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Intersticios sociales

versão On-line ISSN 2007-4964

Intersticios sociales  no.7 Zapopan Mar. 2014

 

Reflexión epistemológica

 

El pragmatismo en la sociología: ¿hacia un nuevo giro epistemológico?

 

Philippe Schaffhauser

 

El Colegio de Michoacán

 

Artículo recibido: 3 de septiembre de 2013
Aceptado: 18 de noviembre de 2013

 

Resumen

El pragmatismo es una filosofía norteamericana. Se refiere explícitamente al movimiento filosófico impulsado hacia 1872 en Cambridge (Massassuchets, Estados Unidos) por el lógico y matemático Charles S. Peirce (1839-1914). Su historia se construye en paralelo a la sociología y ha propiciado algunos puntos de contacto con esta disciplina. Si bien este artículo no es una historia del pragmatismo ni tampoco una historiografía minuciosa de la relación entre esta filosofía y la sociología, busca explorar en qué medida el pensamiento de una se compagina con el quehacer de la otra. Para ello se parte de algunos antecedentes para apuntalar esta compatibilidad considerando la crítica de Durkheim hacia el pragmatismo de William James como un punto de entrada necesario a este debate. Posteriormente, el artículo pasa a examinar la actualidad del pragmatismo donde existe una polémica en torno del legado del pragmatismo temprano de Peirce, James y Dewey y los problemas contemporáneos que atienden nuevos pragmatistas como Rorty o Cavell, discusión que termina por contagiar los espacios de la reflexión sociológica acerca de conceptos clave como creencia, duda y acción, cuya traducción al lenguaje sociológico permite atender la actualidad de viejas problemáticas fundados sobre las posibilidades del vínculo social y de la sociedad. A la postre, este artículo no pretende sacar un balance de esta discusión sino participar de ella, al plantear alguna pistas que permitan explorar cómo hacer sociología con el pragmatismo.

Palabras clave: sociología, pragmatismo, Durkheim, creencia y duda.

 

Abstract

Pragmatism is a North American philosophy. Refers explicitly to the philosophical movement driven to 1872 in Cambridge (Massassuchets, United States) the logical and mathematical Charles S. Peirce (1839-1914). Its history is built parallel to sociology and some points of contact with this discipline. While this article is not a history of pragmatism, nor a thorough historiography of the relationship between this philosophy and sociology, it seeks to explore to what extent thinking one is combines the work of the other. This is part of some background to underpin this compatibility, whereas Durkheim criticism towards the pragmatism of William James as a necessary point of entry to this debate, to then examine the relevance of pragmatism where there is a controversy around the legacy of pragmatism early Peirce, James, Dewey and contemporary problems serving new pragmatists like Rorty and Cavell, discussion that ends up getting the spaces of sociological theory on key concepts such as belief, doubt and action whose translation to sociological language allows meet today's old problems founded on the possibilities of the social relationship and the society. Ultimately, this article is not intended to take stock of this discussion but to participate in it, to raise any tracks that allow you to explore how to make Sociology with pragmatism.

Keywords: sociology, pragmatism, Durkheim, belief, doubt.

 

En el principio era la acción.

J. W Goethe. Fausto

 

Introducción

El pragmatismo es una filosofía norteamericana. Se refiere explícitamente al movimiento filosófico impulsado hacia 1872 en Cambridge (Massassuchets, Estados Unidos) por el lógico y matemático Charles S. Peirce (1839-1914) y al cual se adhirieron primero William James (1842-1910) y posteriormente John Dewey (1859-1952), movimiento con el cual se identificaba también George H. Mead (1863-1932), amigo y colega del anterior en la Universidad de Chicago, a principios del siglo XX. A cerca de siglo y medio de su renacimiento1 bajo la pluma de Peirce, quien plasmó las principales tesis del pragmatismo en un par de artículos fundantes que son "Fixation of belief", de 1877, y "How to make our ideas clear?", de 1878, esta nueva manera de abordar viejos problemas filosóficos -como bien decía William James- sigue siendo un proyecto, una obra filosófica y científica en construcción. En este sentido el pragmatista es siempre un investigador, filósofo o intelectual en ciernes. Como se comentará más adelante el pragmatismo no es una doctrina filosófica más, sino una metodología filosófica2 aplicable para ciencias naturales y sociales.3

Al igual que con la filosofía de Kant en el siglo XVIII y posteriormente con la segunda filosofía del lenguaje ordinario inserto en una pluralidad de formas de vida de Ludwig Wittgenstein, nos quedamos asombrados y perplejos ante el pragmatismo por la profusa capacidad intelectual de sus autores y la impresionante potencia de su maquinaria lógica para dilucidar sencillamente problemas espinosos y complejos, porque no sabemos a final de cuentas qué hacer exactamente con esa herencia,4 esto es, si es necesario proseguir con este proyecto o convertirnos en cancerberos de tal patrimonio filosófico. Como en todo legado, hay un bien que compartir o dividir entre seguidores y herederos. Sin embargo, pragmatistas de hoy como Putnam o el finado Richard Rorty, y de ayer como James o Dewey, sólo comparten un aire de familia, porque el pragmatismo es un proyecto filosófico, es decir, un proceso intelectual. Este legado inició bajo la forma de una definición con la cual Peirce plantea lo que es el método pragmatista. La fuerza de su contenido despierta, no obstante, una serie de enigmas e interrogantes respecto de cómo declinar sus principios, y pregunta hacia dónde nos lleva la conducción de este método:

Pour développer le sens d'une pensée, il faut donc simplement déterminer quelles habitudes elle produit, car le sens d'une chose consiste simplement dans les habitudes qu'elle implique. Le caractère d'une habitude dépend de notre façon dont elle peut nous faire agir non pas seulement dans telle circonstance probable, mais dans toute circonstance possible, si impossible qu'elle puisse être. Ce qu'est une habitude dépend de ces deux points: quand et comment elle fait agir. Pour le premier point: quand ? Tout stimulant à l'action dérive d'une perception; pour le second point: comment? Le but de toute action est d'amener au résultat sensible. Nous atteignons ainsi le tangible et la pratique comme base de toute difference de pensée, si subtile qu'elle puisse être. Il n'y a pas de nuance de signification assez fine pour ne pas pouvoir produire une difference dans la pratique [...] Considérer quels sont les effets pratiques que nous pensons pouvoir être produits par l'objet de notre conception. La conception de tous ces effets est la conception complète de l'objet.5

En esta definición de Peirce,6 encontramos en filigrana el programa wittgensteiniano de los juegos de lenguaje cuyo epicentro no es más el sentido del lenguaje, sino la cuestión de su uso en un determinado contexto y a través de una forma de vida específica (Wittgenstein, 1961). Una concepción del sentido sin una práctica lingüística, es decir, social y cultural, termina siendo pura especulación racionalista al estilo del estructuralismo de Ferdinand de Saussure, quien al introducir la separación entre lengua y habla en el lenguaje, convirtió aquélla en una autonomía psicológica dotada de intenciones.7

En otra tesitura, para Peirce el pragmatismo es una filosofía de las abducciones cuya herramienta principal es la semiótica que él mismo fundó en paralelo a la semiología de Ferdinand Saussure.8 Su lógica tríadica (representamen, objeto e interpretante) y las tricotomías (primero, segundo y tercero) para explorar el proceso de significación del signo (interpretación) y construcción del mismo (semiosis), han despertado un enorme interés en la filosofía analítica en general y entre varios autores como Willard van Orman Quine, en particular. Por abducción se entiende una hipótesis correspondiente a una duda real9 deparada por la observación de la realidad a partir de la cual surgen anomalías que nos convocan a buscar una interpretación correcta para explicar su existencia.10 La abducción es el reino de la hipótesis como búsqueda para cambiar la faz del mundo no radicalmente sino de modo siempre situado, "en el hic et nunc":

El pragmati[ci]smo es el principio según el cual todo juicio teórico expresable en una oración en el modo indicativo es una forma confusa de pensamiento cuyo único significado, si tiene alguno, radica en su tendencia a imponer una máxima práctica correspondiente, expresable como una oración condicional que tiene su apódosis en el modo imperativo.11

Pragmatismo y sociología, de 1955, que se refiere al curso impartido por Durkheim,12 de Sociología y pragmatismo, publicado en 1968 por Charles Wright Mills,13 es un estudio sociológico monumental acerca de la conformación del pragmatismo en Estados Unidos y sus consecuencias para esa sociedad, este artículo titulado con cierto guiño "El pragmatismo en la sociología" pretende, modestamente, echar luz sobre el pragmatismo y sus relaciones con las ciencias sociales hoy en día y la sociología en particular. Para ello limitaré mi reflexión a resaltar una serie de puntos de contacto entre sociología y pragmatismo, lo cual deja en claro que no se trata aquí de una contribución versada sobre una historia minuciosa del pensamiento sociológico influido por el pragmatismo, porque este tema ameritaría que se le dedicara un estudio completo plasmado en un libro. Además, dicha historia es discontinua y tendría por tanto que señalar entre otros sucesos la relación accidentada entre pragmatismo y sociología que osciló entre malentendidos, prejuicios, rechazo y olvido del pragmatismo por parte de la sociología europea liderada por la escuela francesa heredera del positivismo durkheimiano, e influido, décadas después, por el auge de la teoría social marxista fundamentada en el concepto de dominación. Dicha historia debería también referirse al crisol pragmatista europeo, esto es, todos aquellos autores que si bien nunca se refirieron explícitamente al pragmatismo, su obra devela varias conexiones con la plataforma conceptual pragmatista; una suerte de pragmatismo endémico europeo. Es el caso de Gabriel de Tarde, cada vez más citado hoy en día para construir este puente que une a la sociología contemporánea con el pragmatismo temprano.14 Asimismo, dicha historia se enfrentaría a un problema magno que sigue entorpeciendo los intentos de articular pragmatismo y sociología, que tiene que ver con definición flotante por no decir más del pragmatismo: muchos autores hoy en día, como Luc Boltanski, califican de pragmatista su abordaje de la realidad social cuando en realidad no es evidente discernir los criterios pragmatistas que definen su metodología.15 Finalmente, en este artículo hay un posicionamiento crítico que consiste, a pesar de mi simpatía con el pragmatismo en general, en decir que hoy por hoy la relación entre pragmatismo y sociología no es un hecho fehaciente sino un suerte de cercanía entre dos propósitos que son, por un lado, aclarar las ideas complejas mediante la investigación de las consecuencias de las mismas y la producción del conocimiento sobre el mundo social en que vivimos todos, por el otro. En este sentido este artículo busca señalar el grado de compatibilidad16 que existe entre ambos proyectos.

