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Intersticios sociales

versão On-line ISSN 2007-4964

Intersticios sociales  no.12 Zapopan Set. 2016

 

Reflexión teórica

Rebeldes con causa: nuevos arquitectos para reconectar con la sociedad

José Manuel Prieto González* 

Daniel Torrego Gómez** 

* Facultad de Arquitectura, UANL. Profesor-investigador de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL). Coordinador del cuerpo académico 3x4 Arquitectura. Sus líneas de investigación se relacionan con cuestiones de teoría, historia y crítica de la arquitectura, la ciudad, el arte y la cultura. jmpg71@hotmail.com

** Facultad de Arquitectura, UANL. Máster arquitecto por la Universidad Politécnica de Madrid. Estudiante de doctorado en cotutela entre la Facultad de Arquitectura de la UANL y la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona de la Universidad Politécnica de Cataluña. Sus líneas de investigación se centran en las implicaciones políticas en la arquitectura, las prácticas espaciales críticas, la exclusión social y el activismo arquitectónico. daniel.torrego@gmail.com


Resumen:

En el presente artículo se pretende arrojar algo de luz hacia nuevos enfoques que, en el marco de reinvención y reestructuración que está asumiendo la disciplina arquitectónica, pueden resultar especialmente útiles a la hora de afrontar los grandes problemas urbanos que, de manera generalizada, afectan a las ciudades de América Latina en materia de inclusión social. Planteamos la posibilidad de configurar un cuerpo público de arquitectos que, disidiendo de la figura obsoleta del "arquitecto estrella", busque reconectar con la sociedad y se encargue de atender a los más necesitados y afectados por condiciones espaciales y materiales desfavorables. Creemos que es necesario proponer metodologías de acción desde el diseño, y así configurar una nueva "caja de herramientas" para el arquitecto activista, proactivo y sensibilizado con las marginalidades que el actual modelo urbano genera. Operar sobre el ecosistema social requiere, en primer lugar, cuestionar la formación y capacidades del arquitecto contemporáneo. La ciudad, en esencia heterogénea, múltiple, diversa, global, presenta retos para una profesión que ahora más que nunca debe ser capaz de incorporar una mayor transversalidad.

Palabras clave: arquitectura rebelde; arquitecto público-social; México; ciudad informal; conflictividad

Abstract:

This essay sheds light on new approaches that, in the framework of the re-invention and re-structuring that the discipline of architecture is undergoing, may turn out to be especially useful in confronting the serious urban problems that affect cities throughout Latin America today in relation to the issue of social inclusion. It posits the possibility of configuring a public body of architects that, dissenting from the obsolete figure of the "star architect", seek to reconnect with society to attend to the most needy and those most seriously affected by unfavorable spatial and material conditions. We believe it is necessary to propose methodologies for action from design up, and to configure a new "toolbox" for activist, pro-active architects sensitized to the marginalities generated by existing urban models. Operating in the social ecosystem first demands questioning the training and capacities of contemporary architects. The city, in essence heterogeneous, multiple, diverse and global, presents challenges to a profession that today, more than ever, must achieve the ability to incorporate greater transversality.

Keywords: architectural rebels; public-social architect; Mexico; informal city; conflictiveness

Introducción: indisciplinados

La relación del arquitecto con la sociedad es un asunto que ha entrado progresivamente en debate en las universidades y en los colegios profesionales de arquitectura. El crecimiento de las ciudades y las problemáticas derivadas -la no planeación, el gasto energético, la obtención de recursos, la cuestión de la periferia, la movilidad- son cuestiones que han ido ganando relevancia en los debates públicos, con ciudadanías cada vez más conscientes y afectadas por la buena o mala praxis de un cuerpo de profesionales que veía cómo se desvanecía su burbuja de aislamiento de los problemas de la sociedad. La participación del arquitecto en la definición material de las ciudades, animada tradicionalmente por su cercanía a los circuitos de poder económico y político, ha hecho perder credibilidad a las retóricas disciplinares de asepsia tecnificada y no implicación en las luchas sociales. El arquitecto, por objeción o por compromiso, siempre juega un papel en la distribución de poder y en última instancia de violencia en los territorios donde opera. Bernard Tschumi fue de los primeros arquitectos contemporáneos en entender la condición violenta de la arquitectura, por la capacidad que tiene de "proyectar en el suelo las imágenes de las instituciones sociales, trasladando la economía o las estructuras políticas de la sociedad a edificios construidos".1 La expresión del arquitecto como mero técnico queda en entredicho cuando se mira la arquitectura con la lupa de lo político, entendiendo que una construcción material siempre prioriza unas decisiones sobre otras y favorece unas situaciones o usuarios sobre otros. La proliferación en las ciudades mexicanas de suburbios de grandes territorios cerrados con muros y monitoreados2 es un claro ejemplo de la manera en que la arquitectura se impone y potencia una hegemonía -los que pueden entrar- y una marginalidad -los que no-. Ante esta situación, para reclamar un nuevo arquitecto que pueda reconectar con la sociedad diseñando lugares inclusivos, se hace necesario reconocer primero una hegemonía dentro de la propia profesión: la que ensalza al arquitecto icónico, formal, de imagen. Ir en contra de este tipo de profesional significa ser minoría, rebelarse ante una determinada formación y buscar alternativas. Todavía son pocas las voces que reclaman atención a esta relación de la arquitectura con el poder.3 Para quienes sí se han pronunciado, rebelarse contra el discurso hegemónico significa querer dar visibilidad a los entramados políticos de los que forma parte la arquitectura, para así problematizarla y reconocer sus agendas ocultas.4

Dentro de este panorama controversial surgen planteamientos que incorporan formas de entender el espacio urbano de manera más democrática y participada. La gestión urbana ya no debe depender, según los "urbanismos emergentes",5 de la figura de un experto o de la administración pública, sino de los propios ciudadanos. Es a la acción directa y la colectivización del problema urbano a lo que apuntan diversos grupos de arquitectos activistas y asociaciones civiles, al entender que ante las urgencias se debe actuar desde abajo ocupando, reutilizando y reconfigurando el espacio urbano de nuestras ciudades. Los territorios de pobreza extrema, por ser el más flagrante ejemplo de fallo en el sistema de gestión urbana, son para diversos colectivos latinoamericanos el espacio donde ser rebelde está más justificado, y desobedecer, tanto a los planteamientos hegemónicos disciplinares como a las instancias legales, tiene más sentido. Pero no todas las formas de proceder son la misma, y en ocasiones el activismo reivindicativo puede quedar en cuestión si lo que hace no desafía al poder hegemónico sino que, por el contrario, lo libera de ciertas responsabilidades.

La cuestión, por tanto, radica en cómo llevar la rebeldía y el contacto con la calle hacia un modelo real de gestión o al menos hacia una formación de profesionales específicamente orientada a tal causa. Cuando nos preguntamos cómo institucionalizar las prácticas urbanísticas emergentes, partimos de la hipótesis de que en un futuro pueda llegar a existir en México -y en otros países latinoamericanos- un cuerpo de arquitectos del Instituto Mexicano del Seguro Social. No nos referimos a profesionales que atiendan las necesidades arquitectónicas de esa institución de salud, sino a un colectivo público de arquitectos que pudiera depender de ella, al entender que la arquitectura tiene que ver también con temas de salud pública. La idea sería que esos profesionales pudieran dispensar atención gratuita a quienes, en virtud de sus limitaciones económicas, nunca han podido contar con los servicios de un arquitecto particular, sobre todo en términos de vivienda. Con ello expresamos, por tanto, una propuesta, una posibilidad, una aspiración y un deseo determinado por las urgencias arquitectónicas y urbanísticas de los sectores más vulnerables de la sociedad mexicana actual. En efecto, la vivienda y el hábitat urbano son también asuntos de salud pública, otra forma de propiciar una vida sana y saludable tanto en términos físicos como psicológico-emocionales, y la cuestión de la urgencia sería tan aplicable a lo urbano como lo es a las cuestiones de la salud. No deja de ser significativo a este respecto que en países como Noruega los arquitectos sean percibidos como "un cruce entre un médico y un artista".6 Entonces, ¿sería factible en México contar con un cuerpo público de arquitectos? ¿Es utópico plantear algo así en un país que ya tiene tantas urgencias sociales? Creemos que nuestra propuesta es viable, incluso económicamente; todo depende de que exista voluntad política para poder concretarla.

Lo que aquí se plantea puede verse también como alternativa al mal funcionamiento de instituciones como el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), al que se acusa a menudo de usura, de perder el rumbo y la visión social original y de convertirse en una mera institución financiera con fines de lucro. Asimismo, nuestra propuesta, por medio de su enfoque cívico-social, aspira a galvanizar el prestigio social que la profesión de arquitecto ha ido perdiendo desde hace décadas, sobre todo cuando muchos profesionales buscan más la satisfacción de egos e intereses personales -éxito, fama, dinero- que el cumplimiento de las necesidades y demandas de los ciudadanos-usuarios. La consecución de este tipo de profesional implicaría cambios en la enseñanza de la arquitectura, que tendría que amoldarse a las exigencias de una verdadera especialidad dentro de la carrera. Si bien es cierto que algunas universidades mexicanas cuentan con programas de estudios que incluyen actividades para que los estudiantes de arquitectura conozcan las problemáticas sociales de sus respectivas ciudades, recurriendo a talleres verticales en los que trabajan de manera conjunta profesores, alumnos y comunidades, lo cierto es que los avances que aquí se proponen requieren cambios de mayor calado. Más adelante se especifican una serie de planteamientos teóricos que pueden apuntalar una nueva figura de arquitecto, armándolo de herramientas más precisas para la gestión de los conflictos urbanos en cuestión de reconocimiento de la diversidad e inclusión de lo diferente.

La propuesta se inscribe, finalmente, en el marco de un planteamiento emergente que aspira a redefinir los objetivos de la arquitectura latinoamericana -llega a hablarse de una nueva arquitectura latinoamericana- y es defendido, entre otros autores, por Justin McGuirk.7 Se trata de una nueva manera de entender la arquitectura y la ciudad, que apuesta por un arquitecto activista o proactivo, atento a los problemas sociales y a las necesidades de los sectores vulnerables. Ello implica, por lo demás, un cuestionamiento radical de la idea de arquitectura como espectáculo, entendido éste en relación no sólo con estrategias gubernamentales favorecedoras de macroproyectos arquitectónicos y urbanísticos espectaculares -icónicos-, a través de los cuales las autoridades buscan un posicionamiento relevante en el mapa global de ciudades, sino también con políticas públicas que, por acción u omisión, han espoleado otro tipo de espectáculo -en la medida en que causa igualmente asombro- mucho más indigno y perverso, negativo si se prefiere; nos referimos al espectáculo de la pobreza, la miseria, la desigualdad, la violencia y la muerte. Nuestra propuesta podría ayudar a combatir los poco o nada edificantes espectáculos que se asocian a veces a barrios pobres y a macrocomplejos de vivienda social masiva y clónica, y en ese sentido contribuiría también a contrarrestar el discurso del miedo al otro y la inseguridad, y a paliar situaciones de marginalidad y exclusión social. Porque, como ha dicho el expresidente de Uruguay, José Mujica, "nosotros [los que vivimos relativamente bien] vamos a vivir mucho mejor si los que viven mal mejoran".8 El problema que aquí se plantea puede entenderse, por tanto, a través de dos variables: el arquitecto social y un nuevo tipo de arquitectura. Por lo demás, en esta misma línea social participan otros estudiosos como el arquitecto y urbanista colombiano Gustavo Adolfo Restrepo Lalinde y la geógrafa española Carme Miralles-Guasch.9

