eran los que en el momento de la encuesta habían regresado a México hacía más de un año.21 Eso no implicaba que no volvieran a migrar, aunque era probable que no lo hicieran ya que los hijos los reemplazaban en el ciclo migratorio.22 El hecho de que la inmensa mayoría de los migrantes llegaran y permanecieran en Estados Unidos en calidad de indocumentados estimulaba el retorno a las comunidades de origen en México.

Otras investigaciones dieron cuenta del otro gran proceso de salida de la población del campo: la migración interna, en especial, la migración rural-urbana asociada al proceso de industrialización por sustitución de importaciones que acarreó la concentración de la población en tres grandes ciudades: la capital del país, Guadalajara y Monterrey.23 Los migrantes internos a la ciudad de México provenían mayoritariamente de comunidades rurales de estados cercanos a la capital: Guanajuato, Hidalgo, Estado de México, Michoacán, Querétaro, Tlaxcala.24 Lomnitz señaló que casi las dos terceras partes de los migrantes (70 %) que llegaban a la ciudad de México eran ejidatarios de origen rural.25

Esas investigaciones descubrieron un patrón similar de migración y movilidad rural-urbana: los migrantes llegaban directamente de sus comunidades de origen a las ciudades, se insertaban en los empleos, muchos de ellos “informales”, donde laboraban sus paisanos y parientes, y vivían cerca de ellos.26 La migración rural-urbana incluía hombres y mujeres que se desplazaban solos o como parejas jóvenes. Arizpe27 detectó una mayor salida de mujeres en las dos comunidades mazahuas que estudió. Aunque las etnografías no permiten conocer los lapsos de tiempo de las migraciones rural-urbanas de esos años, se ha dicho, para el caso de los mazahuas, que se trataba de migraciones por relevo, de tipo oscilatoria: los migrantes, los padres, hijos e hijas, iban a laborar a la ciudad de México como parte de la división del trabajo en sus unidades domésticas y regresaban a las comunidades para ayudar en las cosechas.28

De cualquier manera, parecería que la migración rural-urbana de las décadas 1940-1980 era bastante predecible: los migrantes se desplazaban hacia tres destinos primordiales; en la ciudad, experimentaban pocos cambios laborales y residenciales y, en principio, aunque no siempre resultara así, su objetivo era regresar a sus comunidades de origen a dedicarse, de nueva cuenta, a las actividades agropecuarias.29 Eso parecería indicar la selección de su residencia urbana: los migrantes llegaban a vivir al centro de la ciudad de México, en especial, a lugares desde los cuales se facilitara la salida a sus lugares de origen, a donde regresaban con frecuencia.30

Se trataba también, como en el caso de la migración internacional, de migraciones temporales, que podían ser de largo plazo, estacionales o esporádicas.31 La literatura existente no permite descubrir esas diferencias.

Otros estudios, realizados en fechas recientes, han documentado la existencia de un flujo menos conocido: la migración rural-regional, es decir, entre espacios rurales y rurales-urbanos de una misma región o regiones más o menos próximas. En Chiapas, Morelos, Nayarit, Tabasco, Veracruz había migraciones temporales de campesinos que en los meses de baja actividad agrícola en sus comunidades, se desplazaban a laborar como jornaleros, por lo regular, como recolectores de productos agrícolas comerciales como café, jitomate, naranja, piña, tabaco, pero también como trabajadores “transitorios” en las plataformas petroleras y los complejos petroquímicos vinculados con PEMEX.32

Esa migración se articulaba con los calendarios agrícolas de los campesinos que de esa manera obtenían ingresos monetarios con los cuales financiar y mantener las producciones agropecuarias en los lugares de origen. En este caso eran las asimetrías regionales las que habían dado lugar a una migración rural-regional de no muy larga distancia, laboral, temporal, de retorno a las comunidades de origen y en la que se empleaban sobre todo los hombres. Se trataba de una migración temporal, estacional, incluso, en algunos casos, cotidiana, como era el caso de los vecinos de Oteapan, Veracruz, que iban, cada día, a trabajar a las empresas petroquímicas.33

Así las cosas, se puede decir que hasta la década de 1980 existieron tres modalidades de migración rural: la migración internacional a Estados Unidos, la migración rural-urbana a las grandes ciudades y la migración rural-regional. En las comunidades de los estados que comenzaron a migrar masivamente a Estados Unidos en la década de 1990 hubo quienes se habían ido, décadas antes (1942-1964) en calidad de braceros, es decir, de trabajadores contratados. Sin embargo, ese flujo fue reducido y concluyó con el fin de los convenios laborales entre ambos países.34

En los casos de la migración internacional y la migración rural-urbana la bibliografía sugiere que se trataba de desplazamientos de larga distancia y temporales, es decir, de retorno a las comunidades de origen, al menos, como proyecto original. Con todo, el intenso crecimiento que experimentaron las ciudades en México y la formación de las primeras comunidades de migrantes en Estados Unidos indica que también estuvo presente la migración permanente, tanto en las ciudades de México como en Estados Unidos.35 La migración rural-regional, por su parte, era de trayectos cortos, periodos breves, y de retorno a las comunidades de origen en tanto estaba articulada con los ciclos de la producción agrícola campesina. Se trataba de migraciones temporales de tipo estacional.36

En términos generales, se puede decir que en ese periodo de cuarenta años del siglo XX predominó, al menos como proyecto, la migración temporal, en sus modalidades esporádica y estacional, por lo cual los migrantes mantenían la residencia en sus hogares en los lugares de origen. Y nutrían el sueño del retorno.

El cambio de modelo migratorio, 1990

Todo cambió en la década siguiente. Desde 1990 se advierte la intensificación de algunos procesos migratorios y la aparición de otros. El espacio geográfico de la migración rural se amplió hasta incluir prácticamente a todas las entidades, en especial, a los estados del sur del país, donde había proporciones significativas de población indígena.37 También se extendieron y alejaron los lugares de destino. Las migraciones rurales se orientaron en tres direcciones: los estados del norte, en especial, Baja California, Chihuahua, Sinaloa y Sonora; así como a espacios metropolitanos de diferentes regiones del país38 y a Estados Unidos.39 Fueron las entidades que se convirtieron en las “nuevas regiones migratorias” de la migración México-Estados Unidos.40

