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Intersticios sociales

versión On-line ISSN 2007-4964

Intersticios sociales  no.17 Zapopan mar. 2019

 

Reseñas

Luis Ignacio Sáinz y Jorge González Aragón. El territorio y sus representaciones. Lecturas filosóficas, geográficas y urbanísticas, presentación de Salvador Vega y León, prólogo de Carlos Luis Arturo González y Lobo. México: Universidad Autónoma Metropolitana, 2015, p. 283, ils.

Angélica Peregrina1 

1 Instituto Nacional de Antropología e Historia-El Colegio de Jalisco, México.

Sáinz, Luis Ignacio; González Aragón, Jorge. El territorio y sus representaciones. Lecturas filosóficas, geográficas y urbanísticas. Vega y León, Salvador. González y Lobo, Carlos Luis Arturo. México: Universidad Autónoma Metropolitana, 2015. ils, 283p.


Los mapas son los ojos de la historia, aseveró Gerardus Mercator, el cartógrafo holandés que en 1569 elaboró la proyección que lleva su nombre, cuya supremacía se extendió durante cuatro siglos, ya que permitía navegar largas distancias sin ajustar continuamente las lecturas del compás, y ¡cuánta razón encierra su sentencia!

Pero son mucho más. Los mapas son simplemente indispensables, escribió un siglo después Joan Blaeu, también cartógrafo y también holandés en 1665, al dar a conocer su Atlas Maior, pues recurriendo a la ayuda de los mapas podemos ver lugares lejanos sin siquiera salir de casa, recorrer el mundo entero sin provisiones; con el poder de la imaginación podemos pasar rápidamente de este a oeste y de norte a sur de un solo vistazo.1

Así nos llevará por lugares incógnitos este espléndido libro. Es una obra que no se concreta solamente al estudio de los mapas en el sentido tradicional, no, es un libro cuyo hilo conductor a partir de las representaciones del mundo en los mapas, sigue la pista a la cartografía como cruce de caminos de las ciencias y las humanidades, para aportar su versión del espacio y el tiempo, con sus implicaciones filosóficas y antropológicas.

Como bien indica Luis Ignacio Sáinz, “una de las expresiones privilegiadas del ansia humana por conocer, domeñar y transformar el entorno natural es la cartografía”. Proceso situado a mitad de camino entre la ciencia y el arte, pues antecede incluso a la aparición de la escritura. Los mapas tienen la capacidad de abrir mundos de realidad y fantasía, de representar tanto esperanzas como temores, y alentar las divagaciones y vacilaciones de la mente.

La gente ha trazado mapas desde los primeros tiempos y en todas las culturas: recuérdese el mapa plasmado en la pared del asentamiento neolítico de Catal Hüyük, en Turquía, tiene más de ocho mil años de antigüedad; el mapa de Bedolina, tallado en una roca en el norte de Italia, se remonta a la Edad de Bronce, alrededor de 1200 a. C.; ya había mapas inscritos en placas de arcilla en la antigua Asiria y Babilonia; y cómo no recordar el mapamundi que hizo tallar en mármol el general romano Marco Agripa, que se colocó junto a la Vía Flaminia.

Pero gracias a la obra El territorio y sus representaciones tenemos a la mano un recorrido por varios siglos de historia cartográfica. Es una obra que se ha organizado en dos partes: la primera, escrita por Luis Ignacio Sáinz, contiene las LECTURAS FILOSÓFICAS Y GEOGRÁFICAS; en tanto que la segunda se dedica a las LECTURAS GEOGRÁFICAS Y URBANÍSTICAS, esta última formulada por Jorge González Aragón Castellanos, Ernesto A. Pérez, Carlos Luis Arturo González y Lobo, Norma Elizabeth Rodrigo y la colaboración de Edwin Carbajal, Luis Saldívar y Oswaldo Saucedo.

Este libro tiene otra ventaja: pues se puede leer en el orden que uno desee, iniciar por cualquiera de sus partes, o según se dispuso su orden por los autores, dado el bien cuidado balance de las lecturas.

La primera parte contiene cinco lecturas que abarcan “La creación del mundo a partir de su representación en mapas”; le sigue la dedicada al análisis del mapa de México-Tenochtitlan y a la hipótesis de la injerencia de Alberto Durero en ese conocido como anónimo nuremburgués de 1524; luego incursiona en la “Génesis de la representación de América y el primer plano de San Francisco de Campeche”. Cambia de viento y va al noroeste, con la lectura sobre la “Invención y ocupación de California: el oasis de la Sierra de la Laguna”; para concluir esta parte con “El territorio marítimo del Estado mexicano: apuntes jurídicos y cartográficos”.

Por su lado, la segunda parte contiene otras cinco lecturas que se ocupan de análisis puntuales y muy especializados de cartografía, a saber: Los “mapas y planos de tradición azteca. Estructura urbana y arquitectónica en la ciudad de México del siglo XVI”, pasando al “Poblamiento y génesis morfológica de la ciudad de Tlaxcala”. La tercera es una “Lectura urbanística del Plano de 1700 de la ciudad de Los Ángeles”, esto es de Puebla de los Ángeles. La cuarta analiza “La representación de Michoacán en el territorio, la urbanización y la minería”, que incluye un plano de la ciudad de Guanajuato y varios concernientes a la minería. En tanto la última se centra en “Las obras militares en San Juan de Ulúa y la costa del Golfo”. Es la parte en que se analiza pormenorizadamente tanto la arquitectura como la disposición espacial en planos y mapas por los destacados especialistas que colaboran en esta obra.

