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Revista iberoamericana de educación superior

versión On-line ISSN 2007-2872

Rev. iberoam. educ. super vol.2 no.4 Ciudad de México may. 2011

 

Resonancias

 

Los jóvenes hoy: enfoques, problemáticas y retos

 

Os jovens hoje: enfoque, problemáticas e desafios

 

Young people today: approaches, issues and challenges

 

Yamith José Fandiño Parra*

 

* Magíster en docencia por la Universidad La Salle y filólogo en inglés por la Universidad Nacional de Colombia. Profesor e investigador de la licenciatura en lengua castellana, inglés y francés de la Universidad La Salle. Temas de investigación: enseñanza y aprendizaje de lenguas extranjeras, investigación acción, estrategias de aprendizaje, formación docente, juventud y educación.yfandino@unisalle.edu.co

 

Recepción: 28-6-10.
Aprobación: 10-12-10.

 

Debemos ver a los jóvenes, no como botellas vacías que hay que llenar,
sino como velas que hay que encender.

Roberto Chafar

 

Introducción

¿Qué pasa con los jóvenes latinoamericanos hoy? Esta pregunta pareciera ser hecha por alguien que mira con preocupación, disgusto o desesperanza a los jóvenes. Sin embargo, este interrogante surge del querer entender lo que no se logra dimensionar por parecer distante, confuso, ajeno. "Qué mamera", "qué chimba", "rumba", "desparches", "goces", "bonches", "barras bravas", "emos", "góticos", "reggaeton", "tecktonik",1 entre otros, son parte de las muchas expresiones, actividades, grupos y tendencias que los muchachos emplean para comunicar o expresar lo que son, piensan, sienten, buscan y, en ocasiones, de lo que carecen y desean. Evidentemente, los jóvenes son mucho más que maneras de hablar, formas de comportarse o modos de vestirse, pero generalmente sólo eso viene a la mente cuando se piensa en ellos. Este desconocimiento o estereotipación obliga a buscar información que permita entender quiénes son, qué piensan, cómo viven, qué hacen y por qué lo hacen. Ante la complejidad y amplitud del tema, esta reflexión sólo cubrirá algunas cuestiones sobre el concepto de juventud, ciertas perspectivas empleadas para acercarse a lo juvenil, algunas dificultades y retos que viven los jóvenes de hoy y maneras posibles para empoderarlos.

 

El concepto de juventud

El concepto de juventud corresponde a una construcción social, histórica, cultural y relacional, que a través de las diferentes épocas ha adquirido significados y restricciones diferentes porque "la juventud y la vejez no están dadas, sino que se construyen socialmente en la lucha entre jóvenes y viejos" (Bourdieu, 2000: 164, citado en León, 2004: 86). Según León (2004), con la publicación en 1904 de un tratado sobre la adolescencia, el psicólogo Stanley Hall constituye a la adolescencia y la juventud como campos de estudio dentro de la psicología evolutiva, definiéndolas como edades tormentosas con innumerables tensiones en las que el joven adquiere los caracteres humanos más elevados.

Lozano (2003) sostiene que la búsqueda de una definición de lo juvenil no es simple porque éste es uno desde el punto de vista de la biología y es otro si se habla de una cualidad social o fenomenológica. Así, mientras algunos ven a los jóvenes como aquellos que no pueden seguir siendo considerados niños pero que todavía no son adultos, otros los definen como aquellos que se revelan y/o luchan por el poder de los mayores. Por su parte, Soto (2005) afirma que la adolescencia y la juventud se han interpretado desde diversas perspectivas que han aportado un conjunto de conocimientos acerca de estas edades. El psicoanálisis, por ejemplo, plantea a la adolescencia como una fase de cambio que implica lo que se ha llamado el "segundo nacimiento". La sociología y la antropología, en cambio, afirman que la juventud es una construcción histórico-social, producto del conjunto de relaciones instituidas en una sociedad determinada. Más concretamente, Duarte (2001) habla de cuatro sentidos o significados de juventud: la juventud como etapa de la vida, la juventud como grupo social, la juventud como conjunto de actitudes ante la vida y la juventud como la generación futura.2

Ante esta pluralidad de posiciones, Pérez (2002, citado en Machado et al., 2008) ofrece unos criterios comunes en la literatura sobre juventud. Así, entre otras cosas, la juventud:

• es un concepto relacional que adquiere sentido en la interacción con categorías como las de género, etnias y clase social;

• es históricamente construida puesto que los contextos social, económico y político configuran características concretas sobre el vivir y percibir lo joven;

• es situacional ya que responde a contextos concretos bien definidos;

• está constituida tanto por "hétero-representaciones" elaboradas por agentes o instituciones sociales externos a los jóvenes como por autopercepciones de los mismos jóvenes;

• se construye en relaciones de poder definidas por condiciones de dominación, centralidad o periferia, en las que se dan procesos complejos de complementariedad, rechazo, superposición o negación, y

• se produce tanto en lo cotidiano en ámbitos íntimos como los barrios, la escuela y el trabajo como en lo "imaginado" en comunidades de referencia como la música, los estilos y la internet.

En consecuencia, entender la juventud exige aproximarse a enfoques y criterios diferentes pero complementarios. Margulis y Urresti (1998) afirman que la condición de juventud muestra una forma específica de estar en la vida –potencialidades, ambiciones, requerimientos, singularidades éticas y estéticas, lenguajes– resultante de una episteme concreta: una sensibilidad, una experiencia histórica y unos recuerdos específicos que expresan una decodificación diferente de la actualidad y resultan en un modo heterogéneo de ser contemporáneo. Para enriquecer esta aproximación, se hará a continuación un recorrido por enfoques, variables y representaciones empleados para comprender el concepto de juventud.

 

Enfoques, variables y representaciones sobre juventud 

Citando a Kon (1990), Domínguez (2008) sostiene que por ser periodos claves en el proceso de socialización del individuo, la adolescencia y la juventud se pueden ver desde tres enfoques: biogenético, sociogenético y psicogenético. El enfoque biogenético considera la maduración de los procesos biológicos como base del análisis de los procesos del desarrollo experimentados en la adolescencia y la juventud. Por su parte, el enfoque sociogenético caracteriza estas etapas en función de las regularidades que adopta el proceso de socialización del individuo. Finalmente, el enfoque psicogenético centra su atención en las funciones y los procesos psíquicos que caracterizan cada etapa, ya sea como desarrollo afectivo (teorías psicodinámicas), desarrollo cognitivo (teorías cognitivistas) o desarrollo de la personalidad (teorías personológicas). Para Domínguez, cada uno de los enfoques permite entender cómo el joven estructura a través de planes, objetivos, metas y estrategias, su proyecto de vida.

Los enfoques que explica Domínguez se pueden enriquecer al estudiar cuatro variables que, según Lozano (2003), determinan la realidad de la juventud: el género (categoría que distingue las expectativas, las formas de ser y los mandatos sociales asignados a hombres y mujeres), la escolaridad (categoría que marca diferencias en el grado de exclusión o integración a determinados ámbitos de la sociedad y la cultura), el estatus socioeconómico(categoría que determina no sólo el acceso material a los recursos sino sobretodo la negación, reproducción o reconciliación de ciertas imágenes y expectativas del mundo) y la región de pertenencia (categoría que marca la experiencia de la juventud al pertenecer a zonas urbanas, rurales, costeras, etcétera). Similarmente, Margulis y Urresti (1998) hablan de otras variables o cuestiones que se deben considerar al hablar del joven. Entre ellas, vale la pena destacar:

• la moratoria social: concepto que consiste en el postergar la edad de matrimonio y procreación, y prolongar el tiempo para el estudio y la capacitación;

• la generación: término que da cuenta del momento social en el que una cohorte se incorpora a la sociedad asumiendo los códigos y configuraciones culturales, políticas y artísticas imperantes en una época;

• el plano corporal: concepción del cuerpo, sus posturas y gestos, su forma y tamaño y su indumentaria, que lo convierte en portador de sentido y mediador de determinaciones y expectativas socioculturales;

• la estética y el consumo de signos juveniles: articulación de códigos culturales en la que confluye el avance de la cultura de la imagen y el encumbramiento de lo juvenil, a través de lenguajes hegemónicos impuestos por la sociedad del consumo;

• la construcción imaginaria del "joven oficial": complejo de metamensajes verbales y visuales que prescriben criterios normativos sobre qué es deseable y qué recibe prestigio a través de los ídolos del star-system y el llamado éxito empresarial, deportivo o musical, y

• las tribus urbanas: nuevas formas de sociabilidad que se oponen a la imagen del joven oficial y que se presentan como una reacción a la progresiva juvenilización de sectores desvinculados de la conflictividad social, la pobreza, el desempleo y la exclusión.

