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Intersticios sociales

versión On-line ISSN 2007-4964

Intersticios sociales  no.3 Zapopan mar. 2012

 

Debate teórico-metodológico

Cuando la estructura tomó su función en la teoría social. El estructural funcionalismo de A. R. Radcliffe-Brown

Rogelio Marcial* 

* El Colegio de Jalisco, México.


Resumen

El presente texto intenta acercarse al pensamiento estructural funcionalista esbozado durante la primera mitad del siglo XX por Alfred Reginald Radcliffe-Brown. Para ello, se presenta someramente el contexto intelectual (la antropología como ciencia) y político (el colonialismo británico) que reinaba cuando Radcliffe-Brown construyó su propuesta. A la vez, se intenta ubicar el concepto de estructura y su origen en los postulados de la teoría funcionalista. De allí se puede ubicar a este autor, sus influencias y su obra; tomando como ejes los conceptos, a mi juicio centrales, de su propuesta: la posibilidad del cambio social (inseparable de su idea acerca de la historia), la estructura (muy cercano al concepto de función) y la cultura (que no podría entenderse sin revisar lo que él entiende por evolución y adaptación). Posteriormente se aborda otro concepto central de la propuesta de Radcliffe-Brown: el parentesco, que dotó de un andamiaje teórico metodológico a la antropología; revisando las cuestiones referidas al linaje y a las sucesiones según las organizaciones de patriarcado o matriarcado estudiadas por el autor. Finalmente el trabajo cierra con una puesta en la balanza de la propuesta analizada, sus limitaciones y la influencia ejercida en diferentes pensadores adscritos a distintas ramas del pensamiento social.

Palabras clave: A. R. Radcliffe-Brown; estructural funcionalismo; teoría antropológica

Abstract

The present text tries to approach to the structural-functionalist thought produced in the first half of the XXth century by Alfred Reginald Radcliffe-Brown. In order to do this, the intellectual (Anthropology as science) and political context (the British colonialism) that reigned when Radcliffe-Brown built its proposal are presented briefly. In turn, it tried to locate the concept of structure and its origin in the postulates of the functionalist theory. The paper locates this author, his influences and his works; taking as axis the concepts, very important in my opinion, of his proposal: the possibility of social change (inseparable from his idea about history), structure (very close to the function concept), and culture (that couldn’t be understand without going through what he understood for evolution and adaptation). Later on, the text raise another central concept of the proposal of Radcliffe-Brown: the relationship, which endowed Anthropology with methodological theoretical scaffolding; revising the questions referred to the lineage and the successions according to the patriarchy or matriarchy communities studied by the author. Finally the text closes with the analysis of Radcliffe-Brown proposal, its limitations and the influence exerted on different thinkers attached to different branches of Social thought.

Keywords: A. R. Radcliffe-Brown; structural functionalism; anthropological theory

Cualquier vida social humana requiere

el establecimiento de una estructura social

consistente en una red de relaciones

entre individuos y grupos de individuos.

Todas estas relaciones implican

ciertos deberes y derechos que necesitan

ser defendidos, de modo que puedan resolverse

los conflictos sin destruir la estructura.

A. R. Radcliffe-Brown

Palabras iniciales

El presente texto intenta acercarse al pensamiento estructural funcionalista esbozado durante la primera mitad del siglo XX por Alfred Reginald Radcliffe-Brown. Para ello se ha dividido el escrito en cinco apartados. En esta primera parte se especifica el porqué y el cómo de la reflexión, no sin presentar someramente el contexto intelectual (la antropología como ciencia) y político (el colonialismo británico) que reinaba cuando Radcliffe-Brown construyó su propuesta. En la segunda parte, se intenta ubicar de manera sucinta el concepto de estructura y su origen en los postulados de la teoría funcionalista. En la tercera, se localiza al autor, sus influencias y su obra; se toman como eje los conceptos centrales, a juicio personal, de su propuesta: la posibilidad del cambio social, inseparable de su idea acerca de la historia; la estructura, muy cercano al concepto de función; y la cultura, que no podría comprenderse sin revisar lo que él entiende por evolución y adaptación. Para el cuarto apartado, se aborda otro concepto central de la propuesta de Radcliffe-Brown: el parentesco, que dotó de un andamiaje teórico metodológico a la antropología. Aquí resultó inevitable revisar de manera general las cuestiones referidas al linaje y a las sucesiones según las organizaciones de patriarcado o matriarcado estudiadas por el autor. Finalmente el trabajo concluye con una evaluación de la propuesta analizada, sus limitaciones y la influencia ejercida en diferentes pensadores adscritos a distintas ramas del pensamiento social.

Radcliffe-Brown se inscribe en un contexto intelectual en el que la antropología británica buscaba recopilar la mayor cantidad de datos empíricos, a partir de prolongados trabajos de campo in situ, para contrarrestar la fuerte tendencia de la disciplina (que venía dándose durante las décadas anteriores) hacia la construcción de un conocimiento meramente especulativo. Por ello, esta disciplina había dejado de lado, no se interesaba por las explicaciones causales y su búsqueda por encontrar el origen de los fenómenos e instituciones de la organización social:

Entre 1930 y 1935, la inmensa mayor parte de las contribuciones de la escuela funcionalista estructural se basó en trabajos de campo hechos en sociedades tribales africanas ubicadas en territorios coloniales europeos y especialmente británicos. En esas circunstancias, resulta imposible no establecer una conexión entre, por un lado, su propuesta de estudiar los sistemas sociales como si fueran solidarios y como si estuvieran fuera del tiempo, y por otro lado, las subvenciones, los empleos y la asociación indirecta de los miembros de esta escuela con un sistema colonial hoy difunto.1

De acuerdo con esta afirmación de Harris, la escuela británica de antropología, en general, se vinculó fuertemente con los intereses del imperio por conocer de manera detallada las características de las relaciones económicas, políticas, religiosas, tecnológicas, etc., de sus colonias en África, Asia y América, con el fin de ejercer mayor control y prolongar el mayor tiempo posible su dominio en esos territorios. No podría afirmarse que el colonialismo británico sea responsabilidad directa y consciente del conocimiento construido desde la antropología de ese país, como tampoco puede afirmarse que los muertos en Hiroshima y Nagasaki son responsabilidad directa de Albert Einstein y su teoría de la relatividad. Pero es cierto que los financiamientos para muchos trabajos etnográficos de aquellos años por parte del gobierno británico pretendieron obtener información estratégica (militar, económica, geográfica, de relaciones de poder y sistemas de gobierno, de interrelaciones entre diferentes comunidades tribales, de rituales religiosos, etc.) para el control de las sociedades consideradas por ellos primitivas y que formaban parte de sus colonias.2

Con respecto al contexto intelectual, la imperiosa inquietud por recoger en campo cada detalle que hablara de las características de las sociedades “primitivas”, no sin considerar que eran “pruebas vivientes” de lo que había caracterizado a las sociedades europeas en su pasado lejano ya desaparecido,3 resultaba ser la respuesta a la consideración de que el conocimiento social de finales del siglo XIX y principios del XX se diferenciaba del conocimiento físico a tal grado que debería renunciar a la posibilidad de encontrar leyes universales del comportamiento social, su estructura, funciones e instituciones; esto es, a la posibilidad de una ciencia histórica:

[…] con el siglo XX comenzaron los esfuerzos, que se habían de prolongar hasta los años cuarenta, por cambiar las premisas estratégicas de las que dependía el cientifismo de la teoría antropológica. Casi simultáneamente se desarrollaron en Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos escuelas antropológicas que de un modo u otro rechazaron la pretensión científica. Llegó a aceptarse generalmente que la antropología no podría nunca descubrir los orígenes de las instituciones ni explicar sus causas. En los Estados Unidos la escuela dominante llegó a decir rotundamente que no existían leyes históricas y que no podía haber una ciencia de la historia […] Sobre la base de evidencias etnográficas parciales, incorrectas o mal interpretadas, surgió así una concepción de la cultura que exageraba todos los ingredientes extraños, irracionales e inescrutables de la vida humana. Deleitándose con la diversidad de las pautas, los antropólogos escogían los acontecimientos divergentes e incomparables. Subrayaban el sentido íntimo, subjetivo de la experiencia y excluían los efectos y las relaciones objetivas. Negaban todo determinismo histórico en general y en especial negaban el determinismo de las condiciones materiales de la vida. Insistiendo en los valores inescrutables, la búsqueda del vano prestigio, los motivos irracionales, desacreditaron la interpretación económica de la historia. La antropología fue así concentrándose cada vez más en los fenómenos ideográficos, es decir, en el estudio de los aspectos no repetitivos, únicos, de la historia.4

