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Revista Chapingo serie ciencias forestales y del ambiente

versión On-line ISSN 2007-4018versión impresa ISSN 2007-3828

Rev. Chapingo ser. cienc. for. ambient vol.23 no.1 Chapingo ene./abr. 2017

https://doi.org/10.5154/r.rchscfa.2016.03.017 

Artículos

Frecuencia histórica de incendios (1779-2013) en bosques de pino-encino de la comunidad de Charcos, Mezquital, Durango

Iván M. Molina-Pérez1 

Julián Cerano-Paredes2  * 

Sergio Rosales-Mata3 

José Villanueva-Díaz2 

Rosalinda Cervantes-Martínez2 

Gerardo Esquivel-Arriaga2 

Eladio Cornejo-Oviedo4 

1Instituto Tecnológico de El Salto, Mesa del Tecnológico s/n, Forestal. C. P. 34942. El Salto, Durango, México.

2 Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), Centro Nacional de Investigación Disciplinaria en Relación Agua, Suelo, Planta, Atmósfera (CENID-RASPA). km 6.5 Margen derecha del canal Sacramento. C. P. 35140. Gómez Palacio, Durango México.

3 Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), Campo Experimental Valle del Guadiana. km 4.5 Carretera Durango-Mezquital. C. P. 34170. Durango, Durango, México.

4Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro. Calzada Antonio Narro núm. 1923. C. P. 25315. Buenavista, Saltillo, Coahuila, México.


Resumen

La reconstrucción histórica de los regímenes del fuego, fundamentada en métodos dendrocronológicos, aporta información para el entendimiento de este fenómeno. Con el objetivo de reconstruir la historia de incendios en un bosque de pino-encino en Mezquital, Durango, se colectaron 78 muestras de Pinus durangensis, P. arizonica, P. ayacahuite, P. teocote y Pseudotsuga menziesii con cicatrices de incendios; 73 y 27 % de las muestras se tomaron de árboles vivos y muertos, respectivamente. Se fecharon 75 muestras (96 %) y 535 cicatrices. Los regímenes se reconstruyeron de 1746 a 2013; el año 1779 representó el primer registro de incendio. Se reconstruyó un intervalo medio de frecuencia de incendios (MFI) de 2.0 años y un intervalo medio de probabilidad de Weibull (WMPI) de 1.8 años, cuando todas las cicatrices fueron incluidas; al considerar 25 % o más (incendios extensos) se determinaron MFI y WMPI de 7.0 y 5.9 años, respectivamente. En primavera se categorizó 92.2 % de los incendios y solo 7.8 % en el verano. No hubo influencia significativa (P < 0.05) de la lluvia y de El Niño Oscilación del Sur (ENSO) en la frecuencia; sin embargo, los incendios extensos se asociaron positivamente a la disminución de lluvia y eventos ENSO (fase La Niña).

Palabras clave: Dendropirocronología; régimen de incendios; precipitación; El Niño Oscilación del Sur.

Abstract

Historical fire regimes were reconstructed using dendrochronological methods to provide basic information for understanding this phenomenon. In order to reconstruct the fire history in a pine-oak forest in Mezquital, Durango, we collected 78 samples from different fire-scarred tree species (Pinus durangensis, P. arizonica, P. ayacahuite, P. teocote and Pseudotsuga menziesii); 73 and 27 % of the samples were taken from live and dead trees, respectively. By applying dendrochronological methods a total of 75 samples (96 %) and 535 fire scars were dated. Fire regimes were reconstructed from 1746 to 2013, with 1779 being the year of the first recorded fire. A mean fire interval (MFI) of 2.0 years and a Weibull median probability interval (WMPI) of 1.8 years (all scars) were reconstructed. Considering 25 % of scars or more (large fires), a MFI and a WMPI of 7.0 and 5.9 years, respectively, were determined. In total, 92.2 % of fires were categorized as having occurred in the spring and only 7.8 % in the summer. There was no significant (P < 0.05) influence of rainfall and the El Niño Southern Oscillation (ENSO) on fire frequency; however, extensive fires were positively associated with decreased rainfall and ENSO events (La Niña phase).

