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Valenciana

Print version ISSN 2007-2538

Valenciana vol.12 n.24 Valenciana Jul./Dec. 2019  Epub Dec 30, 2019

https://doi.org/10.15174/rv.v0i24.474 

DOSSIER

Viaje trasandino y memorias de migración: imaginarios geográficos del Cono Sur en El sistema del tacto de Alejandra Costamagna1

Trans-Andean journey and memories of migration: Southern Cone's geographic imaginarium in Alejandra Costamagna's El sistema del tacto

M. Teresa Johansson* 

*Universidad Alberto Hurtado, Chile mtjohans@uahurtado.cl


Resumen

Este artículo interpreta los vínculos entre espacio y memoria en la novela El sistema del tacto (2018) de Alejandra Costamagna a partir de la configuración de una geografía afectiva del Cono Sur, un imaginario de provincia argentina y un archivo familiar de la migración. La emergencia de un imaginario territorial que incluye el cruce transadino, el recorrido por la pampa y la ciudad provinciana de Campana proyecta distintas formas de vida social transformadas en el tiempo. Estos imaginarios se elaboran tanto desde una figura de infancia que despliega una percepción particular del paisaje natural como desde una subjetividad que en el presente narrativo retorna para constatar la caducidad de las formas de vivir y habitar del siglo XX. La novela integra aspectos espaciales, materiales y lingüísticos en la conformación de distintas experiencias, imágenes y percepciones del entorno.

Palabras claves: geografía del Cono Sur; provincia argentina; espacio; caducidad; memoria

Abstract

This article interprets the relations between space and memory in the novel El sistema del tacto (2018) by Alejandra Costamagna based on the configuration of an affective geography of the Southern Cone, an imaginary of the Argentine province and a family archive of migration. The emergence of a territorial imaginary that includes the andean crossing, the journey through the pampa and the provincial city of Campana project different forms of social life transformed in time. These imaginaries are elaborated both from a childhood figure that displays a particular perception of the natural landscape and from a subjectivity that in the present narrative returns to verify the expiration of the ways of living and inhabiting the 20th century. The novel integrates spatial, material and linguistic aspects in the conformation of different experiences, images and perceptions of the environment.

Keywords: Geography of the Southern Cone; Province; Space; Expiration; Memory

Las escrituras latinoamericanas sobre las experiencias de viajes y de residencia bajo condiciones de extranjería o bien de relativa no pertenencia, han generado particulares imaginarios espaciales y geográficos del continente americano y han proyectado dimensiones subjetivas en torno a los desplazamientos y sus motivaciones estéticas y políticas. Estas narrativas han mantenido distintas líneas de continuidad histórica desde la fundación de los estados nacionales hasta la actualidad. Entre las más relevantes, podemos anotar aquellas que se centran en la invención del territorio geográfico y de sus ciudades. Motivadas por la urgencia de realzar los proyectos emancipadores, estas narrativas de viajes del siglo XIX y también del siglo XX, han contribuido a la invención de imaginarios nacionales y continentales. Ahora bien, entre la diversidad de narrativas que han sido partícipes de las invenciones geográficas del continente, también es posible anotar los relatos de las trayectorias migratorias cuya finalidad ha sido el poblamiento del continente a través de viajes trasatlánticos. Por otra parte, como es sabido, los viajes con trayectorias metropolitanas o periféricas también han sido involuntarios y forzados, generados por los desplazamientos obligados y los exilios bajo acuciantes contextos políticos.

Alrededor de estas problemáticas, la crítica ha leído las relaciones entre las distintas experiencias de viajes, los géneros autorreferenciales y la ficción novelística a lo largo de más de dos siglos de escrituras literarias en América latina. Se trata sin duda de una tendencia que, si bien ha cambiado en sus formas, es una dominante literaria que afirma su constante aparición y sus nuevas emergencias en el contexto de globalización contemporánea en el que se debaten los procesos migratorios y las resistencias territoriales ante un entorno devastado por el capitalismo.

Siguiendo estas tendencias, este ensayo indaga en el modo en que la novela El sistema de tacto propone una narrativa sobre la experiencia de los viajes migratorios que lleva a cabo desplazamientos de los imaginarios espaciales y geográficos del continente a partir de un ensamble entre procesos de memoria y formas de percepción y apropiación del entorno. Desde perspectivas espaciales, que siguen orientaciones geocríticas y ecológicas, esta interpretación explora el modo en que la novela de Costamagna realiza una invención geográfica del territorio del Cono Sur y la ciudad de provincia argentina junto a una particular articulación entre los viajes migratorios trasatlánticos y trasandinos que exponen sentidos contemporáneos de la migración y el fin de formas de vida del siglo XX. Siguiendo esta orientación, la novela forma parte de una tendencia más global de la narrativa contemporánea que ha sido descrita por Constanza Ceresa en los siguientes términos:

El espacio de la provincia se ha transformado en el espacio predilecto de la imaginación literaria chilena y argentina de las últimas dos décadas. Ya sea a través de personajes urbanos que llegan a un pueblo desconocido o regresan al propio, de relatos sobre la cotidianeidad local, o narraciones de viajes que conectan ambos espacios, estas obras literarias posan los sentidos en la geografía física y humana de estos espacios en un diálogo crítico tanto con las políticas económicas del presente como con las cosmovisiones del imaginario nacional en torno al territorio” (2018: 14).