Confieso que mi interés se centró en las lecturas filosóficas, a cuál más de interesantes. “La creación del mundo a partir de su representación en mapas”, constituye un erudito y ameno recorrido desde los albores de la cartografía, al referir cómo viajeros egipcios, chinos y árabes poblaron el imaginario de nuestras civilizaciones con sus epopeyas y son los antecedentes más remotos de nuestro saber geográfico. Destacado papel concede a los mapas perdidos de Ptolomeo, o sea la Geografía que el griego Claudio Ptolomeo compiló en Alejandría, Egipto, hacia el año 120 d. C., que representa por vez primera la esfericidad del mundo, modelo que resultó de enorme utilidad; pero estos mapas hubieran permanecido ignorados si no es por el rescate que de ellos hizo Muhammad Al-Idrisi varios siglos después.

Bien se percibe que conforme los grupos tomaron conciencia de sí mismos y sofisticaron su existencia, dotándose de nuevas necesidades, ya no instintivas, sino culturalmente construidas, la forma de ser y comparecer en el orbe refinó y complejizó las propias representaciones del espacio y sus componentes.

Asimismo, por supuesto que se analiza la cartografía producida en los siglos XV y XVI, a cuya evolución contribuyó Gutenberg con la imprenta y Colón con sus viajes de descubrimiento. De manera que el “arte de navegar está en deuda con la cartografía española”, legado que encabezan las escuelas catalana y mallorquina; no obstante que la cima cartográfica de esos siglos la ocupan españoles y portugueses, gracias a la intensidad de sus empresas de navegación; subrayando que una parte significativa de los timoneles y pilotos, geógrafos e ingenieros, corógrafos y estampadores asociados al conocimiento y dominio de los mares son flamencos, holandeses, alemanes e italianos, ya fueran vasallos del reino español o especialistas contratados por la Corona.

Así pues, este libro tiene que ver con los afanes del hombre europeo, sobre todo desde la época del Renacimiento, empeñado en alcanzar una imagen del mundo (imago mundi), que reflejara cada vez mejor la realidad del planeta en que vivía. A partir del encuentro de los europeos con el Nuevo Mundo en 1492, fue largo el proceso que los llevó a conocer el cabal perfil geográfico de esas “islas y tierra firme” a las que habían llegado. La cartografía que se fue elaborando en los siglos XVI y XVII, muestra que sólo paso a paso se perfiló la deseada imagen geográfica y que en ella se introdujeron errores muy difíciles de superar. La cuestión de si el Nuevo Mundo estaba unido o no al continente asiático, cuyo esclarecimiento mucho interesó a cuantos siguieron en pos de lo alcanzado por Colón, fue un asunto clave. La cartografía producida en los siglos mencionados nos permite corroborar que esa fue una incógnita que perduró durante mucho tiempo.

Asimismo, de particular interés resulta el análisis del mapa de Tenochtitlan, conocido como anónimo de Nuremberg, que data de 1524, tan solo tres años después de la caída de la gran ciudad mexica, de la probable intervención de Durero en su factura, y a la vez nos brinda una excelente biografía del famoso grabador.

Encontramos en este libro también esclarecimientos y precisiones acerca de tópicos que formaron parte del imaginario durante mucho tiempo, de los que se desconocía información precisa: el origen del nombre de California, la creencia de que ésta era isla y no península, o sobre el mítico estrecho de Anián, o la cuestión acerca de cómo el Nuevo Mundo fue bautizado con el nombre de América.

Igualmente hay información que aclara otras cuestiones, como el primer registro que de Campeche hizo Nicolás de Cardona en los albores del siglo XVII, el mismo que tuvo el gran fracaso en las pesquerías de perlas en la costa de California.

En suma, es un libro lleno de erudición, que refleja el gran saber acumulado tras los muchos años que sus autores han dedicado a estos menesteres, las largas jornadas en archivos y variados repositorios para localizar los mapas, el tiempo invertido en su estudio y, otro aspecto muy importante, el cuidado que tuvieron para lograr tal calidad en la reproducción. Esto último hay que destacarlo, la edición de los materiales gráficos en este libro es insuperable, de una excelente nitidez, cosa bastante difícil en algunos por su antigüedad; y hay que resaltar también que aquí se reunió un abundante acervo disperso en muchos países.

Además, es una obra que no omite referir a los destinatarios de los mapas, ni su parte física: los soportes en los que fueron plasmados, sean folios de papel o papiro, telas o fibras vegetales, madera, etc., aclarando que los inicios de la cartografía, en tanto levantamiento geográfico capaz de que la experiencia del viaje se repitiese están marcados por la función y la utilidad.

Vale terminar con lo que en esta obra se asevera: Representar al mundo es ya una forma de domeñarlo. Descifrar las distancias entre distintos puntos identificables a través de indicadores numéricos formales: latitudes y longitudes, facilita la administración del espacio y la gestión del tiempo… Así, la geografía y su instrumento descriptivo, la cartografía, se erigirá en arsenal de la política, que desde finales del siglo XV y hasta mediados del siglo XX, con la Segunda Guerra Mundial, se dirimirá en los siete mares del planeta.

Cabe agregar que este excelente libro se sumó al festejo por las cuatro décadas de vida de la Universidad Autónoma Metropolitana.

Referencias

Schüler, C. J. Cartografía del mundo (Paris: Éditions Place des Victoires, 2010). [ Links ]

1 C. J. Schüler, Cartografía del mundo (Paris: Éditions Place des Victoires, 2010).

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