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Intersticios sociales

versión On-line ISSN 2007-4964

Intersticios sociales  no.14 Zapopan sep. 2017

 

Reseñas

Grupos domésticos y producción agropecuaria en el oriente michoacano

Adriana Sandoval Moreno1 

1UNAM Unidad Académica de Estudios Regionales de la Coordinación de Humanidades. SNI I. Correo electrónico: coraliaz@yahoo.com

Santiago Nabor, Eduardo. Cada casa es una fábrica. Grupos domésticos, producción agropecuaria y proyectos del Estado en un ejido del oriente michoacano. Michoacán: Universidad de la Ciénega del Estado de Michoacán de Ocampo, 2015.


Eduardo Santiago Nabor, al estampar el título de su libro Cada casa es una fábrica, aborda las siguientes preguntas generales: ¿cómo responden los grupos domésticos de contextos rurales a las políticas implementadas por el Estado?, ¿cómo se explican los cambios en la orientación productiva agropecuaria ante procesos como la migración y el mercado?, ¿cuál es el papel de las estrategias familiares para consolidar un proceso productivo local?

A partir del trabajo de investigación en un pequeño poblado rural, al oriente de Michoacán, llamado Campo Hermoso, en el municipio de Maravatío, Santiago Nabor muestra con la historia de tres grupos domésticos el proceso en la orientación productiva que distingue a la localidad: la producción de leche y queso. Particularmente, el libro responde a las cuestiones acerca de la fundación de Campo Hermoso: ¿qué elementos sociales, culturales y económicos permitieron la orientación productiva de la localidad? y ¿qué respuestas se formulan desde la organización social y material de la producción frente a las políticas de desarrollo?

El libro trata el análisis de los procesos complejos de cambio en localidades rurales a partir del periodo posrevolucionario. Dados los procesos de cambio en los espacios reconocidos como rurales latinoamericanos, el libro de Santiago Nabor aporta elementos para la reflexión sobre los conceptos: campesino y familia campesina.

El concepto campesino en la actualidad ¿sigue siendo pertinente?, ¿cómo se caracteriza hoy a la familia campesina?, ¿sigue siendo campesina? El libro permite comprender cómo han influido en las familias, con herencia campesina, la diversificación de fuentes de ingresos económicos, la pluriactividad y la migración.

Para Santiago la familia es asumida como “una red de lazos de parentesco entre personas que no necesariamente viven bajo un mismo techo o mantienen buenas relaciones” (p. 159). También trata el concepto de grupo doméstico, entendido como el “grupo de personas que viven bajo un mismo techo y comparten tareas para la manutención del mismo, aunque no es determinante que sean parientes” (p. 159). En los grupos domésticos de su estudio en Campo Hermoso, el trabajo familiar es clave para entender las estrategias implementadas entre los miembros de la casa para el aprendizaje, elaboración y comercialización del queso. Hay familias donde sólo se basan en el trabajo de padres, hijos, hijas y nueras, mientras que en otras se contrata mano de obra temporal, incluso de forma especializada por parte de las mujeres. Pero además, se suma al trabajo de la recolección de leche y elaboración de queso, las labores de siembra y cría de animales.

Por otra parte, la relación entre familia y economía campesina, en el libro se reflexiona sobre los aportes del economista Chayanov, en cuanto a la existencia de formas específicas de producción en el campo, con una importante base familiar (p. 147). Para Chayanov el trabajo en la familia campesina tiene como objeto la manutención de la misma y no está basado en el trabajo contratado que devenga un salario. En este sentido, es distinto a la lógica capitalista donde la fuerza de trabajo se vende. Recordemos que para Chayanov la fuerza de trabajo de la unidad de explotación doméstica campesina está determinada por la disponibilidad de sus miembros capacitados en la familia (1985: 47), pero “el volumen de la actividad de la familia [es decir de trabajo] depende totalmente del número de consumidores [para abastecer el sustento necesario] y de ninguna manera del número de trabajadores” (1985: 81). Es así que el volumen de trabajo llega a un “punto de natural equilibrio” cuando con el desgaste de fuerza de trabajo se asegura la medida de la satisfacción de necesidades, es el punto cuando la producción del trabajador se detendrá (1985: 85-94). Desde esta perspectiva, el trabajo en las familias campesinas no busca la acumulación, como en el capitalismo, sino la satisfacción de necesidades de los miembros.

