Introducción
En México existen, desde finales del siglo XIX, referencias que reconocen el interés e importancia que la actividad del turismo ha representado en las políticas públicas nacionales del ramo; de hecho desde mucho antes, en 1823, ya se mencionaba en el discurso oficial de los gobernantes, situación que ha evolucionado hasta la actualidad (MacDonald 1981:7). La herencia natural y cultural de México fue reconocida ampliamente por los primeros viajeros extranjeros, cuyo interés despertó y fue un estímulo para que conocieran el país. Después de la Segunda Guerra Mundial, particularmente, durante la presidencia de Miguel Alemán Valdés (1946-1952), en México se impulsó la planeación del turismo como actividad estratégica prioritaria, destacando su amplio potencial como destino idóneo para las visitas de sol y playa (MacDonald 1981:13). Consecutivamente, los recursos culturales y otras motivaciones han consolidado al país como uno de los principales receptores de turismo internacional. Hace un decenio, México logró ubicarse, y permanecer, entre los 10 más importantes destinos turísticos del mundo. A finales del 2011, inició el descenso de su posicionamiento internacional, particularmente por los sucesos de inseguridad y violencia que han asolado a las principales regiones y sitios turísticos nacionales (Santamaría y Flores 2012:3). Este escenario se agravó desde el 2010, con una caída progresiva, hasta de siete posiciones, en la clasificación mundial de llegadas de turistas de la Organización Mundial de Turismo (OMT), con lo que en 2013 se ubicó en el lugar número 15 (OMT 2014). En los tres últimos años el país ha logrado escalar de nuevo posiciones, para situarse, en el 2017, en la octava en llegadas de turismo de todo el mundo (OMT 2017). Asimismo, ha adelantado seis lugares en la escala económica comparativa: al decimocuarto, en la clasificación de ingresos producto de la actividad turística, que representó 19 600 millones de dólares estadounidenses (OMT 2017). Con estos antecedentes, no extraña que en el 2011 la actividad turística haya sido declarada como una política de Estado y prioridad nacional para impulsar el crecimiento económico del país (DOF-Sectur 2006).
Desde los primeros años del siglo XX, el estado de Michoacán sobresalió por ser un territorio con una fuerte vocación para cautivar a los viajeros nacionales e internacionales tanto por sus atractivos naturales y culturales como a causa de sus emblemáticas festividades relacionadas con el patrimonio inmaterial, expresiones reconocidas por su valor excepcional para la identidad cultural de México (Maillefert 1937:8-20). A partir de 1991, Morelia, con su excepcional centro histórico, procuró constituirse en un emblemático arribo turístico de México en el ámbito nacional e internacional, al ser incluido en la Lista del Patrimonio Mundial (LPM) cultural de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Sin embargo, entre 1991 y 1999, la gestión de la ciudad se desarrolló con un discurso ambiguo en lo tocante a la conservación del patrimonio arquitectónico y la protección de los espacios públicos, que invadió el comercio informal. Este contexto presionó y limitó drásticamente su desarrollo como un foco turístico patrimonial (Hiriart 2013:233-235) (Figuras 1 y 2).
Este ENSAYO1 pretende reflexionar sobre las tribulaciones que prevalecen en la gestión de la función turística asignada a Morelia, sostenida e idealizada en su distinción como patrimonio mundial. Para ello, se procura identificar las presiones, los problemas y la capacidad de respuesta que se tuvo ante la crisis funcional y turística originada tras el atentado narcoterrorista en septiembre del 2008 (Proceso 2008; Arrieta 2017:1; Aristegui Noticias 2017).
Se tiene el propósito, asimismo, de analizar y registrar los sucesos que, a partir del 2001, propiciaron diferentes cambios funcionales, así como estudiar las acciones de respuesta emprendidas para encarar los impactos negativos y evaluar la capacidad de resiliencia para superar las situaciones de tensión que influyeron en la decadencia turística de la ciudad.
También se busca detectar las presiones negativas que se constituyen en escenarios adversos al desarrollo turístico y las condiciones favorables con que se cuenta actualmente para hacerle frente al futuro y adaptarse a un modelo de turismo resiliente que contribuya a reposicionar a la ciudad y, todavía más, volverla más competitiva en el contexto del nuevo sitio de México como potencia turística internacional.