Por tanto, repasaré algunos antecedentes en torno de la recepción del pragmatismo, proceso en el cual Durkheim tuvo un papel destacado (mas no prominente) para luego pasar a comentar la actualidad del pragmatismo como fuente de inspiración para la sociología contemporánea. Asimismo considero importante detenerme un poco en cómo funciona el pensamiento, con base en qué grupo de ideas se gesta esta forma de ver el mundo y concebir la relación con él, a través de la acción y la creencia reunidas bajo la batuta de la investigación. Finalmente exploraré tres vetas conceptuales que posibilitan la conformación de un programa de investigación sociológico de corte pragmatista, esto es, la relación entre creencia, acción y creación.

La expresión "giro epistemológico"17 para referirse a la influencia del pragmatismo en la reflexión sociológica cobra el sentido de una metáfora y no el significado de un proceso consumado relativo a una nueva revolución científica al estilo de Thomas Kuhn, por la sencilla razón de que el pragmatismo no es un paradigma (esto es, un programa de investigaciones centrado en la atención de ciertos objetos de estudio con una mirada y una metodología renovadas o remozadas) sino una suerte de metaparadigma cuyo propósito es proporcionar algunas guías que permitan, más allá de las disciplinas y tradiciones científicas, destrabar el camino de la investigación y aclarar confusiones conceptuales. Por lo tanto, el pragmatismo hoy en día en sociología consiste en empezar a romper con ciertos reflejos de la tradición sociológica cuyos sustratos tienen un fuerte contenido filosófico como el dualismo, el esencialismo o el positivismo, que contaminan las teorías sociales en boga o pasadas. En este sentido, el pragmatismo se intercala entre el subjectivismo y el positivismo. En ello radica la propuesta de este artículo cuyo fin es participar de la discusión actual acerca de un posible (que no probable) giro pragmatista en las ciencias sociales.

 

El pragmatismo bajo el lente de Durkheim

En tanto que buen positivista, Emilio Durkheim se dio a la tarea de presentar y comentar al pragmatismo que estaba entonces en boga en su curso sobre pragmatismo y sociología dictado en la Sorbona entre 1913 y 1914 y cuyo contenido fue publicado de manera póstuma en 1955 por algunos de sus alumnos. Para ese entonces Durkheim18 tenía en la mente tres objetivos pedagógicos clásicos para el alumnado de la afamada universidad parisina, cuando se trataba de presentar una nueva teoría: 1) exponer con claridad y objetividad las principales tesis del pragmatismo, es decir, de manera interna y acorde con los argumentos de esta filosofía; 2) detectar y analizar sus debilidades y contradicciones; y 3) sacar el balance sobre los aportes del pragmatismo para la reflexión sociológica. Sin embargo, estos objetivos académicos eran guiados por una clara intención del padre fundador de la sociología francesa: defender a capa y espada el racionalismo francés heredero de Descartes contra el "irracionalismo" y el "utilitarismo lógico" con que calificaba Durkheim al pragmatismo.19 Esta intensión mermó el peso de los aportes del pragmatismo para la reflexión sociológica, al introducir un sesgo moral y político en lo que hoy en día se ha popularizado por medio de la expresión nacionalismo metodológico popularizada por Wallerstein.20

La crítica de Durkheim se centra principalmente en la obra de William James, tal vez, dicho sea de paso, el más afrancesado de los pragmatistas tempranos. Durkheim presenta de manera muy escueta el pragmatismo de Peirce, a quien consideraba como un representante norteamericano del positivismo;21 y ni se diga del instrumentalismo de Dewey cuya contribución a temas de educación y democracia pasa totalmente por alto el autor del Suicidio. Cuando se examina con cierto detenimiento la postura recelosa de Durkheim frente a lo que consideraba el peligro pragmatista para con la tradición racionalista europea saltan a la vista al menos dos elementos de reflexión: el primero tiene que ver con el nacionalismo teórico-metodológico de Durkheim, el cual no dista mucho del propio nacionalismo educativo de José Vasconcelos cuando éste discrepa con "el peligro Dewey"22 para ridiculizar su propuesta pedagógica fundada, entre otras cosas, sobre el concepto del aprender-haciendo.

A final de cuentas, Durkheim, al igual que Bertrand Russell, tilda el pragmatismo de ser una filosofía netamente apropiada para mentes norteamericanas (y en el caso de Russell, para el empresario guiado por su voracidad y su codicia) con argumentos nacionalistas que aducen a las principales tradiciones del pensamiento francés donde Descartes funge en tanto que figura de proa. Al etnocentrismo filosófico norteamericano que supuestamente entrañaría el pragmatismo, Durkheim responde con otra suerte de etnocentrismo: la tradición racionalista del Viejo continente.

El segundo elemento tiene que ver con el filósofo Émile Boutroux (1845-1921), quien fuera el mentor de Émile Durkheim. Boutroux23 rinde un sincero e insigne homenaje a William James y su obra, considerándolo dentro de los más grandes en la historia de la filosofía. Lo que a conciencia pasa por alto Durkheim en su curso sobre pragmatismo es la polémica que guarda con el filósofo marxista francés Georges Sorel (1847-1922), cuyas ideas políticas y reflexiones sobre la violencia a principios del siglo XX eran totalmente opuestas a las de Durkheim,24 quien buscaba por medio de la sociología afianzar los mecanismos de la integración social, pasando por alto la tarea de promover una reflexión crítica acerca de la organización social a la que tendría que adherir el individuo lego.

Lo anterior es una invitación para reflexionar sobre el tema de las adhesiones y lealtades intelectuales. A veces, y es el caso de Durkheim y Vasconcelos con respecto del pragmatismo, el autor manifiesta abiertamente su repudio por tal o cual teoría cuando existen evidencias que contradicen tal rechazo. Esto se debe en parte a un conocimiento escaso o aproximado acerca de lo que se pretende criticar y poner a distancia. Puesto que el pragmatismo no es una filosofía con un cuerpo doctrinal perfectamente delimitado y dotado de un contenido propio, sino un movimiento para ir construyendo filosófica y científicamente modalidades y métodos para responder, esclarecer y destrabar problemas prácticos, sucede a menudo que la crítica que recibe no es acertada. Peca por equivocar cuál es su blanco, hacia dónde tiene que dirigir las flechas de su cuestionamiento. De ahí la idea, como bien lo sugiere el propio Talcott Parsons,25 que en realidad la obra de Durkheim no se sitúa en las antípodas de lo que plantean autores como Peirce, James o Dewey, sino que constituye una variante posible del pragmatismo.26 Lo que a menudo nos enseña el pensamiento pragmatista es que las polémicas se tornan estériles porque aquello que está en debate no es asunto de naturaleza sino de grados, no de esencia sino de relaciones y, finalmente, no de género sino de sutiles matices. El pragmatismo es una suerte de dialéctica norteamericana donde el empirismo radical de William James27 plantea que la experiencia es primero y presupone la unión preliminar o, mejor dicho, la indeterminación entre sujeto, objeto y realidad. Por ende, la construcción del sujeto, es decir, el acto de separación de esta individualidad en tanto que no significa el advenimiento pleno y entero de la subjetividad, remite a un proceso y por tanto se descarta la idea de una voluntad o un pensar subjetivo que fuese previo o colateral a todo tipo de relación. El mundo inicia con ser un todo indeterminado. Con James no hay trascendencia. Bajo esta óptica, el sujeto no es sino la insistencia subjetiva de la relación entre sujeto, objeto y realidad, lo cual se convierte en el mundo de las experiencias del sujeto. Es la perspectiva subjetiva de la existencia de esta relación.

Es por ello que una de las principales características del pragmatismo es ser un antidualismo empedernido. En este sentido, la diferencia entre el pasado y el presente no es conceptual sino práctica, esto es, en qué medida estamos dispuestos a recordar el pasado para actuar a futuro. Pasado y futuro no se oponen en sí, sino que entre ellos ha de pasar un camino o hay que construir dicho camino para resolver problemas concretos, o sea, problemas planteados por grupos reales para enfrentar o mejorar una relación con el medio en que se desenvuelve. Esto vale tanto para grupos de investigadores como para grupos de obreros, de ingenieros, burócratas, comunidades indígenas o campesinos, medieros, jornaleros o ejidatarios.

El pragmatismo asume también la idea que no hay problemas en sí, sino que siempre el problema es de un individuo o un colectivo.