Pero como suele suceder con los vaivenes de las consideraciones epistemológicas de escuelas y tendencias en las ciencias sociales, como sucede aún ahora, es precisamente con una participación central, pero no exclusiva, del pensamiento de Radcliffe-Brown y sus seguidores británicos como fue fraguándose una contratendencia que insistió en la posibilidad de encontrar leyes, o al menos regularidades, en las diferentes sociedades de esa época y de las anteriores: “Ya en los años treinta se hacía sentir una corriente contraria que tendía con fuerza al establecimiento de los intereses nomotéticos, esto es, generalizadores. Desde entonces el interés por las regularidades se ha extendido, y por lo menos la forma, aunque tal vez sin la sustancia, del cientifismo está otra vez en auge”.5

La idea de estructura social, precisamente, sería la apuesta en esto por parte de la teoría estructural funcionalista impulsada por Radcliffe-Brown, en tanto una opción adecuada para la antropología para reorientar la producción de su conocimiento y superar las limitaciones explicativas de las teorías evolucionistas del siglo XIX y principios del XX; las cuales pretendiendo apegarse lo más posible a las ciencias naturales no habían logrado definir las leyes universales del desenvolvimiento humano. La insistencia por parte de este autor británico en observar, analizar y determinar las funciones de la sociedad exclusivamente dentro del contexto de la estructura social, de una u otra forma, fue esa apuesta a la posibilidad de encontrar las regularidades tan buscadas y poco encontradas por los antropólogos anteriores a él.6

Estructura y función

La idea de estructura que ha sido tan usada durante el desarrollo de la teoría social (básicamente en sociología, antropología, psicología, lingüística, literatura, filosofía y crítica del arte) podría rastrearse hasta pensadores clásicos como Platón y Aristóteles, quienes esbozaron conceptualizaciones referidas, desde un modelo organicista, a la concepción de un todo compuesto por relaciones interdependientes.7 Como no es el caso del presente texto revisar y ubicar el desarrollo del pensamiento estructuralista en la historia de la humanidad, puede iniciarse haciendo una obligada referencia a la teoría funcionalista que condensó a finales del siglo XIX, tal vez por primera ocasión de manera coherente y articulada, una visión epistemológica de comprensión de la realidad mediante explicaciones basadas en un esquema sistémico y funcional.

Esta forma de comprender la realidad puede sintetizarse (esperando no esquematizarla demasiado) al concebir a los agregados humanos como unidades diferenciadas que por las relaciones dentro de las que participan, son unidades interdependientes. Cada individuo, como cualquier grupo social o institución (familia, estamento, clase) o incluso sistemas de relaciones (parentesco, compadrazgo), puede ser entendido y ubicado como estas unidades diferenciadas. Aquí entonces surge la idea de un todo que funciona de manera positiva, compuesto por un sinnúmero de partes que le dan vida y determinan su accionar en un esquema sistémico. Pero este todo, según los funcionalistas, no es la mera suma de todas las partes que lo constituyen, sino que las complejas funciones que desarrollan dichas unidades construyen una entidad articulada que de manera natural guarda un equilibrio que le permite mantenerse vivo y desarrollarse. Así, la función se concibe desde el organicismo como la conexión que lleva a cabo cada parte del sistema para el mantenimiento coherente del todo, y es aquella (la función) la que le da sentido a éste (la estructura o sistema): “Para que haya estructura, es necesario que entre las partes existan otras relaciones además de la simple yuxtaposición, y que cada una de las partes manifieste propiedades que resulten de su pertenencia a la totalidad”.8

Así las cosas, se centrará la atención en el impulso que esta visión conceptual tomó a partir de la aportación de Radcliffe-Brown acerca de la necesidad de concebir el análisis funcional desde la idea de estructura social; con la cual y sin romper epistemológicamente con el funcionalismo, ensanchó teóricamente su marco de comprensión haciéndose de mejores herramientas metodológicas que le permitieron comprender de manera más adecuada la realidad social. Este paso significativo influyó, como se verá después, de manera determinante en otras escuelas de pensamiento científico social.

Radcliffe-Brown: su propuesta

Justo dos años antes de que Carlos Marx muriera, nació en 1881 el destacado antropólogo británico Alfred Reginald Radcliffe-Brown, considerado como uno de los pensadores más importantes de la corriente estructural funcionalista dentro de la antropología social. Alumno directo de pensadores como W. R. Rivers, A. C. Haddon y C. S. Mayers, realizó sus estudios en el Trinity College de Cambridge y en 1905 obtuvo el título de Ciencias Morales y del Espíritu. Fue discípulo también del sociólogo francés Émile Durkheim, de quien retomó como meta personal la convicción de que debían aplicarse métodos científicos al estudio de las sociedades. Publicó su primera obra importante a los 41 años de edad, Los isleños de las Andamán,9 en la que desarrolló investigaciones antropológicas en forma de encuestas de larga duración acerca de las costumbres de los habitantes de las islas Andamán, región que visitó en 1906. Más adelante se dedicó al estudió de los sistemas de parentesco en sociedades aborígenes de Australia, que comparó con los presentados por otros investigadores en la obra La organización social de las tribus australianas.10 Para 1950 publicó una de sus obras más contundentes, Sistemas africanos de parentesco y matrimonio,11 junto con Daryll Forde; y pocos años más adelante apareció su obra más importante y la que dejó más influencia en su época y en décadas posteriores, Estructura y función en la sociedad primitiva,12 en la que desarrolló una detallada exposición de su teoría estructural funcionalista. Después de su muerte, sucedida en 1955, se publicó El método de la antropología social,13 en la que defendió la postura de que la antropología como ciencia debería basarse en una analogía entre los organismos biológicos y los sistemas sociales.14

Siempre denotó una destacada influencia teórica por parte de Herbert Spencer y su maestro Emile Durkheim. En relación con este último, Radcliffe-Brown fue uno de los primeros intelectuales que elogió la obra del sociólogo francés fuera de las fronteras del país galo, destacando ampliamente su fortaleza teórica, su profundidad filosófica y sus hallazgos empíricos sobre la conducta social de aquellos años. Gracias a la intensa labor académica que Radcliffe-Brown desarrolló en la Universidad de Chicago entre 1931 y 1937, el trabajo de Durkheim tomó un lugar destacado en la academia norteamericana del siglo XX. Hoy no puede entenderse el surgimiento y desarrollo de la llamada Escuela de Chicago (así como la evolución propia de las ciencias sociales en Estados Unidos) sin considerar los aportes de Durkheim a la antropología y a la sociología, lo que se debe mucho al trabajo docente de Radcliffe-Brown.15 Su labor docente también fue muy amplia. Fue catedrático de antropología social en las universidades de Ciudad de El Cabo, Sudáfrica (1920-1925), donde fundó la Escuela de Costumbres y Lenguajes Africanos; también dio clases en las universidades de Sydney, Australia (1926-1931) y Yenching, China (1931-1937), antes de convertirse en el primer catedrático de antropología social de la Universidad de Oxford desde 1937 hasta 1946. Pasó dos años en Brasil durante la II guerra mundial para reincorporarse a la cátedra en las universidades de Alejandría (1947-1949), Manchester y Londres. Fue presidente del Real Instituto de Antropología y la Asociación de Antropólogos Sociales de Gran Bretaña. La obra de Durkheim también tuvo una importante difusión en estas universidades gracias al trabajo docente de Radcliffe-Brown.

Sin embargo, los méritos de Radcliffe-Brown van más allá de haber sido el mejor propagandista del trabajo de Durkheim; tal vez por ello, no pocos han puesto al antropólogo británico dentro de un enorme saco relleno de postdurkheimianos. Es cierto que la obra de Radcliffe-Brown merece mayor reconocimiento que eso, debido a que logró estructurar uno de los pensamientos imprescindibles hoy en la teoría antropológica; lo cual le debe reconocer que, a pesar de denotar tan importante influencia de Durkheim y mantenerse dentro de su propuesta epistemológica, consiguió cortar el cordón umbilical y presentar una teoría propia y novedosa en su momento.

Por su parte, otra importante fuente que nutrió el pensamiento de Radcliffe-Brown, como se dijo antes, es la teoría del evolucionismo social impulsada básicamente por Herbert Spencer y Edward Tylor;16 aunque hay que aclarar de entrada que la visión de Radcliffe-Brown hacia ella fue abiertamente crítica. Es cierto que en un principio él mismo se reconoció como uno de los principales admiradores de su compatriota Spencer, en cambio con el desarrollo de sus ideas pronto esta admiración se tornó en un sistemático cuestionamiento de los fundamentos del spencerismo; enfocados básicamente al individualismo utilitario propio del evolucionismo, así como a su afán por construir estadios de desarrollo de las instituciones sociales.