Acorde a estas problemáticas, el presente ensayo explora las siguientes preguntas: ¿cómo se configuran los espacios geográficos, naturales, urbanos y familiares por los que transita el viaje americano?, ¿cómo se reinventa el recurrente motivo del cruce trasandino, la pampa argentina y el río Paraná desde una orientación que atiende a la interdependencia entre el sujeto, el entorno, la memoria, y el mundo de las cosas que lo afectan? Por otra parte, ¿cómo leer la condición perecedera del siglo XX en el viaje de migración periférica y en la detención temporal de la ciudad de provincia argentina? Y, finalmente, ¿cómo interpretar la hibridez en la lengua y la escritura generada por la experiencia delas migraciones?

Autoficción, materialidad y temporalidades

La novela El sistema del tacto de Alejandra Costamagna relata la historia de un viaje desde Chile a Campana, ciudad de provincia argentina a orillas del Paraná. El viaje es realizado por Ania, una mujer chilena, hija de padre argentino, quien debe asistir al funeral del primo de su padre, Agustín, el último sobreviviente de la familia de inmigrantes italianos que llegara desde el Piamonte en la primera mitad del siglo XX. En la narración, el relato de los días de permanencia de Ania en Campana, durante los cuales se constata el fin de la estirpe familiar, se ensambla con la voz de Agustín quien narra distintos segmentos dela infancia de la sobrina chilena cuando esta viajaba a visitar a sus abuelos durante la temporada estival. En esos veranos, la niña permanecía largas horas con su tía abuela inmigrante italiana, Nélida, la madre de Agustín, y con su prima Claudia, habitando una casa familiar en una ciudad de provincia llena de objetos, libros y jardines de naturaleza urbana.

En El sistema del tacto, el viaje entre Chile y Argentina, que se realiza periódicamente tras la migración paterna -debido a motivos veladamente políticos en los contextos de persecución ideológica de fines de los sesenta-, replica en una pequeña escala la historia de migración familiar desde Italia a la Argentina y expande las temáticas del desplazamiento en el espacio y en el tiempo al ensamblarlas con complejos procesos de memoria. Así, las operaciones de memoria se multiplican, disgregan y asumen distintas modalidades de enunciación. A lo largo de la novela, la voz narrativa impersonal alterna con el recuerdo infantil y se tensiona con el monólogo de Agustín, un punto de vista oblicuo y espectral sobre el pasado de la protagonista.

A partir de estos procedimientos, Alejandra Costamagna elabora desde una nueva perspectiva el vínculo entre padre e hija asociado al motivo del viaje. Se trata de un motivo recurrente en la escritura de la autora, de hecho, la novela presenta una relación intertextual con uno de los cuentos del libro Animales Domésticos que narra la historia de un viaje en automóvil de una niña con su padre desde Chile a Argentina acompañada por su mascota. Cabe señalar, por otra parte, que el tópico de las relaciones conflictivas entre padres e hijas en la narrativa de Costamagna ha sido vastamente interpretado por la crítica literaria, la que ha subrayado la potencialidad de su ligazón con problemáticas postdictatoriales elaboradas a través de un sostenido trabajo en torno a la memoria intergeneracional.2 En esta elaboración, Costamagna ha formado parte de una amplia gama de autores que ha privilegiado la figura literaria y la posición enunciativa del sujeto infantil junto a distintas operaciones autoficcionales. Así lo subraya Lorena Amaro, al referirse a un importante corpus narrativo del Cono Sur:

En oposición a la sedimentación de formas “tradicionales” o hegemónicas, se experimenta con formas autoficcionales y autobiográficas, provocando torsiones dentro del realismo a las que contribuye la introducción de la perspectiva infantil. Este tipo de foco narrativo propende a la desestabilización de los relatos, los vuelve precarios y parciales, aunque en su fragmentariedad constituyen igualmente un aporte a la reconstrucción de nuestra memoria elidida (2013: 112).