Por último, esta presentación del pragmatismo a través de la controversia entre esta filosofía y la sociología positivista y explicativa de Émile Durkheim nos conduce a pensar en la relación entre pragmatismo y las condiciones sociales, económicas, culturales y políticas de su recepción. Es curioso ver que este rechazo inicial por parte de Durkheim y después de un largo olvido convirtiendo a William James en un ilustre desconocido, devino, al menos para el caso de Francia, en un interés remozado por su obra y el pragmatismo en general. No siempre coinciden la producción de un nuevo conocimiento y las condiciones de comprensión y aceptación. En este sentido James señalaba que una nueva teoría tenía que pasar por las tres etapas que marcan su recepción e integración en la comunidad académica: 1) el rechazo por ser considerada absurda; 2) la descalificación ser un sistema explicativo demasiado sencillo y, por lo tanto, sin interés científico; y 3) la aceptación por sus propios críticos que consideran que en realidad son ellos que la acuñaron.28

 

La actualidad del pragmatismo

Con el correr de los años, la palabra "pragmatismo" se ha vuelto una voz polisémica.29 Es por ello que estudiosos del pragmatismo distinguen entre un pragmatismo lógico representado por Peirce, un pragmatismo filosófico psicológico encabezado por William James y un pragmatismo aplicado a temas como educación y democracia abanderado por John Dewey. Sus varias acepciones remiten a mundos culturales y esferas sociales distintos. Entre ellos existe, sin embargo, un aire de familia. Por ende, empezaré por plantear un problema de lenguaje en torno de lo que aquí me ocupa: las relaciones entre el movimiento pragmatista y la tradición sociológica, y sus posibles aportes para la reflexión epistemológica en las ciencias sociales en general. En efecto cuando de pragmatismo se trata nos enfrentamos a un serio problema de definición. ¿Qué se pretende significar cuando se usa la palabra "pragmatismo"? Existen varias interpretaciones al respecto que reflejan la compenetración entre varios campos como son las ciencias políticas, el discurso mediático-informacional, la política como quehacer público, las ciencias económicas, las ciencias sociológica y antropológica y, last but no least, el sentido común. La respuesta podría ser pragmatista30 y remitir, además, a una famosa advertencia del segundo Ludwig Wittgenstein: "No buscar el significado de una palabra sino los usos de ésta, porque son su significado".31 Por su lado, William James consideraba que la palabra "pragmatismo" era un término nuevo para significar viejos problemas.32

A pesar del antecedente señalado en la introducción sobre el surgimiento de una filosofía propiamente norteamericana, el pragmatismo muy a menudo sigue siendo considerado hoy en día por gran parte de la comunidad sociológica como una filosofía de segunda clase, ya que, como decía Bertrand Russell,33 no es sino un pensamiento norteamericano puesto al servicio de la codicia del empresario capitalista. En este sentido el pragmatismo parece primo hermano del utilitarismo vulgarizado de Benjamín Bentham, John Stuart Mill y Henry Sidgwik. Para sus críticos, el pragmatismo se ha tornado hoy en día la filosofía del hombre político neoliberal que privilegia el realismo económico sobre cualquier otra posición política o interés social, considerando que cualquier otro enfoque no es válido por el hecho de permanecer alejado del contacto con la realidad, cuando de lo que realmente se trata es de una relación con una ideología (como visión y versión del mundo) que al igual que cualquier otra ideología, ha vuelto la realidad natural: única y evidente al mismo tiempo. El mandamiento "hay que ser pragmático" significa ser realista, práctico, y se convierte en una postura que posibilitaría objetividad e imparcialidad, pasando por alto, claro está, sus fundamentos axiológicos relacionados con una suerte de economía política planteada como una ciencia natural, caída del cielo y puesta al servicio de la razón humana (que no una disciplina histórica surgida en un momento preciso del acontecer social y político de ciertas sociedades occidentales).

El pragmatismo no es una metodología a secas ni un llamado a la frialdad y el cálculo positivista para construir el conocimiento general. Es una filosofía que cobra primero la forma de un humanismo, como bien lo señalaba el británico Ferdinand Canning Scott Schiller (1864-193 7), uno de los primeros pragmatistas de finales del siglo XIX. Segundo, el pragmatismo es un antidogmatismo, lo cual provocó que fuera excomulgado como forma de pensamiento por el poder papal, a principios del siglo XX. En la Encíclica Pascendi de 1907 el Papa Pío x (1835-1914) lanzó el anatema contra el pragmatismo:34 "Es anatema decir: Los dogmas deben realizarse siguiendo sólo su sentido práctico para actuar, es decir, no como una norma de creencia sino como una regla obligatoria". Finalmente es una filosofía que busca relacionar la especulación con la investigación. Es asimismo, como veremos más adelante, una filosofía que articula estrechamente creencia y acción que generalmente separan los filósofos.

En otras ocasiones el pragmatismo es reducido a no ser sino una filosofía del sentido común, del sentido práctico con base en el cual actúan los sujetos sociales y culturales, una suerte de conocimiento empírico poco compatible con la resolución de grandes problemas teóricos que pretende atender la tradición racionalista inclusive con su derivación en las opciones del paradigma positivista que fundamenta la razón en el cotejo de realidades empíricas. Ambas lecturas reflejan un sesgo evidente donde se compenetran argumentos intelectuales y razones etnocéntricas ya que el pragmatismo no es sino una expresión histórica de la cultura anglosajona y, claro está, norteamericana. Tanto para sus partidarios como para sus adversarios, el pragmatismo sería, bajo este enfoque, la ciencia del realismo, la "filosofía de la verdad"35 como resultado de una voluntad dispuesta a todo con tal de conseguir lo anhelado, esto es, la persecución de un fin determinado que justifica el uso de medios cualesquiera que sean. Esta lectura tiene que ver con la comprensión de la teoría de la verdad de William James que tantas críticas ha recibido: uno, por ser un producto del pensamiento empresarial norteamericano y segundo por dar la espalda a la tradición racionalista obsesionado por la búsqueda de los orígenes, esto es, lo que llamaría yo la filosofía de las esencias.36

Con el paso del tiempo, el pragmatismo ha corrido la suerte de toda nueva propuesta filosófica o científica en el momento de su recepción por la academia -recordemos en esta tesitura la reacción negativa de la sociología francesa para con la escuela de Chicago, la ecología urbana con tinte pragmatista en tiempos del apogeo del paradigma marxista, o bien el desconcierto que provocó el segundo momento filosófico de Ludwig Wittgenstein, el de los juegos de lenguaje, empezando por la feroz crítica de su exmentor, Bertrand Russell-, es decir, en tanto nuevo abordaje del pensamiento y de la acción propició críticas, recelos y comentarios que terminaron tergiversando su contenido.

Sin embargo, no creo que cuando hablamos de pragmatista hoy en día y de sus influencias en la reflexión en las ciencias sociales, estemos presenciando una suerte de "revolución científica", o sea, en palabras de Thomas S. Kuhn, un cambio de paradigma que implique el desplazamiento paulatino de otro, anterior, que dictaba los programas de investigación y la construcción teórica (Kuhn, 1971); la visión que acerca del mundo tiene la ciencia dominante. Esto es, por dos razones principales que muy escuetamente voy a resumir: 1) lo que analiza Kuhn en su famoso libro concierne sobre todo a las llamadas ciencias naturales y exactas (las ciencias de la cultura como las designaba Max Weber obedecerían a otro tipo de examen epistemológico pericial) y 2) que es, lo que constituye la principal razón, el pragmatismo no es un paradigma como lo son el funcionalismo, el estructuralismo o el marxismo y sus variantes y combinaciones posibles, sino que es una metodología que consiste en aclarar ideas. En palabras de Kuhn, el pragmatismo nunca será una "ciencia normal" porque sería incurrir en una contradicción.

Por tanto, el pragmatismo no es en sí una teoría del conocimiento, sino una reflexión metodológica relativa a la producción del conocimiento, esto es, una epistemología cuyas bases no se desprenden de la tradición positivista. Como veremos más adelante, el pragmatismo es un método y no una escuela filosófica. Su tarea consiste en destrabar problemas y cazar problemáticas fantasmas,37 como es la filosofía de la duda de corte cartesiano que se prolonga en la fenomenología de Husserl a través del método del epochè. Su virtud, insisto, es de índole metodológica; es un método para aclarar las ideas considerando que la acción (la investigación) es la vía principal para ello. En este sentido, el pragmatismo de Peirce o de James entabla una relación de familiaridad con la filosofía del segundo Wittgenstein.38

Sin bien el pragmatismo es una filosofía de la acción, no es un plan de acción que se derive de un modelo. Por ello suena un tanto equivocado por ejemplo considerarse que se es filósofo pragmatista, o, para el caso que me ocupa aquí, autoproclamarse sociólogo pragmatista. El pragmatismo es una fuente con la cual parece interesante entablar un diálogo tal como lo ha construido el sociólogo alemán Han Joas mediante sus múltiples trabajos sobre la relación entre el pragmatismo de G. H. Mead39 y el movimiento pragmatista, por un lado, y la filosofía y la sociología continentales, especialmente las alemanas, por otro. Mi objetivo en este artículo es luego entonces construir las condiciones de un diálogo entre la tradición sociológica, con todo y su abanico de objetos de estudio y corrientes teórico-metodológicas para atenderlos, y el movimiento pragmatista, con todo y su diversidad.

El pragmatismo es en la actualidad una fuente inspiradora (no siempre del todo clara) para hacer sociología y ciencias sociales en general. Su relativo auge tiene que ver, a mi juicio, con el in de los grandes paradigmas sociológicos como lo ilustra por ejemplo el caso de la sociología crítica de Pierre Bourdieu, cuya fuerza había sido la combinación en un mismo esfuerzo teórico por develar los mecanismos de la dominación a través de una relectura de autores tan dispares como Marx, Max Weber y Durkheim, y filósofos tan alejados entre sí como Kant o Wittgenstein, por un lado, y la emergencia de una sociología pragmática representada por un discípulo disidente de Bourdieu y la sociología crítica, Luc Boltanski, por otro. Bourdieu tenía por blanco sociológico y moral el lidiar contra las autoridades instituidas en nombre de los grupos dominados, en tanto que Boltanski y Laurent Thévenot buscaban, y siguen haciéndolo, poner de relieve la competencia de "los actuantes" para generar regímenes de acción legítima que favorezcan el diálogo y la negociación con el otro, mediante una apropiación de vertientes de la acción comunicativa de Habermas, unos de ciertos principios de la teoría de la justicia de John Rawls por un lado y los hallazgos de la etnometodología por otro.

La sociología crítica es una disciplina cuya base empírica son las prácticas sociales insertadas en el juego de poder que disponen las estructuras sociales, en tanto que la sociología pragmática es una ciencia de las acciones y las justificaciones morales que las acompañan desde el punto de vista del "actuante". A la postre se trata de dos paradigmas inconmensurables.40

Sin embargo, a la luz de este fragmento de la historia de la sociología acotada al caso de la tradición y academia francesas no hay que perder de vista que la llamada sociología pragmática de Boltanski, Thévenot, a la cual conviene sumar, a pesar de su derrotero distinto, la antropología asimétrica de Bruno Latour, es un pariente lejano del pragmatismo, ya que las referencias directas a la tradición pragmatistas son escasas por no decir discretamente ausentes de su planteamiento sociológico. No es del todo cierto que la sociología pragmatista sea a final de cuentas más pragmatista que la sociología crítica. La pregunta como suele suceder es qué puede aportar el enfoque pragmatista para convertir en más inteligible y más transformable la realidad social y cultural sobre la cual investiga y conjetura el sociólogo y científico social.