Keywords: Dendropirochronology; fire regimes; precipitation; El Niño Southern Oscillation.

Introducción

Los incendios son uno de los factores más importantes de perturbación con impactos ecológicos, económicos, sociales y políticos en los ecosistemas forestales (Pyne, Andrews, & Laven, 1996); sin embargo, el fuego se encuentra de manera natural en muchos ecosistemas y la presencia de dicho elemento es clave para la mayoría de éstos (González, Schwendenmann, Jiménez, & Himmelsbach, 2007).

Los incendios desempeñan un papel relevante en los ecosistemas forestales, ya que contribuyen a la mineralización de la materia orgánica, participan en diversos ciclos de nutrimentos y pueden promover el crecimiento de los árboles cuando el fuego es de baja intensidad, gracias a la poda natural que propicia (Rodríguez, 2006). Entre los impactos negativos se encuentran la destrucción del ecosistema y la emigración de fauna, provocando que las personas que dependen de este recurso se vean afectadas económicamente (Lloret, 2004).

El cambio climático ha modificado el comportamiento de los incendios forestales alterando los ecosistemas. En diversas regiones del planeta se observan incendios de mayor extensión, duración, intensidad y severidad, ocasionados por una mayor acumulación de cargas combustibles, temperaturas más altas con menos humedad relativa y sequías más prolongadas (Rodríguez, 2012). La variabilidad climática es modulada de forma significativa por ENSO (El Niño Oscilación del Sur) a escala global (Stahle et al., 1998) y regional (Cerano, Villanueva, Valdez, Arreola, & Constante, 2011) como el norte de México. ENSO en su fase cálida, El Niño, propicia condiciones de humedad en el norte y sequía en el centro de México (Fulé, Villanueva-Díaz, & Ramos-Gómez, 2005; Heyerdahl & Alvarado, 2003), y viceversa, la fase fría, La Niña, se asocia a condiciones de sequía en el norte y humedad en el centro (Magaña, Vázquez, Pérez, & Pérez, 2003). Algunos estudios de reconstrucción de incendios para el norte de México reportan influencia significativa de ENSO en su fase fría (La Niña) sobre la frecuencia histórica de incendios (Cerano, Villanueva, & Fulé, 2010; Fulé et al., 2005; Heyerdahl & Alvarado, 2003).

Cada región, comunidad ejidal o zona forestal presenta condiciones ecológicas distintas, por tanto, es imposible generalizar los principios ecológicos del manejo del fuego. En este sentido resulta importante delimitar cada unidad de estudio, debido a la variabilidad existente en términos climáticos (temperatura, precipitación y humedad relativa), topografía y fisiografía (exposición y pendiente), y vegetación (Whelan, 1995). El conocimiento de los regímenes de los incendios forestales por región y tipo de bosque es esencial, ya que provee elementos técnicos para el desarrollo de programas más eficientes de prevención y de manejo del fuego. Por tal razón, el presente estudio tuvo como objetivos: 1) reconstruir los regímenes históricos del fuego en los bosques de pino-encino de la comunidad de Charcos, Mezquital, Durango, 2) determinar la estación de ocurrencia de los incendios y 3) analizar la influencia de la lluvia y de ENSO en la frecuencia histórica de los incendios.

Materiales y métodos

Área de estudio

El estudio se desarrolló en un bosque de pino-encino de la comunidad de Charcos, municipio del Mezquital, Durango (Figura 1). El sitio está ubicado en el macizo montañoso de la Sierra Madre Occidental, a una altitud promedio de 2,760 m. La comunidad vegetal está dominada por las especies Pinus durangensis Martínez, Pinus arizonica Engelm., Pinus ayacahuite Ehrenb. ex Schltdl. y Quercus sp. La topografía del área está conformada por una meseta y pendientes pronunciadas (Instituto Nacional de Estadística y Geografía [INEGI], 2014). Según la clasificación climática de García (2004), el clima es del tipo templado húmedo con lluvias en verano (Cw1).