Los elementos autoficcionales de esta novela sobre la historia familiar de la migración paterna han sido subrayados por la autora y son un núcleo originario que permite ensamblar elementos referenciales y ficcionales mediante una diversidad de procedimientos discursivos que originan un “libro fronterizo”.3 Así, la novela integra una diversidad de materialidades lingüísticas y visuales que son parte de un acervo familiar de registros de imágenes y documentos. En éste se encuentran las fotografías de un álbum familiar entre Argentina e Italia que incluye los veranos en Mar del Plata, correspondencia de Nélida, el cuaderno de dactilografía y los extractos del Manual para inmigrantes. Al incluir estas materialidades de distinta factura y proveniencia, la novela se hibrida, integra imágenes y tipografías distintas para hacer aparecer la temporalidad de técnicas de escritura en desuso, tales como las cartas manuscritas o la máquina de escribir.4 Estas materialidades documentales que han sido incorporadas como un archivo a la textura de la novelase relacionan directamente con un mundo de objetos del siglo XX integrado al espacio vivido y recorrido. En este sentido, en el desarrollo narrativo, una serie de objetos físicos, cosas y artefactos en el interior de la casa familiar de la provincia cumplen con la función de ser agentes que precipitan las operaciones de la memoria al provocar un superposición de imágenes pretéritas y actuales.

A partir de los procedimientos discursivos y visuales antes señalados y de la inclusión de distintas materialidades, esta novela sobre trayectos migratorios se distancia de un itinerario de viajes. En su lugar, hace presente un ensamble de fragmentos de los desplazamientos y de las residencias que aparecen en relaciones de coexistencia, simultaneidad e interdependencia. Mediante esta operación de escritura se conforma una cartografía de espacios geográficos distantes bajo las temporalidades ensambladas del presente y de la memoria. De manera colateral, la novela integra los procesos de caducidad y finitud de un siglo en extinción cuyas formas de vida y de desplazamiento, arraigados en diversos imaginarios espaciales, se han vuelto obsolescentes o bien perviven en estado de crisis.

Espacio y memoria

En las últimas décadas, la relación entre memoria y espacio ha resultado de interés tanto para la literatura como para los estudios de geografía. Tal como proponen Alderman y Hoelscher, las nuevas aproximaciones a los estudios sobre el espacio que integran las dimensiones de la memoria social han influenciado tanto a las ciencias sociales como a las humanidades, al superponer “the shared dimension of remembering, and the equally social nature of how space is produced. Both have triggered extremely vibrant and sweeping work that has challenged basic understandings of space and time” (2004, 348). Esta perspectiva integra las nociones de espacio, lugar y paisaje a los procesos de la memoria y al mismo tiempo, permite proyectar la dimensión espacial hacia las temporalidades del pasado y del presente mediante mecanismos de coexistencia y yuxtaposición.

Por otra parte, cabe señalar que las nuevas interpretaciones ecocríticas y geocríticas sobre los espacios comprenden el territorio en relación con sus sentidos materiales y medioambientales. Estas perspectivas cuestionan las alteraciones producidas por el progreso tecnológico y ponen de manifiesto su impacto sobre el ecosistema natural en el actual contexto de capitalismo global. Asimismo, privilegian aproximaciones afectivas que permiten interpretar las relaciones de interdependencia entre el sujeto y el entorno, el mundo social y natural (Thrift, Morton, entre otros).

En este sentido, el imaginario espacial propuesto por la novela configura una geografía y una cartografía en las que la experiencia biográfica y afectiva está ligada al viaje que atraviesa el territorio del Cono Sur. El relato del viaje trasandino reescribe imaginarios espaciales de larga data en la literatura chilena y argentina, a saber: la cordillera de los Andes, la pampa, el río Paraná y la ciudad de provincia.

Viaje trasandino e imaginarios nacionales en una figuración menor

Los espacios de la pampa argentina y de la cordillera de los Andes han sido clave en la creación de los imaginarios nacionales argentinos y chilenos y una pieza fundamental en las operaciones de la escritura literaria tendientes a la apropiación simbólica y material de vastas zonas geográficas (Andermann, 2000). Sin embargo, no se trata de imaginarios espaciales estáticos, por el contrario, estos expresan importantes transformaciones a lo largo de la historia. Señala Fermín Rodríguez que al concluir el siglo XIX, la mirada sobre el territorio desértico y abierto de la pampa dio paso a un nuevo imaginario, el del espacio fértil para la ganadería y la agricultura que se preparaba para recibir a los inmigrantes europeos.5 Por su parte, Maíz sostiene que desde mediados del siglo XIX “la cordillera de los Andes, que había sido un espacio articulador de relaciones sociales, abierta para la circulación de bienes y de personas, comenzó a aparecer como el referente natural del límite de Chile y Argentina” (2007, 132). Más allá de estas variaciones, en la mayoría de los casos estos han sido espacios recorridos y cruzados por figuras masculinas: próceres, gauchos, arrieros, maquinistas, camioneros, que son parte de una impronta estatista, productiva y nacionalista que ha imperado en estos territorios.

