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Valenciana

Print version ISSN 2007-2538

Valenciana vol.11 n.21 Valenciana Jan./Jun. 2018

https://doi.org/10.15174/rv.v0i21.345 

Reseñas

Claudia Rocha y Claudia Carranza (coords.), Los habitantes del encanto. Seres extraordinarios en comunidades indígenas de América, San Luis Potosí, Colsan/ Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de San Luis Potosí, 2015.

Conrado J. Arranz* 

*El Colegio de México, México.

Rocha, Claudia; Carranza, Claudia. (coords.), Los habitantes del encanto. Seres extraordinarios en comunidades indígenas de América. San Luis Potosí: Colsan/ Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de San Luis Potosí, 2015.


A diferencia de muchos de los personajes que protagonizan los trabajos de investigación que contiene el presente libro, Los habitantes del encanto. Seres extraordinarios en comunidades indígenas de América no surge de manera mágica, maravillosa o sobrenatural, sino como un fruto más del proyecto “Personajes y lugares sobrenaturales en la literatura tradicional de México e Hispanoamérica. Perspectivas interdisciplinarias”, que integra dos categorías de estudio fundamentales en cuanto al análisis del discurso: la literatura fantástica y la literatura tradicional. El proyecto lo coordinan, en El Colegio de San Luis, las dos investigadoras responsables de este libro, Claudia Rocha y Claudia Carranza, y lo hacen desde sus dos disciplinas académicas, la historia cultural y del arte, y la literatura, respectivamente. El proyecto, por tanto, procura el estudio de personajes sobrenaturales desde una perspectiva multidisciplinar que permita un conocimiento complejo sobre las formas en las que éstos permanecen en nuestros imaginarios y discursos, tanto escritos como orales, partiendo especialmente del sincretismo que propició el encuentro entre las culturas prehispánicas y los nuevos pobladores españoles. Pues bien, en este contexto, el presente libro se propone, como señalan las autoras en la “nota preliminar”, analizar la memoria que prevalece aún en las comunidades indígenas contemporáneas como fruto de la transmisión oral de la misma y, en especial, atender a las características y a la función de los diferentes personajes fantásticos y sobrenaturales que se retratan en estos discursos.

Los habitantes del encanto consta de diez trabajos, en principio independientes, que no se encuentran divididos por capítulos que respondan a similitudes temáticas, geográficas o de cualquier otra categoría. Si acaso, desde el punto de vista temático, el lector experimenta un recorrido que va desde los textos en donde hay un mayor protagonismo del diablo -en la multitud de formas en que puede encontrarse dentro de los relatos-, hasta los que tienen como protagonistas a seres humanos con la capacidad de transformarse en animales, especialmente el nahual. Si atendemos al origen geográfico de donde han sido recogidos estos relatos, podemos percatarnos de que todos los capítulos hacen referencia a pueblos o regiones del centro-sur de México (Michoacán, Puebla, Huasteca, Veracruz, Oaxaca y Quintana Roo), a excepción de uno, que reflexiona sobre los comehombres del Altiplano aymara de Bolivia. El lector deberá estar prevenido de que, a pesar del subtítulo del libro, no encontrará diferentes estudios que permitan el análisis comparado entre los seres extraordinarios de las comunidades indígenas de América, es decir, de todo el territorio continental desde Canadá hasta la tierra de fuego, sino que -y con la salvedad comentada-lo hará por una gran parte del territorio mexicano.

El primero de los trabajos, “El diablo en la tradición oral y en la cosmovisión de los mayas de Quintana Roo”, de Marcos Nuñez Nuñez, analiza la figura del diablo a partir de testimonios recogidos por medio de entrevistas del autor a pobladores de la región y de otros estudios etnográficos realizados por diferentes investigadores que han trabajado en la zona. Los relatos prefiguran al diablo como una suerte de ángel derrotado, con valores antagónicos a Jesucristo y, aunque se da la paradoja de que aquél no está tan nombrado como éste, la realidad es que tiene una mayor trascendencia. Otro de los elementos que el autor destaca es el espacio en el que aparece el diablo, espacios inhóspitos, oscuros, ya sea en cuevas o en la selva, que corresponden al destierro y en donde, de alguna forma, se sincretiza con los diferentes seres del inframundo de los relatos de tradición prehispánica. También sobre la configuración del diablo, pero en la cultura y en los relatos de la comunidad purépecha de Ocumicho, trata el excelente trabajo de Eva María Garrido Izaguirre, que conjuga el discurso oral de dicha comunidad en cuanto a la elaboración de sus famosas piezas de alfarería que, además, y como también estudia la autora, ha sido privilegiada por las políticas culturales, sociales y turísticas de la región. La búsqueda de Garrido Izaguirre profundiza en la importancia que para dicha comunidad y otras aledañas, tienen los relatos de índole épica, también llamados “cantos sociales” o “poesía descriptiva”, que favorecen la transmisión de una historia. La autora se pregunta: ¿Cómo se incorporan estos relatos orales, y especialmente los protagonizados por diablos, a las piezas de alfarería?

