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Therya

versión On-line ISSN 2007-3364

Therya vol.4 no.2 La Paz ago. 2013

https://doi.org/10.12933/therya-13-142 

Artículos

 

Registro fósil de la nutria neotropical en México

 

Fossil record of the Neotropical otter in Mexico

 

Joaquín Arroyo-Cabrales1*, Oscar J. Polaco1,2 y Ana Fabiola Guzmán1

 

1 Laboratorio de Arqueozoología "M. en C. Ticul Álvarez Solórzano", Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Moneda # 16, Col. Centro, México, D. F., 06060 México. E-mails: arromatu@hotmail.com (JA-C) * Corresponding author; ana_guzman@inah.gob.mx (AFG).

2 Finado

 

Sometido: 25 de junio de 2013
Revisado: 25 de julio de 2013
Aceptado: 31 de julio de 2013

 

Resumen

Se sintetiza el escaso registro fósil que existe en México de la nutria neotropical Lontra longicaudis (Carnivora, Mustelidae, Lutrini). Los dos registros proporcionados y publicados previamente bajo otro nombre, representan los únicos registros conocidos de la especie para el Pleistoceno del Continente Americano. Asimismo, se reportan tres registros procedentes de sitios arqueológicos, indicando que estos animales pudieron ser conocidos por la gente prehispánica en el país.

Palabras Clave: Fósiles, Lontra longicaudis, México, nutria neotropical, subfósiles.

 

Abstract

The scarce Mexican fossil record for the Neotropical otter Lontra longicaudis (Carnívora, Mustelidae, Lutrini) is synthesized. The two available records, previously reported under different species name, are the only ones known from the Pleistocene of America. Also, three archaeological records suggest that this animal may have been known by the Prehispanic people in the country.

Keywords: Fossils, Lontra longicaudis, México, Neotropical otter, subfossils.

 

Introducción

Actualmente se considera que las nutrias forman la subfamilia Lutrinae dentro de la diversa familia Mustelidae (Mammalia, Carnivora; Wilson y Reeder 2005); aunque otros autores (e. g. Baskin 1998) las han asignado a la subfamilia Melinae y, particularmente, a la Tribu Lutrini. Como la mayoría de los mustélidos, se ha propuesto que las nutrias se originaron en el Viejo Mundo y migraron al Continente Americano (Kurtén y Anderson 1980). Cuatro géneros extintos se han descrito para el Nuevo Mundo y proceden de depósitos terciarios (Baskin 1998).

Diversos caracteres son diagnósticos de las nutrias, aunque de utilidad en el registro fósil es el endotímpano, que es plano; el premolar superior 4, que tiene un hipocono o cresta hipoconal, así como un metacono muy reducido; el primer molar superior, que tiene el cíngulo externo muy reducido e indentado entre el paracono y el metacono; y el primer molar inferior, que presenta un trigónido que está primitivamente abierto y un talónido que es bajo, largo y ampliamente expandido de manera interna (Baskin 1998). En particular, el género Lontra se caracteriza por presentar los procesos postorbitales muy desarrollados, siendo la distancia entre los mismos mayor a la distancia desde la punta del proceso postorbital al extremo distal de la sutura media de los nasales (van Zyll de Jong 1972).

El género Lontra, el cual se considera endémico del Continente Americano, está constituido por cuatro especies recientes: L. canadensis, L. longicaudis, L. felina y L. provocax. La primera está distribuida en Norteamérica, las dos últimas son conocidas sólo en la porción más sureña de Sudamérica y sólo Lontra longicaudis (Olfers 1818) tiene una mayor distribución y se conoce desde el norte de México hasta el centro-sur de Brasil, Chile y Argentina, así como Paraguay y Uruguay (Larivière 1999).

El registro más antiguo del género, en América, proviene de finales del Plioceno (Blancano III, hace aproximadamente 3 millones de años antes del presente AP), representado por L. canadensis. Dicha especie está registrada durante la mayor parte del Pleistoceno, tanto en la edad irvingtoniana (1.8-0.3 millones de años AP), como en la edad rancholabreana (300,000-11, 000 años AP), en Estados Unidos de América y Canadá (Larivière y Walton 1998).

En México, el registro fósil de nutria es escaso, se ha registrado en sólo dos localidades (Aviña 1969; Álvarez 1969; Fig. 1), señalándose en cada caso como el primer registro de Lutra (= Lontra) canadensis para el Pleistoceno del país.

Aviña (1969) documentó diversos materiales procedentes de Zacoalco, Jalisco, los cuales incluyen fragmentos maxilares con algunos dientes, ramas mandibulares, dientes aislados y fragmentos de huesos largos (húmero, fémur, radio, cúbito) y de huesos planos (pelvis, escápula). Dichos ejemplares actualmente estarían bajo resguardo del Museo de Paleontología de Guadalajara, aunque los ejemplares no se localizaron en esta ocasión; afortunadamente, existen dos réplicas de una maxila y un dentario, que están depositadas en la Colección Paleontológica del Laboratorio de Arqueozoología "M. en C. Ticul Álvarez Solórzano" como un lote bajo el mismo número de catálogo (DP 1224), Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico, INAH (Fig. 2).