La pampa argentina: recorrido de la memoria de infancia

El sistema del tacto presenta un imaginario del recorrido por la pampa argentina y del cruce de la cordillera desde una figura tangencial y poco transitada por la historia literaria, a saber: una niña extranjera que retorna para visitar a sus abuelos inmigrantes italianos. Así, la experiencia del viaje es construida por fragmentos y percepciones de un cuerpo inerme que recorre en automóvil un territorio atravesado por la imagen de la carretera.6 Esta nueva figura sobre el territorio, la “chilenita”, tensiona el gran relato identitario de la pampa construido por la literatura argentina como una matriz del espacio nacional. Al mismo tiempo, pone en evidencia su caducidad en tanto este relato pasa a ser un residuo discursivo del siglo XIX y XX, subvertido, en el siglo XXI, desde un lugar menor y desplazado.

La novela propone un relato de viaje que atiende a una perspectiva afectiva que se disloca entre la voz infantil, el relato impersonal y la memoria de Agustín. En el espejo de narradores que articula la novela, la versión de Agustín sobre el viaje de la sobrina aparece en un presente continuo y habitual:

La niña, en cambio, va y viene todos los años de Chile a Argentina, de Argentina a Chile por tierra. Ha escuchado tantas veces el relato de la chilenita y de su padre. Que la llanura buscando rieles de un tren que no aparece mientras avanzan hacia el horizonte, que los remolinos como espejismos, que las paradas en medio de la ruta para orinar o estirar las piernas, que las montañas allá al fondo, que la subida, ¿cuánto falta, papá?, que el túnel más largo del mundo […] que el viento como un animal furioso en la cumbre (14).

En el imaginario espacial que la novela construye, la pampa se presenta como un paisaje mirado desde el interior de un auto (una citroneta) que transita al lado de la vía férrea abandonada. Este paisaje superpone imágenes tradicionales de la pampa argentina, en sus condiciones de paisaje vacío y de paisaje surcado. Cabe recordar que la primera representación del territorio argentino propia del siglo XIX creó la noción de vacío mediante las figuras retóricas de un mar verde, un desierto o un océano (Rodríguez, 2010), y la segunda representación, ya en el siglo XX, transformó el paisaje en una pampa “estriada”, con árboles, seres humanos y producciones agrícolas (Baglieri, 2017). Ambas representaciones de la pampa son recuperadas tangencialmente en la novela por una mirada infantil que reinscribe tanto la imagen del desierto a través de la presencia de los “espejismos”, como del paisaje estriado a través de una certera imagen de la línea férrea. 7 Si bien la narración no construye una escena agrícola de campos habitados por seres humanos y omite asimismo el clásico motivo de las vacas pastando, sí interpreta otras continuidades entre el territorio y el mundo viviente al configurar la pampa como un espacio para la vida de las mariposas. La escena refiere el gesto infantil de cuidado y liberación de las mariposas atascadas en el auto por el trayecto en la carretera: “Mientras el padre echaba bencina y hacía trámites, Ania se encuclillaba frente a las rejillas delanteras de los vehículos para rescatar a los insectos aprisionados. Las más afectadas siempre eran las mariposas” (31)8.

Esta escena guarda una actitud compasiva hacia la naturaleza en la delicada labor del rescate de los insectos y, al mismo tiempo, anticipa a la cuasi extinción de las mariposas en el presente, producto de la industria química de pesticidas en los campos de soja exponiendo un momento previo a la crisis ecológica en ciernes. No obstante esta escena mínima y sutil, en este relato de viaje no hay aparición nostálgica de la naturaleza ni hay apología de lo sublime, sino sólo percepción de un paisaje de la pampa en el que se realizan actos mundanos asociados a emociones infantiles que no tenían lugar en los imaginarios nacionales tradicionales.

El cruce de la cordillera de los Andes y la intervención sobre el territorio

Guiado por una condición de carácter trasnacional, el relato de viaje de El sistema del tacto no sólo refiere el imaginario territorial de la Argentina sino que también recrea el motivo chileno del cruce de la cordillera: “que la bandera con la estrella blanca sobre el fondo azul y el rojo sangre a un costado, que las curvas montañosas, que la bajada, que al fin su casa” (14-15). En la memoria de Agustín, la imagen de la cordillera se presenta como un ícono nacional al fundirse con la bandera en un ensamble entre el paisaje, el territorio y la historia chilena que une lo material y lo simbólico. Por su parte, el cruce de la cordillera se ficcionaliza bajo tres trayectos que van cambiando a causa de los avances tecnológicos que transforman el territorio y desestabilizan las imágenes de la frontera.9 El primer trayecto rodea las montañas hasta llegar a las cumbres para atravesar por el paso fronterizo del Cristo Redentor. El segundo recorre el túnel cordillerano adentrándose en el interior de la montaña, en su “cavidad horadada”, ambos corresponden a la experiencia del viaje de la niña con su padre en la citroneta. Finalmente, el tercer recorrido es la última escena del libro. En él una perspectiva desde las alturas recorre los relieves y cimas del macizo cordillerano, invisibles desde la llanura. Desde esta óptica aérea la visión entra en otras relaciones sinestésicas con lo percibido: “Una luz de terciopelo, que vuelve más nítidos los pequeños valles, los montículos, las cumbres, la nieve expandida en las alturas. Si ajusta bien la mirada, puede tocar los cerros con los ojos. La máquina se sacude. Ella sabe que la montaña está dispuesta a recibirla con sus cuencas abiertas” (181).La actual forma del cruce cordillerano no sólo desdibuja las fronteras nacionales sino que también construye una perspectiva aérea en la que el cuerpo de la viajera queda fusionado con las cumbres montañosas en una nueva percepción del entorno geológico.

