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Valenciana

versión impresa ISSN 2007-2538

Valenciana vol.14 no.27 Valenciana ene./jun. 2021  Epub 23-Abr-2021

https://doi.org/10.15174/rv.v13i27.584 

Dossier

Lecturas foucaultianas del liberalismo y el neoliberalismo: entre una arqueo-genealogía de las formas del gobierno contemporáneo y la historia de la gubernamentalidad*

Foucauldian Interpretations of Liberalism and Neoliberalism: Between an Archeo-Genealogy of the Forms of Contemporary Government and the History of Governmentality

Marcelo Raffin** 

**CONICET-Instituto Gino Germani raffinmarcelo@yahoo.com


Resumen

Este artículo pretende analizar las líneas centrales de los desarrollos que Michel Foucault propone sobre el liberalismo y el neoliberalismo en términos de una arqueo-genealogía de las formas del gobierno contemporáneo y de la historia de la gubernamentalidad, lo que le permitirá afirmar que el liberalismo y el neoliberalismo constituyen las formas ontológico-políticas extremas de la gubernamentalidad contemporánea. En consecuencia, este artículo tiene como objetivos dar un cuadro de situación de las categorías y las herramientas que Foucault elaboró y propuso sobre esas problemáticas y destacar la potencialidad de esos aportes para el trabajo de diagnóstico y la interacción con nuestra actualidad, sopesando, al mismo tiempo, algunos “límites” de ese análisis.

Palabras clave: Foucault; liberalismo; neoliberalismo; gubernamentalidad; gobierno

Abstract

This article intends to analyze the main outlines of the developments proposed by Michel Foucault about liberalism and neoliberalism in terms of an archeo-genealogy of the forms of contemporary government and of the history of governmentality, which will enable him to argue that liberalism and neoliberalism constitute the extreme ontologico-political forms of contemporary governmentality. Therefore, this article aims at giving an overview of the categories and tools elaborated and suggested by Foucault about these problems and underlying the potentiality of these contributions for the diagnosis work and the interaction with our present, assessing, at the same time, certain “limits” to this analysis.

Keywords: Foucault; Liberalism; Neoliberalism; Governmentality; Government

Introducción

1978 constituye un año clave en la producción foucaultiana: Foucault comienza a dictar el núcleo duro de sus cursos dedicados a la biopolítica y la gubernamentalidad, pronuncia su conferencia sobre la función de la crítica ante la Sociedad Francesa de Filosofía, hace su experiencia japonesa, viaja en dos oportunidades a Irán -lo que se traducirá en una serie de artículos y entrevistas sobre los levantamientos populares en ese país-, concede su entrevista a Duccio Trombadori, en la que concentra buena parte de los puntos fuertes sobre sus ideas y sobre la política contemporánea, y continúa su análisis sobre la biopolítica y la gubernamentalidad, que presentará finalmente en enero del año siguiente, en la segunda parte del curso iniciado ese año en el Collège de France. Pero, a mi entender, es sobre todo la redefinición que propone de su análisis del poder en términos de gobierno y contra-conductas, apoyadas en la resistencia, la crítica y la libertad, lo que perfila claramente su investigación sobre la biopolítica y la gubernamentalidad en ese momento, como cuestionamiento de la racionalidad vigente en tanto racionalidad neoliberal. Así, en el curso Nacimiento de la biopolítica (1979), que continúa las líneas centrales de investigación desarrolladas el año anterior en Seguridad territorio, población, el liberalismo y el neoliberalismo son presentados por Foucault como las formas ontológico-políticas extremas de la gubernamentalidad contemporánea, inscriptas en una “historia de la gubernamentalidad” y una arqueo-genealogía del gobierno como tecnología de poder. En este sentido, Foucault mismo señala que su estudio del liberalismo y el neoliberalismo se inscribe en un análisis más amplio de la biopolítica, como su marco general. De hecho, sostiene que solo una vez que se sepa qué es ese régimen gubernamental denominado liberalismo, se podrá captar qué es la biopolítica (2004b: 24). De ahí que presente el liberalismo como la puesta en práctica de un nuevo arte de gobernar que nace en el siglo XVIII pero que es, sin embargo, todavía contemporáneo y que constituye, por lo tanto, nuestra realidad inmediata y concreta, en su transformación en neoliberalismo. Si destaco que el liberalismo y el neoliberalismo son presentados por Foucault en el curso de 1979 como las formas ontológico-políticas extremas (una expresión que no fue empleada por Foucault)1 de la gubernamentalidad contemporánea, no estoy queriendo decir con ello que haya algo así como una “ontología” en el sentido tradicional de la metafísica en el pensamiento foucaultiano, sino que lo que quiero indicar es que esas formas políticas se traducen en ciertas formas de vida. Recuérdese que el propio Foucault plantea, unos años más tarde, su proyecto crítico como una “ontología crítica de nosotros mismos” en términos de una “ontología” histórica del presente, lo que habilita, en mi opinión, la referencia al uso del término “ontología” en relación con el pensamiento de Foucault en tanto diagnóstico crítico sobre el liberalismo y el neoliberalismo como racionalidad gubernamental contemporánea.

En consecuencia, en este artículo, pretendo analizar las líneas centrales de los desarrollos que Foucault propone sobre el liberalismo y el neoliberalismo en términos de una arqueo-genealogía de las formas del gobierno contemporáneo y de la historia de la gubernamentalidad, lo que le permitirá afirmar que el liberalismo y el neoliberalismo constituyen las formas ontológico-políticas extremas de la gubernamentalidad contemporánea. Por lo tanto, este artículo tiene como objetivos dar un cuadro de situación de las categorías y las herramientas que Foucault elaboró y propuso sobre esas problemáticas y destacar la potencialidad de esos aportes para el trabajo de diagnóstico y la interacción con nuestra actualidad, sopesando, al mismo tiempo, algunos “límites” de ese análisis.