Desigualdad y política pública

Una democracia real o efectiva es incompatible con los índices de desigualdad social que soporta hoy México; el país acusa, en ese sentido, un cierto déficit democrático. En México y en Suiza las urgencias sociales en relación con la arquitectura y los arquitectos no pueden ser las mismas, y tampoco la formación de los profesionales. Olvidamos a menudo que México, nación que se cuenta entre las quince mayores economías del mundo, tiene más de 53 000 000 de pobres.10 Además, a pesar de los supuestos esfuerzos que se vienen haciendo desde hace décadas para combatir la desigualdad, ésta no sólo no disminuye sino que aumenta. Algunos datos son muy reveladores: 10% de los mexicanos más ricos concentra 64.4% de toda la riqueza nacional, y el número de millonarios creció 32% entre 2007 y 2012.11 No es casualidad que este fenómeno de la desigualdad extrema se dé en paralelo con una marcada concentración del poder económico y político, o lo que es peor, con una "captura política por parte de la élite económica".12 En democracia, el poder económico carece -a diferencia del político- de la legitimidad de las urnas. La excesiva e indebida influencia del poder económico y privado en la política pública termina interfiriendo en el ejercicio de los derechos ciudadanos,13 incluido el derecho a la vivienda como parte del derecho a la ciudad. Una de las principales causas de la desigualdad está relacionada con la política fiscal, que en México favorece a los más privilegiados al no ser progresiva ni tener en la práctica efectos redistributivos. Dicha política tiende a gravar más el consumo que el ingreso personal o empresarial, de tal manera que los hogares relativamente pobres pueden acabar pagando en forma de impuestos, a pesar de las exenciones en algunos productos, más que los hogares ricos, dado que aquellos suelen gastar un porcentaje más alto de su ingreso.14

Lo anterior sugiere que México -y en general toda la región latinoamericana- es un país muy necesitado de compromiso social y de arquitectos proactivos porque el contexto descrito es el mejor caldo de cultivo para el surgimiento de situaciones de segregación socioespacial, marginación, exclusión y, en última instancia, violencia y crimen. La desigualdad repercute directamente en las ciudades, dado que las condiciones de riqueza y pobreza están relacionadas con capital espacial, de suerte que las injusticias sociales se expresan a menudo en forma de injusticias espaciales.15 La cuestión urbana ha sido ampliamente debatida por teóricos de distintos ámbitos de conocimiento -sociólogos, políticos, urbanistas-, y el planteamiento de partida difiere mucho de unos a otros.16 De hecho, bajo la premisa o hipótesis de que el urbanismo tiene mucha responsabilidad en el empeoramiento de la desigualdad,17 se ha visto ésta no sólo como causa sino también como consecuencia. La cuestión de la desigualdad social y su representación espacial es para nosotros el punto que debe centrar los debates sobre la nueva figura del arquitecto.

La desigualdad se manifiesta en toda su crudeza en las periferias urbanas, en los márgenes, cuya defensa podría abordarse desde el "elogio del afuera" que entona Manuel Delgado. Según este autor, estar afuera ha implicado tradicionalmente estar fuera de lugar, fuera de sí, de tal forma que lo exterior aparecía gravemente devaluado. El descrédito de lo externo da por sentado que fuera todo es banal y que allí nos aguardan todo tipo de peligros físicos y morales. Entrar -léase en nuestro caso a la ciudad formal-, por el contrario, supone ponerse a salvo de un universo exterior percibido como inhumano, atroz y moralmente desorientado. La casa, metáfora para nosotros de la ciudad formal, simboliza el adentro, el territorio de lo seguro y lo verdadero, de las certidumbres, y lo que uno encuentra fuera de ella "no es exactamente vida". Desde dentro, el afuera se percibe con pavor ante la heterogeneidad del ser. Sería preciso, sin embargo, vencer esa "ruptura terrible", esa falsa incompatibilidad entre el yo y el otro, porque el exterior "siempre estuvo y está lleno: lleno de mundo".18 La desigualdad supone así un estímulo para la mixofobia. Frente al rotundo alegato de Jane Jacobs en pro de la diversidad urbana en todas sus formas,19 esta modernidad líquida en la que vivimos anhela lo homogéneo, lo común, lo familiar, lo conocido, lo normal, lo uno, porque la diferencia, lo plural, lo múltiple, lo distinto, lo caótico y lo confuso -la variedad cultural del entorno urbano- no produce sino miedo y rechazo.20 La búsqueda de lo igual y lo homogéneo constituye una actitud mixofóbica susceptible de ser entendida en cierta medida como una nueva forma de xenofobia.

Si asumimos -como creemos que debe hacerse- que es posible reducir la pobreza y que, a partir de ahí, es factible también combatir el problema de la desigualdad, las soluciones pasan por admitir que, en términos de política social, las cosas no se han hecho bien, y que por tanto es necesario un cambio de enfoque orientado, como bien señala Esquivel, a la creación de un "auténtico Estado social". Es decir, a la sustitución del Estado dador o asistencialista que conocemos hoy, identificado con un Estado del bienestar obsoleto, por otro que conciba el acceso a los servicios básicos como un derecho que tenemos los ciudadanos por el mero hecho de serlo.21 Hablamos de derechos como los relativos a la alimentación, educación, salud y vivienda, que no en vano definen parcelas de gobierno muy sensibles de cara a la sociedad. Ese nuevo o renovado Estado social debería conllevar políticas públicas ad hoc, que en el caso de la vivienda podrían verse reforzadas con la creación de la figura del arquitecto público-social que proponemos. El papel de éste no consistiría en diseñar casas o departamentos genéricos que luego el Estado entregue a los pobres, sino más bien en asesorar, colaborar y ayudar técnicamente a las familias que soliciten sus servicios, ya sea para construir de nueva planta o realizar modificaciones -ampliaciones, mejoras, etc.- en construcciones preexistentes, es decir, partiendo de necesidades específicas y particulares, de problemas concretos. En condiciones normales, la participación de los futuros usuarios en las obras sería indispensable, sobre todo porque absorbería los costes de mano de obra.

Para revertir la desigualdad es clave la educación, y para contar con buena educación pública es preciso desarrollar cuadros de buenos profesores e incrementar los sueldos, todo lo cual implica gasto que también detraen en cantidades notables el ámbito de la salud y sus profesionales. Un cuerpo público de arquitectos supondría otra carga para las arcas públicas. ¿Es asumible? Creemos que sí, entre otras cosas porque, numéricamente al menos, las necesidades que se presentarían en el caso de los arquitectos no serían las mismas que para los médicos, pues estos tienen en cada individuo un potencial paciente, mientras que los arquitectos atenderían principalmente requerimientos de unidades familiares y eventualmente vecinales, barriales o de colonias -adecuación del espacio público-. Al ser sus servicios de otra índole, los arquitectos públicos serían un cuerpo profesional bastante más reducido que el de los médicos. Además, reformando la política fiscal como corresponde y ejerciendo los recursos disponibles con racionalidad y responsabilidad, sería posible generar ingresos extra para este fin.

Dadas las condiciones de partida, creemos que nuestra propuesta es pertinente. Otra cosa son las resistencias que dicha propuesta pueda suscitar en diversos sectores políticos, económicos y sociales. Lo que parece claro, como conclusión previa, es que hoy la profesión de arquitecto ya no puede ser lo que fue antaño porque el medio en que se desenvuelve ha cambiado mucho. Su viabilidad futura o su supervivencia -en términos de prestigio social- dependerán precisamente de su capacidad para reencontrarse con los ciudadanos, especialmente los más vulnerables. Los nuevos retos y desafíos de la sociedad actual son los que imponen ese cambio. En un marco de crisis sistémica y cambio de época como el que vivimos, la reinvención de una profesión con tanta proyección social como la del arquitecto deja de ser una opción para convertirse en una necesidad, a fin de poder adaptarnos. Está en juego nuestra capacidad de evolucionar como sociedad. No debe extrañar que profesiones de éxito pasado se vean superadas hoy por nuevas propuestas o enfoques más eficientes y de mayor calidad que las destruyen. Vencer el miedo al cambio implica romper inercias, salir de nuestra zona de confort, cuestionar un sistema de creencias que dábamos por inamovible, dialogar en lugar de imponer. Una propuesta como la que hacemos aquí constituye en este sentido una invitación a hacer un alto en el camino y reflexionar acerca del rumbo que ha venido tomando la profesión en las últimas décadas. Promueve cualquier cosa menos permanecer indiferentes o inmóviles ante lo que ocurre a nuestro alrededor.

Una de las grandes virtudes de este nuevo arquitecto sería que por medio de su trabajo contribuiría decisivamente a dar visibilidad a lo que tradicionalmente ha estado oculto, es decir, todo ese mundo de los márgenes y las periferias urbanas empobrecidas. Es gratificante comprobar que otras profesiones también están involucradas en esa tarea y la reivindican con empeño como parte de un compromiso social ineludible. Así ocurre con la literatura, ámbito en el que muchos autores y lectores se erigen en motor de cambio social. El escritor Emiliano Monge, quien describe en su última novela Las tierras arrasadas (2015) el drama de la migración en México y la violencia que conlleva, asegura que los libros deben servir para "hacer visible lo invisible". Acerca de si México con Centroamérica replica el modelo de Estados Unidos con la migración mexicana, responde lo siguiente:

Completamente. Que un oaxaqueño, jalisciense o defeño vea llegar a un guatemalteco, que es igual que él, y se despierte un sentimiento racista, va mucho más allá. Habla también de la sociedad. Se ha discutido si México es un Estado fallido, y lo que es, antes que nada, es una sociedad fallida que no sabe reconocer al otro. No sé si mi novela va a hacer algo ante eso, pero sí quería que fuera un vehículo para mostrar eso que estaba oculto. La literatura puede tener mil objetivos, yo creo que a veces hay que usarla para hacer visible lo invisible o para sacar a la luz las cosas que están escondidas, lo que la sociedad o el gobierno no queremos ver.22

Derechos ciudadanos "renovados"

En función del momento histórico que vivimos, los derechos ciudadanos incluidos en el marco jurídico-político de muchos países se han quedado cortos; éstos necesitan evolucionar del mismo modo que lo ha hecho el concepto de derecho a la ciudad, que ha ido adquiriendo con el tiempo nuevos sentidos y significados, más allá de la idea de espacio público. Jordi Borja ha propuesto unos derechos ciudadanos renovados que quedan integrados precisamente por medio del concepto de derecho a la ciudad, el cual permite a su vez evaluar el grado de democracia existente en una sociedad. La legitimidad democrática de un país ya no puede depender únicamente de la celebración de elecciones libres, sino que debe basarse también en la implementación de políticas que desarrollen y hagan posible los derechos de los ciudadanos; en este sentido, son las formas físicas y políticas que toma el desarrollo urbano las que condicionan el derecho a la ciudad. Del mismo modo, las políticas públicas sólo serán legítimas si hacen efectivos esos derechos o progresan en esa dirección mediante acciones que contribuyan, por ejemplo, a reducir la desigualdad social.23 Uno de los principales problemas a este respecto es la extensión de esos derechos en la ciudad que no se da de manera homogénea o uniforme en todas las áreas urbanas; la ausencia o limitación de algunos de estos derechos suele ser característica de las periferias marginales, que es precisamente donde más se multiplican las desigualdades. El reto consistiría, por tanto, en lograr que todos esos derechos puedan disfrutarse a plenitud en cualquier punto de la ciudad.

El catálogo de derechos que propone Borja es amplio: desde el derecho a la vivienda y al lugar hasta el derecho al espacio público y a la monumentalidad, pasando por el derecho a la belleza, a la movilidad, a la accesibilidad, a la centralidad, a la transformación de la ciudad marginal o ilegal en ciudad de ciudadanía, al gobierno metropolitano o plurimunicipal, al acceso y uso de las tecnologías de información y comunicación, a la justicia social, a la seguridad, a la calidad del medio ambiente, entre otros. Uno de los más llamativos, susceptible de ser ejercido en las periferias empobrecidas de muchas ciudades mexicanas -donde proliferan los asentamientos irregulares-, es el derecho a la ilegalidad, mediante el cual se insta a colectivos sociales e instituciones locales a asumir el coste de promover iniciativas ilegales o alegales para convertir una demanda no reconocida en un derecho legal, es decir, demandas que podrían considerarse legítimas aunque no sean legales.24 Ahí entraría el aprovechamiento de terreno público inutilizado como lugar de asentamiento de migrantes o personas sin recursos recién llegadas a la ciudad.

