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Valenciana

versão impressa ISSN 2007-2538

Valenciana vol.6 no.12 Valenciana Jul./Dez. 2013

 

Reseñas

 

Lilia Solórzano Esqueda, Anagnórisis, el territorio de la reconciliación

 

Irán Francisco Vázquez Hernández

 

San Luis Potosí, El Colegio de San Luis, 2012

 

Universidad de Guanajuato.

 

 

Anagnórisis: Reconocimiento...
incidente o desenlace del argumento
en la tragedia, en el que el personaje
principal reconoce la propia verdadera
identidad o la de algún otro
personaje, o descubre la verdadera
naturaleza de su propia situación.

Webster's Third New International Dictionary

En Anagnórisis, el territorio de la reconciliación, Lilia Solórzano Esqueda nos aproxima con inteligencia y sensibilidad a uno de los poetas más profundos de la literatura hispanoamericana: Tomás Segovia (1927-2011). Nacido en Valencia, España, y exiliado en México desde 1940, Tomás Segovia es un escritor sobre el que la crítica literaria ha guardado bastante silencio. La misma autora menciona sólo a Octavio Paz, Guillermo Sucre y Juan García Ponce como unos de los pocos escritores que han vertido tinta sobre el escritor hispano-mexicano. De ahí que Anagnórisis, el territorio de la reconciliación, se convierta en un libro fundacional para generar el interés hacia Tomás Segovia y romper con el silencio crítico.

El centro sobre el que gravita el libro de Lilia Solórzano Esqueda es Anagnórisis, el poemario más celebrado de Tomás Segovia. El estudio que contiene el libro se divide en dos grandes capítulos que marcan un antes y un después del poema de Anagnórisis. El primer capítulo discute las dos posturas intelectuales sobre las que ha debatido la <<inteligencia mexicana>> en el siglo XX: <<nacionalismo>> y <<universalismo>>. En este capítulo la autora nos ofrece un recorrido cardinal sobre ambos bandos de la controversia: los que defienden la idea de encontrar lo propio en lo universal y los que se cierran a lo universal en aras de priorizar lo nacional. En el primer bando menciona a los integrantes del Ateneo de la Juventud (José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, los hermanos Caso, entre otros), al grupo de los Contemporáneos (Bernardo Ortiz de Montellano, Jaime Torres Bo-det, Salvador Novo, entre otros) y la generación de Medio Siglo (Juan García Ponce, José de la Colina, José Emilio Pacheco, entre otros). En el segundo bando, sitúa a los nacionalistas Ermilo Abreu Gómez, Julio Jiménez Rueda, Francisco Monterde, Artemio del Valle-Ariz-pe, Genaro Estrada, Diego Rivera, entre otros. ¿Qué lugar tiene Segovia en esta polarización de ideas y generaciones? La respuesta que nos ofrece la autora es que en Segovia observamos una inclinación al internacionalismo, pero de una manera muy particular, sobre todo si recordamos que se trata de un poeta exiliado de su país de origen. El universalismo de Segovia se debe a un sentido de desarraigo, de provi-sionalidad, de ser alguien periférico o que "linda constantemente en la tenue línea del margen". Pero la autora va más allá de la mera biografía personal y nos dice que el poeta propone un sentido de orfandad de mayor profundidad ("ontológica", le llama) que encontrará su cura en el concepto de <<ciudadanía universal>>. Así, dentro de la polémica por el nacionalismo y el universalismo, Segovia asume un postulado que trasciende ambas posturas. Por otro lado, respecto de la generación a la cual pertenece el poeta hispa-nomexicano, Solórzano, fiel a los señalamientos que el mismo poeta hace en sus "Notas escépticas sobre generaciones poéticas", nos dice que Tomás Segovia nunca perteneció a ningún grupo en el estricto sentido del término, ya que siempre "encontró una fina curva por donde escabullirse, al margen de las modas, de escuelas o tendencias". Así, aunque se le relaciona con el proyecto de La Casa del Lago o la generación de Medio Siglo, la autora prefiere situarlo al borde y convertirlo en un escritor que "carece de lugar", nuevamente, para resaltar el sentido de desarraigo del poeta. El primer capítulo analiza también el itinerario poético de Segovia antes de la publicación de Anagnórisis. En este itinerario conocemos los temas y motivos segovianos en un recorrido que la autora ve como una transición de la "nocturnidad al día". En efecto, en los primeros poemarios de Segovia (País del cielo, Fidelidad, La voz turbada) notamos cómo el poeta está ligado a la tradición del Romanticismo alemán, pues sus temas recurrentes son el sueño, la sombra, la tristeza, el deseo de espiritualidad, los nocturnos, como sucedía con aquel movimiento estético. Lilia Solórzano es sutil al enlazar esta primera poesía de Segovia con autores como Nerval, Rimbaud, Baudelaire, Villaurrutia y Gorostiza. También es sutil al observar la transición de Segovia hacia una poesía más luminosa: la transformación sucede en el poemario Triste primavera, en el cual, la autora avizora un preludio de los temas que aparecerán después en Anagnórisis.

En el segundo capítulo la autora incursiona de lleno al estudio de Anagnórisis. Lo hace mediante cuatro líneas temáticas que ella encuentra sugeridas en el poema: la memoria, el sueño, el exilio y el

amor. Sobre el primer tema, el de la memoria, asistimos a una interpretación en donde el yo poético de Anagnórisis se ve impelido, cual Ulises, a viajar al inframundo para saber cómo regresar a su Ítaca: "habrá de ir en pos de la respuesta que lo restituya al mundo. Por eso tendrá que descender al infierno, en busca de Mnemósine, para que haga lo que el ciego profeta Tire-sias hiciera con Ulises: indicarle el camino". El yo poético es el ser humano que no recuerda la verdad de las cosas del mundo; así, el recuerdo se convierte entonces en la vía para retornar a la tierra original. Vemos en este apartado efluvios de la teoría platónica de las ideas, y sería verdad esta aseveración si no fuera porque en Segovia encontramos un platonismo modificado, como lo dice la autora en una de sus afirmaciones más lúcidas: "El platonismo en Segovia se vería re-formulado. De ideas arquetípicas que son el origen único y primero al que hay que aspirar, pasaríamos con Segovia al mundo de las apariencias que se vuelven verdaderas en y por el lenguaje. Es el territorio de la palabra el que nos devuelve un mundo habitable y verdadero [...]" La conclusión que podemos sacar de la lectura que nos propone Lilia Solórzano es que, para Tomás Segovia, no es la razón filosófica — como quería Platón— la única vía para alcanzar las verdades inmutables del mundo; el poeta ve en la palabra poética una vía de acceso a la verdad olvidada. La autora se encarga de demostrar esta idea en todo el apartado dedicado a la memoria en Anagnórisis.

Sobre el segundo tema, el del sueño, la autora destaca que en Anagnórisis existe "una línea de afinidad que atraviesa el tiempo, incluye a los simbolistas franceses y comparte con los surrealistas el interés concreto suscitado por el sueño desde las ideas defendidas por los filósofos de la naturaleza". Observa que el poema segoviano se encuentra invadido por una atmósfera onírica: "la niebla envuelve todo el poema central hasta el final". El final del poema es, por cierto, el inicio del día. Esto no nos debe llevar a creer que el poeta duerme en ese tránsito nocturnal; por el contrario, la autora nos demuestra que el poeta se encuentra en un estado que no es ni sueño ni vigilia: es ensoñación. La ensoñación —en esto Solórzano Esqueda sigue a Gastón Bachelard— potencia su imaginación para encontrar el camino de regreso al paraíso perdido.

El exilio es el tercer tema que la autora analiza en Anagnórisis, pero ella advierte que no relaciona al tema del exilio con el exilio real del poeta en otro país (México, en este caso). Nos propone entender el exilio desde otra óptica: "El poeta es arrojado del vientre mismo de la Naturaleza y cae a la tierra desnudo, indefenso, y es también desentrañado del otro vientre, del materno". Doble desprendimiento y doble exilio: biológico, al momento del nacer; ontológico, por la soledad ante el mundo. ¿Cómo retornar a la unidad perdida? La autora encuentra una actitud vital en Tomás Segovia que le permite resolver el problema: el poeta se apropia de una mirada universal en donde "nadie puede ser desterrado del mundo: dondequiera que se esté propios son las estrellas y el sol, y todo ciudadano es ciudadano del mundo". Con esta idea, Segovia da paso al tema de la claridad, la transparencia y, sobre todo, el que le interesa a la autora: el amor.

El amor es el cuarto tema que la autora analiza en Anagnórisis. Ella encuentra que en Segovia la poesía es sentida como "un acto de Amor, con la mayúscula que le da la cualidad de universal, que participa del mundo de las ideas pero también de un amor erótico que pone en acto el individuo y que no demerita en nada al otro nivel, por el contrario, al humanizarlo, lo hace también parte del Ser". En Anagnórisis no existen separados ni el amor erótico ni el amor ideal: ambos convergen en la palabra poética. La palabra poética es, entonces, el lugar del reconocimiento del uno con el otro y del yo con el mundo. Es el lugar de la reconciliación en donde ya no somos huérfanos del mundo: exiliados. La palabra, nos dice la autora con espíritu heideggeriano, "es el verdadero palacio del ser".

El libro de Lilia Solórzano termina su recorrido con una valoración sobre cómo, en Segovia, el concepto de anagnórisis sufre una ampliación: "de la toma de conciencia de un personaje en la tragedia griega a la conciencia del origen del ser humano y su sentido en la vida" para concluir luego con una penetrante interpretación personal: "Anagnórisis es entonces el reconocimiento de una herencia, de la herencia de ser humano aquí, en este tierra a donde hemos sido expulsados pero donde también se nos ha acogido, en este momento y mediante el mayor acto de amor posible: la palabra".

Sin duda, aproximarse a Segovia no es tarea sencilla; lo demuestra este libro. Se necesita de cierto rigor intelectual, conocimiento preciso de la tradición literaria y, sobre todo, lo más importante: sensibilidad. En el libro que nos ofrece Lilia Solórzano encontramos sensibilidad (sensibilidad, no sentimentalismo). Desde la introducción nos previene la autora que su estudio pretende contribuir a otra lectura de Anagnórisis desde la mirada surgida de "un amor asombrado por sus versos". Extraordinaria aproximación que rinde sus frutos: el amor como metodología subyacente que suaviza las rigideces de la academia. Leer Anagnó-risis, el territorio de reconciliación, es descubrir que la autora practica lo que dice: su prosa nos reconcilia con el fenómeno poético más allá de los tecnicismos de la crítica literaria. En su escritura, la palabra es el testimonio de un amor por la poesía.

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