Debido a los orígenes de su pensamiento, difícilmente ubicables fuera del desarrollo de la escuela funcionalista, una de las críticas más fuertes que se le ha hecho al trabajo de Radcliffe-Brown es su carácter ahistórico e, incluso, antihistórico. Sin embargo, tal aseveración tendría que ser cuidadosamente revisada desde la propia lógica del evolucionismo social.

Al tratar de avanzar más que sus antecesores en la comprensión de las culturas “primitivas” contemporáneas, sus funciones y desarrollo, Radcliffe-Brown consideró más importante la búsqueda y construcción de datos empíricos que ayudaran a entender las estructuras básicas organizativas, en lugar de perderse en la búsqueda improductiva de los orígenes evolutivos y el paso por medio de estadios cerrados de desarrollo. De esta forma, la crítica al funcionalismo ortodoxo por parte de Radcliffe-Brown radicó en el hecho de que tal insistencia por encontrar los orígenes y estadios de desarrollo de la evolución humana no estaba cimentada en presupuestos teóricos, sino en una mirada desde la posición de Europa occidental en el mundo (eurocentrismo), avalada mediante la necesidad de llevar a cabo un sinnúmero de análisis comparativos. Por ello, no se cansó de argumentar que el trabajo del antropólogo social debería estar encaminado a lograr ubicar y establecer leyes científicas de la estructura social, sus funciones y elementos relacionados, para poder explicar no sólo a las sociedades “primitivas”, sino incluso también a las más “evolucionadas”. Busca así adentrarse en una explicación nomotética de la realidad y dejar a un lado las explicaciones ideográficas de los pensadores funcionalistas. Lo anterior no podría lograrse mientras no se considerara la existencia de cada uno de los hombres dispuestos dentro de cierto orden estructural, orden que había que establecer científicamente.

En este sentido, el acento en la estructura (sobre la función) de los fenómenos sociales y culturales le permitió a Radcliffe-Brown considerar la variable del cambio desde la idea comteana de dinámica social, cosa definitivamente negada por la antropología funcionalista:

Comte señaló que en la sociología, como en otras ciencias, existen dos tipos de problemas, a los que llamó problemas de estática y problemas de dinámica. En la estática intentamos descubrir y definir condiciones de existencia o de co-existencia; en la dinámica intentamos descubrir condiciones de cambio. Las condiciones de existencia de moléculas o de organismos son materia de la estática, y de forma similar las condiciones de existencia de sociedades, sistemas sociales o formas de vida social tienen que ver con cuestiones de la estática social. Hay que considerar que los problemas que aborda la dinámica social tienen que ver con las condiciones de cambio en las formas de vida social. [...] El estudio de la dinámica social se preocupa por establecer las generalizaciones sobre la forma en que cambian los sistemas sociales. Es un corolario de la hipótesis sobre el hecho de que cuando cambian algunos rasgos de la conexión sistemática de la vida social, se presentarán cambios en algunos otros rasgos del sistema social.17

Así, la visión estructuralista no negó la posibilidad del cambio de la propia estructura que llevaría consigo algún cambio en una o varias de sus funciones; y, a pesar de que no fue central el cambio en su esquema teórico, no debería afirmarse que no estuviera contemplado en él. La gran crítica de este pensador se dirigió hacia el método con el que sus colegas buscaban darle explicación histórica al desarrollo de sociedades “primitivas”, el cual a falta de documentos escritos sobre el pasado de éstas, se dedicaron a especular acerca de posibles (nunca confirmados) orígenes o primeras causas de las instituciones y las prácticas sociales y culturales. A ese método Radcliffe-Brown lo denominó el de la historia conjetural:

“Como ya sabéis, considero la prosecución de este método como uno de los principales obstáculos para el desarrollo de una teoría científica de la sociedad humana. Pero mi postura ha sido frecuentemente mal interpretada. Mi objeción a la historia conjetural no se debe a que sea histórica, sino a que sea conjetural”.18

Sólo tomando en cuenta la historia de cada pueblo o nación podría entenderse en su totalidad el sistema social (estructura) sobre el que se erigen y ordenan las funciones y relaciones en su interior: “El único modo posible de responder a la pregunta de por qué una sociedad particular tiene el sistema social que tiene es mediante un estudio detallado de su historia que cubra un periodo suficiente, por lo general de varios siglos”.19

El problema aquí sería la manera de conocer el pasado lejano de sociedades que no contaran con una historia escrita. A pesar de que Radcliffe-Brown no logra salir adelante de esta encrucijada, consideró que mientras la antropología social no contara con leyes universales de desarrollo, ello sería imposible. Lo anterior se lograría sólo con el extenso trabajo de investigación y estudios comparativos, cuyos resultados él mismo veía lejanos por la juventud propia de la disciplina antropológica como ciencia de lo social.

Como es por todos sabido, lo que sí representó la centralidad de sus análisis fue el estudio de la estructura social. No podría afirmarse tampoco que por lo anterior Radcliffe-Brown considerara la estructura como el único objetivo de toda la antropología (del estudio de lo cultural), aunque definitivamente ocupó un lugar central en su propuesta. Pero esta estructura sería incapaz de ser entendida sin la noción de función tal como la habían pensado los funcionalistas. Lo que cambiaría con Radcliffe-Brown fue el sentido del análisis. Si es posible hacer una analogía, podría afirmarse que así como Marx puso de cabeza a la dialéctica hegeliana para construir el materialismo dialéctico, así Radcliffe-Brown hizo lo propio con el análisis funcionalista para construir la teoría estructural funcionalista. No la rechazó, simplemente superó su visión para poder explicar mejor los fenómenos sociales.

Esta nueva estrategia de entendimiento tuvo como consecuencia buscar más allá de lo que los antropólogos funcionalistas llamaban cultura, entendida por ellos como el origen de cada una de las funciones que presentaban los individuos (esencia estática), para entonces analizar los vínculos y representaciones de los roles sociales como parte de una estructura o sistema coherente y articulado, como lo que caracteriza cada una de las funciones en una sociedad (esencia dinámica). Aprovechando las analogías con Marx, podría afirmarse que la idea de Radcliffe-Brown era que la estructura determina en última instancia a la función.

Habría entonces que hacer aquí una reflexión acerca de la idea de cultura desarrollada por Radcliffe-Brown. No conforme con la noción presentada por la ortodoxia funcionalista que limitaba la cultura con la idea de un modo de vida, al concebirla, como se indicó, de manera estática, Radcliffe-Brown prefiere entenderla como la expresión de un proceso social emanado de la realidad de los seres humanos, dándole así un sentido dinámico e inacabado. Expresión esta que responde a la estructura social en la que se reproduce.

En términos generales, la estructura es definida por Radcliffe-Brown como “un tipo de disposiciones ordenadas de partes o de componentes”.20 Lo primero destacable en esta definición es la posibilidad de la existencia de varios tipos de estructura, definidas por las diversas formas en que el orden de sus componentes se presente. Pero lo de mayor atención para el modelo estructuralista es el hecho de que debe existir cierto orden (cualquiera) en cada estructura. Esto es, la estructura tendrá siempre coherencia, misma que el científico social tendrá que establecer. De aquí se sigue el concepto adecuado para la teoría antropológica, en donde la estructura queda definida como “una ordenación de personas en relaciones institucionalmente controladas o definidas, tales como las relaciones de rey y súbdito, o la de marido y mujer”.21 Así, los componentes ordenados en una estructura (también considerados por el autor como unidades de la estructura) son las personas en tanto individuos con una posición particular, no organismos simplemente juntos uno con el otro.22

Sólo entendiendo así la estructura social, puede ubicarse a la función como elemento indispensable del sistema social. La definición de función social de ninguna manera entra en contradicción con sus antecesores funcionalistas. Como se indicó más arriba, no se contrapone en este sentido a esos pensadores, quienes entendieron la función en la sociedad desde la idea de función orgánica, esto es, dando importancia a la interconexión de las partes:

Respecto a los sistemas sociales y su comprensión teórica, una forma de usar el concepto de función es la misma que la usada científicamente en la fisiología. Puede usarse para hacer referencia a la interconexión entre la estructura social y el proceso de la vida social. Este uso de la palabra función, según mi opinión hace que tal palabra sea útil en la sociología comparativa.23

La base conceptual de la propuesta se articula entonces de la siguiente manera: ESTRUCTURA=PROCESO=FUNCIÓN, dentro de la cual la función estará determinada por la estructura por medio de procesos de organización social (culturalmente ubicables) desde los que se establecen formas de organización, instituciones y roles sociales. Este es, desde una postura personal, el eje central conceptual en el trabajo de A. R. Radcliffe-Brown.