Ahora bien, hablar del joven implica también acercarse al concepto de juventud como una construcción sociocultural que se ha resignificado través de los tiempos. Lozano (2003), por ejemplo, describe cuatro tendencias que han marcado las representaciones de lo juvenil: la juventud sin valor, la juventud como carga, la juventud como ideal y la juventud como homogeneidad (véase figura 1).

A través de un acercamiento histórico similar, Feixa (2006) sostiene que es posible ver la juventud como una sucesión de diez diferentes generaciones que han irrumpido en la escena pública para ser protagonistas en la reforma, la revolución, la guerra, la paz, el rock, el amor, las drogas, la globalización o la antiglobalización: generación A, generación B, generación K, generación S, generación E, generación R, generación H, generación P, generación T y generación R (véase tabla 1).

En este recuento histórico sobre lo juvenil, es ineludible hablar de la repercusión de las TIC en la manera de ser, hacer, sentir y expresar de los jóvenes de hoy; un impacto tal que a los jóvenes de hoy se les conoce como "nativos digitales".3

La forma de vida de la mayoría de los jóvenes de hoy está ligada a los diferentes espacios y recursos que las nuevas tecnologías permiten y la red se ha vuelto algo rutinario en su vida a través de nuevas formas de socialización y expresión. Al respecto, Seal-Wanner (2007) afirma que las nuevas tecnologías no sólo les pueden enseñar a los jóvenes a ser adultos pro-activos, autosuficientes, creativos y productivos, sino que les facilita algo que en otros contextos no tienen: control. En el ciberespacio, ellos controlan qué hacer, cómo hacerlo, cuándo y con quién hacerlo. Incluso, pueden controlar el empleo de ciertas herramientas para satisfacer ciertos intereses sicológicos, socio-emocionales e intelectuales: el espacio personal, la libre expresión, la necesidad por compañía, la interconectividad, la necesidad de tomar riesgos, etcétera.

Sobre los nativos digitales, Feixa (2000) afirma que mientras su espacio se globaliza gracias a los medios masivos de comunicación, su tiempo se virtualiza al poder vivir en un continuo de microrrelatos y microculturas. Como consecuencia de la globalización de su espacio y la virtualización de su tiempo, el joven de hoy vive lo que Feixa, retomando a Maffesoli (1999), llama nomadismo; un fenómeno que consiste en experimentar la errancia del destino incierto al poder migrar por diversos ecosistemas materiales y sociales.4 Esta migración se caracteriza, entre otras cosas, por poder mudar los roles sin cambiar necesariamente el estatus; por ejemplo, hacerse adulto y volver a la juventud cuando el trabajo se acaba y disfrazarse de joven cuando ya se está casado y se gana tanto como un adulto.

Con base en los enfoques, las variables y las representaciones de Domínguez, Margulis, Urresti, Lozano y Feixa, es posible afirmar que sin importar de dónde se mira la juventud (desde la sicología, la sociología, la educación, la legalidad, etcétera), o cómo o cuándo se estudia (enfoque sociogenético, juventud como ideal, generación red, etcétera), es necesario tener en cuenta los factores y variables que influyen en lo que significa ser joven (el género, la escolaridad, la generación, la construcción imaginaria del "joven oficial", etcétera) en medio de las problemáticas y los retos que los rodean hoy. Es decir, entender la condición de joven conlleva no sólo poder y saber caracterizarlos, sino asumirlos como sujetos históricos y actores sociales enfrentados a incertidumbres que determinan y configuran no sólo las cuestiones que los influyen sino las singularidades que los caracterizan. A continuación, se hará una breve discusión de algunos de los problemas y desafíos que vive la juventud hoy.