Las perspectivas del trayecto de la infancia y la adultez se ensamblan en imágenes de un paisaje cordillerano que expone el avance tecnológico capitalista del cambio de siglo y la caducidad de los trayectos del cruce cordillerano experimentados durante el siglo XX. Al rememorar un tiempo en que “la máquina aún no había perforado la garganta de la montaña” (30), las temporalidades que se despliegan en el relato inscriben en la biografía del viaje de la niña chilena, el cambio en la conformación geológica del territorio de la frontera. Finalmente, el viaje en avión viene a desplazar los modos anteriores de recorrer el cruce cordillerano dejándolos obsoletos, es decir, sólo como parte de un archivo de la memoria de infancia del siglo XX.

La ribera del Río Paraná y la ciudad de provincia: crisis ecológica y caducidad del siglo XX

El viaje de Ania a la ciudad provinciana de Campana implica adentrarse en un espacio local: “Del centro a un bus local que se interna en la provincia” (39). En el presente narrativo, se realiza un recorrido por la ciudad emplazada en la ribera del Paraná: “más allá divisa la orilla del Río”. Campana es descrito como “ese pueblo a medio oxidar” en el que se hibridan elementos de naturaleza con procesos precarios de industrialización y descomposición medioambientales. “El olor a plástico quemado brota de las chimeneas de la fábrica y se mezcla con los soplos del Paraná” (57). El río forma parte del escenario apocalíptico en el cual la degradación, la caducidad y la finitud ya han tenido lugar. Desde la llegada de Ania a Campana se hace evidente una crisis ambiental que afecta la respiración y el olfato, por tanto ya no es posible disociar el paisaje natural de aquel que sufre la intervención y el desecho de la industria: “A medida que se acerca al río, el humo aumenta su densidad, es cada vez más corpulento. Pero Ania no repara en el olor a quemado, ni en el canto agónico de las cigarras calcinadas en las quemas de basura nocturna” (108). La descomposición de un entorno natural y la quema de basura como una práctica colectiva, producen un nuevo escenario en el que la toxicidad del aire contaminado ha irrumpido en la ciudad de provincia. La crisis ecológica transforma la percepción del espacio y se torna en otro elemento de su decadencia.

La ciudad de provincia que bordea el Río Paraná pasa a ser entonces un espacio distópico en el que la protagonista recorre umbrales entre distintos estados de realidad: “Abruptamente, unas nubes gordas taponean el cielo y a los pocos minutos, como en un eclipse minúsculo, vuelve la luz entre la humareda” (108). La sincronía de un ciclo natural y de un ciclo intervenido por la quema de basura conforman una supraentidad que funciona como un agente que desestabiliza la percepción del entorno y de sí.

La ciudad de Campana expone un imaginario urbanístico conformado por una arquitectura de viviendas, plazas y edificaciones en decaimiento que resguarda un pasado inmovilizado que alberga una genealogía sociopolítica de las provincias argentinas del siglo XX. En su caminar por las calles San Martín y 9 de Julio, la protagonista se dirige hacia la estación de trenes donde se encuentra con los restos de lo que alguna vez fue una ciudad en movimiento: “El andén está vacío, abandonado”. Se alegoriza así el final de una forma de vida con valores sociales del siglo XX erigida sobre un proyecto urbanístico y arquitectónico que fuera emblema de las narrativas del estado moderno desarrollista asociado a las clases medias habitantes de las urbes. Se trata de un modo de sociedad que dio origen a una última generación antes del despoblamiento de la ciudad y de la crisis radical del estado nacional argentino. La referencia a la escuela pública es elocuente al respecto: “En algún momento se ve frente a la escuela pública, está cerrada, parece muerta”(89). Este microespacio degradado y abandonado en el presente representa el fin de un proyecto de ciudadanía del siglo XX que en el Río de la Plata incluía una importante presencia de migración europea: “En la plaza, justo al lado del jacarandá en su máxima floración, hay un monumento a los inmigrantes” (89).