Ahora se revisará otro aspecto que puede considerarse central en esta propuesta: la idea de la evolución social. Como se indicó con anterioridad, Radcliffe-Brown retoma críticamente la teoría de Herbert Spencer respecto del evolucionismo. Acepta con este autor clásico dos ideas básicas: por un lado, considera que así como ha sucedido con las formas de vida orgánica, las formas de vida social han presentado una diversificación por medio de un desarrollo desde formas originales de sociedad (léase: pueden coexistir sociedades contemporáneas en momentos diferentes de evolución); y, por el otro, que como una tendencia general también presente en los organismos vivos, las formas que se caracterizan por una mayor complejidad en sus estructuras y organización se han originado de formas más simples (léase: han existido y existen niveles diferenciados entre las sociedades en el desarrollo de la humanidad). Lo que lo distancia del spencerismo es su rechazo a creer que estos niveles de desarrollo forzosamente se traducen en estadios evolutivos en tanto entidades cerradas y forzosamente seriadas, así como todas las argumentaciones que para comprobar su teoría Spencer dedujo sobre los hombres “primitivos”, argumentaciones que recibieron el calificativo de especulaciones pseudohistóricas propias de la historia conjetural. Cabría entonces aquí ubicar al autor dentro de las diferentes concepciones respecto de la evolución humana desarrolladas dentro de la antropología social.

Las concepciones sobre la evolución

En el presente trabajo se ubica a Radcliffe-Brown entre los antropólogos que han concebido la evolución de las sociedades desde un esquema bidimensional. La manera en que se concibieron estos esquemas tiene resultados, a mi parecer, en lo que queda definido como “desarrollo” en tanto un hecho, lugar, estadio, paso a alcanzar. La atención de este artículo se dirige hacia allá a partir del siguiente esquema comparativo.24

La concepción unidimensional de la evolución social, representada básicamente por Edward Tylor25 y Lewis Henry Morgan,26 considera que toda sociedad partió de un mismo origen y recorrerá diferentes caminos hacia un punto supremo de desarrollo, al que deben llegar todas ellas. En este recorrido pueden existir desviaciones e incluso retrocesos, pero ese punto supremo marcará siempre el fin de la historia humana y representará el punto a seguir o a alcanzar por la humanidad en su conjunto. Imposible aquí sería que una sociedad llegue o alcance un estadio sin haber pasado por el inmediato inferior. De la misma forma, aquella sociedad que se separe significativamente del punto de llegada, no alcanzará una adecuada evolución. La evolución que ha presentado la sociedad europea y norteamericana, se entiende, es el prototipo de desarrollo social a lo que deben asemejarse las demás sociedades, calificadas aquí como “primitivas” o “salvajes”. La idea se sintetiza en el concepto de evolución unilineal con el que se ha calificado este esquema (véase figura).

La concepción bidimensional de la evolución social, representada por Leslie White27 y V. Gordon Childe28 introduce la coordenada del tiempo que modifica sustancialmente el esquema. Así, el origen ya no se ubica en el mismo punto que en el esquema anterior y el transcurrir histórico hace suponer que el punto supremo de desarrollo ya no es tan fácilmente ubicable y que, más que un punto, se estaría hablando de un intervalo abierto de posibilidades. Acá, el forzoso paso de un estadio a otro se relativiza al existir la posibilidad de llegar a ellos en diferentes condiciones históricas, dando como resultado que un mismo escalón del ascenso no necesariamente sea idéntico para cada sociedad si se llega a él en diferente época histórica. Además, la evolución misma no permite aquí que una sociedad se mantenga por mucho tiempo sin progreso alguno (la endogamia como uno de los factores que frenan el desarrollo social); así como que por más vertiginoso que sea el desarrollo de alguna otra, nunca podrá mantenerse verticalmente de manera constante. El esfuerzo de toda la humanidad por acercarse o alcanzar el intervalo abierto de posibilidades es lo que en consecuencia permite una “evolución universal” del género humano (véase figura).

Finalmente, la concepción tridimensional de la evolución social, en la que se sitúa Julian Steward,29 Karl Wittfogel30 y el materialismo cultural, agrega una tercera coordenada a las de evolución y tiempo: el espacio. En este esquema, la tridimensionalidad le da la posibilidad a las sociedades de condicionar su evolución a las condiciones geográficas como un contexto interactuante. Así, los recorridos no sólo podrán moverse vertical (la evolución) ni horizontalmente (la historia), sino que lo harán con profundidad de acuerdo con las exigencias que cada medio ambiente le imponga al grupo social. El concepto de evolución multilineal de Steward da la idea de que el desarrollo ya no se dirige ni a un punto ni a un intervalo, como en los esquemas anteriores. La evolución social se abre a múltiples posibilidades que quedarían abarcadas más bien dentro de un “área geométrica de desarrollo” (véase figura).

Siguiendo con estas ideas y sin desprenderse de la concepción de evolución social, Radcliffe-Brown articula como concepto clave de la propuesta la cuestión de la adaptación, manteniendo aquí otra liga con el spencerismo. Así, todo sistema social en tanto estructura, presenta tres niveles de adaptación. La primera, la adaptación ecológica, es la manera en que la vida social se ajusta al medio ambiente físico; la segunda, la adaptación institucional, tiene que ver con las disposiciones institucionales mediante las cuales se mantiene la vida social de manera ordenada, para que así prevalezca la cooperación sobre el conflicto (idea de Spencer); y la tercera, la adaptación cultural, entendida como el proceso social mediante el cual el individuo adquiere hábitos y características mentales que le permiten adaptarse a un lugar dentro de la vida social, y le permiten estar capacitado para desarrollar las actividades que se esperan de él.31 La idea de sistema no puede ser desprendida de la idea de adaptación y, por lo tanto, de la de equilibrio:

La teoría de la evolución social, por tanto, forma parte de nuestro esquema de interpretación de los sistemas sociales al examinar cualquier sistema dado como un sistema de adaptación. La estabilidad del sistema, y su continuación durante un cierto periodo depende, por tanto, de la efectividad de la adaptación.32

Mediante esta visión articulada sobre la evolución y las estructuras sociales, Radcliffe-Brown entiende que son los diferentes sistemas de parentesco los que pueden arrojar luz sobre las características de estructura y organización de cada sociedad humana. A pesar de que considera que no es el único elemento con tal significación, dedicó buena parte de sus estudios a ubicar, comprender y comparar las articulaciones, relaciones sociales y roles individuales de diferentes sistemas de parentesco en grupos no europeos.

Los sistemas de parentesco como estructuras sociales

Con el fin de lograr avanzar en la comprensión de las articulaciones estructurales y la implementación de funciones sociales, Radcliffe-Brown argumentó que en las sociedades “primitivas” (no europeas), el parentesco era la clave para entender la estructura social; mientras que en las sociedades “desarrolladas”, tal elemento clave tendrá que buscarse en otro sistema de relaciones sociales, ya que el parentesco entre los europeos y norteamericanos había pasado a ser secundario en su sistema organizativo:

En la mayoría de las sociedades primitivas, las relaciones sociales de los individuos están reguladas ampliamente en base al parentesco. Esto se debe a la formación de normas de conducta fijas y más o menos definidas para cada uno de los tipos de parentesco conocidos. Existe una norma especial de conducta, por ejemplo, para un hijo hacia su padre, y otra para un hermano más joven hacia su hermano mayor. Las normas particulares varían de una sociedad a otra; pero existen ciertos principios o tendencias fundamentales, que aparecen en todas las sociedades, o en todas aquellas que corresponden a un tipo determinado. Descubrir y explicar estas tendencias generales es la labor que corresponde a la antropología social.33

Esta visión radcliffeana negaba la posibilidad de lo que se conoció como el difusionismo cultural, porque son precisamente las estructuras sociales que responden a ciertas características según los tipos de sociedad las que determinan las formas organizativas de cada grupo humano. Se niega así, por lo tanto, la posibilidad de que estos sistemas de parentesco se presenten en varias “tribus salvajes” debido a la imitación entre unas y otras.34