La idea de presentar una “arqueo-genealogía” del liberalismo y el neoliberalismo en Foucault (en términos de formas del gobierno contemporáneo y de una historia de la gubernamentalidad) responde a la necesidad de enfatizar la relación que el propio filósofo establece entre la genealogía y la arqueología como marco teórico-metodológico con el que trabaja en las investigaciones sobre dichos objetos. Haciendo una observación general sobre sus investigaciones, Foucault enfatiza que este procedimiento de análisis respecto de la economía política como régimen de verdad propio del liberalismo, remite al mismo problema que se había planteado respecto de la locura, la enfermedad, la delincuencia y la sexualidad, donde pone en evidencia la relación que siempre había establecido en sus trabajos, entre regímenes de verdad y formas específicas del ejercicio del poder y la producción concomitante de ciertos saberes y de ciertas formas “humanas” (2004b: 21). En este sentido, Foucault dice explícitamente:

El desafío de todas estas empresas a propósito de la locura, la enfermedad, la delincuencia, la sexualidad y de aquello de lo que les hablo ahora, es mostrar cómo el acoplamiento serie de prácticas-régimen de verdad forma un dispositivo de saber-poder que marca efectivamente en lo real aquello que no existe y lo somete legítimamente a la división de lo verdadero y lo falso (2004b: 22).2

Es esta “crítica política del saber”, en la que -como señala Dalmau- la genealogía recupera los “ecos” de la arqueología en términos de la relectura del archivo de las ciencias humanas, la centralidad de las nociones de saber y práctica discursiva y la problematización de la genealogía como un método de trabajo filosófico enraizado en la historia (2018 y 2019: 173), la que preferimos denominar más ajustadamente en función de las indicaciones foucaultianas, como “arqueo-genealogía”.3

Ciertamente, el análisis foucaultiano del liberalismo y el neoliberalismo ha dado lugar, especialmente durante los últimos años, a una serie de producciones, en particular, a partir de la publicación de los cursos de 1978 y 1979, en el año 2004, que presenta diferentes interpretaciones. Por un lado, un número considerable de trabajos que destacan una perspectiva crítica de Foucault sobre las formas del liberalismo y el neoliberalismo y, por el otro, en un sentido cuantitativamente menor, estudios que, por el contrario, señalan una opción política por las formas del liberalismo y el neoliberalismo por parte de Foucault, aunque basándose en una interpretación parcial, fragmentaria e interesada de esos mismos desarrollos teóricos. Estos últimos análisis establecen un vínculo entre el interés de Foucault por el liberalismo y el neoliberalismo y razones coyunturales de la política interna francesa (en particular, las controversias de la izquierda francesa, especialmente referidas a la “crisis del socialismo”) como de la política internacional, tanto europea como mundial, que atienden a la división bipolar del mundo y a la contienda entre los bloques oriental y occidental. Entre los trabajos que componen el corpus de análisis de la interpretación foucaultiana del liberalismo y el neoliberalismo, destaco, entre los del primer conjunto interpretativo a Lemke (2003 y 2016), Oksala (2013), Laval (2018), Blengino (2018), Dalmau (2018 y 2020), Méndez (2020), Salinas Araya (2020), el dossier “Lecturas foucaultianas del liberalismo y el neoliberalismo” del número 8 de Dorsal. Revista de estudios Foucaultianos (2020) y con matices Lemm y Vatter (2014) (una compilación con posiciones diversas), Audier (2015) y Castro (2018) y entre los del segundo grupo, a Kervégan (2007), de Lagasnerie (2012), Dean (2014), Zamora (2014) y Behrent (2014).

Teniendo en cuenta los trabajos que componen el corpus de bibliografía secundaria recién mencionado y los desarrollos foucaultianos en la materia, creo necesario subrayar que Foucault adopta claramente una postura crítica sobre la gubernamentalidad neoliberal contemporánea en forma decididamente contraria a quienes ven en él un pensador a favor del liberalismo o el neoliberalismo (en particular, Kervégan, 2007; de Lagasnerie, 2012; Dean, 2014; Zamora, 2014, y Behrent, 2014), que se traduce en la necesidad expresada por el filósofo francés de atacar los puntos de apoyo de la gubernamentalidad neoliberal como racionalidad política presente y de resistir a ella (1994a: 161). De eso se trata esa “realidad inmediata y concreta” que señala y esa racionalidad política presente, cuya arqueo-genealogía crítica expone en los cursos de 1978 y 1979 y que ciertamente había comenzado a cobrar cuerpo claramente en Francia, en Europa y en el mundo desde hacía algunas décadas, pero particularmente durante los años 1970.

En función de los objetivos que este artículo se propone, así como de las líneas de análisis principales del aparato crítico considerado, se abordarán los siguientes puntos: 1) el análisis de las formas del liberalismo y el neoliberalismo en la producción foucaultiana; 2) la inscripción del análisis del liberalismo y el neoliberalismo en los paradigmas de la biopolítica y la gubernamentalidad; 3) las potencialidades y ciertos “límites” del análisis foucaultiano del neoliberalismo, y 4) la indicación de una serie de derivas del análisis foucaultiano del neoliberalismo y la gubernamentalidad como formas paradigmáticas del gobierno contemporáneo, destacando sus potencialidades para interactuar con nuestra actualidad.

El análisis de las formas del liberalismo y el neoliberalismo

Al realizar la arqueo-genealogía del liberalismo, Foucault señala que hacia mediados del siglo XVIII, en las sociedades occidentales, se constata una transformación radical de la racionalidad del gobierno que va a caracterizar lo que se puede denominar la “razón gubernamental moderna”. Esta transformación consiste en la puesta en práctica de un principio de limitación del “arte de gobernar” los Estados que ya no es extrínseco a través del derecho, como en el siglo XVII, sino intrínseco como regulación interna de la racionalidad gubernamental. ¿Qué es lo que permitió esta transformación radical, esta emergencia de una limitación interna de la razón gubernamental? La aparición de la economía política. De esta manera, todo un plan de acción gubernamental pasará a un nuevo régimen de verdad.

Oksala observa sobre este punto que, con el desarrollo de la economía política, “el gobierno tuvo que limitarse no porque violara la libertad o los derechos básicos de los hombres, sino con el fin de asegurar su propio éxito” (2013: 57). El nacimiento de una nueva racionalidad gubernamental basada en la economía política a partir de mediados del siglo XVIII, permitió poder juzgar las prácticas económicas “como buenas o malas, no en los términos de algún principio legal o moral, sino en términos de verdad: las propuestas estuvieron sujetas a la división entre lo verdadero y lo falso. Según Foucault, la actividad gubernamental entró así en un nuevo régimen de verdad” (Oksala, 2013: 57).

En consecuencia, como sostiene Dalmau, las prácticas gubernamentales en el Occidente europeo a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, serán susceptibles de ser analizadas en términos de adecuación e inadecuación a las verdades inmanentes del mercado, cuyo respeto resulta fundamental para el “éxito” del gobierno, consolidándose, de esta manera, lo que Foucault denomina un “gobierno frugal” respecto del mercado (2018: 90). Dalmau afirma entonces que, con esta operación, Foucault elabora una “crítica epistemológica y ontológico-política respecto de la economía política” (2018: 90), en la línea de la imbricación que el propio Foucault señala para caracterizar sus investigaciones, entre lo “epistemológico” y lo “político” (Foucault, 2012: 71-89). Lo que permite poner en cuestión el modo en que históricamente -de forma inmanente a cierta disposición epistémica- se constituyen objetos y posiciones de sujeto. Esto, significa, según Dalmau, que “no se trata de desplegar una crítica normativa que denuncia la ‘falta de objetividad cognoscitiva’ de la ciencia económica, sino de problematizar el discurso de la economía política en vistas a desbrozar qué objetos se constituyeron de modo inmanente a la formación de dicho saber, al inscribirse estratégicamente en ‘lo real’” (2018: 90). Por lo tanto, Foucault sostiene que es esta autolimitación de la razón gubernamental, este nuevo tipo de racionalidad en el arte de gobernar y este nuevo tipo de cálculo que consiste en decir y en hacer decir al gobierno, aquello que recibe el nombre de “liberalismo”.