Figura 1 Localización geográfica de los sitios de estudio en los bosques de la comunidad de Charcos, Mezquital, Durango. 

El área de estudio se dividió en tres sitios: 1) El sitio La Meseta, un área plana con pendiente no mayor de 2 % y superficie aproximada de 80 ha; 2) el sitio Pendiente 1, (P1) de condición más húmeda con una superficie de 20 ha; y 3) el sitio Pendiente 2, (P2) de condición más seca con una superficie de 17 ha. Los sitios P1 y P2 registran una pendiente que oscila de 15 a 45 %.

Método de campo

Las muestras se seleccionaron mediante un sistema de muestreo selectivo, considerando solo los especímenes más longevos y con mayor número de registros de incendios (Figura 2). Con el apoyo de una motosierra se extrajeron 78 muestras parciales de P. durangensis, P. arizonica, P. ayacahuite, Pinus teocote Schltdl. & Cham. y Pseudotsuga menziesii (Mirb.) Franco; 57 muestras (73 %) de árboles vivos y 21 (27 %) de árboles muertos (en pie, tirados y tocones). Cada muestra se georreferenció (GPS GARMIN modelo GPSMAP 64, Taiwan) y se registró la información correspondiente a las características del micrositio y de los árboles colectados.

Figura 2 (A) Bosque mixto de pino de la comunidad de Charcos, Mezquital, Durango. (B) Árbol de Pinus durangensis que muestra el registro de la frecuencia histórica de incendios en estos bosques. 

Preparación y análisis de muestras en laboratorio

Las muestras se secaron y se pulieron con granos de lijas de 60 al 1,200 para visualizar mejor las estructuras de xilema (anillos de crecimiento). Cada una de las muestras se prefecharon mediante la comparación y similitud de los patrones de crecimiento, con el apoyo de un microscopio estereoscópico con lupa de aumento 10X (Stokes & Smiley, 1995). El ancho de cada anillo se midió con un sistema de medición VELMEX (EUA) con precisión de 0.001 mm. La calidad de la medición y fechado se verificó con el programa COFECHA (Holmes, 1983).

La estación de ocurrencia de los incendios se determinó al definir la ubicación de la cicatriz dentro del crecimiento anual. Con base en la metodología propuesta por Baisan y Swetnam (1990), se establecieron las categorías EE (inicio de la madera temprana), ME (mitad de la madera temprana), LE (final de la madera temprana), L (madera tardía) y D (dormancia). La época de ocurrencia del incendio se definió al agrupar las categorías en los periodos primavera (D + EE) y verano (ME + LE + L) (Grissino-Mayer, 2001).

Análisis de datos

El análisis estadístico de la frecuencia histórica de incendios se realizó con el software FHX2 versión 3.2 (Grissino-Mayer, 2001). Los estadísticos generados por el programa fueron: intervalo medio de frecuencia de incendios (MFI, por sus siglas en inglés), intervalos máximos y mínimos entre incendios e intervalo medio de probabilidad de Weibull (WMPI, por sus siglas en inglés) (Grissino-Mayer, 2001). Para cada estadístico se consideraron tres filtros: 1) todas las cicatrices; 2) 10 % o más de las cicatrices registradas en todas las muestras y 3) 25 % o más de las cicatrices registradas en todas las muestras (Cerano et al., 2010). Este último permitió la determinación de los intervalos de los incendios más extensos y severos.

La relación entre la variabilidad del clima y los incendios se determinó mediante el análisis de sobreposición de época (SEA, por sus siglas en inglés) del programa FHX2 (Grissino-Mayer, 2001). Como proxy del clima se utilizó una cronología de P. durangensis generada para esta región del estado de Durango (Díaz-Ramírez, Villanueva-Díaz, & Cerano-Paredes, 2016) y los índices Niño 3.4 de ENSO (Trenberth, 1997). Ambas variables se compararon durante el incendio, cinco años anteriores y dos años posteriores al mismo. Para evaluar la significancia estadística del análisis SEA, el intervalo de confianza (95 %) se calculó utilizando la distribución bootstrapped de los datos climáticos con 1,000 repeticiones.