 

Las problemáticas y retos de los jóvenes de hoy5

Con base en un estudio iberoamericano descriptivo-comparativo, Casullo et al. (2001) afirman que las problemáticas de la juventud hacen referencia a toda situación que vulnera su autoestima o que obstaculiza su satisfacción de normas y expectativas sociales. Para estas autoras, tales problemáticas suponen valoraciones negativas de sucesos o situaciones particulares que impactan tanto el ego como las relaciones con otros sujetos, objetos y eventos. Desde esta perspectiva, establecieron ocho tipos de problemas: personales(enfermedades, imagen corporal, alcoholismo, depresión, crisis de fe, etcétera), pérdidas con significación afectiva (muerte de seres queridos, cambios de lugar de residencia, desempleo, peleas con amigos, etcétera), familiares (separación o divorcio de los padres, discusiones con hermanos o tíos, abandono, negligencia, etcétera), legales/violencia(accidentes, intervención policial, asaltos, robos, abusos, actividades delictivas, entre otros),sexuales (violaciones, embarazos no deseados, conflicto con la identidad sexual, enfermedades sexuales, etcétera), educativos (dificultades de aprendizaje, pérdida de exámenes, confusión vocacional, fracaso escolar, discriminación, entre otros),paternos/maternos (vicios de los padres, castigos físicos por parte de los padres, padecimientos de los padres, nueva pareja de los padres, etcétera) y otros (relaciones de romance, relaciones de amistad, vínculos con pares, etcétera).

Sobre problemáticas de los jóvenes latinoamericanos, Rodríguez (2001) afirma que la juventud es el eje central de los dos principales problemas de la región —el desempleo y la inseguridad ciudadana— y, por si fuera poco, son también un factor de gran relevancia en el tercer gran problema de la región: la fragilidad democrática. Rodríguez también destaca la existencia de problemas como la exclusión social, el aislamiento social, el hueco normativo y la presencia de subculturas marginales y violentas. Por otra parte, Rodríguez asegura que, ante estas problemáticas, las sociedades latinoamericanas muestran una marcada ambivalencia porque miran a sus jóvenes como una "esperanza bajo sospecha", un grupo del que se espera mucho, pero a la vez se desconfía de sus posibles y temidos "desbordes" juveniles.

En el caso de Colombia, Muñoz (2003) afirma que los jóvenes entre 14 y 26 años representan el 21% del total de la población colombiana. Desafortunadamente, muchos de ellos están marginados de la ciencia y la tecnología, de las posibilidades de trabajo, la participación política, la recreación y las posibilidades de expresión. Esta situación es caldo de cultivo para el ingreso y la participación en diversos circuitos de ilegalidad: delincuencia común, guerrilla, paramilitares, redes del narcotráfico y contrabando, prostitución, etcétera. Ante estas problemáticas, sostiene Muñoz, el Estado colombiano, como muchos otros en Latinoamérica, ha tomado acciones que han ido desde la elaboración de documentos y leyes hasta la creación de viceministerios y consejerías. Sin embargo, a pesar de los recursos y esfuerzos, los asuntos de juventud no han logrado generar los resultados previstos porque, entre otras cosas, las políticas de juventud no han tenido un norte, ni metas productivas, ni un fundamento investigativo. Para Muñoz, el panorama muestra dos grandes tendencias: o bien los asuntos de juventud han dejado de estar en la atención pública como efecto de la crisis económica, política y criminal que hace de ciertas situaciones "asuntos no-prioritarios" o bien las políticas que se trazan se desdibujan, pierden vigencia y no trascienden en las agendas públicas.

En cuanto a retos, Donas (2001) afirma que los jóvenes latinoamericanos tienen grandes desafíos en seis diferentes áreas, entre las cuales existen innumerables vínculos y componentes. Sostiene, además, que los jóvenes parecen entender que sus problemas específicos no podrán ser solucionados si los problemas generales de nuestros países no son corregidos antes o conjuntamente. Igualmente, Donas explica que los jóvenes manifiestan pesimismo sobre la posibilidad de que esos cambios ocurran en el corto plazo, en particular por su desencanto con los gobiernos y los políticos (véase figura 2).