La resiliencia: concepto, metodología y alcances aplicados al turismo
La aplicación del concepto de resiliencia en ámbitos urbanos contribuye, en este caso, a la evaluación de desequilibrios en la ciudad de Morelia, Michoacán, y a examinar su capacidad para afrontar cambios y recuperarse de presiones y efectos de origen ambiental, y de desastres naturales, económicos, sociales y de inseguridad. Este ENSAYO se desarrolla a partir de la metodología y el proceso que implica la resiliencia turística. Más allá del debate teórico sobre la evolución y significado de este concepto, que ha transitado desde la psicología, la ecología, la física y la prevención de desastres hasta el urbanismo (cfr.Holling 2001; Pedersen 2005:30; Vélez 2010; Molina 2012; Roca y Villares 2014), aquí se entiende como “la capacidad de los sistemas turísticos para absorber o enfrentar una crisis determinada y recuperar su equilibrio, teniendo en cuenta sus habilidades autoorganizativas” (Jiménez 2002:71).
La metodología utilizada inicialmente es exploratoria; se traslada, posteriormente, a una fase cualitativa, que a su vez comienza con la revisión tanto de trabajos académicos e investigaciones realizadas en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), en México, como de datos estadísticos, fuentes periodísticas y manuales especializados, para establecer un marco de referencia conceptual, localizar antecedentes, reconstruir las circunstancias de la crisis turística e identificar el ciclo de vida de Morelia como destino turístico a partir del modelo descriptivo-predictivo de Butler (1980). Finalmente, se espera esbozar los escenarios de resiliencia logrados en los últimos años (2013-2016), señalar las presiones que se desarrollan actualmente, las cuales pueden inducir de nueva cuenta contextos de tensión y afectar el sistema funcional urbano, patrimonial y turístico.
Nuestro argumento reconoce la necesidad de establecer una visión integradora de manejo,2 en la cual la función turística se incluya como parte de los programas de ordenamiento territorial y conservación patrimonial, así como en la gestión urbana de la ciudad de Morelia y en su enclave turístico. Se considera que el proceso de recuperación en esta materia debe priorizar de manera transversal las claves patrimoniales y urbanísticas como soluciones sistémicas, al llevar a cabo acciones preventivas de crisis y tensiones que ayuden a fortalecer la resiliencia turística de la ciudad y de su centro histórico.
En esta visión emergen líneas de reflexión críticas para replantear estrategias incluyentes que, más allá de exhibir obras escenográficas de imagen urbana o de banalizar el patrimonio para atraer al turismo (Hiriart y Alvarado 2015:255-258), orienten políticas y acciones cimentadas en instrumentos de protección y manejo territorial para consolidar un centro histórico con una mejor calidad de vida para todos: residentes y visitantes.
De Campillo Garrigos (1998:171) se retoma el concepto de gestión integral para la dinamización y el manejo de la zona patrimonial. Este autor considera que:
[…] hablar de gestión es hablar de algo que se administra para que produzca los mejores resultados posibles [...]; en este contexto, gestionar el patrimonio histórico cultural será administrarlo de tal modo que no sólo no se deteriore o perezca, sino que se rehabilite, se enriquezca, sea conocido y disfrutado por todos y se convierta en un elemento de desarrollo social y económico.
Los planteamientos de Medina y McLaren (2006) son útiles para destacar la necesidad de ampliar los enfoques en el estudio del turismo con una perspectiva integral, al vincularlo con otras áreas, como la arquitectura, el patrimonio cultural, la funcionalidad y capacidad de carga turística, y la percepción y representación de los lugares turísticamente simbólicos. Este trabajo se basó en una propuesta centrada en las conexiones entre el complejo entorno construido, los sistemas culturales de los usuarios de éste, la complejidad de lo que se considera como “histórico y monumental” y los esquemas de respuesta -diversos, divergentes pero integrales- que se deben incluir para una gestión turística integral (Medina y McLaren 2006:11).