Este ejemplo actual que ilustra el debate, la controversia y la polémica sociológica en Francia es para meditar y nos invita al menos a extraer dos conclusiones parciales respecto de la influencia del pragmatismo en las ciencias sociales, tema que a menudo volveremos a tocar a lo largo de este artículo: 1) rara vez dicha influencia ha sido directa, evidente o clara, por el sencillo hecho de que siendo el pragmatismo un cuerpo de prescripciones y orientaciones para hacer ciencia su traducción, su influencia posible siempre se diluye en tantas investigaciones y adaptaciones metodológicas a circunstancias propias o especiales haya, y 2) derivado del anterior, el efecto de moda que ha provocado el redescubrimiento del pragmatismo mediante la rehabilitación de sus pensadores tradicionales ha provocado una inflación y una confusión semánticas sobre lo que se entiende por pragmatismo. El overol no hace al obrero y tampoco convierte a uno en pragmatista el haber leído El Pragmatismo de William James. Ser pragmatista no es un acto performativo, sino un asunto de aprendizaje y experiencia. No es algo que se merezca, es algo que simple y sencillamente se experimenta día con día. Existen líneas del método y del pensamiento pragmatistas que han sido plasmados en parte (nunca en totalidad) en las investigaciones de autores como Charles Wright Mills o Randall Collins; significa que el lector, analista y crítico, puede encontrar rasgos pragmatistas en una obra y reconstruir entre varios autores continuidades y, finalmente, un aire de familia entre ellos, sin tanto reducir la investigación de uno u otro a un supuesto modelo.

 

Tres pistas pragmatistas para la reflexión sociológica: acción creadora, creencia y continuidad

A manera de presentación escueta el pensamiento pragmatista se caracteriza por ser: 1) una filosofía de la acción como metodología para destrabar enredos ilosóicos;41 por considerar que, en palabras de James, 2) la realidad es práctica,42 es decir que es procesal, indefinida e infinita y de ahí es lo que justamente posibilita la acción; 3) el papel de la investigación como forma de acción para dilucidar problemas;43 4) el papel de la creencia (que no sólo es de índole religiosa) como guía de la acción;44 5) la identidad profundamente social de la personalidad, lo cual ha dado pie a la ciencia psicológica social fundada por Mead; 6) el rol del conocimiento cuyo significado sólo tiene sentido toda vez que se despliega en el curso de una acción; 7) una ética de la responsabilidad como proceso;45 8) por haber propiciado un giro lingüístico cuya consecuencia central ha sido de "despsicologizar" el problema de la mente para considerarlo como un asunto netamente gramatical;46 y por último, 9) el pragmatismo se caracteriza por asumir una posición filosóica aparentemente contradictoria que es la conjunción del escepticismo con el falibilismo,47 pues no podemos, dicen los pragmatistas -y contrario a lo que creían Descartes o Husserl—, dudar de todo, ya que la duda estriba en algo que está fuera de toda disquisición (tiene que ver con la imposibilidad de tematizar el conjunto de elementos que conforman el universo de creencias) y que son creencias básicas, y el falibilismo, esto es, nuestro conocimiento vuelto creencia sólida, tiene fecha de caducidad, algún día dejará de guiar nuestra acción. En el plano más estrictamente sociológico, la influencia del pragmatismo ha surtido efecto para orientar ciertos abordajes característicos de la experiencia microsociológica, a través de las encuestas y ensayos de Erving Goffman48 o de la llamada etnometodología. Dichas características ameritan ser revisadas con mayor atención para ver qué tipo de beneficio este examen puede aportar a la reflexión sociológica.

Ahora bien, la llamada crisis de la interpretación sociológica (el momento de elección entre varias posibilidades de lectura) tiene que ver con la crisis de significado que padecen las grandes instituciones que han enmarcado durante varias décadas la vida social de las sociedades contemporáneas: el trabajo, la familia, la política y sus partidos, la religión e incluso el Estado-nación. Hoy día las organizaciones sociales estriban en actividades productivas o de servicio cuyas fronteras legales son cada vez más borrosas y porosas; en expresiones espirituales no eclesiales donde resalta la religiosidad de los sujetos que las comparten; en relaciones familiares reacomodadas y complejas que obligan a los antropólogos a repensar los lazos de parentesco; en formas alternas de construir la acción y la vida políticas desde abajo y de modo directo y participativo; y en nuevas maneras de significar o de refrendar las identidades sociales y culturales. Parece que el mundo se deshace a veces de manera precipitada, pero también que se está reconstruyendo. Los procesos sociales son nuevos; articulan dimensiones locales y globales, individuales y colectivas. La llamada globalización de los intercambios de toda índole ha posibilitado el advenimiento de este nuevo mundo. A veces es esquizofrénico cuando lo arcaico cohabita sin tocarse o toparse con lo "sobre moderno", como es el caso de las sociedades urbanas con sus mecanismos de segregación; a veces es híbrido cuando se articulan estrechamente lógicas dispares como ciertas formas de producción de empresas transnacionales con alta tecnología en un sitio y condiciones de producción y explotación en otro lado que pertenecen a otros tiempos de dominación; pero a veces es creativo cuando la globalización pone en escena a grupos hasta ahora invisibles: grupos étnicos, de mujeres o de orientación sexual diferente.

Este nuevo mundo pone de relieve la necesidad de organizar un debate abierto sobre las nuevas identificaciones y el devenir de las llamadas "identidades primordiales", sexuales, religiosas, nacionales o étnicas, y cuya problemática bien parece girar en torno de las cuestiones de la referencia y de la creencia. En este sentido, el pensamiento pragmatista puede aportar algunos insumos o soluciones medianas para rescatar la reflexión sociológica del atolladero en que parece estar varada. A manera de hipótesis conceptual echaré mano de tres ideas claves del pensamiento pragmatista: acción creadora, creencia y continuidad, es decir, proceso. Asimismo empezaré a extraer las consecuencias de la puesta en circulación de dichos conceptos dentro del lenguaje o los lenguajes sociológicos.

Para efecto de comprensión acerca de la relación entre pragmatismo y sociología considero oportuno partir del siguiente presupuesto: el uso pragmatista de los conceptos de creencia o acción nos obliga a construir una reflexión dinámica, o sea, relacional, donde una idea va de la mano con otra, donde la oposición o la contradicción no son sino perspectivas mas no la descripción de una realidad en sí. Por más opuestos o distintos que parezcan, los binomios creencia-duda o acción-pensamiento son finalmente complementarios cuando se es pragmatista. Muchas sociologías de la acción parten del supuesto que sólo la acción humana es directamente observable.49 De ahí se puede entender por qué para ciertas propuestas epistemológicas en ciencias sociales, esta constatación se transforma en principio rector. Un ejemplo prominente es la etnometodología, cuya fenomenología plantea concretar el análisis formal (la macrosociología positivista y dominante) y responder los puntos ciegos de éste del tipo cómo es que la práctica social es práctica, cómo es que el actor social actúa o cómo es que la socialización como esfuerzo institucional socializa.

La duda sin el soporte de la creencia es una quimera, dicen los pragmatistas, ya que no sólo no se puede lógicamente dudar de todo, sino que también la creencia es, por decirlo así, el combustible de la duda, su guía. Pragmatistas como Peirce o James consideran que el problema de la creencia no es tanto definir qué es -lo cual nos puede llevar muy lejos hasta el pantanoso terreno de la confusión con la verdad, el conocimiento, la certeza, y con la cuestión de los hábitos- sino entender cómo funciona y bajo qué condiciones. La creencia en tanto expresión de una verdad no es el reflejo de la realidad conforme a un cierto tipo de entorno cultural, sino que es una construcción de la misma, su ampliación. La creencia es un conjunto de experiencias y conocimiento que no es sólo reductible al campo de la religión sino que atañe a todos y cada uno de los espacios donde el hombre construye su humanidad culturalmente situada. No sólo los pragmatistas parten del mundo como es, sino que confiesan su adhesión a él. A diferencia de la epistemología positivista fundamentada en la perspectiva etic donde el objeto es separado del sujeto pensante investigador, los pragmatistas no desconfían del sentido común que es otra cara de la creencia. En este sentido, la perspectiva emic sería una suerte de subjetivación de las culturas no tanto como interioridad colectiva, material y simbólica -un mundo en sí-, sino como punto de vista situado o como ventana abierta al mundo y cuyo marco posibilita al tiempo que limita la representación del mismo.

Por ello, James establece una distinción entre religión y religiosidad,50 es decir, entre institución y fe, entre colectividad e individualidad, entre dogma y verdad práctica, entre distribución y colectividad (que no individuo y sociedad). Para Peirce la creencia es un proceso que caracteriza formas de actuar y anclar con más o menos firmeza lo que de ellas se deriva51 y para James es, primero que nada, una relación de confianza con este mismísimo mundo en que estamos todos52 y luego, un conjunto de hábitos. Consecuentemente significa que toda actividad humana genera creencias y toda creencia orienta la acción, en el entendido de que para los pragmatistas el fin de la acción es el sosiego y el descanso merced a los hábitos. Existe un evidente hilo conductor entre creencia, verdad y práctica, y si bien esta continuidad caracteriza la vida de Juan Pérez o de Pedro Martínez también es una manera de dar cuenta de la sociología en tanto actividad. Los sociólogos creemos muchas cosas que nos son útiles. Damos por sentado, por ejemplo, que una ciencia de la sociedad es posible y hasta deseable en el sentido de que responde al interés general y contribuye al bien común, al tiempo que el balance de las aportaciones de esta ciencia para mejoras sociales es muy regular; no hay pues una relación directa entre el aumento del conocimiento sociológico sobre la realidad social y la solución a problemas sociales concretos. No por ser micro o, mejor dicho, supuestamente más cerca de la realidad, la sociología no sólo entiende mejor la situación y la condición de los actores sino que tiene la capacidad de solucionarlas o mejorarlas.

