Vivimos tiempos críticos y por eso creativos.
Leonardo Boff, La dignidad de la tierra […] (2000)
Introducción
Del 16 al 19 de noviembre de 2020, Taller de Museografía (TDM), una consultora de museos independiente llevó a cabo una serie de conversaciones virtuales en torno de la museografía en la era COVID-19. Dos ejes fundamentales sirvieron como marco de referencia para entender el contexto de éstas.
El primero de ellos fue reconocer a priori que una gran proporción de la problemática actual en que vivimos forma parte de un problema sistémico, y que esta crisis ya estaba aquí mucho antes de que escucháramos la palabra coronavirus. No es sólo un problema de salud global, sino también de orden social, económico, ambiental, energético, alimentario, ético y, por supuesto, cultural. La COVID-19 vino a ser la gota que derramó el vaso. “No podemos volver a la normalidad, porque el problema era precisamente la normalidad que teníamos”1 (r/Hong Kong, 2019), se leía desde finales del año pasado en un grafiti en las calles de Hong Kong.
El SARS-CoV-2 “radica, en gran medida, en la compleja transmisión a través de animales a personas relacionada con el desarrollo de una agricultura y avicultura intensivas y de un creciente mercado y consumo de animales salvajes y exóticos” (Benach, 2020, párr. 10). En otras palabras, se trata de un problema, como lo señalan científicos como Rodolfo Dirzo (2020 , 8m20s) o Julia Carabias (2020, 1m30s), sobre la forma en que nos estamos relacionando con el planeta.
El segundo eje, derivado del anterior, es la realidad que en México viven los museos y, de manera particular, la museografía. A lo largo de este confinamiento hemos visto una serie de conferencias, webinars, cursos en línea o pláticas que han expuesto muchos de los desafíos que enfrentan los museos en todo el mundo, pero poco se ha reflexionado sobre los que la pandemia y las políticas de austeridad están generando en materia de museografía y diseño de exposiciones. Como apunta el artista Marcelo Expósito:
El museo global formó parte del conjunto de las maquinarias que produjeron el tipo de burbujas (económicas, emocionales) que van estallando en esta crisis terminal del neoliberalismo. Las macroestructuras museográficas […] se han visto ahora frenadas en seco por la pandemia (2020, párr. 3).
Muchos museos forman parte del ritmo frenético de la vida contemporánea y todo esto es un cuestionamiento a las lógicas de trabajo, de producción, de ocio y entretenimiento que experimentamos hoy por hoy.
Vivimos momentos de cambio, y el sector de los museos y la museografía no debería ser ajeno a ello. Además de la revisión del impacto que ha tenido la pandemia, es momento también de hacer un examen de las prácticas que se han desarrollado en este sector y cuestionar su disgregación.
El conversatorio
En este contexto, el conversatorio se organizó a partir de cuatro mesas de trabajo que abordaron la problemática actual de la museografía desde diferentes perspectivas, esto es, a través de la mirada de diversos especialistas en la materia.
La primera mesa, titulada “La creación de exposiciones: la colaboración en escena. El reto del trabajo colaborativo e interdisciplinario en las exposiciones frente a la ‘nueva normalidad’” (TDM [Mesa 1] 2020) (Figura 1), puso a dialogar áreas del museo que no siempre trabajan juntas: un museólogoarquitecto, Alejandro Sabido Sánchez-Juárez (Museo Franz Mayer); un filósofo-curador, José Luis Barrios Lara (Universidad Iberoamericana [UIA]); una arqueóloga especialista en estudios de públicos, Leticia Pérez Castellanos (Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía [ENCRYM]), y un museógrafo-historiador del arte, Alejandro García Aguinaco (TDM).
(Gráfico: Alejandro García Aguinaco; fuente: Taller de Museografía, YouTube, 16 de noviembre de 2020)
Dos preguntas sirvieron como detonantes del conversatorio. De la primera (¿cuáles han sido los efectos de la pandemia en la práctica museológica y museográfica?) cabe destacar cómo aquella exacerbó y sacó a la luz problemas que estaban ahí: jerarquías implícitas, carencia de un lenguaje común entre los especialistas y los técnicos, problemas estructurales que revelan una falta de definición de políticas en los diversos ámbitos de acción del museo, lo cual provoca malas prácticas, con un modus operandi reactivo y dinámicas organizacionales rígidas, aunados a una precariedad laboral y económica inviable.
Pero la cuestión no reside únicamente en los problemas internos sino también, como lo mencionaron Pérez y Sabido, en la necesidad de conocer, involucrar y abrir canales de diálogo con los públicos y la nueva y compleja reconfiguración de éstos a partir de la pandemia. “¿Qué hace usted aquí, en medio de una pandemia? ¿Qué está buscando? ¿Lo estamos logrando? ¿Qué necesita de nosotros y qué debemos de hacer para cambiarlo?”, cuestionó Sabido. ¿Cuál es el sentido de lo que estamos haciendo? o, como se preguntaba Barrios, “¿cuál es el ethos del trabajo en el museo?” (TDM [Mesa 1], 2020, 56m54s). La pandemia hizo explícita la postura del papel social y político del museo para darle paso a la realidad.