El derecho a la vivienda es el que más nos interesa aquí. No obstante, el pleno ejercicio de este derecho no puede limitarse al objeto físico de la casa o el departamento; es necesario poner en relación el derecho a la vivienda con el derecho a la ciudad por medio de la adecuada integración de la vivienda en el tejido urbano, es decir, vinculando ésta con otros derechos complementarios -claves también en la definición de ciudadanía- como poder moverse por la ciudad con facilidad, sin necesidad de contar con vehículo propio; la cercanía a lugares con valor de centralidad; la igualdad en las condiciones de acceso a las centralidades; la calidad del espacio público; e incluso el derecho a una proporcionalidad justa en la cantidad de ingreso familiar destinado a costear la vivienda, que no debería superar el 10% mensual.25

Hubo un tiempo, en el marco de la utopía del movimiento moderno, en que muchos gobiernos se dedicaron a construir viviendas sociales o económicas en clave de responsabilidad paternalista de servicio a los ciudadanos. Pero a partir de un determinado momento, que algunos podrían relacionar simbólicamente con la espectacular demolición en 1972 de varios bloques del conjunto habitacional Pruitt-Igoe (1952-1955) en San Luis, Misuri, misma que sirvió a Charles Jencks para decretar eufóricamente la muerte de la arquitectura moderna,26 esas construcciones pasaron a verse como algo infame, digno de descrédito y lleno de "pecados" de fealdad, uniformidad, repetición, masificación, delincuencia, conflicto social, etc. Desde entonces los gobiernos dejaron de construir viviendas sociales, permitiendo que fuera el sector privado el que cubriera ese hueco. Aunado a ello, las políticas neoliberales terminaron incrementando la desigualdad en las ciudades y empujando a los pobres a las periferias, dando así carta de naturaleza a la lógica de la ciudad informal y polarizada. En ese fracaso ha llegado a verse el "fin del reinado del arquitecto como la fuerza más poderosa en la construcción de las ciudades", porque con el final de las viviendas sociales como prioridad gubernamental, los arquitectos "perdieron su función social" y dejaron de involucrarse en el problema de cómo incorporar grandes masas de pobres a la ciudad.27 ¿Qué pasa entonces cuando, de acuerdo con esas políticas neoliberales, se deja el problema de la vivienda en manos de la economía de libre mercado? ¿Qué ocurre cuando la vivienda, de entenderse básicamente como servicio al ciudadano, pasa a ser un negocio en sí misma? ¿Qué implicaciones tiene la transformación del hecho de habitar en un uso subordinado a la rentabilidad y la especulación, o la promoción de vivienda pensada no para ser habitada sino para ser rentable? Indefectiblemente, todo ello tendrá consecuencias en términos de precariedad social. Conviene recordar en este sentido que las hipotecas fueron las causantes de la última gran crisis inmobiliaria en varios países, que acabó enriqueciendo a los grandes fondos de inversión al permitirles volver a comprar barato.28

En ese contexto debe entenderse también la crisis de instituciones mexicanas de vivienda como el Infonavit. De ser un organismo creado con fines de utilidad pública y social, que debía facilitar la compra de vivienda a los trabajadores mediante créditos fáciles, ha llegado a derivar -entre acusaciones de usura, ánimo de lucro, mercantilismo, etc.- en una institución que ya no representa necesariamente una alternativa viable de crédito para muchos trabajadores por sus altas tasas de interés. Si a ello se añaden episodios bochornosos como el de la venta -en 2006- de créditos de naturaleza social a empresas privadas, para maximizar la recuperación de lo que se llamó "cartera vencida reservada", es fácil colegir la degeneración de este organismo con respecto de su finalidad primigenia.29 Resulta obligado, por tanto, que los políticos se dediquen a legislar a favor de los ciudadanos y en contra de la hiperespeculación.

Por unos motivos u otros, son repetidas las ocasiones en que tratar de solucionar la cuestión del aumento poblacional de la ciudad -generalmente de personas de bajos recursos, inmigrantes en busca de oportunidades de empleo- con grandes desarrollos inmobiliarios en las periferias ha fracasado.30 Es necesario señalar lo limitado de este planteamiento y el "ocultismo" que conlleva expulsar a los más necesitados a los márgenes de nuestras ciudades.

Parece oportuna, por consiguiente, la implementación de políticas públicas que permitan el correcto ejercicio de los derechos ciudadanos en aquellas áreas urbanas en las que tradicionalmente no han podido disfrutarse. En ese sentido, consideramos que la creación de un cuerpo público de arquitectos podría contribuir decisivamente a tal fin, tanto por el perfil marcadamente social que presentarían sus miembros, como por el cometido que tendrían estos profesionistas, centrado en temas de vivienda, equipamientos colectivos -centros de comunidad, escuelas, módulos de salud, etc.- y espacio público comunitario. Este nuevo perfil de arquitecto, proactivo y socialmente comprometido, está emergiendo en diversas partes del mundo bajo el común anhelo de ofrecer un servicio arquitectónico de calidad a los más necesitados; ello obliga a hablarles de lo que pueden comprender, a descender a su nivel y a rechazar tanto la caridad como la imposición, porque nada de eso soluciona la vida de las comunidades pobres. Consciente de que la arquitectura se ha asociado tradicionalmente con el poder, no con los desfavorecidos, este profesionista emergente no tiene dudas respecto del estatuto de la vivienda como derecho fundamental: así lo entiende, por ejemplo, el arquitecto africano Francis Kéré, quien defiende con firmeza el "derecho de tener una casa, de poder construirla, de poder dormir bajo techo y comenzar una vida".31 El nuevo perfil profesional es inseparable de la procuración de los derechos ciudadanos a los sectores más marginados de la sociedad.

Esta idea de la vivienda como derecho fundamental ha sido defendida también desde el ámbito del arte contemporáneo y desde colectivos arquitectónicos cercanos a ese mundo. A finales de la década de los ochenta, la artista estadounidense Martha Rosler realizó en Nueva York una serie de instalaciones como respuesta crítica a la crisis de vivienda que sufrió la ciudad por aquel entonces. A través de ellas denunció los drásticos recortes federales en los fondos de vivienda social y expresó su compromiso con la difícil situación de las personas sin hogar. Housing is a Human Right (1989) es probablemente la más conocida de esas instalaciones; en ella, el mensaje explícito de que la vivienda es un derecho humano se visualizaba en una valla publicitaria luminosa de Times Square. Se trataba, por consiguiente, de una reflexión acerca de la precariedad social, y también de una advertencia contra el mencionado riesgo de entender la vivienda en términos de especulación y rentabilidad.

Esa tradición crítica de utilizar el arte para mejorar la sociedad, en la que se inscriben artistas como Martha Rosler, es en buena medida la que acoge hoy también a grupos arquitectónicos y de diseño como Assemble, colectivo londinense creado en 2010 cuya obra ofrece modelos alternativos para el funcionamiento de las sociedades con una orientación pública, social y colaborativa. Recientemente hemos sabido que este grupo obtuvo -de manera sorpresiva- el premio Turner en 2015, prestigioso galardón de arte contemporáneo,32 por un complejo de vivienda social, un proyecto de colaboración activa y rehabilitación del deprimido barrio de Granby Four Streets en Liverpool (véase imagen 1). Los dieciocho miembros del colectivo, todos ellos jóvenes menores de 30 años y recién egresados en arquitectura y diseño, acordaron implicarse en proyectos sociales de regeneración urbana. Todo lo deciden en régimen asambleario, incluyendo la aceptación de ser finalistas del galardón que ganaron; tomaron esa decisión al considerar que podía ser una buena plataforma de captación de fondos para sus proyectos sociales.

Fuente: http://assemblestudio.co.uk/?page_id=862.

Imagen 1 Intervención del colectivo. Assemble en Granby Four Streets 

El plan de reconversión o transformación de ese conjunto de deterioradas viviendas sociales33 de Liverpool en una agradable urbanización con espacios verdes y un mercado callejero mensual inició hace cinco años y aún está en proceso. Se hizo en colaboración con sus vecinos, conjurando así los planes de demolición que había puesto en marcha el Ayuntamiento de la ciudad contra los que venían luchando desde hace tiempo. El jurado del premio, que expresó con su decisión una "repulsión por los excesos del mercado del arte" y por la creación de objetos para ese mercado, reconoció los valores derivados de realizar un acercamiento a la regeneración, la planificación urbana y el desarrollo social en oposición a la gentrificación corporativa. El grupo, por lo demás, trabaja de manera multidisciplinaria, promueve la acción directa, aplica la filosofía del "hágalo usted mismo", muestra una sensibilidad especial hacia el bricolaje o los procesos de construcción artesanales y rehabilita con materiales reciclados. En Liverpool han creado objetos -lámparas, chimeneas, pomos de puertas, etc.- a partir de estos materiales. Todo ello informa acerca del perfil que está asumiendo este nuevo tipo de arquitecto, y aporta claves respecto de los atributos que podría tener el integrante del cuerpo público de arquitectos que proponemos.

Arquitectura como activismo de urgencias

Lo que aquí planteamos es la necesidad de reconocer las capacidades de la arquitectura en su acción sobre los territorios de máxima pobreza, y esto sólo puede hacerse al revisar primero nuestro entendimiento de la ciudad, reconocer su heterogeneidad y complejidad y apostar por una figura de arquitecto no impositiva y ególatra, sino prudente y empática. Si la profesión aspira realmente a mejorar la vida de las personas, sobre todo la de quienes peor la llevan, urge replantear el papel del arquitecto en la sociedad a la luz de las transformaciones que se vienen operando en su seno. Y eso implica revisar y seguramente superar viejos marcos epistemológicos, normativos, formativos e incluso competenciales o de atribuciones profesionales. También conlleva entender que hoy la arquitectura no puede limitarse ya a un asunto de diseño o de planos, y que existe un extraordinario potencial -y un gran esfuerzo por hacer en ese sentido- en términos de negociación con políticos y promotores. Ahora bien, el resultado no puede ser un nuevo héroe al modo tradicional, una figura heroica que pretenda erigirse en incontestable superioridad frente a otras profesiones y profesionales subalternos, o frente a los propios ciudadanos-usuarios. Antes al contrario, a tenor de lo que revelan algunos emergentes, la vocación parece ser más bien la de antihéroe, una figura discreta, casi al borde del anonimato, huidiza respecto de los reflectores y, sobre todo, orientada hacia la colaboración permanente en contextos multidisciplinares.

La relación que establecemos entre arquitectura y medicina, o la metáfora de la urgencia de quirófano en relación con las urgencias urbanas, pretende enfatizar la dimensión interventiva y reestructurante que puede tener la arquitectura. Las intervenciones arquitectónicas pueden servir como cirugías en las que los distintos agentes sociales puedan rearticular sus relaciones con base en nuevas "suturas". Cuando es participante, la arquitectura puede servir para generar acuerdos entre distintos agentes y representar las posibilidades de lo marginal de desafiar a lo hegemónico, redefiniendo la manera de convivir. La medicina puede ejercerse privadamente, pero es evidente que su principal valor social deriva, como derecho democrático inalienable, de su extensión pública y gratuita. Con la arquitectura pasaría algo parecido. De ahí que, de manera análoga a lo que ocurre con la salud y la educación, la consideración de la arquitectura como servicio público sería un poderoso mecanismo de inclusión social y, por ende, un eficaz instrumento de lucha contra la pobreza y la desigualdad. Las limitaciones económicas reales de una familia o comunidad de vecinos no deberían ser un impedimento para contar con los servicios profesionales de un buen arquitecto.