La etnometodología convertida, por ejemplo, en etnología del salón de clase,53 no ha permitido problematizar mejor que otros enfoques, fundados en la teoría de la dominación, la situación escolar en las sociedades posindustriales, y muchos menos aportar soluciones a la desigualdad escolar. No existe, pues, una correlación entre el aumento del conocimiento sociológico de los problemas escolares y la resolución de éstos. La principal objeción a este comentario consiste en recalcar que un problema social no es un problema sociológico y que se trata de dos quehaceres cuya realización de vez en cuando logra cruzarse. Se considera que la duda es, pues, atributo de las ciencias sociales al igual que otras disciplinas científicas, al tiempo que la creencia está netamente anclada en las mentes y prácticas sociales y culturales de los sujetos.54 De hecho, la idea de creencia constituye un óbice para actuar ya que es sinónimo de arraigo, de tradiciones y finalmente de anclaje en una realidad estática.

Esta división no sólo es epistemológica sino que es una ideología que naturaliza un orden social. William James considera que la creencia por confianza se caracteriza, contrario a la creencia por hábitos, por ser una actitud de anticipación, mas no de previsión; significa que el actor para actuar requiera principalmente de fe para conseguir su cometido y no tanto de un proyecto o un plan de acción nítidamente definido. La fe en el sentido lato de la palabra no vuelve la acción cierta sino posible. No se trata de actuar dentro del mundo, como si fuera una estructura, un conjunto de relaciones organizadas en sistema. Se trata de relacionarse con él con tal de ensancharlo. La duda es siempre respecto de algo, la duda acerca de una vertiente de aquello que era considerado cierto y fehaciente. La duda es el trastorno de una clase de hábitos. La duda, dicen los pragmatistas, no nos deja en paz. Nos compele a actuar hasta terminar con ella, es decir, hasta construir nuevos hábitos generadores de sosiego y reposo para el sujeto pensante y actuante. La duda es la irrupción del mundo como experiencia fenomenal55 en una parte más o menos importante de nuestro orden de creencias. Es entonces la creencia trastocada y convertida en duda que sirve de momento de arranque para la acción.

No huelga decir que dicho planteamiento pragmatista devela una serie de consecuencias para la reflexión y el remozamiento de la mirada sociológica sobre la realidad social. Señalaremos, entre otros, las siguientes:

1. Los grandes conjuntos de creencias institucionalizados producen potencialmente condiciones favorables para la acción social, esto es el caso de las grandes religiones textuales como el cristianismo o el Islam, las tradiciones culturales o las ideologías orientadas hacia el quehacer de partidos políticos o sindicatos. Manejada como hipótesis esta idea plantea una estructura de creencias como un marco flexible para la acción. No es mucho exagerar si se afirma que esta idea reemite directamente a la tesis de Anthony Giddens sobre la relación entre acción y estructura y su complementariedad.56 Asimismo, esta última idea se relaciona de alguna manera con la sociología de la experiencia de François Dubet, de 1994, donde la socialización mediante el juego de grandes instituciones portadoras de normas termina estando incompleta o dejando punto ciego para la acción organizada y creatividad del actor (que no expresión de sus pulsiones biológicas o psíquicas).

2. Desde la perspectiva del actor la relación entre acción y creencia expresa un estado de conciencia y posibilita por tanto el control que aquél ha de ejercer sobre ésta. Dicha idea pragmatista es muy importante ya que contrarresta la concepción del control social como el efecto de una relación invisible que sojuzga a los sujetos a un poder escondido que sólo la perspicacia sociológica permite ver. Sin embargo, autores norteamericanos clásicos como Dewey, Lester Ward (1841-1913) o Edward A. Ross, han concebido el control social como un instrumento político de los públicos frente al dominio de las instituciones del Estado y de los grupos hegemónicos de las sociedades capitalistas.57

3. El examen pragmatista de la relación creencia-duda devela una relación estrecha entre psicología y sociología convirtiendo a la figura de G. H. Mead en principal protagonista de lo que, mal que bien, llamaría yo una heurística disciplinaria. Lo que nos enseña la propuesta meadiana es darse cuenta que muchos problemas que plantea la psicología no son sino problemas sociales y colectivos donde finalmente el alma, como entidad propia y singular, poco opera o tiene que ver. Mead propone, entonces, sociologizar la ciencia de la singularidad que es la psicología por dos razones: 1) el lenguaje de la psicología, al igual que la filosofía o cualquier otra ciencia social y humana, es muestra clara de una confusión que el segundo Wittgenstein señala, entre el sustantivo y la sustancia, además de que sigue considerando la posibilidad de la existencia de un lenguaje privado; es el caso de ciertas patologías como el autismo no genético o la esquizofrenia; y 2) el empirismo radical de William James que considera que primero está la experiencia de algo y luego de ella se desprende la dicotomía entre sujeto y objeto, es otra crítica asestada al pensamiento de la tradición psicológica.

4. La relación creencia-acción mediada por el par paradójico de la duda y la confianza permite entender la tesis de la acción creadora que encontramos tanto en Peirce y James como en Dewey y Mead, esto es, la idea que la acción humana lejos de ser sólo el fruto de un cálculo o la expresión de un imperativo categórico lo es también de una creación situada en el entendido de que por creación se trata de la producción de nuevas expectativas para actuar y trasformar el mundo, de la producción de nuevas conductas o nuevos valores que principian el establecimiento de una nueva normatividad. Dicha creación, además, tiene que ver con una estetización del mundo y de la vida social que sale del campo de las Bellas Artes y evade el control de los custodios de la legitimidad artística. La acción creadora no es más que la humanidad plasmada en el pasmo de la acción.

La sociología como ciencia, cuyos objetos centrales han sido sucesiva o simultáneamente la sociedad, la acción social, la imitación social como creía el más pragmatista de los primeros sociólogos, Gabriel de Tarde,58 las interacciones simbólicas o los resultados alcanzados por los hombres,59 está enfrentándose hoy en día al problema de la redefinición de su papel en la esfera pública. Espacio de crítica al servicio de la inteligencia social o agente de regulación de los conflictos sociales, tal parece ser el dilema la sociología. La crítica postmoderna hacia la tradición positivista de las ciencias sociales que llegaron a ser cómplices pasivas y activas del desastroso e inconcluso proyecto ideológico de la modernidad capitalista (por ejemplo, las guerras mundiales del siglo XX), no ha permitido, pese a la contundencia de su crítica que terminó por desencantar el propósito de las ciencias sociales, proveer a la reflexión sociológica de un nuevo horizonte hacia el cual pudiera dirigir los pasos de su investigación. Tempranamente el pragmatismo, en tiempos de la llamada ecología urbana de William I. Thomas, Robert E. Park, ha buscado orientar a la antropología urbana hacia la atención de problemas sociales concretos surgidos del desarrollo desenfrenado de la ciudad de Chicago y del flujo de constantes de comunidades migrantes oriundos prácticamente de todas culturas del planeta. Esto es el caso de Hull House, un espacio de atención para grupos vulnerables, y de Jane Addams, discípula intelectual de John Dewey60 y George H. Mead. Este periodo corresponde también a la emergencia de las nuevas ciencias sociales en Estados Unidos, más empiristas, más pragmatistas, menos hegelianas; en el que despuntaron figuras como el economista Thorstein Veblen, el jurista Oliver W Holmes o el historiador James H. Robinson y los ya mencionados sociólogos de la llamada escuela de Chicago.61

En aquellos tiempos, la sociología aplicada al ámbito urbano, el protestantismo, la democracia, el feminismo y el pragmatismo constituían un eje de reflexión y acción. Se trataba de reformar la sociedad norteamericana empezando por el caso de Chicago con tal de mejorar lo que tenía que serlo, salvaguardar aquello que era útil para los desprotegidos y los marginados.62 Para ello, la duda era necesaria pero también la creencia y la fe en la sociedad norteamericana como espacio liberal en el sentido que cobró dicha ideología durante el siglo XIX. El conocimiento, según Dewey, no era sino un instrumento puesto al servicio de la experiencia. Recordemos ahí la idea de proyecto que tantas consecuencias tuvo en la reforma y remozamiento de proyectos educativos tanto en Estados Unidos como en México.63

Es importante también entender que Park, quien fuera líder de la ecología urbana, había sido periodista de investigación trabajando muy de cerca la condición de la comunidad negra en el sur del país, antes de incorporarse a la Universidad Harper de Chicago cuando William I. Thomas lo mandó llamar. Significa que la relación entre pragmatismo y sociología urbana fue innovadora en el sentido de que valores como acción, fe, conocimiento, duda, creencia y democracia terminaron cuajándose en un mismo proyecto científico; no obstante, carecía totalmente de referencias al marxismo y era claramente ajeno a la tesis de la revolución como herramienta del cambio social. La escuela de Chicago nunca ha sido pragmatista sino inspirada por el pragmatismo. Puso en práctica lo que Dewey o Mead planteaban.

El tema de la creación es muy complejo. Está plagado de lugares comunes que aparentan ser ideas filosóficas, como por ejemplo la idea que la creación es una actividad acotada en el campo de las artes que heredaron ese poder de los dioses sean cuales hayan sido. La trilogía religión, arte y creación determina en buena parte nuestra manera de abordar el problema de creación. El pragmatismo rompe con esta camisa de fuerza representacional y pretende ser una suerte de epistemología de la creatividad, al socializar el tema de la creación, es decir, en convertir este proceso en una acción profundamente humana y generalizada. El positivismo en general y a través de Durkheim en particular nos ha ensañado que la investigación consiste en descubrir y establecer lo que son los hechos sociales o de otra índole. Esta epistemología -un dispositivo para generar conocimiento e inducir una reflexión sobre las condiciones de producción del mismo— tiene por epicentro el concepto de hallazgo. Según esta perspectiva, las cosas se encuentran siempre en alguna parte, lo cual implica al menos dos cuestiones que por sí solas son visibles siempre que se use la metodología adecuada, y plantea que la investigación en tanto que traslado de un lugar a otro, siendo el primero el sitio de la especulación en tanto que el segundo es el coto de las cosas a partir de cuya observación se puede hilvanar su carácter de relación entre hechos.