Resultados y discusión

De un total de 78 muestras con cicatrices de incendios, 21 (27 %) de árboles muertos y 57 (73 %) de árboles vivos, se fecharon 75 muestras (96 %); el resto no se logró fechar debido a un alto grado de deterioro por pudrición y periodos de anillos muy pequeños que no permitieron definir las fechas de las cicatrices con exactitud. Los árboles seleccionados presentaron un rango amplio de clases diamétricas (19 a 73 cm), con una media de 44 cm. La Figura 3 muestra la reconstrucción de la historia de incendios ocurridos en los últimos 268 años, que comprende el periodo 1746-2013. Se analizaron 535 cicatrices, el año 1779 representó el primer registro de incendio y el año 2012 el incendio más reciente. Para el sitio La Meseta, la historia del fuego se reconstruyó para los últimos dos siglos. En esta área se determinó una menor variabilidad de incendios a través del tiempo. En el sitio P1, la historia del fuego se generó para los pasados 120 años; aunque los árboles fechados registraron edades hasta de 200 años, no se registró evidencia de incendios más longevos. En el sitio P2, la historia del fuego se reconstruyó para 235 años (1779-2013); en el periodo de 1850 a 1976 se observó mayor frecuencia de incendios. Posterior a 1976 se observó un mayor intervalo entre incendios, lo que pudo propiciar mayor acumulación de combustibles y, en consecuencia, la presencia de incendios más extensos y severos (Figura 3); estos eventos se registraron en 90 % de las muestras. El sitio La Meseta, a diferencia de los sitios P1 y P2, presentó árboles con alto número de incendios, muchos de ellos registrados en este sitio en particular. Lo anterior se atribuye a cuestiones antropogénicas, ya que es un sitio que se ha utilizado con fines de pastoreo, debido a su condición de escasa pendiente (2 %) y dominancia de pastos, donde el uso del fuego para propiciar el rebrote es muy común.

Figura 3 Frecuencia histórica de incendios en los bosques de la comunidad de Charcos, Mezquital, Durango, considerando todas las cicatrices. Las líneas de color azul representan la longevidad de los árboles analizados. Las líneas verticales resaltadas en color negro representan los incendios registrados por árbol a través del tiempo; la formación de una línea continua indica un incendio extenso. El año específico en que se registró cada uno de los incendios se muestra en el eje secundario de las abscisas. 

Los sitios La Meseta y Pendiente 1 son áreas que han estado bajo aprovechamiento, a lo cual se atribuye que el mayor número de árboles vivos apenas alcancen edades de 100 años. Los registros más viejos provienen de árboles muertos o tocones que han quedado tras las actividades de manejo. Los pocos árboles viejos encontrados en La Meseta corresponden a un tratamiento silvícola llamado árboles padres. En el caso de La Pendiente 2, la presencia de árboles vivos más longevos obedece a la presencia de P. menziesii, especie protegida, lo que posiblemente ha limitado el aprovechamiento más intensivo y salvado mayor número de individuos viejos.