Si el objetivo último es hacer posible el pleno ejercicio de los derechos ciudadanos renovados a los sectores más desfavorecidos y vulnerables de la sociedad, y si ello requiere la participación de un nuevo tipo de arquitecto, ¿qué cualidades, aparte de las ya mencionadas, debe ostentar ese profesional? ¿Qué filosofía debe inspirar su proceder? Yves Michaud ha estudiado el papel que juega el "nuevo lujo" en el mundo occidental, del que forma parte México, recordándonos que estamos en los tiempos del sentir y del gozar, en los que se impone la lógica de la distinción, del placer, del hedonismo, de la ociosidad, del lujo, de la ostentación, del dispendio y del exceso, así como también del triunfo y del éxito personal. Triunfar y tener éxito implica distinguirse para ser alguien. El lujo y el derroche no son inútiles; a través de ellos se expresan la superioridad y la dominancia. Dentro de esa misma lógica se aspira a romper con lo cotidiano y con comportamientos demasiado razonables.34 Sin embargo, la situación de México en el ámbito occidental es especial debido a sus altos índices de pobreza y desigualdad; Michaud alude a México como un país "de mano de obra barata". ¿Cómo funcionan esas lógicas en contextos de carencia y escasez? Está claro que potencian el distanciamiento con respecto de la realidad cotidiana de quienes sufren esas carencias, evidenciando aún más la precariedad. Ese distanciamiento de la realidad, que es también desconocimiento y animadversión, es algo característico de la experiencia burguesa del mundo. Pero eso no es todo. Las élites gobernantes acaban imponiendo o replicando en la ciudad esa lógica de la distinción por medio de políticas públicas orientadas a la promoción de costosos macroproyectos urbanos. El lujo privado termina propiciando así un lujo público, y el gasto dispendioso, en contextos de escasez, puede convertirse en provocación, desafío e insulto a los pobres o a los menos afortunados; cabe hablar incluso de violencia tras la arrogancia de la distinción o en relación con el efecto de ostentación narcisista. Asimismo, en esos ámbitos se relacionan la ostentación, el lujo y lo caro con la belleza y el buen gusto, de suerte que, desde esa perspectiva, en la pobreza sólo puede haber fealdad. El mensaje de quienes buscan la distinción es claro: "soy distinguido para que tú [pobre] no puedas imitarme, pero quiero que te mueras de envidia. Y si me imitas solo sabrás ser kitsch".35 Para Bourdieu, la distinción -inseparable de la pertenencia a una clase- es una estrategia de diferenciación y, por extensión, de segregación y exclusión.36 Bajo esta lógica, los pobres sólo pueden ser unos "mediocres" y unos "fracasados". La ironía de Michaud resulta aquí muy elocuente:

Sí, la beautiful people, las élites, los que triunfan tienen demasiado dinero. ¿Y qué? ¡Son los pobres los que deben justificarse por ser tan mediocres y tan incapaces de ser ricos, por ser tan inútiles que no pueden contar para nada y no pueden ser "calculados"! Los pobres ya no son unos explotados ni una gente que no ha tenido suerte: solo son unos fracasados.37

Frente al rechazo de lo cotidiano de quienes buscan la distinción, otro filósofo, Josep Maria Esquirol, elogia la cotidianidad como respuesta a un presente de filiación romántica que exalta lo excepcional -en forma o en intensidad-, así como el éxito mediático, la vanagloria del poder, la fascinación consumista, la competitividad, la idea de crecimiento indefinido, el no parar e ir cada vez más deprisa. Ese elogio es también una actitud crítica y de oposición frente a una sociedad de la apariencia que se impone y se nos impone en la actualidad que no es sino la "eclosión de las fuerzas impersonales que dominan el mundo" e imponen dogmáticamente lo que toca.38 Elogiar la dignidad y la sencillez -que no banalidad- de la vida cotidiana, menospreciada habitualmente como vida de segundo orden, es una invitación a apreciar lo simple -lo sublime está también en lo mundano-, la rutina y la repetición de lo similar y a evitar buscar siempre lo extraordinario. La ética de la vida corriente es incompatible con la lógica excluyente y minoritaria de la trilogía conformada por la riqueza, el poder y la fama -la moral del éxito-, solidaria a su vez de la apariencia. Si el imperio de la actualidad es el imperio de las imágenes y la ausencia de imaginación, es preciso volverse inactual. Ello implica asumir, entre otras cosas, que poco es suficiente, además de necesario, y que la ambición desmedida es siempre fuente de conflictos y de malestar. Afirmarse en lo inactual es reconocer el servilismo que mantienen con respecto de la actualidad la política e incluso la academia, que terminan siendo "absueltas" del compromiso y de la responsabilidad, es decir, de su acriticismo, del hecho de no responder o de pecar de indiferentes. También significa asumir el pensar como vocación y urgencia, como experiencia que sitúa en un camino de transformación, y reivindicar el sentido común -tan ligado a la vida cotidiana- y el lenguaje ordinario, algo a lo que ha apelado también Bernardo Secchi.39

Esquirol defiende en paralelo una filosofía de la proximidad, cuyo opuesto no sería la lejanía sino la abstracción desconectada de la vida o de la realidad, así como la omnipresencia del mundo tecnificado. La idea de proximidad es más conceptual que física: no se mide en metros ni en centímetros; reivindica la cotidianidad, la familiaridad, lo íntimo y lo esencial para orientarnos de nuevo -y de paso "salvarnos"-, y centra la atención en el otro-que-está-cerca, brindando cuidado, compañía y amparo frente a los factores disolventes y erosionantes de la actualidad, es decir, frente a la capacidad fragmentadora y disgregadora de ésta.

Pero lo que más interesa aquí de este autor es su concepto de resistencia, sobre todo por la proyección que tiene en relación con el nuevo arquitecto que proponemos. Más allá de que pueda entenderse la resistencia como una actitud vital sistemática, identificada con la propia existencia, o como un continuo estar alerta humanístico que expresaría en última instancia un modo de ser, resistir implica servir a los demás, comprometerse con los más débiles, situarse al margen o en la lateralidad para proteger ahí la diferencia, confrontar al poder, no ceder al dogmatismo de la actualidad, asumir la problematicidad del mundo, priorizar el amparo frente a la realización expansiva, reaccionar ante las fuerzas desintegradoras para evitar que la juntura o el ayuntamiento humano se deshaga y entronizar elementos como la toma de conciencia -el darse cuenta-, la voluntad, el coraje y la inteligencia estratégica para autoorganizarse y perseverar.

La resistencia que plantea Esquirol tiende a ser discreta y reservada, aunque eventualmente pueda requerir llamar la atención en virtud de alguna acción estratégica. Por lo mismo, tenderá a adoptar actitudes más defensivas que ofensivas, sin que ello limite su capacidad de acción. Toda resistencia entraña esperanza, alternativa, oportunidad de cambio, creatividad; de ahí que la imaginación y el sueño -no la alucinación alteradora de la percepción-, que son fuerzas de cambio y vida, sean, junto con la memoria, las mejores armas del resistente. Frente a lo inactual de la memoria, que evoca siempre un mirar atrás, la insistencia en la actualidad supone evasión, abstracción y huida porque ésta, y con ella el poder, "disimula al abismo de este mundo", mientras que la resistencia "mira al abismo de cara"; 40 tal vez por eso resulta tan perturbadora para el poder establecido. El resistente se opone al dominio, a la indiferencia, a la "ceguera del destino", al mal y a la injusticia, al asumir que la vida, aun desde la marginalidad, puede ser profunda, pues, de hecho, parecen ser los otros los que más necesitan de la ostentación para existir, los que menos "sustancia" tienen. Asimismo, rechaza la presunción y el egoísmo en favor de la modestia, la humildad y la generosidad: "Narciso no es un resistente".41 Resistente es el que recurre a los afectos y al diálogo basado en el lenguaje cotidiano para entrar en contacto, porque hablar es una forma de aproximarse y de no ser indiferente, y la palabra protege, arropa y reconforta; hablar es ya "cuidar del otro". Resistente es, pues, el que se sacrifica para cuidar a los desventurados, el que ampara a los vulnerables, el que apuesta por la conjunción frente a la disyunción: "El hombre es juntura porque hace de juntura. Es su modo de ser. Relacionamos, unimos, juntamos. Su característica ontológica consiste en el hecho de que existe uniendo y suturando. Es la conjunción, una y. Tanto el discurso como el amparo son formas de juntar".42

Es precisamente a través de la debilidad del otro como se vinculan la medicina y la ética, dado que ambas responden al mismo sentido de humanidad: atender a quien lo necesita. Ahí es donde queremos incluir también a la arquitectura. Si un médico, un enfermero o un cooperante son encarnaciones del mismo gesto de resistencia ante las fuerzas entrópicas que atacan y asedian la vida humana, ¿por qué no podría serlo también un arquitecto?

Si el cuidado del otro es inherente a la resistencia, nuestro arquitecto debe darse a esa tarea, enarbolando también esa bandera. Es posible pensar en un nuevo profesional de la arquitectura que, más allá de sus competencias tradicionales, cuestione la idea de los pobres como "fracasados" desde su colaboración activa con ellos. Mandela tenía razón cuando dijo que no hay nada natural en la pobreza ni es un destino escrito en piedra; es algo creado por los hombres, de tal forma que somos los seres humanos quienes debemos acabar con ella. En este marco, ¿qué implica ser un resistente en el medio arquitectónico? Entre otras cosas, lo siguiente:

  • Querer mejorar la vida de las personas y replantear el papel de la arquitectura en la sociedad, entendiéndola como un servicio a los demás.

  • Pretender llegar donde rara vez ha llegado la arquitectura, a los más necesitados, evidenciando así la rebeldía que implica salir de la zona de confort.

  • Reconocer que los pobres, como los ricos, necesitan buena arquitectura.

  • Tener empatía, saber ponerse en la piel de los demás.

  • Renunciar a egos y a objetivos personales de riqueza, fama y poder.

  • Trabajar en pro de la inclusión social y la integridad urbana conjurando las amenazas de desintegración.

  • Trabajar no "para" sino "con" los futuros usuarios, empujando todos juntos, enseñándoles a construir, formando obreros, compartiendo conocimiento para mejorar las cosas.

  • Entender que no se trata tanto de hacer sino de enseñar a hacer, lo que revela la importancia de la colaboración y el trabajo comunitario en equipo, así como el hecho de empoderar a la comunidad para que sus miembros construyan sus edificios.

  • Reivindicar la dimensión social y pedagógica de la profesión.

  • Buscar la mejor manera de vencer apatías y motivar a la gente, haciéndola participar y demostrando con logros que su vida puede mejorar.

  • Reconocer que el cambio empieza por uno mismo -el arquitecto-, en lugar de exigir que sean otros -los usuarios, la gente- los que cambien.

  • Liberar la creatividad dormida en otras personas.

  • Potenciar el desarrollo de la democracia mediante la reducción de las desigualdades en el espacio.

  • Asumir que los objetivos están lejos de construir rascacielos.

  • Defender lo cotidiano frente a lo extraordinario, que en términos de políticas públicas urbanas equivale a dar prioridad a pequeñas intervenciones en las zonas más desfavorecidas -operaciones de "acupuntura urbana"- frente al desarrollo de obras grandes y espectaculares con fines de imagen y competitividad.

  • Cuestionar las estrategias de competitividad urbana que resulten demasiado costosas y sólo sirvan para legitimar operaciones excluyentes y especulativas, o como exaltación del poder político o económico.

  • Reconocer lo informal como una parte esencial del ecosistema de la ciudad.

  • Evitar todo tipo de actividad tendente a producir apariencia y simulacro.

  • Apoyar políticas urbanas que garanticen a todos los ciudadanos, sin distinción, porosidad, permeabilidad y accesibilidad.

  • Luchar contra el silencio y la invisibilidad de las áreas urbanas más desfavorecidas y trabajar para que los pobres no sean estigmatizados y etiquetados en función de su lugar de residencia.

  • Advertir a la sociedad de los riesgos que tendría -en términos de potenciales revueltas, entre otras cosas- seguir eludiendo las problemáticas de las periferias urbanas.

  • Ayudar a reducir las desigualdades sociales mediante la dotación de vivienda y equipamientos colectivos básicos -escuelas, guarderías, parques, clínicas de salud- a las comunidades que carezcan de ellos.

  • Solucionar problemas por encima de innovar.

  • Basar las estrategias de intervención en los márgenes no en la destrucción de lo existente, por precario que sea, sino en su transformación y mejora a partir de sumar y añadir.

  • Revisar los criterios estéticos, valorando la estética popular y expresiones de belleza alternativas a las del gusto "burgués".

  • Exaltar el trabajo desde la escasez y hacer virtud de la necesidad, convirtiendo la falta de oportunidades en oportunidad arquitectónica.

  • Simplificar la manera de construir.

  • Aprender a trabajar con lo que hay disponible, con lo más elemental y con mucha imaginación, con pocos medios pero con mucho empeño, empleando las propias manos como herramientas, es decir, ensuciándose las manos al realizar trabajos -instalaciones, tuberías, etc.- de los que el arquitecto tradicional no suele ocuparse, porque hacer arquitectura fuera de las leyes del mercado implica hacerlo todo.

  • Sentirse a gusto con lo anterior, y admitir que para hacer cosas que satisfagan hay que estar dispuesto a sentir cierta incomodidad.

  • Ser capaz de recaudar fondos.

  • Escuchar para comprender y dialogar para dar amparo y saber responder a las demandas de la gente, renunciando a cualquier tipo de imposición.

  • Esforzarse en comunicar entusiasmo a la comunidad.

