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Valenciana

versión impresa ISSN 2007-2538

Valenciana vol.11 no.21 Valenciana ene./jun. 2018

https://doi.org/10.15174/rv.v0i21.381 

Dossier

La ontología del presente

Javier Corona Fernández*


Los tres trabajos que integran este dossier se inscriben en la reflexión sobre las maneras de actuar y de conocer propias de la sociedad contemporánea; éste reúne el trabajo de críticaque a partir de autores como Max Weber, Theodor W. Adorno, Walter Benjamin, Martin Heidegger, Michel Foucault, Antonio Negri, Michael Hardt, entre otros, nos ha permitidoidentificar categorías básicas para investigar y comprender la especificidad de nuestra época. En el marco de la sociedad de control y las peculiaridades del biopoder, el análisis de la situación presente nos lleva a pensar en torno a una forma categorial esencialmente incondicionada; esto es, al ser humano y la formación de su identidad, al individuo que vive en condiciones tanto de opresión como de crítica y de resistencia. Este planteamiento se percibe como necesario porla manera en que se da el nexo entre el cuidado de sí y el gobierno de los otros, lo que marca una frontera en ocasiones tajante, a veces difusa, entre ética y política. Aquelloa lo que nos referimosse ha definido en algunos momentos como autoconciencia, sujeto o individuo actuante, yo o sí mismo,que a decir verdad hoy en día cobraaún más importancia ya que seguimos asumiendo que esta dimensión cuenta con la posibilidad de conducir su existencia de un modo irreductible al orden performativo.Lo cual significa, por un lado,traer a discusión la constitución histórica de ese uno mismo, que ha venido a formarse como resultado del cuidado de sí o de las tecnologías formativas del yo; pero, por otro lado, representa también actualizar el interés por su preservación, un interés expuesto al describir al individuo con base en su capacidad de convertirse, tanto en la vida como en el trabajo, en algo que no se era al principio, se discute entonces acerca del devenir de su propia constitución en un horizonte plagado de condiciones adversas. En efecto, ya se trate del cerco instituido por un saber dominador y destructor, en el que la racionalidad moderna construye una hegemonía que ha transfigurado el ideal del conocimiento humano;o pensemos en las relaciones entre los sujetos y sus verdadesen las formas emergentes de subjetividad que se encuentran inmersas en la creciente socialización de las “redes cibernéticas”, urdimbre que los aísla y los hace más extraños que nunca; o finalmente, si proponemos haceruna incursión que nos acerque al peculiar lugar del individuo frente al poder económico que le impone ritos y sacrificios para sobrellevar una vida más o menos miserable, más o menos consumista.

Con el primer problema tenemos el texto de Raúl Fornet Betancourt: “Del conocimiento teórico contemplativo al saber dominador y destructor”, que nos acerca al desarrollo de un tipo de conocimiento signado por el análisis diferencial y la cuantificación de lo real, el cual marcha paralelamente a la formación social y económica de Europa, una racionalidad caracterizada por la técnica y el dominio. En este texto, el autor nos conduce hacia un planteamiento de crítica intercultural que, frente a la civilización hegemónica, recupere un tipo de saber vivencial que supere los prejuicios de la racionalidad ilustrada. El segundo artículo “Hermenéutica y ontología: el sujeto y la verdad o del cuidado de sí y la parresía”, de Patricia Carreño, expone la centralidad que en la perspectiva de Foucault tiene el problema de la verdad y de su historia, el cual es la historia misma de la subjetividad y del ocuparse con lo que acaece en el pensamiento. Pero lo que sucede con el pensamiento tiene que ver con el lenguaje y con la aprehensión del presente como trabajo para construirlo, no para justificarla apariencia de su ser. Finalmente, tenemos el ensayo “La deuda como forma de gobierno y subjetivación en el neoliberalismo. Reflexiones sobre la culpa, el sacrificio y la desesperación en la religión capitalista”, de Cuauhtémoc NattahíHernándezMartínez, el cual presenta un análisis de la lógica sacrificial del capitalismo visto como religión.Aquí el control social se vincula al liberalismo, definido como fábrica de endeudamiento, en donde el análisis de la deuda revela a ésta como uno de los dispositivos estratégicos de gobierno y control que cuenta con una mayor presencia en el mundocontemporáneo.

La ontología del presente expresa entonces la actualidad de la teoría crítica,que estriba justamente en la posibilidad de un pensamiento negativo, de resistencia a la orientación homogeneizante de la civilización, una forma de pensar que en principio muestra hasta qué grado padecemos la arbitrariedad de las instituciones, pero también nos revelacuál es el espacio de libertad del que todavía podemos disfrutar, y qué cambios se pueden aúnrealizar en nuestras vidas. La filosofía trataría de dar cuenta no sólo de las distintas formas de acceso a la cultura que a la sazón pueden identificarse, sino, sobre todo, su tarea consistiría en advertir acerca de la expansión progresiva de una racionalidad que atraviesa el orden social y lleva a cabo persistentemente toda una serie de procesos que concurren a la cosificación de la propia cultura mercantilizándola, despojándola de sus elementos críticos. El objetivo sería no sólo identificar, sino denunciar las características que definen al momento presente, a la luz de una serie de análisis históricos que interrogan a una sociedad controlada como la nuestra, que busca formar individuos dóciles y útiles, pero sobre todo alienados, sujetos que progresivamente han perdido el sentido de la vida y el deseo de creatividad. La aspiración de realizar una ontología de la época tiene que ver con una de las acepciones que Foucault identifica como pertenecientes al pensamiento crítico que se inscribe en la cuestión de la actualidad, el cual tiene en Kant su primera formulación al preguntar: ¿qué pasa ahora? Y¿qué es este ahora que nos circunda y en el interior del cual estamos unos y otros?