Foucault presenta una serie de elementos que caracterizan mejor aún el liberalismo, en las notas del manuscrito de la lección inaugural del curso de 1979 (10 de enero), que renuncia a leer pero que fueron incluidas en la publicación definitiva del curso (2004b, 23-24). En estas notas, Foucault sostiene, en primer lugar, que es necesario entender el liberalismo en un sentido muy amplio que comprenderá sobre todo la aceptación del principio de una limitación del gobierno que no es simplemente un derecho externo. Señala, asimismo, que el liberalismo constituye una práctica que limita al máximo las formas y los ámbitos de acción del gobierno y la organización de los métodos de transacción propios para definir esta limitación de las prácticas de gobierno (entre otros, constitución, parlamento, opinión, prensa, comisiones, investigaciones) (2004b: 23).

Al mismo tiempo, Foucault propone tres observaciones fundamentales para definir el liberalismo. En primer lugar, explicitando la inscripción de su análisis en una historia de la gubernamentalidad, afirma que el liberalismo constituye una de las formas de la gubernamentalidad moderna que adoptará dos modalidades desde el siglo XVIII hasta nuestros días: o bien interroga la razón gubernamental o bien interroga los derechos fundamentales. Ambas contribuyen al método de la subordinación gubernamental. La segunda observación refiere al hecho de que la autolimitación de la práctica gubernamental por la razón liberal estuvo acompañada por la fragmentación de los objetivos internacionales y la aparición de objetivos ilimitados con el imperialismo. La razón liberal es entonces correlativa de la activación del principio imperial pero no bajo la forma del Imperio sino bajo la forma del imperialismo y ello en relación con el principio de la libre competencia entre los individuos y las empresas. La tercera observación concierne el establecimiento de la razón liberal como autolimitación del gobierno a partir de una “naturalidad” de los objetos y las prácticas propios de este gobierno. Esta “naturalidad” comprende las riquezas y los individuos en la medida en que están inmersos en relaciones complejas y superpuestas con procesos económicos.

El surgimiento de la economía política durante las últimas décadas del siglo XVIII, con la introducción del principio limitativo en la práctica gubernamental misma, implicó un punto de inflexión fundamental a partir del cual los sujetos de derecho, sobre los que se ejercía la soberanía política, ya no son considerados como tales y aparecen más bien como una “población” que debe ser administrada por un gobierno. Foucault articula entonces claramente su análisis del liberalismo con la biopolítica al sostener que “es aquí donde encuentra su punto de partida la línea de organización de una ‘biopolítica’” y se pregunta: “¿quién no ve en ello solo una parte de algo mucho más amplio, que [es] esa nueva razón gubernamental?” (2004b: 24). De ahí que Foucault afirme la necesidad de estudiar el liberalismo como marco general de la biopolítica.

Ahora bien, Foucault observa que, desde mediados del siglo XX, fue el neoliberalismo (en sus versiones alemana y estadounidense pero también francesa) quien operó un cierto número de desplazamientos, transformaciones e inversiones con relación a la doctrina liberal tradicional y se impuso como nueva forma de racionalidad gubernamental. Entre esos desplazamientos, transformaciones e inversiones, aparece, de manera paradigmática, el desplazamiento del intercambio a la competencia pura como principio de formalización del Estado y de organización de la sociedad a partir de una economía de mercado. La competencia solo tiene efectos por la esencia que detenta, que la caracteriza y la compone. De esta manera, la competencia constituye un objetivo histórico del arte de gobernar y no un dato de naturaleza que debe ser respetado (Foucault, 2004b: 124). La competencia pura es producida por una gubernamentalidad activa. Foucault dice: “La economía de mercado no sustrae nada al gobierno. Al contrario, indica, constituye el índice general bajo el cual es preciso ubicar la regla que va a definir todas las acciones gubernamentales” (2004b: 125). Por lo tanto, subraya Foucault, es fundamental comprender que para los neoliberales, es necesario gobernar para el mercado más que gobernar a causa del mercado (2004b: 125).

Por ello, para esta racionalidad gubernamental que es el neoliberalismo, el mercado es aquello que es necesario llegar a producir en el gobierno. La sociedad se formaliza en base al modelo de la empresa, que redefine el “homo oeconomicus” como empresario de sí mismo a partir de la noción de capital humano. El homo oeconomicus constituye para sí mismo su propio capital, su propio productor y la fuente de sus rentas. Produce simplemente su propia satisfacción. Se llega así a la idea de que la remuneración o la renta está afectada a un “capital humano” que es denominado de esta manera en la medida en que, justamente, “la idoneidad-máquina de la que constituye la renta no puede ser disociada del individuo que es su portador” (Foucault, 2004b: 232). Foucault recuerda aquí, en nota a pie de página, la definición de capital humano dada por Schultz: “La marca distintiva del capital humano es que constituye una parte del hombre. Es humano porque está corporizado en el hombre y capital porque es fuente de satisfacciones futuras o de ganancias futuras o de ambas” (Foucault, 2004b: 243).4

La racionalidad gubernamental neoliberal conducirá igualmente a la emergencia del nuevo campo de la sociedad civil como correlato del arte de gobernar. Así, Foucault señala que la sociedad civil es “un concepto de tecnología gubernamental o, más bien, es el correlato de una tecnología de gobierno cuya medida racional debe ajustarse jurídicamente a una economía entendida como proceso de producción e intercambio” (2004b: 299-300). De este modo, la sociedad civil responde a la pregunta cómo gobernar un espacio de soberanía integrado por sujetos económicos de acuerdo con reglas de derecho.

Contrariamente a como la conceptualizan los teóricos políticos de la primera modernidad, la sociedad civil no constituye un dato histórico-natural que vendría a actuar como base y principio de oposición al Estado y a las instituciones políticas. Pero con ello Foucault no quiere señalar que la sociedad civil sea el producto puro y simple de la tecnología gubernamental moderna y que entonces no tenga una entidad propia, sino que, como ocurre con la locura y la sexualidad, se trata de lo que denomina una “realidad de transacción” o “transaccional” (“réalité de transaction”, “transactionnelle”), es decir, como aquello que emerge del juego entre las relaciones de poder y lo que escapa constantemente a ellas, en la interfaz de los gobernantes y los gobernados (Foucault, 2004b: 301).