  • Combatir la lógica tardocapitalista del consumo mediante el desarrollo de procesos de reciclaje a todos los niveles.

  • Concebir edificios que tengan un mantenimiento casi nulo.

  • Buscar en el trabajo arquitectónico un sentido más social que estético, aunque sin renunciar del todo a este último.

  • Asumir que el mejor cliente es aquel que no puede pagar.

  • Hablar con claridad acerca del coste de las obras, pues es información fundamental para juzgar la calidad de un proyecto, dado que lo asombroso es conseguir mucho trabajando con poco.

  • Demostrar que lo bueno no tiene por qué ser caro.

  • Cuidar mucho la calidad del trabajo.

  • Lanzar una advertencia a las escuelas de arquitectura, en el sentido de que no se trata tanto de "diseñar problemas" sino de "encontrar soluciones".

  • Trabajar partiendo de la realidad más que de la teoría, o propiciar la construcción de una teoría mucho más atenta a la realidad.

  • Entender que frente al arquitecto tradicional, pleno de suficiencia y cierta soberbia, es preciso estar abiertos a seguir aprendiendo.

  • Hacer de la arquitectura una profesión puente, formada para tomar decisiones estratégicas contemplando muchos factores.

Sin olvidar las implicaciones que deberían tener estos cambios en el ámbito de la enseñanza, que podrían suponer incluso la creación de una especialidad dentro de la carrera, a lo anterior cabría añadir también el papel que puede jugar este nuevo profesional como mediador entre los distintos actores que se dan cita en el medio arquitectónico. En este sentido, debería ser capaz de mirar al "contexto de contextos",43 incorporando a aquellos que de alguna manera estén interfiriendo en las posibilidades de desarrollo de las personas. Los problemas urbanos de marginalidad convocan intereses encontrados -propietario de terrenos, posesionarios, disposiciones legislativas, planes políticos, etc.-, y el arquitecto, al definir el aspecto material, reconoce inevitablemente unas concesiones hacia unos u otros.

La ciudad es diversidad

Una vez analizado el tipo de arquitecto público-social que se propone, queda ver cómo se puede repensar lo que es arquitectura para ampliar las capacidades de acción de este colectivo. Para el año 2030 la población mundial alcanzará los ocho mil millones de personas, dos tercios de los cuales vivirán en ciudades. Según el último informe de UN-Habitat, la región formada por los países de América Latina y el Caribe es la de mayor proporción de población urbana del mundo con 80% del total. Para el año 2050 la previsión establece una población urbana de 87% del total.44 En este sentido, la cuestión que se debe atender es cómo se va a respetar la diversidad que la ciudad convoca o, de una manera más propositiva, cómo se va a potenciar el carácter diverso de la ciudad, multiplicando las posibilidades de representación de todos los actores urbanos en la construcción de un hábitat compartido (véase imagen 2).

Fuente: http://webalia.com/fotos-paisajes/mexico-df-desde-el-aire/gmx-niv89-con4965263.htm.

Imagen 2 Ciudad de México desde el aire 

Cuando hablamos de heterogeneidad, complejidad, diversidad, etc., es pertinente volver a las palabras de Jane Jacobs, que ya a principios de los años sesenta proponía una serie de estrategias para el diseño urbano que pudieran funcionar como generadores de diversidad: distritos polifuncionales, manzanas pequeñas, mezcla de edificios de distintas épocas y alta densidad.45 Si bien la propuesta de Jacobs debería revisarse en el contexto actual, es reseñable por haber avanzado la capacidad de la arquitectura como hecho construido, por promover condiciones de inclusión social a través de una serie de tácticas concretas, más que por soluciones formales, y también por haber comprendido que la diversidad no se reduce a una cuestión estética o meramente cultural, sino que se asemeja más a la verdadera mezcla de cuerpos, de actividades y de usos, es decir, la hibridación de los actores sociales y la proximidad. Hemos aprendido de los planteamientos emergentes de sociología urbana que la ciudad es una red híbrida de elementos heterogéneos que en su relación hacen surgir la ciudad.46 Por esto mismo una ciudad puede ser a la vez lugar de turismo, red de transporte, poblado de comunidades migrantes, nodo de movimientos transnacionales, centro de investigación, etc. La ciudad depende de la diversidad de actores que están activos en ella para ser y funcionar de distintas maneras. Potenciar la diversidad es potenciar la ciudad en sus múltiples posibilidades. Pero esta cuestión trae consigo un problema indisociable: el conflicto. Reconocer la diversidad urbana es reconocer al diferente y es, en esencia, gestionar un conflicto. Como hemos señalado, la arquitectura desempeña un rol fundamental en la definición y el desarrollo de los conflictos urbanos, en ocasiones de manera poco visible y en otras abiertamente. Reconocer esto es fundamental para empezar a entrever qué arquitectos pueden formar parte de un cuerpo socialmente comprometido y políticamente activo.

Arquitectura es conflicto

La disciplina arquitectónica se encuentra en un trayecto de reflexión representado, a grandes rasgos, entre los que creen en la actividad arquitectónica como un hecho autónomo y los que la entienden en asociación con otras realidades diversas. Sintetizando enormemente, podríamos decir que los primeros opinan que el diseño puede por su propia condición asegurar situaciones concretas y estables. Los segundos, por el contrario, encuentran en la arquitectura un marco sobre el que leer cómo las sociedades piensan, sienten, cambian, evolucionan y en última instancia se representan en su entorno físico. Los primeros apoyan la condición del arquitecto creador, omnipotente y diseñador de estilos de vida. Los segundos entienden la arquitectura como algo participado por muchas otras agendas, fruto de encuentros y acuerdos entre elementos y realidades diversas. Para los primeros, la cuestión de la informalidad puede ser combatida con más arquitectura, con desarrollos urbanos como los de Infonavit, sin respetar cuestiones menos tangibles como los lazos de dependencia económica que se quebrantan cuando los sectores sociales informales son reubicados.47 Para los segundos, la atención se centra en la cotidianidad, y opinan que existe arquitectura en la manera en que se sirve la cena en un entorno familiar o la manera en que se decora el árbol de Navidad -en el caso mexicano los altares domésticos ilustran mejor este concepto-. Es una arquitectura fruto del debate, de la representación de todos los elementos en parlamentos diarios que traducen sus acuerdos al espacio.48

Para esta segunda postura la cuestión de la ciudad informal, entendida como el más vasto laboratorio de producción de espacio físico-social, es un caso de estudio de gran interés para poner a prueba y desarrollar nuevas herramientas para afrontar las más importantes problemáticas urbanas. Los asentamientos irregulares, villas miseria, favelas o similares son los lugares donde a diario se experimentan soluciones espaciales, tecnológicas, materiales, formales, etc. Y donde, para realizar un análisis exhaustivo, los arquitectos deben trascender el esquema obsoleto de registro-mejora del espacio físico. Frente a la opción tradicional, que propone más arquitectura, los nuevos planteamientos proponen más conflicto, más disputa y más representación de los implicados. Este último enfoque difiere del que extraemos de las reflexiones del arquitecto inglés John Turner, quien estudió las barriadas informales en la década de los sesenta y propuso, de cara a atacar la problemática, empezar a verlas no como algo a erradicar sino como algo de lo que aprovechar sus cualidades inherentes. El argumento polémico consistía en considerar que ciertamente era una ventaja que los "pobres" construyeran sus propias casas.49 Algunos gobiernos, influidos por este pensamiento, apoyaron proyectos en los que se guiaba cómo se debía construir o hacia dónde podía crecer la vivienda. Un ejemplo son las viviendas del Proyecto Experimental de Vivienda (Previ) en Lima o, más recientemente, las casas ampliables del estudio Elemental en Chile. Estos ejemplos pueden servir para verificar situaciones en las que la arquitectura ha querido incorporar la cuestión de la marginalidad urbana de manera que pueda quedar circunscrita a las retóricas de la disciplina.

Entender la arquitectura como un dispositivo introduce la cuestión sobre la estrategia o la forma de poder que ésta ejerce en el contexto socio-espacial en el que opera. El diseño participativo es una de las propuestas metodológicas que repetidamente encontramos en los grupos socialmente sensibles que construyen la ciudad. No obstante, el concepto de participación queda cuestionado sin un componente crítico en los participantes, y la crítica es imposible sin acceso a la información por parte de los mismos. Por lo tanto, se debe realizar un estudio crítico de los nuevos planteamientos urbanos que tratan de mejorar la ciudad a través de la pequeña escala y el empoderamiento ciudadano, problematizando su capacidad de fundamentar un nuevo modelo de desarrollo urbano basado en la participación ciudadana. Entendiendo la arquitectura como dispositivo político, se pueden fundamentar estrategias de democratización de los problemas urbanos por medio de la activación de la ciudadanía. Para ello es esencial el acceso a la información, la formación de un juicio crítico con base en ésta y la posterior participación en la resolución del conflicto (véase gráfica 1).

Fuente: Elaboración propia.

Gráfica 1 Democratización del problema con base en la mayor representación del conflicto 

Urbanismos emergentes

A lo largo del tiempo se pueden reconocer exposiciones en las que el Museo de Arte Moderno (MOMA) ha sido crucial en la difusión del pensamiento arquitectónico y reflexión en torno de problemáticas sociales, convocando a los más reconocidos pensadores sobre la cuestión urbana. La última consistió en una exhibición dedicada al crecimiento desigual o Uneven Growth.50 El planteamiento de partida era la insostenibilidad de las megaciudades actuales. La exposición giró en torno de propuestas de equipos de arquitectos que, después de un trabajo de catorce meses, desarrollaron proyectos para seis de las más grandes ciudades del mundo. La temática planteada se centró en los problemas de pobreza urbana, marginalidad, escasez de recursos, salubridad, etc., y se mostraron una serie de soluciones relacionadas con los principios del urbanismo táctico o tactical urbanism (TU).

El TU pretende aglutinar una serie de nuevos planteamientos que investigan sobre modos de pensar, intervenir y vivir la ciudad. El urbanismo bottom-up, do it yourselí urbanism, urbanismo adaptativo, etc., forman ese conjunto de postulados emergentes que contraponen los del urbanismo convencional. La participación ciudadana es una premisa común en todos ellos, si bien no sólo en la deliberación de las posibilidades sino también en la ejecución de las intervenciones. Todos los casos surgen de la colaboración entre grupos humanos diversos y de modo autogestionado. La escala de los proyectos suele ser reducida en su materialidad, pero uno de los puntos clave del TU es generar estrategias, de manera que la repercusión de las acciones pueda tener el máximo alcance y continuidad. Se puede entender que la forma de operar es radicalmente disidente a los modelos tradicionales de planeamiento urbano y centralización del poder, apostando por formas de empoderamiento ciudadano basadas en el intercambio de experiencias y creación de conocimiento común. El curador de la exposición del MOMA, Pedro Gadanho, invitó a varios expertos internacionales para definir en qué consiste el TU. Los puntos fundamentales son los siguientes:

Aparece en el contexto de una crisis de gobernanza extendida en las ciudades contemporáneas. Estados y mercados han fallado a la hora de proporcionar bienes públicos básicos a las poblaciones en rápida expansión.

No es un movimiento técnico unificado, sino una rúbrica general para capturar un amplio margen de proyectos urbanos provisionales, experimentales y emergentes.

Se moviliza desde abajo, con organizaciones, culturas e ideologías de diversas intenciones. Sus fuentes son externas al control de ningún grupo de expertos o institución específico, clase social o coalición política.

Promueve modos de operar inmediatos, acupunturales, en relación con los elementos locales de urgencia extrema. Su horizonte de acción es relativamente corto, incluso impulsivo o espontáneo. Su escala espacial tiende a estar circunscrita al parque, el edificio, la calle o el barrio.

Los proyectos del tu deben evolucionar fluidamente en relación con cambios más amplios en las condiciones político-económicas, acuerdos institucionales o dinámicas coalicionistas. Estas cualidades de maleabilidad y final abierto son ampliamente necesarias en las discusiones del TU, a diferencia de los planes integrales, códigos legales formales y planos rígidos que eran característicos de los proyectos modernistas estáticos de intervención urbana.