Este recorrido singular por la ciudad no sólo da cuenta del decaimiento de los sentidos históricos y políticos que erigieron la provincia argentina, sino también de la extinción de una naturaleza urbana en convivencia con la vida social, una particular integración entre lo urbano y lo natural que en la novela se configura bajo las imágenes de los árboles y los pájaros. En el plano de Campana, la céntrica calle 9 de julio concentra tanto el comercio como el emplazamiento de casas con terrenos fértiles y árboles frutales. La memoria de Ania es activada por el encuentro con el árbol del naranjo: “recordar por contraste los nidos que descubrían con Claudia en el naranjo de la calle 9 de Julio”. El naranjo metaforiza una particular convivencia vital entre lo vegetal y lo social que se proyectaba en un modelo de ciudad habitada por una naturaleza urbana que en el presente aparece descuidada, carente de las fuerzas vitales y productivas. Esa forma de vida ha llegado a su fin pues tanto el paisaje natural como los modos de vida provincianos están sumidos en el decaimiento y en la destrucción: “En la calle mira las ramas del naranjo por si encuentra algún nido solitario, pero los pájaros están demasiado lejos o ya no empollan ahí. Tampoco hay frutos en las ramas ni en el suelo. Un árbol estéril, una ciudad que se vacía” (179).

En este sentido, el recorrido por la ciudad es también un desplazarse por una arquitectura en decadencia en la que se constata la senectud y la pérdida de los habitantes mientras en la plaza sólo quedan ancianos. De tal manera, los signos de vejez se hacen solidarios con la caducidad de la provincia como un microespacio de un habitar social y una forma de vida obsoleta.

No se trata entonces, de una mirada nostálgica sobre la ciudad de provincia en la que se emplaza la antigua casa familiar, sino más bien de un estado degradado de las cosas alejadas de la vitalidad de los seres humanos: “Las casas ahora están deshabitadas, comidas por la humedad. Moradas huachas, ya sin cuerpo que las habita” (56). Además de la humedad, un tipo particular de naturaleza emerge de la ruina y del estado de descuido: “El patio que unía las dos casas fue poblándose de una vegetación salvaje. El suelo un nido de hojas y uvas reventadas” (56). La imagen pone en relieve el estado malogrado de lo que antes fuera una naturaleza de una casa quinta, un terreno para los frutales en un jardín cuidado. En su lugar queda ahora una naturaleza salvaje e informe, en la que se entremezcla el fruto comestible con las hojas caídas como un desecho orgánico.

Lenguajes del viaje migratorio en el Cono Sur

Tras el recorrido de la protagonista por distintas geografías, espacios y materialidades que expresan la caducidad y lo perecedero en torno a la ciudad de Campana y al viaje del Cono Sur, es posible concluir este ensayo respondiendo a la siguiente pregunta:¿cómo se expresa una subjetividad constituida en la experiencia del viaje migratorio?

La ficcionalización de la geografía del Cono Sur elaborada en la novela de Alejandra Costamagna no sólo aparece diversificada en sus recorridos por el territorio sino que también se ensambla con una lengua supranacional que integra formas dialectales con ciertos usos de español estándar. La novela inventa así una geografía lingüística del Cono Sur, bajo la fórmula de hibridación de vocablos y de giros de lenguaje que corresponderían alternativamente a chilenismos o a usos rio platenses. A lo anterior, se agrega la presencia de formas de la lengua española utilizadas por los inmigrantes italianos llegados a la Argentina durante el siglo XX. A nivel léxico, esta alternación dialectal es referida como una experiencia de infancia sobre los usos y los valores de las palabras. Por lo tanto, el recuerdo del viaje trasandino es también una memoria sobre la variación lingüística a lo largo de una ruta que ensambla territorio y lengua más allá de las fronteras nacionales. Tal como sostiene Abril Trigo: “El discurso del migrante yuxtapone lenguas y sociolectos diversos en una dinámica expansiva que dispersa el lenguaje, contaminándolo con tiempos y espacios otros, con experiencias otras que lo atraviesan en múltiples direcciones, mientras reivindica la múltiple vigencia del aquí-ahora y del entonces-allá” (274).

A partir de lo anterior, se puede señalar que la novela crea un espacio para el lenguaje transnacional que no sólo desmonta una identidad nacional chilena, sino también deconstruye la lengua literaria rioplatense. Del mismo modo en que la novela expone operaciones de traslación sobre los imaginarios espaciales nacionales también interviene en las lenguas nacionales desestabilizando sus fronteras y generando zonas supradialectales.

