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Intersticios sociales

versión On-line ISSN 2007-4964

Intersticios sociales  no.9 Zapopan mar. 2015

 

Reseñas

 

Arely Medina. Islam en Guadalajara. Identidad y relocalización

 

Luis Rodolfo Morán Quiroz

 

Zapopan: El Colegio de Jalisco, 2014

 

Universidad de Guadalajara, CUCSH.

 

El estudio de Arely Medina representa un importante avance en el conocimiento de las minorías religiosas en Jalisco, y embona perfectamente con los esfuerzos más amplios, en un sentido histórico y denominacional, que han emprendido el equipo de autores e instituciones participantes en la edición del Atlas de la diversidad religiosa en México.1 Arely Medina habla de una comunidad y de una serie de personas de escasa visibilidad en el contexto tapatío, en quienes se piensa poco cuando se habla de diversidad religiosa. Solemos pensar en los miembros de las distintas denominaciones cristianas, en la colonia judía establecida en estas tierras e incluso en algunas de las creencias indígenas que han permanecido a pesar de la espada y la cruz del imperio español; pero es muy poco lo que se menciona, se habla y se conoce acerca de las comunidades y creyentes musulmanes en esta ciudad.

Cuando Arely me comentó, hace ya algunos años, acerca de su investigación sobre el islam en Guadalajara y cómo se había despertado su interés por estas congregaciones en Bayreuth, Alemania, me hizo recordar algunas de las vivencias y entrevistas que realicé a los miembros de las comunidades turcas durante mi estancia en esa misma ciudad, experiencia desde la que emprendí viajes para charlar con miembros de los clubes de orígenes griego, español, italiano y turco en otras ciudades alemanas. Creo que muchos de quienes hemos estudiado iglesias minoritarias o a grupos de migrantes hemos tenido la experiencia de ser recibidos con una hospitalidad que no esperábamos, dada nuestra condición de científicos sociales que tenemos (a veces) más interés en responder a nuestras inquietudes académicas que en encontrar personas que respondan a nuestras necesidades humanas. Repetidamente, algunos de los potenciales informantes se han convertido, para quienes hemos hecho trabajo de campo, en inesperados amigos que nos han abierto sus almas y sus afectos, sus memorias, sus archivos e incluso nos habrán salvado de algunas inclemencias de la época o del tiempo (recuerdo en especial cómo los musulmanes turcos en la antesala de la mezquita ubicada a un costado del cementerio en Berlín me ofrecieron abrigo de las nevadas de inicios de año).

Menciono esto no sólo para presumir que he compartido alguna cálida taza de auténtico chai con turcos y musulmanes, aun a pesar de nuestras grandes diferencias culturales y lingüísticas, sino para enfatizar, por vía de la anécdota, algo que los científicos sociales solemos utilizar en nuestras exploraciones: quiénes son los otros. En ocasiones, armados de instrumentos conceptuales como el de la alteridad acabamos reconociendo la existencia o la necesidad de procesos empáticos en la investigación de campo. En ella, echamos mano constantemente de una distancia y un acercamiento necesarios para comprender, pero también para narrar lo que observamos y lo que nos cuentan de sus vidas y experiencias los demás con quienes charlamos.

En una escueta definición de lo que realizan los científicos sociales, Agustín Vaca expresaba hace ya algunas décadas que lo que hacemos es "meternos en las vidas ajenas". Uno de los méritos de Arely Medina estriba en hacer todo eso que he mencionado en los párrafos anteriores de manera seria y respetuosa: logra desentrañar la historia de cómo los miembros de un credo desarrollaron comunidades, prácticas, rituales e identidades en nuestro país y cómo han relocalizado la fe en Guadalajara; a la vez, analiza los testimonios de los conversos mexicanos de un modo que nos ayuda a entender sus procesos de conversión, las resistencias de sus entornos sociales y la manera en que cuestionan sus prácticas y creencias anteriores.

Desde la introducción, la autora señala que no le fue posible entrevistar a todos los practicantes del islam en Guadalajara por cuestiones doctrinales, barreras de idioma en el caso de los inmigrantes o por tratarse de disidentes de la comunidad. Creo que sus lectores lamentamos que su universo planeado de entrevistados se haya visto limitado, pues en lo que expone nos ofrece una gran riqueza histórica y testimonial.

La estructura del libro contribuye a aclarar su argumento. En una introducción, cuatro capítulos, conclusiones y un glosario nos guía a través de las vidas de las comunidades e individuos musulmanes. Aunque eché de menos un par de vocablos en el glosario (que me ayudó a recordar el significado de algunos términos árabes utilizados en el texto), su argumento queda claro. Gracias a que Arely sigue como debe ser las tres reglas de la retórica (menciona lo que se analizará, lo que se está estudiando y lo que se señaló) en las porciones pertinentes del libro, sus lectores podemos comprender de qué manera la relocalización de este credo está vinculada con las condiciones precarias de las comunidades. La autora lo sintetiza de la siguiente manera: Dios encuentra una rama baja para que se pose el pájaro débil que no puede volar (p. 80); esta analogía la utiliza para describir los distintos espacios y momentos por los que atraviesan las comunidades musulmanas, enfatizando cómo algunas de las tendencias del islam han llegado a Guadalajara y cómo la comunidad sunni ha logrado ser la relativamente mejor consolidada en cuanto a prácticas, rituales y lugares sagrados.