El TU promueve una visión de la reestructuración urbana desde la base, de manera participativa, manual, hecho por los ciudadanos. Los que son más directamente afectados por un problema urbano se movilizan para atenderlo y para hacer evolucionar los métodos y objetivos. Frecuentemente se presenta como una forma Open-Source de reapropiarse del espacio urbano por parte de sus usuarios.51

Si bien es cierto que siguiendo estos principios podríamos convenir que el TU es una alternativa al planeamiento urbano tradicional, puesto que se efectúa de manera participativa en todas las fases, clama por la cohesión social y no está fijo en una formalidad estructurada desde un poder centralizado; la construcción del concepto está abierta, revisada con cada experiencia y en debate. En una reseña de la exposición escrita por Neil Brenner se plantean los puntos que a juicio del autor son los más débiles del TU. No interesa aquí repasar cada punto del texto de Brenner pero, por las similitudes con lo observado a pie de calle en los procesos de urbanismo táctico en Monterrey en los que esta investigación se basó, nos gustaría señalar un aspecto clave. El TU se presenta como un paliativo en aquellas realidades donde las instituciones y los procesos formales de planeación urbana han fallado. De esta forma, en muchos casos no deja de "aliviar" cuestiones que deberían ser correctamente atendidas por la administración.

Otro punto interesante es que el TU generalmente aparece en lugares intersticiales, secundarios, olvidados, donde no confrontan ni perturban al modelo neoliberal. Esto se hace especialmente evidente cuando hablamos de asentamientos, ya que estos lugares son irrelevantes dentro de los mecanismos de funcionamiento del modelo neoliberal. Cualquier intervención en estos lugares donde se toman las decisiones, si no es capaz de afectar a otros espacios no produce un giro significativo en el modelo de gestión de las políticas urbanas. El arquitecto tradicionalmente inscribe sus acciones en un lugar, en un contexto físico determinado, por lo que su amplitud de impacto sería limitada, siguiendo la reflexión de Brenner. Así, la cuestión central sería cómo intervenir en entornos marginados generando un verdadero replanteamiento de las formas tradicionales de proceder, esto es, incorporando nuevas metodologías al quehacer arquitectónico. La transversalidad, la interdisciplinaridad, la heterogeneidad y la mayor complejidad en los procesos de intervención arquitectónica pueden ser más efectivos a la hora de afrontar una realidad igualmente compleja.

Mediación y ensamblaje

En los asentamientos informales, el arquitecto puede servir de intermediario en tres frentes: entre los usuarios y las instancias de poder, entre el saber técnico cualificado y la construcción informal, y entre lo público y lo privado. Eduardo Serrano, arquitecto e investigador sobre la relación del entorno construido y sus habitantes, afirma que los arquitectos titulados han detentado con exclusividad la facultad de mediar entre los hechos construidos y los usuarios.52 Esta afirmación es especialmente pertinente en los entornos autoconstruidos, donde usuario y arquitectura están íntimamente ligados e influidos. Cuando hablamos de mediación, un requisito indispensable es que las partes puedan estar representadas. Los parlamentos se constituyen así de todos los elementos en conflicto reunidos e implicados en la búsqueda de una solución. Esto rara vez ocurre. Siempre existen partes no escuchadas, invisibilizadas o que no disponen de la capacidad de expresarse. Las marginalidades producidas por dispositivos urbanos generalmente son desconocidas. Los asentamientos deben ser entendidos como controversias no resueltas en las que sucesos que ocurren en lugares alejados afectan e interfieren en el dispositivo "barrio informal". Las posibilidades que se abren para el trabajo arquitectónico cuando se empiezan a incorporar miradas ecosistémicas son enormes. La hipótesis que planteamos es que al comprender el carácter político de las arquitecturas de subsistencia empiezan a surgir una serie de demandas sobre el profesional que acomete estas problemáticas.

Justin McGuirk señala, siguiendo a Henri Lefebvre, que "el arquitecto no hace más milagros que el sociólogo, ninguno puede crear relaciones sociales de la nada"; lo que sí pueden es crear canales para que estas relaciones ocurran de manera natural.53 Pueden crear líneas de comunicación y transporte para que los habitantes más pudientes conozcan zonas deprimidas de la ciudad. Esto, si bien puede parecer iluso, nos recuerda a los trabajos en Caracas del grupo Urban Think Tank, donde se construyó un teleférico que permite conectar las barriadas de la ciudad con los circuitos de productividad de ésta. En Medellín, por su parte, un proyecto en la comuna 13 se sirve de unas escaleras que recorren un entramado de microespacios públicos con el mismo propósito. McGuirk traza un recorrido por los acontecimientos urbanísticos más importantes de América Latina en cuestión de inclusión social y disminución de vulnerabilidad y violencia. Una vez más estamos viendo cómo se presentan los asentamientos como lugares de experimentación y aprendizaje sobre nuevas formas de hacer ciudad. Lo que interesa es señalar ese punto de "crear canales". Como expusimos antes, la información es fundamental para la toma de conciencia. Según Manuel Castells, toda sociedad se basa en la comunicación, en la capacidad de emocionar. De acuerdo con los últimos estudios en neurociencia, la construcción del comportamiento entra a través de las emociones y su posterior racionalización.54 La arquitectura tiene un vasto campo de trabajo como visibilizador de estas realidades urbanas. La solidaridad se puede construir en una sociedad, pero para ello primero tiene que estar informada. Se pueden entender por tanto las escaleras de Medellín o el teleférico de Caracas como grandes canales de comunicación, perennes informadores de realidades antes opacadas.

Los recientes trabajos de arquitectos influidos por la sociología de la tecnología han incorporado uno de los postulados esenciales al análisis del fenómeno urbano: la descajanegrización.55 Las ciudades consumen procesos que los usuarios no conocen; las arquitecturas están asociadas con acontecimientos que tienen lugar en distintos espacios y tiempos y que implican a muy diversos actores. Si queremos entender la arquitectura en sus múltiples extensiones, debemos conocer las implicaciones de los procesos que hacen emerger las construcciones. Para ello, la visualización de datos, costos, posicionamientos de agentes y acuerdos debe hacerse de la manera más transparente posible de cara a generar una mayor concienciación y un debate más profundo sobre lo que construimos/consumimos. Al entender nuevamente los asentamientos informales como dispositivos arquitectónicos no estabilizados, con innovaciones tecnológicas -o arquitectónicas- disputadas a diario, se hace necesario comprender y descubrir los agentes involucrados en la construcción de este fenómeno. Debemos incorporar una visión global de la problemática, entendiendo la cadena de acontecimientos que intervienen en los asentamientos. Las perspectivas adelantadas por la sociología de la tecnología pueden servir a la disciplina para armar nuevas herramientas con las que diagnosticar estos lugares controvertidos e intervenir en ellos desde un planteamiento sistémico. La arquitectura, como operador social y elemento político en la medida en que permite unas situaciones e impide otras, puede servir como pretexto para rearticular las relaciones entre los actores y abrir nuevas posibilidades de conexión, nuevas formas de micropolítica. La posibilidad que se abre es la de generar arquitecturas que reensamblen lo existente en el marco de una visibilidad de los agentes involucrados en el conflicto (véase gráfica 2).

Fuente: Elaboración propia.

Gráfica 2 Comparación conceptual entre las técnicas de mediación y ensamblaje 

En un reciente encuentro en España de algunos de los colectivos de jóvenes arquitectos más influyentes del país,56 se habló precisamente de la necesidad de ofrecer mediante la arquitectura un espacio para la representación de los antagonismos57 sin neutralizarlos y sin favorecer un consenso (véase imagen 3). Algunos de estos colectivos participan en la gestión del Campo de la Cebada en Madrid, un espacio que adquiere multitud de configuraciones, una máquina urbana que permite a diversos grupos sociales expresarse y ser representados en su espacialidad.

Fuente: http://www.archdaily.mx.

Imagen 3 Campo de la Cebada 

La cuestión de la descajanegrización sirve para expresar la necesidad de mostrar situaciones que de otra manera pueden quedar ocultas. En una instalación reciente en el patio del MOMA, el arquitecto español Andrés Jaque se hizo eco de las preocupaciones en torno del gasto de agua en una ciudad como Nueva York.58 Mediante un proceso de visibilización mostró los mecanismos y tecnologías que intervienen en la depuración del agua de la ciudad. La instalación se presentó de manera abierta y accesible con la intención de generar un mayor debate sobre esta cuestión entre los visitantes del museo. Otro proyecto parecido, del mismo autor, mostraba a través de un sistema de señalética y colores todos los agentes involucrados y las implicaciones políticas de la construcción de la Cidade da Cultura en Santiago de Compostela, Galicia.59 La intención sigue siendo, pues, acercar a la ciudadanía los procesos en los que de manera más o menos consciente están implicados. Una ciudadanía informada puede participar con mayor juicio en los debates de construcción de la ciudad, sensibilizada con las marginalidades que se generan. Las infraestructuras y los equipamientos deben ser sometidos a escrutinio público. Resulta inocente suponer que la marginalidad se puede combatir simplemente abriendo los procesos que la generan -si fueran claramente identificables- al debate público, puesto que nada asegura que esto fuera a condensar en situaciones de mayor solidaridad. No obstante, la descajanegrización sí acerca una colectivización del problema, y sobre esta base se pueden fundamentar formas de gestión más democráticas de lo urbano.

En Monterrey, en una experiencia surgida en los prolegómenos del 2o Foro Latinoamericano y del Caribe de Vivienda Adecuada, coordinado por Hábitat para la Humanidad, se dieron cita en la Macroplaza colectivos y personas pertenecientes a distintas asociaciones implicadas en trabajos con comunidades en situación de exclusión social. La intervención consistió en la construcción de tres tejabanes en la plaza, utilizando los medios y materiales propios de ese tipo de vivienda: tarimas, cartones y láminas metálicas. El resultado fue una Macroplaza convertida por un día en un collage entre ciudad informal y formal. La atención suscitada atrajo a algunos medios de comunicación como el periódico El Norte, que realizó un reportaje para su edición impresa del día siguiente. Potencialmente, una realidad apenas discutida y representada en los debates cotidianos de Monterrey llegó a miles de hogares a través del periódico. Salas de estar, habitaciones y cocinas de lectores fueron quizás por un día lugares de discusión sobre esta problemática urbana. Es interesante cómo este resultado se alcanzó por medio de la superposición de significados, la posproducción de identidades o realidades que estaban ahí fuera: el tejabán como representante de una condición de vida marginal y la Macroplaza como lugar de orgullo e identidad de la cultura regiomontana oficial.

Microsuturas

Una vez adelantada la cuestión del arquitecto visibilizador o ensamblador de realidades diferentes con las posibilidades de nuevos terrenos políticos que vislumbra, conviene revisar la cuestión de la pequeña escala como posible generador de nuevos marcos relacionales en la ciudad.

"En el cambio reside el bienestar", dice un antiguo proverbio árabe. El cambio físico de los dispositivos arquitectónicos y su utilización dentro de la cotidianidad, puede detonar un cambio a mayor escala. El seguimiento de los rituales en un entorno doméstico traduce al investigador muy diversas actitudes o acuerdos implícitos. El antropólogo Philippe Bonnin habla de lo interesante del estudio de lo cotidiano en un lugar extranjero, donde los rituales que para el habitante local son invisibles, para el investigador -un francés en Japón- son llamativos y apuntan a una traducción de las jerarquías y los ritos.60 El contraste cultural le sirve a Bonnin para mirar los dispositivos urbanos con unas capacidades críticas contrastadas por su propia condición de foráneo. En su caso, el estudio se centra en una serie de rituales de paso, fronteras y artefactos que configuran o trasladan a lo material las características de una sociedad compleja como la japonesa. A modo ilustrativo, la colocación de los zapatos en la entrada del hogar responde, por un lado, a una actitud de higiene y de entendimiento de lo doméstico como espacio de confort, pero también aportan una información acerca de la cantidad de personas que están en ese momento en la casa.

Baudrillard hace hincapié en el aspecto de la transformación social unida a una transformación física de los tipos de mobiliario y su disposición sobre el espacio. Sostiene que la configuración del mobiliario es una imagen fiel de las estructuras familiares y sociales de una época.61 Así, una sociedad más rígida, con individuos menos independientes, se identifica con espacios más estables en el tiempo y colocaciones rigurosas que materializan las relaciones personales de la familia. La progresiva liberación de los roles viene acompañada de muebles multitarea, flexibles y escamoteables.