La ontología del presente es esta reactivación de la pregunta kantiana en cuanto a lo que somos hoy, pero no es un preguntar desinteresado, lo que se busca en el fondo es vincular las posibles respuestas a un diagnóstico cultural, el cual va del conocimiento a la comprensión de sí mismo del sujeto y de ahí a las formas de sujeción propias de la sociedad. De acuerdo con esta caracterización, el filósofoestá atado a su momento histórico, por lo tantoensaya una y otra vez dar razón del porqué en la actualidad es el discurso el que lo domina y define todo, de ahí que sea necesario ocuparse en hacer la crítica a los sistemas de conocimiento que nos han constituido como sujetos. Sistemas de conocimiento que deben ser indagados en sus condiciones de emergencia y de conservación en una determinada época o cultura, mas también en su propia contingencia, de tal modo que sea posible superar todas aquellas formas de sumisión o de exclusión a las que, como sujetos, hoy por hoy estamos expuestos.

Cabe señalar que el trabajo crítico de la filosofía no trata de revelar el rostro de una época mediante la descripción de hechos positivos, sino que la condición marginal desde la que investiga le lleva a preguntar por las discontinuidades que vienen a ocurrir en la elaboraciónde los enunciados y formas de ser que asumimos como verdaderos. De esta manera, como primer requisito para reseñar las condiciones generales que hacen posible el pensar de una época, habría que demostrar que los discursos se forman partiendo de un oscuro conjunto de reglas anónimas y no, como pretende la formulación clásica de la filosofía moderna, mediante la figura de una conciencia omnisapiente. Por ende, la voluntad y autonomía de los individuos es implacablemente superada por las reglas generales de formación de los discursos. El saber sobre el presente se constituye entonces ya no por medio de la conciencia trascendental del sujeto, sino a partir de un conjunto de prácticas de poder que le otorgan al saber mismo tanto las condiciones de su emergencia, como su continuidad y permanencia. No obstante, a pesar de la crítica demoledora al trascendentalismo, Foucault no buscó menospreciar el papel del sujeto en la historia; más bien, a través precisamente de un minucioso análisis histórico del saber científico, trató de elaborar un diagnóstico del presente que diera cuenta del poder y del dominio que el discurso hegemónico ejerce en la constitución y definición del sujeto contemporáneo.

El análisis de la actualidad, que por medio de tres emplazamientos lleva a cabo este dossier, se remite para su comprensión a la formación de una experiencia determinada, concebida como episteme; esto es, como horizonte en el interior del cual se han producido un conjunto de saberes y experiencias a la vez constitutivas y excluyentes del sujeto. El trabajo reflexivo aquí señalado no se limita a poner en evidencia la serie de costumbres, valores o ideas que conforman a los individuos actuales, sino que plantea la manera en que subjetivamos las relaciones sociales e interpersonales como relaciones de poder. Tales relaciones de poder son insoslayables para el individuo puesto que le interpelan directamente. Según Foucault, esta vinculación del poder hacia los individuos va dirigida a su condición corporal (de ahí que no podamos sustraernos a la influencia del poder), pues es el cuerpo el que en todo caso determina el rol de nuestra vida y las formas de relacionarnos con los demás. El poder vigila al cuerpo, por eso el poder mismo está inmerso en todas las actividades del hombre, quien a su vez reproduce las relaciones instauradas por el sistema de dominio. Para comprender el tipo de relaciones que se producen al interior de dicho sistema, la ontología del presente procura hacer la interpretación y, posteriormente, la descripción del cambio ocurrido con el paso de un saber vivencial a un conocimiento instrumental, de una sociedad disciplinaria a una sociedad de control y de sacrificio, en la que la dominación social se construye a través de una red difusa de dispositivos y aparatos que producen y regulan las costumbres, los saberes, los rituales, los hábitos y las prácticas productivas; las cuales, al ser interiorizadas por los individuos, constituyen al sujeto como formas de dominio de sí, prácticas específicas que son concebidas como estructuras lingüísticas.