Álvarez (1969) estudió los fragmentos de un cráneo (DP 949) procedente de Tlapacoya, Estado de México, asociado al material del carpincho Neochoerus sp., dentro de un estrato compuesto por una ceniza volcánica asignada a una edad de 24,200 ± 500 años AP. Estos fragmentos también están bajo resguardo de la Colección Paleontológica mencionada anteriormente (Fig. 3).

El uso del nombre que los autores arriba señalados hacen de Lutra canadensis corresponde a la propuesta de ese entonces (ver, por ejemplo, Hall y Kelson 1959); no fue sino hasta que Van Zyll de Jong (1972) revisó las nutrias y propuso que las especies americanas que pertenecían a Lutra, en realidad deberían estar asignadas al género Lontra Gray, 1843. Además, existen dos especies en Norteamérica, L. canadensis se distribuye en gran parte de Norteamérica, al norte de México de donde fue extirpada en el pasado (Álvarez-Castañeda 2000), mientras L. longicaudis ocupa gran parte del territorio mexicano, desde el noroeste y noreste del país hacia el sur, excluyendo la parte norte de la Península de Yucatán (Guzman-Soriano et al. 2013), continuando hacia Centro y Sudamérica (Gallo-Reynoso 1997).

 

Resultados y Discusión

La revisión de los restos óseos fósiles aquí reportados, permitió verificar los caracteres del premolar superior 4 y de los molares 1 superior e inferior, lo que apoyó la nueva asignación de dichos materiales al género Lontra. Además, el tipo de dentición corresponde a L. longicaudis, la cual tiene menos desarrolladas las cúspides de los dientes molariformes que en L. canadensis, con los cingula y talones siendo menos expandidos (Van Zyll de Jong 1972).

Temporalmente, los dos registros ubican la presencia de la especie para el Pleistoceno Tardío de México (300,000-10,500 años AP), con un ejemplar correspondiente a un estrato fechado en 24,000 años AP y el otro proveniente de sedimentos a los que se les asigna una edad irvingtoniana (?)-rancholabreana (Lucas 2008). En ambos casos, los restos fueron recuperados dentro de la Provincia Morfotectónica Eje Volcánico Transversal Mexicano (ver Ferrusquía-Villafranca et al. 2010).

Por otro lado, pocos restos de nutria han aparecido en los sitios arqueológicos y ninguno se ha interpretado como evidencia de su uso por los humanos, sino más bien como elementos intrusivos que llegaron al depósito de manera natural. Ello ocurrió en el Cerro El Indio, Tepehuanes, Durango (Guzmán 2003), en Xochicalco, Morelos (Álvarez y Ocaña 1999) y en Laguna Miramar, Chiapas (Rivero Torres 1992).

Con respecto a la posible asociación de la nutria con el personaje mítico Ahuitzotl, Escalante Betancourt (1999) presenta los argumentos a favor y en contra de tal asociación, incluyendo la amplia distribución de la nutria en el país; sin embargo, aunque algunos aspectos morfológicos y de comportamiento pudieran coincidir, otros como que el personaje mítico tiene orejas puntiagudas y una mano en la cola lo acercan más a representar una quimera y no un animal conocido, sumado a lo escaso del registro arqueológico tampoco parece apoyar dicha asociación.

Para finalizar, cabe señalar que los registros paleontológicos y arqueológicos de las nutrias son muy escasos y eso se puede deber tanto al tipo de ambiente que habita, el ripario, que en pocas ocasiones permite la formación de yacimientos potentes, además que naturalmente los depredadores tienen menor abundancia, lo que se ve reflejado en el registro fósil.

 

Agradecimientos

Primeramente dedicamos está pequeña contribución al segundo autor de la misma, quien falleció antes de verla realizada, pero que tenía muchos ánimos para que saliera. Asimismo, agradecemos la amable invitación de J. P. Gallo para la entrega de este manuscrito. Finalmente, F. Aguilar con el mapa y con las fotografías nos apoyaron para terminar el escrito, lo que agradecemos.

 

Literatura citada

Álvarez, T. 1969. Restos fósiles de mamíferos de Tlapacoya, Estado de México (Pleistoceno-Reciente). Pp. 93-112 in Contributions in Mammalogy. A volumen honoring Prof. E. Raymond Hall (Jones, J. K., Jr., ed.). Miscellaneous Publications, University of Kansas Museum of Natural History 51.         [ Links ]

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Notas

Editor asociado: Juan Pablo Gallo

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