Lo mismo se puede decir de las ciudades. Las estructuras postmodernas traducen a lo urbano en lo que Koolhaas llama la "ciudad genérica".62 Una ciudad desprovista de historia y de identidad que continuamente se redefine. Especialmente paradójico es que los lugares más identitarios de una ciudad, los centros históricos, sean los que más transformaciones sufren. Podría decirse entonces que las ciudades están en continuo cambio, pero el principio que subyace en estos cambios del paisaje urbano puede considerarse, no obstante, estático y de un criterio unificador determinado por las rentabilidades económicas y la funcionalidad del territorio. Lejos de ser cambios en el espacio urbano que busquen cambios reales en la vida de la ciudad, se trata de cambios superficiales que permiten el mantenimiento del modelo. Como señala David Harvey,63 en el modelo neoliberal el excedente del capital necesita ser reinvertido, y la construcción es el lugar idóneo. Todo se revisa y se ejecuta siguiendo el criterio económico, el control y las fronteras se despliegan por el territorio para preservar la situación de dominio. Todo debe funcionar siguiendo esa raíz identitaria, una estructura que construye ciudades bajo un único criterio inmutable: el que dicta el mercado.

Una alternativa a este planteamiento lo aporta la idea de microsutura, ya explorada en la práctica en multitud de casos en América Latina, que podría relacionarse con el concepto de juntura que vimos antes a través de Esquirol. La posibilidad de generar cambios a gran escala en la ciudad mediante la aplicación de presión en determinados puntos fue adelantada por Jaime Lerner, exalcalde de Curitiba, bajo el nombre de "acupuntura urbana".64 Los lugares elegidos para la ejecución de las intervenciones contenían un estudio previo en el que muy diversas agendas se reunían para sumar dimensiones al entendimiento del caso. La microsutura surgía entonces para restablecer relaciones, para remezclar los nexos entre actores urbanos. La arquitectura se entiende no como productora de nuevos conceptos, sino como recicladora de los existentes. Una microsutura acertada ata cabos aparentemente inconexos y logra generar impacto en esferas translocales y multiescalares.

Existe en Nuevo León un trabajo intenso realizado por la organización no gubernamental (ONG) Techo. Un área de gran impacto de este grupo está en el municipio de García, donde desde hace más de veinte años un extenso asentamiento recibe a migrantes de otras zonas del país. El asentamiento está en condiciones de peligro extremo por situarse junto al cauce de un río. Los habitantes trabajan en su mayoría en el Área Metropolitana de Monterrey (AMM), principalmente en el municipio de San Pedro Garza García. El trabajo realizado por Techo, junto con otras asociaciones civiles como C-Ambiental, es el de proporcionar una vivienda mejorada a las personas con mayor vulnerabilidad. Otras labores que se efectúan son la construcción de microhuertos y la capacitación en trabajos profesionales. La construcción de casitas modulares podría entenderse como una suma de microproyectos, pues atienden y solucionan problemas locales de pequeña escala. Sin embargo, según fuentes de la organización, no se mejoran las condiciones de vulnerabilidad con estos proyectos.65 Al ser una operación de carácter más local, las repercusiones quedan en el mismo lugar donde se opera. No debe entenderse este trabajo como una crítica al trabajo de las ONG centradas en la ayuda desde el empoderamiento de las comunidades, pero creemos que debe profundizarse también en la capacidad real de este tipo de esfuerzos para problematizar la cuestión urbana (véase imagen 4).

Fuente: Voluntarios Techo, capítulo Nuevo León.

Imagen 4 Voluntarios de Techo Nuevo León trabajando en la construcción de una vivienda de emergencia 

Los problemas de marginalidad tienen su origen en otros espacios, tanto físicos como virtuales. Especialmente llamativo a este respecto fue descubrir en la colonia Alianza Real, en el municipio de Escobedo, que, a pesar de contar apenas con condiciones mínimas de salubridad, prácticamente todas las viviendas tenían antena parabólica. La vivienda informal se conecta por este medio con los platós televisivos donde se ruedan las novelas. La construcción de un imaginario, una aspiración y en última instancia una subjetivación tiene que ver por tanto con espacios aparentemente desconectados, pero que afectan a la cotidianidad del lugar. El salón del hogar en este caso no puede ser entendido sin reconocer que asume un agenciamiento en el complejo dispositivo de control de la subjetivación social que se establece a través de la programación televisiva. Un espacio, una tipología arquitectónica, forma parte activa de un determinado enunciado de poder. Es necesario reconocer en la escala cotidiana tanto esta dimensión como el poder de transformación política. Es lo que Neil Brenner y Christian Schmid llaman, en su búsqueda de una nueva epistemología de lo urbano, "urbanismo diferencial": aquel que resulta de diversas formas de lucha urbana generalmente suprimidas por los mecanismos de desarrollo industrial capitalista.66

Concluiremos, por tanto, que una microsutura acertada parte de un diagnóstico completo en el que todas las extensiones de la controversia son analizadas. Ignacio Farías es uno de los investigadores que han trabajado más en entender lo urbano por medio de la perspectiva de la sociología de la tecnología. Él incorpora el concepto de ensamblaje urbano para definir cómo las tecnologías emergen dentro de redes híbridas y translocales.67 La hipótesis es entender el diseño como un ensamblaje, formando parte de redes heterogéneas y afectando a la distribución de poderes en ella. Lo que importa es la capacidad del diseño para generar nuevas formas de acción y de pensamiento, más allá de resolver una problemática concreta. Lo que importa es, pues, "reconocer las categorías políticas asociadas a las producciones arquitectónicas".68

Autocomunicación de masas69

En un mundo progresivamente superconectado pueden existir formas de recuperar la modificación de la ciudad por parte de ciudadanos conectados de manera rizomática, caótica, subterránea. A todo esto apuntan la multitud de urbanismos emergentes que, funcionando a modo de células, surgen en las últimas décadas como respuesta a los escenarios críticos generados por los grandes planes urbanísticos neoliberales. En varias ciudades del mundo, entre ellas Madrid y Ciudad de México, ha habido últimamente importantes esfuerzos para mapear y conectar estas iniciativas.70

El término mash-up se refiere a la reutilización o incorporación. Se aplica en programación informática principalmente para definir la utilización desde una aplicación de los servicios de otra. Por ejemplo, una página web muestra un espacio donde se adhiere Google Maps. En el campo de la arquitectura el concepto se incorpora en la Universidad de Alicante, en la asignatura de Proyectos Arquitectónicos.71 Resulta interesante porque añade una dimensión al concepto de ensamblaje: la virtual. Los movimientos y cambios sociales de los últimos años han crecido, vivido, mejorado, se han actualizado, se han comunicado y se han organizado a través de Internet. La cultura del conocimiento open source, además, ha tenido ecos en el mundo de la arquitectura, facilitando herramientas, soluciones constructivas, experimentos, teorías, etc., a toda la comunidad global.72 Los mismos dispositivos arquitectónicos empiezan a incorporar toda clase de aparatos electrónicos que conectan la realidad espacial de, por ejemplo, un salón de casa con otras de escala muy diferente, como el agujero de ozono, mediante la visualización del gasto energético del hogar. Esto abre la posibilidad de una serie de conductas responsables con el problema energético basadas en la microgestión de la energía doméstica.73

En Nuevo León hay diversos proyectos que tratan de levantar plataformas para que los movimientos e iniciativas ciudadanas se puedan expresar y conectar a través de la interfaz web y el mapeo. Hay una generación de programadores, artistas visuales, diseñadores gráficos, etc., identificada con las posibilidades de construir herramientas para el empoderamiento ciudadano, y comprometida con ello. La colaboración entre estos grupos y otros de acción directa se da construyendo un conocimiento en red que crece. Muchas de estas iniciativas se citaron en el Foro de Ciudadanía celebrado en agosto de 2015 en el Parque Fundidora de Monterrey.74 Frente a los foros sobre cultura empresarial y grandeza, este tipo de eventos, unido a otros más específicos como PechaKucha 20x20,75 responden a una realidad social comprometida con la mejora de la ciudad. Asociaciones como Architecture For Humanity (AFH), capítulo Monterrey, trabajan en la inclusión de las comunidades en el diseño de su entorno. Una parte del trabajo consiste en la visibilización e identificación de asentamientos informales y el desarrollo de metodologías de diseño participativo.

Conclusiones

Para formar un cuerpo "rebelde" de arquitectos de lo público-social, que atienda las problemáticas de infravivienda y pobreza urbana, debemos dejar de pensar en la arquitectura como un trabajo autónomo y despolitizado. La aparición de los dispositivos arquitectónicos está asociada a acontecimientos muy diversos y translocales. Esta es la preocupación de la lectura ecosistémica de lo que nos rodea: fundamentar herramientas que capaciten para hacer una lectura crítica de los objetos y las arquitecturas. ¿Qué procesos están detrás de su presencia en nuestra cotidianidad? Podemos concebir arquitecturas que pasen de una ciudadanía basada en el consumo en serie a otra que evalúe y participe en los procesos que construyen el entorno. Esta es la idea de Bruno Latour cuando reclama formar un "parlamento de las cosas".76 Las tecnologías deben ser evaluadas y los costes ambientales, económicos y sociales transparentados. Debatir y problematizar el uso y los objetivos de las disciplinas científicas, descajanegrizar los procesos.

El trabajo con asociaciones civiles ha servido a esta investigación para constatar que, si bien existe una tendencia a la transdisciplinaridad, a la creación de redes de apoyo y al compartimiento de conocimiento, todavía hay grandes retos por superar. En el entendimiento de la problemática de la informalidad existe un trabajo previo que hacer desde la investigación, desde las universidades, para poder articular conocimientos y herramientas que sirvan a estos colectivos para realizar una labor más transversal. Los diagnósticos que las asociaciones civiles efectúan generalmente se reducen a encuestas y entrevistas, que si bien sirven para establecer un imprescindible acercamiento entre arquitecto y usuario, no alcanzan a trazar la problemática en toda su extensión.77

Un diagnóstico sistémico servirá a los arquitectos-médicos para afrontar la transformación de lugares construidos sin necesidad de añadir más; servirá para, en definitiva, hacer uso de lo ya existente y rearticularlo. La arquitectura debe abandonar la mesa de dibujo, la estabilidad del plano y el modelado, y entrar en el debate y la incertidumbre. Los microambientes ciudadanos, la cotidianidad, son un escenario en disputa, politizado, donde los dispositivos arquitectónicos pueden reinventarse como fruto de nuevos acuerdos, mediando entre intereses encontrados y restituyendo a las sociedades sobre el territorio.

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1Tschumi considera que para que exista arquitectura tiene que haber acción, de tal manera que los cuerpos instalados en el espacio se someten a un tipo de violencia determinada por las formas arquitectónicas. Bernard Tschumi, Architecture and Disjunction (Cambridge: MIT Press, 1996), 5.

2José Miguel G. Cortés, La ciudad cautiva: orden y vigilancia en el espacio urbano (Madrid: Akal, 2010).

3Natalia Pandolfo, "La arquitectura es un instrumento de poder", nota informativa sobre una conferencia de Josep Maria Montaner, Diario El Litoral (Santa Fe, Argentina), 14 de octubre de 2011, http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2011/10/14/escenariosysociedad/SOCI-04.html (consultado el 20 de noviembre de 2015).

4La profesora Albena Yaneva de la Manchester School of Architecture dedica parte de sus investigaciones al seguimiento de las controversias y agenciamientos políticos que suceden detrás de la construcción de equipamientos de gran escala, como en el caso del proyecto del estadio olímpico de Londres en 2012. Para más información véase http://www.msa.ac.uk/mac/Main/News?from=Main.Index (consultado en mayo de 2015); sobre el mismo asunto consúltese Albena Yaneva, Mapping Controversies in Architecture (Farnham: Ashgate, 2013).

5Las claves de estos planteamientos se pueden consultar en el blog Paisaje transversal: negociación urbana para la transformación colectiva en http://www.paisajetransversal.org/2014/09/apuntes-nuevo-urbanismo-ciudad-P2P-participacion-regereneracion-metodo-logia-hibridacion-indicadores-innovacion-institucionalizacion.html (consultado el 17 de septiembre de 2015).