También muestra cómo en esta época las agrupaciones reales y virtuales han logrado interactuar y cómo los procesos de conversión, en algunos casos, se han visto apoyados gracias a la existencia de Internet y de las posibilidades de consultar las páginas web de otras comunidades musulmanas en el mundo.

Es indudable que el libro Islam en Guadalajara... contiene una gran cantidad de aciertos. A continuación enumero algunos de ellos: un trabajo de campo tenaz, una reconstrucción de la historia de las agrupaciones, la recopilación de las opiniones de algunos de los líderes actuales y pasados, y principalmente su recolección y análisis de los testimonios de los conversos en un entorno católico. Arely logra una exposición detallada de la historia de las comunidades, principalmente sunni y sufí, en Guadalajara; además nos permite entrever sus conflictos y las relaciones con otras comunidades musulmanas en el país y en el mundo, explica los rituales, los términos, las prácticas y las innovaciones o desviaciones que se encarnan en los miembros de éstas.

El concepto de relocalización en un mundo global me parece central en la exposición de la autora. Ya desde las primeras charlas que tuve con ella y con Cristina Gutiérrez Zúñiga, su directora de tesis de maestría, encontrábamos que este concepto requería una definición clara, sobre todo en contraste con el de localización y debido a que el islam ha de aprenderse en árabe, pues fue éste el idioma en que Mahoma comunicó El Corán. En el sentido en que los traductores utilizan el término de localización, se trata de hacer que los textos se viertan de un idioma a otro, y a la vez se utilicen términos y alusiones que reflejen el mensaje del texto original pero también el idioma de llegada. El problema con convertirse en musulmán es que los márgenes parecerían ser mucho más estrechos.

Como muestra la exposición de Arely, la oración en las comunidades musulmanas en Guadalajara se realiza en árabe y se traduce literalmente, con escasa o nula interpretación en español, lo que genera un problema en cuanto a la localización y la relocalización de una creencia tan vinculada a un idioma. Las comunidades musulmanas han logrado relocalizarse tras un proceso que se fortalece gracias a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), el cual permite enterarnos acerca de lo que pasa en el Cinturón del Corán, pero eso no significa que los márgenes para la reinterpretación del credo también se amplíen. Como se señala en el libro, la relocalización y la identidad de las comunidades alejadas del cinturón coránico se ven problematizadas por el contexto sociocultural (p. 29), lo que se resuelve tras un proceso de reconfiguración. Arely afirma que "la relocalización se refiere a la parte final o al resultado de un proceso que logra la institucionalización de la práctica y el sistema de creencia islámico, en el sentido de que en una comunidad determinada pueda identificarse la aplicación de un criterio de ortodoxia religiosa" (p. 33).

Enfatizo de la cita anterior el término ortodoxia, lo que es especialmente importante en las tradiciones islámicas. Los testimonios de quienes comienzan a distinguir entre una identidad musulmana y una árabe y quienes se consideran como "cultural y religiosamente otros", contrastan con quienes están dispuestos al disimulo de su conversión (regresión en el sentido de que significa volver a una naturaleza musulmana con la que nace todo ser vivo) (p. 66), a asistir a prácticas o festividades religiosas llevados por sus familiares católicos y asumir gradualmente una identidad que los aleja del alcohol y otras prácticas no deseables en el islam.

Hace algunos años, le comenté a una prima que esa tarde habría un foro académico en la Universidad de Guadalajara para analizar algunas aristas de un reciente conflicto interreligioso, ella respondió "¿pero eso a quién le importa? ¡Hace tantos años que todos somos tolerantes y que a nadie la importa la religión de los demás!". Su pregunta y su afirmación vienen al caso cuando se piensa que buena parte del argumento del libro de Arely, en cuanto a las etapas históricas por las que pasó el desarrollo de las comunidades musulmanas en México (disimulo obligado, disimulo pertinente, reislamización y conversión con proselitismo), está relacionado con las historias de vida de los nuevos conversos quienes no siempre son aceptados por su nueva fe entre sus parientes e incluso son cuestionados por sus amigos y sus compañeros de trabajo. Aquellas etapas que, bien podría considerar mi prima, han pasado ya para siempre, para los nuevos creyentes del islam se convierten en situaciones que han de enfrentar y ante las cuales toman decisiones que les permitan seguir en el entorno tapatío.

Como describe Arely Medina, algunos de los nuevos creyentes tienen la suerte de que en sus familias y en su contexto social se les acepte como musulmanes y en su entorno se vea con naturalidad el uso del velo en las mujeres, que eviten las fiestas, el alcohol y la carne de cerdo. Pero no todos los musulmanes en nuestro contexto son aceptados, algunos de los testimonios incluyen la narración de conflictos entre hija y padre, entre amigos profesionistas o entre parientes. Hay quienes critican a los nuevos conversos de seguir una moda y quienes los ven como traidores a la fe católica. Así, varios de los creyentes individuales que no han logrado ser aceptados han establecido estrategias que reflejan las etapas históricas de las comunidades en México; algunos acaban por seleccionar a sus amigos u optan, en distintos grados y contextos, por no informar a sus familiares, amigos o compañeros de trabajo.

 

Nota

1 Renée de la Torre y Cristina Gutiérrez Zúñiga (coords.). Atlas de la diversidad religiosa en México. Zapopan: El Colegio de Jalisco-El Colegio de la Frontera Norte-El Colegio de Michoacán-CIESAS-Secretaría de Gobernación-Universidad de Quintana Roo, 2007.         [ Links ]

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