Editorial

Foreword

La interconexión de todas las cosas es verdaderamente cierta en el caso del cambio climático global. Sin embargo, con demasiada frecuencia nosotros, como científicos y académicos, sólo pensamos en las consecuencias ambientales sin poner atención a los impactos sociales y económicos, que suelen ser graves.

Al escribir esto, por ejemplo, Siria, país de Medio Oriente, se encuentra en llamas alimentadas por las diferencias religiosas y sectarias, y un régimen criminal que intenta mantenerse en el poder a toda costa. Ese costo, hasta el momento, incluye másde 100 000 muertos y más de un tercio de ciudadanos desplazados del país (aproximadamente 22 millones), muchos de ellos viven en países vecinos dentro de campos de refugiados saturados. No se puede negar la influencia predominante de los factores políticos, sectarios y religiosos en esta catástrofe humana, pero el cambio climático, por sorprendente que parezca, es también uno de los culpables. De acuerdo con el columnista Thomas Friedman del New York Times, ganador del Premio Pulitzer 2002 al Comentario, la sequía fue uno de los «principales impulsores» de la guerra de Siria. La sequía, para poner nuevamente las cosas en su contexto, no causó la guerra, pero el fracaso del gobierno por resolverla jugó un papel muy importante en su fomento. Específicamente, después de que el actual presidente sirio Bashad al-Assad asumió el poder en el año 2000, abrió el sector agrícola a los grandes agricultores, muchos de ellos partidarios del gobierno, que compraron grandes extensiones de tierra y comenzaron con la extracción de enormes cantidades de agua, lo que redujo drásticamente las aguas freáticas. Los pequeños agricultores fueron, en consecuencia, expulsados de las tierras y desplazados a los pueblos, donde no pudieron encontrar suficiente trabajo para mantenerse a si mismos y a sus familias. Y realmente no solo unas cuantas familias.

Entre 2006 y 2011, alrededor del 60 % del territorio de Siria fue devastado por la sequía, destruyendo los medios de vida de unos 800,000 agricultores y ganaderos. Como dice Friedman: «En una era de cambio climático, es probable que veamos muchos más conflictos de este tipo» como la guerra de Siria si no se toman medidas urgentes.

En nuestro país, lugar de origen de esta revista, es evidente la necesidad urgente de aún tomar más acción. De acuerdo con un -reciente informe del Banco Mundial, «México es el 12° mayor emisor de gases de efecto invernadero en el mundo, y el segundo más grande de América Latina. El país ya está experimentando períodos más largos y más calientes, más sequías, huracanes y lluvias más intensas, c inundaciones y deslaves frecuentes. Si no se resuelve el cambio climático, se espera que la economía del país disminuya entre un 3.5 y un 4 % y sufra un costo considerable de hasta un 6.2 por ciento del PIB». Tales consecuencias económicas, como lo demuestra el caso extremo de Siria, también pueden generar repercusiones sociales y políticas que toda persona racional seguramente desea evitar.

Como investigadores y académicos debemos recordar siempre la interconexión de todas las cosas en un mundo donde el equilibrio del medio ambiente y el equilibrio económico, social y político están estrechamente ligados.

Profesor Russell B. Paradice