Hasta el momento, se ha hablado de las problemáticas y los desafíos que tienen los jóvenes, pero vale la pena discutir dos crisis sociales que afectan las oportunidades y las circunstancias de la juventud hoy: la crisis de la familia y la crisis del adulto. Moreno (2009) afirma que muchas de las perturbaciones en el manejo de las normas y las conductas constituyen una modalidad de expresión de los contextos familiares en crisis. Crisis que directa o indirectamente hace que el joven tenga que enfrentar la falta de un referente claro de familia, distorsión de los padres como figuras de autoridad respetables, ausencia de relaciones organizadoras establecidas por los padres y falta de seguridad emocional. Es decir, muchos de los jóvenes no cuentan en sus contextos familiares con figuras claras que sean interpretadas como referentes de autoridad respetables, ni con un sistema de relación normativo-afectivo que les permita sentirse reconocidos como sujetos ni definirse como seres éticos capaces de asumir lo que les corresponde, organizar sus vidas exitosamente y responder adecuadamente a sus deberes. Así pues, la juventud se ve obligada a enfrentar relaciones parentales y familiares de abandono, agresivas o inconsistentes que potencian el desarrollo de conductas conflictivas o negativas.

Por otra parte, Moreno afirma que muchas de las problemáticas de los jóvenes no dan cuenta sino de la indiscutible emergencia que hay sobre el concepto de adulto; adulto cada vez menos claro y consistente, incapaz de situarse como verdadero referente de las nuevas generaciones en formación. Para Moreno, es innegable tanto la desvalorización del mundo adulto como la negación de su condición; situación que se hace evidente cuando los mismos adultos sobrevaloran lo joven, se resisten a envejecer y se obsesionan con lo moderno y la moda. Siguiendo a González (1996), Moreno afirma que el adulto de hoy es exponente de una permisividad que delata su posición culpable ante la propia vida y vergonzante frente a su papel. Al no tener orgullo por su propia historia, este adulto está mal parado para transmitirle a los jóvenes valores y representaciones provechosas para la construcción exitosa de sus proyectos de vida.

Las problemáticas, los desafíos y las crisis que rodean a la juventud invitan a reformular la construcción y la comprensión del estatus del joven. Es decir, la discusión de las dificultades que rodean o surgen de los jóvenes no se debe plantear en términos de si la juventud tiene problemas o si ella misma se constituye en problema. Más bien, esta discusión se debe plantear en términos de cómo las dificultades y los conflictos de la sociedad impactan el bienestar y restringen el progreso de los jóvenes. La juventud, entonces, no se debe ver simplemente como una población necesitada de intervención o reparación, sino como un colectivo de sujetos desprovistos de oportunidades y medios para actuar y decidir ante las dificultades y los retos que la sociedad les presenta. En otras palabras, la discusión o el análisis de los conflictos de la juventud exige ver a los jóvenes no como victimas o victimarios sino como actores y participantes necesitados de más y mejores modos de actuar y decidir. Una posible manera de lograr mayor actuación y decisión social para y desde los jóvenes puede ser el desarrollo de un empoderamiento que les permita adquirir y ejercer poder político y simbólico en favor de sus propios intereses y necesidades. A continuación se hace un sencillo acercamiento al concepto de empoderamiento.

 

Una posible propuesta: empoderamiento 

La palabra empoderamiento viene del inglés empowerment y significa facultarse, habilitarse, autorizarse. Según Rappaport (1981), el empoderamiento es el proceso por el que las personas, organizaciones y comunidades adquieren control y dominio de sus vidas. Para Powell (1990), el empoderamiento es el proceso por el que los individuos, grupos y comunidades llegan a tener la capacidad de controlar sus circunstancias y alcanzar sus propios objetivos luchando por la maximización de la calidad en sus vidas. Por su parte, la Fundación Salvadoreña de Desarrollo y Vivienda Mínima (FUNDASAL, 2006) define el empoderamiento como un proceso de apropiación del conocimiento y control de la realidad, así como un proceso de acción en la misma que el individuo constantemente realiza por participar activamente en la creación, conformación y transformación de las condicionantes que afectan su propia vida. Zimmerman (2000) identificó el esfuerzo por acceder a los recursos, la participación con otros para lograr objetivos y la comprensión crítica del contexto sociopolítico como elementos claves del empoderamiento. Igualmente, postuló tres niveles interdependientes de empoderamiento en los que tanto los procesos como los resultados de cada uno ayudan a potenciar a los otros niveles: nivel individual, nivel organizacional o institucional y nivel comunitario.