De mucho más al sur, pero también de plena Tierra Caliente de Michoacán, son las leyendas que forman parte de la tradición oral de Huetamo y, en concreto, aquellas que se refieren al cerro de Mariana. Estos relatos orales constituyen la fuente primaria del trabajo de Raúl Eduardo González y Faviola Vargas Aparicio, un trabajo en gran parte descriptivo de las variantes y de los núcleos recurrentes que se producen en estos relatos que, por otro lado, parecen aludir a una historia del siglo XVII sobre el pacto de un hacendado con el diablo para evitar la fuga de su hija con un joven, ya que sentía por ella un amor incestuoso. El giro de este análisis comparado radica en una nueva historia sobre la transmutación de la hija en el cerro de Mariana, un hechizo que, hasta la actualidad, ningún hombre de la región ha podido romper. Si atendemos a la metodología de investigación y al desarrollo expositivo, este trabajo dialoga con el que Gabriela Samia Badillo Gámez lleva a cabo con los relatos orales protagonizados por la Llorona en algunas comunidades del centro-sur del estado de Puebla. El análisis y descripción de variantes que lleva a cabo la autora parte de la reconstrucción de prototipos de Butterworth y comenta las diferentes versiones que ha encontrado en la región, de tal forma que puede reducirlas con éxito a tres tipos de relatos según las características de la Llorona. Quizá, en este caso, echamos de menos una conclusión fortalecida con el análisis sistemático que realiza de las variantes; es decir, una especificación mayor de cómo contribuye el presente estudio a lo que ya se conocía históricamente sobre el relato.

“Nahuales y santos en la leyenda del Indio de Nuyoo”, de Grissel Gómez Estrada, también parte del análisis de variantes de las dos versiones -cada una en pueblos diferentes de la región mixteca-encontradas sobre Santiago Nuyoo, leyenda que rememora un suceso histórico real ocurrido en esta región de Oaxaca. En cada una de las versiones, Gómez Estrada se fija precisamente en la funcionalidad que tienen los dos personajes fantásticos de la misma, es decir, el nahual y el santo. Se vuelve apasionante la lectura del análisis en torno a la configuración de dichos personajes en la medida en que ambos pueblos -Santiago Nuyoo y Huajuapan de León- gozaron, a lo largo de su historia, de una influencia mayor de la cosmovisión prehispánica o católica, respectivamente. Desde cada una de las cosmovisiones, la autora demuestra que “las leyendas espiritualizan un hecho histórico, es decir, lo ficcionalizan para darle un sentido simbólico-social” (157).

Como afirmamos al inicio de esta reseña -y como acabamos de ver-, el otro personaje fantástico con más presencia en este volumen, además del diablo, es el nahual. Su análisis como personaje sobrenatural principal lo comparten dos trabajos: “Artífice de metamorfosis. El ktimel en la tradición oral de los teenek de la Huasteca potosina”, de Imelda Aguirre Mendoza, y “Las representaciones del nahual entre los nahuas de la Huasteca potosina”, de Vianey Mayorga Muñoz; ambos se refieren además a la misma región geográfica. De esta forma, mientras el primero pone énfasis en la construcción social del nahual según las narrativas tradicionales de la comunidad teenek, el segundo prefiere centrar su óptica en las cualidades que una persona puede adquirir de los animales en este proceso de transformación, y lo hace de una manera general en toda la región sur de la Huasteca. Así, en este último caso, partiendo de fuentes orales, establece diferentes configuraciones del nahual: como brujo o curandero; como espíritu maligno; como ave de mal agüero que perturba la existencia de otros animales; como raptor de energías, especialmente a los niños; o como espía, facilitado por su cuerpo animal. Mayorga Muñoz concluye que la única visión positiva del nahual es la que lo asocia con el curandero, pero una gran mayoría de los relatos recogidos tienen que ver con encuentros adversos al propio ser humano. La autora se refiere también a la cosmovisión común que tienen, a este respecto, los nahuas y los teenek, para lo cual incluso cita trabajos de Aguirre Mendoza, autora del primer texto y autoridad en la materia. Esto, y el hecho de que ambos trabajos se encuentren de manera consecutiva, permite un viaje de lo particular a lo general, en donde Aguirre Mendoza estudia de manera detallada y profunda la configuración de los nahuales (ktimeles) en la cultura teenek-nocturnidad, relación con la luna, alteridades, alimentos, muerte, magia-,su trascendencia social en los relatos y la necesidad de trabajar con ellos a partir de los conceptos de “cuerpo” y “transformación”, mientras que, por el contrario, Mayorga Muñoz ofrece una visión más panorámica, proponiendo una catalogación según sus cualidades.