En principio se trataba de migraciones temporales, laborales, estacionales y de retorno. Aunque en un principio migraban sobre todo los hombres, en calidad de jornaleros agrícolas, muy pronto se incorporaron las mujeres e hijos ya que el trabajo conjunto mejoraba los ingresos de los hogares. Esto ha cambiado. En la actualidad, los migrantes, en gran medida jornaleros, se han asentado de manera si no definitiva, al menos prolongada e indefinida, en los lugares de destino lo que ha dado lugar al surgimiento o crecimiento de importantes poblamientos en el norte del país y en Estados Unidos.41 En todos los casos se ha constatado la creciente participación de las mujeres, con o sin pareja, en los flujos migratorios jornaleros al norte del país.42

Como han señalado Velasco, Zlolniski y Coubès, en Baja California los migrantes de San Quintín han pasado de ser “jornaleros a colonos”.43 Algo similar ha sucedido en las zonas metropolitanas, donde los indígenas de diversos grupos étnicos se han asentado de manera permanente en los diferentes municipios, colonias y barrios que conforman esos espacios. La llegada de inmigrantes indígenas se ha detectado en las zona metropolitanas de la ciudad de México y Guadalajara, pero se ha desencadenado también hacia los espacios turísticos conurbados: Cancún, Puerto Vallarta.44

Los detonantes del no retorno de los migrantes de las nuevas regiones migratorias a sus lugares de origen están asociados a dos crisis: la de las actividades agropecuarias tradicionales y la de las actividades agrícolas-comerciales y petrolera que, al desarticular los mercados tradicionales de trabajo, dislocaron los destinos de la migración rural-regional.45 Contribuyó asimismo la pérdida del acceso a la tierra para los jóvenes del campo, resultado de la fragmentación de la propiedad y los cambios en la legislación agraria.46

Por su parte, en las regiones históricas de la migración a Estados Unidos también hubo cambios. Los migrantes de esas regiones fueron los que más se acogieron a la Amnistía ofrecida por IRCA en 1986 lo que les permitió, primero, legalizar su residencia y, más tarde, convertirse en ciudadanos estadounidenses.47 Este proceso detonó la migración femenina, también de los hijos, por el procedimiento de reunificación familiar. Como es sabido, la legalización generó escenarios de vida y trabajo para los migrantes y sus familias que llevaron a la permanencia y el establecimiento indefinido de los migrantes y sus descendientes en Estados Unidos.48 Los migrantes legales ya no regresan a sus comunidades de origen con la regularidad con la que lo hacían antes.

Tampoco los indocumentados. Desde 1993 la militarización de la frontera norte por parte de Estados Unidos encareció los costos e incrementó los riesgos del cruce fronterizo sin documentos.49 La militarización ha puesto fin a la circularidad migratoria de trabajadores indocumentados entre México y Estados Unidos.

De ese modo, se han cancelado los patrones y espacialidades tradicionales de la migración mexicana. En ese escenario han surgido diferentes escenarios de movilidad. Uno de ellos es el de los Altos de Jalisco.

Los Altos de Jalisco. Las peculiaridades de una región

En términos administrativos los Altos de Jalisco se divide en dos regiones: Altos Norte, integrada por ocho municipios, y Altos Sur, por doce. De acuerdo con la información de la Encuesta Intercensal 2015 ambas regiones sumaban 807.141 habitantes, lo que representaba una décima parte de la población de Jalisco (10.2 %).

A los Altos lo definían tradicionalmente las siguientes características: una sociedad de economía ganadera y lechera basada en explotaciones privadas de pequeña y mediana escala; asentamientos rurales en forma de ranchos donde la gente vivía y trabajaba; predominio de la propiedad privada; una añosa cultura empresarial en negocios no agrícolas de pequeña escala; hogares con muchos hijos; tradición centenaria de trabajo femenino en los hogares, en especial, la cría de pequeñas especies (pollos, puercos), la elaboración de productos lácteos y la costura, bordado y tejido de todo tipo de artículos y prendas de vestir.50 Y, desde luego, formar parte del espacio más antiguo y consolidado de la migración a Estados Unidos.51

Desde la década de 1930, por razones geopolíticas (la guerra cristera, 1927-1929), los Altos se convirtió en una de las regiones con mejores vías internas de comunicación del Estado de Jalisco y, al mismo tiempo, muy bien conectada con espacios y ciudades que han experimentado etapas de gran dinamismo en diferentes momentos de los siglos XX y XXI. Hoy en día, casi cualquier localidad está a menos de dos horas por carretera de la poblada Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG), así como de ciudades de estados colindantes como Aguascalientes y el rosario de poblaciones bien comunicadas del Bajío: San Francisco del Rincón, León, Silao, Irapuato, Salamanca, Celaya, Querétaro, cada una de ellas con desarrollos económicos específicos que han generado una amplia oferta de empleo y posibilidades de ingresos.52

En la actualidad, los Altos se destaca como una economía agro-ganadera que ocupa los primeros lugares a nivel nacional en la producción de leche, pollos, huevos y puercos, con grandes, medianas y pequeñas empresas que tienen sus establecimientos distribuidos por toda la región. En 2015 había 41.763 unidades de producción de bovinos para carne, bovinos de leche, aves para carne, aves de huevo para plato, porcinos y ovinos.53

Además, existe un gran número de industrias, medianas y pequeñas de una diversidad de giros, en especial, los que tienen que ver con la alimentación, la producción de calzado, prendas de vestir y una amplia variedad de artículos y accesorios relacionados con la indumentaria y la moda.54 En la región existen grandes empresas lecheras, avícolas y porcícolas: Sello Rojo, Gena Agropecuaria, AVICAM, AVICAR, GM, Bachoco, Avícola San Juan, El Gran Chaparral, De Anda Grupo Industrial, Grupo Gigante Tepa. En todos los casos, se trata de empresas que fueron creadas y son manejadas por empresarios y empresarias de la región, que por lo regular, trabajan y viven en sus localidades.

En términos de empleo, existe una demanda amplia y constante de trabajadores y trabajadoras. En el mercado de trabajo se han suscitado cambios, el más significativo ha sido la incorporación de las mujeres a todos los empleos disponibles en la región. Aunque persisten actividades femeninas tradicionales, se advierte la incorporación de mujeres a quehaceres anteriormente considerados masculinos y la reinvención o reingeniería de oficios que han hecho las mujeres, en especial, las jóvenes, para convertirlos en negocios modernos y lucrativos.55

La escolaridad de los trabajadores, en especial, de las trabajadoras, se ha incrementado. Las mujeres aprovecharon la expansión de la oferta educativa desde la década de 1990 para incrementar sus niveles de escolaridad y de esa manera acceder a más y mejores empleos. Al mismo tiempo, se ha dado un proceso de precarización del empleo masculino de manera que los hombres con escasa educación han pasado a engrosar las filas del jornalerismo, lo mismo en las actividades agroganaderas que en la construcción, los servicios, el comercio.56

Pero, aunque existe una amplia demanda de trabajadores, los ingresos son bajos, de tal manera que los presupuestos de los hogares se basan en la suma de salarios e ingresos que deben generar prácticamente todos los miembros del grupo doméstico.