García y Francés (2002) explican que el empoderamiento es un concepto que articula las nociones de poder, política y participación en acciones concretas encaminadas a la satisfacción de necesidades sociales. El empoderamiento, entonces, aparece ante la necesidad de apertura de líneas de acción para desarrollar proyectos específicos enfocados al ejercicio de poder y la toma de decisiones en todos los ámbitos de la sociedad. Aclaran García y Francés que la concreción del empoderamiento precisa de sujetos activos, convencidos de ser capaces de participar en acciones colectivas que contrarresten las relaciones de poder hacia las mayorías por parte de unas élites minoritarias. En otras palabras, las prácticas de empoderamiento se oponen a las relaciones verticales de poder vertido desde arriba.

Ahora bien, ¿qué se necesita para empoderar a los jóvenes de hoy? ¿Cómo fortalecer su capacidad para controlar sus circunstancias y alcanzar sus propios objetivos? ¿Qué líneas de acción se pueden o deben proponer y desarrollar para favorecer su ejercicio de poder y su toma de decisiones? Inicialmente, es importante entender, como lo afirman Jennings et al. (2009), que el empoderamiento es un proceso de acción social que puede tener lugar tanto individual como colectivamente. Por una parte, el empoderamiento individual consiste esencialmente en la construcción de capacidades que integren la percepción de control personal, una actitud proactiva ante la vida y una comprensión crítica del entorno sociopolítico. El empoderamiento colectivo, por otra parte, tiene lugar dentro de las familias, organizaciones y comunidad e implica procesos y estructuras que aumenten la competencia de sus integrantes, proporcionándoles el apoyo necesario para operar el cambio, mejorar el ambiente colectivo y fortalecer los vínculos que mejoran o mantienen la calidad de la vida.

En un estudio sobre empoderamiento, participación y autoconcepto, Silva y Martínez (2007) recomiendan, entre otras cosas, fomentar el desarrollo de: a) habilidades cognitivas, como conocimientos cívicos, análisis de los acontecimientos y agentes causales; b) destrezas de interacción, como organización, liderazgo, toma de decisiones, resolución de problemas y negociación y expresión; c) apego e identificación con la comunidad; d) autoeficacia y motivación de control, y e) valores como la tolerancia, la confianza y respeto al otro. Por su lado, FUNDASAL (2006) aconseja trabajar en las siguientes líneas para el empoderamiento de los jóvenes: a) conocimiento de la realidad, sentido y continuidad de la vida; b) control y manejo sobre la propia existencia, y c) participación activa en la transformación de las condiciones que los afecta. Jennings et al. (2009) plantean algunas dimensiones para el empoderamiento de la juventud: a) un entorno acogedor y seguro que ofrezca oportunidades para la creatividad y la expresión; b) una participación significativa a través de un liderazgo encaminado a auténticas contribuciones a la comunidad; c) un poder compartido igualitariamente con adultos que reduzca el dominio y la alienación; d) participación en la reflexión crítica sobre los procesos interpersonales y sociopolíticos que permita la emancipación de las restricciones y la construcción negociada de la vida comunitaria, y e) empoderamiento integrado que ofrezca oportunidades para el desarrollo individual y comunitario. En una línea similar, la Organización Panamericana de la Salud (OPS, 2006) propone ciertas directrices para aumentar el empoderamiento de la juventud a nivel individual, familiar, sociocultural y político (véase tabla 2).6

 

Conclusión

Poder ver más allá de las maneras de hablar y las formas de comportarse de los jóvenes implica entender qué los define, conocer perspectivas a través de las cuales dimensionarlos y resignificar las problemáticas y los retos que los rodean. Sin importar el enfoque, la definición de juventud no se debe restringir a una etapa de desarrollo físico, cognitivo o social, o a un posicionamiento histórico y cultural. Debe poder incluir las diferentes variables, cuestiones y factores que la constituyen y la configuran no tan sólo como una etapa de socialización sino como un periodo de construcción de subjetividad, regulación del comportamiento y desarrollo de habilidades para cumplir con los roles y campos sociales propios de la vida adulta. Igualmente, el definir la juventud, sus problemas y retos es, en gran medida, una acción política y simbólica que va más allá de una simple selección de ciertas realidades naturales, sociales, culturales, históricas y políticas. Se trata, más bien, de una estructuración de la percepción de la realidad a partir de un sistema de categorías impuesto subrepticiamente por ciertos actores o grupos, según sus intereses o necesidades. Ante esta situación, los jóvenes deben dejar de verse como objetos de tratamiento o intervención, y asumirlos como actores y participantes que deben poder actuar y decidir antes las situaciones que afectan y restringen su bienestar y desarrollo. A la pregunta, ¿qué pasa con los jóvenes hoy?, la respuesta no puede ser una fría descripción de sus características ni un minucioso análisis de sus problemas. Más bien, debe ser una reflexión sobre cómo fortalecer y ampliar su poder y toma de decisiones en y sobre situaciones y procesos que los constituyen y/o configuran.

