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Intersticios sociales

On-line version ISSN 2007-4964

Intersticios sociales  n.2 Zapopan Sep. 2011

 

Reseñas

Contra la historia oficial

Alberto Arellano Ríos1 

1 El Colegio de Jalisco.

Crespo, José Antonio. Contra la historia oficial. 3a reimp, México: Debate, 2009.


El historiador Mar Bloch precisó que el pasado por definición estaba dado y que nada lo modificaría; pero al mismo tiempo anotó que cuando un acontecimiento se suscita, en él estuvieron en juego muchas posibilidades.1 Este segundo escenario abre en la disciplina histórica que su estudio, análisis y comprensión sean un redondel de lucha política en el sentido amplio del término. Contrariamente, y en una acepción muy limitada de esta expresión, el pasado es de uso político para legitimar regímenes. En esta dirección no ha habido Estado moderno, e incluso premoderno, que no haya recurrido a construir una historia oficial para justificar su origen o el ejercicio del poder interno o externo a él. En esta situación el papel del historiador es cuestionar o deconstruir discursos oficiales o mitos que hay sobre el pasado.

Esta problemática de fondo se encuentra implícita en el libro que ahora se reseña. Aparecido al público en el año 2009, hasta mayo de este año, el libro de José Antonio Crespo ya iba en la tercera reimpresión que, sumada a la edición inicial, daban cuenta de que la obra había sido recibida con éxito.

Las razones son múltiples, y algunas de ellas se dirán de manera abierta o velada cuando se trace o den las impresiones del texto. Antes convendría señalar que en el marco de los festejos del bicentenario de la independencia y el centenario de la revolución mexicana, y más allá de la algarabía, luces y fiesta, la obra sintetiza, explica, hace comprensivos y justiprecia muchos acontecimientos de la historia y de la edificación del Estado mexicano.

En esta obra José Antonio Crespo hace un uso regio de fuentes. Se nota al académico, lector y conocedor de los temas históricos. En consecuencia, la obra evidencia un manejo sistemático de las obras de actores y fuentes de la época, así como de diferentes trabajos de una historiografía mexicana que al día de hoy está consolidada. En esta acepción bien cabe señalar lo que el reconocido y respetado historiador mexicano Enrique Florescano ha dicho en más de una ocasión. Palabras más palabras menos, ha señalado que, si de algo hay que estar orgullosos en lo que dejan las conmemoraciones del bicentenario de la independencia y el centenario de la revolución, es la amplia, rica y sólida producción de la historiografía mexicana. No obstante, y a decir del historiador, tal avance ha sido de claroscuros porque los especialistas no han alcanzado el estatus de una masa crítica profesional que cuestione los problemas que aquejan al país.2

Pese a esta problemática que enfrenta el campo historiográfico se deriva otra. Esta consiste en cómo bajar, si se permite la expresión, los resultados de las investigaciones y hacer comprensibles las coincidencias o divergencias que hay en el estudio de la historia a un público más amplio que el de los especialistas o estudiantes de las ciencias sociales. En consonancia con lo anterior, el título y el hilo conductor desarrollado a lo largo de la obra, además de asegurar una intención, buscan hacer entendible la historia política, y por lo tanto la difícil construcción del Estado mexicano.

Cuando uno se adentra en el libro, la obra es clarificadora de los acontecimientos al situarlos en su justa dimensión. El autor los ubica en un agraciado equilibrio narrativo y con clara exposición lógica. El libro cuestiona la historia de los grandes hombres y la historia de bronce por una más compleja y clara a la vez. En ella la humanidad de los sujetos históricos se hace presente.

El texto tiene como intención debatir la historia dicotómica entre el bien contra el mal que se enseña aún en el sistema educativo en sus niveles básicos. Sin ser presunción, se diría que los acontecimientos explicitados son conocidos por la lectura hecha de las obras que Crespo cita. Esto fue posible en mi tránsito en el posgrado o por mi interacción con algunos colegas historiadores. Otros, debo aclarar, me fueron novedosos y por primera vez me enteré de ellos. No siendo historiador de formación, comparto la idea de que el estudio de la política desprovista de contexto histórico es igual, o más grave, que esta sea ainstitucional como una vez Giovanni Sartori le cuestionó a la ciencia política.3

La fortaleza nodal del libro radica en su intención por divulgar la historia. Así como hay gente que estudia o se especializa en ramas como la difusión de la ciencia o la cultura para hacerla amena, clara y comprensible, José Antonio Crespo hace gala de su experiencia como investigador, docente y columnista para captar la atención de un lector promedio. Sobre su faceta como líder de opinión no se puede dejar de mencionar la sonrisa que en más de uno ocasiona cuando con fino humor comenta situaciones del pasado con frases, metáforas, o bien que son causa de situaciones presentes. Este talante del libro lo hace otro baluarte pues se aleja del especialista con su jerga, forma y estilo.

En esta tesitura, Contra la historia oficial es un libro que de forma didáctica recorre alrededor de cuatro siglos de historia política; y es una obra que desde ya, y con los riesgos que ello implica, podría constituirse como un libro de texto en el nivel de bachillerato o de licenciatura en donde la historiografía no sea el eje central de formación. Aunque también se puede incluir en un seminario sobre el sistema político mexicano. Pero el texto de seguro trascenderá estos espacios y el público será más amplio.