El proceso de memoria, la puesta en crisis de los imaginarios nacionales y la apertura discursiva hacia modalidades transnacionales configuran una presencia tenue y tangencial ante lo que ha caducado. Una presencia situada en un precario lugar de entre medio, en una incierta dislocación espacial, temporal y subjetiva que no obstante su indeterminación, proyecta la elaboración de una memoria del siglo XX y un lenguaje de la migración. Así la exploración geográfica y espacial en torno a la memoria integra capas de territorios, objetos y seres humanos en declive, obsolescencia o degradación, pero también una lengua modificada. De esta exploración emana una narrativa híbrida, una experiencia de lo transitorio y un sujeto en estado de apertura. Esta nueva subjetividad que emerge de la voz de la protagonista, de la memoria sustitutiva de Agustín y de una discursividad impersonal, si bien conserva arraigos en formas de conciencia y percepción propias del siglo XX integra otro tipo de aperturas y enfatiza su interdependencia con el entorno y el medio ambiente en profunda transformación.

Conclusiones

Este ensayo ha propuesto que El sistema del tacto elabora una narrativa de viaje en la cual se ensamblan experiencias migratorias de distinta escala, a saber: las migraciones periféricas de velado carácter político y la gran narrativa de la migración europea hacia Argentina durante el siglo XX. En su factura, la novela realiza una particular intervención sobre procedimientos autoficcionales e hibrida tendencias documentales y ficcionales mediante una intervención sobre distintas materialidades. Así, logra superponer una diversidad de voces y materialidades que conforman una particular narrativa de viajes, distanciada del itinerario, y próxima a una experimentación con distintas temporalidades de la memoria.

En El sistema del tacto, el recuerdo y la experiencia del espacio recorrido y vivido se constituye como un tipo particular de paisaje, en tanto apropiación representacional de la naturaleza o el entorno (Anderman, 2008), atravesado por múltiples dimensiones yuxtapuestas y sincrónicas. En este sentido, la trama de los viajes sobre el territorio articula un desplazamiento espacial y temporal que integra las percepciones del presente con las operaciones de la memoria mientras se atraviesan espacios transitados en flujos de ida y retorno hacia lugares de residencia o breves estadías. En estas operaciones se despliegan imaginarios espaciales en relaciones de interdependencia con objetos materiales, evocaciones de sensaciones y percepciones del entorno.

El mapa territorial propuesto por la novela configura una geografía del Cono Sur que incluye el cruce transadino, el recorrido por la pampa y la ciudad provinciana de Campana a orillas del río Paraná. Este imaginario espacial emerge de un contrapunto entre una figura de infancia que despliega una percepción particular del entorno natural y social y una figura de adultez que experimenta una nueva percepción en la que se visibiliza la crisis ecológica contemporánea. Así, la novela crea un imaginario territorial del Cono Sura través del relato de formas de desplazamiento y modos de habitar signados por la finitud y la caducidad. En este sentido, esta novela, si bien está escrita por una autora chilena, se inserta de manera novedosa en una tradición de literatura argentina al interior de la cual propone nuevas conformaciones de los imaginarios espaciales tradicionales que encuentran expresión en una lengua abierta a rasgos supradialectales y trasnacionales.

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1Este artículo tuvo una primera versión como ponencia “Geografía afectiva del Cono Sur y memoria en El sistema del tacto de Alejandra Costamagna” presentada en el Congreso Orbis Tertius, La Plata, 2019.

2Tal como expone Bieke Willem en referencia a la novelística de la autora: “La figura central es la de la hija. Es una figura doblemente silenciada, no sólo por la sociedad patriarcal-dictatorial contra la cual escribieron sus antecesoras, sino también por la propia madre. El padre, en cambio, se representa frecuentemente como un aliado e incluso como un amante, a pesar de (o precisamente por el hecho de) estar en la mayoría de los casos ausente” (211)

3“—Yo tiendo a pensar que es un libro fronterizo, pero que podemos llamar novela —dice Costamagna, mientras revisa los archivos personales que dieron vida a esta historia, un relato en el que bucea en su genealogía familiar, específicamente en el lado paterno, en aquellos italianos que llegaron a Argentina en 1910, aunque se obsesiona con un personaje, su tía abuela Nélida, que llegó a Campana después de la Segunda Guerra Mundial. Esos materiales biográficos los traslada a la ficción y así construye la historia de Ania, una chilena que debe cruzar la cordillera para despedirse de Agustín, su moribundo tío argentino -primo de su padre-, el último eslabón de una genealogía que la tuvo, una buena parte de su infancia, viajando todos los veranos a Campana, donde compartía con Agustín y con la madre de él, Nélida, que es el centro de esta novela, aunque su vida se narre sólo a pedazos, como un rumor” (Alejandra Costamagna: “Esta novela visibiliza sobre todo el desarraigo, tan urgente hoy”, entrevista de Diego Zúñiga, 3 de Febrero del 2019. Disponible en: http://culto.latercera.com/2019/02/03/alejandra-costamagna-el-sistema-del-tacto/