Como se señaló, Foucault inscribe los desarrollos recién señalados sobre el neoliberalismo como forma de racionalidad gubernamental contemporánea, en dos grandes modelos: el neoliberalismo alemán y el neoliberalismo estadounidense. El modelo del neoliberalismo alemán se encuentra ligado fundacionalmente a la Escuela de Friburgo, a la revista Ordo y a un conjunto de pensadores del campo de la economía, la sociología y el derecho, entre los que cabe incluir, entre otros, a von Mises, Hayek, Eucken, Röpke, Böhm, Rüstow y Müller-Armack. Foucault sostiene que esta expresión del neoliberalismo, a la que denomina “ordoliberalismo” (en alusión a la publicación mencionada), se consolida con el fin de hacer frente al nazismo (como “campo de adversidad”) en el que ve un punto de convergencia de distintas formas de dirigismo y planificación económica y de políticas sociales de corte “socialista”. A diferencia del liberalismo clásico, el neoliberalismo en su versión alemana -como ya indiqué-, sostiene que el mercado no constituye un “dato natural” sino que, por el contrario, debe ser producido activamente. De esta manera, los ordoliberales propondrán que hay que gobernar activamente para producir las condiciones del mercado. Esto lleva, como bien analiza Dalmau, a “la problematización del mercado como ámbito que debe ser configurado formalmente a partir de técnicas gubernamentales que promuevan la empresarialización de las relaciones sociales” (que Foucault denomina “política de la sociedad” por referencia a la expresión “Gesellschaftspolitik”) y a “inscribir en “la realidad” el mecanismo de la competencia” (2018: 92). Aun cuando cualquier intervención en los mecanismos del mercado será impugnada, “se alentarán formas de intervención activas sobre las condiciones de posibilidad del mercado” (Dalmau, 2018: 92).

Foucault señala que un jalón fundamental en la arqueo-genealogía del neoliberalismo está constituido por el Coloquio Walter Lippmann, celebrado en París en agosto de 1938, en la medida en que en él, se definen las propuestas específicas y propias del neoliberalismo (2004b: 138).5 Antes de desarrollar el análisis del modelo neoliberal estadounidense, Foucault hace una breve referencia al caso francés, en particular, a las políticas implementadas por Giscard d’Estaing.

Por su parte, el neoliberalismo estadounidense, ligado a la Escuela de Chicago, profundizará y radicalizará la torsión producida por el ordoliberalismo. Entre sus representantes, cabe mencionar a von Mises, Hayek, Simons, Schultz, Stigler y Becker. El eje de sus desarrollos girará en torno de la “teoría del capital humano”. Es en este punto donde Foucault desarrolla su análisis sobre la teoría del capital humano y el homo oeconomicus. Asimismo, tematiza el paradigma del liberalismo estadounidense a partir de las cuestiones de la delincuencia y la política penal, aplicando la grilla económica a los fenómenos sociales.

En suma, poniendo en perspectiva el análisis que Foucault desarrolla sobre el liberalismo y el neoliberalismo, se puede sostener que el problema central que caracteriza la racionalidad liberal y neoliberal consiste en saber cómo regular el gobierno (“el arte de gobernar”) del comportamiento racional de los gobernados. Ahora bien, es fundamental advertir, subraya Foucault, que ello no quiere decir que otros tipos de racionalidades gubernamentales hayan desaparecido o sean completamente desplazadas. Por el contrario, Foucault enfatiza que desde el siglo XIX, una serie de racionalidades gubernamentales se solapan, se apoyan, se contestan, se combaten unas a otras (artes de gobernar en la verdad, en la racionalidad del Estado soberano, en la racionalidad de los agentes económicos, de manera más general, en la racionalidad de los gobernados mismos) y van a ser objeto de debate político. Es justamente aquí donde Foucault introduce, a modo de conclusión del curso, en sus últimas palabras, una de sus famosas definiciones de la política: “¿Qué es finalmente la política sino a la vez el juego de estas diferentes artes de gobernar con sus diferentes índices y el debate que estas suscitan? Es allí, me parece, donde nace la política” (2004b: 317). Con lo que deja abierto el camino a una transformación posible.

Gubernamentalidad, biopolítica y neoliberalismo

Como se señaló, Foucault desarrolla su análisis del liberalismo y el neoliberalismo en el contexto de sus investigaciones sobre la biopolítica y la gubernamentalidad. Foucault inscribe entonces su investigación de las formas del liberalismo y el neoliberalismo en el marco de una arqueo-genealogía del gobierno y de una “historia de la gubernamentalidad”. Este objetivo de trabajo constituye un momento fundamental de la producción foucaultiana en la medida en que condensa el marco teórico central desde el que lleva adelante sus investigaciones desde finales de los años 1970 hasta prácticamente su muerte puesto que en él subsume sus desarrollos sobre la producción de la subjetividad en relación con la producción de la verdad atravesada por las prácticas gubernamentales, tanto en términos de sujeción y dominio como de des-sujeción y autoproducción de la vida en base a los propios deseos e intereses, en forma individual y colectiva. Con ello, lo que pretendo decir es que a partir de las nociones de gobierno y de gubernamentalidad, Foucault podrá desplegar tanto el proyecto de un análisis del poder/gobierno en términos de control y dominación como de creación y disrupción, lo que permite comprender, por un lado, su investigación sobre el liberalismo y el neoliberalismo, pero también, por otro lado, sus estudios sobre la hermenéutica del sujeto y la crítica del presente.6 Esta manera de interpretar las últimas investigaciones de Foucault, desde finales de los años 1970 hasta su muerte, permite, en definitiva, sopesar el alcance del giro de sus trabajos en el pasaje de una década a otra. A diferencia de lo que sostienen algunos analistas, Foucault no se aleja por completo y de manera sorpresiva de sus investigaciones anteriores, sino que, por el contrario, enfatiza una dimensión que ya se encontraba en ellas pero que ahora desarrolla a pleno (pese a que parte de esos trabajos ya habían comenzado hacia mediados de los años 1970) para leer en el espejo de la antigüedad (clásica o tardía) o de la temprana Edad Media, una serie de cuestiones (entre otras, la inquietud de sí, las máximas morales, la ascesis, la confesión, la dirección de conciencia) que le permitirán responder a problemas del mundo moderno, de su configuración y de sus relaciones. Por ello, creo que es sumamente problemático establecer un hiato entre lo que Foucault realiza durante la segunda mitad de los años setenta y los primeros años de la década de los ochenta del siglo pasado. Antes bien, en mi opinión, cabría interpretar ese momento como un “pasaje” o un “giro” en la producción foucaultiana, que permite al filósofo desarrollar, de manera complementaria, aspectos que forman parte de la misma preocupación: como él mismo lo dice, la relación entre modos de veridicción, técnicas de gubernamentalidad y prácticas de sí, una relación que, por lo demás, podría señalarse respecto de todas sus investigaciones (2009: 10).7 En efecto, tomando las palabras de Foucault sobre su propio trabajo en ese momento pero también más de allá de ellas, creo que se puede sostener que sus investigaciones consideradas de forma integral (sobre la locura, la enfermedad, la delincuencia, la sexualidad, la economía política) están signadas por la relación entre la producción de la subjetividad, la producción de la verdad -entendida como veridicciones- y las prácticas de poder/gobierno-saber, inscriptas en el entramado de relaciones socio-históricas. Son estos ejes del sujeto, la verdad y el poder -en otras palabras y aun reconociendo los matices semánticos que ellas implican-, los que definen, en mi opinión, las líneas centrales de su pensamiento.

