SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.15 issue30La técnica del capital: Ensayos sobre Bolívar Echeverría y Karl Marx author indexsubject indexsearch form
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Valenciana

Print version ISSN 2007-2538

Valenciana vol.15 n.30 Valenciana Jul./Dec. 2022  Epub Sep 29, 2022

https://doi.org/10.15174/rv.v15i30.678 

Reseñas

Las huellas del cuervo de Baltimore

Ernesto Sánchez Pineda* 

*Universidad Nacional Autónoma de México

Hernández Roura, Sergio. Edgar Allan Poe y la literatura fantástica mexicana (1859-1922). México: Bonilla Artigas Editores, 2020.


Hay autores que han impactado con su obra al mundo literario de tal manera que modifican significativamente la concepción misma de lo que se entiende por literatura. Nuevos géneros, corrientes o movimientos surgen de las propuestas estéticas de estos escritores; algunas veces su incidencia es efímera y otras, cala consciente o inconscientemente en las letras de las generaciones que les suceden. Su relevancia, incluso, se suele asumir de forma incuestionable, como el caso de Edgar Allan Poe; sin embargo, es tarea del investigador averiguar cómo es recibida una obra en un determinado lugar o tiempo.

La empresa que desarrolla Sergio Hernández Roura en este título que sostengo entre las manos, editado en 2020, es un rastreo de la obra del norteamericano en México durante un periodo que resulta crucial para comprender el impacto y los alcances de una influencia que se palpa tanto en escritores como en corrientes literarias. Más específicamente, hay un interés por el desarrollo de la literatura fantástica en México, una literatura que en el siglo XX cuenta con grandes representantes como Francisco Tario, Carlos Fuentes o Amparo Dávila, pero que se encuentra presente desde mediados del siglo XIX en diversas publicaciones periódicas mexicanas.

Hernández Roura acota su investigación a los años que van de 1859 a 1922, lo que de antemano advierte que el proyecto se presenta monumental pero, como apunta Vicente Quirarte en el prólogo de este volumen, necesario. El objetivo del libro queda claro: ayudar a “responder un conjunto de interrogantes que sin duda pueden brindar una mayor comprensión de la historia de la literatura fantástica”. Es decir, el acercamiento que se hace a Edgar Allan Poe sirve de pretexto para delinear el desarrollo de una literatura que está íntimamente ligada a su figura.

En ese sentido, coincido con Quirarte cuando califica la empresa de este investigador como un “libro ejemplar y estimulante”, sobre todo porque desde 2014, en una sobremesa, platicábamos con el que ahora preside El Colegio Nacional sobre la importancia de esta figura en las letras nacionales. En esa charla efímera pero estimulante nos comentaba sobre su interés en realizar un trabajo sobre su recepción en Hispanoamérica. Me pregunto si el fruto de esa curiosidad se concretó en el texto citado por Hernández Roura en la página 44, pero omitido por desliz en la bibliografía final, o bien es el trabajo en proceso que Quirarte mantiene con Lilia Vieyra (20). En realidad, el dato importa más porque enfatiza que los historiadores de la literatura han regresado la mirada a la figura y obra de Poe y han encontrado una omisión terrible que tenía que ser enmendada: no existían trabajos de gran calado sobre su recepción en nuestro catálogo de investigaciones.

Edgar Allan Poe y la literatura fantástica mexicana sirve para enmendar esta omisión a la vez que da pauta para que tanto el curioso como el investigador consulten la cartografía minuciosa de un fenómeno que ni fue breve ni fue sencillo; fue un proceso lento pero constante, que significó un replanteamiento estético para las letras mexicanas y se consolidó por las lecturas hechas en francés, gracias a las traducciones de Charles Baudelaire, o por las traducciones al español que fueron apareciendo esporádicamente en los periódicos y revistas mexicanas.

El recorrido propuesto en este libro, además, permite reconstruir las distintas facetas de ese proceso enmarañado. En una primera instancia se hace una reflexión sobre la literatura fantástica en México de manera general, desde sus antecedentes en lo gótico, hasta su asimilación en lo cotidiano y su evolución hacia la lógica y la ciencia, más cercanas a la narrativa de Poe. Al sentar los precedentes que se remontan a la tradición oral, el acercamiento, aunque breve, arroja luz sobre una manera particular de ir construyendo una literatura que tiene su base en la imaginación y que encuentra un sustento, un apoyo o una forma de propagarse con fluidez gracias al papel que jugó la imprenta en el siglo XIX, que recibió los primeros cuentos fantásticos impresos en un tiempo donde los escritores y políticos tenían como meta la construcción de una identidad nacional. Este primer apartado también sirve para contextualizar las aproximaciones posteriores; por eso, la parte histórica se desarrolla con precisión, enfatizando los eventos que mayor repercusión tuvieron para el desarrollo del género fantástico en México.