La segunda pregunta aventuraba la posibilidad de reimaginar los futuros contingentes del museo. Al respecto, Sabido comentó que “era necesario replantear que lo que damos por hecho, puede ser de otra forma” (TDM [Mesa 1], 2020, 1h16m50s). Por su parte, Barrios afirmó que “la pandemia tocó las formas del espacio y del tiempo” (TDM [Mesa 1], 2020, 28m14s), y abunda “lo que se está trastocando es todo un sistema de vida” (TDM [Mesa 1], 2020, 55m35s), lo cual nos lleva a una ralentización en la que nuestro tiempo existencial fluye de otra manera, dando paso a experiencias más íntimas y personales, más cómodas, más placenteras, explorando el afuera de los lugares y sitios a donde el museo sigue sin llegar.
En la segunda mesa, titulada “Diseñadores a escena. El reto del diseño de exposiciones en la Era COVID-19” (TDM [Mesa 2], 2020) (Figura 2), se presentaron propuestas relativas a un cambio de lógica espacio-temporal. Leticia Pardo (Art Institute of Chicago) narró la práctica y los procesos de trabajo que realiza desde su lugar de trabajo y la importancia de responder al contexto social que rodea a una institución. Joel Aguilar (Museo Universitario de Arte Contemporáneo [MUAC]) planteó una arqueología museográfica, al descubrir y desnudar los vestigios de las exposiciones pasadas en el MUAC. Giacomo Castagnola (Germen Estudio) dio a conocer sus búsquedas en cuanto a la experimentación tanto con otros materiales como en otros espacios así como, de manera más lúdica e híbrida, una indagación exterior -más allá de los museos.
(Gráfico: Alejandro García Aguinaco; fuente: Taller de Museografía, YouTube, 17 de noviembre de 2020)
Uno de los objetivos centrales de esta mesa era, en primer lugar, poner la huella ecológica de la propia práctica y, desde una postura autocrítica, aprender a no emplear infraestructura de un solo uso e ir “más allá de lo nuevo”2 (Jongerius y Schouwenberg, 2015), reutilizar materiales, evitar la tablarroca y experimentar con otros insumos de menor impacto ambiental. Sin embargo, por el formato y las condiciones de la mesa, no se ahondó en esos conceptos museográficos, como inicialmente se había proyectado. Además, se quedaron fuera diseñadores y museógrafos que habrá que sumar en un futuro próximo para enriquecer la conversación.
La tercera mesa, “Interactividad e interacción a escena. El reto de la interactividad tecnológica, mecánica y humana en la Era COVID-19” (TDM [Mesa 3], 2020) (Figura 3), versó sobre algunas de las paradojas relativas al uso de la tecnología en los museos. La amplia y necesaria línea del tiempo sobre los orígenes del uso de computadoras e interactivos en los museos y centros de ciencia (MCC, en la bibliografía especializada), que plantearon Manuel Gándara (ENCRYM) y María del Carmen Sánchez Mora (Dirección General de Divulgación de la Ciencia-Universidad Nacional Autónoma de México [DGDC-UNAM]) (Figura 4), apunta a que el uso de la tecnología no ha cumplido con la función social del museo y no ha ido más allá de ofrecer al público acceso virtual, plataformas de comunicación y páginas de internet. Sánchez Mora repuso que, aun así, es posible construir experiencias conjuntas participativas sin dejar de vincular ciencias exactas con problemáticas sociales.
La pandemia ha puesto en cuestionamiento al interactivo como el instrumento físico por excelencia. La experiencia y las intervenciones de Marcia Larios, Paulina Barrientos y Paulina Rojas (Papalote Museo del Niño) pusieron en contexto que, después del encierro y del constante uso de la pantalla, los niños buscarían salir de ésta. Por ello, destacaron que lo importante no es la tecnología, sino darle más peso a la experiencia física y lúdica; vivencias cálidas y reconfortantes que le brinden una verdadera dimensión humana a la experiencia de visitar un museo. Como bien lo menciona Wagensberg, “en un museo la tecnología siempre acaba caducando, la realidad, en cambio, no caduca nunca” (2012, p. 110).
Roberto López (Siete Media) brindó un panorama de la museografía interactiva pospandemia y de cómo es posible aprender de otras industrias, como la de videojuegos, y de otras experiencias inmersivas en diferentes niveles, o con sensores ultrasónicos que permiten tocar de manera virtual o gestual. También, sobre las posibilidades de los teléfonos inteligentes, argumentó que son una herramienta poderosa que está prácticamente al alcance de todos y no sólo sirve para enviar contenidos a través de un código QR sino que permite interactuar sin tocar, característica aún no explorada. Sin embargo, López concluyó sobre la importancia de tener una visión sostenible y, entre lo físico y lo digital, una dimensión híbrida.