Ahora bien, creo conveniente explicitar qué entiende Foucault por gubernamentalidad como marco en el que inscribe su análisis del liberalismo y el neoliberalismo. En la respuesta que voy a dar, no pretendo hacer un desarrollo exhaustivo del concepto en Foucault, sino destacar las notas centrales que permitan comprender mejor la inscripción del análisis mencionado.

La gubernamentalidad (“gouvernementalité”), neologismo acuñado por Foucault, da cuenta de un fenómeno propio y específico de la sociedad moderna: la configuración de la vida (pero también de la muerte y cuyo epifenómeno central está constituido por la ecuación entre la animalidad y la politicidad), en el marco más general de la propuesta foucaultiana de análisis de la producción de la sociedad moderna como correlato del mercado. Así, la gubernamentalidad hace referencia a una relación muy particular entre la vida y el gobierno/poder, por la cual la vida es modelada por el poder, sometida a él, y, sobre todo, configurada de una cierta manera que impide toda otra posibilidad. Asimismo, Foucault entiende la sociedad moderna, concretamente, como el resultado de la tensión entre prácticas de veridicción y prácticas de jurisdicción, que remiten especialmente a los mecanismos interno y externo de funcionamiento del mercado, en los ámbitos particulares de la economía y el derecho.

Por esta vía, la noción de gubernamentalidad se relaciona con la de biopolítica como tecnología de poder, que Foucault define como el acontecimiento decisivo de la modernidad que define su lógica en tanto relación del poder sobre la vida a través de la cual el poder da una cierta forma a la vida (considerada tanto de forma individual como colectiva) impidiendo que asuma otras.

Ahora bien, el concepto de gubernamentalidad constituye una categoría clave y compleja en la producción foucaultiana y es formalmente presentado en Seguridad, territorio, población. Más aún, constituye el eje de este curso, a punto tal que se lo podría denominar, como el propio Foucault lo dice, “Una historia de la gubernamentalidad” (2004a: 111). En un pasaje de la clase del 1° de febrero de 1978, donde Foucault propone el concepto por primera vez, caracteriza la gubernamentalidad a partir de tres elementos (2004a: 111-112): 1) el conjunto constituido por las instituciones, los procedimientos, los análisis y las reflexiones, los cálculos y las tácticas que permiten ejercer esa forma bien específica, aunque muy compleja, de poder que tiene por objetivo principal la población, por forma mayor de saber la economía política y por instrumento técnico esencial los dispositivos de seguridad; 2) la tendencia, la línea de fuerza que, en todo Occidente, no dejó de conducir, desde hace mucho tiempo, hacia la preeminencia de ese tipo de poder que se puede denominar el “gobierno” por sobre los demás (soberanía y disciplina) y que llevó, por un lado, al desarrollo de una serie de aparatos específicos de gobierno y, por el otro, al desarrollo de una serie de saberes;8 y finalmente, 3) el proceso, o más bien el resultado del proceso por el cual el Estado de justicia de la Edad Media, que se transformó en los siglos XV y XVI en Estado administrativo, fue poco a poco “gubernamentalizado”.

El significado de esta caracterización es fundamental para comprender qué entiende Foucault por gubernamentalidad. La distinción que Salinas Araya (2020) establece respecto de los tres elementos señalados, entre una “genealogía del gobierno” y una “historia de la gubernamentalidad”, es sumamente pertinente para comprender dicha cuestión. Salinas Araya afirma que la “genealogía del gobierno” refiere a la “línea de fuerza” entendida como los antecedentes de esa tecnología de poder que Foucault denomina “gobierno” y que no se agota en las instituciones políticas mismas, en tanto que la “historia de la gubernamentalidad” remite al “proceso” por el cual las instituciones políticas (el Estado, las instituciones de gobernanza paraestatal y supraestatal) de la modernidad llegan a gubernamentalizarse (2020: 46).

En función de esta caracterización foucaultiana de la gubernamentalidad y de su subsunción en las dos líneas conceptuales destacadas por Salinas Araya, la primera nota que, en mi opinión, debe ser subrayada, refiere a la arqueo-genealogía del gobierno que Foucault opera con esta categoría, reformulando así el análisis realizado hasta el momento sobre la cuestión del poder. De esta manera, la gubernamentalidad remite al problema del “gobierno” entendido, en un sentido general, como “determinación de la conducta de los hombres”. Foucault sostiene que esta noción tiene su origen en Oriente, en primer lugar, en un Oriente pre-cristiano y, luego, en el Oriente cristiano, bajo dos formas principales: el poder pastoral y la dirección de conciencia. Del análisis de los rasgos específicos del poder pastoral, Foucault propone, con el fin de caracterizarlo, la famosa expresión “omnes et singulatim”9 y, por supuesto, la gubernamentalidad, como doble movimiento del “gobierno de los hombres” en sus dimensiones individual y colectiva, subrayando especialmente el gobierno de la vida de las poblaciones y los dispositivos de seguridad con sus tres caracteres generales: los espacios de seguridad, la relación con el acontecimiento y la normalización.

En consecuencia, en este sentido, el eje del curso de 1978, y también en términos generales, el de 1979, es rastrear la historia del “gobierno” o de lo que se podría denominar “el arte de gobernar” aunque comprendiéndolo, en este caso, en el sentido estricto del ejercicio de la soberanía política (dejando otros aspectos del gobierno como tecnología de poder para las investigaciones posteriores). En particular, Foucault pretende determinar la manera a través de la cual se estableció el ámbito de la práctica del gobierno, sus diferentes objetos, sus reglas generales, sus objetivos de conjunto, con el fin de gobernar de la mejor manera posible, por lo que su investigación se aboca al estudio de la racionalización de la práctica gubernamental en el ejercicio de la soberanía política.