Estacionalidad de los incendios

El Cuadro 1 reporta la estacionalidad de las cicatrices de incendios. No se detectaron eventos en la estación de dormancia ni en la de madera tardía; se registraron 471 (92.2 %), 31 (6.1 %) y 9 (1.8 %) cicatrices al inicio, mitad y final de la madera temprana, respectivamente. Con base en la metodología propuesta por Grissino- Mayer (2001), los incendios se categorizaron en dos periodos: 92.2 % en primavera (D + EE) con un total de 471 cicatrices y 7.8 % en verano (ME + LE + L) con 40 cicatrices. Resultados similares se reportaron en estudios desarrollados en la Sierra Madre Occidental, donde más de 80 % de los incendios se categorizaron en la estación de primavera (Cerano et al., 2010;Heyerdahl & Alvarado, 2003; Fulé et al., 2005). En el centro de México, un estudio en bosques de alta montaña en el Pico de Orizaba, Veracruz, reporta 95.2 % de los incendios en primavera (Yocom & Fulé, 2012) y en la Sierra de Manantlán, Jalisco, se reconstruyeron también 95 % de los incendios durante la primavera (Cerano et al., 2015). Los incendios en esta época ocurren entre los últimos días de abril y el inicio de junio; esto se relaciona con un periodo seco, a lo cual se atribuye la mayor cantidad de incendios. Los incendios de verano se registran entre los últimos días de junio y los primeros días de septiembre, cuando existe mayor humedad y, por tanto, menor frecuencia de incendios (Swetnam, Baisan, & Kaib, 2001).

Cuadro 1 Categorización de la estacionalidad de las cicatrices de incendios en un bosque de pino-encino en Charcos, Mezquital, Durango. 

Cicatrices Total Estaciones determinadas Estaciones no determinadas D EE ME LE L Incendios primavera Incendios verano
Número 535 511 24 0 471 31 9 0 471 40
Porcentaje (%) 100 95.7 4.3 0 92.2 6.1 1.8 0 92.2 7.8

D: dormancia, EE: inicio de la madera temprana, ME: mitad de la madera temprana, LE: final de la madera temprana, L: madera tardía.

Regímenes históricos de incendios

Para los tres sitios de estudio (La Meseta, P1 y P2) se reconstruyeron MFI muy parecidos, de 3.0 años al considerar todas las cicatrices y de 6.0 años para los incendios más severos (Cuadro 2). En el análisis compuesto de las tres áreas, considerando todas las cicatrices, se determinó un MFI de 2.0 años y un WMPI de 1.8 años. En el caso del 10 % de cicatrices registradas en todas las muestras, el MFI fue de 3.2 años con un WMPI de 2.9 años; mientras que para 25 % de las cicatrices registradas se determinó un MFI y WMPI de 7.0 y 5.9 años, respectivamente (Cuadro 2).

Cuadro 2 Distribución de los intervalos medios de frecuencia de incendios para el bosque de pino-encino de la comunidad de Charcos, Mezquital, Durango. 

Sitio Periodo de análisis Categoría de análisis MFI Intervalo de frecuencia mínimo Intervalo de frecuencia máximo WMPI
Meseta 1892-2013 Todas las cicatrices 2.6 1 11 2.3
≥ 10 % cicatrices 3.3 1 16 2.7
≥ 25 % cicatrices 6.0 1 19 5.0
Pendiente 1 1891-2013 Todas las cicatrices 2.9 1 9 2.7
≥ 10 % cicatrices 3.4 1 12 3.1
≥ 25 % cicatrices 6.7 1 16 5.9
Pendiente 2 1856-2013 Todas las cicatrices 2.8 1 9 2.6
≥ 10 % cicatrices 3.8 1 13 3.4
≥ 25 % cicatrices 6.6 2 14 6.2
Compuesto 1885-1976 Todas las cicatrices 1.9 1 4 1.8
≥ 10 % cicatrices 2.6 1 6 2.6
≥ 25 % cicatrices 6.2 1 20 5.0
Compuesto 1977-2013 Todas las cicatrices 2.7 1 9 2.3
≥ 10 % cicatrices 4.8 2 8 4.6
≥ 25 % cicatrices 8.0 3 13 7.6
Compuesto 1885-2013 Todas las cicatrices 2.0 1 9 1.8
≥ 10 % cicatrices 3.2 1 12 2.9
≥ 25 % cicatrices 7.0 1 20 5.9

MFI: Intervalo medio de frecuencia de incendios, WMPI: Intervalo medio de probabilidad de Weibull.