 

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Notas

1 Éstos son conceptos, expresiones, grupos y estilos musicales utilizados o conocidos por jóvenes en Bogotá, Colombia. En otros países, se encuentran frases y términos similares. Por ejemplo, la rumba en Colombia equivaldría a la marcha en España o la expresión ¡qué chimba! sería similar a la expresión mexicana "qué chido". El punto que se quiere expresar con estos ejemplos es que los jóvenes emplean, entre otras cosas, vocabulario, actividades y estilos, ignorados o ajenos para muchos adultos, para comunicar y expresar a su manera lo que son, tienen, desean y disfrutan.

2 Para Duarte (2001), la juventud como etapa de la vida impone una especie de marcador social que la distingue de otras etapas predeterminando y homogenizando el deber ser y actuar del joven. Por su parte, la juventud como grupo social se centra en una clasificación manipulada de un segmento de la población por su edad y sus rasgos etáreos. En cuanto a ver la juventud como actitudes ante la vida, Duarte explica que el mundo adulto tiende a acentuar imágenes prefiguradas sobre el mundo juvenil anteponiendo estereotipos y prejuicios. Finalmente, la juventud como la generación futura tiende a instalar ciertos aspectos normativos esperados o deseados para los jóvenes, en tanto individuos en preparación para el futuro.

3 Para García et al. (2005), los nativos digitales nacieron en la era electrónica y son usuarios permanentes de las tecnologías con una habilidad consumada. Por estas características, están predispuestos a sentir atracción por todo lo relacionado con las nuevas tecnologías y a través de ellas satisfacen sus necesidades de entretenimiento, diversión, comunicación, información y, tal vez, también de formación.

4 Al respecto, Balaguer (2010) afirma que el zapping, la navegación y la exploración, ya sea por necesidad o por gusto, son las formas de estar en el mundo en la actualidad y en este mundo, el control remoto, el mouse y el teléfono móvil introducen pausas y cortes en el tiempo, a la vez que fragmentan las imágenes, los diálogos y las ideas para crear una "realidad" en la que no hay comienzos, desarrollos y finales claramente delineados, sino más bien una suerte de continuidad de relatos y sucesos que desconcierta y aturde.

5 Es oportuno anotar lo que Martín-Criado (2005) expone sobre la construcción de los problemas juveniles en la sociedad. Para él, los problemas sociales no aparecen por las buenas en la opinión pública sino que éstos se tratan como se estructura la percepción de la realidad. Suponen un trabajo de construcción y selección de un ámbito de la realidad –entre los muchos posibles– como algo que concierne a la totalidad de la población y que exige soluciones "urgentes". Esta estructuración de la realidad implica, a su vez, excluir otras situaciones o dejarlas en segundo plano como problemas que exigen soluciones. Señala Martín-Criado que lo curioso es que esta construcción no la realiza la sociedad sino que siempre tiene como actores privilegiados, a determinados grupos sociales u organizaciones que se esfuerzan por imponer la percepción de una determinada situación como problema social. Nótese, entonces, cómo generalmente se quiere dar la impresión de que los problemas de los jóvenes giran en torno a cuatro planos: la violencia, la pobreza, el desempleo y la falta o el exceso de ocio. Valdría la pena preguntarse por la exclusión política, cultural y artística que padecen los jóvenes o la crisis de valores y/o principios en los que los envuelve la sociedad contemporánea. Igualmente, se puede preguntar por el tipo de proyecto de vida que el mundo globalizado y la sociedad de consumo les ofrece o permite a los jóvenes hoy.

6 Aunque las directrices de este documento se centran originalmente en las adolescentes y las mujeres jóvenes, muchas de ellas son transferibles y aplicables a todos los jóvenes en general.

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