Con este objetivo, Foucault desarrollará su análisis del gobierno implementando una herramienta teórico-metodológica que se opone a un presupuesto fundamental con el que trabajan la sociología, la historia y la filosofía política: suponer que los universales (como el soberano, la soberanía, el pueblo, los súbditos, el Estado, la sociedad civil) no existen. Foucault pretende concentrase antes bien en la práctica gubernamental tal como ella se realiza, pero, al mismo tiempo, tal como es pensada y racionalizada con vistas a observar, a partir de allí, cómo se pueden construir efectivamente un cierto número de objetos, sobre cuyo estatuto es necesario interrogarse, como el Estado y la sociedad, el soberano y los súbditos, etc.

Ahora bien, el gobierno político en la modernidad se encuadra en la figura del Estado en la medida en que se presenta como una “historia de la gubernamentalidad”, que remite a la segunda nota fundamental de la gubernamentalidad antes señalada. Sin embargo, nuevamente a diferencia de los desarrollos de los teóricos políticos de la primera modernidad (en particular de los siglos XVII y XVIII), y siendo consecuente con su pauta de método, Foucault sostiene que la conformación del Estado moderno y la sociedad civil no se produjo a partir de un movimiento de integración de la sociedad por el Estado o “estatización de la sociedad”, sino, a la inversa, como un movimiento de la sociedad (es decir, el mercado) hacia el Estado o como una “gubernamentalización” del Estado. Esa “gubernamentalización” del Estado tuvo lugar a partir de tres grandes puntos de apoyo: la pastoral cristiana, la nueva técnica diplomático-militar y la policía. Así, Foucault afirma que el Estado es el correlato de una cierta manera de gobernar (2004b: 7).

La “gubernamentalización” del Estado permitió su supervivencia como “Estado de gobierno” producido por efecto interno y externo de la gubernamentalidad. El “Estado de gobierno” es esencialmente definido por la masa de la población, con su volumen y su densidad, el territorio en el que esta se distribuye, y corresponde a una sociedad controlada por los dispositivos de seguridad (población, territorio y seguridad, como lo enuncia el título del curso de 1978). Es por ello que, en la perspectiva foucaultiana, la noción de gubernamentalidad refiere no solo al “gobierno de los hombres” sino también al Estado mismo, como correlato de una cierta manera de gobernar o “gubernamentalización del Estado”. Como se puede apreciar, los elementos de la caracterización foucaultiana de la gubernamentalidad (de una arqueo-genealogía del gobierno y de una historia de la gubernamentalidad), aun manteniendo su especificidad y sus alcances, terminan por superponerse.

En su análisis de la gubernamentalidad, Foucault distingue, sin embargo, dos momentos fundamentales en su desarrollo: un primer momento, durante el siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII, como una primera configuración de la gubernamentalidad con sus dos conjuntos de tecnologías del arte de gobernar -el sistema diplomático-militar y la policía-, que corresponde al “Estado de policía” y a lo que denomina la gubernamentalidad “de los políticos”; y un segundo momento, a partir del siglo XVIII avanzado, que corresponde al liberalismo como racionalidad de gobierno, que denomina la “gubernamentalidad de los economistas” (2004a: 354-362).

Estos desarrollos foucaultianos sobre la gubernamentalidad tienen su colofón en las conferencias “‘Omnes et singulatim’: hacia una crítica de la razón política”, pronunciadas en la Universidad de Stanford, en octubre de 1979, y publicadas en 1981. En este texto, Foucault condensa los rasgos fundamentales de la gubernamentalidad y los vincula claramente a los desarrollos que desplegará en los años siguientes, especialmente en lo que hace a los problemas de la identidad con relación al problema del “poder individualizante” y de la liberación a través del ataque de la racionalidad política (1994a: 136 y 161). La idea directriz que guía estas conferencias es el gobierno de los individuos por su propia verdad a partir del análisis de los lazos entre la racionalización y el poder.

Estamos aquí, por lo tanto, en este momento de la producción foucaultiana, ante un punto de inflexión fundamental entre dos nociones con las que Foucault concibe la política: una noción ligada a la gubernamentalidad y la biopolítica como modalización de la vida por el poder, es decir, como dominación y opresión, en la que la política aparece completamente ligada a los dispositivos del gobierno sobre la vida, que la hacen adoptar una forma particular y que impiden que se despliegue de otra manera; y otra noción, en sentido contrario, que vincula la política al ejercicio de la resistencia, la crítica y las prácticas de libertad a través de las prácticas de sí y de los otros como gobierno de sí y de los otros, que motoriza la creación y que lleva al viviente a constituirse en sujeto de su propia existencia. En este último sentido de la política, la noción de “contra-conductas” desempeña un papel importante. En efecto, en el curso de 1978, Foucault presenta la noción de “contra-conductas” como acto de resistencia al pastorado y a la gubernamentalidad, desde el final de la Edad Media y los comienzos de la modernidad hasta el siglo XIX. En cada oportunidad, toma ejemplos diferentes para ilustrar actos de resistencia a partir de contra-conductas concebidas como revueltas de conducta o resistencias de conducta, en el contexto de movimientos que tienen por objetivo otra conducta, frente a la dirección o a la determinación de una conducta impuesta, determinada o inducida por el gobierno. Foucault sostiene entonces que existe una correlación inmediata y fundacional entre conducta y contra-conducta (2004a: 199). Más aún, afirma que la noción de contra-conducta permite analizar “los componentes de la manera de actuar efectivamente de cada quien en el campo bien amplio de la política o en el campo bien amplio de las relaciones de poder” (2004a: 205).

Potencialidades y “límites” de la lectura foucaultiana del neoliberalismo

El análisis foucaultiano del neoliberalismo constituye una herramienta valiosa para el análisis, la comprensión y la interacción con nuestro presente en base al valor interpretativo, de perspectiva teórico-metodológica y de compromiso político que significó, aun cuando presente algunos “límites” en la medida en que no pudo tener en cuenta ciertos elementos y transformaciones que Foucault no podía ver o prever en razón del condicionamiento temporal de todo pensamiento.

Una de las contribuciones más importantes de ese análisis es la de considerar el neoliberalismo como una racionalidad de gobierno contemporáneo, lo que permitió a Foucault hacer un exhaustivo y consistente análisis de su desarrollo histórico, de sus regímenes de verdad y conocimiento y de sus formas de vida y de producción en términos de lo que elaboró como una arqueo-genealogía de sus formas, que combina las variables ya clásicas de su trabajo de las relaciones de poder/gobierno y la producción de formas humanas y regímenes de verdad enraizadas en la historia y las sociedades.