Un estudio realizado en La Michilía, Durango, reporta un MFI de 4.0 a 6.0 años, superior al reconstruido en este trabajo; sin embargo, al considerar los incendios más severos, el MFI fue similar (6.0 años) (Fulé & Covington, 1999). Heyerdahl y Alvarado (2003) reportan MFI similares a los reconstruidos en el presente estudio (3.0 a 6.0 años), para siete sitios en la Sierra Madre Occidental distribuidos de norte a sur en el estado de Durango. Cerano et al. (2010) reportaron MFI superiores al considerar todas las cicatrices y los incendios más severos (6 y 13 años, respectivamente) en el Cerro Mohinora, Chihuahua.

El bosque de pino-encino de la comunidad de Charcos mostró un MFI menor o igual que otros sitios al considerar todas las cicatrices. El bosque también mostró MFI similares a otros sitios del norte de México al considerar los incendios más severos (25 % o más de las cicatrices), condición atribuible a la variabilidad climática modulada por fenómenos climáticos de gran escala como ENSO (Stahle et al., 1998).

A diferencia de algunos estudios realizados en el estado de Durango (Fulé & Covington, 1999; Heyerdahl & Alvarado, 2003), la frecuencia de incendios en el bosque de la comunidad de Charcos presenta una frecuencia ininterrumpida; sin embargo, la severidad incrementó posterior a la década de 1970 (Figura 3), como consecuencia de un mayor intervalo entre incendios y mayor acumulación de combustibles. La amplitud de los intervalos en la frecuencia de incendios indica un incremento en la acumulación de combustibles (hojas, pastos, arbustos y ramas), tanto en cantidad como en continuidad, lo que probablemente ocasiona incendios más severos; en particular, cuando esta condición se combina con años de sequía (Skinner, Burk, Barbour, Franco-Vizcaíno, & Stephens, 2008). El cambio en la frecuencia de incendios se observó después del año 1976; la actividad del fuego se interrumpió casi en su totalidad hasta 1988. La acumulación de combustible se prolongó por 12 años, lo cual, al sincronizar con un evento ENSO en su fase fría La Niña (1988), propició una disminución significativa de la precipitación para la región de la Sierra Madre Occidental (Cerano et al., 2012) y dio paso a uno de los incendios más extensos. Una condición similar se reconstruyó para los años 1996, 2009 y 2012.

La frecuencia histórica de incendios muestra la importancia de mantener la continuidad de éstos, de lo contrario, la acumulación de combustible favorece incendios de alta intensidad con impactos severos en los bosques al modificar la estructura, composición de especies y sus estrategias de reproducción (Rodríguez & Fulé, 2003).

Relación clima-incendios

El análisis SEA determinó que no existe influencia significativa (P > 0.05) de la variabilidad climática regional y eventos ENSO sobre la frecuencia histórica de incendios; sin embargo, los incendios reconstruidos se asocian a los años con valores de precipitación por debajo de la media (Figura 4A) y valores negativos de ENSO (Figura 4B) que indican condición de sequía. Por el contrario, no se registraron incendios ante condiciones positivas o significativas de humedad (P < 0.05).

Figura 4 Análisis de sobreposición de época que muestra la relación clima-incendios (n = 85) en Charcos, Mezquital, Durango. Todas las cicatrices de incendios se asociaron con la variabilidad del clima regional (cronología regional) e índices El Niño 3.4, estimativos de la variabilidad del ENSO (El Niño Oscilación del Sur). El año del incendio está indicado por “0”, condiciones cinco años previos al incendio (valores negativos) y dos años posteriores al incendio (valores positivos). La línea superior e inferior punteada representa el intervalo de confianza. 