En términos demográficos, el tamaño de los hogares se ha reducido. La tasa de fecundidad de las alteñas es de 2.2 hijos, cifra similar a la del Estado de Jalisco.57 La reducción en el número de hijos ha reducido las presiones económicas en los hogares pero, al mismo tiempo, significa que hay menos personas que puedan participar en la generación de ingresos. En términos espaciales, se advierte una creciente urbanización e interconexión de las poblaciones de manera que las formas de vida entre la gente de los “ranchos” y las ciudades son cada vez más difusas y menos significativas. La población transita de manera cotidiana entre espacios urbanos y rurales por razones de trabajo, estudio, trámites, esparcimiento, festividades.

Esos eran los contextos económico, laboral, residencial de la región cuando se suscitó el cambio de modelo migratorio México-Estados Unidos y los hombres, sobre todo, tuvieron que dejar de migrar. Para ellos, la opción de ser trabajadores indocumentados en Estados Unidos está prácticamente cancelada.

En general, los jóvenes de la región que han intentado llegar a Estados Unidos de esa manera no han tenido éxito, a pesar de contar con redes sociales en Estados Unidos y conocimientos acerca del cruce. No han podido cruzar, han sido detenidos, devueltos o deportados y han regresado con deudas que se tardarán años en pagar. Algunos han muerto al intentarlo. En este contexto, los parientes en Estados Unidos han dejado de ofrecer préstamos para el cruce de sus parientes por dos razones: lo peligroso de la travesía y el incremento de los costos y riesgos del cruce que hace inviable la deuda, aunque logren ingresar a Estados Unidos. En agosto de 2016 un cruce seguro de la frontera costaba diez mil dólares; una suma excesiva para los ingresos que se pueden obtener en Estados Unidos, más aún, con la amenaza siempre presente de ser capturados y deportados.

En la actualidad, los migrantes legales, residentes o ciudadanos norteamericanos, son los que regresan a las comunidades de origen, pero sus modalidades de retorno han cambiado. Por lo regular, hombres y mujeres, regresan solos, por dos semanas o un mes, o cuando tienen que atender una urgencia familiar: la enfermedad o muerte de los padres, realizar trámites legales. Aunque reiteran su deseo de regresar, en la práctica, el trabajo, la jubilación, la atención médica, los hijos y nietos, los retienen en Estados Unidos. En los últimos años, han dejado de hacer inversiones en México y han privilegiado el pago de deudas e inversiones en el otro lado.

La cancelación de la migración ha conllevado un decremento y cambio en el sentido de las remesas. Los hogares donde hay hijos migrantes reciben menos dinero y de manera mucho más irregular y esporádica que antes. Con la reunificación familiar y la permanencia indefinida de los grupos domésticos en Estados Unidos los padres aceptan que sus hijos no regresarán, comprenden que tienen obligaciones en el otro lado, entienden que ya no quieran hacer inversiones en México.

Así las cosas, los hogares de la región han tenido que aprender a vivir, de manera acelerada y compleja, ante dos situaciones inéditas: la imposibilidad de migrar a Estados y sin contar con el ingreso regular de remesas; dos elementos que estuvieron presentes durante décadas en el escenario de los grupos domésticos, las familias, las comunidades de los Altos de Jalisco.

Los grupos domésticos, en especial, los jóvenes han tenido que echar a andar estrategias de vida y trabajo que, hasta donde se ha podido observar, han llevado a la emergencia de nuevas movilidades dentro y fuera de la región. Sin embargo, las estrategias seguidas dan cuenta de las diferencias de género, que delinean distintos proyectos y trayectorias para hombres y mujeres.

¿Hacia dónde? Nuevos desplazamientos

Una situación común de un grupo doméstico es la de Adelfo y Nelly que viven en un rancho a 20 km de la cabecera municipal. Ellos tuvieron cinco hijos, tres hombres y dos mujeres. Adelfo, muy joven, fue a California como trabajador indocumentado, pero no le fue bien, regresó y no volvió a intentarlo. Con lo que ganó compró el lote donde, poco a poco, han construido la casa donde ahora viven seis personas. Adelfo era un migrante inactivo, es decir, que había dejado de migrar a Estados Unidos.

El mayor de sus hijos lo relevó. Johnny, como gusta que le llamen, migró indocumentado en 2003 a California, cobijado en la red de parentesco de su madre. Allá trabaja con sus tíos, que son legales, él sigue siendo indocumentado, no se ha casado, no ha regresado a México y no tiene planes de hacerlo. A diferencia de lo que hacían antes los migrantes, Johnny no ha comprado tierras y no ha construido casa en el rancho. Al principio enviaba dinero de manera regular a sus padres, pero desde la crisis en Estados Unidos dejó de hacerlo porque estuvo varios meses sin trabajo. Ahora envía dinero, alrededor de 250 dólares, solo en ocasiones especiales: cumpleaños, navidad, día de la madre. O cuando le piden para alguna “urgencia”. Pero en verdad sus padres ya no cuentan con ese ingreso.

Adelfo y uno de sus hijos, Fermín, son jornaleros. Cada uno, a veces juntos, salen a trabajar a ranchos o granjas de la región donde los contratan por día o semana. Cuando no sale, Adelfo atiende los animales que cría para la venta: puercos, chivos, gallos de pelea y gallinas. Su permanencia en el hogar se puede prolongar durante dos o tres semanas consecutivas. Fermín se va a la cabecera municipal a “ayudar” en una tienda donde le pagan algo, al “ciber”, o a platicar con amigos. El hijo menor, Jaime, asiste a la escuela preparatoria en la cabecera municipal y en las tardes va al “ciber” a hacer tareas. Hace diez años Fermín y Jaime seguramente se hubieran ido a Estados Unidos o hubiera sido una posibilidad para ellos. Las redes migratorias de Adelfo y Nelly son densas. Pero han preferido ni intentarlo. Amigos y parientes del rancho lo han hecho con malos resultados que los dejaron endeudados con parientes en Estados Unidos o prestamistas en la región. En ese hogar el relevo migratorio masculino parece haberse cancelado.