Ahora bien, ¿qué entiende Foucault por el sintagma “racionalidad de gobierno”? Para responder a este interrogante es necesario centrarse antes bien en el sentido que la noción de “racionalidad” tiene para Foucault y en los usos que hace de ella a lo largo de su “obra”. Se puede sostener que la racionalidad es pensada por Foucault como la legitimación de una cierta configuración socio-histórica en base a la correlación de fuerzas y de dispositivos y tecnologías de poder-saber en juego en un tiempo-espacio específico, es decir, en una determinada época y en una sociedad dada, que producen ciertas formas de subjetividad y de verdad, que crean un campo discursivo, que se traducen en prácticas e instituciones, que informan lo “real” y que se sirven de la idea de la razón para justificar su hegemonía.10 De ahí que Foucault afirme la necesidad de “despejar la forma de racionalidad que se presenta como dominante y a la que se otorga el estatuto de la razón para hacerla aparecer como una de las formas posibles del trabajo de la racionalidad” (1994c, 440). Como señala Prado, al aislar ciertas racionalidades como las dominantes en determinadas épocas y al problematizar esas racionalidades con la exploración de alternativas marginales o la propuesta de nuevas alternativas, Foucault desmantela la percepción de esas racionalidades como la representación de la razón universal (2014: 426). No huelga aclarar que la idea de racionalidad en Foucault está íntimamente ligada a la crítica que plantea a la razón como instancia ahistórica. En consecuencia, en el caso específico de la “racionalidad de gobierno” relativa al neoliberalismo, Foucault refiere a la legitimación que produce la configuración socio-histórica contemporánea en base a la correlación de fuerzas y de dispositivos y tecnologías de poder-saber.

Pero, al considerar el análisis foucaultiano del neoliberalismo, no se podría dejar de lado, en parte, la observación de Marx acerca de que en un punto no podemos sustraernos a la época en la que vivimos aun cuando esta observación no quite la potencialidad del análisis o de las ideas que tienen la capacidad de anticipar acontecimientos o ser visionarias, como, en buena medida, fueron el análisis y las ideas de Foucault sobre el neoliberalismo. En efecto, el famoso Hic Rhodus, hic salta, que Marx retoma de Hegel (y este de una fábula de Esopo y una frase de Lutero), también vale para el pensamiento de Foucault sobre el neoliberalismo: luego de su muerte, hubo cambios y transformaciones en la configuración del capitalismo que él no pudo ver o cuya pregnancia posterior no podía vislumbrar. De ahí que, como Salinas Araya (2020: 57), prefiero hablar de ciertos “límites” en el análisis foucaultiano del neoliberalismo con el fin de no acentuar tanto una condición defectuosa sino cierto umbral que el análisis foucaultiano no logró traspasar. Someramente, y sin pretender exhaustividad, entre esas reconfiguraciones del neoliberalismo contemporáneo, deben mencionarse las consecuencias más recientes del capital humano a nivel de los recursos humanos en términos de cómo medir la población a partir de las competencias; el capitalismo del conocimiento, es decir, el abandono del paradigma industrial en las décadas de 1990 y 2000, y la deslocalización de la producción material de bienes a escala global; el retorno a la producción local; la noción de globalización, que, sin embargo, había sido prevista por los neoliberales; la diversidad de las formas del neoliberalismo, que está implícitamente ligada a la globalización y, en muchos casos, relacionada con una deriva autoritaria, como fue, entre otros, de manera paradigmática, el caso del Chile de Pinochet o de otras experiencias de la región. Foucault nunca pudo ver cómo el neoliberalismo se diseminó a prácticamente todas las regiones del mundo porque murió en 1984 y vivió en un mundo bipolar, marcado por la Guerra Fría. Tampoco fue capaz de ver la revolución numérica que constituyó una revolución en la gobernanza del trabajo, en el actual desarrollo de la inteligencia artificial y, particularmente, en la configuración de una nueva forma de trabajo y de organización del trabajo como “capitalismo de plataforma”, que, como señalan Nicoli y Paltrinieri (2019), constituye un nuevo método de coordinación de la producción de valor. Foucault tampoco pudo asistir a la transformación de las finanzas, aunque comprendió, desde el comienzo, el momento fundamental de esa transformación que organiza el régimen del capital humano, ni a la revolución en la tecnología de las telecomunicaciones que comenzó a partir de la década de 1990 y a las prácticas de gobierno que implican, ni a la consolidación del neoliberalismo como mainstream del pensamiento económico-político, que marcará el pulso de la agenda de las políticas públicas y de las “recomendaciones y recetas” de los organismos multilaterales de crédito tanto a nivel de las economías “periféricas” como en los grandes centros capitalistas.11

Estos cambios y transformaciones en las lógicas productivas y en las dinámicas de acumulación del capital escaparon en parte al análisis foucaultiano. Sin embargo, más que dar cuenta de aquello que Foucault no pudo ver, que puede tener un valor relativo si se considera la limitación ya señalada por Marx, de lo que se trata más bien, en esta evaluación de potencialidades y “límites”, es de destacar que el análisis foucaultiano del neoliberalismo ofreció una valiosa grilla para su abordaje y comprensión y para un posicionamiento crítico frente a él. En efecto, las herramientas provistas por Foucault siguen manteniendo su vigencia y han dado lugar, durante los últimos años, a una serie de trabajos que abordaron las transformaciones señaladas y que son deudores de sus planteos (entre otros, Lazzarato: 2011 y 2014, Virno: 2014; Dardot/Laval: 2016).

Derivas del análisis foucaultiano del neoliberalismo y la gubernamentalidad como formas paradigmáticas del gobierno contemporáneo

A modo de epílogo, creo necesario destacar una serie de elementos clave que se derivan del análisis foucaultiano del neoliberalismo y la gubernamentalidad como formas paradigmáticas del gobierno contemporáneo.

1) A partir del giro de los años 1970 a los años 1980 en la producción de las ideas foucaultianas, el problema del gobierno estará sobredeterminado por el de la relación del sujeto con la verdad, o, mejor dicho, de la subjetividad con los juegos de verdad. En efecto, las investigaciones de Foucault de los años 1980 estarán marcadas por dicha problemática a la que asigna el término de “formas aletúrgicas”, en particular, la parresía.

2) Si la gubernamentalidad se centra especialmente en la vida de las poblaciones, ello no debe hacer perder de vista el hilo que une las investigaciones de los años setenta con las de los años ochenta del siglo XX, pues Foucault nunca abandona su preocupación por la producción de la subjetividad individual y colectiva. De hecho, a partir de entonces, se ocupará del polo individual bajo el prisma del gobierno por medio de la noción de “inquietud” o “preocupación por sí mismo” (souci de soi) como “gobierno de sí” que implicará y se desplegará, al mismo tiempo, como “inquietud” o “preocupación por los otros” (souci des autres), lo que redundará, asimismo, en una cierta idea de “comunidad” atravesada por la idea de la alteridad como construcción de un mundo común.