En este contexto, la función turística se desarrolla sostenida en una visión de planificación transversal que, de manera equilibrada y vinculante, integre la gestión urbana, la protección del patrimonio, el desarrollo social y económico de la población local, la accesibilidad y la movilidad, la recuperación de la función residencial y el impulso de una política de turismo sostenible (Troitiño y Troitiño 2013:100). Considero que esta visión se puede reforzar con acciones de resiliencia urbana y turística.
Incentivar la integración y aplicación de este modelo en los instrumentos de planificación territorial de Morelia y su centro histórico es una tarea aún pendiente, poco valorada como política pública. Su instrumentación como parte de la administración y el manejo integral del territorio puede promover acciones de supervisión, acopio de información confiable, evaluación, monitoreo y cooperación entre actores y agentes involucrados en las políticas de desarrollo turístico para fortalecer una toma de decisiones objetiva y, principalmente, democrática (Figura 3).
Vínculos de respuesta en la encrucijada de la resiliencia, la ciudad, el patrimonio y el destino turístico
La resiliencia: una respuesta a fenómenos de estrés y tensión
El vocablo resiliencia proviene del latín resilium, que significa “volver atrás”, “volver al estado inicial” (Ruiz Párraga y López 2012:2). En sus orígenes, el término se empleó para describir la cualidad de elasticidad y plasticidad de una sustancia o la resistencia de una estructura material. En diversos campos de la investigación científica aparece vinculado con estudios sobre los factores de riesgo que generan escenarios de crisis, y con la capacidad y las acciones de respuesta eficiente para sobreponerse a las dificultades que producen contextos adversos (cfr.Greene y Conrad 2002).
Holling (1973:1-23) aplicó el concepto de resiliencia a las ciencias ecológicas, y 28 años después propuso el método de capacidad de gestión adaptativa (adaptive capacity management) para identificar impactos, afrontar cambios y favorecer la aptitud de reaccionar ante un escenario de tensión o crisis de un sistema determinado (cfr.Jiménez 2002; Fernández y Noguera 2015:1; Villalba 2004:238).
De cara a los grandes desafíos que afectan globalmente a los sitios patrimoniales, en el 2015 la Organización de Ciudades del Patrimonio Mundial (OCPM) eligió como tema de debate principal el de “Ciudades del Patrimonio Mundial, ciudades resilientes” en su Congreso Mundial (Arequipa, Perú), en cuya resolución final señaló:
[…] la trascendencia de elaborar y operar eficientemente los planes de gestión, los planes directores urbanos y otros instrumentos de planificación territorial en el marco de un enfoque integrador del patrimonio y de la resiliencia, incluyendo el turismo como un factor de presión que demanda una atención preventiva a partir de herramientas, métodos y estudios de casos de buenas prácticas de turismo resiliente (OCPM 2015).
Las ciudades resilientes
Diversas instituciones de gobierno y organismos no gubernamentales (SGR-PNUD 2014; UNESCO-WHC 2014a) concuerdan en que es prioritaria la reducción de riesgo en los sistemas territoriales. El Centro Internacional de Estudios de Conservación y Restauración de los Bienes Culturales (ICCROM) plantea en tres etapas el enfoque de gestión de riesgos para la preservación del patrimonio cultural: “identificación, análisis y evaluación” (ICCROM-CCI 2016:21). Dentro de éstas, la resiliencia apoya de manera estratégica a lograr un modelo preventivo y sostenible de planeación aplicable a los centros de población (Molina 2012). En este modelo, la transición hacia una nueva situación de equilibrio después de un suceso traumático o de factores de presión negativos no debe implicar grandes costos sociales, económicos o ambientales, si se considera integralmente y, primordialmente, de manera preventiva (Roca y Villares 2014:496).
Las ciudades históricas como destinos turísticos patrimoniales
Las ciudades históricas en los últimos decenios se configuran como “realidades urbanas que viven en tensión permanente” (Troitiño et al. 2010:14) y enfrentan grandes desafíos por las dinámicas funcionales que en ellas se desarrollan, en particular cuando se constituyen como destinos turísticos patrimoniales. En diversos sitios y conjuntos patrimoniales se pretende adecuar -muchas veces, forzar- de manera insistente los límites de operación que se tienen para el desarrollo del turismo cultural y urbano con estrategias que suelen olvidar el equilibrio funcional que debe sostenerse entre sociedad, patrimonio cultural, ordenamiento territorial y desarrollo urbano. “El éxito de un destino turístico patrimonial depende tanto de la coordinación de políticas sectoriales (medioambiente, urbanismo, infraestructuras, ordenación del territorio, cultura, seguridad, turismo, etc.) como de la formulación explicita de políticas turísticas o culturales (Troitiño et al. 2010:26). Este modelo de desarrollo es uno de los grandes desafíos actuales para integrar políticas turísticas sostenibles y resilientes en las ciudades históricas.