El libro, con algunos errores de edición, está estructurado en cuatro partes, además de una introducción y un epílogo en donde el autor aboga por una “historia al servicio de la ideología democrática”. Este anhelo podría ser debatible en el campo historiográfico pero es comprensible desde la formulación e implementación de las políticas y los programas educativos en el nivel básico.

En la obra, José Antonio Crespo, después de explicar los acontecimientos, desmitificar o deconstruir la historia oficial, da luces de cómo se pueden superar los lastres de la psicología colectiva que han estancado a la sociedad o simplemente no permiten madurar. Su lectura por adolescentes, jóvenes y adultos será, sin dudarlo, liberadora.

Al situar en su justa dimensión los acontecimientos, el libro, entre otras cosas, dice que Hernán Cortés fue un hombre de su tiempo, un genio, un hombre que es difícil amar pero imposible de admirar. Moctezuma y la Malinche encarnan la cobardía y la traición, respectivamente, pero en ellos convergen procesos más amplios que explican la derrota del poderoso y tiránico imperio mesoamericano. El orden social del virreinato sigue intacto; y que la conquista la hicieron los indígenas y la independencia los españoles.

Santa Anna es la expresión de un México surrealista, un espejo de las contradicciones y patologías que el país padeció en su conjunto, o sigue padeciendo.

Que el imperio de Maximiliano no fue tan conservador como se cree, y que de hecho intentó hacerles justicia social a los campesinos e indígenas mexicanos, cuando en la mente de nuestro presidente Benito Juárez estos eran un lastre.

Que el vínculo de Juárez con la legalidad es más discurso. Juárez fue ante todo un político y como tal: “un digno precursor de la clase política posrevolucionaria que ha justificado el relego de la ley cuando la gravedad de las circunstancias así lo aconseja”.4 La muerte se cruzó en su camino. Si no, uno de nuestros máximos héroes bien pudo pasar a villano favorito de la historia oficial. Fue Porfirio Díaz quien lo revivió y lo colocó en el pedestal en el que ahora está. Paradojas y contradicciones de la historia, esta como las anteriores, y ahora es Porfirio Díaz el villano histórico y no tiene el lugar que merece. Por cierto, ante el cercano centenario de su muerte, ¿existen las condiciones mínimas para traer sus restos a nuestro país?

Que Madero fue un revolucionario que no quería una revolución, que Estados Unidos es el fulcro de la balanza en nuestra historia. Guste o no, pero como dice José Antonio Crespo “generalmente no nos gusta”.

El libro abiertamente va contra la historia oficial al colocar las partes de la película que el régimen quita. Va contra una historia oficial que hace glorioso el pasado. Va contra una forma de enaltecer y hacer heroicas las derrotas, o bien que la nación ha sido construida por seres iluminados.

Se opone a una historia oficial que destaca los siguientes valores: 1) la violencia como instrumento de cambio; 2) la exaltación del caudillo sin importar cómo llega al poder; y 3) idealiza a los héroes perdonándoles sus abusos o la forma en que han ejercido el poder, o bien presentándolos como semidioses.

Finalmente, en su crítica a la historia oficial imperante, José Antonio Crespo, en el epílogo del libro, toma posición. Él aboga por una historia al servicio de la democracia con el riesgo, pese a ser cívica hay que decirlo, de erigirse también en una historia oficial al final de cuentas. Sin embargo, es indudable que desde la formulación de las políticas educativas constituir una historia cívica se hace necesario. Consecuentemente discutir o replantear los contenidos de lo que se enseña erige un campo de batalla; en este punto José Antonio Crespo sostiene abiertamente que la historia que se debe enseñar debe estar al servicio de la ideología democrática y sustentarse en valores como la legalidad, la civilidad y la negociación, y no la violencia, la revolución y el providencialismo caudillesco que son los pilares de la historia que aún se enseña a millones de niños y jóvenes en el país. Éstos y otros planteamientos son desplegados a lo largo del libro pero la última palabra la tiene el lector.

Referencias bibliográficas

Mar Bloch. Apología para la historia o el oficio de historiador, México: FCE, 1996. [ Links ]

Enrique Florescano. “La escasa masa crítica”. Nexos. México: Noviembre de 2007, pp. 32-36. [ Links ]

Giovanni Sartori. "¿Hacia dónde va la ciencia política?”. Política y Gobierno. CIDE, vol. XI, núm. 2, segundo semestre de 2004, pp. 349-354. [ Links ]

1 Mar Bloch. Apología para la historia o el oficio de historiador, México: FCE, 1996.

2Enrique Florescano. “La escasa masa crítica”. Nexos. México: Noviembre de 2007, pp. 32-36.

3Giovanni Sartori. “¿Hacia dónde va la ciencia política?”. Política y Gobierno. CIDE, vol. xi, núm. 2, segundo semestre de 2004, pp. 349-354.

4José Antonio Crespo, op. cit., p. 231.

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