Otra vertiente importante de esta epistemología es su metodología fundada en la observación y sus diversas técnicas. En términos temporales, el positivismo presupone la idea de sincronía; en otras palabras, la investigación establece una copresencia con la realidad por medio de la implementación de una observación. He ahí en filigrana la propuesta metodológica y tautológica fundante de la sociología y epistemología de Durkheim: los hechos sociales sólo se explican mediante otros hechos sociales anteriores o colaterales. La investigación consiste entonces en explorar este antecedente o esta colateralidad para dar con los hechos correspondientes. La epistemología del descubrimiento concibe la investigación y sus medios como una actividad que consiste en destapar realidades, en hacerlas visibles. Bajo este esquema cognoscitivo, la investigación, por tanto, no tiene función creadora sino reveladora. Muy diferente es la epistemología desde una perspectiva pragmatista. Una vez más la diferencia entre ambas posturas epistémicas no es categorial sino procesal. También el pragmatismo desde Peirce, al igual que el positivismo en general, considera central la producción del conocimiento mediante experiencias empíricas, así como el papel importante asignado a la investigación para la obra de conocimiento del mundo próximo y lejano. La diferencia epistemológica entre ambos planteamientos está en la concepción positivista del dato, en tanto que descubrimiento y proceso de ordenamiento en hechos tangibles, palpables y visibles, y en la concepción pragmatista del dato como creación, o sea, el resultado de una problematización del mundo como proceso de conocimiento.

En otras palabras, significa que mientras el positivismo considera que la producción del conocimiento va llenando los huecos de ignorancia de un mundo acotado de una vez por todas, el pragmatismo considera que el conocimiento redefine los límites del mundo, el cual siendo investigado e interrogado por la acción del hombre tiende a extender sus fronteras. Entonces, al hallazgo de los positivistas, el pragmatismo opone y plantea la idea de creación: el mundo está en parte hecho y le corresponde al hombre seguir con su construcción, ampliación y mejoramiento.64 El primer concepto remite a un mundo de objetos y el segundo a un mundo de proyectos. Dos verbos resumen esta discrepancia entre positivismo y pragmatismo: descubrir y crear. Asimismo, mientras el positivismo en general refiere, desde Comte, a las ideas de evolución y progreso, el pragmatismo, por su parte, alude a la idea de crecimiento (al menos con Dewey); esto es, la democratización del mundo que implica la capacidad de crear mejores condiciones de vida, justa y digna, y resolver los problemas que entorpezcan la marcha de este designio.

Por lo anterior, la epistemología pragmatista pone énfasis, al igual, que el positivismo, en la producción del conocimiento mediante experiencias de observación directa, pero a diferencia de éste no separa el pensar con el actuar, sino que establece una continuidad entre ambos. En la versión instrumentalista de Dewey, el conocimiento consiste en resolver problemas concretos sin importar el plazo para lograrlo, pero sí con la insistencia de que el conocimiento se genera y se organiza en torno de la identificación de problemas. Por ello no hay que confundir conocimiento con saber, ya que éste se puede acumular en un acervo sin tener fines prácticos, en tanto que aquél siempre se orienta mediante la problematización de la vida y sus necesidades. Dicho de otra manera, para los pragmatistas el conocimiento con el conocimiento (tanto como el arte por el arte) es un sinsentido. Pero es preciso advertir que este finalismo con que pragmatistas como Dewey asocian la generación del conocimiento no significa que la producción de éste tenga fines estrictamente mercantiles o sea guiado por la codicia, el lucro y la utilidad. Como sostienen Habermas65 y Berthelot,66 al conocimiento siempre hay que asociarle un interés que motiva la acción cognoscitiva humana.

En otra tesitura, el pragmatismo, al igual que el positivismo, asignó un nuevo papel a la filosofía que consiste en apropiarse los métodos experimentales para fundar sus juicios y aterrizar la semántica de sus conceptos. Este proyecto rompió no sólo con la tradicional entre la especulación que caracterizaba el quehacer científico y la experimentación, que servía de denominador común a todas las disciplinas que aspiraban a ser científicas. Con Peirce, el pragmatismo es un método experimental para aclarar los conceptos difíciles, es decir, con la experimentación se pretende destrabar el camino que conduce a comprender mejor ciertas nociones. Cabe señalar que la posición de Peirce se centró en las ciencias experimentales y por ello el matemático norteamericano rescató el concepto de laboratorio como lugar de experimentación y aclaración del lenguaje filosófico y científico. Asignó un rol determinante a las ciencias para ir creando jergas específicas que pudieran dar cuenta de sus respectivas actividades e investigaciones. Por lo anterior, no tenía presente en su concepción a las ciencias sociales y humanas, las cuales apenas estaban emergiendo en tanto que actividades instituidas, en tiempos de Peirce.

En resumen, la posición de los pragmatistas consiste en decir que lejos de oponer ciencia y filosofía, o jerarquizar su relación siendo la primera jueza de los resultados de la segunda, hay una continuidad entre ambos quehaceres, ya que de la especulación filosófica pueden nacer programas de investigación y de los resultados y experiencia de ésta surge una nueva manera de viejos o nuevos problemas filosóficos dándoles un anclaje en la realidad observada. Concluyen los pragmatistas que hay que apostar a la existencia de un vaso comunicante entre ciencia y filosofía donde el flujo de preocupaciones sea de ambos sentidos de una hacia otra y viceversa. La curiosidad filosófica y científica no ha de limitarse a fronteras disciplinarias. He ahí por ejemplo un punto de desacuerdo muy fuerte entre el positivismo que rebana el mundo en tiras de problemas y el pragmatismo que apuesta a la continuidad del conocimiento67 en aras de solucionar problemas concretos. Del mismo modo, la epistemología pragmatista plantea que separar la  investigación de la acción es un ejercicio artificial y que, a final de cuentas, las ciencias exactas o interpretativas no hacen más que involucrarse, de una u otra manera, en la acción, es decir, en el mundo.

Bajo este supuesto, la investigación-acción es en realidad la aspiración de cualquier investigador y la guía de cualquier investigación. La pretensión que acompaña esta postura pragmatista no consiste en decir cómo voces positivistas han pregonado, desde Comte, que la profesionalización del cuerpo de investigadores y la tecnificación de los métodos científicos son precisamente lo que justifica este modo de intervención directa en la realidad, sino que no puede haber investigación —como sostienen los pragmatistas— sin un interés, el cual implica necesariamente una forma de intervención en la naturaleza como lo ejemplifica perfectamente el nacimiento de la sociología y la antropología urbana en Chicago, entre finales del siglo XIX y comienzos del siglo pasado. Finalmente el pragmatismo tiene la pretensión a través del legado de Peirce de ser el método de los métodos, como la sociología según Comte era la ciencia de las ciencias, consagrando así el advenimiento del positivismo.

Otro aspecto que caracteriza el pragmatismo es su interdisciplinariedad y su profundo eclecticismo, toda vez que estas tendencias no se confunden con la superficialidad propia de las sociedades altamente consumidoras y se pone de manifiesto una propensión para conjuntar saberes que son las humanidades del conocimiento. La obra de Erving Goffman presenta muchas similitudes con la postura pragmatista, siendo una de ellas, sin duda, la capacidad y el talento del maestro de la puesta en escena de la vida cotidiana para incursionar en conocimientos distintos y hacer alarde de una metodología y un lenguaje conceptual acertada y suavemente abigarrada para los fines de su microsociología. En este sentido, la analogía entre las interacciones sociales y el mundo del teatro es un aspecto sobresaliente de la obra de Goffman, enfocado en la vida cotidiana. Aunque el propio Goffman nunca lo reivindicó, su sociología interaccionista tiene mucho que ver con el ideario sustentado por el pragmatismo. De alguna manera el pluralismo metodológico y teórico ha sido también una orientación mayor para la construcción de la sociología norteamericana siendo la (mal) llamada escuela de Chicago el ejemplo emblemático de ello. Lo anterior significa que cualquier campo disciplinario puede adoptar el método pragmatista por un lado y un buen pragmatista es alguien capaz de no limitar sus habilidades, curiosidad e interés a un solo campo de competencia, por otro. La especialización es para los pragmatistas un asunto que se mide en la capacidad para atender y resolver problemas concretos y no una cuestión de lealtad a un tipo de conocimiento determinado constituido en disciplina académica.

A la postre, sociólogos, antropólogos, geógrafos, psicólogos, lingüistas, historiadores, economistas, demógrafos y otros más, somos todos científicos sociales y no feligreses de un determinado campanario disciplinario. El propio Max Weber confiesa en sus memorias, tras su incorporación como profesor de sociología en la Universidad de Múnich hacia 1919, que necesitaba referirse a menudo a su oficio de nombramiento como catedrático para recordar qué era, si bien sociólogo u otra cosa. Es consabido que la obra del fundador de la sociología comprensiva versaba también sobre tema de historia, de economía, de ciencias políticas, de filosofía, entre otros. Muchos son los autores que difícilmente pueden ser encajonados en una sola disciplina, una sola parroquia; tal es el caso de Norbert Elías, Claude Lévi-Strauss, Georg Simmel, Michel Foucault, Cornelius Castoriadis, George Herbert Mead, entre otros. Asimismo, los proyectos de creación de centros pluridisciplinarios cuya planta de investigadores se agrupa en torno de un proyecto común enfocado desde distintas perspectivas es muestra de este pluralismo de la epistemología pragmatista: el conocimiento gira alrededor de objetos de estudio que son el centro de atención; y de ahí la idea que en la academia se enfrentan dos concepciones: el logo-centrismo o solipsismo disciplinario sustentado en escuelas y tradiciones versus el logorrealismo científico donde lo que importa primero es atender cabalmente un objeto de estudio en sus distintas facetas y contextos porque nos "hace ruido" y la duda hacia él es real (que no especulación). En este sentido, el nacimiento de la sociología norteamericana, ejemplificado por el proyecto de W I. Thomas en Chicago, como bien lo subraya Guillaume Garreta,68 es una muestra cardinal de esta nueva tendencia para hacer ciencias sociales, una nueva manera de mirar el mundo, resolver sus múltiples enigmas y procurar atender los problemas sociales básicos que depara.