En este escenario, frecuentemente se producen conflictos y presiones funcionales, motivadas, también, por las débiles políticas urbanísticas, de protección patrimonial y desarrollo turístico, que prestan poca atención a las cuestiones sociales, a la calidad de vida y al problema de pérdida de “vitalidad residencial” que propicia la ausencia de habitantes (Troitiño y Troitiño 2016:3), sumando la idealización y patrimonialización de los espacios históricos, que, en aras de una estrategia de “turismificación”, son sustraídos de la vida cotidiana3 (Russo 2009:75).
En México, en el caso de los programas “Pueblos Mágicos de México” (Sectur 2016) y, en particular, “Las Ciudades Mexicanas Patrimonio Mundial”,4 se observan situaciones de presión y conflicto que no reconocen las administraciones públicas locales, o bien se minimizan y no se evalúan metódicamente como para prever respuestas emergentes a efecto de introducir cambios y controles que coadyuven a mitigar los impactos y potencializar los beneficios y bondades que la función turística sostenible puede generar en los sitios o ciudades patrimoniales (cfr.UNESCO-WHC 2014b, 2014c).
La resiliencia turística de los destinos patrimoniales
La aplicación del concepto de resiliencia al campo del turismo contribuye al análisis del comportamiento de los destinos turísticos, desde los tradicionales de sol y playa hasta los patrimoniales (UNESCO-WHC 2014b:9). Actualmente, en los conjuntos históricos y las ciudades patrimoniales -particularmente, las incluidas por la UNESCO en la LPM, que se etiquetan como destinos y productos turísticos- se plantean grandes desafíos para detonar “cambios de innovación en los modelos y prácticas tradicionales de planificación y gestión”; son también “un laboratorio privilegiado para observar dinámicas, evaluar políticas y crear conocimiento que contribuya a configurar estrategias y planes de gestión más eficaces” (Troitiño et al. 2010:7-10). En este escenario, la resiliencia contribuye como método y estrategia para reforzar la respuesta ante situaciones de vulnerabilidad social y patrimonial e impulsar la conservación dinámica y funcional del patrimonio como un recurso turístico. El crecimiento urbano anárquico, la pérdida de residentes, la diminución en la calidad de vida, el inestable desarrollo económico, el deterioro de los recursos naturales y culturales, la intervención sobre los tejidos urbanos históricos (García 2010:28), los cambios funcionales y sociales de los lugares turísticos (Troitiño et al. 2010), la presión de los visitantes, la capacidad de acogida, la inadecuada funcionalidad de los espacios y las edificaciones monumentales de una ciudad histórica (García y De la Calle 2013), además de la frecuente inserción desarticulada de la función turística en los sistemas territoriales con políticas públicas poco eficientes y operativas (Troitiño y Troitiño 2013), son -entre muchos otros problemas- contextos de tensión que las ciudades históricas deben afrontar y superar exitosamente para constituirse en ciudades turísticas resilientes.
En el campo de la gestión de destinos patrimoniales5 impulsar acciones y programas de turismo resiliente constituye una estrategia que debería ubicarse como prioridad en las políticas públicas, por su enorme potencial para asimilar y encarar las presiones e impactos duales que acompañan siempre a la función turística en los sitios, ciudades o conjuntos monumentales. En palabras de Mínguez:
La gestión turística es más compleja de lo que parece en un inicio, debido a la transversalidad del fenómeno turístico, al perfil de los visitantes, a los rasgos de los propios lugares como espacios atractivos para la visita y la presencia de numerosos agentes públicos y privados. La coordinación entre los agentes es clave, al tiempo que es difícil de llevar a cabo, puesto que cada uno defiende sus intereses y establece unas prioridades y unos ritmos de actuación (Mínguez 2010:141).