Ciertamente a partir del pasaje de una década a otra, como se señaló, Foucault continuará desarrollando su análisis del gobierno a partir de técnicas de sí que informan modos de subjetivación (tanto en el sentido de sujeción como de autoproducción en base a los propios deseos) en sus investigaciones dedicadas a la arqueología del sujeto de deseo en Occidente, la hermenéutica de sí y la producción de formas aletúrgicas, en particular, las referidas a la parresía, recurriendo a prácticas y nociones del mundo antiguo y de la Edad Media occidentales, en cuyo espejo invertido pretende encontrar, de todas formas, claves de interpretación, comprensión e interacción con problemáticas del mundo moderno. Se trata del trabajo que Foucault desarrolla particularmente en los cursos del Collège de France hasta su muerte, en el curso de la Universidad Católica de Lovaina de 1981, en algunas conferencias y artículos y en los tomos II a IV de Historia de la sexualidad.

3) No se podría dejar de subrayar que la posibilidad de la “resistencia” al poder/gobierno comienza a tomar rasgos más específicos en los cursos de 1978 y 1979, pues, entre otros aspectos, ya en el curso de 1978, como señalé, Foucault se detiene en las “contra-conductas” y en la importancia que revisten como acto de resistencia al pastorado y a la gubernamentalidad. De ahí que sostenga que la historia de la razón gubernamental y la historia de las contra-conductas que se opusieron a ella, no pueden ser disociadas una de otra (Foucault, 2004a: 365). Esta afirmación será retomada y reforzada en Omnes et singulatim, cuando Foucault afirma que no hay poder sin rechazo o revuelta en potencia e insiste en la posibilidad de la resistencia, la rebelión y el levantamiento.

Junto a ello, es necesario subrayar que también en 1978 Foucault desarrolla una de sus ideas más importantes sobre la “crítica” en su conferencia ante la Sociedad Francesa de Filosofía donde, entre otras consideraciones, propone la noción de “voluntad de no ser gobernado”, que se suma a los elementos de ejercicio de la resistencia en tanto ejercicio de poder que permite la des-subjetivación de las relaciones que llevaron a una cierta configuración de la subjetividad, habilitando, de ese modo, la posibilidad de nuevas subjetivaciones en base a los propios deseos y necesidades en un gesto que es, a un tiempo, individual e intersubjetivo. Estos elementos se completan unos años más tarde, con la explicitación de la noción de prácticas de libertad, entendidas por Foucault no como una concesión o permiso otorgado, sino como una potencialidad de la vida.

4) Como señalé, el análisis foucaultiano del neoliberalismo resulta sumamente valioso y ofrece herramientas para nuestro presente en base al valor interpretativo, de perspectiva teórico-metodológica y de compromiso político que significó, aun cuando presente algunos “límites”, en la medida en que no pudo tener en cuenta ciertos elementos y transformaciones que Foucault no podía ver o prever en razón del condicionamiento temporal de todo pensamiento. Ese análisis sigue teniendo vigencia tanto por el aporte teórico-metodológico que realizó como por las herramientas que proveyó para tratar aspectos que Foucault no abordó y por la capacidad de anticipación de realidades futuras.

5) Finalmente, es necesario subrayar, una vez más, que Foucault adopta claramente una postura crítica sobre la gubernamentalidad neoliberal contemporánea en forma decididamente contraria a quienes ven en él un pensador a favor del neoliberalismo, que se tradujo en la incitación por parte del filósofo a resistir a esa gubernamentalidad (que sigue siendo la nuestra) y a criticar y atacar sus puntos de apoyo y su racionalidad.

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*Este artículo constituye una difusión de resultados parciales de mis investigaciones en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina y en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Agradezco particularmente a Iván Dalmau la lectura atenta del manuscrito, los comentarios realizados y el intercambio fructífero. Asimismo, el artículo retoma algunas de las ideas presentadas en “La noción de política en la filosofía de Michel Foucault”, en Hermenéutica Intercultural. Revista de Filosofía, núm. 29, junio de 2018, Universidad Católica Silva Henríquez, Santiago de Chile, y en presentaciones en reuniones científicas realizadas durante los últimos años.

1En forma coincidente con este enfoque acerca de la producción de formas humanas de la gubernamentalidad liberal y neoliberal vid.Lorenzini, 2018; Dalmau, 2018, 2019 y 2020.

2Excepto que se indique lo contrario, la traducción es mía.

3En el mismo sentido de la necesidad de una perspectiva “arqueo-genealogía”, se pronuncia Méndez al señalar particularmente que el curso de 1979 despliega un juego sumamente dinámico entre la arqueología y la genealogía que permite un profundo cambio de “mirada” sobre el neoliberalismo y su crítica (Méndez, 2020). Vid. También Mascaretti (2014).

4Apud. Investment in Human Capital (48). Foucault señala, asimismo, que la frase es retomada en la página 161, a propósito de la educación como forma de capital humano.

5El coloquio fue organizado por iniciativa de Louis Rougier a propósito de la publicación en Francia del libro de Lippmann An Inquiry into the Principles of the Good Society (1937) bajo el título de La Cité libre (1938).

6Recuérdese, en este sentido, que el propio Foucault en “El sujeto y el poder” (1982) señala dos sentidos de la palabra “sujeto” en su relación con el poder: sujeto sometido al otro mediante el control y la dependencia y sujeto unido a su propia identidad a través de la conciencia o el conocimiento de sí (1994b: 227).

7Un señalamiento que ya había hecho en el curso del año 1983 (2008: 3-8 y 42).

8En este punto, creo importante subrayar que la afirmación foucaultiana de una gubernamentalidad moderna y contemporánea no debe llevar a asumir la lectura de una suerte de “era” de la gubernamentalidad homogeneizante o totalizante, sino que, por el contrario, en ella coexisten, junto a los dispositivos propios de seguridad y aun bajo su preeminencia, otros de soberanía y disciplina, como Foucault enfatiza claramente, además, en la primera lección del curso de 1978 (2004a: 9-11).

9Senellart, que estableció la edición del curso de 1978, señala aquí que el filósofo hace alusión a la máxima “Salus populi suprema lex esto” cuya primera aparición se encuentra (con un sentido bastante diferente) en Cicerón y que fue retomada a partir del siglo XVI por parte de la mayoría de los teóricos absolutistas. Da asimismo la referencia de Juan, 11, 50 y 18, 14 de La Biblia de Jerusalén (Foucault, 2004a: notas 35 y 39 de la lección del 8 de febrero de 1978, 137-138).

10En sentido similar, cf. la entrada “raison/rationalité” en Revel: 2008, 111-113 y lo desarrollado por Lemke en 2016: 81-83.

11Paltrinieri analiza lúcidamente algunos de estos elementos en Paltrinieri y Raffin: 2020.

Recibido: 09 de Diciembre de 2020; Aprobado: 29 de Diciembre de 2020

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