La hija mayor, Marisol, se embarazó y abandonó la escuela sin terminar la preparatoria. Como no se unió con el padre de su hijo y tampoco recibe dinero para su manutención, Marisol permaneció en casa de sus padres y trabaja en un taller de mochilas en la cabecera municipal. Marisol tenía planes de irse a trabajar a León o Silao, donde tiene parientes. Decía que ganaría más y sería más independiente. Dejaría a su hijo con sus padres. La hija menor, Mónica, estudia preparatoria en la cabecera municipal y también suele ir al “ciber” cada tarde. Jaime y Mónica tienen beca de Oportunidades.

En las mañanas, Nelly se encarga de las tareas de la casa, de atender al nieto de cinco años y, en las tardes, cose pares de zapato a mano para una vecina que les distribuye trabajo a domicilio a unas quince mujeres del rancho. Mónica suele ayudarle a su madre a coser calzado a cambio de algo de dinero para gastar los fines de semana en la cabecera municipal.

En diciembre de 2014 Johnny les mandó de regalo una camioneta, -“van”- que les ha servido a todos. Cada mañana salen en la “van” Adelfo, Fermín y Marisol y regresan en la tarde, muchas veces con Jaime y Mónica. Durante la semana, la movilidad se limita a los viajes casa-trabajo-estudio. Los fines de semana cada quien se organiza para salir a pasear, ver amigos, asistir a fiestas patronales; aunque también suelen hacer arreglos para salir y utilizar juntos la “van”.

La historia del hogar de Adelfo y Nelly muestra tres situaciones hoy comunes en el mundo rural de los Altos. En primer lugar, la pérdida de centralidad de la actividad y los ingresos agropecuarios de los grupos domésticos en el campo. En segundo lugar, que los ingresos del hogar son generados por todos los miembros del hogar, lo que supone desplazamientos cotidianos por la región; movilidades que pueden variar, pero no pueden dejar de realizarse. En tercer lugar, el ejemplo del hogar de Adelfo y Nelly muestra cómo los hogares ya han redefinido sus estrategias de vida y trabajo con base en movilidades que no consideran la migración a Estados Unidos.

Movilidades y motivaciones femeninas

Movilidad por trabajo y estudio

Las mujeres, en especial, las jóvenes de la región realizan diversas movilidades cotidianas. En primer lugar, una movilidad de “producción”,58 es decir, viajes por trabajo, que las llevan a distintos municipios de la región, a establecimientos que puedes estar en ranchos o ciudades, pero a no más de una hora de sus domicilios. Por lo regular, las trabajadoras de las industrias, de las granjas de pollo y de puercos, utilizan los servicios de transporte gratuito que les ofrecen las empresas. El transporte tiene rutas con diferentes paradas. Las trabajadoras que viven en ranchos salen a la carretera a esperarlo y ahí se bajan de regreso, desde donde caminan o alguien de su casa, padre o hermano, va recogerlas en algún vehículo, en especial, si es de noche.

Las trabajadoras de granjas que no cuentan con servicio de transporte, las que laboran en fábricas, talleres, establecimientos comerciales o de servicio, se desplazan cada día en transporte público o en el vehículo de la familia. La “van”, por lo regular enviada como regalo por los hijos o hermanos en Estados Unidos, se ha convertido en uno de los bienes más preciados de los hogares porque hace posible los desplazamientos de varios miembros de los hogares.

En segundo lugar, están los viajes cotidianos, también de trabajo, que hacen las mujeres que se dedican a las ventas, ya sea como empleadas o por cuenta propia. La venta era una actividad tradicionalmente masculina que ha sido retomada o reinventada por las mujeres. A ella se dedican las madres solteras con hijos pequeños, mujeres sin pareja o de hogares donde la ocupación de los hombres es precaria por lo cual han tenido que buscar ingresos.

Ellas han recurrido a sus conocimientos y gusto por manejar para dedicarse a la venta de diferentes artículos: nieves, quesos y productos lácteos, panes, tortillas, botanas, galletas, comida preparada, ropa, juguetes, baterías de cocina, adornos para la casa. Hay quienes trabajan para pequeñas fábricas o establecimientos comerciales y circulan por rutas asignadas en un radio de alrededor de 50-70 kilómetros. Las que trabajan por cuenta propia pueden modificar -ampliar, reducir, explorar- rutas con mayor libertad. Por lo regular, trabajan seis días a la semana y organizan sus rutas de acuerdo a sus obligaciones domésticas.59

Un tercer tipo de movilidad cotidiana se relaciona con la educación. El transporte que ofrecen la Universidad de Guadalajara y otras instituciones educativas ha significado un gran apoyo para la educación femenina en la región. Los transportes laboral y educativo han minado ese viejo argumento patriarcal para que las mujeres no estudiaran ni trabajaran fuera del hogar por el “peligro” que suponía salir de las comunidades. En 2015, de los 3.984 alumnos registrados en el Campus Cualtos de la Universidad de Guadalajara, ubicado en la ciudad de Tepatitlán, 2.387 eran mujeres y 1.597 eran hombres, es decir, el 59.9 % y 40.08 % respectivamente.60

Las estudiantes suelen combinar el estudio con trabajos de tiempo parcial que acomodan a los horarios matutinos o vespertinos de las escuelas; o bien trabajan los fines de semana, en sus comunidades o en alguna ciudad cercana, ya sea en el cuidado de niños y ancianos, como en tianguis, restaurantes, cafés, bares, tiendas de abarrotes.

Migración permanente

Esta incluye a mujeres en los dos extremos de la vida: jóvenes y ancianas. Debido a la tradición migratoria de la región todavía hay jóvenes que pueden acogerse al procedimiento de reunificación familiar en Estados Unidos. Esta vía de salida legal permanente es cada vez más tardada y engorrosa, pero todavía existe.

Por una parte, están las jóvenes que son reclamadas por sus padres o hermanos que son residentes o ciudadanos norteamericanos. Para irse como residentes deben tener menos de 21 años y ser solteras. Esta posibilidad aplica también para los hombres, pero se han observado más mujeres que hombres con expedientes de reunificación en proceso. De hecho, hay mujeres que solo se han casado por la iglesia para poder continuar con los trámites de la reunificación familiar en Estados Unidos.

También están las mujeres casadas que son solicitadas por sus esposos por el procedimiento de reunificación familiar. Con la clausura de la circularidad migratoria esta modalidad ha disminuido mucho porque los migrantes ya no regresan como antes a la región, que era la ocasión para buscar novias o casarse. Pero, gracias a Internet y las redes sociales se ha abierto la posibilidad de iniciar noviazgos y establecer matrimonios, lo que significa la salida, en principio definitiva, de las jóvenes.