 

Consideraciones finales

A 54 años de publicarse el curso sobre pragmatismo dictado en 1914 por, Emilio Durkheim en la Sorbona,69 y en cuyas sesiones presenta y critica principalmente la teoría pragmatista de la verdad de William James, Charles W Mills en su libro Sociología y pragmatismo de 1968 construyó una sociología del pragmatismo empezando por el estudio del perfil social, cultural y político de sus principales figuras y terminando por interrogarse acerca de la oportunidad del papel del pensamiento pragmatista en el periodo del New Deal del presidente Roosevelt. El autor de Los cuellos blancos nunca desmintió su parentesco intelectual con la filosofía pragmatista, lo cual es un dato interesante a la hora de volver a leer la obra de Mills.70 El pragmatismo ofrece a la sociología el horizonte que el poder de su crítica amerita, esto es, la posibilidad de sumarse a la acción social general en una realidad realizable. Bajo esta perspectiva, la experiencia sociológica que permite reconstruir con ensayos y errores su propósito de conocimiento e incidencia en las transformaciones sociales y redefinir así su programa de investigación seria, a la postre, otra manera de designar dicha disciplina donde su contenido teórico se case con su aplicación a casos concretos. Con el pragmatismo los sociólogos redescubrimos que nuestra ciencia es un proyecto y no sólo una actividad institucionalizada supeditada económicamente a la lectura política liberal de la realidad social por grupos hegemónicos. El desafío consiste en que la sociología siga formando parte de lo que el sociólogo Charles Cooley (1864-1829) llamaba "la inteligencia social" y que, en palabras de G. H. Mead, su proyecto sea prueba de una "acción creadora situada", en otras palabras, una experiencia puesta al servicio de la condición y conducta ciudadanas y del progreso de los valores democráticos.71 En este sentido, el interés del pragmatismo para la sociología es, en palabras de Jürgen Habermas, emancipador y en tanto que fuente de conocimiento ofrece una alternativa para evitar el enclaustramiento de esta disciplina de las ciencias sociales en su tecnificación y burocratización.

En esta veta encontramos hoy en día sociólogos como Richard Sennett o Randall Collins que si bien difieren en cuanto a temas de estudio (uno versa sobre el trabajo en tanto que el otro sobre las emociones y su traducción en actos violentos) comparten ambos (y otros como Luc Boltanski) una misma postura que consiste en una pragmatización paulatina de la sociología que tiene que ver con comprender mejor la diversidad social en que estamos ubicados todos hoy en día, en renunciar a todos los esencialismos y en restablecer una confianza sin profetismo con el futuro. Para ello, como bien lo había notado Alfred Schütz, cuya contribución tiene la virtud de combinar armónicamente a Husserl con Max Weber y el pragmatismo, la sociología tiene todavía por delante un reto mayor que es el problema del estatuto del sentido común en la investigación contra la cual lucha el sociólogo mediante el manejo de sus propios prejuicios de clase para propiciar la siempre hipotética ruptura epistemológica, como para atender y respetar cabalmente la opinión del agente o actor que se convierte en su informante. La sociología es tradicionalmente una ciencia de la relación, del vínculo social: estudia (el misterio de la posibilidad del lazo social) sus modalidades sociales y culturales, y reflexiona sobre cómo fortalecer los vínculos entre los hombres de acuerdo con valores emancipatorios. Puesto que el pragmatismo no es una doctrina filosófica sino una metodología para aclarar nuestras ideas y la relación entre las esferas de lo práctico y de la teoría, puede ser una gran ayuda para lograr este cometido sociológico y consolidar sus frutos.

Lo anterior nos invita a pensar que el camino por recorrer para que la relación entre sociología y pragmatismo se fragüe en un programa común constituye aún un tramo importante y parcialmente recorrido por autores como Hans Joas. Por último, la historia del pragmatismo desde sus inicios ha sido la de un proyecto que a otra generación le corresponderá su realización. En ello se corresponde el devenir del pragmatismo con el proyecto de la sociología, siendo ésta una ciencia en perpetuo movimiento no por los hallazgos logrados sino por la manera de conseguirlos. En este sentido puede que el pragmatismo sea tal manera, toda vez que se alejan los malentendidos que envuelven esta filosofía en una suerte de oportunismo epistemológico.

 

Notas

1 Es importante advertir que al pragmatismo le anteceden los pragmatismos de Immanuel Kant con su antropología trascendental y de Aristóteles, mediante el tema de las tres clases de episteme que son el saber técnico, práctico y especulativo. La etimología de la palabra es griega y remite al concepto de acción.

2 Como decía John Dewey "El método crítico de desarrollar métodos de crítica". Véase John Dewey. Experience and Nature. Londres: George Allen and Unwin Ltd, 1929, p. 437.         [ Links ]

3 Véase Peirce, Charles Sanders. Écrits sur le signe. Gérard Deledalle (comp. y trad.). París: Seuil, 1978, p. 56.         [ Links ]

4 Véase Hilary Putnam. La herencia del pragmatismo. Barcelona: Paidós Studio, 1997.         [ Links ]

5 Véase Charles S. Peirce. À la recherche d'une méthode. Gérard Deledalle (ed. y trad.). Perpiñán: Presses Universitaires de Perpignan, 1993, pp. 163 y 164-165.         [ Links ]

6 No deja de asombrarnos que el filósofo norteamericano haya plasmado en lengua francesa la definición del pragmatismo en el artículo que devino en ser el lema para todos pragmatistas como Dewey o James, lo cual no sólo dice mucho de las habilidades de Peirce para desenvolverse con solvencia entre varios idiomas, sino sobre todo pone de relieve la contundencia, congruencia y acierto de su propósito: fundar una nueva disciplina cuyos quehacer y objetivo no dependieran de alguna contingencia lingüística y cultural. "Comment rendre nos idées claires". Revue Philosophique, enero de 1879, pp. 39-57.         [ Links ]

7 De ahí la tendencia a atribuir a la lengua poderes, habilidades y virtudes que son enteramente humanos, es decir, sociales. De ahí también se establece una relación fetichista o animista entre el lingüista estructural y su objeto de estudio, la lengua. La lengua no piensa, no siente, no dice, sino que permite a un sujeto, un público de interlocutores pensar, sentir o decir cosas con respecto de otras. La lengua como objeto es la posibilidad continua de la acción humana. Buscar el significado en detrimento del uso, privilegiar la lengua y descartar el habla para estudiar el lenguaje forman parte de lo que llamaría la obsesión metodológica positivista: la fijación del mundo y sus objetos en un orden que no es más que una visión del mundo, en otras palabras, una capacidad (con sus limitaciones) para verlo y representárselo. Saussure estudió las lenguas como si todas hubieran muerto o nunca hubieran nacido. Son todas lenguas muertas o formales, no son naturales. Por lo tanto los pragmatistas, como bien vaticinaba Wittgenstein, nos invitan a no buscar el sentido, sino a centrarse en el uso, esto es, los hábitos culturales y sociales con los cuales construimos una relación de familiaridad con las palabras y, agregaría Peirce, con los signos en general. El sentido de una palabra consiste en cómo hemos aprendido en el lenguaje a usarla para decir algo sobre algo en vista de algo, así como a qué nos conduce dicha palabra o nos lleva a hacer, por los hábitos que construimos alrededor de ella. Los hábitos son las facetas bajo cuales miramos las palabras para entenderlas y usarlas, entre más facetas completamos más capacidad para jugar con ellas.

8 Véase Charles S. Peirce. Écrits sur le signe...

9 En ello, Peirce difiere por mucho de la duda radical cartesiana que consideraba el lógico norteamericano una duda de papel fundado sobre la pura especulación del filósofo y a espalda de la realidad y su mundo. Véase Charles S. Peirce. "How to make our ideas clear?". Popular Science Monthly, enero de 1878.         [ Links ]

10 Véase Robert King Merton. Teoría y estructuras sociales. México: FCE, 1964, p. 181.         [ Links ]

11 Véase Charles S. Peirce. Lecciones sobre el pragmatismo. Buenos Aires: Aguilar, 1978, p. 65.         [ Links ]

12 Véase Émile Durkheim. Pragmatisme et sociologie. Cours inédit prononcé à la Sorbonne en 1913-1914 et restitué par Armani Cuvillier d'après des notes d'étudiants. París: Vrin, 1981 (1955).         [ Links ]

13 Charles Wright Mills. Sociología y pragmatismo. Intr. de Irving Louis Horowitz. Buenos Aires: Siglo Veinte, 1968.         [ Links ]

14 Véase Les lois de l'imitation. París: Les empêcheurs de tourner en rond, 2001.         [ Links ]

15 Véase Thomas Benatouïl. "Critique et pragmatique en sociologie. Quelques principes de lecture". Annales, Histoire, Sciences Sociales. París, año 54, núm. 2, 1999, pp. 281-317.         [ Links ]

16 Véase Romain Poudal. "La sociologie française est-elle pragmatist compatible". Tracés. Revue de Sciences Humains. París, Ens, núm. 15, 2008.         [ Links ]

17 Esta expresión deriva del segundo Wittgenstein y fue popularizada por Richard Rorty que desató interés y polémica entre filósofos, lingüistas, antropólogos y sociólogos. La lengua lejos de ser un sumo reflejo de la realidad, es un instrumento indócil de nuestra voluntad, en el entendido que su mal uso propicia problemas falaces. Es al mismo tiempo un filtro que opaca la realidad y la mejor herramienta para la descripción de la misma. Paralelo a ello, no huelga decir que Rorty es quien vuelve a rescatar el pragmatismo y actualizar sus temas dándoles otro cauce y salida tanto para la filosofía como para la antropología, especialmente en la corriente interpretativa y simbólica representada por Clifford Geertz y su alumno más prominente Paul Rabinow.

18 Véase Rafael Farfán Hernández. Durkheim y el pragmatismo. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 2012.         [ Links ]

19 Durkheim, op.cit., p. 28.

20 Y los esfuerzos del propio Wallerstein y otros en el seno de la comisión Gulbenkian para reformar las ciencias sociales o mejor dicho para abrirlas y darles otro aliento. Véase Immanuel Wallerstein (coord.). Abrir las ciencias sociales. México: Siglo XXI, 2007.         [ Links ]

21 Peirce no se cansó en decir cuánto rechazaba las tesis de Herbert Spencer (1820-1903) que, a pesar de su amplia difusión y harto reconocimiento en aquel entonces en Estados Unidos, consideraba simplonas y poco serias.