4En este sentido, los objetos tienen inscrita una vida social que desencadena los procesos de memoria. La arqueóloga Jimena Lobo Guerrero Arenas lo plantea en los siguientes términos: “Objects which can be analyzed from the perspective of possessing ‘social lives’ and ‘cultural biographies’ (Appadurai, 1988; Kopytoff, 1988) are also linked to memory. They can help individuals to recall, explain, reflect, display, conceal, construct and reconstruct their experiential worlds and how they relate to them. Moreover, although many objects might appear as mundane, if not trivial, it is precisely in the details of their commonplace nature that it is possible to perceive and capture stories used to reconstruct and interpret the past; not least because individuals establish many different connections with objects which in turn constitute and reconstitute their ever-changing social being”(71).

5Fermín Rodríguez describe la imagen del desierto durante el siglo XIX: “Como si la tierra tomara de los mapas su falta de relieves y de accidentes, la llanura del Río de la Plata era una tábula rasa que estaba ahí, duplicando los blancos de los atlas, haciendo vacío en el vacío, fuera del tiempo” (23). Al término de su ensayo, anuncia las transformaciones del cambio de siglo cuando la exploración del territorio, sumada a la aplicación de nuevas técnicas de representación del suelo, transformaron el desierto en un espacio fértil, apto para la colonización y el cultivo (405). Se prepara así una política migratoria que recibirá a una parte importante del campesinado europeo, las estancias surgen como el principal polo productivo de la nación. Se origina la vida rural argentina que se desarrolla mediante la exportación de granos, carne y lana. Esta nueva imagen de la pampa atraerá a los inmigrantes del campesinado europeo. “Ferrocarriles, alambrados, chacras, pueblos, nuevos espacios para invertir y civilizar, créditos hipotecarios a largo plazo, promesas de movilidad social, eran las imágenes con las que los gobiernos provinciales y las empresas privadas de colonización intentaban atraer a trabajadores rurales europeos” (407).

6La siguiente cita corresponde a un ensayo de Macarena Urzúa en el que analiza la película chilena de Jueves a Domingo. Los aspectos que se destacan en relación con el viaje, el paisaje, y el recorrido en auto por la carretera, serían extrapolables a la novela de Costamagna “El espacio del viaje y el rol del paisaje, juntos con la mirada infantil, crean un mapa afectivo de ese recorrido, es decir, una ‘cartografía emocional’ como lo plantea Giuliana Bruno en Atlas of Emotion, que sería una extensión de la relación de lo sensible con el paisaje. En este espacio la carretera adquiere relevancia en la narración y puede percibirse como un espacio liminal, entre un lugar y otro, pero también entre un antes y un después en la vida de quienes la atraviesan” (170).

7“En otras palabras, en la pampa, como pura “extensión”, todo es igual, como cuadra a un paisaje “liso” y sin accidentes. Se puede agregar también que los espacios “lisos” y “estriados” corresponden, respectivamente, a los espacios “nómades” y “sedentarios” (Baglieri, 2017: 20).

8Al respecto, cabe referir el derrotero histórico del paisaje rioplatense en su relación con la escritura literaria, planteado por Graciela Silvestri: “La problemática principal en el Río de la Plata, en parte por el momento de su emergencia, articula fuertemente en sus inicios palabra escrita, sensibilidad naturalista y significados políticos; esta articulación permanece aunque cambia su sentido a través de estos dos siglos. Puede considerarse un primer momento de condensación de las figuras retóricas para observar este paisaje, que coincide con las letras románticas; un segundo momento, entre 1860 y fin de siglo, en el que el naturalismo predominante otorga al tema una inflexión particular; la renovación de la figura paisaje se produce de la mano de una reacción espiritualista e introvertida que, aunque ya palpable hacia fines de siglo XIX, consolida sus formas entre 1925 y 1950, articulando naturaleza y repertorio lingüístico moderno. Posteriormente, el tópico del paisaje disminuye su eficacia, en la medida en que una de sus características definitorias, la representación estética del mundo, pierde valor, aunque permanece largamente en las convenciones sociales” (Silvestri, 2002: 2).

9Para un estudio histórico visual sobre la iconografía de la cordillera en la constitución del paisaje latinoamericano y sus fines nacionalistas en Chile, véase el ensayo de Catalina Valdés (2014) “Por un paisaje nacional: la montaña como imagen de Chile en la pintura del siglo XIX” en Los riesgos traen oportunidades. Transformaciones globales en Los Andes sudamericanos. Borsdorf, Axel et al. Santiago de Chile, Instituto de Geografía-Pontificia Universidad Católica de Chile / Instituto Interdisciplinario para Estudios de la Montaña (IGF)-Academia de Ciencias Austriaca.

Recibido: 13 de Mayo de 2019; Aprobado: 20 de Junio de 2019

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