De esta forma, la posibilidad de entender la organización y funciones sociales radica en establecer las peculiaridades del estatus en la sociedad, cosa que no podría establecerse sin un estudio científico de los diferentes sistemas de parentesco existentes en esas sociedades. Habría que aclarar aquí que Radcliffe-Brown sabe que el estatus social tiene una íntima relación con las formas de propiedad de los individuos en sociedad, pero mantiene la creencia que es el parentesco el origen de la organización y jerarquización social. Sólo así se comprenderán las características de las relaciones sociales entre individuos pertenecientes a un sistema coherente:

La idea es que en una sociedad dada podemos aislar conceptualmente, si no en la realidad, una serie determinada de acciones e interacciones entre personas que están determinadas por las relaciones de parentesco y matrimonio, y que en una sociedad particular están interrelacionadas de tal modo que podemos dar una descripción analítica general de ellas como partes componentes de un sistema.35

Para no olvidar a Marx aquí (aunque no se relacione), puede permitirse otra analogía. Así como para el pensador alemán la organización social a partir de la propiedad privada es la que define a la sociedad capitalista, Radcliffe-Brown diría que aquella organización social estructurada de acuerdo con un sistema de parentesco es la que define a las sociedades tribales. “Atendamos la estructura económica”, diría Marx; “mejor pongamos atención en la estructura socio-relacional”, le contestaría Radcliffe-Brown.

De esta forma, Radcliffe-Brown centra su análisis en las maneras en que quedan estructurados los papeles sociales y las funciones de cada miembro de la sociedad mediante sistemas de parentesco, matrimonio y afinidad, concentrados en el concepto de sistemas de parentesco. Dentro de este sistema, la “unidad fundamental” queda representada por la familia, compuesta habitualmente por el padre, la madre y el(los) hijo(s), sea que vivan o no en la misma casa-habitación. Radcliffe-Brown acepta la existencia de familias compuestas (sean resultado de la poligamia o de segundos matrimonios dentro de sistemas monógamos), aunque considera que, finalmente, éstas pueden entenderse como dos o más familias elementales relacionadas mediante un miembro en común.

Dos son los puntos relevantes que definen los sistemas de parentesco. Por un lado, estos sistemas guardan ciertas características según los grados de relación de parentesco de quienes los componen, pudiendo ser éstos de primero, segundo, tercero, cuarto… hasta n grado. En la familia elemental se presentan relaciones de primer grado: madre e hijo(a), padre e hijo(a), madre y padre, hermano(a) y hermano(a), etc. Los grados van extendiéndose entre tíos y sobrinos o cuñados (segundo grado), primos-hermanos o concuños (tercer grado o avunculado36), luego vendrían parientes más lejanos e, incluso, formas de relación no sanguíneas como el compadrazgo.

Por otro lado, y estrechamente relacionado con lo anterior, la segunda cuestión relevante en los sistemas de parentesco está constituida por lo que Radcliffe-Brown llama extensión, de acuerdo con el grupo de parientes que se mantienen unidos de manera relacional dentro de una estructura social. Así, los sistemas de parentesco dentro de sociedades “primitivas” tienden a ser extensos, mientras que en las familias europeas estos sistemas son de extensión limitada, ya que las relaciones cotidianas (organizativas y de cooperación) entre una familia involucran tan sólo a miembros en primer o segundo grado de relación.

Lo anterior obliga a concebir estos sistemas de parentesco como relaciones forzosamente bilaterales que hablan de grupos familiares bien demarcados y con relaciones cimentadas en las normas sociales basadas en la costumbre:

Así, un sistema de parentesco, en el sentido en que yo estoy usando el término, o un sistema de parentesco y afinidad si se prefiere llamarlo así, es, en primer lugar, un sistema de relaciones duales entre persona y persona en una comunidad, siendo regulada su conducta en cualquiera de estas relaciones, en mayor o en menor grado, por la costumbre. Un sistema de parentesco incluye también la existencia de grupos sociales definidos. El primero de ellos es la familia doméstica, que es un grupo de personas que en un momento determinado están viviendo juntas en una vivienda o grupo de viviendas, con algún tipo de arreglo económico que podemos llamar mantenimiento colectivo de la casa.37

Estos grupos sociales definidos (la familia doméstica, por ejemplo) que pueden tener una extensión limitada (viviendo en una o dos chozas), con relaciones de primer y segundo grado, o también caracterizarse por mayor extensión y grados de relación (viviendo en una comunidad de sesenta chozas), forman una compleja red de relaciones, interdependencia y funciones intrincadas que dan coherencia a la manera en que se articula la estructura social en tanto sistema global de organización: “Entiendo, pues, por sistema de parentesco una red de relaciones sociales de tipo definido que constituyen parte de toda la red de relaciones sociales que llamo estructura social. Los derechos y deberes de los parientes entre sí y las costumbres sociales que observan en sus contactos sociales, puesto que todo ello define las relaciones, forman parte del sistema.”38

Finalmente, las diferentes funciones particulares de quienes componen un sistema de parentesco, así como el estatus, los derechos y las obligaciones que guardan, quedarán definidos en la práctica según la línea o linaje en el que se fundamente el sistema social y hereditario. Sea matrilineal o patrilineal, este linaje se compone de la descendencia femenina o masculina (respectivamente) de parientes vivos comprometidos en el grupo social, por lo que a pesar de que puede estar constituido por diferentes números de generaciones, su alcance queda por lo anterior limitado. Observaciones que acepta Radcliffe-Brown según los casos comparativos que estudió:

Un linaje patrilineal o agnaticio está constituido por un hombre y todos sus descendientes por línea masculina por un determinado número de generaciones. Así, un linaje mínimo incluye tres generaciones, y podemos tener linajes de cuatro, cinco o n generaciones. Un linaje matrilineal está constituido por una mujer y todos sus descendientes por línea femenina durante un número determinado de generaciones. Un grupo de linaje consiste en todos los miembros de un linaje que están vivos en un momento particular.39

Gracias a estas formas de organización de la descendencia, además de que quedan establecidas las características relacionales de los sistemas de parentesco que definen a su vez la estructura social, su importancia radica también en que son la base de la reproducción social de la comunidad en cuestión; puesto que es también a partir de la sucesión matrilineal o patrilineal como va trasmitiéndose hereditariamente la propiedad, lo que hace posible el mantenimiento cotidiano de los miembros de tal comunidad de acuerdo con el sistema de estatus emanado de ello.

Para concluir este apartado acerca de los sistemas de parentesco hay que retomar una idea adelantada en páginas anteriores. La minuciosa forma en que Radcliffe-Brown analizó y descifró las estructuras organizativas de las sociedades que estudió por medio del parentesco, obligó dentro de su esquema a concebir una diferencia radical contenida en la manera como se define al ser social. La idea que encierra el análisis funcionalista, en la cual este ser social queda definido según su función social, implicó concebirlo como una persona que cumple esa función irremediablemente, ajeno a sus necesidades y condenado a ese determinismo. Radcliffe-Brown avanza al concebirlo como un individuo con voluntades propias (con agencia, se diría ahora), sujeto sí a la lógica estructural del sistema social de pertenencia, pero capaz de adecuar su función de acuerdo con necesidades inmediatas que le permiten desarrollarla de diferentes formas. Así, una misma función estructuralmente necesaria puede ser desarrollada con distintas adecuaciones individuales por parte de diferentes actores sociales.40

Lo anterior responde en gran medida a que este antropólogo británico, no sin negar influencia del evolucionismo spenceriano aunque retomado críticamente como se indicó, logró establecer una diferencia radical entre los sistemas biológicos y los sociales. Pese a que pudiera entenderse a los segundos desde los primeros, se tendría que aceptar de entrada que sus similitudes acaban precisamente ahí donde las necesidades sociales no pueden ser entendidas estrictamente como necesidades fisiobiológicas de un sistema orgánico. Radcliffe-Brown logró superar esta visión mecánica del “funcionalismo ortodoxo” y le concedió al “individuo” una subjetividad que le permite cierta libertad en el desarrollo de su vida, libertad de la que carece el órgano biológico o la célula de un cuerpo vivo.

Palabras finales: de los alcances y las limitaciones

Con lo expuesto más arriba, se espera que sea evidente el importante aporte que legó Radcliffe-Brown con su obra y con su idea respecto del estructural funcionalismo. Se pretende ahora enumerar algunos “puntos débiles” de la teoría presentada con el fin de avanzar en esta revisión. Después de ello, se mencionarán algunos autores que recibieron la influencia de esta teoría y, con ello, se resaltará el importante papel que representa el estructuralismo en el pensamiento social contemporáneo.