22 Véase José Vasconcelos. De Robinson a Odiseo. Pedagogía estructurativa. México: Editorial Constancia, 1952, pp. 23-32.         [ Links ]

23 Véase Émile Boutroux. William James. París: Vigdor, 2003 (1911).         [ Links ]

24 Hans Joas. "Durkheim et le pragmatisme: la psychologie de la conscience et la constitution sociale des catégories". Revue Française de Sociologie. París, vol. 25, núm. 4, 1984, p. 561.         [ Links ]

25 Idem.

26 Esto es la tesis que defienden autores como Hans Joas o Rafael Farfán, en sus libros y artículos arriba citados.

27 Véase William James. Essais d'empirisme radical. Trad. y presentación de Guillaume Garreta y Mathias Girel. París: Flammarion, 2005 (Champs).         [ Links ]

28 Véase William James. El pragmatismo. París: Flammarion, 1920, p. 182.         [ Links ]

29 Es la razón por la cual tempranamente Peirce dejó de utilizar la palabra "pragmatismo" sustituyéndola por un término, según él feo y por tanto no tan sujeto a "robo intelectual" que es el pragmaticismo . Véase Peirce, À la recherche...,pp. 315-316.

30 La palabra "pragmatista" no puede formar parte de un enunciado abstracto; y si no es tal es por su carácter vago o impreciso sino porque el imagen al que corresponde su uso no se visualiza aún entre los locutores entre los cuales transita este término.

31 Aquel aforismo wittgensteiniano corresponde en lengua alemán a la forma: "Nicht nach dem Sinn fragen sondern nach dem nutzen".

32 Véase James, El pragmatismo..., p. 182.

33 Véase Hilary Putnam. El pragmatismo. Un debate abierto. Barcelona: Gedisa, 1999 (Filosofía), p. 19.         [ Links ]

34 Es interesante señalar dicho sea de paso que el predicado "pragmático-a" ha sido históricamente parte del vocabulario del poder real, desde Justiniano Basileus de Constantinople (554 d.C.), por medio de la expresión "Pragmática sanción" que era la aplicación de un castigo por porte de los reyes de Francia, España y del Santo Imperio Germánico. La más famosa de esta prerrogativa real para el mundo hispanoamericano es la pragmática sanción de Carlos III de España, 1767, que dispuso la expulsión de los jesuitas del imperio español.

35 William James considera que el pragmatismo es una "teoría de la verdad" que consiste en contextualizarla, volverla humana y, por tanto, en enfatizar su carácter plural.

36 La principal crítica (entre la cual encontramos los comentarios de Bertrand Russell) que se ha hecho a la teoría pragmatista de la verdad de James es de caer en la confusión entre la verdad como tal y la justificación de la misma. Si el éxito es otro nombre de la verdad significa que, bajo esta perspectiva, esta idea no es más que un resultado de un proceso o de una acción, lo cual implica además que 1) del error siempre se derivan resultados y 2) dichas derivaciones "erróneas" pueden corresponder al beneficio de uno o varios "apostadores". Sin embargo, cuando James dice que la verdad es todo aquello que prospera y tiene éxito no significa que haya que pasar por alto ni las condiciones, ni el contexto ni las peculiaridades que contribuyen a la creación de la verdad. Lo que siempre subraya James respecto del concepto macizo que es la verdad para buena parte de la tradición filosófica es la necesidad de achicar su tamaño, suavizar su tono y considerar, sobre todo, que ni es eterna ni algo portentoso sino relativo y contextual.

37 La crítica peirciana sobre el uso cartesiano de la duda anticipa las filosofías de Ludwig Wittgenstein, tanto la de los aforismos del Tractactus como la de los juegos de lenguaje de Las investigaciones filosóficas.

38 Véase Philippe Schaffhauser. "Le devoir de croire : zones de contact pragmatique entre Wittgenstein et William James". Implications Philosophiques. Espace de recherche et de difussion, 30 de noviembre de 2011 (http://www.implications-philosophiques.org/actualite/une/le-devoir-de-croire-zones-de-contact-pragmatique-entre-wittgenstein-et-william-james-1/), agosto de 2013.         [ Links ]

39 Véase Hans Joas. George Herbert Mead. Une réévaluation contemporaine de sa pensée. París: Economica, 2007 (Études Sociologiques).         [ Links ]

40 Thomas Bénatouil. "Critique et pragmatique en sociologie. Quelques principes de lecture". Annales. Histoire, Sciences Sociales. París, año 54, núm. 2, pp. 281-317.         [ Links ]

41 Véase Charles S. Peirce. Textes anticartésiens. Presentación y trad. de Joseph Chenu. París: Aubier, 1984 (Philosophie de l'Esprit).         [ Links ]

42 Véase David Lapoujade. William James. Empirisme et pragmatisme. París: Presses Universitaires de France, 1997, p. 82;         [ Links ] y John Dewey. La miseria de la epistemología. Ensayos de pragmatismo. Madrid: Biblioteca Nueva, 2000, p. 72.         [ Links ]

43 Véase Peirce. Écrits sur le signe...; y John Dewey. Logique. La théorie de l'enquéte. París: Presses Universitaires de France, 1993.         [ Links ]

44 Véase Peirce, Textes cartesiens..., pp. 144-150; y William James. Las variedades de la experiencia religiosa: estudio de la naturaleza humana. Barcelona: Península, 1999.         [ Links ]

45 John Dewey cit. por Clifford Geertz. Los usos de la diversidad. Barcelona: Paidós-ICE, Universidad Autónoma de Barcelona, 1999, p. 39.         [ Links ]

46 Véase Ludwig Wittgenstein. Sobre la certeza. Barcelona: Gedisa, 1988;         [ Links ] y Gilbert Ryle. El concepto de lo mental. Barcelona: Paidós, 2005.         [ Links ]

47 Véase Hilary Putnam, El pragmatismo... , 1999, p. 36.

48 Véase Erving Goffman. Estigma, la identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu, 1963;         [ Links ] e Internados. Ensayo sobre la situación social de los enfermos mentales. Buenos Aires: Amorrortu, 1972;         [ Links ] y Harold Garfinkel. Studies in ethnomethodology. Cambridge: Polity Press, 1984.         [ Links ]

49 Véase William Outhwaite. "L'actualité du paradigme herméneutique". Intellecta, 1-2, 26-27, 1998.         [ Links ]

50 Véase James, Las variedades de la experiencia...

51 Véase Peirce, Textes anticartésiens..., pp. 142-150.

52 Véase Lapoujade, op. cit., pp. 8687.

53 Véase Hugh Mehan y Houston Wood. The Reality oí Ethnomethodology. San Diego: Wiley, 1975.         [ Links ]

54 Véase Bruno Karsenti y Louis Quéré (eds.). La croyance et l'enquête. Aux sources du pragmatisme. París: Editions de l'Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, 2004.         [ Links ]

55 Que corresponde a la categoría de la segundeidad teorizada por Charles S. Peirce. Es el nivel de la relación, del contacto con la otredad y las ocurrencias del mundo. Es un momento fenomenológico donde el sujeto se da cuenta de la existencia del mundo y sus objetos.

56 Véase Anthony Giddens. La constitution de la société. París: Presses Universitaires de France, 1987.         [ Links ]

57 Véase Philippe Schaffhauser.  L'identité et ses méandres. Critique et rehabilitation des etudes identitaires autour du Mexique. París: L'Harmattan, 2010, pp. 1381-139.         [ Links ]

58 Véase Lapoujade, op. cit., p. 116.

59 Véase Lester Ward. Sociologie pure. París: V Giard et Brière, 1906.         [ Links ]

60 Vale mencionar también aquí el proyecto de "escuela activa" que John Dewey y su esposa Alice Chipman implementaron en Chicago entre finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, el cual, pese al retiro del matrimonio Dewey en 1905, siguió su camino de tal suerte que las hijas del recién electo presidente Barack Obama son egresadas de dicha escuela.

61 Véase Guillaume Garreta. Le pragmatisme et les sciences sociales aux Etats-Unis (1880-1920). París: Université de Paris I, Panthéon Sorbonne, UFR e Philosophie, 1996.         [ Links ]

62 Véase Miguel Miranda Aranda. "Pragmatismo, interaccionismo simbólico y trabajo social. De cómo la caridad y la filantropía se hicieron científicas". Tarragona: Universidad de Tarragona, 2003 (tesis de doctorado).         [ Links ]

63 Véase Philippe Schaffhauser. "El Pragmatismo indigenista de Moisés Sáenz o cómo encontrar ideas de John Dewey en Carapan Bosquejo de una experiencia". Marco Calderón y Elizabeth Buenabad (eds.). Educación indígena, ciudadanía y Estado en el siglo XX. Zamora y Puebla: El Colegio de Michoacán-Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades "Alfonso Vélez Pliego", BUAP, 2012, pp. 177-208.         [ Links ]

64 Si el mundo fuera un espacio totalmente construido, no tendría caso —sostienen los pragmatistas— actuar en él para transformarlo. He ahí un punto de contacto entre marxismo y pragmatismo acerca de la praxis y las condiciones sociales e históricas con que se apoya o se enfrenta el hombre —el mundo existente con sus formas objetivas producto de la historia— al momento de actuar.

65 Véase Jürgen Habermas. Ciencia y técnica como ideología. México: Rei, 1996 (Serie Universitaria).         [ Links ]

66 Véase Jean-Michel Berthelot. Les vertus de l'incextitude. París: Puf, Quadrige, 2004.         [ Links ]

67 Porque el conocimiento es una experiencia y la experiencia es siempre una relación de experiencias.

68 Véase Garreta, op.cit.

69 Véase Rafael Farfán Hernández. Durkheim y el pragmatism. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 2012.         [ Links ]

70 Véase Wright Mills, op. cit.

71 Véase John Dewey. El arte como experiencia. México: FCE, 1949;         [ Links ] John Dewey. Democracia y educación. Madrid: Ediciones Morata, 2004;         [ Links ] Daniel Cefaï e Isaac Joseph (coords.). Heritage iu pragmatisme. Conflit i'urbanité et épreuves iu civisme. París: Editions de l'Aube, 2002 (Société et Territoire).         [ Links ]

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