Un destino turístico resiliente forma parte de una visión de sostenibilidad turística6 y se distingue por su capacidad -frente a otros- de prever y anticiparse a las crisis asimilando los impactos y cambios con base en un proceso de respuesta eficiente y planificado, en el cual la evaluación de las fortalezas y, en particular, de las debilidades y riesgos, es parte prioritaria para la operación y el manejo racional del lugar y de sus recursos naturales, culturales, económicos y sociales (Vélez 2010).
Para la UNESCO la resistencia y la resiliencia ante una adversidad y crisis son dos de los principales factores que ayudan a mitigar escenarios de impactos adversos por la presión y el manejo turístico en los sitios inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial (Pedersen 2005:30). La resistencia es la capacidad de absorber la función turística o determinados impactos sin sufrir una perturbación en los sitios y ambientes naturales en los lugares patrimoniales o en la ciudad histórica, “para soportar la tensión del cambio” y el reto que implica la “inserción equilibrada de la función turística” (Troitiño et al. 2010:14-15).
Al retomar los conceptos antes señalados, coincido con Torres (2003:101) en que la planificación de la actividad turística exige establecer instrumentos de prevención de riesgos, control y gestión urbana, conservación integral del patrimonio, desarrollo social, etc., para prever las presiones e incentivar procesos de resiliencia en destinos turísticos patrimoniales. Se debe tener en cuenta que el proceso de recuperación de una crisis no siempre depende de la adecuada rehabilitación, restauración o adaptación funcional de los monumentos históricos (arquitectónicos o urbanos) para la visita turística. La inseguridad, la marginación, los conflictos y manifestaciones sociales, la falta de servicios e infraestructura para hacer operacional y funcional para todos (discapacitados, personas de la tercera edad, por ejemplo) el destino y sus inmuebles patrimoniales, la desarticulación de las políticas públicas y los inoperantes marcos legales de planificación urbana son factores que reducen drásticamente la capacidad de resiliencia de un sitio histórico-turístico. Este contexto es común en muchas ciudades patrimoniales en México, entre ellas, la que me ocupa: Morelia (Barrios 2012; Hiriart 2016a; Barrera 2017).
El Centro Histórico de Morelia: un estudio de caso de resiliencia turística
La ciudad de Morelia es la capital política y administrativa del estado de Michoacán de Ocampo, en México (Figuras 4 y 5). Fundada en 1541, actualmente es un dinámico centro de población que se identifica principalmente por su excepcional centro histórico, declarado Zona Federal de Monumentos Históricos en 1990 (DOF 1990). Por su valor universal excepcional, esta zona patrimonial fue incluida en la LPM de la UNESCO como bien cultural, en la XV Sesión del Comité del Patrimonio Mundial, celebrada en Cartago, Túnez, en diciembre de 1991 (UNESCO-WHC 1991).
Un recuento de las situaciones de tensión y el declive del destino patrimonial
Considero que, desde su inclusión en la LPM, en 1991 y, en particular, entre el 2001 y el 2017, se consolidó una infraestructura y se acuñó una fuerte imagen promocional del Centro Histórico de Morelia como destino turístico patrimonial. Su rescate, en junio del 2001, planteó un nuevo escenario para impulsar el turismo cultural. La renovada imagen de los espacios públicos y la restauración de sus principales iconos arquitectónicos -estratégicamente puestos en valor como recursos patrimoniales turísticos- se potenció para impulsar la competitividad turística nacional e internacional. Sin embargo, pese a las diversas acciones realizadas7 para incrementar la resiliencia urbana y turística a partir de sus grandes fortalezas culturales, de su excepcional patrimonio monumental y reciedumbre en la historia de México, actualmente Morelia afronta presiones y problemas complejos para instrumentar un crecimiento sostenible como destino turístico cultural.
Los problemas más importantes son la pérdida de la función residencial, con la expulsión de los residentes tradicionales (Mercado 2008; Barrios 2012), la especulación urbana, y el abandono y deterioro de los inmuebles históricos. Una gran debilidad es, asimismo, la ausencia de información actualizada, veraz y objetiva sobre los indicadores y procesos de gestión territorial del Centro Histórico de Morelia (Hiriart 2016a:128).
En los últimos años, después de la incorporación del Centro Histórico de Morelia a la LPM, en 1991, se ha definido como estrategia prioritaria impulsar y consolidar su vocación como destino turístico patrimonial, perspectiva reforzada a partir del exitoso rescate del espacio urbano público que permitió la reubicación de más de 1 500 vendedores ambulantes (Villicaña 2001).8 Cabrales Barajas señaló este proceso “como un ejemplo paradigmático de gestión y recuperación de una ciudad patrimonial y muestra de una voluntad creativa […], que mejoró notablemente sus aspectos sociales, funcionales, y estéticos e infundió un buen ánimo ciudadano” (Cabrales 2002:133).
El incremento de la inestabilidad social y la violencia en Michoacán, y especialmente los sucesos de septiembre del 20089 en su ciudad capital, provocaron una fluctuación en el ciclo de llegadas de turistas, lo que generó una lenta recuperación. En el 2012, la actividad turística colapsó contundentemente, ante el incremento de las manifestaciones sociales, la inseguridad y la intimidación propiciada por la delincuencia organizada en Michoacán, lo cual desembocó en un escenario de inestabilidad del sistema turístico local. En 2012, la llegada de turistas a Morelia fue de 529 780, menor que lo registrado en 1995 (551 736), lo que, en relación con el año 2010, que registró la llegada de 816 071 turistas, presentó una caída del más de 40% (Hiriart 2013:251) (Figura 6).
Conforme a nuestra investigación, la actual realidad de Morelia como un destino turístico patrimonial presenta un escenario muy variable, que refleja su pérdida de competitividad respecto de varias de las ciudades mexicanas patrimonio mundial. Esto se debe a causas locales y externas, que diversos investigadores e instituciones han identificado y monitoreado. Entre las primeras más importantes encontramos:
La gestión territorial desarticulada del centro histórico, que repercute en la pérdida de la función residencial, la expulsión constante de los residentes tradicionales y un sistema de transporte y movilidad urbana conflictivo
El incremento de los valores económicos de las propiedades vinculados con procesos de tercerización y especulativos (Mercado 2008:28-29)
Manifestaciones sociales públicas, cierre de vialidades principales y ocupación de plazas y calles para actividades artísticas o deportivas, las que propician conflictos viales y, en el caso de algunas expresiones de este tipo, por demandas y vandalismo en el patrimonio
La pérdida de interés en los atractivos turísticos-patrimoniales, ante la falta de innovación en sus programas de promoción (Barrera 2017)
La banalización y cosificación del patrimonio para impulsar el turismo10
El reciente incremento de robos e inseguridad en la zona de monumentos históricos (Pérez 2017) y la reaparición de la prostitución en diversos puntos de la zona patrimonial (González 2014; Ruiz 2015)
Proyectos y obras de rehabilitación de espacios públicos que, justificadas en la promoción turística, han representado un dispendio de recursos públicos. Por ejemplo, el teatro Matamoros 2009-2017 (sin concluir aún en diciembre del 2017) y las fuentes de la plaza Melchor Ocampo, colocadas en el 2009 (canceladas por daños y vandalismo en el 2015)
Enfrentamientos y conflictos estudiantiles, bloqueo de carreteras y de los accesos a Morelia, así como el frecuente secuestro de vehículos repartidores de empresas privadas y camiones de pasajeros
Por otra parte, algunas de las causas externas que han sido registradas como incidencias en la pérdida de competitividad de Morelia como destino turístico patrimonial son:
El atentado narcoterrorista contra la población en septiembre del 2008 (El Universal 2008; García y Hernández 2008)
La epidemia de influenza AH1N1 en el año 2009 (Ruiz Chávez 2010:12-17)
El clima de inseguridad que se vive aún, si bien con menor intensidad, en el estado de Michoacán, que en Morelia se percibía de manera alarmante aun hasta principios del 2014 (Proceso 2013)
La percepción negativa de inestabilidad social generada por los diferentes medios de comunicación nacionales e internacionales y por las señales de “alerta” emitidas por las embajadas de diversos países, como España, Estados Unidos y Francia (Saldaña 2016)
Reposicionamiento de otros destinos patrimoniales de la región, como Querétaro, Puebla, Guanajuato y San Miguel de Allende, con experiencias culturales innovadoras, además de un ambiente de seguridad (ANCMPM 2016)
El desarrollo del turismo cultural: entre la ficción, la inseguridad y la realidad
En el 2006 el presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012), originario de la ciudad de Morelia, prometió que “el turismo sería una de las palancas del crecimiento económico nacional durante su gobierno” (Santamaría y Flores 2012); sin embargo, por diversos entramados, en especial el estado de Michoacán vivió uno de los escenarios más complejos del narcoterrorismo del país, el cual afectó y ha propiciado diversas fluctuaciones. A este contexto, se sumaron varios factores, no tan imprevisibles, que definieron escenarios adversos, algunos aún vigentes, aunque con menor intensidad,11 que afectaron el posicionamiento turístico de Morelia. Estos sucesos detallan una crisis en la función turística (Vélez 2010), al establecerse una situación generada por una serie de factores de presión negativa de carácter interno que, combinados con sucesos externos inesperados, provocaron un cambio sustancial, en tanto que afectaron el sistema funcional del turismo en Morelia.
Esta realidad es evidente en las fluctuaciones de llegadas de turistas a la ciudad, en las que se identifican declives vinculados con varias incidencias (Figura 6). Considero que también incide la falta de una visión de gestión integral de las autoridades municipales para impulsar el crecimiento armónico y sostenible del turismo, y a la par de una estrategia de adecuación funcional y de conservación de los principales iconos turísticos patrimoniales, incluidos en planes y programas con una visión de largo plazo (Barrera 2017:80).
Morelia: la resiliencia como oportunidad para responder ante la crisis
En este momento la capacidad de Morelia para responder ante la crisis turística plantea un escenario más terso que el que prevaleció aun hasta finales del 2013. Escenario influido por las diversas acciones institucionales que, como respuestas de emergencia, ejecutó el gobierno federal de manera contundente (cfr.Proceso 2016), en coordinación con actividades promovidas por el ayuntamiento local y la sociedad civil organizada, que, en conjunto, disminuyeron la inseguridad y gran parte de las actividades del crimen organizado. Estas acciones, identificadas en los periodos del “Ciclo de vida de Morelia como destino turístico” (Figura 6), que las autoridades locales no han entendido claramente como una política pública o estrategia, vigorizararon la resiliencia urbana y turística de Morelia y su centro histórico.
Cabe destacar dos sucesos -memorables para la población moreliana- que repercutieron favorablemente en el contexto nacional y evidenciaron la capacidad de recuperación de la ciudad patrimonial ante las adversidades. Uno fue el concierto del grupo musical Los Ángeles Azules, realizado en el corazón del centro histórico el 10 de mayo de 2014, que reunió a más de 60 000 personas en los espacios públicos y calles que conforman el primer cuadro del centro. Este concierto inició con el comentario “Venimos a Morelia porque Morelia es una ciudad de paz” (Atiempo.mx 2014) y trascendió de manera favorable en la imagen de la ciudad que, a partir de las fotografías y videos difundidos en las redes sociales y las notas que aparecieron en la prensa nacional e internacional, crearon “la percepción de seguridad que tuvimos los morelianos para participar en un evento de alta concentración de personas, en un ambiente de tranquilidad y certidumbre” (H. Ayuntamiento de Morelia 2014).
El otro suceso fue la visita del papa Francisco a Morelia el 16 de febrero de 2016, acontecimiento de carácter religioso que generó expectativas acerca de que se recibiría la llegada de 1 600 000 turistas (cfr.Castellanos 2016:s. p.). Si bien la derrama económica y el arribo de turistas no fueron los que esperaba el gobierno de Michoacán -que creó una fuerte expectación turística sin comprender el significado y la motivación del turismo religioso y de peregrinaciones-, la visita papal mostró un clima de estabilidad y seguridad en Morelia en el contexto nacional, elemento que fortaleció la resiliencia turística (Figura 7).
Queda de manifiesto, pues, que en Morelia los actores públicos y privados, así como la sociedad local, impulsan de manera diferente acciones para responder ante el estancamiento de la actividad turística local (Figura 8): algunos ayudan a salir adelante y avanzar en la recuperación; sin embargo, otros son regresivos y muestran poca comprensión de los procesos de resiliencia turística y urbana, así como la ausencia de una visión integral de largo plazo para crecer de manera sostenible hacia un proceso de recuperación realista.
Conclusiones
En la actualidad el concepto de resiliencia permite sumar los postulados del desarrollo sostenible para generar procesos de respuesta temprana a problemas que, en corto plazo, puedan derivar en efectos negativos. Su aplicación metodológica, inserta en las políticas y programas de desarrollo integral del territorio patrimonial y turístico, podría contribuir a plantear un modelo de desarrollo y gestión turística sostenible en Morelia, el cual, considero, sigue definido. Aunque en el 2016 se concluyó y presentó el Plan de Gran Visión Morelia NExT 2041, en el Instituto de Planeación Municipal de Morelia (cfr.H. Ayuntamiento de Morelia 2014; H. Ayuntamiento de Morelia y Cities LAB 2016), aún no prevé las estrategias para alentar la resiliencia (social, turística y patrimonial). Dentro de este contexto, la actualización del Programa Parcial de Desarrollo Urbano del Centro Histórico de Morelia y la elaboración de su Plan de Manejo -como herramientas indispensables de ordenamiento territorial y gestión del lugar patrimonial- representan una oportunidad para insertar los conceptos y métodos para impulsar localmente la resiliencia.
Actualmente es perceptible la manera en que se emplea la etiqueta turístico-patrimonial como Ciudad Mexicana Patrimonio Mundial, al promover costosas infraestructuras urbanas, como espectáculos de luz y sonido, o la peatonalización de calles, justificándolas, así como otras acciones, mediante el discurso del anhelado desarrollo local a partir del turismo, lo que genera polémicas de diversos tipos. Sin embargo, el crecimiento sostenido de la actividad turística cultural local no se refleja claramente a partir de información recabada sistemáticamente y en la llegada de turismo a la ciudad, escenario notorio en el análisis del ciclo de vida del turismo en Morelia, el cual se presentó en la figura 6.
A lo largo de este trabajo se expusieron diversas consideraciones a partir del registro y análisis de diferentes sucesos para hacer una reflexión sobre el camino recorrido desde el 2001 hasta finales del 2017 en busca de identificar los fenómenos de impacto y proponer, desde la perspectiva académica, un modelo para la Dinamización Turística en Zonas Patrimoniales (Figura 3) que pueda tomarse en cuenta en Morelia como parte de una estrategia para afrontar el futuro de la ciudad como destino turístico cultural.
Si no se revierten las presiones generadas por las decisiones administrativas unilaterales, que impulsan la ejecución de proyectos y obras poco sustentadas en estudios técnicos eficientes y especializados, el potencial turístico que representa la ciudad patrimonial con su valor universal excepcional se verá estancado y deprimido, lo que afectará su competitividad nacional e internacional como un destino emblemático de esparcimiento cultural, turismo religioso y patrimonial.
El reto para Morelia y su centro histórico está, por un lado, en mantener y ampliar las potencialidades turísticas que ofrece su patrimonio cultural a partir de acciones que den prioridad a su conservación y rehabilitación eficiente y ética para su adecuación funcional como recurso turístico. Es importante sumar procesos y acciones de resiliencia turística, por ejemplo, y en concordancia con Barrera (2017:77-79) mejorar el nivel de adaptabilidad del patrimonio como recurso turístico, la incorporación de la población local en esta actividad económica, fortalecer la capacidad operativa y presupuestal de la Secretaría de Turismo municipal, generar información e indicadores de gestión sistemáticos a escala local sobre el desarrollo de la actividad turística, para fortalecer la toma de decisiones y definir objetivamente los programas prioritarios.
Estas acciones deben incluirse dentro de los programas estratégicos de ordenamiento territorial, para que aporten solución a diversos problemas latentes, con visiones emprendedoras y equilibradas, en el marco de las políticas urbanas, patrimoniales, turísticas y de gobernanza institucional.