Reflexiones finales
A manera de cierre, y en alusión a la cuarta mesa, “Atando cabos. Reflexiones finales y futuros contingentes” (TDM [Mesa 4], 2020) (Figura 5), se plantearon dos preguntas: ¿a qué está dispuesto el museo? y ¿qué tan sostenibles son nuestras prácticas? A través de este conversatorio se evidenciaron algunos aspectos relevantes para la práctica museográfica en la era COVID-19, que podemos enmarcar desde una postura sostenible, y sus aristas interdependientes: medio ambiente, economía, sociedad y, de manera reciente, cultura.
Dimensión ambiental y económica
Ante los tiempos que estamos viviendo es impostergable encontrar otra forma de convivencia ecológica, que vaya más allá de la sustentabilidad, lo que tiene que ver con un desarrollo regenerativo de lo que hacemos, donde se trata no sólo de evitar su destrucción sino de mejorar los recursos existentes (Gabel, 2015). Desde la práctica del diseño regenerativo se propone no emplear infraestructura museográfica de un solo uso, sino reutilizar y experimentar con materiales de menor impacto ambiental tanto en su obtención y producción como en su uso y su desecho, lo cual, sin duda, tiene un impacto en la dimensión económica. Pablo Martínez lo ve desde una perspectiva más amplia: “¿Estaría el museo dispuesto a ‘tomar en consideración la huella ecológica de sus programas’, [de sus instalaciones] y actuar en consecuencia?” (Martínez, 2020, párr. 2). Es pertinente repensar los modelos de gestión y diseño para lograr un equilibrio ambiental y económico, lo cual pasa de manera inevitable por las prácticas que se han desarrollado en este sector, y por cuestionar su fragmentación, la discrecionalidad y la mala distribución de presupuestos.
Dimensión social y cultural
En cuanto a la perspectiva social, implica cambiar la forma en la que asumimos nuestra relación con los otros tanto dentro como fuera de nuestras instituciones: ser más permeables y empáticos. “No -según afirmó Sabido en su intervención- como la cuña que va a transformar el mundo, sino como alguien más que se suma a una serie de preguntas que compartimos entre muchos” (TDM [Mesa 1], 2020, 1h40m50s). Lo anterior demanda un cambio de actitud, una postura más activa y crítica, pero también más humilde, para poner en el centro de la conversación el sentido colaborativo de la práctica museográfica. Ya no podemos pensar el museo de la misma forma como lo hacíamos.
En ese mismo contexto, tenemos que entender que el diseño es una forma de pensar, aprender e interactuar con el mundo; no sólo se trata de una labor creativa o técnica, el diseño como un plan o un esquema concebido en la mente, es una actividad implícita en toda persona. El problema es que pocos participan en los procesos de diseño y esto tiene que ver, como lo apunta Sasha Costanza-Chock (2020) con la justicia del diseño: ¿a quién se involucra en el proceso de diseño? ¿Qué y para quién diseñamos? ¿A quién se beneficia y a quién se perjudica? ¿A quién se incluye y a quién se excluye?
Esa dimensión social de la museografía obliga a plantear una nueva narrativa, la cual tiene que ver, como mencionó Gándara (TDM [Mesa 3], 2020), con saber articular y contar una historia con una tensión dramática, un conflicto y una resolución, pero que al mismo tiempo tenga presente qué, quién, cómo, con qué y a quién se cuentan esas historias. Para lograr una mayor participación cultural, hace falta sensibilidad e interpretación que conecten con la vida de quienes visitan un museo (Figura 6).
Esta pandemia ha planteado desafíos, pero también ha ofrecido una oportunidad para cambiar de rumbo. Es difícil sacar conclusiones sobre un fenómeno que sigue en proceso. Se trata de un tiempo de crisis, pero, históricamente, las crisis también han sido puntos de inflexión para repensar las prácticas, para contrarrestar la inercia y reconstruirse a partir de nuevos paradigmas. Como lo describe Arundhati Roy:
Históricamente, las pandemias han obligado a los seres humanos a romper con el pasado e imaginar su mundo de nuevo. Esta no es diferente. Es un portal, una puerta entre un mundo y el siguiente.
Podemos optar por cruzarlo arrastrando tras nosotros las carcasas de nuestro prejuicio y odio, nuestra avaricia, nuestros bancos de datos e ideas muertas, nuestros ríos muertos y cielos llenos de humo. O podemos atravesarlo caminando ligeros, con escaso equipaje, listos para imaginar otro mundo. Y listos para luchar por él ((Roy, 2020, párr. 48 y 49).