Hoy a la luz de las transformaciones en las dinámicas rurales, incluyendo las familias y sus modos de sustento, frente a la economía de mercado en un mundo globalizado, resulta conveniente revisar los aportes de Chayanov en la relación entre familia-consumo-trabajo. Ya que en la actualidad pueden seguirse identificando modos de vida típicos campesinos (trabajo agrícola para autoconsumo, roles de género tradicionales, formas de ahorro familiar y de intercambio), entrelazados con mercados de trabajo no agrícola, dentro y fuera de las comunidades.

Desde otra perspectiva, para estudiosos de las tendencias rurales y el campesinado como Ernest Feder (1977), los campesinos o minifundistas, como los señala, son pequeños propietarios, arrendatarios u otros productores que trabajan en pequeñas parcelas y producen para la subsistencia familiar y para el mercado (p. 1140). Arguye que, debido al proceso de expansión capitalista en las agriculturas subdesarrolladas, se produce un proceso socioeconómico de polarización y pauperización rural, por lo que es evidente la destrucción del proletariado rural (pp. 1142 y 1446).

Mientras que en los casos estudiados por Santiago Nabor, el de familias productoras de queso en la comunidad rural de Campo Hermoso, permite tener un acercamiento actual a la organización interna para el trabajo de la unidad doméstica campesina y se observa la imbricación de mecanismos de mercado que influyen en las decisiones internas de la familia. Estas realidades complejas ¿qué significan para el mundo rural en transformación en Latinoamérica?

¿Qué lectura nos ofrece Santiago de estos procesos en su libro? Él nos muestra cómo en Campo Hermoso las familias han sabido extender su red de relaciones para comercializar el queso, más allá de la región. Cito: “…desde hace al menos seis décadas, un mercado más allá de su localidad: esto bajo un contexto de relaciones capitalistas estructuradas por el mismo desarrollo regional…” (p. 211). Sin embargo, los esquemas organizativos locales para la producción de queso y la comercialización, no encajan plenamente en la lógica económica capitalista neoliberal, debido a que “las formas sociales y materiales conformadas históricamente [en la localidad] son las que marcan las pautas y chocan con los elaborados para [las] empresas…” (p. 211).

En el texto presentado, las familias reproducen aquellos esquemas aprehendidos a lo largo de su historia, que les son funcionales, como son los arreglos entre individuos del grupo doméstico para trabajar en la casa, en la elaboración del queso, cumplir las tareas del hogar y del campo, pero también han integrado mecanismos de intercambio, dentro y fuera de la casa y de la comunidad, que les permite obtener beneficios económicos. En este sentido, no es la familia campesina tradicional, conocida hasta antes de la mitad del siglo veinte, sino que se ha adaptado, bien o mal, a contextos capitalistas para sobrevivir hasta hoy. Ante esto, se podrían explorar otras vetas de investigación frente a los procesos de cambio del campesinado: ¿siguen siendo familias campesinas?, y ¿cuál es la tendencia en contextos como el de México y el resto de Latinoamérica? Frente a estas preguntas, uno de los vacíos en el libro es el abordaje conceptual y metodológico sobre el campesino: ¿qué es lo que hoy caracterizaría al campesino? y ¿cuál es la diferencia, más allá de lo semántico, en el uso de conceptos como “campesino”, “agricultor” y “productor agrícola”? El trabajo se hubiese completado al profundizar en la reflexión desde la autodeterminación en Campo Hermoso como familias campesinas, frente a posturas contrapuestas de la política pública mexicana actual y de globalización en las dinámicas agropecuarias locales.

El autor maneja la tesis sobre el grupo doméstico afirmando que las decisiones individuales y colectivas en contextos especiales, o dentro de situaciones de crisis, afectan otros ámbitos de la vida social y material de la gente que vive en el campo, generan diferencias de género y generacionales (p. 154). En concordancia, a partir de las genealogías, analiza las características que guardan la mayoría de los grupos domésticos en la localidad, destacando las relaciones internas y externas en tiempo y espacio que significaron la orientación productiva.

El análisis diacrónico de los individuos de cada familia, que realiza Santiago Nabor, mostró una constante, si no en cada individuo, sí en cada familia estudiada de la pequeña localidad: la experiencia de la migración. En el estudio se muestra cómo la migración afectó al grupo doméstico. La estrategia de la migración tuvo resultados contrastantes en las familias: por un lado, quienes se fueron a trabajar a Estados Unidos de Norte América fueron un medio de capitalización a las actividades productivas locales. El envío de remesas para la adquisición de maquinaria, tierras e insumos para la producción fue un motor hacia la consolidación de la actividad quesera familiar, al retorno del migrante; mientras que para otras familias los hijos migrantes significaron la salida de la mano de obra, lo cual imprimió una baja en la producción de queso y límites en la comercialización. En ambos casos la migración promovió cambios en la dinámica productiva familiar. Frente a estos casos, en el México rural donde la migración es una tradición generacional, los resultados observados en las familias de Campo Hermoso también aplican a un gran número de localidades.

Ampliar la mirada analítica a la participación de las mujeres, en cuanto al papel de sus viejos y nuevos roles en el hogar, el trabajo y la comunidad, es un acierto en el libro y da la pauta para explorar y profundar en otros estudios sobre la economía campesina y las mujeres. El estudio destaca cómo las mujeres, en situaciones diversas, no sólo trabajan, generan ingresos, sino además han promovido cambios en las estrategias familiares para su subsistencia y reproducción material, así como en las relaciones familiares y comunitarias. El autor observó que la orientación productiva en la elaboración del queso estuvo puesta sobre la mujer en las unidades domésticas, ya sea en su posición como hija o como esposa o suegra. Primero, una etapa como aprendiz en la técnica en cuajar la leche y hacer el queso en su casa materna o aprender de su suegra, incluso de su patrona donde laboraba en los quehaceres domésticos. Luego, estas capacidades le permitieron independizarse de ese primer lazo y elaborar el queso en su propio núcleo familiar; mujeres que incluso son reconocidas, no sólo localmente sino en la región, como queseras de prestigio a partir del aumento en la venta del queso. Mientras que los hombres, esposos o hijos, están más involucrados en el cultivo de la tierra y en la comercialización del queso, así como en la migración.

Un hallazgo para el análisis posterior, no atendido en el libro, refiere al proceso de especialización productiva y los aprendizajes a partir de las relaciones familiares e intrafamiliares. Cuestiones pertinentes como: ¿qué es lo que limita o facilita el aprendizaje de oficios para el autoempleo en contextos precarios?, ¿qué papel juegan las relaciones de parentesco y de amistad en el saber hacer?, ¿por qué los aprendizajes significativos generados en las relaciones de confianza tienen mejores resultados que los promovidos a partir de la política pública? Respuestas que se pueden buscar en una investigación posterior. No obstante, en el libro se puede vislumbrar cómo las competencias adquiridas en la elaboración y comercialización del queso, principalmente en las mujeres, les dotan de capacidad para independizarse en el oficio y hacer su propio negocio, por tanto, generar ingresos económicos que puede emplear con cierta autonomía en el grupo doméstico.

Una característica de los grupos domésticos estudiados es la crianza de animales de corral en el traspatio. Tales como gallinas, pavos, patos, chivos, borregos y cerdos, son criados para el sustento familiar. Todo ello forma parte de lo que se puede identificar en el México rural, no por ello se soslaya la influencia o incluso la determinación de procesos globales en la economía local.

Cuestiones como el prestigio social y las redes de confianza entre individuos y grupos familiares en contextos comunitarios son significativos para la facilitación de acciones de relevancia individual y familiar donde se involucra a la comunidad. Estos son de tal preeminencia que una perspectiva negativa de un individuo y de una familia en la comunidad puede implicar amplios costos para obtener información trascendental para aprender el oficio, para comercializar el producto, incluso para ser beneficiario de un programa gubernamental. Las redes de confianza son garantes de los intercambios en distintos tiempos y personas, especialmente valiosos cuando se pasa por tiempos de crisis o cambios drásticos como es la condición de un nuevo matrimonio que no cuenta con suficientes recursos materiales para su subsistencia en forma independiente, como bien lo relata Santiago en el apartado: Cada casa es una fábrica. Grupo doméstico y proceso productivo. Contrario a los efectos de la confianza y las relaciones de reciprocidad, las enemistades y el conflicto también juegan un papel determinante en ciertos momentos de la orientación productiva y su especialización para las familias.

Un asunto que llama la atención de la especialización productiva en Campo Hermoso refiere a las raquíticas respuestas institucionales locales para sostener iniciativas colectivas fomentadas desde el Estado. Por ejemplo, en el libro trata el fracaso de una iniciativa gubernamental a partir de la Secretaría de Fomento Rural para instalarse en 1987 una cooperativa ejidal de acopio de leche y elaboración de productos lácteos como el queso (p. 136). Proyecto fracasado, como muchos otros en México, por las siguientes razones: la principal mano de obra en la elaboración del queso eran las mujeres, pero en el área administrativa era poca su participación, ya que al ser ejidal, eran los hombres quienes tomaron esas tareas; otro aspecto del fracaso fue que las reglas del juego cambiaron, trastocando los acuerdos no formales hacia los lecheros, por parte de la cooperativa, diferentes a los que se habían establecido previamente con las queseras; también había debilidades en la comercialización, finalmente el centro de acopio cerró sus puertas a principios de los noventa y las familias continuaron con sus formas previas de elaboración y comercialización del queso. Esta experiencia hizo evidente, al menos en este caso, que los mecanismos institucionales locales conformados a lo largo del tiempo en la organización familiar son más fuertes para sostenerse que los impuestos desde afuera.

El análisis de la organización de los grupos domésticos, el papel de los programas de gobierno y su efecto en la orientación productiva de la comunidad rural de estudio, se trata en el capítulo sobre “Las políticas estatales y los proyectos de desarrollo rural y productivo”. Al final, el autor destaca que las propuestas de desarrollo del Estado constantemente hacen la réplica de ciertos errores generados en el mismo seno de la propuesta general de los gobiernos. Por ello, recomienda que “en las políticas sobre el campesinado debe integrarse una visión más clara del grupo doméstico y la familia, que vaya más allá de considerar la unidad de producción para el consumo” (p. 216).

El libro de Eduardo Santiago Nabor Cada casa es una fábrica alude al carácter familiar en su organización social y material de una pequeña localidad del oriente michoacano pero que bien podría observarse en otros espacios de Latinoamérica. A través de sus cuatro capítulos integra una visión etnográfica del ejido Campo Hermoso mediante la construcción histórica de su orientación productiva hacia la venta de leche y elaboración de queso en sus redes locales y regionales, así como las respuestas ante las políticas estatales y los proyectos de desarrollo rural.

Referencias

Alexander Chayanov, La organización de la unidad económica campesina (Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 1985), 47, 81, 85-84, 147. [ Links ]

Ernest Feder, “Campesinistas y descampesinistas: tres enfoques divergentes (no incompatibles) sobre la destrucción del campesinado”, Comercio Exterior 27:12 (diciembre 1977): 1439-1446. [ Links ]

Adriana Sandoval Moreno. Doctora en Ciencias Sociales por El Colegio Mexiquense, A.C.

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