En un segundo momento, Hernández Roura comienza a presentarnos los hallazgos historiográficos que fueron producto de su investigación: las traducciones. El investigador afirma que estas se encuentran diseminadas entre las publicaciones periódicas, porque las traducciones de los libros del autor estadounidense se hicieron primero al francés y poco después estas se tradujeron a nuestra lengua por los españoles. Es decir, los lectores mexicanos inicialmente tuvieron un encuentro con una traducción europea que después se filtró o tradujo del francés para la prensa mexicana. De ahí sigue, de manera puntual, una “reconstrucción de la historia de las traducciones más relevantes a partir de artículos, notas, reseñas y anuncios que se refieren al autor o a sus obras” (43). Esta serie de datos permiten dilucidar que tanto Poe como su obra estaban presentes en los espacios más relevantes de la segunda mitad del siglo XIX, pero también cómo, por medio de las traducciones, se pueden asegurar la procedencia de los textos que se usaran como referencia, lo que permite, de alguna manera, trazar un primer esbozo de la red que identifica las formas en que Poe se leyó en México.

Lo que nos deja claro este acercamiento es que si bien es cierto que la atención sobre el escritor de “El gato negro” se dio por la mirada que continuamente los escritores mexicanos posaban en Francia, la presencia del estadounidense fue relativamente temprana, por lo menos desde el año 1868, y su lectura podría ser en francés, traducciones españolas y muy rara vez en su lengua original. Además, resulta particularmente interesante cómo el investigador aprovecha el tema rector del libro para reflexionar, aunque de manera breve, sobre la visión literaria de la época -tanto de los liberales como de los conservadores-, recurso que permite al lector contemplar y comprender de manera panorámica el fenómeno, al tiempo que explica cómo las diferentes posturas produjeron algunas alteraciones sobre los textos originales al momento de traducir, pues en el trasfondo la cuestión moral era primordial.

En un tercer momento, se afianza el respaldo histórico y nos ofrece de manera detallada elementos que condicionaban la literatura del siglo XIX de manera tajante en tanto la moral y la estética, así como una reflexión que estuvo en el aire sobre la necesidad de una literatura nacional, que después, con Gutiérrez Nájera, se reformuló como literatura propia. El sesgo radical que tuvieron estas posturas ocasionó que hubiera censura a diferentes propuestas literarias que se alejaban de la ideología positivista instituida con la República Restaurada. La lucha por estéticas que dejaban atrás la literatura realista o que cuestionaban el orden establecido eran discutidas desde el punto de vista moral y tanto la obra como el artista que abanderaban estas corrientes o tendencias eran condenados por los paladines de la moral reinante (lo cual se puntualiza en los apartados “Alcoholismo y locura” y “Degeneración y decadencia”).

Hernández Roura, en este sentido, nos presenta un resumen que plasma la visión apasionada y compleja de la literatura mexicana de fin de siglo, donde confluyeron tendencias con afinidades cercanas o totalmente opuestas, lo que permitió que la literatura fantástica tuviera un terreno fértil y variado para pronunciarse. La obra de Poe, por lo tanto, fue recibida de distintas maneras, a veces de modo positivo y en otras muchas ocasiones de forma negativa, por parte de la crítica. Precisamente desde estas distintas posturas se puede ofrecer una constancia sobre la forma en que Poe se fue asimilando en los lectores mexicanos; pero también cómo fue “utilizado” en las polémicas que marcaron los derroteros de nuestra literatura, ya fuera por los detractores que invalidaron la obra al equipararla a la vida personal del escritor de manera hiperbólica, o por sus seguidores más fervientes que incluso llegaron a expresarse con un fanatismo ciego, o bien por la crítica argumentada, que ponderaba los aportes estéticos de la obra, de figuras cardinales como Manuel Gutiérrez Nájera y Carlos Díaz Dufoo.

La obra de Edgar Allan Poe se prestaba para la discusión simplemente porque en los postulados de “El principio poético” dejaba claro que se debía privilegiar la belleza sobre la moral y, además, las tendencias fantásticas, un poco macabras, de sus cuentos se alejaban por completo de la ideología reinante en el régimen porfirista. Esto, aunado a las múltiples traducciones, notas y críticas, nos deja claro que no hubo una figura del norteamericano definida ni una obra que no fuera filtrada y modificada para el público mexicano. Pero de toda la amalgama que este título registra se pueden delinear tendencias y preferencias que algunos escritores asimilaron.

Así, Hernández Roura guía al lector por una breve historia de la literatura mexicana que enfatiza los momentos, las publicaciones y las polémicas que giran en torno a Poe, para finalizar con un último apartado donde todo desemboca: “La influencia de Poe en México”. Aquí las individualidades se resaltan por afinidades estéticas, por gustos programáticos, por sensibilidades parecidas; pero también por particularidades que sobresalen en producciones moderadas, cuentos que abarcan elementos que se permean y nos acercan, a veces de manera somera y otras de forma palpable, a las propuestas de Poe. Con ello, el investigador rastrea y separa los cuentos del periodo estudiado en cinco categorías: lo fantástico legendario, el cuento gótico, lo fantástico cotidiano, lo fantástico esotérico y la ficción científica fantástica.

Con todo, Edgar Allan Poe y la literatura mexicana fantástica mexicana (1859-1922) se presenta como una lectura erudita pero afable, con un aparato crítico riguroso que da cuenta, en sí mismo, de la complejidad de la investigación que Sergio Hernández nos ofrece. Es una lectura obligada para todos aquellos que se interesen en la figura de Edgar Allan Poe o en la literatura fantástica; pero, además, es una declaración necesaria para los estudios literarios: hay que saber el cómo y el cuándo y el por qué ocurren las cosas y no solo dar por sentadas algunas conjeturas que se han repetido con el tiempo.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons