El estudio que el profesor Battista ha publicado sobre Hans Blumenberg constituye una novedad muy importante en los estudios de la filosofía contemporánea, tanto por su sólida cimentación bibliográfica como por sus apreciaciones críticas que permiten trazar un hilo conductor en la construcción del pensamiento del filósofo alemán. Además de ser una biografía intelectual perfectamente lograda, desde su formación hasta su obra de madurez Legitimität der Neuzeit (La Legitimidad de la Edad Moderna, según la versión española de Pedro Madrigal en Pre-textos, 2008), el libro es un diálogo novedoso con el pensamiento occidental a partir de la historia del cristianismo y, al mismo tiempo, una revisión de la tradición filosófica. De San Agustín a Pascal y de Nietzsche a Heidegger; se sigue rigurosamente cómo la doctrina de la gracia y de la revelación en el ámbito católico han resistido a los embates de la autodenominada “modernidad”; la cual, con Descartes a la cabeza, no hizo más que sustituir a Dios por una idea de razón autosuficiente.

En este sentido, una de las aportaciones más importantes de Blumenberg es, precisamente, poner en discusión la legitimidad del proyecto de la modernidad. La investigación del profesor Battista permite apreciar a detalle cómo fue fraguando estas ideas críticas desde sus primeros escritos. Desde una formación inicial en la escuela fenomenológica de Landgrebe, uno de los asistentes más cercanos de Husserl, se observa cómo el filósofo de Lübeck puso entre paréntesis la ontología radical heideggeriana, resaltando la ética y la historicidad del ser que están ausentes en la metafísica del Da-Sein. Al respecto, se presenta una analogía muy apropiada en el primer capítulo dedicado a San Agustín y subraya cómo el Padre de la Iglesia hizo un ejercicio semejante con la tradición neoplatónica. Se trata de una resistencia a las tergiversaciones de la modernidad occidental cristiana desde el propio cristianismo y se permite apreciar una revaloración de la tradición filosófica del humanismo en figuras como Giordano Bruno y, el menos recordado, Cesare Cremonini -cuyo pensamiento fue rescatado de una forma sutil por el propio Blumenberg-. Esta misma línea habría persistido en Pascal, del cual se distinguen muy bien sus diferencias con el pensamiento hanseático, cercano geográficamente a Blumenberg.

Una de las tesis centrales del texto es la presencia de Nietzsche en los primeros escritos de madurez de Blumenberg, por su impulso semejante de destruir fenomenológicamente las falsas semánticas sobre la moral cristiana y, de esta forma, hacer relucir el verdadero sentido de la espiritualidad humana en su conexión intrínseca con la divinidad auténtica. Se trataría, en palabras de Battista, del rescate de una teleología racional. La revisión del pensamiento religioso de Kant, en esta línea de continuidad, permite situar en su justo medio la aportación de la ética y su proyecto de racionalidad de la fe; poniendo en pausa las desviaciones que se han generado en el conflicto entre catolicismo, protestantismo y jansenismo.

Este análisis de la obra de Blumenberg se completa de una forma enormemente interesante con la revisión de la constante influencia de la literatura en su proyecto filosófico-teológico. Se destaca su rico diálogo con la obra de Franz Kafka y con el Fausto de Wolfgang Goethe y la resignificación que hizo de este Paul Valéry. Estas lecturas le permitieron delinear su doctrina sobre la metaforología, destacando el valor de la significación del lenguaje y de las palabras en el terreno filosófico. El autor utiliza este mismo método de Blumenberg para explicar su pensamiento y generar una revisión del concepto de destrucción en un diálogo con la deconstrucción de Jacques Derrida. Filosofía y Literatura se vuelven así dos ejes claves, como la relación entre poesía y creación. El cristianismo, en este intento análogo de llevarlo -en sentido nietzscheano- más allá del bien y del mal, se reconfigura y se ha reconfigurado (se podría decir también renovado) desde su propia resistencia frente a la deslegitimación a la que la tradición filosófica le ha sometido en su historia centenaria por justificar el proyecto de la modernidad.

Ludovico Battista ha logrado ver con nitidez esta interpretación de Blumenberg, en su proyecto de des-conceptualizar la ambigüedad que reviste al cristianismo en la filosofía occidental y resignificar la apertura del sujeto moderno hacia la trascendencia desde su propia contingencia -des-objetivándolo-. Es un estudio redondo que permite a los lectores contrastar su pensamiento con las palabras textuales de Blumenberg en el original alemán a manera de apéndice, además de las ricas inserciones de un aparato crítico muy completo y plurilingüístico. Les permite, finalmente, volverse partícipes de la autodestrucción conceptual de los prejuicios sobre la presencia del sujeto y del objeto en Dios; para llegar a un acercamiento personal y colectivo a la esfera teleológica que empata y supera la crítica filosófica.