6Así lo señala el arquitecto noruego Andreas G. Gjertsen, quien se lamenta no obstante de que cada vez se deje participar menos a los arquitectos en la toma de decisiones: "Una pena -asegura- porque somos una profesión puente, formada para tomar decisiones estratégicas contemplando muchos factores". Anatxu Zabalbeascoa, "Los antihéroes de la nueva arquitectura", El País Semanal (Madrid), núm. 2044, 29 de noviembre de 2015, 50-55. La cita viene de la página 55.

7Justin McGuirk, Ciudades radicales. Un viaje a la nueva arquitectura latinoamericana (Madrid: Turner, 2015).

8"Mujica, un presidente diferente", Salvados, dirigido por Jordi Évole, emisión al aire el 18 de mayo de 2014 (Barcelona: Grupo A3 Media), http://www.dailymotion.com/video/x1vismc_salvados-entrevista-jose-mujica_shortfilms (consultado en noviembre de 2015).

9Olga Wainstein-Krasuk y Graciela Brandariz (eds.), Ciudades inclusivas. Estrategias de intervención hacia ciudades inclusivas. Buenas prácticas (Buenos Aires: Café de las Ciudades, 2013). Miralles toma como referencia la idea de "proximidad urbana" para reinterpretar las ciudades del siglo XXI.

10Gerardo Esquivel Hernández, Desigualdad extrema en México. Concentración del poder económico y político (México: Oxfam México, 2015), 5.

11Esquivel, Desigualdad, 7.

12Esquivel, Desigualdad, 30.

13Esquivel, Desigualdad, 5.

14Esquivel, Desigualdad, 22.

15Bernardo Secchi, La ciudad de los ricos y la ciudad de los pobres (Madrid: Catarata, 2015), 32.

16Para una reflexión crítica al respecto se puede consultar el artículo de dos de los más influyentes pensadores urbanos contemporáneos: Neil Brenner y Christian Schmid, "The 'Urban Age' in Question", International Journal of Urban and Regional Research 38:3 (mayo de 2014): 731-755, http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/1468-2427.12115/pdf (consultado en noviembre de 2015).

17Secchi, La ciudad, 15.

18Manuel Delgado, Sociedades movedizas. Pasos hacia una antropología de las calles (Barcelona: Anagrama, 2007), 27-28, 58.

19Jane Jacobs, Muerte y vida de las grandes ciudades (Madrid: Capitán Swing, 2011 [1961]), 277 y ss.

20Zygmunt Bauman, Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos (Buenos Aires: FCE, 2005), 145.

21Esquivel, Desigualdad.

22Paula Chouza, "Emiliano Monge: 'México es una sociedad fallida'", El País (Madrid), 2 de diciembre de 2015, http://cultura.elpais.com/cultura/2015/12/01/actualidad/1448934273_771771.html (consultado el 4 de diciembre de 2015).

23Jordi Borja, Revolución urbana y derechos ciudadanos (Madrid: Alianza Editorial, 2013), 117.

24Borja, Revolución urbana, 150.

25Borja, Revolución urbana, 116.

26Charles Jencks, El lenguaje de la arquitectura posmoderna (Barcelona: Gustavo Gili, 1986 [1977]).

27McGuirk, Ciudades radicales, 21, 25.

28Anatxu Zabalbeascoa, "Los pisos de lujo son la nueva moneda", El País Semanal (Madrid), núm. 2041, 8 de noviembre de 2015, 14.

29Jesusa Cervantes, "Infonavit: usura social", Proceso 1710 (9 de agosto de 2009): 32-34; y Alfredo Méndez, "SCJN: válida, venta de créditos del Infonavit a firmas privadas", La Jornada, 22 de octubre de 2009, 41.

30En su número de noviembre de 2015, la revista francesa The Funambulist hace un repaso de distintas geografías de periferia urbana que apoyan este punto. Véase http://thefunambulist.net/product/02-november-2015-suburban-geographies-digital-version/ (consultado el 1 de diciembre de 2015).

31Anatxu Zabalbeascoa, "Francis Kéré [Entrevista]", El País Semanal (Madrid), núm. 2034, 20 de septiembre de 2015, 22-27, 25.

32En los 31 años de historia del premio es la primera vez que resulta ganador un despacho de arquitectura y diseño.

33Se trata de casas adosadas construidas en 1900 para albergar a trabajadores artesanales. El área donde se asientan se convirtió con el tiempo en uno de los barrios de mayor diversidad de la ciudad y en hogar de la comunidad negra más antigua del Reino Unido. Sin embargo, tras los disturbios de 1981 muchos propietarios fueron expulsados por el Ayuntamiento y los inmuebles tenían los días contados. Rita Álvarez Tudela, "El premio Turner reconoce los valores del colectivo de arquitectura Assemble", La Voz de Galicia (A Coruña, España), 8 de diciembre de 2015, http://www.lavozdegalicia.es/noticia/arquitectura/2015/12/08/premio-turner-reconoce-valores-colectivo-arquitectura-assemble/0003_201512G8P39991.htm (consultado el 10 de diciembre de 2015).

34Yves Michaud, El nuevo lujo. Experiencias, arrogancia, autenticidad (Barcelona: Taurus, 2014), 46.

35Michaud, El nuevo lujo, 164.

36Pierre Bourdieu, La distinción. Criterios y bases sociales del gusto (México: Taurus, 2002).

37Michaud, El nuevo lujo, 169170.

38Josep Maria Esquirol, La resistencia íntima. Ensayo de una filosofía de la proximidad (Barcelona: Acantilado, 2015), 122.

39Este autor relaciona la insistencia de muchos trabajos de investigación en lo cotidiano y lo común con la necesaria recuperación de un común sentir y hablar que se aleja de los léxicos, las gramáticas y las sintaxis típicas del saber institucionalizado. Secchi, La ciudad, 73.

40Esquirol, La resistencia íntima, 124.

41Esquirol, La resistencia íntima, 15.

42La otra forma de juntar sería el pensamiento, que procede ligando. Esquirol, La resistencia íntima, 175.

43Neil Brenner Y Christian Schmid, "Towards a new epistemology of the urban?", City 19:2-3 (abril de 2015): 151-182.

44UN-Habitat, State of the World's Cities 2012/2013: Prosperity of Cities (Nueva York: Routledge, 2013).

45Jacobs, Muerte y vida, 175-185.

46Más adelante se detalla al respecto el concepto de ensamblaje urbano de Ignacio Farías.

47Jordi Sánchez-Cuenca, "El arquitecto reflexivo", Boletín CF+S 44, Tierra y Libertad (junio de 2009), 85-93.

48Andrés Jaque, Eco-ordinary: etiquetas para la práctica cotidiana de la arquitectura (Madrid: Universidad Europea de Madrid, 2011).

49McGuirk, Ciudades radicales, 21.

50MOMA, Uneven Growth, http://uneven-growth.moma.org/ (consultado en abril de 2015).

51Neil Brenner, "Is 'Tactical Urbanism' an Alternative to Neoliberal Urbanism?", MOMA, Post. Notes on Modern & Contemporary Art Around the Globe, comentario agregado el 24 de marzo de 2015, http://post.at.moma.org/content_items/587-is-tactical-urbanism-an-alternative-to-neoliberal-urbanism (consultado en abril de 2015). La traducción es de los autores.

52"Los arquitectos y la alienación del habitar", Paisaje transversal: negociación urbana para la transformación colectiva, abril de 2015, http://www.paisajetransversal.org/2015/04/los-arquitectos-y-la-alienacion-del-habitar-eduardo-serrano-arquitectura-reflexion-profesion-crisis-alicia-carrio-habitar.html (consultado el 17 de septiembre de 2015).

53McGuirk, Ciudades radicales, 30-45.

54Entrevista de Pablo Iglesias a Manuel Castells en La Tuerka (programa de televisión), https://www.youtube.com/watch?v=dU-MD3NqmQ8 (consultada el 14 de junio de 2015).

55Bruno Latour, Reensamblar lo social: una introducción a la teoría del actor-red (Madrid: Manantial, 2008).

57Una de las más preeminentes e influyentes politólogas de la actualidad, Chantal Mouffe, clama por la necesidad de convocar en los espacios públicos la posibilidad de lo conflictivo. Según su planteamiento, sólo puede haber democracia real a través del reconocimiento y el no silenciamiento de lo antagónico.

58Véase la página web de la instalación: http://cosmomomaps1.com/ (consultado en julio de 2015).

59Más información del proyecto en http://www.dreamhamar.org/2011/10/12-actions-to-make-the-cidade-da-cultura-transparent-by-andres-jaque-arquitectos (consultado el 20 de noviembre de 2015).

60Philippe Bonnin, "El umbral de la casa: dispositivos y rituales en los fundamentos de una topología social", en La ciudad: paraíso y conflicto, editado por Juan Calatrava Escobar y José Antonio González Alcantud (Madrid: Abada, 2007), 17-42.

61Jean Baudrillard, El sistema de los objetos (México: Siglo XXI, 1981), 13-15.

62Rem Koolhaas, "La ciudad genérica", en Acerca de la ciudad, editado por Rem Koolhas (Barcelona: Gustavo Gili, 2014), 35-68.

63David Harvey, Rebel Cities: From the Right to the City to the Urban Revolution (Londres-Nueva York: Verso Books, 2012), Prefacio.

64Véase Jaime Lerner, Urban Acupunture (Washington-Covelo-Londres: Island Press, 2014).

65Esta información surge de conversaciones con personas de Techo durante visitas a los asentamientos.

66Brenner y Schmid, "Towards a new epistemology", 168-169.

67Ignacio Farías, "Ensamblajes urbanos: la TAR y el examen de la ciudad", Athenea Digital 11:1 (2011): 15-40, http://psicologiasocial.uab.es/athenea/index.php/atheneaDigital/article/view/826 (consultado en abril de 2015).

68Se puede consultar una profundización sobre este tema en Miguel Mesa del Castillo, "Víctimas de un mapa. Arquitectura y resistencia en el tiempo de la cultura flexible" (tesis de doctorado, Universidad de Allicante, 2012).

69Concepto acuñado por Manuel Castells.

70Los Madriles, http://losmadriles.org/ (consultado el 15 de noviembre de 2015).

71Miguel Mesa Castillo, "Infrastructures & Fictions", http://issuu.com/filoatlas/docs/a_syllabus_remixing_blanco (consultado en mayo de 2015).

72Es el caso de Inteligencias Colectivas 2.0, una plataforma web en la que se comparten diseños y tecnologías artesanales de diversas partes del mundo. Véase www.inteligenciascolectivas.org/ (consultado en septiembre de 2015).

73Fernando Domínguez Rubio y Uriel Fogué, "Unfolding the political capacities of design", en What is Cosmopolitcal Design? Design, Nature and the Built Environment, editado por Albena Yaneva y Alejandro Zaera Polo (Londres: Ashgate, 2015), 143-160.

74Para mayor información en este punto, consúltese los participantes en el ForoMty 2015: el poder transformador de la ciudadanía, en el que se mostraron interesantes proyectos locales sobre recuperación de la ciudad por parte de los ciudadanos. Véase www.foromty.org.

75PechaKucha 20x20 es un formato de exposición de proyectos que se caracteriza por su brevedad, informalidad y sencillez. El modelo se originó en Tokio en 2003 y se ha expandido por muchas ciudades del mundo. En Monterrey está haciendo una importante labor conectando ideas de grupos que trabajan sobre la recuperación de la ciudad como Hola Vecino, Architecture for Humanity, Techo, Impulso Urbano, entre otros.

76Bruno Latour, "¿Qué protocolo requieren los nuevos experimentos colectivos?", https://pedagogiasarquitectonicas.files.wordpress.com/2008/06/que-protocolo-requieren-los-nuevos-experimentos-colectivos_blatour1.pdf_(consultado el 17 de septiembre de 2015).

77Existen importantes esfuerzos realizados desde la UANL con la asignatura de licenciatura Arquitectura Social en la Facultad de Arquitectura, o en el Tecnológico de Monterrey con el programa del grupo Impulso Urbano, que se dedica a mejorar los entornos periféricos del área universitaria. No obstante, las metodologías son, a semejanza de las organizaciones no gubernamentales (ONG), basadas en el acercamiento a las comunidades y el diseño participativo, y no presentan diagnósticos que conecten los factores multiescalares y heterogéneos que construyen la ciudad con sus marginalidades.

Recibido: 14 de Noviembre de 2015; Aprobado: 17 de Febrero de 2016

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