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Valenciana

Print version ISSN 2007-2538

Valenciana vol.14 n.28 Valenciana Jul./Dec. 2021  Epub Oct 18, 2021

https://doi.org/10.15174/rv.v13i28.632 

Reseñas

Ricardo Piglia, Las tres vanguardias

Jorge Alberto Ramírez* 

*Universidad Autónoma Metropolitana

Piglia, Ricardo. Las tres vanguardias. Saer, Puig, Walsh. Buenos Aires: Eterna Cadencia, 2016.


Las teorías literarias son ante todo maneras de leer un texto. Formas que ponen énfasis en el autor, en la obra o en el lector. Modos que expresan una concepción particular de la literatura. El libro de Ricardo Piglia es teórico en este sentido. Es un libro que postula un modo de leer vinculado al oficio del escritor. Una lectura que se enfoca en el mecanismo constructivo de un texto, que intenta descubrir la poética del autor. Esta lectura constituye un método de análisis y sobre este método se nos plantea una teoría sobre el escritor vanguardista.

Hay que decir que este libro, en realidad, proviene de un seminario impartido en 1990 en la Universidad de Buenos Aires. El que sea un seminario es significativo pues traslada la reflexión teórica a la oralidad. El discurso se flexibiliza y adopta formas pedagógicas que ayudan a la comprensión. El seminario está compuesto de once clases donde se habla de tradición, vanguardia y técnicas narrativas. Las cinco primeras clases abarcan el asunto de la teoría y el resto se dedica a la demostración analítica. Por razones de brevedad (y de trascendencia) voy a reseñar las primeras clases, que conforman la propuesta teórica de Ricardo Piglia.

Para hablar de vanguardia se tiene que hablar de tradición. Lo primero que hace Piglia es definir la tradición de la narrativa argentina. Decide que esa tradición empieza con Macedonio Fernández y termina con Jorge Luis Borges. En medio están Roberto Arlt, Leopoldo Marechal y Julio Cortázar. Piglia se pregunta qué viene después, y de esa pregunta nace su concepción de la vanguardia. Históricamente lejos de los movimientos vanguardistas, Piglia define a la vanguardia de la segunda mitad del siglo XX como una posición no totalmente negadora y como una práctica individual. En esa posición están Juan José Saer, Manuel Puig y Rodolfo Walsh.

El espíritu vanguardista de la literatura se define por su carácter combativo. Todos los movimientos de vanguardia fueron (a su manera) beligerantes. Desde luego, sus propias obras eran formas de la provocación. Lo interesante en Piglia es que ve esa actitud no solo en la creación sino en la lectura. Hay, digamos, una lectura vanguardista. Esa lectura es intencionada, se propone dibujar un espacio propio y entrar en combate con otras lecturas. Piglia la llama “lectura estratégica”. El espacio de esa lectura es la crítica: por medio de la crítica conocemos las lecturas posicionales de un autor. Desde esta actitud combativa Piglia se pregunta “cómo Saer, Walsh y Puig han construido sus poéticas y en contra de quiénes lo hicieron” (26).

Después de la “lectura estratégica”, Piglia postula otro movimiento del escritor vanguardista que define como “ficcionalización de las poéticas”. El movimiento consiste en llevar a la ficción posiciones ideológicas de la literatura. Ficcionalizar problemas con el objeto de intervenir en debates culturales. Usar la ficción como modo de discutir en la sociedad. Otro movimiento señalado por Piglia es “la lectura técnica”. ¿Cómo lee el escritor de vanguardia? Dos rasgos define esta lectura: el juicio de valor y el análisis técnico. El escritor de vanguardia postulado por Piglia ve en la técnica de un texto el modo de expresión de una ideología. De modo que hay tres movimientos que definen al escritor vanguardista: a) utiliza la crítica para escribir sus lecturas y discutir las jerarquías sociales; b) discute los problemas ideológicos por medio de la ficción, y c) trabaja la técnica para expresar una ideología.

La poesía fue el género predilecto de los movimientos de vanguardia. Era el espacio en que se podía violentar el lenguaje de modo más visible y provocativo. Piglia reflexiona la vanguardia en la narrativa y fuera de una agrupación. Observa que la narrativa de vanguardia incorpora elementos extraliterarios. Observa también que hay un vínculo entre novela y tecnología. ¿De qué modo influye el uso de la máquina de escribir en la prosa narrativa?, ¿Cómo la grabadora modifica al género? Esos recursos que vienen de otras funciones determinan la forma narrativa. El ejemplo más conocido es el de Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis. Las voces reproducidas por la grabadora construyen una forma realista que ahora conocemos como no-ficción. Es el mismo método que Puig utiliza, según Piglia, en varias de sus novelas. Pero este recurso técnico (y su significado) trasciende el ámbito textual. El sentido de la técnica, para Piglia, es constituirse como una respuesta estética a una situación histórica. Se hace la pregunta de cómo influye la literatura en la sociedad y no la sociedad en la literatura.

En esta clase Piglia desarrolla su idea de la lectura vanguardista. Es una lectura combativa y crítica. Crítica en dos sentidos: como actitud y como forma. Por medio de la crítica se escriben lecturas y se fijan posiciones. En especial se discute qué es la literatura. Piglia pone el ejemplo de Gombrowicz que da una conferencia “contra los poetas”. Para el polaco lo literario no es una esencia y es el lector quien define lo que es literatura. Con esta definición se construye una poética, se decide el contexto de las lecturas y los espacios de difusión. Por ejemplo, dice Piglia, la vanguardia conquista un espacio en los medios de comunicación. La novela se sitúa entre la cultura de masas y la vanguardia. En este sentido Piglia piensa la novela en conflicto con la narración, que es el conflicto entre el arte y el entretenimiento. Manuel Puig es de vanguardia, según Piglia, porque logra fusionar esos contrarios.

Toda vanguardia supone una posición. Para Piglia esa posición es marginal. De acuerdo con Borges, la marginalidad es una ventaja pues se puede abrevar de cualquier tradición. De este modo se establece una relación entre literatura nacional y literatura universal. Piglia observa en este vínculo la verdadera tradición de la narrativa argentina. La narrativa que pasa por Macedonio Fernández, Roberto Arlt y Jorge Luis Borges. Esta relación entre literatura nacional y literatura internacional persiste en Saer, Puig y Walsh. En este sentido, sus obras se postulan como una vanguardia vinculada con la tradición, es decir, no rompen con el pasado. Uno de los aspectos, en la narrativa argentina, que pasan de la tradición a la vanguardia es el tema del complot. La razón para Piglia es que el complot es un movimiento inherente a la vanguardia. Nos dice: “la vanguardia plantea siempre la necesidad de construir un complot para quebrar el canon, negar la tradición establecida e imponer otra jerarquía y otros valores” (84).

Después de la exposición teórica, Piglia va analizar en Saer (con su método de lectura que es a la vez un método crítico) la relación entre novela y narración, entre novela y política, entre tradición e innovación. En Puig la relación entre alta cultura y cultura de masas, el lugar de la ficción en la sociedad, el vínculo entre ficción y poder. En Walsh analizará la relación entre novela y no-ficción, entre literatura y política.

De la teoría de Piglia sobre el escritor vanguardista destaco la función de la crítica como instrumento combativo, que cuestiona una tradición, define otra y lucha por conquistar un espacio de divulgación. Acentúo también la idea de que la vanguardia pretende, por medio de la literatura, incidir en la sociedad, vinculando la forma literaria con la ideología. Y sobre todo, resalto el método de lectura utilizado por Piglia, que es un agradecido retorno a los formalistas rusos.

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