El esquema opera de la siguiente manera: un migrante legal en Estados Unidos, que puede ser de cualquier estado de la república, establece una relación con alguna amiga o pariente de una muchacha de los Altos de Jalisco. Un día, viendo fotos o comentando eventos por Internet, le llama la atención una joven y su amiga o compañera se encarga de presentarlos. Así, se entabla una relación que llega hasta motivar que el joven viaje a México a conocerla. Si la relación prospera, se casan, él regresa a Estados Unidos y desde allá inicia el expediente para que la esposa cruce la frontera y se reúna con él de manera legal. El modelo funciona muy bien: los migrantes consiguen esposas alteñas, reconocidas por su buen ver y por ser muy trabajadoras; ellas, salen de las comunidades de origen como mujeres casadas y en condiciones de legalidad a lugares donde, por lo regular, tienen parientes.

Finalmente, están los casos de mujeres de la tercera edad cuyos hijos y nietos deciden llevársela de manera definitiva a Estados Unidos. Esto sucede sobre todo cuando una madre queda viuda (probabilidad más alta que la viudez masculina), el número de hijos e hijas en Estados Unidos es superior a los que viven en la región y son indocumentados que no pueden regresar a México. En esos casos, la atención y los costos del cuidado de la madre son más manejables en Estados Unidos. Las ancianas, además, son bien recibidas porque se encargan del cuidado de las casas, de cocinar y de cuidar nietos y bisnietos, algo que no sucede con los ancianos.

Migración temporal que puede convertirse en permanente

En los últimos años ha detonado la salida de mujeres de la región, en especial, de las madres solteras, o mujeres desunidas que no reciben pensión por los hijos nacidos de esas uniones. Al no haber salido de los hogares o haber tenido que regresar a ellos, el comportamiento de esas mujeres “solas” está sometido a fuertes controles morales, además de tener que solventar el compromiso económico ineludible de aportar dinero de manera regular a los hogares de los padres. En esas condiciones, las mujeres procuran salir de las comunidades en busca no solo de trabajo, sino sobre todo de mejores condiciones de vida para ellas y sus hijos.

El proceso suele iniciarse con una salida laboral a alguna ciudad, como Aguascalientes o alguna población del Bajío, donde tienen parientes; por lo regular, a una distancia que puedan recorrer entre una y dos horas en transporte público, lo que les permite regresar cada fin de semana o cada quince días a ver a sus hijos y dejar dinero a sus padres. Si logran “acomodarse” o establecer una nueva unión en algún destino, se llevan a sus hijos y el desplazamiento se convierte en una migración permanente. En este caso, son los controles morales y las presiones económicas los factores que abonan a ese tipo de movilidad femenina.

Movilidades y motivaciones masculinas

Movilidad por trabajo

En un contexto de deterioro de los salarios y de precarización del empleo masculino la inserción laboral que más se ha extendido es el jornalerismo como una categoría de trabajo a largo plazo. El jornalerismo es una forma de empleo en las labores agropecuarias, pero también en la albañilería, la construcción en general, en los servicios de carga y descarga, en el transporte, en las labores eventuales, pero recurrentes, de las granjas de pollo y puerco.61

El jornalerismo supone una gran movilidad cotidiana de los hombres, jóvenes y adultos, al interior de la región. Ellos salen cada día a trabajar o a buscar trabajo hacia localidades rurales y urbanas de diferentes municipios y regresan cada día a sus hogares. Como se vio en el caso de Adelfo la “van” resulta fundamental para ese tipo de desplazamiento. El trabajo jornalero es eventual, sobre bases diarias o semanales. En los tiempos en que no tienen trabajo permanecen en sus comunidades y hogares, dedicados, sobre todo, al cuidado de animales que destinan a la venta. Esa función de “complementareidad” que se asignaba tradicionalmente a las actividades femeninas, como la cría de animales de traspatio, se ha convertido en un quehacer masculino para obtener ingresos.

El interés por la educación

Hasta la década de 1990 la educación no formaba parte de los intereses de los jóvenes ya que apenas concluían la educación secundaria podían irse a trabajar a Estados Unidos. Esto ha cambiado ya que es casi tan imposible cruzar la frontera. En este contexto, los jóvenes han comenzado a valorar la educación como una vía para conseguir empleos dentro y fuera de la región. De ahí que los jóvenes se desplacen cada día a diversas ciudades para continuar con estudios técnicos o universitarios. Por lo regular, participan de tiempo parcial en actividades remuneradas en negocios familiares, como los ranchos, pero también como empleados en establecimientos comerciales y de servicio.

Hay estudiantes, solo hombres, con parientes migrantes en Estados Unidos que les “prestan” sus casas en las ciudades a cambio de que se las cuiden y, en ocasiones, paguen los servicios. En estos casos, los estudiantes regresan a sus lugares de origen cada fin de semana o cada quince días y durante las vacaciones escolares, donde se insertan en los negocios familiares o consiguen empleo. Aunque también hay mujeres cuyos hermanos y hermanas tienen casas en las ciudades, es más común que las casas sean prestadas a ellos que a ellas.

Una movilidad nueva de los jóvenes es la salida temporal a Estados Unidos con visa de turista, lo que les permite ir a trabajar por temporadas breves, aunque no esté permitido. Jóvenes, estudiantes de preparatoria o universidad, viajan durante las vacaciones de verano o interrumpen los estudios por un semestre para ir a trabajar a Estados Unidos, por lapsos de tiempo que van desde los dos hasta los cinco meses, para no exceder el límite de vigencia de la visa de turista, que son seis meses. Se trata de una movilidad laboral que sirve para ahorrar y de esa manera continuar los estudios en México.

Para llevar a cabo esta movilidad se requieren dos condiciones: recursos para pagar el viaje en avión y, sobre todo, contar con redes sociales eficientes que les permitan contar con trabajo en Estados Unidos. Son jóvenes que apenas llegan a su destino empiezan a trabajar en ranchos, restaurantes, tiendas u otros negocios de paisanos, familiares o empleadores. Los jóvenes han recibido ofertas de trabajo de sus patrones norteamericanos para cuando concluyan los estudios. Para los migrantes, es una forma de apoyar a sus parientes de México que no implica préstamos ni costos a largo plazo. Aunque las jóvenes tienen redes similares a las de los jóvenes, son ellos las que más las utilizan para viajar y trabajar en Estados Unidos y de esa manera financiar sus estudios en México.

En el caso de los jóvenes se encuentran menos casos de migración permanente vía la reunificación familiar o la salida de ancianos hacia Estados Unidos, como sucede en el caso de las mujeres. Tampoco se advierten migraciones por unión, que son las que suelen ser permanentes.

Las movilidades de mujeres y hombres jóvenes

En la actualidad, se advierte la intensificación de dos tipos de movilidades que realizan tanto las mujeres como los hombres, en especial, entre los 15 y 40 años.

En localidades de la región hubo, desde la década de 1930, migraciones internas (rural-urbana) donde los migrantes se convirtieron en empresarios, es decir, en propietarios de pequeños negocios independientes y especializados. Son los casos de Mexticacán, reconocido por las paleterías; de San Ignacio Cerro Gordo, por las tiendas de abarrotes y Santiaguito de Velázquez, por las taquerías.62

Los empresarios de esas tres poblaciones tienen establecimientos en muchas ciudades de México y su modelo de negocios se basa en la apertura de sucesivos locales que, o bien se venden, rentan o traspasan entre parientes y vecinos y que requieren de trabajadores, por lo regular jóvenes y solteros, que se reclutan en las comunidades de origen. La cancelación de la opción migratoria a Estados Unidos ha intensificado la apertura de ese tipo de negocios en muchas ciudades del país. Cada vez hay más jóvenes que deciden incursionar en esas actividades como propietarios. Para ello, consiguen financiamiento, por lo regular, a través de préstamos familiares, en muchos casos, de parientes en Estados Unidos, o con prestamistas locales. También hay jóvenes, con menos recursos, que se incorporan a los establecimientos como encargados o empleados, con la esperanza de aprender y capitalizar para más tarde abrir un local propio en el mismo giro.

Aunque el modelo de negocios sigue siendo similar, hay diferencias significativas con los establecimientos pioneros. Antes, se trataba de actividades predominantemente masculinas, de jóvenes solteros de baja escolaridad que solo regresaban a los lugares de origen para las fiestas patronales. La distancia o los tiempos de traslado entre las comunidades de origen y de destino y las modalidades de trabajo, que suponía la apertura de los locales todos los días y durante muchas horas, volvía casi imposible el retorno frecuente a sus comunidades. En esas condiciones, la migración temporal tendía a convertirse en permanente. En la actualidad, entre los jóvenes pequeños empresarios, así como entre los empleados, hay mujeres que han decidido incursionar en esos giros. Se trata de jóvenes solteras, madres solteras, casadas, desunidas que no van a “ayudar” sino a participar de manera directa en la propiedad y gestión de los negocios.

Y, sobre todo, se trata de hombres y mujeres con mayores niveles de escolaridad, incluso profesionales, que en la región no encontraron trabajo de acuerdo a sus calificaciones profesionales o sus expectativas de ingresos. Pero también de jóvenes que habían migrado y tenían empleo, pero por los salarios que percibían les resultaba incosteable vivir en las ciudades como profesionistas asalariados y, al mismo tiempo, son conocedores de lo que se puede ganar en los negocios independientes.

Otra diferencia importante tiene que ver con la selección de las ciudades de destino. En décadas anteriores, los migrantes tendían a irse a las grandes ciudades -México, Guadalajara- que eran las que concentraban población y dinamismo económico. Aunque continúan yéndose a esas dos urbes, es evidente la preferencia actual por establecerse en ciudades medias dinámicas que queden a menos de dos horas de distancia de las comunidades de origen. Así, los y las jóvenes de San Ignacio Cerro Gordo han comprado o rentado abarroteras en diversas ciudades de los Altos de Jalisco, en Aguascalientes y en cada una de las ciudades del Bajío, en especial, en León, Guanajuato. Guadalajara ha sido un destino tradicional y lo sigue siendo. La expansión de la zona metropolitana de Guadalajara les ha abierto oportunidades de negocios en los nuevos espacios residenciales periurbanos hacia donde se ha desplazado la población. En una colonia popular de la ciudad puede haber hasta tres tiendas de abarrotes de jóvenes de San Ignacio.

Los empresarios, hombres y mujeres, se desplazan con frecuencia entre el lugar de destino y la comunidad de origen. Todos cuentan con camionetas. En el caso de los abarrotes, han incorporado productos alimenticios de San Ignacio y su microrregión, lo que contribuye a la viabilidad de muchas pequeñas empresas del municipio. La facilidad de ir y venir ha permitido nuevos arreglos de negocios entre los propietarios. Un ejemplo. Una hermana y un hermano que comparten la propiedad de una tienda de abarrotes en Guadalajara, han acordado diferentes arreglos para trabajarla y poder regresar a San Ignacio de acuerdo a las necesidades e intereses de cada quien. Por lo regular, los arreglos son por tiempo determinado o de acuerdo a coyunturas personales. El mantenimiento de lazos tan estrechos y permanentes entre el lugar de origen y de destino permite pensar que se trata de movilidades que no resultarán, necesariamente, en migraciones definitivas, como sucedía en las décadas anteriores.63

Otra movilidad que se advierte es el retorno de jóvenes a las comunidades de origen. Hay profesionales que migraron a trabajar en Guadalajara, pero resultó una opción laboral y residencial poco atractiva como proyecto a largo plazo. El desplazamiento a Guadalajara supuso residir no en la ciudad, porque resulta muy costosa, sino en espacios periurbanos alejados, donde la calidad residencial y de vida es muy inferior a la de sus comunidades de origen; además, tenían que trasladarse a distancias mayores a las que recorren en su región, sin acceso a las “van” familiares, ni al transporte empresarial, sino en transporte público. Un desplazamiento de un municipio conurbado a la ciudad de Guadalajara puede llevarse dos horas de ida y dos de regreso. En esas condiciones, resulta más conveniente regresar a la región, ya sea adaptándose como reinventando las oportunidades de sus espacios locales y regionales, para ellos, sus parejas, sus hijos. La unión o el matrimonio fue el punto de inflexión que le puso fecha al retorno. En muchos casos, el retorno ha supuesto la movilidad regional, pero en mejores condiciones que en la ZMG.

En síntesis

En los Altos de Jalisco se observa lo que podemos llamar el paso de las migraciones a las movilidades. Se trata de una región que registra, como nunca antes, una elevada carga de población residente y flotante. En menos de dos décadas (1995-2016) se han desarrollado movilidades que corresponden, por una parte, a un cambio que parece irreversible y seguramente lo seguirá siendo en los años que vienen: la imposibilidad de migrar a Estados Unidos, que fue la principal alternativa migratoria de la región, con la que los alteños enfrentaron, durante más de un siglo, las profundas transiciones en las dinámicas económicas, laborales y sociales de sus comunidades rurales de origen. Los hogares de la región han tenido que aprender a vivir sin los ingresos que representaba la migración a Estados Unidos.

A pesar de ese gran cambio, en los Altos de Jalisco, como se ha señalado para otras regiones también, no se advierte una intensificación de la migración interna, es decir, la salida, temporal o definitiva, de la región. Lo que se observa es una generalización de diversas movilidades al interior de la región, así como a los estados vecinos, pero donde el hogar permanece en las comunidades de origen, incluso en localidades pequeñas.

Esto se puede atribuir a los contextos regionales y locales. Los Altos es una región peculiar en dos sentidos a lo menos. Por una parte, porque se trata de un espacio internamente bien articulado donde los actores locales llevaron a cabo un proceso muy intenso de reconversión de las actividades tradicionales, lo que ha dado lugar a un desarrollo económico diversificado y descentralizado que le ha permitido a la población, femenina y masculina, de todos los lugares, contar con alternativas de empleo, trabajo y estudio. En los Altos el problema no es la crisis ni la falta de empleo y trabajo, sino la precariedad de los ingresos en todas las actividades y formas de empleo.

Es la precariedad de los ingresos, formales e informales, lo que ha dado lugar a un escenario donde la sobrevivencia depende de la multiplicidad de ingresos que incorporan, hombres y mujeres, a los hogares de los que forman parte. Se trata de ingresos, de cualquier origen (salarios, ingresos, subsidios públicos), que pueden ser cambiantes, fluctuantes, pero no prescindibles. Para lograrlos, es preciso que hombres y mujeres se desplacen por la región de manera incesante e ininterrumpida. La centralidad de las actividades agropecuarias, que anclaba a los hombres en los lugares de origen, ha sido reemplazada por el jornalerismo que implica la movilidad masculina por toda la región.

Los Altos es peculiar en otro sentido. Se trata de un espacio bien comunicado y sobre todo bien relacionado con regiones vecinas muy dinámicas, como Aguascalientes y las ciudades del Bajío. También con la Zona Metropolitana de G, aunque en la actualidad resulta menos atractiva que lo que fue en 1940-1980. Las familias alteñas, que eran tradicionalmente muy numerosas, tienen una extensa red de parientes y paisanos en esas ciudades. Esas redes sociales, antiguas y densas, han sido activadas para viabilizar las movilidades actuales de la población de los Altos en dos sentidos: información y residencia temporal, que son recursos claves para conseguir empleo, o echar a andar negocios.

Otro gran cambio ha sido la intensificación de las movilidades de las mujeres. Antes, la migración era un derecho, también una obligación, de los hombres que tenían que salir en busca de mejores oportunidades de trabajo e ingresos para cumplir su papel de proveedores de los hogares de los que formaban parte o establecían al unirse. Esto ya no es así. Ya no existe un solo proveedor ni un ingreso único o principal. Los salarios e ingresos femeninos son tanto o más importantes que los de los hombres de un hogar, lo que les ha obligado, pero también le ha dado derecho a ejercer diferentes movilidades. En las formas femeninas de movilizarse se advierten propósitos distintos a los de los hombres que van más allá de los imperativos económicos y donde la migración permanente se ha convertido en una importante opción femenina.

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1Douglas S. Massey, Jorge Durand y Nolan Malone, Beyond Smoke and Mirrors: Mexican Immigration in an Era of Economic Integration (Nueva York: Russell Sage Foundation, 2003).

2Patricia Arias, Imelda Sánchez García y Martha Muñoz Durán, Quehaceres y obras. El trabajo femenino en los Altos de Jalisco (Guadalajara: Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Jalisco, 2015).

3Patricia Arias (coord.), Migrantes exitosos. La franquicia social como modelo de negocios (Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 2017).

4Carlos Garrocho, Población flotante, población en movimiento: conceptos claves y métodos de análisis exitosos (México: CONAPO/El Colegio Mexiquense/Fondo de Población de Naciones Unidas, 2011).

5Garrocho, Población flotante, 17.

6Garrocho, Población flotante, 19.

7Garrocho, Población flotante, 17.

8Garrocho, Población flotante, 17.

9Raúl Romo Viramontes, Yolanda Téllez Vázquez y Jorge López Ramírez, “Tendencias de la migración interna en el periodo reciente”. En La situación demográfica de México 2013 (México: CONAPO, 2013), 83-106.

10Héctor Ávila Sánchez, “La periurbanización como fenómeno territorial contemporáneo en México y América Latina”. En La ciudad en el campo. Expresiones regionales en México, coordinado por Héctor Ávila Sánchez (Cuernavaca: UNAM/CRIM, 2015), 17-52.

11Estela Martínez Borrego y Susana Suárez Paniagua, “Reconfiguración del espacio y desarrollo humano y territorial en la región metropolitana de León, Guanajuato”. En La ciudad en el campo. Expresiones regionales en México, coordinado por Héctor Ávila Sánchez (Cuernavaca: UNAM/CRIM, 2015), 225-276.

12Borrego y Suárez, “Reconfiguración del espacio…”, 239.

13Rafael López Vega y Sergio Iván Velarde Villalobos, “Una aproximación a los patrones de migración interregional en México, 1990-2010”. En La situación demográfica de México 2013 (México: CONAPO, 2013), 67-82; Virgilio Partida Bush, “Migración interna”. En Los grandes problemas nacionales. I. Población, coordinado por Brígida García y Manuel Ordorica (México: El Colegio de México, 2010), 325-361.

14López y Velarde, “Una aproximación a los patrones […]”.

15Patricia Arias, “Migración, economía campesina y ciclo de desarrollo doméstico. Discusiones y estudios recientes”, Estudios Demográficos y Urbanos 82 (enero-abril de 2013): 93-121; Rosío Córdova Plaza, Cristina Núñez Madrazo y David Skerritt Gardner, Migración internacional, crisis agrícola y transformaciones culturales en la región central de Veracruz (México: Plaza y Valdés, 2007); Boisen Hjorth y Susann Vallentin, “Los nuevos patrones migratorios en el sur de Veracruz. Transformaciones rurales, unidad doméstica y migración”. En Nuevas ruralidades. Expresiones de la transformación social en México, editado por Hernán Salas Quintanar, María Leticia Rivermar Pérez y Paola Velasco Santos (México: IIA-UNAM/Juan Pablos Editor, 2011), 83-108; Cristina Oehmichen Bazán, Identidad, género y relaciones interétnicas: Mazahuas en la ciudad de México (México: UNAM, 2005); Laura Velasco, Christian Zlolniski y Marie-Laure Coubès, De jornaleros a colonos: residencia, trabajo e identidad en el Valle de San Quintín (Tijuana: El Colegio de la Frontera Norte, 2015).

16Pierrette Hondagneu Sotelo, “La incorporación del género a la migración: ‘no sólo para feministas’ ni sólo para la familia”. En El país transnacional. Migración mexicana y cambio social a través de la frontera, editado por Marina Ariza y Alejandro Portes (México: UNAM, 2007), 423-451.

17Jorge Durand y Douglas S. Massey, Clandestinos. Migración México-Estados Unidos en los albores del siglo XXI (México: UAZ/Miguel Ángel Porrúa, 2003).

18Douglas S. Massey et al., Los ausentes. El proceso social de la migración internacional en el occidente de México (México: CONACULTA, 1991).

19Massey et al., Los ausentes.

20Garrocho, Población flotante.

21Massey et al., Los ausentes.

22Massey et al., Los ausentes.

23Gustavo Garza, Industrialización de las principales ciudades de México (México: El Colegio de México, 1980).

24Lourdes Arizpe, La migración por relevos y la reproducción social del campesinado (México: El Colegio de México, 1980); Claude Bataillon, Las regiones geográficas de México (México: Siglo XXI Editores, 1976); Robert Kemper, Campesinos en la ciudad (México: SepSetentas, 1976); Oscar Lewis, Antropología de la pobreza. Cinco familias (México: FCE, 1961); Larissa Adler Lomnitz, Cómo sobreviven los marginados (México: Siglo XXI Editores, 1975).

25Lomnitz, Cómo sobreviven.

26Bataillon, Las regiones geográficas; Lomnitz, Cómo sobreviven.

27Arizpe, La migración por relevos.

28Arizpe, La migración por relevos.

29Arizpe, La migración por relevos.

30Claude Bataillon y Hélène Rivière D’Arc, La ciudad de México (México: SepSetentas, 1973).

31Arizpe, La migración por relevos; Garrocho, Población flotante.

32Patricia Arias, Del arraigo a la diáspora. Dilemas de la familia rural (México: Miguel Ángel Porrúa, 2009); Córdova, Núñez y Skerritt, Migración internacional; Hjorth y Vallentin, “Los nuevos patrones”.

33Garrocho, Población flotante; Hjorth y Vallentin, “Los nuevos patrones”.

34Durand y Massey, Clandestinos.

35Jorge Durand y Patricia Arias, La vida en el Norte. Historia e iconografía de la migración México-Estados Unidos (Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 2004); Garza, Industrialización de las principales.

36Garrocho, Población flotante.

37Durand y Massey, Clandestinos.

38Hjorth y Vallentin, “Los nuevos patrones”; Velasco, Zlolniski y Coubès, De jornaleros a colonos.

39Adriana Cruz Manjarrez, Zapotecs on the Move. Cultural, Social and Political Process in Transnational Perspective (Nuevo Brunswick: Rutgers University Press, 2013); Daniel Díaz Juárez, “La lucha por el poder político en McFarland. Una manifestación de los procesos de mexicanización en el Valle de San Joaquín” (Tesis de maestría, CIESAS, 2005).

40Durand y Massey, Clandestinos.

41María Antonieta Barrón, “Jornaleros migrantes. Cuántos son y dónde están”. En Memoria. Mujeres afectadas por el fenómeno migratorio en México. Una aproximación desde la perspectiva de género (México: Instituto Nacional de las Mujeres, 2007), 131-138; Cruz Manjarrez, Zapotecs on the Move; Díaz Juárez, “La lucha por el poder…”; Velasco, Zlolniski y Coubès, De jornaleros a colonos.

42David Bacon, Communities without Borders (Ithaca: Cornell University Press, 2006); Barrón, “Jornaleros migrantes”; Velasco, Zlolniski y Coubès, De jornaleros a colonos.

43Velasco, Zlolniski y Coubès, De jornaleros a colonos.

44Maya Lorena Pérez Ruiz, “Jóvenes indígenas en las ciudades. Entre el estigma y la identidad”. En Los retos culturales de México, coordinado por Lourdes Arizpe (México: Miguel Ángel Porrúa, 2004), 73-91; Oehmichen, Identidad, género y relaciones.

45Arias, Del arraigo a la diáspora; Hjorth y Vallentin, “Los nuevos patrones”.

46Arias, Del arraigo a la diáspora.

47Durand y Massey, Clandestinos.

48Durand y Massey, Clandestinos.

49Massey, Durand y Malone, Beyond Smoke and Mirrors.

50Arias, Sánchez García y Muñoz Durán, Quehaceres y obras. El trabajo femenino.

51Durand y Arias, La vida en el Norte; Durand y Massey, Clandestinos.

52Borrego y Suárez, “Reconfiguración del espacio…”; Romo, Téllez y López, “Tendencias de la migración…”.

53Arias, Sánchez García y Muñoz Durán, Quehaceres y obras. El trabajo femenino.

54Arias, Sánchez García y Muñoz Durán, Quehaceres y obras. El trabajo femenino.

55Arias, Sánchez García y Muñoz Durán, Quehaceres y obras. El trabajo femenino.

56Patricia Arias, “El trabajo femenino. Del permiso a la obligación”, Papeles de Población 22 (octubre-diciembre de 2016): 197-228.

57Durand y Arias, La vida en el Norte.

58Garrocho, Población flotante.

59Arias, Sánchez García y Muñoz Durán, Quehaceres y obras. El trabajo femenino.

60Arias, “El trabajo femenino…”.

61Arias, “El trabajo femenino…”.

62Patricia Arias, “Entre dos crisis: Los abarroteros de San Ignacio Cerro Gordo, Jalisco”. En Migrantes exitosos. La franquicia social como modelo de negocios, coordinado por Patricia Arias (Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 2017), 150-170; Martha Muñoz Durán e Imelda Sánchez García, “La evidencia del éxito. Residencias y mausoleos en Santiaguito, Arandas, Jalisco”. En Migrantes exitosos. La franquicia social como modelo de negocios, coordinado por Patricia Arias (Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 2017), 99-147; Jack R. Rollwagen, “Los paleteros de Mexticacán, Jalisco. Un estudio de empresarios rurales en México 1964-1966”. En Migrantes exitosos. La franquicia social como modelo de negocios, coordinado Patricia Arias (Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 2017), 33-72.

63Arias, “Entre dos crisis: Los abarroteros…”.

Recibido: 12 de Noviembre de 2018; Aprobado: 18 de Febrero de 2019

Patricia Arias. Doctora en Geografía y Ordenamiento Territorial en la Universidad de Toulouse-Le Mirail, Francia.

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