Un aspecto importante que el estructural funcionalismo deja fuera del análisis es todo un campo determinante en las relaciones sociales compuesto por las motivaciones conscientes y no conscientes de los individuos y de los grupos sociales situados históricamente. La inmensa determinación de la acción social queda reducida inexorablemente a lo que se concibe como causalidad estructural, la cual produce universales psicológicos:

Bottomore asocia certeramente el funcionalismo con la interpretación de las instituciones en términos de los valores y de los propósitos de los individuos. Él parece considerar a Radcliffe-Brown como una excepción, o al menos como un ejemplo de funcionalista que de alguna manera se las arregló para mantenerse en el nivel sociológico. Por supuesto, Radcliffe-Brown compartía la oposición doctrinal de Durkheim al reduccionismo psicológico; pero ni él, ni Durkheim, ni la escuela francesa, sin excluir a Lévi-Strauss; han encontrado el modo de evitar la dependencia de los universales psicológicos como uno de sus principales mecanismos explicativos.41

Esta acción social no puede entenderse obviando en el análisis lo relacionado con la actividad intencional del individuo, así como una serie de aspectos no intencionales que están estrechamente adheridos a las relaciones sociales, que le son inherentes, pero que muchas veces están determinadas por elementos no ubicables dentro de las articulaciones estructurales del orden social. Las últimas cuatro décadas han sido testigo del desarrollo de propuestas teóricas que centran su atención en los proyectos de individuos y grupos sociales para explicar la realidad social. Como se ha constatado desde estos enfoques, el análisis desde la estructura y sus funciones no logra entender plenamente la articulación de procesos sociales y mentalidades humanas que delinean el acontecer histórico.

En este sentido, otro aspecto criticable de la propuesta que se ha venido exponiendo se sintetiza en lo relacionado con el análisis diacrónico. Como se dijo, Radcliffe-Brown avanza al comprender la historia como elemento fundamental del análisis social, lo cual introdujo en la escuela funcionalista la primera y única posibilidad de pensar el cambio social desde la idea durkheiniana de la dinámica social. Sin embargo, no logró pasar de las consideraciones teóricas al análisis de la realidad empírica. Ni él ni otro gran estructuralista (Claude Lévi-Strauss) lograron alejarse adecuadamente de su preferencia indiscutible hacia el punto de vista sincrónico, el cual resultaba un enorme peso debido a la insistencia en explicar la realidad en dependencia de una causalidad estructural; en un intento por determinar características estructurales universales al desarrollo de la humanidad:

[…] Radcliffe-Brown insiste repetidas veces en la importancia de la investigación histórica. Si los funcionalistas estructurales no han adoptado más que rara vez perspectivas históricas, ello se debe a su convencimiento de que es muy poca la información histórica útil que se puede obtener en las sociedades primitivas. A lo que ellos se oponen no es a la historia, sino a la pseudohistoria […] Como Boas, Radcliffe-Brown se mostraba sarcástico con los esquemas evolucionistas que habían elaborado sus predecesores decimonónicos. Lo que no significaba, como tampoco en el caso de Boas, que fuera antievolucionista en el sentido de que opusiera a la versión darwinista de la evolución. Radcliffe-Brown se declara incluso evolucionista social, entendiendo por tal a alguien interesado en el estudio del proceso de diversificación por el que “se producen nuevas y diferentes formas de sociedades”. […] la búsqueda de los orígenes no puede llevarse a cabo por medio de fórmulas evolucionistas. En esto, Boas y Radcliffe-Brown están de acuerdo. Pero, inmediatamente después, una fundamental diferencia de estrategia separa a las dos escuelas. Para los boasianos, el remedio contra las falsas reconstrucciones evolucionistas son los estudios históricos de casos concretos. Para Radcliffe-Brown, el remedio es más drástico: evitar todas las investigaciones históricas para las que no se disponga de documentos históricos. Hasta los años cincuenta, esta restricción tuvo como consecuencia una separación de facto entre los estudios funcionalistas estructurales, sincrónicos, y la investigación diacrónica.42

Desde este punto de vista y bajo el pretexto de una rígida consideración sobre la validez de las fuentes históricas no convencionales, no fue casual que el estructural funcionalismo no se alejara de considerar a la historia como una masa de contingencias inconexas y que no lograra ver los procesos históricos como objetos analíticos dignos de estudiarse por sí mismos. En pocas palabras, Radcliffe-Brown avanzó significativamente al considerar el cambio social como parte integrante de toda estructura social; pero no logró incluir el análisis diacrónico debidamente en su propuesta a causa de un desdeño hacia la diversidad de fuentes históricas diferentes a las que se consideraban válidas desde la cultura europea.

La dificultad que se le presentó a Radcliffe-Brown en su intento por construir una teoría nomotética que superara la corta visión ideográfica de los funcionalistas ortodoxos, es que remitió a algo casi indeleble (un tanto invisible, oscuro, profundo, indeterminado) definido como estructura, en tanto el origen de todas las leyes de lo social. Cuestión que no le permitió afianzar esta construcción científica a partir de realidades empíricas demostrables. Una de las principales características que deben tener las leyes científicas es que sean verificables en cualquier situación, elemento que no pudo resolver Radcliffe-Brown desde la explicación estructuralista. Tal aspecto escapó de las consideraciones de este pensador, al grado de que no podría ser contestada la pregunta más elemental que se le haría a esta teoría: Entonces, ¿cuál es el elemento estructural dominante en toda estructura social? Y en ese sentido, ¿qué es lo que se impone a todo viso de contradicción en el sistema o estructura?43 Es un hecho evidente que en la propuesta teórica de Radcliffe-Brown no se encontrarán nunca estas respuestas, ni siquiera algunos “nortes” para buscarlas.

Por otro lado, y siguiendo dentro de una crítica de los fundamentos epistemológicos del estructural-funcionalismo, es necesario señalar que este punto teórico de partida se vio durante mucho tiempo (al igual que el funcionalismo) inmerso en una búsqueda por abarcar toda la realidad social, sin que se lograra una visión completa de los fenómenos particulares. A pesar de que tanto funcionalistas como estructuralistas fueron grandes maestros en lo que respecta al trabajo de campo in situ, a partir de la etnografía en tanto técnica de recolección de información,44 la pretensión por explicar todas y cada una de las peculiaridades de una comunidad cualquiera no permitió a estos autores enfocarse en una parte de la realidad para agotarla. Sólo décadas después al abrir la antropología su campo de estudio y, entonces, enfrentarse a fenómenos sociales y culturales dentro de sociedades complejas, esta visión holística tuvo que ser repensada con el fin de lograr explicar a fondo uno de esos fenómenos. Lo anterior fue una maduración natural por la que transitó la antropología como ciencia social, lo que no pudo incluir Radcliffe-Brown en sus estudios pero que de alguna forma cooperaría en establecer bases para ese desarrollo: “El afán o la pretensión de holismo había sido una tradición generalizada entre los antropólogos hasta que la disciplina ingresó al estudio de sociedades complejas.”45

A pesar de lo anterior, es importante finalizar el presente texto aclarando que otros han continuado la búsqueda por contestar las preguntas referidas más arriba sin desprenderse de la visión teórica del estructuralismo, y así quedará demostrada a su vez la importante aportación del antropólogo inglés al desarrollo del pensamiento social.

La corriente estructural-funcionalista fue enriquecida desde la antropología por pensadores como Ken Davis,46 y desde la sociología por gente como Marion J. Levy.47 Los grandes representantes de esta corriente en una época posterior son el sociólogo alemán Nicklas Luhman48 y el autor inglés Immanuel Wallerstein,49 teóricos imprescindibles en el pensamiento social contemporáneo.