Aquí aparece delineado el tema de esta sección: el poder no es concebido ya con una forma única, sino tan compleja y plural, que se manifiesta en el comportamiento cotidiano de los individuos y, por lo tanto, en todos los dispositivos de la cultura. Por esta razón, el componente lingüístico es cardinal tanto en el tráfico cultural y en el discurso, como en la articulación de símbolos que inciden en la formación de las identidades, de los sentidos y significados heterogéneos y contrastantes, que determinadas prácticas generan en la existencia material de los hombres. Esta disparidad de los significados puede ejemplificar el talante elegido por Foucault para ponernos al corriente de los fenómenos sociales de nuestro tiempo a la luz de enfoques parciales y diversos, pero no por ello menos certeros y pertinentes.

En esta indagación, lo real se concibe como una gran red de implicaciones diversas que liga sus puntos y teje su madeja entre la ontología y la epistemología. Pero, si intentamos reflexionar críticamente sobre el presente, implica también una concepción sobre la historia y por lo tanto una referencia al tiempo. En esta directriz, en principio cabría decir que el tiempo, lo mismo que la subjetividad, tampoco posee un papel constituyente, sino que al igual que el sujeto, el tiempo es constituido. Según Foucault, éste se constituye a partir de prácticas interrelacionadas que tienen sus propias formas de encadenamiento. Por ejemplo, en la sociedad disciplinaria específica de la modernidad, el objetivo de hacer trabajar a esta sociedad y de asegurar la obediencia a su dominio y a sus mecanismos de inclusión o exclusión se logra mediante la acción de instituciones disciplinarias que estructuran el terreno social y proporcionan las lógicas adecuadas a la racionalidad sucesiva y concomitante de la disciplina y el control.

La relevancia que dicha reflexión puede tener hoy consiste en que lo específico de nuestro momento histórico es la existencia de sistemas de comunicación, estructuras financieras y redes informáticas que permiten que el poder se ejerza por medio de maquinarias complejas que organizan directamente los cerebros y los cuerpos; las cuales penetran el trabajo, el conocimiento y el lenguaje, con el propósito de llevar a los individuos hacia un estado de sujeción,alienación creciente y enajenación plena del sentido de la vida y del deseo de transformarla, pero sin necesidad ya de instituciones que actúen directamente sobre el cuerpo, puesto que, en la era de las comunicaciones, el poder más que represivo es subliminal, busca el control de la conciencia y sólo en último término recurre a la represión.

Esta condición ontológica es la que hace emerger una pregunta por la actualidad y, con ello, la necesidad de un nuevo discurso capaz de revelar las nacientes pautas de interacción entre los individuos y la sociedad. En elintrincado horizonte de la vida social, caracterizado por la incidencia de una serie muy vasta de variables, no es posible establecer una causalidad lineal, mecánica, para la comprensión de los fenómenos. Se requiere, en cambio, un tipo de discurso que, a la vez que permita articular las experiencias del individuo, ofrezca una manera plural de leer la realidad; es decir, que faculte para resumir la propia historia, a la vez que determina una forma de concebir el mundo.

Esta ontología del presente se entiende como un conjunto de pliegues en donde se combinan diferentes series de hechos fugaces, identificables, sin embargo, en el contexto específico del individuo actuante desde el ahora en curso. De ahí que la investigación genealógica sea la dirección más apropiada, ya que, dice Foucault: “Parto de un problema en los términos en que se plantea actualmente e intento hacer su genealogía. Genealogía quiere decir que yo mismo lo analizo a partir de una cuestión presente” (Foucault, 1999: 376). En este análisis, los acontecimientos están marcados, como ya se dijo, por ser relaciones de poder. La novedad que el tema del poder adquiere aquí se da porque Foucault lo saca de la exclusiva esfera política para instalarlo en el espacio de la vida cotidiana, atravesando todos los pliegues y escenarios del comportamiento humano. Precisamente, en Microfísica del poder, describe el problema del siguiente modo: “Quiero decir esto: En una sociedad como la nuestra, pero en el fondo de cualquier sociedad, relaciones de poder múltiples atraviesan, caracterizan, constituyen el cuerpo social; y estas relaciones de poder no pueden disociarse, ni funcionar sin una producción, una acumulación, una circulación, un funcionamiento del discurso” (1999: 139-140).

El poder -dice Foucault- se genera y materializa en una extensa gama de interacciones, de relaciones interpersonales desde las cuales se eleva hasta constituir estructuras impersonales, aunque imbricadas al interior de prácticas reales y efectivas. El poder está presente en todas las acciones bajo diferentes formas y dinámicas. No obstante, más allá de su ubicuidad, Foucault identifica dos esferas de pertinencia, cada una de ellas con sus propios mecanismos de legitimación. Dichas esferas son la ciencia y la cultura en una red de sujeción entrecruzada, que no utiliza exclusivamente como detonante la fuerza o la legitimación religiosa, pero que presiona hasta aniquilar y se vale del sacrificio y de nuevas liturgias para sostenerse. Los tres textos reunidos en esta sección contribuyen desde diferentes perspectivas, a hacer ese trabajo de aprehensión del presente, sin justificarlo, sino criticándolo.

Bibliografía

Foucault, Michel, 1999, Estética, ética y hermenéutica, Ángel Gabilondo (trad.), Paidós, Barcelona. [ Links ]

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Guanajuato, noviembre 2017

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