La Figura 5 muestra que existe alta variabilidad de la frecuencia de incendios entre sitios; sin embargo, para años específicos, los incendios más extensos e intensos han afectado toda el área de estudio, sin importar las condiciones de topografía y exposición. En general, los incendios más extensos se relacionan con sequías severas reportadas en el estado de Durango (Cerano et al., 2012; Cleaveland, Stahle, Therrell, Villanueva, & Burns, 2003). Aunque no existe una relación significativa (P > 0.05) entre el clima y los incendios, los eventos más extensos (2012, 2009, 1996, 1988, 1972, 1969, 1962, 1953, 1945) están asociados con ENSO en su fase fría La Niña (Gergis & Fowler, 2009), fase asociada a la disminución de la lluvia (sequía) en el norte de México (Cerano et al., 2012). Para los últimos 45 años (1969-2013) se reconstruyeron seis incendios extensos e intensos, cinco de los cuales, coinciden con eventos La Niña. Un comportamiento similar donde los incendios no se relacionaron de manera significativa (P > 0.05) con eventos ENSO, pero que en años específicos armonizaron con la incidencia de ENSO y sequía, se han reportado para la Reserva de la Biosfera La Michilía, Durango (Fulé & Covington, 1999) y la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán, Jalisco (Cerano et al., 2015). En contraste, otros sitios en el norte de México han documentado una relación significativa (P < 0.05) entre la disminución de lluvia y ocurrencia de incendios (Cerano et al., 2010; Fulé et al., 2005; Heyerdahl & Alvarado, 2003), y entre ENSO, en su fase La Niña, y la frecuencia histórica de incendios (P < 0.05) (Cerano et al., 2010; Fulé et al., 2005; Heyerdahl & Alvarado, 2003; Yocom et al., 2010).

Figura 5 Frecuencia histórica de incendios que muestra los eventos más extensos (25 % o más de las cicatrices registradas en todas las muestras) en Charcos, Mezquital, Durango. Los incendios más extensos reconstruidos posteriores al año 1976 se asociaron a eventos ENSO. En los últimos 45 años (1969-2013) se reconstruyeron seis incendios intensos, cinco de los cuales corresponden a eventos La Niña (líneas resaltadas en color rojo) y uno a El Niño (línea vertical en color azul). 

En general, los resultados indican que la frecuencia de incendios obedece tanto a cuestiones antropogénicas como climáticas o naturales. La amplitud en la frecuencia de incendios después de 1976 puede atribuirse a una mayor protección de los bosques. En el caso de La Meseta se observaron muestras con alto número de incendios que en su mayoría no tienen sincronía con otros eventos dentro o fuera del sitio, se trata de incendios muy localizados que pudieron haber sido provocados por la influencia del hombre. En contraste, los eventos más extensos y fuertes registrados en las tres áreas (alta sincronía) están relacionados positivamente con condiciones de sequía y eventos La Niña, esto obedece a la variabilidad climática o cuestiones no antropogénicas.

Conclusiones

En el bosque de pino-encino de la comunidad de Charcos, Mezquital, Durango, se registró una frecuencia ininterrumpida de incendios de 1779 al 2012; sin embargo, posterior a 1976 se determinó un cambio en la frecuencia, mayor intervalo entre incendios, condición que propició la acumulación de combustible durante varios años y la propagación de incendios más extensos y severos. Los incendios más severos en los últimos 45 años presentan una relación positiva entre disminución de lluvia (sequía) y presencia de eventos ENSO en su fase fría La Niña. Los resultados son relevantes para los responsables del manejo del bosque, quienes deben considerar los intervalos históricos de frecuencia, el cambio en su frecuencia, época de incidencia y la predicción de fenómenos climáticos como ENSO en su fase La Niña, que modulan la presencia de incendios en la región. Esta información coadyuva al desarrollo de estrategias más eficaces de prevención y manejo del fuego, con las que se puede recuperar la frecuencia natural de incendios y garantizar la conservación de los bosques.

Agradecimientos

Esta investigación fue posible gracias a los fondos fiscales de INIFAP a través del proyecto “Reconstrucción de la frecuencia histórica de incendios y caracterización de las cargas de combustible en ecosistemas forestales del norte-centro de México”.

REFERENCIAS

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Recibido: 18 de Marzo de 2016; Aprobado: 03 de Noviembre de 2016

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