Por su parte, Robert Merton50 logró establecer una teoría estructuralista que rompió con el funcionalismo y todas las limitaciones de esta corriente. Obviamente esta corriente tomó sus planteamientos básicos del pensamiento estructural funcionalista, pero avanzó en el sentido de darle una coherencia específica a la estructura sin necesidad de depender de la función como aquello que la hace evidente. La sociología estructural se enriqueció también con los aportes de Charles H. Cooley,51 Robert F. Bales,52 José L. Moreno,53 Paul Selznick,54 Brian S. Georgopoulos55 y Adam S. Tannebaum.56 Por su parte, Claude Lévi-Strauss,57 Geroge Peter Murdock,58 Robert H. Lowie,59 Claude Lefort60 y Edmund Leach61 desarrollaron estas ideas desde la antropología social y cultural; mientras que Fernand Braudel62 quedó influido notablemente en sus planteamientos sobre la idea de la historia de larga duración. Marxistas como Louis Althusser63 y Maurice Godelier64 se vieron influidos también por el análisis estructural y formaron una corriente dentro del marxismo (estructuralismo marxista). Otro gran pensador que aportó mucho en el avance de la concepción estructuralista fue el psicólogo Jean Piaget,65 quien encontró en esta corriente una explicación de las estructuraciones psíquicas del individuo debido a un origen fundamental (estructuralismo genético). Dentro de la psicología, autores como Kurt Lewin,66 René Le Senne67 y Roger Mucchielli68 desarrollaron esquemas estructuralistas, y en el psicoanálisis se puede rastrear la idea de estructura en escritos de Sigmund Freud69 y, sobre todo, Mikel Dufrenne70 y Marcel Merleau-Ponty.71 La economía también fue influenciada por el estructuralismo en trabajos como los de Eric Wagemann,72 Arthur Marchall,73 George Granger,74 Frank Perroux75 y James Tinberger.76 Finalmente, los sociólogos Norbert Elías77 y Anthony Giddens,78 así como el lingüista y politólogo norteamericano Noam Chomsky79 han aportado mucho al pensamiento social contemporáneo, ellos también deben muchas de sus reflexiones a la teoría estructuralista. Entre los estudios sobre política han destacado también pensadores como Maurice Duverger,80 Raymond Aron,81 André Mathiet,82 David Easton,83 James S. Colemann,84 buena parte de las ideas políticas de Gregory Lukács85 y de la escuela de política fundada en la Universidad de Yale por Karl W. Deutsch.86

Se delinea así, con estos pensadores, la importancia del pensamiento estructuralista, que si bien llegó a representar una de tantas modas intelectuales en el pensamiento social del siglo XX, no deja duda de su solidez teórica; a pesar de que, como se señaló, habrá aspectos todavía por resolver desde su propia lógica. La propia antropología ha logrado recuperar las principales aportaciones teórico-metodológicas del estructural-funcionalismo y repensarlas dentro de propuestas novedosas. Por ello, este texto pretendió echar una mirada al trabajo de Radcliffe-Brown, pero habrá que discutir acerca de muchas de sus ideas para avanzar en una crítica sólida que del pensamiento estructural funcionalista permita reubicar a este pensador clásico de la antropología británica del siglo XX.

1 Marvin Harris. El desarrollo de la teoría antropológica. Una historia de las teorías de la cultura. Madrid: Siglo XXI, 1982, p. 447.

2Con relación al contexto intelectual y político expuesto aquí, y en especial para comprender la mirada europea respecto del beneficio del avance de la civilización occidental para europeos y no europeos, es ilustrativo el capítulo introductorio que escribe Radcliffe-Brown a la obra A. R. Radcliffe-Brown y Daryll Forde (eds.). Sistemas africanos de parentesco y matrimonio. Barcelona: Anagrama, 1982, pp. 11-97.

3Incluso el estudio detallado de las llamadas “sociedades primitivas” llegó a considerarse en aquella época como la última oportunidad de tener las pruebas fehacientes de las características de la organización social del pasado europeo, porque al modernizarse estas sociedades (gracias a la impronta colonialista) se perderían esas pruebas irremediablemente.

4Harris, op. cit., pp. 1-2.

5Ibid., p. 2.

6Al respecto véase Ibid., pp. 447-450.

7Resulta conveniente aclarar que la noción de estructura también ha tenido un desarrollo desde las ciencias naturales (la biología y las matemáticas), el cual ha afectado irremediablemente a las ciencias sociales y a las humanidades.

8Jean Viet. Los métodos estructuralistas en las ciencias sociales. Buenos Aires: Amorrortu, 1979, p. 7.

9Obra publicada originalmente en 1922 y reeditada en Cambridge, por la University of Cambridge Press, en 1933.

10Obra publicada en 1931 por la Univesrity of Cambridge Press.

11Publicada por la Oxford Univesity Press en 1950.

12Publicada en 1952 por The Berne Convention.

13Publicada por la University of Chicago Press en 1958.

14Otras obras menores de Radcliffe-Brown fueron El hermano de la madre en África del Sur(1924),Sobre el concepto de función en las ciencias sociales(1935),Una ciencia natural de las sociedades(1937) yAntropología social: una definición(1950).

15En referencia al trabajo docente de Alfred R. Radcliffe-Brown en Estados Unidos, véase Tom Bottomore y Robert Nisbet. “Estructuralismo”. T. Bottomore y R. Nisbet (comps.). La formación del pensamiento sociológico. Buenos Aires: Amorrortu, 1988, p. 654.

16Véanse de Herbert Spencer. Descriptive Sociology. Nueva York: D. Appleton, 1873; y Principles of Sociology. Nueva York: D. Appleton, 1896. Con respecto de Edward B. Tylor véanse Researches into the Early History of Mankind and the Development of Civilization. Londres: Murray, 1865; y La cultura primitiva. Madrid: Ayuso, 1977.

17Radcliffe-Brown. Estructura y función en la sociedad primitiva. Barcelona: Península, 1996, p. 7.

18Ibid., p. 64.

19Ibid., p. 101.

20Ibid., p. 18. Radcliffe-Brown retoma (mejorándola) la idea de estructura manejada inicialmente por Evans-Pritchard. Al respecto véase E. Evans-Pritchard. Los nuer. Barcelona: Anagrama, 1977.

21Radcliffe-Brown, op. cit., p. 20.

22Más adelante se retomará este aspecto fundamental de la propuesta radcliffe-browniana: la diferencia entre persona e individuo.

23Radcliffe-Brown, op. cit., p. 21.

24Las ideas de evolución unidimensional, bidimensional y tridimensional que a continuación se exponen, son reflexiones personales que no podrían considerarse acabadas, pero que se incluyen a consideración para su adecuación, modificación sustancial o incluso rechazo total. No pretende superar a otras propuestas mejor articuladas presentadas por diferentes autores, sino buscar una forma alternativa de entenderla (al respecto véanse Harris, op. cit.; Paul A. Erickson. A history of anthropological theory. Toronto: Broadview Press, 1998; y Jonathan H. Turner. The structure of sociological theory. Washington: Wadsworth Publishing Company, 1998; entre varios más).

25Véanse las obras citadas de Tylor en la nota 16 de este trabajo.

26Véanse de Morgan. Systems of Consanguinity and Affinity of the Human Family. Washington: Smithsonian Institution, 1870; y La sociedad primitiva. Madrid: Ayuso, 1975.

27Leslie White. “Evolutionism in Cultural Anthropology: a rejoinder”. American Anthropologist, núm. 49, 1947, pp. 400-411; La ciencia de la cultura. Buenos Aires: Paidós, 1949; “The Concept of Evolution in Cultural Anthropology”. B. Meggers (comp.). Evolution and Anthropology. Washington: The Anthropological Society of Washington, 1959, pp. 106-125; y The Evolution of Culture. Nueva York: McGraw-Hill, 1959.

28V. G. Childe. Qué sucedió en la historia. Buenos Aires: Siglo Veinte, 1946; La evolución social. Madrid: Alianza, 1973; y Los orígenes de la civilización. México: FCE, 1975.

29J. Steward. Theory of Cultural Change. Urbana: University of Illinois Press, 1955; y “Cultural evolution”. Scientific American, núm. 194, 1956, pp. 69-80.

30K. Wittfogel. El despotismo oriental. Madrid: Guadarrama, 1966.

31Véase al respecto Radcliffe-Brown, op. cit., p. 18.

32Idem.

33Ibid., p. 28.

34El difusionismo consideró la existencia de áreas culturales, desde donde un centro cultural se articulaba como el origen de la manifestación y desarrollo de la cultura, y ésta se difundía hacia diversos puntos. Los más notables antropólogos de esta corriente fueron Alfred L. Kroeber, Clark Wissler, W. J. Perry, G. Elliot Smith, Rivers (maestro de Radcliffe-Brown), entre otros.

35Radcliffe-Brown, op. cit., p. 14.

36Término acuñado por Radcliffe-Brown.

37Radcliffe-Brown, op. cit., p. 67.

38Idem.

39Ibid., p. 85.