El tercer trabajo, que también se constriñe a la región de la huasteca y, en concreto, a las comunidades teenek, es el de Claudia Rocha. En “Habitar el monte sagrado. Lo sobrenatural y lo salvaje: de hormigas, aves y deidades entre los teenek”, la autora analiza la importancia de lo que llama “geografía sagrada”, es decir, espacios -como un monte o un cerro- que forman parte del pensamiento simbólico del lugar y, por lo tanto, propician la creación de relatos míticos sobre el origen ancestral de dichas comunidades. El completísimo estudio de Claudia Rocha lo podemos ligar tanto a aquellos estudios que ponen su perspectiva en la relevancia de la simbología del espacio natural -“geosímbolos”-para el desarrollo de relatos orales, como a aquellos otros que comparan las cosmovisiones prehispánicas frente a las católicas para observar mejor el desarrollo y la fijación de características. El documentado estudio de Rocha permite también comprender la visión que se tenía de los montes durante el período colonial y la manera en la que éstos fueron empleados para alojar allí a personajes sobrenaturales de carácter negativo, aspecto que comparte con otros trabajos del presente libro.

El capítulo de Gerardo Fernández Juárez en torno al personaje sobrenatural del comehombres -una variación del diablo- que aparece en los relatos orales del Altiplano aymara de Bolivia contiene una exhaustiva documentación -reflejada especialmente en largas notas eruditas a pie de página- del período colonial, lo cual propicia una comparación entre los diferentes relatos mexicanos. El autor especifica las características con las que los peninsulares reconocieron al diablo al llegar a dicha región y las compara con las que tienen actualmente en los relatos contemporáneos en donde es protagonista, de tal forma que la relevancia del mismo se ha trasladado al mediador, conocido con el nombre de ch’amakani. La recreación documental de las visiones de los españoles a su llegada al Altiplano aymara contrastan con los relatos actuales que, además, Fernández Juárez tiene el acierto de recrear.

Por último, el trabajo de Ana Bella Pérez Castro, “Los chaneques siempre presentes en el sur de Veracruz”, recoge la peculiaridad de las narraciones que se producen en el seno de una comunidad petrolera del sur del estado de Veracruz, Hidalgotitlán, a la orilla del río Coatzacoalcos. La autora reconstruye el contexto en el que se producen las historias orales sobre chaneques, partiendo de la conformación económica y social de dicha población, especialmente con el hecho de que sea un pueblo mestizo -a diferencia de otros del sur de Veracruz- y cuyos pobladores se dedican a la explotación petrolífera, es decir, disponen de un salario. El trabajo contiene además un amplio estudio de todas las fuentes que se han aproximado, desde la antropología y la etnografía principalmente, a estos personajes sobrenaturales y afines que “aparecen” en la región, lo cual permite, por un lado, tomar conciencia de los préstamos de los relatos orales y, por otro lado, atender a la peculiaridad de los que se producen en esta singular población.

La propia organización de esta reseña para comentar los trabajos que forman parte de Los habitantes del encanto. Seres extraordinarios en comunidades indígenas de América evidencia los diálogos que este libro propicia entre los diferentes estudios que contiene, ya sea a través de las herramientas metodológicas propuestas, o ya por las perspectivas de análisis, los temas escogidos o las regiones geográficas que estudian. En este caso, es un acierto que el lector desconozca la formación académica de los colaboradores, ya que esto revaloriza la riqueza de aproximarse a los fenómenos sobrenaturales que se producen en los relatos -especialmente orales, pero también escritos- a través de herramientas interdisciplinarias, como las que provienen de la historia, la sociología, la etnografía, antropología, filología, los estudios literarios, por citar sólo algunas de ellas. Por último, los trabajos que contiene Los habitantes del encanto propician una comparación de las características de los relatos en torno a la aparición de personajes sobrenaturales, evidenciando que muchas de ellas son comunes a pesar de la distancia geográfica, como, por ejemplo, las que se refieren a los espacios en donde se producen dichas apariciones.

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