40Se ofrece una disculpa por mezclar aquí los conceptos de ser social y actor social junto con los de persona e individuo. Ello fue por tratar de no repetir ni confundir la exposición (tal vez se logró una mayor confusión). La discusión de los conceptos de actor social y ser social, así como otros (sujeto social o agencia) es posterior a Radcliffe-Brown. Lo que sí es cierto es que esta idea expresada por Radcliffe-Brown no logra recuperar el enorme aporte al respecto adelantado ya por E. Durkheim, quien fuera su principal fuente teórica. Independientemente de ello, también resulta necesario aclarar que en el sentido de la discusión actual los términos se han cambiado de lado, ya que individuo se remite a una idea separada del todo social frente al concepto de sujeto social (el cual estaría más cercano al de persona), que remite a la implicación necesaria de las relaciones y los roles sociales.

41Harris, op. cit., p. 459.

42Ibid., pp. 453-455. Lo entrecomillado corresponde a una cita de Radcliffe-Brown de su obra Estructura y función en la sociedad primitiva, p. 82.

43Habría que aclarar aquí que tanto el funcionalismo de autores como Bronislaw Malinowski, así como el estructural-funcionalismo de Radcliffe-Brown no logran superar esta discusión sobre el papel ideográfico o nomotético de las ciencias sociales (al menos en la antropología cultural). Finalmente, ambas teorías consideran deseables las leyes sociales, pero no reflexionan acerca del papel de su construcción como fundamento epistemológico y punto de partida del análisis social.

44El trabajo de campo implicó para estos antropólogos el hecho de radicar en la comunidad estudiada por largos periodos (en ocasiones hasta 15 o 20 años), rompiendo durante mucho tiempo con el “mundo occidental”; lo que los obligaba a adoptar las formas de vida de esas comunidades al grado de tener que dominar plenamente la lengua y un sinfín de normas, tradiciones, conocimientos cotidianos y hasta creencias mágico-religiosas.

45José Lameiras. “El ritmo de la historia y la región”. Secuencia. México, Instituto Mora, núm. 25, enero-abril de 1993, p. 115.

46Ken Davis. “The Myth of Functional Analysis as a Special Method in Sociology and Anthropology”. American Sociological Review, núm. 24, 1959, pp. 757-773.

47Marion J. Levy. The Structure of Society. Princeton: Princeton University Press, 1952.

48Nicklas Luhman. “La teoría moderna del sistema como forma de análisis social complejo”. Sociológica. México, UAM-A, año I, núm. 1, 1990, pp. 103-115.

49Immanuel Wallerstein. El moderno sistema mundial. México: Siglo XXI, 1984.

50Robert Merton. Teoría y estructura sociales. México: FCE, 1965.

51Charles H. Cooley. Social Organization. Nueva York: Addison, 1960.

52Robert F. Bales. Análisis del proceso de interacción. Un método para el estudio de grupos pequeños. Buenos Aires: Paidós, 1981.

53José L. Moreno. Fundamentos de la sociometría. Buenos Aires: Paidós, 1980.

54Paul Selznick. “Fundations of the Theory of Organization”. American Sociological Review, vol. 13, núm. 1, febrero de 1948, pp. 25-35.

55Brian S. Georgopoulos y Adam S. Tannenbaum. “A Study of Organizational Effectiveness”. American Sociological Review, vol. 22, núm. 5, octubre, 1957, pp. 534-540.

56Adam S. Tannenbaum. “The Concept of Organizational Control”. Journal of Social Issues, vol. 12, núm. 2, 1956, pp. 50-60; y “Control Structure and Union Functions”. American Sociological Review, vol. 61, núm. 6, mayo de 1956, pp. 536-545.

57Claude Lévi-Strauss. Las estructuras elementales del parentesco. México: Paidós, 1983; Antropología estructural. México: Siglo XXI, 1986; Tristes trópicos. Barcelona: Paidós, 1992; El pensamiento salvaje. México: FCE, 1964; y Mitologías I. Lo crudo y lo cocido. México: FCE, 1990.

58George Peter Murdock. Social Structure. Nueva York: McMillan, 1949; y Culture and society. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 1965.

59Robert H. Lowie. La sociedad primitiva. Buenos Aires: Amorrortu, 1972; e Historia de la etnología. México: FCE, 1946.

60Claude Lefort. Las formas de la historia: ensayos de antropología política. México: FCE, 1988.

61Edmund Leach. Sistemas políticos de la Alta Birmania. Barcelona: Anagrama, 1977; y Replanteamiento de la antropología. Barcelona: Seix Barral, 1971.

62Fernand Braudel. La historia y las ciencias sociales. México: Alianza, 1992 (El libro de bolsillo, 139); y La dinámica del capitalismo. México: FCE, 1986.

63Louis Althusser. La filosofía como arma de la revolución. México: Ediciones Pasado y Presente, 1984 (Cuadernos de pasado y presente, 4); y Louis Althusser y A. Badiou. Materialismo histórico y materialismo dialéctico. México: Ediciones Pasado y Presente, 1986 (Cuadernos de pasado y presente núm. 8).

64Maurice Godelier. Racionalidad e irracionalidad en la economía. México: Siglo XXI, 1967; y Objeto y método en la antropología económica. Tullio Tentori (dir.). Antropología económica. Barcelona: Herder, 1978.

65Jean Piaget et. al. Tendencias de la investigación en las ciencias sociales. Madrid: Alianza Editorial, 1970; y Jean Piaget. La representación del mundo en el niño. Madrid: Morata, 1981.

66Kurt Lewin. Principles of Topological Psychology. Nueva York: McGraw-Hill, 1936; y La teoría del campo en la ciencia social. Buenos Aires: Paidós, 1981.

67René Le Senne. Tratado de caracterología general. Buenos Aires: Paidós, 1989.

68Roger Mucchielli. “La Notion de Structure en Psychologie”. Notion de Structure et Structure de la Connaissance. París: Centre International de Synthése, A. Michel, 1957, pp. 343-358.

69Sigmund Freud. Introducción al psicoanálisis. Madrid: Alianza, 1967; El malestar de la cultura y otros ensayos. Madrid: Alianza, 1973 (El libro de bolsillo, 280); y Psicología de las masas y el análisis del yo. México: Iztaccíhuatl, s/f.

70Mikel Dufrenne. La personalidad básica. Buenos Aires: Paidós, 1959.

71Marcel Merleau-Ponty. Fenomenología de la percepción. México: FCE, 1977.

72Eric Wagemann. Introducción a la teoría del flujo económico. México: FCE, 1967.

73Arthur Marchal. Estructura y sistemas económicos. México: FCE, 1981.

74George Ganger. Metodología económica. Madrid: Siglo XXI, 1980.

75Frank Perroux. “Estructuras económicas”. R. Bastide (comp.). Sentidos y usos del término de estructura. Madrid: Ayuso, 1990, pp. 112-136.

76James Tinbergen. “De Quelques Probléms Posés par le Concept de Structure”. Revue d’Economie Politique, núm. 62, enero-febrero de 1952, pp. 27-46.

77Norbert Elías. Compromiso y distanciamiento. Barcelona: Península, 1983; y La sociedad cortesana. México: FCE, 1996.

78Anthony Giddens. La constitución de la sociedad: bases para la teoría de la estructuración. Buenos Aires: Amorrortu, 1995; Las nuevas reglas del método sociológico. Buenos Aires: Amorrortu, 1987; y Consecuencias de la modernidad. Madrid: Alianza, 1994.

79Noam Chomsky. La explicación en las ciencias sociales de la conducta. Madrid: Alianza Universidad, 1982.

80Maurice Duverger. Los partidos políticos. México: FCE, 1957.

81Raymond Aron. Dimensión de la conciencia histórica. México: FCE, 1984; y Lecciones sobre la historia. México: FCE, 1996.

82André Mathiet. “El término de ‘estructura’ en el discurso político”. R. Bastide (comp.), op. cit., pp. 65-86.

83David Easton (comp.). Enfoques sobre teoría política. Buenos Aires: Amorrortu, 1973; y Política moderna: un estudio sobre la situación de la ciencia política. México: Letras, 1968.

84James S. Colemann. “The Mathematical Study of Small Groups”. H. Solomon (comp.). Mathematical Thinking in the Measurement of Behavior. Glencoe: Free Press, 1960, pp. 43-78; y G. A. Almond y James S. Colemann. The Politics of the Developing Areas. Princeton: Princeton University Press, 1960.

85Gregory Lukács. Revolución socialista y antiparlamentarismo. México: Ediciones Pasado y Presente, 1989 (Cuadernos de pasado y presente, 41).

86Karl W. Deutsch. Problemas para el modelo del mundo. México: Gernika, 1984; y Los nervios del gobierno: modelos de comunicación y control políticos. México: Paidós, 1985.

Recibido: 17 de Agosto de 2011; Aprobado: 11 de Diciembre de 2011

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